Tutela de Los Impúberes

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TUTELA DE LOS IMPUBERES

    Según una definición atribuida a Servio Sulpicio y reproducida en las Institutas de


Justiniano, la tutela “era una potestad establecida sobre una persona libre, constituida y
autorizada por el derecho civil, para proteger al que, en razón de su edad, no podía
defenderse por si mismo”.      Las personas sometidas a tutela eran los impúberes sui iuris, de
uno u otro sexo, a los cuales se llamaba “pupilos”, los cuales continuaban en esa situación
hasta que llegaran a la edad de la pubertad, que para la mujer era a los doce años; en tanto
que para los varones, fue finalmente adoptada la opinión de los proculeyanos, que establecía
la edad de catorce anos.

       La institución de la tutela difiere de la patria potestad: en primer lugar, porque la persona
sometida a tutela es una persona sui iuris, en tanto que la persona sometida a patria potestad
es un alieni iuris; y en segundo lugar, porque el tutor no tiene, como el paterfamilias, el
derecho de corrección, ni autoridad alguna sobre la persona del pupilo.

        La tutela se abría siempre que un acto cualquiera hacía sui iuris a un impúber, lo cual
normalmente tenía lugar cuando ocurría la muerte del pater familias o la emancipación de un
hijo en estado de impubertad.

A) Tutela testamentaria

            EI pater familias era, en principio, el único que podía designar tutor a su hijo, ya que
esto constituía un atributo de su potestad paterna.

         EI nombramiento del tutor debía hacerse en el testamento en términos imperativos y


después de la institución de heredero, pues si la designación había sido hecha por otra
persona o en forma irregular, esa designación era nula; pero, posteriormente, en razón del
favor con que se miró la tutela testamentaria, en la que el nombramiento se hacía con pleno
conocimiento de causa, se acabó por apartarse del rigor de las antiguas reglas para su
designación.

B) Tutela legítima

          Por disposición de la ley, a falta de tutor testamentario era tutor el heredero presunto del
pupilo, por aplicación de la regla de que “la carga de la tutela debe caer en donde este el
provecho de la sucesión”; principio muy práctico por tener el heredero presunto, más que
ninguna otra persona, interés en la buena gestión de los bienes que habrían de ser suyos si el
pupilo llegaba a morir siendo impúber.

            Por consiguiente, de acuerdo con la Ley de las XII Tablas, la tutela correspondía: en
primer lugar, a los agnados, siendo preferidos los de grado más próximo, y si fueran varios los
que estaban en el mismo grado, todos serían tutores; y en segundo lugar, a falta de agnados,
eran llamados a la tutela legítima los gentiles.

  C) Tutela deferida por el magistrado o dativa

            A falta de tutor testamentario y de tutor legítimo la designación correspondía al


magistrado. En Roma e Italia, la Ley Atilia dio la facultad de nombrar tutor al pretor urbano y a
la mayoría de los tribunos de la plebe; y las leyes Iulia y Ticia, concedieron esa facultad de
designar tutor en las provincias al gobernador de estas. Después, en la época de Claudio, la
facultad de nombrar tutor pasó a los cónsules, y bajo Marco Aurelio, se creó para este cargo
un pretor especial, que se llamó el pretor tutelaris. Finalmente, bajo Justiniano, los
magistrados municipales eran los encargados de nombrar tutores a los pupilos de condición
pobre y los magistrados superiores para los pupilos que poseían fortuna.

            La designación de los tutores por los magistrados debía hacerse previa información
sobre la moralidad y la fortuna del tutor nombrado.

Capacidad para ser Tutor- Renuncias y Excusas

          La tutela estaba considerada en el derecho romano como un cargo público, siendo


necesario para cumplirla: ser persona libre, ciudadano romano y del sexo masculino. Luego se
admitió la posibilidad de que ejercieran el cargo de tutor los filius familias, porque la autoridad
paterna sólo tenía efecto en el orden privado.

            En el derecho post-clásico la madre y la abuela pudieron también ser tutoras de sus
descendientes, siempre que se comprometieran bajo juramento a no contraer nuevo
matrimonio.

            Al tutor testamentario le fue permitido librarse definitivamente de la tutela, haciendo


una declaración solemne ante testigos de no querer ejercerla, a esto se llamó la “abdicatio
tutelae”,

            EI tutor legítimo puede transferir la tutela a un extraño, mediante la in iure cessio, pero
si el cesionario muere o sufre una capitis deminutio, se reintegra de pleno derecho a sus
funciones de tutor. EI tutor dativo sólo puede eximirse de ejercer la tutela aduciendo razones
graves que le impidan ejercer el cargo.

            EI régimen de las excusas fue extendido en la época clásica a la tutela testamentaria y
más tarde a la legítima. Entre las numerosas excusas figuran como más importantes las
siguientes:

        a) EI ejercicio de cargos públicos o de oficios de utilidad pública, como el de magistrado,


miembro del consilium principis, profesor, sacerdote.

            b) Razones personales, como el haber cumplido setenta años de edad, la pobreza
extrema, una enfermedad grave, la ignorancia.

            c) Numerosas cargas familiares, como el tener tres hijos o más, el ejercicio de tres
cargos de tutor o de curador.

            d) Razones de privilegio, como ser veterano del ejército, atleta coronado, etc.

            Diferentes de las excusas fueron las incapacidades propiamente dichas, que se
desenvolvieron gradualmente y que comenzaron siendo razones de excusa, tales fueron
según los textos justinianeos: los locos, sordos, mudos, ciegos, enfermos graves y crónicos,
personas enemistadas con el padre del pupilo, etc.

            EI derecho justinianeo declaró además incapaces para desempeñar las funciones de
tutor a los menores de veinticinco años, que en la época clásica podían excusarse, a los
obispos, a los monjes y a los acreedores y deudores del pupilo, con excepción de la madre y
de la abuela.
Funciones del Tutor

          EI tutor no tenía porque ocuparse de la persona física del pupilo. Su guarda estaba
confiada por el magistrado a la madre o a los parientes del pupilo, porque se había pensado
que era muy peligroso encargar al tutor, que era su heredero presunto, ya que este estaba
directamente interesado en que se produjera su muerte.

            EI tutor por lo tanto está dado, para completar la personalidad jurídica del impúber o
para administrar el conjunto de su patrimonio. En el primer caso, se dice que el procedimiento
que se utiliza es el de la “auctoritas”; y el utilizado en el segundo caso, es el llamado de la
“gestio”.

Facultades o Poderes del Tutor

            En el derecho antiguo los poderes del tutor sobre los bienes del pupilo, fueron
ilimitados; se decía que el tutor era como propietario de los bienes del pupilo. Sin embargo, se
establecieron entones, tres restricciones a las facultades del tutor:

            a) En lo relativo a las donaciones;

            b) Para los actos que interesaban a la vez al tutor y al pupilo; y,

            c) Para los actos ejecutados de mala fe por el tutor, que podía el pupilo hacer que se
anularan.

           

            El pretor vino a aportar una importante limitación a las facultades del tutor, permitiendo
al pupilo dejar sin efecto los actos del tutor por el procedimiento de la ‘in integrum restitutio”,
demostrando que esos actos le habían lesionado.

            Bajo Septimio Severo, un senado-consulto conocido con el nombre de “oratio Severi”
prohibía al tutor enajenar los inmuebles rurales y los situados en los barrios de la ciudad, que
fueran propiedad del pupilo, salvo ciertas excepciones determinadas limitativamente.
Constantino amplió la prohibición a los inmuebles urbanos y a los muebles preciosos; y bajo
Justiniano, el tutor no pudo ya recibir capitales por cuenta del pupilo, sino con autorización del
magistrado.

Pluralidad de Tutores

            No sólo se podía designar un tutor para uno o para varios impúberes sui iuris, sino que
se podían designar y era frecuente varios tutores para un solo pupilo, o sea que podía haber
pluralidad de tutores, cualquiera que fuera el origen de la tutela.

            En la última etapa del derecho era suficiente la auctoritas que otorgara uno solo de los
varios tutores que tuviera un impúber para que el acto jurídico realizado por éste tuviera
validez.

            Por lo que respecta a la gestio, los tutores pueden quedar todos encargados de
administrar bajo su responsabilidad común, pero habida consideración de las ventajas de la
administración unipersonal, el pretor podía permitir que uno solo administrara, y también por
acuerdo entre los tutores o por disposición del testador, podían aquellos dividirse la tutela en
la forma más conveniente, o sea, en razón de la naturaleza de los trabajos o por la ubicación
de los bienes; pero todos los demás tutores quedaban como vigilantes y responsables
subsidiarios de la gestión del administrador

Obligaciones del Tutor y Acciones que nacen de La Tutela

            A) En el derecho primitivo. EI deber del tutor de administrar bien y de restituir los
bienes del pupilo al terminar la tutela, provenía de la moral y de las costumbres, pero no
estaba en ninguna forma sancionado por la ley.

            La Ley de las XII Tablas estableció dos garantías para el pupilo contra el fraude del
tutor, que fueron:

            1) EI “crimen suspecti tutoris”, que era una acción abierta a todo el mundo,
menos al pupilo mismo, que tenía por efecto dar fin a la tutela cuando el tutor comprometía la
fortuna del pupilo: por su fraude o por grandes torpezas.

            2) La “actio de rationibus distrahendis”, que era una acción doble, que tenia
carácter penal, dada al pupilo contra el tutor para obtener la restitución de valores, que el tutor
hubiera empleado mal.

            B) Reformas introducidas por el pretor

            Además de la “restitutio inintegrum”, que permitía al pupilo hacer que se anularan los
actos del tutor que lo lesionaran, el pretor concedió al pupilo dos nuevas garantías:

            1) La “actio negotiorum gestorum”, por la cual el pretor asimiló al tutor que


manejara bienes del pupilo a un gestor de negocios y concedió al pupilo una acción contra su
tutor, en caso de faltas cometidas en tal gestión. Esto constituyó un progreso, puesto que
hasta entonces el pupilo no podía quejarse más que en caso de fraude cometido en su
perjuicio.

            2) La “cautio rem pupilli salvam fore”, por la cual se constriñó al tutor a que en el
momento de entrar a ejercer el cargo, se obligara por un contrato de estipulación, a
administrar bien los negocios del pupilo y a restituirle sus bienes al terminarla tutela. Esa
obligación debía garantizarla el tutor con fiadores.

   C) Reformas del derecho imperial

            En razón de las reformas precedentes, el tutor era responsable de las faltas que
hubiera cometido en la gestión del patrimonio del pupilo, pero no estaba obligado a
administrarlo, faltaba establecer esta obligación a su cargo, haciéndolo responsable de su
inacción.

            Bajo el emperador Claudio, los parientes del pupilo podían citar al tutor en caso de
inacción ante los cónsules, y estos magistrados decidían si el tutor se había hecho
responsable por no administrar.

Extinción de La Tutela de los Impúberes


            La tutela de los impúberes puede terminar por causas propias del pupilo o por causas
inherentes al tutor. En este último caso, lo que hay más bien es un cambio de tutor y no una
cesación de la tutela misma.

Clases de Tutela

            Como en los impúberes, había tres clases de tutela: la testamentaria, la legítima y la
deferida por el magistrado o dativa.

         La incapacidad de la mujer no era absoluta, no la tenía más que para ciertos casos; para
aquellos que se consideraban de tal naturaleza que podían comprometer los intereses de la
familia agnaticia, tales eran: la enajenación de una cosa mancipi, el dar dinero en préstamo, el
contraer una obligación y el hacer o recibir un pago.

Función del Tutor

            La función del tutor, en este caso, se limitaba a la concesión de la auctoritas, porque
siendo la mujer una persona púber, el tutor no tenía la gestio, sino simplemente la auctoritas
para completar la personalidad de la mujer en los negocios que debía realizar.

            La tutela de las mujeres, que procedía de la más remota antigüedad, se debilitó hacia
el fin de la República. En esa época se permitió al marido, que tenía a la mujer in manu,
dejarle un tutor testamentario. Más adelante se permitió a la mujer liberarse de la tutela de sus
agnados y tomar un tutor a su gusto para completar su personalidad jurídica: se le llamó tutor
fiduciario.

            También se permitió a la mujer tener un tutor a su gusto para ciertos actos, cuando el
tutor legítimo estuviera loco o ausente y, por lo tanto, fuera incapaz de dar la auctoritas.

Extinción de La Tutela de las Mujeres

            Las leyes Iulia y Papia Poppaea, dispensaron de la tutela a la mujer que tuviera el “ius
liberorum”, o sea, a la ingenua que tuviera tres hijos y a la liberta que tuviera cuatro hijos.

            Esta tutela desapareció definitivamente en el siglo IV de la era cristiana.

LA CURATELA

            La curatela es una institución de derecho civil, que permite representar y asistir a
aquellas personas que por una causa particular o accidental, se encontraran incapacitadas
para administrar su patrimonio.

            Dichas personas eran confiadas a un curador, quien para desempeñar su cargo debía
poseer cualidades similares al tutor, es decir, ser libre, ciudadano romano y del sexo
masculino.

Curatela de Los Locos

            En Roma se distinguían dos clases de locos: el “furiosus” y el”mente captus”.


            Conforme a la opinión general, el furiosus era el que tenía intervalos lucidos; el mente
captus, el que nos los tenía, el idiota.

            En la época de la Ley de las XII Tablas, el furiosus era el único provisto de curador, no
así el mente captus; y para el furiosus no existía más que la curatela legítima, en favor de los
agnados y de los gentiles, pues, era en su interés en el que se había establecido esta
institución.

            En esta materia, el progreso del derecho fue doble: por una parte, se proveyó de
curador al mente captus; y por la otra, tanto para el mente captus como para el furiosus se
organizó la curatela, no ya en interés de la familia, sino en interés del incapaz mismo y para su
protección; por lo tanto, al lado de la curatela legítima, se admitió la curatela deferida por el
magistrado.

            EI mente captus era incapaz, en forma absoluta, para realizar por si mismo cualquier
acto; el furiosus era incapaz igualmente en los intervalos no lúcidos, pero era completamente
capaz en los intervalos lucidos.

            EI papel del curador de un loco era el de obrar en su lugar, el de administrar el


patrimonio de éste, ya que no podía nunca hacer intervenir a un loco, en ningún acto, para
asistirlo, como ocurría con el tutor cuando suministraba la auctoritas al pupilo, puesto que, o
bien el loco estaba en un momento de lucidez y era por completo capaz y podía obrar por si
solo, o bien el loco estaba en un momento de locura y era por completo incapaz y debía ser
reemplazado por su curador.

Curatela del Pródigo

            Conforme a la Ley de las XII Tablas era considerado pródigo la persona sui iuris que
disipaba los bienes que había recibido de sus parientes paternos por herencia ab-intestato. La
curatela se había realizado entonces, no en interés del prodigo mismo sino en interés de la
familia agnaticia, de modo que a falta de agnados y de gentiles no había ninguna curatela.

             En el derecho clásico, el punto de vista de la ley varió y trató de proteger al pródigo
por si mismo y en interés de su familia; por lo tanto trató como pródigos a todos los que
disipaban sus bienes, sin distinción de su origen, y el magistrado dio un curador, aún a los que
no tenían agnados ni gentiles.

            La sumisión del pródigo a la curatela resultaba de un “decreto de interdicción”. Según


unos ese decreto se pronunciaba por la gens, antes de la creación del pretor; pero, según
otros, esto fue obra de los magistrados y de los reyes, después de los comicios y finalmente
del pretor.

            La incapacidad del pródigo en la época clásica, tenía la misma extensión que la del
impúber de mayor infancia, ya que solamente podía mejorar por si solo su condición, pero no
podía empeorarla. La intervención por tanto del curador sólo tenía lugar en aquellos actos,
que de realizarse por el incapaz únicamente podían ocasionarle perjuicios patrimoniales; y en
estos casos intervenía el curador utilizando la “gestio”, o sea reemplazando al pródigo y no
suministrando su “consensus”, pues no hay ningún texto que mencione este procedimiento
para este caso.

Curatela de Los Menores de Veinticinco Años


            El varón púber sui iuris era plenamente capaz, conforme al derecho civil, para realizar
toda clase de negocios jurídicos; capacidad ésta que comenzaba desde el momento en que
había cumplido catorce años de edad, lo cual se explica por el hecho de que en los primeros
tiempos los actos jurídicos eran bastante raros, ya que el comercio no se había desarrollado; y
porque los actos jurídicos estaban llenos de solemnidades que requerían a menudo la
presencia del magistrado y frecuentemente la de personas que sirvieran de testigos; todo lo
cual resultaba de hecho una protección indirecta para los menores.

            Pero no fue lo mismo desde el día en que por virtud del desarrollo del comercio y de la
simplificación de las formas primitivas, los actos jurídicos fueron más numerosos, más
frecuentes y más fáciles de realizar; pues entonces la necesidad de proteger al menor de
veinticinco años de edad se hizo sentir, y tal fue el objeto de la Lex Plaetoria, del siglo VI de
Roma, que da contra cualquier persona que engaña a un menor de veinticinco años, una
acción pública, que implica junto con la infamia ciertas privaciones políticas.

La Venia Aetatis

            La “venia aetatis” era una institución que tenía por fin conferir a un menor de
veinticinco años de edad una capacidad casi completa, antes de esa edad. Parece que fue
creada por Septimio Severo y por Caracalla, pero recibió su forma definitiva bajo Constantino.

            Esta concesión estaba subordinada a dos condiciones:

            1) Determinada edad, o sea veinte años para los hombres y dieciocho años para las
mujeres.

            2) Un rescripto imperial.

            Para el menor que estaba en curatela, la venia aetatis le hacía salir de su minoridad y
lo hacía capaz; además, lo privaba del beneficio de la in integrum restitutio. Para el menor que
no estaba en curatela, la venia aetatis no producía ese último efecto.

            Además, el menor, a partir de la venia aetatis seguía sometido a la oratio Severi y a las
agravaciones ulteriores establecidas por Constantino. En esto es en lo que difería del mayor
de veinticinco años.

Curatelas Especiales

              A) Curatela de los sordomudos. Los sordomudos estuvieron también sometidos a


curatela por su incapacidad, siendo esta curatela similar a la curatela de los locos.

           B) Curator ventris nomine o curador de vientre, era el curador que se nombraba al
nasciturus, o sea a las personas por nacer pero ya concebidos cuando ocurría la muerte del
pater familias, con el fin de tutelar sus intereses hasta el momento de su nacimiento.

            C) Curatela excepcional del impúber. El impúber bajo tutela, excepcionalmente,


puede tener un curador en los casos siguientes:

            1) Cuando el tutor sostiene un juicio en contra del pupilo;

            2) Cuando el tutor ha presentado una excusa temporal; y,


            3) Cuando el tutor se muestra incapaz de solucionar un asunto del pupilo.

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