M-Oraciones Marianas
M-Oraciones Marianas
M-Oraciones Marianas
PRIMERA PALABRA
SEGUNDA PALABRA
TERCERA PALABRA
La tercera palabra de la Virgen fue a Santa Isabel: Salutavit Elisabeth Luc 1v 40.
Saludó a Isabel. Aunque no consta del Evangelio la salutación de que usó la
Virgen, esta palabra de la Virgen fue sin duda palabra de cariño. ¡Qué dicha el
lograr los cariños de la Virgen! Saluda a María, para que María te salude. Qué
bien que le fue al niño Juan con la salutación de María.
CUARTA PALABRA
La quinta palabra de la Virgen fue al Niño Jesús perdido en el Templo: Fili, quid
fecisti nobis sic? Ecce Pater tuus, et ego dolentes quarebamus te. Luc. 2, v.48.
Hijo, ¿por qué lo hiciste así con nosotros? He aquí que tu padre y yo te
buscabamos con dolor. Esta palabra de la Virge fue palabra de queja amorosa.
Cuántas, y que bien merecidas quejas me pudiera dar María Santísima? Bien sé
sobre qué punto me pudiera dármelas. No es buen hijo el que trae quejosa a su
madre.
SEXTA PALABRA
SÉPTIMA PALABRA
La séptima palabra de la Virgen fue cuando en el mismo convite dijo a los que
servían: Quodcumque dixerit vobis facite. Joann. 2 v. 5 Haced todo lo que os
dijese. Esta palabra de la Virgen fue palabra de consejo. Lo que nos aconseja
María es que no pongamos cortapisas a lo que manda Cristo, que no lo hagamos
a medias, que no lo andemos interpretando. Todo lo que manda Cristo, a la
letra: este es el consejo que nos da María.
Ejercicios en honor del Corazón Inmaculado
de María
Esta es una consecuencia de aquel amor inmenso que Jesús tiene a su santísima
Madre, y que le mueve a hacerla participante de sus bienes y honores, en cuanto
pueden ser comunicados a una criatura. Así vemos que la Iglesia une los
recuerdos de la Madre con los del Hijo en las fiestas con que los honra. Si
solemniza los misterios del Salvador, desde la Encarnación hasta la Ascensión,
solemniza también todos los misterios de María desde la inmaculada
Concepción hasta la Asunción, lo cual prueba que la fiesta del Corazón de María
es una consecuencia legítima de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.
Dios Hijo, Redentor del mundo, tened piedad de Páter de coelis, Deus, miserere nobis.
nosotros
Corazón de María, unido al Corazón de Cristo, Cor Maríae, secúndum Cor Dei,
Corazón de María, órgano del Espíritu Santo, Cor Maríae, unítum Cordi Christi,
Cordero de Dios, que quitáis los pecados del Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, parce nobis, Dómine.
mundo, perdonádnos, Señor.
Lo confieso humildemente: soy con Vos una ingrata; mas, puesto que, por
vuestra mediación, me ha sido favorable tantas veces la divina misericordia, me
atrevo a esperar que no me abandonaréis; y en esta dulce confianza siento un
vivo deseo de seros más fiel y más devota.
Cada día vendré a ofreceros mis homenajes, celebraré con alegría vuestras
fiestas, publicaré sin cesar vuestras grandezas y beneficios, nada omitiré a
trueque de procuraros el culto y honor que os son debidos, conformaré mis
ideas y mis afectos con los vuestros, y miraré como un deber el imitar vuestras
virtudes, especialmente vuestra pureza y humildad.
Al recibir este don, que tanto os agrada, aceptad también mi corazón que os lo
presenta, y me tendré por muy dichosa.
Amén.
MISTERIOS GOZOSOS
Primer Misterio
Contemplación
El Hijo de Dios, Verbo del Padre, «por quien fueron hechas todas las cosas» en
la creación, toma naturaleza humana en este misterio. Se hace hombre Él
mismo para poder ser redentor del hombre y de la humanidad entera, y su
salvador.
Reflexión
Intención
Segundo Misterio
Qué suavidad, qué gracia en esta visita de tres meses, que María hizo a su prima.
Una y otra, bendecidas con una maternidad que se cumpliría a no tardar. La de
la Virgen María, la más sagrada maternidad de cuanto se pueda soñar sobre la
tierra. Dulce encanto en las palabras que se dicen como un cántico. De una
parte, «bendita tú entre las mujeres». Y de la otra, «porque ha mirado la
humildad de su sierva, por eso me llamarán bienaventurada todas las
generaciones».
Reflexión
Cuanto sucede aquí, en Ain-Karin, en el monte Hebrón, presenta, con luz celeste
y al mismo tiempo muy humana, qué relaciones son las que unen entre sí a las
buenas familias cristianas, educadas en la antigua escuela del rosario. Rosario
recitado cada noche en casa, en el círculo de los íntimos. Rosario recitado, no en
una, ni en cien, ni en mil familias, sino por todas y por todos, y en todos los
lugares de la tierra, allí donde uno cualquiera de nosotros «sufre, lucha y ora»,
fiel a una inspiración de lo alto, como el sacerdocio, la caridad misionera, la
prosecución de un ideal de apostolado; o también por fidelidad a uno de
aquellos motivos, tan legítimos que llegan a ser obligatorios, como el trabajo, el
comercio, el servicio militar, el estudio, la enseñanza, o cualquier otra
ocupación.
Intención
Bello es confundirse durante las diez avemarías del misterio con tantas y tantas
almas, unidas por vínculos de sangre, o domésticos, en una relación que
santifica y por lo mismo consolida el amor de las personas más amadas: con
padres e hijos, hermanos y parientes, convecinos y compatriotas. Todo esto, con
la finalidad y el propósito vivido de sostener, aumentar y hacer más viva la
presencia de la caridad con todos, cuyo ejercicio proporciona la alegría más
profunda y es el mayor honor de la vida.
Tercer Misterio
Contemplación
Reflexión
En este misterio no quede una sola rodilla sin doblarse ante la cuna, en gesto de
adoración. Nadie se quede sin ver los ojos del divino Niño que miran lejos, como
queriendo ver, uno a uno, todos los pueblos de la tierra. Van pasando uno a uno
ante su presencia, como en una revista, y los reconoce a todos: hebreos,
romanos, griegos, chinos, indios, pueblos de África, de cualquier región de la
tierra, o época de la historia. Las regiones más distantes y desérticas, las más
remotas e inexploradas; los tiempos pasados, el presente, y los tiempos por
venir.
Intención
Al Santo Padre, en el transcurso de las diez avemarías, le gusta encomendar a
Jesús que nace, el número incontable de niños -¡cuántos son! muchedumbre
interminable- que han nacido en las últimas veinticuatro horas, de día o de
noche, de la raza que sean, aquí y allí, un poco por toda la tierra. ¡Cuántos son!
Todos ellos pertenecen, de derecho, bautizados o no, a Jesús, el niño que acaba
de nacer en Belén. Están llamados al reconocimiento de su dominio, que es el
mayor y más dulce que pueda darse en el corazón del hombre, o en la historia
del mundo: único dominio digno de Dios y de los hombres. Reino de luz y de
paz, el reino que pedimos en el padrenuestro.
Cuarto Misterio
Contemplación
Reflexión e intención
Quinto Misterio
Contemplación
Jesús tiene ya doce años. María y José lo acompañan a Jerusalén para la oración
ritual. Inesperadamente, se oculta a sus ojos, tan vigilantes y amorosos. Gran
preocupación y una búsqueda que se prolonga en vano durante tres días. A la
pena sucede la alegría de encontrarlo precisamente en los atrios que rodean el
templo. Hablaba con los doctores de la Ley. San Lucas lo presenta con palabras
expresivas y con precisión muy cuidada. Lo encontraron, dice, sentado en medio
de los doctores «escuchando y preguntándoles». Un encuentro con los doctores
importaba entonces mucho, lo encerraba todo: conocimiento, sabiduría, normas
de vida práctica, a la luz del Antiguo Testamento.
Reflexión
Intención
Ésta, que es la quinta decena, última de los misterios gozosos, reservémosla, con
una intención especialísima, a favor de todos aquellos que han sido llamados
por Dios -por su capacidad natural, por circunstancias de la vida, por voluntad
de sus superiores- al servicio de la verdad: en la investigación o la enseñanza,
difundiendo el saber antiguo a las técnicas nuevas, mediante libros o técnicas
audiovisuales. Todos ellos están llamados a imitar a Jesucristo: los intelectuales,
profesores, periodistas. Todos, especialmente los periodistas a quienes incumbe
diariamente la tarea peculiarísima de hacer honor a la verdad, deben
transmitirla con religiosa escrupulosidad, con agudo buen sentido, sin
distorsionarla ni contrahacerla con fantasías.
Sí, sí, recemos por todos ellos: recemos por ellos, sean sacerdotes o seglares;
para que sepan escuchar la verdad; y cuánta pureza de corazón se necesita para
que sepan comprenderla; y cuánta humildad íntima de pensamiento es
necesaria para que sepan defenderla, ya que entonces se hace inevitable la
obediencia, que fue la fuerza de Jesús, y es la fuerza de los santos. Sólo la
obediencia obtiene la paz, es decir, la victoria.
MISTERIOS DOLOROSOS
Primer Misterio
Con ánimo conmovido se vuelve una y otra vez sobre la imagen de Jesús en la
hora y el lugar del supremo abandono. “Y sudó como gruesas gotas de sangre,
que corrían hasta la tierra”. Pena íntima en su alma, amargura insondable de su
soledad, decaimiento en el cuerpo abrumado. Su agonía no se precisa sino por la
inminencia de la pasión que Jesús, a partir de ahora, ya no ve lejana, ni siquiera
próxima, sino presente.
Reflexión
Intención
En este misterio se presenta ante nuestra mirada una intención particular: «la
preocupación por todas las Iglesias». Solicitud que impulsa con apremio la
oración diaria del Santo Padre, como el viento que azotaba el lago de Genesaret,
«viento contrario». Pensamiento anhelante en las situaciones más
comprometidas de su altísimo ministerio pastoral. Preocupación por la Iglesia,
que esparcida por la redondez de la tierra, sufre unida a el, y él, por su parte,
unido a ella, presente en él y sufriendo con él. Afán dolorido por tantas almas,
porciones enteras del rebaño de Cristo, sujetas a persecución, sin la libertad de
creer, de pensar, de vivir. «¿Quién desfallece que no desfallezca yo?».
«Participar en el dolor del prójimo, padecer con quien padece, llorar con quien
llora» es un beneficio, un mérito para toda la Iglesia. La «comunión de los
santos» es este tener en común, todos y cada uno, la Sangre de Cristo, el amor
de los santos y de los buenos, y, también, Dios mío, nuestros pecados, nuestras
debilidades. ¿Se piensa lo suficiente en esta “comunión”, que es unión, y, como
diría Jesucristo, casi unidad, “que sean uno?”. La cruz del Señor no sólo nos
eleva a nosotros, sino que atrae a las almas. Siempre. «Y yo, cuando fuere
levantado de la tierra, atraeré todos a mí». Todo. A todos.
Segundo Misterio
Contemplación
Reflexión
Intención
Tercer Misterio
LA CORONACIÓN DE ESPINAS
Contemplación
Intención
Podría ser otra aplicación útil del misterio pensar en la grave responsabilidad de
quien por haber recibido más talentos, está por ello mismo más obligado a
hacerlos fructificar con abundancia, mediante el ejercicio constante de sus
facultades, de su inteligencia. El servicio del pensamiento, quiero decir, lo que
se espera de quien está mejor dotado, como luz y guía de los demás, debe
prestarse con paciencia serena, rechazando las tentaciones de orgullo, de
egoísmo, del distanciamiento que destruye.
Cuarto Misterio
Contemplación
Reflexión
Intención
Quinto Misterio
Contemplación
Intención
MISTERIOS GLORIOSOS
Primer Misterio
Contemplación
Reflexión
Intención
Por algo la liturgia oriental termina los ritos fúnebres con el aleluya por todos
los muertos. Pidamos para ellos la luz de las moradas eternas, mientras el
pensamiento se detiene en la resurrección que aguarda a nuestros propios
restos mortales: «Espero en la resurrección de los muertos». El saber esperar.
El confiar siempre en la suavísima promesa, de la que es prenda la resurrección
de Cristo, es ciertamente un cielo anticipado.
Segundo Misterio
Contemplación
Reflexión
Este momento del rosario nos enseña y exhorta a que no nos dejemos prender
en lo que pesa y entorpece, abandonándonos, en cambio, a la voluntad del
Señor, que nos estimula hacia lo alto. En el momento de volver al Padre,
subiendo al cielo, los brazos del Señor se abren bendiciendo a los primeros
apóstoles, y alcanzan a todos los que, siguiendo sus huellas, siguen creyendo en
Él, y es para sus almas una plácida y serena seguridad del encuentro definitivo
con Él y todos los salvados en la felicidad eterna.
Intención
Ante todo, el misterio se nos presenta como luz y norma para las almas que se
preocupan de su propia vocación. En lo íntimo del misterio se halla el
movimiento de vida espiritual, el deseo ardiente de superación continua, que
arde en el corazón de los sacerdotes no apegados a las cosas de la tierra,
cuidadosos únicamente de abrirse, y abrir a otros, caminos que llevan a la
perfección y santidad, al grado de gracia a que deben llegar, en privado o en
común: sacerdotes, religiosos y religiosas, misioneros y misioneras, seglares
amantes de Dios y de su Iglesia, y muchas almas, aquellas al menos que son
como «el buen olor de Cristo», junto a las cuales se siente cercano al Señor.
Viven, en efecto, ya ahora, en una comunión constante de vida celestial.
Tercer Misterio
Contemplación
En la última cena recibieron los apóstoles la promesa del Espíritu Santo. En el
cenáculo, ausente Cristo, pero presente María, lo reciben como don supremo de
Cristo. ¿Qué otra cosa es, si no, su Espíritu? Es, además, el consolador y
vivificador de las almas. El Espíritu Santo continúa su acción sobre y en la
Iglesia en todo tiempo. Los siglos y los pueblos pertenecen al Espíritu,
pertenecen a la Iglesia. Los triunfos de la Iglesia no son siempre visibles
exteriormente. Pero de hecho los hay siempre, y siempre están llenos de
sorpresas, a menudo de maravillas.
Reflexión
La virtud divina que infunde el Espíritu Santo en el alma de los hombres es gran
apoyo de la esperanza, fuerza poderosa, única ayuda verdadera para la vida
humana. Nos referimos a la gracia que nos santifica, y que en realidad es
precedida y seguida de gracias efectivas. Ciertamente lo que importa
grandemente es que el espíritu de los hombres se renueve en su interior,
naciendo a nueva vida.
Intención
María, la Madre de Jesús, y siempre dulce madre nuestra, se hallaba con los
apóstoles en el cenáculo de Pentecostés. Permanezcamos muy cerca de ella por
medio del rosario. Nuestras oraciones unidas a las suyas renovarán el antiguo
prodigio. Será como el nacimiento de un nuevo día, un alba esplendorosa en la
Iglesia católica, santa y aún más santa, católica y aún más católica, en los
tiempos modernos.
Cuarto Misterio
LA ASUNCIÓN DE NUESTRA SEÑORA
Contemplación
Los cristianos de Occidente prefieren, con los ojos y el corazón elevados, seguir
a María que sube al cielo en alma y cuerpo. Así la han visto y representado los
artistas más célebres en su incomparable belleza. ¡Oh, sigámosla también así!
Dejémonos arrastrar por el coro de ángeles.
Reflexión
Intención
Contemplación
Reflexión
Intención
La intención en este misterio es orar por la perseverancia final y por la paz sobre
la tierra, que abre las puertas de la eternidad bienaventurada.
Amén
ORACION DEL REINADO DE CRISTO Y MARIA
Reine su corazón
en nuestra patria,
en nuestro suelo
que es de María
la nación
y acude a ti en la aflicción.
Á MARIA SANTISIMA.
¡Oh María! Los ojos de todos los fieles están y estarán siempre fijos en Vos,
como en la grande obra que interesa á todos los siglos. Los ángeles encuentran
en Vos la alegría, los justos la gracia, los pecadores el perdón. Todas las
criaturas os invocan con justicia; porque la mano del Omnipotente ha obrado en
Vos grandes maravillas, y os ha constituido emperatriz de cielos y tierra. ¡O
María, madre, hija y esposa del mismo Dios! Yo también, aunque pecador
indignísimo, libre y gustosamente vengo á Vos; y en presencia de toda la corte
celestial os elijo por mi Protectora, por mi Madre, y después de Dios por Reina
de mi corazón, y deseo, propongo, determino y resuelvo perpetua é
irrevocablemente ser devoto hijo y esclavo vuestro, y en calidad de tal desde
ahora para siempre os ofrezco y consagro todo mi corazón con sus afectos y
deseos. Es cuanto puedo y debo ofrecer á Dios; y lo pongo primero en vuestras
manos para que no sea desechado.
Dignaos, benignísima Protectora, Madre y Reina mía, aceptar esta cordial oferta
unida á la que os han hecho y hacen todos los santos; y Vos hacedme
participante de vuestras virtudes, principalmente de vuestra santa humildad, de
vuestra excelente pureza y de vuestra fervorosa caridad. No permitáis, que me
avergüence jamás de vuestro culto, que deje de defender vuestro honor contra
aquellos que osaren atacarle en mi presencia, ni que se pase día alguno sin que
venga a invocaros, á dirigiros mis súplicas, y rendiros mis homenajes.
Recemos tres Ave Marías á la santísima Madre del Amor hermoso, para que
alcance de su divino Hijo la gracia de que cualquiera de nosotros que muera
antes del mayo del siguiente año, lo celebre en la Patria celestial.
Alégrate María
Alégrate María,
Inmaculada y Santa,
amada de Dios,
nueva Eva elegida,
cooperadora de la reconciliación.
Madre de Jesús y nuestra,
incansable auxilio de los pecadores,
maternal intercesora,
acuérdate de este hijo tuyo.
Amén.