Los Tres Golpes Misteriosos
Los Tres Golpes Misteriosos
Los Tres Golpes Misteriosos
Primera parte.
Los Three Distincts Knocks( Los Tres Golpes Nítidos), es una de las mas importantes
divulgaciones de la tradición masónica inglesa.
Una divulgación es un texto destinado al gran público. Esto debe entenderse como
opuestos a otros documentos, masónicos o concernientes a la masonería, que son
documentos privados.
El estudio de las divulgaciones y de su recepción es reciente.
Los primeros investigadores que se interesaron, hace ya mas de medio siglo, las
consideraron desde el principio como dudosas y poco fiables en cuanto a la veracidad
de su contenido.
¿Esos textos no se habrían publicado con la intención de dañar a la masonería?.
El autor de la mas célebre de las divulgaciones, Samuel Prichard ¿no escribió acaso
“ De todos los abusos que aparecen entre los hombres, ninguno es tan ridículo como
el misterio de la masonería (…). Espero que (esta divulgación) dará entera
satisfacción y tendrá el efecto deseado con la prevención de tantas gentes crédulas
que se interesen por una sociedad tan perniciosa”? (2)
Debe reconocerse que ciertas divulgaciones son efectivamente falsas y tenían el fin
deliberado de sembrar la duda en el espíritu del público.
Es el caso de dos divulgaciones francesas de 1744: Le Parfait Maçon y La Franche-
Maçonne (3).
Con el progreso de la investigación, al comparar las divulgaciones con los textos no
publicados, los eruditos han establecido la coherencia de la mayor parte de esas
publicaciones y las consideraron como fuentes seguras.
Harry Carr, uno de los mas notorios investigadores masónicos ingleses, produjo una
destacada obra publicando por primera vez las divulgaciones masónicas francesas.
Hoy en día, teniendo en cuenta todas esas conclusiones, es posible efectuar una
relectura de esos textos y considerar uno de los problemas fundamentales de la historia
masónica del siglo 18.
En efecto, la investigación masónica, como toda búsqueda, consiste en reformular
regularmente las mismas cuestiones y producir nuevas respuestas.
Las logias usaron el texto de Prichard como ayuda memoria, lo que significa que la
masonería londinense de los años 1730 estaba conforme a esta divulgación.
Se puede asimismo pensar que la misma masonería que apareció en Paris en esos años,
es la que provenía probablemente de Londres.
Primera divulgación inglesa importante, La masonería Diseccionadaserá también la
última, en Inglaterra por largo tiempo. En Francia, la situación es muy diferente.
Desde el final de los años 1730, fueron apareciendo numerosas divulgaciones.
Algunas se inscriben en la línea de Samuel Prichard ( La Reception Mysterieuse, 1738
y Le Sceau Rompu, 1745) atestiguan las mismas preocupaciones, los mismos intereses,
las mismas necesidades y sin duda, la misma práctica masónica que los hermanos de la
otra costa del Canal (4).
Otras, Le Secret des Francs-Macons, Le Catechisme des Franc-Macons, LÓrdre des
Francs-Macons Trahi, de los años 1744-1745, proponen una masonería que se
referencia en Inglaterra.
En 1751, todavía, Le Macon Demasqué, se presenta como una traducción francesa de
un ritual usado por una logia de Londres.
Así, desde los años 1730 a 1750, los usos masónicos de los hermanos ingleses y
franceses para los grados azules eran sustancialmente idénticos.
En 1751-1753, se produce un acontecimiento que va a modificar considerablemente la
situación.
Se trata de la aparición, en Inglaterra, de una segunda Gran Logia distinta de la Gran
Logia de Londres, tanto en su ritual como en su concepción de la masonería (5).
Sus orígenes son oscuros, pero se sabe, después de un largo tiempo, que la teoría
aventurada por Thory según la cual esa masonería de los “ Antiguos” seria una escisión
de la Gran Logia de Londres, es falsa.
Se trataba en realidad de una creación original de hermanos venidos de Irlanda, que
traían con ellos sus usos y tradiciones masónicas bien diferentes a los usos
londinenses.
Aparecida en 1751, esta masonería no tomará el título de Gran Logia sino hasta 1753,
momento en que un hermano noble de nacimiento, a semejanza de los que sucedía en
la Gran Logia de Londres, aceptó convertirse en su Gran Maestre (6).
La Gran Logia de los Francmasones según las Antiguas Instituciones, mas adelante
llamada Gran Logia de los “ Antiguos” , conocerá sus primeros movimientos en
oposición a la Gran Logia de Londres o primera Gran Logia, pero Laurence Dermott,
su principal animador arribará al nivel de su competidor e incluso la sobrepasará para
fines del siglo XVIII.
Será en ese contexto, que en 1760, después de treinta años de silencio documental
aparecen nuevas divulgaciones:
En primer lugar, A Master Key to Freemasonry, traducción muy cercana de L´Ordre
des Francs-Macons Trahi”.
Esta divulgación testimonia todavía una fuerte identidad entre las masonerías
francesas e inglesas dentro de la tradición de los “Modernos”.
Algo mas tarde, se publican “ Los Tres Golpes Nítidos”. Este texto se presenta como un
ritual que permitiría al lector hacerse pasar por un francmasón y penetrar en todas las
logias que le plazca..
En 1762, aparece Jachim and Boaz, divulgación muy próxima a la precedente.
De todos modos esa divulgación surge como una divulgación de los “Antiguos”, a pesar
de que Jachim and Boaz se declara como “Moderna”
Atendiendo a demostrar lo contrario, se podría pensar que esa última reivindicación es
falsa y fue probablemente formulada para ensuciar las pistas, pues sin ellas no se
explicarían las querellas que opusieron a “Modernos”y “ Antiguos” hasta la Unión de
1813.
En 1764 se publicó Hiram, divulgación muy parcial que se refiere a los Tres Golpes
Nítidos y hace alusión al Real Arco ( grado muy importante para los “ Antiguos”) y en
1765, será el Mystery of Freemasonry Explained( versión abreviada de Jachim and
Boaz) y Shibboleth las que surjan.
Pero, en esa serie de publicaciones, la mas importante es indudablemente Los Tres
Golpes Nítidos.
Antes de comenzar la lectura crítica del texto, debemos repasar los problemas con que
nos encontraremos en el curso de nuestro estudio.
¿Será verdad que los Modernos al principio practicaban el orden B y J, que era el
mismo de los Antiguos, y que cambiaron después a J y B?.
Esa cuestión que puede parecer bizantina, en realidad es la que provocó las disputas
mas
violentas.
Todavía hoy en día, obediencias y ritos masónicos divergen sobre el orden de esas dos
palabras, pensando cada uno que practica el orden correcto…..
4.También La réception d'un Frey-maçon, divulgation de 1737 por los cuidados del
teniente de policía, René Hérault, no contradice fundamentalmente el texto de
Prichard, salvo en la difícil cuestión del orden de las palabras.
5.Si la tradición masónica de la Gran Logia de Londres, que va a ser llamada
« Moderna» como burla, estaba bien implantada en Francia, en el siglo XVIII
no será la misma tradición de los « Antiguos». Para esto último, habrá que esperar a
1804.
6. En el siglo XVIII, una Gran Logia, es, ante todo, la logia del Gran Maestre.
7.Acerca de esa cuestión debe leerse Les deux Grandes Colonnes de la Franc-
Maçonnerie por René Désaguliers, Dervy, 1997.
8. Se trata de la famosa expresión « afectando independencia», que podría significar
ya sea “ se dan aires de independencia”, o “ asumiendo su independencia”.
Dentro de cierta medida, eso es aún cierto hoy en día y es tanto mejor.
9. Las relaciones de los hermanos con su obediencia eran a imagen de aquellas de los
ciudadanos para con los poderes civiles : había una gran libertad, incluso para las
logias.
Dentro de cierta medida, eso aún es cierto hoy en día, lo que es tanto mejor.
MANUAL
DEL APRENDIZ
Aldo Lavagnini (MAGISTER)
EL JURAMENTO
El candidato se halla ahora dispuesto para cumplir con la formalidad del juramento, u obligación
solemne que se le hace prestar delante del ara de su propia conciencia, arrodillado de la rodilla
izquierda, y con la rodilla derecha en escuadra, en signo de humildad, respeto y devoción; con la
mano derecha sobre la Biblia, que representa la palabra Divina o la Verdad Revelada por la
tradición, y en la izquierda un compás, cuyas puntas apoya sobre el pecho desnudo, símbolo de la
plenitud de la conciencia y del perfecto entendimiento de su corazón.
El juramento se hace “en presencia del Gran Arquitecto del Universo y de los hermanos reunidos
en la Logia”. El reconocimiento de la presencia del G.’.A.’. es, pues, su primera condición: el
juramento u obligación se contrae individualmente en presencia del Ideal y de las aspiraciones
más elevadas de cada uno de nosotros en aquel Principio impersonal que constituye el primer
molde, rige el curso y es el Divino Arquitecto de nuestras vidas.
Los hermanos reunidos alrededor del aspirante, con sus espadas juntas, formando una bóveda de
acero sobre su cabeza, sin que él pueda darse cuenta todavía, con sus propios ojos, de su
presencia, son el símbolo de aquellas presencias o inteligencias invisibles que se hallan
constantemente alrededor de nosotros, sin que nos demos cuenta de ello; mudos testigos de
nuestros actos, que nos
Vigilan, nos protegen y nos ayudan para llevar a cabo nuestros propósitos y nuestras aspiraciones
más elevadas.
La obligación se contrae libre y espontáneamente, “con pleno y profundo convencimiento del
alma”. He aquí una condición fundamental de su significado y de su validez: no se trata, pues, de
una obligación obtenida con lisonjas, promesas o amenazas, con la que uno se liga en contra de su
propia voluntad o de sus deseos y aspiraciones, y pueda de tal manera ser constreñido a hacer
algo que le repugne, como en cualquier sociedad secreta cuya orientación sea diferente de la
genuina Tradición Iniciática.
Esto es lo que caracteriza a la Masonería y la diferencia netamente de otras sociedades de
diversas finalidades que tengan el secreto como medio o instrumento de su actividad. Sus
elevados Principios y la lealtad y fidelidad a los mismos que se pide a sus iniciados, a los que
quiere hacer hombres libres en el sentido más pleno y profundo de la palabra, la ponen para
siempre por encima de las críticas interesadas y malévolas que se le han hecho, bajo el pretexto
del secreto en el cual se desarrollan sus actividades.
El masón contrae la obligación que lo liga a la Orden por las más elevadas aspiraciones de su
alma, con la más plena, libre y espontánea voluntad, y hasta el último momento se lo deja en
libertad de retirarse, si así lo prefiere.
LAS TRES OBLIGACIONES
La primera de las obligaciones que contrae con el juramento se refiere a los secretos de la Orden.
El recipiendario se obliga a “no revelar a ninguno que no sea un bueno y legítimo masón”. Es la
obligación de la discreción en lo que se refiere a toda enseñanza esotérica, para que la misma sea
útil y provechosa, por lo cual dicha enseñanza puede darse únicamente a quien esté debidamente
preparado para recibirla, es decir, capacitado para entenderla en su real sentido.
Esta obligación está en perfecto acuerdo con las palabras de Jesús: “No deis las cosas sagradas a
los perros y no echéis vuestras perlas a los puercos”, y de Buddha: “No turbe el sabio la mente del
hombre de inteligencia tarda”, como también en el dicho hermético: “Los labios de la Sabiduría
están mudos fuera de los oídos de la comprensión”.
El término perro en las palabras de Jesús no significa nada injurioso, siendo una palabra muy
usada en Oriente en el sentido de profano o “extraño”; y en cuanto a las perlas, nos presenta una
imagen muy expresiva de los fragmentos de Sabiduría que el iniciado tiene que reunir
cuidadosamente, en el místico silencio del alma, en vez de “echarlos” al mundo de las pasiones,
donde ninguno sabría comprenderlos.
La segunda obligación es la promesa de “no escribir”, grabar o formar algún signo por el cual
puedan conocerse la Palabra Sagrada y los medios de comunicar y conocerse entre los masones.
Esta obligación, en su sentido exotérico, está destinada a proteger la unidad e inviolabilidad de la
Orden, y por ende la continuidad de la Tradición que por medio de ella se trasmite
simbólicamente.
Esotéricamente la palabra sagrada se refiere más particularmente al místico Verbo o Ideal
Divino que cada cual recibe en lo íntimo de su ser para expresarlo en actividad constructiva –
actividad que será el medio con el cual se le reconocerá exteriormente como masón por todos “los
buenos y legítimos masones”. Esta palabra no debe darse a conocer exteriormente a ninguno,
pues perdería su eficacia, así como la semilla pierde su valor vital si se la aparta de la tierra en
donde debe germinar.
La tercera obligación es el reconocimiento de los deberes de solidaridad que lo unen con los
demás masones por el mismo hecho de haber adquirido la conciencia de su relación para con
ellos, que es la fraternidad. Debe, pues, considerarlos a todos como hermanos y sentirse ligados a
ellos por aquella fraternidad espiritual que brota de la comunidad de ideales, tendencias y
aspiraciones, que es más fuerte y profunda que cualquier otra fraternidad puramente carnal o
exterior.
Así se compromete a ayudarlos y socorrerlos hasta donde alcancen sus fuerzas, tanto moral como
materialmente. Esto no quiere decir que deba hacerlo con perjuicio de otros, amparando
injusticias y acciones deshonestas, sino que debe cumplir para con ellos el primer deber de
humanidad, haciendo en toda circunstancia todo lo que el amor fraternal y su propio sentido del
bien le sugieran, y evitando todo cuanto pueda perjudicarles directa o indirectamente.
Antes de faltar a este juramento, el masón prefiere “tener la garganta cortada y la lengua
arrancada de raíz”, lo que quiere decir perder el poder de la palabra, cuya eficacia constructiva y
regeneradora depende del secreto y de la veneración con los cuales se custodia en religioso
silencio exterior, para que pueda libremente manifestarse en el interior.
Es el castigo simbólico que el indiscreto recibe doquiera naturalmente, como consecuencia
necesaria de sus propias acciones, cuando haga uso indebido, egoísta o ligero de lo que le ha sido
confiado. Comunicando lo que no hubiera debido comunicar pierde o retarda su propia capacidad
de expresarlo, así como la capacidad de llegar a una justa y perfecta comprensión de las cosas. El
indiscreto y el infiel nunca pueden establecerse en la Verdad, que se envuelve en sus velos más
impenetrables y se aleja para siempre de ellos.
Así la lengua se halla efectivamente arrancada de su raíz, que no puede ser otra cosa sino la
misma Verdad.
LA LUZ
El juramento u obligación que acaba de contraer ante todos y fundamentalmente consigo mismo,
como el propósito que lleva a cabo en el testamento, en su vida profana, y con el cual las
resoluciones iniciales del mismo testamento se hallan solemnemente confirmadas y selladas, hace
al recipiendario digno de ver la luz, cayéndosele por completo de los ojos la venda de ilusión que
le impedía ver la Realidad en sí.
Y la luz se le da simbólicamente por dos veces, después de haberlo hecho salir momentáneamente
del Templo para que recomponga las irregularidades simbólicas de su vestido.
Habiéndose declarado dispuesto a confirmar su juramento –a falta de lo cual siempre se le
concede la facultad de retirarse- cae de sus ojos la venda con la cual hasta ahora había podido ser
admitido en el Templo, y ve alrededor de sí, en la semioscuridad del lugar en que se encuentra, a
todos los hermanos de pie con la cabeza envuelta en un capuchón negro, y en la mano izquierda
una espada dirigida a su pecho.
Estas espadas no son, empero, una amenaza: partiendo de la mano izquierda, o sea del lado del
corazón, son el símbolo de los pensamientos de todos los presentes, todavía desconocidos para él
(y por esta razón velados), que convergen con benevolencia hacia el neófito y de la concordia de
sentimientos con los cuales se lo recibe.
Haciéndole notar que estos hermanos, testigos silenciosos de sus obligaciones (e imagen de las
fuerzas silenciosas que nos rodean), están dispuestos a ayudarlo y socorrerlo en el caso de que
cumpla con sus obligaciones, así como a castigarlo como es debido en caso de trasgresión, se le
ofrece por última vez la oportunidad de retirarse, y bajo la seguridad de que el juramento
pronunciado no le da ninguna inquietud, se le concede la plena luz: los hermanos presentes se
descubren, bajando sus espadas y quedando en orden, mientras el Templo se ilumina con toda
claridad.
Las espadas son el símbolo de todas las fuerzas desconocidas que en la vida constantemente
favorecen y ayudan a quien permanece constantemente fiel a sus ideales y obligaciones, a pesar
de la situación difícil y de las condiciones en apariencia contradictorias en que se encuentre,
mientras se convierten en otros tantos flagelos, remordimientos y castigos para quien cede y se
asusta, renunciando y faltando al cumplimiento de ellas.
La vida se hace siempre más dura, difícil e insatisfactoria para los que renuncian a sus ideales y a
sus más elevadas aspiraciones, para los que ceden a la contrariedad aparente de los hombres y de
las cosas y se dejan desalentar por su frialdad y falta de cooperación. Nunca y por ninguna razón
debe uno renunciar a la expresión de su propio Ser más elevado y del Divino deseo que
constituye el anhelo de su corazón: son éstos para él, además de un privilegio, una obligación y
un deber cuyo perfecto cumplimiento le asegura la investidura de su Primogenitura. Si bien debe
uno saber esperar con firmeza y confianza, sin que su entusiasmo se entibie o se enfríe,
permaneciendo siempre fiel en lo íntimo de su corazón a lo que en él representa el reflejo del
propio Verbo Divino y su más elevada visión de la Realidad.
Con esta firme actitud de su conciencia, delante de las pruebas contrarias de la vida, se hace la
luz gradualmente, en su mundo exterior; las adversidades y los mismos enemigos se descubren, y
aparecen ahora como “amigos”, habiendo depuesto la máscara, o apariencia hostil, que escondían
sus semblantes, y toda sombra pavorosa se desvanece de su existencia: es la plena luz que pasa
libremente desde el interior, y se derrama sobre el mundo externo, una vez que hemos sabido
resistir con Fe inalterable, fidelidad y persistencia todas las contrariedades que se nos han
presentado.
La luz ha sido siempre considerada como el símbolo más apropiado de la Divinidad y de la
Realidad. El mismo San Juan, el apóstol iniciado, nos dice en su primera epístola: “Dios es Luz y
en él no hay tinieblas”. Conocer la luz es, pues, conocer la Verdad y comunicarse con la misma
Divinidad, que es Bien Omnipresente, y hacernos otros tantos Centros o Canales, por medio de
los cuales esa Luz se manifiesta en nuestra vida y alrededor de nosotros.
La Luz que el iniciado recibe, como premio y consecuencia de sus esfuerzos, es un símbolo de
trascendental importancia en todas sus acepciones: la capacidad de ver la luz e ingresar en su
percepción constituye, pues, toda la esencia y la finalidad de la iniciación.
Restituido a la visión exterior de las cosas, con quitársele la venda que le cubría los ojos, después
de haber sido iniciado en la visión interior de la conciencia, el candidato experimenta al principio
una profunda decepción, en cuanto la realidad exterior se aparece en su aspecto más sombrío y
negativo. Pero, aprendiendo a combinar la visión de los sentidos con la íntima visión de la
Realidad, adquiere también la capacidad de manifestar y ver exteriormente la Luz de la cual ha
adquirido la percepción interior, y la ilusión de lo aparente pierde todo el poder para él.
CONSAGRACIÓN
Conducido nuevamente al ara, delante de la cual debe, como antes, disponerse en actitud de
acuerdo con la importancia del acto que está por verificarse, se le hacen confirmar nuevamente, al
recipiendario, sus obligaciones, después de lo cual el Ven.·. M.·., con la espada flamígera
apoyada sobre la cabeza del recipiendario, pronuncia la fórmula de la consagración, acompañada
por los golpes misteriosos del grado. Hecho esto, lo hace levantar y lo abraza, dándole por
primera vez el título de hermano, y le ciñe el mandil diciendo:
“Recibid este mandil, distintivo del Masón, más honroso que todas las decoraciones humanas,
porque simboliza el trabajo, que es el primer deber del hombre y la fuente de todos los bienes, el
que os da derecho a sentaros entre nosotros, y sin el cual nunca debéis estar en la Logia”.
La espada flamígera, emblema del Magisterio, y el mandil de piel, que caracteriza a todo masón,
son dos símbolos que merecen toda nuestra consideración.
Encontramos tanto éste como aquélla en los versículos 21 y 24 del tercer capítulo del Génesis, en
donde se nos dice que el Eterno hizo túnicas de piel para Adán y su mujer y los vistió. Y, después
de haber echado fuera al hombre del Jardín del Edén “para que trabajase la tierra”, puso en el
Oriente del mismo Jardín del Edén a unos querubines, que lucían doquiera una espada flamígera,
“para custodiar el Camino del Árbol de la Vida”.
Es evidente que las túnicas de piel a las que aquí se hace mención simbolizan el cuerpo físico del
hombre, del cual se reviste la conciencia individualizada (Adán) y su reflejo personal (su mujer)
al ser enviados desde el estado de beatitud edénica (el mundo mental o interior) sobre la tierra (o
realidad objetiva) para trabajarla, o expresar en ella sus cualidades divinas.
En cuanto a la espada flamígera, que se encuentra con los querubines (ángeles o Mensajeros del
Divino en el hombre) al Oriente u origen del Mundo Mental o interior de la conciencia, es un
símbolo manifiesto del Poder Divino, “que es poder creador” latente en todo ser humano, y que
es privilegio del Magisterio realizar o recuperar, manifestando así las más elevadas posibilidades
de la vida, cuyo Camino abre y custodia.
El mandil que recibe, y con el cual se reviste todo masón, es un emblema del mismo cuerpo físico
con el cual venimos para trabajar sobre la tierra, y con el objeto de adquirir aquellas
experiencias que nos transformarán en artistas verdaderos y acabarán por darnos el magisterio o
dominio completo sobre nuestro mundo.
La percepción de este mandil, o túnica de piel, como simple vestido o envoltorio
exterior, así como de la esencia misma de nuestro ser, es consecuencia de la visión
espiritual que hemos conseguido con nuestra búsqueda de la Luz, desde el Occidente
de los sentidos al Oriente de la Realidad. Pero esto tampoco debe conducirnos a
despreciarlo, por ser parte integrante y necesaria a la perfecta manifestación del
hombre en la vida terrestre, mediante la cual ha de ir depurándose y escalando
grados en pos de una existencia divina.