SPN56-0826 Divine Love VGR
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Uds. han leído el libro. Allá ese día en Portland, Oregón, cuando
ese demente corrió a la plataforma, que iba a matarme. Todos
Uds. tal vez lo han leído, en el libro. ¿Qué sucedió? Dios me envió
a predicar el Evangelio. Eso era lo que yo estaba haciendo.
77 Se reunieron miles de personas. Las calles estaban llenas,
y había más de seis mil adentro; y llovía a cántaros y la gente
estaba allí de pie. En sus corazones lo anhelaban, hambrientos.
¡Era cuando no había nadie más en el campo! La reunión era muy
valorada. Y tenían que empujarlo a uno entre la multitud y todo
lo demás, con una escolta de policía para que uno entrara.
78 Yo había estado en una habitación, y allí guié a dos pequeños
policías a Cristo, allá en el camerino; dos jóvenes de la policía,
de unos veinte años. Una de sus madres había recibido sanidad,
la noche anterior. Y ambos se inclinaron allí y los guié al
Señor Jesús.
79 Salí a la plataforma para predicar, fe. De repente un demente
que había golpeado a un predicador esa tarde, más abajo por
esa calle, había escapado de un manicomio, le había roto la
clavícula, le fracturó la mandíbula. Él tenía la manía de matar
a los predicadores. Él entró corriendo, y pensó: “Esta es mi
oportunidad”. Vino hasta la plataforma; pesaba alrededor de 250
o 260 [115 a 120kgs], como seis pies, diez pulgadas [2,08mts],
manoteando. Él dijo: “¡Hipócrita! ¡Serpiente en la grama!”.
80 Ahí estaba el asunto. El servicio de Dios estaba en orden;
la gente recibiendo sanidad; miles siendo salvos y bendecidos;
ministros siendo inspirados. Este gran avivamiento apenas en su
inicio en ese entonces, a punto de empezar por el mundo. Allá
arriba estaba sentado T. L. Osborn, (¡Amén!), quien ha ganado
decenas de miles de almas para Cristo; sentado allí, pastoreando
una iglesia con ocho o diez en su congregación, viendo eso desde
el palco.
81 Y ese demente corrió a la plataforma para perturbar la
reunión del Señor. Y dijo: “¡Serpiente en la grama! Hipócrita,
pasándose por siervo de Dios. Yo le mostraré esta noche que Ud.
no es un siervo de Dios. Y le voy a romper todos los huesos de
su miserable cuerpecito”. Y él corrió hasta allí y preparó su gran
puño para golpearme.
Me di la vuelta. Los predicadores corrieron, todos.
82 Parado allí, pues gargajeó y me escupió en la cara. Dijo:
“¡Serpiente en la grama! Te mostraré qué tan siervo de Dios eres.
¡Engañador!”.
83 Yo no dije una sola palabra. Solo lo miré. Y de repente, el
Espíritu Santo, algo…
84 ¿Qué pensaría Ud. si un hombre le escupiera en la cara? Pues,
si en Ud. hubiera algún mal genio, eso lo despertaría. Seguro
que lo haría. Y aquí venían dos policías, los mismos dos policías
A MOR DI V I NO 13
152 Ella se levantó limpiando las lágrimas de los ojos, dijo: “Sí,
cariño. ¿Se siente mejor el bebé de mamá?”. Comenzó a sobarle
la cabeza.
153 Él dijo: “Mamá, está entrando luz en la habitación. Está
entrando luz en la habitación”.
154 ¡El amor soberano! Cuando el amor Divino se proyectó hacia
el corazón de Dios, la gracia soberana tuvo que responder en su
lugar. ¡Al pensar en una pobre madre allí, aferrándose de Dios
con su oración, y todo esto! Y entonces, ¿qué sucedió? Dios, por
Su gracia; Dios, en Su misericordia bajó del cielo un avión y
lo mantuvo en tierra, para responder la oración de una pobre e
ignorante mujer de color, cuando se proyectó el amor Divino. No
importa cuán pobre, cuán negra, lo amarilla, lo que ella fuese;
cuando se proyecta la gracia Divina, la gracia soberana tiene
que tomar su lugar. Ese amor de aquella madre anciana allí,
¡cuánto lloró!
155 Y el muchacho, unos… Como dos años después, fui allá, y
viajaba para allá en tren. Me bajé y fui para conseguirme una
hamburguesa. Querían setenta u ochenta centavos por una en el
avión, y yo… en el tren. Y podía comprarla por veinte centavos
en el pequeño puesto. Me bajé del tren, caminé para allá. Había
un maletero, dijo: “¡Hola, Párroco Branham!”.
Miré alrededor. Dije: “Buenos días, hijo”.
“Pues” dijo, “¿no me conoce?”.
Dije: “No, no lo creo”.
22 L A PAL A BRA H A BL A DA
156 Dijo: “¿Recuerda hace como dos años, cuando Ud. vino y oró
por mí y mi mamá allá?”.
Dije: “¿Eres ese muchacho?”.
157 Dijo: “Sí, señor, Párroco Branham”. Dijo: “No solo estoy
completamente sano, sino que ahora soy salvo. Yo soy Cristiano”.
158 ¡La gracia soberana! ¡Sí, señor, hermano! Se los digo: cuando
la gracia… Cuando Dios ve que el amor se proyecta, la gracia
tiene que tomar su lugar.
159 Hace unas semanas, en mi casa, Uds. lo recuerdan; muchos de
Uds., pues, cuando esa vieja zarigüeya estaba echada allí; cuando
esta joven por acá había ahogado a su bebé. Y, cuando Dios le
dio un bebé; y que ella no quiso criarlo, pues lo envolvió en una
manta, y lo arrojó allá y lo ahogó en el río. Yo dije: “Esa no es una
madre. Es más baja que un perro. Un animal no lo haría”.
160 Y si el amor soberano de Dios hace eso, pudiendo proyectarse
a un animal, ¿cuánto más podrá proyectarse a un hombre o a una
mujer? Correcto.
161 Y esta pobre madre zarigüeya vino caminando por esa calle
Lane, Uds. conocen la historia. Y cómo ella entró y se acostó allí
en mis escalones por veinticuatro horas, sin que yo supiera nada
al respecto.
162 El Hermano Wood y los demás que están sentados allá
atrás, y la Hermana Wood, apiadándose por la criatura, dijeron:
“Hermano Branham, ¿por qué la deja sufrir? Y esos pobres
bebés zarigüeyas bebiendo esa leche mala de ella; ¿tendida allí
muerta?”. Dijeron: “¿Por qué no los mata, Hermano Branham o
destruye a la pobre madre?”. Ella no estaba del todo muerta. Ella
estaba… Uno podía golpearla, y ella… lograr que se moviera.
Y, allí permaneció ella toda la noche.
163 Y al día siguiente, la pequeña Becky, salió allí, dijo: “¿Papá?”.
Pues, a la mañana siguiente, como al amanecer, dijo: “¿Qué vas
a hacer con esa zarigüeya, papá”? Dijo: “Lo he estado pensando
toda la noche”.
164 Y dije: “Yo también, Becky”. Bajé a la habitación. Dije:
“Regresa y acuéstate, cariño. Es demasiado temprano para que
te levantes”.
165 Me senté allí en mi cuarto de estudio. Pensé: “Bueno,
…?…” Pensé: “Voy a tener que hacer algo con esa pobre
zarigüeya. No sé qué hacer”.
166 Luego oí una Voz que ni siquiera estaba esperando.
167 Allí mismo, cuando las manzanas bajaron esa mañana para
el Hermano Hall, cuando él fue sanado de cáncer. Allí donde han
sanado enfermos y afligidos. Yo me encontraba sentado en ese
cuartito de estudio.
A MOR DI V I NO 23
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