Arqueologia Vial Del Qhapaq Nan en Sudamerica Anal

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BOLETÍN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO

Vol. 22, No 1, 2017, pp. XX-XX, Santiago de Chile


ISSN 0716-1530

ARQUEOLOGÍA VIAL DEL QHAPAQ ÑAN


EN SUDAMÉRICA: ANÁLISIS TEÓRICO,
CONCEPTOS Y DEFINICIONES
ROAD ARCHAEOLOGY OF THE QHAPAQ ÑAN IN
SOUTH AMERICA: THEORETICAL ANALYSIS, CONCEPTS
AND DEFINITIONS

Carlos González Godoya

Se presentan y discuten determinados antecedentes de la INTRODUCCIÓN


investigación arqueológica contemporánea del Qhapaq Ñan
en Sudamérica, fundamentalmente referida a la temática de
Desde 2004 emprendimos el estudio sistemático de la
la vialidad. Asimismo, se exponen las definiciones en torno a
qué entendemos conceptualmente por un camino arqueoló- vialidad inkaica en la Región de Atacama, Chile. Debi-
gico. Por último, se analizan algunos criterios clasificatorios do a este quehacer investigativo (González 2007, 2013;
de los caminos inkaicos, profundizando en sus implicancias Westfall & González 2009; González & Castells 2010;
arqueológicas. González & Westfall 2010), surgieron algunas interro-
Palabras clave: Qhapaq Ñan, Camino del Inka, arqueología
gantes epistemológicas referidas al estudio del Qhapaq
vial, Tawantinsuyu.
Ñan, que no eran respondidas, según nosotros, por la
This paper is a presentation and discussion of data regarding obra esencial de Hyslop (1984, 1992, 2014). Así, nos
contemporary archaeological research of the Qhapaq Ñam in preocupaba comprender cómo los supuestos teóricos
South America, mainly focused on paths and roads. It also eran contrastados con datos arqueológicos específicos al
includes definitions on what is a road in archaeological terms. pesquisar algún tramo del camino inka en la Sudamérica
Finally, there is an analysis on Inka road classification criteria,
andina y, por ende, en Chile.1 De igual modo, nos inte-
deeply focused on archaeological implications.
Keywords: Qhapaq Ñan, Inka Trail, road archaeology, resaba entender cómo este proceso analítico derivaba
Tawantinsuyu. en la formulación de explicaciones e interpretaciones
de un discurso, en nuestro caso del Tawantinsuyu en
general y del Qhapaq Ñan en particular.
Este panorama acrecienta sus dudas por las aún
escasas discusiones teóricas desde la arqueología sobre
el Camino del Inka en Sudamérica. No obstante, se
encuentran importantes precedentes en este sentido,
tanto en obras monográficas como globales (ocupa-
ción inka de un territorio). En Chile se reconocen los
alcances metodológicos de Niemeyer y Rivera (1983),
los usos históricos del camino identificado por Lynch
(1995-1996), los aportes teóricos y metodológicos de

A
Carlos González Godoy, Instituto de Investigación en Ciencias Sociales y Educación, Universidad de Atacama, Copiapó, Chile,
email: carlos.gonzalez@uda.cl
Recibido: diciembre de 2015. Aceptado: junio de 2016.
8 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017

Berenguer et al. (2005, 2011a) y de Castro et al. (2004), en el valle medio de Cañete; Julien (2012) y Pino (2016)
que analizan algunos tramos en el Norte Grande. analizando el camino del Chinchaysuyu y las observaciones
Asimismo, destacan el trabajo de Muñoz y Chacama de Chacaltana (2010) acerca del rol de los tambos. Junto
(2006) en los Altos de Arica, de Santoro et al. (2010) en a lo señalado, se encuentra el trabajo de Topic y Topic
el extremo norte de Chile y de Castro y Varela (2000) (2013) en relación con las redes y rutas preincaicas del
en el Loa superior. También son relevantes los artículos norte del Perú; la redefinición del término kallanka de
monográficos de Uribe y Cabello (2005), Uribe y Urbina Barraza (2010) y su vínculo con los tampus y los deta-
(2009), como de Méndez (2007), en torno al estudio lles de Bar (2013), referidos a la afectación histórica de
de cerámica, arquitectura y lítica del camino inka del los caminos prehispánicos. Significativos son también
Alto Loa. Por su parte, Zori y Urbina (2014) entregan los numerosos informes del Proyecto Qhapaq Ñan del
algunas vinculaciones de la red vial inka con el sitio Ministerio de Cultura de Perú.
Tarapacá Viejo. A su vez, Sanhueza (2002, 2004, 2012) En Bolivia destacan los aportes de Avilés (2008),
visibiliza el papel de los hitos camineros (sayhuas) en la Ballivián et al. (2012), Gutiérrez (2005, 2012), Michel
creación de paisajes inkaizados en un espacio la Región (2011), Michel y Ballivián (2013) y Coben (2010). En
de Antofagasta. En tanto que, Garrido (2016) y Pavlovic Cochabamba, Sánchez (2012) trata la visualidad infor-
et al. (2012) contribuyen a la discusión, al igual que la mativa del camino y, en el sur de Bolivia, Manzo et al.
línea de investigación desarrollada por Stehberg (1995). (2011) correlacionan actividades con características
A la par, se conocen las propuestas de Jenkins formales de los restos inmuebles del camino. En Lípez,
(2001) y Matsumoto (2008) para analizar el camino, a Nielsen et al. (2006) definen el trazado del Qhapaq Ñan
las que no adherimos por su determinismo. En tanto, en y su incursión hacia Chile, discutiendo sobre circulación
Sudamérica sobresalen en la problemática las síntesis de de bienes y prácticas rituales camineras. Valga señalar
Raffino (1981: 201-240), López (2014), Lumbreras (2014), la investigación de Erickson (2000) en Bolivia, desde la
Matos (2015), Matos y Barreiro (2015) y los trabajos de teoría vial, aunque no abarca el camino inka. Por últi-
difusión de Berenguer et al. (2011b), así como los de mo, en Ecuador figuran los trabajos de Fresco (2004),
Sanhueza et al. (2011). De la misma manera, se regis- Hocquenghem et al. (2009), Sistrunk (2010), Almeida
tran las contribuciones metodológicas para el camino (2015) y el estudio de caminos antiguos de Lippi (2000)
de López (2013), Juillard (2007, 2009) y Casaverde y en el Pichincha Occidental.
López (2009, 2010); estos últimos identifican también Aun considerando estas investigaciones y los cre-
estructuras ortogonales del camino (Casaverde & López cientes registros arqueológicos del camino en Sudamérica,
2013). En Argentina se distinguen las especificaciones observamos todavía una indefinición conceptual y el
teóricas y metodológicas de Raffino (1981), Vitry (2000, uso por convención de ciertos términos –p. e., tambos
2004, 2007), Moralejo (2011) y Moralejo y Gobbo y chasquiwasis–, dando cuenta, desde nuestro punto
(2015), para el tratamiento del camino en el Noroeste de vista, de un tema no tratado adecuadamente en el
Argentino. A ello se agrega el estudio de Fernández Do proceso investigativo del Qhapaq Ñan.2 A raíz de esta
Rio y Ochoa (2010) en la Quebrada de Humahuaca. situación, consideramos que la nomenclatura existente
Del mismo modo, en el centro oeste argentino están sobre el sistema vial inka es más funcional que defini-
los trabajos sistemáticos de Bárcena (1993-1998, 2002; toria, con una fuerte incidencia del enfoque historicista
por mencionar algunas de sus obras), García (2011) y (sensu McEwan 2006). Esto se une a la falta de discusión
Martin (2010, 2015a, 2015b). sobre qué se entiende por un camino arqueológico, como
En Perú se cuentan las investigaciones de Matos también respecto a la conceptualización teórica de la
en Junín (1992); Coello (2000) en San Damián; Kendall totalidad de los componentes arqueológicos del Qhapaq
(2000) en Ollantaytambo; las reflexiones geográficas Ñan, problemática que analizaremos en futuros trabajos.
inkaicas de Saintenoy (2013) desde un camino del Por consiguiente, en este ensayo se presentan y
Apurimac; las aportaciones de Amado (2015a [2014], discuten, sucintamente, determinados antecedentes
2015b [2014]) en Cusco; Astuhuamán (2010) en la Sierra terminológicos de la investigación arqueológica contem-
de Piura; Serrudo (2002, 2010) en Taparaku y Haytara; poránea del Qhapaq Ñan en Sudamérica. Igualmente,
Ordóñez (2013) en el tramo de Huánuco Pampa a Ta- se exponen y analizan las definiciones en torno a qué
paraco; Cavero (2014) en Ayacucho; Casaverde (2015) comprendemos por un camino arqueológico, detallando
Arqueología vial del Qhapaq Ñan en Sudamérica / C. González 9

algunos aspectos clasificatorios de los caminos inkas, en


la dirección de aportar a una arqueología vial del Qhapaq
Ñan desde el ámbito teórico y conceptual.

¿QUÉ ES UN CAMINO ARQUEOLÓGICO?

Como señalamos, la explicitación sobre qué se con-


ceptualiza cuando se alude a un camino arqueológico
corresponde a una faceta poco tratada en la literatura
especializada en Sudamérica, salvo por destacados tra-
bajos orientados a expresiones viales preferentemente
prehispánicas e inkas (Hyslop 1984; Schreiber 1984,
1991; Oyuela 1990; Beck 1991; Wallace 1991; Cardale
de Schrimpff 1996; Cardale de Schrimpff 2000; Erickson
2000; Herrera 2000; Lippi 2000; Vitry 2000, 2004, 2007;
Castro 2004; Castro et al. 2004; Fresco 2004; Isbell &
Vraninch 2004; Berenguer et al. 2005; Botero 2006,
2007, 2008; Avilés 2008; Pimentel 2008; Sánchez 2008;
Juillard 2009; Manzo et al. 2011; Moralejo 2011; Rivera
2011; entre otros). Concomitantemente, encontramos
estudios dedicados al tráfico caravanero (Núñez 1976;
Núñez & Dillehay 1995 [1979]; Nielsen 1997; Núñez
Figura 1. Ejemplo de “culunco” ecuatoriano. Parque arqueológico
& Nielsen 2011; entre otros), que también aportan a la y ecológico Rumipamba, Quito, Ecuador (fotografía de Dinora
problemática de la vialidad prehispánica. Vergara, 2013). Figure 1. Example of an Ecuadorian “culunco”.
Siguiendo estos textos, es factible desarrollar una línea Rumipamba Archaelogical and Ecological Park, Quito, Ecuador
(photo by Dinora Vergara, 2013).
de entendimiento sobre la vialidad, comenzando desde las
expresiones materiales de las rutas. En esta perspectiva,
en un estudio de caminos arqueológicos de Colombia 19-36; Fresco 2004; entre otros). Esto es importante
se menciona que una senda, trocha o vereda se origina de considerar, porque en el contexto del camino inka
primero como la expresión morfológica de una huella, una senda constituye una vía de comunicación y una
“producida por el desgaste erosivo del suelo, en respuesta expresión física no menor dentro de este sistema vial,
al continuo tránsito, ya sea del hombre o de animales, por como lo corroboran Berenguer et al. (2005) en el Alto
una franja de camino determinada. La presencia de un Loa, Chile, y como lo comprobamos en un extenso
móvil, a través de una huella física, introduce el concepto tramo del desierto meridional de Atacama (González
de vía de comunicación” (Correa 2000: 32). 2007) (figs. 2 y 3).
En una dirección similar, se indica que las sendas Si bien en Chile apreciamos una conceptualización
pedestres de las rutas tradicionales de los Andes ecua- inicial sobre los caminos inkaicos (Castro et al. 2004;
torianos, conocidas como chaqui ñan o camino de pie Berenguer et al. 2005), en Colombia, ante la convivencia
(Lippi, comunicación personal 2016), son formadas por de caminos prehispánicos e históricos, Botero sostiene
el paso reiterativo de viajeros y animales (Fresco 2004: que existen vaguedades sobre el término camino:
20). Dentro de ellas están los culuncos (Lippi 2000),
nombre de las zanjas o trincheras profundas, angostas y El concepto mismo de camino, vía de comunicación, ruta,
erosionadas, de data preinkaica (fig. 1), implementadas trocha o sendero, toma muy distintas connotaciones, no sólo
por los Yumbos o culturas más antiguas y reutilizadas, en cada uno de los autores sino a lo largo de los mismos
textos; en general, estas palabras y categorías se utilizan como
probablemente, en el marco del Ingañan (Lippi, comu-
sinónimos –cuyo uso, la mayoría de las veces, es valorativo
nicación personal 2016); evidencias que se suman al y no descriptivo–, y prácticamente en ningún caso se realiza
reconocido Qhapaq Ñan ecuatoriano (Hyslop 1984: una definición explícita de ellas (Botero 2006: 267).
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Figura 2. Senda del Camino Inka en dirección al sureste. Pampa del Carrizo, Región de Atacama (fotografía de C. González, 2012).
Figure 2. Path of the Inka Trail, toward the Southeast. Pampa del Carrizo, Atacama Region (photo by C. González, 2012).
Arqueología vial del Qhapaq Ñan en Sudamérica / C. González 11

funcionalista. En tanto, otros acercamientos refieren


que la generación de paisajes, entre ellos los caminos
y los senderos, debe ser entendida en el marco de los
sistemas de pensamiento (Erickson 2000: 316-317, en
Sánchez 2008: 38). Complementariamente, se postula
dentro de la teoría caminera que las huellas, las sendas
y los caminos deben ser comprendidos como paisajes
en movimiento (Snead et al. 2009). Con anterioridad
se planteaba, en un trabajo pionero en Chile (Massone
1980: 4), que las redes viales constituían una persistente
trama de vínculos o estructuras de movimientos, con
un extenso rango temporal.
Para Fournier (2006: 27), senderos, caminos y rutas
son una expresión formal que los grupos emplean para
organizar el espacio social desde lo geográfico. Más bien
diríamos junto a lo geográfico, ya que “lo social” y “lo
espacial” son caras opuestas de una misma moneda según
Berenguer (2004: 20), retroalimentándose mutuamente
y definiendo una dialéctica socioespacial (Pillet 2004:
150). Tomando en cuenta estas consideraciones sociales
de los caminos, concordamos con Erickson (2000: 17)
al señalar que:

Los caminos encauzan y dirigen la actividad humana de una


Figura 3. Senda del Camino Inka en cerro Indio Muerto, El manera cultural apropiada. Los caminos son “un modelo
Salvador, Región de Atacama (fotografía de C. González, 2004). de” y “un modelo para” una sociedad, puesto que son un
Figure 3. Path of the Inka Trail in cerro Indio Muerto, El Salvador, elemento de la fisonomía permanente del ambiente. En
Atacama Region (photo by C. González, 2004). este sentido, los caminos no son un simple “reflejo” de las
instituciones sociales, políticas, económicas y culturales sino
que más bien cumplen un papel activo en, la estructura de
la vida diaria de las personas y de los grupos (Tilley 1994;
Para el desierto de Atacama se menciona un tipo Ingold 1993; Bender 1998).
de camino prehispánico anterior al Inka, los senderos
simples y múltiples del tipo rastrillo (Muñoz & Briones A partir de estos postulados, nuestra definición de ca-
1996: 55-56). Por otro lado, Berenguer et al. (2005) fun- mino arqueológico, incluyendo al Qhapaq Ñan, precisa
damentan conceptos como ruta, vía, senda y sendero, al que un camino de esta naturaleza es:
igual que Casaverde y López (2009, 2010, 2013) en Perú,
que definen segmento, tramo, subtramo, camino reconocido, 1. Producto de las prácticas sociales del pasado y posee
trazo de camino y posible ruta de camino; términos que una identidad singular; genera interrelaciones y
son utilizados en una guía de relevamiento caminero significados sociales, no necesariamente uniformes.
(López 2013: 70-72). Previamente, Hyslop (1992: 39-40)
reconocía tramos con elementos constructivos y trazas 2. Como expresión vial, material e inmueble de las
originales intactos y tramos únicamente con la traza intacta. interacciones humanas, un camino en sus distintas
Desde las definiciones funcionales se ha determinado manifestaciones (sendas, senderos y caminos como
que un camino corresponde a una evidencia física, mate- tales) es constitutivo de toda sociedad, sin ser ex-
rial, de una ruta de viaje que posibilita la comunicación clusivo de una determinada formación sociopolítica
entre puntos o áreas de actividad (Trombold 1991: 3). (p. e., Estado).
Realidad innegable, pero que remite un camino solo a
la infraestructura (Argounova-Low 2012: 201) y obvia 3. Un rasgo lineal, inmueble, superficial –con la salve-
su gravitación simbólica, enfatizando una perspectiva dad de los culuncos o los “canalones” colombianos
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(Cardale de Schrimpff 1996: 9)– y comúnmente Asimismo, un camino articula en forma simétrica:
visible de una vía de comunicación que ha modificado
una franja extensiva de terreno, contemplando de 12. Una ruta específica, definida secuencial y espacial-
uno a varios espacios y adquiriendo características mente.
monumentales, en términos de creación significativa.
13. Las expresiones materiales de una vía: sendas y/o
4. Ha sido concebido en un evento –o etapas sucesi- huellas, senderos y caminos que tienen un carácter
vas– por una o varias comunidades, relacionadas “inherentemente performativo” (Turnbull 2007:
con fines políticos, económicos y ceremoniales. 143).

5. En el caso de sucesivos entramados viales, estos traen 14. La presencia o ausencia de construcciones aledañas,
consigo la yuxtaposición de diferentes narrativas, evidencias muebles diversas, entre otras.
desarrolladas en el marco de paisajes en movimiento
(Snead et al. 2009), que son pluridiscursivos. 15. El recorrido pedestre sensoexperiencial de las personas
que transitan bajo definidas pautas culturales –entre
6. Conceptualizado como un espacio multidimensional, ellas su funcionalidad–, con una particular narrativa
un camino interrelaciona continuamente espacios social y en un período limitado de tiempo. Por narra-
geográficos, paisajes culturales y entornos sociales tiva entendemos no solo los motivos personales de un
diversos (Manzo et al. 2011: 138-139). viaje (Argounova-Low 2012: 195-198), sino también
los códigos culturales de un grupo de viajeros y la
7. Vincula fundamentalmente personas, asentamientos, información para otros; aspectos difíciles de pesquisar
actividades y lugares –relacionales, de identidad e arqueológicamente en sociedades desaparecidas. Sin
históricos (Augé 2004: 83)–, en tiempo(s) y espacio(s) embargo, compartimos el planteamiento de que un
determinado(s).3 camino sintetiza y dinamiza una concreta narrativa
social espacializada (Turnbull 2002).
8. Conecta territorios, posibilita el transporte y la
circulación de bienes y productos, al igual que los Comprendemos un camino arqueológico en un sensu
intercambios entre distintas sociedades. lato y no moderno, puesto que: “En su acepción in-
genieril, se habla de camino cuando ocurre un hecho
9. Puede representar un instrumento de dominación constructivo, esto es, la conformación de una banca, una
en un contexto histórico específico. calzada y un sistema de drenaje” (Correa 2000: 32). De
ahí que nos distanciemos de tipologías deterministas
10. Responde a un solo propósito o a un conjunto de e interpretativas de rutas informales y formales, y de
objetivos, manifestando un uso restrictivo o colectivo, las subdivisiones de estas últimas como “caminos” y
aunque por lo general cumple fines comunitarios “calzadas” (Trombold 1991: 3), que parten de una pers-
de largo plazo. pectiva ingenieril y moderna. Para nosotros, un camino
arqueológico engloba distintas manifestaciones de na-
11. Como testimonio arqueológico, se presenta habi- turaleza vial: senda, senderos y caminos propiamente
tualmente inactivo. También puede ser ocupado con tales, diferencias que responden a nociones descriptivas,
posterioridad a su activación inicial, modificado en de acuerdo a su materialización específica como vía de
distintas etapas o reutilizado a lo largo del tiempo comunicación en términos arqueológicos. En conjunto,
en términos de su ruta, especificando en propie- apuntan frecuentemente a un sistema caminero, con sus
dad un itinerario cultural (Suárez-Inclán 2003; particulares denotaciones y connotaciones.
Martorell 2003a, 2003b, 2008; Martínez, G. 2009; Concuerdan con lo dicho Botero (2007: 344), Huiliñir
Martínez, C. 2010; Feliú 2011), tal como acontece (2015) y Gabelmann (2015). Esta última autora indica,
con el otrora Qhapaq Ñan en varios lugares de la desde un estudio etnoarqueológico en Bolivia, que: “Los
Sudamérica andina.4 caminos transitados se presentaron en una variedad
inmensa y poco formalizada” (Gabelmann 2015: 45). Por
Arqueología vial del Qhapaq Ñan en Sudamérica / C. González 13

otra parte, Huiliñir precisa en una investigación sobre longitudinales, transversales y laterales) permitía, además
senderos pehuenches en Chile que: “Los caminos –o rüpü de comunicaciones internas expeditas y el transporte
para los pehuenches– constituyen un concepto global que de recursos, una visión integrativa.
remite a las redes viales en su conjunto” (Huiliñir 2015:
62). En esta misma línea, Matos (2015: 12) señala con Características y clasificaciones
respecto al Qhapaq Ñan que: “Ñan es palabra quechua
y significa camino; cualquier tipo de camino, desde los La filiación inka de un camino es plausible gracias a las
pequeños senderos, casi imperceptibles, hasta las vías características del trazado y a la asociación con cons-
formales, construidas con alta ingeniería”. Hyslop (1984: trucciones y materialidad mueble distintiva (Hyslop
3) entendía el camino inka desde estas definiciones. 1984, 1991: 31-32). Igualmente, se acepta que un camino
Retomaremos esta discusión más adelante. inkaico incluye cualquier ruta con o sin formalización
constructiva utilizada en época inka y relacionada con
sitios del Estado inka (Hyslop 1992: 32).
DEFINICIONES Y ALCANCES DEL CAMINO Por nuestra parte, entendemos por ruta el rumbo
INKAICO o derrota de un viaje (drae 1997: 981), el itinerario
(Berenguer et al. 2005: 14), que puede integrar una o
Esta red de caminos era conocida como Qhapaq Ñan, varias vías de comunicación y tráfico, no necesariamente
Inka Ñan o Jatun Ñan, conceptos quechuas traducidos implementadas en un mismo tiempo. Estas vías, reco-
como Camino Real, Camino del Inka o Camino Común, rridas en forma regular y pedestre, son las expresiones
respectivamente (Gonçalez Holguín 2007 [1608]: 120, físicas de la ruta inka, las cuales pueden desglosarse
148, 280), los cuales se ocupan como términos sinoní- en: camino –calzada en un sentido lato– (despejado,
micos.5 Ellos pueden englobarse en una denominación amojonado, empedrado, etc.; Raffino 1981; Hyslop
generalizada desde el siglo xvi: Camino del Inka (Pease 1984; Vitry 2004; entre otros); senda (huella estrecha
2007: 86). Debe su nombre por pertenecerle simbólica y formada por el tránsito de personas y animales) o sendero
efectivamente al Sapaq Inka (Çapay Inca çapay apu. El (generalmente tropero y marcadamente geomórfico;
rey desta tierra; Gonçalez Holguín 2007 [1608]: 77). Su Berenguer et al. 2005: 14); presentándose en distintas
importancia era tal que: “toda la estructura del Imperio combinaciones dentro del Qhapaq Ñan (Fresco 2004;
se apoyaba en esta red de caminos que no tiene réplicas Berenguer et al. 2005; Juillard 2009; Manzo et al. 2011;
entre los estados antiguos de la humanidad” (Raffino Moralejo 2011; entre otros). Estas especificaciones han
et al. 2001a: 494). Su funcionamiento se consolidó en explicitado la variabilidad del sistema vial inkaico,
el siglo xv y estaba formada por al menos 23.000 km pero también se han destacado estas diferencias por
(Hyslop 1992: 19), ocupando un gran número de rutas las condiciones disímiles del terreno andino (McEwan
preexistentes de diversas sociedades andinas y activando 2006: 115; Regal 2009 [1936]). Si bien constituyen un
otras. Tradicionalmente se mencionan dentro del Qhapaq factor a tomar en consideración, no representan una
Ñan: “dos rutas principales que tienen una dirección condición sine qua non para sostener las característi-
general N-S; el camino de “La Sierra”, que transcurre cas variables de los caminos inkas, por su orientación
por la cordillera de los Andes, altiplano de Bolivia y unicausal y logística.
Noroeste Argentino y el de “La Costa”, que lo hace por Desde nuestras concepciones, junto con sortear
el poniente de Los Andes, entre el Océano Pacífico y las distintos escenarios geográficos, lo cual es patente, el
montañas” (Raffino et al. 2001a: 494). Camino del Inka se desenvuelve con los espacios geo-
En términos funcionales, Dillehay y Netherly (1998 gráficos y los paisajes culturales (sensu Snead et al. 2009),
[1988]: 17) especifican que: “Como D’Altroy y Earle (1985), representando elementos significativos para comprender
Hyslop (1984) y Morris (1972) lo han demostrado, las conceptualmente un territorio y una geografía sagrados
redes camineras guiaron la expansión del estado mediante para los inkas (Rostworowski 1986; Schobinger 1986;
la construcción de asentamientos a lo largo de las rutas Regalado 1996; Van de Gutche 1999; Bauer 2000; Vitry
por las cuales los recursos eran transportados hacia las 2000, 2007; Sanhueza 2002, 2004, 2012; Santillana 2012;
áreas interiores o hacia otras fronteras del estado”; así Saintenoy 2013; Pino 2016; entre otros); conjunción que
se subraya que la infraestructura vial inkaica (caminos se expresa en el marco de una ritualidad paisajística (Gil
14 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017

2008), que debe pesquisarse para cada caso. Dentro de pilas de piedras; caminos con muros laterales en piedra,
este contexto, y de acuerdo a la acotada duración del adobe o tapia; caminos con bordes señalizados por hi-
Tawantinsuyu, se comprende que: “la definición de un leras simples de piedra; y rutas con trazas despejadas,
paisaje sagrado era un proceso dinámico, como lo fue con muros de retención y zigzags. Estas expresiones
en el valle del Cuzco” (Julien 2012: 157), por lo que el camineras recorrían y trasponían una serie de accidentes
camino actúa como un instrumento, siguiendo a Julien naturales de la geografía andina, como lo hacían también
(2012: 164), de ingeniería sociopolítica. puentes y túneles (Rowe 1946: 232-233; Thompson &
A partir de lo anterior, el camino inkaico opera Murra 1966; Regal 1972; Mellafe 1983; Hyslop 1984:
fundamentalmente para el viajero como un derrotero 317-334, 1992: 215-244; Raffino et al. 2001b; Raffino et
simbólico, ritual, experiencial y relacional –en términos al. 2006; Stehberg & Sotomayor 2012: 103).
diferenciadores– con las poblaciones locales, constitu- Raffino (1981: 202-205) presenta una clasificación
yéndose también en un símbolo de poder y territoria- instrumental y descriptiva para los caminos inkaicos de
lidad inkaica, junto a sus funciones preeminentes. En los Andes del sur, consistente en: despejado; despejado
consecuencia, el camino vincula experiencialmente y amojonado; encerrado por muros (y con graderías);
el mundo fuera del Cusco con el centro del poder del empedrado; adoquinado (con o sin desagüe); con
Tawantinsuyu (Kaulicke 2004: 337). Por eso compartimos taludes; escalonado y con rampas. Vitry (2004) anexa
que: “El camino es para ser visto desde fuera y desde amojonamiento lateral en llanuras, en cornisas o en
dentro, al pisarlo, al transitarlo, al vivirlo” (Fonseca & zonas de transición entre llanura y cornisa; muros de
Alonso 2006: 2). Por consiguiente, concebimos el camino contención o retención, muros de protección; elimina
inkaico como un espacio ideológicamente experimentado el adoquinado; incorpora el escalonado con curvas, los
(sensu Ananchev 2013). empalmes, drenajes en función del camino (canales
En la red vial inka se han destacado los caminos y acequias) y caminos con estructuras asociadas. Se
empedrados o pavimentados con piedras y lozas hori- agregan la calzada sobreelevada o terraplén y las gradas
zontales, debido a las menciones de algunos cronistas o zigzagueo (Manzo et al. 2011: 63).
y su alta frecuencia en el núcleo cusqueño (Rowe 1946: Estas definiciones se expresan también en combi-
230) y las tierras altas (Nair & Protzen 2015: 216). Sin naciones y particularidades, como lo singulariza Sánchez
embargo, se han registrado en otros sectores de Perú (2008: 229) para Cochabamba: “camino afirmado de
(López 2013: 95-96), como también en Ecuador (Fresco tierra, camino con borde alzado con uno o dos bordes
2004), Bolivia (Manzo et al. 2011) y, minoritariamente, de piedra, camino empedrado, camino amurallado,
en Argentina (Raffino 1981, 1991; Vitry 2004) y Chile camino amurallado y empedrado, camino con rampa
(Santoro 1983; Castro 1992; Santoro et al. 2010). Los en ladera y empedrado, camino con rampa en ladera
caminos empedrados fueron relativamente cortos, con y muro lateral, camino empedrado con escalinatas”.
excepciones, implementándose desde tiempos preinkaicos Por su parte, Regal (2009 [1936]) reconocía las
en los territorios húmedos (Lumbreras 2014: 35). Con variabilidades del camino por el propósito de acortar
esta clase de caminos en Perú se encuentran canales distancias y atravesar accidentes geográficos, desta-
de desagüe o alcantarillas (Rowe 1946: 230; Cavero cando el trazado en línea recta como rasgo principal.
2014: 479), presentes también en Ecuador, Bolivia y Generalmente se destaca la existencia de caminos y
Chile (Muñoz & Briones 1996: 57; Jaimes & Gutiérrez senderos, argumentando que el Inka los utilizó como
2000: 237; Fresco 2004: 36-37; Avilés 2008: 196-200; expresiones físicas para definir su vialidad, “y en muchos
Hocquenghem et al. 2009: 59, 75, 77; Manzo et al. 2011; casos la misma ruta varía desde un camino formalmente
Sánchez 2011).6 Otro dato que podemos mencionar, aun construido a un simple sendero dentro de unos pocos
cuando no era una práctica generalizada, es la presencia kilómetros” (Hyslop 1991: 29) (figs. 4, 5, 6 y 7).
de empedrado en tramos cercanos a los núcleos pobla-
cionales (Santoro 1983: 50). De vías formales e informales a caminos
Aparte de las vías con trabajos empedrados en el principales y secundarios
Qhapaq Ñan, Hyslop (1984: 225-229, 240-242; 1992:
58-65) reconoce: hileras de postes de madera; hileras Desde las especificaciones tipológicas, se define que los
de piedras; sendas en la arena; caminos señalizados por caminos corresponden a rutas formales, planificadas,
Arqueología vial del Qhapaq Ñan en Sudamérica / C. González 15

generadas por sociedades “complejas”, mientras que los


senderos son considerados expresiones materiales de
rutas informales, no planificadas, siendo manifestacio-
nes camineras de sociedades de “menor jerarquización
social” (Pimentel et al. 2007: 353; cf. Earle 1991, 2009;
Trombold 1991). Erickson (2000: 17) sigue en parte estas
determinaciones en su trabajo de caminos prehispánicos
de la Amazonía boliviana: “Defino a los caminos como
estructuras formales, demarcadas claramente, hechas
de una variedad de materiales, que conectan «lugares»
definidos culturalmente. En contraste con los senderos,
los caminos son planeados deliberadamente, con límites
o bordes y a menudo son detalles importantes de la
configuración del paisaje”.
Sin embargo, para un caso particular en Jujuy,
Argentina, Cruz y Jara (2011: 90) mencionan que el
reconocimiento de caminos y senderos no fue siempre
obvio; un problema arqueológico real, pero que también
parte de las definiciones teórico-metodológicas que se
adopten. En lo que se refiere a Chile, constatamos el
uso de las categorizaciones formales e informales en
arqueología vial (Pimentel et al. 2007: 352-353), como
en un análisis etnográfico de senderos pehuenches con-
temporáneos (Huiliñir 2015). En el caso del Qhapaq Ñan,
una senda de características informales forma parte de
Figura 4. Camino del Inka en Llano de San Juan, El Salvador.
las rutas inkaicas, reconociéndose como un “camino” en Angosta senda rectilínea con alineamiento unilateral de piedras
términos conceptuales y no modernos. Aquí coincidimos (amojonado) (fotografía de C. González, 2012). Figure 4. Inka
con Juillard (2009), cuando indica que materialmente Trail in Llano de San Juan, El Salvador. Narrow, straight path with
hablando es difícil probar la incidencia de planificación a one-side alignment of stones (photo by C. González, 2012).
en términos arqueológicos, debido a que la preparación
física de un camino no implica necesariamente una
planificación. Además, conceptos como planificación
y construcción de caminos presentan variaciones de
una sociedad a otra. En consecuencia, creemos que
la estricta división interpretativa entre vías formales e
informales –no la especificación descriptiva– responde
a una noción generada desde el presente, a partir de
supuestos teóricos derivados de una actual vialidad en
términos referenciales, categorizando dicotómicamente
la variabilidad cultural vial de distintas sociedades
prehispánicas e indígenas.
Una concepción disímil de las clasificaciones
modernas de caminos la ejemplificaban los lupaqas.
De acuerdo a Bertonio (en Sánchez 2008: 107-116), se Figura 5. Camino del Inka, Región de Atacama. Corresponde a
reconocían tres tipos de caminos o thaqui: un “camino la senda por donde transita el autor, demarcada por dos hitos y
senderos troperos (fotografía de Christian Vitry, 2010). Figure
angofto”, llamado Hucchufa, kullko; un “camino ancho”,
5. Inka Trail, Atacama Region. The author walks along the path,
denominado Haccancca thaqui; y el “Camino Real” o tupu, demarcated by two stone landmarks, and parallel trails for beasts
relacionado con el accionar inka. Por consiguiente, para of burden (photo by Christian Vitry, 2010).
16 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017

Figura 6. Senda en dirección suroeste, Camino Inka San Pedro de Cachiyuyo. Noreste de Inca de Oro, Región de Atacama (fotografía de
C. González, 2013). Figure 6. Path toward the southwest, Inka Trail, San Pedro de Cachiyuyo. Northeast of Inca de Oro, Atacama Region.
Arqueología vial del Qhapaq Ñan en Sudamérica / C. González 17

los lupaqas las diferencias tipológicas de los caminos


no son definitorias para establecer una división entre
caminos y vías informales; menos para ser interpre-
tadas equivalentemente con sociedades “complejas” o
“simples”. Para los lupaqas todos ellos eran caminos,
independientemente de la presencia o ausencia de
formalización constructiva.
En una línea coincidente con nuestros plantea-
mientos críticos, Erickson (2000: 37-38) refiere que:

Las redes formales de caminos a menudo han estado ligadas


a organizaciones socio-políticas complejas tales como caci-
cazgos y estados en una perspectiva evolutiva (Earle 1991;
Trombold 1991a; Spencer & Redmond 1998; Heckenberger
1996). La planificación, construcción, uso y mantenimiento
de los terraplenes y otros trabajos de tierra estuvo necesari-
amente centralizada bajo un estado o cacicazgo. Creo que
sería un error equiparar a los terraplenes formalizados con
estados y a los caminos informales con sociedades simples.
La organización laboral y las técnicas de ingeniería para
construir terraplenes no estaban más allá de la capacidad
de grupos comunitarios pequeños.

Por estas razones, nos parece riesgoso equiparar con-


cretas manifestaciones arqueológicas camineras con
Figura 7. Camino del Inka, Región de Atacama. Traza despejada y
formaciones sociopolíticas específicas (Earle 1991, 2009). con amontonamientos laterales (fotografía de C. González, 2006).
Esto no quiere decir que neguemos la existencia de estas Figure 7. Inka Trail, Atacama Region. Cleared path with side stone
definiciones, pero ellas parten de una correspondencia accumulations (photo by C. González, 2006).
determinista y generalista, que restringe los “caminos”
solo a Jefaturas y Estados, descartándolos de otra clase
de sociedades (Earle 2009: 259, 268-269). Al respecto, Similar situación puede establecerse para las cla-
cabe precisar que el Qhapaq Ñan presenta en Sudamérica sificaciones de caminos de primer o segundo orden,
una diversidad de expresiones físicas viales, tanto de las primario y secundario, principales y menores, reales y
llamadas vías formales como informales (Raffino 1981; secundarios (Rowe 1946: 229-230; González 1980: 70-
Niemeyer & Rivera 1983; Santoro 1983; Hyslop 1984; 71; Raffino 1981: 214-217; Agurto 1987: 38-40; Hyslop
Hyslop & Rivera 1984; Lynch & Núñez 1994; Stehberg 1992: 106-125; D’Altroy 2003: 290; entre otros). En una
1995; Vitry 2000; Raffino et al. 2001a; Castro et al. 2004; posición distinta, Coello y Díaz (1995: 132) sostienen
Fresco 2004; Berenguer et al. 2005, 2011a; Muñoz & que especificar cuáles caminos inkaicos son principa-
Chacama 2006; Nielsen et al. 2006; González 2007; les o primarios y regionales o secundarios constituye
Avilés 2008; Sánchez 2008; Hocquenghem et al. 2009; una difícil respuesta. Martin (2002-2005: 33) también
Santoro et al. 2010; Manzo et al. 2011; Moralejo 2011, cuestiona estas definiciones, proponiendo el uso de
2012; Pavlovic et al. 2012; López 2013; entre otros). Lo categorías que no manifiesten jerarquías. Postulado
anterior no implica una derivación evolutiva de sen- que compartimos, porque estos criterios dependen, por
deros a caminos (Earle 1991), sino más bien denota las lo general, del soporte interpretativo de los cronistas
características de un sistema vial estatal, premoderno, (Rowe 1946; Iribarren & Bergholz 1972-1973; Gon-
con sus particularidades regionales y locales. De esta zález 1980; Raffino 1981; Hyslop 1984; D’Altroy 2003;
manera, el Qhapaq Ñan connota el poder del Inka y la Hocquenghem et al. 2009; entre otros), con los sesgos
síntesis de antiguas tradiciones andinas, subsumiendo que ello implica (Ramírez 2008: 7). Sin embargo, esto
en muchos casos las rutas y los caminos de las socie- no le resta importancia a las fuentes etnohistóricas. En
dades preinkaicas. este sentido, nuestras observaciones se dirigen más bien
18 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017

7.150.000 REGIÓN DE ANTOFAGASTA

Quebrada del Carrizo

REGIÓN DE ATACAMA Pampa del Carrizo

Quebrada del Ochenta


Quebrada de Doña Inés Chica Cachiyuyo
7.100.000

EL SALVADOR
Cerro Indio Muerto
Llano San Juan

DIEGO DE ALMAGRO Río de La Sal


Pampa del Inca
Sierra Caballo Muerto

Probable Ruta Transversal


7.050.000
Quebrada de Chañaral Alto

INCA DE ORO

Tres Puntas

Quebrada Salitrosa
7.000.000 Medanoso

Llano de Llampos
ARGENTINA

Llano La Brea Llano de Chulo


COPIAPÓ

COPIAPÓ
0 40 km

6.950.000
350.000 400.000 400.500 500.000

SIMBOLOGÍA

Ruta Inka prospectada y Camino Lateral Qhapaq Ñan Proyección Camino Lateral
reconocida en la Región de Atacama

Figura 8. Reconstrucción de la ruta inkaica longitudinal en la Región de Atacama, con la ubicación de un camino lateral y una probable
ruta transversal inka. Figure 8. Reconstruction of the original Inka route in the Atacama Region, including the location of a lateral road
and a probable transversal Inka path.
Arqueología vial del Qhapaq Ñan en Sudamérica / C. González 19

Figura 9. Senda angosta y recta del Camino Inka, al norte del oasis de Finca de Chañaral, Región de Atacama (fotografía de C. González,
2015). Figure 9. Narrow, straight path of the Inka Trail, north of the Finca de Chañaral oasis, Atacama Region (photo by C. González, 2015).

a la ponderación y contrastación del dato etnohistórico una extensión de más de 170 km desde la quebrada del
(Kaulicke 2004: 332) con un registro arqueológico re- Carrizo por el norte a Copiapó por el sur (fig. 8). Prácti-
flexivo, que no parta de supuestos y evite definiciones camente no presenta construcción formal ni un ancho de
funcionales a priori, tipologistas, como por ejemplo, en 3 o 4 m, sino menos, predominando una angosta senda
el caso de los tampus. de menos de 1 m en casi todo su trayecto (figs. 9 y 10).
En el ámbito clasificatorio, Hyslop refiere otro Debido a estas características, y siguiendo a Hyslop,
punto para sostener la relevancia de un camino inka en sería secundario. No obstante, este extenso tramo forma
el Tawantinsuyu, el ancho: “Los caminos inkaicos que parte del camino longitudinal inkaico que viene de San
sabemos de menor importancia (ver la sección siguien- Pedro de Atacama, atraviesa el Despoblado de Atacama
te), se caracterizan por dos factores relacionados con su y llega a Copiapó (González 2007), correspondiendo
ancho. Por un lado, estos caminos rara vez tienen más al denominado “camino de la Costa” o de los “Llanos”
de 3 o 4 metros de ancho; y por el otro, largos tramos (Sanhueza 2002: 106).
de los mismos son frecuentemente de construcción no Para Hyslop (1991: 30), los grandes caminos con
formal” (Hyslop 1992: 106). un ancho considerable y frecuente pavimentado podrían
Estas apreciaciones no pueden extenderse a toda tener una significancia simbólica en un sentido político.
la vialidad estatal inka (p. e., Martin 2002-2005: 33). Así Creemos que no solo los caminos anchos y pavimentados
lo atestigua el Qhapaq Ñan del extremo meridional del tendrían esa connotación, sino todos los caminos del
desierto de Atacama que estamos investigando. Presenta Tawantinsuyu, con independencia de sus características,
20 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017

tamaños, anchos y funciones. Efectivamente, todos ellos


conforman un sistema vial con diferencias sintácticas y
pragmáticas, pero con una misma orientación semántica,
son los caminos del Sapaq Inka.

COMENTARIOS FINALES

Las determinaciones analizadas en este trabajo se han


asumido no solo como herramientas descriptivas, cla-
sificatorias, en la arqueología vial sudamericana –salvo
las excepciones señaladas–, sino como argumentos
interpretativos para efectuar el reconocimiento positivo
o negativo de “caminos” y para categorizar vías inkaicas
de diversa morfología. Por lo mismo, consideramos
que las estrictas tipologías entre rutas formales e infor-
males, como de caminos de primer o segundo orden,
primario y secundario, principales y menores, reales
y secundarios, han adquirido con el paso del tiempo
distinciones axiológicas.
Con lo tratado, no queremos dejar la impresión
de que objetamos la diversidad de caminos inkaicos,
una diferenciación local por usos (Sánchez 2008: 107)
Figura 10. Senda del Camino Inka, al norte de Copiapó, Región
o la utilización de análisis micro y macromorfológicos de Atacama (fotografía de C. González 2008). Figure 10. Path
de caminos (Trombold 1991: 4-6). Tampoco negamos of the Inka Trail, north of Copiapó, Atacama Region (photo by C.
la definición descriptiva de caminos, senderos y sen- González, 2008).
das como expresiones viales formales e informales,
las diferenciaciones entre caminos construidos y no Qhapaq Ñan entrega evidencias para una mejor com-
construidos (Juillard 2009) o la existencia de caminos prensión del sistema vial incaico. Asimismo, proporciona
inkas longitudinales, transversales y laterales, al contra- antecedentes que pueden incorporarse al entendimiento
rio de caminos principales y secundarios. Discutimos de una ocupación inka en cualquier lugar del otrora
la prevalencia de algunos elementos, explicitados a lo Tawantinsuyu.
largo de este trabajo, que fortalecen una visión analítica Considerando estos aspectos, nuestro propósito
arqueológica que uniforma y generaliza las caracterís- central apunta a particularizar progresivamente una
ticas viales del Qhapaq Ñan en Sudamérica. Refuerza arqueología vial orientada teórica, metodológica e
esta visión la lógica circular del enfoque historicista interpretativamente hacia el análisis de los testimonios
del Tawantinsuyu (McEwan 2006: 198) y el criterio de del Qhapaq Ñan y sus problemáticas. De esta forma,
autoridad de Hyslop (1984).7 Esta convergencia analítica destacamos en este ensayo algunos aspectos teóricos y
busca abordar las definiciones tipológicas, componentes, conceptuales, a partir de las especificidades sociales y
jerarquizaciones y funcionalidades del Qhapaq Ñan. culturales andinas del camino, distanciándonos de sus
Resulta indudable que las opiniones sobre el Camino preeminentes interpretaciones economicistas, como
del Inka se entrelazan con el entendimiento teórico e también de las comparaciones con otras expresiones
interpretativo de la ocupación inkaica y tardía, no nece- camineras imperiales (Roma, China), que presentan
sariamente inka, de un territorio determinado. Aunque características distintivas y connotaciones culturales
resulta innegable que la activación y funcionamiento diferenciadas (Hitchner 2012; Kim 2012; entre otros).
del camino obedece a una espacialidad impulsada por Con esto buscamos, junto al colectivo de “vialólogos”
el Inka, donde las poblaciones locales no son pasivas, dedicados al estudio del camino inka, subrayar las poten-
no es menos cierto que la focalización arqueológica del cialidades heurísticas de estas singulares manifestaciones
Arqueología vial del Qhapaq Ñan en Sudamérica / C. González 21

viales y precisar sus variabilidades regionales y locales, REFERENCIAS


las cuales representaron y posibilitaron, parafraseando
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R. Matos, J. A. Beltrán-Caballero & R. Mar, Eds., pp. 61-69.
Vitry, por vuestra amistad. A la Ilustre Municipalidad de Diego de
Cusco-Washington-Tarragona: Municipalidad del Cusco-nmai-
Almagro por su apoyo constante. A mi amiga Carmen Castells por
Smithsonian Institution-Universitat Rovira i Virgili. <https://www.
su ayuda. A Marianne Cardale de Schrimpff, Leonor Herrera, Sofía
academia.edu/22481682/EL_URBANISMO_INKA_DEL_CUS-
Botero, Ronald D. Lippi, Eduardo Almeida, J. Roberto Bárcena, Sergio
CO._NUEVAS_APORTACIONES> [Consultado 09-08-2016].
Martin y Reinaldo Moralejo por sus gentilezas.
Amado, D., 2015b [2014]. Awkaypata y el camino ritual del Inti Raymi.
En El urbanismo inka del Cusco. Nuevas aportaciones, C. Alfaro;
NOTAS R. Matos, J. A. Beltrán-Caballero & R. Mar, Eds., pp. 140-149.
Cusco-Washington-Tarragona: Municipalidad del Cusco-nmai-
Smithsonian Institution-Universitat Rovira i Virgili. <https://www.
1
Abarca los actuales territorios de seis países andinos: Colom-
academia.edu/22481682/EL_URBANISMO_INKA_DEL_CUS-
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CO._NUEVAS_APORTACIONES> [Consultado 09-08-2016].
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dimos a estos países.
nomenology and the archaelogy of roman roads. <http://www.
2
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arch.ksu.edu/seamon/Ananchev_Roman_Roads_fall_2013.htm>
en Chacaltana (2010) y González (2013).
[Consultado 15-02-15].
3
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37 (2): 191-206.
sidera sus particularidades con el exterior, sin identidades únicas
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y esenciales, aunque con conflictos internos. A su vez, es singular,
de Piura, Perú. Inka Llaqta 1 (1): 29-60.
porque articula procesos globales y condiciones locales históricas,
Augé, M., 2004. Los no lugares. Barcelona: Gedisa.
permitiendo articular cuestiones globales e individuales (Souto &
Avilés. S., 2008. Qhapaqñan. Caminos sagrados de los Inkas. La Paz:
Benedetti 2011: 121-122).
Producciones cima.
4
Por itinerario cultural se entiende una construcción, valga la
Ballivián, J.; A. Goytia & M. Michel, 2012. El Qhapaq Ñan Urco y
redundancia, cultural, que se articula a lo largo del tiempo, incluso
los tambos de Caquiaviri y Caquingora, aproximación arqueológica.
en la actualidad, como se ha constatado en varios países andinos,
Anales de la Reunión de Etnología 24: 169-189.
incluido Chile. En la esfera caminera, corresponde a una vía de co-
Bar, A., 2013. Afectaciones históricas a la red vial inca y la necesidad
municación terrestre con características físicas determinadas y diná-
del estudio documentario de carreteras para la investigación
micas culturales, que deben ser especificadas en términos históricos.
y el registro de caminos prehispánicos. Cuadernos del Qhapaq
Reúne, además, diversos paisajes culturales y espacios geográficos.
Ñan 1: 32-51.
Se origina por el movimiento interactivo de personas, como de in-
Bárcena, R., 1993-1998. El tambo real de Ranchillos. Mendoza,
tercambios multidimensionales, continuos y recíprocos, tanto de
Argentina. Xama 6: 1-52.
ideas, conocimientos, como de valores entre distintas poblaciones
Bárcena, R., 2002. Perspectivas de los estudios sobre la dominación
de un país o relacionado países y variadas regiones (Suárez-Inclan
inka en el extremo austral-oriental del Kollasuyu. Boletín de
2003). En un sentido diacrónico, genera interrelaciones culturales
Arqueología pucp 6: 277-300.
en diferentes espacios geográficos y entre diversas poblaciones. Por
Barraza, S., 2010. Redefiniendo una categoría arquitectónica inca:
consiguiente, se destaca el carácter social, cultural y simbólico de los
la kallanka. Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines 39
itinerarios culturales.
(1): 167-181.
5
De acuerdo a Cerrón-Palomino (2011), la palabra “Capac” se-
Bauer, B., 2000. El espacio sagrado de los incas: el sistema de Ceques
ría un término prestado de la lengua puquina.
del Cuzco. Cusco: Centro de Estudios Regionales Andinos Bar-
6
En Argentina se cuenta con un antecedente puntual de un sis-
tolomé de las Casas.
tema de drenaje, en un paso labrado sobre superficie rocosa en el
Beck, C., 1991. Cross-cutting relationships: the relative dating of ancient
Shincal, Noroeste Argentino (Moralejo 2011: 106-110).
roads on the north coast of Perú. En Ancient road networks and
7
No minimizamos la magnum opus de Hyslop (1984), al decir
settlement hierarchies in the New World, C. D. Trombold, Ed., pp.
de Lippi (2000: 121), pues la ocupamos en varios de sus contenidos,
66-79. Cambridge: Cambridge University Press.
reconociendo sus indudables aportes; sólo diferimos en algunas de
Berenguer, J., 2004. Caravanas, interacción y cambio en el desierto de
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Berenguer, J.; I. Cáceres, C. Sanhueza & P. Hernández, 2005. El
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22 Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, Vol. 22, No 1, 2017

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