100 Años de El Ulises (2022)
100 Años de El Ulises (2022)
100 Años de El Ulises (2022)
En 1941, cuando James Joyce falleció en Zúrich (Suiza) a causa de una úlcera perforada,
tenía 58 años, había sido sometido a 25 operaciones en los ojos y, no obstante, al final de
sus días estaba completamente ciego. Así y todo, legó al mundo una de las obras literarias
más revolucionarias de la historia: el Ulises, que había publicado pese a toda la censura
oficial, rechazos editoriales y dificultades económicas, el 2 de febrero de 1922 en París.
Solo seis después en un diario alemán, Stefan Zweig —uno de los lectores más finos de la
época— auguraba su destino: “Sea como sea, nadie puede negar que este libro, un capricho
genial, seguirá siendo una rareza sin relación alguna con el resto de la novelística (…). Con
el paso del tiempo terminará ocupando el lugar que se merece, pero nunca se desprenderá
de ese misterioso hermetismo que lo elevará y lo convertirá en una obra venerable. En
cualquier caso, pido desde hoy respeto para esta novela apasionada, provocadora e
inigualable. ¡Respeto, respeto para James Joyce!”.
La librera y editora Silvia Beach —propietaria de la legendaria Shakespeare & Co.—, fue
la única en el mundo que se atrevió a publicar esa obra laberíntica de un hombre vagando
todo el día por la ciudad de Dublín, un libro plagado de referencias eruditas, innovadoras
técnicas narrativas, así como excéntricos juegos verbales en inglés y, además, una
importante carga de obscenidad y escenas escatológicas. Debido esto la obra sería
censurada en Inglaterra y Estados Unidos, pero su leyenda —que cautiva a veces más que
el mismo libro— motivó a diferentes editores y libreros, quienes sin importar las
consecuencias llevaron el libro a sus lectores. Entre ellos estuvieron las editoras de The
Little Review, una revista que publicó algunos capítulos de la novela en Norteamérica, por
esto fueron enjuiciadas y condenadas por obscenidad, 10 días de prisión y 100 dólares de
multa. Fue en 1921, cuando este país estaba gobernado por una clase puritana que también
había prohibido las bebidas alcohólicas. Otro mártir de la libertad de expresión fue Samuel
Roth, quien no solo publicó capítulos del Ulises en su revista erótica, también público la
primera edición completa —por suscripción—, siendo condenado a 66 días de cárcel por
violar la censura en 1930. Tres años después el Ulises saldría de la categoría de libros
obscenos y circularía libremente, el mismo año también acabaría la ley seca.
Pero más allá de sus polémicas legales, esa primera edición de mil ejemplares bastó para
que Ulises fuera considerada la obra más ambiciosa y moderna del siglo XX, con la que
según afirmó su autor tendría “ocupados a los críticos durante 300 años”. Y hoy, cuando
han pasado los primeros 100 años de su publicación, sigue siendo una obra de culto por su
riqueza literaria, formal y lingüística. Aunque, paradójicamente, también es uno de los
libros más difíciles de leer para el común de las personas, tanto en su versión original en
inglés, como en las traducciones españolas. Es por esto que Borges afirmaba que de algún
modo James Joyce había escrito un libro apto solo para críticos literarios y especialistas:
“Nadie ignora que para los lectores desprevenidos, la vasta novela de Joyce es
indescifrablemente caótica”, dijo. Sin embargo, el crítico Harold Bloom no negó su
dificultad, pero pidió más esfuerzo: “El Ulises es un placer, difícil pero accesible, para el
lector común dotado de cierta inteligencia y buena voluntad”, a lo que cabe agregar una
dosis considerable de paciencia.
Por su parte, el escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez confesó que a sus 20 años
cuando leyó por primera vez el Ulises, “lo leí con una dedicación que no he vuelto a tener
nunca, acompañándome de dos libros paralelos que explicaran o iluminaran todas las
referencias; hoy sigo pensando que es la única manera de leer esta novela llena de guiños,
grandes y pequeños, y que leerla sin ayudas bien escogidas es una pérdida de tiempo y
explica que tantos lectores se queden fuera”.
Aunque hay una alegoría con la Odisea de Homero, el argumento del Ulises es en
apariencia sencillo: todo ocurre el jueves 16 de junio de 1904, mientras Leopoldo Bloom,
un anónimo vendedor de publicidad recorre la ciudad de Dublín cruzándose con otros en
calles, tiendas, tabernas y prostíbulos, entre ellos con Stephen Dedalus, un joven poeta
torturado por su historia familiar. La novela termina en horas de la madrugada cuando
Leopoldo regresa a su casa y allí lo espera Molly Bloom, su esposa, quien protagoniza el
último capítulo con un largo y vivaz monólogo. Joyce escogió ese día en particular para su
novela como un homenaje a su esposa Nora Barnacle, pues se habían conocido el 16 de
junio de 1904. Además, quiso que el día de publicación del libro, 2 de febrero, coincidiera
con su cumpleaños, por lo que hoy también se cumplen 140 del nacimiento de James Joyce,
quien como buen supersticioso amaba las sincronías. Cabe agregar que el impacto cultural
del Ulises superó la censura en Irlanda, país natal de James Joyce del que se exilió muy
joven, y donde solo permitieron publicar su novela en los años 60. Sin embargo, desde
1954, lectores y habitantes de Dublín ya habían empezado la costumbre de celebrar el
denominado Bloomsday, en honor del protagonista de Ulises, cada 16 de junio hasta la
actualidad.
De hecho, entre los aspectos más fascinantes del Ulises está una técnica narrativa llamada
“corriente de conciencia”, desarrollada por Joyce para representar la voz subjetiva de los
personajes, de modo que cuando dicen algo a veces piensan lo contrario, o para generar
monólogos internos en paralelo con alguna situación. La corriente de conciencia sería una
técnica adoptada por algunos de los grandes novelistas del silgo XX en todas las lenguas,
desde Woolf, Faulkner, Hemingway, Onetti, Musil, entre otros. Además en la novela se
describe un centenar de hechos, desde los más minúsculos como ir al baño, hasta sepelios y
eventos deportivos, que poco a poco se van sincronizando como en un gran puzzle donde
todas las piezas son necesarias. Obras como La vida: instrucciones de uso, del francés
Georges Perec, son herederas de esta obsesión por la minuciosidad y las correspondencias.
Por eso, el mismo Borges, lector poco entusiasta de la novela, reconoció que “yo (como el
resto del universo) no he leído el Ulises, pero leo y releo con felicidad algunas escenas”.
Incluso, en 1968 dedicó a James Joyce un poema que sintetiza la desmedida creatividad del
escritor irlandés: “En un día del hombre están los días del tiempo (…) Entre el alba y la
noche está la historia universal”.
A la pregunta de ¿por qué leer el Ulises 100 años después? El escritor, traductor y actor de
origen irlandés, Joe Broderick, radicado en Colombia hace más de 50 años y quien, entre el
2010 y 2020 dirigió un grupo de lectura del Ulises, opina que: “no creo que deba leerse por
obligación o por esnobismo, no porque implique un reto sino por el solo disfrute, como
cualquier libro que busque entretener al lector. Solo en esa medida vale la pena leerlo, el
Ulises no es una tarea pendiente, porque si uno no goza leyéndolo, mejor es dejarlo.
Muchas personas que llegaron a mis sesiones de lectura no habían podido leer Ulises por su
cuenta y conmigo han encontrado ese gusto. La lectura es un placer estético y hay mucho
en James Joyce, pero si uno no lo capta por problemas de comprensión de su mundo
cultural dublinés, es que él tiene muchas referencias de su propio universo local que llenan
el texto, si esto se convierte en un obstáculo es mejor leer otro libro. Sin ese placer estético
no vale la pena leerlo, de hecho en mis lecturas hubo personas que estuvieron hasta el final
y entendieron de que iba el Ulises, pero esto no impidió que finalmente Joyce les
desagradara”.