Entrevista Del Celam A Hna Liliana Franco 2 Feb 2022

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Hna.

Liliana Franco: “Sólo ubicados en el lugar de los más pobres, la Vida Religiosa se
repoblará de sentido”
Bogotá, D. C., 2 de febrero de 2022

ADN Celam. Como una narrativa creíble, como “el icono evangélico y profético de un
modo nuevo de ser, de hacer y de estar”, defina la Hna. Gloria Liliana Franco Echeverri a la
Vida Religiosa en América Latina y el Caribe.

Una espiritualidad sólida


La presidenta de la Confederación Latinoamericana de Religiosos (CLAR), usa tres
imágenes para ello: sandalias empolvadas en el arte de caminar, faro en medio de la
noche y puente que favorece la comunión. La religiosa colombiana define la institución
que representa como algo que “aporta la riqueza de una espiritualidad sólida, inspirada en
los valores del Evangelio, fruto de la contemplación de la Persona de Jesús y de la pasión
por su Reino”. Es una historia de testigos, de respuestas a clamores reales, caminando en
fraternidad, siendo presencia en las periferias.
Esa presencia es vista por Liliana Franco como la condición, pues “sólo ubicados geográfica
y existencialmente en el lugar de los más pobres, -que es el lugar de Jesús-, la Vida
Religiosa se repoblará de sentido”. Por todo ello, ante la celebración del Día de la Vida
Consagrada agradece la entrega generosa de tantos religiosos y religiosas, siendo
consciente de que “la fuerza y la posibilidad de la Vida Religiosa está en la riqueza de lo
común, de aquello que es patrimonio de todos y nos empeñamos en donar”.

1. Icono evangélico y profético de un modo nuevo de ser, de hacer y de estar. ¿Qué


representa la Vida Religiosa para la Iglesia de América Latina y el Caribe en este
momento?
Hoy más que nunca la Vida Religiosa en este continente, no es sólo una narrativa creíble,
sino también el icono evangélico y profético de un modo nuevo de ser, de hacer y de
estar. Por eso quisiera usar tres imágenes para responder a tu pregunta. Después de casi
cuatro años de servir a los religiosos y religiosas del Continente, encuentro que tres
imágenes expresan lo que la Vida religiosa representa para la Iglesia del Continente.
La primera son las sandalias empolvadas en el arte de caminar. A la Iglesia del
Continente la interpela una Vida Religiosa que permanece inserta en los lugares más
empobrecidos, una que sigue creyendo en los procesos, en lo germinal y en lo gratuito.
Esa que no se desgasta en retoricas y no se esfuerza en aparecer mediáticamente en
titulares, la que sencillamente se entrega en simplicidad y profetismo, la que hace su
morada entre los pobres, camina con los migrantes, acompaña y escucha a las víctimas, se
empeña en educar, en curar heridas, en trabajar por la paz y la justicia.

En segundo lugar, faro en medio de la noche. Ante la crisis de credibilidad de la Iglesia y


atravesando su propia noche, la Vida Religiosa más disminuida en miembros, más
envejecida, más desgastada por el peso de lo institucional, se empeña en responder con
novedad y por eso, no cesa de formarse con la consciencia de que se necesitan mejores
testigos, no escatima esfuerzos en reflexionar, en discernir por dónde están los horizontes
de novedad y resignificación. Mantiene esa sana autocritica que le posibilita vencer la
tentación a acomodarse, a paralizarse en respuestas mediocres. Se sabe portadora de una
plural riqueza carismática y eso la mantiene dinámica, conducida por el Espíritu y por eso
se aferra a la esperanza.
La tercera, puente que favorece la comunión, pues consciente de la diversidad que la
habita, de la riqueza vocacional recibida que la hace ser en la Iglesia: mística, misión y
profecía, la Vida Religiosa está convencida de la necesidad de caminar favoreciendo la
comunión. No es un empeño fácil, pero hay que invertir ahí todas las energías, porque lo
fraterno y sororal se constituyen en el signo que la sociedad espera leer en la Iglesia. Por
eso, tantos religiosos están ubicados ahí, en el lugar de la red y la sinergia, de la
construcción colectiva y la búsqueda conjunta.

2. Preguntarse en lo cotidiano por el querer de Dios. En una Iglesia que quiere


caminar en la sinodalidad, ¿qué es lo que la CLAR, que desde hace más de 60
años se esfuerza en promover el trabajo en red dentro de la Vida Religiosa y de la
Iglesia, puede aportar a esta forma de ser Iglesia a la que nos llama el papa
Francisco?
La CLAR aporta la riqueza de una espiritualidad sólida, inspirada en los valores del
Evangelio, fruto de la contemplación de la Persona de Jesús y de la pasión por su Reino.
También la memoria de un modo de ser en Iglesia, en el que prima la kenosis, la entrega
de la vida. La historia de la CLAR está marcada por hombres y mujeres auténticos testigos,
verdaderos profetas, mártires que han bañado con su sangre la tierra de este continente.
Su vida, su muerte, sus causas siguen siendo la savia que nutre la andadura de la CLAR.
Del mismo modo, un estilo pastoral que supone escuchar la realidad, discernir los
acontecimientos y preguntarse en lo cotidiano por el querer de Dios. Los Iconos
evangélicos de la CLAR a lo largo de la historia, las prioridades de sus distintos Horizontes
Inspiradores, responden siempre a urgencias, a clamores reales. Es una acción habitada
por la realidad. Finalmente, un modo de caminar, en condición de hermanos, haciendo
red, apoyándonos unos a otros. Uniendo fuerzas, generando alianzas solidarias,
tendiéndonos la mano.

3. Trasegar en medio de la incertidumbre. La presencia de la Vida Religiosa en las


periferias siempre ha sido algo destacado en América Latina y el Caribe, una
presencia acentuada durante este tiempo de pandemia. En su opinión, ¿qué ha
supuesto para la Vida Religiosa del continente este tiempo de pandemia?
Una minoría ha permanecido en la trinchera de la seguridad y el confort. Pero, la mayoría
ha estado en el lugar del contagio, nuestras múltiples plataformas pastorales: educativas,
parroquiales, sanitarias, asistenciales, nos han puesto a la mayoría, en la zona del riesgo.
De hecho, son miles los Religiosos y Religiosas que han dado su vida en medio de esta
pandemia.

Para casi todos ha supuesto una dosis inmensa de fe que capacita para trasegar en medio
de la incertidumbre que ha traído esta pandemia. Nos ha llevado a repensarnos, a
formarnos con novedad y utilizando otras plataformas para ello; nos ha exigido
creatividad a la hora de enfrentar los desafíos apostólicos, nos ha puesto en el territorio
de la osadía para buscar recursos, hacer redes solidarias, intentar que la sopa alcance para
todos. Nos ha conducido a hacer alianzas para defender los derechos de los más pobres.
Nos ha convencido de la necesidad de la reforma.

4. Ser presencia y profecía, compañía y bondadosa cercanía, en las fronteras.


¿Hasta qué punto esa presencia en las periferias puede ayudar a la Vida Religiosa
a crecer en autenticidad y ser cada día un mejor testimonio de Evangelio
encarnado para la Iglesia y la sociedad de América Latina y el Caribe?
Es la condición. Sólo ubicados geográfica y existencialmente en el lugar de los más
pobres, -que es el lugar de Jesús-, la Vida Religiosa se repoblará de sentido. Sólo el
Espíritu nos hará reconocer la urgencia de una Vida Religiosa capaz de salida y atenta a los
signos de los tiempos, dispuesta a escuchar la realidad y a desacomodarse, para que
acontezca lo comunitario, lo fraterno, lo radicalmente evangélico.
Desentrañar la identidad misionera de nuestra opción, nos conducirá a vivir con más
sentido y radicalidad nuestra vocación. Nos corresponde abrirnos camino por los
territorios de misión, ser presencia y profecía, compañía y bondadosa cercanía, en las
fronteras, como aliados de los pueblos en la defensa de la vida y de las causas comunes.
Con ellos, con los más pobres, como amigos, hermanos y discípulos.
5. La fuerza y la posibilidad de la Vida Religiosa está en la riqueza de lo común.
Toda vez que uno conmemora una fecha importante es momento de
agradecimiento, ¿cómo presidenta de la CLAR qué es lo que agradece a la Vida
Religiosa de América Latina y el Caribe?
En este servicio a la Vida Religiosa del continente, muchas veces he contemplado las
manos de nuestros hermanos mayores, las he visto necesitadas y misteriosamente plenas,
curtidas de entrega, arrugadas de suavizar la existencia de otros. Manos que se han
aproximado para bendecir y acariciar; para ofrendar aquello que tienen: una plegaria, una
expresión sincera, un legado auténtico y eterno.
He visto las manos de quienes están en la brega cotidiana. Aquellas que se extienden
generosas en el aula de clases, en la dirección del colegio, en la travesía por el rio, en el
acompañamiento a la biblioteca, en el grupo bíblico, en la asesoría pastoral, en la cocina
de la casa, en el campamento con los jóvenes, en el taller con campesinos, en las
comisiones de lucha por la justicia, en la residencia con los universitarios, junto a la cama
del enfermo, en… Esas manos que revelan que los consagrados poseemos un gran celo
apostólico y que existen tantas búsquedas sinceras por el más de la misión, que se
constituyen en el testimonio que actualiza nuestros carismas.
Me he acercado a las manos de quienes apenas empiezan y estrenan lozanía, vigor, riesgo,
creatividad, pasión evangelizadora. Manos de diversas razas y colores, que se enlazan en
categoría de hermanas por Jesús y el Reino.
Manos de hombres y mujeres, manos frágiles y fuertes, manos encallecidas, manos que
saben de acunar la vida y de curar heridas; manos que portan el Evangelio y que abren la
tierra para depositar en ella semillas de esperanza; manos que se arriesgan; manos que
construyen y sostienen; manos que se saben corresponsables de la construcción del
Reino…manos de viuda pobre, de fatigado sembrador que lo entrega todo…de quienes se
ofrecen sin economizarse en un estéril egoísmo. Las manos de todos los que con
creatividad evangélica hacen fecunda y plena su existencia.
Y eso agradezco cada dos de febrero, esas manos tendidas, consciente de que la fuerza y
la posibilidad de la Vida Religiosa está en la riqueza de lo común, de aquello que es
patrimonio de todos y nos empeñamos en donar. Radica en la capacidad que tenemos de
salir de nosotros mismos y disponernos generosamente para el don. Agradezco porque en
este servicio, he contemplado tantas manos encallecidas y fecundas y esas manos, me han
sostenido al caminar.

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