Qué Máscaras Utilizas

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“El hombre no es el mismo cuando habla por sí

mismo, pero si le das una máscara, dirá la verdad.”


“Después de cierta edad, empezamos a utilizar
una máscara de seguridad y certeza. Con el tiempo, esa máscara se
pega a la cara y ya no se puede quitar.

¿Qué máscaras utilizas?


La máscara de tipo duro, el niño bueno, el salvador... Todos utilizamos máscaras en
algún momento, pero algunas las llevamos tanto tiempo que se quedan adheridas a
nuestro ser.

Las máscaras son instrumentos que utilizamos para intentar adaptarnos a unas


circunstancias y, así, reinventarnos para seguir adelante. Nos permiten actuar
como si fuésemos capaces de cualquier cosa y nos protegen de lo que creemos que
puede dañarnos.
Es decir, las máscaras son mecanismos de defensa inconscientes que intentan poner
a salvo nuestro verdadero “yo” cuando puede estar en peligro. Es un engranaje que
nos permite sobrevivir; por lo tanto, llevar una máscara no es necesariamente
algo perjudicial para nosotros.
Sin embargo, hay circunstancias en que esa máscara que adoptamos no cumple
esta función adaptativa, sino más bien todo lo contrario. Estas máscaras
enquistadas en nuestro verdadero rostro han sido ampliamente estudiadas en
psicopatología. Son conocidas como “ego” en psicología de la Gestalt o “conservas
culturales” en psicodrama .

¿Cuándo necesitamos las máscaras?


Aprendemos a usar las máscaras desde pequeños cuando nos damos cuenta de que,
en determinadas situaciones, no podemos comportarnos como nos gustaría  si
queremos ser aceptados.
Así, aprendemos que debemos controlar, por ejemplo, nuestra frustración y
rabietas  para que nuestros padres nos den su aprobación. O debemos ser pacientes y
simpáticos con nuestros compañeros de la escuela para lograr también esta
aceptación.
Estas máscaras marcan los límites para relacionarnos con los otros y aprender los
diferentes roles que necesitaremos en nuestra vida. Nos permiten el acto reflexivo
en nuestros impulsos, desarrollando capacidades superiores como la empatía .
Además, también necesitamos usar estas máscaras o personajes internos en
situaciones concretas. Por ejemplo, podemos necesitar una máscara de fortaleza
ante las adversidades o momentos difíciles, para permitirnos más tarde
desprendernos de ella y descansar de la dura carga.

Los tipos de máscaras que nos acompañan

Aprendemos a usar máscaras desde que somos niños hasta que morimos. Algunas
de ellas nos salvan, otras nos dañan. Es curioso que muchos de nosotros
compartimos algunas de ellas. Veamos algunas de las más conocidas:

 El niño bueno. El niño que aprendió a portarse bien siempre para ser
aceptado, que le cuesta poner límites o dar su opinión por miedo a no
tener la aprobación. Busca el afecto a través de la dulzura y de
satisfacer al otro.
 El guerrero. Aquella máscara que se creó en duras batallas nos
permitió salir airosos de grandes adversidades. Permite apartar el
miedo y la indecisión que podemos sentir para tomar el mando.
 El pasota. El personaje indiferente que sigue impasible pase lo que
pase en el exterior. Es un personaje que se defiende de las amenazas
externas ocultando su sufrimiento.
 El salvador. Necesita salvar a todas las personas y es algo muy
personal. Seguidores de los casos perdidos e inmerecidos
responsables de las desgracias ajenas.
 El sufridor. Aprendió que en la vida todo son desgracias y que la
forma de buscar el amor de los demás y su atención es a través
del victimismo .
 El tipo duro. Una máscara habitual de las personas más sensibles
que temen ser heridos y parecer vulnerables. Ante este temor, han
aprendido a mostrarse poco emocionales e, incluso, agresivos.
 El eterno feliz. Las personas que pueden tener más dificultades para
aceptar emociones como la tristeza, la rabia o la pérdida fingen que
todo está bien con una amarga sonrisa. Una huida hacia delante de
sus emociones.
 El chistoso. Son aquellos que aprenden con humor a huir de sus
emociones. Es una máscara similar a la anterior que, además, puede
creer que los demás no le aceptarán si un día deja los chistes y se
sincera.

Cuando la máscara se nos queda adherida


Todas las máscaras anteriores tienen algo en común y es que nos permiten proteger
nuestro verdadero “yo” de posibles amenazas. A veces, llevamos tanto tiempo
puestas estas máscaras que se quedan adheridas a la piel. Y nos preguntamos,
¿realmente soy así?, ¿esta máscara es parte de mi esencia?
Si nos llegamos a hacer esta pregunta es que nuestra preciada máscara lleva
demasiado tiempo con nosotros. Y, posiblemente, este rol sean los vestigios de
aquel niño herido que ansía ser querido y visto por los demás.
Las máscaras que una vez nos protegieron ahora han dejado de funcionar y se han
convertido en una forma de desconexión con nuestras emociones, olvidándonos de
los verdaderos deseos y valores. La pérdida de la esencia y de la conexión
emocional  puede llevarnos a un callejón sin salida, tratando de utilizar la misma
máscara una y otra vez, aunque la vida cambie y esa obra que viviste ya haya
bajado el telón.
Puede ser difícil desprenderse de ciertas máscaras. Por ejemplo, si interpretamos
al tipo duro podemos pensar que las personas nos aprecian por esta faceta y nos
abandonarán al ver nuestra vulnerabilidad. Sin embargo, es un espejismo de
nuestros propios pensamientos.
Acabada nuestra función diaria, podemos llegar a casa y, al quitarnos todas las
máscaras y mirarnos al espejo, ver y conectar con nuestro auténtico “yo”. Observar
lo que somos realmente, con nuestra propia luz y oscuridad , para amarnos antes
de que lo haga nadie. Solo así podremos mostrar a los demás nuestro rostro
desnudo.
Lo que no se ve tras la máscara (personalidad oculta)
Elegir la propia máscara es el primer gesto voluntario humano. Y es solitario.
Clarice Lispector
Muchas personas tienen éxito, son felices o poseen una vida aparentemente
perfecta. ¿Realmente es así? Pues no. Muchas de ellas, aparentan algo que no son.
Es lo que se denomina como llevar una máscara.
Personas deprimidas que se muestran optimista, personas con ansiedad que se
muestran relajadas. Personas que cogen una máscara para que los demás no los
vean como realmente son. ¿Quieres saber cuáles son las máscaras  que nos ponemos
y sus causas? ¡Adelante entonces!

El controlador
Una persona controladora en todos los sentidos de su vida puede ser  alguien que ha
sido traicionado previamente. Ante ese dolor la persona desarrollará una conducta
que le permitirá asegurarse de que los demás cumplan sus promesas. De esta
manera, evitará de nuevo que vuelvan a traicionarle.
El controlador tiene una cara oculta que es la conocida  inseguridad. Por ello,
controlarlo todo es primordial a veces de forma, incluso, exagerada. La máscara le
protege del dolor de una nueva traición, mientras intenta que no suceda de nuevo.

 El rígido

 Una persona rígida puede haber sufrido anteriormente una situación de suma
injusticia. Ante este hecho se vuelve inflexible buscando siempre la justicia y la
exactitud de las cosas. 

Una persona rígida se transforma en una persona perfeccionista. Tanto que llega a


ser una actitud obsesiva. Pero ¡pongámonos en su lugar! Las injusticias no nos
gustan, nos confunden. Llevar todo perfectamente estudiado, estipulado evitará
que la injusticia asome por la puerta. Es por ello por lo que los rígidos actúan así.

 El dependiente
 Una persona dependiente quizás lleve en su interior un dolor grave por
el sentimiento de abandono. Esta herida le provoca el desapego hacia cualquier
persona para no sentirse abandonado de nuevo. Esto evita que se tomen en serio
cualquier relación y rechazan la idea de vivir con alguien.

El dolor por abandono es terrible. La persona dependiente realmente ¡no lo es! Al


contrario, sufre en su fuero más interno por no poder, si no depender de
alguien, confiar en que esa o esas personas importantes para él nunca lo
abandonen.

 El que huye

 La persona que huye rechaza estar en compañía. Prefiere la soledad, los momentos
de calma. Rechaza totalmente ser el centro de atención, algo que le aterra.  Una
persona que huye lo hace porque ha sido rechazado  y eso le ha provocado tal
herida que no puede si no evitarla.

 Los que huyen no soportan no saber cómo actuar en determinadas situaciones,


pasar vergüenza o sentirse perdidos. Simplemente, porque esto provocará que los
demás lo rechacen. En su soledad no son vulnerables ni inseguros. Su máscara
les protege de aquello que les duele. ¿Es cobardía? No. Solamente, es evitar aquello
que sabemos no podemos controlar ni evitar que nos hiera.

 El masoquista

 La persona masoquista puede ser un masoquista mental o emocional. Esta actitud
viene dada por un sentimiento de humillación  y vergüenza dada por una situación
pasada. Esto provoca que su actitud sea siempre la de resolver los problemas de los
demás, haciendo todo por ellos mientras se rebaja y se humilla. Es algo que
necesita.

El masoquista no hace como los anteriores que evitan o intentan escapar de sus
heridas. El masoquista se enfrenta a aquello que le duele en la búsqueda de más
dolor. Le han hecho daño y él no tenía el control. Ahora lo tiene y es él quien
decide que le hagan daño. En su fuero interno, esto le ayuda a enfrentarse a esa
situación.
Como hemos visto existen varias máscaras diferentes y variopintas que nos
podemos poner a causa de una herida emocional que hemos sufrido. ¿Tienes tú
alguna de las máscaras anteriores? ¿Conoces a alguien que lleve alguna
puesta? Son fáciles de identificar las personas que llevan máscara, pues  en algún
momento aflora su yo escondido.
Lo mejor es superar aquello que nos ha provocado el miedo. Quizás el masoquista
sea duro con él mismo, pero al menos se enfrenta a su dolor. Esto puede hacerlo
más fuerte y que consiga superar su trauma o, al contrario, seguir haciéndose daño. 

Quitándonos la máscara
1. El primer paso para quitarnos la máscara es poder escucharnos a
nosotros mismos, observarnos para ver qué rol estamos
representando en la vida.
2. Quitarnos la máscara no es un acto que podamos
decidir ideológicamente sino que es el resultado de un proceso
profundo de autoconocimiento, 
3. Una vez hemos descubierto cuál es nuestro personaje, y cuál es
nuestra máscara, ya nada vuelve a ser igual.
4. Nuestro personaje necesita entrar en crisis, para resolver el
conflicto y romper la neurosis que nos invade.
5. Ser más conscientes de nuestro personaje nos permite «pillarnos
en acción» cuando estamos actuando. Ser conscientes de cuando
actuamos y cuando manipulamos.
6. El cambio y la transformación se produce cuando no alimentamos
al personaje sino que nos podemos quitar corazas, y satisfacer
nuestras propias necesidades.
7. Podemos experimentar la angustia de vivir sin un rol, sin el teatro
diario y probar de ser más nosotros mismos. 
8. Ser auténtico en definitiva es ser consciente de nuestras neurosis,
y hacernos cargo de nuestras necesidades afectivas y físicas y
luego satisfacerlas. 
Descubre tus valores, tus emociones, tu forma de pensar. Sean cómo sean,
todas están bien, todas forman parte de ti. Aceptando cómo eres, es cuando
puedes ser más coherente contigo mismo,y dejar de fingir algo que no eres.
“Sé como tú eres, de manera que puedas ver quién eres y cómo eres. 
Deja por unos momentos lo que debes hacer y descubre lo que
realmente haces. 
Arriesga un poco si puedes. Siente tus propios sentimientos. Di tus
propias palabras. Piensa tus propios pensamientos. 
Sé tu propio ser. Descubre. 
Deja que el plan para ti surja dentro de ti.”
Fritz Perls

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