Microteatro
Microteatro
Microteatro
(Escenario: Una mesa redonda con un mantel que llega hasta el suelo, un jarrón de flores o
maceta encima, dos sillas a cada lado de la mesa y una butaca un poco más alejada. Bajo la
mesa, se encuentra un barreño de agua y encima la butaca se encuentra la Madre.)
En escena: Héctor y la Madre. Ella, dormida, y Héctor, su hijo, sentado sobre una de las dos
sillas, impaciente. Entra en la sala Marta.
HÉCTOR: Mama mira quien ha venido! (La madre la mira lentamente y sin reconocerla)
MARTA: Hola mama, soy yo, Marta ¿qué? ¿cómo has pasado el día?
MARTA: Las flores. ¿Has visto las flores que ha traído Héctor mama? Son bonitas ¿a que sí?
¿Las quieres? (coge la maceta) Ten, mira, tócalas. Son rosas mama, tu preferidas eh. (No hay
respuesta de la madre en ningún momento. Pausa). Dile gracias mama a Héctor por el detalle
no? (Señala a su hermano, Héctor. La madre la mira, y luego mira a su hijo, pero no reconoce
en la mirada a ninguno) Dile mama, dile gracias.
MADRE: Gracias
Silencio.
(Marta deja la maceta otra vez encima la mesa, se acerca a Héctor alejándolo de su madre.)
MARTA: Sí la hay. Créeme cuando te digo que sí la hay. Pero además, ¿esto no lo hablamos ya?
MARTA: ¿Fuera? ¿Dices que mientras estaba fuera? Perdona guapo, pero he estado en el
bufete desde el mediodía para poder cuidar por la mañana de ''esa mujer'', que es nuestra
madre por cierto y tiene nombre.
HÉCTOR: Me da igual que en su DNI haya un grabado de letras que forman su nombre. Ah, y
que no eres la única que se arranca los pelos con nuevos horarios de trabajo eh, a ver si te
crees que a mí me apetece hacer las reuniones con mis clientes a primera hora del día para
luego venir aquí.
MARTA: ¿Venir aquí? Después de haber estado dos años casi desaparecido, que no te veíamos
el pelo, que apenas te pasabas por aquí, ¿me figuras ahora este sitio como un infierno? ¿A mí?
¿Que he estado cuidando sola de la mama hasta hace medio año? Si te lo propusieses, Héctor
podrías dar de comer a toda una familia (señala a la madre, que se encuentra a punto de
romper a llorar, no sabe lo que ocurre, pero observa dos personas gritándose y enfadadas) con
tu hipocresía. (Se acerca a la madre, cambia de tono) Mama, mama ¿qué pasa? Que no es
nada mama, no es nada. ¿Tienes sed? Vamos a beber un poco de agua (llena el vaso de agua y
le da de beber)
(Silencio. La madre se queda dormida y ambos miran como cae rápidamente en el espesor del
sueño)
MARTA: Yo también debo cargar con miradas que no reconocen, ojos que no saben quién es su
hija ni cuál es este lugar.
HÉCTOR: Tienes razón, no he estado junto ella tanto tiempo como tú a excepción de estos seis
meses. Pero en este medio año Marta he visto la degeneración de la enfermedad. Que antes,
cuando venía cada tarde hablaba conmigo, me preguntaba...
HÉCTOR: Joder Marta, si estas últimas semanas ha sido como hablar con la pared, que no ha
abierto los ojos des de que has llegado. Se pasa todo el día durmiendo y cuando te enfoca con
sus ojos, vacila tratando de abrir la boca inútilmente porque se cansa rápido y luego se dispone
a volver con su amigo Morfeo.
HÉCTOR: Marta lo que tú dices lleva pasando des de hace tiempo, pero estas últimas semanas
no tan solo se han perdido las palabras, y tú también lo has notado. (Marta no dice nada)
Antes nos quedaban los ojos, nuestra comunicación no verbal. Y mediante su mirada nos podía
relatar todo un mar de pensamientos y emociones.
MARTA: Esto ya nos lo dijo el doctor Héctor, son las enfermedades degenerativas. Hay que ser
fuertes ahora.
HÉCTOR: No. No me trago eso de ser fuerte y ya te lo dije. ¿Qué tendrá que ver la fuerza con
seguir así? ¿Acaso esto es vida para ella?
MARTA: ¿Qué quieres decir? Ya acordamos que ni se nos ocurriría llevarla a un asilo, a que se
ponga a hacer cola
HÉCTOR: (lo dice a la vez)a hacer cola esperando la muerte. No hablo de llevarla a una
residencia, no sería ético eso. Aunque si yo fuese ella, preferiría estar ahí que no arrastrar a
mis hijos conmigo.
MARTA: ''Ella'', ''ella'', ''esa mujer''. ¡No es una señora cualquiera! Es tu madre Héctor. ¿Qué
demonios te pasa? Apenas he escuchado que la llames mama o algo parecido desde que he
venido.
MARTA: (suspira) Por eso hay que ser fuertes, para que nuestra cabeza no nos nuble la mirada.
MARTA: Em, eso está bien, si. Más puntos de vista, más...
MARTA: Héctor, no hay nada que arreglar. El alzhéimer no es ningún problema artificial, es
natural.
(Se oye el golpe de un tambor/gong de lejos, solo Marta es capaz de escucharlo pero no le da
demasiada importancia de momento.)
HÉCTOR: Hm, ¡Crees que estoy loco! Me mandas a la cama a dormir como a los niños
pequeños.
MARTA: Shh. Héctor ves a casa y descansa por hoy, ya hablaremos mañana.
HÉCTOR: (satíricamente): Shh, shh, ¿ shh qué? ¿De verdad crees que la molestaremos si se
despierta? Por favor, que se pasa todo el puto día durmiendo. ¿De qué sirve no llevarla a una
residencia si para ella no somos más que desconocidos?
MARTA: Porque se debe hacer, de la misma forma que nos cuidó con todo su amor cuando
éramos bebes, ahora nos toca a nosotros devolvérselo.
HÉCTOR: ¿De quién hablas Marta? ¿De quién estás hablando exactamente? (señala a la madre)
¿Hablas de esa persona? Porque la anciana que se encuentra sentada en esta butaca no es
más que un conjunto de carne y huesos sin deseos, la puta enfermedad le arrebató la persona
que vivía dentro.
HÉCTOR: ¡La mama ya no está Marta! Murió hace meses ya, solo nos queda un cuerpo que
reacciona.
HÉCTOR: ¿Pero quién siente? ¿Eh? No siente nuestra madre. El otro día hice una prueba, le
pregunté si quería una rodaja de melón y me dijo que sí, ¡que sí que quería! La mama odiaba el
melón joder, no le gustaba nada.
MARTA: Sigue siendo nuestra madre Héctor y no sé qué te propones con este discursito.
MARTA: ¿Quién?
MARTA: ¿Qué has hecho? (se escucha otra vez el gong) ¿Qué es ese ruido?
HÉCTOR: ¿Oyes algo? Ya está aquí entonces. ¿Por qué me miras así hermana? Pronto acabará
todo.
HÉCTOR: Marta esa acumulación de masa no es tu madre, ni tampoco es la mía. Dejó de serla
hace tiempo ya. Deja que acabe con este sufrimiento.
MARTA: ¡Atrás! Ni se te ocurra tocarla. ¡Cancela lo que has hecho, dile que ha sido todo un
error!
HÉCTOR: ¡Marta!
(Se encienden luces, todo sigue igual, pero en medio la habitación hay un barreño con agua. En
el dorso del barreño está escrito ''solamente con sus ojos el infierno será mostrado''.)
MARTA(va corriendo a su madre y la oye respirar, se siente aliviada): Mama, mama. (se
despierta) Buenos días mama. Venga, voy a preparar tu mochila y te vienes unos días conmigo
a casa ¿vale?
HÉCTOR: No. No lo entiendes, algo no ha funcionado, debería... (choca con el barreño) ¿Qué es
esto? (se acerca, lo mira buscando algo, lo levanta para ver debajo) ¡No hay nada! (lo deja
encima la mesa, quedándose él apoyado sobre esta y mirando el agua)
MARTA (entra con maletas y ropa): Nos vamos. Héctor, no quiero que te acerques a la mama
por un tiempo ¿de acuerdo?
HÉCTOR (sin moverse): Yo tan solo quería desprendernos de cadenas innecesarias. Tan solo...
(Se queda mirando su reflejo en el agua, se asusta )
HÉCTOR: ¡NO! (va a detenerlas pero se queda parado cuando nota las miradas (se puede poner
efecto de sonido también), vuelve corriendo al barreño, a ver su reflejo. Grita de horror)
¡Maldito reflejo, esfúmate ya! ¿Porqué sigues atormentándome? ¡No te merezco! (al público)
¡Y no merezco vuestras miradas juzgadoras! ¿¡Me oís?! ¡¿Qué hubieseis hecho vosotros?!
¿Qué hubieses hecho tú eh? ¿Y tú? ¿Y tú?
HÉCTOR: ¡Marta espera! ¡No te vayas por favor! No me dejes aquí con ellos, con sus miradas
que me juzgan y me alejan de mi mismo, por favor, por favor te lo pido.
MARTA: Lo siento Héctor. (se sientan en una de las sillas, pasan a formar parte del público.)
HÉCTOR: ¡MARTA! ¡MARTA! ¡AYÚDAME POR FAVOR! ¡Que alguien me ayude por favor! Que
alguien me libere de ojos que dirigen mis actos y decisiones, que haga desaparecer este reflejo
diabólico de los otros. Por favor, haré lo que sea. Me someteré a vuestro juicio y gusto. Borraré
de vuestra vista todo desagrado y desaprobación, pero que desaparezcan vuestras miradas y el
reflejo de aquello que ven, ¡os lo suplico! O arrastradme con vosotros al abismo, allí donde
ocultáis vuestros deseos para que dejen de ser motores de la acción y que tan solo miren y
contemplen sin intervenir, hablando con el silencio de vuestros ojos. No seréis los únicos
jueces, porque aunque vosotros miráis, yo también os miro, y aquel que juzga, acaba también
siendo juzgado.