Diana Vasquez

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América Desde el 

descubrimiento de América por Cristóbal
Colón en 1492 hasta la independencia de los diversos
países americanos a lo largo del siglo XIX (los
últimos Cuba y Puerto Rico en 1898) se dio el
denominado arte colonial, que fue un fiel reflejo del arte
efectuado en la metrópoli, desarrollándose los
mismos estilos artísticos que en el continente europeo,
principalmente el Renacimiento, el Barroco y el Rococó.
Las principales muestras de arte colonial se produjeron en
los dos centros geográficos de más relevancia en la era
precolombina: México y Perú.
La arquitectura se basó en las mismas tipologías de
edificios propios de la cultura europea,
principalmente iglesias y catedrales, dado el rápido avance
de la labor de evangelización de los pueblos nativos
americanos, pero también edificios civiles
como ayuntamientos, hospitales, universidades, palacios y
villas particulares. Durante la primera mitad del siglo XVI
fueron las órdenes religiosas las encargadas de la
edificación de numerosas iglesias en México,
preferentemente un tipo de iglesias fortificadas llamadas
«capillas de indios». A mediados de siglo se empezaron a
construir las primeras grandes catedrales, como las
de México, Puebla, Guadalajara, Cuzco y Córdoba. La
arquitectura barroca se caracterizó por una profusa
decoración, que resultaría exacerbada en el llamado
«ultrabarroco» (Fachada del Sagrario de la Catedral de
México). En Perú, las construcciones desarrolladas
en Lima y Cuzco desde 1650 muestran unas
características originales que se adelantan incluso al
barroco europeo, como en el uso de muros almohadillados
y de columnas salomónicas (Iglesia de la Compañía,
Cuzco). En el siglo XVIII, la arquitectura se orientó a un
estilo más exuberante, otorgando un aspecto inconfundible
al barroco limeño (Palacio del Marqués de Torre-Tagle.
Las primeras muestras de pintura colonial fueron las de
escenas religiosas elaboradas por maestros anónimos,
como las imágenes de la Virgen con el Niño. La
producción artística hecha en Nueva España por indígenas
en el siglo XVI es denominada arte indocristiano. La
pintura barroca recibió la influencia
del tenebrismo sevillano, principalmente de Zurbarán,
como se puede apreciar en la obra de los mexicanos José
Juárez y Sebastián López de Arteaga, y
del boliviano Melchor Pérez de Holguín. A finales del
siglo XVI destacó la Escuela cuzqueña de pintura,
representada principalmente por Luis de Riaño y Marcos
Zapata. En el siglo XVIII la principal influencia sería la
de Murillo, y en algún caso —como en Cristóbal de
Villalpando— la de Valdés Leal. Destacan Gregorio
Vázquez de Arce en Colombia y Juan Rodríguez
Juárez y Miguel Cabrera en México.
En escultura las primeras muestras fueron nuevamente en
el terreno religioso, en tallas exentas y retablos para
iglesias, confeccionadas generalmente
en madera recubierta con yeso y decorada con
encarnación —aplique directo del color— o estofado —
sobre un fondo de plata y oro—. A principios del siglo XVII
nacieron las primeras escuelas locales, como la quiteña y
la cuzqueña, destacando la labor patrocinadora de
la orden jesuita. En el barroco destacó la obra escultórica
desarrollada en Lima, como la sillería de la Catedral de
Lima. En Brasil destacó la obra del Aleijadinho.

África
En esta época continuó la diversidad de estilos y
manifestaciones artísticas en el continente africano, debido
a la multiplicidad étnica y religiosa, y a las diferentes
organizaciones sociales, desde pueblos nómadas hasta
estados centralizados como Benín, Dahomey,
el Congo y Ashanti. Los principales materiales eran la
madera, la piedra, el marfil, el metal, la arcilla, pieles,
plumas, conchas, etc. En las
montañas Drakensberg (Sudáfrica),
los San (o bosquimanos) realizaron miles de pinturas
rupestres entre los siglos XVIII y XIX, relacionadas con
rituales chamánicos. En la región de Owerri (Nigeria) se
construyeron una serie de edificios votivos llamados mbari,
decorados con pinturas y esculturas. En Malí destacaron
las construcciones en adobe, como la Gran Mezquita de
Djenné, datada inicialmente del siglo XIII pero reconstruida
varias veces. En Ashanti (actual Ghana) adquirieron
notoriedad los tejidos llamados kente, de algodón o seda,
decorados con motivos geométricos.
La escultura fue la principal actividad artística en el
continente en general, caracterizada por su gran
expresividad y fuerza emotiva, que llegó a influir en el arte
de vanguardia europeo cuando el colonialismo favoreció la
creación de museos etnológicos que llevaron las obras de
arte africanas por toda Europa. En Benín se hacían figuras
de latón desde el siglo XV hasta el XIX. En Ashanti se dio
un estilo naturalista de pequeñas esculturas de metal
(siglos XVII-XX). En la cultura yoruba (entre Nigeria, Benín
y Togo) proliferaron los relieves en madera tallada, como
en las puertas del palacio de Ikere, del escultor Olowe de
Ise. Otras tipologías fueron: los fetiches o «figuras de
poder» (nduda), relacionadas con ritos ultraterrenales, de
figuras antropomórficas recubiertas de tela, cuero o
plumas; los pfemba, dedicados a la maternidad,
generalmente una mujer con un niño en brazos; y
los mbulu-ngulu, relicarios protectores. También se
forjaron figuras en hierro, como la del rey Glele de
Dahomey, de tamaño natural, obra de Akate Akpele Kendo
(1860). Por último, destacaron las máscaras, destinadas a
ritos de distinta índole (funerarios, agrícolas, de fertilidad,
etc.)

Asia Durante este periodo se introdujo en la India el arte


islámico. La invasión musulmana, que tuvo su culminación
en el Imperio mogol, provocó una gran convulsión en la
sociedad india y, por tanto, en su arte. A las formas
tradicionales se añadieron elementos característicos del
arte islámico, con nuevas tipologías como la mezquita.
Este sincretismo artístico se manifestó en construcciones
como las mezquitas de Lahore y Delhi y en
las sepulturas de Agra, sobre todo en el famoso Taj
Mahal (siglo XVII). También se desarrollaron la jardinería y
la miniatura, ambas de influencia persa, y adquirieron gran
relevancia las artes textiles y las joyas engarzadas (como
el Trono de Aurangzeb).
El arte tradicional hindú tuvo su manifestación en el
magnífico templo de Meenakshi (Madurai), así como en la
escuela miniaturista de Rajput, donde vivía una
comunidad jainista que creó un arte que tuvo gran difusión
en Occidente, plasmado en un conjunto de templos y
esculturas de mármol con incrustaciones de piedras de
colores, decorados con gran preciosismo. A partir del siglo
XII la escultura se realizó más en bronce que en piedra,
destacando las representaciones del dios Śivá en actitud
danzante; después serían característicos los retratos de
guerreros y cortesanos, tradición que llegó hasta el
siglo XVIII. La arquitectura de finales de este periodo
evolucionó hacia formas cada vez más complejas, con
gran riqueza decorativa, en la que se podría denominar
una fase «barroca» del arte indio (aunque sin hacer
paralelismos con el barroco europeo). 102
En literatura la principal particularidad de esta época fue el
despunte de las lenguas vernáculas, surgiendo una
literatura
en hindi, bengalí, tamil, maratí, guyaratí, télugu, rayastaní,
etc. En el género dramático destacó Anandarayamakhin,
autor de Jiva-nandana (hacia 1700), drama alegórico que
representa el alma humana como un rey encarcelado en
su palacio (el cuerpo); y en el poema épico destaca
el Ram-chari-manas de Tulsidas, reelaboración
del Ramaiana con gran pureza lingüística y estilística. El
teatro derivó en tiempos más recientes del
antiguo dutangada —donde predominaba la danza y la
mímica— en una nueva modalidad denominada kathakali,
que igualmente ponía énfasis en la música y la
gestualidad. En esta interpretación adquirió gran
relevancia el lenguaje de las manos (mudras, con 24
posiciones básicas y otras combinadas), así como la
expresión del rostro y los movimientos de los ojos
(navarasya). También tenía importancia el maquillaje,
donde los colores eran simbólicos, identificando al rol o
personaje.103
La música recibió igualmente la influencia musulmana,
aunque subsistieron las antiguas formas tradicionales,
basadas en los ragas. Sin embargo, la convivencia de
ambas modalidades provocó una división en dos
tradiciones musicales diferenciadas: la septentrional
o indostánica, más influida por la música árabe; y la
meridional o carnática, más conservadora de la antigua
tradición. La primera era más elegante, decorativa,
romántica, mientras que la segunda era más austera,
intelectual. Dos de las danzas clásicas de la India que
ejemplifican lo anterior son el kathak, en el norte, y
el bharatanatyam, en el sur.104
China
Artículo principal: Arte de China

El Palacio de la Suprema Armonía, en el centro de


la Ciudad Prohibida de Pekín.

 Dinastía Ming (1368-1644): supuso la restauración


de una dinastía autóctona tras el periodo mongol,
retornando a las antiguas tradiciones chinas. El tercer
emperador de la dinastía, Yongle, trasladó la capital
de Nankín a Pekín (1417), construyendo un Palacio
Imperial (la Ciudad Prohibida), con tres grandes patios
rodeados de una muralla de 24 kilómetros, y un amplio
complejo de edificios donde destacan la Sala de la
Suprema Armonía (con el trono imperial) y el Templo
del Cielo. La pintura de esta época era tradicional, de
signo naturalista y cierta opulencia, como en la obra
de Lü Ji, Shen Zhou, Wen Zhengming, etc. También
destacó la porcelana, muy ligera y de tonos brillantes,
generalmente en blanco y azul, y comenzó la
decoración de vasijas de bronce en esmalte cloisonné.
 Dinastía Qing (1644-1911): dinastía de
origen manchú, en el arte supuso la continuidad de las
formas tradicionales. La pintura era bastante ecléctica,
dedicada a temas florales (Yun Shouping), religiosos
(Wu Li), paisajes (Gai Qi), etc. En arquitectura, se
continuó la construcción —y, en algunos casos,
restauración— del recinto imperial, con el mismo sello
estilístico, al tiempo que se edificaban nuevos templos
y villas aristocráticas, destacando la riqueza de los
materiales (balaustradas de mármol, cerámica en los
tejados, etc.). Continuó igualmente la tradición en las
artes aplicadas, especialmente ebanistería, porcelana,
tejidos de seda, lacas, esmalte, jade, etc. Cabe
mencionar que las manufacturas chinas influyeron en
la decoración del rococó europeo (las
llamadas chinoiseries).105
La literatura siguió siendo de corte tradicional, destacando
en época Ming la producción teatral, con obras como El
círculo de tiza de Li-Hsing-Tao, La guitarra de Kao
Ming y El pabellón de T'ang-Hien-Tsu. En prosa destacó El
mono, de Wu Cheng'en, de signo alegórico; y La ciruela
del vaso de oro, de Wang Shih-chên, narración de tono
erótico. En época Qing la poesía destacó por su
virtuosismo, detectándose por vez primera el influjo
occidental en la obra de Huang-Tuen-Hien. La narrativa
era más humanista, como se puede percibir en P'u-Song-
Ling y Ts'ao-Sine-K'in, autor de Hong-leu-mon, la más
famosa novela de amor china; Los letrados, de Wu-Ching-
Tzu, es una novela de tono satírico.106
La música siguió las tradiciones anteriores, recopiladas en
el Manual de música de Tsai Yü (1596). De esta época
destacan las tonadas para cítara, con dos vertientes:
tonadas breves (hsiao-ch'ü), de letra con acompañamiento
musical; y tonadas largas (ta-ch'ü), puramente
instrumentales. En la dinastía Ming destacó el
compositor Wei Liang-fu, creador de un nuevo estilo
dramático con óperas de 30 actos (k'un-ch'ü), con partes
cantadas y partes declamadas. El instrumento principal era
la flauta travesera (ti), junto a la guitarra (san-hsien),
el laúd corto (p'i-p'a) y el tambor (pan-ku). Durante la
dinastía Qing surgió un nuevo tipo de ópera (ching-hsi),
más popular, con acompañamiento de violín de una cuerda
(hu'chpin). En ese periodo comenzó la influencia
occidental, al tiempo que la música china llegó a
Occidente, como se observa en la obertura de Turandot,
de Carl Maria von Weber (1809).107
Japón
Artículo principal: Arte del Japón

El puente Ōhashi en Atake bajo una lluvia


repentina (1857), de Utagawa Hiroshige, Brooklyn Museum
of Art, Nueva York.

 Período Momoyama (1573-1615): el arte de esta


época se alejó de la estética budista, remarcando los
valores tradicionales japoneses, aunque durante este
período se recibieron las primeras influencias de
Occidente. Se construyeron grandes castillos y
palacios: palacio de Fushimi, castillos
de Himeji y Osaka. En pintura, la escuela de Tosa
continuó la tradición épica japonesa (Mitsuyoshi,
Mitsunori). La cerámica alcanzó un momento de gran
apogeo: Seto continuó siendo uno de los primeros
centros de producción, mientras que en Mino nacieron
dos escuelas muy importantes: Shino y Oribe. En la
producción de laca destaca el nombre de Honami
Kōetsu.
 Período Edo o Tokugawa (1615-1868): este período
artístico se corresponde con el histórico de Tokugawa,
en el que Japón se cerró a todo contacto exterior. Los
edificios más importantes son el mausoleo de Toshogu
en Nikkō y el palacio de Katsura en Kioto. También son
características de esta época las casas
de té (chashitsu). Se desarrolló notablemente la
pintura, que adquirió gran vitalidad,
destacando Tawaraya Sōtatsu y Ogata Kōrin, así como
la escuela de Ukiyo-e, que destacó por la
representación de tipos y escenas populares (Kitagawa
Utamaro, Katsushika Hokusai, Utagawa Hiroshige). La
cerámica tuvo uno de sus mayores centros de
producción en Kioto, con influencia del arte chino y
coreano; su principal artista es Nonomura Ninsei. En
este período se produjeron las primeras porcelanas,
con un primer centro productor en Arita; destacan las
escuelas de Kakiemon, Nabeshima y Ko-Kutami.108
La literatura evolucionó hacia un mayor realismo,
generalmente de tono costumbrista y con una sutil
vena humorística, como se aprecia en la obra de Saikaku
Ihara, Jippensha Ikku y Ejima Kiseki. En poesía, la
principal modalidad es el haiku, composición de 17 sílabas,
generalmente de tono bucólico, centradas en la naturaleza
y el paisaje, destacando Matsuo Bashō, Yosa
Buson y Kobayashi Issa. Continuó el género de la waka,
generalmente en chino, representada principalmente
por Rai Sanyo. En el siglo XIX destacó el
novelista Takizawa Bakin, autor de Satomi
Kakkenden (Vidas de ocho perros).109
En teatro surgió la modalidad del kabuki, que sintetizó las
antiguas tradiciones tanto musicales e interpretativas como
de mímica y danza, con temáticas desde las más
mundanas hasta las más místicas. Así como el nō era de
tono aristocrático, el kabuki sería la expresión del pueblo y
la burguesía. La puesta en escena era de gran riqueza,
con decorados donde destacaba la composición cromática,
vestidos de lujo y maquillaje de tono simbólico,
representando según el color diversos personajes o
estados anímicos. La dicción era de tipo ritual, mezcla de
canto y recitativo, en ondulaciones que expresaban la
posición o el carácter del personaje.110
La música fue en esta época principalmente de cámara, de
tipo profano, desarrollada con diversos instrumentos entre
los que destacan el shamisen (laúd de tres cuerdas),
el shakuhachi (flauta de bambú) y el koto (cítara de 13
cuerdas). El koto, principalmente, tuvo un gran auge a
partir del siglo XVII, siendo popularizado por el músico
ciego Yatsushashi. Se tocaba solo, con diversas
variaciones (dan) de 52 compases (hyoshi), o acompañado
de voz (kumi).111
Oceanía[editar]
Artículo principal: Arte de Oceanía

Casa de reunión melanesia.
El arte siguió siendo predominantemente indígena, aunque
se dieron los primeros contactos con la civilización
occidental. En sus viajes por el Pacífico (1768-
1780) James Cook reunió una serie de obras de arte que
incluían tejidos, esculturas, joyas, muebles, armas,
herramientas, instrumentos musicales, etc.
En Melanesia destacan las grandes casas de reunión o
«casas de los espíritus», dedicadas a ceremonias
relacionadas con el culto a los antepasados. Continuó la
talla de figuras antropomórficas —principalmente deidades
locales—, como la de Kukailimoku, dios de la
guerra hawaiano (British Museum), o el dios A'a,
de Rurutu (islas Australes). También siguió la tradición de
las máscaras, especialmente en Nueva
Guinea (mai), Nueva Irlanda (malanggan) y Nueva
Caledonia (apuema). Los asmat, tribu de Irian Jaya (Nueva
Guinea), construían unos postes conmemorativos (bisj) de
entre 5 y 10 metros de altura, tallados con figuras
antropomórficas, una encima de otra. En las islas
Salomón se dan estatuas de madera (indalo) de figuras
humanas o animales, con incrustaciones de conchas. En
Australia continuó la tradición de las pinturas rupestres, así
como las churingas, piezas de madera, piedra o concha,
decoradas con motivos geométricos.

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