El Divorcio
El Divorcio
El Divorcio
Con motivo de Las jornadas de la mujer, se habla del divorcio como uno de los privilegios a que ellas
o la pareja han tenido acceso. Efectivamente, la democracia trajo muchas cosas, pero las trajo un
poco caras. Como dice un gran especialista en el tema, los pobres no se divorcian. Y no se divorcian,
en muchos casos, porque no pueden, claro. Aquí estaría la explicación de mucha violencia
matrimonial que los periódicos no explican.
El divorcio supone un gran avance social siempre que sea para todos, es decir, barato y fácil. De otro
modo, se convierte en un privilegio, en un capricho de millonarios. No ya en un avance social sino
en una burla social. El divorcio es caro en sus trámites legales, pero hasta aquí nos parece normal.
Lo que sale caro es partir el gasto alimentario de una familia en dos. El divorcio como expresión de
libertad democrática frente a las viejas instituciones queda muy hermoso, pero el divorcio caro - me
parece que no hay otro-, y con frecuencia carísimo, no supone ningún orgullo democrático, sino un
privilegio más que el liberal-capitalismo regala a los ricos. Al leer el Hola me percato de que son
pocos los divorcios de barrenderos, empleados y peones de albañil. La gente económicamente
pobre no se divorcia.
Las tensiones dentro del matrimonio obrero -o de clase media- pueden ser distintas de las tensiones
de la alta sociedad, pero en ambos casos se acumula violencia, y esa violencia acumulada es, como
decíamos antes, la causa de muertes y accidentes familiares. El marido suele ser culpable de tales
conductas violentas, pero ocurre que un marido con elegante chequera, extiende talón nominativo
a quien haga falta, y el gesto queda mucho más elegante y educado que el sartenazo habitual.
Aquí, como en tantos otros aspectos de la vida, se habla de machismo, “deseducación”, abuso y mal
vino, porque nos hemos olvidado de don Carlos Marx y el problema de clases. Al fondo de todas
estas razones sociológicas lo que hay es una limpia razón económica. El dinero licua los lazos entre
Dios y los hombres, entre los hombres y las mujeres, y encima esto nos tiene muy orgullosos y con
cresta de socialdemócratas. Así, ocurre que el financiero multimillonario nunca es acusado de haber
dado con la sartén a su santa, porque no le da, y a la hora de juzgar al picapedrero se acude a la
brutalidad ingénita del sexo fuerte, ignorado con maldad o ingenuidad el factor económico, que es
el único que explica a fondo las rencillas humanas y divinas. Yo les aseguro que un parado con
chequera y tarjeta oro se torna inmediatamente un Brummel [hombre famoso por buenos modales
y buena educación] y razona con el abogado, con el juez y con su santa y vareada esposa.
El dinero es una educación sentimental y, sobre todo, una cosa rápida que va. Seguiremos siendo
socialistas, comunistas, lo que haga falta, mientras sigamos viendo por el Hola, y por la vida misma,
el susurrante y deslizante divorcio de las clases altas, que es que parece que van en el AVE. Aquel
divorcio que trajimos no ha llegado nunca a los pobres, cuando su pobreza suele ser la causa o
justificación de cualquier nulidad. Pero lo bueno del divorcio es que hace muy moderno, eso sí.