El Orden de Melchicedec
El Orden de Melchicedec
El Orden de Melchicedec
orden de Melquisedec
Juró el Señor… Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec. Hebreos 7:17, 21
¿Quién es el ser humano más importante del Antiguo Testamento? Seguramente, muchos de los que estudian la Biblia
dirían que es Abraham. Sin embargo, el autor anónimo de Hebreos nos demuestra que la grandeza se encuentra en la
capacidad de reflejar a Cristo en la vida… “Hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para
siempre” (Heb.7:3). Nos apunta hacia uno que es mucho más grande que Abraham.
Más que ningún otro escritor del Nuevo Testamento, éste enfatiza que el Espíritu Santo es el Autor de la Escritura,
eclipsando cualquier vaso humano, profeta o salmista, utilizado para escribir Sus palabras: “Como dice el Espíritu
Santo… dando el Espíritu Santo a entender… nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo…” (3:7; 9:8; 10:15). Él puede ver
más allá que la cantidad de material escrita acerca de cualquier otro individuo y nota que Melquisedec es grande,
aunque poco está escrito de él. Sin embargo, la historia de Abraham abarca desde el capítulo 11 de Génesis hasta el
capítulo 25, y es mencionado vez tras vez durante todo el Antiguo y Nuevo Testamento.
¡Qué demostración acerca de la enseñanza del Espíritu Santo tenemos en este capítulo de Hebreos! Es evidente que Él
usa solamente la Escritura como fuente para dar revelación. El escritor cuenta con sólo cuatro versículos a su
disposición… tres en Génesis y uno en los Salmos… que tienen que ver con Melquisedec, para producir 28 versículos en
Hebreos. No acepta ni añade nada, aparte de lo que está escrito en la Biblia. Ya que ella no menciona su genealogía, ni
padre, ni madre, ni día de nacimiento o defunción, el escritor tampoco presupone tal cosa en su doctrina.
Jesús habló sobre el asunto del divorcio, que Moisés había permitido, diciendo: “Mas al principio no fue así” (Mt.19:8).
Él estaba refiriéndose al plan original de Dios en Génesis, desde la creación de Adán y Eva. Mateo cita a Oseas
11:1: “Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo”. Parece que el profeta está dándonos una
lección de historia, recordándonos el éxodo de la nación hebrea, pero Mateo entiende que la importancia de esa nación
fue dar a luz al Hijo de Dios en el mundo. Predice el regreso de Jesús desde Egipto a Nazaret con José y María. Pablo nos
lleva a la promesa de una simiente dada a Abraham 430 años antes de que fuese dada la ley y declara que la simiente es
Cristo. En este capítulo de Hebreos, vemos un orden eterno de sacerdocio, representado por Melquisedec, en el cual
Cristo ministra perpetuamente. Vemos Su centralidad desde el principio del libro de Génesis, revelando los propósitos
eternos de Dios en Él.
Tenemos que ver el cristianismo como es presentado en Hebreos 7. Dios obra mucho más allá de un sistema levítico, el
cual está limitado a las funciones y capacidades humanas. En la esfera de la religión, los hombres se acostumbran a
programas, métodos y ritos que no alcanzan más allá de sus posibilidades. Aún entre nosotros, los evangélicos, muchos
pasan su vida entera produciendo resultados superficiales y temporales… ¡después mueren!
Rey y sacerdote
Abraham se encuentra en medio de la voluntad eterna de Dios, bendecido por un sacerdocio eterno. Su sacerdote,
Melquisedec, es rey y sacerdote. Su nombre significa rey de justicia y su dominio es sobre la ciudad de paz (v.2). “La
justicia y la paz se besaron” (Sal.85:10). Estos dos atributos, aparentemente incompatibles, provistos en Melquisedec,
se unen y se enamoran en la cruz de Cristo. Él satisface la justicia inflexible de Dios por medio de Su muerte y nos
reconcilia a una paz con Dios.
Abraham supo rechazar la recompensa lucrativa del rey de Sodoma (Gé.14:21-23), pero aceptó el pan y el vino de la
benigna mano de Melquisedec. Esta decisión está también delante de nosotros. Tenemos que elegir bien, rechazando el
premio mundano de la maldad, para poder participar del cuerpo y la sangre de Cristo. El pan y el vino son símbolos de la
comunión, representando la carne y la sangre salvadoras de Cristo. El asunto de un sacerdote es traer al hombre a estar
en armonía y comunión con Dios. Por medio del sacerdocio de Cristo “nos acercamos a Dios” (v.19), y alcanzamos una
perfecta comunión con Él.
Melquisedec vive (v.8). El Dios altísimo no es Dios de los muertos, sino de los vivos. Nunca moriremos si Él es nuestro
Dios y confiamos en Él, quien es la resurrección y la vida. Jesús dijo: “Antes que Abraham fuese, yo soy”. Él es eterno y
conquista “según el poder de una vida indestructible” (v.16). El hombre piensa en la muerte como en un enemigo que
es imposible derrotar, pero Cristo tiene el poder de una vida indestructible y “era imposible que fuese retenido por
ella” (Hech.2:24).
La gracia abundante
“En Abraham pagó el diezmo también Leví… porque aún estaba en los lomos de su padre (bisabuelo)”. Vemos la obra
soberana de Dios en Leví antes que naciera. El diezmo de Abraham afectó también a su bisnieto, Leví, sin que él
estuviese conscientemente involucrado. ¡Dios es Señor absoluto tanto antes de nacer como después de morir! ¿Sobre
cuantas cosas no has tenido control alguno, como por ejemplo, tus rasgos físicos o nacionalidad, por nombrar algunas de
ellas? ¿Has pensado alguna vez que es injusto que el pecado de tu antepasado, Adán, haya determinado tu destino
eterno? “Como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los
hombres” (Ro.5:12). Acuérdate, el mismo principio está para determinar tu salvación: “Porque así como en Adán todos
mueren, también en Cristo todos serán vivificados” (1Co.15:22). Esto es lo que significa la gracia… Dios obrando para ti
en Cristo. La gracia desciende sobre ti, cuando tú te sometes a Su absoluto señorío.
Los hombres hacen juramento cuando aceptan cualquier oficio importante, pero en este sacerdocio, es Dios quien jura
(v.20). Esta es una doctrina poderosa que nos garantiza una seguridad múltiple. Es el principio de la gracia abundante de
Dios, el “amen, amen… de cierto, de cierto os digo”. Lo vemos en 6:17: “Queriendo Dios mostrar más
abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento”. Esta promesa
es segurísima. Es irrevocable (v.21).
Tan seguro como es Su sacerdocio, basado sobre Su intercesión continua, lo es nuestra salvación. Él mismo provee la
seguridad para este testamento. Sólo se rompe, si Él se rompe; sólo fracasa, si Él fracasa (v.22, 24, 25).
“Porque tal sumo sacerdote nos convenía…” (v.26), significando que Él es el único que es suficiente para enfrentarse
perfectamente con nuestras necesidades. Este Sumo Sacerdote se define como (v.26): 1) santo (hosios) por tener
carácter divino… una palabra que siempre es relacionada con Dios. 2) inocente: sencillez divina, incapaz de ser astuto o
engañoso. 3) sin mancha: sin rastro alguno de corrupción o contaminación. 4) apartado de los pecadores: no solamente
sin pecado, sino habiendo espacio entre Él y los pecadores… espacio infinito. 5) hecho más sublime que los cielos: plural,
más sublime que el más alto cielo. “El mismo que también subió por encima de todos los cielos” (Ef.4:10).
¡Que Dios nos ayude a rechazar para siempre el sacerdocio de Leví y nos lleve poderosamente al orden de Melquisedec!