La Fe y La Ciencia

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FICHA DE EDUCACIÓN RELIGIOSA - ACTIVIDAD Nº 3


Nombres y apellidos:_______________________________ Grado/Sección:5to. A – B - C
Nº de orden_________________________ Fecha: 25 al 29 / 10 /2021 III Trimestre

Profesor(a): Jorge Guerra C

CAPACIDAD: Cultiva y valora las manifestaciones religiosas de su entorno argumentando su fe de


manera comprensible y respetuosa.
DESEMPEÑO: Enseña con convicción que la religión y la ciencia provienen ambas de Dios.

Fragmento de Ortodoxia
Presentación
Sin lugar a dudas, uno de los libros más significativos del genial G. K. Chesterton (1874-1936) es
Ortodoxia. El autor lo escribió como respuesta a la provocación de sus críticos, que lo retaban a
definir su credo, su pensamiento. Ortodoxia nació como un libro apologético, como un conjunto de
ensayos sobre el atractivo de la fe y su carácter razonable. El mismo autor definió el texto como «un
conjunto de cuadros mentales que, por una serie de deducciones estrictas, [vienen a] definir la
filosofía en que he venido a parar. […] Dios y la humanidad la hicieron, y ella me hizo a mí». A través
de la ironía y de la aparente paradoja, el escritor intenta establecer los artículos de la fe «cual si
tratara de responder a esta doble necesidad del espíritu humano: la necesidad de mezclar lo familiar
y lo desconocido». Es a esto a lo que llama «ortodoxia cristiana». Su aproximación no se debe a la
añoranza de tiempos pasados ni al interés de un adoctrinamiento; al contrario, su acercamiento
inusual, sagaz y peculiar al interés de la fe viene a decir que la ortodoxia es la única salida posible a
un mundo enloquecido.

La gente de mundo ignora completamente aún lo que es el mundo, y todo lo reduce a unas cuantas
máximas cínicas que ni siquiera son verdaderas. […] He discutido esa falsa argumentación de que
tal o cual credo pudo merecer crédito en una época y no merecerlo en el presente. Porque claro está
que cualquier cosa puede ser creída en cualquier tiempo. Pero conviene advertir que, efectivamente,
y desde cierto punto de vista, hay creencias más propias de una sociedad compleja que de una
sociedad sencilla. […] Y lo mismo pienso […] de la filosofía cristiana: la complicación de la vida
actual prueba más hondamente la verdad de su credo que cualquiera de aquellos problemas
simplistas que se agitaron en los días de la fe. […] Todo esto explica esa complicada elaboración de
doctrinas que ofrece el cristianismo y que desazona tanto a los que, sin profesarlo, lo admiran. Pero
una vez que se es creyente, la complejidad del propio credo es nuevo motivo de orgullo. Que no de
otro modo enorgullecen al sabio las dificultades de su ciencia, porque esto prueba su fecundidad en
posibles descubrimientos. […]

Pero la misma elaboración esmerada de este sistema dificulta sobremanera mi propósito actual, que
consiste en describir este caso de acumulación de verdad. […] Solo está realmente convencido de
su creencia el que la ve comprobada por todas las cosas a la vez. Y cuando sienta su convicción
apoyada por más y más razones, más y más pasmado se quedará ante la dificultad de exponerlas
de pronto. Por ejemplo, si se pregunta intempestivamente a un hombre de inteligencia ordinaria por
qué prefiere la civilización al salvajismo, se pondrá a mirar para todos lados y solo contestará
vaguedades: «¿Por qué?... Porque puede uno tener sus estantes… y su carbón en la carbonera… y
un piano… y policía». El caso de la civilización es sumamente complejo: ¡no en vano ha hecho
tantas cosas la civilización! Y la misma multiplicidad de pruebas que debiera producir una respuesta
aplastante, acaba por sofocar e imposibilitar la respuesta.
De modo que toda convicción profunda va acompañada de cierta desesperación: es tan enorme la fe
que el hacerla andar se toma mucho tiempo. […] Cuanto me habían dicho del cristianismo solo
había servido para alejarme más y más de él. A la edad de 12 años era yo un pagano y, a los 16, un
agnóstico hecho y derecho. Y me parece incomprensible que se pase de los 17 sin haberse
planteado la sencillísima cuestión que yo me propuse. Claro es que conservaba yo una confusa
reverencia por la deidad universal, acompañada del más vivo interés histórico por el fundador del
cristianismo; pero la verdad es que yo veía en él un simple mortal. […] De apologías del cristianismo

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nunca leí una sola línea, y aún ahora procuro leerlas lo menos posible. Quienes me volvieron a la
teología ortodoxa fueron Huxley, Herbert Spencer y Bradlaugh, como que suscitaron en mí las
primeras dudas sobre la duda. […] Desde Huxley hasta Bradlaugh, fue desarrollándose en mí una
lenta y avasalladora impresión: la de que el cristianismo era la cosa más extraordinaria del universo.
Porque el cristianismo, según creía yo entender, no solo contenía los errores más escandalosos,
sino que parecía poseer cierto talento místico para combinar errores contradictorios. Por todas
partes se lo atacaba y por mil razones contrarias. […] Una de las cosas que más me impresionaba
era la elocuente acusación contra el cristianismo en virtud de su inhumana melancolía, porque yo
consideraba entonces, lo mismo que hoy, que el verdadero pesimismo es un pecado imperdonable.
[…] Pero vean lo que son las cosas: en el capítulo primero, mis autores me habían demostrado a
satisfacción que la doctrina cristiana era un exceso del pesimismo; y, después, en el capítulo
segundo, comenzaban a demostrarme que había en ella un optimismo algo exagerado. […] El
estado cristiano no podía ser a la vez tan confortable que solo los afeminados se enamoraran de él,
y tan inconfortable que solo los locos lo aguantaran. […]

Y entonces, en quietas horas de meditación, una extraña idea vino a herirme como un rayo. De
súbito encontré en mi mente nuevas explicaciones. Supóngase que oímos a varios amigos hablar de
un desconocido, y que algunos afirman que es muy alto y otros que es muy bajo, lo cual nos tiene
intrigadísimos; unos se quejan de su gordura y otros de su delgadez; unos los encuentran muy
negro y otros muy rubio. La primera explicación […] es esta: se trata de un sujeto extraño. Pero aún
es posible otra explicación: puede que se trate de un sujeto normal y que los gigantones lo
encuentren demasiado bajo, mientras los enanos lo encuentren demasiado alto; los robustos
hombrachones no lo encuentren bien desarrollado y los esmirriados pisaverdes creen que rebasa los
contornos de la elegancia. […] Pudiera ser que el cristianismo resulte, a la postre, lo más cuerdo, y
todos sus críticos no sean más que otros tantos locos. […]

El pastor cristiano no tenía que pastorear rebaños de corderos, sino manadas de toros salvajes y de
tigres, de ideas terribles y voraces doctrinas, cada una de las cuales se hubiera podido erigir en falsa
religión, corrompiendo el mundo para siempre. […]

De aquí la conmovedora novela de la ortodoxia. Háblese ligeramente de la ortodoxia como de cosa


pesada, monótona, quieta, cuando nunca ha habido otra más emocionante y peligrosa. […] La
Iglesia ortodoxa nunca siguió el galope pausado ni quiso plegarse a las convenciones; nunca, nunca
fue «respetable». […] Mucho más fácil es ser loco, mucho más fácil es ser hereje. […] Caer siempre
es fácil: se cae por una infinidad de ángulos: solo en uno es dable sostenerse. Dejarse ganar por
cualquiera de esas torpezas, desde el gnosticismo hasta la llamada ciencia cristiana, hubiera sido lo
más cómodo y llano. Pero haberse salvado de todo eso es la más gallarda aventura, y a mis ojos
aparece el carro celeste colando por entre los siglos con cortejo de truenos; torciéndose abajo las
torpes herejías, y revuelta, pero siempre firme, la verdad.

G. K. Chesterton, Ortodoxia, Altafulla, Barcelona, 1988, págs. 19, 162-168, 177-178 y 197-199.

PREGUNTAS
1. ¿Qué llevó a Chesterton a replantearse su postura agnóstica?
- Se replanteó su postura cuando conoció al sacerdote John O’Connor y él le contó que también
había pasado por las mismas dificultades y abismos por el demonio. Era algo que no se lo esperaba
por el simple hecho de que era sacerdote. Tiempo después, cuando conoció a quien sería su futura
esposa (Frances Blogg, católica practicante) y leyó su blog, donde explica que Dios es creador del
mundo y de las naciones y pueblos, fue cuando por fin se acercó a Dios.

2. Explica por qué el autor descubrió la verdad de la fe en los mismos argumentos de aquellos
que contradecían a la apologética cristiana.
- Entendemos que el autor reconoce que la gente creía en los milagros en la antigüedad porque no
sabía que eran contrarios a las leyes de la naturaleza. Bueno, lo hizo. Si San José no sabía que el
nacimiento virginal es contrario a la naturaleza (es decir, si no conocía el origen normal de los
bebés), ¿por qué "resolvió negarlo en secreto" cuando descubrió el embarazo de su esposa? Está
claro que ningún acontecimiento puede considerarse un milagro si quienes lo registran desconocen
el orden natural y no ven que es una excepción. Si la gente no supiera que el sol sale por el este,
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nunca podría sorprenderse si lo viera salir por el oeste; no lo registraría como miraculum
(simplemente no lo registraría). Así, la propia idea de "milagro" presupone el conocimiento de las
leyes de la naturaleza. El concepto de excepcionalidad no permite la idea de regla.
3. ¿De qué modo realiza Chesterton la apologética?
- Chesterton siempre defendió sus pensamientos, junto con la iglesia, a pesar de que él mismo
reconocía todos sus pecados cometidos. Él sabía cómo responder si le preguntaban acerca de la
Creación, y defendía plenamente a ella.

ESCALA DE RANGO

VALORACIÓN
Desempeño Enseña con convicción que la religión y la ciencia provienen ambas de Dios.

Lee, analiza y comenta en grupo un texto sobre la Fe y la Ciencia.

Criterios Utiliza un Lenguaje adecuado y


Lee, analiza y comenta en grupo un texto Responde las preguntas del texto
comprensible sobre el tema
sobre la Fe y la Ciencia. fragmento de ortodoxia.

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