Calendario
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Las calendas eran el primer día del mes en el calendario romano. Las nonas eran los días cinco
del mes y los idus el día trece (excepto marzo, mayo, julio y octubre en los que eran los días
siete y quince respectivamente). El primer calendario romano según la tradición, fue creado por
Rómulo, fundador de Roma. Estaba configurado en diez meses lunares, por lo que tenía una
duración de unos 304 días. El problema, como es evidente, era el desajuste de las fechas
respecto a las estaciones.
The City Burns. Ilustración de Michiel van den Heuvel.
Los diez meses se denominaban de la siguiente manera:
• Martius (marzo): Primer mes del año, en honor a Marte, padre de los fundadores de Roma.
• Aprilis (abril): Dedicado a Apru (Venus), diosa etrusca. Los etruscos tuvieron gran influencia
en Roma. Otra hipótesis se refiere a la llegada de la primavera, estación en que se abren
(aperire) las flores.
• Sextilis (agosto): Sexto.
• Septembris (septiembre): Séptimo.
• Octobris (octubre): Octavo.
• Novembris (noviembre): Noveno.
• Decembris (diciembre): Décimo.
¿Habíais imaginado, por ejemplo, que diciembre viene de ‘décimo’? Puede que no, porque hoy
en día diciembre no es el décimo mes. Esto es debido a que, por el momento, tenían diez meses
en el calendario y no doce.
El mes de marzo era el primero ya que era cuando se iniciaba la vida, comenzaba la primavera,
por lo tanto marcaba el inicio del nuevo año.
El calendario de doce meses se lo debemos a Numa Pompilio, segundo rey de Roma entre el
siglo VIII y siglo VII a.C. Cansado del desfase entre las fechas y las estaciones, decidió buscar
una solución, añadiendo dos meses más al calendario para cuadrarlo con el año solar. Los
nuevos meses se añadieron al final de los diez primeros. Marzo seguía siendo el primer mes. A
estos nuevos meses se les denominó:
Las campañas militares romanas que se llevaron a cabo a mediados del siglo II a. C. exigían el
nombramiento de cónsules con una considerable antelación, ya que los destinos se encontraban
lejos de Roma. Por este motivo, en el año 153 a. C. se estableció el comienzo del año en el 1 de
enero, quitándole el lugar al día 1 de marzo. Es decir, que colaron dos meses antes de marzo.
Por esos tiempos los romanos andaban a tortas con los rebeldes hispanos. La Guerra numantina
se había iniciado en el 154 a.C. y Roma debía dar una respuesta con rapidez, por lo que el
nombramiento de Quinto Fulvio Nobilior como cónsul se adelantó dos meses. Lo que fue un
arreglo coyuntural se acabó convirtiendo en un cambio permanente, y los posteriores cónsules
empezaron a adquirir su cargo a principios de enero, ya que esta modificación les permitía
preparar las campañas en invierno para poder empezarlas en marzo. Por consiguiente, se podría
decir sin exagerar que la revuelta del 154 a. C. en Hispania provocó una alteración notable en
nuestro calendario.
Todavía andábamos con un calendario de 355 días y algunos meses tenían nombres que no nos
suenan familiares.
Como después de la reforma de Numa Pompilio las cosas no se arreglaron, ya que tenían un
calendario lunar desfasado con el curso estacional. basándose en el ciclo solar (365 días), se
optó por añadir algunos meses denominados mercedonios, o intercalares.
cada mes, y así hay menos días en el año lunar que en los medidos por el
curso del sol, interpoló meses intercalares y los dispuso de modo que cada
vigésimo año los días deberían coincidir con la misma posición del sol al
Ciclo metónico
Cada dos o 3 años se añadía un mes intercalar, o mes número 13. Transcurridos 20 años
se ajustaba todo de nuevo y vuelta a empezar.
ver (primavera)
aestus (verano)
autumnus (otoño)
hiems (invierno)
Julio César
En el año 46 a.C. Julio César decide cambiar el número de días. Siendo perfeccionista, como
era, le encomendó al conocido astrónomo griego Sosígenes la tarea de hacer cuadrar las fechas
con las estaciones con la mayor exactitud posible. Después de unos cálculos, Sosígenes llegó a
la conclusión de que el año solar tenía un ciclo de 365 días y 6 horas. Debía, pues, añadir más
días a los meses (hasta ese momento tenían 29, menos alguna excepción). Así, los meses pares
pasaron a tener 30 días y los impares 31. Esto daba 366 días, por eso le quitaron uno a febrero
que quedó de 29.
Además, cada cuatro años se añadiría un día a febrero para completar el déficit de 6 horas anual
en el calendario. En vez de añadir el día al final de Febrero se intercaló un día entre el quinto y
el sexto día antes de las calendas, o sea entre los días que hoy son el 23 y el 24 de febrero. Este
día adicional fue llamado bis sextus dies ante calendas martias, o sea, “segundo día sexto antes
de las calendas de marzo”. Al año que contenía ese día se llamó por eso bissextus (bisiesto).
¿Y por qué se complicaron tanto la vida y no lo añadieron al final o en todo caso después
del 23 de febrero?
Lo de añadirlo después del 23 de Febrero tiene que ver con la fiesta de la Terminalia y lo de
no llamarlo 23 se debe a que los romanos no contaban los días del mes del 1 al 31, sino
que tomaban tres fechas de referencia: calendas, nonas e idus. Para contar se incluyó un día de
referencia (en este caso, el 1 de marzo)
Tras la muerte de Julio César y por iniciativa de Marco Antonio el mes Quintilis, pasó a
llamarse Julius (julio).
El papa Gregorio XIII promulgó el uso del calendario por medio de la bula Inter Gravissimas.
Antes se había constituido la Comisión del Calendario para su posterior implantación, en la que
destacaron Cristóbal Clavio y Luis Lilio. Clavio, astrónomo jesuita, el “Euclides de su
tiempo“, fue un reputado matemático y astrónomo. El mismo Galileo Galilei lo requirió como
aval científico de sus observaciones telescópicas.
Cristóbal Clavio
¿Por qué se cambio? Porque todavía había un pequeño desfase. Según el calendario juliano
que instituyó un año bisiesto cada cuatro, consideraba que el año estaba constituido por 365,25
días (365 días y 6 horas), mientras que la cifra correcta es de 365,242189, o lo que es lo mismo,
365 días, 5 horas, 48 minutos y 45,16 segundos. Este desfase es muy pequeño pero a lo largo de
los siglos el error se va haciendo más grande. El calendario gregoriano ajusta este desfase
cambiando la regla general del bisiesto cada cuatro años, y hace que se exceptúen los años
múltiplos de 100, excepción que a su vez tenía otra excepción, la de los años múltiplos de 400,
que sí eran bisiestos.
El calendario gregoriano nació con la necesidad de ajustar el desfase que había con la Pascua
(Domingo de Resurreción, fiesta central del cristianismo). En el Concilio de Nicea (año 325)
se determinó que la Pascua debía conmemorarse el domingo siguiente al plenilunio (luna
llena) posterior al equinoccio de primavera del hemisferio norte. Aquel año 325 el equinoccio
había ocurrido el día 21 de marzo, pero con el paso del tiempo la fecha del acontecimiento se
había ido adelantando hasta el punto de que en 1582 el equinoccio se fechó el 11 de marzo. El
desfase era ya de 10 días.
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