Celso Furtado Desarrollo y Subdesarrollo
Celso Furtado Desarrollo y Subdesarrollo
Celso Furtado Desarrollo y Subdesarrollo
DESARROLLO Y
SUBDESARROLLO
CELSO FURTADO
EUDEBA
Stanley Jevons
INTRODUCCIÓN
1 Ver A Economia Brasileira, Rio, 1954, Cap. VI, y El Trimestre Económico, julio-septiembre 1954.
2 Ver Revista Brasileira de Economia, septiembre 1952; El Trimestre económico, enero-marzo 1953:
International Economic Papers N° 4, 1954.
El capítulo tercero es un ensayo de integración del análisis económico con el método
histórico, en un intento de explicar los orígenes de la economía industrial, base de la moderna
cultura occidental. La primera versión de ese ensayo fue publicada en portugues, en 1955, y
traducida al español en 1956.3
El capítulo cuarto inicia una discusión en torno del problema específico del
subdesarrollo, discusión que se extiende a los dos capítulos siguientes. Junto con el capítulo
quinto, el cuarto constituye una monografía presentada por el autor en 1958, como tesis del
concurso para la cátedra de Economía Política de la Facultad de Derecho de la Universidad del
Brasil.
El capítulo sexto fue escrito en 1960, y constituye un ensayo de aplicación de las ideas
formuladas en los capítulos anteriores a la interpretación del desarrollo brasileño durante las tres
últimas décadas.
Desarrollo y subdesarrollo se dirige a una cantidad creciente de personas, particularmente
de la nueva generación, que se preocupan por los problemas del subdesarrollo. El autor está
convencido de que resulta cada vez más urgente realizar un esfuerzo de crítica y de nueva
formulación del pensamiento económico, tendiente a un conocimiento más eficaz de los
problemas de subdesarrollo. Con el objeto de contribuir a que se realice dicho esfuerzo, pública
estos ensayos —simples exploraciones en tierras casi vírgenes— que podrán tener la virtud de
sugerir algunos puntos de partida para una discusión preparatoria de esa tarea constructiva.
C.F.
DESARROLLO
CAPÍTULO 1
INTRODUCCIÓN
1 D. Ricardo: On the Principles of Political Economy and Taxation, cap XXXI (incluido en Works).
las corrientes migratorias, el orden institucional o el grado relativo de evolución de las
economías contemporáneas singularizan cada fenómeno histórico de desarrollo. Tomemos un
ejemplo al respecto: Cuba. Pocas economías se han desarrollado con mayor rapidez que la de ese
país, gracias a una creciente integración en el comercio internacional. Pero también pocas
economías encuentran hoy, como esa, mayores dificultades para salir del estancamiento debido a
la índole de sus relaciones de intercambio exterior. Así el comercio exterior aparece, en este
caso, como un factor que al mismo tiempo estimula y traba el desarrollo.2
A pesar de todo, no resultaría menos anticientífica la posición del economista que se
limitase a una simple descripción de los casos históricos de desarrollo. Jamás lograría
comprender, por ejemplo, el papel que desempeñan las fluctuaciones en la exportación del azúcar
en relación al proceso de formación del capital en la economía cubana, a menos que contase con
el adecuado instrumental analitico, el cuál no existiria si la ciencia económica no hubiese
alcanzado cierto grado de universalidad en la definición de una serie de conceptos básicos, cuya
validez explicativa, aunque limitada, tiene innegable importancia práctica. Y cuando olvidamos
los límites de esa validez al abordar los problemas inherentes a las situaciones históricas,
pasamos subrepticiamente del campo de la especulación científica al de la dogmática. Por
ejemplo, entre las llamadas “grandes leyes” de la economía clásica se encontraban la de la “libre
competencia” y la del “libre cambio”. En última instancia, ambas constituían construcciones
lógicas basadas en observaciones fragmentarias, en una psicología humana simplificada, en
determinada estructura social y en las relaciones existentes entre economías en expansión y
economías relativamente paralizadas. Y a fuerza de ser repetidas acabaron por convertirse en
dogmas. Por ese motivo, y durante mucho tiempo, la economía perdíó el carácter de ciencia
objetiva, para transformarse en un conjunto de preceptos.3
De este modo, la crítica permanente del pensamiento económico, por parte de los propios
economistas, constituye un requisito para el adelanto de esta ciencia.
2 Escrito en 1954.
3 “Nos damos perfecta cuenta de que, durante el siglo pasado, los economistas, al hablar en nombre de su
ciencia, estaban ventilando puntos de vista respecto de lo que consideraban socialmente imperativo. Basándose en
sus descubrimientos científicos, trataban de determinar el sentido de aquello que resulta económicamente «deseable»
o «justo», del mismo modo que se oponen a ciertas políticas con el argumento de que su realización disminuye el
«bienestar» general o implicaría «descuidar» (o hasta «infringir») las leyes económicas. Aun cuando no sea
expresado en forma explícita, las conclusiones implican indudablemente la idea de que el análisis económico puede
proporcionar leyes en el sentido de normas, y no simplemente leyes en el sentido de repeticiones comprobables y de
regularidad en hechos reales y posibles” Gunnar Myrdal, The Political Element in the Development of Economic
Theory, Londres, 1953, pág. 4.
EL PUNTO DE VISTA DE LA ECONOMÍA CLÁSICA
4 Véase, más adelante, pág. 68, la crítica keynesiana sobre el enfoque neoclásico a este respecto
5 Edwin Canaan: Historia de la Teorías de la Producción. Fondo de Cultura Económica. México, 1942.
sigual, ocupa un espacio considerable. Se aplicó a un problema que luego desaparecería,
prácticamente, del pensamiento de los clásicos ingleses: ¿Por qué aumenta el producto social?
Atribuyó la causa de este fenómeno a la división del trabajo, a la cuál adjudica tres virtudes:
aumento de habilidad en el trabajo, economía de tiempo y posibilidad de usar las máquinas.
Después de una salida tan feliz, el análisis de Smith desciende bruscamente de nivel: afirma que
la división del trabajo es el resultado de la “tendencia a comerciar” que tiene el hombre, y que el
volumen del mercado limita la división del trabajo. Caemos así en un círculo vicioso, ya que el
volumen del mercado depende del nivel de la productividad y este último de la división del
trabajo, a la que, a su vez, depende del volumen del mercado.6
Siguiendo a J. B. Say, los clásicos de la primera mitad del siglo XIX clasificaban los
“elementos de producción” en tres grupos: tierra, capital y trabajo. Eso no obstante, atribuían al
trabajo el origen de todo “valor”, resultando el producto social de la cantidad de trabajo
realizado, directa e indirectamente. Con todo, la cantidad de trabajo que podía ser empleado se
hallaba determinada por la suma del capital acumulado. Esa teoría establecía, implícitamente,
que el nivel de los salarios reales no era arbitrario y que por consiguiente, no podía ser
modificado por la acción de los sindicatos o del gobierno, sino que dependía de la oferta de
trabajo y de la capacidad de empleo de la economía. Ahora bien, la capacidad de empleo era una
función de la acumulación del capital.7 No obstante su objetivo limitado, resulta evidente el
alcance que podría tener esa teoría como explicación del proceso histórico del aumento de la
producción.
Sin embargo, los economistas de la primera mitad del siglo XIX —por lo menos en
Inglaterra— no veían en el proceso de la acumulación del capital la clave de una teoría del
desarrollo progresivo, sino una prueba de que la evolución que entonces se observaba constituía
un fenómeno fugaz. Su razonamiento se encontraba preso en las tenazas del “principio de la
población”, formulada por Malthus, y de la “ley de los rendimientos decrecientes”, que se
suponía prevalecía en la agricultura. Estas dos tenazas poseían un claro fundamento ideológico,
orientándose la primera hacia la teoría de los salarios y la segunda a la renta de la tierra. Ricardo,
gran ideólogo de la clase industrial inglesa, aducía que la renta de la tierra tendía a crecer a
medida que se utilizaban tierras de inferior calidad. Por otra parte, siguiendo el “principio de
Malthus”, afirmaba que la población tendía a crecer siempre que el salario obrero iba más allá
del nivel de la simple subsistencia. Cuando la relación tierras-población era favorable, como
sucedía en los países de colonización reciente, los salarios eran altos y los lucros elevados. El
ritmo de acumulación tenía que ser grande y baja la renta del suelo. Pero los salarios elevados
significaban un crecimiento rápido de la población y la utilización de tierras de calidad inferior.
Aumentando el precio de los alimentos, aumentaba también el costo de la mano de obra, al mis-
6 Adam Smith: In Enquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations. Ed. de Edwin Cannan. Ver
capítulos I, II y III.
7 En estricta verdad, era función del “fondo de salarios”, que venía a ser el capital circulante disponible .