Crónicas Del Camino de Los Indios
Crónicas Del Camino de Los Indios
Crónicas Del Camino de Los Indios
INTRODUCCIÓN:
Reiteradamente se enumera los dones que la naturaleza brindó al territorio del
Departamento de Rocha. Es un conjunto heterogéneo de paisajes: el océano con su costa
y sus dunas, las Lagunas con sus variados ambientes y disímiles entre sí, las sierras, los
humedales o bañados de diversas características, el palmar butiá especie única en el
mundo como también lo es el monte de ombúes entre otros componentes de la geografía
de Rocha. A lo reseñado precedentemente hay que asociar las riquezas de otros
elementos de la flora que implícitamente va acompañado de una extensa y diversificada
fauna. No queda al margen de este contexto el factor humano que interactúa en esta obra
“pictórica natural” dando una identidad propia incluso en su expresión idiomática.
Foto de Néstor Rocha
Rocha posee profundas y ricas raíces aún para descubrir, quizás a través de otros
senderos; aprender a recorrer este territorio de una manera distinta y en ese transitar
surgirán elementos, vivencias y matices de vida sorprendentes. El Profesor Humberto
Ochoa Sayanes con el siguiente aforismo nos realiza una invitación o sugiere un
camino: “La vida canta, a diario, con millones de voces, audibles e inaudibles, en
trinos de aves, en rumor de agua, en suaves aleteos de mariposas, en palpitar de
estrellas...
Basta con dirigir la sensibilidad a estas manifestaciones para percibir su música y
comprender su magnificencia...
Cuando se lleva el alma dispuesta es fácil entender los mensajes del silencio”.
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EL ANTIGUO CAMINO
Antes de que se construyera el Camino o Ruta 16 y 14 se accedía a esos parajes por el
Camino de las Sierras o de Las Estancias que desde Castillos tenía como punto de
partida el Matadero o Abasto Municipal continuando luego la Cueva del Tigre
prolongándose hasta llegar a la Punta de las Sierras, La Blanqueada, Peñón del Sauce, el
Paraje Los Indios y otros, a lo largo de este trayecto se unían diversos caminos
vecinales.
Para transitar estos senderos era necesario abrir un sinnúmero de porteras, vadear
bañados, arroyos y otros cursos de aguas menores y superar escabrosas sierras como
ejemplo de otras vallas naturales.
INCIANDO EL VIAJE:
A dos kilómetros de Castillos en la loma del primer gran repecho, el Camino utilizó el
predio de un corral de piedras de grandes dimensiones estaba ubicado en los campos de
Elciria Rocha de Rocha o Da Rocha de Da Rocha que era acompañado por otro, pero de
tunas de gran porte.
Este corral de piedras según descendientes de la referida propietaria fue construido por
mano esclava e indígena y era común que se realizaran periódicamente en ella diversas
actividades religiosas como ser: misas campales,
casamientos, bautismos y confirmaciones.
Además, en el domicilio de doña Elciria se
dictaban clases de catecismo.
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Foto de la Maestra Gabriela Olivera Rocha
Este paisaje también fue escenario de otras actividades religiosas en la misma época que
la narrada anteriormente y consistía en encender grandes hogueras en las noches de San
Juan, San Antonio y San Pedro en las partes más altas del entorno de la Cueva del Tigre
reuniendo a todos los vecinos del lugar.
LA SENDA EN EL PALMAR.
A nuestra derecha se extiende un profuso palmar de la especie butia odorata y este
ecosistema único en el mundo adquiere el nombre según el apellido de los propietarios
o de otros elementos de denominación, por ejemplo “El Palmar de las Enviras”.
De acuerdo a la tradición oral indica que por el 1763 el Virrey Pedro de Cevallos mandó
abrir una senda en el palmar –recuérdese que en esas épocas no existían los actuales
trazados de rutas- para el traslado del tren de carretas, pertrechos, artillería, utilería y el
ejército con el fin de desalojar a los portugueses quiénes al mando de Tomás Luis de
Osorio estaban atrincherados en la fortaleza
de Santa Teresa.
Al respecto, Orestes Araujo en su
Diccionario Geográfico del Uruguay
editado en 1900 establece: “...la noticia
histórica de que fue el General Cevallos,
en su célebre expedición a Río Grande,
quien, con un gallardo cuerpo de
Gastadores y Zapadores, abrió a través de
la selva de palmares el camino que aún
conduce al Paso del Bañado.”
Foto de Néstor Rocha
EL PALMAR DE TIBURCIO.
Donde culmina el promontorio del Cerro de los Rocha, a principios del siglo 20, su
propietario Don Tiburcio Rocha Rocha dejó un ejemplo difícil de emular en estos
tiempos que transcurren: con enorme paciencia recogió las pequeñas palmeras butiá en
riesgos de supervivencia de los lugares afectados a diversas tareas del laboreo de la
tierra.
Las trasplantó y paulatinamente ocupó un predio cuadrangular de una hectárea de
extensión y por el resto de su vida las cuidó celosamente, supo ignorar las ironías de sus
vecinos por el trabajo que realizaba y hoy poseemos un tesoro: el Palmar de Tiburcio y
su ejemplo. Al respecto, fue un pionero en la preservación de esta especie tan
significativa y simbólica para los rochenses y particularmente los castillenses.
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EL PASO DEL BAÑADO.
El Paso del Bañado conocido
antiguamente como Paso de la
Lechiguana alberga en el baúl de los
recuerdos numerosas historias. Existió
en este lugar una importante
concentración de pobladores con
diversos comercios desde almacén hasta
herrería y pistas de carreras de caballos o
pencas. Foto de Néstor Rocha
La principal actividad laboral de estos vecinos fueron diversos rubros de la explotación
agropecuaria, luego surgió una fábrica de crin vegetal que se obtenían de las hojas de
palma y el pionero según la aseveración de vecinos fue un señor de apellido Dinegri.
Luego se instalaron: Benigno Sena con su planta de elaboración de fibra Miropalm, Hop
– Pal de “Quico” Rodríguez y Fábrica Uruguaya de Alpargatas.
DE LA GUERRA CIVIL.
Este hermoso paraje fue escenario de unos de los combates de la guerra civil de 1897, y
al respecto recurrimos a una publicación del periódico “El Palmareño” de mayo 1997 de
la pluma del Prof. Jesús Perdomo titulado “El combate del Maturrango-La
Lechiguana” del cual extraemos el siguiente texto: “...también en el combate de La
Lechiguana pues lo más duro del mismo se peleó en la falda del cerro de este nombre
se enfrentaron dos contingentes nutridos, por lo menos trescientos cincuenta
combatientes en cada bando, hubo heridos y muertos, se tomaron prisioneros... un
combate en toda regla!”.
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Mario Ubal Olivera nieto de una de las sobrinas del Coronel Leonardo Olivera -
protagonista junto a otros héroes de la gesta emancipadora del Uruguay- comentó “... la
espada que usó Leonardo en la Batalla del Sarandí y en la toma de la Fortaleza de
Santa Teresa por el 1825 entre otros combates fue utilizada por un tío mío llamado
Gabino Ubal Olivera en la guerra civil de 1897 y estuvo en la Batalla del
Maturrango. Los blancos derrotados y perseguidos se dispersaron, Gabino
apremiado y temeroso de que la espada quedara en manos enemigas la enterró
separada de su vaina de suela y puntero de bronce en lo más espeso de los
pajonales del Paso del Bañado. Lograda la paz de septiembre de 1897 junto a uno
de sus hermanos y el negro Avelino Abreu volvieron a buscar el arma, labor que
les llevó un día, encontraron la espada, pero la vaina nunca más apareció... En
1938 mi familia donó la espada, un trabuco y una foto de Leonardo Olivera al
Museo de la Fortaleza de Santa Teresa”.
En la Estancia de los Risso en el galpón de esquila existió un cajón con restos humanos
de tres personas que según la tradición oral perteneció a combatientes de la batalla El
Maturrango-La Lechiguana. Varios años después en las primeras décadas del siglo
veinte fueron llevados en tres coches que arribaron a la estancia luciendo banderas
blancas, los referidos cuerpos pertenecían al Escuadrón San José.
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Foto de Néstor Rocha
FENÓMENO BIOLÓGICO:
La Profesora Adriana Bonfrisco Mancebo consultada al respecto precisó “...de acuerdo
a los datos extraídos del libro Flora arbórea y arborescente del Uruguay de Atilio
Lombardo dice que la palma butiá tiene un tronco o estípite –los dos nombres son
sinónimos- que se eleva entre cuatro y ocho metros. Hojas pinnaticompuestas, son
hojas compuesta de hojuelas insertas de uno y otro lado del pecíolo de color
ceniciento. La palmera tiene una ramificación monopodial simple y esto significa
que tiene una yema –donde está el tejido joven- en el extremo superior del tallo
hacia arriba que permite que éste crezca y la generación de hojas a la vez. Cuando
las hojas caen dejan una cicatriz en el pedacito de tallo que originó la yema
dándole un aspecto característico.
Si se divide el tallo en dos o tres estípites cada uno tiene un follaje vulgarmente
denominada cabeza; esto es producto de una mutación según la información
obtenida en el Departamento de Genética de la Facultad de Agronomía...”
A lo largo del Camino del Indio en donde transcurre el palmar es posible detectar
palmeras con un único tronco y varias “cabezas”. Existen desde dos hasta la que hubo
de nueve “cabezas” de un lado y otro del Camino, por ejemplo, en la Estancia El Palmar
existió una con nueve que actualmente le quedan tres, en el mismo establecimiento
existieron otras: de siete le quedan seis, de seis que sobreviven cuatro. Otro ejemplo es
en un establecimiento rural ubicado atrás de la Escuela del Paso del Bañado que posee
cuatro follajes o cabezas.
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Foto de Néstor Rocha
LA RIQUEZA BIOLÓGICA:
Casa Ambiental realizó diversos estudios pormenorizados de la riqueza biológica de la
región de influencia de las lagunas Negra y Castillos. El Camino del Indio significó la
columna vertebral de las investigaciones de zoólogos, botánicos, ecólogos constatando
pistas valiosas para comprender mecanismos y procesos naturales que brindan un
conocimiento para planificar políticas productivas y de desarrollo con sentido
sustentable.
Entre ellos Santos Emilio Barboza “El Brasilero” se dedicaba a la elaboración de carbón
con la materia prima que le brindaba el monte indígena, en la convivencia directa con la
naturaleza se ganó la amistad de diversos animales y por ejemplo tenía algunos zorros
dos ellos se llamaban Marcelino y Cirilo.
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Otra persona de nombre Juan Moreira apodado “El Pulga” ó “El Pulgar”, que aún vive,
siendo más joven estuvo al margen de la Ley y se refugió en Cerro Negro oculto por
mucho tiempo y subsistiendo con alimentos que proporcionaba el lugar o de pequeños
hurtos de carne, galletas, yerba y tabaco en las estancias aledañas hasta que un día fue
descubierto por los peones de la estancia Santa Ana. En su permanencia en Cerro Negro
además de las incursiones por los establecimientos rurales se dedicaba a hacer figuras
humanas o muñecos con tierra arcillosa o greda. Actualmente es peón de campo y aún
permanece conchabado en distintos establecimientos rurales de la zona, era común verlo
transitar a pie por el Camino de los Indios.
LA PORTERA NEGRA.
En la intersección de las rutas 16 y 13 existió un núcleo poblado integrado por vecinos
de la comunidad negra que superaba la treintena de familias y fue conocida como “La
Portera Negra”. Dicha denominación no fue por los vecinos asentados en el lugar sino
por una portera de grandes dimensiones pintada de bleque de la Estancia El Cerro y por
ella se accedía antes de la construcción de la Ruta 16 a los parajes: Peñón del Sauce,
Los Ajos, Potrero Grande, Bañados Los Indios...
Este pueblito aportó a las estancias de la región peones “pa`todo” y las mujeres además
de atender las tareas domésticas se dedicaban al lavado y planchado de ropa de las
estancias del lugar. En sus proximidades existió un local de feria ganadera conocido
como “La Feria del Ocho” y los troperos tenían como punto de reunión y distracción
este vecindario.
Existieron en su oportunidad hasta tres almacenes y uno de ellos tuvo teléfono
precisamente el almacén San Cono de Marcos D`Onollo que actualmente es una tapera,
único y mudo testimonio de aquella población de negros.
EL RESCATE DE CAIFÁS.
El capataz de la estancia La Laguna Negra Rubén Iroldi Escobar era propietario de un
perro de nombre Caifás, un día y como es costumbre en los establecimientos rurales
diariamente salen a cumplir diversas tareas. Iroldi partió con su Caifás y dos perros mas
llamados Tarascón y Trabuco rumbo a la laguna; hacía tiempo que se les cruzaba un
zorro que pifiaba a los perros y éstos le habían tomado encono porque no le podían dar
alcance. Lo persiguieron hasta las sierras y el zorro se metió en una de las cuevas allí
existentes y Caifás por ser más delgado de cuerpo se metió a capturarlo y quedó
atrapado.
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Ante esta situación –el 24 de septiembre de 1957- con total apoyo del propietario del
establecimiento rural se resolvió rescatar el perro atascado entre las piedras empleando
punzones, picos y marrones, pero no se logró el objetivo. El patrón como buen tozudo
resolvió pedir apoyo al Batallón de Infantería Nº 12 de la ciudad de Rocha para
recuperar el perro, gestión que se logró y se trabajó con barrenos hasta remover las
piedras.
Luego de varios días de labor se recuperó con vida a Caifás, durante la operación
rescate se contó con el apoyo del médico veterinario Dr. Milton Almandós.
Este gesto motivó que la Sociedad Protectora de Animales fuera hasta la estancia La
Laguna Negra para la entrega de medallas y una placa de reconocimiento por la labor
desarrollada en el rescate luciendo el siguiente texto: “AUPA en reconocimiento de
quienes en noble gesto rescataron a un
perro fiel: Caifás”.
...
No importa lo que gastaron
Esta es la hazaña cumplida,
Del personal de una estancia
Que supieron con prestancia
Poner a salvo una vida,
No importa los cinco días
De trabajo realizado,
Ellos solo habían ansiado
Salvar a su amigo fiel
Como si hubieran soñado.
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EL COMANDO REVOLUCIONARIO.
La Estancia La Blanqueada es el centro de diversas historias tejidas a lo largo de su
extensa vida. Cuentan que en el año 1925 un comando revolucionario del Partido
Libertador del Estado de Río Grande del Sur estuvo asentado por muy poco tiempo
donde recibió un importante armamento proveniente de la capital de nuestro país.
El Dr. Amaranto Paiva Coutinho, titular de la estancia, médico de Santa Victoria Do
Palmar, era integrante del Partido Libertador enfrentado al gobernador riograndense
Borges Mederos. Este gobernante era considerado un déspota autoritario, rodeado por
personas que estaban por encima de la ley y herederos de la filosofía de gobierno de
mano dura de Julio Castilhos en Río Grande del Sur; eran los tiempos del gobierno de
Getulio Vargas.
El Jefe del comando revolucionario brasileño era el Coronel Adalberto Correa quien
cultivaba las mismas ideas que el Dr. Amaranto Paiva, pero con perfiles personales
diametralmente opuestos. Los revolucionarios se habían ubicado en uno de los montes
de la estancia rumbo a la laguna, en un lugar conocido como “Los Aguaíses”, recibieron
el armamento esperado, acomodado en grandes cajones de máquinas de esquilar de
marca alemana, fue depositado en el almacén, ferretería y acopios de frutos del país de
Simón Otero y de ahí fue transportado hasta la estancia.
Cuando estaban realizando los preparativos del traslado de las armas al Brasil todo
aquel que llegara al establecimiento rural quedaba detenido. Cuentan que ese día
“Ramireya” –un peón rural- salió de la estancia Corral de Palma para La Blanqueada y
cuando llegó le salió cuatro brasileños y lo retuvieron; con mansedumbre campesina
éste empezó a desensillar su caballo frente a la atenta mirada de sus secuestradores.
Caminó lentamente, sin apuro, abrió la portera del potrero para soltar su caballo e
imprevistamente montó en pelo y se les fugó ganándose a las sierras de los Correa; allí
abandonó su caballo agotado y llegó a pie a Castillos donde efectuó la denuncia en la
comisaría.
Los campos del bañado Los Indios eran propiedad de la sociedad Yaguna (o Llaguna) y
Terra (Gabriel Terra, presidente de la República de 1931 a 1938) y en este lugar estaba
el puestero Claudio Rocha apodado “El Capincho” quien se encargó de cruzar el
armamento por ser un conocedor de la zona.
Cuando el comando estaba acampado a la orilla del bañado para cruzar al otro lado
llegó un comisario de apellido Cáceres o Cásales con cinco policías y entabló diálogo
con Adalberto Correa para que depusiera de su actitud y se entregara; éste tomó una
metralleta y expresó: “yo no vengo a hacer lío acá en el Uruguay, pero en un minuto
barro con ustedes”.
El comisario ante esta situación dio vuelta con sus subalternos y avisó al destacamento
de batallón que había en San Miguel. En tanto ocurría esto, los revolucionarios ya
habían cruzado el bañado y en las proximidades de la comisaría del antiguo pueblo
Gervasio y el Camino a la Higuera se produjo el enfrentamiento. Hubo solamente
heridos y uno de ellos fue el Coronel Adalberto Correa, no quiso que el Dr. Álvarez
Caimí lo anestesiara por miedo a que lo mataran y aquí concluyó la aventura
revolucionaria de Correa.
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ARTE RUPESTRE.
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severos cambios, principalmente a partir de la realización de las obras de
canalización para la desecación de los bañados adyacentes.
EL PUENTE.
En la década de 1930 se construyó el puente sobre el ecosistema del arroyo y bañado
Los Indios y la misma implicó una ardua labor. Antiguamente se vadeaba por un
afirmado de piedras que permitía el paso de las carretas, carros, caballos y la tropa muy
próxima al puente, se le conoció como el Paso de las Carretas.
CONCLUSIÓN:
El Camino de los Indios la construyó la empresa Neyeloff y Barrandegui donde los
obreros emprendieron la obra prácticamente a pico y pala. Beltrán “Beto” Pérez –
fundador del Museo Arqueológico de Castillos, que hoy lleva su nombre- relató su
experiencia como obrero de esta ruta “... la empresa exigía más de lo que uno
humanamente podía, era una vida dura y el trabajo al extremo de socavar nuestra
resistencia física... cobrar los salarios era una dificultad mayor, casi tan duro como
la labor de abrir a pico y pala la ruta, la deuda llegaba hasta los sueldos de tres
meses y apenas nos pagaban el de un mes... para exigir venían en un caballo árabe,
para pagar en una mula manca”.
Las viviendas de los obreros del Camino de los Indios eran precarias, consistían en unas
tres hiladas de terrón, techo de paja y piso de tierra: unas aripucas. Cuando la
construcción de la ruta se distanció del campamento a los obreros los trasladaban en
camiones, sin toldos que los resguardaran del frío en invierno, del sol en el verano y de
la tierra que al transitar del vehículo se levantaba dificultando la respiración.
El campamento permanecía hasta que a la empresa no le era redituable llevarlos y
traerlos desde el lugar de la obra, armándose un nuevo asentamiento en la avanzada.
La segunda guerra mundial afectó en la forma de hacer el trazado, la maquinaria
existente en aquellas épocas no contaba con el combustible para ser movilizada a causa
de la veda ocasionada por la contienda mundial.
El obrero a pico y pala y fundador del Museo “Beto” Pérez compuso un poema titulado
“Camino del Indio”, del cual extraemos algunas estrofas:
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...
Este Camino del Indio
Que culebrea hasta el Chuy,
Casi niño, a pico y pala,
En mis tiempos recorrí...
Armábamos la herrería
Debajo el canelón
Y, apenas amanecía,
¡Meta martillo y marrón!
...
NÉSTOR ROCHA
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