Capítulo 36 - Red Night.-1
Capítulo 36 - Red Night.-1
Capítulo 36 - Red Night.-1
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Tipo de narrador: Omnisciente.
Se dice que desde hace años, múltiples organizaciones se han puesto como reto
desatar el miedo de la Bratva, que hasta se han hecho pactos con tal de lograrlo,
pero siempre se falla al proceder y de ahí viene la creencia de que la mafia rusa no
le teme a nada.
Durante décadas han estado en cárceles siniestras, han caído en carteles, sectas
y mafias de todo tipo, sin embargo, no se les ve temblar, por el contrario, aún
estando a un paso de la muerte, se van al más allá con una sonrisa en el rostro.
Por ello, enfrentarla no es fácil, ya que son asesinos sin escrúpulos, luchadores
natos a los que muchos prefieren evitar.
La nieve cae y los Vory v Zakone, Kryshas, Byki, Boyeviki y torpedos empiezan a
llegar a Alaska con el fin de esclarecer la situación de la hermandad.
Vladimir Romanov se saltó una de las normas: «No te enamores de la presa». Eso
es algo que está mal visto, una cosa es que sea la perra, el juguete y otra es el
tener sentimientos por el enemigo. El Underboss falló, su padre lo encubrió y
ahora Agatha, Thomas, Inna, Czar y Lev lo señalan como alguien indigno, cosa que
repercute en el Boss que repara su anillo, mientras que Salamaro lo pone al tanto
de las últimas novedades.
Rick James insistió en querer hablar, sin embargo, esas no eran sus intenciones,
ya que su enfoque estaba en llevarse a su hija y a su nieta. Viktoria espera en una
de las sillas y el consejero explica ahondando en las consecuencias que está
trayendo todo esto, hablando delante de Emma James, que se mantiene frente al
escritorio del despacho de Viktoria.
Para la menor de las James, los días van de mal en peor, empezando porque todo
tipo de tortura deja secuelas y, aunque se cree que las heridas físicas sanan y ya,
no es así.
En ocasiones, el que tu pecho tiemble tanto a causa del llanto, a causa del miedo,
lleva al desgaste emocional que nos acorrala, trayendo los sentimientos negativos,
los cuales hacen que tus fibras vibren, sintiéndote como una cucaracha que no
vale nada. Por más que se quieran evitar los pensamientos negativos, es
inevitable, ya que tu cabeza se convierte en un bucle, un nido de bazofia, en un
rincón gris donde te tiras sin ganas de querer levantarte.
—Se le acusa de complot, deshonor, encubrimiento y falacia —le indica Salamaro
al Boss—. Agatha pide que entregue el anillo y la muerte o, como mínimo, una
marca a modo de repudio y humillación para la princesa.
Las lágrimas empapan el rostro de Emma con lo último. Cada vez que se dialoga,
el panorama solo se oscurece más; por donde se vean las cosas, es complicado y,
de una forma u otra, sabe que Amelie está padeciendo por ella, quien decidió
tenerla, creyendo que las cosas irían bien para ambas.
—Diré que es de Vladimir y aseguraré que fue planeado —habla atrayendo la
atención de Salamaro—. Diré lo que sea con tal de que no le hagan nada a ella.
El vestido gris que le trajeron porta el mismo color que el aura marchita que la
invade. Como pudo, logró recogerse el cabello y los zapatos de tela se ven
abultados por las gasas que tiene en los pies.
—El Boss me hizo tenerla con el fin de hacerle daño a mi familia —se traga el
sollozo que le atraviesa la garganta—. Así el nombre no se verá manchado y se
podría conseguir, al menos, una opción que le permita sobrevivir.
El pánico la golpea de nuevo trayendo los diferentes escenarios donde padeció lo
peor. Dalila fue un asco, pero Thomas Morgan es una pesadilla, no es nueva en la
Bratva y sabe cómo son, ya que estando rodeada de pandilleros, vió todo lo que
se hacía con aquellos que se equivocaban; y si el Boss pierde el puesto, las cosas
serían mucho más difíciles para Amelie ahora que se sabe de su existencia.
—¿En verdad estás dispuesta a decir eso, niña? —pregunta el consejero— Eres
terca, impulsiva y...
—Lo diré… que me hizo dar a luz y me envió lejos a mantenerla viva —se limpia el
mentón empapado—. Lo único que pido a cambio es que nunca sepa que fui una
esclava…
Vuelve a lo mismo y parece una nimiedad, sin embargo, es importante para quien
no quiere que su hija sea señalada más adelante con el argumento de “Tu madre
no valía” o “Era poco cosa o no llegó a nada”.
—Nunca has estado en la posición de exigir algo.
—Es que es importante para ambas, cree que soy una persona relevante, siempre
lo ha creído —interrumpe al consejero rompiendo en llanto— y no quiero que eso
desaparezca.
Levanta la vista enfocándose en el ruso que se mantiene en el asiento, el anillo lo
sigue tocando y vuelve a sentir el enojo que la mueve por dentro. El
desentendimiento solo le confirma que ni un buen nombre tendrá, lo cual es
lógico, teniendo en cuenta que hay algo que nunca ha visto y es la piedad o
consideración de Ilenko Romanov.
—No me vas a quitar el apelativo para con ella ¿Verdad? —La ola de decepción la
vuelve a abarcar cuando no le pone atención y Salamaro se le acerca envolviendo
la mano en su brazo.
—Sácala de aquí —pide Viktoria—. El Boss tiene asuntos importantes que atender.
“Asuntos importantes”. Soñar no cuesta nada y Emma sueña con que algo sobre
ella lo sea, al menos, una vez. El silencio también es una respuesta y el ruso dió la
suya en la bañera y lo está confirmando otra vez.
—Anda niña, hay que preparar todo —dispone el moreno mientras el ruso solo
sigue mirando una de las cosas más primordiales en su vida y es el anillo.
Emma le echa un último vistazo a Viktoria antes de irse. Dicen que lo peor de estar
roto es cuando pisan tus partes, cuando se paran sobre los fragmentos de lo que
queda de ti, ya que a la vida no le basta con lastimarte, también pretende
humillarte.
Los moretones se mantienen en la cara, en los brazos y piernas. La herida de la
espalda sigue doliendo, al igual que las lesiones en los pies. Son heridas externas
que hacen el amago de sanar, mientras que las heridas internas empiezan a
formarse cuando el cerebro de Emma ensaya, a boca cerrada, lo que debe saber,
sopesando los castigos que le esperan, preguntándose quién los impondrá esta
vez, ¿Uriel? ¿Viktoria? ¿Minina?
Amelie no está por ningún lado, Aleska tampoco y Salamaro se la lleva en medio
de la nevada que no hace más que avivar el frío que carga dentro y, en ocasiones,
la tristeza nos vuelve pesimistas, pero también realistas. Ella sabe que este es el
camino más fácil para todos y en esta etapa de la contienda, lo único que se
quiere es lo sencillo y es entendible.
¿Para qué complicarse por ella que últimamente es un estorbo, el cual no deja de
sumarle peso a la discordia? Sus zapatos tocan la nieve cuando sale, ya no le
duelen los pies, le duele el alma. Varios copos caen sobre sus hombros y continúa
caminando con el moreno que se la lleva, mientras que el Boss respira hondo
levantándose de su puesto.
—37 años sin fallar.
—39 —la corrige.
—Yo no cuento los años que te ha puesto la Bratva —se acerca por detrás—, pero
sí espero contar las décadas en las que se hablará sobre este juicio.
Apoya la mano en la biblioteca de madera, la caída de la nieve se intensifica y esta
no solo cae sobre Emma, también lo hace sobre Luciana Mitchels, que llega a
North Pole en busca de la casera que estaba a cargo de Emma y calló durante el
secuestro.
No es una mujer que deje cabos sueltos o conflictos sin resolver y si, sus hijas no
son la excepción. Rachel y Emma están enojadas porque de alguna u otra forma
tiene razón en lo que dice y, por ello, llega a Alaska a darle la cara al problema.
Puede que haya sido un poco drástica a la hora de entregarlas, pero siguen siendo
una familia. Ella ha dejado pasar sus fallas y es algo que algunos pueden hacer
también, el rechazo de Sam la hizo recapacitar de cierta manera y no quiere tener
que estar lidiando con el vacío que genera los problemas de la familia.
Se las apaña para interrogar a la mujer, Luciana tiene un carácter fuerte y,
normalmente, con argumentos sólidos logra conseguir lo que se propone. La
casera, aunque tenga prohibido hablar, le cuenta por encima sobre Sodom, sin
ahondar mucho.
La madre de las James, luego de la disputa, se presentó en el comando ruso que
se habían tomado, donde le informaron que su familia había partido hacia Alaska.
La casera solo le comenta lo que puede y abandona la casa buscando quien la
lleve al sitio, ya que en North Pole está prohibido brindar información sobre la
mafia rusa y a los que indaga, la miran sin decir nada, ignorándola, sin embargo,
insiste cambiando el repertorio, acudiendo a lo que tanta repulsión le da y es
valerse del título de “Suegra del Vor”. Lo principal es hallar a su familia y, por ello,
con asco pregunta sobre el paradero de su yerno, teniendo suerte cuando halla al
leñador quien puede dejarla cerca de lo que dicen algunos, es la casa del Vor.
Aborda el camión en mal estado el cual empieza a moverse.
En Sodom unos fuman y otros beben con la cabeza vuelta un lío, la hermandad
nunca ha tenido el tipo de problema que está presente ahora y Agatha le sigue
metiendo leña al fuego, empeorando el enojo de los miembros, quienes solo
quieren salir de esto, incluyendo a los Romanov.
—La cabeza de la esclava ensartada en una vara es la solución, ya lo dije antes y
seguro es lo que veremos, el Boss da todo por la organización —comenta Minina
en uno de los bares—. El segundo castigo puede ser el que ella vea desde el más
allá a su hija marcada y como prostituta.
—Pero él, ¿seguirá siendo el Boss? —inquiere Zoe Lewis.
La periodista es quien mantiene a Uriel informado, ya que tiene contacto directo
con un gran número de medios de comunicación. Después del derrumbe de la
pirámide y de la toma del comando de Moscú, se la trajo a Sodom junto con
Cédric, a quien tienen en el Gulag de la fortaleza.
—Eso nadie lo sabe, niña —contesta la sumisa bajando el tono—. Sin embargo,
poco me importa. Soy su sumisa, le pertenezco al igual que muchas aquí.
—¿Lo comparten? —inquiere la rubia y la mulata asiente preocupada por la
situación.
Agatha se oye segura cada vez que habla y la sumisa maldice la hora en la que la
esclava se le dio por parirle a Vladimir.
Zoe observa el entorno, entre comentarios se ha enterado de lo que padeció
Emma James con el tío del coronel y todo el mundo luce tan molesto que se
pregunta cómo hará el ruso para hablar. Cada vez que piensa en eso le es
imposible no darle la razón a Minina, en que los restos de Emma son la única
boleta que tiene.
Un escalofrío la recorre, la curiosidad por la situación la hace querer ir al juicio, sin
embargo, no sabe si está lista para saber cómo torturaron y mataron a una
persona tan joven. Discretamente, ha indagado sobre los perfiles con mayor peso
que tienen en la hermandad y todas son personas de cuidado.
Como los hermanos Oniani, que han protagonizado varias masacres cuando de
enfrentarse a otras organizaciones se trata, o como Boris Korolev, que es un
sicario bastante letal, al igual que todos los Kryshas, Byki y torpedos que ahora
están presentes.
Le da un sorbo a su bebida mientras que, por su parte, Thomas Morgan manda a
limpiar y a afilar las armas de sus hombres, «Ex peleadores de Mortal Cage».
Con palas empiezan a quitar la nieve donde estará la hoguera, un mensajero se
encarga de confirmar la hora a los miembros más importantes y estos asienten,
mientras que Emma James baja del auto de dónde Salamaro la saca.
El padre del Boss se mantiene en la casa de Uriel, ya que será el encargado de
llevarlo al litigio, mientras que el resto de los Romanov esperan en el mismo sitio, a
excepción de Lev, Inna, Czar y Lena, quienes le hacen compañía a Agatha. A
kilómetros del lugar asignado, el moreno guía a la menor de las James a una de las
cabañas que yace detrás de la fortaleza.
Todos están en un periodo frío, el personal está en Sodom, ya que también hacen
parte de la hermandad. Solo se quedaron dos Boyeviki que rondan alrededor y los
vigías del Gulag que se encuentran encerrados dentro del sitio.
La esclava entra a la cabaña que parece que no lo han aseado en días, la cama y la
cocina están en el mismo espacio y el moreno le señala la mesa junto a la silla
donde se sienta con las manos sobre su regazo.
—No te muevas de ahí —pide el moreno y ella se queda mirando la madera de la
mesa en lo que se va, dejándola sola en el sitio helado. «Ni con los Mascherano
llegó a sentirse así»...
...sin ganas de mover un músculo. Pensar que en ese entonces había pasado
horas anclada en una cruz, pero ni con eso perdió las fuerza en las extremidades
como ahora, que mantiene la mirada perdida, mientras espera que regrese
Salamaro con la libreta de cuero que deja sobre la mesa.
—Quiero que consignes aquí todo con detalle de principio a fin —le pide—,
explicando cómo se dio cada cosa, ahondando en el tema de la princesa, siendo
clara y concisa.
—Ya se sabe el principio.
—No por parte tuya.
Le coloca el bolígrafo buscando las hojas en blanco, indicando que debe poner
fecha y, en lo posible, hora.
—Sin errores. Él vendrá por ti en unas horas.
Un Boyeviki se queda rondando, el moreno vuelve a irse mientras que ella apoya la
mano en el papel con los labios temblorosos, respirando hondo antes de empezar
a consignar la serie de mentiras que se necesitan para mantener una de las cosas
más importantes para el Boss de la mafia rusa y es su nombre.
Traza la primera letra con lágrimas en los ojos, mientras que Salamaro se aleja
dejándola como si fuera el conejo que encierras en la jaula donde sabes que
llegará el depredador.
Se va reconociendo que por más esclava que sea, Emma James es el tipo de
persona que de alguna forma te deja pensando, sin embargo, las normas son las
normas, estas suelen tornarse violentas cuando no se cumplen y el moreno
tampoco halló otra solución al problema.
La mano de la “esclava” se sigue moviendo sobre el cuaderno, a la vez que las
horas empiezan a correr. No es algo que deba escribir a la ligera, por ello musita
cada oración antes de plasmarlas en el papel, asegurándose de no dejar vacíos
que perjudiquen a lo que ella llama “Pequeña familia”.
Emma se aparta las lágrimas, mientras que Luciana llega a la casa del Vor donde
yacen los James. El leñador se pierde inmediatamente, el Vor no está y el hacker
se levanta de inmediato cuando la detecta en una de las cámaras, avisando a Rick
quién sale cuando ella intenta subir los escalones de la entrada, en tanto la esposa
de Patrick se asegura de que no venga con nadie.
—¿Mamá?—se asoma Sam y ella no se detiene.
—¿A quién traes? —increpa Rick— ¿A la policía?
—Por si se te olvida, hago parte de esta familia —se defiende—. Tú buscas lo
mejor a tu manera y yo busco lo mejor a la mía.
—¡Vete de aquí! ¡No tienes vergüenza! —espeta encendiendo las emociones de
Sam— Entregas a Emma y a…
—¡Sentí que era lo mejor y está bien, me equivoqué! ¡Lo lamento! —le dice— Haré
lo que esté en mis manos para solucionarlo, de lo contrario no hubiese venido
hasta aquí.
El general sacude la cabeza, no quiere verla e intenta echarla otra vez, pero…
—Está diciendo que lo lamenta —le musita Sam a su padre—. Es peligroso dejarla
sola, papá.
—No eres rencoroso, Rick —le dice ella—. Si me dieras un minuto para hablar...
A Sam no le gusta verla cabizbaja, la decepcionó, si, pero algo en ella le dice que
se puede intentar, que las cosas pueden ser como antes.
—Escuchemosla por un momento —le pide—, no quiero ir a escucharla a otro lado.
Rick no puede con el nudo que se le arma en la garganta, le molesta, no se siente
con la capacidad de tolerarla. Sam baja los escalones cerrándose el abrigo, una
charla no se le niega a nadie y entra en discusión con su padre, quien sabe que
soltar el tiro que quiere pegarle, de alguna forma estaría dañando a Sam. La Bratva
de seguro está rondando, sabe que Luciana entregó las coordenadas y en últimas
tienen que entrarla.
La caída de la nieve empieza a disminuir, la mano de Emma se sigue moviendo
sobre el papel y los miembros de la hermandad juntan la leña que servirá como
fogata, mientras que el cielo oscurece y la madre de las James se reúne con la
teniente que no la mira a la cara, Rick recuesta el peso de su cuerpo en la pared y
Sam es la única que toma asiento, ya que su hermana yace al lado del ventanal.
—He sido un poco dura, lo sé —reconoce Luciana—, pero entiendanme, he
tratado de darles el mejor ejemplo y no veo eso retribuido por ningún lado.
Empieza tratando de explicar sus razones, queriendo que entiendan, que de todas
formas, siguen siendo la misma familia de cinco, la cual puede volver a levantarse.
—Creo que lo primordial es salir de este problema —sugiere Sam—. En una
atmósfera más calmada veremos de qué somos capaces y de qué no, pero ahora
debemos preocuparnos por salir bien de todo esto, sin embargo, también debes
hablar con Emma, ¿Lo harás?
Luciana respira antes de asentir, es algo de ambas, de hecho, de todos el
aprender para reconstruirse. Sam sirve de mediadora tratando de una mejoría,
mientras que Rick y Rachel James siguen sin decir nada.
—Quiero ir al juicio, encarar a ese maldito y contribuir a lo que haga falta para que
nos dejen en paz —avisa Luciana.
La teniente prefiere retirarse sin decir nada cuando le avisan que se acerca la
hora, Rick hace lo mismo queriendo evitar cometer una locura y Emma sigue
escribiendo.
Tiene los ojos pequeños a causa del llanto, el cabello mal recogido, la nariz roja y
un sin fin de moretones en la piel, sin embargo, sigue viéndose preciosa. Es como
esas ciudades en ruinas, que pese a estar destruidas, continúan siendo hermosas
y ella es el claro ejemplo de eso. Por dentro está vuelta pedazos, ya que cayó
cuando intentaba volar a lo más alto.
La neblina de la noche envuelve el sitio donde yace, mientras que a kilómetros del
sitio, los miembros de la hermandad preparan los vehículos antes de tomar el
camino que lleva al punto de encuentro, a la vez que Thomas Morgan manda a
encender la enorme hoguera que ilumina el lugar donde todo se llevará a cabo.
El león ruge hambriento en la jaula que mantienen en lo alto y sus garras arañan
con furia los barrotes de metal. Es la mascota del Boss y el tenerlo así es una
muestra de control.
En la fortaleza, Salamaro recoge lo que se requiere, tiene que recibir a los
miembros de la hermandad y antes de irse, le echa un último vistazo a la cabaña
donde yace lo que muchos llaman “cordero”. El Boss en una hora tiene que
presentarse, el consejero no está en la obligación de esperarlo, ya que Agatha,
Lena y Czar son los encargados de supervisar cómo se va a proceder.
El moreno se topa con los tres miembros de la familia Romanov y los saluda con
un leve gesto cargado de hipocresía antes de marcharse.
—Andando —le indica al conductor del auto que sale del circuito de la propiedad.
Ya se tomó una decisión, el Boss eligió a la Bratva y lo que le hagan a la esclava,
da igual a estas alturas.
Lo ideal sería esperar al Boss en el vestíbulo, pero Agatha quiere “decirle” un par
de cosas a Emma James antes de que llegue su momento y, por ello, con Lena se
encamina al sitio donde, en ocasiones, le dan un poco de paz a sus esclavos
cuando quieren jugar con ellos.
Czar sube las escaleras queriendo husmear, ya que no hay seguridad, las mujeres
buscan la puerta de atrás y desde su sitio ven la luz de la cabaña donde Emma
James, acongojada, relee lo que ha escrito, antes de poner el punto final que la
hace tomar aire por la boca.
El bolígrafo tiembla en sus manos y, nerviosa, voltea a ver la salida al sentir la
opresión en el pecho. Las ganas de partirle la cara a punta de bofetones carcome
a los Romanov que tocan la nieve echando a andar al sitio, olvidándose de algo
importante en la Bratva y es que, aunque se falle o no, la presa siempre será del
depredador que la marca.
Los pasos de Agatha se detienen a medio camino cuando alguien la frena por
detrás, tomándola del cabello, quien la acompaña se voltea para ver que pasa y el
filo del cuchillo que saca el Boss rebana la carótida de Lena, quien cae de rodillas
con los ojos explayados, viendo como su sobrino le acaba de tajar la garganta y el
que ya mató a los Boyeviki que rondaban.
—Nunca imaginé que tendríamos que pelearnos por la presa —Las uñas de Agatha
se entierran en el antebrazo del ruso queriéndose soltar, mientras este le tapa la
boca y se la lleva directo a la fortaleza.
Czar rebusca entre las pertenencias del dueño sin tener idea de lo está pasando
en el sitio donde se adentra el Boss, tirando a la rusa a los pies de Viktoria antes
de apresurarse a cerrar las puertas de la propiedad donde se encierra.
—Haberme avisado que dentro de ti yace el nuevo Boss —espeta Viktoria mientras
enciende un puro—. Hace mucho lo hubiese venido a conocer.
Agatha se arrastra en el piso e intenta levantarse, pero el agarre de Viktoria la
devuelve con la patada que le impacta en el abdomen volteándola. La mujer de
Thomas saca el arma, dándole pelea a una de las mujeres más sádicas de la
Bratva, sin embargo, la madre del Boss se le va encima y estando sobre ella le
rompe la cara a punta de puñetazos antes de desnudarla. Forcejea con las fuerzas
que le quedan y la bota del Boss queda sobre la pantorrilla, la cual aplasta antes
de mandar el cuchillo al pie, a la vez que se agacha queriéndolo quitar y lo
desprende. El primer corte lo hace arriba del talón, justo en ese arco separando
los tendones, causando los chillidos de Agatha. Hace cuatro cortes más como si
fuera un carnicero, ensuciando el lugar de sangre, desatando los chillidos más
fuertes, gritos que Viktoria ahoga tapándole la boca encaramada sobre su vientre.
Czar se pone alerta con lo que escucha y de inmediato busca la manera de ver
qué sucede, su espalda queda contra la esquina, donde, desde allí, ve a Viktoria
que rasga la tela con la que amordaza a Agatha, en tanto Ilenko Romanov va por el
otro pie, repitiendo la acción. Intenta buscar el teléfono, pero no lo encuentra y no
sabe en donde se le cayó.
—Despierta y activa —la mano de Viktoria se estrella contra el rostro de la rubia
mientras que con la otra le aprieta el cuello impidiendo que se mueva del sitio y el
pie del ruso, esta vez, queda en el antebrazo, yendo por las manos que mutila.
Toma el puro que su madre le ofrece quemando los lugares que se requieren para
que no se desangre luego de amputarlas, achicharrando los pedazos de carne que
les cuelgan donde estaban los pies, ya que la muerte, como bien se dijo, es un
castigo demasiado benevolente.
Él enojo que encerró días atrás, ahora resurge con una fuerza descomunal,
haciendo acopio a lo que se dijo una vez y es que cuando Ilenko Romanov calla, el
infierno se prepara para contemplar sus más sádicas perversidades.
Agatha puede dar certeza de ello, ya que no sabe si se ahoga con el dolor que la
atraviesa, el ardor, las lágrimas o las manos de Viktoria.
—Le limpio el camino a mi hijo —espeta— y vuelvo impecable el de mi nieta.
El ruso deja el puro incrustado en una de las piernas, antes de volver trizas una de
las lámparas, estrellandola contra el barandal de la escalera. Hace lo mismo con la
segunda y la tercera, los trozos que caen son grandes y los toma dejando que su
madre acomode a la hermana de Akin, mientras que Czar tiembla despavorido sin
saber cómo intervenir.
Viktoria no le quita la mano del cuello y la sostiene con fuerza, dejando que el ruso
le entierre el primer trozo en la mejilla, el segundo bajo el mentón, cuidando los
puntos mortales, y el tercero queda en la mejilla izquierda. La madre del Boss
sonríe admirando la obra que su hijo acaba de hacer con los trozos de vidrio que
le atraviesan la piel, dañando el perfecto rostro que Amelie vio cientos de veces a
través de la jaula.
Emma James se mantiene en el centro del sitio donde espera, mueve la cabeza
intentando ver algo a través de la ventana medio abierta y no capta nada, sin
embargo, la zozobra de que falta poco para que llegue alguien la deja quieta, ya
que el estómago le duele a causa de la incertidumbre.
Juega con sus dedos, mientras que en otra parte los miembros de la Bratva se
hacen presente en el punto de encuentro. Zoe, quien decidió a último momento
asistir al juicio bajo la excusa de mantener informado sobre cualquier novedad a
Uriel, llega con Minina, otras sumisas y las mujeres de la Bratva
Salamaro mira la hora y varios le abren paso al Vor que hace acto de presencia,
liderando el ejército rojo quien lo sigue. Thomas Morgan está al otro de la fogata
rodeado de los hombres que lo protegen y el enojo que le da ver a su sobrino, no
se compara con el que le provoca ver a los James que llegan decididos,
acompañados de su gente.
Luciana James camina al lado de su hija Sam, mientras que Rick y Rachel tratan de
tragarse lo que tiene dentro. Los ojos del Vor recaen en la mujer que los entregó,
la cual no había visto y el hacker toma a Boris de la chaqueta para que no vaya por
Luciana.
—Un problema a la vez —pide Uriel con discreción.
—Es la perra que dió las coordenadas —se desespera—. Dió las coordenadas, el
esclavo lo confesó y eso perjudicó a la hermandad.
Le piden que se quede quieto y el enojo de Boris lo comparten todos los
miembros, sin embargo, Luciana, confiada, mantiene la frente en alto. El único
culpable aquí es el Boss que está por ser juzgado y el Vor que tiene el enojo en
aumento, consiguiendo que Sam se ponga por delante de su madre.
Se hace silencio y Salamaro mira la hora queriendo que se proceda rápido, ya que
la tensión del ambiente es pesada. Rick James está dispuesto a todo al igual que
la teniente que se impacienta, al general no le importa tener que pelear a muerte,
armar un pleito o lo que sea con tal de llevarse a su hija y a su nieta que no
aparecen.
Los dedos de Luciana rozan con los suyos y los quita de inmediato, la rabia lo
tiene mal, pero Sam también es su hija y de alguna forma tienen que pensar en
ella. Agatha no responde los mensajes de Thomas, Lena y Czar tampoco, se
entiende que estén ocupados, que las situaciones así no dan para encender el
móvil.
Y es cierto, Lena no va a contestar el móvil porque su cadáver yace en medio de la
nieve con la garganta abierta, Agatha no va a atender una llamada, ya que está en
cuatro patas, con la cabeza metida entre las barandas de las escaleras. No tiene
manos para tomar un teléfono, porque se las mutilaron y su concentración ahora
está en el dolor que siente cuando la madre del Boss de la mafia rusa introduce el
gancho de alambre en sus genitales, el cual la hace chillar empeorando las
cortadas que le ocasionan los vidrios incrustados en su rostro.
De Czar no van a recibir respuesta alguna, ya que el Boss lo vio cuando intentó
salir de la fortaleza y no le quedó más opción que dejar que su madre terminara el
trabajo, yendo por el individuo a quien fulminó con un tiro en el cráneo, al cual
ahora le arranca la piel con el cuchillo que siempre carga y que deja sobre la nieve,
mientras toma el arma, a la vez que mantiene la rodilla en su cuello, soltando el
otro tiro queriendo que se parta, que se derramen los sesos. El impacto de la bala
le da lo que tanto quiere, empeorando el problema, ya que los minutos pasan y los
miembros de la Bratva no dejan de mirar el reloj esperando que se presente.
El desespero del león estando encerrado se triplica, todos siguen en la misma
posición y el animal pasa de rugir a moverse con violencia, dando vueltas en el
interior de la jaula donde lo tienen. Viktoria obtiene lo que quiere y empieza con lo
segundo, mientras que su hijo, enceguecido, busca las puertas del sótano donde
entra con lo que trae en la mano dejándolo en la mesa. “Persona” no es la
definición correcta de lo que es en este momento con las manos destilando
sangre, yendo por sus mascotas favoritas.
Media hora transcurre y nada, varios miembros voltean a ver al consejero que dice
no saber nada, Sam James no pierde de vista al Vor, quien no deja de aniquilar a
su madre con la mirada. Veinte minutos se suman al reloj, los movimientos de
Koldum toman fuerza, está desesperado y uno de los saltos manda la caja al suelo
que cae desde lo alto, quebrantando la cubierta de madera que se revienta,
liberandolo.
Los que están cerca retroceden y el consejero se va contra Thomas cuando
intenta dispararle. El animal salvaje busca escapatoria de inmediato, corriendo
hacia los árboles, a la vez que el marido de Agatha hace a un lado a Salamaro.
—¡Nos están viendo la cara a todos! —espeta— ¡Ese malnacido mentiroso ha de
estar huyendo y nosotros aquí! ¡La hermandad no se está haciendo respetar!
—Todo está establecido para…
—¡Si nos fuéramos por lo establecido hace mucho estuviera aquí! —increpa—
¡Está huyendo!
—¡Ya basta de esperar, vamos por él! —Lev toma la iniciativa junto a Inna y
Thomas, que se vuelve hacia los Kryshas y vory v zakone— ¿Donde están los
juramentos hechos a la Bratva?
Les recalca y el peso recae sobre ellos. El Vor es uno de los que se larga furioso,
esto no se puede seguir retrasando, el Boss no toma decisiones y todo tiene que
definirse de una vez por todas.
Para los miembros de la hermandad, hay muchas cosas en tela de juicio y no les
queda más alternativa que moverse en busca del cabecilla mayor. Si las cuentas
no se ajustan ahí, tendrá que ser en la fortaleza.
Los últimos mensajes de Agatha le confirman a Thomas que está en dicho sitio. De
haberse ido el ruso, ya se lo hubiese informado.
A Rick y a Rachel les preocupa Emma, donde sea que esté el Boss de seguro está
ella también, ya que la carga como si fuera un trofeo con el fin de aumentar el odio
entre apellidos. El ex general prepara el arma junto con la teniente, el miembro
más pequeño de la familia de cinco es la prioridad de ambos y buscan el camino.
El ambiente no solo es tenso dentro de la mafia rusa, entre ellos también. La forma
en que la mayoría observa a Luciana le dice a Rick que tiene más de un problema
aquí.
Aborda el vehículo junto con el hacker, Sam, Luciana y Rachel, en tanto el león
albino adiestrado, corre entre los árboles por los que se pierde. La naturaleza
tiene algo y es que un animal por instinto propio siempre suele saber dónde está la
comida y difícilmente se le olvida el camino a casa.
Todos los vehículos toman el mismo rumbo para llegar a la fortaleza, los minutos
que se tardan entre un punto y el otro son pocos y Thomas es uno de los primeros
que llega, seguido de sus hombres. El resto de los Kryshas y Vory v Zakone se
centra en que deben priorizar la hermandad, y eso es algo que no puede detener
Salamaro.
El Sovetnik no puede impedir que rodeen la propiedad buscando las entradas
cerradas, no hay indicios de que se hayan tomados medidas de seguridad, el sitio
solo está cerrado y ya, el moreno trata de comunicarse con el Boss que no atiende
llamados.
Las puertas no tienen más que un mero pestillo puesto, los cuales ceden cuando
las patean. Unos entran por la puerta de atrás, otros por la cocina y una gran parte
por la puerta principal encontrándose con el cuerpo de Czar con la cabeza abierta
vuelta pedazos.
«Se la reventaron».
Hay sangre en el piso, al igual que sesos, los James proceden por la segunda
puerta, hallando la misma imagen asquerosa, la cual hace que Luciana sienta
náuseas. Lev enfurece e Inna igual, Akin se quedó en uno de los autos, el resto de
los Romanov se reserva los comentarios y Uriel es el que avanza siguiendo el
rastro de sangre que conduce al salón principal. Los presentes toman su mismo
camino, Thomas Morgan se le pone a la par e Inexplicablemente, el aura pesada
hace que los pasos de todos pierdan velocidad a medida que avanzan al umbral
que…
Uriel deja de caminar, ya que sus tobillos se niegan a moverse cuando halla a la
persona que busca y la cual no está sola, los chillidos de las ratas que
permanecen encadenadas alrededor del sillón donde yace, deja a todo el mundo
en blanco con la horrorosa escena que impacta hasta los que dicen haber hecho
de todo, ya que son personas, seres humanos transformados en animales lo que
tiene alrededor.
Unos sin orejas, otros sin nariz, mutilados, castrados, con tornillos clavados en el
cráneo y con la piel pegada a los huesos. Sus cuerpos están marcados, quemados
y destilan ese líquido verdoso, inundando las fosas nasales de todos con el olor
nauseabundo que desprenden. Y no es tanto eso, la apariencia física es lo de
menos, ya que lo peor viene de lo que emanan, «Sufrimiento»... Tortura, sadismo,
suplicio y lo peor es que Agattha hace parte de ellos, siendo obligada a
menternese a cuatro patas, mientras tiembla con los parpados cocidos con el fin
de que no pueda cerrar los ojos. Le cortaron el cabello y tiene dos enormes
esquirlas de vidrio en cada mejilla, como así también una en el mentón. La frente
no se la dejaron libre, debido a que en ella yace cosido lo que Thomas llamaba “El
próximo Boss”. El escenario y el estado de Agatha le estrecha la garganta viendo
como una parte de sus planes se han venido abajo.
Uriel no sabe ni en qué momento terminó de entrar la hermandad al enorme salón,
ni tampoco los James. Luciana no puede contener el vómito al igual que Sam,
mientras el resto está sin palabras viendo lo mismo, a Agatha y a la mujer que se
arrastra pidiendo ayuda con una enorme pieza de hierro atornillada a la
cabeza: «Sonya», la que se supone que era la compañera del Boss. Entre
lamentos trata de decir su nombre entre murmullos escalofriantes, los cuales
claman por ayuda e introducen a todos al aturdimiento que los abofetea
A Zoe el miedo y las náuseas la llevan contra la pared, Minina es otra que se ha
quedado pálida, ya que la imagen que proyecta el Boss bebiendo licor del cráneo
de Czar hace que de él emane el sadismo despiadado que llega a otro nivel.
El licor se escapa del recipiente cayendo sobre su pecho, lo arroja cuando el
líquido se acaba y Lev, tembloroso, lo señala. No es capaz de levantar el rostro,
simplemente pide que se proceda y son los peleadores de Thomas los que se ven
obligados a avanzar, ya que los otros ni saben ya lo que es.
Viktoria mantiene la cadena de Agatha, pasa saliva cuando su hijo se pone en pie y
las ratas acojonadas se hacen un lado con la mera sombra, adoptando una
posición fetal de auténtico miedo, mientras chillan presas del terror que les causa
ver a su verdugo.
Las armas de fuego son un acto de cobardía, a tiros mata cualquiera y eso no es
igual a tener el privilegio de decir que se apuñaló o desmembró a alguien. Han
venido por la caída del Boss y debe que ser como se solucionan los asuntos en la
Bratva.
No tiene cuchillo, pero sus contrincantes sí y el primero se le va encima, mientras
el ruso se mueve por la izquierda atrapando la muñeca donde su mano tiene
aferrada el arma blanca que le quita y que clava en el ojo del segundo que intenta
ir por él. La sangre lo salpica y con el mismo cuchillo degolla al primer atacante a
quien suelta cuando recibe el impacto de una patada en las costillas que lo lleva
hacia un costado, otro hace lo mismo queriendo enterrarle la bota en el pecho,
pero el Boss la toma clavandole la bota en el muslo, quebrandole la pierna en el
acto, la suelta y se da la vuelta clavando la hoja en el pulmón izquierdo del hombre
que viene atrás.
Siente el calor de la sangre corriendo por su mano antes de dejarlo caer y saca el
puñal de nuevo, recibiendo al que se le viene encima, el cual termina con otra
puñalada en el abdomen. Se cae sobre él con el impulso que hace al quitar la hoja
de metal y se levanta mandando un cabezado al que se le viene encima,
enterrándole el cuchillo en la tráquea, este queda incrustado, sin embargo, eso no
detiene la pelea.
Deja caer el cuerpo tomando la cabeza del siguiente al que desnuca, alza los
puños para pelear, clavando el puñetazo en la nariz que revienta, antes de enterrar
el codazo que lesiona los huesos óseos. Es una pelea a la antigua, a la vieja
escuela y si, son peleadores del mortal Cage, pero a él, en vez de un juguete le
dieron un puñal y las cloacas rusas fueron su escuela.
Uno de los peleadores toma impulso, sin embargo, el león albino que aparece por
la segunda puerta se le va encima clavando los dientes en la cara que desgarra
alimentándose, mientras que los demás comienzan a retroceder con la presencia
del animal. Suelta el rugido que hace temblar a las ratas y ahora acercarse no es
fácil teniendo un león a su lado, quien devora la garganta de la presa que acaba de
matar. Koldum pela los colmillos otra vez antes de irse en contra de los que atacan
al ruso, quien no aprendió a respetar, pero aprendió a evadir puñaladas como las
que le lanzan ahora.
Le enseñaron que a punta de puños también se mata y está tan perdido en sí
mismo que solo coacciona, cual animal que solo se preocupa por acabar con el
contrincante. Las garras del león desgarran los hombros antes de enterrar los
colmillos en los rostros que ataca.
El Boss recupera el cuchillo y con este abre el abdomen que despliega los
intestinos que toma y deja caer, antes de darse la vuelta tomando al hombre que
sujeta de la cabeza, yendo por la oreja que muerde mientras que entierra los
pulgares en las cavidades oculares. La sangre inunda su boca, pero ni así lo
suelta, deja que se despliegue por su mentón, haciendo fuerza hasta arrancarla.
Mantiene el agarre y le quiebra el cuello quedándose con el trozo de carne que
escupe cuando cae.
No tiene más que el vaquero puesto, el cabello lo mantiene recogido y la sangre le
cae por el pecho. Se limpia el mentón con el dorso de la mano, mientras observa el
piso que está lleno de cadáveres abiertos por él y desmembrados por el león,
quien se recuesta para seguir comiendo, medio levanta el rostro para mostrar los
colmillos en una clara señal de amenaza y la imagen de él junto a su amo solo
inspira una sola cosa y es respeto.
—¡No acepto juicios, no acepto señalaciones, no acepto culpas! ¡Tuve una hija
porque quise, porque pude y se me antojó! ¡La parió Emma James y no es de
Vladimir, es mía! —espeta— ¡Y si han de tener algo claro es que a mí no se refieren
como el señalado o el culpable! ¡ Se refieren a mí como lo que soy y es el Boss!
Da un paso adelante golpeando el pecho lleno del líquido carmesí.
—Enfrento, mato y destruyo; cazo, aprisiono, torturo, y juro, que así como atrapo
ratas, atrapo Kyshas, Boyeviki y pandilleros —continúa— ¡Así como me planteé
extinguir la pirámide, como me planteé extinguir una familia, también me puedo
plantear destruir esta organización!
—¡Fallaste! —grita Thomas atrapando la oportunidad—¡Te equivocaste!
La osadía de contradecir, pese a tener las cosas claras, mueve al ruso y al inglés.
El primero saca el cuchillo, no le importa tener que matar toda la noche si es
necesario. Thomas intenta sacar el arma, pero…
Los hermanos Oniani y una parte de los Kryshas se le van encima llevándole las
manos atrás, haciendo lo mismo con Inna y Lev. Los arrodillan ante el ruso y el
resto de la Bratva adopta la misma posición, demostrando que la Bratva sí le teme
a algo y no es a la FEMF, ni a la mafia italiana; es a una persona y se llama Ilenko
Romanov.
—¡Usted solo diga que desea que hagamos, mi Boss! —increpan— ¡Esta vez no
queremos cambios! ¡La revolución es afuera, no dentro de la organización!
—Mátame y rompes la alianza Morgan/Romanov —lo amenaza Thomas mirando a
su sobrino que se mantiene de pie.
—Esa plasta de mierda no es un Morgan —le da la espalda y los rusos lo levantan.
Lo sostienen mientras le clava el puñetazo a uno obligándolos a que lo suelten, se
pone en guardia y el ruso se agacha con el golpe que intenta propinarle. Sabe
pelear, intenta patearlo, pero el castaño lo encuella lanzando los golpes
consecutivos que lo derriban en el suelo, quebrándole la nariz y la mandíbula
cuando lo sigue golpeando estando en el piso, desatando las gotas carmesí que
salpican su cuello. La euforia sigue en su torrente y lo muele a golpes rodeado de
la Bratva, en tanto que los James se obligan a pasar el aturdimiento que provoca el
escenario que tienen. Rick toma a Sam y esta tira de la mano de Luciana, mientras
que la teniente se apresura afuera.
Al ruso no le cuesta nada partirle el cuello, enterrarle el puñal, pero estaría siendo
demasiado misericordioso y, por ello, le da los golpes finales antes de levantarse a
ponerle la bota en los testículos que aplasta, consiguiendo que grite y despidiendo
sangre a borbotones, a la vez que Rachel James intenta encontrar a su hermana.
Emma no estaba entre los encadenados, el Gulag es la opción número uno, ya que
es ahí donde llevan a las víctimas o prisioneros, por ende, la teniente y el general
intentan ubicar el sitio.
Los Boyeviki apenas se están reorganizando y el Boss, enceguecido, le da las
últimas patadas a Thomas antes de encaminarse a la salida. Viktoria se encarga de
las ratas arrastrando a Agatha junto con la colonia, ya que ahora es una más y los
Kryshas culminan la paliza del hombre que yace en el suelo y al que desnudan
queriéndolo humillar.
Salamaro le pasa al ruso el abrigo que recibe y le abre la puerta trasera donde,
con la sed innata vislumbra la cabaña donde yace uno de sus mayores problemas.
La guerra con los James nunca se va a acabar con Emma James fichada.
—¡Papá! —espeta Sam cuando reconoce al ruso que va hacia la cabaña.
Llama a la teniente que iba más adelantada y Emma en su sitio se levanta con las
pisadas que capta a lo lejos. Su oído se ha vuelto más agudo, ya que el instinto de
supervivencia la tiene alerta.
Toma el diario donde anotó todo y da un paso atrás cuando ve al hombre que
huele y llega salpicado de sangre. No sabe lo que pasó, pero camina hacia ella a
quien le tiembla la barbilla cuando acorta el espacio, a la vez que la puerta vuelve
a abrirse dándole paso a Rick que entra con el arma en alto, seguido de Rachel,
Sam y Luciana.
—¡Alejate! —le exige Rick al ruso, pero este se enfoca en la mujer que tiene al
frente— ¡Emma ven!
Le exige su padre moviéndose por un lado, mientras Rachel lo hace por el otro.
Emma no sabe a dónde mirar, sin embargo, sus ojos se clavan en el anillo con
diamante rojo que le muestra el Boss de la mafia rusa.
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