Un Espejo Neobarroco
Un Espejo Neobarroco
Un Espejo Neobarroco
No en vano prevenía
a este reino infeliz tu tiranía
Fruto del viaje de don Ramón a México en 1921 con motivo del centenario de
independencia, y del cambio que operó en la percepción del autor, esta novela
adquiere toda la complejidad de una obra de madurez y como imagen
matemáticamente deformada del espejo, admite y alienta una proliferación incesante
de lecturas. Pensamos que para un buen medio para facilitar la recepción de esta obra
sería interesante poder, sin desconsiderar la condición esperpéntica de la misma,
explicar y encajar este estilo en otro más amplio y esclarecedor para un público que
bien podría ser internacional, y esta es la intención de este breve trabajo.
La visión de Tirano Banderas como una novela que va más allá de las fronteras
hispanas se plasma a través de la configuración de los propios ambientes y personajes
como arquetípicos y la designación de la geografía de Santa Cruz de la Tierra Firme
por inventados patronímicos ilocalizables en el mapa, aunque inequívocamente
americanos. Además, toda la obra se expresa por medio de una lengua entreverada de
hablas populares y discursos eruditos que configuran una gama acrisolada de registros
del castellano en el que se pueden sentir desde los dialectos peninsulares, o los ecos
rioplatenses o caribeños, hasta la rocosa influencia lexical y sintáctica mexicana.
Algunos han querido identificar personajes históricos concretos del porfiriato de
México como referencia, lo que no se niega desde estas líneas, si bien parece que lo
que se busca es más lapidar arquetipos que se han venido plasmando históricamente
en varias personalidades, que configurarán lo que se ha designado como antecesor de
la novela hispanoamericana de dictador. De este modo, la sátira de personajes
históricos más cercanos, tan habitual en Valle, no parece como objeto fundamental,
como se infiere de la carta enviada a Alfonso Reyes recogida por Juan Rodríguez:
Estos tiempos trabajaba en una novela americana: Tirano Banderas.
La novela de un tirano con rasgos del doctor Francia, de Rosas, de
Melgarejo, de López y de don Porfirio. Una síntesis el héroe, y el
lenguaje una suma de modismos americanos de todos los países de
lengua española, desde el modo lépero al modo gaucho. La
República de Santa Trinidad de Tierra Firme es un país imaginario
[...]. Para este libro mío, me faltan datos, y usted podía darme
Se coincide aquí con Speratti Piñero en que la dimensión de esta obra va más
allá de referencias paródicas cercanas, cuando afirma:
Susan Kirkpatrick establece una relación entre las realidades históricas a las
que parece referirse Tirano Banderas, en las que este encarnaría a Porfirio Díaz, Roque
Cepeda, el alter ego de Francisco Madero y Filomeno Cuevas como General Obregón y
la virtuosa construcción formal de marcado carácter atemporal de la novela que
describe Oldrich Belic, como una aparente contradicción de términos, en la que
termina decantándose como una novela no realista. Tomando las propias
declaraciones de Valle-Inclán, el tratamiento anti-realista del tiempo es decisivo en la
balanza:
Vemos, pues, en la forma de Tirano Banderas la lógica y necesaria
expresión de la visión del mundo que subyace en toda la obra
posterior de Valle-Inclán. Esta visión se basa en un rechazo inherente
al tiempo y la historia como algo significativo para la experiencia
humana, rechazo cuya clave ha de encontrarse en La Lámpara
Maravillosa: "Concebir la vida y su expresión estética dentro del
movimiento y de todo aquello que cambia sin tregua, que se
desmorona, que pasa en una fuga de instante, es concebirla con el
absurdo satánico". Aduce que la vida y su significado no pueden
estar comprendidos como tiempo y cambio, ya que "este momento
Algunos críticos han intuido rasgos barrocos en Tirano Banderas, que pudieran
arrojar más luces sobre las aparentes contradicciones, ya anticipadas. Y lo más
importante, son todos trabajos relativamente recientes y que denotan cierta
confluencia. Amelia Correa Ramón (1999, p. 258) ha sabido entrever una iconografía
barroca en la obra de Valle. Sergio Arlandis (2016) ha sabido ver en los esperpentos
una crisis y reverso del concepto de honor del Barroco. Miguel Durán, después de
clasificar el esperpento dentro de la categoría genérica de lo grotesco, viene a
delimitarlo en otra área estética afín, el Barroco atemporal, refiriéndose a la etapa de
madurez de la obra de Valle:
Ciertamente el esperpento cabe en una definición ahistórica,
general, del estilo Barroco, como la que da Borges: "yo diría que el
Barroco es aquel estilo que deliberadamente agota (o quiere agotar)
sus posibilidades y que linda con su propia caricatura (DURÁN, 2010,
p 43)
Ángel del Río afirma que la obra de Valle-Inclán como un todo es una forma de
expresionismo barroco (apud XIRAU, 1981, p.14), opinión que Sergio Arlandes
comparte cuando afirma, antes de aludir a las referencias a Góngora, Cervantes y
Lope de Vega de los creadores de los años 1920, que "muchos críticos han visto en el
esperpento valleinclaniano no sólo una muestra de su indudable originalidad
creadora, sino también un sesgo o reducto del barroco español insertado en el marco
contemporáneo". El propio Don Ramón da un giro a su arte esteticista modernista tras
el final de la primera Guerra Mundial, en la que se perfila ya como estilo definitivo, el
esperpento, como una reacción:
Cansado de su bohemia, cansado de la incomprensión que su arte
renacentista había recibido, decidió lanzarse hacia el barroco como
el único consuelo del artista desplazado. No le habían dejado orear
con tranquilidad y por eso le hacen exclamar: ¡No os lo merecíais!
¡Ya me he cansado! ¡Ahora arte de feria, barraca y aleluya! Lo
poético, delicado y exquisito de su arte va a ser, de ahora en
adelante, desaforado, burlesco y cruel (VALLE-INCLÁN apud
ARANGO, 1965, p. 67-68).
Será entonces ese elemento grotesco del teatro de Valle-Inclán el que vincule
con el concepto de Barroco, pero entendido ya no como un estilo de época, sino como
una estética que va más allá, como bien anticipó Eugeni D´Ors en Lo Barroco [1920]
Esta extrema concentración temporal y local en apenas dos días nos remite
directamente a la unidad temporal concentrada y estricta del Teatro Barroco,
referencia intertextual que se acopla a la perfección con el desarrollo mexicano
espectacular y ambivalente de las adelitas y catrinas. Esa concentración temporal no
es ajena a un punto de vista especular o polifónico, como se verá más adelante.
Margarita Santos Zas nos habla de la angostura del tiempo en esta novela, y nos
remite al horror vacui de la pintura de El Greco, El Entierro del Conde Orgaz, en una
citación del propio Valle:
Para mostrar su sorpresa ante el elevado número de figuras humanas
que el pintor había sido capaz de “encerrar” en un espacio tan
pequeño. Valle llamó a esa realidad física “la angostura del espacio”,
La conclusión a la que se llega es que gran parte de las características que señala
Sarduy para definir el Barroco y Neobarroco, aunque pensadas para la estética
latinoamericana, podrían bien predicarse de Tirano Banderas. Así, ya en la definición
de Barroco como arte impulsado por los jesuitas, no deja de recordarnos la ciudad de
Santa Fé contemplada por el mago-astrólogo-cura-Santos Banderas, en su
multiplicidad que asemeja un mural de Ribera o un cuadro de el Greco, tomado del
horror vacui, absolutamente repleto de detalles, que no obstante no son gratuitos:
la Iglesia complica o fragmenta su eje y renuncia a un recorrido
preestablecido, abriendo el interior de su edificio, irradiado, a varios
trayectos posibles, ofreciéndose en tanto que laberinto de figuras; la
ciudad se descentra, pierde su estructura ortogonal, sus indicios
naturales de inteligibilidad -fosos, ríos, murallas-; la literatura
renuncia a su nivel denotativo, a su enunciado lineal; desaparece el
centro único en el trayecto, que hasta entonces se suponía circular,
de los astros, para hacerse doble cuando Kepler propone como figura
de ese desplazamiento la elipse; Harvey postula el movimiento de la
circulación sanguínea y, finalmente, Dios mismo no será ya ^a
evidencia central, única, exterior, sino la infinidad de certidumbres
del cogito personal, dispersión, pulverización que anuncia el mundo
galáctico de. las monadas. (SARDUY, 2011, p.6-7).
Otra característica del Barroco apuntada por Sarduy que se verifica irrefrenablemente
en Tirano es la de la artificialización, inherente a lo esperpéntico y a la obra estudiada.
El festín barroco nos parece, al contrario, con su repetición de
volutas, de arabescos y máscaras, de confitados sombreros y
espejeantes sedas, la apoteosis del artificio, la ironía e irrisión de la
naturaleza, la mejor expresión de ese proceso que J. Rousset4 ha
reconocido en la literatura de toda una «edad»: la artificialización
(SARDUY, 2011, p. 8).
Dos son los mecanismos que establece Sarduy para desarrollar la artificialidad del
lenguaje barroco: sustitución y proliferación. La sustitución es constante en las
descripciones del relato, como “Abertura, falla entre lo nombrarte y lo nombrado y
surgimiento de otro nombrante, es decir, metáfora. Distancia exagerada, todo el
barroco no es más que una hipérbole, cuyo «desperdicio» veremos que no por azar es
erótico” (Sarduy, 2011, p. 10-11). Es en la denominación del Tirano donde se expresan
sus redes, modificando con sus texturas su geología”. Parece ya sugerida esta
constante presencia de La vida es sueño o del Gran teatro del Mundo, sin ser citados
directamente en ningún momento, a lo largo de todo el texto.
Otro de los elementos barrocos que Sarduy destaca es el de la intratextualidad,
o tatuaje consciente en el acto de creación del texto, desglosado en gramas fonéticos,
sémicos y sintagmáticos. Como ejemplo de grama fonético, la aliteración, que es
constante en toda la obra de Valle y que en Tirano es particularmente frecuente. Nos
retrotrae a una época barroca en que las obras eran especialmente ideadas para ser
escuchadas en voz alta, o mejor, performatizadas, no sólo en el evidente caso del
teatro, sino la lírica o la narrativa. Véase en este fragmento de la novela: “El Coronelito
miraba al ranchero con ojos chispones: Inflábale los rubicundos cachetes una amplia
sonrisa de ídolo glotón, pancista y borracho.” (VALLE-INCLÁN, 2017, p. 73).
Sobre el grama sémico, Sarduy establece una relación de perfecta continuidad
entre Barroco y Neobarroco, a la que se une aquí Valle, cuando define este grama
como represión, “toda la literatura barroca podría leerse como la prohibición o la
exclusión del espacio escriptural de ciertos semas (…) y que el discurso codifica
apelando a la figura típica de la exclusión: la perífrasis” (SARDUY, 2011, p.28). Es el
habla de la calavera enlevitada, un habla de barroca conveniencia, en la que los
conceptos desnudos se evitan en un ejercicio inquisitorial de control del lenguaje:
En toda revolución hay siempre dos momentos críticos: El de las
ejecuciones fulminantes, y el segundo momento, cuando convienen
las balas de plata. Amigo Don Celes, recién esas balas nos ganarían
las mejores batallas. Ahora la política es atraerse a los
revolucionarios. Yo hago honor a mis enemigos, y no se me oculta
que cuentan con muchos elementos simpatizantes en las vecinas
Repúblicas. Entre los revolucionarios, hay científicos que pueden con
sus luces laborar en provecho de la Patria. La inteligencia merece
respeto. ¿No le parece, Don Celes? (VALLE-INCLÁN, 2017, p. 10).
1
Obra de Don Pedro Calderón de la Barca, publicada en 1655.
dioses de barro actualiza. Lupita reflejo de una pasada pasión como rabona del
Séptimo Ligero, esfinge sin nariz que profetiza la traición del Coronel Domiciano,
espejo Lupita la Romántica que también profetiza en el congal a Domiciano de la
Gándara su persecución. La niña y el ciego como espejos de la niña Lupe y el viejo
Santos, muertos como espejos mientras se verifica la muerte de Santos y Lupe. Tirano
Banderas como espejo del antiguo poder colonial y de las revoluciones institucionales
iniciadas por el Libertador, pero antes prenunciadas por Lope de Aguirre en su
rebeldía hasta la muerte, anunciada en su carta y llevada hasta el fin. La utopía de la
raza cósmica de José Vasconcelos, se espeja en la distopía valleinclanesca, en la que
Santos Banderas es un cholo que niega la propiedad de la tierra a los indígenas, como
“utopía universitaria”, y los sucesores criollos del poder colonial como Roque Cepeda,
profetizan la manumisión de los pueblos originarios, aunque será Zacarías el Cruzado
el indio quien instaure un nuevo ciclo basado en la violencia y venganza, en un nuevo y
repetido espejo de reflejos sin fin. Quizás este nuevo encuadre estético pueda dar una
buena base de interpretación a esta espectral y genial novela de Valle-Inclán.
Referencias bibliográficas
ARLANTES, Sergio. Reversos y crisis del código del honor barroco: hacia el esperpento de
Valle-Inclán. Revista Monteagudo. 3ª Época, nº 21, 2016, pp. 193-210.
https://www.jstor.org/stable/27740633?seq=1#page_scan_tab_contents (Acceso
22/11/2018).
VASCONCELOS, José. La Raza Cósmica [1925]. México: Porrúa, 2010. Disponible en:
http://www.iphi.org.br/sites/filosofia_brasil/José_Vasconcelos_-_La_raza_cósmica.pdf
Acceso en: 25 nov. 2018,