Bender, Aspectos Cualitativos - Verónica Laplace

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TEST DE BENDER: SU USO EN LA INFANCIA

El valor de las inferencias cualitativas en una prueba psicométrica

Prof. Lic. Verónica Laplace*

“Hemos tratado de saber si los mismos símbolos

se repiten en los dibujos de diferentes niños, habiendo

observado que cada uno representa el problema

que le preocupa utilizando en forma distinta

los mismos símbolos” Sophie Morgenstern

Dentro del repertorio de pruebas psicométricas para niños y niñas se encuentra el Test
Gestáltico Visomotor de Bender, cuyo objetivo primordial en la infancia ha sido siempre
evaluar la maduración visomotriz. Asimismo, sabemos que es un instrumento fundamental de
la práctica profesional que nos permite hacer inferencias acerca de la presencia de
determinadas patologías neurofisiológicas, y en menor medida es capaz de esbozar aspectos
emocionales en juego.

Se trata de una prueba gráfica de copia de nueve figuras geométricas, que permite medir la
función guestáltica visomotriz entendida como una tarea del organismo integrado por la cual
este responde a una constelación de estímulos dada como un todo, siendo la respuesta misma
un patrón, una constelación, una gestalt (Bender, L., 1938). Las figuras fueron desarrolladas
por Max Wertheimer (1923), uno de los psicólogos alemanes fundadores de la teoría de la
Gestalt, teoría que fundamenta el test y se basa en concebir que desde el primer momento en
que percibimos ya somos capaces de organizar nuestra experiencia según las totalidades y
sólo después, haciendo un esfuerzo, estamos en condiciones de ver o percibir las partes que
las constituyen.

Lauretta Bender adapta los diseños construidos por Wertheimer y crea los nueve modelos
del test con el mérito de haber puesto el acento en el carácter evolutivo de las posibilidades de
representación gráfica (Fernández, A., 1987). Destacando que el niño no percibe como el
adulto, sino que es necesario un largo proceso de maduración para alcanzar la reproducción de

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los nueve patrones gestálticos de manera satisfactoria (léase: como podría realizarlo un adulto
sin compromiso neurológico). Es decir, que la reproducción de los diseños gestálticos sobre
una hoja tiene el propósito de brindar información sobre la progresión de las capacidades
visomotoras, siendo la percepción visual y la ejecución motriz las habilidades implicadas en
la graficación de las figuras.
De esta manera, se utiliza internacionalmente para evaluar la coordinación visomotriz que
se asocia con la capacidad de percibir una Gestalt (en este caso, los diferentes modelos),
analizar ese todo desmembrándolo en sus partes y llevar a cabo una reestructuración de su
configuración para lograr reproducirla gráficamente mediante un movimiento (acción motriz),
de modo que la Gestalt resultante sea reconocible respecto del modelo (Fernández Liporace,
M., 2011). La tarea requiere reproducir líneas rectas, curvas y ángulos, obtener formas
proporcionales, comprender la relación espacial entre elementos así como los vínculos de
contigüidad y separación. Del mismo modo, cuando el niño aprende la tarea de la
lectoescritura necesita poner en marcha la habilidad de percibir, analizar y sintetizar las letras
y las palabras que conforman una Gestalt capaz de ser comprendida y reconocida con
determinado sentido por el que lee. Vemos como los errores posibles en las copias de las
figuras del Bender (rotación, perseveración, distorsión de la forma e integración) pueden
reflejarse en las actividades escolares en aspectos formales tales como la escritura en espejo,
la confusión formal de las letras y de las palabras, la unión incorrecta de las letras cursivas y
la imposibilidad de inhibición del impulso nervioso (Fernández Liporace, M. 2011). También
pueden observarse perturbaciones que permiten suponer el tipo de dificultades que presenta el
niño para manejarse en el espacio plano, facilitando la deducción de probables problemas de
escritura y formas de organización de la misma en el cuaderno y en sus tareas escolares
(Schlemenson, S., 2001). Dada esta vinculación, el test de Bender ha sido considerado un
valioso instrumento predictor del desempeño escolar.
Ahora bien, en tanto test psicométrico suele ser blanco de críticas relativas al riesgo de
olvidarnos del sujeto que está siendo entrevistado y transformarlo en un mero objeto; no
obstante, prescindir de las pruebas psicométricas no aporta garantías contra el citado riesgo
(Fernández, A., 1987). Si nos prestan servicio y contribuyen al diálogo entre el entrevistado y
el entrevistador no es posible desecharlas bajo no sé qué criterio de no escuchar al otro en su
singularidad, bien podemos no escucharlo trabajemos o no con pruebas psicométricas.

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Las técnicas psicométricas nos sirven para indagar el nivel que los entrevistados han
alcanzado en la estructuración cognitiva y en relación con la disponibilidad efectiva de las
estrategias de conocimiento (Fernández, A., 1987). Sabemos que la posibilidad de conocer de
un sujeto no viene dada desde el principio sino que se construye a partir de factores históricos
y sociales, entre otros, los cuales producen marcas distintivas en el proceso de apropiación del
conocimiento (Schlemenson, S.). Son los padres, o quienes cumplan la función, los que
interpretarán los requerimientos del bebé de acuerdo a su propia historia, con lo cual el yo
adviene y se relaciona con determinadas parcelas de la realidad desinvistiendo otras, como
producto de deseos, miradas, voces, caricias que preceden. Se dirige hacia objetos y metas, en
relación a las representaciones y discursos con que le han significado el mundo circundante
(Schlemenson, S.). Por otro lado, no entra ninguna información que no esté libidinizada de
alguna manera. Si uno no posee un código para reconocer ese dato no deviene información,
información en tanto significado que conlleve cierta catectización proveniente de las
experiencias de vida que dejan marcas con las cuales se lee la realidad (Kacero, E., 2007). Es
así que algunos sujetos ante las figuras del Bender elegirán atender a los atributos “objetivos”:
tamaño de las líneas, ángulos, número de elementos, seguimiento de las distancias y
encuentros. En otros casos, la pauta seguida será un reconocimiento fugaz del conjunto sin un
análisis cuidadoso de los elementos mostrando un modo de captación holística e intuitiva de
la situación. También habrá sujetos que tenderán a la ruptura de los modos de organización y
relación que muestran las figuras, para construir relaciones singulares entre los elementos o
entre las figuras (convertir relaciones horizontales en verticales, transformar encuentros
tangenciales en fusiones, anulación de la separación…) (Kacero, E., 2007).

De esta manera, si bien desde las pruebas psicométricas abordamos al sujeto del
conocimiento, esto no implica la cosificación a través de una simple cuantificación de sus
funciones cognitivas sino un profundo respeto por sus aspectos subjetivos. Dado que
consideramos que el proceso de construcción de la inteligencia es paralelo a la constitución
subjetiva, que incluye la construcción del cuerpo (Fernández, A., 1987). Desde los inicios
hay una ecuación fundamental que se establece entre el cuerpo en sentido simbólico y el
espacio. Partimos de una indiferenciación inicial entre la madre y el bebé, estamos ante un
espacio simbólico donde ni siquiera está claro lo que es dentro o afuera (Fernández, A., 1987).
Poco a poco se van delimitando bordes, se van estableciendo fronteras entre el cuerpo de la

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madre y el cuerpo del niño, en otras palabras, se va produciendo la diferenciación yo- no yo.
La construcción del yo en tanto cuerpo es posible en un tiempo y un espacio determinado. El
niño accede a la espacialidad a partir de las vivencias corporales, del cuerpo propio y del
cuerpo del otro, especialmente del cuerpo materno. El espacio de la representación se
construye, entonces, a partir de la proyección del cuerpo propio, como si esta espacialidad del
sujeto se proyectara en el mundo exterior (Bó, M, 2001).

Resulta claro que todo esto está presente cuando un niño empieza a hacer los diseños del
Bender. De esta manera, cuando hacemos una primera lectura del Bender intentamos
elucidar allí cómo está constituido el cuerpo de ese chico en un cierto espacio; tanto el cuerpo
como el espacio van a estar representados, simbolizados en esa hoja de papel y en esos
diseños que aparezcan ahí ocupando un espacio, delimitando un territorio y estableciendo
relaciones entre ellos. Cuando se decide por un “aquí”, habrá entonces algo arriba y algo
abajo, algo a la izquierda y a la derecha, antes y después, y así es cómo se conforma el cuerpo
(yo) a través de coordenadas témporo-espaciales. O sea que, trazar las líneas para configurar
la copia de los modelos propuestos por el Bender es ocupar una superficie, enmarcar un lugar
(Kacero, E., 2007). No se trata meramente de llenar el espacio sino de poblarlo, sin embargo,
en algunos casos aparece un llenado desordenado que parece responder a la necesidad de no
dejar espacios vacíos que se traducirían en silencios, ausencias (Kacero, E., 2007). Es
importante también destacar que no es lo mismo una figura instalada “entre” las otras, en el
espacio de una hoja, que cuando está dibujada como único habitante del espacio (las nueve
figuras en nueve hojas); no es lo mismo una figura que conserva un espacio suficiente a su
alrededor que otra en la que el espacio virtual que le pertenece esté ocupado por otra figura
(Kacero, E., 2007). Esto nos muestra la marca de la proyección que porta todo grafismo,
cómo los aspectos de la subjetividad se proyectan sobre la hoja en blanco, resaltando que el
cumplimiento del deseo no se limita a producir una imagen, puede intentar además su
desaparición, borrando, tachando, destruyendo en parte o en su totalidad determinada figura.
Entonces, los borrones, las tachaduras, llevarán también la impronta de lo proyectivo que no
podrá dejar de tenerse en cuenta (Bó, M., 2001).

No pretendo ser exhaustiva en estas consideraciones, sólo deseo poner sobre el tapete la
importancia de la lectura cualitativa del test de Bender para niños, sin obviar la valoración

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cuantitativa que ha sido y sigue siendo sumamente útil en la evaluación infantil. Porque no
podemos dejar de considerar la existencia de elementos de maduración básicos esperables
para cada edad específica en la ejecución del Bender. Si un niño realiza una reproducción de
las figuras del test muy por debajo de la performance esperable para su edad, lo
consideraremos un elemento de información que nos lleve a preguntarnos qué aspectos de su
subjetividad se hallan comprometidos, qué factores de su constitución se hallan perturbados,
qué obstáculos impiden el desempeño esperado. Descubrir si existe un déficit en la
internalización de una Gestalt o dificultades en su reproducción, observar si aparecen figuras
que reproduce más fielmente que otras (cuáles, qué sugiere esto) (Bó, M., 2001).
Efectivamente, en cada ejecución el individuo realiza una serie de actividades: analiza la
situación (no sólo los elementos que componen cada figura), busca dónde ubicarse, examina
opciones, se extiende en el espacio, establece o no un orden, respecta o transgrede lugares de
vacío o interrupción, se pega a los bordes, o enmarca territorios (figuras) mostrando cierta
necesidad de aislamiento, establece o no proporciones, etc. (Kacero, E., 2007).

Interesará, en consecuencia, cómo se va formando cada figura, es decir, lo que sucede entre
el inicio de la reproducción hasta su término. Dado que cada gesto singular podrá brindarnos
información acerca de ese sujeto que desplegará una escritura en los límites (o no) de la hoja
en blanco.

Todo lo mencionado da cuenta del invalorable aporte realizado por Lauretta Bender al
crear este instrumento, por lo que sostenemos que su utilidad en la clínica y la importancia de
la información que brinda demuestra con creces la necesidad de su uso en nuestras prácticas.
Utilidad no sólo desde el punto de vista cuantitativo, sino también desde la riqueza de sus
inferencias cualitativas.

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Bibliografía

 Bender, Lauretta (2003) Test Guestáltico Visomotor (B.G.), usos y aplicaciones


clínicas. 1º ed. 17º reimp. Buenos Aires: Editorial Paidós.

 Bó, María T. (2001) Marcas subjetivas en el test de Bender en “Niños que no


aprenden. Actualizaciones en el diagnóstico psicopedagógico”. Buenos Aires: Paidós
Educador.

 Fernández, Alicia. (1987) Los tests y la clínica en “La inteligencia atrapada”. Buenos
Aires: Ediciones Nueva Visión.

 Fernández Liporace, M. y otros (2011) Baremos niños escolarizados (6 a 12 años):


Test Guestáltico Visomotor de Bender, test del Dibujo de la Figura Humana (DFH) y
Test de Memoria Auditiva y Visual de Dígitos (VADS) Ficha de cátedra: “Técnicas
Psicométricas” UBA.

 Kacero, Etel. (2007) Test Gestáltico Visomotor de Bender: una “puesta en espacio”
de figuras. 1º ed. 2º reimp. Buenos Aires: Lugar Editorial.

 Koppitz, Elizabeth (2007) El Test Guestáltico Visomotor para niños. 15º ed. 7º reimp.
Buenos Aires: Editorial Guadalupe.

 Paín, Sara. (1976) El test visomotor de Lauretta Bender en “Psicometría Genética”.


Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión.

 Schlemenson, Silvia. Detección de la modalidad cognitiva en el diagnóstico


psicopedagógico. Ficha de cátedra: “Psicopedagogía Clínica” UBA.

* Licenciada en Psicología- Profesora universitaria, Universidad Kennedy (UK). Maestranda


en Salud Mental Comunitaria, Universidad Nacional de Lanús (UNLA). Jefa de trabajos prácticos
del Departamento de Psicología (UK). Profesora asociada de la Facultad de Humanidades de la
Universidad de la Marina Mercante (UDEMM).

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