Antonio Bar - La CNT en Los Años Rojos (1910-1926)
Antonio Bar - La CNT en Los Años Rojos (1910-1926)
Antonio Bar - La CNT en Los Años Rojos (1910-1926)
(1910-1926)
AKAL UNIVERSITARIA
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CONTENIDO
Prefacio
Abreviaturas
HISTORIA Y PENSAMIENTO
CAPÍTULO I
6 Buen ejemplo de ello puede ser el hecho de que la UGT, con línea ideológica y tácticas
totalmente diferentes, contase en marzo de 1904 solamente con 352 secciones y 59.900
afiliados (Anuario estadístico de España, Año XVI, 1930, p. 524).
I. LOS SUPUESTOS CONFORMADORES MATERIALES
1. La coyuntura económico-política
7 Según VICENS VIVES, de 1882 a 1914 el país perdió por el conducto emigratorio cerca
de un millón de habitantes, equivalentes a la tercera parte del incremento nacional. España
tenía en 1900 algo más de dieciocho millones y medio de habitantes. («Historia social y
económica de España y América», vol. V, Barcelona, 1972, p. 25).
8 Las zonas de mayor índice emigratorio coincidían con las zonas de mayor índice de
crecimiento vegetativo y de subdesarrollo. Ver VICENS VIVES, op. cit., p. 30; A.
MARVAUD, «La cuestión social en España», Madrid, 1975, p. 426. Sin embargo, aún en
1910, el sector campesinado aventajaba con gran diferencia los otros sectores económicos,
lo cual dice mucho de lo débil del desarrollo industrial de aquella época. Para 1910, el
sector agrario ocupaba el 66 por 100 de la población activa, mientras que el industrial el
15,82 por 100 y el de servicios el 18,18 por 100 (M. TUÑÓN DE LARA «El movimiento
obrero en la historia de España», Madrid, 1972, p. 371).
9 J. NADAL, «La población española (siglos XVI a XX)», Barcelona, 1966, p. 190. Según
J. ROMERO MAURA («La Rosa de Fuego. El obrerismo barcelonés de 1899 a 1909»,
Barcelona, 1974, p. 554) este porcentaje era en Barcelona de 28,9 por 100 en 1900 y de
31,5 por 100 en 1910.
con 29.766; transporte, 11.816; mientras que la industria
metalúrgica, la química y la textil ocupaban solamente a 4.602,
2.655 y 1.143 personas respectivamente 10. En Barcelona el
proceso de industrialización estaba aún más desarrollado, y,
según el Anuario Estadístico de la Ciudad de Barcelona, de
1905, sobre una población total de 600.000 habitantes,
contaba con 144.788 obreros, de los que 26.999 trabajaban en
la industria textil, 15.229 en la construcción, 8.943 en la
metalúrgica y 6.183 en la química (incluyendo la papelera),
siendo los gremios más numerosos, aparte de los ya citados,
ropa y limpieza, con 20.479 y transporte, con 22.327. 11
23 El propio JOSÉ NEGRE, que fue el primer secretario general de la CNT reconocería
esta influencia del lerrouxismo en las sociedades obreras en ese período, diciendo que el
«partido Lerrouxista estaba encastillado sagaz e hipócritamente en las mismas sociedades
obreras», y que «tenía la pretensión de apoderarse de la Federación Local Solidaridad
Obrera y que afirmó por boca del pirata de la política Emiliano Iglesias que, o la
Federación Obrera se domiciliaba en la Casa del Pueblo, o desaparecería» («Recuerdos de
un viejo militante», s.l., s.f., p. 11).
curiosamente, era el sector menos influenciado por tal
corriente. Todo ello prescindiendo de entrar a analizar lo que
de realidad había, al menos en aquel tiempo, en tal
equiparación. De hecho, cuando se funda Solidaridad Obrera,
adopta esta denominación como respuesta a la coalición
catalanista «Solidaritat Catalana», que, creada en 1906, reunía
a un amplio sector de fuerzas políticas con vistas a las
elecciones de ese mismo año24.
En este sentido, hay que destacar hitos como los que supone
el reconocimiento general del derecho de huelga, por una
24 Ello no quiere decir, por supuesto, que Solidaridad Obrera fuese creada
específicamente contra el catalanismo (vid. en X. CUADRAT, op. cit., p. 187, declaraciones
de B. Matamala en este sentido), sino que la creación de la misma parte de la idea de la
necesidad de una acción coordinada en defensa de los obreros. Pero su denominación
implica un algo de respuesta al otro sector «burgués». Dice JOSÉ NEGRE, refiriéndose a
esto: «Este movimiento solidario entre las fuerzas político-burguesas catalanas [se refiere
a Solidaritat Catalana] sugirió a algunos elementos obreros la idea de originar otro
movimiento solidario entre los trabajadores, constituyendo la Federación Local
Solidaridad Obrera» (op. cit., p. 7).
circular de la Fiscalía del Tribunal Supremo de 20 de junio de
1902; la creación de los Consejos Provinciales y Locales de
Reformas Sociales, con la función de intervenir en los conflictos
obreros, en marzo de 1903; la creación del Instituto de
Reformas Sociales, en abril de 1903; y toda una legislación
laboral tendente a mejorar la situación del obrero, que, aunque
pueda hoy parecemos muy insuficiente —de hecho lo era—, no
dejó de suponer un importante paso adelante en el
mejoramiento de esta situación; como la Ley de accidentes de
trabajo y la que regula el trabajo de las mujeres y de los niños,
de enero y marzo de 1900 respectivamente, el establecimiento
obligatorio del descanso dominical, en marzo de 1906, etc.
Solidaridad Obrera
Sin embargo, Solidaridad Obrera nace con un aire totalmente nuevo, promovida por
sectores que poco tenían que ver con aquellas viejas fórmulas societarias, o, por lo menos,
con su mente cambiada al respecto, tanto procedentes del sector libertario como del
socialista, y la ideología que la inspira es también diferente. Por lo que estimo que no hay
confusión en JOSÉ NEGRE cuando dice que los iniciadores de Solidaridad Obrera
pertenecían al partido socialista y que Solidaridad Obrera surgió en la mente de «algunos
elementos obreros», sugerida por el movimiento solidario establecido entre las «fuerzas
político-burguesas catalanas», denominado Solidaritat Catalana, y que cuando lo dice se
refiere obviamente a la Federación Local Solidaridad Obrera, creada en 1907 y no a la
Unión Local de Sociedades Obreras de 1904. Hay que pensar, pues, que la «Circular sobre
los acontecimientos de España» del Bureau Socialiste International, de 1910, citada en
este sentido por CUADRAT, está confundida en cuanto atribuye a 1904 la fundación de
Solidaridad Obrera, realizada obviamente con posterioridad a Solidaritat Catalana. Todo
lo cual no quiere decir que entre las sociedades formantes de SO no existieran sociedades o
militantes pertenecientes a la citada Unión Local; pero lo que está claro es que SO se crea
«ex novo» y bajo iniciativa diferente, y con un contenido diferente. Es difícil pensar que
fuesen los mismos socialistas los que creasen en 1904 una Unión Local radicalmente
contraria a la participación política, no ya de la organización —cosa comúnmente
admitida en el sindicalismo—, sino de sus militantes (vid. al respecto en «El Poble
Catalá», 21-IX-1906 un manifiesto de la ULSOB en este sentido). Por otra parte, cuando
Negre habla de que los socialistas «instaron a los compañeros dirigentes de las Sociedades
Obreras con raigambre anarquista para que se adhieran al movimiento iniciado», se refiere
precisamente a las sociedades obreras que estarían integradas —o no— en la ULSOB,
pero que eran de «raigambre anarquista». Por lo tanto, habría que suponer, o bien que la
ULSOB era socialista —como se deduciría de la cita de la «Circular» del Boureau
Socialiste International— y que en 1907 llama a su seno a las sociedades obreras
anarquistas, reconstruyéndose como SO; o bien que era de matiz anarquista y que
languidecía en su corta militancia, por lo que acepta el llamado de los socialistas para
constituir SO; o bien que la ULSOB estaba ya constituida desde el principio por socialistas
y anarquistas y que en 1907 decide reconstruirse como SO —como también podría
deducirse de la citada «Circular»—. A tenor de los hechos constatados, l.°) que existía una
Unión Local, formada en 1904, cuyo contenido es difícilmente socialista; 2.°) que SO, con
esta denominación, se crea en junio-agosto, 1907; 3.°) que el nombre lo adopta como
respuesta a la Solidaritat Catalana (creada en 1906); 4.°) que se constituye en base a
iniciativa socialista, quienes se dirigen a los anarquistas para que ingresen en ella; 5.°) que
en el contenido ideológico de SO noaparecen posiciones tan radicalmente antipolíticas que
no pudiesen ser ratificadas por los socialistas], la única posibilidad lógica es la segunda.
No puede pues retrotraerse a 1904, lo que sólo ocurrió en 1907.
burguesas catalanas [se refiere a la creación en 1906 de
Solidaritat Catalana] sugirió a algunos elementos obreros la
idea de originar otro movimiento solidario entre los
trabajadores, constituyendo la Federación Local Solidaridad
Obrera. Pero la iniciativa no lograba cuajar en el ambiente
societario, pues sus iniciadores eran considerados con
cierto recelo por los componentes de la mayoría de las
Sociedades Obreras, y las entidades adheridas eran muy
pocas y de mínima importancia en el movimiento societario
barcelonés.
32 Op. cit., p. 7.
capital. Estas gestiones reunieron a socialistas y sindicalistas en
los locales de la Sociedad de Dependencia Mercantil de
Barcelona, sociedad que por entonces dirigía Antonio Badía
Matamala, quien era, a su vez, miembro de la dirección local
del PSOE 33. Sin embargo, en el momento de establecer estos
primeros contactos, no creo que sea muy correcto hacer una
distinción muy tajante de tendencias entre socialistas,
anarquistas y sindicalistas, dado que era su coincidencia en la
necesidad de la creación de un movimiento sindical amplio y
unitario, en pos de la mejora de la situación de la clase
trabajadora —sometida en aquellos momentos a una enorme
disgregación y confusión, en la que el lerrouxismo aparecía
como el verdadero y único valedor de los trabajadores—, lo
que les unía, y es en base a ese criterio como se decide la
creación de Solidaridad Obrera34.
33 Estas primeras reuniones juntaron a diversos obreros dirigentes hasta entonces poco
conocidos de las sociedades de resistencia, como el propio Badía, de Dependencia
Mercantil; Bruguera, de confiteros; Salvador Seguí, de pintores; Saví, de la metalurgia;
Sedó, de tipógrafos (MARÍA JOSÉ SIRERA «Obreros en Barcelona: 1900-1910», tesis de
licenciatura inédita, Barcelona, 1959, p. 95, citado en J. C. ULLMAN, op. cit., P- 193).
34 La importancia que el socialismo tiene en la fundación y vida de Solidaridad Obrera y
de su sucesora la CNT es absolutamente decisiva y constituye una parte sustancial del
movimiento. Cuando este trabajo estaba en vías de redacción fue editada la obra de
CUADRAT «Socialismo y anarquismo en Cataluña. Los orígenes de la CNT» que estudia
este tema muy documentadamente, completando trabajos que ya lo habían tratado con
anterioridad, como el de J. C. ULLMAN, O el de ROMERO MAURA, ops. cits.; por lo que no
vamos a entrar aquí en mayores detalles que serían reiterativos, bastándonos constatar este
importantepapel jugado por el socialismo catalán y remitiéndonos a los citados trabajos
para profundizar en los detalles del mismo.
número de su órgano en la prensa «Solidaridad Obrera», que,
junto con «El Socialista» y con «Mundo Obrero», más tarde,
será uno de los periódicos más importantes de la historia del
movimiento obrero de nuestro país.
39 Entre los sectores más opuestos a SO destaca el grupo que funcionaba alrededor del
periódico «El Rebelde», Teresa Claramut, Leopoldo Bonafulla, etc. Sobre el problema
terrorista, vid. nota 53. También ULLMAN, op. cit., pp. 178-188; CUADRAT, op. cit., pp.
209-221; ROMERO MAURA «Terrorism in Barcelona, 1904-1909», en «Past and Present»,
diciembre 1968, pp. 130-183.
ingreso, y no sólo, desde luego, desde un punto de vista
meramente teórico, es decir, por el convencimiento absoluto
de lo adecuado de la táctica sindical, sino porque consideraba
que las organizaciones obreras no podían ser dejadas en manos
de sectores reformistas y porque era necesario crear de nuevo
una organización revolucionaria capaz de oponerse a la política
seguida por los partidos y que «estuviese dispuesta a cualquier
eventualidad»40.
40 Sobre las maquinaciones anarquistas para hacerse con el predominio en SO, ver
CONSTANT LEROY «Los secretos del anarquismo», México, 1913.
41 J. NEGRE, refiriéndose a las dificultades económicas que SO tenía a tales efectos, dice:
«De este atasco salió la naciente Federación Local gracias a la solidaridad del gran
pedagogo y revolucionario Francisco Ferrer y Guardia, asesinado meses después por los
sicarios del Gobierno Maura-La Cierva en los glacis de Montjuich», op. cit., p. 9.
aportación teórica al nuevo sindicalismo español fue
importantísima, pero nos ocuparemos más detenidamente de
ellos al estudiar los aspectos teóricos e ideológicos del tema.
44 La Unión Obrera Republicana; vid. J. ROMERO MAURA, op. cit., p. 412 y ss., al
respecto.
45 «Solidaridad Obrera», 26-III-1909, p. 2. En diversas ocasiones debió manifestarse
Iglesias en este sentido; ver por ejemplo, J. NEGRE, op. cit., p. 11.
radicales tuvieron un papel destacado 46, llegando a intervenir
en la sesión de clausura el radical Jaime Anglés Pruñonosa,
junto al socialista Antonio Fabra Ribas y al anarquista José
Rodríguez Romero, como constatación fehaciente de cuáles
eran las tendencias más importantes presentes en SO; y,
aunque así se dijese, tuvieron los oradores buen cuidado en no
remarcar sus diferencias ideológicas 47.
49 J. NEGRE, op. cit., p. 12. Dice también que por aquellas épocas «Solidaridad
Obrera» tenía una tirada de unos tres mil ejemplares.
50 La cifra de afiliados a SO en estos momentos es bastante dudosa, siendo las fuentes
bastante inexactas al respecto. ROVIRA VIRGILI, op. cit., dice que tenía en Barcelona 53
sociedades obreras, con 15.000 afiliados. S. CANALS «Los sucesos de 1909», Madrid,
1911, I, p. 152, le atribuye 20.000 afiliados en septiembre de 1908 (citado en ROMERO
MAURA, op. cit., p. 500).
51 Lerroux obtuvo en las elecciones parciales a Cortes del 13 de diciembre de 1908,
30.548 votos en Barcelona; y en las municipales del 3 de mayo de 1909, el partido radical
obtuvo 34.009 votos, con 10.000 votos más que la siguiente candidatura.
estructurada y que, desde luego, trascendiese al ámbito
meramente local, o, incluso regional 52 . Pero, de cualquier
manera los efectos de tales sucesos no fueron tan inmediatos
en el primero como en el segundo aspecto. Así, la influencia del
lerrouxismo en las masas obreras catalanas no desapareció de
una manera repentina, y el éxito de los radicales en las
elecciones de 1910 fue grande en Barcelona53. Los sucesos de
la Semana Trágica y la conducta de los republicanos radicales
en los mismos supusieron un aldabonazo más, como ya lo
habían supuesto incidentes como el de «El Progreso»
anteriormente, aunque más fuerte, y como lo supondría su
actitud ante la huelga general de 1911, en la que la recién
nacida CNT volcaría todo su esfuerzo. Cada uno de estos golpes
llevaron a más amplios sectores obreros la desconfianza ante el
lerrouxismo que desde hacía ya bastante tiempo venían
predicando la mayoría de los dirigentes de SO, y puede decirse
que a partir de 1911 la desconfianza hacia los republicanos
radicales era ya muy sensible entre los obreros catalanes.
1. El anarquismo
78 En este sentido, como veremos con detalle más adelante, aunque sea difícil poder
señalar quiénes eran los sindicalistas y quiénes los anarcosindicalistas en SO, primero, y
en los primeros tiempos de la CNT, después, sí está claro que la práctica de ambas
organizaciones era puramente sindical, es decir, ideológicamente neutral y a ello debió
contribuir, aparte de la presencia de amplios sectores desideologizados entre los afiliados,
la presencia de socialistas y radicales que, aunque no muy numerosos, sirvieron de
contrapeso a loa anarcosindicalistas.
básicos del mismo que quedan fijos en el citado contenido,
necesariamente tenemos que referirnos no al anarquismo
genéricamente considerado, sino más bien al
anarcosindicalismo, tendencia, por decirlo así, del anarquismo
que es realmente la que interviene en la fundación y en la
formación ideológica de la CNT.
2. El sindicalismo revolucionario
80 Para un estudio más detallado de la ideología del anarquismo español véase la obra
de J. ÁLVAREZ JUNCO «La ideología política del anarquismo español (18681910)», ya
citada.
anarquista, pues, si bien es verdad que el anarquismo
—genéricamente entendido— tiene una enorme importancia
en el surgimiento y en la formación ideológica de la CNT,
también es verdad que, como ya hemos visto, está presente en
ella en la medida de que supo adaptarse y transformar su
actuación revolucionaria de acuerdo con la nueva estrategia
sindicalista, convirtiéndose en algo específico y diferente como
es el anarcosindicalismo.
81 En 1892 la Policía parisina logró interceptar una circular enviada por los exiliados
anarquistas en Londres, en la que éstos recomendaban a sus correligionarios en Francia la
participación en los sindicatos: «Es de la mayor utilidad participar tanto en las huelgas
como en otras agitaciones de la clase obrera, aunque negándose siempre a desempeñar el
papel principal. Hemos de aprovechar todas las oportunidades para realizar propaganda
anarquista y defender a los obreros de los socialistas de tendencias autoritarias, los
opresores del mañana.» (J. MAITRON, «Le syndicalisme revolutionaire: Paul Delasalle»,
París, 1952, p. 24; cit. en J. Jot.t. «Los Anarquistas», Barcelona, 1972, p. 186). En 1895, F.
Pelloutier publicaría en «Les Temps Nouveaux», periódico anarquista que dirigía J. Grave,
varios artículos incitando a los anarquistas a entrar en los sindicatos (J. JUI.I.IARD,
«Fernand Pelloutier et les origines du syndicalisme d´action directe», París, 1971, p.
120). Ello no es sino una muestra de un proceso de integración anarquista en la lucha
sindical que se incrementaría a partir de estas fechas. Uno de los personajes más
destacados del sindicalismo francés. Emile Pouget, haría su entrada en los sindicatos en
este momento. Otros ya lo habían hecho antes, o lo harían con posterioridad, como
Tortellier, Delasalle, etc.
82 En realidad, la táctica de la huelga general ya había sido aprobada en el Congreso de
Bouscat (Gironde), de 1888, en el que, además, se había aprobado también la separación e
independencia de la Federación de Sindicatos de los partidos políticos. En el Congreso de
se encargaría de promocionar la idea y prepararla para cuando
fuese oportuno declararla. Esta radicalización no podía menos
que acercar la Federación de Sindicatos a la de Bolsas de
Trabajo, de la que entonces era secretario general Fernand
Pelloutier. Sin embargo, éste no confiaba del todo en la
Federación sindical en la que veía un peligro reformista, dado
el dominio de los «políticos» —aunque fueran radicales— en
ella, y así fracasa un primer intento de unificación propuesto
por la federación de sindicatos. Fracasado este primer intento,
la Federación Nacional de Sindicatos decide realizar la
unificación por su cuenta y, eliminados los guesdistas, se dirige
directamente a las Bolsas de Trabajo para que abandonen su
Federación y se unan a ella, para lo cual convoca en 1895 el
Congreso de Limoges, en el que, con la asistencia de
numerosas Bolsas, se reorganiza y crea la Confédération
Générale du Travail.
86 Me refiero, claro está, a los sectores socialistas que pretendían unir los sindicatos a las
directrices políticas del partido, posición que no era -como ya hemos visto- la que
ostentaba la totalidad del sector socialista. En el Congreso socialista de Limoges, de 1906,
celebrado poco después del citado de Amiens, fueron rechazadas las posiciones clásicas
del guesdismo con respecto a la relación del Partido con los sindicatos, y se aprobó la
proposición de Jaurés —que consiguió el apoyo de los otros importantes sectores del
partido, blanquistas y allemanistas— en el sentido de consagrar la autonomía de los
sindicatos, considerando la acción sindical y la politica como independientes, pero
convergentes en el fin común: «la expropiación general del capitalismo».
87 M. Latapie propuso al Congreso de Amiens que se declarase expresamente que la
doctrina sindical era independiente en absoluto de la socialista y de la anarquista (J. PUYOL
Y ALONSO «Proceso del Sindicalismo revolucionario», Madrid, 1919, p. 46).
88 G. D. H. COLE, op. cit., p. 334.
dirigiéndola desde el principio 89. Además, la política seguida
desde el poder por socialistas como Aristide Briand, quien
había sido con anterioridad un apasionado defensor de la
huelga general90, provocaría en los sindicatos una acentuación
de la corriente apolítica y antipartido, en definitiva,
antisocialista, en la medida en que el partido socialista era
partícipe de esa política gubernamental y participaba también
en la lucha parlamentaria.
91 Bastante conocido y citado por diversos autores, tomo aquí la traducción castellana
del libro de A. BARJONET «La CGT...», cit. La Carta de Amiens sería con posterioridad
ratificada por los Congresos de la CGT de Marsella (1908), Toulouse (1910) y El Havre
(1912), quedando consagrada como el documento básico del sindicalismo revolucionario.
92 El texto del art. 2 —actual art. 1— decía: «La Confederación General del Trabajo
tiene por objeto: 1) La agrupación de los asalariados para la defensa de sus intereses
morales, materiales, económicos y profesionales. 2) Agrupa, fuera de toda escuela
política, a todos los trabajadores conscientes de la lucha que hay que llevar a cabo para la
desaparición del asalariado y del patronato. Nadie puede hacer uso de su título de
confederado o de un cargo en la Confederación en un acto electoral político cualquiera»
(A. BARJONET, op. cit., p. 21).
La CGT agrupa, fuera de toda escuela política, a todos los
trabajadores conscientes de la lucha que hay que llevar a
cabo para la desaparición del salario y del patronato.
93 Gran parte de los teóricos del sindicalismo revolucionario, desde los primeros
momentos de su formulación, procedían del campo socialista, en sus diferentes tendencias,
y de algún modo se hallaban fuertemente influenciados por el marxismo, aunque después,
en muchos casos, renegasen de varias de sus concepciones. Pelloutier fue colaborador y
militante del partido obrero, de Guesde —anteriormente había sido republicano radical—,
antes de convertirse en sindicalista revolucionario libertario. Griffuelhes había sido
asimilada y consustancial, incluso, a las propias formulaciones
del anarcosindicalismo.
blanquista. Tortelier, gran defensor de la huelga general, venía también del campo
blanquista, antes de pasarse al anarcosindicalismo. Lagardelle, Berth, eran socialistas
sindicalistas. Briand lo había sido, antes de llegar a ministro. El propio Sorel fue un
socialista sindicalista, aunque pronto se desilusionó, y su influencia en el sindicalismo
revolucionario fue bastante menor de lo que su fama le atribuye. Claro que no menos
importantes fueron los dirigentes provenientes del anarquismo, como Pouget, Yvetot,
Delasalle, etc.
94 E. POUGET, «El Sindicato», Barcelona, 1904, pp. 9-10 (traducción de A. Lorenzo).
íntima relación con la concepción clasista de la sociedad, se
toma también del marxismo.
96 Como decía Griffuelhes «... el trabajador no debe esperar nada del patronato. Este no
puede, sin atentar directamente contra sus intereses, reducir su autoridad y sus beneficios
(...). Así, pues, el sindicalismo afirma que el trabajador no debe esperar nada del Estado,
que no puede entregarse de una manera desinteresada a la tarea de fortalecer la acción
obrera o de aumentar las libertades necesarias al proletario para la lucha de cada día. De
ahí la oposición existente entre sindicalismo, de una parte, y patronato y Estado de otra.
De lo dicho obtiene el sindicalismo las siguientes
consecuencias:
De esta oposición resulta la lucha: el trabajador, que no debe contar más que consigo
mismo, obra para exigir del uno ventajas y del otro libertades» (V. GRIFFUELHES, «El
Sindicalismo revolucionario», Valencia, s.f., pp. 19-20).
97 La acción económica del proletariado supone para el sindicalismo, por una parte, un
beneficio propio inmediato, pero, por otra, un beneficio social remoto, por cuanto tiende,
mediante la expropiación de la burguesía, a generalizar socialmente el beneficio
económico. En este sentido, el proletariado no debe tener reparos en la búsqueda de su
propio interés, que es un interés social. En palabras de Sorel: «los capitalistas, en su furor
innovador, no se ocupaban de su clase o su patria; cada uno de ellos consideraba
únicamente el mayor beneficio inmediato. ¿Por qué los sindicatos han de subordinar sus
reivindicaciones a los altos intereses de la economía nacional y no se han de aprovechar
todo lo posible de sus ventajas cuando las circunstancias les son favorables? El poder y la
riqueza de la burguesía se basaban en la autonomía de los directores de empresa. ¿Por qué
no se ha de basar la fuerza revolucionaria del proletariado en la autonomía de las
rebeliones obreras?» (G. SOREL, op. cit., p. 62).
lucha y de emancipación de la clase obrera con respecto a
cualquier otro 98;
98 Como decía el propio Pouget: «El grupo corporativo [el sindicato] es, en efecto, el
único centro que por su constitución responde a las aspiraciones que impulsan al
asalariado: es la única agregación de seres humanos resultante de la identidad absoluta de
los intereses, puesto que tiene su razón de ser en la forma de producción sobre la cual se
modela, siendo su misma prolongación», y añadía: «Por esta razón, porque es el único
grupo que pone en plena y constante luz el antagonismo de los intereses y muestra la
sociedad dividida en dos clases distintas e irreconciliables, el sindicato se presenta como el
grupo esencial, como la asociación por excelencia. Así, debe ser el preferido sobre todos
los modos de agrupación humana; debiendo estarle todos subordinados, porque si los hay
muy útiles, sólo él es indispensable» (E. POUGET, op. cit., p. 11).
99 Como diría gráficamente Monatte: «De la misma manera que no hay más que una clase
obrera, no tiene que haber, en cada oficio y en cada ciudad, más que una organización
obrera, un único sindicato. Y sólo si se cumple tal condición podrá la lucha de clases
—dejando de verse entorpecida en todo momento por las disputas de escuelas o sectas
rivales— desarrollarse en toda su amplitud y obtener su máximo efecto» (P. MONATTE,
«Discurso...», cit., p. 91).
exterior». Ahora bien, en esta subvaloración de los organismos
ideológicos, que supone el darles un papel secundario en la
lucha social, implicaba tanto a los partidos políticos como a las
organizaciones anarquistas o grupos de afinidad. Quizá por ello
precisamente, y a diferencia de los anarquistas, no todos los
sindicalistas revolucionarios rechazaron de una manera
absoluta la utilidad de los partidos políticos, sino que se
limitaron generalmente a reconocer una utilidad secundaria
con respecto al Sindicato a los «grupos de ideas», incluyendo
en ellos tanto a los partidos políticos como a los grupos
anarquistas; utilidad que se encontraba subordinada a la acción
sindical, única, capaz de satisfacer por entero los intereses de
la clase trabajadora 100;
100 En este sentido se manifestó muy claro el propio Pouget —que era de procedencia
anarquista—, al decir: «no puede negarse la fecundidad de estos grupos; en el período ya
transcurrido, en muchos puntos han despertado las conciencias populares y, por esto
mismo, facilitado la constitución de grupos de órdenes diversos, comenzando por los
mismos Sindicatos. Esta crítica de los grupos de afinidad no pasa de simple indicación de
que su tarea, por eminentemente buena que sea, no es primordial, y no dispensa de
participar en la acción sindicalista, la cual, por tener sus raíces en el terreno económico, es
la única calificada para modificar las condiciones de trabajo y preparar y llevar a buen
término la transformación social»; o, como Fabbri decía, precisando más, el Sindicato es
superior «por tener por base, antes que una teoría política y social, todo un complejo de
intereses de clase, y estar compuesto exclusivamente de elementos directa y
personalmente interesados en la lucha contra la burguesía» (E. POUGET, op. cit., p. 12. L.
FABBRI, «Sindicalismo y anarquismo» Valencia, 1908, p. 57; traducción de J. Prat).
de la clase obrera; no puede, pues, delimitarse por las
directrices o por el control de ninguna organización que
transcienda o reduzca los fines y los marcos de actuación
propios de la clase obrera. No tienen «las organizaciones
confederadas, en tanto que agrupaciones sindicales, que
preocuparse de los partidos y de las sectas que, fuera y
paralelamente a ellas, puedan perseguir, con toda libertad, la
transformación social» 101;
101 El por qué de la independencia del Sindicato y su fundamento lo expresa con lógica
aplastante Griffuelhes: «En efecto, puesto que el sindicalismo es el movimiento de la clase
obrera; puesto que la clase obrera para crear este movimiento debe estar organizada como
clase, es decir, que las agrupaciones salidas de ella no pueden comprender más que
asalariados; puesto que las agrupaciones así entendidas materializan orgánicamente la
oposición que hace adversario al obrero del patrono; puesto que por este hecho esas
agrupaciones excluyen a los individuos que gozan de una situación económica diferente a
la del trabajador, es preciso con toda lógica que la agrupación, teniendo sus orígenes en la
clase obrera, no espere sino de ésta el santo y seña y la impulsión» (vid. GRIFFUELHES, op.
cit., p. 20).
guerra social es mínima, secundaria; lo importante es expropiar
a la burguesía. De aquí la innecesariedad de los partidos
políticos, que pretenden la toma del Estado para derrocar a la
burguesía, y de toda otra agrupación que centre su acción en el
plano político. A la burguesía sólo se la destruye mediante la
lucha económica, la expropiación; cuando esto se realice, el
Estado se derrumbará solo. Los partidos son pues erróneos, en
el sentido de que pretenden llevar a la clase obrera por un
plano equivocado, que no es el suyo propio; e innecesarios,
dado que el medio que emplean, la lucha política y la toma del
poder, es un medio inútil para la revolución social. Y, segundo,
que, como queda dicho, una vez realizada la revolución social
expropiadora, el Estado carecerá de sentido y desaparecerá,
siendo sustituido por una nueva organización social en base al
Sindicato. En definitiva, pretender hacer la revolución social en
base a la toma del Estado, no es sino desviar a la clase
trabajadora de su propio destino y perpetuar el dominio de la
clase capitalista. Ello no quiere decir, sin embargo, que el
Sindicato no deba luchar contra el Estado; por el contrario, la
lucha del Sindicato por la emancipación de la clase obrera
quedaría un tanto coja si no se ejerciese también contra el
mecanismo que la burguesía emplea para realizar su
explotación económica. Como dijo el sindicalista italiano E.
Leone, «el acto de bautismo de todos los organismos sindicales
es antiestatal»102. Es decir, desde sus orígenes, el sindicalismo
tuvo frente a sí no sólo al patrono, que imponía sus
condiciones en la fábrica, sino a todo el mecanismo legal e
institucional del Estado, que éste utilizaba para poder imponer
mejor esas condiciones. Así, la lucha contra el Estado y sus
103 Como decía Griffuelhes «su acción consiste en apoderarse de los progresos
procedentes de modificaciones, de transformaciones, de innovaciones introducidas en
nuestra existencia. Pero si se apodera de ellos no es para completarlos y fortalecerlos; es
para reducirlos, contenerlos y castrarlos» (GRIFFUELHES, op. cit., p. 18).
104 Así, decía el italiano Arturo Labriola: «La presión sobre el Estado [tendente a
adueñarse de su maquinaria] es superflua, toda vez que no elimina la necesidad de
contender directamente con los capitalistas [para arrebatarles los medios de producción]»
(A. LABRIOLA, «El Sindicalismo revolucionario», en LABRIOLA y otros, op. cit., p. 27).
Más tarde, el alemán R. Rocker precisaría aún más esta inutilidad del Estado a efectos
revolucionarios: «los propulsores del sindicalismo revolucionario rechazan, por tanto,
fundamentalmente el punto de vista de los diversos partidos socialistas según el cual en
períodos de transformaciones sociales debe conservarse todo el aparato estatal con sus
funestas y mecánicas funciones para la defensa de la revolución. Ven más bien en todo
intento de esa naturaleza el mayor peligro para la victoria definitiva y el éxito de la
revolución y la base ineludible para el crecimiento de un nuevo sistema de opresión. Los
sindicalistas revolucionarios opinan que junto con el monopolio de la propiedad debe
desaparecer también el monopolio del poder. Por ese motivo no aspiran de ningún modo a
la conquista del Estado, sino a su completa extirpación en todos los dominios de la
convivencia humana, y consideran eso como una de las condiciones esenciales de la
realización del socialismo. El sindicalismo revolucionario es, por consiguiente, de acuerdo
con toda su esencia, antiestatista y adversario declarado de toda institución de dominio,
bajo cualquier máscara que se oculte» (R. ROCKER, «Declaración de principios», en R.
ROCKER y otros, op. cit., p. 75).
lucha contra el Estado es parte de la lucha económica contra la
burguesía, pero no una lucha política por el poder que requiera
una organización específica para su realización.
107 «Todo sindicado sabe hoy —decía Yvetot— que, en principio, una mejora no es
positiva para los explotados, sino en tanto que se toma en perjuicio directo de los
explotadores, sin que haya repercusión de perjuicio sobre los obreros consumidores.» Pero
«llegada a cierto grado de madurez —abundaba Griffuelhes—, a cierto nivel de
pues, en el terreno de las relaciones de trabajo y todo lo que
de ellas se derive; es decir, en el terreno económico. En
definitiva, el sindicato que nace como la agrupación obrera
para la defensa de los intereses de la clase trabajadora frente a
la capitalista; que nace para intervenir específicamente en esa
relación entre el asalariado y el patrono, en la propia médula
de la lucha de clases, es, por todo ello, el arma específica de la
clase obrera.
111 El propio Pelloutier había escrito en contra de las huelgas parciales, subordinándolas
a la huelga general. En su folleto «Qu est-ce que la greve générale?» llegaría a decir:
«Sabéis bien que todas las huelgas son funestas. Es inútil decir por qué lo son las que
fracasan; y las que tienen éxito lo son por dos razones: la primera es que, salvo el caso,
muy raro, en que la necesidad de entregar los pedidos previstos obligue al patrono a ceder
inmediatamente, el aumento de sueldo conseguido no se equiparará nunca a los sacrificios
hechos... La segunda razón es que, incluso después de una huelga victoriosa, los obreros se
sienten tan hastiados por el escaso resultado obtenido que, durante mucho tiempo no se
puede contar con ellos para apoyar un movimiento revolucionario. ¡Hermoso resultado!»
(citado en G. LEFRANC, op. cit., p. 53).
112 En este sentido se manifestaba Pouget, cuando decía que el fin primero del sindicato
graduales —como decía Pouget— «lejos de ser un objeto, sólo
pueden ser consideradas como un medio para exigir más y
arrancar al capitalismo nuevas mejoras»113. Pero, la lucha por
las mejoras inmediatas suponía para los sindicalistas
revolucionarios algo útil, no sólo en el sentido de que servían
para aliviar parcialmente la situación, en el más amplio sentido
de la palabra, sino que esta lucha significaba al mismo tiempo
un «ejercicio revolucionario» y una capacitación del obrero
para regir sus propios destinos. Es decir, la lucha por las
mejoras inmediatas, lejos de constituir una pérdida de fuerzas,
suponía, además de la realización de pasos adelante en el
proceso expropiador de la burguesía, un ejercicio, una
preparación constante del obrero que le mantenía en forma,
dispuesto para cuando el momento revolucionario le exigiese
su esfuerzo definitivo 114; pero, además, esta lucha suponía una
dinamización de la conciencia obrera, una movilización que
desarrollaba la solidaridad de clase y hacía comprender al
obrero la situación de explotación en la que se encontraba, por
encima de la problemática inmediata planteada115. Finalmente,
consiste: «en hacer frente constantemente al explotador; en obligarle a respetar las mejoras
conquistadas; en oponerse a toda tentativa de regresión; en atenuar la explotación
exigiendo mejoras fragmentarias, como disminución de horas de trabajo, aumento de
salarios, mejora higiénica, etc., modificaciones que aunque se refieran sólo a detalles, no
dejan de ser atenuaciones favorables al trabajo y golpes eficaces contra los privilegios
capitalistas» y recalcaba que «cualquiera que sea la mejora conquistada, debe constituir
siempre una disminución de los privilegios capitalistas, ha de ser una expropiación
parcial» (E. POUGET, op. cit., pp. 11 y 16). Subrayado en el original.
113 E. POUGET, op. cit., p. 15.
114 Como decía Yvetot, hablando del medio más común de lucha en pos de mejoras
parciales, «la huelga parcial es un ejercicio, una gimnasia saludable que fortifica al
proletariado en vista de una lucha suprema que será la huelga general revolucionaria» (G.
YVETOT, op. cit., p. 6).
115 «Las victorias obtenidas por el proletariado en este campo, modificaciones de horario,
elevación de los salarios, mejoras de los contratos de trabajo, etc. —decía el italiano
la lucha reivindicativa suponía, para el sindicalismo
revolucionario, una capacitación del obrero para cuando
tuviese que dirigir por sí mismo el proceso económico en la
sociedad emancipada, por cuanto le ponía en contacto directo
con toda la poblemática de éste, favoreciendo por medio de la
lucha el desarrollo del grupo básico de acción —el Sindicato—,
alternativa orgánica de la sociedad futura; desarrollando la
preocupación y el conocimiento de las cuestiones económicas,
etc.116.
Leone— son las señales, las huellas de su paso; son los puntos intermedios de esa fuerza
de concurrencia que tiende a desembocar, como último resultado, en el rescate colectivo
de los medios de producción, de las condiciones externas de la producción monopolizadas
por el capitalismo, lo cual implica precisamente la supresión de las bases materiales de
existencia del capitalismo. Así la misión revolucionaria se expresa a través de esas
ventajas inmediatas. De la confusa nube —si se me permite expresarme así— de los ciegos
intereses que empujan a las masas trabajadoras a mejorar las condiciones del vivir, brota
más tarde la luz de la conciencia de clase, no a pesar de los egoísmos inmediatos y
particulares de los trabajadores, sino a través de su explicación y a causa de su afirmación
dentro de la forma inevitable de la confraternidad del oficio» (E. LEONE, op. cit., p. 52).
116 «Las continuas luchas por la conquista del pan cotidiano y el mejoramiento de la
situación general de la vida (…) —decía Rocker— son la mejor escuela educativa de los
trabajadores para el empleo y el profundizamiento práctico de sus sentimientos sociales y
de sus iniciativas personales en los cuadros de la ayuda mutua y de la cooperación
solidaria. Así se convierte el Sindicato en lugar de educación para el desenvolvimiento
continuo de las capacidades intelectuales y morales del proletariado y en campo de acción
para el desarrollo de sus mejores cualidades individuales y sociales. La organización
económica de lucha se transforma para él, de ese modo, en palanca de sus luchas
constantes contra los poderes de la explotación y de la opresión y al mismo tiempo en el
puente para llegar desde el infierno del sistema estatal capitalista al reino del socialismo y
de la libertad» (R. ROCKER, op. cit., p. 74).
motivación 117. Sin embargo, la cuestión estaba en la forma de
realizar esta lucha. La desconfianza hacia toda la maquinaria
estatal y la concepción estricta del modo de producción
capitalista les llevaba a desconfiar de toda mejora que no
hubiese sido arrancada a la burguesía o al Estado mediante el
ejercicio de la acción directa. Ello no quiere decir, sin embargo,
que no se aceptasen todas aquellas mejoras que fuesen objeto
de concesión más o menos gratuita, sino que se aceptaban en
cuanto supusiesen un avance en el camino emancipador, pero
se consideraba que las conquistas importantes sólo se podrían
conseguir a través de la acción directa, de la lucha directa
contra la burguesía. Así, aunque la diferenciación entre el
sindicalismo revolucionario y otras formas de sindicalismo,
reformista, etc., pueda parecer bastante clara a tenor de lo ya
dicho, para sindicalistas como Pouget tal distinción —entre
sindicalismo revolucionario y reformista— no existe, no es sino
una malintencionada distinción burguesa que tiende a dividir el
sindicalismo, acusando a los revolucionarios de ser «partidarios
del todo o nada y los han supuesto falsamente adversarios de
las mejoras actualmente posibles» 118 . Por lo tanto, el
sindicalismo revolucionario ha de procurar siempre cualquier
tipo de mejora que suponga una conquista en el proceso de
emancipación de la clase obrera, pero para que éstas lo sean
sustancialmente, han de ser arrancadas a través de la acción
directa.
117 G. Yvetot, por ejemplo, que escribía en los momentos más importantes de la lucha
por el establecimiento de la jornada de 8 horas, consideraba, por el contrario, que el
sindicalismo no debía conformarse con simples mejoras corporativas, mientras apuntaba
la disminución de las horas de trabajo como la reivindicación fundamental en la que
deberían concentrarse todos los esfuerzos.
118 E. POUGET, op. cit., p. 15.
Pero ¿qué ocurre con aquellas formas de acción sindical que
procuran mejoras inmediatas a través de vías que no sean
necesariamente la acción directa? Si por sindicalismo
revolucionario entendemos aquél que persigue la
transformación revolucionaria de la sociedad a través de la
acción sindical ejercida de manera directa —sin intermediarios
ni vías paralelas— contra la burguesía capitalista, es necesario
reconocer la existencia de otras formas de sindicalismo no
revolucionario, es decir, aquél que busca mejorar la situación
del obrero, pero no necesariamente la transformación
revolucionaria de la sociedad, o que busca esas mejoras a
través de vías que no son necesariamente la acción directa.
Este tipo de sindicalismo es denominado generalmente por los
sindicalistas revolucionarios «sindicalismo reformista». En
realidad, cuando Pouget rechaza esta distinción, más que
ignorar la existencia de un sindicalismo reformista, lo que hace
es recalcar que el sindicalismo revolucionario no rechaza
—como hicieron algunos teóricos en su inicio, obsesionados
con la idea de la huelga general— la lucha por el mejoramiento
inmediato del obrero, frente a las acusaciones interesadas de
quienes pretendían llevar a las masas obreras a otras
corrientes más dóciles del sindicalismo, sino que, por el
contrario, se preocupa por este mejoramiento como algo
necesario y que contribuye a la transformación revolucionaria
de la sociedad.
120 E. POUGET, op. cit., p. 16. Pelloutier daba en ello una mayor importancia a las Bolsas
de Trabajo (F. PELLOUTIER «Historia...», cit., p. 174 y ss.).
extensión; y ello no es sino el inicio, la primera parte, de la
actividad revolucionaria. Claro que no toda actividad
puramente sindical, es decir, reivindicativa, ha de ser
considerada como revolucionaria y, como ya vimos
anteriormente, el sindicalismo revolucionario siempre recalcó
sus diferencias con el que denominaba sindicalismo reformista.
Pero, desde un punto de vista abstracto, puramente teórico, el
sindicalismo revolucionario consideraba que la actividad
sindical era siempre necesariamente revolucionaria, porque la
lucha reivindicativa —estimaba— no hace sino reforzar,
independientemente de que se pretenda o no, el proceso que
lleva a la revolución social, a la transformación revolucionaria
de la sociedad, y ello es el objetivo fundamental del
sindicalismo. Las divergencias dentro del sindicalismo
revolucionario surgirán precisamente en torno a este
problema, es decir, si deben ser consideradas revolucionarias
—sindicalismo revolucionario— aquellas actividades que,
suponiendo un mejoramiento en la situación del obrero, no
tienen un efecto propiamente expropiador de la burguesía; por
ejemplo, las actividades mutualistas o cooperativistas que, a
pesar de todo, nunca fueron totalmente abandonadas por el
sindicalismo revolucionario.
121 «El Estado —decía Labriola— es un organismo político que se levanta sobre
intereses antagónicos. Cuando se aspira a la reconciliación de los intereses económicos
sobre el terreno de la identidad del oficio productivo, se aspira también a que cese el oficio
político» (A. LABRIOLA, op. cit., p. 30).
122 «Propiedad y autoridad —decía Pouget— no son sino la manifestación y la
expresión divergente de un solo y único «principio» que se concreta en la realización y la
consagración de la servidumbre humana. En ello no hay más que una diferencia de ángulo
visual: visto de un lado, la esclavitud aparece como un crimen de propiedad, mientras que
del lado opuesto resulta como un crimen de autoridad» (E. POUGET, op. cit., p. 10).
En este sentido, el alemán Rudolf Rocker sostendría que cada
sistema de producción engendraba sus propias instituciones
sociales y que el Estado era propio del régimen capitalista, por
lo que no se podría prolongar más allá de éste. Pero, al mismo
tiempo, demostraba la necesidad del Sindicato como órgano
específico de la revolución y de la reorganización social en base
a una concepción que podríamos calificar, en cierto modo, de
revolución permanente.
123 «La afirmación de los políticos socialistas de las más diversas escuelas y tendencias,
según la cual la conquista y la conservación de la máquina estatal es indispensable cuando
menos para el período de la “transición”, se basa por completo en suposiciones falsas y en
pensamientos puramente burgueses. La historia no conoce en este sentido ningún “período
de transición”, sino simplemente formas más primitivas y más elevadas de la evolución
social. Todo nuevo orden social es, en sus formas de expresión originarias, primitivo e
incompleto. Pero, no obstante eso, todos los órganos de su futura evolución deben estar ya
en cada una de sus nuevas instituciones con todas su posibilidades de desenvolvimiento
ulterior, lo mismo que en un embrión existe ya todo el animal o toda la planta» (R.
ROCKER, op. cit., p. 75).
más radicalizados, que sostenían que, por lo dicho, el Sindicato
debería ir aumentando sus funciones y extendiendo su campo
de actuación, cara a la revolución social, a toda otra serie de
actividades que difícilmente podían ser consideradas como
reivindicativas o expropiadoras de la burguesía, aunque
supusiesen un evidente mejoramiento de la situación material
de la clase obrera, como la creación de mutuas, cooperativas
obreras, ya de consumo, ya de producción, etc.
124 En este sentido se pronunciaron, sobre todo, los más destacados sindicalistas
italianos, Labriola, Leone, etc. Este último mantenía que «un trabajo sagaz de
organización sindical que supiese combinar orgánicamente en torno de la función esencial
de la resistencia unos fuertes y bien imaginados sistemas de mutualismo y de
cooperativismo, haría aumentar la aptitud económica del proletariado para administrar
colectivamente la producción de la sociedad futura» (E. LEONE, op. cit., p. 55). Ello no
suponía sino lo que en España se denominó «sindicalismo de base múltiple», cuya
aceptación sería muy debatida por la CNT.
régimen capitalista golpeándole en su misma base, la
producción, que es el motor de la sociedad. Ello significa que,
para el sindicalismo revolucionario, aunque se considere que el
Sindicato va poniendo poco a poco las bases o las
circunstancias que la determinan, la revolución es
esencialmente producto de un hecho determinado, de un
momento, más que de un más o menos largo proceso. Ello es
importante a efectos de valoración de la teoría de la huelga
general con respecto al conjunto de la teoría sindicalista
revolucionaria. Pero de este tema nos ocuparemos un poco
más adelante.
125 «Hoy la clase obrera —decía Leone— con la espontaneidad de las leyes económicas,
construye los primeros núcleos de la futura sociedad de los iguales en sus asociaciones de
oficio, que deberán organizar y disciplinar la producción, libre ya de toda hegemonía del
fuerte sobre el débil, autónoma de todo poder humano superior (...). Porque aquí está la
superioridad doctrinal del sindicalismo. No proyecta a capricho un nuevo sistema social,
sino que parte del movimiento obrero, como realidad autónoma y distinta, y en éste ve el
fecundo surco del cual, como fruto del propio árbol, surgirá un mundo nuevo» (E. LEONE,
op. cit., p. 50).
distribución sobre bases comunistas y una estructuración social
que fuese más o menos reflejo de la organización sindical, es
decir, descentralizada, federal, autónoma y no autoritaria. En
este sentido, la experiencia sindical propia fue claramente
determinante de todas las previsiones teóricas de los
sindicalistas revolucionarios, pudiéndose distinguir el
sindicalismo francés de otras tendencias como las que
triunfaron en España o Italia. Así, por ejemplo, Pouget, que
junto con el iniciador Pelloutier, fue uno de los grandes
teóricos del sindicalismo revolucionario, en base a su
experiencia francesa, sostenía que si el aspecto económico de
la sociedad futura estaría regulado por el Sindicato, el aspecto
social comunitario lo estaría por la Bolsa de Trabajo:
127 E insistía «una ley —supuesta bienhechora— no tiene eficacia alguna si los obreros
son incapaces de hacerla aplicar, y si son capaces de hacer que se aplique una ley que
mejore su suerte, son capaces también de adquirir o de imponer esa mejora sin ley» (G.
YVETOT, op. cit., p. 4).
128 «Los resultados son siempre más duraderos y mejores si dependen absolutamente de
la presión obrera espontánea o metódica, sin el concurso de personas intermediarias» decía
YVETOT (op. cit., p. 3); y añadía POUGET (op. cit., p. 15): «pero de que los sindicatos
desconfíen mucho de la benevolencia gubernamental no se sigue que rechacen beneficios
fragmentarios; por eso, en vez de esperarlos de la buena voluntad del Poder, los arrancan
por la lucha, por su acción directa».
parte, y ello es lo más importante, la emancipación de la clase
obrera sólo podrá realizarse en el marco de la acción directa,
dado que es la única que permite su actuación autónoma,
independiente, sin ataduras ni limitaciones ajenas de ningún
tipo, desarrollando las formas de lucha que le son propias, y
llevando esta lucha al campo que le es propio, el económico, y
no al que le interesa a la burguesía, el político.
129 Como defensores de la necesidad de ampliar las funciones de los sindicatos a este
sostenía que las sociedades mutuales o de socorros
pertenecían a la prehistoria del movimiento obrero, eran
propias de períodos en los que éste no tenía la fuerza
suficiente como para enfrentarse directamente a la burguesía,
teniéndose que conformar con una actividad puramente
defensiva y de asistencia mutua. Ahora, pensaba, el desarrollo
del movimiento obrero permite el enfrentamiento directo y las
Sociedades de resistencia, los Sindicatos, están en situación de
arrancar a la burguesía las mejoras necesarias para el bienestar
obrero, por lo que no deben distraer su atención con otro tipo
de actividades que no tiendan directamente a este fin130.
Así pues, la huelga aparece como algo natural, algo que lleva
dentro de sí la propia sociedad, algo que está implícito en el
propio sistema productivo. Es la respuesta lógica del explotado
ante su estado de explotación. La huelga no es pues un invento
del siñdicalismo; como tal, existía ya antes de que existieran los
Sindicatos, y fue utilizada como arma de protesta de diversas
formas y en muy diversas ocasiones. El Sindicato lo que hace es
darle a la huelga una nueva dimensión y trascendencia. «Con la
creación y el desarrollo de los Sindicatos —dice Yvetot—, en
vez de espontánea, la huelga es reflexiva, preparada y
declarada en el momento a propósito; es decir, en el momento
más ventajoso para los obreros y más desastroso para los
patronos. Por este hecho, la huelga tiene actualmente muchas
más probabilidades de triunfo que antes. Puede calcularse lo
que durará, lo que perderán los patronos y qué motivos les
obligarán a ceder» 133 . Sin perjuicio de que ello ocurriera
realmente así, el Sindicato viene a introducir, pues, una
racionalización en el empleo del arma, racionalización que
136 «Las huelgas —decía Leone— son aproximaciones a este estado económico [se
refiere al socialismo]: aplicando éstas aquella fuerza concurrente, la de la agrupación de la
clase obrera, crea la conciencia de su resultado inevitable y enseña el camino que debe
seguirse para resolver el conflicto [entre capital y trabajo]: la expropiación (...) en
beneficio de la colectividad» (E. LEONE, op. cit., p. 50).
profundización en el conocimiento de estas características.
143 El término proviene del inglés y tiene su origen en la actitud de vacío que los
campesinos irlandeses decidieron adoptar en 1880 contra el funcionario británico Charles
C. Boycott, administrador de las tierras del conde de Erne (en Irlanda), a causa del mal
trato que tenía con ellos.
contraria, el «label», es una de las tácticas más recientes del
sindicalismo revolucionario, y su generalización no se produce
sino desde finales del siglo pasado y principios de éste. Los
sindicalistas franceses adoptarían formalmente esta arma, a
propuesta de De Lasalle y de Pouget, en el Congreso de
Toulouse, de 1897.
146 Del francés sabotage: trabajo mal hecho. [Sabot en francés significa zueco, zapato de
madera; “sabotaje”, vendría de introducir un zueco entre los engranajes de una máquina
para provocar su mal funcionamiento (N. e. d.)]
productos y de las máquinas que amenazaban dejar sin empleo
a los trabajadores, en el período del desarrollo del
maquinismo. Sin embargo, como el boicot, sólo sería
formalmente adoptado por los sindicalistas franceses en el
Congreso de Toulouse, de 1897, también a propuesta de
Pouget y De Lasalle. Así, por sabotaje se entendía en el
sindicalismo revolucionario toda una serie de actividades que
afectaban al conjunto del proceso productivo, tanto al proceso
de fabricación en sí, como al producto y a su distribución.
150 Algunos autores añaden otras muchas formas de lucha del sindicalismo (el propio
Yvetot habla de «agitación en las calles», como forma de obligar «al Parlamento a votar
una ley más o menos útil a la clase obrera o a denegar otra que le es perjudicial»); sin
embargo, sólo las expuestas responden de manera coherente y específica al contenido
ideológico del sindicalismo revolucionario, tal y como aquí lo hemos detallado.
fundamentalmente el hecho de la solidaridad de clase que
implicaban, considerando a ésta —la clase trabajadora— como
protagonista en su conjunto.
153 En 1892, Pelloutier haría aprobar por el Congreso obrero celebrado en Tours (3-5 de
septiembre) un texto de su elaboración que recogía los fundamentos teóricos de la huelga
general; decía en uno de sus párrafos: «... el pueblo no ha conquistado nunca ninguna
ventaja por las revoluciones sangrientas, las cuales sólo han beneficiado a los agitadores y
a la burguesía. Que en presencia, por otra parte, de la potencia militar puesta al servicio del
capital, una insurrección a mano armada ofrecería solamente a las clases dirigentes una
nueva ocasión para sofocar en sangre las reivindicaciones de los trabajadores. [Por ello, el
único medio] capaz de asegurar la transformación económica y asegurar, sin posible
reacción, el triunfo del Cuarto estado (...) es la interrupción universal y simultánea de la
fuerza productiva, es decir, la huelga general» (F. PELLOUTIER, «Historia de...», cit., p.
74).
desaparecer la base social y económica en la que se
sustentaba. En fin, para Pouget, la huelga general, que tenía un
inevitable sentido revolucionario, no era sólo negativa, pues
incardinaba también el sentido positivo de la toma de los
elementos de producción por el proletariado, en base a la cual
se realizaría la reconstrucción social bajo los principios del
comunismo: «Esta negación a continuar la producción en los
moldes capitalistas —diría— no será puramente negativa; será
concomitante con la toma de posesión del mecanismo social y
con una reorganización comunista, efectuada por las células
sociales, que son los sindicatos. Los organismos corporativos
convertidos en focos de la nueva vida, dislocarán y arruinarán
los focos de la vieja sociedad: el Estado y los municipios. En
adelante, los centros de cohesión estarán en las
FEDERACIONES corporativas, en las uniones sindicales, y estos
organismos son los que se ocuparán de aquellas funciones
útiles que hoy corresponden a los poderes públicos y a los
ayuntamientos»154.
157 En la Federación Nacional de Sindicatos convergían los dos sectores más importantes
del socialismo francés: el Partido Obrero Socialista Revolucionario, de Paul Brousse, y el
Partido Obrero Francés, de Jules Guesde y Paul Lafargue.
158 «La huelga parcial no es más que un medio de agitación y de organización. Sólo la
huelga general, es decir, el cese completo de todo trabajo, y la revolución, pueden llevar a
los obreros hacia su emancipación» (Citado en G. LEFRANC, op. cit., p. 42).
159 Vid. notas 82 y 152.
entonces, los folletos y publicaciones sobre la misma eran
numerosísimos160.
164 Al respecto, diría Pouget: «Esta crisis revolucionaria se prepara con las catástrofes
parciales que son los preliminares de la general expropiación capitalista: unas veces
huelgas que se generalizan a una corporación (...), otras huelgas generales locales (...);
otras, movimientos de masas que se adelantan, como olas cada vez mayores, chocando
contra el capitalismo y el Estado» (E. POUGET, «La Confederación...», cit., p. 65).
los propios trabajadores, y si éstos se niegan a moverlo se
convertirá en una maquinaria inútil, incapaz de ser utilizada
contra ellos. De aquí la eficacia de la huelga general; lo que no
evitaba sin embargó el que pudiese obtener alguna respuesta
violenta, sobre todo en los inicios de la extensión del conflicto,
cuando la burguesía fuese consciente de la trascendencia
revolucionaria del mismo165.
165 «La huelga general —decía Yvetot— no puede ser pacífica, porque, aunque lo fuera a
ser posible, pronto se le opondría enfrente la autoridad para salvar el orden social burgués
amenazado. La necesidad de asegurarse la vida y de combatir la represión terrible, que se
organizará rápidamente, demostrará la lógica urgencia de la acción revolucionaria» (G.
YVETOT, op. cit., p. 7).
relevante en España, como veremos más adelante. Pero, el
mismo argumento aludido antes, de la complejidad de la
maquinaría social y su amplitud, es lo que exige a las
organizaciones obreras una extensión y una preparación sin las
cuales les sería imposible, no ya declarar la huelga general, sino
asumir la responsabilidad de la organización de la sociedad
futura, y ello era así reconocido por la generalidad del sindicato
revolucionario en el momento en que se elabora la Carta de
Amiens 166 . En definitiva, las huelgas parciales, para el
sindicalismo revolucionario, no sólo preparan y demuestran la
posibilidad de la huelga general, sino que, en el proceso de la
lucha de clases, muestran la inevitabilidad de la misma para
realizar la revolución social. Es la única arma de la que —se
pensaba—, en las presentes circunstancias, dispone el
proletariado.
166 El propio Pouget, uno de los sindicalistas más radicales, de procedencia anarquista,
llegaría a decir: «En tanto que esa obra de educación preliminar no se halle adelantada (...).
En tanto que los trabajadores no se hallen bastante familiarizados con la huelga general,
que en las circunstancias actuales se indica como el único medio para derribar el régimen
capitalista y gubernamental, no tienen más remedio que arrastrarse y consumirse en el
asalariado» (E. POUGET, op. cit., p. 16).
167 El internacionalismo, como el antimilitarismo, fue uno de los valores que el
sindicalismo revolucionario defendió, al igual que la mayoría de las fuerzas que
representaban el movimiento obrero de la época. Precisamente por su no especificidad
sindicalista no los hacemos objeto de nuestro estudio, dedicado más bien a recalcar los
rasgos diferenciales del sindicalismo revolucionario, sin que ello signifique restarles la
enorme importancia que tienen.
elementos materiales que constituyen la huelga parcial, pero
también de los espirituales, la voluntad emancipadora de la
clase trabajadora, la previsión de un futuro igualitario, etc., y su
elevación al nivel ideológico, es lo que convierte a la huelga
general —en la concepción de Sorel— en un mito. Es decir, lo
importante de la idea de la huelga general no es su
cientificidad o su capacidad de dar una previsión o una
hipótesis válida sobre el futuro, ni siquiera su eficacia o que el
resultado sea el previsto u otro; lo importante de la huelga
general —para él— era su papel movilizador, su capacidad de
actuar sobre el presente, intentando, transformarlo. Y esa
capacidad le venía dada a la huelga general precisamente por
el hecho de ser un mito: «el mito en el cual el socialismo
entero está encerrado; es decir, una organización de imágenes
capaces de evocar de manera instintiva todos los sentimientos
que corresponden a las diversas manifestaciones de la guerra
entablada por el socialismo contra la sociedad moderna». Así,
según la concepción soreliana, «las huelgas han engendrado en
el proletariado los más notables sentimientos, los más hondos
y los que más mueven; la huelga general los agrupa a todos en
un conjunto y, al relacionarlos, a cada uno de ellos le confiere
su máxima intensidad; al apelar a punzantes recuerdos de
conflictos particulares, anima con intensa vida todos los
detalles del conjunto presentado a la conciencia. Así
obtenemos esa intuición del socialismo que el lenguaje no
podría expresar de modo perfectamente claro»168. El mito,
pues, sería lo que llama a la acción al proletariado. Sin
embargo, hay que reconocer que la concepción soreliana de la
168 G. SOREL, «Reflexiones sobre la violencia», Madrid, 1976, pp. 186-187. La edición
original es de 1906.
huelga general no tuvo demasiado éxito entre los sindicalistas
revolucionarios de su época y que su trascendencia fue, en
todo caso, posterior. Para el sindicalismo revolucionario la
huelga general no era simplemente un mito movilizador, o una
meta revolucionaria —proceso revolucionario en sí mismo— de
no importa qué previsibles consecuencias. Por el contrario, la
huelga general era un hecho que tendría que producirse, una
vía que abriría las puertas de la revolución social. Por eso no
era querida en sí misma y por eso no era intrascendente el
resultado; el sindicalismo revolucionario lo que buscaba era el
resultado: el establecimiento de la sociedad igualitaria. Así,
aunque pueda considerarse al sindicalismo revolucionario
como una filosofía de la acción, en el sentido de que la teoría
seguía a la práctica, en vez de precederla y determinarla, no
puede decirse que buscara la acción por la acción, con tal de
modificar la injusticia presente —como Sorel pensaba—, sino
que sólo actuaba en función del fin revolucionario que tenía
trazado, y no le era en absoluto indiferente el resultado. Ya
vimos anteriormente cómo el conjunto de los elementos
ideológicos del sindicalismo y sus tácticas estaban marcados
por esa finalidad revolucionaria y eran considerados en función
de ella, y la huelga general actúa en este sentido como un
elemento más de ese conjunto, quizá el culminante, pero no
por ello más o menos importante que el resto.
170 La fórmula aprobada fue la presentada por el partido socialdemócrata holandés, que
venía a decir —tras declarar irrealizable la idea de la huelga general como forma de
emancipación del proletariado—, «que, por el contrario, es posible que una huelga que
alcanzara un gran número de oficios, o los más importantes para el funcionamiento de la
vida económica, fuese un medio supremo para efectuar cambios sociales de gran
importancia, o de defenderse contra los atentados reaccionarios sobre los derechos de los
obreros», y advertía a los obreros para que «no se dejen impresionar por la propaganda
para la huelga general, de la que se sirven los anarquistas para apartar a los obreros de la
lucha verdadera e incesante, es decir, de la acción política, sindical y cooperativa» (Citado
en A. DEL ROSAL, «LOS Congresos obreros internacionales del siglo XX», Barcelona,
1975, p. 21).
huelga general había conseguido ya carta de naturaleza dentro
del movimiento obrero.
174 JOSÉ PEIRATS, «LOS anarquistas en la crisis política española», Buenos Aires, 1964,
p. 13.
175 C. M. LORENZO, «LOS anarquistas españoles y el poder (1868-1969)», París, 1972, p.
28.
posteriormente en el prólogo al libro de José Prat «La
burguesía y el proletariado» (1909). Sostenía Lorenzo que la
llegada de las corrientes sindicalistas a España, y singularmente
a Cataluña, venía «no a darnos una idea nueva, sino a
devolvernos corregida, aumentada y perfectamente
sistematizada la que los anarquistas españoles inspiramos a los
franceses discutiendo desde “Acracia” y “El Productor” con “La
Révolte”» 176.
176 Se refiere A. Lorenzo a la polémica que en los años ochenta del siglo pasado
sostuvieron los dos órganos anarquistas españoles con el francés «La Révolte», en la que
los anarquistas españoles aconsejaban entonces a los franceses su ingreso en las
organizaciones obreras: «la conveniencia de dar impulso revolucionario a las sociedades
de resistencia», que entonces se desarrollaron con fuerza (A. LORENZO, prólogo al libro de
J. PRAT, «La burguesía y el proletariado. Apuntes sobre la lucha sindical», Valencia, s.f.
[1909]). .
177 J. DÍAZ DEL MORAL, «Historia de las agitaciones campesinas andaluzas», Madrid,
1973, p. 170 (edición original de 1928).
otro trabajo 178. Sin embargo, a mi modo de ver actual, el
problema de la influencia del sindicalismo revolucionario
francés en la formación del sindicalismo español ha sido
tratado de una manera excesivamente globalizante y ello es lo
que ha llevado a cierto confusionismo y a producir
contradicciones en la apreciación del problema, cuando en
realidad éstas no deberían existir.
178 ANTONIO BAR, «La Confederación Nacional del Trabajo frente a la II República», en
M. RAMÍREZ (ed.) «Estudios sobre la II República española», Madrid, 1975, p. 219.
179 En 1892 se crea la Federación de Bolsas de Trabajo; en 1895 se crea la CGT; en 1902
se produce la unificación de las dos ramas del sindicalismo en la nueva CGT.
obreros. Gran parte de estos últimos tuvieron que exiliarse en
Francia, donde entraron en contacto con las nuevas corrientes
obreristas que entonces cobraban fuerza en Francia, a raíz del
desencanto producido por la ineficacia del activismo
individualista o el puramente insurgente. El movimiento era
amplio, pero era fundamentalmente un movimiento de base;
se había desatado una verdadera fuerza asociativa entre los
obreros, y los anarquistas no podían permanecer al margen de
todo ello, no podían quedarse enquistados en las posiciones
individualistas o elitistas, a las que habían sido relegados por
sus propios errores estratégicos y por la tendencia natural del
movimiento. Por ello, se estableció la necesidad de ingresar en
las asociaciones obreras180, aunque ello no fuese visto con muy
buenos ojos por la totalidad del anarquismo. Los exiliados
españoles vivieron muy de cerca todo este proceso y no podían
dejar de reconocer en él todas las similitudes que la situación
francesa tenía con la española al respecto. En ambos países, el
triunfo de las concepciones comunistas antiorgánicas del
anarquismo habían contribuido —mucho más en España— a la
desintegración de las FEDERACIONES obreras hijas de la
Primera Internacional, mientras que se había favorecido la
actuación de los grupos aislados y la realización de actos
individuales que, a la larga, no había ocasionado más que la
represión y la dispersión del movimiento obrero, y por esto
precisamente se encontraban ellos en el exilio. Pero, a la
inversa, el anarquismo español nunca fue un anarquismo
excesivamente intelectual o de élite, sino más bien un
anarquismo obrero, militante, lo que hizo que aún dentro de
las concepciones más antiorgánicas del anarco-comunismo no
182 Sobre la preparación de la huelga general de 1906 en Cataluña, dice M. Sassiri: «los
que la dirigían oslaban en relación con sociedades revolucionarias de Francia, Alemania,
Inglaterra e Italia» («Las huelgas en Barcelona y sus resultados en el año 1906»,
Barcelona, 1907, p. 87). Los contactos con los.sindicalistas franceses continuarían siendo
frecuentes. En 1908, cuando se cambió el Consejo Directivo de SO, «por indicación de
Ferrer fue nombrado para sustituirle [a A. Colomé] Jaime Bisbe, que conocía bien el
francés y podría entenderse directamente con los de la CGT de París y las agrupaciones
revolucionarias de Francia» (C. LEROY, «Los secretos del anarquismo», cit., p. 221).
efectos. En este sentido, hay que destacar la creación de las
Casas del Pueblo que el partido lerrouxista fue creando en
diversas localidades 183 , como remedio de lo que había
conseguido lograr en Francia Pelloutier con las Bolsas de
Trabajo, convirtiendo en verdaderos centros obreros lo que
eran meros organismos de colocación. Ahora bien, a efectos de
la consideración de la trascendencia de la influencia del
sindicalismo revolucionario francés en España, debemos
considerar que este segundo período se inicia con la
constitución de Solidaridad Obrera, que es el primer germen
orgánico del sindicalismo revolucionario en España.
183 La primera fue inaugurada en Barcelona en 1906, un año antes de que el PSOE
inaugurara la suya de Madrid.
contenido un tanto diferente del francés, como ya veremos un
poco más adelante. De cualquier modo, a pesar de la avalancha
de escritos sobre la nueva corriente, no puede decirse que ésta
tuviera un éxito inmediato sobre las masas obreras. El
anarquismo había perdido mucho terreno en el campo
societario y el nuevo sindicalismo revolucionario tenía que
demostrar claramente sus diferencias con los viejos métodos y
las ventajas de las nuevas tácticas. SO habría de representar el
banco de pruebas para la nueva teoría, el período intermedio
experimental, transición a la CNT, que supone la verdadera
consolidación orgánica del sindicalismo revolucionario español,
al menos en su primera etapa. Pero, esta invasión de la
doctrina francesa, que se inicia lentamente a partir del fracaso
de 1902, adquiere este carácter masivo fundamentalmente a
partir de la época en que se constituye SO. De esta época datan
precisamente la mayor parte de los folletos traducidos del
francés de los que tenemos noticias. En este sentido, merece
especial mención la contribución de Ferrer, quien, ya
desaparecido su periódico «La Huelga General» (en 1903),
sigue poniendo sus fondos a disposición de la causa del
sindicalismo, y es precisamente en las colecciones editoriales
de La Huelga General y de la Escuela Moderna, donde se editan
la mayor parte de los folletos divulgadores de la nueva
doctrina.
184 De Luigi Fabbri, traduciría J. Prat, en 1918, una de sus obras más conocidas:
«Influencias burguesas sobre el anarquismo» (Barcelona, 1918, Imprenta «Germinal»),
en contra de la violencia anarquista.
V. Griffuelhes, «El Sindicalismo Revolucionario» (La Felguera,
1911, y Valencia, s.f.), y F. Pelloutier, «El Arte y la Rebeldía»
(Barcelona, 1917, «Tierra y Libertad»), también en traducción
de J. Prat, adquiriendo esta última una enorme difusión. En
1910 sería también publicada en España la obra del destacado
sindicalista revolucionario holandés Christian Cornelissen «En
marcha hacia la sociedad nueva» (Barcelona, 1910, Toribio
Taberner).
185 Ver amplia bibliografía sobre libros y folletos de este período en R. LAMBERET,
«Mouvements ouvriers et socialistes. L´Espagne (1750-1936)», París, 1953. De A.
LORENZO ver amplia bibliografía recopilada por ÁLVAREZ JUNCO en la edición de su libro
«El proletariado militante», Madrid, 1974, pp. 483 y ss.; tuvieron especial difusión «Vía
Libre», Barcelona, 1905, «El obrero moderno», Barcelona, 1909, «Hacia la
emancipación», Mahón, 1914. De J. PRAT se podrían destacar «Necesidad de la
asociación», Barcelona, 1904, «En pro del trabajo», Barcelona, 1906, «La burguesía y el
proletariado. Apuntes sobre la lucha sindical», Valencia, 1909.
186 Ver la recopilación de sus escritos, preparada por J. Prat, en «Ideario», Gijón, 1926, y
en «Ensayos y Conferencias», Gijón, 1934. De «Ideario» existen dos ediciones
posteriores, de 1955 y de 1975, a cargo de la revista «Cénit» y de la CNT, en Francia,
respectivamente.
187 Según Constant Leroy, Anselmo Lorenzo recibía un sueldo mensual de Ferrer
Guardia por traducir libros para las publicaciones de la Escuela Moderna (C. LEROY, «Los
creadora, sino por el prestigio que el viejo internacionalista
tenía entre los medios libertarios y obreros. Sin embargo, como
ya dijimos en alguna ocasión anteriormente, no puede decirse
de Lorenzo que se hubiese «convertido» al sindicalismo de
manera total; él, al igual que la mayoría de los militantes
anarquistas que aceptaron el sindicalismo en España, siguió
siendo por encima de todo un anarquista convencido, y de ello
se derivan las importantes matizaciones que la teoría y la
práctica del sindicalismo revolucionario sufrieron en su
introducción en España, con respecto al sindicalismo francés;
pues conocidos son ya los puntos de fricción más importantes
que entre ambas concepciones existen188, y que el anarquismo
«renovado» trataba de obviar, para adaptar la nueva teoría a
sus viejas concepciones.
189 Sobre el importante papel financiador que Ferrer desempeñó en favor de la prensa
obrera, así como, en general, de las actividades de SO en sus primeros años, vid., con las
correspondientes reservas, dado que se trata de un libro auto-exculpatorio de un militante
anarquista renegado, C. LEROY, op. cit., p. 217 y ss.
magnífica declaración de solidaridad obrera que proclama los
verdaderos principios salvadores del proletariado». Y más
adelante, en la misma salutación, añadía el editorialista de
«Tierra y Libertad», despejando con ello toda duda con
respecto a la posible influencia francesa en el naciente
sindicalismo español:
190 «El Rebelde» era el portavoz del grupo anarquista que dirigían Leopoldo Bonafulla y
Teresa Claramunt, opuestos al sindicalismo, para quienes el Sindicato no era sino un
nuevo medio de acción para los anarquistas.
iba formando durante todo este período, que culmina en la
creación de la CNT? Como hemos visto, fuera de cualquier otro
tipo de contacto directo entre los militantes obreros de uno y
otro país, o de cualquier otra vía de influencia posible, nos
hayamos referido a ello o no, la introducción del sindicalismo
revolucionario en España se hace fundamentalmente a través
de las traducciones de las obras de los más destacados
dirigentes sindicalistas franceses y de los comentarios o
ensayos de los más destacados líderes españoles, que, como A.
Lorenzo o José Prat, eran anarquistas. Y aquí surge una de las
fuentes principales de la «peculiaridad» del sindicalismo
español. Estos autores seguían siendo básicamente anarquistas
y para ellos el sindicalismo no representaba sino una nueva
posibilidad de actuación sobre las masas obreras, una nueva
vía para la promoción de la «Idea»; en definitiva, una nueva
forma de actuación para el anarquismo, que seguiría siendo el
contenido ideológico fundamental de toda su teorización. Por
otra parte, esta síntesis del anarquismo y del sindicalismo
revolucionario no era algo que chocase, a pesar de todo,
excesivamente con los planteamientos de estos anarquistas
españoles, dado que, a diferencia de gran parte del
anarquismo europeo, el anarquismo español no era un
anarquismo de élite, sus militantes y dirigentes no provenían
de sectores radicalizados de la pequeña burguesía —como un
Proudhon—, de la gran burguesía —como Bakunin—, o de la
aristocracia —como un Kropotkin—, sino que venían de y
pertenecían a la clase trabajadora, entre la que se encontraban
integrados, en su mayor parte, y en medio de la cual
trabajaban. El anarquismo individualista o sectario nunca contó
con excesivos seguidores en nuestro país. Ello hizo que la
nueva política de masas que el sindicalismo imponía no
supusiese un giro excesivamente, brusco en la estrategia del
anarquismo español, y A. Lorenzo se esforzaba por
demostrarlo, aludiendo constantemente a la continuidad que
había entre el nuevo sindicalismo y los principios de la Primera
Internacional, de la que había sido un destacado defensor. Así,
sin grandes rupturas, el anarquismo español, excepción hecha
de los sectores más recalcitrantes, imbuidos aún de los modos
de acción que el anarco-comunismo kropotkiniano había
impuesto en España en los años ochenta del siglo pasado,
adoptó el sindicalismo revolucionario, pero lo adoptó
adaptándolo a todo el bagaje anarquista que le era propio, de
tal manera que el sindicalismo revolucionario se convirtió en
España por y para la mayoría de los militantes en
anarcosindicalismo. Ello no quiere decir, por supuesto, que no
existiese en España un sindicalismo revolucionario que
consérvase esencialmente el contenido que en Francia se había
dado a esta doctrina; sí existió: SO casi de manera absoluta y la
CNT en gran parte, fundamentalmente en el primer período de
su existencia, respondieron doctrinalmente a los principios
clásicos del sindicalismo revolucionario. Lo que ocurre es que el
sindicalismo revolucionario español fue fiel a uno de los
principios básicos del sindicalismo: ser un modo de acción, una
práctica, y no una mera teoría; por lo que, al contrario de lo
que ocurrió en Francia, es muy difícil encontrar trabajos
teóricos del sindicalismo revolucionario español, y las
manifestaciones teóricas sobre sindicalismo más corrientes son
las elaboradas por los anarquistas, es decir, por los
anarcosindicalistas, son anarcosindicalismo. Las
manifestaciones más claras de sindicalismo revolucionario son
precisamente los documentos de las organizaciones, los
manifiestos y acuerdos tanto de SO como de la CNT. Ellos son
los que demuestran la existencia de un sindicalismo
revolucionario español, y que no todo el sindicalismo español
fue anarquista, fue anarcosindicalismo. A lo largo de la vida de
la CNT tendremos oportunidad de ver cómo se perfila con
mayor claridad la tendencia sindicalista revolucionaria dentro
de la organización, precisamente en los momentos en que la
misma tiende a reforzar su definición anárquica. Mientras que,
en los momentos iniciales del movimiento, cuando el
sindicalismo revolucionario constituía el sustrato mismo de la
organización, era su propia dinámica, por lo que no exigía
mayores definiciones ni precisiones teóricas que no fuesen los
propios acuerdos de la misma, por el contrario, era el
anarquismo, el anarcosindicalismo, el que se esforzaba en
recalcar el contenido anarquista de la nueva teoría y sus
precedentes históricos de raigambre anarquista.
196 Estas Bases fueron publicadas por «Solidaridad Obrera», núm. 1, 19-octubre- 1907.
Más tarde las publicaría A. Pestaña, en «Solidaridad Obrera», 18 de agosto de 1932, p. 5,
recogiéndolas también en el artículo VI de su serie «Historia de las ideas y de las luchas
sociales en España», publicada en la revista «Orto» de Valencia (núm. 9, noviembre de
1932).
197 «Queremos en el orden inmediato: el mantenimiento de las bases que por efecto de
huelgas o de convenciones recíprocas fueron aceptadas y firmadas por patronos y obreros
de respectivos ramos y que constan en actas confirmadas por las autoridades locales.
El respeto del derecho de asociación en todas sus manifestaciones legales.
El cumplimiento exacto de la Ley de descanso dominical.
La higienización de toda clase de trabajo.
En el orden de nuestro mejoramiento queremos:
La reducción de horas de trabajo en relación de los progresos mecánicos que se realicen.
El aumento de los salarios, proporcional a las necesidades de la vida del obrero moderno.
Vida externa para toda clase de dependientes.
Supresión del trabajo a destajo en todos los oficios.
Trabajo de seis días por semana o pago de los mismos jornales cuando por causas ajenas
del obrero no fueran completos los seis días de labor.
Abolición del albayalde y toda clase de materias tóxicas sustituibles en las industrias.»
(«Solidaridad Obrera», núm. 1, 19 de octubre de 1907, p. 2).
sindical de los mismos, a la que se refieren más adelante. Pero,
este tema, cuya concreción sería decisiva para la definición
ideológica de la organización, continúa siendo excesivamente
vago, y no es posible pensar que aquellos societarios, que
pronto se autodenominarían sindicalistas, creyesen que el
único medio para lograr la emancipación del proletariado fuese
meramente la «instrucción y cultura» del mismo. Quizá la
indeterminación en este campo, que ahora ya no justifican en
base al derecho a la actuación autónoma de las sociedades
federadas, tenga como causa fundamentalmente la intención
de no poner delimitaciones previas que pudiesen frenar el
crecimiento de la recién nacida Federación Local y el acceso a
la misma de nuevas sociedades obreras, tanto de corte más
conservador como de corte más progresista. Decía el
documento:
198 La existencia de estas sociedades de oficio planteaba el problema de tener que admitir
a más de una del mismo oficio, perteneciente a la misma localidad, problema que siguió
planteándose con muchas sociedades prácticamente hasta 1918, cuando se estructura el
sindicato único. Ver A. PESTAÑA, «Historia de las ideas...», cit., VI.
la organización obrera transformada en Régimen Social del
Trabajo.»
199 Recogida también por A. PESTAÑA, «Historia de las ideas...», cit. X, «Orto», núm. 12,
febrero de 1933.
preocupados exclusivamente por la creación de una fuerte y
extensa organización sindical, por el robustecimiento de SO,
ocupaban la posición intermedia, hacia la cual tenían
necesariamente que converger los sectores políticos, como
los socialistas o los republicanos radicales, y los antipolíticos,
como los anarquistas, para lograr el equilibrio que evitase el
rompimiento de SO.
202 Así, en 1933, constataría PESTAÑA «cómo temas de los que entonces se pusieron en
discusión son hoy tan de actualidad como sin duda lo fueron en aquel período, del que nos
separan la friolera de veinticuatro años» («Historia de las ideas...», cit., XI, «Orto», núm.
14, abril de 1933).
b) De tipo orgánico: «Conveniencia de practicar unidos el
sindicalismo todos los similares a un ramo de trabajo».
«Suprimir el principio voluntario que informa la línea de
conducta de SO y que sea sustituido por el deber y la
obligación», tema de indudable trascendencia que vendría a
reducir la autonomía de las sociedades como base de
organización, en favor de la disciplina y la coordinación
orgánicas. «Condiciones que deben reunir las Sociedades de
resistencia para poder afiliarse a SO.» «¿Es conveniente que en
una localidad haya más de una Sociedad de resistencia
perteneciente a un mismo oficio?» Elaboración de unos
Estatutos. «¿Es de necesidad la organización de la
Confederación General del Trabajo?», tema que demuestra la
intención que tenía ya SO desde un principio de sobrepasar los
estrechos límites locales para convertirse en una
Confederación nacional, cuando aún se estaba convirtiendo
solamente en una organización de carácter regional. El tema de
la cooperación y el colectivismo vuelve a ser tocado en otro
punto, ya no como un modo de lucha del sindicato, sino desde
un punto de vista general, como un modo de mejoramiento de
la situación del obrero. Hay aún algunos puntos más de menor
importancia.
203 Los acuerdos de este Congreso fueron recogidos por diversos periódicos de la época
y por la citada serie de A. PESTAÑA «Historia de las ideas...», cit., XI, XII, XIII, en «Orto»
abril, agosto y septiembre de 1933. Entre ellos: «Solidaridad Obrera» que le dedicó un
número especial, el 18 de septiembre de 1908; «El Poble Catalá» 8, 9 y 10 de septiembre
de 1908; «La Publicidad» 8 de octubre de 1908; «Heraldo de Madrid» 7, 9, 10 de
septiembre de 1908, que contó con un cronista de excepción: Juan José Morato. Los textos
citados son de la amplia reseña de «Solidaridad Obrera» de 18-IX-l 908.
excluyendo toda tendencia política o religiosa y procurando
avivar en el proletariado el espíritu de lucha contra el
capital» 204.
206 A. PESTAÑA, «Historia de las ideas...», cit., XVI, «Orto», núm. 20, enero de 1934.
modo de hacerlo se trataba o no de acción directa. Ello, claro,
mucho más en este período de formación, que en el de la CNT.
207 «Solidaridad Obrera» publicó en octubre de 1908 un Proyecto de Estatutos, que fue
parcialmente modificado con posterioridad y presentado para su legalización en diciembre
de 1908, y finalmente publicado: Confederación Regional de Sociedades de Resistencia
Solidaridad Obrera, «Estatutos», Barcelona, 1909.
objetivo [se refiere al contenido del art. 2.°], son
fundamentales: la propaganda societaria de los principios
económicosociales, la enseñanza científica y racional para
los obreros y sus hijos y la relación y organización de la
clase obrera bajo la base de la mayor autonomía posible.
(...).
208 Vid. J. C. ULLMAN, «La Semana Trágica», p. 250, quien estima que esta declaración
tan radical, en comparación con el contenido del Congreso, venía determinada por el
«lock-out» que entonces se estaba produciendo en la industria textil.
Otro de los temas tácticos de gran trascendencia sería el
tema del «sindicalismo a base múltiple». Este tema constituyó
siempre un punto de enorme conflictividad dentro del
sindicalismo y, como vimos con anterioridad, la doctrina
sindicalista tanto francesa como italiana discutieron
largamente sobre ello, sin por esto llegar nunca a un acuerdo
determinado. Generalmente, las tendencias más radicalizadas
del sindicalismo rechazaban violentamente el sindicalismo de
base múltiple, al que consideraban como reformista, dado que
sólo contribuía a mejorar parcialmente la situación del obrero
bajo el capitalismo, distrayéndole de la meta revolucionaria,
que debe ser su único objetivo, y adormeciendo su espíritu
combativo en las conquistas conseguidas. En España la
polémica continuó sin resolver el tema, que, por otra parte,
venía ya de lejos y había sido ampliamente debatido en el seno
de la Sección española de la Internacional, y habría de seguir
siendo discutido con posterioridad, en el seno de la CNT209. El
sindicalismo a base múltiple venía a significar la posibilidad de
que el Sindicato desarrollase no sólo su actividad propia, la
reivindicativa, sino toda aquella serie de actividades que
contribuyeran al mejoramiento de la situación del obrero,
como el establecimiento de seguros o mutuas de socorro, el
establecimiento de cooperativas de consumo o de producción,
el establecimiento de cajas fijas de resistencia, o, incluso, la
posibilidad de actuación política, según cada concepción del
mismo. El sindicalismo a base múltiple significaba, en definitiva
—para gran parte de los sindicalistas revolucionarios—, una
negación flagrante de la acción directa, ya que desviaba la
Y añadía:
«Entiéndese por autonomía la absoluta libertad para las
sociedades en todos los asuntos relativos al gremio»211.
217 A. PESTAÑA, «Historia de las ideas...», cit., XVI, «Orto», enero-1934. También en
esto fue decisiva la actuación de los socialistas, esta vez en la persona de Fabra Ribas.
obrera, la concepción sindicalista revolucionaria tardaría aún
mucho tiempo en ser asimilada, y el éxito progresivo del
sindicalismo al que nos referimos se mide a este nivel por la
nueva y progresiva tendencia a asociarse, por el rápido
desarrollo y extensión de SO, que era la única organización
que, como hemos visto, recogía en sus planteamientos y
materializaba en su organización los principios genéricos del
sindicalismo revolucionario. Sin embargo, los sectores
sindicalistas, esa élite ya concienciada e inmersa de lleno en la
nueva ideología sindicalista revolucionaria, realizaban también
un enorme esfuerzo por hacer que esta concepción pasase a
ser algo más que unos principios generales que inspiraban la
actuación de SO y que sólo una minoría conocía, a través de sus
lecturas, sus huidas a Francia o cualquier otra vía; se trataba de
hacer llegar el sindicalismo revolucionario a la propia masa y
tratar de sustraerla, en la medida de lo posible, a la atracción
que sobre ella ejercían los partidos políticos burgueses. El
Ateneo Sindicalista de Barcelona y otra serie de actividades
propagandísticas, al margen de las ya desarrolladas por SO,
respondían a esta intención. José Negre refleja muy bien esta
situación cuando habla del éxito de SO:
219 Ver en este sentido ROMERO MAURA, «La Rosa de Fuego», cit., p. 476.
220 La primera representación política obrera de este siglo la obtuvieron P. Iglesias,
García Ormaechea y Largo Caballero, al ser elegidos concejales en Madrid. En mayo de
1910, P. Iglesias sería elegido diputado por la misma ciudad.
221 Ver ROMERO MAURA, op. cit.
bastante primitivas, tanto en su concepción, como en su
organización y forma de lucha.
222 Ello no podia dejar de defraudar a los anarquistas, que lo consideraron como
«desviaciones ideológicas». Así lo haría M. BUENACASA, «Ei movimiento...», cit., p. 210.
3. El socialismo
223 La UGT contaba en Cataluña, en junio de 1907, con 9 secciones con 1.096 afiliados,
en Barcelona, y con 2 secciones con 63 afiliados en Tarragona. En septiembre de 1907,
tras la fundación de SO, estas cifras quedan reducidas a 6 secciones con 839 afiliados en
Barcelona, y 1 sección con 15 afiliados en Tarragona. (X. CUADRAT, op. cit., pp. 129 y
202.)
al oficio, también pone sobre las demás esta forma de
acción. Y una legión de jóvenes ilustrados, hasta
universitarios, como el excelente escritor Núñez de Arenas
y el muy estimable J. L. Martínez —y estos nombres son un
ejemplo no más—, ven las cosas del mismo modo»224.
227 Cfr. F. ENGELS, introducción al libro de K. MARX, «Las luchas de clases en Francia»,
Madrid, 1967. Sólo los sectores blanquistas —dentro del campo socialista- no
abandonaron nunca sus expectativas y tácticas insurreccionalistas.
Partido Obrero Francés, de Jules Guesde, convergen en 1884
en la fundación de la Federación Nacional de Sindicatos. En
España, en proceso similar, aunque bajo condiciones
diferentes, en agosto de 1888, se funda la UGT bajo los
auspicios del PSOE. Pero el problema estaba en que estas
sociedades obreras, fuertemente unidas a las directrices de los
partidos socialistas, eran concebidas como medios de
agrupación obrera cuya función primordial era el
mejoramiento de las condiciones de trabajo, y, en segundo
término, servían como elemento de apoyo de la lucha política
desarrollada por el partido, al mismo tiempo que contribuían a
nutrir sus filas. De este modo, al partido correspondería la
función de luchar en la vía política por la emancipación de los
trabajadores, mientras que a las sociedades obreras, a los
sindicatos, correspondería la lucha por el mejoramiento
material de la situación del trabajador.
234 El art. 1.° de los principios generales que inspirarían la UGT, aprobados en su
Congreso fundacional, de agosto de 1888, establecían:
«La Unión General de Trabajadores de España tiene por objeto:
1. Reunir en su seno a las Sociedades, FEDERACIoNES y Uniones de resistencia.
2. Crear nuevas secciones de Oficios y constituirlas en FEDERACIoNES Nacionales.
3. Mejorar las condiciones de trabajo.
4. Mantener estrechas relaciones con las organizaciones obreras de los demás países
que persigan el mismo fin que esta Unión y practicar con ellas, siempre que sea posible, el
principio de solidaridad.»
Mientras que el programa del PSOE, aprobado en su asamblea fundacional, de julio de
1879, establecía como objetivos del mismo:
«Abolición de clases, o sea, emancipación completa de los trabajadores. Transformación
de la propiedad individual en propiedad social o de la sociedad entera. Posesión del Poder
político por la clase trabajadora.» Con lo que se consagraba la preeminencia del Partido
sobre el sindicato. Los subrayados son míos.
235 En la encuesta sometida por el secretariado de la Internacional a sus adherentes, en
junio de 1907, con vistas a disponer de mayores datos para obtener una resolución
adecuada en el tema de las relaciones entre partido y sindicatos, en el Congreso que se iba
a celebrar en Stuttgart, el PSOE respondería reconociendo que el presidente del Comité
Nacional del Partido —Pablo Iglesias— presidía también el CN de la UGT; que existía un
cierto número de sindicatos adheridos, como tales, al Partido —la mayor parte de ellos
formados por obreros del campo—; que los comités del Partido y de los Sindicatos
actuaban frecuentemente de común acuerdo; y que en algunos casos los miembros de la
UGT hacían propaganda del PSOE entre los afiliados a la misma (ver la citada respuesta
del PSOE en A. DEL ROSAL, Id., p. 25).
ideológico, apoliticismo, etc., así como de algunas tácticas por
éste desarrolladas, como la huelga general236.
236 Sobre los principios que inspiraban, en general, la actuación sindical de los socialistas
españoles, vid.: P. IGLESIAS, «Escritos. I. Reformismo social y lucha de clases y otros
textos», Madrid, 1975, pp. 253-276. Contra la idea de la huelga general escribió Iglesias en
varias ocasiones, y llegó a contestar una encuesta sobre este tema realizada por la revista
sindicalista francesa «Le Mouvement Socialiste», en 1904, cuya contestación sería
publicada posteriormente en «El Socialista», el 16 de enero de 1906; a ella nos referiremos
más adelante. Vid. también: P. IGLESIAS, «Escritos. II. El socialismo en España. Escritos
en la prensa socialista y liberal (1870-1925)», Madrid, 1975, pp. 197-208.
237 No hay por qué pensar que esta colaboración proviniese necesariamente de una
«conciencia sindicalista» de los socialistas catalanes —como tampoco hay por qué
pensarlo de los sectores anarquistas—, sin que ello excluya la existencia de personas
—como Fabra Ribas— o sectores qup sí considerasen al sindicalismo como algo más que
una salida de urgencia.
238 En agosto de 1907, el PSOE contaba en Cataluña con 292 afiliados, de un total
nacional de 5.183 (L´Internationale Ouvriere et Socialiste, «Rapport soumis au Congres
Socialiste International de Stuttgart (18-24 août, 1907) par les organisations socialistes
d´Europe, d Australie et d Amerique sur leur activité pendant les années 1904-1907»,
Bruxelles, 1907). La UGT, en septiembre de 1907, contaba en Cataluña con siete
secciones con 854 afiliados, de un total nacional de 30.066 (citado en X. CUADRAT, op.
los anarquistas por aquella época, determinaba el vacío
orgánico e ideológico de la clase trabajadora en el que el
republicanismo radical tenía un adecuado marco de desarrollo.
No es por ello descaminado pensar que el socialismo catalán
viese precisamente en el cambio de actitud que se estaba
operando en el campo anarquista la oportunidad de realizar
una alianza con este sector, en base a las nuevas directrices y
tendencias que ya triunfaban en Francia, que le permitiese, por
un lado, lograr influir de una vez en el movimiento obrero
catalán, en el que tan poco éxito había tenido hasta el
momento, y, por otro, poder presentar batalla con un
suficiente respaldo obrero al fuerte enemigo político que
entonces representaba el republicanismo radical. Ello
representaba el grave riesgo de hacer el juego a un enemigo
que, a la larga, podía ser mucho más peligroso; pero los
socialistas catalanes contaban a su favor con la necesidad del
cambio de actitud que tenían que adoptar los anarquistas, para
quienes, tras el fracaso de las huelgas de 1901 y 1902, había
quedado cerrada la posibilidad de continuar influyendo
decisivamente en el movimiento obrero catalán sin un cambio
cualitativo de estrategia. Y ese cambio tenía que ir
necesariamente en el sentido que proponía el sindicalismo
francés, que era, a su vez, el único modo a través del cual los
socialistas podrían llegar a influir decisivamente en un terreno
hasta entonces vedado para ellos.
Decía el acuerdo:
4. El radicalismo
240 «La Justicia Social», 31 de diciembre de 1910 (citado en X. CUADRAT, op. cit., p.
504, adonde me remito para más detalles sobre este tema).
241 Sobre las motivaciones que pudieran llevar a algunos anarquistas a pasarse a las filas
del lerrouxismo, ver ULLMAN, op. cit., p. 155.
Como hemos dicho anteriormente, la influencia del
lerrouxismo en las sociedades obreras catalanas llegó a ser
bastante importante, y, como reconoció J. Prat, los obreros
llegaron a constituir dos tercios de su partido242. Esta influencia
no podía dejar de tener un reflejo importante en el momento
del surgimiento del sindicalismo. Cuando se funda SO, Lerroux,
que acababa de perder su escaño en las elecciones de abril de
1907, decide crear una federación obrera, denominada Unión
Obrera Republicana243, que serviría para agrupar a aquellas
sociedades obreras fieles al partido republicano radical 244. Con
ello pensaba, quizá, el líder radical mantener y ampliar su
influencia dentro del sector obrero, de tal manera que no
volviese a reproducirse su fracaso electoral de ese año. Sin
embargo, el experimento sindical del radicalismo no parece
haber tenido demasiado éxito y no volvió a hablarse mucho
más del mismo. Para los obreros catalanes una cosa era votar a
Lerroux y otra afiliarse a una sociedad con una ya declarada
fidelidad política determinada.
245 Jaime Anglés Pruñonosa era ya un veterano societario que había participado
activamente en el movimiento obrero y en diferentes iniciativas de unir federativamente a
los trabajadores. Fue varias veces secretario general de la Federación Nacional de
Toneleros, a finales del siglo pasado; en 1899 participa en la creación de una Federación
Local de Barcelona; en 1902 asistiría como delegado al Congreso Internacional de
Cooperativas, celebrado en Manchester en julio, en representación de la Federación
Regional Cooperativista; fue varias veces presidente de la Sociedad de Toneleros de San
Martín, a la que representaría también en el Congreso Nacional de Sociedades Obreras,
celebrado en Madrid en marzo de 1892. En 1903 es elegido Diputado a Cortes por
Barcelona representando a la Unión Republicana; más tarde ingresaría en el partido de
Lerroux, siendo elegido Concejal de Barcelona en las elecciones de mayo de 1909 (E.
NAVARRO, «Historia crítica de los hombres del republicanismo catalán en la última
década (1905-1914)», Barcelona 1915, p. 491).
partido, al menos momentáneamente, bajo la intención de
dominar a SO. Pero la actitud de socialistas y anarquistas en el
seno de SO hicieron prácticamente imposible tal intento, y la
amenaza de Emiliano Iglesias en el sentido de que SO sería
radical o no sería246 se quedó en una mera amenaza.
catorce de sus diecisiete candidatos—. Sin embargo, si bien ello es cierto y gran parte de
los obreros siguieron por un tiempo votando al partido de Lerroux, el apartamiento
creciente de las masas obreras del lerrouxismo viene demostrado por el fuerte ascenso que
experimenta la CNT desde su fundación hasta que es suspendida en septiembre de 1911
(vid. O. Ruiz MANJON, «El Partido Republicano Radical. 1908-1936», Madrid, 1976, pp.
76 y ss.).
248 Ese mismo año, 1909, el partido radical obtendría en las elecciones municipales de
Barcelona 52.573 votos (Vid. ROMERO MAURA, «La Rosa...», cit., p. 622).
sindicalistas, sirviendo de ejemplo clásico sobre el que
diferenciarse y destacar lo reprobable de la acción política 249.
EL SINDICALISMO REVOLUCIONARIO.
NACIMIENTO DE LA CNT
1. Cuestiones previas
comprendió que para que la obra fuera completa, había de crear toda una organización
nacional, para sentar las bases de una Confederación General del Trabajo, que cobije en su
seno a la mayor parte de los trabajadores de España».
253 Las actas del Congreso nacional de SO, fundador de la CNT, fueron recogidas en
un número especial de «Solidaridad Obrera», núm. 39, de 4 de noviembre de 1910.
Posteriormente serían publicadas por la propia CNT, con una introducción de JOSÉ
PEÍRATS (CNT, «Congreso de constitución de la Confederación Nacional deI Trabajo
—CNT—», Toulouse, 1959). También publicaría una reseña del mismo «Tierra y
Libertad», núm. 35 (época 4.a), 2, noviembre, 1910.
muchos historiadores es variable. Por un lado, se suele
sostener que tales sucesos, lejos de favorecer la constitución
de la CNT, vinieron a retrasar el proceso de constitución de la
misma, que se había iniciado ya con anterioridad a ellos, como
lo demuestra el hecho de que el Congreso nacional de SO, que
estaba convocado para septiembre de 1909, no pudiera
celebrarse entonces debido precisamente a los citados
sucesos254. Por otro lado, en sentido contrario, se sostiene que
los sucesos de la Semana Trágica vinieron a consolidar esa
tendencia a la expansión nacional de SO, al demostrar
claramente que sólo una organización nacional de amplio
contenido solidario sería capaz de sostener movimientos como
el que entonces se produjo en Barcelona 255.
254 En tal sentido se manifiestan, por ejemplo, J. C. ULLMAN, «La Semana Trágica» y
J. PEIRATS, «La CNT en la revolución española», I, París, 1971.
255 En este sentido se manifiestan C. M. LORENZO, «LOS anarquistas españoles y el
poder» y J. MAESTRE ALFONSO, «Hechosy documentos del anarcosindicalismo en
España», por ejemplo. El propio Consejo de SO viene a reconocer esto en un manifiesto
publicado en «Solidaridad Obrera» de 21 de octubre de 1910: «Este Consejo tiene la firme
convicción de ello, seguridad revelada por lo ocurrido después de los sucesos de julio,
sucesos que tuvieron la virtualidad de despertar el espíritu de solidaridad entre
muchísimos obreros antes indiferentes a toda actuación en la lucha social, solidaridad
confirmada por los conflictos sociales ocurridos hace poco y en los que actualmente se
sostienen.»
256 Según J. PRAT («Orientaciones», Barcelona, 1916, p. 7) debido a la represión, el
número de afiliados a SO descendió entonces de 15.000 a 4.418: «Antes de que estallara la
recomponerse. Pero también es cierto, por otra parte, que no
sólo quedaría más clara la necesidad de construir una Central
nacional que enfrentara un amplio entramado solidario de la
clase obrera a eventos de este tipo, sino que a partir de los
sucesos de la Semana Trágica SO inicia un lento proceso de
homogeneización ideológica, producido fundamentalmente
por la retirada de los socialistas de su seno. Estos, opuestos a la
creación de una nueva central sindical nacional que pudiese
representar una rivalidad a la UGT, con su retirada de SO no
sólo facilitaron el camino a los que desde hacía tiempo venían
propiciando la conversión de la misma en una entidad nacional,
sino que, al faltar su contrapeso, decidieron la inclinación de la
balanza ideológica hacia el lado anarquista. De cualquier
manera, esto no quiere decir sin más que SO se convirtiese a
partir de ese momento —el abandono de los socialistas, o la
constitución de la CNT— en una organización anarquista, sino
que quiere decir que, al faltar el contrapeso ideológico que los
socialistas oponían a los anarquistas, se creaban las bases para
el corrimiento ideológico de la Confederación de un
sindicalismo revolucionario de matiz neutro a un sindicalismo
de alto componente anarquista —anarcosindicalismo—; pero
ello no fue cosa que se produjese tampoco de manera
inmediata, y puede decirse que en los primeros años de la CNT
su contenido ideológico era, por lo menos, muy similar al que
sustentaba SO. Pero, son éstos, problemas de tipo ideológico
que trataremos más adelante. Lo cierto es que los sucesos de la
Semana Trágica vinieron, por un lado, a retrasar
revuelta obrera en Cataluña (1909) —dice Prat, quien afirma tomar sus datos de “un
órgano sindicalista asturiano”—, “Solidaridad Obrera” de dicha región, contaba con
15.000 afiliados. Deshecha por el combate y por la represión maurista, se reorganizó poco
después llegando a 4.418 afiliados».
temporalmente la constitución de la CNT, pero, por otro,
vinieron también a hacer que este proceso de constitución
fuese más sólido y decisivo. Primero, porque la necesidad de
una central sindical de ámbito nacional, que agrupase a los
amplios sectores obreros dispersos, se hacía ahora más
evidente. Segundo, porque la ausencia de la participación
activa de los socialistas —excepto la mínima representación
que participa en el Congreso de 1910— favoreció esta
transformación de SO, al no haber ya quien desde dentro de la
misma se opusiese a este proceso, o propusiese su conversión
en una federación regional encuadrada en la UGT, como fue en
algún momento intención de socialistas catalanes como Fabra
Ribas; y, tercero, porque esta misma ausencia de los socialistas
aliviaría un poco la tensión ideológica dentro de la
organización, favoreciendo con ello a los sectores de tendencia
anarquista de la misma257.
258 El acuerdo de que el Congreso fuese nacional se adoptó por 26 votos contra 4 y 2
abstenciones (X. CUADRAT, op. cit., p. 351), lo que da una idea de la correlación de fuerzas
existente. El porcentaje de los contrarios y de los favorables a la constitución de la
confederación nacional es muy similar al que se produciría en el Congreso, sin embargo, el
número de abstenciones fue en aquél menor.
admisible para los socialistas, que inspiraban la corriente
sindical más importante en el resto del país, no sólo la alianza
coyuntural, sino la colaboración estrecha con SO, hasta el
punto de ser parte fundadora de la misma. Ello, por no hablar
ahora de las simpatías que pudiera haber en algunos de los
socialistas catalanes —como había ocurrido con los franceses—
por las ideas o, al menos, ciertas concepciones del sindicalismo
revolucionario, que SO encarnaba. Por otra parte, la
moderación inicial de SO, de la que ellos, los socialistas, eran
importante causa, además de todo lo dicho, hacía pensar a los
dirigentes socialistas en la posibilidad de la conversión de ésta
en una federación regional —catalana— de la UGT, por lo que
no suponía, en definitiva, un grave peligro la potenciación de
SO.
266 El subrayado es mío. En el original aparecían subrayadas las palabras: casas para
obreros, base múltiple, establecimientos a cuenta de Solidaridad Obrera y salario
mínimo.
267 El orden del día propuesto por las sociedades obreras al Consejo de SO constaba de
quince puntos: l.° El Sindicalismo a base múltiple. 2.° Medio de conseguir la jornada de
ocho horas. Salario mínimo. 3.° ¿Es de necesidad o conveniencia para el sindicalismo que
Solidaridad Obrera pase a ser una Confederación Nacional? 4.° Manera de publicar un
diario sindicalista órgano de la Confederación. 5.° ¿El Sindicalismo ha de ser como medio
o como fin a la emancipación obrera? 6.° ¿La propaganda sindicalista puede dar mayores
resultados que compensen los esfuerzos y energías empleadas? En caso afirmativo, ¿qué
forma y manera se cree más práctica para alcanzar dicho resultado? 7.° La Huelga General
para que surta sus efectos de eficaz defensa del proletariado, ¿puede ser pacífica o ha de
ser esencialmente revolucionaria? En todo caso, ¿en qué forma cree-el Congreso debe
emplearse para su seguro éxito? 8. ° La emancipación de los trabajadores ha de ser obra de
los trabajadores mismos. ¿Cuál es la única y verdadera interpretación que debe darse a esta
frase? 9.° Cuando estando una sociedad federada en lucha, es atropellada por la Policía o
fuerza pública, ¿qué actitud han de adoptar las demás secciones federadas? 10. °
Necesidad de establecerse escuelas dentro de los Sindicatos Obreros. Manera práctica de
llevarlo a efecto. 11.° ¿Una vez organizada la Confederación General del Trabajo, precisa
la constitución de FEDERACIoNES de Oficios y Similares? 12.° Modo de lograr el
abaratamiento de los alquileres y supresión de los odiosos depósitos. 13.° Conveniencia de
que los obreros estén organizados por artes y oficios. Que los oficios similares o
concurrentes a un objetivo común establezcan FEDERACIoNES. 14.° Modo de alcanzar
la asociación de todos los obreros de un mismo oficio y abolir el trabajo a destajo. 15.°
¿Cuál medio se cree más expedito para impedir que trabajen los menores de catorce años
de ambos sexos?» («Solidaridad Obrera», 28, octubre, 1910).
cambio efectuado parece recoger al pie de la letra las
indicaciones hechas por Farré en agosto268. Temas como el de
las casas de obreros, la creación de establecimientos por
cuenta de la Confederación, fueron eliminados del orden del
día y, por el contrario, se incluyeron temas como el que hace
referencia a la definición del sindicalismo, la huelga general, la
autonomía de la clase trabajadora, la solidaridad societaria y la
nueva organización. Permanecieron en cambio temas como el
del sindicalismo a base múltiple, la jornada de ocho horas y el
salario mínimo, a los que se añadieron algunos más de carácter
reivindicativo y propagandístico: creación de escuelas,
abaratamiento de alquileres, trabajo de los menores.
269 Véase nota 4. En todo ello nos basamos y de ahí están tomados los textos del
Congreso que se reproducen a continuación.
anterioridad a su primer Congreso (6-8, septiembre, 1908)
—en el que se convirtió en entidad regional—, se había
acordado «Dar carácter regional de momento a la Federación
de Solidaridad Obrera, modificando si es preciso los Estatutos
para que puedan ingresar en ella todas las Sociedades obreras
de Cataluña y, más tarde, de España, sobre la base de la mayor
autonomía posible»270.
270 A. PESTAÑA, «Historia de las ideas...», cit., VIII, «Orto» núm. 11, enero, 1933. El
subrayado es mío.
destacado por su posición a favor de la conversión de SO en
entidad nacional, como Jerónimo Farré —al que nos hemos
referido anteriormente—, figuraban también destacados
opositores a la misma, como los socialistas Juan Durán y
Jacinto Puig271. Quizá debido a esto mismo, a la conservación
de un equilibrio entre las oposiciones encontradas dentro de
SO, el dictamen que dio pie al acuerdo fue de lo más
moderado, tratando de impedir por todos los medios un
posible enfrentamiento con la UGT y de no ocupar su terreno.
Sin embargo, ello de por sí ya implicaba un sobrepasar el límite
hasta el cual los socialistas catalanes habían estado dispuestos
a colaborar y participar en SO, por lo que los socialistas Durán y
Puig no se solidarizaron con el dictamen de la ponencia y
elaboraron un voto particular, que sería finalmente rechazado
por el Congreso. Cabe destacar en este sentido la ausencia en
el Congreso de los que habían sido los impulsores más
destacados de la tendencia socialista dentro de SO (J.
Comaposada, A. Gas Belenguer, Badía Matamala, o Fabra
Ribas, que se hallaba exiliado en Francia)272, los que si no evitar
un proceso contra el que ya habían luchado anteriormente, sí,
quizá, hubiesen modificado algo la forma en que se produjo, de
haber estado presentes en el mismo.
271 Juan Durán sería elegido años más tarde secretario general de la UGT catalana, en
una asamblea regional de la misma, celebrada en Barcelona el 1 de diciembre de 1918
(«Solidaridad Obrera», 3, diciembre, 1918, p. 1).
272 X. CUADRAT, Op. Cit., p. 470.
aquellas sociedades no adheridas a la UGT, en la condición
de que una vez constituida la CG del Trabajo Española, se
procure llegar a un acuerdo entre las dos FEDERACIONES, a
fin de unir toda la clase obrera en una sola organización.»
274 El subrayado es mío. Aunque en los debates se habla de diferencias de táctica, está
claro que era algo más que una m?ra cuestión táctica lo que separaba a SO de la UGT. Así,
los delegados se refieren obviamente a una concepción global —ideológica— del
sindicalismo, o, en cualquier caso, a las diferencias estratégicas entre ambas centrales, de
manera principal.
pensar que la entrada de SO en la UGT podía suponer un
cambio en la estrategia y en las tácticas de la misma, y
aconsejar esta entrada, supone una clara expresión de simpatía
por las tácticas de SO y un rechazo de las de UGT.
Se trata de los puntos once y trece del orden del día. Por el
primero, se acordó la constitución de FEDERACIONES de Oficio;
y por el segundo, se acordó que el criterio básico de
agrupamiento fuese el oficio o profesión —«arte»— del
obrero, pero añadiendo la posibilidad y conveniencia de que
«los oficios similares o concurrentes a un objetivo común
establezcan FEDERACIONES».
277 Como ejemplo de ello se puede citar un suelto de «Solidaridad Obrera» de 16,
diciembre, 1910, en el que se venía a decir: «Cuando todos los trabajadores y todos sus
esfuerzos se dirigen a buscar una fuerte y duradera unión, no faltan obreros como los
picapedreros, que parece que se entretienen en jugar a sociedades. Tres o cuatro entidades
de dicho oficio existen en Barcelona, todas ellas dicen perseguir el mismo fin, sin
embargo, por una de esas cosas incomprensibles, no logran o no tratan de lograr fusionarse
en una sola, para así mejor defender sus derechos.»
deberían funcionar las organizaciones integradas en la CNT. Al
igual que ya lo había hecho SO, en su Congreso de 1908, el
Congreso fundacional de la CNT se pronunció por la más amplia
autonomía de las entidades federadas, recogiendo al pie de la
letra lo establecido por SO en su momento. Así, decía el
artículo 4:
279 Ramón Lostau era el representante, junto con Francisco Ullod, de la Sociedad de
Cerrajeros de Obras de Barcelona y sus Contornos, sociedad que, de hecho, al agrupar no
sólo a los cerrajeros de Barcelona, sino a los de las poblaciones limítrofes, constituía ya
una federación local de oficio, o, mejor dicho, un sindicato único del oficio, lo que
significaba un avance sobre lo que era lo normal entonces: la organización profesional por
barrios (Vid. ADOLFO BUESO, «Cómo fundamos la CNT», Barcelona, 1976, p. 9). Lo
mismo podría decirse de la Federación Local de Obreros Pintores de Barcelona y alguna
otra.
sentido justamente contrario, aunque el término
Confederación permaneciese inalterable en su denominación.
281 El manifiesto se refiere a ellas al decir: «Una vez organizados de esta forma [de la
expresada en el texto], será cosa fácil poder formar un censo de todos los sindicatos
obreros que existen en España, y así mismo llegar al conocimiento de los oficios o
industrias faltos de dicha organización, para emplear los medios necesarios para subsanar
el daño que esto ocasiona a los obreros en general, como así mismo no se encontrará
ninguna dificultad en la forma de organizar las FEDERACIoNES de oficio y de industria
preconizadas por el último Congreso Obrero celebrado en Barcelona» («Solidaridad
Obrera», 13, enero, 1911).
relación alguna entre todas ellas. Y esta significación es,
fundamentalmente, la consolidación orgánica del sindicalismo
revolucionario en España, al mismo tiempo que su extensión.
286 Uno de los motivos que más retraían a los sindicalistas revolucionarios de toda posible
unión con la UGT era precisamente, no sólo la identificación de ésta con el PSOE, sino su
confusión orgánica con el mismo, que llegaba al punto de haber sindicatos que se
encontraban afiliados directamente al Partido, como organizaciones del mismo. Véase al
respecto nota 234 del capítulo I.
cual suponía —para los sectores sindicalistas— una
confirmación de las críticas que ellos hacían no sólo a la política
como cosa de burgueses, sino a los socialistas por seguir una
línea política electoralista y de colaboración. Las críticas
sindicalistas, pues, cobraban vigencia al converger los
socialistas y los burgueses republicanos, demostrándose con
ello —según su perspectiva— que los socialistas no sólo se
entregaban a la política, sino que lo hacían en unión de los
burgueses, olvidando los intereses del proletariado.
Prescindiendo de la valoración de tales afirmaciones, no se
puede obviar el efecto que tales críticas debieron de tener en
un proletariado todavía muy poco formado para asimilar
cuestiones políticas de tal envergadura, pero sí accesible a
argumentaciones más simples e inmediatamente demostrables
como eran las que le ofrecían no sólo los sindicalistas
revolucionarios —menos preocupados de este tema y más
preocupados por la cuestión obrera—, sino los anarquistas.
292 «Tan atávicamente arraigada está la idea del dinero y de la ganancia entre los
trabajadores —decía Lorenzo— (...) que en general no se concibe organización
emancipadora sin la cuota, poniendo el dinero sobre la esencia del derecho, no admitiendo
en ella al trabajador insolvente, y arrojando de ella al que no pueda pagar (...). Sobre la
base de tan grave error, se ha creado un nuevo mito, la Caja de Resistencia, santa
protectora del obrero, reverenciada como proveedora de recursos para luchar y como
garantizados del triunfo, que promete a todo cotizante, en caso de huelga reglamentaria, el
que, a la larga, la resistencia obrera no lograría afectar al
sistema capitalista, que progresaría llegando a la extrema
opresión del proletario 293.
derecho de subsidio de huelguista. Tras ese mito se ha formado una especie de burguesía
obrera, bajo la cual queda un Quinto Estado, otro Proletariado más ínfimo, más abismado
aún, con el cual, en vez de destruir la escala de la desigualdad, se ha prolongado unos
grados más» (ANSELMO LORENZO, «El proletariado emancipador», cit., p. 6).
293 «No se forjen la ilusión los obreros —decía Lorenzo— de que por el ahorro, la
previsión y el voto pueden hacer frente a la avalancha de miseria que se les aproxima,
impulsada y atraída por la voracidad capitalista» (A. LORENZO, ídem., p. 11). Similares
ataques a las cajas de resistencia y a este tipo de acción sindical expresaría Lorenzo en su
libro «Evolución proletaria», Barcelona, 1914, p. 133 y ss.
294 Aunque el folleto de A. Lorenzo, al que nos hemos referido, es posterior a esta
fecha, decimos que el manifiesto de la CNT recoge la concepción de Lorenzo en el sentido
de que ésta ha sido expresada en multitud de sus obras.
de futuras sociedades, en que la caja de resistencia, la
correspondencia, la administración y la propaganda
imponían una cuota, y en el pago de esa cuota radicaba el
derecho del asociado. La falta de pago se penaba con la
muerte social, es decir, con la exclusión o con la expulsión.
Así lo requería aquella caja de resistencia que era como la
piedra angular del edificio de la emancipación proletaria. Si
en las luchas sociales con el patronato burgués, la huelga se
supeditaba a la cantidad considerada como indispensable y
probable para el triunfo y cada huelguista había de contar
con el subsidio que le aseguraba el pan durante la huelga,
claro es que los no cotizantes, los que no habían
contribuido con sus céntimos de federado no tenían
derecho a subsidio; eran extraños a la organización, a su
obra y a sus luchas; era extranjeros.
295 Este manifiesto fue publicado por «Solidaridad Obrera», 1 de mayo, 1911, y por
«Tierra y Libertad», 10, mayo, 1911, de donde está tomado. Anselmo Lorenzo
reproduciría partes del mismo en su citado folleto «El proletariado emancipador».
1902296.
296 En este sentido, más radical, se manifestaba José Arranz, en un manifiesto dirigido a
los campesinos de la campiña jerezana, para que ingresasen en los sindicatos: «No creáis,
campesinos, que el sindicato o sindicalismo es una copia del viejo vetusto sistema de
sociedades de resistencia, que sólo hacía de los hombres máquinas de cotizar, no; lejos de
esto, el sindicalismo tiende principalmente a levantar el nivel espiritual del proletariado,
capacitándole para la conquista de sus indiscutibles derechos inalienables» («Solidaridad
Obrera», 3, febrero, 1911).
297 «El Sindicato como medio de organización. El Sindicalismo como medio de lucha.
En el Sindicato caben desde las ideas más opuestas hasta aquéllas puramente
transformadoras de la actual sociedad. El Sindicalismo es la forma más adecuada dentro de
las sociedades de resistencia», decía A. MUÑOZATA en un artículo titulado
«Resurgimiento», en «Solidaridad Obrera» núm. 52, 3, febrero, 1911.
la discusión, la independencia de la Confederación en este
sentido viene determinada por el artículo segundo de sus
Estatutos, que establecían claramente que la Confederación
lucharía siempre en el más puro terreno económico,
«despojándose por entero de toda injerencia política o
religiosa».
298 Decía el dictamen: «Y es que si como hombres puede haber —y hay— muchos
capaces de sentir como propia la causa de los trabajadores y hacer tanto por la
emancipación de éstos como ellos mismos, como clase no es posible que los no
pertenecientes a la obrera puedan tener interés hondo por la emancipación de los
asalariados. Esto no es todo. Cabe que haya quienes anhelan desaparezca del mundo la
opresión y la miseria. Pero lo que no cabe es que sea verdad que haya quienes intentan
emancipar a los trabajadores presentándose como tutores y procuradores de ellos.»
la participación de los intelectuales en la emancipación obrera,
sin que ello supusiese explícitamente su exclusión del seno de
los sindicatos obreros. Estos, decía el dictamen, «no han de
figurar entre nosotros como nuestros emancipadores ni a ellos
hemos de confiar nuestra emancipación que ha de ser —tiene
que ser— nuestra propia obra» 299.
302 P. Gil, «Algo sobre tácticas». «Solidaridad Obrera», 28, octubre, 1910. Los
subrayados son del original.
Sin embargo, la respuesta del Congreso, que, por no
considerarlo materia propia de los sindicatos, obvia toda
referencia al problema ideológico —el sindicalismo es práctica,
se pensaba—, trata claramente de impedir que estas
cuestiones interfiriesen la marcha de los sindicatos.
303 A Entre las múltiples llamadas de Anselmo Lorenzo a engrosar las filas de los
sindicatos puede citarse como ejemplo la hecha en 1911, tras la reciente creación de la
CNT, en su folleto «Elproletariado emancipador», p. 16: «Anarquista antiguo, como tuve
el honor de declarar ante el teniente Portas en vísperas de mi subida a los calabozos de
Montjuich en 1896; anarquista ya, como manifesté públicamente en 1869 en reuniones
celebradas en Madrid en el antiguo edificio de la Bolsa; anarquista hoy, seguro que con el
criterio puramente anarquista se solucionan racionalmente todos los asuntos sociales y que
el ideal a que aspira la humanidad está en el triunfo de la anarquia; renuncio a hablaros
como anarquista y me dirijo a vosotros sólo como trabajador, como compañero, para
excitaros a ingresar con conocimiento, con voluntad perseverante y con propósito decidido
en el movimiento sindicalista.»
El propio P. Gil, en el artículo antes citado, llamaba a los anarquistas a ingresar en los
sindicatos diciendo: «Reflexionad, camaradas, y veréis que con estar alejados de la
organización no favorecéis a las ideas; al contrario, dejáis el campo libre a los enemigos y
precisamente esto, el ingreso masivo de anarquistas en la
Confederación, que desequilibrase la balanza hacia el lado
anarquista, lo que temían los sindicalistas, no porque
rechazasen su presencia en los sindicatos sin más, sino porque
sus pretensiones de dominio ideológico, ponían en peligro la
independencia de los sindicatos y uno de los principios básicos
que los regía: el neutralismo sindical, la independencia
ideológica 304.
limitáis vuestros medios. Hay que ir a las organizaciones e influir en sus destinos; no
temáis en la absorción de vuestra personalidad anárquica por las mayorías, pues si
realmente la tenéis ella se impondrá lógicamente. Es necesario superarse a sí mismo, y
cuando se es superior, con el espíritu abierto a todas las manifestaciones del pensamiento,
se triunfa en cualquier parte.» («Solidaridad Obrera», 28, octubre, 1910, p. 4.)
304 «Quien se propone cambios políticos debe actuar en el campo de las relaciones
entre individuo e individuo alrededor del estado (...). Para el sindicalismo no existe jira
realidad eficiente fuera del obrero en el seno de la fábrica, al lado de sus compañeros y
frente a la sociedad burguesa toda; es aquél el campo en que el obrero es más necesario y
diferenciado, y es también aquél en que debe afirmarse su espíritu de combatividad y
creación. Lo demás es secundario en el sindicalismo.» (A. DE PIETRI TONELLI, «Por la
defensa del sindicalismo puro», en «Solidaridad Obrera», 18, noviembre, 1910.)
característicos que servían para distinguir entre el sindicalismo
revolucionario y el sindicalismo reformista. El revolucionario
rechazaría la base múltiple, mientras que el reformista la
propiciaría. (Ello, a pesar de que, como ya hemos visto al hablar
del sindicalismo en términos generales, algunos sectores del
sindicalismo revolucionario no rechazaban absolutamente el
sindicalismo a base múltiple). Sin embargo, a pesar de
encontrarse en el orden del día, nada dicen las actas del
Congreso en torno a este tema, y es muy posible que ni
siquiera se hubiese discutido, como ya había ocurrido en el
anterior Congreso de SO (1908), en el que este tema, que se
encontraba también incluido en el orden del día, fue dejado de
lado, con la disculpa de que el Congreso «no dispone de
tiempo hábil para discutir a fondo este tema», recomendando
a las sociedades que hiciesen «un estudio especial del
mismo»305.
308 A. PESTAÑA, «Historia de las ideas...» artículo XIV, en «Orto», núm. 17, octubre,
1933.
309 A. LORENZO, «Elproletariado emancipador», cit., p. 6.
quienes, reconociendo que no representaban una táctica
inmediatamente revolucionaria, admitían el papel debilitador
de las fuerzas del capitalismo que el sindicalismo a base
múltiple podía desempeñar, a pesar de jugar en su propio
terreno, y admitían, además, que éste contribuía al
fortalecimiento material de las sociedades obreras, necesario
no sólo para las luchas intermedias contra el capital, sino
también para la «lucha definitiva».
312 Nota del Consejo de la CNT, en «Solidaridad Obrera», 18, noviembre, 1910.
313 Aunque no hemos podido localizar el citado número de «Solidaridad Obrera», para el
análisis de los Estatutos de la CNT nos hemos basado en los que serían presentados para su
aprobación en el Gobierno Civil de Valencia, el 15 de mayo de 1920, y en el de Barcelona,
el 3 de enero de 1923. El Congreso de 1919 introduciría en la parte orgánica de los mismos
sustanciales modificaciones, pero no alteraría su parte dogmática, que quedaría igual. Los
comentarios de Anselmo Lorenzo a los mismos, en 1911, confirman nuestro aserto (A.
LORENZO, «El proletariado emancipador», cit., p. 20; vid. también: G. ESGLEAS,
«Sindicalismo. Orientación doctrinal y táctica de los Sindicatos Obreros y de la CNT»,
Barcelona, 1935, p. 32; «Revista de Trabajo», núm. 3940, 1972, p. 456-458).
de producción y de consumo, detentados indebidamente por la
burguesía.
Confederación Nacional del Trabajo, a una extralimitación del Comité de la misma. Sin
embargo, hay que decir que la primera denominación adoptada por el Congreso es más
bien indicativa, no definitiva, y que a lo largo del mismo se utilizan diversos términos,
Federación, Confederación, General, Nacional, etc., para referirse a ella. En la última
sesión, por citar un ejemplo concreto, aparece la denominación Confederación Nacional
del Trabajo, refiriéndose a la nueva central sindical, en el texto de un acuerdo condenando
las medidas represivas del Gobierno argentino («Al quedar constituida Solidaridad Obrera
en Confederación Nacional del Trabajo, acuerda manifestar que...»).
existió una propuesta concreta para que se invitase
formalmente a la CGT a asistir al citado Congreso. El
proponente, el anarcosindicalista V. García, residente en
Burdeos, razonaba su propuesta diciendo:
— La cuestión táctica
320 «Que los hombres de la Internacional tuvieron razón al advertir a los trabajadores que
su emancipación había de ser su propia obra —decía un párrafo del dictamen rechazado—
lo demuestra el hecho de que a pesar de la divulgación de ese axioma y de lo conocido que
es en el mundo entero, aún hay millares y millares de trabajadores que confían en su
emancipación mediante la labor de otros hombres, trabajadores o no, empleando medios
indirectos en vez del directo explícitamente indicado en la frase que sirve de
encabezamiento a este esbozo.»
321 El círculo vicioso de sometimiento a la burguesía «no lo romperemos dejándonos
llevar de la mano por la retórica política que quisiera encarrilar el movimiento obrero por
las sendas del viejo legalismo o de otro nuevo con el que sancionaríamos nosotros mismos
futuras esclavitudes (...). No lo romperemos si no nos hacemos el firme propósito de
emanciparnos nosotros mismos y únicamente con nuestros propios medios, del
capitalismo que nos estruja y del Estado que por mil medios facilita esta explotación»,
decía un párrafo significativo de la citada salutación.
define su concepción del sindicalismo, o en el que se establece
la necesidad de la solidaridad activa entre las sociedades
cuando alguna de ellas sufra un «atropello». Este último tema,
sin embargo, dio pie para que la ponencia desarrollara
interesantemente su concepción de la interrelación existente
entre el poder político y las fuerzas sociales dominantes,
análisis que hubiese tenido una significación mayor si hubiese
ido unido a un tema de mayor trascendencia, y que hubiese
completado perfectamente el tema de la independencia de la
clase trabajadora, en el supuesto de que el dictamen de la
ponencia sobre el citado tema hubiese sido aprobado. Sin
embargo, aunque el propio Congreso fue consciente de la
importancia del mismo, acordando su publicación, quedó
aislado, y las conclusiones del mismo no alcanzaron la
importancia del análisis realizado.
En fin, sin que sea ésta una relación exhaustiva de todas las
operaciones en las que el Congreso se refiere a las armas
específicas a emplear en la lucha sindical, como aplicación de la
acción directa, en ella se encuentran aludidas todas las que
entonces se encontraban en uso y que eran las comúnmente
propiciadas por el sindicalismo revolucionario.
322 «La huelga general, para que surta sus efectos de eficaz defensa del proletariado,
¿puede ser pacífica o ha de ser esencialmente revolucionaria? En todo caso, ¿en qué forma
cree el Congreso debe emplearse para su seguro efecto?»
323 Vid. el dictamen aprobado en apéndice documental.
«Una huelga general —decía un párrafo del dictamen—
no debe declararse para alcanzar un poco más de jornal o
una disminución en la jornada, sino para lograr una
transformación total en el modo de producir y distribuir los
productos.»
324 «La huelga general pacífica —decía el dictamen— es imposible que pueda ser
duradera. Figuraos lo que sucedería en un hogar proletario cuando a los pocos días, quizá
al día siguiente del paro, si se acabaran las escasas provisiones de boca con que se contara;
lanzaríase aquel trabajador a buscarlas fuera de casa, se uniría con otros que estuvieran en
el mismo caso, y como no habiendo producido estos días y holgando también los
expendedores de los mercados, no habría dónde adquirirlas legalmente (en caso favorable
de disponer de fondos para ello), tendría que dirigirse a esos grandes sitios de acaparación,
a esos grandes almacenes abarrotados de género, que a veces se pudre, mientras muchos
desheredados caen desfallecidos por la abstinencia. Mas como esos almacenes son de
propiedad privada, la fuerza pública viene obligada, dentro del actual estado de cosas, a
defenderlos, y de ahí resultaría uno de los muchos choques que una huelga general trae
consigo.»
dictamen parece entender por tal un conflicto amplio que
abarque a todos los oficios de una zona lo más extensa posible,
más que la paralización total de un oficio en un determinado
ámbito territorial. La huelga general propiamente dicha, pues,
no puede ser una huelga general de oficio, aunque sea
nacional. Prevalecen en el concepto huelga general los criterios
de totalidad y territorialidad: ha de ser de todos los oficios —o,
al menos, de los más decisivos, que acabarían acarreando la
paralización de los demás—, y con la mayor extensión
territorial posible. Para que la huelga general fuese realmente
tal y tuviese la eficacia deseada, este ámbito territorial habría
de ser la totalidad del territorio nacional, o, incluso, ello sería lo
ideal, el de todas las naciones.
325 Sin embargo, la propia CNT participaría activamente, recién fundada, en la huelga
general que se declaró en la ciudad de Sabadell, a raíz de un conflicto que estalló poco
antes de la iniciación del Congreso y que duraría varias semanas. Ya en la séptima sesión
del Congreso el delegado Salvador Marcet propuso que se declarase la huelga general
revolucionaria «para lograr la solución del actual conflicto en pro de los obreros». El
Congreso, más coherente con sus propias resoluciones, no acordó la huelga general
revolucionaria, pero sí aprobó la siguiente propuesta: «Proponemos al Congreso acuerde
como medida de solidaridad a los huelguistas sabadellenses que todos los delegados
presentes lleven al ánimo de sus respectivas entidades el deber ineludible que tienen de
cumplir los acuerdos de las asambleas de delegados de Solidaridad Obrera de Barcelona,
de auxiliar materialmente a los huelguistas. Que si el próximo viernes no se ha
solucionado la huelga, cumplan los huelguistas el acuerdo de abandonar en masa la
población de Sabadell. Y que si con motivo de este último acuerdo las fuerzas burguesas
atropellasen a estos compañeros, el Comité de la Confederación de Barcelona dé
cumplimiento al acuerdo tomado en la sesión de anoche y que se refiere a este caso
concreto.» (Se refiere al acuerdo sobre la solidaridad entre las entidades federadas, del que
se habla en la pág. 189 y siguientes de este trabajo.)
conflicto; y, así una huelga general sería fácilmente extendible
y asumible en el ámbito territorial que se pretendiese.
328 «La huelga general —diría Lorenzo— tiene la ventaja de ser la práctica de un
derecho; comienza en la legalidad. La ilegalidad suele provenir de la provocación
burguesa y de la intervención autoritaria y sobre todo por el empleo de la fuerza pública;
pero esta fuerza, que tiene los puntos flacos que han señalado los antimilitaristas, resulta
insuficiente ante la extensión de la huelga general» (A. LORENZO, «Hacia la
emancipación», cit., p. 150).
necesaria del proceso revolucionario desencadenado por la
huelga general revolucionaria. Ello supone una diferenciación
con la concepción sindicalista general sobre la huelga general
revolucionaria, la cual, como vimos en su momento, si no
oculta la posibilidad de que el proceso revolucionario
desencadenado por la huelga general lleve aparejados ciertos
niveles de violencia, establece que ésta no es algo necesario a
ese proceso, y ello sería una de las ventajas que distinguiría a
los métodos revolucionarios del sindicalismo revolucionario.
Esta diferenciación entre el sindicalismo de la CNT y la
concepción genérica del mismo, permite afirmar que en el
fondo no se hallaba aún demasiado lejos el sindicalismo
español de las viejas concepciones violentas que habían
inspirado sus actuaciones en tiempos pasados.
332 El precio de los alquileres oscilaba mucho, dependiendo de las zonas de España y,
aún, de las diversas zonas dentro de las ciudades. A modo indicativo se pueden citar los
precios de Madrid, que sirven de media de referencia. En 1910, en la capital de España
había 44.511 alquileres de hasta 15 pesetas por mes, pudiendo ser estos precios mucho
más elevados en zonas más céntricas. (Ayuntamiento de Madrid, «Estadística de los
alquileres de 1910», Madrid, 1910. Citado en J. TUSELL, «Sociología electoral de
Madrid», Madrid, 1969, p. 19.) Según Marvaud, el gasto en materia de vivienda suponía
en 1908 el 12 por 100 del gasto total en su subsistencia que tenía que realizar un obrero de
Madrid. (A. MARVAUD, «La cuestión social en España», cit. p. 157.)
inquilinos.»
337 El promedio de salario por hora en 1914, en los núcleos más importantes, era (en pesetas):
De cualquier manera, esta actitud con respecto al problema
de los salarios, fijación de un mínimo, equiparación de salarios,
etc., la vamos a ver reflejada en posteriores acuerdos de la
Confederación, lo que confirma la idea anteriormente
expuesta.
338 Las mujeres ganaban prácticamente la mitad que un obrero cualificado, siendo su
jornada de trabajo mayor, en la mayoría de los casos, a la de los hombres. Aparte de lo ya
reflejado en el cuadro anterior (nota 88), según Morato —como constatación de ello—, en
1909, en el valle de Langreo, un picador (pagado a destajo) cobraba 5 pesetas, mientras
que un minero (desmonte, transporte, etc.) cobraba de 3,50 a 4 y una mujer de 1,50 a 1,75;
y cuando las mujeres encargadas de lavar el mineral prolongaban su jornada hasta bien
entrada la noche, apenas cobraban media jornada de más. (.T. J. MORATO, «La vida obrera
en Asturias», en «Heraldo de Madrid», 22, junio, 1909.) Según Marvaud, en Barcelona,
mientras la jornada era de 10 a 11 horas de trabajo, había empresas en que las mujeres
trabajaban hasta 14 y 15 horas diarias, o más. (A. MARVAUD, op., cit., p. 133; también
FERNANDA ROMEU, «Las clases trabajadoras en España», Madrid, 1970, p. 57.)
modo, veremos cómo la protección del trabajo de la mujer y de
los menores, la lucha contra el trabajo a destajo, la rebaja de la
jornada de trabajo, la sindicación y el reconocimiento de los
sindicatos, la protección de los presos sociales, la vivienda del
trabajador, las escuelas racionalistas, y un largo etcétera de
temas de este tipo ocuparán un lugar importante en la lucha
sindical y en los acuerdos de la Confederación, más que el
dedicado a los temas de tipo económico-salarial. Sin que ello
quiera decir, desde luego, que este tema no fuera objeto de
preocupación también por parte de la Confederación.
339 En 1909 escribía Ricardo Mella; «No se puede sostener con razón en nuestros días
que la contienda social se encierre en los términos de lucha de clases (...). A la hora
presente hay más socialistas y anarquistas en la clase media modesta que en las filas del
proletariado. Los obreros, en general, permanecen inconscientes de sus derechos,
dormidos para las aspiraciones emancipadoras (...). En el terreno de los intereses, las líneas
fronterizas se borran cada vez más (...). Por eso nosotros los anarquistas podemos y
debemos decir: «la revolución que nosotros preconizamos va más allá del interés de tal o
cual clase; quiere llegar a la liberación completa e integral de la humanidad, de todas las
esclavitudes políticas, económicas y morales». (Artículo «La lucha de clases», en
«Tribuna Libre», Gijón, 8, mayo, 1909; en RICARDO MELLA, «Ideario», Toulouse, 1975,
pp. 194-196.)
peonaje»340.
342 «Sólo los obreros manuales —decía— son los verdaderos interesados en la
abolición de todos los privilegios, de toda explotación y de toda forma de opresión.»
El acuerdo del Congreso 343 , mucho más conciso que la
ponencia, por una parte, resultó más amplio en su concepción
que la misma, pero, por otra, resultó más restrictivo. Resultó
más amplio en el sentido de que no limitaba el sujeto activo de
la lucha de clases, por parte de la clase obrera, a los
trabajadores manuales, sino que consideraba parte de la
misma, y, por tanto, podían formar parte de los sindicatos «los
obreros que conquistan su jornal en las empresas o industrias
que explotan la burguesía o el Estado», excluyendo a aquéllos
que por su trabajo se enfrentasen o perjudicasen directamente
a los mismos. Pero, resultó más restrictivo en el sentido de que
no incluyó a los intelectuales, en tanto en cuanto éstos no
estuviesen asalariados al servicio de la burguesía o del Estado,
con lo que se estaba excluyendo la colaboración —que admitía
la ponencia— de los profesionales independientes, sector
tradicionalmente muy allegado a los intereses de la clase
trabajadora.
345 Este acuerdo se vio reflejado en el apartado 2.° del artículo l.° de los Estatutos, que
establecía como fin de la Confederación: «Practicar la solidaridad entre las colectividades
federales, siempre que sea necesario, bien por causa de huelgas o bien por los atropellos de
los capitalistas o de los servidores del Estado».
El sindicato —decía la ponencia que definía el sindicalismo—
es un «medio de lucha entre los dos antagónicos intereses de
clase»; es el arma específica que tiene la clase trabajadora,
como tal clase, para poder luchar contra su explotación y por
su emancipación. El manifiesto de la CNT, de 1 de mayo de
1911, al que ya nos hemos referido anteriormente, lo definía
como una «forma nueva de asociación del Proletariado», y
concretaba diciendo que «agrupa a los productores que
cuentan con el jornal y a los que de él están privados, que
extiende su solidaridad a los cotizantes y a los imposibilitados
de cotizar, a los que funcionan y a los que, como residuos
sociales sin valor, son despojados del derecho a la vida y
arrojados a la miseria negra y a la muerte».
346 Estos principios quedaron reflejados en el párrafo 1.° del artículo 1.° de los Estatutos
de la CNT, que establecía: «Con el título de Confederación Nacional del Trabajo se
constituye en España una organización que se propone lo siguiente: 1.° Trabajar por
desarrollar entre los trabajadores el espíritu de asociación, haciéndoles comprender que
sólo por estos medios podrán elevar su condición moral y material en la sociedad presente
y preparar el camino para su completa emancipación en la futura, merced a la conquista de
los medios de producción y de consumo, detentados indebidamente por la burguesía».
taxativos al respecto, estableciendo en su artículo segundo que
la actuación de la Confederación se haría «despojándose por
entero de toda injerencia política o religiosa».
347 Ver todo lo ya dicho sobre la creación de la CNT en los apartados correspondientes
de este capitulo.
la Confederación la acción directa, y el terreno económico
como campo de desarrollo de la misma. Esta es, pues, la única
imposición que la Confederación hace a sus miembros, lo que
no excluía que fuera de ella y no como afiliados o
representantes de la misma actuasen de otra manera. Cabe
señalar en este sentido, por el interés que para nuestro
posterior análisis ello tiene, que no aparece en ningún lugar la
más mínima referencia al tema anarquía, ni como meta, ni
como base de actuación, ni como principios, etc.
— Autonomismo
— La acción directa
349 Pelloutier describió perfectamente cuál habría de ser la estructuración orgánica del
sindicalismo revolucionario francés: «En la base el Sindicato, de donde parte y debe partir
toda decisión; después, de un lado, la Unión de los Sindicatos del mismo oficio, o de
oficios similares, federándose las diversas Uniones formadas así en un Consejo
corporativo. Por otra parte, los Sindicatos de todas las profesiones, agrupadas localmente
en las Bolsas de Trabajo, y el conjunto de esas Bolsas, de esas Uniones de Sindicatos,
constituirán la Federación de las Bolsas de Trabajo; en la cima, en fin, la Unión del
Consejo Corporativo y el Comité Federal de las Bolsas, es decir, la Confederación.»
(Citado por A. SOUCHY, en «Solidaridad Obrera», 22, diciembre, 1935, P. 8.)
federación de entidades locales, ya FEDERACIONES, ya
simplemente sociedades. Esta estructuración de carácter local
venía a ser un reflejo de las concepciones orgánicas del
anarquismo, que daba una gran importancia a la entidad local,
la federación local, en la que convergían los diferentes grupos
de la localidad, concepción que impusieron en el movimiento
obrero que inspiraban. Pero estas concepciones anarquistas no
correspondían tanto a la constatación de la realidad de una
lucha social, determinada por el enfrentamiento de dos clases
contrapuestas, y a las necesidades orgánicas que ella imponía a
la clase trabajadora, como a la intención de organizar a la clase
obrera de acuerdo con las pautas orgánicas que ellos creían
que deberían regir la sociedad anárquica del futuro. Así, la
federación local de sindicatos vendría a responder a la unidad
básica de la organización anárquica de la sociedad: la comuna
local, y el resto de los escalones orgánicos de la central sindical
vendría a responder a cada uno de los escalones federativos de
la estructuración social a la anarquía.
355 Según «Solidaridad Obrera» (2, diciembre, 1910), la CNT contaba en Huelva con un
total de 4.903 afiliados, distribuidos localmente de la siguiente manera: Huelva capital,
3.792; Silos de Calañas, 519; Calañas, 381; Sotiel Coronada, 114; El Cerro, 97.
A pesar de todo, el crecimiento de la CNT desde su fundación
hasta su primer Congreso Nacional fue algo ostensible. Ya en
agosto de 1911, Morato atribuía a la CNT un total de 23.758
afiliados, encuadrados en 123 entidades adheridas a la
Confederación356.
356 J. J. MORATO, en la sección «El Mundo Obrero» del «Heraldo de Madrid», 13,
agosto, 1911. Distribuidas por regiones, en orden descendiente, pertenecían: a Cataluña 78
entidades con 13.913 afiliados; a Andalucía 19 entidades con 5.718 afiliados; a Levante 5
entidades con 1.022 afiliados; a Asturias 8 entidades con 1.015 afiliados; a Castilla la
Vieja 3 entidades con 910 afiliados; a Aragón 6 entidades con 625 afiliados; a Galicia 3
entidades con 455 afiliados; y a Baleares 1 sociedad con 100 afiliados. Total: 123
entidades con 23.758 afiliados.
357 «Solidaridad Obrera», 8, septiembre, 1911, p. 1. Sin duda por error de suma, el
periódico da un total de 26.585 afiliados, lo que no corresponde a la suma de ls cantidades
dadas por cada entidad. El informe del Consejo federal de la CNT leído en el Congreso
daba un total de 140 sindicatos, con un total de 26.571 afiliados, adheridos a la CNT; de
ellos, 78 sindicatos y 11.889 afiliados pertenecían a la región catalana («Solidaridad
Obrera», 15, septiembre, 1911; «El Poble Catalá», 9, septiembre, 1911).
Desglosando las cifras ofrecidas por el órgano de la
Confederación y colocándolas por orden decreciente, la
distribución regional quedaría así:
361 Timoteo Herrer había sido ya vocal del Comité de SO. No está muy claro si este era un
pseudónimo utilizado por Tomás Herreros o si se trata efectivamente de dos personas
distintas, dado que se da la coincidencia de que cuando aparece uno de los nombres en las
formaciones de los Comités, etc., no aparece el otro, mientras que Herreros fue un hombre
de militancia muy activa y se mantuvo siempre en primera línea.
La figura de José Negre, sindicalista revolucionario neto 362,
venía ocupando ya la secretaría general de SO desde hacía
unos meses, cargo en el que vino a sustituir a otro sindicalista
bastante moderado como era José Román 363 , quien, sin
embargo, ocupaba el cargo de secretario cuando se produjeron
los sucesos de julio de 1909 en Barcelona, lo que le ocasionó su
detención y destierro. Los últimos nombramientos para cargos
directivos que hace SO antes del Congreso que daría vida a la
CNT, en septiembre de 1910, confirman a Negre como
secretario de la misma364, cargo desde el que desarrollaría la
importante labor que culmina con la creación de la CNT.
362 Véase su folleto «¿Qué es el Sindicalismo?», Barcelona, 1919. Véase también nota
107 del capítulo III de este trabajo.
363 Del mismo diría Negre, cuando fue nombrado: «Al constituirse el Comité federal de
SO se tomó el acuerdo de no nombrar para ocupar la secretaría a ningún compañero
anarquista ni socialista, para evitar que pudieran surgir recelos y equívocos de ninguna
clase entre los componentes de las Sociedades federadas, y a tal efecto fue nombrado
secretario general el compañero Román, presidente de la Sociedad de impresores»
(«Recuerdos efe...», cit., p. 9).
364 «Solidaridad obrera», 2, septiembre y 14, octubre, 1910.
365 «Solidaridad Obrera» pasó de editar unos 4.500 ejemplares entonces, a 7.000 en
septiembre de 1911, según el informe del Comité Federal de la CNT presentado al
Congreso («Solidaridad Obrera», 15, septiembre, 1911). En 1908, el órgano de la
Confederación tenía una tirada de unos 3.000 ejemplares (J. NEGRE, «Recuerdos...», cit.,
p. 12).
que había sido durante todo este tiempo uno de los más
importantes adalides del sindicalismo revolucionario, terminó
evolucionando hacia el marxismo, llegando a ingresar en el
PSOE en octubre de 1911 366, momento en que abandona la
dirección de «Solidaridad Obrera».
reproduce las actas recogidas en los citados números de «Solidaridad Obrera». En todo
ello basaremos el análisis del Congreso de 1911.
372 Ambos Congresos se celebraron en el mismo local —el Palacio de Bellas Artes
de Barcelona—, con apenas un año de diferencia entre ellos, y en ambos la primera
sesión estuvo presidida por José Negre, secretario general del Consejo de SO, en la
primera ocasión, y del Comité Federal de la CNT, en la segunda.
Tomás Herreros y José Negre —quien ostentaría también la
representación de los Centros Obreros de Vigo y Puerto
Real—; y Palma, que envía un delegado en representación del
Centro de Albañiles de esa ciudad.
374 «Solidaridad Obrera», 8, septiembre, 1911. Los subrayados son míos, excepto la
palabra boicot, subrayada en el original.
A) Cuestiones de tipo orgánico — Estructuración orgánica de
la CNT
«... como quiera que los pueblos deben ser los que
conozcan en toda su integridad sus necesidades y las
condiciones de tiempo y lugar —decía la ponencia—, lo
lógico, lo humano, es la formación de la federación local,
que traería como consecuencia la unidad de la clase
trabajadora de la localidad y por ende la unidad de
pensamientos, así como la de procedimientos, y, por
tanto, el engendro del espíritu de solidaridad, que ha de
ser lo que necesariamente producirá la fuerza del
proletariado.»
377 Véanse págs. 227-228 de este trabajo. La Federación Local sería así una especie
de germen de la comuna obrera, de la agrupación libre de productores libres, que
proponía Bakunin para la sociedad postrevolucionaria.
de lo que lo había hecho el propio Comité—, lo que
supondría, con la aprobación de la ponencia, una nueva
ratificación oficial del órgano máximo de la Confederación
—el Congreso—, de tal estructura orgánica, que sería tan
debatida en el futuro:
382 La propuesta inicial de Seguí era que fueran 3.000 acciones, pero se aceptó la
enmienda de F. Vela, en el sentido de que fuesen 9.000. Vela dijo que se calculaba que el
diario costaría unas 7.000 pesetas mensuales. («El Poble Catalá», 9, septiembre, 1911.)
383 «Solidaridad Obrera», 15, septiembre, 1911.
— Sindicación de la mujer
385 Ya nos hemos referido detenidamente a ello. Vid. nota 89 de este capítulo.
386 En este sentido se manifestó la Sociedad de Pintores «La Nueva Semilla» de
Barcelona, por boca de su delegado Antonio Salud. De esta sociedad era también
delegado al Congreso Salvador Seguí.
387 Algunos delegados se opusieron a la sindicación de la mujer, dado que la
consideraban «perjudicial en la acción societaria por su timidez» («El Diluvio», 9,
septiembre, 1911).
los hombres como las mujeres, pues no se le oculta que la
mujer, la doblemente esclava, a la que tenemos el
ineludible deber de educar hoy, para que ella, asimismo,
pueda, educando también, formar los cerebros de los
hombres del futuro, de los encargados de la conquista de
la sociedad futura, siendo una realidad lo precedente, no
puede por menos que entender que es imprescindible
que la mujer se organice, pero teniendo en cuenta que no
debemos centralizar los procedimientos, creemos lógico
que esta labor debe dejarse encomendaba a aquellos
compañeros que formen el grupo excursionista de
propaganda»388.
388 El subrayado es mío. «El Diluvio» (9, septiembre, 1911, p. 26), dice que el
dictamen de la ponencia fue aprobado con la adición de la recomendación de que todo
federado asociase a su mujer, para que pudiese intervenir en las luchas sociales.
«Esta ponencia se encuentra con un caso dificilísimo
para dar opinión concreta y bien definida, porque el
punto que se le ha sometido, a su juicio es, creemos,
completamente nuevo en la vida sindical de España y
delicado por lo que pueda afectar a susceptibilidades
inherentes a la sentimentalidad humana.»
389 Véanse los acuerdos del Congreso con respecto al sindicalismo a base múltiple, en
pág. 257 de este trabajo.
Dada por supuesta la sindicación específica de los inválidos
totales, lo que se planteaba era cuáles habrían de ser los
derechos y deberes de éstos dentro de la CNT. El problema
quedaba, pues, delimitado a una cuestión puramente
orgánica, y en tal sentido resolvería la ponencia:
— Educación racionalista
391 Según «El Poble Catalá» (11, septiembre, 1911, p. 2) y «El Diluvio» (9,
septiembre, 1911, p. 27), la ponencia fue aprobada con una enmienda propuesta por
Fernández, referida a los derechos, que venía a decir: «El representante de la Sociedad
de Inválidos se abstendrá de votar en caso de tratarse de declaración de huelgas».
solución de su implantación a la propaganda en favor de la
misma y a la fijación de una cuota voluntaria establecida por
cada sindicato «a medida de sus fuerzas».
393 Vid.: PERE SOLA, «Las escuelas racionalistas en Cataluña», Barcelona, 1977; A.
y F. L. CARDONA, «La utopía perdida. Trayectoria de la pedagogía libertaria en
reeducadora del proletariado la escuela racionalista ocupaba
un primer plano en el orden de prioridades. La figura y el
ejemplo de Ferrer estaban aún muy cercanos y condicionaban
—y seguirían condicionando— toda la perspectiva de la CNT
sobre este problema.
396 La cuota confederal, establecida poco después del Congreso de 1910, venía a ser
de3 ctms. por federado y mes, para las entidades de la región catalana, y de 1 ctm. para
las de fuera de Cataluña (Circular «A las entidades obreras», en «Solidaridad Oorera»,
13, enero, 1911). Según «El Poble Catalá» (10, septiembre, 1911), esta última era de 2
ctms.
397 Decía el dictamen: «Esta ponencia entiende que, para que puedan asistir a los
Congresos delegados de todas las localidades en que haya sociedades federadas, los gastos
de los mismos deben ser pagados a prorrateo entre todos los federados. Al objeto de que
esto sea hacedero, entendemos que este acuerdo debe aplicarse a aquellas localidades que
por sus condiciones económicas no pueden hacerlo de otro modo.»
398 «Solidaridad Obrera», 15, septiembre, 1911.
Confederación—, establecía que todo lo referente al envío y
gastos de los delegados debería dejarse al criterio de las
FEDERACIONES locales y regionales399.
399 «El Diluvio», 9, septiembre, 1911, edición de la tarde: «El Poble Catalá», 10,
septiembre, 1911.
400 Vid. nota 149. La superioridad de la cuota para las organizaciones catalanas se
justificaba en la necesidad de mantener el órgano confederal «Solidaridad Obrera», que
era, en realidad, el órgano de la Regional catalana.
Hasta este momento había sido más o menos habitual la
presencia de sociedades obreras no confederadas en las
reuniones y Congresos, tanto de Solidaridad Obrera como de
la CNT. Así ocurrió, por ejemplo, en el Congreso regional de
SO, de 1908, y en el fundacional de la CNT, de 1910. Ello
contribuye precisamente a hacer más confuso aún el análisis
de estas organizaciones y la delimitación exacta de su
expansión. Pero, esta confusión que puede afectar ahora a los
historiadores era algo que afectaba también a la propia
Confederación y que había que contribuir a aclarar para
conseguir esa deseada consolidación orgánica. Sin embargo,
el factor propaganda y la necesaria expansión de la
organización impedía también el romper tajantemente con la
vieja práctica, típica de un tiempo en que las sociedades
obreras se encontraban aisladas y luchaban por su propia
cuenta, en la mayoría de los casos.
402 «Solidaridad Obrera» no hace referencia alguna a este acuerdo, que aparece
recogido, sin embargo, en las reseñas de «El Diluvio», 9, septiembre y de «El Poble
Catalá», 10, septiembre, 1911.
ideológico, son, en cambio, manifestaciones claras del
componente ideológico del que se dotaba la CNT, el cual es
nuestro objeto fundamental de estudio.
— Propaganda
403 Circular «A las entidades obreras», en «Solidaridad Obrera», 13, enero, 1911.
404 «Solidaridad Obrera»y 8, septiembre, 1911.
405 «¿Es de absoluta necesidad la realización de excursiones de propaganda intensiva
y extensiva por todas las regiones de España? En caso afirmativo, ¿cómo se ha de
realizar?» («Solidaridad Obrera», 8, septiembre, 1911.)
El dictamen de la ponencia recogía la opinión del Comité
Federal y, sin entrar en mayores detalles, establecía la obvia
necesidad de la labor propagandística, a realizar —como
proponía el enunciado del tema— mediante excursiones de
grupos de propagandistas por todo el país:
406 Decía el dictamen: «La ponencia cree que es de suma necesidad la realización
inmediata de dichas excursiones, y para conseguirlo propone al Congreso que las
entidades federadas de cada localidad se hagan cargo de la organización de los actos de
propaganda y atiendan a los gastos de los compañeros que formen el grupo de
excursionistas hasta su llegada a la población innmediata, en la que se harán cargo de los
mismos los sindicatos de la nueva población.»
407 «El Diluvio», 9, septiembre, 1911, p. 25.
Sin embargo, cabría destacar aquí que el medio de expansión
elegido, los grupos de propagandistas, responde a las viejas
tácticas ya empleadas en el siglo pasado por los anarquistas,
los denominados «apóstoles de la Idea», que, infatigables,
recorrían los campos del sur de España con un libro, un
folleto, o un periódico anarquista como todo equipaje,
difundiendo sus ideas y organizando a los campesinos en
sociedades de resistencia.
408 El acuerdo adoptado por el Congreso de 1910 sobre este tema, que era más
simple que el dictamen que había elaborado la ponencia correspondiente, aprobó «crear
grupos de jóvenes obreros que se dediquen a la propaganda sindicalista y a repartir con
frecuencia hojas encaminadas al mismo objeto».
de las concepciones sindicalistas revolucionarias, como ya
vimos en su momento409, y como tal había sido introducido ya
en la discusión del Congreso de Solidaridad Obrera, de
1908 410 , e incluso en el orden del día del Congreso
fundacional de la CNT, de 1910, aunque las actas del mismo
indican que no llegó a ser discutido entonces.
415 «La adopción en todo o en parte de este sistema —decía la propuesta de Lostau—
debe dejarse al criterio de los Sindicatos y organismos locales, según su modo de ser y
situación particular, considerando muy aventurado y contraproducente querer medir a
lodos por el mismo rasero.»
visto, no sólo admitía, sino que promocionaba y seguiría
promocionando la Confederación. De aquí que, como diría
Lostau, habría que distinguir la adopción en todo o en parte
de este sistema.
416 En este sentido se leyó en el Congreso una curiosa y significativa nota del
Sindicato de Fideeros de Barcelona: «La Sociedad de Obreros Fideeros de Barcelona,
protesta del Sindicalismo a base múltiple, por ser una de las Sociedades que han sido
perjudicadas por esta táctica. Hace unos diez años cue esta Sociedad tuvo una
considerable cantidad en caja, con lo cual implantó una fábrica cooperativa de
producción. ¿Sabéis que resultado económico nos produjo dicho establecimiento? Pues
crear un burgués más y de los más déspotas en la actualidad. Esto es todo cuanto puede
esperarse del Sindicalismo a base múltiple.»
417 En este sentido se había manifestado el propio Comité Federal en el manifiesto de
la Confederación del 1.° de mayo de 1911. Verlo en pág. 180 y siguientes de este trabajo.
Las cajas de resistencia eran consideradas como residuos del viejo societarismo.
de dura discusión, aprueba el dictamen de la ponencia 418. Y ello
dado que, aunque se condenaban las cajas de resistencia, la
CNT seguiría asistiendo a sus presos y crearía, más adelante, un
órgano específico y estable para atender a los mismos, con su
correspondiente fondo monetario; de la misma manera que se
recolectaría dinero en cada caso de huelga, para ayudar a los
huelguistas. Es decir, la caja de resistencia no existiría como un
fondo estable, al cual habría que cotizar, sin embargo, las
funciones que ésta desarrollaba sí que se ponían en práctica
siempre que ello era necesario, pero sólo en base a las
aportaciones voluntarias que en ese momento se hiciesen.
— Contratación colectiva
420 «El Poble Catalá», 11, septiembre, 1911. El voto en contra, aunque no se explícita a
quién perteneció, es muy posible que fuese emitido por el delegado de Ecija José Caldero,
quien, con el barcelonés Gimeno, se opuso a la adopción del dictamen, entendiendo que la
CNT debería adoptar un «amplio criterio», sobre este tema.
421 Formaba parte de la ponencia, sin embargo, el que había sido secretario general de
SO, Jaime Bisbe, entre otros.
Criterio en el que vienen a coincidir la mayoría de las
intervenciones que se produjeron en el debate. Así, el
delegado de la Federación Local de Zaragoza, Ángel Lacort,
llegó a sostener que:
Decía el dictamen:
423 Vid. todo lo dicho sobre este tema anteriormente en este trabajo.
luchar por toda aquella serie de mejoras que contribuyesen a
mejorar la situación de la clase trabajadora, pero no sólo
económicamente, sino también pqlítica y socialmente, es decir,
ampliando el marco de libertad en la que ésta se mueve,
facilitando de esta manera su actuación y preparándola para la
revolución. Y ello no sería posible, primero, si el Estado no
permitiese la actividad organizada de la clase trabajadora, y,
segundo, si el Estado no fuese capaz de asimilar y establecer
formalmente las parcelas de libertad arrancadas en su lucha
por la acción de los trabajadores. La conciencia clara de ello
sería lo único que permitiría seguir luchando en esta línea, y
evitar la concepción maniquea del todo o nada, de efectos
desastrosos.
— La huelga general
424 A este incidente apenas se refiere «Solidaridad Obrera» (15, septiembre, 1911) en su
reseña del Congreso, limitándose a decir que: «varios delegados presentan una
proposición para que la Asamblea acuerde qué medidas deben tomarse para defender al
proletariado contra las consecuencias de una guerra», tras lo cual, Seguí, que actuaba a la
sazón como secretario de la Mesa del Congreso, dio lectura al citado acuerdo de 1910.
Similar parquedad hay en otros medios de información. «El Poble Catalá» (11,
septiembre, 1911, p. 2), es el que trae la referencia más amplia de lo ocurrido, y en él se
basa lo expuesto.
primer plano dentro de los medios de lucha de la CNT,
ratificándose consensualmente —dado que no llegó a
realizarse votación alguna sobre este tema, dadas las
circunstancias especiales como se presentó— la concepción
que de la misma se había adoptado en el Congreso de 1910. Es
decir, la huelga general es un arma específicamente
revolucionaria y debe evitarse su utilización para fines que no
sean la propia revolución, y ello siempre y cuando la CNT se
encuentre preparada para llevarla a la práctica; excepto en los
casos en que la «conducta egoísta» de la burguesía o del
Gobierno obligue a declararla y en el caso de «aventuras
guerreras», al que nos acabamos de referir 425.
425 Sobre la concepción cenetista de la huelga general, véase todo lo dicho anteriormente
en este trabajo.
llegar a un acuerdo entre las dos FEDERACIONES, a fin de unir
toda la clase obrera en una sola organización» 426.
426 Véase sobre este acuerdo todo lo dicho en la primera parte de este capítulo.
427 Jaime Bisbe, que había sido secretario general de SO en 1908, representaba en el
Congreso a la Federación Local de Igualada, y Salvador Seguí, que había participado
también en la creación de SO, representando a la Sociedad de Pintores de Barcelona «La
Nueva Semilla», ostentaba en el Congreso la misma representación.
La pregunta que se hacía la propuesta de unificación de Bisbe
y Seguí —que, por otra parte, expresa claramente la posición
moderada que estos dos sindicalistas representaban dentro de
la CNT— venía a relativizar la diferenciación existente entre la
UGT y la CNT, limitada a cuestiones de pura táctica, y hacía, por
el contrario, hincapié en los principios que las unían y en la
necesidad de conseguir la unidad de la clase obrera, cosa que,
al fin y al cabo, era una de las metas primordiales del
sindicalismo revolucionario:
428 Rafael Avila era, además, administrador del órgano confederal «Solidaridad
Obrera».
hasta cierto punto, una solución más coherente con los propios
planteamientos de la Confederación —aunque no con el
acuerdo formal del último Congreso, de 1910— pues sólo en la
medida en que se demostrase que la CNT crecía y se
consolidaba, es decir, ocupaba plenamente un lugar del
espectro sindical que se consideraba virgen y abandonado por
la UGT, se podría demostrar también que la misma había
estado justificada y no había sido una maniobra inconsciente
de división de la clase obrera, ni un acto de «amarillismo»
sindical. Un renunciar a la consolidación de la Confederación
cuando ésta se encontraba aún en pleno crecimiento, sin haber
demostrado lo necesario de su existencia, hubiera sido, pues,
totalmente contradictorio con el acto de su creación solamente
un año antes; una negación del mismo, que hubiera puesto en
evidencia todo lo realizado hasta el momento y dado la razón a
los que entonces se habían opuesto a tal creación, entre ellos
la propia UGT.
432 «¿El sindicalismo revolucionario sería conveniente que emprendiera una lucha por la
nivelación de los jornales?» («Solidaridad Obrera», 8, septiembre, 1911.)
la máxima «de cada uno según su capacidad y a cada uno
según sus necesidades». Pero, aún el tipo de nivelación salarial
a la que parece referirse el tema de la propuesta —la
equiparación entre las diferentes escalas de la clasificación
laboral: aprendiz, peón, oficial, etc.— supone una
transformación en el sistema productivo que hacía impensable
tal equiparación en aquellos momentos, y, aún, en general,
dentro de un sistema estrictamente capitalista.
433 «¿Sería necesario establecer un salario mínimo y una jornada máxima para el
proletariado en general?» («Solidaridad Obrera» 8, septiembre, 1911.)
confuso:
434 En este sentido se manifestó, por ejemplo, el delegado de los Albañiles de Palma,
quien dijo que «es más conveniente elevar los jornales que la disminución de la jornada de
trabajo».
Durán y al acuerdo de 1910, que, más que lanzarse a la
proposición de acciones concretas de lucha, establecían la
necesidad de realizar previamente una amplia campaña entre
la clase trabajadora para concienciarla de la importancia y
necesidad de esta reivindicación, dado que, a pesar de las
duras jornadas de trabajo que cumplían la mayoría de los
trabajadores, no existía una conciencia generalizada de esta
necesidad. Por el contrario, se solía pensar que una reducción
de la jornada traería aparejada una reducción de los salarios,
ya de por sí muy exiguos, por lo que parecía mucho más seguro
luchar por la elevación de los mismos que por la reducción de
las horas de trabajo, en base a las cuales se cobraba.
440 Recordemos que, según el propio manifiesto del Comité Federal de la CNT citado, el
proletariado sólo se uniría el día que se unieran las minorías conscientes, «planteando y
desarrollando los conflictos de la lucha social en el más puro terreno económico».
Seguí y Bisbe al Congreso, nos lo viene a demostrar al
establecer unas «bases de inteligencia» para conseguir la
unificación en las que se establecen los mínimos de
transigencia con la UGT, que suponen ya un conjunto de
principios claramente sindicalistas revolucionarios: el carácter
«puro y simplemente sindicalista» de la entidad resultante de
la unificación, el carácter federativo y autónomo de su
organización 441. Aunque se estableciese que la táctica a seguir
sería establecida democráticamente por votación entre todas
las entidades adheridas. (De aquí también la importancia que el
Congreso dio a la necesidad de tener tantos afiliados como la
UGT, por lo menos, para iniciar el proceso unificador.)
441 También se podría citar el detalle —más anecdótico— de que se estableciera que la
comisión mixta paritaria que se habría de constituir para culminar el proceso unificador,
estuviese presidida por un delegado de la CGT francesa.
Pero, el apoliticismo sindical es algo que está íntimamente
unido a su antipoliticismo, y si bien puede dar la impresión de
que en estas intervenciones se recarga el acento en este último
aspecto (no se puede olvidar, de cualquier manera, la
tendencia anarquista de Herreros), sin que ello deje de ser
realmente así, es muy difícil separar ambos aspectos, derivados
del principio máximo que inspira todo el sindicalismo
revolucionario; la acción directa. Así, cuando el Congreso
acuerda, al tratar el punto 15 del orden del día, aconsejar a los
sindicatos obreros que no se domicilien en los locales de las
entidades políticas, lo hace «Considerando la política como un
factor perjudicial a la emancipación proletaria» y para «evitar
el contagio que en tal caso sería inevitable». Lo cual implica no
sólo una condena de la actividad política —participación en el
proceso del poder político—, sino también un tratar de evitar
que las ideologías políticas pudiesen entrar en los sindicatos,
creando con ello la división entre los afiliados. Por ello, como
ya dijimos al hablar de este acuerdo concreto 442, el evitar la
influencia de las ideologías políticas en el sindicato no
significaba excluir su presencia —el obrero podía profesar las
ideas políticas que quisiese— en el mismo, sino el evitar que el
sindicato adquiriese, como tal, una definición política o
ideológica concreta —que no fuese, por supuesto, el propio
sindicalismo revolucionario—. Y, en este sentido, tan
reprobable parecía entonces que esta definición política del
sindicato fuese anarquista como republicano-radical; aunque,
desde luego, las coincidencias con el antipoliticismo anarquista
hacían a esta doctrina mucho más cercana al sindicalismo que
lo que pudiera estar cualquier otra ideología política.
445 Reformismo era sinónimo —entre otras cosas— de medios indirectos de lucha. La
salutación del Comité Federal a los Congresistas contenía precisamente una crítica del
reformismo como algo que ya no servía a las necesidades del proletariado, y lo
consideraba sinónimo de medios indirectos, acción política, etc. Así, el Comité Federal
condenaba «los medios indirectos: reformismo, parlamentarismo, cooperativismo, etc.»
(«Solidaridad Obrera», 8, septiembre, 1911, p. 1).
vinculante para las organizaciones de la Confederación, sino
que se estableció más bien a modo de recomendación, aunque
explicando la opinión que el mismo merecía a la CNT. «Esta
ponencia, pues, no cree recomendable el sindicalismo a base
múltiple», había dicho el dictamen de la ponencia respectiva
que fue aprobado por el Congreso.
446 Sobre la pervivencia del sindicalismo de base múltiple, sobre todo, las experiencias
cooperativas, véase la amplia bibliografía ya existente al respecto.
447 «Solidaridad Obrera», 13, enero, 1911..
precisamente para unir a todos los proletarios «conscientesy
afines en procedimientos de lucha». Pero el problema estaba
precisamente en definir cuáles eran esos procedimientos de
lucha.
Este párrafo del informe del Comité venía a recoger, pues, los
medios que hasta entonces venían siendo las armas habituales
contra la guerra de Marruecos, lo que dio lugar a que se leyera el acuerdo que se había
adoptado en 1910 sobre la huelga general, al final del cual había un párrafo que amenazaba
con su declaración «en caso de aventuras guerreras por parte deI Gobierno».
«De todos los medios que el sindicalismo, basado en la
acción directa, ofrece, la huelga es el más conocido, y casi
diríamos el único usado»;
Y añadía:
454 Vid. lo dicho sobre este tema al hablar del Congreso de 1910.
tal fue el caso del catalán Gimeno y del ecijano José Caldero455.
456 Estaba formada por R. Costa, M. Vilanova, J. M.a Tost, J. Bisbe y N. Guallarte.
consideraba que solamente eran obreros —y, por lo tanto,
admisibles en los sindicatos— «los que conquistan su jornal en
las empresas o industrias que explotan la burguesía o el
Estado», sino que se excluía, aún de éstos, a los que «por su
trabajo pueden perjudicar directamente a la organización
sindical». La ponencia rechazada había sido elaborada por T.
Herreros, J. Gil, F. Ferroni, M. Vilanova, A. Martín, J. Plaza y M.
Marcet; y en la discusión se manifestarían también a favor de
esta separación entre los intelectuales y los sindicatos —lo que
era tanto como el tratar de evitar el peligro de la intromisión
de la política en los mismos a través de esta vía— José Negre y
J. Ferrer. A favor de los intelectuales se habían manifestado
tanto el socialista J. Durán como los sindicalistas Cantó, de
Alcoy y Lladó, de Sabadell.
457 A ello se había opuesto el mallorquín Ordinas, estimando, como ya vimos, que era
más conveniente elevar los jornales que reducir la jomada de trabajo. El mismo Ordinas se
había manifestado en 1910 a favor de emplear los medios más enérgicos en las
reivindicaciones obreras, «pues no se puede vencer de otra manera».
sindical. Sin embargo, este anarcosindicalismo no se
manifestaba expresamente entre los militantes de la
Confederación —en el sentido de pretender llevar a la misma
hacia una definición anárquica o comunista libertaria—,
quienes se limitan a una mera militancia sindicalista, lo que
hace que, en definitiva y a pesar de toda tendencia interna, la
CNT se manifieste durante todo este período como una central
exclusivamente sindicalista revolucionaria.
458 «Solidaridad Obrera», 16, diciembre, 1910. El Comité Federal quedó compuesto,
en una reunión de Juntas y delegados celebrada en Barcelona el 19 de noviembre de 1910,
como sigue: secretario general, José Negre; secretario 2.°, T. Herrer; secretario 3.°, M.
encontramos miembros de ambas tendencias. Así, José Negre,
a quien hemos descrito como un sindicalista puro, aunque del
ala radical, desempeñaba la labor de secretario general,
mientras que el secretario segundo era Timoteo Herrer
(¿Tomás Herreros?) anarcosindicalista, y el secretario tercero
era M. Permanyer. El tesorero, Ferrer, lo vemos manifestarse,
tanto en 1910, como en 1911, en un sentido también bastante
radical. En fin, similar distribución podría hallarse entre los
diferentes vocales del Comité. El otro cargo importante de la
Confederación —la dirección de «Solidaridad Obrera»—, lo
ocupaba, en cambio, Joaquín Bueso, quien permaneció en el
mismo desde noviembre de 1910 hasta octubre de 1911,
cuando ingresaría en el PSOE459.
460 En anteriores capítulos vimos cómo la mayor parte de los autores sindicalistas
revolucionarios definían al sindicalismo, en términos muy generales, como una táctica;
destacando con ello su contenido vivo, en plena formación y evolución, lo que
contraponían a ideología, como algo dogmático, cerrado y estático.
De hecho, hemos visto también cómo la corriente
predominante de las que convergen en el sindicalismo
revolucionario español era precisamente el anarquismo, cuyo
predominio, en la práctica, sólo venía siendo limitado, aparte
de por la presencia de una importante —más cualitativa que
cuantitativa— fracción socialista, en los primeros momentos,
por el propio cambio de actitud derivado de la crisis sufrida por
el anarquismo desde finales de siglo, que le había llevado a
abandonar las viejas tácticas y a adoptar la estrategia
sindicalista, de una manera consciente y convencida de las
ventajas y de lo adecuado del sindicalismo revolucionario para
los fines de la revolución social, en algunos casos, y con la
intención de hacer de los sindicatos un campo de acción y de
cultivo de la ideología anarquista, en otros.
461 J. DÍAZ DEL MORAL («Historia de las agitaciones campesinas andaluzas», p. 171)
dice que la suspensión de la CNT fue ordenada por el Juzgado de la Barceloneta, quien
«ordenó el cierre de todas las sociedades adheridas a ella». J. PEIRATS («Los anarquistas
en la crisis política española», p. 14) dice también, que «En octubre de 1911 un juez de
Barcelona declaró ilegal la existencia de la CNT y asimismo su funcionamiento ».
Es muy difícil precisar con entera certeza, no ya la
participación obvia de la CNT en la citada huelga, sino su papel
instigador o director de la misma. De entrada, cabría decir que
el reducido tamaño de la organización cenetista en aquellos
momentos462, a pesar de su ya indicado proceso ascendente,
debería hacer muy difícil este papel, aunque tal se pretendiera.
Tampoco es el objeto de este trabajo el entrar en precisiones
fácticas de este tipo; sin embargo, sí se pueden dar algunos
datos al respecto. Parece ser que finalizado el Congreso, los
delegados se reunieron de manera secreta, en los mismos
locales donde éste se había celebrado, presididos por José
Negre y con asistencia, además, de «otros anarquistas y
socialistas significados»463. Allí acordaron, tras informar Negre
que se contaba para ello con un previo acuerdo con los
socialistas y con los radicales, desencadenar una huelga
general de cariz revolucionario aprovechando los diferentes
conflictos que se estaban produciendo, especialmente en las
cuencas mineras de Asturias y Vizcaya 464, y se nombró un
comité de huelga. Todo ello según Constant Leroy (Miguel
Villalobos Moreno)465.
462 Hay que recordar que la CNT contaba entonces con unos 25.915 afiliados en toda
España (Solidaridad Obrera, 8-septiembre-1911), mientras que la UGT contaba con
77.749.
463 C. LEROY «LOS secretos del anarquismo», p. 30. De la celebración de esta reunión
también informa M. BUENACASA «El movimiento obrero español (1886-1926)», p. 51.
464 La huelga general estallaría, tanto en las cuencas mineras asturiana como vizcaína,
el mismo día 11, lo que hace muy difícil que la decisión del inicio de las mismas, como
parte del conflicto general, partiese de la citada reunión, dado que el Congreso de la CNT
finalizó el día 10. C. LEROY dice que, según el acuerdo de la citada reunión, la huelga
debería ser general, en todo el país, el día 17 de septiembre (op. cit., p. 34). En realidad,
debería decir 18, dado que el 17 era domingo.
465 C. LEROY, op. cit., p. 31 y ss.
Sin embargo, los socialistas desmintieron este complot
revolucionario, a pesar de que la UGT declaró entonces la
huelga general. Así, Juan José Morato relata cómo la huelga se
declaró a pesar de la resuelta oposición de dirigentes como
Perezagua, y considera que las organizaciones obreras no
hicieron sino caer en una provocación gubernamental al
declarar la huelga general, lo que fue aprovechado por el
Gobierno de Canalejas para suspender las garantías
constitucionales y reprimir duramente a las sociedades
obreras, que se encontraban en un período ascendente y de
gran movilidad reivindicativa 466.
466 J. J. MORATO «El Partido Socialista Obrero», cit., p. 194. Decía Morato:
«Entonces creíamos y ahora creemos que la Unión General cayó candorosamente en un
lazo (...). Todo aquello no fue sino un ardid del Gobierno, que necesitaba un estado
excepcional, y lo creó, utilizando recursos nada nobles».
467 De esta represión tampoco escapó la UGT, contra la que se abrieron varios procesos
y en cuya disolución llegó también a pensarse en medios gubernamentales. M. NÚÑEZ DE
ARENAS y M. TUÑÓN DE LARA «Historia del Movimiento Obrero Español», Barcelona
1970, p. 175.
468 La policía estaba al tanto de la actuación de los medios confederales a través de las
confidencias de Miguel Sánchez González y de su hermano José («Constant Leroy» y
«Miguel Villalobos Moreno»), así, la noche del 16 de septiembre pudo detener a más de
quinientos militantes de la CNT, desbarajustando sus posibilidades de actuación. Vid. al
respecto: C. LEROY, op. cit., p. 34; M. BUENACASA, op. cit., p. 51-52; X. CUADRAT
Desde entonces, la CNT vivió en la más completa
clandestinidad, y mejor sería decir no vivió, dado que la
represión a la que fue sometida anuló por completo su
existencia. La incipiente organización sindical no estaba aún
preparada para una actuación en la clandestinidad, en base a
los nuevos presupuestos del sindicalismo, por lo que los restos
de actividad quedaron limitados a los reducidos grupos
anarquistas, que continuaron actuando y mantuvieron el
enlace mínimo que permitiría el lento proceso de
reconstrucción iniciado en los años 1913-1914 469.
«Socialismo y...», cit., p. 568-570. Este último incluye además una relación cronológica de
los sucesos de la huelga general de septiembre. E. COMIN COLOMER «Historia del
anarquismo español», Madrid 1950, copia prácticamente al pie de la letra los informes de
LEROY, añadiendo otros de carácter policial, y no duda en atribuir el origen de todo lo
ocurrido a la masonería internacional (p. 157).
469 Según DÍAZ DEL MORAL, «El naciente sindicalismo se hundió; su prensa
desapareció por completo. La anarquista, que continuaba, aunque con desmayo, su
habitual labor de propaganda, acogía en sus columnas los trabajos sindicalistas» (op. cit.,
p. 171).
protagonismo de la dirección de la reconstrucción de la
Confederación, logró reunir en Barcelona la primera Asamblea
Regional de sindicatos, desde la práctica desaparición de la CNT
en septiembre de 1911.
470 La reseña de las sesiones de esta importante Asamblea serían publicadas por los
números 1 y 2 de Solidaridad Obrera, en ésta su tercera etapa de vida, de 1 y 17 de mayo
de 1913, respectivamente.
471 La comisión redactora de los mismos estaría formada por Puig, de Vilasar de Dalt;
Ferroni, de Tarrasa; y Ullod, de los cerrajeros, Piñón, de los lampareros y Sierra, de los
cilindradores, de Barcelona (Solidaridad Obrera, l-V-1913, p. 2).
de cero y reelaborando sobre cuestiones que ya habían sido
resueltas anteriormente.
474 Idem.
cuando la última suspensión de SOLIDARIDAD OBRERA.
Nuestras posiciones son las mismas, nuestro programa no ha
variado un ápice. Vamos a la propagación del sindicalismo sin
traba alguna sin sofisma de ninguna especie.»
483 Idem.
484 «Soli», 5-marzo-1914.
afirmando que no tenían aún la seguridad de que las entidades
que representaban quisieran seguir perteneciendo a la
Confederación. Finalmente, se eligió a una serie de sindicatos,
para que fueran ellos los que eligiesen de su seno a quienes
habrían de formar el Comité 485.
489 Manuel Buenacasa, que llegó a Barcelona por aquellas fechas, diría, refiriéndose
a esta época: «los respectivos Comités Nacionales que se sucedieron hasta los primeros
meses de 1918, no llegan casi nunca, por causa de las continuas persecuciones del Poder
público, a poder restablecer la relación constante y necesaria con las organizaciones
adheridas. Por otra parte, esto se hacía muy difícil por la constitución arbitraria de los
organismos secundarios de relaciones. A excepción hecha de la Confederación catalana,
que tiene constituido su Comité regularmente, las demás regiones no están constituidas
como tales» (op. cit., p. 53).
acuerdo llegarían también, por aquellas fechas, en el tercer
Congreso nacional de la Federación Nacional de Obreros
Agricultores, que tendría lugar en Úbeda490.
490 El 15 de agosto de 1915 decía «La Voz del Campesino», órgano de la FNOA, en su
editorial «Por la Confederación Nacional del Trabajo»: «En nuestro último Congreso,
celebrado en Úbeda, se tomó el acuerdo de hacer los trabajos indispensables, la
consiguiente propaganda, para constituir el tan necesario organismo. Coincidiendo con
nosotros, en el Congreso Internacional celebrado en El Ferrol se tomó el mismo acuerdo.
Esta paridad de criterios en distintas localidades y en diferentes Congresos demuestra que
el proletariado español está de acuerdo y siente idénticas necesidades» (cit. en X.
CUADRAT, op. cit., p. 588).
491 «Soli» 18-marzo-1915, p. 1, se hacía eco de la convocatoria del mismo en un
artículo de M. Andreu.
492 Del Congreso Internacional de El Ferrol se ocupó ampliamente la prensa obrera
de la época, siendo publicadas extensas reseñas en «Solidaridad Obrera» (13-mayo-
1915), «Acción Libertaria»(14-mayo-1915) y «Tierra y Libertad» (15-mayo-1915). El
Congreso, que se inauguró el día 29 de abril de 1915, solamente celebró dos sesiones. En
él se trató principalmente de la creación de una nueva Internacional obrera de carácter
sindicalista, a la cual no podrían pertenecer aquéllos que ostentasen cargos de
representación política, y cuyos Estatutos serían publicados por «La Voz del Cantero»
(3-julio-1915). Pero, esta Internacional seguiría la misma suerte que la intentada en el
Congreso de Londres, de 1913 (vid. nota 16): se quedó en un mero intento. (A. PESTAÑA
«Lo que aprendí en la vida», I, p. 49; J. DÍAZ DEL MORAL, op. cit., p. 171; D. ABAD DE
SANTILLÁN, op. cit., II, p. 120 y ss.).
de reconstruir la Confederación Nacional, lo cual se decidió a
propuesta de Ángel Pestaña, y como una manera de dar «más
fuerza a la Internacional Obrera», cuya constitución se había
acordado también en la primera sesión del Congreso493. Así
mismo, se acordó publicar diariamente el órgano de la CRT
«Solidaridad Obrera», lo cual era una vieja aspiración ya
desde la vuelta a la legalidad de la CRT, en 1913494.
499 «La Voz del Campesino» sería publicado primero en Barcelona, pasando en julio de
1914 a Valls (Tarragona). En noviembre de 1916 aparecería en Jerez, extinguiéndose en
1919 con la propia Federación.
500 Ya antes, en 1916, y como una prueba obvia de la íntima relación entre la FNOA y
la CNT, el Congreso de Villanueva y Geltrú, de la primera, había acordado la supresión de
su propio órgano, «La Voz del Campesino», «a fin de dar más fuerza y vida al diario
Solidaridad Obrera, mientras salga diario, y que éste dedique dos veces a la semana una
página a la labor agrícola». Posteriormente, se cambiaría esta exigencia por una vez a la
semana, dedicándole en este caso la mitad del periódico. Aunque este acuerdo no se
consumaría, dado que el nuevo Consejo Federal, establecido en Jerez a finales de ese año,
acordaría de nuevo su publicación en esa ciudad.
Pero, además, este principio, aunque pudiera suponer una
transgresión de los principios comunistas, que inspiraban las
corrientes libertarias desde que fue abandonado el
colectivismo bakuninista de los inicios del anarquismo en el
siglo pasado —por lo que supone de apropiación por él o los
que la trabajen de un bien que pertenece a la humanidad—,
constituía un programa coherente con el momento y la forma
de explotación que se vivía, a cargo del propietario individual.
Era una respuesta adecuada: contra la apropiación individual,
la apropiación colectiva.
504 El enunciado del tema 5o decía: «En vista de los movimientos que operan en toda
Europa, y con la experiencia y el empleo [debe querer decir ejemplo] de los campesinos
rusos ¿qué táctica hemos de adoptar los campesinos españoles para resolver los problemas
que a la agricultura, y en particular a la propiedad territorial afectan, una vez llegado el
momento?».
era una cuestión funcional. La propiedad privada de la tierra
había demostrado su insuficiencia para el adecuado
aprovechamiento de la misma.
507 Como lo definiría Antonio Pérez Rosa, destacado dirigente andaluz, en el Congreso
de la FNOA de Valencia (1914).
Valencia, en 1914, expresaba ya, de una manera aún no muy
explícita, esta subsidiariedad del sindicalismo, considerándolo
como un medio para conseguir la emancipación, en términos
generales:
508 Entendido aquí en un sentido lato; no en el sentido estricto, que designa a una
concepción sindicalista concreta.
propaganda política, deberán fundar o ingresar en una entidad
de carácter político disgregada en absoluto del Sindicato» 509.
511 Vid. el acuerdo del citado Congreso de 1917, celebrado en Zaragoza, en las páginas
320-321 de este trabajo; el cual respondía también a, además de a las preguntas allí
formuladas, a los temas 4o y 5o del orden del día, que reflejaban en sus cuestiones la
problemática que esta definición anarquista de los sindicatos planteaba: «Tema 4o.— El
Sindicalismo revolucionario ¿tiene que ser anarquista y viceversa?»; «Tema 5o.—
¿Pueden los anarquistas dirigir los Sindicatos sin menoscabo de su dignidad ideal?».
Cuestiones que, por otra parte, y como bien se ve, serían más propias de una conferencia
anarquista que de una organización sindical.
sindicalismo que —oficialmente— mantendrá la CNT a partir
de 1919. Pero, precisamente el hecho de que se trate de
variaciones, en unos casos más importantes y sustanciales que
en otros, sobre un conjunto de concepciones y formas de
actuación que ya nos son conocidos y a los que nos hemos
referido detenidamente en el primer capítulo de este trabajo,
hace que no nos refiramos tan detenidamente a ellas,
limitándonos a recalcar los aspectos que suponen variación. Y
ello, aún, en la medida en que supone un precedente de lo
que, veremos, se producirá en la CNT, o un indicativo del
proceso que de hecho se estaba produciendo ya en la misma,
pero del que no quedará una verdadera constatación formal,
sino en la culminación del mismo, en el Congreso Nacional de
1919.
512 Del informe del Consejo Federal al II Congreso de la FNOA, Valencia, 1914.
inspirar también otras concepciones y actitudes de la FNOA.
Así, rechazará, coherentemente, los Tribunales de Arbitraje513,
las cooperativas 514 , los socorros mutuos 515 ; pero, por el
contrario, no rechazará las cajas de resistencia, que habían sido
uno de los principales objetos de crítica para
anarcosindicalistas tan destacados como Anselmo Lorenzo, a
513 «Habiendo hecho un detenido examen de lo que dan de sí dichos organismos, rechaza
[el Congreso] toda intervención en cuantos conflictos se desarrollen entre el capital y el
trabajo, por considerarlos perjudiciales, más bien dicho, un absurdo para los organismos
obreros», decía el acuerdo del II Congreso nacional de la FNOA, Valencia, 1914.
514 El IV Congreso de la FNOA, de Villanueva y Geltrú, de 1916, las rechazaría en los
siguientes términos: «Entendemos que las cooperativas contribuyen a desarrollar el
egoísmo y la ambición de los obreros que las fundan; por lo tanto, teniendo en cuenta que
la misión de los obreros es abolir cuanto tienda a dar arraigo a aquellos dos males, creemos
que el funcionamiento de las cooperativas en el seno de los sindicatos obreros es
pernicioso para nuestros propios intereses».
515 El mismo Congreso de Villanueva y Geltrú, de 1916, recibiría una propuesta en contra
de los socorros mutuos que, aunque no pudo llegar a ser votada, por haber sido presentada
fuera de tiempo, «fue acogida con sumo agrado por el resto de los delegados». Esta venía a
decir: «Teniendo en cuenta que en la provincia de Barcelona abundan las sociedades de
Socorros Mutuos, es innegable que la mutualidad, dentro del Sindicato obrero, es un factor
innecesario que en vez de fortalecer el Sindicato lo debilita por muchas causas,
convirtiendo a los obreros asociados en egoístas y avaros de los fondos sociales, porque
creen que a dichos fondos sólo ellos tienen opción el día que están enfermos, y de esta
manera se apartan a pasos agigantados de los fines que persigue el sindicalismo moderno,
pues los fondos sociales son para la propaganda societaria, para periódicos obreros,
folletos instructivos, libros sociológicos y para sufragar los gastos que haya dentro del
Sindicato, pero nunca para mutualidad. Para ese fin ya existen las sociedades de Socorros
Mutuos». Por otra parte, uno de los grandes motivos de lucha de la FNOA fue la inclusión
de los campesinos en los beneficios de la Ley de Accidentes de Trabajo, que regía ya para
la industria. De ello se ocuparon los sucesivos congresos de la Federación. Sin embargo,
su último Congreso, el de Valencia, de 1918, aprobó una resolución en la que,
demostrando lo infructuoso de esta lucha, se establecía que era «inútily hasta
contraproducente, para nuestro carácter revolucionario, el solicitar leyes que
consideramos siempre nocivas ¡y de una institución como el Estado! que tratamos de
derribar, que nos favorezcan no más aparentemente». Si bien no se renunciaba a la
misma, tanto para conseguir esa inclusión, como para establecer una ley de retiros
agrícola, «llegando en el momento, en caso de negativa [del Gobierno], hasta donde sea
preciso y consecuente con nuestro criterio para conseguirlo».
pesar de demostrar que conocían de sobra cuáles eran las
características de las mismas que provocaban tales críticas 516.
523 Sebastián Oliva dijo al respecto que «tan perjudicial es para la mujer el trabajo de la
recolección de aceitunas, como los demás; pero dado que en la presente organización
burguesa, el prohibir el trabajo en la faenas agrícolas a cierto número de mujeres sería
tanto como condenarlas a muerte, puesto que ninguna de las que tienen que dedicarse a
esos trabajos lo hacen por gusto, él entiende que debe evitarse el que la mujer trabaje en las
duras faenas del campo en todas en general; pero ateniéndose a lo expuesto, cree que esto
debe quedar al criterio de los sindicatos que lo llevarán a la práctica, allí donde sea posible,
en la medida y forma que las circunstancias aconsejen». (VI Congreso, Valencia 1918).
524 La propuesta rechazada sobre el tema de la igualación de salarios pretendía «que los
sueldos de los trabajadores tengan, con arreglo a la profesión, el mismo tipo en todas las
poblaciones».
—La abolición del trabajo a destajo525.
525 A este respecto dijo el Congreso de Valencia, de 1918: «Problema es éste debatido
hasta el cansancio en nuestros Congresos, y combatido más teórica que prácticamente
hasta la fecha, a pesar de estar en el ánimo y la conciencia de todos los perniciosos efectos
del trabajo a destajo, tanto para nuestfa vida económica, como física y moral, dado que
este método de trabajo trae como consecuencia el aumentar el número de obreros en paro
forzoso, la ponencia entiende, pues, que el trabajo a destajo debe abolirse y para ello las
Sociedades obreras deben hacer cuanto esté a su alcance en este sentido».
526 Decía el dictamen del Congreso de 1917 al respecto: «Reconociendo que la
reducción de horas de trabajo es uno de los factores más importantes para mejorar nuestras
condiciones sociales y para la salud física y moral del organismo humano, reconocido por
la ciencia, al mismo tiempo que proporciona ocupación a mayor número de obreros. La
ponencia entiende que los Sindicatos han de luchar cuanto puedan por reducir la jornada
de labor». La propuesta presentada al Congreso de 1918 pretendía la reducción de la
jornada agrícola a 8 horas de abril a septiembre y a 6 el resto del año, pero fue rechazada
por estimarse que tal sistema terminaría perjudicando a los propios campesinos. Según
dicen las actas del Congreso, «Juan Jorquet y Alejandro Ruiz hacen observaciones,
exponiendo la inconveniencia que traería para los trabajos agrícolas, por su organización
especial, ese sistema de jornada, que en muchas partes perjudicaría a los propios obreros,
que más bien que otra cosa vendría a prolongar la jornada».
tierras; que en el Congreso de 1916 se propuso que se hiciese
en un 40 por 100, aunque al final se aprobaría el que se tratase
de rebajar los arriendos teniendo en cuenta las fuerzas de la
organización en cada zona, sin fijar cantidades, haciéndose «los
esfuerzos necesarios para pagar según conveniencias, aun en
contra de leyes y justicias burguesas».
527 «La ponencia entiende —decía este acuerdo— que sólo activando la propaganda
sindicalista por todo el mundo y consolidando la organización obrera, es como podemos
evitar los malos efectos de la crisis de trabajo, imponiéndonos al egoísmo capitalista, para
que éste —el trabajo— se reparta equitativamente entre todos, en tanto llega la hora de la
liquidación total.»
528 El acuerdo citado venía a decir: «La ponencia entiende que no hay más solución,
para evitar este mal por el momento que rebajar las horas de jornada hasta que trabajen
todos los desocupados, y tender al mismo tiempo a imponernos para que sean cultivadas
las tierras que por el organismo o capricho de sus dueños permanecen incultas. (...)
conviene imponerse a los Municipios para que proporcionen trabajo y que paguen los
sueldos establecidos».
revolución social es una de las funciones esenciales que, tanto
para el sindicalismo revolucionario como para el
anarcosindicalismo, tiene encomendada el sindicato. Los
demás grupos sociales —sobre todo en la concepción
anarcosindicalista— pueden tener un papel importante,
decisivo, en el desencadenamiento y desarrollo del proceso
revolucionario; pero el papel fundamental, la fuerza
realizadora de la misma han de serlo los sindicatos. Y ello
porque el sindicato es la única agrupación social capaz de
asociar a todos los trabajadores en base precisamente a su
condición de tales, sin interferencias ni influencias extrañas a la
clase obrera que puedan limitar o desviar la lucha de clases.
fin de no dar eternamente vueliás dentro de un círculo vicioso». Y añadía: «De ahí la
urgente necesidad de que los obreros asociados no limiten su acción sindical a la simple
resistencia contra la avaricia patronal. Esta avaricia es una consecuencia del capitalismo y
de la propiedad privada; pero no es la causa de la explotación y servidumbre obrera. De ahí
la urgente necesidad de que los obreros estudien sociología y economía, para que puedan
crear una organización propia que sea más sólida e inteligente que la organización
burguesa. De ahí que los obreros, en lugar de rehuir los idealismos de aquellos camaradas
que les propagan, tengan necesidad de estudiarlos y conocerlos para saber con mayor
certidumbre qué mejores medios son conducentes a anular más rápidamente a la
explotación patronal y la tiranía política». («Orientaciones», Barcelona 1916, p. 6.)
531 El mismo acuerdo al que nos referimos en la nota 70 desarrollaba este silogismo. Por
su interés lo recojo entero: «Comprendiendo que sólo con el definitivo triunfo de la
anarquía será posible la emancipación integral de la clase obrera, y que, para que este
triunfo pueda ser un hecho es forzosamente necesario que desaparezcan todos los absurdos
principios económicos, jurídicos, políticos, morales y religiosos que le sirven de base al
presente régimen social, cuyos resultados inmediatos son: la miseria, la esclavitud
económica de los pueblos, consecuencias del antisocial derecho de apropiación individual
de la riqueza común que divide a los hombres en explotadores y explotados. [Sigue el
párrafo citado en nota 70]. De esto sigue, que el puesto de todos los hombres amantes de la
anarquía está en los sindicatos obreros, para orientarlos, y entendemos que los campesinos
deben luchar por mejorar su condición en el presente, basado en los métodos del
sindicalismo revolucionario, sin perder de vista la aspiración a su emancipación integral, o
sea, el conseguir el triunfo de la anarquía».
A principios del mismo año de 1917, Francisco Jordán, entonces secretario general de la
CNT, sostendría la misma idea, en base al mismo razonamiento: «Y como la
emancipación de la clase trabajadora consiste en la anarquía, el sindicalismo de propósito
emancipador ha de ser anarquista», («Solidaridad Obrera», 9-enero-1917, p. 2).
El ya citado informe del Consejo Federal de la FNOA a su
segundo Congreso nacional (Valencia, 1914) recoge
perfectamente esta idea, al mismo tiempo que expresa cuál es
la doble función principal que debe realizar el sindicato: la
mejora de la condición del obrero en la situación presente
mediante la actividad reivindicativa y de defensa de sus
derechos, y su preparación y educación, primero; y la
realización de la revolución social, después.
534 El Congreso nacional de diciembre de 1918 acordó dirigir a los campesinos rusos el
siguiente telegrama de felicitación: «Reunido el VI Congreso Nacional de Obreros
Campesinos de España en la ciudad de Valencia, el 25 de diciembre de 1918, se acuerda,
por unanimidad, felicitar a los campesinos rusos, por haber llevado a la práctica nuestro
lema la Tierra para los que la trabajan».
Confederación Universal de los trabajadores, que habrá de
constituirse a la terminación de este crimen, universal
también.»
535 El tema 11 del orden del día del Congreso se planteaba precisamente: «Frente a las
actuales circunstancias, ¿qué actitud debemos adoptar los campesinos?». A lo que
respondió la ponencia, cuyo dictamen sería aprobado por el Congreso: «La ponencia
entiende que debemos arreciar en nuestra propaganda con toda la actividad posible, a fin
de preparar a los obreros campesinos para hacer frente a los acontecimientos que puedan
derivarse de las actuales circunstancias y estar preparados para apoyar cualquier
movimiento iniciado por las clases productoras».
Pero, aún después de la frustración de la coyuntura
revolucionaria de 1917, y a pesar de la ruptura de la alianza
entre la CNT y la UGT y de los enfrentamientos entre estas dos
centrales, a causa de la lucha por la amnistía y la campaña
electoral de 1918, aún después, quizá muy influenciada ya por
el vertiginoso ascenso de la CNT, la FNOA mantenía su
optimismo revolucionario y se manifestaba atenta a cualquier
intento que pudiera producirse.
536 Decía éste: «Dado el caso que en España se promueva la revolución, ¿qué actitud
hemos de adoptar los campesinos españoles?».
por otros, debemos abstenernos de tomar parte en ella; en
cambio, si la revolución es para reivindicar nuestros
derechos de clase, debemos tomar parte activa en ella, no
cediendo los campesinos, si es posible, nuestro puesto de
vanguardia.»
537 Decía el enunciado del tema 67: «¿Qué debemos hacer los obreros caso de que el
capitalismo trate de engañarnos nuevamente estableciendo un régimen republicano?».
en la máxima autonomía y antiautoritarismo 538, así como otros
elementos de menor importancia podrían servir para
completar lo que sería un retrato, más o menos perfecto, de lo
que constituyó el contenido sindicalista de la FNOA. Sin
embargo, no se trataba tanto de describir detenidamente el
contenido ideológico de la misma, como de ver el inicio del
proceso de consolidación del anarcosindicalismo —que luego
veremos manifestarse con toda su fuerza en la CNT—, en un
momento en que la Confederación era prácticamente
inexistente; primero, por la obligada clandestinidad y, luego,
por la penosa reconstrucción de todo el entramado orgánico. Y,
por otra parte, se trataba también de ver cuáles eran, en
grandes rasgos, las características esenciales del
anarcosindicalismo en este momento de su evolución.
sino que asistían a los mismos bastantes entidades no federadas. Así, en el Congreso de
1917, el Consejo Federal informaría que la FNOA contaba entonces con 47 secciones
federadas, con un total de 8.399 afiliados; y de los asistentes al Congreso de 1918
solamente eran miembros efectivos de la FNOA 58 secciones, con unos 14.783 afiliados.
De las zonas citadas, la más numerosa era la valenciana, que en el Congreso de 1917
representó a unos 10.000 afiliados, la mitad de los cuales, aproximadamente, eran
federados a la FNOA. Le seguía en importancia el conjunto de las cuatro provincias
andaluzas citadas; entre ellas, Cádiz era la que más afiliados reunía (1.694 en 1917, y
1.057 en 1918), seguida de Córdoba (290 en 1917, y 3.290 en 1918). Sevilla y Jaén no
pasaban de los 100 afiliados. Por lo que se refiere a Cataluña, Tarragona llegó a reunir 15
secciones con 1.745 afiliados en Í918, mientras que Barcelona no pasaría de los 700.
de la FNOA, organización exclusivamente agraria, dirigida a
intervenir en un sector productivo no muy adaptado a la
estrategia y a la organización sindicalista, pensada más bien
para el sector industrial —y una buena prueba de ello es el
escaso éxito que la FNOA tuvo—, y que quizá por ello mismo,
fue aquella versión del sindicalismo menos adaptada a los
moldes industrialistas —el anarcosindicalismo— la que triunfó
en ella y lo hizo bastante tiempo antes de lograrlo en la CNT,
organización de carácter fundamentalmente proletario, o
industrial.
3. — 1915-1919: La reconstrucción.
540 Manuel Buenacasa llegaría a Barcelona en el año 1914 (op. cit., p. 212). Ángel
Pestaña lo haría también en agosto de ese año. Este último demuestra la situación de plena
desorganización y descontrol en que se encontraba la CNT, cuando dice, hablando del
importante papel que pronto pudo jugar dentro de la organización: «Desplegaba esta
actividad y hablaba solicitado por los Sindicatos, sin pertenecer a ninguno de ellos, ni a la
organización siquiera» («Lo que aprendí...», cit., p. 48).
541 Del informe del Comité Federal al Congreso Nal. de 1911. «Solidaridad Obrera»,
15-septiembre-1911.
542 A. Pestaña «La crisis sindicalista en España», en «Leviatán», n° 1, mayo-1934, p. 62.
convierten pronto, en mayo de 1916, cuando la CNT celebra su
Conferencia nacional de Valencia, en unos 50.000 543.
562 Se acordó también que fuese devuelto el dinero de los presos que aún obrase en
manos de la administración de «Soli», y que era en aquel momento 770,05 ptas. («Soli»
30-enero-1917, p. 1).
la calle Mercaders, de Barcelona, los días 27 y 28 de enero de
1917. Según las reseñas del órgano confederal, todas las
acusaciones quedaron ampliamente rebatidas por Negre y se
demostró la falsedad de la acusación de malversación563, al
igual que ya había quedado hecho en la pasada asamblea del
26 de enero564.
568 F. Miranda vino ostentando este cargo desde mediados de 1916, hasta marzo de 1917,
en que pasó al Com. Nal., siendo sustituido por Ángel Pestaña. Este estaría en el Com.
Reg. hasta que pasó a la dirección de la «Soli», en noviembre de 1917. Entonces se hizo
cargo del Comité regional el equipo que convocaría el Congreso regional de Sants,
formado por Salvador Seguí, Enrique Rueda, Camilo Piñón, Salvador Quemades y Juan
Pey. En el citado Congreso regional sería nombrado secretario Seguí. («Soli» 22-enero,
5-marzo, 14-marzo, 25-marzo de 1917, p. 1; CRT de Cataluña «Memoria del Congreso
Regional celebrado en Barcelona los días 28, 29 y 30 de junio y 1º de julio del año 1918»,
Barcelona 1918, p. XXVII; M. BUENACASA, op. cit., p. 216.)
Así pues, aparte de la confusa figura de Salvador Seguí, el
resto de los nombres citados, con diversos grados de
intensidad dentro de su filiación anarquista, son ejemplos
destacados del anarcosindicalismo español.
569 Según C. LEROY, Francisco Miranda era hijo de la compañera del patriarca del
anarcosindicalismo español Anselmo Lorenzo (op. cit., p. 221). De él diría Negre, en
términos laudatorios: «...ese buen revolucionario, ese militante de los de ayer, es Francisco
Miranda» («Memorias...», cit., p. 40).
570 F. Jordán, en «Soli» 9-enero-1917, p. 2, se declararía expresamente «anarquista
sindicalista».
571 Aunque él, en sus memorias, dijese con respecto a su filiación anarquista y a su
colaboración inicial con el grupo editor de «Tierra y Libertad»: «El formar parte de este
grupo facilitó mi relación con otros anarquistas y con los medios sindicales. Confieso que
desde el primer momento me atrajeron más estos medios que no aquéllos» (A. PESTAÑA
«LO que aprendí...» cit., II, p. 57).
económica, se encontraban también problemas de estricto
contenido orgánico.
577 «Soli» 3-abril-l917, p. 2: «La pretendida crisis y fracaso del sindicalismo», II.
578 J. VICENS VIVES «Historia social y económica de España y América», V, p. 33.
Véase, especialmente, S. ROLDAN Y J. L. GARCÍA DELGADO «La formación de la
Sociedad Capitalista en España, 1914-1920» Madrid, 1973.
la inseguridad de la navegación atlántica, hizo que ésta se
dirigiese ahora preferentemente hacia las zonas más
desarrolladas del interior del país 579. Estas vieron durante este
período cómo su población experimentó un aumento
considerable, con respecto al período anterior de la guerra580.
581 «Soli» 9-marzo-1917, p. 1: «Hay que ser implacables. Actuación que se impone», II.
«Soli» 23-noviembre-1917, p. 1 —ahora dirigida por Pestaña— volvería sobre este tema,
diciendo que «la existencia de muchos organismos federativos, aparte de lo perjudiciales
que económicamente resultan para los sindicatos, entorpecen la relación entre los mismos
[limitan su autonomía], y lo que es peor-, tienden a fomentar el corporativismo, que tan
perjudicial resulta a la emancipación de los trabajadores».
más adecuado al momento que se vivía, y éste venía
cualificado por una situación económica crítica, con un mayor
desarrollo industrial que diez años antes; con una mayor
población laboral, producto de ese desarrollo y de la
inmigración; con una mayor actividad reivindicativa y exigencia
de reformas, producto de la crisis y del enorme encarecimiento
del coste de la vida; con un proceso de unificación de las
entidades patronales, para defenderse de esa actividad
reivindicativa; y por una situación política prerrevolucionaria,
debida a la incapacidad del sistema político para superar la
situación, adoptando las medidas políticas y económicas
adecuadas para la resolución de los graves problemas
existentes.
Por ello, una vez más, Cataluña llevaba la iniciativa y sería ella
la que convocase, la primera, un Congreso regional que
afrontase los problemas pendientes582.
582 Un mes antes del Congreso regional catalán se celebró uno en Sevilla —el 10 de
mayo—, en el que quedaría constituida la CRT de Andalucía. Pero es el de Cataluña el
primero en afrontar las reformas a las que nos referimos.
4. — El Congreso regional catalán de Sants, 1918.
A) Cuestiones previas.
586 Las noticias de la revolución rusa, conocidas desde su inicio —en contra de lo que
algunos historiadores han sostenido—, hicieron que la coyuntura política española tuviese
para la CNT aún mayores visos de revolucionaria, al ver en el caso ruso un ejemplo
expresivo de la posibilidad de derrocar al régimen monárquico mediante la actuación
conjunta de las fuerzas revolucionarias.
«...un Congreso Regional que, al mismo tiempo que sirva
para estudiar esos problemas, sea de resultados provechosos
para alcanzar una mayor cohesión de nuestro movimiento,
haciendo efectivas las normas sindicales de organización, con
lo que se adherirían a la Confederación Regional la totalidad de
los sindicatos de la región»587.
588 Distinguía, en este sentido, «Soli» las mejoras coyunturales y los motivos
permanentes de lucha: «Las mejoras a conquistar son transitorias; en cambio los motivos
de lucha serán permanentes mientras se conserve la forma capitalista de producción».
esta definición tenía que producirse, porque de ella dependía
la propia estabilidad de la organización y la superación del
confusionismo existente al respecto.
589 Diría el órgano confederal: «Si la crisis económica no nos hubiera sorprendido en el
estado de disgregación hace ya muchos meses, lo que hemos esperado del Gobierno lo
hubiéramos conseguido nosotros mismos, actuando sobre el patrono directamente. Nos
toca un poco de esa tremenda responsabilidad que echamos sobre el régimen, porque no
supimos crear las aptitudes necesarias, ni los medios tampoco, que impidieran esta
situación de hambre y de vergüenza».
590 «La estabilidad de la organización sindical.» «Soli» 26-enero-1917, p. 1.
verdad es, como hemos dicho, que el grueso de la
preocupación no iba en aquellos momentos por esa línea, sino
que se orientaba más bien hacia solucionas de tipo organicista,
bien tratando de hacer cumplir adecuadamente las normas
orgánicas confederales a toda la organización obrera, bien
buscando una nueva estructuración más perfecta que
solucionase la problemática interna existente.
591 El primer manifiesto del nuevo Com. Nal., elegido tras el Congreso regional de
Sants —del cual era secretario general M. Buenacasa—, venía a expresar este sentimiento
Esta situación vino a implicar un enorme reforzamiento de la
posición de los anarquistas dentro de la Confederación, al
tener éstos un claro motivo para sus planteamientos. Pero, en
cualquier caso, los hechos citados, como digo, vinieron a traer
de nuevo a un primer plano el debate ideológico y a plantear la
necesidad de que la Confederación adoptase acuerdos
definitivos en este campo.
de frustración y de traición que sentía la CNT en estos momentos, con respecto a la actitud
de la UGT y de los socialistas; decía en uno de sus párrafos: «Después de la huelga de
agosto y la consiguiente elevación a las esferas legislativas de los individuos del Comité
de huelga de Madrid, ha habido una inmensa mayoría del proletariado revolucionario que,
directa o indirectamente, se ha dirigido a nosotros reclamando ante el contubernio de las
izquierdas políticas del país una independencia absoluta para las organizaciones obreras;
independencia que, ahora más que nunca —después de la traición manifiesta de los
sedicentes revolucionarios— reconocemos imprescindible» («Soli» 20 de agosto de 1918,
p. 1).
en «Solidaridad Obrera» sobre este tema coinciden en la
necesidad de fijar lo que ellos llaman «principios», «criterio»,
«orientación», etc. «En su dinamismo orgánico carece hoy el
sindicalismo de un criterio bien definido, y nada mejor que un
Congreso para realizarlo», decía un editorial de «Soli» en mayo
de 1918 592 . Pero, ¿cómo, o cuáles habrían de ser estos
principios o este criterio? En principio, la mayoría de los
artículos parecen preferir no comprometerse demasiado y
dejar que fuese el Congreso el que se definiese al respecto. Sin
embargo, la propia «Solidaridad Obrera» no eludió en más de
una ocasión la responsabilidad de enunciar cuáles habrían de
ser, a su juicio, estos debatidos principios.
«Camaradas:
598 En «Soli» 3-junio-1918, p. 1. El largo temario del Congreso —52 temas— apareció
recogido en «Soli» 26-junio-1918, p. 2.
599 Las actas de este Congreso regional fueron editadas por la propia CRT de Cataluña
—«Memoria del Congreso celebrado en Barcelona los días 28, 29 y 30 de junio y 1º de
julio del año 1918», Barcelona 1918— roco después de finalizado éste. En esta edición
nos hemos basado para realizar el estudio de los acuerdos del mismo.
75.150 afiliados 600 , de ellos, lógicamente, la myor parte
pertenecían a Barcelona (54.572 afiliados) 601, siendo las otras
localidades más numerosas: Mataró (5.100), Sabadell (2.795),
Badalona (2.455), Igualada (1.607), Tamisa (1.424) y Tarragona
(1.110).
600 La «Memoria», quizá por error en la suma de los datos allí expuestos, da un total de
73.860 afiliados (Id. p. XXXV).
601 Id. pp. XXIX-XXXV.
602 La CRT catalana aparece ahora con 4.791 federados más que con los que contaría en
septiembre.
En realidad, fue esto bastante sorprendente, dado que no
sólo no se abordó este tema de manera expresa, sino que en
aquellos aspectos en que la cuestión ideológica era más
evidente, los acuerdos adoptados tuvieron un carácter más
bien moderado, dentro de una línea sindicalista revolucionaria
bastante elástica —así, por ejemplo, en lo referente a la acción
directa—, y apenas se puede hallar algún acuerdo o matiz que
permita el calificar a la Confederación de anarcosindicalista a
resultas de los acuerdos formales de este Congreso.
— La acción directa.
610 Decía el dictamen de la ponencia: «Ya que, aun cuando los principios que informan a
la Confederación Regional se basan en las doctrinas y en las tácticas del sindicalismo
revolucionario, existen en su seno sindicatos que no entablan sus luchas con el capital en
este sentido, y aunque se rigen por la base múltiple, entendemos que el Congreso debe
acordar que no pueden pertenecer a la Confederación las entidades que no acepten en toda
su extensión la acción directa» (CRT de Cataluña «Memoria... de 1918», p. 9-10).
611 La diferencia existente entre los órganos de dirección de la CNT y la orientación de
la base en este período tiene fácil explicación en la manera de elegirse éstos. La costumbre
determinaba que para elegir un Comité —nacional o regional— se designase una localidad
posición dogmática, en defensa del dictamen de la ponencia, es
mantenida principalmente por los delegados de la Federación
Local de Sabadell y de Barcelona, miembros, claro está, de sus
respectivos Comités, mientras que la defensa de la posición
de residencia del mismo, y luego eran los sindicatos de esa localidad quienes elegían a los
miembros del Comité en cuestión. Habitualmente, y por cuestión de infraestructura
orgánica, era siempre residencia del mismo —tanto del regional catalán, como del
nacional —Barcelona, con lo que se producía una doble distorsión en la representatividad
del mismo: por una parte, las localidades del-resto de la región o país no elegían
directamente a los miembros de la dirección, quedándose sin representación directa en la
misma, y, por otra, la práctica de las asambleas regionales para discutir cuestiones
importantes, tanto de índole regional como nacional, determinaba la adopción de acuerdos
que no tenían por qué representar estrictamente la opinión de todos los afiliados; primero,
porque Cataluña, no era todo el territorio nacional, y, segundo, porque, aun dentro de
Cataluña era la organización de Barcelona la que, en definitiva resolvía, pues esas
Asambleas solían dificultar la presencia de organizaciones del resto de la región en las
mismas —con frecuencia se convocaban en días laborables, etc.—, y, por otra parte,
existía también una gran indiferencia por las cuestiones orgánicas en la generalidad de las
entidades federativas. Con lo cual, en definitiva, eran siempre las organizaciones de
Barcelona las que decidían, y dentro de ellas, los núcleos más militantes, que eran los que
destacaban. «Soli» (27-junio-1918) publicaría un artículo —tomado de «El Vidrio»—,
firmado por J. Fuentes, en el que éste venía a realizar una acertada crítica de este sistema
de funcionamiento: «Hablando en términos más claros —decía— diremos que las
asambleas de delegados de los organismos confederados no llevan finalidad práctica
alguna, y, en cambio, son la más rotunda negativa de los principios federalistas y la base de
la actual desorganización. No es de sentido común, ni siquiera democrático, que se
celebren esas asambleas, a las cuales no pueden asistir las representaciones de las
localidades de la provincia distantes de Barcelona, y mucho menos las de las demás
provincias de Cataluña, en cuyas asambleas se adoptan acuerdos y resoluciones,
trascendentales las unas y de suma gravedad las otras, que muchas veces no son sino obra
de un contado número de delegados de la localidad, pero cuyos acuerdos tienen el carácter
de aplicación a toda la organización de Cataluña en general, aun aquéllos que sólo pueden
tener su origen en la falta de reflexión y en una absoluta omisión de la responsabilidad que
trae consigo todo hombre representativo de valores tan positivos como son los de la
Organización».
En el Congreso de Sants volverían a hacerse estas críticas, y así, por ejemplo, el
delegado de la Federación local de Barcelona, al hablar de las representaciones en la
Confederación, dijo que «el delegar en compañeros de Barcelona a veces entraña
perjuicios que redundan en desprestigio de la organización, pues aquí se toman acuerdos
muy radicales que luego no tienen eficacia en las localidades lejanas, en nombre de cuyas
organizaciones se han tomado». («Memoria», p. 15).
más elástica corresponde a los delegados de varios sindicatos.
En este sentido, cabe destacar la intervención en favor de la
posición más elástica del entonces delegado de los vidrieros de
Badalona —Juan Peiró—, que luego sería un destacado
militante de la Confederación, tras el ingreso de su entidad en
la misma, producido en el mismo Congreso612.
614 Sobre el citado acuerdo diría quejoso, en este sentido, M. Buenacasa: «Tan
contradictoria resolución fue adoptada, más que por otra cosa, por conciliar el espíritu
unificador demostrado por los pocos socialistas del Congreso (op. cit., p. 215).
de 1911, un gran número de entidades que de alguna manera
practicaban un sindicalismo de base múltiple, es decir, no de
acción directa exclusiva, y que, sin embargo, permanecían en el
seno de la Confederación. Un acuerdo del tipo que pretendía el
dictamen inicial de la ponencia supondría su exclusión de la
CNT.
618 Existen muy pocos datos de esta Conferencia, que tuvo singular trascendencia en la
evolución posterior de la CNT. Los datos que siguen están tomados de M. BUENACASA
«El movimiento...» cit., p. 65-66, que fue testigo de excepción de la misma. Entre los
militantes destacados asistentes a la misma, BUENACASA cita a Eusebio Carbó, por la
región levantina; Eleuterio Quintanilla, por Asturias; Tomás Herreros, por Cataluña;
Vallina o Sánchez Rosa, por Andalucía; Galo Diez, por el Norte; José Suárez, por Galicia
(Id. p. 65).
619 Id., p. 66.
620 Vid. la crítica de Negre a los sectores anarquistas «puristas», a la que aludimos
anteriormente en este trabajo.
los principios del anarquismo621; por eso lo miraban con gran
recelo, negándose a entrar en los sindicatos —pensando que el
grupo específico era el medio adecuado de lucha—, o, cuando
entraban en ellos, actuaban de tal manera que el sindicato se
convertía en un mero campo de acción y de cultivo para las
ideas anarquistas, negándose, en casos extremos, a ocupar
cargos de responsabilidad en ellos, por temor a ponerse en
contradicción con el puritanismo de sus principios; sin que ello
significase, por el contrario, el que su labor en el seno de los
mismos careciese de un enorme poder condicionante.
625 Sobre un índice 100 para el período abril 1909-marzo 1914, el índice de los precios
había pasado de un 106,9 en septiembre de 1914, a un 117,6 en marzo de 1916 (I. R. S.
«Encarecimiento de la vida durante la guerra: precios de las subsistencias en España y en
el extranjero. 1913-1918» Madrid 1918).
626 Citado en RAMÓN ÁLVAREZ «Eleuterio Quintanilla (Vida y obra del maestro)»,
México 1973, p. 188. El Congreso gijonés se celebraría el 2 de abril de 1916.
que se encargaría de organizar y llevar a cabo todas gestiones y
acciones precisas, y en el momento que estimase oportuno,
para la buena marcha y éxito de la citada campaña de protesta.
Como secretario de este Comité, que pasaría pronto a ser
conocido como Comité Nacional de la Asamblea de Valencia,
fue elegido el propio Seguí 627.
632 Los historiadores suelen hablar también de la presencia en este acto de Ángel Pestaña
y Ángel Lacort. Sin embargo, a tenor de la información de «Soli» y del acuerdo firmado
entonces, no consta tal presencia en el citado acto («Soli», 11 de julio de 1916, p. 1).
633 «Soli», 26-julio-1916. Seguí sería puesto en libertad el 11 de agosto («Soli», 12-
agosto-1916, p. 1).
un sentir que se iba extendiendo entre todos los trabajadores:
la formación de una central unida de todos los trabajadores
españoles:
intromisión en los asuntos internos de la UGT, levantó más sospechas en el sentido de que
tanto la CNT, como más en concreto, su delegado Borobio, actuaban como agentes de los
alemanes.
637 El citado manifiesto desmentiría todo esto contundentemente y explicaría la actitud
de la CNT. El manifiesto iba firmado por Francisco Miranda (secretario del Com. Nal. de
la CNT), Ángel Pestaña (secretario del Com. Reg. de la CRT catalana) y Salvador Seguí
(secretario del Com. Nal. de la Asamblea de Valencia).
misma pagaba, no sólo por la posible unificación de ambas
centrales, sino ya, de hecho, por la unidad de acción
conseguida. Si bien, consideraba que la renuncia a alguno de
sus planteamientos dogmáticos no implicaba una renuncia
global a su planteamiento revolucionario, sino que, por el
contrario, la renuncia a parte de éstos, traería consigo, como
efecto, uno de los elementos imprescindibles base de todo el
proceso revolucionario: la unidad de la clase trabajadora.
645 Se refiere al citado movimiento de mujeres, de enero de 1918, que tuvo especial
repercusión en Barcelona, Málaga y otros puntos del país.
646 Con motivo de los citados movimientos los locales cenetistas fueron clausurados y
«Soli» suspendida (25-enero-1918), reapareciendo dos meses después, el 14 de abril de
1918.
647 «Soli», 8-mayo-1918, p. 2: «Contra el sindicalismo. La acción brutal y la acción
hipócrita».
que no se veía reflejada en las páginas del órgano cenetista648.
Lo cual venía a significar un nuevo giro hacia las viejas
posiciones férreamente antipoliticas que habían quedado un
tanto olvidadas durante la pasada coyuntura revolucionaria
1916-1917.
650 El subrayado es mío. La ponencia estaba formada por los siguientes sindicatos: Punto
de Mátaró (A. Arnó y J. Comas), Fabril de Sabadell (Juan Liado), Carreteros de Barcelona
(Enrique Farrés), Reus (A. Palleja y M. Mestres), Madera de Barcelona (M. Buenacasa;
Salvador Escofet y España); sin que concretice la «Memoria», en los casos en que había
más de un delegado, cuál de ellos era el que formaba parte realmente de la ponencia.
por un cierto distanciamiento de la CNT, que contrastó
precisamente con un renacer de las ansias unitarias de la UGT.
652 Nota del Comité Regional «Aplazamiento de una campaña», en «Soli» 26-
julio-1918, p. 1.
este manifiesto, la CNT, por boca de su nuevo Comité, se
seguía manifestando efusivamente defensora de la unidad del
proletariado; sin embargo, su perspectiva del proceso que
habría de llevar a esta unificación había cambiado. Ahora, la
unidad de los trabajadores españoles no se buscaba en función
de la unificación entre la CNT y la UGT, sino que se había
prescindido de esta última, y la CNT se dirigía directamente a
cada uno de los trabajadores del país. Pero, además, la
unificación ya no se pretendía desde un punto de vista
estrictamente sindicalista revolucionario, es decir,
prescindiendo de la cuestión ideológica, por encima de ella,
con la única meta de conseguir esa misma unidad, base de
cualquier intento de transformación de la realidad y del
sistema presente. Ahora, la CNT ponía ya trabas de tipo
ideológico, y se consideraba absolutamente incompatible con
los elementos partidarios de la acción política, a los cuales
excluía de cualquier intento unificador ya de antemano.
653 «La Confederación Nacional del Trabajo a toda la organización obrera de España y a
todos los militantes. Nuestro saludo», en «Soli» 20-agosto-1918, p. 1.
La alusión al Partido Socialista, aunque sin nombrarlo, y a su
alianza electoral con los sectores republicanos en la
denominada conjunción republicano-socialista, que había
llevado a seis miembros destacados del partido al Parlamento
en las últimas elecciones de febrero, no podía ser más directa.
654 Un nuevo manifiesto del Com. Nal. de la CNT, en octubre de 1918, acentuaría aún
más esta perspectiva antipolítica. Decía: «Haremos lo posible porque el proletariado
español unifique su acción y sus fuerzas en un solo organismo nacional, independiente y al
margen de toda política, que, por liberal que se apellide, resulta siempre perjudicial para
los intereses de la clase obrera. Entendemos que el proletariado debe luchar contra el
Estado y no colaborar con él, y que la organización obrera debe luchar contra el
capitalismo directamente y sin intermediarios, ya que está plenamente demostrado que las
prácticas de la acción directa han dado resultados excelentes y superiores a las tácticas
acomodaticias o intervencionistas» («Soli» 9 de octubre de 1918, p. 1: «La Confederación
Nacional del Trabajo de España a las organizaciones obreras y grupos sindicalistas. A los
militantes»).
la que, contestando a ciertas afirmaciones de este órgano,
contenidas en su número del 15 de setiembre de 1918, se
venía a decir: «combatimos a la Unión General de Trabajadores
por el encantamiento en que convergen todos sus
componentes y por la multiplicidad de preceptos que la rigen
—retardatarios todos a la emancipación proletaria—»655.
657 La correspondencia cruzada entre la UGT y la CNT, entre octubre de 1918 y octubre
de 1919, tendente a conseguir la unión de ambas centrales, es recogida en: F. LARGO
CABALLERO «Presente y futuro de la UGT», Madrid 1925, y en el libro de AMARO DEL
ROSAL «Historia de la UGT», cit., p. 186-193. De aquí la tomo.
658 Aunque ello era más bien un eufemismo —dado el peso específico de la Regional
catalana en el conjunto de la organización, sobre todo en aquellos momentos—, que
permitía a la CNT manejarse con una posibilidad de negociación siempre abierta, era
estrictamente cierto. Al manifiesto de la CRT catalana, de 26 de julio de 1918, rompiendo
con la UGT, nos hemos referido en pág. 397 y ss. de este trabajo (vid. nota 194).
659 Manuel Buenacasa había sido detenido en diciembre de 1918, cuando se encontraba
en plena campaña de propaganda y extensión de la CNT.
propuesta por la UGT en setiembre de 1919660, hasta que el
Congreso Nacional de la CNT acordase lo que fuera pertinente.
— Propaganda y extensión.
660 Carta de 19-IX-1919, firmada por Largo Caballero (LARGO CABALLERO, op. cit.; A.
DEL ROSAL, op. cit., p. 189).
Trabajo a conocimiento de los campesinos, para desarrollar y
orientar su organización, base esencial de todo movimiento
emancipador, en aquellas comarcas cuya desorganización es
completa?»)
661 Según el manifiesto, los objetivos de la campaña diferían, según fuese ésta regional o
nacional: «Objeto de la campaña regional:
1ºDivulgación de los acuerdos adoptados en el último Congreso regional.
2º Campaña de organización y de orientación de los trabajadores.
3ºExponer las posibles repercusiones económicas que tendrá la guerra para los
trabajadores de Cataluña.
4º Comenzar la campaña que en pro de los ferroviarios despedidos y de la ampliación de la
amnistía se acordó emprender en el último Congreso Regional. Objeto de la campaña
nacional:
1º Reorganización de las fuerzas de la Confederación Nacional.
2º Propagar y orientar a todos los trabajadores al efecto de que se sumen a las fuerzas
organizadas.
3º Exponer a las organizaciones obreras de toda España la conveniencia de que estén
preparadas para el posible llamamiento que la Internacional de los Trabajadores hará a
La campaña nacional, prevista en principio para noviembre,
comenzaría en realidad en diciembre de ese mismo año, y
ocuparía a los más destacados dirigentes de la
Confederación662. La campaña regional comenzaría un poco
antes y sería llevada a cabo también por destacadas figuras
confederales, siendo remarcable en este sentido la inclusión en
cada uno de los grupos propagandísticos de una mujer, para
promocionar el ingreso de las mujeres en los sindicatos y su
integración en la lucha obrera663.
— Enseñanza racionalista.
665 «Con el título de Confederación Nacional del Trabajo se constituye en España una
concepción sindicalista de la CRT. Aún no. Más bien se trata de
un olvido o de una defectuosa redacción del citado artículo; y
ello por dos motivos: primero, los citados Estatutos de la CNT,
vigentes hasta su modificación en los años treinta,
mantendrían la alusión expresa a la función reivindicativa,
siendo así que es precisamente en 1919 cuando se va a
cambiar más radicalmente la perspectiva sindicalista de la
Confederación; segundo, el propio contexto ideológico en el
que se incluyen los acuerdos de tal tipo adoptados por el
Congreso Regional de Sants no permiten pensar en un cambio
tan radical de actitud, que menospreciase tal función al punto
de no citarla en los propios Estatutos.
organización que se propone lo siguiente: 1º Trabajar por desarrollar entre los trabajadores
el espíritu de asociación, haciéndoles comprender que sólo por esos medios podrán elevar
su condición moral y material en la sociedad presente y preparar el camino para su
completa emancipación en el futuro, merced a la conquista de los medios de producción y
de consumo, detentados indebidamente por la burguesía.»
666 «Soli» 31-mayo-1918, p. 1.
caracterizaba todas nuestras luchas ha sido sustituida por
principios de idealidad y por cuestiones morales —decía
José Viadiu, en 1918— que patentizan los deseos que hay
formados de transformar cuanto se había hecho, entrando
de lleno a principios altamente saludables y humanos»667.
667 J. VIADIU «La organización obrera y su evolución actual», en «Soli» 28-junio- 1918,
p. 1.
«lucharán siempre en el más puro terreno económico, o sea,
en el de la acción directa»). Lo cual, como dijo más tarde
Buenacasa 668 , no era sino una concesión a las muchas
entidades federadas contrarias aún a una táctica sindicalista
dogmática, pero también era el resultado de la imposición por
éstas —mayoritarias entonces— de su criterio a las entidades
más radicalizadas. Por lo demás, los Estatutos de la CRT, como
los de la CNT, excluirían las «ingerencias» de tipo político o
religioso dentro de la Confederación, también en el citado
artículo segundo.
669 M. BUENACASA, op. cit., p. 215. A pesar de que la CRT catalana contaría en
diciembre de 1919 con 426.844 afiliados —según datos de la «Memoria» del Congreso
nacional de ese año—, la cifra dada por Buenacasa para finales de 1918 parece un poco
exagerada. En octubre de 1918, la CNT poseía 81.000 afiliados, según el Com. Nal.
(«Soli» 9-octubre-1918, p. 1). En noviembre de ese año, poseería 114.000 («Soli» 25 de
noviembre de 1918, p. 1). Es por tanto imposible que solamente la Regional catalana
reuniese esa cantidad a fines de 1918.
5. — La lucha contra la carestía. Perspectiva revolucionaria
de la CNT.
25-octubre-1917, p. 1.
671 «Soli» 25-octubre-1917, p. 1: «La génesis de la última Huelga General». Las causas
fundamentales de la crisis, en la perspectiva de la CNT, serían enumeradas por Seguí en un
artículo recogido en lugar destacado por «Soli» 17-febrero-1917 —«La tragedia que
pasa»—: falta de material móvil para transporte, falta de combustible para la industria,
Los problemas económicos evidentemente no fueron
resueltos y el alza de los precios de las subsistencias fue
imparable. Sobre un índice 100 para 1913, éste era de 106,9 en
septiembre de 1914, cuando la CNT elabora su citado
manifiesto, para pasar a ser de 117,6 en marzo de 1916. Por el
contrario, el alza de los salarios no acompañó en absoluto a
esta espiral inflacionista. El promedio de jornal diario de un
hombre en 1914 era de 2,76 pesetas (el de una mujer 1,23),
siendo en 1916 de 3,03 (1,38 para la mujer)672.
676 Como ya dijimos en la nota 175, a pesar de lo sostenido por la generalidad de los
historiadores, quizá confundiendo las gestiones CNT-UGT de 1916 con las de 1917, no
hay datos que permitan afirmar la presencia en esta reunión de Ángel Pestaña, ni del
propio Ángel Lacort —cuya entidad no pertenecía aún a la CNT— como representantes de
la CNT. Por el contrario, las informaciones de entonces sólo hablan de la presencia de
Seguí, que, por otra parte, es el único, con los tres representantes ugetistas, que firma el
acuerdo que en aquella reunión se elaboró. Ángel Pestaña, asistente, en cambio, a las
reuniones que la CNT mantendría con la UGT un año después, en marzo de 1917 y
siguientes, diría de estas últimas reuniones: «Por primera vez entré en contacto con los
elementos de la UGT» («Lo que aprendí...» cit., I, p. 58).
se acordó la actuación conjunta de ambas centrales en la
protesta contra la carestía y la crisis de trabajo, añadiendo,
además, como motivo de la protesta, la reclamación de una
amplia amnistía que comprendiese a los delitos políticos y
sociales. Para comenzar la misma y movilizar a las masas
trabajadoras, se acordó realizar una serie de actos públicos en
toda España el domingo siguiente, 16 de julio, acordándose
también que esta campaña culminase en la realización de una
huelga general nacional de 24 horas, en una fecha a fijar, la
cual no podría ser más tarde de tres meses a partir de la
realización del pacto 677.
677 El acuerdo firmado entonces venía a decir: «En Zaragoza, a 8 de julio de 1916:
Reunidos en el Centro Obrero de la calle de San Juan, número 8, los representantes de la
Unión General de Trabajadores, camaradas Francisco Largo Caballero, Julián Besteiro y
Vicente Barrio y el de la Confederación Nacional del Trabajo y Comité Asamblea
Nacional Valencia, camarada Salvador Seguí, con el fin de poner de acuerdo a los dos
organismos nacionales para que de conjunto realicen una intensa campaña en todo el país,
reclamando al gobierno resuelva la crisis de trabajo, la carestía de las subsistencias y una
amplia amnistía por delitos político-sociales, que alcance a los encarcelados por los
sucesos de Cullera y Cenicero, y que esta unificación de las fuerzas obreras organizadas de
España, para estos casos concretos, sea también el punto de partida para conseguir el fin
que nos proponemos, acordamos, al efecto:
Primero.— Celebrar actos públicos en toda España el DOMINGO, 16 DEL CORRIENTE
y en los cuales será de conveniencia tomen parte representantes de ambos organismos.
Segundo.— Practicar el acuerdo tomado en el último Congreso de la Unión General de
Trabajadores, declarando de común acuerdo la huelga general de un día como acto de
protesta, cuya fecha no podrá exceder de los tres meses consignados en dicho acuerdo.
Tercero.— Proseguir la acción en los términos que impongan las circunstancias si el
acuerdo anterior no hubiera surtido sus efectos.
Y para que conste, lo firmamos en Zaragoza a 8 de julio de 1916.— Salvador Seguí.—
Vicente Barrio.— Francisco L. Caballero.— Julián Besteiro.» («Soli» 11-julio-1916, p. 1).
Barcelona, convocado por el Comité de la Asamblea de
Valencia, para tratar cuestiones referentes a la campaña. Pero
cuando todo estaba preparado estalló el conflicto ferroviario
—el 12 de julio—, que enfrentó al recientemente constituido
Sindicato Ferroviario del Norte con la Compañía, por motivos
laborales. El conflicto ferroviario, que arrastró detrás de sí la
solidaridad de los mineros asturianos, determinó al Gobierno a
adoptar especiales medidas represivas, para impedir que todo
ello, unido a la campaña contra la carestía lanzada
unitariamente por la UGT y la CNT, pudiese desembocar en una
situación extremadamente difícil. Así, ordenó la detención de
los firmantes del pacto de Zaragoza, los cuales sólo serían
liberados a mediados de agosto678.
684 El mismo Com. Nal. de la CNT lo reconocería poco después, al hacer balance de la
huelga, en su manifiesto del 24 de diciembre de 1916: «Ciertamente que no ha dado por
resultado algo sumamente grandioso, traducido en una sacudida social, ni tal cosa se
perseguía en las actuales circunstancias» («Soli» 24-diciembre-1916, p. 1).
Si después del paro de veinticuatro horas nada se hace, el
proletariado continuará cumpliendo su deber en la nación
donde vive y de que forma parte.»
689 Datos del I. R. S., cit. La difícil situación material de la clase obrera exasperaba
mucho más a los dirigentes cenetistas, ante la convicción de que ello era producto
exclusivo del exagerado egoísmo de la burguesía y del mal gobierno del país. En una carta
«Al pueblo español», justificando la huelga general de agosto de 1917, Francisco Miranda
—secretario general de la CNT—, entonces detenido con motivo de tales sucesos, decía al
respecto: «Observad y juzgad, con juicio sereno, si no era de suma necesidad esa
demostración de energía y resurgimiento de un pueblo al que no careciendo de vitalidad,
matan y que quiere vivir; de un pueblo que carece de vías de comunicación, de material
ferroviario, de flota mercante, de protección a la agricultura y que casi carece de industria
nacional, pues la poca que en España existe, se debe a los capitales extranjeros; que carece
de escuelas y buenos métodos pedagógicos y le sobran tabernas, casas de prostitución,
iglesias y conventos, un pueblo que por su situación geográfica, no carece de caudalosos
ríos y no tiene ninguna vía fluvial, le faltan canales y pantanos para regar, hacer fértil y
productiva la tierra, aumentando el patrimonio agrícola; uno de los principales factores de
la riqueza nacional, la Agricultura. Un pueblo que teniendo agua en abundancia no puede
lavarse; que poseyendo tierras vírgenes por roturar ha de emigrar a otros países, por falta
de trabajo; un pueblo que pudiendo ser rico, yace en la más cruel miseria, sin hogar ni el
dinero indispensable para el sustento de su familia» («Soli» 26 de octubre de 1917, p. 2).
Pero ya la perspectiva del movimiento iba siendo distinta para
la CNT. Esta estaba cada vez más convencida, no sólo de la
necesidad, sino de la posibilidad de un movimiento
revolucionario realizado a partir de la unión de las dos
centrales sindicales. En este sentido, la CNT no se conformaba
ya con una mera protesta similar a la del año 1916, sino que
exigía un movimiento de características mucho más radicales,
que crease la posibilidad de realizar la ansiada revolución.
(...)
695 «Soli» 12-junio-1917, p. 1. En esta actitud de la CNT, más abierta a los sectores
progresistas burgueses y al propio PSOE, no es desdeñable el impacto producido por el
derrocamiento de la autocracia zarista, por la colaboración de las fuerzas progresistas
rusas de diferente contenido social, el 27 de febrero de 1917. De hecho, la misma CNT
mantuvo en Cataluña contactos directos con los republicanos de Marcelino Domingo y
con los catalanistas de Macía y Juliá, actuando de enlace Ángel Pestaña (A. PESTAÑA «LO
que aprendí...», cit., I, p. 64).
renunciase, ni al papel de motor o sujeto principal de la misma,
que le correspondía —en su concepción— al proletariado y a
ella como representante genuina del mismo, ni a la conquista
de su programa social, es decir, a la emancipación total del
proletariado.
696 «Siendo la Confederación General del Trabajo un organismo para cuya vida y
desenvolvimiento precisa de la libertad y de los derechos cívicos modernos conquistados
en un período previo por nuestros antepasados, abriendo camino a la evolución humana
cuya obra venimos a continuar, defenderemos las libertades y derechos adquiridos que nos
sean convenientes, siempre que estuviesen en peligro de destrucción». Se había dicho
entonces («Soli» 15-septiembre-1911; vid. cap. II).
Efectivamente, la CNT realizó toda una labor de preparación
revolucionaria coherente con su planteamiento de ir a todo lo
posible. Y como de cuestión de fuerza se trataba («La injusticia
sólo se mantiene por la violencia. Aprendamos a destruir la
violencia empleando la fuerza y la justicia habrá triunfado»,
decía uno de los múltiples lemas y consignas que por entonces
publicaba a modo de sueltos «Solidaridad Obrera» 697), una de
las preparaciones que entonces se hicieron fue la de armarse lo
máximo posible («Procúrate un arma, compañero. Debemos
estar siempre en condiciones de defendernos» 698 ). Ángel
Pestaña lo dice claramente: «Se volcaron las cajas de los
fondos de los Sindicatos, entregando hasta el último céntimo
para comprar pistolas y fabricar bombas. Una fiebre de
actividad invadió nuestros medios confederales»699.
recoge tal programa, ni tampoco los demás de esas fechas. Sin embargo, ese número fue
censurado, por lo que es muy posible que este programa fuese retirado por la censura
previa y llegase a conocimiento de estos autores a través de otras vías. J. A. LACOMBA (op.
cit., p. 472-475) reproduce también este programa, tomándolo de Burgos y Mazo y dando
por buena su cita. Verlo íntegro en apéndice documental.
«1o Reconocimiento legal de la jornada de siete horas en
todas las artes e industrias.
705 Pablo Iglesias, entonces gravemente enfermo, había llegado a decir que la huelga
fuese meramente de apoyo al movimiento ferroviario, que había estallado el 10 de agosto,
y que no tuviese carácter político revolucionario. Sin embargo, no fue ése el criterio
seguido por los Comités del PSOE y de la UGT, que acordaron su declaración, «cargando
así con la responsabilidad de un movimiento que ninguno queríamos —diría Largo
Caballero—, por no dejar abandonados a los trabajadores en momentos tan difíciles y
críticos, y, además, para orientarla e imprimirla un carácter político social» (LARGO
CABALLERO «Correspondencia secreta», p. 75; M. CORDERO «LOS socialistas y la
revolución», p. 31; citado en J. A. LACOMBA, op. cit., p. 249. J. J. MORATO «Pablo
Iglesias», cit., p. 163).
706 «Si el Gobierno tratase de ejercer coacciones contra los obreros, empleando para ello
la fuerza pública y aun la fuerza del Ejército, los trabajadores no iniciarán actos de
hostilidad, tratando de dar la sensación a la fuerza armada de que también está integrada
por elementos trabajadores que sufren las consecuencias de la desastrosa conducta del
régimen imperante. Al efecto, las masas harán1 oír los gritos de ¡Vivan los soldados!
¡Viva el pueblo! Sólo en el caso de que la actitud de la fuerza armada fuese
manifiestamente hostil al pueblo, deberán adoptarse las medidas de legítima defensa que
aconsejen las circunstancias. Teniendo en cuenta que deben evitarse actos inútiles de
violencia, que no encajan en los propósitos ni se armonizan con la elevación ideal de las
masas proletarias» (Citado en J. MARTÍN, op. cit., p. 35-36).
707 Largo Caballero y Anguiano representaban a la UGT y Besteiro y Saborit al PSOE,
los demás actuaban en su calidad de vocales o suplentes. (J. J. MORATO, op. cit., p. 163; M.
TUÑÓN DE LARA, op. cit., p. 585).
Pestaña, Miranda, Viadiu, Herreros, Martín Barrera, Vidiella,
Aragó, Minguet 708 , además de toda una serie de comités
mixtos de la CNT y la UGT repartidos por la diferentes zonas del
país, comenzó.el previsto día 13 de agosto, siendo su resultado
bastante negativo en general.
708 R. VIDIELLA «La lluita de classes i la repressió a Barcelona, de 1917 a 1923»; cit. en
LACOMBA, op. cit., p. 257. G. H. MEAKER, op. cit., 123.
709 Op. cit., p. 281.
esperaba de éstos, cuanto menos, una actitud neutral ante el
movimiento, su postura coincidió con la del régimen y su
defensa.
711 Los firmantes (que eran quince, en realidad) fueron: Christian Cornelissen, Henri
Fuss, Jean Grave, Jacques Guerin, Pierre Kropotkin, A. Laisant, F. Le Leve, Charles
Malato, Jules Moineau, A. Orfíla, M. Pierrot, Paul Reclus, Richard, Ichikawa y W.
Tcherkesoff. (Vid. R. ÁLVAREZ, op. cit., p. 166-167).
712 M. BUENACASA, op. cit., p. 54-55; J. DÍAZ DEL MORAL, op. cit., p. 172.
Congreso internacional que coordinase los esfuerzos de todos
los sectores opuestos a la misma. La convocatoria del
Congreso, realizada por el Ateneo Sindicalista de El Ferrol,
aparecería en la prensa obrera a principios de marzo de 1915, y
suscitaría la inmediata adhesión de numerosas organizaciones.
El 29 de abril, los 36 delegados, que representaban a
numerosas entidades obreras de España, Portugal y Brasil, y
recibían las adhesiones de organismos de Francia, Gran
Bretaña e Italia, lograron reunirse en El Ferrol, a pesar de las
trabas impuestas por el Gobierno Dato, que, al final de la
primera sesión del Congreso, determinaron la detención y
expulsión de España de los delegados extranjeros. Con
respecto a la guerra europea, el Congreso, que se ocuparía
también de otros temas —la creación de una Internacional
obrera, la reconstrucción de la CNT, etc. (véase nota 33 de este
capítulo)— decidió crear un Comité que se encargaría de
coordinar internacionalmente la acción antibelicista, y que
lanzaría «cada quince días una alocución revolucionaria,
redactada en los idiomas que se hablan en las naciones
beligerantes», haciéndola llegar «por todos los medios a las
trincheras y a los campos de batalla» 713.
715 A. BARJONET «La CGT. Un análisis crítico del sindicalismo francés», Barcelona
1971, p. 29. La posición de Merrheim y Bourderon contraria a la guerra («esta guerra no es
nuestra guerra») sería ampliamente divulgada en los medios confederales. «Soli»
2-agosto-1916: «Contra la guerra», se hece eco de ella. Por otra parte, los acuerdos de la
Conferencia internacional contra la guerra de Zimmerwald (septiembre de 1915) serían
con frecuencia recordados en la prensa confederal y su influencia es visible en los
manifiestos cenetistas sobre el tema de la guerra. «Soli» 19-noviembre- 1918, días después
de finalizado el conflicto bélico, publicaba un extracto del manifiesto redactado en aquella
Así, en el Congreso nacional de la FNOA, celebrado en
Valencia en diciembre de 1918, Buenacasa se referiría a esta
ruptura de las relaciones con la CGT, al igual que Emilio Mira,
quien diría que ello era debido a la «orientación torcida
adoptada por la Confederación del Trabajo de Francia, que no
ha respondido a los principios internacionalistas» 716.
Conferencia.
716 Vid. las actas del mismo en DÍAZ DEL MORAL, op. cit., p. 432-458.
717 «Soli» 21-mayo-191T, p. 1.
de «Solidaridad Obrera» José Borobio. Su gestión en Madrid no
fue muy bien comprendida por los socialistas que le recibieron
—Besteiro, Largo Caballero y Vicente Barrio— a quienes
Borobio comunicó el acuerdo de Barcelona y exhortó a que
realizasen campaña anti-intervencionista.
718 A. PESTAÑA «Lo que aprendí...», p. 66 y ss. Según Pestaña, una de las
manifestaciones de ello serían una serie de artículos en contra de la emigración a Francia,
denunciando el mal trato que recibían los emigrantes españoles en este país, que entonces
publicaría «Solidaridad Obrera», los cuales estarían escritos en la propia Embajada
alemana (Id. p. 68). Véase, por ejemplo, «Soli» 28-febrero-1916.
internacionalista, por encima de toda sospecha. Decía el
manifiesto:
720 «Si por nuestras lógicas inclinaciones sentimentales —diría el manifiesto citado—,
los países aliados atraen nuestras simpatías; si por los procedimientos empleados por el
Estado inglés en el régimen ciudadano de su población; si la Francia, por su gloriosa
tradición revolucionaria, más que por la manera de respetar las libertades públicas del
Estado francés no son tan extraños ni estamos tan alejados espiritualmente como de los
imperios del centro de Europa, hemos de decir igualmente que no por ello podemos ser
intervencionistas, porque la intervención implica la defensa del capitalismo inglés,
francés, etc.»
de agosto, los artículos antibelicistas volvieran a proliferar en el
portavoz confederal. El viejo anarcosindicalista José Prat, cuyas
colaboraciones en «Solidaridad Obrera» se harían muy
frecuentes tras el cambio de redacción efectuado en
noviembre de 1917, vendría a sostener la tesis ya tradicional
del internacionalismo, ahora mucho más radical, si cabe,
negando incluso toda posible preferencia o cercanía de los
valores defendidos por la Confederación a los valores
hipotéticamente sustentados por los beligerantes.
725 Ver las actas del citado Congreso en DÍAZ DEL MORAL, op. cit., p. 418 y ss.
trascendentalísimas en la finalidad de la misma y en el régimen
interior de las naciones, tanto en el aspecto político como en el
económico» 726.
726 J. NEGRE «La guerra y sus consecuencias político económico sociales», II, «Soli»
13-junio-1917, p. 1.
727 Idem.
728 El propio Buenacasa se había manifestado con frecuencia en este sentido, con
anterioridad. Vid., por ejemplo, «La gran verdad. La Conferencia de Estocolmo», en
«Soli» ll-junio-1917, p. 1.
como tampoco su terminación será dictada por lo que
convenga a los egoísmos de la casta plutocrática; ahora, en la
guerra se debate una cuestión de principios, de libertad y de
progreso para los pueblos, no sólo para los pueblos
vencedores, sino para todos los pueblos, tanto para los
derrotados como para los victoriosos».
739
«Soli» 24-noviembre-1918, p. 1: «Primer aniversario de la República de los Soviets».
Unos meses antes, el 5 de septiembre de 1918, «Soli» había publicado extractos del trabajo
de Lenin «El socialismo y la guerra».
anarcosindicalista, secretario general de la CNT entonces740,
llevado más por su concepción de dirigente sindical, más
realista, que por un anarquismo apasionado e idealista, se
referiría también a las diferencias ideológicas existentes con los
dirigentes de la revolución rusa.
741 También lo haría sobre los revolucionarios alemanes. Véase, por ejemplo, sobre
Trotsky, el 30-mayo-1918, p. 1; sobre Liebknecht, el 12-noviembre-1917. p. 1, etc.; todos
ellos sumamente laudatorios.
742 «¡¡Rusia!!», «Soli», 12-noviembre-1917, p. 1.
743 «Rusia», «Soli», 23-septiembre-1918, p. 1.
744 «Soli», 12-noviembre-1918, p. 1.
el hombre», la propiedad privada y había establecido las leyes
del comunismo, la libertad y la justicia.
745 Véanse las actas del mismo en J. DÍAZ DEL MORAL, op. cit., p. 432-458.
las ideas de la Confederación sobre la estructuración política de
la nueva sociedad no eran demasiado claras, porque, en
realidad, la propia situación política rusa era un tanto confusa
en los primeros momentos de la revolución. Se hablaba de la
«toma del poder» por el proletariado, y ello se aceptaba sin
ningún tono crítico que pudiese hacer recordar el contenido
anarquista de la Confederación, de la misma manera que se
aceptaban —como ya vimos— expresiones como «dictadura
del proletariado», etc.
748 Lo parco y aislado de las noticias que de Rusia se recibían era también causa
fundamental de estas defectuosas informaciones. En este mismo editorial, «Soli» se
disculpaba por no informar más frecuentemente sobre los sucesos rusos: «eran muy
incoherentes todas las noticias que de allí recibíamos, y por esta razón creíamos necesario
ser parcos con todo lo que de allí se recibiera».
Más adelante, una información más correcta y completa de
los acontecimientos rusos permitiría a la CNT adquirir una idea
más adecuada de lo que allí sucedía. Los artículos citados de H.
R. Holst sobre las conquistas soviéticas publicados en
«Solidaridad Obrera» en noviembre de 1918 son una buena
muestra de ello. Ya vimos también cómo los análisis
ideológicos que a partir de entonces se realizaron sobre la
revolución soviética y sus más destacados líderes, implicaban
un mayor conocimiento de la situación.
749 «Las reformas vigentes en Rusia, expuestas con serenidad, son capaces de convencer
a cualquier pueblo y de estimularlo a que las desee implantar» (M. GIRBAU «Descuido
lamentable», en «Soli» 25-noviembre-1918, p. 1).
750 J. VIADIU «En vísperas del Congreso», en «Soli» 17-junio-1918, p. 1.
751 La Conferencia internacional de Londres, de septiembre de 1913. Congreso de la paz,
de El Ferrol, en abril de 1915.
tenía otro significado muy distinto y eran muy otros los
organizadores de la misma.
756 Ídem.
757 «Soli» 12-noviembre-1918.
758 En su magnífica «Historia de las agitaciones campesinas andaluzas», que finalizaría
en 1923, aunque no sería publicada hasta 1928. Existen ediciones modernas de la misma,
de 1967 y de 1973, en la última de las cuales nos hemos basado.
español con posterioridad a la revolución rusa y de su
radicalización.
Por lo tanto, por lo primero que habría que luchar era por la
libertad, autonomía e independencia del individuo, sin la cual
era inconcebible otro tipo de autonomía o libertad. Pero, por
otra parte, la libertad e independencia del individuo traerían de
por sí la libertad de la comunidad: «Autonomía, sí;
independencia, también; pero la del individuo primero, que
como consecuencia de ello y automáticamente se producirá
todo lo demás»771. Porque, efectivamente, según el concepto
de la CNT, «Los principios de la autonomía política para las
regiones no implican en modo alguno la independencia y la
autonomía del individuo dentro de la región que ha obtenido
esta misma autonomía. Más bien puede suceder todo lo
contrario. Puede una región obtener su autonomía política, y
los indígenas de aquella región ser más esclavos que lo eran
antes de haberla obtenido»772. Y ello iba en contra de toda su
concepción global de la emancipación humana, la cual estaba
concebida más en función de la liberación del individuo, que
del grupo social o clase al que éste pertenece. Esta tensión
individuo—grupo social estuvo siempre presente dentro del
conjunto ideológico de la CNT, donde se trataban de conciliar
770 Id.
771 Id.
772 «Ni con unos ni con otros», «Soli» 16-diciembre-1918, p. 1.
los elementos comunistas o socialistas, inspirados
fundamentalmente en el marxismo y en el anarco-comunismo,
o en el anarco-colectivismo —receptor de los cuales era el
sindicalismo revolucionario—, y los elementos individualistas
provenientes del más puro y clásico anarquismo individualista,
los cuales, estos últimos, constituirían el factor condicionante
del conjunto y determinante de su exacerbado concepto del
federalismo, de la autonomía y de la libertad.
776 Id.
Ello podría permitir a la CNT hacerse con la situación, al
manejarse en un medio que constituiría su especialidad y tratar
de llevar la reivindicación autonómica por el camino y con el
contenido revolucionario que ya hemos indicado. Decía
«Solidaridad Obrera» en diciembre de 1918:
777 Id.
no es nuestra revolución», o «parlamentarismo no, revolución
sí», serían entonces las frases más repetidas por la
Confederación778. La CNT podría llegar a una inteligencia con
socialistas, con republicanos y con reformistas, pero nunca lo
haría con los que consideraba sus explotadores más directos:
los regionalistas de la Lliga. Ello venía a determinar que la
burguesía progresista regionalista se encontrase en aquellos
momentos ante un doble frente, por un lado, frente al Estado,
dominado por la oligarquía agrícola, de carácter aristocrático y
feudal, y, por otro, frente al proletariado, que la consideraba su
opresora. Excesivamente progresista para el poder central, era
reaccionaria y explotadora para la CNT, en su ámbito regional;
contradicción ésta que se acentuaba en el caso catalán, donde
el papel de la burguesía regionalista era más destacado.
778 Contra las asambleas de parlamentarios ver, por ejemplo, «Parlamentarismo, no;
revolución sí» en «Soti» 3-agosto-1917, p. 1.
«Después de lo dicho hemos de hacer una aclaración. El
pleito de Cataluña, como cuestión sentimental, merece
nuestras simpatías; pero por encima de todo está la justicia
de nuestra causa, que es de un sentimentalismo mayor y
que resuelve problemas que de la otra forma quedan
pendientes»779.
9. — La cuestión ideológica.
780 Vid. A. BAR «Syndicalism and Revolution in Spain», New York 1981.
La polémica a la que nos referimos merece una pequeña
aclaración, que precise el contenido de los términos a emplear,
si no con valor general, sí, por lo menos, con respecto a este
trabajo, para tratar de evitar el enorme confusionismo
existente —incluso en los propios medios cenetistas— en torno
a palabras como sindicalismo, anarcosindicalismo, anarquismo,
sindicalismo revolucionario, etc. En primer lugar, la polémica en
cuestión no presupone juicio alguno sobre las creencias
personales íntimas de los participantes en la misma. Es decir,
se les calificará por sus concepciones externas, manifestadas,
en torno al problema, y no por lo que podría ser el conjunto de
sus valoraciones personales internas, o su visión global del
mundo, etc. Por ejemplo, cuando se habla de sindicalistas
revolucionarios, no se presupone nada sobre la creencia íntima
de los militantes de esta tendencia, por lo que muy bien
pudiera tratarse de personas con una concepción anarquista de
las cosas, pero que su posición en la cuestión sindical es la de la
defensa del neutralismo político o ideológico de las
organizaciones sindicales, para evitar la división de la clase
trabajadora en torno a la cuestión ideológica. Pero también
pudiera tratarse de sindicalistas revolucionarios totales, puros,
es decir, que creen además, en el sindicalismo revolucionario
como un conjunto ideológico exclusivo, cuyos principios se
realizarán totalmente en la sociedad libre, postrevolucionaria.
A) La perspectiva anarcosindicalista.
781 Diría la Conferencia anarquista de Paris (16-17 de agosto de 1913): «Si es verdad que
la doctrina sindical no basta para conseguir todas las reivindicaciones proletarias, lo es,
asimismo, que, hoy por hoy, constituye el medio más poderoso de emancipación que posee
la clase obrera» (S. FAURE, «Manifesté du Congrés de... 1913», cit.; J. PUYOL Y ALONSO,
«Proceso del Sindicalismo Revolucionario», cit., p. 47). Sobre la posición
anarcosindicalista, vid. A. BAR «Syndicalism...», cit., p. 221 y ss.
recomendar apasionadamente el ingreso de los anarquistas en
las organizaciones sindicales, para orientarlas y dirigirlas.
783 Id.
784 Id.
las masas sindicales, fortaleciendo los sindicatos,
extendiéndolos y dirigiendo su actuación, pero sin olvidar cuál
era su función primordial en la sociedad presente. «Vean, pues
—decía Germinal en uno de sus artículos—, los que sienten
impaciencias libertarias que la cuestión previa es la de ganar
conciencias (...). No olvidemos que nuestra lucha económica de
hoy, es el preludio de la definitiva, de la batalla al régimen de
opresión, al régimen capitalista y autoritario» 785.
786 Id.
787 LIBERTO GERMINAL «Acción intervenciosa», en «Soli» 26-agosto-1916, p. 2.
788 LIBERTO GERMINAL «El camino es éste», en «Soli» 20-octubre-1916, p. 2.
Pero, si en un principio la propaganda anarquista estaba
dirigida a propiciar el ingreso de los militantes anarquistas en
los sindicatos, en el sentido que hemos expuesto, empleando
como ejemplo una serie de artículos de Liberto Germinal
publicados por «Solidaridad Obrera» a lo largo de 1916, pronto
la actividad de éstos dentro de los mismos tendió claramente a
conseguir su dirección y orientación quizá sin la «ecuanimidad»
y cautela de la que hablaba el citado Germinal.
793 J. NEGRE «La pretendida crisis y fracaso del sindicalismo», I, en «Soli» 31-
marzo-1917, p. 2.
producción, la organización del trabajo por los mismos
productores y la distribución de los productos por los
consumidores y la revolución social por medio de la huelga
general como medio para llevar a cabo la transformación
social». Todo ello, que, según él, constituía la «esencia
doctrinal del sindicalismo» 794 , era la parte inmutable del
conjunto ideológico sindicalista, el foco orientador.
794 Id.
795 Este artículo de Negre respondía a otro publicado en «Tierra y Libertad» 21-
marzo-1917, p. 1 y 2, bajo el título «Desviaciones funestas», por un tal «Fabio del Pino»,
en el que se sostenía tal tesis.
796 J. NEGRE «La pretendida...», I, cit.
Confederación «conclusiones exclusivamente anarquistas»797.
Para Negre, en definitiva, el anarquismo solamente podría ser
introducido en el movimiento sindicalista, en todo caso —al
igual que en aquel momento ocurría con el propio sindicalismo
revolucionario—, cuando «la clase obrera sindicada, debido a
las enseñanzas de la misma lucha» lo aceptara798.
797 J. NEGRE «La pretendida crisis y fracaso del Sindicalismo» II, en «Soli» 3-abril-1917,
p. 2.
798 Id.
799 M. ANDREU «Contra las babosas del sindicalismo. Hay que ser implacables», en
«Soli» 22-marzo-1917, p. 1. Andreu, sin embargo, era de reconocida militancia anarquista,
desde antiguo, pero su actitud personalista le había acarreado bastantes problemas en los
medios militantes, al punto de haber sido desplazado de la dirección de «Solidaridad
Obrera», que había ocupado en 1915. El duro artículo de Andreu mereció una
contestación no menos dura de Montegualdo en «Tierra y Libertad» 28- marzo-1917, p. 1
y 2, en un artículo titulado «Razones y palos. Un parásito de la Soli».
en «Solidaridad Obrera», en su serie de artículos «¿Por qué
somos sindicalistas?».
802 Este artículo fue reproducido, con diferente título —«Por qué soy sindicalista»—
modificado bastante su redacción original, por José Viadiu, en su folleto «Salvador Seguí
(Noi del Sucre). El hombre yjsus ideas», Valencia 1930, atribuyéndolo a Seguí. Con
posterioridad, sería reproducido por el libro colectivo «Elmovimiento libertario español»,
París 1974, p. 285, con redacción también diferente, en algunos párrafos, a la original,
siendo dado como bueno por los demás historiadores que se referirían al mismo en
adelante; véase, por ejemplo, A. ELORZA «Artículos madrileños de Salvador Seguí»,
Madrid 1976, p. 18.
causa fundamental de la opresión, comprendía ya de por sí a
todos ellos. «El camarada Jordán —decía «Alma Roja»,
contestando al autor de los citados artículos de «Tierra y
Libertad», y que era entonces el secretario general de la
CNT803—, no ve la posibilidad de lo que afirmamos sin que la
organización sea netamente anarquista, no se quiere
comprender que la acción obrera no es filosófica ni integral,
sino puramente de clase». Pero, además, por si ello no fuera
suficiente, «Alma Roja» aludía a cuestiones de oportunidad,
para rechazar el planteamiento del tema ideológico en el
medio sindical: «es más fácil al esclavo del salario darse cuenta
de su situación angustiosa y del proceder de la burguesía, que
no de la tiranía política y de la farsa religiosa, ya que aquélla es
la que siente con más intensidad dado que su salario es
insuficiente para cubrir las más apremiantes necesidades de la
vida». Y citaba en su apoyo un significativo párrafo de Bakunin,
que venía a confirmar sus tesis desde un punto de vista
anarquista:
803 A la polémica entre «Alma Roja» y Francisco Jordán nos hemos referido ya
anteriormente. Jordán contestaría a «Alma Roja», a su vez, en «Soli» 9-enero-1917, p. 2:
«Acabáramos...», recalcando la finalidad anarquista del sindicalismo (vid. pág. 466 de este
trabajo).
La cita de Bakunin, aunque «Alma Roja» no lo dice, procede
del primer artículo de la serie de cuatro que M. Bakunin
publicaría, bajo el título «La política de la Internacional», en el
periódico de lengua francesa «L Egalité» en agosto de 1869, y
cuyo desconocimiento por los anarquistas intransigentes era
obvio. (Si bien, hay que reconocer que la obra de Bakunin
nunca tuvo para los anarquistas el valor dogmático que la de
Marx llegó a adquirir entre los marxistas.) Y añadía Bakunin:
«La inclusión del programa político o antirreligioso de cualquier
grupo o partido en el programa de la Internacional, lejos de
unir a los trabajadores europeos, los habría dividido incluso
más de lo que están en el presente»804.
804 M. BAKUNIN «Bakunin on Anarchy. Selected Works by the Activist Founder of World
Anarchism», London 1971, p. 162-1963.
805 S. SEGUÍ «Anarquismo y sindicalismo», conferencia escrita en el castillo de la Mola,
Con ello recalcaba el carácter puramente instrumental del
sindicalismo, que quedaría reducido a un elemento eficaz para
la «preparación profesional para que en el momento dado de
la posibilidad de una transformación social», ésta pueda
realizarse de manera adecuada, y asuma en ella las funciones
de producción y distribución, que nunca podrían asumir ni los
«partidos socialistas», ni los «grupos anarquistas»806.
808 Existe un trabajo monográfico sobre este autor, realizado por RAMÓN ÁLVAREZ,
«Eleuterio Quintanilla: Vida y obra del maestro», ya citado, en el que se recogen
numerosos artículos e intervenciones del biografiado.
administrativa y técnica de las clases laboriosas, y mañana
organizadores de la producción, del cambio y del consumo»809.
abierto, en constante formación, del mismo. En 1919 diría E. G. SOLANO: «El sindicalismo
no es sólo una doctrina, es una organización viviente con resabios de socialismo comunista
y hasta de anarquismo. Nació sin programa, o, por mejor decir, su programa no existe,
pues que, en la actualidad, los mismos hombres que dirigen el movimiento sindicalista,
lejos de ajustarse a una tesis formulada a priori, obran, y les sirve de tesis, a posteriori, el
propio hecho realizado; de modo que el acto precede, casi siempre, a la idea.» (Op. cit., p.
11).
811 Sobre Malatesta, véase: E. MALATESTA «Pensamiento y acción revolucionarios»,
Buenos Aires 1974 (pp. 165-190); también: E. MALATESTA «Socialismo y Anarquía»,
Madrid 1975.
atribuían al sindicalismo impedía a éstos precisar con toda
claridad la forma en la que el sindicalismo organizaría la
sociedad libre postrevolucionaria. Aunque, teniendo en
cuenta no sólo la actual estructura sindical, sino los ideales
genéricos que inspiraban el sindicalismo revolucionario
(libertad, comunismo, autonomía, etc.), no resultaba
demasiado difícil hacer ciertas previsiones. Diría «Neno
Vasco»:
813 Sobre la posición «oficial» de la CNT, vid. A. BAR «Syndicalism...», cit., p. 241 y ss.
descubrimiento hecho por los mismos trabajadores en el
curso de la lucha por el mejoramiento, se forma
ineludiblemente una mentalidad revolucionaria.»
los primeros elementos que lo practicaron en nombre del ideal se unieron otra serie de
elementos turbios» (Id., II, p. 73-74).
825 Id., II, p. 81-82.
826 A. Pestaña sostuvo que aunque los autores e inductores de los atentados vivían en el
seno confederal, «el grueso de la organización, hasta las mismas juntas en la mayoría de
los casos, lo ignoraban, pues quedaba reducido a un número mínimo los que intervenían»
(Id., II, p. 72). Muy al contrario, J. García Oliver mantiene, en tonos muy duros, la
participación consciente de la Confederación en la organización y realización de los
atentados individuales, que, considera, se realizaron «en defensa de la clase obrera y en su
propia defensa»: «Cuando aficionados a la historia —dice— escriben que la CNT nunca
tuvo participación oficial en las luchas violentas de aquellos tiempos, escriben sobre lo que
ignoran. Militantes que en su tiempo tuvieron renombre también hablaron así, dando a
entender que la acción sindicalista fue obra de compañeros irresponsables que se movían
al margen o por encima de los Comités de la Organización. Nada menos cierto. Lo cierto
es que lo decían porque ya eran traidores o porque en ellos se estaba incubando la traición.
En marzo de 1923, poco después de la muerte de Salvador
Seguí, asesinado el día 10 de ese mes junto con otro dirigente
sindical, Comas, la organización cenetista celebraría una
reunión de militantes en algún lugar de la «riera» del Besós, de
manera clandestina, en la que se debatiría la mejor manera de
asegurar la defensa de la Confederación y de sus militantes,
que sufrían en aquel momento con especial dureza los
embates del denominado terrorismo blanco. Dos fueron las
soluciones a las que se llegó entonces: o la CNT hacía la
revolución, para lo cual se decía que habría que contar con el
apoyo de republicanos y radicales —Marcelino Domingo y
Lerroux—, o había que pasar al contraataque, empleando
también el atentado individual como método de defensa. La no
colaboración de Domingo y de Lerroux determinó el empleo de
la segunda solución. Precisamente de las gestiones que
entonces realizó el Comité de acción elegido en aquella
reunión, según García Oliver, nació el grupo de acción «Los
Solidarios», que sería uno de los encargados de llevar a la
práctica los acuerdos que se adoptasen en este terreno827. Los
atentados contra el ex Gobernador de Bilbao, González
Regueral, en León, y contra el Cardenal Soldevilla, en Zaragoza,
serían una buena manifestación de esta actuación.
Aquella acción de la CNT no tuvo las características de la espontaneidad. Las veces que
acudió a esa práctica —tantas como se hizo necesario—, lo hizo en defensa de la vida de
sus militantes y de la existencia de sus Sindicatos» (J. GARCÍA OLIVER «El eco de los
pasos», Barcelona 1978, p. 626).
827 De este Comité de acción formarían parte Juan Peiró, Camilo Piñón, Narciso Marcó
y el propio Ángel Pestaña, quien no podía, por lo tanto, aludir la ignorancia y la inocencia
de la Confederación en estos asuntos (J. GARCÍA OLIVER, op. cit., p. 628 y ss.). Del grupo
«Los Solidarios» nos volveremos a ocupar en el capítulo siguiente.
a la luz del día la CNT no podía menos que tratar por todos los
medios legales de impedir que continuase una situación de
violencia, en la que sólo podía perder. El 29 de marzo de 1923,
«Solidaridad Obrera» publicaba una nota en la que se hacía
una llamada a la conciencia ciudadana para que contribuyese a
acabar con la espiral de la violencia terrorista, llevada a cabo
por los grupos de acción anarquistas y por los pistoleros
pagados por la patronal. Pero, sin embargo, quizá como
proyección de los acuerdos de la citada reunión del Besos, la
nota del órgano confederal llamaba al mismo tiempo a los
trabajadores a realizar su autodefensa, «por los mismos
medios que se emplean contra nosotros y contra quien sea»828.
828 Decía la nota de «Soli» en uno de sus párrafos: «Hay que reaccionar contra ese
fatalismo y esa conformidad que va haciendo presa de nosotros. ¿Cómo? ¿por qué medios?
Por los mismos que se emplean contra nosotros y contra quien sea. Habremos de pensar
que todos son enemigos nuestros y que por consiguiente nos defendemos de esos
enemigos. ¿Existe aún otro procedimiento? Existe, sí: el que la ciudad en masa enjuicie
esos crímenes repugnantes. El que la ciudad en masa proclame el ejercicio de los derechos
ciudadanos. (...) En tanto Barcelona recobra el imperio de su soberanía, compañeros y
amigos, defendámonos» («Soli» 29-marzo-1923, p. 1).
Barcelona», en el que las entidades firmantes —políticas,
culturales, sindicales, ciudadanas, etc.— se unían a la protesta
cenetista y exigían el fin del terror). Sin embargo, los
atentados, como los atracos que entonces también
proliferaron —para mantener a los grupos de acción—, no
desaparecerían, o, por lo menos, no se atenuarían en gran
medida sino con la llegada de la dictadura de Primo de Rivera,
la cual —como reconocería Ángel Pestaña más tarde—
contribuyeron decisivamente a traer829.
829 A. PESTAÑA, op. cit., II, p. 84. Del problema del terrorismo volveremos a ocupamos
en el Capítulo V.
de conflictividad que se produce durante este período que
sigue a la guerra europea. El Instituto de Reformas Sociales
informa haber tenido conocimiento de la realización de 463
huelgas en toda España, en el año 1918. Este número se
aumentaría a casi el doble —895— en 1919; pero sería aún
superior en el año 1920, alcanzando la cifra de 1.060 huelgas,
índice más alto de todo el período comprendido entre 1905 y
1929. De estas huelgas, el porcentaje más alto corresponde al
sector agrícola —188, en 1919 y 194, en 1920— que, como ya
hemos dicho, experimentó fuertes convulsiones y un renacer
del activismo anarquista, sobre todo en Andalucía y Levante830.
Pero no le fueron a la zaga los otros sectores productivos. Así,
el período fue también muy conflictivo en las zonas mineras e
industriales del Norte y en Cataluña, donde, en febrero de
1919, se inicia una de las huelgas más importantes ligadas a la
historia de la CNT: la huelga de «la Canadiense»831.
832 J. DÍAZ DEL MORAL, op. cit., p. 173, que se remite a los números de agosto de 1918
de «La Voz del Cantero».
833 Del 1 al 13 de diciembre celebraría su primer Congreso regional. M. BUENACASA,
op. cit., p. 161.
834 Id., p. 138.
835 CNT «Memoria... de 1919», cit,, p. 36.
836 Crónica de José Villaverde, en «La Tierra» 30 de mayo de 1932, p. 3. Según M.
BUENACASA (op. cit., p. 191) su fundación tuvo lugar en agosto de 1923.
837 «El Sol» 4-septiembre-1920.
En definitiva, cuando se convoca el Congreso Nacional de
diciembre de 1919, la CNT se encontraba en la cresta de su
desarrollo histórico, en el punto culminante de su crecimiento
cuantitativo, que apenas podrá igualar en los primeros meses
de la Segunda República. Pero, al mismo tiempo, el Congreso
de 1919 va a suponer también la culminación de una etapa, el
fin de una orientación que se había iniciado antes de la propia
fundación de la CNT, con la creación de su predecesora
Solidaridad Obrera. A partir de entonces, el apoliticismo de la
Confederación, su neutralismo ideológico, la creencia, sin más,
en un sindicalismo revolucionario, se transforma en una
politización anarquista, en una ideologización anarquista, en
una orientación anarquista de su actividad sindical, en
definitiva, en anarcosindicalismo.
839 Id.
840 Véase lo ya dicho sobre esta organización en el capítulo III.
II.— LOS DATOS DEL CONGRESO
841 «Acción Social Obrera», de San Feliú de Guixols, 24 de octubre de 1919. «Revista
de Trabajo» n° 49-50, 1975, p. 217-219.
realizarían varias conferencias y mítines, en el Círculo Federal,
en el Teatro de la Comedia e, incluso, en la Casa del Pueblo de
la capital 842.
843 Las cifras son de elaboración propia, basándome en los datos que da la propia
«Memoria» del Congreso, que suele tener errores en las operaciones de suma. Véase el
cuadro general de afiliados a la Confederación, en capítulo VI.
Pero, el éxito es aún mayor si se estima en términos
comparativos, dado que la otra central sindical nacional, la
UGT, contaba en aquellos momentos con una cantidad de
afiliados claramente inferior a los de la CNT. En septiembre de
1918, cuando celebró su Congreso Nacional, la UGT contaba
con 457 secciones con un total de 89.601 afiliados, cifra que
suponía, incluso, un descenso con respecto a los que poseía en
marzo de 1917 —464 secciones y 99.520 afiliados—. (Este
descenso en su afiliación no es del todo ajeno al cambio de
actitud de la UGT con respecto a la CNT, operado en 1918,
buscando claramente su unificación con la misma). En mayo de
1920, cuando la UGT reiniciaba su ascenso, esta cifra llegaría a
los 211.342 afiliados, y no llegaría nunca a superar los
trescientos mil afiliados hasta después de diciembre de 1930
(cuando contaba con 287.333) 844.
846 Véase cuadro general en capítulo VI. Con posterioridad, la CNT anunciaría la
publicación de un número extraordinario de «Soli», con el «Boletín y estadística de las
fuerzas adheridas a la Confederación Nacional», que debería aparecer el domingo
3-noviembre-1918, pero no hemos podido consultarlo, ni tenemos noticias de su
publicación.
847 «Soli» 30-septiembre-1918, p. 1. Por error de suma, dice: 80.607 federados.
848 «Soli» 9-octubre-1918, p. 1. Un artículo de Antonio Muñoz García, destacado
militante sindicalista granadino, secretario del ramo de la Construcción de aquella
localidad, declaraba en «Soli» 25-noviembre-1918, que la CNT poseía entonces 114.000
afiliados.
849 De ellos, más de la mitad —246.478— pertenecían a Barcelona.
que da 70.359 afiliados para Cataluña, demuestran que
—aparte de los posibles errores típicos de un período de
organización— el número de no federados presentes en aquel
Congreso regional era también de una cifra que rondaba los
cinco mil obreros. Así pues, entre septiembre de 1918 y
diciembre de 1919, la Confederación había aumentado en
Cataluña trescientos cincuenta y seis mil cuatrocientos ochenta
y cinco afiliados; lo que suponía tener, solamente en esta
región, nueve veces más afiliados que la UGT en todo el país,
por las mismas fechas.
851 Los otros miembros del Com. Nal. —y del grupo anarquista— fueron Evelio Boal,
Vicente Gil, José Ripoll y Andrés Miguel (M. BUENACASA, op. cit., p. 64).
más destacados responsables del giro que entonces inició la
Confederación, de manera acelerada, hacia las posiciones
anarcosindicalistas, de las que ya no se apartaría. En enero de
1919 le sustituiría Evelio Boal, hombre de vida un tanto
bohemia, que, sin embargo, pronto destacaría por su actividad
organizadora. Boal era también un destacado militante
anarquista y contribuyó decisivamente a la orientación de la
CNT en esta vía. Dirigiría a la Confederación durante todo el
período terrible de la vorágine terrorista, y él mismo sería una
de las víctimas más destacadas del mismo, siendo asesinado en
abril de 1921; antes, su detención, en marzo del mismo año, le
había apartado de su cargo en la Confederación. Fue, también
Boal, el principal organizador del Congreso Nacional de 1919, al
que dedicó una importante labor, trasladándose incluso a
Madrid, donde residió un tiempo, que empleó no sólo en este
trabajo, sino en desarrollar la CNT en aquella ciudad, que venía
siendo hasta entonces un centro exclusivo de los socialistas. En
los medios policiales, sin embargo, Evelio Boal era considerado
como una mera marioneta de los sectores anarquistas más
intransigentes852.
853 Id. p. 592. David Rey, pseudónimo de Daniel Rebull, se pasaría más tarde al
comunismo, militando en las filas de los Comités Sindicalistas Revolucionarios,
El informe policial no está exento de inexactitudes y de un
gran desconocimiento de las reales corrientes ideológicas
internas de la CNT, sin embargo, se aproxima bastante a la
realidad, y es por ello significativo, en lo que a la actuación de
los líderes sindicales se refiere. Y, sobre todo, es de destacar el
informe sobre Pestaña, convertido eQ el «más peligroso» de
los dirigentes de la Confederación, a pesar de que su influencia
interna no era ni con mucho la más decisiva en aquel
momento. Y ello era así porque su actitud era sin duda la más
coherente y convencida dentro del sector sindicalista
revolucionario, lo que le hacía ser de los más peligrosos para
los medios oficiales del Estado. Lo que no parecía ocurrir con
los anarquistas puros, a pesar de ser sus actitudes, de manera
inmediata, mucho más radicales que las de los sindicalistas.
856 Firmaban: Evelio Boal (Artes Gráficas), Vicente Gil (Fabril y Textil), D. Martínez
(Alimentación), M. Buenacasa (Madera), A. Miguel (Transportes), F. Botella
(Metalurgia), F. Puig (Piel); (Id., p. 168).
Sin embargo, la actitud del Comité Nacional saliente no
puede decirse que sorprendiera o desentonara demasiado en
el ambiente general que existía en el Congreso. Efectivamente,
a lo largo de las sesiones del mismo y en las intervenciones de
la gran mayoría de los delegados puede decirse que subyace un
denominador común: el anarquismo.
861 Sobre Simón Piera vid.: S. PIERA «Records i expériences d un dirigent de la CNT»;
J. FERRER «Simón Piera y la CNT», Barcelona 1975.
Unión General de Trabajadores [con respecto al socialismo
marxista]. Yo creo que en el futuro organismo nacional no debe
estar representada ninguna tendencia política, por radical que
sea. El sindicalismo, la organización obrera, sólo tiene una
misión, y esa misión es la solución del problema económico, y
por tratarse de la solución del problema económico, queremos
tratar solamente con trabajadores»862.
862 CNT «Memoria», cit., p. 132-133. Sin embargo, el propio Piera se encontraría
después entre los firmantes de la resolución que declaraba que la finalidad de la CNT era el
comunismo libertario.
ha de ser él el que ha de alcanzar a dar satisfacción a las
reivindicaciones de las clases explotadas»863.
«Al Congreso:
872 Este programa sería poco después publicado en España, en forma de folleto, traducido
por José Prat: E. MALATESTA «Nuestro Programa», Barcelona (aproximadamente 1921).
873 CNT «Memoria», cit., p. 385.
En cualquier caso, según los mismos informes policiales, el
Congreso no discutiría este tema y se sometería el mismo al
estudio de los Sindicatos, para que luego éstos transmitiesen
su opinión al Comité Nacional.
2. — La cuestión táctica
884 Firmaban: Vidal Espinosa, José Durán y Lázaro Solana (Id., p. 82).
Las posturas de los delegados podrían resumirse en tres
grupos principales, existiendcwluego algunas matizaciones de
orden muy secundario entre algunas de las intervenciones
correspondientes a cada grupo en que las clasificamos. En
primer lugar, aquéllos que se oponían a la unificación con la
UGT; en segundo lugar, los que aceptaban la unificación con la
UGT, pero que creían que ésta debería realizarse en base a
unas condiciones previas, que no eran otras que la aceptación
por la UGT y la entidad resultante de la fusión de los principios
que inspiraban y dirigían la actuación sindical de la CNT; y, en
tercer lugar, estaban los que apoyaban la unificación con la
UGT sin poner ningún tipo de condición previa.
Así, añadía:
de Madrid y del Comité, contestación en el plazo de setenta y dos horas, para que el
Congreso sepa a qué atenerse y para poder llegar en plazo rápido a la unión del
proletariado en un solo organismo» (Id., p. 116).
898 La proposición de Quintanilla decía: «Considerando que la unión del proletariado
español en un solo organismo nacional es de necesidad imperiosa para la más rápida
consecución de sus reivindicaciones económicas y sociales, y que este organismo debe ser
completamente independiente y autónomo de toda la comunidad política;
Considerando que muchos trabajadores federados en la Unión General, y numerosos
sindicatos obreros locales que no pertenecen a ninguno de los dos organismos nacionales,
anhelan vehementemente estrechar los lazos de solidaridad y compañerismo con todos los
proletarios que luchan sin tregua por abolir el régimen de explotación y privilegio
capitalista;
Considerando que este ideal redentor no se realizará mientras la clase obrera esté dividida
y no luche al unísono contra las fuerzas de dominación burguesa y autoritaria;
Considerando que la burguesía, para organizarse y combatir agresiva y solapadamente a
los trabajadores, no distingue de colores políticos, dándonos ello un ejemplo edificante;
Considerando, en fin, que la CN del T nada tiene que temer de la fusión o unificación de
los dos organismos obreros de España, pues la mayoría aplastante de los efectivos
confederales —demostrada espléndidamente con el imponente comicio que se está
celebrando— asegura el triunfo de nuestros principios y garantiza el predominio de la
táctica y la acción netamente sindicalista en el futuro organismo unificado; y que, además,
no implica humillación alguna para la CN del T un intento definitivo y supremo de
aproximación que nos lleve al terreno de inteligencia susceptible de traducir en
consoladora realidad lo que hoy es solamente noble esperanza;
Por todos estos motivos y otros que no exponemos en honor a la brevedad, los
Sin embargo, cuando se discutía la conveniencia de cada una
y ya Pestaña había retirado la suya en favor de la de
Quintanilla, se presentó al Congreso una tercera proposición
que nada tenía que ver con el sentido de las discusiones en
aquel momento, y que vendría a responder al criterio
expresado por las intervenciones que hemos reunido en el
primer grupo, es decir, las que rechazaban la unión con la UGT
y que, en todo caso, proponían la absorción de sus militantes
por la CNT. La propuesta, presentada por Enrique Valero,
delegado del Ramo de la Construcción de Barcelona, y firmada
por varios sindicatos, causó cierta sorpresa («La lectura de la
(...) proposición, escuchada con gran recogimiento causó
sensación enorme» —diría Buenacasa, testigo de excepción del
Congreso899—), y fue tomada como la cuerda salvadora por los
sectores más radicales, que no parecían estar muy de acuerdo
con el cariz de la discusión entre dos propuestas —las de
Pestaña y Quintanilla— que, quizá, resultaban demasiado
moderadas para el ánimo que se tenía con respecto a la UGT
900 Idem.
táctica, y sería inútil la celebración de otro Congreso, ya
que ellos no habrían de convencernos para adoptar sus
métodos de lucha.
Id., p. 237.
interesante debate en el que los congresistas manifestarían su
visión de la revolución bolchevique.
«Al Congreso:
El Comité Confederal.
937 A pesar de las fechas dadas, Pestaña diría en el texto de su segundo trabajo haber
escrito ambos en junio de 1921. Estos trabajos serían publicados en Barcelona, en 1924 y
1925, con los títulos: «Setenta días en Rusia. Lo que yo vi.», el primero, y «Setenta días en
Rusia. Lo que yo pienso.», el segundo. Modernamente serían publicados con los títulos:
«Informe de mi estancia en la URSS», el primero, y «Consideraciones y juicios acerca de
la Tercera Internacional», el segundo, Madrid 1968.
5. — El problema campesino. La socialización de la tierra
938 Vid. las actas de este Congreso en DÍAZ DEL MORAL, op. cit., p. 432 y ss. Sobre el
problema campesino, vid. A. BAR, «Syndicalism...», cit., p. 177 y ss.
en este terreno y haría enormes esfuerzos para propiciar su
desarrollo en el mismo. Sin embargo, su política no sería muy
acertada, y ello haría que este problema, la debilidad cenetista
en el sector agrícola, fuese algo que arrastraría hasta los años
treinta, en los que se volvería a hacer un nuevo esfuerzo
organizado para dar una más extensa y sólida implantación a la
CNT en el sector agrícola. Y uno de sus grandes errores
consistió precisamente en la disolución, una vez ingresada, de
la FNOA, bajo el criterio, entonces imperante, de disolver todas
las FEDERACIONES Nacionales de oficio.
939 En 1919, «La Voz del Campesino» tiraba unos 4.000 ejemplares («Soli»
3-octubre-1930, p. 2).
propiedad privada de las tierras, haciendo que éstas pasen a
manos de los que las trabajan?»; mientras que contestando al
76, el Sindicato de Profesiones Liberales de Barcelona
presentaba un informe de tipo técnico sobre la socialización de
la tierra.
945 Vid. lo dicho sobre este tema al hablar del Congreso de 1910, en capítulo II.
946 Vid. lo dicho al hablar del Congreso regional catalán de Sants, en capítulo III. (CRT
de Cataluña, «Memoria del... 1918», cit., p. 14.)
revolucionario. ¿Cómo se podría reorganizar la sociedad
postrevolucionaria, con el difícil mecanismo de la producción,
etc., por muchos esfuerzos capacitatorios que el proletariado
realizase, sin contar con la colaboración y asistencia
imprescindible de estos sectores?
951 CNT «Memoria», cit., p. 230. El Congreso aprobó, además, un trabajo elaborado por
el Sindicato de Profesiones Liberales en el que se estudiaban las causas del encarecimiento
de los productos y se encontraban éstas en el acaparamiento, la exportación fraudulenta y
en el afán desmedido de lucro. Se pensaba que los aumentos salariales no contribuían sino
al aumento de los precios, y como remedio a la carestía se aconsejaba, en cambio, el
establecimiento de un salario mínimo, de jornada máxima, del «label» sindical y un
control efectivo sobre la adulteración y acaparamiento de productos (Id., p. 253).
venía haciendo. La construcción de viviendas por los sindicatos
no tenía nada de enfrentamiento directo con el burgués, y, por
el contrario, como las cooperativas u otros medios rechazados
por la CNT, tenía más de sindicalismo a base múltiple que de
sindicalismo de acción directa.
D) Otros acuerdos:
IV.— CONCLUSIÓN
1. Los datos
Así, la CNT, que llega en 1919 a uno de los puntos más altos
de su devenir histórico, comienza a partir de ese mismo
momento un suave descenso, que la dictadura de Primo de
Rivera, mediante su suspensión, se encargará de acelerar al
máximo, llevándola a su práctica desaparición, una vez más,
como tal organización.
952 Entre los que pierden la vida asesinados en plena calle, destacan los nombres de los
secretarios generales de la CNT Evelio Boal y Francisco Jordán, y los miembros de los
diferentes Comités, nacional, regional catalán, o local de Barcelona, Salvador Seguí, Juan
Pey, Ramón Archs, José Molins, y un largo etc., demasiado extenso para detallar aquí (vid.
M. BUENACASA, «El movimiento...», cit., p. 103). En el otro lado, el asesinato de Dato, el 8
de marzo de 1921, sería uno de los más sonados logros del terrorismo cenetista, el cual
—según García Oliver— fue ordenado por el propio C. R. de Cataluña, del que era
secretario general entonces Ramón Archs (J. GARCÍA OLIVER «El eco de los pasos»,
Barcelona, 1978, p. 625-626).
situación no era ya la misma que la de 1919, y la CNT había sido
gravemente dañada. Además, la vuelta a la legalidad no supuso
un final de las actividades terroristas, tanto propias como
ajenas, con lo que la Confederación tendría que seguir
soportando aún este mal que afectaba seriamente a la
actividad sindical.
Por parte propia —y sin que esto quiera significar que la CNT
tomaba parte en ello como tal organización—, las actividades
terroristas de los medios cercanos a la CNT cambiaron un tanto
su orientación, dirigiéndose ahora más bien al atraco, como
medio más eficaz de recaudar fondos, cuyo destino debería ser
el fortalecimiento de la organización confederal y la asistencia
a los numerosos detenidos de la Confederación y sus familias.
Actividad ésta que no dejó de recibir condenas de los propios
órganos superiores de la CNT, dado que, más allá de los frutos
económicos que podía rendir a la organización, no dejaba de
ser una distorsión en la actividad confederal que sólo podía
aumentar la represión sobre la misma y crear la desconfianza
en las masas obreras, a las que había que tratar de atraer953.
Pero quizá más grave aún era el daño infligido a la CNT por el
terrorismo ajeno, que habría de segar la vida de uno de sus
más destacados dirigentes de toda su historia, Salvador Seguí,
953 Según GARCÍA OLIVER (op. cit., p. 633), la Confederación no fue nunca ajena a la
organización y preparación de los actos terroristas. En este sentido, se puede destacar,
entre otros, el acuerdo del Pleno Nacional de Valencia, de julio de 1923, de acudir al asalto
de bancos para abastecer las arcas de la organización. Sin embargo, un manifiesto del C. R.
Catalán desmentiría categóricamente poco después la participación de la CNT en tales
actos, advirtiendo que «La organización obrera no tiene nada que ver con los atracos, que
los repudia como contrarios a su ideario, y que está dispuesta a echar de su seno a todo
afiliado que se demuestre y pruebe tenga participación directa o complicidad manifiesta en
esos repugnantes actos» (en «Soli», 18-ditiembre-1923, p. 1).
quien caería asesinado el 10 de marzo de 1923, junto con
Francisco Comas, otro cenetista que le acompañaba en ese
momento. El propio Pestaña sería gravemente herido en otro
atentado, que tuvo lugar en Manresa, el 25 de agosto de 1922.
En fin, la lista de atentados sería excesivamente larga de
detallar y excede la intención de este trabajo. Valga
simplemente el apuntar estos.hechos como elemento
determinante de la trayectoria cenetista en estos momentos.
954 JUAN PEIRÓ, «Pensamiento de Juan Peiró», México, 1959, p. 191; Id. «Escrits.
1917-1939», Barcelona, 1975, p. 13.
ofensiva contra los sectores probolcheviques y por la retirada
de la CNT de la Tercera Internacional. Pero, además, a estos
nombres más o menos conocidos pueden añadirse los de otros
militantes que adquirirían un gran renombre durante la
Segunda República y cuya actuación se inicia en estos
momentos, como Buenaventura Durruti, Torres Escartín, los
hermanos Francisco y Domingo Ascaso, Juan García Oliver,
Gregorio Jover, etc.; los cuales serían conocidos más por su
militancia anarquista y su participación en diversos grupos
específicos y de acción, que por su militancia sindical. Esta
tendencia sería, pues, la más radicalizada, con una verdadera
obsesión por la acción, prescindiendo totalmente de la
preocupación organicista que caracterizaba a los más
moderados y a los sindicalistas.
Es así como Andrés Nin y Joaquín Maurín, que serían las más
destacadas figuras del sector probolchevique de la CNT, llegan
a ocupar los puestos más destacados de la Confederación. A
poco de la detención de Boal, el Comité Nacional de la CNT
eligió, en marzo de 1921, a Nin como su secretario general;
puesto que ocuparía hasta su viaje a Rusia, como delegado de
la CNT al congreso constitutivo de la ISR, en mayo de ese
mismo año.
960 M. BUENACASA, op. cit., p. 253-256, relata detalladamente las incidencias de esta
detención.
961 VÍCTOR ALBA, «El marxisme a Catalunya. 1919-1939», vol. I: «Historia del
BOC», Barcelona, 1974, p. 19-21. Ramón Archs sería asesinado por entonces.
la permanencia de la CNT en la III Internacional del Comité
Nacional, los unos, y que persistían en la actitud terrorista,
parte de los otros.
962 M. BUENACASA, op. cit., J. PEIRATS, «La CNT en la Revolución española», o «Los
anarquistas en la crisis política española», citados. En similar sentido se manifiesta JUAN
GÓMEZ CASAS, «Historia del anarcosindicalismo español», Madrid, 1968, quien llega a
hablar de «infiltración comunista» (p. 138), cuando, en realidad, no puede hablarse aún de
una verdadera conciencia comunista (marxista-leninista) en estos sectores. Ella llegaría,
para la mayoría de ellos, más tarde, tras su visita a Rusia. Por otra parte, no se trataba de
«infiltrados», sino de militantes que, aunque de corta antigüedad, ya venían
desempeñando cargos importantes en sus respectivos sindicatos. Vid.: V. ALBA, «El
Marxisme a Catalunya», cit.; PELAI PAGES, «Andreu Nin: su evolución política
(1911-1937)», Madrid, 1975; FRANCESC BONAMUSA, «Andreu Nin y el movimiento
comunista en España (1930-1937)», Barcelona, 1977.
«probolcheviques» fue de lo más regular, y, en realidad, se
limitaron a cumplir con los acuerdos de un Congreso de la
Confederación, que meras asambleas clandestinas, basadas en
informes no oficiales —el delegado de la CNT a Rusia, enviado
tras el Congreso de 1919, Ángel Pestaña, al ser detenido a su
regreso a España, no pudo dar a la publicidad su informe hasta
noviembre de 1921—, o de la prensa burguesa, atemorizada
por el proceso revolucionario de aquel país, no podían
modificar. Así, tanto su elección para los cargos que ocupaban,
como la labor desarrollada en el sentido de formalizar la
adhesión a la IC y a la ISR, no eran sino consecuencia y
cumplimiento de acuerdos de la Confederación. Lo cual no
impide reconocer el importante papel que las circunstancias
especiales, de clandestinidad, etc., por las que se pasaba,
podían tener y de hecho tenían, en todo ello.
963 V. ALBA, op. cit., I, p. 25. Sobre la muerte de Dato y la participación de la CNT en
la misma, ver: A. BUESO, «Recuerdos de un cenetista», I, cit., p. 140 y ss.; GARCÍA
OLIVER, op. cit., p. 625-626. Según este último autor, el secretario del CR catalán entonces
era Ramón Archs.
estos sectores era que el CN saliese de Barcelona, pudiendo así
—dada la especial forma de elección del mismo— cambiar su
composición y la tendencia de los que lo dirigían. Pero sus
intentos resultaron fallidos, al acordar el Pleno Nacional,
celebrado en Barcelona el 15 y 16 de octubre de 1921, que el
CN debía permanecer en aquella ciudad, dado que, a pesar de
la represión y la clandestinidad, era allí donde se encontraba el
grueso de los efectivos confedérales964.
(...)
(...)
965 Sobre este tema vid. G. H. MEAKER, op. cit., p. 502 y ss.
966 Gran parte de los artículos críticos que los anarquistas europeos —E. Malatesta,
Emma Goldman, Alexander Berkman, J. Grave, Rudolf Rocker, etc.— comenzaron a
publicar en sus respectivas revistas, en cuanto se tuvieron más detalladas noticias del
proceso revolucionario ruso, de la represión del movimiento anarquista en aquel país, etc.,
fueron inmediatamente traducidos y publicados por los periódicos y revistas españoles,
como «Nueva Senda», de Madrid, «Tierra y Libertad», de Barcelona, «El Productor», de
Sevilla, «Redención», de Alcoy, etc. El «Almanaque de Tierra y Libertad», para 1921,
recogería varios artículos contrarios a los bolcheviques, de Grave, Prat, García Birlán y
otros. Por otra parte, comenzarían también a aparecer diversos folletos y libros sobre el
tema.
revolución rusa en su libro «Mi viaje a la Rusia Sovietista» 967,
en el que el catedrático de Derecho Político de la Universidad
granadina no ahorraba críticas a la misma. Informes de este
tipo, cuando aún no se conocían los del enviado de la CNT al
mismo Congreso de la Internacional, Ángel Pestaña, no podían
dejar de tener un eco cada vez mayor en unas mentes ya
predispuestas por los informes de la prensa burguesa y de
otros anarquistas europeos.
6 Madrid, 1921.
968 ÁNGEL PESTAÑA, «Memoria que al Comité de la Confederación Nacional del Trabajo
presenta de su gestión en el II Congreso de la Tercera Internacional el delegado Ángel
Pestaña», Madrid, 1921, Biblioteca «Nueva Senda», 87 pp.
mantenimiento de la organización en las difíciles circunstancias
de la clandestinidad, comenzaba a tener una cierta influencia
en la Confederación.
«Reafirmación de principios
(19-junio-1975).
971 «Vida Nueva», 12-junio-1922; «Lucha Social», 24-junio-1922.
4. ° Respuesta de la CNT ante la situación política y
económica que se vivía.
979 Id. «La Batalla» fue el órgano oficial de los CSR. Su publicación se acordó en la
citada Conferencia de Bilbao, nombrándose director de la misma a Joaquín Maurín.
980 «El Marxisme...», I, cit., p. 26. En igual sentido F. BONAMUSA, «El Bloc Obrer i
Camperol. Els primers anys (1930-1932)», Barcelona, 1974.
981 En realidad, el origen de los CSR, tanto en Francia como en España —aunque en la
primera tuvieran un contenido un tanto diferente, por figurar en los mismos sectores
anarcosindicalistas opuestos a las directrices que Jouhaux imprimía a la CGT, junto con
los probolcheviques—, se debe propiamente a las directrices marcadas por la Tercera
Internacional, una de cuyas famosas 21 condiciones —la 9— imponía la creación en los
Sindicatos de «núcleos comunistas cuyo trabajo pertinaz y constante conquistará a los
sindicatos para el comunismo». El documento fundacional de la ISR, que firmaría Pestaña
en Moscú, en junio de 1920, establecía también la creación de un «núcleo comunista» en el
seno de las organizaciones sindicales, «cuyo esfuerzo incesante acabará por imponer
nuestro punto de vista».
Se trataba, en primer lugar, de hacer de la CNT una
organización más abierta, no sectaria, receptiva de todas las
tendencias ideológicas existentes en el movimiento obrero.
Convertirla, por lo tanto, en un verdadero organismo de masas,
capaz de conseguir la unión de toda la clase trabajadora
española. En este sentido, la consigna del «frente único
proletario» constituía un primer paso importante en ese
camino, al conseguir, en principio, una unidad de acción de
todos los trabajadores en pos de unas conquistas de tipo
político o social que supusieran una mejora en la situación de
toda la clase trabajadora, así como una eficaz defensa de sus
derechos.
983 «La Batalla», 30-diciembre-1922. Esta declaración de principios no era sino una
repetición, un tanto suavizada, de la que en julio habían hecho pública los sindicatos de
Lérida, que venía a decir:
«1.° La CNT no debe ser un partido anarquista como se intenta, sino un organismo de clase
del que puedan pasar a formar parte todos los trabajadores de espíritu revolucionario sea
cual fuere su matiz político.
° La CNT debe huir de «posibilismos libertarios» para entrar nuevamente por el camino
2.
de una seria actuación revolucionaria dentro de la lucha de clases, que no debe ser
abandonada por ningún posibilismo.
3.° Frente a la concentración capitalista que hace esfuerzos enormes para arrebatar la
jornada de ocho horas y disminuir el salario, formación de un bloque único proletario.
4. ° Tender a la fusión de todo el proletariado español en un solo organismo revolucionario.
5.° Adhesión a la Internacional Sindical Roja como acaban de hacer los sindicalistas
franceses.
° Defensa de la Revolución rusa atacada por la coalición del capitalismo internacional»
6.
(«Lucha Social», 22-julio-1922).
De esta manera, los CSR se acogían también a la consigna del
frente único proletario, que por aquel entonces promovía el
joven Partido Comunista de España, tratando de unir a todo el
proletariado español, polarizado en torno a las dos centrales
sindicales más fuertes del país, la CNT y la UGT. De hecho, ese
mismo verano de 1922, el PCE se dirigiría a la CNT y a la
Federación de Grupos de Anarquistas, así como a la UGT y al
PSOE, proponiéndoles la formación del citado frente único, a lo
que la CNT ni siquiera se prestó a contestar 984. El acuerdo de la
Conferencia de Bilbao, siguiendo, pues, esta consigna, decidió
«invitar a la Confederación Nacional del Trabajo, Unión General
de Trabajadores, grupos anarquistas, Partido Socialista, Partido
Comunista y organismos autónomos de lucha de clases, para
que se constituya inmediatamente el frente único proletario».
Y la finalidad concreta, la motivación inmediata de la creación
de este frente único era, en ese momento, para los CSR, la
oposición de la clase trabajadora a «la bacanal de Marruecos,
a los desmanes del Gobierno, a la baja de salarios y aumento
de jornada, y a la incipiente organización del fascismo
asesino»985.
986 A la Conferencia fundacional de los CSR asistirían las siguientes entidades: Sindicato
Metalúrgico de Bilbao, S. de la Construcción de Vizcaya, S. Minero de Vizcaya, S. de la
Construcción de Muebles de Vizcaya, Sección Metalúrgica de Ortuella y Gedio, Grupos
Sindicales de Bilbao de Obreros Municipales, de Hojalateros, de Peones, de Dependientes
de Comercio, de Piedra y Mármol, de Toneleros Mecánicos, Federación de los Grupos
Sindicales de Erandio, Portugalete y Bilbao, Grupo Sindical de Baracaldo, Sociedad de
Barberos-Peluqueros de Bilbao, Grupo Sindical de Sestao, Federación Provincial del
Trabajo de Lérida, Grupos Sindicalistas de Valencia del Sindicato de la Madera, de la
Metalurgia, del Arte Textil, del Transporte, de la Alimentación; Grupos de Castellón, de
Crevillente, de Alcoy, de Elche, de Novelda, de Elda; Grupo Sindicalista Revolucionario
de Artes Gráficas de Alicante, Id. de Valí de Uxó, Sindicato único de Benifayó, de Buñol,
S. Mercantil, Sociedad de Albañiles, de Metalúrgicos, de Carpinteros, Sociedad de
Trabajadores del Campo de Castilla, S. único de Falset, S. único de Burgos, Grupo
Sindical de Eibar, S. de Carruajes de Oviedo, S. único Minero de Asturias, S. Metalúrgico
de Oviedo, Grupos Sindicales de Asturias. Se adhirieron el Grupo Sindical de la Sociedad
de Albañiles de Madrid y los Grupos Sindicales de las Baleares («La Batalla», núm. 3,
6-enero-1923).
987 Op. cit., p. 218, 219.
no, las habituales tensiones entre los dos sectores tradicionales
en los que se dividía la Confederación —los sindicalistas
revolucionarios y los anarcosindicalistas—, que ahora, anulado
en cierto modo el problema de los «bolchevizantes», que
durante un tiempo les había unido, volvían a enfrentarse entre
sí por el dominio y la oriención exclusiva de la CNT.
997 «Soli», 28-agosto-1923, p. 2. Según GARCÍA OLÍ VER, el secretario del CN elegido
entonces fue Manuel Adame (op. cit., p. 633).
998 «Soli», 3 y 24-agosto-1923, p. 4.
999 «Soli», 12-septiembre-1923; Id. 12-diciembre-1923; «Acción Social Obrera»,
Así, todas estas modificaciones no eran sino la manifestación
externa de la continua lucha y enfrentamiento entre los dos
sectores más importantes en que se dividía la Confederación,
tensiones que se fueron acentuando en el año 1923 y que con
la dictadura primorriverista experimentarían aún mayor
enconamiento, ante la diferente posición adoptada por los
mismos frente a ésta. Pero, además, durante los primeros
meses de la dictadura, la lucha interna de la CNT se hizo aún
más patente, dado que la dificultad que tenía la prensa obrera
para ocuparse de los problemas reales del mundo obrero y de
la situación política del país, debido a la censura previa, hizo
que ésta dedicase una mayor atención a los debates teóricos.
Así, mientras la legislación, cada vez más dura y exigente, iba
poniendo fuera de la legalidad, o dificultando la acción de
partidos y sindicatos, los dirigentes de las tendencias
enfrentadas daban rienda suelta a sus especulaciones de tipo
teórico y discutían sobre la visión teórica del momento político
de cada uno de ellos.
15-diciembre-1923.
con vida, fue que a la puerta del hospital hacían guardia
permanente un grupo de pistoleros, deseosos de rematar la
acción. Ello fue una de las múltiples gotas que colmaron el vaso
de la paciencia pública ante la actuación desaforada del
general Martínez Anido, quien, a pesar del apoyo que recibía
de la burguesía catalana, el 24 de octubre de ese mismo año,
tras un fantasmal atentado contra su vida, organizado por él
mismo 1000 , fue destituido de su cargo de gobernador de
Barcelona, junto con el jefe superior de policía, el también
general Arlegui.
1000 Sobre las implicaciones policiales en el atentado contra Martínez Anido, vid. A.
BUESO, «Recuerdos de un cenetista», I, p. 172 y ss. Sobre el terrorismo en este período
vid. J. M. FARRE MOREGO, op. cit.; CNT «Páginas de sangre», Barcelona, 1921.
incluso una invitación para visitar la URSS— en la CNT1001. En
realidad, los hechos no se esclarecieron nunca del todo y la
versión oficial cenetista echó toda la responsabilidad a los
pistoleros del «Libre»; y si la versión de Comín Colomer puede
resultar un poco exagerada, no se puede, por el contrario,
ocultar la posición cada vez más moderada de Seguí, quien no
ocultaba sus contactos con los políticos 1002, ni su oposición
radical al extremismo anarquista1003. El hecho fundamental fue
que la muerte de Seguí, pocos meses antes de la instauración
del régimen primorriverista, tuvo un papel decisivo en el
encumbramiento de los elementos más radicales en el seno de
la CNT.
1004 El citado manifiesto fue publicado en «El Libertario», de Buenos Aires, 31-
julio-1923 (reproducido íntegramente en «Revista de Trabajo», 44-45, 1974, p. 497500).
«A la reacción burguesa responde la rebelión proletaria —decía el citado manifiesto—
precursora de la revolución; a los despotismos de arriba la heroicidad de abajo; a la tiranía
del Estado y el imperio de la impotente democracia, último refugio del poder
gubernamental, opónese la aspiración libertaria, que es la expresión y garantía de la
soberanía del individuo. A la propiedad privada, la expropiación y la comunidad de bienes
naturales; al régimen del salario, la cooperación general y voluntaria para la producción y
el consumo; al dogmatismo religioso, la libertad del pensamiento; al amor patrio, el amor
de la Humanidad; a la ciencia oficial, la ciencia positiva; al malestar de unos, el bienestar
común y la felicidad plena para todos.»
encomendada», al mismo tiempo que consideraba a los
ataques que se les hacían como «puramente personales»1005.
1007 Entre los tres delegados debían estar Calomarde y Antonio Amador, que serían
detenidos por la Policía en Madrid, el 19 de septiembre de 1923. Sin embargo, Antonio
Amador desmentiría posteriormente, en carta enviada a la «Soli», su participación en esta
misión («Soli», 21 y 23-septiembre-1923, p. 1).
1008 «Acción Social Obrera», 15-diciembre-1923.
nacional que redujese la problemática y la lucha de tendencias
a sus justos términos, así como que afrontase el espinoso y
nunca del todo resuelto tema de la definición u orientación
ideológica de la CNT, que ahora de nuevo volvía a estar en
cuestión. En este sentido había comenzado a trabajar el CN que
encabezaba Juan Peiró. Sin embargo, el Pleno Nacional de
Valencia, que sustituyó al anterior CN, acordando su traslado a
Sevilla, acordó también suspender indefinidamente la
convocatoria de un nuevo Congreso nacional, estimando
precipitada la que había realizado o preparaba el CN
saliente1009. Pero, si las circunstancias eran lo suficientemente
agobiantes como para impedir que el Congreso se preparara
con la debida tranquilidad y profundidad en el tratamiento de
los temas, también era verdad que los mismos problemas a
resolver no permitían grandes dilaciones en su abordamiento.
Así lo entendió, por ejemplo, la CRT del Norte, que los días 11 y
12 de agosto de 1923 celebró en Vitoria un Pleno regional, en
el que, aparte de otras cuestiones de índole interno, se acordó
criticar duramente el traslado del CN a Sevilla, por estimar
«irregular» la adopción de esta resolución, y se consideró
«inaplazable que la CNT convoque un Congreso Nacional» 1010.
1011 Fueron conocidos entonces ciertos contactos de Seguí con elementos republicanos
—Lerroux— y liberales, tendentes a la formación de un Gobierno que respetase las
libertades y permitiese un mejor desenvolvimiento de la actividad sindical. («El Sol»,
25-abril-l922; G. H. MEAKER, op. cit., p. 564).
1012 En las elecciones del 19 de noviembre de 1923 el abstencionismo en Barcelona
superó la cuota del 50 por 100. Aunque ello, de por sí, no es excesivamente significativo
del éxito de la campaña cenetista, dado que similares cotas de abstención se alcanzaron en
otras zonas donde la CNT tenía una presencia muy reducida, como Asturias, o el propio
Madrid (vid. M. CUADRADO, «Elecciones y partidos políticos en España (1868-1931)», II,
p. 840).
2. La cuestión ideológica
1015 A ellos se unirían en 1926 Gregorio Jover y Antonio Ortiz (C. M. LORENZO, «Los
anarquistas españoles y el poder —1868-1969—», París, 1972, p. 46; ABEL PAZ,
«Durruti. El proletariado en armas», Barcelona, 1978, p. 41). GARCÍA OLIVER, que añade
los nombres de Alejandro Ascaso (sic), Antonio «El Toto», Manuel Campos «Torinto» y
el del vasco Bargutia, sostiene que el grupo lo creó él hacia marzo de 1923, a solicitud del
Comité de acción de la CNT (creado por aquellas mismas fechas también y del que serían
La actividad de «Los Solidarios» no sólo se dirigiría al
atentado individual o el atraco, como forma de acción
revolucionaria 1016 , sino que desarrollarían una activa labor
orgánica en el campo de los grupos anarquistas, contribuyendo
a su federación y coordinación. Así, poco tiempo después de su
fundación, a principios de 1923, convocaron en Barcelona una
Conferencia regional anarquista, de la que saldría un Comité
regional de relaciones anarquistas —del que formarían parte
Francisco Ascaso, Durruti y Aurelio Fernández, entre
otros 1017—, y, en marzo de 1923, participaron en Madrid en la
Conferencia nacional anarquista, en la que se trató de la
coordinación en el ámbito nacional de los citados grupos.
Actividades federativas todas ellas, que vendrían a constituir
un germen de lo que años más tarde sería la FAI.
miembros: A. Pestaña, J. Peiró, Camilo Piñón y Narciso Marcó), con el fin de defender a
los militantes de la misma mediante el empleo del atentado individual (op. cit., pp.
628-630).
1016 Sobre las actividades de «Los Solidarios», véanse, especialmente, las obras de
GARCÍA OLIVER y ABEL PAZ ya citadas, en las que nos hemos basado y a las que nos
remitimos.
1017 J. GARCÍA OLIVER, op. cit., p. 634-635. A. PAZ, op. cit., p. 42, sostiene que tal
Conferencia se celebró a finales de 1922.
Teresa Claramunt, en España, o Abad de Santillán, López
Arango, desde la Argentina, etc., en su crítica a la CNT, su
organización, su estrategia, su ideología, etc. No sólo se
criticaba a los que habían sido sus más destacados líderes
—Pestaña, Seguí—, por no haber sabido llevar a cabo el
proyecto revolucionario confederal cuando la CNT se
encontraba en el momento culminante de su desarrollo, sino
que se criticaba al propio sindicalismo, al que se recriminaba su
apoliticismo, su pretendido neutralismo ideológico, en vez de
declararse anarquista, e incluso su organización, proponiendo
una vuelta a las viejas sociedades de oficio —más susceptibles
de intervención por parte de los anarquistas—, etc.
1018 Buenacasa sostuvo, además, que el Pleno se había realizado en Logroño —lo que
sería también repetido por varios historiadores—, cuando, en realidad se celebró en
Madrid. Diría sobre el mismo: «El Pleno de Logroño (agosto), organizado a instancias de
la comarca guipuzcoana y al que asistió la representación auténtica —en el anterior era
amañada— de toda la organización española, desautorizó por unanimidad la reunión de
Lérida, sus acuerdos y a la delegación que sin mandato de nadie acudió a Rusia» (M.
BUENACASA, op. cit., p. 105).
En realidad, el Pleno rechazó la condena propuesta por la
delegación norteña, cuyo portavoz era Galo Diez, remitiendo la
cuestión de la Internacional Sindical Roja a un Pleno posterior,
cuando ya hubiesen vuelto los delegados enviados a Moscú en
abril, y éstos pudiesen informar detenidamente sobre la
misma. Incluso, se acordó dar libertad de acción al CN, en la
lucha que estaba sosteniendo contra la represión por el
mantenimiento de la CNT, si bien con la precisión de que su
actuación no supusiese una violación de los principios
confederales y de los procedimientos empleados hasta la
fecha. Y en este sentido, el Pleno acordó también ratificar, una
vez más, los acuerdos del Congreso nacional de 1919,
recordando que la finalidad de la CNT era el «comunismo
libertario»:
1020 «La CNT a la opinión pública», recogido en «Acción Social Obrera», 1-marzo-
1922 y en «Lucha Social», 18-marzo-1922.
sectores de la CNT, aunque estuvieran en contra de ello; sino
que hacía una expresa declaración de fe anarquista, que
superaba los límites de esa declaración formal del Congreso de
1919, Admitiendo, por lo demás, no sólo el predominio de la
idea anarquista dentro de la Confederación, sino la
intervención exclusiva de los anarquistas en la organización
confederal: «Nosotros esencialmente anarquistas no
admitimos otras orientaciones e ingerencias en nuestra misión
que aquéllas que vengan de los mismos anarquistas», venía a
decir el citado manifiesto; y añadía, además, cuáles eran para
ellos los elementos esenciales de esta concepción anarquista
que se quería imponer a la CNT:
(...)
(...)
1027 El propio editorial de «Soli» citado se hacía eco de frases aparecidas en otros
periódicos en las que se hacía referencia a una próxima participación de la CNT en el
juego electoral. «La Libertad» había dicho: «Con viva satisfacción hemos de recoger los
acuerdos adoptados por la Asamblea de Zaragoza, que reintegran a las masas obreras en la
actuación de la política nacional»; y «La Voz» había añadido: «Ya estamos viendo
diputados a Pestaña y a Seguí» («Soli», 21-junio-1922; M. BUENACASA, op. cit., p. 110).
1028 «El Sol», 25-mayo-1922; G. H. MEAKER, op. cit., p. 564.
Sin embargo, sin negar en términos absolutos cualquier
posible intención secundaria en la citada declaración cenetista,
pero sin afirmar tampoco lo contrario, cabe decir que la
significación del acuerdo es mucho mayor en el campo del
debate interno confederal, que en el campo de las relaciones
externas de la CNT; dado que, en cualquier caso, la citada
declaración no produjo efecto alguno en este último terreno
que tuviese la más mínima trascendencia.
1029 Vid. entero este acuerdo en M. BUENACASA, op. cit., pp. 155 y ss. El subrayado es
mío. G. H. MEAKER (op. cit., pp. 570 y ss.) sostiene erróneamente que este dictamen se
Pero, en el aspecto que ahora nos ocupa, el citado acuerdo
venía a hacer una dura crítica al revolucionarismo que había
inspirado a la CNT en los últimos años y que la había llevado al
calamitoso estado en el que se encontraba.
1037 «Vida Nueva». 15-junio-1922, p. 4; M. BUENACASA, op. cit., p. 143. Este último
autor afirma que entbnces se fijó a los miembros del CN un «elevado sueldo», por lo que,
entre otras cosas,s Galo Diez rechazó tal nombramiento.
1038 Resultado de este acuerdo es muy posible que fuese el folleto de 80 páginas
publicado por el Comité Pro Presos de la CNT, en Manresa, en el año 1923: «Ideasy
tragedia».
1039 «Lucha Social», 24-junió-1922, p. 1; «Vida Nueva», 15-junio-1922, p. 4; CNT
«Memoria del Congreso... de 1919», p. 192.
adherirse a «un organismo internacional que esté identificado
con los principios y tácticas de la CNT» y establecer estrechas
relaciones con la CGTU (Confederación General del Trabajo
Unitaria) de Francia 1040, y la CGT de Portugal.
— Radicalización e intransigencia
1046 En su discurso del 1 de julio ante los delegados de la Internacional había dicho
Lenin: «En ningún país lograréis la victoria sin una preparación a fondo. Es suficiente un
partido pequeño para conducir a las masas. En determinados momentos no hay necesidad
de grandes organizadores. Mas, para la victoria es preciso contar con las simpatías de las
masas (...); para la victoria, para mantener el poder, es necesaria no sóloJa mayoría de la
clase obrera (...) sino también la mayoría de la población rural explotada y trabajadora»
(V. I. LENIN, «Obras escogidas», II, Moscú, 1960, p. 652).
1047 DOLORES IBARRURI y otros, «Historia del Partido Comunista de España»,
Varsovia, 1960, p. 34.
1048 Tras el desplazamiento de los probolcheviques del CN, el nuevo se pronunciaría
en más de una ocasión en contra del frente único; la primera vez ya a los pocos días de su
designación, en un manifiesto en el que se atacaba también a la ISR (vid. «Acción Social
Obrera», 18-marzo-1922).
La Conferencia de Zaragoza no llegó a estudiar el tema de
manera específica, sin embargo, la alusión al mismo aparecía
en más de una ocasión. El propio Seguí, en su intervención
acerca del tema de la Internacional Comunista, establecería un
criterio flexible acerca del mismo:
1050 Decía el acuerdo sobre este tema: «Considerando que para llegar a él [frente único]
son indispensables determinadas condiciones ambientales que hoy no existen.
Considerando además que esas condiciones no podrán ser creadas mientras no
desaparezca el encono con que luchan entre sí las fracciones que han de integrarlo, estima
que no puede hacer otra cosa que señalar al Congreso la conveniencia de realizar esfuerzos
tendientes a este fin, porque sería de resultados fecundos para la preparación
revolucionaria de las multitudes una inteligencia de todas las fracciones de izquierda que
aceptan sin reservas la lucha de clases, siempre y cuando se profesen todos los respetos
personales y colectivos, conservando, empero, cada una de ellas sus posiciones
ideológicas. Consecuentes con este criterio, la ponencia considera [y el Congreso aprueba]
indispensable para dar fe de su buen propósito, llegar a una acción mancomunada con
todos los organismos obreros en todas las luchas sociales y está dispuesta a inteligenciarse
con los mismos» (cit. en M. RÚEN ACAS A, op. cit., p. 175).
autoritaria, venía a destruir las bases mismas de la democracia
y, por tanto, las mínimas libertades necesarias para la
actuación de los organismos de la clase trabajadora. Así, a la
política de acercamiento a las masas, el fascismo iba a añadir al
frente único la connotación defensiva, de la libertad y de la
democracia, necesarias a la clase trabajadora, con la que
terminaría triunfando en los años treinta. Sin embargo, ni aun
esta connotación defensiva, ni aun el peligro fascista supondría
para la CNT suficiente motivación para un acercamiento a los
comunistas, que, a partir de la Conferencia de Zaragoza, de
junio de 1922, se convertirían para ella en una especie de bicha
de la que sólo se podía huir y a la que sólo se podía condenar
con todas las armas posibles.
1053 Vid. J. ARQUER, «Salvador Seguí (Noi del Sucre) 1887-1923. Treinta y seis años de
una vida», Barcelona, s.f. (aprox. 1932), p. 23-24.
Liberales de la CNT, el cual había colaborado a crear.
1054 Según sus propias declaraciones, Nin dejaría el PSOE en 1919, para pasar a militar
activamente en la CNT, por su carácter revolucionario y para poder luchar «en el puro
terreno de la lucha de clases» (De una intervención de Nin en el Congreso de la CNT de
1919; CNT «Memoria del Congreso... de 1919», cit., p. 373).
contradictoriamente, habían sido en un principio los más
fogosos defensores de la revolución rusa.
1057 Id.; J. MAURÍN, «El Bloque...», cit., p. 7. A. BUESO sostiene, no sólo que el Pleno se
celebró en Lérida, lugar donde los partidarios de la IC eran mayoría, sino que la delegación
nombrada estaba formada por: Nin, Maurín, Arlandis, Ibáñez, Víctor Colomer, Desiderio
Trillas y José Jover, a quienes se uniría, sin ser nombrado, Grau Jassans («Recuerdos...»,
cit., p. 158). Sobre la discutida legalidad de la designación de esta delegación cenetista,
diría años más tarde Andrés Nin: «Dicha delegación (...) fue objeto después del Congreso
[de la ISR] de una violenta campaña por parte de los elementos sectarios de la CNT, que la
acusaban de haber sido nombrada ilegalmente y de haber violado su mandato. Aclaremos,
ante todo, lo de la ilegitimidad del nombramiento. La delegación fue nombrada
unánimemente por el Pleno de representantes de todas las regiones, que se celebró en abril
de 1921. La legitimidad de esa designación es irreprochable» (A. NIN, «Las
organizaciones obreras internacionales», Madrid, 1933, p. 79).
1058 La presencia de los delegados de los dos partidos comunistas españoles —el PCE y
el PCO— redujo el protagonismo de la delegación cenetista, con respecto al que había
tenido la del año anterior, que la ostentaba Pestaña. Como diría más tarde Maurín: «Los
delegados de la CNT, al llegar a Moscú tuvimos que constatar que la CNT había pasado a
ser un invitado de segunda fila. La primera plaza la ocupaba un hipotético Partido
Comunista Español cuyo líder máximo era Merino Gracia (...). Partido Comunista
Español, más conocido en Moscú que en España» (op. cit., p. 7-8).
comunistas rusos querían imponer, protestando contra la
pretensión de convertir a la ISR en un mero apéndice sindical
de la IC —que era de contenido eminentemente político—, a la
cual quedaría sometida. La independencia y la autonomía de
los sindicatos, concepciones sindicalistas que los delegados
cenetistas tenían bien asumidas, chocaban rotundamente con
la visión del papel de los sindicatos, sometidos a las directrices
del partido comunista, que en Moscú se trataba de imponer.
Ellos mismos habían mantenido y mantendrían una lucha
similar, en contra del predominio anarquista, en el seno de la
CNT en España. Sin embargo, como también había ocurrjdo con
Pestaña anteriormente, a pesar de sus reservas con respecto a
muchos de los planteamientos que allí se consagrarían,
mantuvieron la vinculación de la CNT a los citados organismos
internacionales 1059, e, incluso, Andrés Nin, que no volvería
inmediatamente a España por temor a ser detenido por la
policía, que le buscaba intensamente como posible implicado
—como secretario de la CNT que era— en el asesinato de Dato,
después de un intento frustrado de regreso, siendo detenido
en Alemania, terminaría volviendo a Rusia, donde pasaría a
formar parte del secretariado de la ISR1060.
1059 Como diría más tarde Nin: «En el Congreso, la delegación votó y defendió la
resolución en que se establecía la necesidad de un estrecho contacto con la IC. No podía
obrar de otro modo, pues estaba ligada por el acuerdo de adhesión a la III Internacional
adoptado por el II Congreso de la CNT celebrado en Madrid, en 1919» («Las
Organizaciones Obreras Internacionales», Madrid, 1933, p. 79). Por otra parte, aunque
Pestaña hubiera sostenido no haber firmado la declaración inicial y la convocatoria de la
ISR, según el delegado francés Rosmer, esto no es cierto, y la convocatoria inicial de la
ISR aparecía firmada por Pestaña, junto con Lozovsky, D Arragona, N. Chablin, Rosmer,
Milkich y Mikatze (Id., p. 74; COMÍN COLOMER, op. cit., I, p. 111).
1060 Sobre Andrés Nin, vid.: A. NIN, «Els moviments d emancipació nacional. L aspecte
teóric i la solució práctica de la qüestió»(con una introducción biográfica de WILEBALDO
Los sectores más contrarios a la permanencia de la CNT en el
seno de la IC, descontentos con el envío de la citada
delegación, en cuya elección no habían participado las
representaciones de las Regionales del Norte, Centro y
Andalucía —que eran las Regionales donde eran mayoritarios
los contrarios a la Internacional—, mientras ésta permanecía
aún en Rusia, lograron que se reuniera un nuevo Pleno
nacional con el fin fundamental de analizar la oportunidad y la
regularidad de la decisión del Pleno nacional anterior de enviar
la citada representación a Rusia. Este Pleno, que se celebraría
en Madrid1061, los días 14 y 15 de agosto de 1921, sería más
numeroso que el anterior, reuniendo a 34 delegados de la
totalidad de las Regionales de la CNT, excepto Levante; siendo
las delegaciones más numerosas precisamente las que a priori
acudían con una actitud contraria a la seguida por el CN1062. Sin
embargo, el Pleno, que más que un auténtico Pleno era una
pequeña conferencia, o Pleno ampliado, por el número de
delegados asistentes, al contrario de lo que cabía esperar, no
resolvió en el sentido en que los contrarios a la IC deseaban, si
bien se preocupó por recordar la finalidad comunista libertaria
de la CNT, acordada en el Congreso de 19191063.
SOLANO: «Andreu Nin. Assaig biografíe», pp. 23-65), París, 1970; A. NIN,
«LOSproblemas de la revolución española»(introducción de J. ANDRADE), París, 1971; V.
ALBA, op. cit., III: «Andreu Nin»; PELAI PAGES, «Andreu Nin:SU evolución política
(1911-1937)», Madrid, 1975; F. BONAMUSA, «Andreu Nin y el movimiento comunista en
España (1930-1937)», Barcelona, 1977.
1061 Algunos historiadores, basándose en nuevos informes erróneos de Buenacasa,
sostienen que tuvo lugar en Logroño. Véase nota 67.
1062 Aragón acudía con 6 delegados; la Regional del Norte con 7; Castilla con 5;
Andalucía con 4; mientras que Cataluña acudía con 5; Baleares 2; y Africa, Galicia y
Asturias uno cada una; aparte, asistía el CN («Lucha Social», 27-agosto-1921, p. 2).
1063 «Lucha Social», de Lérida, del 27-agosto-1921, p. 2, publicaría una reseña del
En primer lugar, en términos generales, el Pleno acordó dar
libertad de acción al CN en la lucha que sostenía en contra de
la represión, pero fijando el principio de que su actuación no
debía suponer una rectificación, sino una ratificación de los
procedimientos empleados hasta el momento por la CNT.
1065 Acabado el Congreso de la ISR, Joaquín Maurín y Jesús Ibáñez iniciaron el regreso
a España, a finales de agosto de 1921. Ya en España, Ibáñez sería detenido por la policía,
pero no así Maurín, que viajaba con nombre falso. Arlandis y Leval que regresarían con
Nin un poco más tarde, después de haber sido retenidos en Alemania —como Maurín e
Ibáñez, antes—, serían también detenidos al llegar a España. Por su parte, Nin, cuando fue
liberado en Alemania, regresaría a Rusia, donde permanecería hasta septiembre de 1930,
en que volvería a España («Lucha Social», 26-noviembre- 1921 y 18-marzo-1922; V.
ALBA, op. cit., I, p. 24; PELAI PAGES, op. cit., p. 93; F. BONAMUSA, op. cit., p. 25).
1066 «Lucha Social»y 19-noviembre-1921, p. 3.
de todas las Regionales, excepto de Galicia, y no solamente una
representación amañada por los probolcheviques, como
también se ha sostenido1067.
1067 Esta visión, muy comente en la historiografía anarquista, ha sido sostenida incluso
por estudios de gran objetividad científica, como el de G. H. MEAKER, «La izquierda
revolucionaria en España (1914-1923)», cit., quien en la pág. 542 (421 de la edición
americana) llega a referirse al citado Pleno en los siguientes términos: «En octubre, aún
cuando la mayoría de los delegados no habían vuelto a España, los
sindicalistas-comunistas tomaron el desquite celebrando un pleno “nacional” por su
cuenta con objeto de examinar la conducta de los delegados en Moscú. Celebrada en el
más cordial ambiente de Lérida, el 15 y 16 de octubre, la reunión demostró una disposición
favorable hacia la Profintern. Acordó que la elección de la delegación había sido
“correcta” y que no se podía enjuiciar su conducta en Moscú hasta que los miembros de la
CNT tuvieran la ocasión de familiarizarse con las resoluciones de la Profintern.»
que era mejor esperar a conocer la versión de algún otro
delegado, que, como Gastón Leval, pudiese dar una versión
desde un punto de vista diferente al de Maurín.
Y completaba:
1084 Los precedentes remotos de la nueva AIT pueden encontrarse en las reuniones de
Londres, de septiembre de 1913 y de El Ferrol, de abril de 1915, en las que se había
intentado ya crear una internacional de carácter sindicalista. Los precedentes más
inmediatos se encuentran en las reuniones que en Moscú celebrarían, en 1920,
paralelamente a las sesiones del Segundo Congreso de la Internacional Comunista,
Pestaña (de la CNT), Borghi (de la Unione Sindícale Italiana, escindida de la CGLI), Le
Petit y Bergeant (de la CGTU, escindida de la CGT francesa) y Souchy (de la FAUD
alemana), quienes acordarían celebrar una nueva reunión en Berlín, en diciembre de 1920,
con la asistencia de delegaciones de otros países (asistirían los anteriormente citados
—excepto la CNT y la USI, debido a la represión en sus países— y delegados de la NSV
de Holanda, de la SAC de Suecia, de la IWW de USA, de la FORA de Argentina, y de
Noruega, Inglaterra, Checoslovaquia, Dinamarca y Brasil). En esta reunión se acordaría
presentar unas bases mínimas para su aceptación en el Congreso constitutivo de la ISR en
Moscú, en 1921. Pero, ante el cariz político y el contenido de las resoluciones de éste, se
acordó celebrar una nueva reunión en Berlín, en junio de 1922, a la que asistiría también el
delegado de la Internacional Sindical Roja Andreiev (la CNT no asistiría; se acababa de
celebrar la Conferencia de Zaragoza), a quien los sindicalistas libertarios expondrían las
líneas sindicalistas a las que se quería que respondiese la ISR, así como la exigencia de que
fuesen puestos en libertad los anarquistas detenidos en Rusia, cosas que el delegado
soviético se negó a aceptar. Por ello, los demás delegados presentes acordaron
definitivamente crear una nueva Internacional de inspiración comunista libertaria, la AIT,
cuya constitución tendría lugar en el Congreso que se celebraría, con asistencia de la CNT
española, en Berlín, el 25 de diciembre de 1922 (A. PESTAÑA, «Memoria...», cit.; A.
SOUCHY, en «Soli», 23-diciembre-1931, p. 8).
celebraría en el mismo mes de junio, a los dos días de haberse
clausurado la Conferencia de Zaragoza; sino que, como
relataría posteriormente el propio González-Mallada, iniciaron
su viaje en octubre de 1922, y, después de diversas vicisitudes,
propias de lo clandestino de su periplo, a través de varias
fronteras, asistirían en Berlín al Primer Congreso de la AIT, que
se iniciaría el 25 de diciembre de 19221085.
«Revista de Trabajo». Algunos de los documentos aquí citados han sido tomados de esta
recopilación de materiales de imprescindible estudio allí reunidos.
1092 «Soli», 29-septiembre-1923, p. 1.
1093 «Recuerdos de un cenetista», I, cit., p. 203.
cenetistas, que, desde luego, tenían muy poco de entidades
culturales, mutuales o de «sana política», fue precisamente la
aplicación estricta del Decreto de 10 de marzo de 1923, que
regulaba el derecho de asociación, y en el que se venían a
establecer toda una serie de requisitos de difícil cumplimiento
por parte de las entidades obreras, como el libro de registro de
socios, la contabilidad, etc., que supondría una completa
delación al organismo gubernativo de la actividad y los afiliados
de cada sindicato.
1094 «La Voz» (Madrid), 5-octubre-1923; cit. en A. ELORZA, op. cit., p. 127.
1095 Volviendo sobre la autoclausura de la Confederación, decretada por la Federación
Local de Barcelona, diría Pestaña en 1924: «La multitud no es tan simplista como se la
suponen muchos. No entenderá gran cosa de filosofías ni de principios; pero tiene una
intuición que la hace en ocasiones superior a los conceptos doctrinarios. Quiere ver
siempre una estrecha relación entre lo que se dice y lo que se hace. No entiende de argucias
ni de explicaciones más o menos aceptables (…). Y si ve que con demasiada frecuencia,
quienes le hablan de resistir a todas las presiones y arbitrariedades, a las que vengan del
poder como a las que vengan de la burguesía, obran en sentido contrario, y cuando estas
presiones y arbitrariedades se producen se hurtan a ellas, sin que su conducta se ajuste a un
nuevo procedimiento que no implique el abandono de lo que se defendía, perderá la
confianza en ellas, y por mucho que se les predique después y se la llame, no volverá.
Cuando entrega su confianza la entrega toda, sin reservas; pero cuando la retira, también la
retira toda, no lo hace a medias» (A. PESTAÑA, «Consideraciones sobre lo pasado», «Soli»,
25-abril-1924, p. 4).
decisión de la Federación Local de Barcelona suscitó la
oposición de varios sindicatos locales, entre ellos el numeroso
de la Metalurgia, que encabezaría el movimiento de oposición
a la Federación Local. A mediados del mes de octubre
sindicatos tan importantes como la Metalurgia, Fabril y Textil,
Transportes y Servicios Públicos se manifestaban claramente a
favor de la reapertura.
1098 «En nuestro puesto. Confederación Regional del Trabajo de Cataluña», en «Soli»,
12-diciembre-1923, p. 1.
1099 Id.
manifestaría también el nuevo CR: «Nuestra labor,
respondiendo al pensar de la mayoría de los sindicatos y al
criterio sustentado por la Confederación Nacional del Trabajo,
se desarrollará, mientras se nos permita, dentro de la
legalidad. Actuaremos a la luz pública, en contacto directo con
las masas obreras, de acuerdo con nuestros representados y
con miras al interés general».
inteligencia son soberanos» («Lo que somos», editorial de «Soli», 2-diciembre-1923, p. 1).
1101 «Soli», 2-diciembre-1923, p. 1.
airadamente las acusaciones que atribuían precisamente a su
actuación en los sindicatos confederales los males que en
aquellos momentos arrastraba la CNT. «Repásese —decía—
toda la labor realizada por la organización obrera y se verá que
fue más eficaz y beneficiosa en cuanto estuvieron al frente de
ella los anarquistas que cuando estuvieron ausentes.» Y, por si
no fuera suficientemente claro su planteamiento ideológico
con respecto a la Confederación, el editorial terminaba
diciendo:
1102 GERMINAL ESGLEAS, «La crisis del sindicalismo», en «Soli», 22-diciembre- 1923,
p. 1.
Ante esta ofensiva, de la que se podrían citar otros
numerosos ejemplos, Juan Peiró, antiguo secretario general de
la CNT, que comenzaba a ocupar, junto a Pestaña, el lugar que
había dejado libre la desaparición de Seguí en la cabeza de los
moderados, contestaría desde «Solidaridad Obrera», aún desde
una posición —al menos formalmente— anarcosindicalista, con
un artículo titulado «La danza de los principios», en el que,
aceptando la finalidad comunista libertaria de la CNT, adoptada
por el Congreso de 1919 («nadie ha pretendido hurtar al
sindicalismo la finalidad que le diera el Congreso de 1919»,
diría), venía a rechazar tajantemente el uso monopolístico que
los sectores anarquistas más radicales hacían del concepto de
comunismo libertario, excomulgando como profanadores del
mismo y, por lo tanto, de la finalidad de la CNT, a todos
aquéllos que no se manifestaban conformes con sus directrices
o que se permitían criticar su actuación, constantemente
escuchada tras la declaración del Congreso de 1919.
1108 El Comité quedaría formado por: secretario general, Calomarde (Artes Gráficas);
cajero, Marco (Transportes); secretario de actas, Piedra (Metalurgia); contador, Picos
(Piel); vocales: Riera (Madera), Flores (Vestir), Serrahima (Servicios Públicos), Moré
(Alimentación), Guasque (Vidrio), Vilajuana (Fabril y Textil), Ferrán (Distribución),
Lecha (P. Químicos), Gallart (Carrocerías), Castillo (Barberos) («Soli», 29- enero-1924, p.
4).
1109 «Soli», 19-febrero-1933, p. 6.
Monteagudo se ocuparía de la administración, cargo que había
desempeñado en los últimos años Martín Barrera.
(...)
1111 «Por el buen camino. Después del Pleno Regional», editorial de «Soli»,
2-enero-1924, p. 1.
«En algunas proposiciones —decía un editorial de la
«Soli»—, brotadas aquí y allá en determinados proyectos
surgidos de la mente de algunos afiliados a la organización,
nótase una supervivencia de ese espíritu sectario o
intolerante de importación ajena, exótico a la moral
racionalista de que está impresa la psicología colectiva de
nuestros organismos.
(...)
1113 «A mediados de 1923 —diría Maurín—, empezó a notarse una variación muy
importante en algunos sindicatos de Barcelona en sentido favorable a las tesis defendidas
por nosotros. Las directivas del sindicato de la Metalurgia, el Transporte y Textil, se
acercaban a nosotros. Eran los tres sindicatos más importantes de la CNT. El edificio
anarco-sindicalista se cuarteaba. La experiencia demostraba que las masas obreras no eran
anarcosindicalistas. Habían aceptado la dirección anarquista porque nadie había hecho
nada para que fuera de otro modo» (J. MAURÍN, «El Bloque...», cit., p. 10). De hecho, el
periódico estaba financiado por el sindicato de la Metalurgia (A. EI.ORZA, «El
anarcosindicalismo...», cit., p. 134).
1114 Felipe Aláiz sería director de «Solidaridad Obrera» durante la Segunda República, si
bien entonces estaría del lado del sector radical, al que en este momento criticaba. «Lucha
Obrera», no aparecería en sustitución de la «suspendida» «Solidaridad Obrera», como ha
mantenido algún historiador, dado que su aparición coincidiría en el tiempo prácticamente
con la reaparición del órgano confederal, que había sido suspendido por la Federación
Local de Barcelona en octubre de 1923.
aunque su importancia y transcendencia no fuese tan grande
como el volumen de la denuncia pudiera hacer pensar, no dejó
de producir un gran malestar entre los anarcosindicalistas, que
no ahorrarían epítetos y acusaciones contra los mismos, a los
que se presentaba poco menos que como los causantes
principales de los males de la CNT. «Muchos organismos de la
Confederación Regional —diría un editorial de «Solidaridad
Obrera»—, sobre todo algunos de Barcelona, antes los más
poderosos, se hallan en un estado de crítica descomposición.
¿Causas? Muchas y muy diversas, pero la principal ha sido la
intromisión en los sindicatos de ciertos sujetos revolucionarios
de nuevo cuño. Estos elementos actúan desde tiempo ha en el
seno de nuestras organizaciones con el solo fin —ellos dirán lo
que quieran— de combatir el anarquismo y a sus hombres»1115.
Y sería aún más concreto otro editorial publicado con
anterioridad: «Ahora mismo la CNT atraviesa una grave crisis
en algunas regiones. Esta crisis está provocada por el morbo
político que se ha introducido en nuestros medios. Se pretende
que la Confederación sea un organismo adherido al Partido
Comunista. Si esa pretensión tomase arraigo, la CNT perdería
gran parte de la fuerza con la que aún cuenta. Muchos
trabajadores celosos de su independencia nos
1116
abandonarían» .
1118 M. BUENACASA, op. cit., p. 191 y ss.; «La Voz de Galicia», 2-mayo-1925; «Soli»
(Santiago), 13-junio-1925; «Soli» (Barcelona), 20-diciembre-1923, 11 y 27-
septiembre-1930, 2-octubre-1930, 2-noviembre-1930, y 14-junio-1932; «La Tierra»,
30-junio-1932.
La Regional asturiana tampoco sufriría con excesiva dureza
los embates de la represión en los primeros meses de la
Dictadura. En principio, la CNT pudo haberse visto beneficiada
en esta zona de claro predominio socialista, por la actitud
adoptada por la UGT con respecto a la Dictadura, actitud
contemporizadora que sería seguida por su principal fuerza en
aquella región, el Sindicato Minero Asturiano1119. Sin embargo,
ello no fue así, y la actitud crítica con respecto a la Dictadura y
a la UGT favorecería más a los comunistas que a la propia CNT,
que conservaría su habitual presencia, cuyo núcleo principal
era Gijón, además de Mieres, La Felguera y Sama de Langreo.
1121 «La Lucha de Clases», 12-agosto-1922; cit. en J. P. Fusi, «Política obrera en el País
Vasco», cit., p. 472; «Soli», 15-agosto y 14-diciembre-1923; A. ELORZA, «El
anarcosindicalismo...», cit., p. 217.
sector agrícola se refiere, que se produciría tras el auge de los
años 1917-1920, y sufriría también los embates de la polémica
sindicalistas-anarcosindicalistas, que se agravaría en los años
treinta con el relevante papel que los comunistas adquirirían
en núcleos como el de Sevilla. Pero entonces, gran parte de los
que luego constituirían uno de los focos decisivos del PCE,
permanecían aún en la CNT, y la tendencia mayoritaria era la
anarcosindicalista. Ello fue, sin duda, lo que haría que el Pleno
Nacional de Valencia, de julio de 1923, trasladase el CN de la
conflictiva Barcelona a la más tranquila Sevilla, donde se harían
cargo del mismo las figuras más destacadas de la CNT en la
región: Paulino Diez, que sería el secretario general, Manuel
Pérez, que sería el contador y Pedro Vallina, que era uno de los
teóricos anarquistas con que contaba la región en aquellos
momentos. Pero, a finales de 1923, la acentuación progresiva
de la presión de la Dictadura sobre las fuerzas sindicales
determinó la detención de este CN, con lo que el eje principal
de la CNT volvería a pasar a la mitad norte de la península1122.
1123 Este CN debió constituirse en abril de 1924, dado que en marzo «Soli» (29-
marzo-1924) se quejaba de la situación física en la que se encontraban los miembros del
CN, detenidos en Sevilla. La detención del CN de Zaragoza se produciría el 2 de junio de
1924 (A. ELORZA «El anarcosindicalismo...», cit., p. 129-130).
de Cataluña, y más específicamente en la Roma cenetista, que
era Barcelona.
1124 «Soli», 28-agosto-1923, p. 2; o Manuel Adame, según GARCÍA OLIVER, op. cit., p.
633.
1125 En una nota publicada en «Soli», 25-agosto-1923, p. 2, el CR de Cataluña se
quejaba de que su correspondencia con el CN era interceptada, lo que dificultaba el
entendimiento entre ambos.
1126 Vid. A. ELORZA, op. cit., p. 129.
funcionamiento sindical, quizá un tanto olvidados, en aquella
etapa de reconstrucción.
1129 Véase la circular del CR de Cataluña «La crisis de trabajo y los Comités de
Relaciones», de 28 de marzo de 1924, en «Soli», 29-marzo-1924, p. 1.
designándose de nuevo a Matar ó como lugar de residencia del
mismo. Este Pleno, que lograría reunir a 237 delegados,
vendría a ser el último que realizase la CRT catalana antes de la
definitiva suspensión de sus actividades legales, por orden
gubernativa. Si bien el nombramiento de Adrián Amó como
secretario general, hombre más cercano a las posiciones de
Pestaña que a las de los anarcosindicalistas intransigentes,
pudiera hacer pensar en una reorientación de la línea que
estaba siguiendo la Confederación, la verdad es que esto no
pudo llegar a manifestarse claramente. Por el contrario, el
Pleno dio muestras de gran radicalismo, sobre todo en su
actitud con respecto a la representación de tendencia
comunista, a la que se le negaría el derecho al uso de la
palabra, representación que correspondía a Lérida y que
encabezaba el propio Joaquín Maurín. Buenacasa, con su
característico apasionamiento, un tanto deformante de los
hechos, describiría el Pleno diciendo: «La Asamblea de Sabadell
fue aún más enérgica. Al único delegado entre los 237 —que
luego resultó que no representaba a nadie— conocido como
bolchevique se le negó el uso de la palabra por acuerdo
unánime de todos los representantes de la región»1130.
2. La cuestión ideológica
1142 J. PEIRÓ, «Pareceres. Por lo que debe ser la CNT», «Soli», 5-abril-1924.
debate, reflejado en otra serie de artículos en los que se
vendría a incidir de manera diversa en cada una de las
cuestiones por él planteadas, dependiendo de la perspectiva
del polemizante.
1143 J. PEIRÓ, «Aclaraciones. Hay que fijar una posición», «Soli», 25-mayo-1924, p. 4.
denunciando en éstas y oponiéndonos a los negocios
inmorales, los fraudes y adulteraciones nocivas a la salud del
pueblo, es también acción directa»1144.
«¿Quiere ello decir que nosotros formamos coro con los que
propugnan por los Sindicatos anarquistas? No, ni eso, que es
una aberración monstruosa, ni (...) la supeditación absoluta de
la acción sindical a los preceptos doctrinarios.
— Sindicalismo y anarquismo
1163 Sobre Pestaña, véase la importante recolección de sus escritos, realizada por Antonio
Elorza, en: A. PESTAÑA, «Trayectoria sindicalista», Madrid, 1974.
aumentaría aún con la creación de la FAI, que tendría lugar en
julio de 1927. El esfuerzo de los sectores sindicalistas se
dirigiría precisamente a mantener la deseada independencia
orgánica e ideológica de la Confederación, tratando de evitar la
progresiva influencia y dominio de los grupos anarquistas en el
seno de la misma. Para ello tenían que realizar un enorme
esfuerzo teórico, que les permitiese afrontar dialécticamente lo
que ya no podían evitar en el terreno de los hechos. Se trató así
de desmontar los argumentos de los anarquistas, volviendo un
poco a los inicios, a la fundamentación teórica y dogmática de
la CNT. Por ello, se reinicia una discusión sobre el sindicalismo y
el anarquismo, sus diferencias y relaciones, etc., que trata de
recuperar el contenido sindicalista inicial de la Confederación,
asegurando su independencia de cualquier entidad ideológica
externa, y cuyos términos recuerdan mucho los debates
sostenidos en períodos anteriores.
1166 Id.
1167 J. PEIRÓ, «Amables aclaraciones para el compañero Magriñá», «Acción Social
Obrera», 11 -abril-1925.
sindicatos era una pretensión justa, admisible, pero ello
debería hacerse no desde la imposición del grupo o partido
político, que violase la independencia del sindicato, sino a
título individual, sin olvidar la función específica del
sindicalismo. El valor de la posición de Peiró está precisamente
en que se mantiene desde el anarquismo, que él defiende,
pero cuya aceptación por los sindicatos, por la CNT, le gustaría
que fuese consensual, no el resultado de una imposición, y que
en ningún caso se tratase de una aceptación excluyente, que
impidiese la presencia de otras ideologías minoritarias en la
Confederación, con las mismas oportunidades que el propio
anarquismo. «Yo —diría— me opongo a que los Sindicatos
tengan en su fachada una muestra como las tiendas que diga:
“Sindicato Anarquista”. No, el continente [el sindicato] debe
estar libre de esas muestras y de colectivas injerencias de
elementos extraños a los Sindicatos. Entiéndase bien: un grupo
anarquista —u otra agrupación cualquiera—, colectivamente
considerado, es extraño a los intereses de la organización, y no
importa que los componentes de éstas integren aquél. A un
lado los grupos y al otro los sindicatos. Pero si yo aspiro a un
sindicalismo de un continente tal, en cambio me interesa que
su contenido, que su espiritualidad, que sus directrices tácticas
e ideológicas estén de acuerdo con los principios básicos del
sindicalismo revolucionario y con mis ideas libertarias; y ese
interés mío pienso que sólo debo defenderlo con la
superioridad de mis ideas, con el desinterés personal, con
inteligencia y con moralidad ejemplar»1168.
1168 Id.
tema de manera específica en un artículo titulado «Límites
inconfundibles. Los Grupos Anarquistas y los Sindicatos» 1169.
Para Pestaña, la diferencia entre el grupo anarquista y el
sindicato era radical, y se basaba tanto en su contenido como
en su función, aunque su finalidad remota pudiera ser la
misma. En cuanto al contenido, como ya hemos dicho en más
de una ocasión, para él también, el sindicato era
específicamente un arma de clase, era el órgano de todos los
trabajadores, al que se pertenece en tanto que tales; mientras
que el grupo —como el partido político— reúne a todos los
hombres que se identifican con una ideología concreta y su
agrupación se realiza en tanto que personas coincidentes
precisamente con esa ideología. Dicho en sus propias palabras:
«En el grupo anarquista caben todos los hombres que piensen,
que sientan y obren en anarquista; todos los seres que
rechacen la injusticia y las desigualdades e iniquidades
humanas, sea cualquiera su posición económica en la sociedad.
Y si bien es verdad que la mayoría de los anarquistas son
proletarios, débese sólo a que siendo ellos quienes sufren más
directamente la injusticia, sienten también una mayor
necesidad de rebelarse (...). En cambio, en el Sindicato, en la
organización profesional o industrial, no caben más que los
trabajadores, los asalariados, los que sufren la explotación del
hombre por el hombre y quieren unirse para evitarla (...). A los
componentes de un Sindicato únelos un interés material de
clase, exclusivamente de clase, aunque la finalidad perseguida
por la organización sea la señalada más arriba [el comunismo
libertario], mientras que a los componentes de un grupo los
une un interés de orden superior, de ética y moral superiores;
1170 Id.
1171 Id.
separación; y la influencia ideológica en los sindicatos habría de
ser consecuencia de la labor propagandística y no de la
imposición o de la confusión orgánica de o con entidades
extrañas al sindicato. Y, en cualquier caso, la adopción de una
finalidad ideológica por parte de la organización sindical,
resultado de esa influencia, habría de ser siempre mutable y
nunca excluyente de las ideologías presentes en la misma, que
en ese momento se encontrasen en minoría.
— Necesidad de la ideología
1172 Id.
1173 Id.
En realidad, las soluciones aportadas en torno a este tema
estaban en íntima relación con la concepción que se tenía del
sindicalismo, y en torno a ello se dividían los propios sectores
sindicalistas y moderados. Para quienes el sindicalismo era un
mero medio de lucha, un arma para la emancipación de los
trabajadores, la presencia de una ideología orientadora que
llenase ese continente vacío que era el sindicalismo, se
convertía en una exigencia de primera necesidad. Por el
contrario, para quienes el sindicalismo era algo más que un
medio, era una concepción de la lucha social con sus propias
soluciones y su alternativa para la sociedad postrevolucionaria,
la presencia de una ideología concreta, externa, como
determinante de la actuación de los sindicatos no podía ser
sino un factor de distorsión. En este sentido, el sindicalismo
venía a operar como una ideología en sí mismo.
1179 Id.
otra cosa equivale a perder lastimosamente el tiempo en
líricos bizantinismos»1180.
1180 Id.
1181 Véase, por ejemplo, su artículo «Límites inconfundibles. Los grupos anarquistas y
los Sindicatos», en «Solidaridad Proletaria», 21-marzo-1925, al que nos hemos referido
ya.
1182 Hablando sobre las diferentes interpretaciones del sindicalismo, diría Pestaña en
1934: «Y hay, por último, la tercera interpretación, que separa la función del Sindicato,
instrumento de acción de los trabajadores, del Sindicalismo, interpretación teórica y
doctrinal de la acción sindical de las clases productoras. Esta última interpretación,
recientemente manifestada, acepta, incluso, la lucha política del sindicalismo, mediante un
organismo propio y definido, para lo cual acaba de constituir el Partido Sindicalista» (A.
— La visión radical
Ni que decir tiene que uno de los temas que suscitaría mayor
oposición en los sectores radicales de la CNT sería la
declaración política de la Conferencia de Zaragoza, sobre todo,
en tanto en cuanto creían ver en ella una soterrada intención
de conducir a la CNT al juego político, electoral y
parlamentario. Ya hemos hablado de esto cuando el tema se
planteó en el período inmediatamente anterior al que ahora
1185 «Apostillas. Hay que fijar una posición», «Soli», 18-mayo-1924. «Demetrio», que
decía ser miembro de la redacción de la «Soli» en aquellos momentos, partía del
presupuesto de que las posiciones de Peiró y Pestaña no significaban la pretensión de que
la CNT participase en el juego político: «todos sabemos —decía— que no son las
definiciones burguesas de la palabra “política” las que convergen hacia los puntos de vista
que Peiró, Pestaña y otros invocan cuando dicen que “hay que fijar una posición”». Pero,
por si acaso, consideraba oportuno hacer sus precisiones sobre el significado que la
palabra política habría de tener para los cenetistas. El artículo de «Demetrio» sería
contestado por Peiró, en «Soli», 25-mayo-1924, con otro artículo —«Aclaraciones. Hay
que fijar una posición»—, al que ya hemos hecho referencia.
movimiento económico en el que debían intervenir los grupos
anarquistas, y el anarquismo, como movimiento político
sustentado por los grupos anarquistas. Ello hacía, por tanto,
que su posición crítica y de desconfianza hacia el sindicalismo,
en el que veía excesivas connotaciones marxistas, fuese total.
Diría entonces «La Protesta»: «El sindicalismo español, de
ajustarse a los derroteros marcados por los jefes que primaron
en el reciente Congreso de Zaragoza, se empeñará en lo
sucesivo en buscar la fórmula solucionadora de los problemas
nacionales. Quiere decir, pues, que los sindicalistas
“reconstructores” están empeñados en aprender el “arte de
gobernar a los pueblos”, porque no quiere otra cosa decir esa
preocupación por los problemas del orden nacional que salen
de la órbita de la lucha contra el capitalismo o de la resistencia
al Estado, únicas preocupaciones, hasta ahora, de los
verdaderos revolucionarios, más interesados en elevar el nivel
intelectual y moral del proletariado y en despertar sus ocultas
rebeldías, que en buscar soluciones a hechos derivados de la
organización capitalista». Y añadía: «Por mucho que se
empeñen en disfrazar sus intenciones, los sindicalistas
“reconstructores” no podrán hacer ver lo que en realidad no
existe. Su política, si bien no tiene las mismas manifestaciones
del politiquerismo gubernamental y parlamentario, entraña el
mismo hecho histórico: es la aceptación de la realidad social, la
práctica del reformismo que, no por manifestarse en forma
revolucionaria, deja de cumplir su misión como elemento de
equilibrio político y económico»1186. Pero, no sólo de mero
reformismo social acusaba «La Protesta» a los sectores
1186 «La política del Sindicalismo», «La Protesta», 27-julio-1922; «Revista de Trabajo»,
núm. 39-40, 1972, p. 343.
sindicalistas, sino que llegaría a ver en la CNT, tras el acuerdo
de la Conferencia de Zaragoza, una verdadera intención de
pasarse al campo político, convirtiéndose en un partido político
más: «La Confederación Nacional del Trabajo de España, de
acuerdo con su política nacional, aspira a ser una especie de
partido obrero colocado en la oposición y aspirante al
Gobierno. Y esta tendencia estatalista, disfrazada con una
declaración ambigua, es la que primó en el reciente Congreso
de Zaragoza»1187.
1192 Reproducida por «La Protesta», 29-marzo-1925; «Revista de Trabajo», cit., p. 321.
Entre los firmantes de la carta se encontraban militantes destacados como Miguel Chueca,
J. Rosquillas, José Alberola y Ramón Magre.
«Nuestra labor inmediata es la de combatir resueltamente en
el seno de las organizaciones obreras toda influencia
neutralista, dualista y reformista estatal que cada vez más van
ganando terreno, aprovechándose de las circunstancias que
están de su parte». Y en el mismo sentido se manifestaría J.
Rosquillas, que ya había aparecido como uno de los firmantes
de la citada carta, en «Acción Social Obrera». Para Rosquillas,
actitudes como la de Peiró suponían «el non plus ultra de la
tolerancia y la democracia sindicalista». Para él, la finalidad
anárquica que se había fijado la CNT debía imponerse por
encima de todo; para admitir otras tendencias, como las de
tipo político, ya estaba otra central, como la UGT. La CNT
debía, pues, mantener el exclusivismo anarquista, al igual que
los otros mantenían el exclusivismo politicista («Luego
nosotros, al estar contra y enfrente de las otras tendencias
obreras, cuando menos será porque queremos el privilegio y la
supremacía de la nuestra. ¿No es eso?»). Así, concluía: «Si
nuestro organismo nacional en sus finalidades tiende al
comunismo libertario, son éstos los principios que han de
servirle de brújula en todos los momentos y en ninguno han de
ser escondidos o escamoteados». Y, añadía finalmente, casi en
tono irónico: «No obstante pueden respetarse todas las ideas,
pero a condición de que todos los adherentes de la CNT con
antelación contraigan el compromiso de respetar y no sabotear
las que son su móvil de desenvolvimiento y existencia»1193.
1194 Cfr. M. BUENACASA, «El movimiento obrero español (1886-1926)», cit., p. 50.
confederal, en los comités revolucionarios y en los comités
pro-presos. Es decir, en los organismos que organizaban las
actividades revolucionarias y en el organismo que atendía a las
consecuencias de las mismas1195.
1198 Cfr. R. MELLA, «Ideario», Toulouse, 1975, p. 194. Véase también capítulo I de este
trabajo.
1199 D. ABAD DE SANTILLÁN, «Intereses de clase o intereses humanos», en el suplemento
semanal de «La Protesta», 12-noviembre-1922, p. 15; «Revista de Trabajo», cit., p. 344.
entre amos y esclavos, entre poseedores y desposeídos, sino
entre los que conciben y desean un futuro equitativo y los que
se benefician del régimen presente y aspiran a su
perpetuación»1200. Y el mismo criterio que le llevaba a negar la
lucha de clases era el que le llevaba a negar la existencia de
unos intereses concretos y definidos, propios y comunes a toda
la clase trabajadora, bajo la concepción de que la existencia de
esos intereses y la lucha por la defensa y reconocimiento de los
mismos no equivalía a la liberación global del hombre, sino a la
imposición de una clase sobre otra y a la instauración de un
nuevo, aunque diferente, dominio de clase1201.
1200 Id. En su libro «El anarquismo en el movimiento obrero», López Arango y Abad de
Santillán sostendrían al respecto: «Lejos de constatar una frontera divisoria entre
asalariados y capitalistas, no constatamos en todo el movimiento obrero moderno más que
una línea divisoria entre los partidarios y los enemigos de la revolución; es decir: de una
parte, una minoría obrera consciente que lucha por la abolición de la explotación y de la
dominación, y, por otra, una mayoría compuesta de obreros y burgueses que se resisten a
dejar modificar las instituciones actuales» (p. 93).
1201 Id.
1202 Citado en A. ELORZA, «Diego Abad de Santillán: anarquismo y utopía», estudio
preliminar a la recopilación de textos del citado autor: D. ABAD DE SANTILLÁN, El
Efectivamente, Santillán se manifestaría como un férreo
opositor a todo análisis que implicase un mínimo de
determinismo económico en la explicación de los fenómenos
sociales, desarrollando un voluntarismo más propio de la
filosofía utópica del siglo XIX que de las concepciones
libertarias que ya proliferaban por entonces. La voluntad, los
valores morales y espirituales, más que las condiciones
económicas y materiales, y con exclusión total de éstas, eran
los factores determinantes de la revolución, los que hacían, y
harían en el futuro, moverse al hombre por su propia
liberación. «No desconocemos en absoluto —diría Santillán—
el tactor económico marxista en el desenvolvimiento de las
revoluciones, pero no dependemos de él ni ciframos todas
nuestras posibilidades de acción en el mayor o menor influjo
de ese factor; en todas las condiciones económicas, exista o no
gran industria, agricultura industrializada o primitiva, nosotros
somos revolucionarios y confiamos en la revolución, porque,
según nuestra opinión, el gran problema social no se reduce a
lavuestión económica, sino que ante todo es un problema de
libertad y de justicia. Es decir, sin desconocer los estimulantes
que una revolución pueda recibir de las circunstancias,
tenemos la convicción de que sin nuestra voluntad, de que sin
nosotros, el curso de la revolución no podría ser determinado.»
Y, de una manera más concreta, precisaba los contornos de su
voluntarismo con una crítica del materialismo histórico, que no
traspasaba los límites del típico lugar común al respecto: «En
líneas generales —decía—, los anarquistas oponen al
materialismo histórico como factor revolucionario la voluntad
humana; el primero niega al hombre o lo reduce a límites casi
1219 Id. -
revolución de su desenvolvimiento completo y libre» 1220. Y en
similar sentido se manifestaría un editorial de «Solidaridad
Obrera», recogiendo las concepciones que se imponían en la
Argentina: «Se nos tilda de utópicos y de soñadores porque no
podemos presentar a la clase obrera un programa definido (...).
Verdaderamente no tenemos un programa hecho, fijo,
marcado, para el mañana luminoso. Y no lo tenemos porque
consideramos una equivocación, una verdadera utopía, que se
puedan fijar programas exactos para encauzar la sociedad del
porvenir (...). No tenemos programas, pero sí una concepción
más o menos general de todo el problema postrevolucionario.
Que los pueblos se organicen consultando sus necesidades, sus
inclinaciones, su medio, en grupos libremente federados entre
sí y obrando en un sentido de equidad, de armonía y de
libertad. ¿Quiérese más bello programa, si a esta realidad se
puede llamar programa?»1221.
1226 Id., p. 98. En otra ocasión, diría Santillán: «Nosotros no podemos reconocer un
anarquismo político, organizado sobre las bases de un partido, es decir, escindido del
movimiento obrero; considerados que se forma en esos organismos el espíritu de secta y la
mentalidad de dirección» (D. ABAD DE SANTILLÁN, «Un problema capital del anarquismo:
el movimiento obrero», en suplemento semanal de «La Protesta», 6-julio-1925, p. 2-3,
«Revista de Trabajo», cit., p. 368).
quienes «se esfuerzan en presentar, en sus frecuentes
cambiantes, las excelencias del camaleonismo»1227.
LA ORGANIZACIÓN
CAPÍTULO VI
I. EVOLUCIÓN ORGÁNICA
1237 Con esta denominación aparece en la reseña del Congreso —que es, por otra parte,
confusa a este respecto—, pero en los Estatutos se le denominará Consejo Central y
Consejo Directivo («Soli», 18-septiembre-1908, p. 2; Confederación Regional de
Sociedades de Resistencia Solidaridad Obrera, «Estatutos», Barcelona, 1909, p. 7).
1238 Los Estatutos establecían como uno de los principios de la Confederación la
«organización de la clase obrera bajo la base de la mayor autonomía posible», añadiendo a
continuación: «entendiéndose por autonomía la absoluta libertad para las sociedades en
todos los asuntos relativos al gremio» («Estatutos», cit. art. 3, p. 6).
de Relación, que estaría formado por tres miembros y cuya
función sería «transmitir y procurar que se cumplan los
acuerdos del Consejo Directivo central», en su ámbito local
respectivo1239. Y en la base de toda esta nueva estructura
orgánica se encontraban las propias sociedades de resistencia,
aún denominadas así en gran parte de los casos, que
agrupaban a los obreros por oficios en un barrio o localidad.
1246 Las actas del Congreso de 1911 serían recogidas por «Soli», 15-septiembre- 1911.
Modernamente fueron reproducidos por la «Revista de Trabajo», núm. 47, 1974, pp.
421-474, y por X. Cuadrat, op. cit., p. 621-670.
revolucionario de esta primera CNT trata de conseguir una
síntesis entre los dos criterios clásicos de agrupamiento del
movimiento obrero, el que daba primacía a la solidaridad
profesional, es decir, entre los obreros de un mismo oficio, y el
que daba primacía a la solidaridad local, es decir, entre los
obreros de una localidad o de un ámbito territorial
determinado. El primer principio tuvo un mayor éxito entre las
organizaciones de ascendencia marxista, que tendieron
siempre a la constitución de grandes FEDERACIONES de tipo
profesional, ya de oficio, ya industriales. Pero no sólo las
organizaciones de ideología o influencia marxista, sino que en
la historia del movimiento obrero, en general, este tipo de
organización tuvo un mayor éxito en los países más
desarrollados, y como ejemplo de ello se podrían citar las
«trade unions» británicas, o las FEDERACIONES obreras
norteamericanas. Por el contrario, la solidaridad de tipo local,
por encima o independientemente de la cualificación
profesional, fue más típica de las organizaciones obreras de
influencia anarquista y, también, de países con un nivel
bastante bajo de industrialización. El sindicalismo
revolucionario francés ya había intentado una primera síntesis
de estos dos principios, en la medida en que él mismo trataba
de ser una síntesis superadora de las dos corrientes
predominantes del movimiento obrero de la época: el
marxismo y el anarquismo. En este sentido, la unificación de la
CGT en 1902, que reunió bajo un mismo organismo a la vieja
CGT, formada por FEDERACIONES de oficio, y a la Federación
de Bolsas de Trabajo, que era en realidad una confederación de
FEDERACIONES locales de sindicatos, de pesada influencia
anarquista, vino a suponer la expresión orgánica de esta
síntesis. Efectivamente, tras esta unificación, el criterio
profesional de agrupamiento, representado por la vieja CGT, se
unía y se sintetizaba en un solo organismo federativo con el
criterio territorial, representado por las Bolsas de Trabajo, que,
como digo, eran el equivalente de una federación local de
sociedades obreras de diferentes oficios 1247.
1248 Al respecto diría Pouget: «la Bolsa de Trabajo [la Federación local], es, en embrión,
el organismo que en una sociedad transformada, en la que no haya posibilidad de
explotación humana, ha de reemplazar al municipio» (E. POUGET, «La Confederación
General del Trabajo de Francia», cit., p. 21).
localidad y por ende la unidad de pensamientos, así como
la de procedimientos, y, por tanto, el engendro del espíritu
de solidaridad, que ha de ser lo que necesariamente
producirá la fuerza del proletariado.»
1250 En la elaboración del cuadro hemos omitido en el apartado general las entidades que
aparecían repetidas en la sección de «desorganizados». Ello, y posibles errores de suma en
el periódico hace que nuestras cifras totales sean ligeramente diferentes a las dadas por
«Soli». Como dijimos en páginas anteriores, el Comité Federal diría en su informe al
Congreso que la CNT contaba entonces con 140 sindicatos y 26.571 afiliados, en cuya
cifra no debía incluir las entidades en vías de reorganización.
Confederación Regional de Cataluña, en base a la cual se
trataría de reconstruir posteriormente a la CNT.
1258 Como ya dijimos, en los casos de ciudades donde existían muchos sindicatos de un
mismo oficio, distribuidos por barrios, tal era el caso de Barcelona, éstos solían unirse en
FEDERACIoNES locales de oficio, que venían a ser un remedo del sindicato único de
oficio que se pretendía conseguir ya desde los tiempos de SO.
2. La estructura moderna. El sindicato único de industria
1259 A. PESTAÑA, «Principios, medios y fines del sindicalismo comunista», cit., p. 47.
como son las ahora existentes, sino de ramos, con el fin de
reunir más fuerzas para combatir directamente con los
capitalistas» 1260.
1275 A. PESTAÑA, «Historia de las ideas...», cit., XVI, en «Orto», núm. 20, enero- 1934;
«Soli», 9-julio-1914, p. 2 y 3.
1276 «Soli», 21 y 23-agosto-1918.
1277 «Soli», 30-mayo-1918.
— La Federación Nacional de la Industria Ferroviaria (FNIF),
intentada en 1916, pero que sólo conseguiría consolidarse en
19311278.
1284 «Hay que ser implacables. Actuación que se impone», «Soli», 8 y 9-marzo- 1917.
Decía el editorial del día 9: «Hay de esos refractarios a la organización local y regional que
justifican su obstinación, alegan que cotizan en varias FEDERACIoNES y el tipo reducido
de las cuotas no les permite federarse a los citados organismos. Conocemos los motivos de
esta impotencia de acudir a todas partes; pero digamos de paso que ellos tienen la culpa,
sosteniendo FEDERACIoNES locales de oficio (!) regionales y nacionales de oficio, cuya
existencia da la pauta de la mentalidad y desorientación de los individuos que las
propagan». Por lo demás, como defectos del funcionamiento interno confederal, el
editorial del día 8 destacaba los siguientes: «El corporativismo de los sindicatos; el
egoísmo profesional; la falta de cohesión con los organismos federativos; el declarar
huelgas sin consultar ni poner siquiera en conocimiento del Comité de lo que se propone
tal oficio; no pagar las cuotas federativas; engañar a los Comités sobre el número de
adherentes, por ahorrarse unos céntimos, etc. Todo esto y algo más es consecuencia
inevitable del procedimiento de tolerancia, de sentimentalismo excesivo, de sensiblería de
los Comités federativos actuantes».
1285 M. ANDREU, «Sobre el Congreso...», cit., IV, «Soli», 20-junio-1917, p. 2.
nacionales de oficio, que las funciones de solidaridad que éstas
podían cumplir, podían ser desarrolladas de manera similar, o
mejor, por la propia CNT1286, por lo que su existencia suponía
una duplicidad que sólo era permisible en los casos de oficios
que, por su ámbito, excedían del marco puramente local, como
los transportistas, ferroviarios, marinos, etc. De lo que se
trataba era, pues, de simplificar al máximo la estructura
federativa de la CNT. Como diría un editorial de «Solidaridad
Obrera», a finales de 1917:
1286 Diría Andreu en el mismo artículo, preguntándose por las posibles ventajas de las
FEDERACIoNES de oficio: «Huelgas nacionales de oficio o de industria no son factibles,
puesto que, cuando convienen al Norte, en él Sur se atraviesa una honda crisis. Si de
fomentar la solidaridad material se trata, al sostener una huelga un oficio de determinada
localidad, tampoco precisan las FEDERACIoNES nacionales de oficio o industria, ya que,
la Confederación Nacional del Trabajo, es a ella a quien corresponde esa labor,
participando a los organismos en general que uno de sus adherentes necesita ayuda. Si se
quiere alegar que organizado un oficio racionalmente, en caso de huelga es más fácil
evitadla recluta de esquiroles, le negaremos tal virtud. La Confederación Nacional, es su
deber, comunicar a todos sus adherentes, que en tal pueblo ha estallado una huelga,
dándoles la voz de alarma, para que vigilen que no salgan esquiroles y para que aporten sus
recursos para el sostenimiento de la misma» (Id.).
1287 «Sobre el mismo tema», «Soli», 28-noviembre-1917, p. 1.
Pocos días antes del Congreso regional de la CRT catalana,
«Solidaridad Obrera» publicaba un suelto dedicado al Congreso
regional de la sociedad de Lampareros, Latoneros y
Hojalateros, que se celebraría por esas fechas en Barcelona, en
el que se venía a defender a las FEDERACIONES de oficio o
industria, como un elemento esencial de la actividad sindical:
1290 Todos los textos del Congreso reproducidos están tomados de la «Memoria» del
mismo ya citada.
nacional de 1931 y, sobre todo, del de 1936. Sin que ello quiera
decir que no se fuesen creando ya durante este período
sindicatos de industria, en el sentido que luego se entendería
por tales.
1293 Véanse el Reglamento citado y la agrupación de oficios que deberían formar cada
sindicato de ramo, en apéndice documental.
1294 Una nota de la CRT de Cataluña, publicada en «Soli», 25-noviembre-1918, p. 1,
amenazaba con que no entregaría los carnets de la Confederación a aquellos sindicatos que
no se vinculasen totalmente a las mismas.
Por otra parte, ante la coyuntura revolucionaria en la que
creía encontrarse la CNT, y dado el papel a jugar por los
sindicatos dentro del proceso de transformación social
revolucionario, instaba también el dictamen de la ponencia a la
inmediata constitución de las Comisiones de Estadística,
organismos que habrían de operar como bancos de datos y
oficinas de estudio, en base a las cuales se podría dirigir todo el
proceso económico en la sociedad postrevolucionaria.
Así, aunque no era del todo válido comparar unas con otras,
el fracaso de las FEDERACIONES de oficio condicionó
decisivamente el rechazo de las FEDERACIONES nacionales de
industria. Lo máximo que los partidarios de las mismas, o, por
lo menos, de mantener algún tipo de relación entre los
sindicatos de un mismo ramo o industria de todo el país,
consiguieron obtener fue la pervivencia o la creación de
Comités de Relaciones de industria, organismos que, sin existir
un entramado federativo, se encargarían de mantener en
1299 Id.
relación entre sí a los sindicatos de un determinado ramo de
todo el país, para la coordinación de su actuación sindical y la
mutua defensa de sus intereses específicos.
1303 M. BUENACASA, op. cit.; D. ABAD DE SANTILLÁN, op. cit., II; CNT, «Memoria... de
1919», cit.; DÍAZ DEL MORAL, op. cit.; «Soli» y «CNT», varios números; «Boletín de la
Confederación Nacional del Trabajo», núm. 12, 13, 14, nov., dic., 1932, enero 1933; «La
Tierra», 30-abril-1932.
Cádiz, Jaén, Málaga, Granada y Almería. Las plazas africanas,
con una mínima representación solían ser también incluidas en
esta Regional. Las Canarias no contarían con una Regional,
como ya dijimos, hasta agosto de 1932. Y, finalmente, la
denominada Regional levantina comprendía las provincias de
Castellón, Valencia, Alicante, Murcia y Albacete.
A) La Sección de Oficio
B) El Sindicato Unico
C) La Federación Local
1305 Como decía el art. 4 de los Estatutos de la CNT, similar al 3.° de los de la CRT de
Cataluña: «Los sindicatos adheridos a la Confederación se regirán con la mayor autonomía
posible, entendiéndose por ésta la absoluta libertad en todos los asuntos relativos al
gremio».
1306 M. BUENACASA, «El individuo y el Sindicato», «Soli», 8-febrero-1924.
considerada como un organismo de relaciones. Sin embargo,
en contra de lo formalmente establecido, con frecuencia la
Federación Local adquiría un protagonismo en la dirección de
la acción confederal, que sobrepasaba con mucho los estrechos
límites de sus competencias. Su papel fue adquiriendo mayor
importancia precisamente a partir de los acuerdos del
Congreso de 1919. Ya poco después del Congreso regional
catalán de 1918, ante la descarga que algunos sindicatos
hacían en la Federación Local de funciones que sólo a ellos
competían, un editorial de «Solidaridad Obrera» se veía
obligado a recordar las funciones de relación y organización
que competían a ésta exclusivamente:
— Plenos
— Conferencias
A) El Comité Pro-Presos
1322 J. NEGRE, «Recuerdos..,», cit., p. 12. Informe del Consejo federal al Congreso de
1911, en «Soli», 15-septiembre-1911.
Paz de El Ferrol, de 1915, volvería a tratar este tema, pero el
portavoz confederal no aparecería como diario,
definitivamente, hasta mediados de 1916.
C) Otros
Compañeros: ¡Salud!
EL CONSEJO»
«Nuestro programa
(...).
3.° La abolición de todas las leyes que han regido hasta ahora.
Organización social
«Al Pleno:
TÍTULO I
Objeto de la federación
TÍTULO II
De las secciones
TÍTULO III
Del comité central
De los congresos
Objeto
Art. 1O. °—En todos los casos en que el Comité decida llevar
a la práctica acuerdos de los Congresos, antes, para las
cuestiones de tiempo y lugar, deberá oír la opinión de las
secciones en los casos en que estime oportuno ejecutar las
iniciativas o proposiciones que las secciones representan.
De los Congresos
Disposiciones generales
PRIMER AGRUPAMIENTO
Ramo de Alimentación
SEGUNDO AGRUPAMIENTO
TERCER AGRUPAMIENTO
Ramo de la Madera y del Mueble
CUARTO AGRUPAMIENTO
Ramo de la Metalurgia
QUINTO AGRUPAMIENTO
Ramo de Construcción
SEXTO AGRUPAMIENTO
Ramo Fabril y Textil
OCTAVO AGRUPAMIENTO
Ramo de la Piel
NOVENO AGRUPAMIENTO
Ramo del Papel y de la Imprenta
DÉCIMO AGRUPAMIENTO
Ramo de Utilidades caseras
DECIMOPRIMER AGRUPAMIENTO
Ramo de Artículos de Lujo, de Aseo Personal e Higiene
Joyeros y Plateros, Relojeros, Perfumistas, Barberos,
Peluqueros, Masajistas, Bañeros, Pedicuristas, Limpiabotas,
Limpieza particular y doméstica, Limpieza de fachadas y
establecimientos, Constructores de juguetes mecánicos, de
cartón, madera y celuloide, Gomas y amiantos, Betunistas,
Peinadoras, Planchadoras, Lavanderas y Jabonistas.
DECIMOSEGUNDO AGRUPAMIENTO
Ramo de Distribución
DECIMOTERCER AGRUPAMIENTO
Ramo de Servicios Humanos, Educativos y Artísticos
TÍTULO I
Objeto de la Confederación
TÍTULO II
De los Sindicatos
TÍTULO III
Del Comité confederal
TÍTULO IV
De los Congresos
I. PERIÓDICOS
II. REVISTAS
A) De la época:
B) Actuales:
A) Documentos: