CMR Manual Intro Parte1

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ENTRENAMIENTO FACILITADOR CMR – MODULO 1

INTRODUCCIÓN A
LA MEMORIA CELULAR

EL ORIGEN DE CMR
Luis Ángel Díaz es el creador y fundador de CMR. Después de practicar Medicina Oriental
por más de una década, se dio cuenta, a través de un inesperado shock, que la mayor
parte de los desequilibrios físicos y psicológicos que experimentamos, están originados en
las perturbaciones y contracciones energéticas causadas por los pensamientos
inconscientes y sentimientos no expresados.

Descubrió que permitiéndose sus propios sentimientos,


fue trascendiendo las distintas capas del dolor que
sentía, generando así un proceso de transformación que
le permitió experimentar paz y bienestar en su vida.

Denominó a este proceso de auto-ayuda CMR o


Liberación de la memoria celular.

Luis es el autor del Libro,


“La Memoria en las Células”

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ENTRENAMIENTO FACILITADOR CMR – MODULO 1

Estamos hechos de energía pura


Todo en el universo es energía. Todo sucede dentro del campo electromagnético del uni-
verso y todo lo existente es parte de él.

En las últimas décadas, la ciencia ha llegado a evidenciar lo que diversas enseñanzas de


antiguas culturas vienen afirmando desde hace miles de años: que aquello que
denominamos mundo físico o universo manifestado no está constituido por materia sólida
sino por un componente básico, que es la llamada energía.

El universo todo consiste sólo en energía, y tiempo y espacio son sólo dimensiones en las
que esa energía se mueve. Todo lo que conocemos está hecho de energía, ya sea como
materia o como radiación. Una de las propiedades más sorprendentes de la energía es
su conservación y, hasta ahora, el fenómeno de la creación o la destrucción de energía
no ha sido comprobado ni se ha podido observar. Es así que la energía posee todos los
atributos necesarios para constituir el fundamental principio creador del universo.(1)

Las cosas que observamos, olemos, saboreamos, oímos y tocamos parecen ser sólidas,
líquidas o gaseosas y también parecen estar separadas unas de otras. Gracias a la física
cuántica (2), podemos observarlas mucho más en detalle y en niveles diminutos –lo que
se ha dado en llamar niveles atómicos y subatómicos–. En esos niveles, la materia que nos
parece sólida, líquida o gaseosa puede ser identificada como partículas cada vez más
pequeñas dentro de partículas más pequeñas aún, y así sucesivamente, hasta que todo
se vuelve energía pura.

La física cuántica ha descubierto que aun el elemento más denso y sólido, estudiado en
un nivel infinitesimal, no es lo que parece. Los científicos que adscriben a este nuevo
paradigma han confirmado que cualquier elemento de existencia visible o palpable,
cuando es reducido al nivel de las partículas que lo conforman, no es nada más ni nada
menos que espacio vacío en un 99, 99 por ciento.

Así, la idea de que un elemento o un objeto tiene posición,


masa o velocidad determinadas es producto de una falsa
percepción; en síntesis, todo objeto creado es una madeja
energética conformada en su vasta mayoría por espacio
vacío y por partículas cuyo estado no se puede determinar,
ya que están entrando y saliendo continuamente del estado
de existencia.

Así, la idea de que un elemento o un objeto tiene posición, masa o velocidad

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determinadas es producto de una falsa percepción; en síntesis, todo objeto creado es


una madeja energética conformada en su vasta mayoría por espacio vacío y por
partículas cuyo estado no se puede determinar, ya que están entrando y saliendo
continuamente del estado de existencia.

Ahora bien, como cada uno de nosotros es parte de este universo hecho de energía
fluctuante y cambiante, todo en nosotros –y todo lo que nos rodea– tiene también esa
misma calidad energética. Todos nosotros formamos parte de un inmenso océano
energético que está cambiando constantemente y pulseando entre el estado de
existencia y no existencia.

Así, pues, todo es energía y esta energía tiene diferentes cualidades de densidad,
dependiendo de las frecuencias en que esté vibrando. Se dice que los pensamientos son
una forma de energía relativamente liviana y fina, que los hace muy rápidos y muy
susceptibles de ser cambiados. Una piedra, en cambio, está conformada por una
energía relativamente mucho más densa y, por lo tanto, es menos proclive a cambiar o a
moverse.

Pero ahora, antes de continuar, detente un momento: percibe tu cuerpo y las cosas que
lo rodean, dándote cuenta de que todo es energía manifestada en diferentes formas, y
en diferentes estados y frecuencias. Cierra los ojos e imagínate sumergido en un océano
de energía: Permítete ser parte de él.

El “cuerpo de luz”, la resonancia original

En la temprana de nuestra vida en la que somos bebés, no sabemos comunicarnos con el


lenguaje de las palabras, carecemos de dientes con los que procesar nuestro alimento,
andamos por la vida con un pañal que contenga nuestros desechos y no sabemos ni
podemos caminar. Dependemos de que nos carguen de un lado a otro, de que nos
alimenten y nos protejan. Somos sumamente frágiles y vulnerables.

Pero aun así, ¡somos tan felices! Imaginémonos por un momento nuestra vida adulta
teniendo que soportar todas esas limitaciones a la vez. O la mitad de ellas. O quizás sólo
una… ¿Quién de nosotros no caería entonces presa de la desesperación?

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En los primeros dos o tres años de nuestra


vida, mientras tenemos que sobrellevar y
superar todas estas “discapacidades”, somos
seres adorables y amorosos. A esa edad,
nuestra naturaleza consiste en dar y recibir
amor. Somos inocentes, espontáneos y
auténticos en todo momento. Nos sentimos
libres de pedir o de rechazar cualquier cosa,
cualquier acontecimiento, e incluso a
cualquier persona. Sentimos lo que sentimos
sin culpa ni vergüenza.

Todos los bebés de todas las eras históricas y en todas las diferentes culturas han venido a
este mundo con esa misma resonancia de gozo, amor y libertad. Y así también será en el
futuro. Porque así, con esa resonancia, salimos “de fábrica”.

Esa resonancia original es lo que llamamos el “cuerpo de luz” y es incondicional en todos


nosotros, así como en la mayoría de las criaturas; es decir, de los seres creados. Ése es
nuestro derecho de nacimiento. Por naturaleza, somos “cuerpo de luz”, sin nada que
esconder ni nada de qué avergonzarnos.

Ante esta referencia, en talleres y seminarios se repite la pregunta que surge de los
participantes:

“¿Qué nos ha pasado?”

¿Cómo es posible que, habiendo sido diseñados de ese modo, los seres humanos
terminemos viviendo la vida así? Probablemente, haya varias maneras de explicarlo, pero
aquí sólo se tratará de conclusiones basadas en las experiencias que he tenido con
aquellas personas con las que he trabajado la memoria celular:

La resonancia original del bebé, que llamamos “cuerpo de luz”, es tan maleable como la
arcilla antes de cocer. Se adapta a todas las impresiones y estímulos exteriores; por
ejemplo, a las experiencias de vida con aquella persona o grupo familiar que le toque en
suerte.

Lo queramos así o no, todo comienza en el útero materno. No existe relación más íntima
ni más deliciosa que la relación que tenemos con nuestra madre antes de nacer. Durante
aproximadamente nueve meses nos sentimos cómodos y protegidos. No podríamos

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concebir un lugar más placentero. Sabemos que ése es nuestro lugar y esa sensación de
bienestar es maravillosa. Ése es el estado natural en que nuestro cuerpo es creado.
Mientras dura nuestra gestación, permanecemos en un estado de apertura y absorción
total y lo que nos es dado llega de manera incondicional, sin esfuerzo.

A este estado de casi beatitud se le adicionan las impresiones particulares de cada


embarazo. El bebé siente y experimenta como suyo todo lo que la madre está sintiendo:
no podría ser de otra manera, puesto que se halla dentro del campo energético de la
madre. Pues bien, ese período resulta el entrenamiento primigenio y esencial que siembra
los patrones emocionales y comportamientos varios que esa persona en gestación va a
desarrollar al crecer. Cualquier cambio de estado interno o externo que afecte a la
madre va a resultar, de una manera u otra, en un aprendizaje.

Después de producido el nacimiento, el


bebé espera más de lo mismo: bienestar,
placer y protección incondicionales –¿por
qué no?–. Busca y espera disolverse en lo
que lo rodea y ser absorbido por ello, de la
misma manera que ocurrió durante
aquellos idílicos meses. Pero he aquí que se
encuentra con todo lo contrario: algo
completamente nuevo e inesperado, la
experiencia de la “separación”.
Sin embargo, sigue haciendo lo que hizo durante esos meses: absorbiendo, aceptando,
recibiendo y esperando ser cuidado y amado incondicionalmente. Sigue permeable y
confía en que todo va a estar bien, ya que lo impregna la certeza de que merece ese
estado de bienaventuranza. ¡Y eso ya no es posible! Ni aun la madre más amorosa ni la
familia o comunidad más contenedora podrán volver a darle al bebé esa misma
experiencia de intimidad y bienestar que solía tener en el útero.

A partir del nacimiento, el bebé es muy sensible a las influencias exteriores y responde
muy bien a la gentileza, a la suavidad y al contacto amoroso. En cambio, reacciona a las
luces destellantes, a los ruidos y al entorno metálico asociado con los nacimientos en
institutos médicos. La habilidad de la madre para permanecer calma y comunicarse con
el bebé durante el embarazo, sumada a la creación de un nacimiento relajado y
amoroso, va a contribuir inmensamente a la salud física y emocional del niño por el resto
de su vida

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Nuestra programación temprana


Nuestras emociones determinan el desarrollo fetal. Los padres son los ´ingenieros genéticos´. Ellos
transmiten al feto emociones humanas de miedo, rabia, amor y esperanza, por ejemplo. La
personalidad del hombre se determina desde el vientre materno.” - Bruce Lipton (3)
Venimos al mundo diseñados para
absorber indiscriminadamente los rasgos y
patrones –tanto mentales como
emocionales– de las personas que nos
rodean.
Es tan profundo y abarcador el amor que
sentimos por ellos que queremos fundirnos
con ellos y tenerlos con (en) nosotros todo
el tiempo.

Mientras dura nuestra etapa como bebés, no filtramos nada de lo que recibimos –¿por
qué habríamos de hacerlo, si permanecer permeables y confiados fue bueno y funcionó
por espacio de nueve meses...? Pero, si bien la necesidad de experimentar esa de amor,
bienestar e intimidad es constante (e incluso persiste cuando somos adultos), la
experiencia de separación que nos presenta la vida fuera del útero es también constante
y, como es tan opuesta a las experiencias de la vida intrauterina, es vivida como una
intensa incomodidad, a veces muy dolorosa.

En el bebé, todo aquello que no es sentido como agradable genera sentimientos y


sensaciones incómodos, que a su vez producen reacciones como rechazo y llanto.

Así, a través de la experiencia de separación vivida a diario, el bebé “aprende” que ser
permeable y abierto, ser vulnerable, es doloroso, y que es mejor “cerrarse” para
protegerse. Para protegerse, tiene que pretender que no siente lo que siente o aun que
siente lo que no siente. Es decir, que tiene que “actuar” y dejar de ser auténtico.

Entonces, aquel bebé que espontáneamente tomaba lo que quería o rechazaba lo que
no le gustaba, se convierte en un niño que empieza a decir sí cuando quiere decir no. Sin
darse cuenta, comienza a construirse una máscara que se hace más espesa y densa con
el correr de los años. Es así como el cuerpo de luz expandido y confiado se contrae. Y
esas contracciones conforman un campo energético cuyas resonancias tienen una
calidad diferente: son las resonancias del cuerpo del dolor, que se siente incómodo y
doloroso.

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Lamentablemente, ni siquiera el ambiente familiar más amoroso y comprensivo va a


poder evitar que este proceso de contracción ocurra. El bebé va a encontrarse con la
inevitable experiencia de la separación, dondequiera que vaya. Se le va a dar un
nombre que representará una identidad y será tratado como alguien que está separado
de todo lo demás.

Si la fusión incondicional de la máxima intimidad del


útero nos daba confianza, amor y paz interior, la
separación nos dará lo opuesto: desconfianza,
intranquilidad, dolor y miedo. Cuanto más intensas
hayan sido las experiencias de dolor vividas por el bebé,
más profundo será el dolor que –primero el niño y luego
el adulto– experimente. Y ese dolor generará heridas
emocionales que no tendrán oportunidad de curarse,
porque ese bebé –o ese niño pequeño– seguirá
teniendo la experiencia de separación, en un mundo
donde todos los que lo rodean padecen la misma
situación y nadie sabe cómo curarse.
Consecuentemente, cuanto más experimenta la
separación, más se cierra y, por eso mismo, más se
lastima.

Por regla general, los seres humanos buscamos “sentirnos bien”; es decir, felices,
amorosos, creativos, libres, en paz. Queremos relaciones íntimas deliciosas, donde crecer
juntos y dar y recibir en forma incondicional. En realidad, sin darnos cuenta, estamos
tratando de revivir nuestras primigenias experiencias intrauterinas de amor y placer
incondicionales que son nuestro derecho, por el mero hecho de haber sido creados.

Y a pesar de que ése es nuestro derecho y de que así hemos sido creados, tenemos un
miedo muy profundo a ser incondicionalmente vulnerables... Porque cuando hemos sido
inocentes y confiados, hemos sufrido mucho. Entonces, a pesar de que la máscara no se
siente confortable y no me deja ser quien soy en realidad, me sirvo de ella para
protegerme de un dolor tan profundo como aquél.

Pero ocurre que el no ser auténticos nos genera un profundo sentimiento de autotraición
que se siente como algo muy incómodo y que causa el dolor físico, emocional y espiritual
que sentimos. Ese dolor se experimenta como una contracción energética en nuestro
campo electromagnético, que conforma el cuerpo del dolor. Es en este punto donde se

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abre la encrucijada que ha sido y será el gran desafío que deberemos afrontar y resolver
tarde o temprano.

La experiencia con mis clientes –y aun mi propia experiencia– me ha demostrado que


podemos recuperar el cuerpo de luz y volver a ser como niños. El proceso que he dado
en llamar CMR –Cellular Memory Release o Liberación de la Memoria Celular–, está
diseñado para guiarnos en el proceso de des-aprender lo que nos provoca dolor, o sea,
aquello que nos aleja de nuestro ser auténtico y genuino. O, en otras palabras, para
ayudarnos a transformar en cuerpo de luz las contracciones del cuerpo del dolor, usando
el propio dolor para ello.

(1) David W. Talmage y Richard J. Sanderson. Quantum Explanation of Gravity and Inertia, Webb Waring
Institute of University of Colorado Health Sciences Center Denver, CO
(2) Física cuántica: Según esta teoría, formulada por el físico alemán Max Planck, la emisión y absorción de
energía en los fenómenos periódicos no se efectúa de modo continuo sino por saltos; así, groseramente, en
uno
de esos saltos imperceptibles, onda y materia serían manifestaciones de lo mismo.
(3) Investigador en Biología e Inmunología genética.

¿Qué es la memoria celular?


Las memorias no sólo son almacenadas en el cerebro, sino también en la red psicosomática que se
extiende por todo el cuerpo, a lo largo de las conexiones entre los órganos y hasta la superficie de
nuestra piel. - Candace Pert

Frecuentemente comparo el cuerpo humano con una computadora muy sofisticada. En


esta magnífica biocomputadora, el cerebro no es el único lugar donde están
almacenadas nuestras memorias.

He observado también que disponemos de la memoria de las células donde están


grabadas experiencias que condicionarán nuestra vida profundamente. Nuestra
memoria celular es un conjunto completo de archivos alojada en la bio-computadora
humana. Es la información de nuestra herencia genética y de toda nuestra historia
individual; es el registro preciso de vida, como un diario de bitácora impreso en todas y
cada una de tus células.

• de las experiencias del alma;


• de las experiencias de nuestros antepasados;
• de la información proveniente de la cultura en la que fuimos educados

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Cada célula de nuestro cuerpo puede guardar memoria y


cada uno de nosotros tiene una memoria única que nos
pertenece. Memoria que nos pertenece y que es tanto de
nuestra mente como de nuestro cuerpo y también de
nuestro espíritu; memoria que nos informa y que nos
impregna. Almacenados en la memoria celular están todos
los patrones –conscientes e inconscientes– de las conductas
improductivas que no nos permiten sentirnos plenos y en paz
con nosotros mismos.

La memoria celular afecta la manera como desempeñamos las tareas rutinarias y


cotidianas, el modo como reaccionamos al estrés y la manera en que enfrentamos los
desafíos emocionales. Si las heridas pasadas guardadas en la memoria celular no se
sanan, podrán limitar nuestra libertad y producirnos enfermedades

• El campo electromagnético humano guarda la memoria e imprime a todas y cada


una de las células del cuerpo físico con información energética o “info-energía”.

• La sumatoria de todo lo anterior da origen a una “sopa energética única” a la que


llamamos “Yo”, con los rasgos, tendencias, talentos y deficiencias físicas, mentales y
emocionales que cada uno de nosotros experimenta en la vida.

• Es así que cada uno de nosotros vibra en una frecuencia energética única. Somos
seres electromagnéticos que generamos o atraemos nuestras propias “vidas” en
función de las frecuencias con las que resonamos internamente.

Algunos puntos acerca de la memoria celular


Así como nuestras impresiones digitales son únicas, también lo son nuestra existencia, y
ella está impresa en cada célula de nuestro cuerpo.

a. Todo nuestro ser es como un holograma inteligente, integrado e individual.


En realidad somos un ser holístico, no la suma de las partes. Los rótulos «cuerpo»,
«mente», y «espíritu» son artificiales y sólo sirven para ayudarnos a estudiar y hacer
más comprensible nuestra existencia como seres humanos. Cada punto del
holograma celular contiene la información completa del todo. El cuerpo podrá
curarse si y solo si la mente y el espíritu también son curados. Esto significa que, si se
quiere llegar a la transformación a través de este proceso, se lo debe encarar de
manera integrada.

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b. La memoria celular recibe la impronta de un campo energético cargado de


información, que llamamos «info-energía».

Si magnificamos una célula hasta que los


átomos que la constituyen sean visibles,
podremos comprobar que estamos diseñados
sobre la base de delicadas masas de
infoenergía. En este sentido, la física cuántica
ya ha descubierto que los bloques básicos que
constituyen la materia visible están
conformados por luz y sonido.

c. Todas las células son esencialmente lo mismo.


Si pudiéramos des-programar las células y despojarlas de su capacidad de
diferenciarse para formar órganos, músculos y huesos (lo que se llama
«predisposición bioquímica»), volverían a su estado original y podrían convertirse en
cualquier parte del cuerpo. Es decir, volverían a ser y a comportarse como antes
de la formación del embrión.

d. Las células son las piezas del holograma que tienen nuestra identidad y llevan
nuestro nombre.
La vida de cada uno de nosotros es única. Así como no existen dos briznas de pasto
iguales, tampoco han existido, existen ni existirán, alguien como tú o como yo. La
combinación de material físico, mental, emocional y espiritual con todas las
influencias y factores que conforman lo que damos en llamar yo, es una obra
maestra, exclusiva, imposible de replicar. El cuerpo humano está formado por
células que crecen, se diferencian y se multiplican llevando consigo la información
básica del primer momento de la concepción. Esta combinación única de info-
energía será la matriz fundacional de una vida humana, hasta la desintegración
del holograma en el momento de la muerte. De esta manera, las células de nuestro
cuerpo son como los ladrillos con los que se construye el holograma que representa
el ser humano y que se convierte en el vehículo principal de esta experiencia
existencial que llamamos «mi vida».

e. Las células de nuestro holograma llevan consigo toda la información física,


emocional, mental y espiritual.
Nuestras células transportan el ácido desoxirribonucleico (ADN), que contiene la
impresión genética y el diseño completo de nuestro cuerpo. También, las células

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alojan las impresiones de las experiencias mentales, emocionales y espirituales


vividas. Nuestras células guardan información de todas las experiencias pasadas y
de todos nuestros condicionamientos genéticos. Toda esta información está viva en
nosotros en forma inconsciente y determina así todos los patrones físicos,
emocionales y mentales que poseemos. Somos un conglomerado energético que
resuena y vibra como si fuéramos una nota musical. De alguna manera, la
humanidad entera está representada en todas y cada una de las células de
nuestro cuerpo. Nada de lo que experimentamos –sea positivo o negativo– escapa
al diseño altamente condicionado de nuestro holograma.

Nuestra experiencia de vida consciente es como la punta visible de un iceberg.


Esta parte visible representa sólo un 3 a un 5 % de la totalidad de lo que somos en
verdad. La parte sumergida del iceberg es la que representa nuestra vida
subconsciente y es esta parte la que impregna las células con información y
memoria. El subconsciente opera detrás de un de velo energético condicionando
nuestra manera de percibir y de reaccionar a nuestra vida.

f. Nuestras células requieren ser parte del flujo de energía creativa del universo. Dar y
recibir amor es fundamental para la vida celular.

Nuestro holograma ha sido diseñado para


nutrirse y crecer energéticamente por
medio del amor incondicional. Entender
cómo funciona la dinámica celular nos
ayudará a comprenderlo mejor: En el
cerebro, el hipotálamo se encarga de
sintetizar las proteínas, adecuándolas a las
distintas funciones orgánicas. Estas
proteínas especializadas –denominadas
neuropéptidos– son liberadas en el torrente
sanguíneo cada vez que un estado
emocional se dispara.

Cada estado emocional produce una especie diferente de neuropéptidos; éstos


viajan rápidamente por el torrente sanguíneo hasta encontrarse con las células que
tienen los receptores adecuados para ellos. Esto significa que nuestras células
tienen cierta cantidad de receptores disponibles para ciertos neuropéptidos. Por
ejemplo, podemos encontrar muchos receptores para alojar los neuropéptidos
generados por el estado de tristeza – frustración de una persona que está

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constantemente deprimida. Por el contrario, en la misma persona, no habrá


suficientes receptores para aquellos neuropéptidos generados por los estados de
optimismo y alegría.

Si nuestras células son bombardeadas a diario y de manera inconsciente por las


emociones generadas por patrones de pensamiento y creencias que producen
contracciones (enojo, miedo, tristeza, culpa, vergüenza, etc.), habrá cada vez
menor cantidad de receptores disponibles para las funciones de asimilación,
nutrición, limpieza y curación. Aquellas personas que diariamente dan y reciben
amor –a sí mismos y a los otros– pueden llegar a disfrutar de mayor salud en todos
los niveles. En cambio, aquellos que no lo hacen y pasan demasiado tiempo
criticando, quejándose y culpando –a sí mismos o a los demás– padecen muchos
más problemas físicos, mentales o emocionales. Literalmente, el amor es lo que da
a las células su fuerza vital; como contrapartida, la ausencia de amor resulta un
drenaje para nuestra vitalidad y nuestra salud.

g. Lo que se resiste, persiste. Lo que se resiste, se atrae.


Esta es una de las premisas antiguas más útiles para entender nuestros problemas.
Las células están naciendo, creciendo y muriendo constantemente, reflejando a la
perfección cómo funciona el universo: cambiando sin pausa, transformando y re-
generando. De manera que podemos fluir con los cambios que el universo pone en
nuestra vida o, por el contrario, resistirlos. Nuestro trabajo con la memoria celular
nos ha permitido observar que las enfermedades que sufrimos son en su gran
mayoría, consecuencia directa de nuestro hábito de resistir al flujo del universo en
nuestras vidas.

h. Las células buscan la transformación naturalmente.

La aceptación del flujo de la vida y los cambios


que conlleva, produce un profundo efecto de
sanación, porque la actitud de aceptación
produce paz interna y externa. Este estado afecta
profundamente a las células, que enseguida
actualizan la información contenida en todos los
archivos físicos, mentales, emocionales y
espirituales. Entonces, toda aquella información
que resulta inútil o innecesaria es removida de la
memoria celular, para ser reemplazada por nuevas
formas de ser y de accionar. Las técnicas comprendidas en los protocolos de
Liberación de la Memoria Celular (Cellular Memory Release –CMR–) han sido

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creadas para producir estos cambios de manera gentil y profunda.

i. Las células regulan la intensidad del proceso de transformación.


En cada célula –como el diseño en pequeña escala de tu holograma completo–
existe una increíble inteligencia que sabe cómo digerir y transformar todo lo que te
sucede. Es una función que las células cumplen automáticamente cuando están
libres de resonancias contractivas. La decisión de transformar esas resonancias es
un proceso liberador que debe ser encarado con coraje, determinación y espíritu
de aventura. A partir de ese momento, es el paso del tiempo lo que ayuda a
integrar y a asentar gradualmente los cambios espirituales, mentales y
emocionales.

j. Las células están diseñadas para limpiar y eliminar los patrones que ya no son útiles
y para integrar nuevos patrones que despierten nuestro último potencial.
Físicamente, las células se deshacen de lo que no quieren o no necesitan y
también llevan a cabo esta función energéticamente, eliminando aquellas
resonancias que ya no nos sirven. Una vez que esos viejos patrones tóxicos han sido
descartados, son reemplazados por otros más nuevos y positivos que nos ayudan a
experimentar nuestra vida de manera más libre y saludable.

El campo energético es la memoria


Las células sólo pueden contener memoria si hay un campo
energético que las imprime con información. El cuerpo
humano es una creación maravillosa y, sin embargo, si
«tiramos del enchufe» no funciona más y se convierte en
materia muerta. El cuerpo en el cual vivimos depende de
nosotros. Y nosotros somos energía. Somos el «poder» que
hace funcionar la bio-computadora. Toda la memoria está
en el campo energético y la fuerza vital proveerá a las
células de la información necesaria mientras exista la bio-
computadora humana.

Las antiguas culturas y sabidurías milenarias conocían a


existencia de este poder que gobierna el universo entero.
Este «jugo vital» o fuerza vital ha sido llamado Chi en la
China, Ki, en el Japón, Prana, en la India, el soplo de vida
por los hebreos o el Verbo por los cristianos, para expresar el principio creativo que da
existencia a todas cosas, principio que todo lo contiene y lo mantiene, que conecta todo
y que siempre existió, aun antes del principio.

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Podríamos enumerar tres constituyentes principales que componen la biocomputadora


humana:

• el cuerpo físico (hardware);


• el sistema de creencias o programación (software);
• el poder, la fuerza vital o espíritu.

Desde tiempos lejanos sabemos que estos constituyentes interactúan continuamente, y


que necesitan ser tratados como una unidad para que exista equilibrio. En las culturas
primitivas, las funciones de médico, psicólogo y sacerdote eran desempeñadas por una
sola persona. A lo largo de los siglos, estas funciones se han ido diferenciando y, en
nuestros tiempos, se han convertido en especialidades desarrolladas por distintos
profesionales. Entonces, los seres humanos –que básicamente seguimos siendo como
aquéllos, a tal punto que si nos re-educamos conscientemente podemos rescatar la
esencia y la unidad perdidas– somos tratados como entidades divididas y
compartimentadas, a veces sin que exista conexión entre las partes y a menudo sin
posibilidad de integración. El médico se ocupa del cuerpo físico –pocas veces en su
totalidad–, el psicólogo, y el sacerdote –sea cual fuere– pretenden tratar el alma.
Habitualmente no interactúan y suele suceder que tampoco se ponen de acuerdo.

La filosofía china nos enseña que la fuerza vital es magnética y que tiene un Polo Norte y
un Polo Sur, que se expresan en el cuerpo como polaridades, positiva y negativa. Esta es
la dualidad conocida como Yin-Yang. La energía Yin fluye desde los pies hacia la cabeza
y la energía Yang, desde la cabeza hacia los pies. Nada es absoluto: hay una pequeña
parte de Yin en la fuerza Yang y una pequeña parte de Yang en la fuerza Yin. Y la
totalidad de la bio-computadora humana –todos sus niveles y todos sus «archivos»– tiene
algo de lo positivo en lo negativo y algo de lo negativo en lo positivo, que fluyen
constantemente uno con el otro.

Los «archivos» que contienen la carga positiva son el resultado


de todas las percepciones, creencias y decisiones que
llevamos con nosotros y que nos han ayudado y apoyado en
la vida hasta el momento actual. Esto incluye todas las
funciones naturales, físicas, mentales y emocionales que nos
han mantenido con vida, ejerciendo el goce de la vida y
generando nuestras expectativas creativas y sanas. Estas
creencias y decisiones –podemos llamarlas «archivos»–
cargadas con energía positiva influencian nuestras elecciones
y nuestro comportamiento y crean una auto-imagen fuerte:
«Soy una persona sana.», «Yo puedo.», «Yo confío en mí.»,
«Merezco ser feliz.».

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Los archivos que contienen la carga negativa son el resultado de creencias y decisiones
desde las cuales nace una auto-imagen débil para nosotros mismos y para los demás:
«Nadie me ama», «No puedo decir mi verdad», «No puedo confiar en nadie», «No se
puede confiar en nadie», «Soy un/a fracasado/a», «Soy un/a estúpido/a», «No hay
esperanza para mí», y la lista sigue.

Algunas investigaciones acerca de la memoria celular


Aunque la comprensión del ser humano que la ciencia moderna tiene actualmente es aún muy primaria, se
está poniendo cada vez más en evidencia que la química de las emociones son un factor clave en cualquier
intervención terapéutica, si esperamos tener resultados a largo plazo o permanentes. Todas las memorias
están grabadas en el nivel celular y, por consiguiente, cualquier método que altere de manera beneficiosa los
patrones de memoria destructivos deben ser evaluados cuidadosamente al tratar problemas derivados del
estrés ocasionado por traumas u otras condiciones psicosomáticas o psicológicas.Thomas R. McClaskey,
D.C., C.H.T., B.C.E.T.S.1998 The American Academy of Experts in Traumatic Stress, Inc.

En su libro Molecules of emotion: Why you feel the way you


feel (Moléculas de la emoción: ¿por qué te sientes así?), la
doctora Candace Pert, profesora del departamento de
Fisiología y Biofísica de la Universidad de Georgetown,
postula que:

“la mente no está sólo en el cerebro, sino que existe en todo el


cuerpo”. Pert es una experta en la farmacología de los péptidos.
“La mente y el cuerpo se comunican a través de unos químicos
llamados péptidos –dice–. Estos péptidos se encuentran tanto en el
cerebro como en el estómago, en los músculos y en todos los órganos más importantes. Yo creo que
se puede acceder a la memoria en toda la red creada por los péptidos y por los receptores; por
ejemplo, una memoria asociada a la alimentación unida al páncreas o al hígado, y esas asociaciones
pueden ser trasplantadas de una persona a otra. Las memorias no sólo son almacenadas en el
cerebro sino también en la red psicosomática que se extiende por todo el cuerpo, a lo largo de las
conexiones entre los órganos hasta la superficie de nuestra piel.”

Al descubrir los neuropéptidos en todos los tejidos del cuerpo, Pert sugiere que tanto los
pensamientos como las memorias pueden permanecer inconscientes o pueden hacerse
conscientes a través de receptores celulares, lo que abre la posibilidad de conexiones
psicológicas entre las memorias, los órganos y la mente.

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Por su parte, Paul Pearsall, MD, un psico-neuroimmunologista


autor del libro The Heart’s Code (El código del corazón), ha
investigado durante varios años la transferencia de memorias a
través de órganos transplantados.
Luego de entrevistar a más de 150 personas receptoras de
corazones y otros órganos, Pearsall expone la idea de que las
células de los tejidos vivos recuerdan.

Gary Schwartz, PhD, y Linda Russek, PhD, son coautores del libro The
living energy universe (La energía viviente del universo) y científicos que
trabajan en la Universidad de Arizona. Ellos proponen la hipótesis de que
“todos los sistemas corporales almacenan energía de manera
dinámica… y que esta información conforma un sistema que continúa
vivo y evolucionando aun después de que la estructura física se haya
destruido.”
Schwartz y Russek creen que es así como la información del donante puede hacerse
presente de manera consciente o inconsciente en el receptor de órganos o tejidos.

También Bruce Lipton, científico e investigador norte-


americano, creador de la “Epigenética”, dice en su libro
The biology of belief (Biología de las creencias): “Ya no
podemos permitirnos más el ignorar la milagrosa sabiduría
natural del cuerpo humano. En este instante, en él hay
billones de células embriónicas indiferenciadas diseñadas
para reparar o reemplazar tejidos y órganos dañados. Sin
embargo, la actividad y destino de estas células regene-
rativas están epigenéticamente controladas. Eso quiere
decir que están siendo profundamente influenciadas por
nuestros pensamientos y percepciones del entorno. Así, por
ejemplo, nuestras creencias acerca de la vejez pueden
interferir o mejorar la función de nuestras células indiferenciadas, causando la
regeneración o declinación de nuestra fisiología.”

También Bruce Lipton, científico e investigador norteamericano, creador de la


“Epigenética”, dice en su libro The biology of belief (Biología de las creencias): “Ya no
podemos permitirnos más el ignorar la milagrosa sabiduría natural del cuerpo humano. En
este instante, en él hay billones de células embriónicas indiferenciadas diseñadas para
reparar o reemplazar tejidos y órganos dañados. Sin embargo, la actividad y destino de

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estas células regenerativas están epigenéticamente controladas. Eso quiere decir que
están siendo profundamente influenciadas por nuestros pensamientos y percepciones del
entorno. Así, por ejemplo, nuestras creencias acerca de la vejez pueden interferir o
mejorar la función de nuestras células indiferenciadas, causando la regeneración o
declinación de nuestra fisiología.”

En otra parte de su libro Lipton aclara: “De la misma manera en que el aparato de
televisión capta las ondas transmitidas a través del aire, así también los receptores
celulares captan la información de nuestro entorno exterior formando así lo que llamamos
nuestra individualidad personal. Esta información tiene la forma de radiación
electromagnética y es recibida y apropiada por nosotros de la misma manera en que
bajamos información de la internet y la guardamos en archivos en nuestras
computadoras. Y en la misma forma en que sólo bajamos cierta información de la web y
no toda, así también nosotros “bajamos” una banda acotada de toda la información
guardada en el espectro electromagnético universal.”

Cargas que dejan huellas


La carga emocional positiva

En este universo todo fluye y toda la creación es una danza sin fin de los opuestos
energéticos.

Se atraen y se complementan, son necesarios el uno al otro. Para comprender


cabalmente lo que significa el frío hace falta experimentar el calor. Para saber lo que es
la luz del día, necesitamos experimentar la oscuridad de la noche. Un concepto no
puede existir sin el otro. Entonces, lo masculino necesita –y atrae– lo femenino y el polo
positivo atrae al polo negativo.

Lo que llamamos carga emocional positiva es la fuerza vital en movimiento. Cuando un


río fluye libremente hacia el océano, permite la vida y la nutrición de una infinita
cantidad de organismos y manifestaciones vitales. Mientras el río –como un canal en la
tierra– siga fluyendo, todo el ecosistema vive y se reproduce con salud y bienestar. En el
sistema cuerpo-mente hay diferentes canales que necesitan fluir como el río, para dar
nutrición a todos los subsistemas y mantenerlos vivos y saludables.

• El aire entra y sale por los bronquios.

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• La sangre fluye a lo largo de las arterias, venas y capilares nutriendo y limpiando.


• La linfa fluye a lo largo de los vasos linfáticos arrastrando los desechos y defendiendo a
todo el organismo.
• Los nutrientes fluyen a lo largo del sistema digestivo mientras se transforman en sangre.
• Los neurotransmisores fluyen a lo largo de los senderos neuronales llevando información.
• El Chi fluye por los meridianos o canales energéticos que forman el cuerpo eléctrico
llevando la fuerza vital.

La fuerza vital fluye a través del organismo cuerpo-


mente, entrando y saliendo del cuerpo, pasando por
los diferentes vórtices de energía que los hindúes
denominaron, chakras; conectando el microcosmos
con el macrocosmos. Esta fuerza vital, esencial y
creativa, circula en todas y cada una de las diferentes
formas manifestadas en la naturaleza; es fluida, fresca
e inocente. Es fácil de reconocer cuando nos
conectamos con una flor, con un bebé o cuando
contemplamos un bello paisaje.

Los bebés están conformados casi totalmente por carga emocional positiva. Cuando
nosotros éramos bebés, la fuerza vital fluía libremente a través de nuestro sistema mientras
nuestra mente racional, casi inactiva al principio, ganaba espacio y actividad
gradualmente, a medida que la programación aumentaba. El desproporcionado
espacio que la mente racional llega a ocupar en nuestra civilización cuando somos
adultos, provoca la supresión gradual de las emociones que tan naturalmente
expresábamos de niños. Así, paulatinamente, almacenamos la fuerza vital reprimida en
forma de carga emocional negativa y contracciones energéticas. Poco a poco, nos
habituamos a esta condición energética y creemos que es «normal » sufrir y tener dolores.
Creemos que eso es lo que somos: un cuerpo de dolor. Sufrimos como víctimas
inconscientes y experimentamos una decepción tras otra, siendo la muerte nuestra última
gran decepción.

El campo energético de un recién nacido es altamente sensible y se comporta como una


esponja. Su biocomputadora tiene un elevado nivel de receptividad. Podríamos decir
que su único propósito de vida es absorber toda la nueva información y todas las nuevas
experiencias posibles, experimentando con lo que le ofrece la vida en cada momento.
Un bebé siente y actúa según la fuerza vital que está disponible, fluyendo libremente a
través de su sistema. En este estado no hay diques bloqueando el flujo; los sentimientos
«buenos» o «malos» se sienten plenamente y se reconocen de una forma impersonal.

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Los bebés son curiosos, siempre optimistas. Sus padres dirían que necesita aprender
dónde está el peligro, y tendrían razón. Esta combinación de inocencia e ingenuidad
hace que el bebé nunca espere algo negativo, aunque dependa de los otros para su
protección y su supervivencia y para todo necesite ayuda.

Cuando la carga emocional negativa desplaza a la carga positiva

¿Alguna vez has estado pasándola bien con un grupo


de amigos y de repente has sentido una tensión interna
porque alguien «se puso» negativo? ¿Has observado
que el cambio no se produce a la inversa? Esto ocurre
porque las personas que sienten emociones negativas
no van a cambiar su estado si alguien irrumpe relajado
o dichoso. Por el contrario, a menudo la persona que se
siente «positiva» probablemente cambiará de manera
rápida e inconsciente hacia la experiencia de
emociones negativas. La carga emocional positiva se
retira cuando la carga negativa se hace presente,
porque, por naturaleza, le permite la entrada a todo lo
que se presenta. Es por eso que los bebés son hipersensibles y muy receptivos a las
emociones negativas. En ocasiones, un leve suceso negativo de poca importancia los
perturba tanto que llegan a sentirse mal; entonces, inmediatamente, se quejan y lloran,
porque absorben rápidamente la carga emocional negativa de la gente que los rodea.

Curiosamente, así nos comportamos todos los seres humanos. Este proceso empieza en la
vida intrauterina, cuando –primero el embrión y luego el feto– absorben todo lo que su
madre siente y experimenta, y luego, durante su nacimiento y después de él, sigue
absorbiendo las resonancias energéticas de los adultos que lo rodean.

Sobre esta fundación energética, la mente racional del niño pequeño empieza a
formular creencias –o simplemente imita las de los otros– y toma decisiones acerca de sí
mismo y de la vida en general, creando lo que llamamos la imagen de sí, que funciona
como un retrato imaginario de sí mismo.

La mayoría de «nuestras» virtudes y talentos son el resultado de este proceso inconsciente.


Simultáneamente y de la misma manera, son creadas «nuestras» deficiencias y
limitaciones. Y andando el tiempo, las experiencias, creencias y decisiones negativas se
acumulan en el sistema cuerpomente creando el cuerpo del dolor.

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Todos hemos sido bebés. Eso significa que


todos somos, en esencia, pura carga
emocional positiva. Las contracciones
energéticas nos han creado una falsa
identidad que ha perdido ese gozo innato
y sufre porque no es real. En otras palabras,
el cuerpo del dolor ha reemplazado a esa
naturaleza original, sofocando la carga
emocional positiva. Esta carga está
contraída, pero aún está en nosotros.

Si queremos encontrar el camino para


volver a ella y recordarnos como seres
espontáneos, abiertos, que fluyen libremente, sin auto-imágenes ni miedos paralizantes
hacia el futuro o amargos remordimientos hacia el pasado, tendremos que empezar a
tomar conciencia de la situación en la que estamos y buscar la manera de hacer
naturalmente el viraje de vuelta a lo que somos en origen. Volver al estado de paz y
alegría interior que teníamos siendo bebés, es posible. Simplemente, tenemos que des-
aprender lo que se nos ha enseñado como verdadero para re-encontrarnos con nuestro
ser esencial.

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