CMR Manual Intro Parte1
CMR Manual Intro Parte1
CMR Manual Intro Parte1
INTRODUCCIÓN A
LA MEMORIA CELULAR
EL ORIGEN DE CMR
Luis Ángel Díaz es el creador y fundador de CMR. Después de practicar Medicina Oriental
por más de una década, se dio cuenta, a través de un inesperado shock, que la mayor
parte de los desequilibrios físicos y psicológicos que experimentamos, están originados en
las perturbaciones y contracciones energéticas causadas por los pensamientos
inconscientes y sentimientos no expresados.
El universo todo consiste sólo en energía, y tiempo y espacio son sólo dimensiones en las
que esa energía se mueve. Todo lo que conocemos está hecho de energía, ya sea como
materia o como radiación. Una de las propiedades más sorprendentes de la energía es
su conservación y, hasta ahora, el fenómeno de la creación o la destrucción de energía
no ha sido comprobado ni se ha podido observar. Es así que la energía posee todos los
atributos necesarios para constituir el fundamental principio creador del universo.(1)
Las cosas que observamos, olemos, saboreamos, oímos y tocamos parecen ser sólidas,
líquidas o gaseosas y también parecen estar separadas unas de otras. Gracias a la física
cuántica (2), podemos observarlas mucho más en detalle y en niveles diminutos –lo que
se ha dado en llamar niveles atómicos y subatómicos–. En esos niveles, la materia que nos
parece sólida, líquida o gaseosa puede ser identificada como partículas cada vez más
pequeñas dentro de partículas más pequeñas aún, y así sucesivamente, hasta que todo
se vuelve energía pura.
La física cuántica ha descubierto que aun el elemento más denso y sólido, estudiado en
un nivel infinitesimal, no es lo que parece. Los científicos que adscriben a este nuevo
paradigma han confirmado que cualquier elemento de existencia visible o palpable,
cuando es reducido al nivel de las partículas que lo conforman, no es nada más ni nada
menos que espacio vacío en un 99, 99 por ciento.
Ahora bien, como cada uno de nosotros es parte de este universo hecho de energía
fluctuante y cambiante, todo en nosotros –y todo lo que nos rodea– tiene también esa
misma calidad energética. Todos nosotros formamos parte de un inmenso océano
energético que está cambiando constantemente y pulseando entre el estado de
existencia y no existencia.
Así, pues, todo es energía y esta energía tiene diferentes cualidades de densidad,
dependiendo de las frecuencias en que esté vibrando. Se dice que los pensamientos son
una forma de energía relativamente liviana y fina, que los hace muy rápidos y muy
susceptibles de ser cambiados. Una piedra, en cambio, está conformada por una
energía relativamente mucho más densa y, por lo tanto, es menos proclive a cambiar o a
moverse.
Pero ahora, antes de continuar, detente un momento: percibe tu cuerpo y las cosas que
lo rodean, dándote cuenta de que todo es energía manifestada en diferentes formas, y
en diferentes estados y frecuencias. Cierra los ojos e imagínate sumergido en un océano
de energía: Permítete ser parte de él.
Pero aun así, ¡somos tan felices! Imaginémonos por un momento nuestra vida adulta
teniendo que soportar todas esas limitaciones a la vez. O la mitad de ellas. O quizás sólo
una… ¿Quién de nosotros no caería entonces presa de la desesperación?
Todos los bebés de todas las eras históricas y en todas las diferentes culturas han venido a
este mundo con esa misma resonancia de gozo, amor y libertad. Y así también será en el
futuro. Porque así, con esa resonancia, salimos “de fábrica”.
Ante esta referencia, en talleres y seminarios se repite la pregunta que surge de los
participantes:
¿Cómo es posible que, habiendo sido diseñados de ese modo, los seres humanos
terminemos viviendo la vida así? Probablemente, haya varias maneras de explicarlo, pero
aquí sólo se tratará de conclusiones basadas en las experiencias que he tenido con
aquellas personas con las que he trabajado la memoria celular:
La resonancia original del bebé, que llamamos “cuerpo de luz”, es tan maleable como la
arcilla antes de cocer. Se adapta a todas las impresiones y estímulos exteriores; por
ejemplo, a las experiencias de vida con aquella persona o grupo familiar que le toque en
suerte.
Lo queramos así o no, todo comienza en el útero materno. No existe relación más íntima
ni más deliciosa que la relación que tenemos con nuestra madre antes de nacer. Durante
aproximadamente nueve meses nos sentimos cómodos y protegidos. No podríamos
concebir un lugar más placentero. Sabemos que ése es nuestro lugar y esa sensación de
bienestar es maravillosa. Ése es el estado natural en que nuestro cuerpo es creado.
Mientras dura nuestra gestación, permanecemos en un estado de apertura y absorción
total y lo que nos es dado llega de manera incondicional, sin esfuerzo.
A partir del nacimiento, el bebé es muy sensible a las influencias exteriores y responde
muy bien a la gentileza, a la suavidad y al contacto amoroso. En cambio, reacciona a las
luces destellantes, a los ruidos y al entorno metálico asociado con los nacimientos en
institutos médicos. La habilidad de la madre para permanecer calma y comunicarse con
el bebé durante el embarazo, sumada a la creación de un nacimiento relajado y
amoroso, va a contribuir inmensamente a la salud física y emocional del niño por el resto
de su vida
Mientras dura nuestra etapa como bebés, no filtramos nada de lo que recibimos –¿por
qué habríamos de hacerlo, si permanecer permeables y confiados fue bueno y funcionó
por espacio de nueve meses...? Pero, si bien la necesidad de experimentar esa de amor,
bienestar e intimidad es constante (e incluso persiste cuando somos adultos), la
experiencia de separación que nos presenta la vida fuera del útero es también constante
y, como es tan opuesta a las experiencias de la vida intrauterina, es vivida como una
intensa incomodidad, a veces muy dolorosa.
Así, a través de la experiencia de separación vivida a diario, el bebé “aprende” que ser
permeable y abierto, ser vulnerable, es doloroso, y que es mejor “cerrarse” para
protegerse. Para protegerse, tiene que pretender que no siente lo que siente o aun que
siente lo que no siente. Es decir, que tiene que “actuar” y dejar de ser auténtico.
Entonces, aquel bebé que espontáneamente tomaba lo que quería o rechazaba lo que
no le gustaba, se convierte en un niño que empieza a decir sí cuando quiere decir no. Sin
darse cuenta, comienza a construirse una máscara que se hace más espesa y densa con
el correr de los años. Es así como el cuerpo de luz expandido y confiado se contrae. Y
esas contracciones conforman un campo energético cuyas resonancias tienen una
calidad diferente: son las resonancias del cuerpo del dolor, que se siente incómodo y
doloroso.
Por regla general, los seres humanos buscamos “sentirnos bien”; es decir, felices,
amorosos, creativos, libres, en paz. Queremos relaciones íntimas deliciosas, donde crecer
juntos y dar y recibir en forma incondicional. En realidad, sin darnos cuenta, estamos
tratando de revivir nuestras primigenias experiencias intrauterinas de amor y placer
incondicionales que son nuestro derecho, por el mero hecho de haber sido creados.
Y a pesar de que ése es nuestro derecho y de que así hemos sido creados, tenemos un
miedo muy profundo a ser incondicionalmente vulnerables... Porque cuando hemos sido
inocentes y confiados, hemos sufrido mucho. Entonces, a pesar de que la máscara no se
siente confortable y no me deja ser quien soy en realidad, me sirvo de ella para
protegerme de un dolor tan profundo como aquél.
Pero ocurre que el no ser auténticos nos genera un profundo sentimiento de autotraición
que se siente como algo muy incómodo y que causa el dolor físico, emocional y espiritual
que sentimos. Ese dolor se experimenta como una contracción energética en nuestro
campo electromagnético, que conforma el cuerpo del dolor. Es en este punto donde se
abre la encrucijada que ha sido y será el gran desafío que deberemos afrontar y resolver
tarde o temprano.
(1) David W. Talmage y Richard J. Sanderson. Quantum Explanation of Gravity and Inertia, Webb Waring
Institute of University of Colorado Health Sciences Center Denver, CO
(2) Física cuántica: Según esta teoría, formulada por el físico alemán Max Planck, la emisión y absorción de
energía en los fenómenos periódicos no se efectúa de modo continuo sino por saltos; así, groseramente, en
uno
de esos saltos imperceptibles, onda y materia serían manifestaciones de lo mismo.
(3) Investigador en Biología e Inmunología genética.
• Es así que cada uno de nosotros vibra en una frecuencia energética única. Somos
seres electromagnéticos que generamos o atraemos nuestras propias “vidas” en
función de las frecuencias con las que resonamos internamente.
d. Las células son las piezas del holograma que tienen nuestra identidad y llevan
nuestro nombre.
La vida de cada uno de nosotros es única. Así como no existen dos briznas de pasto
iguales, tampoco han existido, existen ni existirán, alguien como tú o como yo. La
combinación de material físico, mental, emocional y espiritual con todas las
influencias y factores que conforman lo que damos en llamar yo, es una obra
maestra, exclusiva, imposible de replicar. El cuerpo humano está formado por
células que crecen, se diferencian y se multiplican llevando consigo la información
básica del primer momento de la concepción. Esta combinación única de info-
energía será la matriz fundacional de una vida humana, hasta la desintegración
del holograma en el momento de la muerte. De esta manera, las células de nuestro
cuerpo son como los ladrillos con los que se construye el holograma que representa
el ser humano y que se convierte en el vehículo principal de esta experiencia
existencial que llamamos «mi vida».
f. Nuestras células requieren ser parte del flujo de energía creativa del universo. Dar y
recibir amor es fundamental para la vida celular.
j. Las células están diseñadas para limpiar y eliminar los patrones que ya no son útiles
y para integrar nuevos patrones que despierten nuestro último potencial.
Físicamente, las células se deshacen de lo que no quieren o no necesitan y
también llevan a cabo esta función energéticamente, eliminando aquellas
resonancias que ya no nos sirven. Una vez que esos viejos patrones tóxicos han sido
descartados, son reemplazados por otros más nuevos y positivos que nos ayudan a
experimentar nuestra vida de manera más libre y saludable.
La filosofía china nos enseña que la fuerza vital es magnética y que tiene un Polo Norte y
un Polo Sur, que se expresan en el cuerpo como polaridades, positiva y negativa. Esta es
la dualidad conocida como Yin-Yang. La energía Yin fluye desde los pies hacia la cabeza
y la energía Yang, desde la cabeza hacia los pies. Nada es absoluto: hay una pequeña
parte de Yin en la fuerza Yang y una pequeña parte de Yang en la fuerza Yin. Y la
totalidad de la bio-computadora humana –todos sus niveles y todos sus «archivos»– tiene
algo de lo positivo en lo negativo y algo de lo negativo en lo positivo, que fluyen
constantemente uno con el otro.
Los archivos que contienen la carga negativa son el resultado de creencias y decisiones
desde las cuales nace una auto-imagen débil para nosotros mismos y para los demás:
«Nadie me ama», «No puedo decir mi verdad», «No puedo confiar en nadie», «No se
puede confiar en nadie», «Soy un/a fracasado/a», «Soy un/a estúpido/a», «No hay
esperanza para mí», y la lista sigue.
Al descubrir los neuropéptidos en todos los tejidos del cuerpo, Pert sugiere que tanto los
pensamientos como las memorias pueden permanecer inconscientes o pueden hacerse
conscientes a través de receptores celulares, lo que abre la posibilidad de conexiones
psicológicas entre las memorias, los órganos y la mente.
Gary Schwartz, PhD, y Linda Russek, PhD, son coautores del libro The
living energy universe (La energía viviente del universo) y científicos que
trabajan en la Universidad de Arizona. Ellos proponen la hipótesis de que
“todos los sistemas corporales almacenan energía de manera
dinámica… y que esta información conforma un sistema que continúa
vivo y evolucionando aun después de que la estructura física se haya
destruido.”
Schwartz y Russek creen que es así como la información del donante puede hacerse
presente de manera consciente o inconsciente en el receptor de órganos o tejidos.
estas células regenerativas están epigenéticamente controladas. Eso quiere decir que
están siendo profundamente influenciadas por nuestros pensamientos y percepciones del
entorno. Así, por ejemplo, nuestras creencias acerca de la vejez pueden interferir o
mejorar la función de nuestras células indiferenciadas, causando la regeneración o
declinación de nuestra fisiología.”
En otra parte de su libro Lipton aclara: “De la misma manera en que el aparato de
televisión capta las ondas transmitidas a través del aire, así también los receptores
celulares captan la información de nuestro entorno exterior formando así lo que llamamos
nuestra individualidad personal. Esta información tiene la forma de radiación
electromagnética y es recibida y apropiada por nosotros de la misma manera en que
bajamos información de la internet y la guardamos en archivos en nuestras
computadoras. Y en la misma forma en que sólo bajamos cierta información de la web y
no toda, así también nosotros “bajamos” una banda acotada de toda la información
guardada en el espectro electromagnético universal.”
En este universo todo fluye y toda la creación es una danza sin fin de los opuestos
energéticos.
Los bebés están conformados casi totalmente por carga emocional positiva. Cuando
nosotros éramos bebés, la fuerza vital fluía libremente a través de nuestro sistema mientras
nuestra mente racional, casi inactiva al principio, ganaba espacio y actividad
gradualmente, a medida que la programación aumentaba. El desproporcionado
espacio que la mente racional llega a ocupar en nuestra civilización cuando somos
adultos, provoca la supresión gradual de las emociones que tan naturalmente
expresábamos de niños. Así, paulatinamente, almacenamos la fuerza vital reprimida en
forma de carga emocional negativa y contracciones energéticas. Poco a poco, nos
habituamos a esta condición energética y creemos que es «normal » sufrir y tener dolores.
Creemos que eso es lo que somos: un cuerpo de dolor. Sufrimos como víctimas
inconscientes y experimentamos una decepción tras otra, siendo la muerte nuestra última
gran decepción.
Los bebés son curiosos, siempre optimistas. Sus padres dirían que necesita aprender
dónde está el peligro, y tendrían razón. Esta combinación de inocencia e ingenuidad
hace que el bebé nunca espere algo negativo, aunque dependa de los otros para su
protección y su supervivencia y para todo necesite ayuda.
Curiosamente, así nos comportamos todos los seres humanos. Este proceso empieza en la
vida intrauterina, cuando –primero el embrión y luego el feto– absorben todo lo que su
madre siente y experimenta, y luego, durante su nacimiento y después de él, sigue
absorbiendo las resonancias energéticas de los adultos que lo rodean.
Sobre esta fundación energética, la mente racional del niño pequeño empieza a
formular creencias –o simplemente imita las de los otros– y toma decisiones acerca de sí
mismo y de la vida en general, creando lo que llamamos la imagen de sí, que funciona
como un retrato imaginario de sí mismo.