Los 12 Frutos Del Espíritu Santo
Los 12 Frutos Del Espíritu Santo
Los 12 Frutos Del Espíritu Santo
Los tres primeros frutos del Espíritu Santo son la caridad, el gozo y la paz, que
pertenecen especialmente al Espíritu Santo.
Estos tres frutos están unidos y se derivan naturalmente uno del otro.
-La caridad o el amor ferviente nos da la posesión de Dios
-El gozo nace de la posesión de Dios, que no es otra cosa que el reposo y el contento
que se encuentra en el goce del bien poseído.
-La paz que, según San Agustín; es la tranquilidad en el orden. Mantiene al alma en la
posesión de la alegría contra todo lo que es opuesto. Excluye toda clase de turbación y
de temor.
Por lo tanto, el grado más pequeño de santidad o la menor acción que la aumente, es
preferible, a los cetros y coronas. De lo que se deduce que perdiendo cada día tantas
ocasiones de hacer actos sobrenaturales, perdemos incontables felicidades, casi
imposibles de reparar.
No podemos encontrar en las criaturas el gozo y la paz, que son frutos del
Espíritu Santo, por dos razones.
Del fruto de la fe
Ver también: fe
La fe como fruto del Espíritu Santo, es cierta facilidad para aceptar todo lo que hay que
creer, firmeza para afianzarnos en ello, seguridad de la verdad que creemos sin sentir
repugnancias ni dudas, ni esas oscuridades y terquedades que sentimos naturalmente
respecto a las materias de la fe.
Para esto debemos tener en la voluntad un piadoso afecto que incline al entendimiento
a creer, sin vacilar, lo que se propone. Por no poseer este piadoso afecto, muchos,
aunque convencidos por los milagros de Nuestro Señor, no creyeron en Él, porque
tenían el entendimiento oscurecido y cegado por la malicia de su voluntad. Lo que les
sucedió a ellos respecto a la esencia de la fe, nos sucede con frecuencia a nosotros
en lo tocante a la perfección de la fe, es decir, de las cosas que la pueden
perfeccionar y que son la consecuencia de las verdades que nos hace creer.
La modestia regula los movimientos del cuerpo, los gestos y las palabras. Como fruto
del Espíritu Santo, todo esto lo hace sin trabajo y como naturalmente, y además
dispone todos los movimientos interiores del alma, como en la presencia de Dios.
Nuestro espíritu, ligero e inquieto, está siempre revoloteando par todos lados,
apegándose a toda clase de objetos y charlando sin cesar. La modestia lo detiene, lo
modera y deja al alma en una profunda paz, que la dispone para ser la mansión y
el reino de Dios: el don de presencia de Dios. Sigue rápidamente al fruto de
modestia, y ésta es, respecto a aquélla, lo que era el rocío respecto al maná. La
presencia de Dios es una gran luz que hace al alma verse delante de Dios y darse
cuenta de todos sus movimientos interiores y de todo lo que pasa en ella con más
claridad que vemos los colores a la luz del mediodía.
Mas los frutos de templanza y castidad desprenden de tal manera al alma del amor a
su cuerpo, que ya casi no siente tentaciones y lo mantienen sin trabajo en perfecta
sumisión.
El Espíritu Santo actúa siempre para un fin: nuestra santificación que es la comunión
con Dios y el prójimo por el amor.