La Voz de La Torah - Parashat Ajare Mot
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CAPITULO XVI
Aún más: Aharón recibe aquí, el derecho formal de poder entrar en todo momento en
el recinto del Santuario, aunque cumpliese en pequeña medida el ritual del sacrificio
prescrito en este capítulo. Tal es la opinión acreditada por Lev. Rabbá y recogida por
los grandes Maestros citados en nuestro Com. Anterior, vers. 24. Moshé, quien tenía el
privilegio de poder entrar siempre en el Sancta Sanctórum, donde el Eterno se le
revelaba (Exo. XXV, 22), tenía temor de que su hermano fuera apartado del recinto
Sagrado. Había interpretado mal la frase {ve'al yabó bejól ‘et… y que no venga a cada
instante}. El significado de ésta era en realidad el siguiente: que no entre cuando quiera,
ni como quiera, sino solamente después de realizar el servicio ordenado (Lev. Rabbá).
Los Sabios nos dan a entender desde el comienzo de este importante capítulo, que el
perdón no se obtiene únicamente mediante el servicio solemne de los sacrificios
descritos en otra parte, ni tampoco por el cúmulo de circunstancias exteriores favorables
mencionadas en el Comentario del versículo precedente. El día del Gran Perdón, el
Sumo Sacerdote debe poder ante todo referirse al “haz de las Mitzvót” realizadas por
la Nación, a nombre de las cuales acaba de presentar ante el Eterno el Salmo XXVII,
{le-David, Adonái orí ve-yish'í… Dios es mi luz y mi salvación}, que el Medrásh interpreta
en relación con las fiestas del mes de Tishrí, hace alusión a esta significación de la
palabra {bezót} en su frase: {bezót ani botéaj… “con esto” yo tengo confianza}. “Que un
ejército tome posición contra mí, mi corazón no experimentará ningún temor; que la
guerra se recrudezca contra mí (alusión a todas las fuerzas adversas que, el día del
juicio, se levantan acusadoras), en {zót} (el haz de las Mitzvót) yo pongo mi confianza”.
El valor numérico de la palabra {zót} es igual a 408, nombre que corresponde al total
de tres palabras Ikol, tzóm vemamón… voz [rezos], ayuno y dinero [tzedakáh} que
figuran en el Majzór de Yom Kipúr, al lado de las palabras {teshuváh, tefiláh, tzedakáh},
las cuales indican el modo de ejecución práctica. El retorno a Dios, la oración y la
caridad son tres factores decisivos que pueden desviar al pecador del mal destino y
asegurarle el perdón. Con esto, {zót}, debe efectuarse la {‘avodáh} del Día de Kipúr.
CON UN NOVILLO JOVEN. La Toráh comienza por citar los sacrificios que debe ofrecer
Aharón a título personal, antes de designar los sacrificios que debe ofrecer la [por]
comunidad, la cual los hace preceder de los vestidos pontificales, “comprados”
igualmente por la tesorería del Templo” (Rashí).
ESTAS SON LAS VESTIDURAS SAGRADAS. Sin duda en virtud de este contexto, que
evoca el día inevitable del juicio, se estableció la costumbre en Israel de vestirse el Día
de Kipúr, a imitación del traje blanco del Sumo Sacerdote, con su propia mortaja,
confeccionada con anticipación, y la cual recibe el nombre de Kittel o Shargheness
(probablemente de sargenes Tuch. Sargtuch). Esta explicación es citada por el Shulján
‘Arúj (Glosas 610) que añade sin embargo el segundo motivo: “Uno debe llevar el Día
de Kipúr vestidos de un blanco inmaculado para asemejarse a los ángeles, que están
“vestidos de lino blanco” (Daniel X, 5). Vistas las cosas desde este ángulo, el color
blanco está destinado a presentarnos como ejemplo, la imagen de la pureza moral, tal
como se realiza en el reino de los ángeles.
BAÑARA SU CUERPO EN AGUA. Rashí señala: “Ese día, cada uno de sus cambios
de traje exige una inmersión. Cambiaba cinco veces su traje, pasando del servicio en
el interior al servicio en el exterior y viceversa. Cada cambio exigía la inmersión y dos
purificaciones de las manos y los pies en la tina”. Se concibe, por cierto, que la
inmersión y la purificación se exija cuando se trata de pasar del servicio en el exterior
al del interior, alcanzándose así un grado superior de Santidad. En el orden inverso, sin
embargo, estos actos se explican por el hecho de que la aplicación del ideal de la
Santidad, a una esfera de grado inferior exige, por parte del que emprende esta obra,
una Santidad acrecentada.
Los malos instintos, explica Rashí, tratan de inducir a Israel al error deliberadamente,
diciéndole: “La Toráh no es la verdad, ya que, ¿para qué pueden servir las Leyes?” A
pesar de este carácter dogmático, abiertamente reconocido, nuestros exegetas han
intentado hacer esta ley más accesible para la comprensión lógica. Maimónides, en
primer lugar, se expresa en estos términos: “El macho cabrío expiatorio estaba
destinado a la expiación total de grandes pecados, de suerte que no existe ningún
sacrificio público relacionado con el pecado que haga expiar tanto como él, ya que
abarca de cierta manera todos los pecados; no se debía, por tanto, ni degollarlo, ni
quemarlo, ni ofrecerlo en sacrificio, sino que se debía alejarlo lo más posible y lanzarlo
en la tierra llamada Guezeráh (XVI,22) es decir, alejadas del mundo habitado. Es
indudable para todo el mundo, que los pecados no son en modo alguno, cuerpos que
se pueden transportar de la espalda de un individuo a la de otro. Pero todo estos actos
no son más que símbolos destinados a ejercer presión sobre el alma, con el objeto de
que esta impresión conduzca a la penitencia; se quiere decir: nos hemos
desembarazado del fardo de todas nuestras acciones precedentes, que hemos dejado
atrás, a una gran distancia de nosotros” (Guía de los Desc. III, 46). Al igual que
Maimónides, Rabí’ S.R. Hirsch pone el acento sobre el valor simbólico de la Mitzváh,
aunque en un contexto diferente: “Nos encontramos en presencia de una institución
cuya práctica se suspendió desde la destrucción del Templo, pero que era el punto
culminante de la jornada; se mantuvo como el Día Sagrado por excelencia. Los dos
machos cabríos de Yom Kipúr eran, según la Tradición, de conformación rigurosamente
idéntica. Edad, color, precio, nada los distinguía. Al mismo tiempo eran presentados
ante el Sacerdote, quien les colocaba encima la placa de oro sobre la cual está grabada
la palabra que los envía a la perdición o a la consagración. Es verdad que este sacrificio
es uno de los símbolos más poderosos que conozca la Toráh. Todo el Día de Yom Kipúr
está colocado bajo el signo de la renovación total a la cual está llamado el judío. Se
podría casi decir, que no es de Dios, sino de sí mismo de quien el hombre debe esperar
el perdón. Cada hombre posee, de una manera integral y en cada instante de su vida,
la facultad de poder orientarse hacia el camino del bien y del mal. Ninguna huella de
ese “pecado original” del cual el cristianismo no ha creído poder desprenderse. La
libertad entera del hombre comporta su grandeza y su miseria. Delante del Santuario,
nos presentamos con todos los elementos de esta libertad, que nos hace tan difícil la
elección, pero también tan noble. Pero ese Día de Kipúr, nos enseña que toda opción
intermedia es imposible. No existen tres machos cabríos delante del Sacerdote, sino
dos. No tenemos otra elección: cuando rechazamos el camino hacia el Santuario, sólo
nos queda el desierto, la nada, la soledad, la desaparición”.
8 – LA OTRA PARA ‘AZAZEL. Rashí explica, siguiendo los términos de b“t “Es una
montaña, una roca dura y alta, pues se ha dicho en el vers. 22 (éretz guezeráh) tierra
aislada”. Se enseñaba sin embargo en la Escuela de Rabí Yishma'él que el sacrificio
de ‘Azazel está destinado a expiar los pecados de la disipación, {‘arayót}, que son
{ma'asé ‘Uzáh ve-Aza'él}, obra de ángeles caídos que, según el Gén. VI, se entregaron
a la disipación con “las hijas de los hombres’ (Yomá 67b). La Halajáh concluyó sin
embargo que el macho cabrío expiatorio absuelve todos los pecados, ligeros y graves,
con excepción de {tum-át mikdásh uk-dasháv} expiado por otro macho cabrío (Shevu'ót
2b).
Una concepción totalmente diferente es expuesta por Rabí Eli'ézer Hagadól, la cual es
citada por Najmánides. Según ella, ‘Azazel designa los demonios del desierto o el genio
del mal identificado por lo demás como el ángel Samael. Esta interpretación se deriva
del hecho que la palabra {se'irím} empleada aquí, se reencuentra en el capítulo XVII, 7
con el sentido de demonio, como señala Rashí.
14 – ROCIARA SIETE VECES DE AQUELLA SANGRE CON SU’ DEDO. Rashí explica:
Una aspersíon hacia lo alto y siete hacia abajo, como precisa el Talmúd (Yomá 55a).
La aspersión de sangre, comenta Rabí S.R. Hirsch, simboliza la consagración de
nuestras fuerzas vitales a la causa Divina, dado que la cobertura del Arca Santa, objeto
de aspersiones, guarda las Tablas de la Ley. El primer movimiento es de elevación
hacia la cobertura, es decir, hacia la cumbre de la Santidad {ájat lem'aláh}, pero debe
ser seguido de siete aspersiones hacia abajo, {shév'a lemátah}, lo cual representa la
penetración del ideal de Santidad, hasta las capas inferiores de la vida terrenal. El Sumo
Sacerdote repetía estas aspersiones en Kipúr con la sangre del macho cabrío, como lo
había hecho primero con la sangre del toro. Mezclaba a continuación las dos sangres y
las esparcía sobre el altar de oro y sobre sus cuernos. El número total de aspersiones
era de cuarenta y tres.
29 – EN EL MES SEPTIMO, EL DIA DECIMO DEL MES. “El Eterno fijó en su gracia,
un día al año, destinado al arrepentimiento y a la expiación de los pecados. Hubiera
sido peligroso para las criaturas dejar acumularse indefinidamente el número de
pecados no expiados. Este día se consagró y destinó a este efecto desde la creación
del mundo {yom ejád} se relaciona con el único día del año que representa Yom Kipúr.
Gén. Rabbá). Fue desde entonces, dotado de una virtud expiatoria que contribuye a la
absolución de los pecados” . Rabí Eli'ézer Hagadól enseña, sin embargo, que el diez
del mes de Tishrí se convirtió en el Día del Perdón, desde que el Eterno acordó en este
día, a los hijos de Israel, con respecto al pecado del “becerro de oro”. Moshé descendió
entonces del Monte Sinái con las Tablas de la Ley en sus manos y este día fue legado
a los hombres, “al autóctono como al extranjero”, como día de perdón para todos los
tiempos. Numerosos usos observados en el Yom Kipúr y especialmente la frecuente
recitación de los {y” ág midót ha-rajámim… trece atributos de misericordia) se remontan
a este origen. En todo caso, los sacrificios que se ofrecen en ese día, no constituyen
una condición [sine qua non] para la expiación de los pecados, como subraya
Najmánides (Lev. XXIII, 16-28). Estos se reemplazan, después de la desaparición del
Templo, por el ayuno y la aflicción, por las oraciones y las confesiones de nuestros
pecados.
30 – PORQUE EN ESTE DIA HARÁ (EL SUMO SACERDOTE) EXPIACION POR
VOSOTROS PARA PURIFICAROS; Y DE TODOS VUESTROS PECADOS
QUEDAREIS PUROS DELANTE DE ADONAI.
30 – PORQUE EN ESTE DIA. El texto, destaca el Zóhar, no marca {ki ha-yóm hazé…
porque este día}, lo que significaría que el día conlleve un poder de expiación. Pero la
fórmula {bayóm haze… en este día} sobrentiende que en este día, se hará propiciación
sobre usted y esto corrobora la enseñanza del último capítulo de la Mishnáh Yomá,
según el cual, el Día de Kipúr posee en sí mismo una virtud expiatoria, limitada sin
embargo, a ciertos casos precisos cuyos detalles son indicados por Maimónides en
Hiljót Teshuváh, I. Sólo entre los Tanaítas, Rabí defiende el punto de vista de que el
efecto de Yom Kipúr es independiente del arrepentimiento personal (Yomá 85b). En
cuanto a la opinión general que se opone a esta tesis, reconoce en el Día de Kipúr cierto
valor intrínseco a causa de las reflexiones formuladas en nuestro Com. XVI, 2 y 29.
DE TODOS VUESTROS PECADOS. El giro de esta frase inspira a Rabí El'azár Ben
‘Azariá la reflexión siguiente: El Día de Kipúr lleva a la expiación de los pecados
cometidos al Eterno; pero los pecados cometidos hacia el prójimo, no se expían sino
después de haber obtenido el perdón del prójimo (Mishnáh Yomá, al final).
El Día de Kipúr, nos hacen resaltar en otra fuentes, comporta un aspecto particular en
el sentido que los sacrificios y los actos de abnegación, mantienen su lugar del {‘óneg}
(delicia) del Shabbat ordinario. (Ver Onkélos Exo. XXIV, 10: Los hijos de Israel
saborearon el placer de sus sacrificios, favorablemente otorgados, como si hubieran
bebido y comido). El Kipúr es en este sentido un doble Shabbat.
HIZO (AHARON) SEGUN HABIA MANDADO ADONAI A MOSHE. Rashí, citando una
de las explicaciones de Sifrá, comenta: “Este versículo quiere contar la alabanza de
Aharón, que no se ha puesto esta ropa para su gloria, sino como alguien que cumple la
orden del rey”. Según Najmánides, el texto denota, que Aharón esperó pacientemente
el diez de Tishrí, para la ejecución de estas órdenes, aunque hubieran sido
comunicadas en el mes de Nissán. Se abstuvo toda su vida de entrar en el Sancta
Sanctórum, excepto el Día de Kipúr. El Gaón de Vílna piensa, por el contrario, que
Aharón cumplió sin más tardanza el servicio que le permitió entrar en el transcurso del
año al Sancta Sanctórum, conforme a su concepción, reproducida en el Com. del vers.
23. La Toráh podría también querer revelarnos que si Yom Kipúr ha adquirido una
poderosa influencia en el alma judía, a pesar del hecho de que no era una fiesta de
peregrinación y que no ha podido hacer vibrar el sentimiento nacional tanto como la
fiesta de Pésaj, fue gracias al fervor Sagrado, al celo y a la dedicación con las que
Aharón cumplió todas sus prescripciones, desde el primer año de su observancia, que
logró comunicarle un grado de Santidad excepcional y que dejó sus huellas por toda la
eternidad.
CAPITULO XVII
3 – QUE DEGOLLARE BUEY O CORDERO O CABRA. Rashí observa: “La Toráh habla
de sacrificios”. Esta breve observación, hace alusión a la controversia entre Rabí
Yishma'él y Rabí ‘Akivá citada en el Talmúd, Tratado Julín 17a, con referencia al sentido
que se le da a nuestro versículo. Se trata de animales, incluso los consagrados y
destinados al uso profano, {julín} a menos que se les haya llevado “a la entrada de la
Tienda”, etc, y ofrecido como ofrenda remunerativa, {shelamín}. No fue sino a partir de
la entrada en Tierra Santa, que se le permitió comer {bassár taaváh}, es decir de tomar
parte en una comida simple que incluía carne preparada ritualmente, pero no
consagrada en sacrificio, como resulta de nuestro Com. Deut. XII, 20. Rabí ‘Akivá
afirma, sin embargo, que nunca se les prohibió en el desierto comer {bassár taaváh}.
También nuestro texto sólo se aplica a los sacrificios, y esta opinión que tiene fuerza de
ley, fue adoptada por Rashí Maimónides llega, sin embargo, a la conclusión siguiente,
que representa una síntesis de las dos opiniones. “Al principio, cuando los israelitas
estaban en el desierto, no se les ordenó proceder a la matanza ritual de animales
profanos; podían matarlos o degollarlos como los otros pueblos. Más tarde, cuando se
erigió el Tabernáculo, se le dio la orden a cualquiera que quisiera matar un animal
ritualmente, que lo ofreciera como sacrificio remunerativo, como se dijo en el vers. 5.
Sin embargo, los que querían matar un animal de otra forma y consumir su carne tenían
autorización para ello. Este derecho, que solo era válido para la duración de la estancia
en el desierto, fue abolido a partir de la entrada en Tierra Santa. En adelante, el
consumo de cualquier carne {Julín} estaba permitido después del acto de matanza ritual
del animal, sin restricción de lugar”.
SANGRE LE SERA IMPUTADA AL TAL HOMBRE. Rashí explica: “Como el que vierte
sangre humana y que se ha hecho culpable en su alma (culpable de pena de muerte)”.
Este severo veredicto se explica, por el hecho de que los hombres” no están autorizados
a disponer de la carne de los animales, sino para fines precisos: la expiación (por el
sacrificio animal), el alimento, el remedio o cualquier otro fin útil al hombre. Pero la
matanza sin ninguna utilidad, se considera como un asesinato, no como el asesinato
de un ser humano, (con el cual no se podría comparar la matanza de un animal) sino
como un derramamiento de sangre ilícita”. Diferentes puntos de vista formulados en
relación con este tema, se han expuesto en nuestro Com. Lev. XI, 3. Aparece sin
embargo, a la luz de nuestro contexto y según la opinión de Rabí Yishma'él traído a
colación en vers, precedente, que estaba prohibido, durante la estancia en el desierto,
degollar animales, incluso los destinados al uso privado, {julín} a menos que se vayan
a ofrecer como sacrificio remuneratorio en el recinto del Santuario. La carne de un
animal que ha muerto fuera de este recinto era, pues, inutilizable y la matanza
correspondía a un simple asesinato. Según Rabí ‘Akivá, la sanción se explica al
considerar que el texto se relaciona con los sacrificios ofrecidos en lugares elevados en
la época en la que éstos estaban prohibidos. (El término {al pené ha-sadéh… sobre la
faz del campo} se aplica en efecto a los lugares elevados por las causas expresadas
por el Malbím.) Esta violación se castigaba severamente.
5 – (SE ORDENA ESTO) A FIN DE QUE LOS HIJOS DE ISRAEL TRAIGAN SUS
SACRIFICIOS QUE SACRIFICAN SOBRE LA HAZ DEL CAMPO, Y LOS
PRESENTEN A ADONAI A LA ENTRADA DE LA TIENDA DE REUNION, AL
SACERDOTE, Y LOS OFREZCAN COMO SACRIFICIOS PACIFICOS A ADONAI.
CAPITULO XVIII
2 – SOY YO ADONAI, VUESTRO DIOS. El acceso de los hijos de Israel al nivel de “un
Pueblo de Sacerdotes y de una Nación Santa” se ha reconocido al comienzo del
Levítico (Com. I,1) como el objetivo supremo de las Leyes que éste contiene. Ahora
bien, el legislador prosigue su obra de educación moral, espiritual y religiosa,
añadiéndole a las leyes precedentes de la Santidad, relativas al servicio Sagrado, a las
prescripciones alimenticias y a la pureza levítica, el presente capítulo que se relaciona
con la pureza de las costumbres y la moral sexual. Este nuevo apartado no se nos
presenta por razones de orden social, ni obedeciendo las normas de conservación
[ecológicas] ni de higiene sexual. Es Dios quien las proclama. El es la fuente y la causa
de la Legislación. Se le debe obediencia, porque la orden emana de Dios. El imperativo
Divino es motivo autosuficiente. Es en este espíritu que esta fórmula aparece repetida
al final del capítulo a manera de sello y que reaparecerá en varias ocasiones en el
capítulo siguiente, como justificación de las leyes morales fundamentales. A la cabeza
de toda la legislación social de la Toráh, figura la orden del Génesis: “Creced y
multiplicáos”. Así, el matrimonio, lejos de ser una simple consagración de nuestro
instinto, se eleva al rango de una verdadera institución nacional que transciende el
funcionamiento de las facultades físicas innatas. Es de Dios de quien hemos recibido
la orden de contribuir, no solo físicamente sino también moralmente para la edificación
del universo humano. En efecto, no era necesario en absoluto, proclamar la ley de la
procreación en presencia de una disposición natural que incita a cumplirla. Es pues, por
lo que debemos comprender esta ley, en el conjunto de las grandes obras que el Eterno
nos ofrece, para la apertura de toda nuestra personalidad. El matrimonio judío, no se
concibe sino cuando su idea inicial, responde al fin que el Creador nos ha asignado. El
milagro de la procreación proviene de lo sobrenatural y deriva de la Fuerza Creadora
de los orígenes. Eso es por lo que las reglas, que sólo pueden garantizar a esta creación
su perfecto cumplimiento, no podrían emanar de nadie más que del Creador: Soy Yo,
el Eterno, vuestro Dios (Rabí S. R. Hirsch). Estas palabras indican, además, el poder
universal que no tolerará la violación temeraria de estas leyes fundamentales, como lo
destaca Rashí en su comentario. En fin, la invocación solemne del Nombre Inefable, a
la cabeza del capítulo, que trata de las infracciones que revisten a menudo un carácter
íntimo, nos recuerda que el Eterno es Omnipotente y que frente a El, no hay secretos
de corazones ni secretos de alcobas.
DONDE MORASTEIS. “Esto atestigua, escribe Rashí, que las prácticas de los Egipcios
y de los Kena'aneos eran más corruptas que las de todas las otras naciones, y el lugar
donde habitaba Israel era peor que todo el resto”. ¿Por qué hacía falta imponerles a los
Israelitas permanecer en ese país durante siglos? Ver nuestros Comentarios en Gén.
XXVI, 3 y XLVI, 3. Estos últimos se relacionan con la orden que el Eterno le dio al
Patriarca Ya'akóv y que parece contrastar con nuestro texto: “No temas descender en
Egipto, pues allí haré que te conviertas en una gran Nación”.
5 – QUE EL HOMBRE QUE LOS PRACTIQUE VIVIRÁ EN ELLOS. Los Sabios han
deducido de estas palabras, que las Mitzvót no deben aplicarse de manera tal, que
pongan la vida en peligro (Yomá 85b). Cf. Com. Exo. XXXI, 14. En sentido propio, el
versículo significa, sin embargo, que la Ley Divina procura, en este mundo, la vida
moral, (es decir, la paz del alma, los gozos de la conciencia) e incluso el bienestar físico,
así como la longevidad. No obstante, Rashí relaciona estas palabras, con la vida
espiritual del inundo futuro. Pues, “si tú dijeras que se trata del mundo actual ¿no morirá
él [hombre] finalmente?” Rabí Yoséf Albo añade también como argumento, que el que
cumpla las Mitzvót no tiene [garantizada], verdaderamente, la vida más larga que los
otros hombres (‘Ikarím IV, 40.) Los Sabios, además, han reconocido la verdad de que
las Mitzvót no son recompensadas en este mundo (Kid. 39b). En nuestro versículo, sólo
se trata de la vida del mundo futuro. El problema de la retribución del bien, analizado
aquí por Najmánides, se trata en nuestro Com. al principio de la Sidrá de {Bejukotái}.
Pero observemos, de ahora en adelante, que la Toráh no limita en ninguna parte sus
promesas de recompensa a una categoría especial de hombres. Escoge, por el
contrario, condiciones que pueden incluir todos los grados de la escala social, desde el
Sumo Sacerdote hasta el gentil. Eso es por lo que aquí emplea el término {adám} que
comprende “el pagano respetuoso de sus leyes” (Sanh. 59a) y evita emplear la
expresión Cohén, Levita o Israelita. Cf Com. Gén. XVII, 13.
ACCION EXECRABLE ES, {ZIMAH}. Rashí explica este término siguiendo a Onkélos:
“Consejo vicioso. Es tu inclinación al mal la que te aconseja pecar”. Pero Najmánides
demuestra que la palabra se relaciona con el pensamiento. No se usa más que en
ocasión de la unión con “una mujer y su hija” (así como más adelante XX, 14) para
motivar la prohibición: es un pecado cohabitar con una mujer pensando en su hija o
viceversa, como nuestros Sabios han subrayado en el Tratado Ned. 20b.
Se sabe que el Patriarca Ya'akóv se encontró en el caso de casarse con dos hermanas,
y de esa forma, violó la prohibición ulterior de la Toráh. Ver en relación con esto nuestro
Com. Gén. XXIX, 28.