Partes Explicadas Hebreos

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1.Hb 1,5-2,18. La mediación de Jesucristo es superior a la de los ángeles.

 En esta sección, presenta a


Jesucristo con textos del mesianismo regio (Sal 2,7; 2 S 7,14; Sal 45,7-8; Sal 110,1; etc.) mostrando que
Jesucristo, el Hijo, es superior a los ángeles. La argumentación central está en Hb 2,6ss, citando Sal 8,5-7,
según la versión griega:“¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre para que te
ocupes de él? Le has hecho sólo un poco inferior a los ángeles y le has coronado de gloria y honor.
Todo lo has sometido bajo sus pies”. El autor de la carta afirma que el salmo se refiere a Cristo, el Hijo,
quien, “por un momento” (Hb 2,9) –es decir, en la encarnación–, ha sido hecho menor que los ángeles.
El salmo no se ser puede referir ni a los ángeles ni a los demás hombres, porque ni los vemos coronados
de gloria y honor, ni se les ha sometido todo. En cambio, Jesucristo experimentó los sufrimientos y la
muerte en beneficio de todos llevándolos a la gloria(Hb 2,9-10). Por eso, la mediación de Jesucristo es la
perfecta. Veremos ahora como en 2 se explica que el proyecto sacerdotal-mediador del AT era válido, y
por eso Jesús lo asume, pero –dirá en 3- al ser su realización ritual insuficiente, era necesario que Jesús
realizara el perfecto y definitivo sacrificio sacerdotal.
2. Hb
3,1-5,10. En esta sección se demuestra la validez del proyecto sacerdotal del AT. Por eso, comienza la argumentación del sacerd
ocio de Cristo denominándolo ya “Sumo Sacerdote”
. El discurso sigue un sentido inverso al anunciado: primero explica que Jesucristo es Sumo Sacerdote fiel, “digno de fe”, en las
relaciones con Dios, su Padre (Hb 3,1-4,14): “Moisésfue ciertamentefielen toda sucasa comosirviente, para dar testimonio de las
cosas que debían anunciarse, pero Cristo lo fue comoHijoal frente de su casa: casa que somos nosotros” (Hb 3,5-6). Pero de la
misma manera que la casa de Moisés no pudo entrar en el descanso de la casa de Dios por su incredulidad, los cristianos quedan
advertidos: “Ya que tenemos un Sumo Sacerdote que ha entrado en los cielos -Jesús, el Hijo de Dios-, mantengamos firme
nuestra confesión de fe” (Hb 4,14). Después explica que es Sumo Sacerdote “misericordioso” con los hombres, sus hermanos (Hb
4,15-5,10): “Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no puedacompadecersede nuestras debilidades, sino que, de manera
semejante a nosotros, ha sido probado en todo, excepto en el pecado” (Hb 4,15). Y el autor lo muestra así: “Todo Sumo
Sacerdote, escogido entre los hombres, está constituido en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios…, y puede
compadecerse de los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está rodeado de debilidad” (Hb 5,1-2), es decir, ya que conoce
por experiencia nuestra situación de debilidad, pues “en los días de su vida en la tierra…, siendo Hijo, aprendió por los
padecimientos la obediencia” (Hb 5,8), y además está allí puesto por Dios mismo para ayudarnos, pues “Cristo no se apropió la
gloria de ser Sumo Sacerdote, sino que se la otorgó el que le dijo: Tú eres mi Hijo…” (Hb 5,5). Ya hemos dicho que aunque el
proyecto del AT era válido, su realización era ineficaz y no alcanzará su cumplimiento perfecto más que en Cristo: “Y, (B)
llegado a laperfección, (C) se ha hecho causa de salvación eterna para todos los que le obedecen, (A) ya que fue proclamado por
DiosSumo Sacerdote según el orden de Melquisedec” (Hb 5,9-10). Se anuncia así el tema central de la carta que viene a
continuación.
3. Hb
5,11-10,39. Ésta es la parte central de la carta: lo es por el tema, pues trata específicamente del valor sin igual y perfecto del sa
cerdocio y del sacrificio de Cristo.
 Tras una larga llamada de atención (Heb 5,11-6,20) empieza:
• (A) Hb 7,1-28. El sacerdocio de Jesucristo no es un sacerdocio al estilo de Aarón: “porque es bien sabido que nuestro
Señor descendía de Judá, y de aquella tribu Moisés no dijo nada relativo al sacerdocio” (Hb 7,14), sino según el
orden de Melquisedec, que “al no tener ni padre, ni madre, ni genealogía, ni comienzo de días ni fin de vida, es
hecho semejante al Hijo de Dios, y permanece sacerdote para siempre” (Hb 7,3). El razonamiento escriturístico del
autor se apoya en el Salmo 110,1-4: “De David. Oráculo del Señor a mi señor: Siéntate a mi derecha hasta que
ponga a tus enemigos como estrado de tus pies. El Señor extenderá desde Sión el poder de tu cetro: Domina en
medio de tus enemigos. Para ti es el principado el día de tu poder, entre esplendores sagrados. Desde el seno,
antes de la aurora, como el rocío, te he engendrado. El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: Tú eres sacerdote
para siempre según el orden de Melquisedec”. Es fácil ver que el Salmo se refiere al rey Mesías, hijo de David, pero
señor de David, es decir, Hijo de Dios. De éste se dice que es sacerdote según el orden de Melquisedec. A
continuación, el autor argumentará la superioridad y la perfección de este sacerdocio.
•(B) Hb 8,1-9,28. Estos dos capítulos son realmente el centro (material y temático) de la carta. También lo anuncia al comienzo: “Lo
más importante de todo lo dicho es esto: tenemos un Sumo Sacerdote tan grande, que se sentó a la diestra del trono de la
Majestad en los cielos, ministro del Santuario y del Tabernáculo verdadero que erigió el Señor, y no un hombre” (Hb 8,1-2). El
sacerdocio de Cristo es perfecto porque realiza la verdadera mediación, ya que llegó a los cielos; en cambio, “mientras permanece el
primer Tabernáculo, todavía no está abierto el camino hacia el Santuario” (Hb 9,8). En el sacerdocio levítico, además “se ofrecen
sacrificios y víctimas que no pueden perfeccionar al oferente” (Hb 9,9); en cambio Cristo “se ofreció a sí mismo como víctima
inmaculada a Dios” (Hb 9,14), “una vez para siempre, en la plenitud de los tiempos, para destruir el pecado mediante el
sacrificio de sí mismo” (Hb 9,26).
•(C) Hb 10,1-18. Los sacrificios antiguos no podían borrar los pecados por ser exteriores al hombre y a Dios (Hb 10,4-5.11; etc), ni
hacer perfectos a los que se acercaban con ellos (Hb 10,1). En cambio, Cristo, con el sacrificio de su obediencia: “heme aquí, he
venido a cumplir tu Voluntad” (Hb 19,9; cf Jn 6,38; Lc 22,42) realiza 1) algo que evidentemente Dios acepta (porque ofrece cumplir lo
que Dios quiere), 2) perfecto (porque no es algo exterior al hombre, sino que lo asume por entero, ya que partiendo del corazón y
llega hasta la “oblación del cuerpo”, Hb 10,10), y 3) algo que se comunica a los creyentes: “con una sola oblación hizo perfectos para
siempre a los que son santificados” (Hb 10,14), puesto que la consagración sacerdotal de Cristo se realizó, no por un ritual de
separación, sino por un acontecimiento en el que Jesús llevó hasta el extremo el amor que nos tenía, por eso la transformación
alcanzada (la consagración) no podía limitarse a él (esto contradeciría el mismo acto que la había producido), sino que incluía
necesariamente su comunicación: yo por ellos me santifico (o consagro). En Jesús se cumple la Nueva Alianza y se nos comunica
(Hb 10,15-18): Jesús cumpliendo la voluntad del Padre hasta la inmolación de su cuerpo (Hb 10,7-10) aprendió (alcanzó) para
nosotros la obediencia (Hb 5,8): así pues, en adelante hay ya un hombre nuevo con un “corazón nuevo” (Ez 36,26), formado en la
obediencia perfecta, y totalmente unido a Dios y a sus hermanos. Esta vida nueva, este corazón nuevo ha sido creado para nosotros
(Sal 51,12) y está a nuestra disposición. Si nos adherimos a Cristo, entonces también se realiza en nosotros la Nueva Alianza, que se
ha de verificar en una vida cristiana generosa (Hb 10,19-39).
1.Hb 11,1-12,13. El pasaje recoge la famosa definición de la fe, con los ejemplos de fe de los antiguos. Después propone el
ejemplo de paciencia de Cristo ante la ignominia, para alentar así a los destinatarios de la carta.
2.Hb 12,14-13,18. El autor exhorta a los diversos aspectos de la vida cristiana –el amor, la paz, la castidad, la obediencia,
etc.– pero entendiéndola como un culto a Dios: “mantengamos la gracia y a través de ella ofrezcamos a Dios un
culto que le sea grato” (Hb 12,28), “Ofrezcamos continuamente a Dios por medio de él [Jesús] un sacrificio de
alabanza, es decir, el fruto de los labios que confiesan su nombre” (Hb 13,15).

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