Inteligencia Del Alma 2
Inteligencia Del Alma 2
Inteligencia Del Alma 2
¿Acaso todavía, alguien supone que dicha atadura existe porque la otra persona “nos
quiere mucho”? Un tipo así de relación que se exterioriza disfrazada de amor, precisa de
constantes mentiras y manipulaciones ya que, de otra forma, se reactivarían las heridas
emocionales y sus derivados de rabia y aversión que suelen subyacer tras toda relación de
dependencia.
Cuando una relación se basa en la constante satisfacción de las expectativas que tiene uno sobre
el otro, puede afirmarse que dicho “amor” se basa más en las carencias que en el deseo de
compartir. Se trata de roles que nacen en base a patrones de dependencia y que si no son bien
observados, tienden a arrastrarse de por vida. Roles que, a menudo tienden a hacer coincidir a la
madre-esposa y al padre-esposo con todas las consecuencias de experimentar apego que anulan
la autonomía del cómplice, del amigo y del compañero con el que crecer y compartir a lo largo
de la vida.
Toda expectativa, tarde o temprano, generará un estado de frustración con las consiguientes
rabietas y reproches que un ser dependiente tiende a ofrecer en su “catálogo de manipulaciones”.
El control sobre la otra persona se convierte en patológico y la relación emocional, en vez de
disfrutarse, tiende a padecerse. La persona dependiente no vive su propia vida, sino que más bien
vive “la vida del otro”. Son dos seres que no suman ni aportan al núcleo de la pareja, sino que se
restan posibilidades de aprender y ensanchar horizontes. Muchas parejas actuales, cuyos
miembros fueron educados en ambientes familiares de mentalidad dependiente, atraviesan esta
difícil transformación hacia el nivel de independencia. Si este proceso crítico acaba en
separación, sucederá que la pasada experiencia de dolor y “enganche” propiciará el deseo de
emprender otra relación, aprendiendo a no repetir roles y apegos que, anteriormente ahogaron su
autonomía y limitaron la libertad de ser uno mismo.
En realidad, las personas dependientes no saben lo que es el amor, saben lo que es necesitarse,
complacerse, controlarse, reprocharse y manipularse. Algo tan tóxico como adolescente. Por el
contrario, la independencia, lejos de parecer algo relacionado con el desamor y el egoísmo, es un
patrón mental que no se contamina con las legítimas necesidades individuales, permitiendo que
cada miembro cree un espacio de relación, primero con uno mismo, y, desde ahí, con su pareja.
INDEPENDENCIA
El crecimiento de la pareja no se basa en dos medias naranjas que se
“necesitan”, sino en dos naranjas enteras que se relacionan, desde su plena
singularidad. Ramayat
Existen personas que, en nombre del amor, viven bajo la dependencia de otras sintiendo que
porque las aman, las “necesitan”. Por ejemplo, una madre que “no puede dormir” mientras no
hable cada noche por teléfono con su hija, un cónyuge que parece “no poder vivir” sintiéndose
inútil cuando su pareja no se halla en casa, un amigo que necesita hablar a todas horas con otro
sin poder abrirse a otras amistades diversas. Una cosa es sentir complicidad y pertenencia y otra
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muy distinta es la que protagonizan personas que, lejos de “quererse mucho” como
aparentemente parece, discurren entre apegos de amor y odio con rasgos de inmadurez y
patrones de dependencia.
El paradigma de la media naranja por el que uno se auto-proclama como “mitad de otro” al que
necesita para ser feliz, no deja de ser un fleco de cuento de hadas que refleja incompletitud y
necesidad de que alguien nos “complemente” para desarrollar la vida con ánimo y fuerza. “Lo
que no tengo yo, lo tiene ella y lo que no tiene ella, lo tengo yo”. ¿Acaso no es mejor desarrollar
aquellas partes de la personalidad que parecen faltar en el reparto? Por ejemplo, si un hermano se
muestra ordenado, estudioso, racional, disciplinado y, “casualmente”, el otro es imaginativo,
creativo, sentimental, afectivo, es decir, con roles de personalidad opuestos, no significa que
cada cual no posea cualidades “del otro lado”, sino que no han tenido ocasión de ser
desarrolladas. Sin duda, cuando alcanzamos la independencia vivimos la pareja desde las dos
naranjas enteras. Un modelo de relación que expresa libertad y respeto, y que trasciende la
manipulación que suele derivarse del patrón de dependencia.
Las parejas creadas desde el viejo modelo de mitades ya sea de socios, amigos o cónyuges, se
unen desde el rol diferenciador y complementario. En general, la parte masculina se ocupaba del
mundo exterior y la femenina del interior de la casa. El uno se ocupaba de la parte técnica y la
otra de la parte afectiva con la consiguiente lista de oposiciones atribuidas a cada hemisferio
cerebral. Sin embargo, en la actualidad, el nuevo modelo mental tiende al androginato psíquico
por el que ambos roles son ejercidos por los dos miembros del equipo en una danza de
alternancias y afinidades.
INSPIRACIÓN
Cada paso que da un buscador, sea cual sea la dirección,
es un paso hacia Dios. Anónimo
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¿Acaso alguien puede decir que no está buscando la felicidad en nombre de los mil y un anhelos?
Tal vez, el objetivo se llame ganar dinero, lograr el trabajo que nos gusta y crear una buena
familia. Pero tras las apariencias, lo que uno está buscando, “zanahoria tras zanahoria”, es un
estado mental de paz y plenitud desde el que poder navegar por la existencia.
Detrás de las cosas que aspiramos lograr y por más nombres que demos a lo que se desea, lo que
en realidad buscamos es un estado mental gozoso que se supone experimentaremos con la
tenencia de dicha cosa. La felicidad es un anhelo que, con el paso del tiempo, pasa de una cosa a
otra. Y así como para un niño la felicidad es una tonelada de caramelos, para un adulto la
felicidad puede consistir en el logro de sus objetivos y el afecto familiar y social de su propia
excelencia. Para un ser más avanzado, las cosas todavía son más simples y relativas, ya que lo
que se llama “felicidad” no supone tener esto o aquello, sino vivirse en una mente lúcida y con la
conciencia despierta.
Uno sabe que la vida se dirige hacia alguna parte, aunque lo haga como extraña espiral que
asciende y da vueltas. Y así como la semilla avanza y se despliega hasta crear el bosque, de la
misma forma, el uno mismo se amplía y revela hacia su infinita esencia. El final del camino
conlleva el reconocimiento de que somos Totalidad desde la que brotan “mil y un” brazos
dimensionales que se mueven y bailan. Y al igual que un holograma, por más partes en las que
uno mismo se reconozca y divida, cada parte seguirá siendo todo-el-diseño en esencia.
Detrás de lo que intuimos como felicidad está lo que para cada uno significa la palabra Dios. Una
realidad meta-histórica, cuyo término todavía no ha sido totalmente separado de las religiones y
las iglesias. Muchas personas han trascendido el mito que subyace tras las creencias religiosas y
con ello, también han secuestrado el concepto de Dios concebido por cada una de ellas. Sin
embargo, El Espíritu sobrevive en lo profundo de la consciencia, no ya como aquella entidad
super-humana, sino como estado de Totalidad e Infinitud que todo lo abarca. En este sentido,
cada paso que damos, buscando las mil y una formas de ser felices, nos demos cuenta o no, se
dirige a la reintegración con la esencia.
Muchos pequeños pasos llenos de anhelo forman la vida que fluye desde el sueño pre-consciente
de la especie, hasta el total despertar. El buscador descubre que la felicidad es encontrar un
estado de LuzAmor que, sin saberlo, se buscaba. En realidad, lo que durante milenios hemos
llamado “Dios”, es un estado de conciencia.
Todos los radios de la rueda llevan al centro, decía Lao Tsé hace ya cuatro mil años. Cada paso
que damos en los múltiples caminos supone un avance hacia la madurez personal y la auto-
consciencia. Y aunque la vida, a veces, parezca que va hacia atrás y se estanca, en realidad, no
retrocede, sino a la paz del Universo siempre se expande y avanza. El alumno será más sabio que
el profesor y los hijos darán un paso más allá que los padres. Todos los caminos llevan a la
supraconciencia, un estado que si no se tiene la Gracia de alcanzarlo en vida, será la muerte, la
que como tránsito final posibilite la completitud que disuelve el yo en la reintegración mayor de
la “vuelta a casa”.
INSPIRACIÓN
Hermano almendro ¡Háblame! ¡Háblame de Dios!
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Y... el almendro se cubrió de flores. Kazanzakis
A lo largo de la vida del ser humano, hay momentos en los que éste busca a Dios. Es una
necesidad que brota desde que el hombre existe. Un impulso que milenariamente surge, bien sea
porque sentimos un gran miedo y recurrimos a lo más grande que nuestro pequeño yo asustado
pueda imaginar, o bien porque no vemos salida lógica a los problemas que nos amenazan. Son
momentos en los que una parte de nosotros, inocente y sabia, pone en juego una llamada al
Infinito, una llamada que aún dudando de su eficacia, parece no estar de más en ninguna galaxia.
A veces, elevamos al cielo la mirada porque simplemente sentimos felicidad y pensamos que
dicha plenitud no puede quedar anónima. En otras ocasiones, la búsqueda brota porque una
mente inquieta precisa encontrar respuestas a las grandes preguntas de la existencia. Pero, tanto
unas como otras, apuntan a eso que cada uno siente cuando piensa en Dios, a Eso que, en todos
los tiempos y culturas, ha sido proyectado según cada nivel de consciencia.
“¿Dios existe?”, es la duda inicial que nos formulamos en las primeras conquistas de la razón y
los primeros andamiajes de la ciencia. La parte lógica de nuestra mente precisa medir en
laboratorio todo lo posible por intangible que sea. Y si no está clara su evidencia, nos
protegemos negando su existir. Sin embargo, ¿podemos medir la compasión, la bondad o la
alegría? Pretender responder racionalmente a cuestiones pertenecientes a otra esfera sería como
preguntar a una vaca si sabe cómo funciona una máquina. Los humanos gozamos de una mente
racional muy útil para controlar las leyes de la materia. Sin embargo, ante planos más sutiles,
ésta no pasa y se bloquea. Mientras la razón no se trascienda y el yo se instale más allá del
pensamiento, no se revela La Presencia.
Dios es el despliegue de la semilla en árbol, es el Amor que todo lo traspasa. Dios se esconde en
el ojo de un cervatillo, en la fuerza de una convicción magna. Dios late tras las teclas de un
pianista, en el corazón del poeta y en la entrega incondicional de todas las madres de la tierra.
Dios está detrás de un enfado, del dinero y del diablo. Dios es, también, el ángel que anuncia el
final del dolor y guía a los que viajan al otro lado. Dios está en la ternura de los niños, en el
abrazo de los amantes y en la devoción de los que rezan. Dios está detrás del placer y del dolor,
detrás de las emociones y de las ideas, tanto en la paz como en la guerra. Dios Es. Realidad más
allá del pensamiento. Unos y otros lo nombran como Totalidad, Vacío Resplandeciente, Luz,
Infinitud, Amor-Conciencia.
Todos lo buscamos y todos intuimos que somos ESO, un estado de conciencia parecido al
reencuentro que merecemos por la gran aventura de la existencia. Sabemos que ESO está más
allá de las formas y se nombra como omnipresencia. Algo que recuerda vagamente a la plenitud
perdida en algún eslabón de la gran cadena de la Historia. ¿Dios? Usted mismo. Todo y nada.
Aquí-Ahora.
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INSPIRACIÓN
Recuerda: tú, en realidad, no eres la charla que oyes dentro de tu cabeza; eres
el Ser que oye esa charla. Bill Harvey
Ken Wilber señala un ejercicio para despertar la el Testigo Consciente que se formula así:
Tengo un cuerpo pero no soy mi cuerpo. Puedo ver y sentir, y lo que se puede ver y sentir no es
el auténtico Ser que ve. Mi cuerpo puede estar cansado y excitado, enfermo o sano, sentirse
ligero o pesado, y eso no tiene nada que ver con mi yo interior. Tengo un cuerpo y no soy mi
cuerpo.
Tengo deseos, pero no soy mis deseos Puedo conocer mis deseos y lo que se puede conocer, no
es el auténtico Conocedor. Los deseos van y vienen, flotan en mi conciencia y no afectan a mi yo
interior. Tengo deseos, y no soy mis deseos. Tengo emociones pero no soy mis emociones. Puedo
percibir y sentir mis emociones y lo que se puede percibir y sentir no es el auténtico Perceptor.
Las emociones pasan a través de mí, pero no afectan a mi yo interior. Tengo emociones y no soy
mis emociones.
Tengo pensamientos pero no soy mis pensamientos. Puedo conocer e intuir mis pensamientos, y
lo que puede ser conocido no es el auténtico Conocedor. Los pensamientos vienen a mí y luego
me abandonan, y no afectan a mi yo interior. Tengo pensamientos pero no soy mis pensamientos.
Soy lo que queda, un puro centro de percepción consciente.
Un testigo inmóvil de todos esos pensamientos, emociones, sentimientos y deseos.
Las escuelas de crecimiento interior afirman que si una persona, cada mañana al despertar y a lo
largo de 40 días, persevera en la formulación de este texto, experimentará cambios
extraordinarios en la consciencia de su propia identidad. A los pocos días de practicar se
observará capaz de mantener un lúcido estado de sosiego en situaciones que anteriormente se
vivían como tensas y agitadas. Y conforme se vayan recitando las palabras haciendo consciente
su significado, descubrirá que sus emociones, de aversión y de fascinación, se equilibran y se
templan. Tras el período de cuarentena, la persona considerará los extremos emocionales tan sólo
como olas periféricas y superficiales de la conciencia. Observará que ha despertado la propia
identidad Testigo, un estado desde el cual la vida se contempla de manera más ecuánime, sin
perder las risas ni las lágrimas de nuestra calidad interna
Una vez instalado en el Testigo, sucederá que cuando brote el vaivén de sus luces y sombras,
usted será espectador de sus tendencias. Si surge una aversión a ese sentimiento, asimismo será
usted veedor del mismo. Si la aversión le provoca a su vez aversión, también observará dicho
bucle de fuerzas internas. No hay nada que hacer, pero si surge un hacer, lo presenciará en
calma. Al entender que todo ello no es “usted”, ya no rechazará sus aflicciones ni se complacerá
en ellas.
Aquello que conoce ciertas cosas, no puede tener en su propia naturaleza ninguna de ellas. Es
decir, que si por ejemplo, nuestro ojo fuese de color rojo, no sería capaz de percibir los objetos
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rojos. Asimismo el pez no es consciente del agua, hasta que salta a la superficie y se da cuenta.
Hasta que no saltamos por encima de las mareas del pensamiento y lo observamos, no nos
percatamos de que no “somos” el pensamiento, sino el Testigo que lo observa. Hasta que no
saltemos fuera del océano de la aflicción, no nos daremos cuenta de que no somos la aflicción,
sino el Testigo de esa aflicción. El problema está en que el que ve, se identifica con los
instrumentos de la visión.
INSPIRACIÓN
La mente también puede ser una zona erógena. Ramayat
El erotismo, donde realmente se gesta, no es precisamente entre las piernas, sino entre las orejas.
La llave que nuestro psicocuerpo utiliza para conectar con el aspecto Vida, opera en el momento
en que los cuerpos y las almas se reconocen y se encuentran. El erotismo está más allá y más acá
de la hoguera genital y brota como consecuencia de una comunión vital que no precisa de la
revolución de hormonas.
Eros es energía de vida y Thanatos es energía de muerte. Mientras que uno estalla como
corriente sensible que mueve neuronas creativas, el otro desactiva enchufes fisiológicos mientras
abre una puerta eterna. El erotismo sugiere, impulsa y motiva hacia la renovación de las formas,
al tiempo que posibilita horizontes para reinventar la propia vida y celebrar tal experiencia con
otras personas.
El cuerpo-mente es el gran atanor en el que se abrazan las luces descendentes del cielo y los
anhelos ascendentes de la tierra. Un espacio que enlaza a los amantes y testifica la gran alquimia
que sucede entre las dos corrientes de fuerza. El cuerpo-mente moviliza la energía magnética que
atrae pieles, labios y conecta pupilas despiertas. Más tarde, mientras Eros activa las glándulas
ígneas del sacro y las serpientes desenroscan su danza espiral hacia la corona, los amantes abren
la cortina de la consciencia, sonríen en sus células y vibran en octavas más amplias y serenas. Es
entonces cuando la atención sostenida facilita el intercambio de cuerpos y auras, mientras la
energía del póntifex crea puentes entre el sacro y la corona.
Este encuentro con Eros que impulsa a la comunión de los seres que se abrazan, parece atenuar la
dolorosa separación que el alma experimenta mientras vive encapsulada en el espacio tiempo de
la persona. El encuentro erótico no es más que un pálido reflejo de la verdadera reunión que el
alma vive cuando muere el cuerpo-mente y la energía de Thanatos se revela. ¡Curiosa paradoja!
Por una parte Eros acerca a la vida, pero paradójicamente, crea más distancia con la Unidad
perdida. Mientras que la mente y sus deseos es erotismo, la trascendencia “thanática” de la
misma, disuelve fronteras que posibilitan el nirvana y la totalidad cósmica de la conciencia.
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¿Es erótica la promesa sutil de una pupila consciente?, ¿es erótica la calidad simbólica de una
mente amorosa?, ¿es erótica la profundidad que late en el alma despierta?, ¿es erótica una mente
abierta, compasiva y mágica?, ¿es erótica la lucidez creadora de un ser amado que viva en un
permanente ahora? Generosidad, inteligencia y sensibilidad, valores cultivables que sin
necesidad de siliconas, conforman la belleza interna. Algo que tal vez no tenga mucho que ver
con medidas, ni con cuerpos clónicos, ni con las plumas de la última moda. Se trata de valores
que dan sentido y fundamentan el atractivo perenne de un cuerpo con alma.
INTEGRIDAD
Si deseas mejorar tus acciones, mejora tus pensamientos.
Sivananda
Decimos aquello que pensamos porque el mecanismo de la palabra tiene, como requisito previo,
su pensamiento correspondiente, aunque éste sea tan fugaz como, a menudo, inconsciente. Si uno
cree que dice lo contrario de lo que piensa es que, en realidad, aquello que acaba diciendo es lo
que, en algún nivel de su mente, piensa. De la misma forma, sucede con lo que “hacemos”, ya que
nuestra mente establece conexiones directas entre los procesos mentales y las conductas.
Nuestros pensamientos son grandes avisadores de lo que es y va a ser nuestra vida. El carácter y,
en última instancia, nuestro destino, están fuertemente condicionados por la calidad de ideas que
circulan por la corriente mental y, finalmente, por la bondad del programa que ha sido instalado a
través de tres factores claves: el código genético, el medio ambiente y las propias experiencias.
Observemos que no resulta difícil ser consciente de la postura del cuerpo, es decir, saber cuál es la
postura física que uno, en cada momento, adopta. Por ejemplo, si se tienen las piernas cruzadas, en
qué posición tenemos las manos, en qué lugares del propio cuerpo se sienten sutiles tensiones e
incluso qué grado de inclinación tiene la cabeza. Por el contrario, no todo el mundo tiene el
entrenamiento suficiente como para ser consciente de sus propios pensamientos y de sus actitudes
más íntimas. Sin embargo, si se quiere cambiar de conducta, convendrá primeramente hacerse
consciente del proceso mental que la precede.
Si una persona, queriendo modificar este tipo de respuestas conductuales, comienza por darse
cuenta de la llegada de pensamientos indeseables, estará en condiciones de optar, tanto hacia la
recreación de una idea más óptima como hacia la erradicación de la vieja idea tóxica. El sujeto que
ha devenido consciente de sus propios pensamientos no deseados, puede capacitarse para desviar
la atención de los mismos y sembrar ideas de positividad y calma. Al cabo de un tiempo, sus
conductas subsiguientes tendrán el sello de los nuevos pensamientos que, a su vez, generarán otros
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hábitos, éstos a su vez conformarán un nuevo carácter y todo ello propiciará la construcción de
otro destino.
Para poder cambiar un programa mental es menester ser consciente, es decir, darse cuenta de
aquello que uno quiere modificar. Atención es la clave: atención al pensamiento, atención a la
palabra, atención a la acción. El campo de entrenamiento de dicha atención está en los pequeños
momentos de la vida cotidiana. Cuando experimentemos perturbación, ¡atención!, eso significa
mantenerse alertas para observar qué proceso mental desencadenó la pérdida de la calma. Si uno
aprende a examinar el día ya vivido, realizará cambios sin esfuerzo hacia conductas deseadas.
INTEGRIDAD
Si haces bien las pequeñas cosas, grandes cosas te buscarán e impulsarán a
que las realices.
Dicho sufí.
Cuando nos autogeneramos la suficiente motivación para hacer bien las pequeñas cosas de cada
día, estamos conspirando por la paz y por el éxito. Sin duda, se trata de una capacidad que no
tiene precio. Para hacer posible una competencia mental de esta naturaleza, conviene poner
atención y consciencia en los movimientos y matices de todo lo que uno hace desde que se
levanta por la mañana. ¿Acaso no merece la pena devenir plenamente conscientes de todo
pensamiento, palabra y acción que brote de nuestra persona? Cuando uno deviene consciente de
su propia vida en términos de momento presente, algo muy grande está pasando. La consciencia
sostenida y la mejora que de ella se deriva conforman una energía de crecimiento que, como bola
de nieve, abre posibilidades a empresas cada vez más grandes en cantidad y calidad, que el
interés colectivo demanda.
¿Qué es lo que determina que una acción sea calificada como pequeña cosa, frente a otra que
llamamos grande?, ¿la cantidad de dinero que mueve?, ¿la que afecta a mayor número de
personas?, ¿la que nos demanda mayor esfuerzo o bien es la que pone en juego la calidad total
de recursos creativos que actualizan nuestras potencialidades internas?
Para el Universo todo tiene su importancia. Las modernas ciencias afirman que hasta el aleteo de
una mariposa puede influir sobre el clima de una ciudad entera. En este sentido, puede suceder
que una sonrisa evite accidentes en cadena y el retraso de un encuentro cambie el destino de un
planeta. Todas las cosas tienen su importancia, desde fregar los platos con movimientos precisos
y conscientes, hasta estampar una firma clave por la que cesamos en el trabajo y vendemos la
casa. Lo que vale no es qué es lo que se hace, sino el cómo se hace. La conciencia atenta pone el
mismo amor en consolar a un niño que al presidente de una gran empresa. Todo está encadenado
en una red de interrelaciones y cada nueva acción tiene el aroma de la propia trayectoria.
Conviene cuidar nuestras palabras, aunque éstas se dirijan a gentes sin aparente importancia.
Caminemos conscientes de cada paso y tratemos de colocar la espalda bien recta. Mientras tanto,
observemos el juego de nuestra propia mente, como si todo ese ruido con nosotros no fuera.
Todo movimiento es importante y todo lo que logra devenir consciente, en realidad, merece la
pena.
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Una vez que se tiene la mente entrenada para hacer bien las cosas, por pequeñas o grandes que
parezcan, vendrán a buscarnos responsabilidades más grandes, tal vez porque ya no nos afectan
los riesgos y las amenazas que, para el viejo modelo, éstas conllevan. Nuestra alma entonces
estará preparada para servir a la vida y con ésta, a todos los hombres y mujeres de la tierra. Ya no
se teme al fracaso y el ego ha cesado en sus exigencias. El camino ya permite ser recorrido con
conciencia ecuánime y con las emociones bien serenas. El entrenamiento ha podido parecer
largo, pero los frutos de la conciencia atenta llegan. El ser se recrea tanto al freír un huevo como
al detener toda una guerra.
Usted bien sabe que hasta la caída del pétalo de una rosa afecta a galaxias enteras.
INTEGRIDAD
Me avergüenza la alabanza porque me satisface en secreto. Rabindranhat Tagore
Cuando alguien quiere hechizar a nuestro ego, nos alaba de una y mil formas. Nos acecha con
sus lisonjas y aprovecha cualquier oportunidad para recordarnos lo atractivos que somos y lo
brillante de nuestra inteligencia. La alabanza es un filtro mágico de oscuro poder que, mediante
la repetición oportuna, logra debilitar aquella víctima que se lo permite y a tiempo no lo corta.
Conforme la alabanza “da en el clavo” el ego se lo va creyendo. Es entonces cuando el halago
comienza a “sonar” tan verdadero e inofensivo que se corre el riesgo de pensar que el “alabador”
es el que mejor capta la calidad oculta de nuestra persona.
Cuando un ego con baja autoestima tropieza con un ilusionista que utiliza el dardo de la
alabanza, experimenta algo parecido a lo que se siente en pleno desierto al beber agua fresca.
Sucede que el sediento piensa que, al fin, existe alguien capaz de “catar” nuestra oculta solera.
Poco a poco, conforme la alabanza repite su cantinela, el ego recién inflado teme defraudar al
que tan “bellamente” nos mira. Aquí comienza el camino de la dependencia, en el que sólo
complacemos por temor, comenzando sutilmente a no llevar la contraria.
Lo que uno considere de su propia persona, será la medida en la que será considerado por los
demás. Si uno no se siente con un ego digno de respeto y estima, tengamos la seguridad de que
los demás no lo respetarán. Pero también sabemos que la prepotencia y la vanidad acechan,
mientras no se haya logrado madurar al ego en las noches oscuras del alma.
Desconfiemos del que nos alaba y procedamos a neutralizar cuanto antes dicha actitud. Si uno
enfrenta el juego y no retro-alimenta al que nos adula, será libre para poder “bajar el listón” y
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expresar tanto sus lúcidos aciertos como sus fallos y sombras. En todo caso, pongamos atención
a la intención sutil de los comentarios que hacemos acerca de nosotros mismos, y pasado un
tiempo, quizá en vez de alabanzas, comencemos a sentir que se nos distingue y que se nos
aprecia desde el alma.
INTEGRIDAD
Ama la acción por la acción, independientemente del resultado y provecho
que puedas obtener con la misma. Dicho Budista
Una gran clave para nuestro bienestar consiste en vivir el presente y enfocar toda nuestra
atención a la acción que tenemos entre manos. Como dice el proverbio Zen: “Cuando se come,
se come y cuando se camina se camina”. Se trata de dedicar la energía-atención al momento
presente, sin desatenciones y anticipaciones que dispersan. Que cada acción realizada, bien sea
trabajar con el ordenador o preparar un té, convoque plenamente al sí mismo. Cuando regamos
las plantas o bien hacemos una mudanza, hay muchos elementos en juego en cada gesto, al
agacharse, al transportar, al verter el agua o simplemente al cerrar y abrir una puerta. Cada
movimiento es un fin en sí mismo que a su vez conviene realizar con todo el refinamiento que
brota de la plena consciencia.
El río que fluye hacia el mar avanza, palmo a palmo, encontrando el sendero que ofrece menor
resistencia. Y sucede que cada piedra, cada hoyo y cada rama que a su paso encuentra, es en sí
misma una vivencia plena. Cada metro y cada paso del camino abren la conciencia al instante
presente y a la enseñanza que éste conlleva. La ansiedad nacida de la anticipación deja la mente
abierta a pensamientos virus. Se trata de pensamientos inquietantes, ¿por qué se retrasa?, ¿un
accidente, una desgracia...?, ¿qué futuro nos espera?, ¿qué haré cuando se muera? Ideas que no
sólo vendan los ojos internos con fotocopias de viejos problemas, sino que al sufrir antes de lo
necesario, en realidad se sufre más de lo necesario. Conviene entrenar el enfoque de la atención
al aquí-ahora, de manera que se neutralice el juego de recuerdos y anticipaciones y se permita
vivir, plenamente, cada paso de la senda. En este sentido, la famosa Ceremonia del Té, así como
el ejercicio de Tiro al Arco y muchas otras prácticas del Zen, entrenan al sujeto a realizar cada
movimiento con total precisión y consciencia en un impecable aquí-ahora. Los múltiples pasos
de cada práctica mencionada responden a reglas muy rigurosas que demandan atención total en
los más mínimos detalles de cada secuencia.
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Practicar dichas disciplinas supone un entrenamiento que más tiene que ver con el control
emocional y el enfoque de la atención que con un rito bello y exótico, como vulgarmente se
piensa. En realidad, la calidad de una acción viene determinada por la actitud que depositamos
en ella. De todos es sabido que una comida elaborada con cariño y serenidad, tiene otro “toque”
que cuando se hace con crispación y prisa. Tal vez, hasta la comida se carga e impregna con la
energía sutil que uno incluye en una elaboración bien cuidada. De igual manera, se carga de
historia y de futuro, cada paso del viaje que realizamos al subir la montaña. Cuando vivimos
cada metro que recorremos como un fin en sí mismo, sosegamos la mente y disolvemos la
separación de nuestra alma.
El arte de la paz consiste en aprender a vivir los momentos del no hacer, respirando la ansiedad
que produce la visión del propio espacio interior, cuando éste vive apretado en aplazamientos,
sin tener las cuentas emocionales “al día”. Aprender a contemplar los pensamientos que “vienen
y van” desde el Testigo ecuánime, supone controlar la ebullición de ideas que vagabundean por
una mente habitualmente dispersa. El hecho de aprender a vivirse en el no hacer mientras se
respira conscientemente y se drenan pensamientos y emociones contenidas, supone la manera de
recargar nuestra batería existencial de una energía proveniente de los niveles más profundos de la
conciencia.
INTUICIÓN
No eres una criatura humana en una aventura espiritual,
sino una criatura espiritual en una aventura humana. Deepack Chopra
¿Quiénes somos en realidad?, ¿procedemos del Universo inabarcable?, ¿acaso tenemos una
doble naturaleza de espíritu y materia?, y, en tal caso, ¿qué pintamos en medio de los ángeles y
las bestias?
Los sabios precedentes nos han dicho que, en realidad, somos Espíritu. Ante lo cual, uno se
pregunta “¿qué es eso de Espíritu?, ¿podemos imaginar una Realidad tan intangible y, a la vez,
tan alejada del pago de la próxima letra?” Sin embargo, si entramos en el silencio, si
averiguamos y miramos dentro, no tardaremos en sentir las nostálgicas reverberaciones de una
plenitud perdida y prometida. Tal vez, intuimos el latido del propio corazón del Universo que
inspira y guía a las periferias.
Pitágoras nos dijo que el Espíritu es una circunferencia cuyo centro está en todas partes. De
cualquier forma, y más allá de las definiciones académicas, la idea del Espíritu mitiga
ligeramente el sentimiento de separación que late en las personas. Tal vez, el Espíritu es esa
supraenergía de Luz y Totalidad que nos une y cohesiona.
¿Qué han dicho del Espíritu los seres cuyas vidas demostraron suficiente lucidez y cordura?
Unos y otros afirman que el llamado Espíritu que parece encontrarse en los cielos, no sólo no
está lejos, sino que es la propia esencia de nosotros mismos. Insisten en afirmar que somos
Totalidad e Infinitud sin fronteras. Un tejido global y sin límites que señala a la Luz de nuestra
propia consciencia. Por ello, el hecho de buscar al Espíritu es una actitud tan ciega como lo
pueda ser la de aquel que parece “andar buscando un buey, cuando en realidad camina a lomos
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de dicho buey”. ¿Es creíble que uno mismo sea Eso a lo que atribuimos tanta grandeza?, ¿acaso
no suena a “pequeño consuelo” ante la contradicción y miserias de la naturaleza humana?
Cuando miramos y sentimos dentro, sucede que reencontramos al alma que perdimos en alguna
de las vueltas. Mientras tanto, vivimos el desencanto de un vacío que se agudiza en momentos de
pérdida y tristeza. ¿Acaso creímos alguna vez que tan sólo éramos el neocórtex de una especie
animal capaz de llegar con telescopio a las estrellas? En realidad, somos Espíritu en plena
aventura de la consciencia. Almas peregrinas en estado de amnesia que vagan entre las luces y
las sombras de un plano evolutivo sometido a la Ley de la Impermanencia. Al parecer, nuestra
Morada es el Universo infinito y que, tal vez, con nuestra muerte física, simplemente, volvemos a
Casa.
El camino de la vida es un viaje que perfecciona y pule las aristas del alma. Una espiral del Gran
Juego que, comenzando en la diversidad, finaliza en la unidad esencial de todas las cosas. Un
juego en el que, tarde o temprano, todos ganan. ¿Sus reglas? Los más adelantados, cuando
llegan, dan la vuelta y caminan junto a los que empiezan. El juego acaba cuando todos regresan.
Atrás quedarán los días oscuros en los que nuestras almas se expresaban inmaduras e
incompletas. Afortunadamente, nunca pasó nada, los errores y carencias estaban previstas en el
transcurso de las jugadas. Somos mucho más que nuestras partes, por sombrías o lúcidas que
éstas sean. Más allá de fragmentos e identificaciones, se puede reconocer al Espíritu en nuestra
propia esencia. En realidad, somos aventura por entre los pliegues de la amnesia. Más tarde,
cuando nos encontremos más próximos a la meta, observaremos como el alma, tan sólo, puede
decir: Gracias.
INTUICIÓN
Los sucesos por venir se anuncian mediante sus ecos.
Campbell.
¿Quién no ha presentido alguna vez que se acerca un período de cambios importantes?, ¿quién
no ha tenido una sensación de que se aproxima algo clave para su vida?, ¿algo que parece tener
que ver con las puertas de sus íntimas utopías?, ¿acaso el Misterio se dispone a encender el
corazón?, ¿se percibe la llegada de una gran oportunidad?, ¿será que la mente se abre a un nuevo
salto?, ¿será que llega el gran amanecer y el tiempo del viejo ciclo se acaba?
La intuición es esa misteriosa facultad del ser humano por la que accede al conocimiento de
forma “revelada” y directa. Una facultad que nos convierte en dioses capaces de adelantar
acontecimientos y sentir la vida del alma. Y así como la razón es la gran herramienta analítica
que nos permite deducir leyes físicas, la intuición, por el contrario, se manifiesta sutil
impregnando la mente de un nivel más profundo y de una intención evolutiva que los
acontecimientos consigo portan.
Para captar el lenguaje intuitivo del yo profundo, se precisa de una actitud mental serena y de la
atención bien despierta. El ser humano, conforme evoluciona al Testigo y aprende a observar su
mente, se da cuenta de la diferencia que existe entre el tejido emocional de deseos y temores y lo
que es un chispazo de intuición que, proviniendo de lo profundo, enciende la llama.
112
Pareciere que la intuición acompaña al eco que viene del plano en el que no hay tiempo ni
distancia. Un relámpago que nace en aquel espacio en el que todas las cosas son el presente y se
saben desde la plena certeza. Nos queda la intuición como hilo conector con la Luz que somos.
Un hilo transpersonal que nos habla del mundo que viene y de la vida superior de hombres y
mujeres que han recorrido ya el camino de las sombras. Una vuelta a casa que merecidamente
llega.
¿Ha sentido usted alguna vez que en su camino pasaba un ángel o que, en un determinado
momento, estaba bajo la protección sutil de una Presencia?, ¿ha sentido usted alguna mañana al
despertar que lo soñado no era tan sólo un sueño más? ¿siente que permanece junto a una
persona porque existe un nexo no racional entre sus almas?, ¿ha sentido alguna vez la certeza de
que ya era tiempo de hacer el viaje que siempre sintió como frontera? ¿y que las cosas
“enredadas” se pondrían en su sitio por sí solas?
Aquellos sucesos por venir que tienen que ver con la expansión del darse cuenta, se anuncian
mediante sus ecos en el corazón de la mente. Pareciere que el alma perdida, queriendo retomar la
senda, llama a la puerta mediante “casualidades” y extrañas coincidencias.
Abra su corazón y permita que su ser vuelva a dulcificar la vida. Ahora es usted más consciente
y puede recrearse en la calidad de los dones y en la paz y comprensión que de su esencia emana.
No es casual que ahora perciba un punto de nostalgia del aleteo sutil de la mariposa que se le
aproxima y le llama.
Recuerde: ESO le está buscando. Manténgase atento y reconozca los momentos en los que usted
intuye que está muy cercano el punto en que ESO le encuentra. Ante tan insólito abrazo y
aventura de la conciencia, ¿acaso no es para dar las gracias?
INTUICIÓN
Dios no existe, ES. Doménico Douadi
En esta sociedad pragmática de ideas que “funcionan” y en la que, todavía, corren brisas
religiosas, hay jóvenes de cultura tecnológica que se preguntan, ¿para qué sirve Dios?, ¿de qué
sirve pensar que Dios existe?, ¿en qué mejora nuestra vida el hecho de incorporar tal creencia?,
¿para qué necesitamos “complicarnos” con la idea de algo superior?, ¿no bastan las leyes para,
además, incluir en la escena esa realidad tan ambigua como abstracta?, ¿por qué mucha gente
piensa en Dios, tan sólo cuando sufre y no ve salida a sus problemas?, ¿acaso la figura de Dios
representa un culto para los débiles? Si no temiésemos a la muerte, ¿habría nacido la idea de
Dios en la mente humana?
A raíz de tales preguntas, uno piensa que la palabra Dios, todavía, es asociada con la proyección
de una patriarcal macro-figura de los cielos, revestida y magnificada con los dones que sea
capaz de concebir cada cultura. Y quizá, tal figura de Dios tan sólo exista en la mente de cada
creyente, cosa que, aunque es importante y merece un respeto, es tan cierta como lo pueda ser
cualquier fantasía. Sin embargo, si conseguimos recrear la palabra Dios y actualizar su
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significado como un Algo menos antropomórfico, es decir, sin cabeza, brazos ni piernas, y
comenzamos a sentir intuitivamente dicha meta-realidad, tal vez abramos la puerta del
sentimiento de trascendencia hacia un Principio de Orden Superior.
Si decimos que “El Espíritu es anterior a este mundo pero no es distinto a él, de la misma
manera que el Océano es anterior a las olas, pero no existe como algo separado de ellas”, es
posible que todavía algunas personas lo interpreten como una “comedera de coco” que nada tiene
que ver con nuestro yo de cada día. Se trata de personas que al soportar el peso de problemas
básicos tienden a considerar lo dicho como un rizo mental sobre la “humedad de las olas”. Y
aunque así fuese, ¿nos va a resolver algo el hecho de pensar en una ambigua idea del Espíritu del
que la mayoría somos totalmente inconscientes?
El Espíritu es una realidad que nos trasciende como seres biológicos desarrollados. Y esto nos
permite acceder a una identidad que está más allá del cuerpo físico “puro y duro”, cuya
existencia no depende de dialécticas varias, sino que es una experiencia transracional que ha
sido plenamente consensuada por todos los pueblos que conforman la historia de este planeta.
Pero aún así, tal vez, alguien de corte pragmático y con una mente todavía plana, pueda
preguntarse: ¿Y de qué sirve el Espíritu?
La pregunta de qué sirve se formula desde una parte de la mente estrictamente utilitarista, y el ser
humano es mucho más que un universo de utilidades. Si no, ¿qué son las grandes elevaciones
del alma que nos suceden al contemplar la Belleza?, ¿y los sentimientos de maravilla y
arrobamiento que brotan ante sinfonías de geometría y grandeza?, ¿y el júbilo de amor que surge
ante el abrazo primordial?, ¿y la infinita ternura que nace al contemplar la inocencia?, ¿y los
miles de pequeños milagros y sincronías que cada día tejen el camino del vivir?, ¿y la paz
profunda que aflora en los instantes mágicos en los que sacamos la cabeza de la “caja”? ... tal vez
indican que, tras la escena, hay algo más que unos minutos de descanso mientras sigue la
película anunciada.
Todos estos eventos y muchos más, suponen una experiencia íntima de comunión con el Todo,
revelándonos que, al parecer, no sólo somos un neocortex más o menos complejo y desarrollado,
sino que también somos una Totalidad inefable nacida del Misterio que, acompañada de lágrimas
de júbilo o de serena neutralidad, desde hace milenios llamamos Espíritu.
INTUICIÓN
Aquello que dentro de nosotros quiere saber y progresar no es la mente, sino
algo que está detrás de ella y que de ella se sirve. Sri Aurobindo.
Cuando una persona anhela aprender y progresar, ¿qué fuerza le impulsa hacia ese deseo?,
¿acaso se trata de la misma energía que empuja al tallo de la joven planta a expresarse en flores y
frutos?, ¿y si lo que dicha persona anhela no es ni más ni menos que una mente sosegada y
sabia?, ¿qué mueve tal anhelo y qué extraña fuerza la impulsa a desear una realidad tan abstracta
como elevada?, ¿puede el corazón humano ser explicado con las simples leyes de evolución de
las especies? Nuestra consciencia, única al parecer en el planeta Tierra, ¿es tan sólo consecuencia
de una lotería genética o semejante milagro se debe a un misterioso supuesto que mueve a las
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almas?, ¿acaso existe en la raza humana un Impulso Secreto hacia la Luz?, ¿una fuerza sutil que,
actuando detrás de la escena, nos conduce, a lo largo de un formidable desarrollo, hasta la
comunión con el Espíritu como forma de “llegada”?
Y en todo caso, ese Impulso Evolutivo que tira de nosotros, milenio tras milenio, hacia el
desarrollo de la lucidez y la profundidad, ¿acaso es el mismo que el de los delfines o el de las
gaviotas?, ¿somos algo más que un organismo biológico complejo, capaz de crear músicas
insólitas y amar la belleza interna? En caso de que así sea, ¿qué milagro nos sucedió a los
humanos?, ¿es creíble aquella historia que cuentan algunas religiones acerca del “descenso” de
una chispa divina o fue un injerto extraterrestre el que encendió la llama?, ¿y si vivimos en un
planeta para amnésicos que sirve de plataforma para recuperar la memoria?
Hay pocas cosas tan unánimes a lo largo de los siglos y las eras milenarias, como las múltiples
voces que nos hablan del Espíritu aludiendo a nuestra identidad suprema. Miles de pueblos y
culturas, a lo largo de la Historia, han venido afirmando que tenemos una doble naturaleza. Por
una parte, disponemos de un cuerpo capaz de agarrar, sentir y pensar, sin embargo este
estupendo organismo, renovado de generación en generación, por sí sólo parece incapaz de
trascenderse y expresar las funciones de su dimensión espiritual completa. Junto al cuerpo que
hace de vehículo y terminal de otra megafuerza, coexiste una supra-naturaleza de Luz y Amor
que faculta a los más desarrollados a experimentar Totalidad e Infinitud, convirtiendo sus vidas
de mamíferos en beatitud eterna.
¿Qué impulsa a este centauro humano del siglo XXI, mitad dios mitad bestia, a ampliarse
imparablemente como forma de hacer el camino de vuelta a Casa? Curiosa fuerza supramental
que se revela cuando crecemos, cuando nos damos cuenta, cuando ayudamos, cuando nos
ponemos en el lugar del otro, cuando comprendemos el juego, cuando somos nosotros mismos,
cuando renacemos de nuestras cenizas, cuando celebramos la vida, cuando creamos felicidad,
cuando abrimos el corazón de la mente, cuando clamamos al Universo nuestro anhelo de
Recuerdo... toda esa carga ígnea que subyace en tales supuestos, ¿es acaso la misma energía de la
tierra que hace ascender la savia por el tronco del árbol convirtiendo a la bellota en roble? o ¿se
trata de un plan evolutivo de origen cósmico que desciende a la glándula pineal de algunos
homínidos del planeta Tierra?
La respuesta brota en todo aquel corazón humano que haga entrar la ciencia en su corazón y no
renuncie a la cadena de chispazos de su intuición. Toda pregunta tiene su respuesta como toda
cruz tiene su cara. Será la el milagro de la Gracia el que, tras ser plenamente convocado,
responderá a los que se recrean en el camino de comprender. En realidad, se trata de una verdad
que se revela en el laboratorio del silencio y en la noble acción del alma.
LIBERTAD
La esclavitud es la identificación del que ve con los instrumentos de la visión.
Patanjali.
Si usted puede ver como flotan y evolucionan las nubes del cielo, se debe a que usted no es
precisamente tales nubes, sino el Testigo que las contempla. Entonces, ¿quién es usted? Si usted
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es capaz de darse cuenta de las sensaciones de su cuerpo, se debe a que usted no es dichas
sensaciones, sino el Testigo que las percibe y contempla. Entonces, ¿quién es usted? Si usted es
capaz de observar los sentimientos y pensamientos que aparecen en su mente se debe a que usted
no es tales sentimientos, sino el Testigo que los contempla. Entonces, ¿quién es usted?
El ojo no se ve a sí mismo y todo aquello que uno pueda “ver”, no será sujeto, sino objeto. El
veedor no es lo visto. Sin embargo, puede decirse que en la vida cotidiana vivimos identificados
con nuestro cuerpo y nuestra mente. El problema que al parecer nos sucede es que el sujeto que
ve, es decir lo que sentimos como identidad Yo, se cree ser los pensamientos. Es decir, que la
propia identidad sujeto por excelencia es, de pronto, confundida con el objeto visto, aunque éste
sea tan sutil como son los sentimientos más íntimos. Sabemos que cuando somos parte de una
querella perdemos la ecuanimidad. De la misma forma sabemos que cuando confundimos al Yo
con la mente pensante se termina por sufrir los mismos vaivenes que los de los propios
pensamientos.
Dé un paso atrás y experimente una interesante situación. Trate de imaginar que sus ojos internos
están situados en la nuca. Desde este punto, ¿sería capaz de ver a sus ojos físicos mirar lo de
fuera? Dé un paso hacia el Testigo capaz de observar a sus globos oculares por detrás, y descanse
en Él. La mirada y el pensamiento y todo lo que sea usted capaz de ver, no es usted, sino lo que
tiene usted. Cuando, por ejemplo, decimos “mi mano”, ¿por qué decimos “mi” mano?, ¿acaso
porque inconscientemente sabemos que no somos en realidad la mano, sino que tenemos una
mano?. Tanto “mi” pierna, “mis” sentimientos, “mi” mente, “mi...” son objetos del Yo, no son el
Yo.
El objetivo, tanto del yogui liberado como del lama iluminado, o bien el del sacerdote redimido y
de tantos otros buscadores de libertad esencial, consiste, primero, en diferenciar y,
posteriormente, en integrar. Tras comenzar diferenciando, se finaliza la búsqueda en el momento
en que lo de dentro y lo de fuera dejan de ser dos. Cuando sujeto y objeto son no-dos, cuando el
observador y lo observado se tornan un Solo Sabor, sucede que, entonces, se ha trascendido la
mente racional y dualista del Yo-Tú y se existe tan sólo como contemplación supraconsciente.
Entonces, simplemente todo ES.
Cada mañana al despertar y antes de pisar el suelo del mundo, observe como comienza a tener
las primeras sensaciones, los primeros sentimientos y pensamientos... es decir, objetos en su
consciencia. En ese preciso instante, es cuando resulta muy fácil preguntarse, ¿quién soy? y
seguidamente, no “pillarse” con lo visto, sino más bien permanecer lúcidamente instalado en el
Espectador.
116
LIBERTAD
El camino de la libertad consiste en desviar el énfasis de la persona superficial
y variable al Testigo interior y siempre presente. Nisargadatta.
¿Podemos apoyarnos en algo que cambia constantemente?, ¿podemos confiar en aquello que está
sometido a cambio permanente?, ¿a qué nos podemos asir cuando la corriente del río nos
arrastra? Se supone que tan sólo puede sostenernos algo que permanezca inmutable y no cambie.
El mar se mueve agitado en las superficies y sin embargo, a mayor profundidad, el movimiento
es cada vez más tenue e imperceptible. En la conciencia de ser humano sucede lo mismo, cuanto
más agitados estamos, más superficial es el nivel en el que nos encontramos. Por ejemplo,
cuantas más diferencias vemos en los demás, en sus rasgos físicos, psicológicos y culturales, más
en la superficie se encuentra el área del yo que distingue y diferencia. Por el contrario, en el
momento en el que se ahonda hacia las capas de cebolla más profundas, los rasgos diferenciados
dejan de tener tanto “peso” en la consciencia y sin embargo, los elementos comunes se tornan
más visibles, algo que puede suceder cuando por ejemplo mirando a otro, vemos simplemente a
un alma humana de este planeta. En ese estado de conciencia más profundo se vislumbra la
unidad en la diversidad.
La experiencia de observación que nuestro testigo interno tiene al darse cuenta del flujo
cambiante del vivir, es la misma en todos los seres humanos. En realidad, lo que cambia no es el
veedor, sino lo visto. Los objetos vistos, es decir, todo lo que uno es capaz de ver y contemplar,
aparecen y desparecen en la pantalla de la consciencia, pero no suponen lo inamovible y absoluto
de nuestra existencia. Si vivimos identificados en la persona superficial y cambiante, subiremos
y bajaremos por las olas de sus ritmos y corrientes. Lo único que puede servirnos de referencia y
refugio es lo que no cambia, es decir, lo Absoluto. Y Eso está a nuestra disposición, simplemente
deviniendo conscientes de esa mano inmutable que sostiene el péndulo mental y que, en realidad,
supone nuestra verdadera identidad.
Cuando se va al cine, uno es espectador de una película cuyas imágenes están en cambio
constante. El seguimiento atento de tales imágenes nos hace brotar rapidísimas emociones de
agrado o desagrado. Y también comprobamos que tras salir del cine, aquellas imágenes ya se han
esfumado efímeras. Miramos la calle, los rostros de los que pasan y cada estímulo visual sigue
produciendo otras emociones y otras ideas. En realidad, la película mental sigue dentro y fuera
del cine, tanto en soledad con nuestros propios pensamientos, como en compañía de otras
personas.
¿Cuál es el elemento que no ha cambiado en todas las escenas, tanto las de dentro del cine como
las de fuera de él?, ¿qué es lo que ha permanecido siempre igual?, ¿qué podemos considerar
como absoluto dentro de esta corriente de relatividades y cambios que suceden en nuestra
mente?
Sin duda, el Yo-Observación, el Testigo de todas esas experiencias y de todas las películas. El
Yo que no cambia porque no es él quien piensa, sino que tan sólo observa a su mente cómo
117
piensa. El Testigo que no siente, sino que observa lo que su cuerpo siente, el que no se implica,
ni se confunde con lo “visto”. Un elemento neutral, la Consciencia, el Yo Soy que no crea
contenidos, sino que tan sólo contempla la creación de contenidos. Una realidad que supondrá el
próximo paso evolutivo de la humanidad: La identificación con el Ojo que ve, el Sujeto por
excelencia. En este sentido, a la histórica pregunta, ¿quién soy?, algunos lúcidos responden: Un
Océano de percepción consciente.
LIBERTAD
La libertad no es más que otra palabra para decir que no hay nada que
perder.
Erick From
Aquel Samurai sostenía una fuerte contienda a espada frente a su enemigo en lo alto del puente
de piedra. Sus golpes certeros, fruto de una larga disciplina, no tardaron mucho en desarmar a
su oponente, arrojando lejos su única arma. El Samurai, entonces, levantó su afilada Katana
para asestar el golpe fatal, cuando de pronto, el vencido adversario, en un último y desesperado
ataque de rabia, escupió al excelente maldiciendo a su madre y ultrajando el honor de una
estirpe sagrada. Las palabras de aquel desgraciado hirieron el ego del Samurai que despertó
sentimientos insólitos de odio y venganza. El golpe de suerte para acabar con aquel esbirro,
ahora sería más fuerte y más brutal. Separaría su cabeza de un tajo y, de paso, calmaría su
orgullo perturbado y su herida egoica.
En realidad, no tenemos más que este instante. El pasado ya no existe y el futuro es una idea
ilusoria. ¿Qué puede uno perder? En realidad, todo sufrimiento está en la mente, en los apegos
que esclavizan, en los condicionamientos limitadores y en las dependencias emocionales con las
personas y las cosas. Cada día es una vida en la que nuestro ego “muere” cada noche, justo
cuando nuestra consciencia se apaga. Cuando entramos en el sueño y cesa el control y la
advertencia, alguien puede despertarnos y decirnos: “Has dormido durante diez años. Te hemos
alimentado con sueros. Eres todo un caso raro”. ¿Diez años? Exclamaríamos asombrados. Al no
ser conscientes, da igual diez días o diez milenios. Al aparecer la consciencia, todo el universo
comienza de nuevo. El mundo se pone en marcha. Nace el tiempo, las posesiones, los afectos, los
deberes y placeres de la jornada. En realidad, lo único que da existencia a lo que poseemos es el
vivir consciente y despierto.
118
Cada noche, al entrar en el sueño, conviene soltar todo. Adiós al ego, a las heridas e ilusiones,
tan sólo agradezcamos lo vivido para entrar en paz a la conciencia oceánica del Todo. Tal vez, si
alguien está despierto, le sucederá que, mientras duerme, podrá observar sus sueños. Se trata de
una mente que mientras sueña, se entera de que está soñando. Si eso nos sucede algún día,
aprovechemos la lucidez que permite crear el guión y cambiar a voluntad el argumento de los
propios sueños. ¿Se trata tan sólo de un juego? ¿el juego del vivir en la mente que crea
escenarios insólitos sin esfuerzo?
Libertad es saber que aquello que nos sucede es tan relativo que tenemos opciones de vivirlo tal
y como decidamos imaginarlo. Libertad es observar que la mente tiene dos clases de sueños, los
de noche y los de día. El verdadero despertar, es decir, el que de verdad libera, consiste en darse
cuenta de que la vida es una especie de Gran Sueño. ¿Una película?, tal vez... y nosotros sin
saberlo.
Si quiere usted Libertad... suelte y despierte. Si quiere usted Despertar... sepárese y observe.
LIBERTAD
La verdad os hará libres. La Biblia.
Exageración aquí, adaptación habilidosa allá, “miedo en el aire” a que nos critiquen y nos
rechacen, temor a defraudar lo que suponemos que los demás esperan de nosotros. Muchas
personas viven bajo las cadenas de aquella parte de sí mismas que necesita aprobación y que se
siente amenazada por el qué dirán de una sociedad determinada. La libertad no es un proceso
simple, sino que más bien se alcanza a base de atreverse a ser uno mismo y osar decir No. Una
actitud mediante la cual se comprueba que cuanto más decimos claramente No, más calidad y
valor tiene nuestro Sí.
“Sed sobrios”, dijo el lúcido, recordando que la verdad es hija de la sobriedad. Un principio que
no sólo hace referencia a la cantidad de comida o de cosas compradas, sino que también señala
un estado de conciencia despierta y centrada. La sobriedad habla de la medida justa y del
recogimiento que conecta con el núcleo de nuestra morada interna. Si uno cultiva la sobriedad,
sin represión ni auto-negación, sentirá un cálido fluido, una vitalidad sutil del alma liberada. En
realidad, desde la sobriedad es más fácil ser verdad.
119
resonancias de la “vuelta a casa” y de nuevo, desea hacer aflorar al niño eterno que se da el lujo
de vivir en la verdad y la consciencia. Un estado que ya olvidamos y un permiso que nos libera.
Se trata de recuperar una inocencia, pero ahora enriquecida por la consciencia del que se da
cuenta.
Más tarde, una vez centrados en la plena coherencia interna, recobramos la sencillez cotidiana,
las palabras justas, los gestos de una espontaneidad consciente y la fluidez de los que no exigen y
sin embargo, colaboran. Y sucede que aquello que uno expresa desde dentro, casualmente es
sabio, no hiere al mundo y además seca el sudor a los que, exiliados del ser interno, todavía no
descansan.
La libertad auténtica tiene más que ver con soltar la tiranía del ego que con no tener obligaciones
y poder hacer lo que nos dé la gana. La liberación del mismo no conlleva negarlo, ni castigarlo
por sus maldades casi necesarias, sino por trascenderlo a un nivel más amplio. Cuando el ego
está integrado, se alinea de forma natural con los intereses globales de un nuevo plano de
existencia. Algo que se llama madurez y que, como los buenos vinos, gana con el tiempo y
mejora en cada cosecha.
Somos verdad cuando sentimos nitidez en los propósitos y distinguimos muy bien desde qué
parte de uno mismo se actúa y se habla. Ésa es la verdad que libera, la que no se engaña a sí
mismo, aunque luego se exprese al mundo lo que, realmente, uno elija y quiera.
LUCIDEZ
--¿Eres pues un ángel? –No, -respondió --¿Acaso un santo? –No, -respondió.
--Entonces ¿qué eres? --Respondió el Buda: --Estoy despierto--. Sabiduría Universal
¿Qué parece hacer tan apreciable la condición del llamado despierto?, ¿acaso estar despierto
significa que se ha salido de alguna pesadilla en la que los demás mortales parecemos
encontrarnos? Despertar del sueño es una forma más de nombrar la meta suprema de los seres
humanos que, prisioneros de los conceptos y condicionantes de su yo superficial, deambulan por
la hipnosis del Sistema. Un despertar que los lúcidos han considerado como requisito de
liberación infinita.
¿Cómo puede uno pensar que la vigilia que experimentamos cada mañana al despertar de nuestro
sueño de noche, siga formando parte de otro sueño mayor que incluye al propio día?, ¿cómo
puede uno pensar que nuestra identificación mental con “reglas y modelos” sea como vivir en
esa caverna de Platón con su mundo irreal de sombras?, ¿qué solemos entender por un sueño?,
¿acaso la sucesión de experiencias que ocurren dentro de nuestra cabeza? Y si tienen razón los
Vedas y esto que vivimos cotidianamente es lo irreal, ¿cómo será entonces lo Real?, ¿qué dicen
los despiertos de ello?
Dicen que así como un pez que nunca ha salido del agua, no sabe que está en el agua, de la
misma forma el ser humano que deambula dormido y nunca ha experimentado un instante de
despertar, tampoco sabe que está dormido. Y así como el pez ignora que está en el agua porque
está identificado con ella, de la misma forma el yo esencial está identificado con la actividad
120
mental de su persona. Es decir, que para conocer la mente, habrá que “salir” de la propia mente y
observarse desde algún lugar diferente, más elevado y des-implicado. Y dado que el ojo no se ve
a sí mismo, si queremos ver al ojo, habrá que trascenderlo y observarlo desde algo que no sea
dicho ojo. Así pues, para conocer a una mente que confunde la Realidad con lo que ella proyecta,
se deberá trascender a ésta y proceder a observarla desde un promontorio más elevado. Un yo-
Observador que no es la mente, sino LO que ve a la mente.
Dicen también que la mente es la gran “fabricante” de lo que llamamos realidad y la intérprete
de la percepción. De hecho, tal realidad se conforma en el tálamo cerebral mediante un proceso
de escenificación que éste codifica con los impulsos eléctricos que los sentidos captan del “ahí
fuera”. Una escenificación que no tiene necesariamente que suceder cuando nuestros sentidos
captan objetos del exterior, sino que también se produce mientras nuestro cuerpo duerme con
todas sus consecuencias reactivas de pánico, sudor, goce, placer, sonrisa, ritmo cardíaco... que
dan realidad al durmiente.
Los despiertos dicen también que mediante un proceso de trabajo y Gracia, han logrado salir de
la caverna y despertar a la Realidad, algo que no es un reflejo de la misma, tal y como sucedía en
la caverna, sino un “plano absoluto” de supraconciencia. Un estado infinitamente mejor que la
realidad plural en la que deambulamos todos nosotros, los durmientes.
A veces sucede en el mundo del sueño que vivimos que de pronto, aparece en nuestra pantalla,
un extraño “fluido despertador” afirmando: “usted está en un sueño”. Una posibilidad que,
además, señala cómo hacer volar el programa de identificación. Y si ante tal aparición, uno
resuena y sigue indagando, comienzan a suceder cosas. Ante tal perseverancia, “el dinamitador”
aparece de nuevo y pone cargas de des-hipnosis que dicen: atención sostenida, aquí ahora,
observa tu mente, no eres tu mente y la personalidad que ella fabrica, ni tu cuerpo, eres ESO,
Infinitud, Totalidad, Océano de Consciencia.
LUCIDEZ
La persona más desarrollada es aquella que puede ponerse en el lugar del
mayor número de personas. Ken Wilber.
Los niños tan sólo ven las cosas desde su reducida perspectiva. Algo que se constata cuando, por
ejemplo, un monitor muestra a uno de ellos una hoja de papel con una cara roja y la otra azul. El
niño observa las dos diferentes caras dando la vuelta a la hoja y aunque parezca que su mente
infantil ha asimilado todas sus posibilidades, no es exactamente así. Cuando momentos más
tarde, el monitor le muestra la hoja por la cara roja de forma que, desde la posición del niño, no
se ve la cara azul, y a continuación le pregunta “¿de qué color es la cara que te muestro?” El
niño, naturalmente, responde “roja”. Pero si el monitor que obviamente está viendo la cara azul,
sigue preguntando, “¿y de qué color veo yo la hoja?”, el niño, al no poder ponerse en su lugar,
contesta, “roja“.
El hecho de ser capaz de ver la vida desde otros ojos, lleva implícito un desarrollo mental que
capacita para abstraerse de lo que los sentidos externos perciben y así poder deducir otras
perspectivas. Un proceso que nuestra mente realiza recordando velozmente nuestras anteriores
121
visiones y calculando el resultado de forma lógica. En el caso de la hoja de colores mencionada
es sumamente fácil saber que, mientras el monitor está viendo la azul, el niño ve la cara roja.
Pero, ¿tiene nuestra mente la capacidad para captar directamente algún otro punto de vista que,
previamente, ni tan siquiera haya sido imaginado?, ¿es capaz un indígena que jamás haya salido
de la selva, de sentir y percibir imágenes de un habitante de la ciudad de New York?, ¿pudo un
Julio Verne captar los futuros submarinos y naves voladoras que para una persona de nuestro
siglo, sería como percibir formas vitales de otras galaxias?.
Tal vez, alguien piense en la existencia de campos morfogenéticos que puedan ser sintonizados
de forma casual por la mente del mencionado indígena. Tal vez, también puedan captarse formas
arquetípicas del inconsciente colectivo que trasciendan al propio programa. Incluso podemos
pensar que la mente humana es análoga a un aparato de radio que tan sólo sintoniza una única
onda cuando, sin embargo, las millones restantes aunque no se perciben con los sentidos,
circulan por todas partes.
Y así como la empatía es una competencia de la inteligencia emocional mediante la cual uno
percibe lo que otro ser humano siente, la intuición es una competencia de la inteligencia del alma
que sobrepasa todas los proceso lógicos. A través de la intuición, uno puede devenir conocedor
no sólo de otro corazón humano, sino también de más allá del tiempo y del espacio como
realidades insospechadas.
LUCIDEZ
Viendo claramente la confusión, uno se libera de la confusión. Nisargadatta.
La confusión que los seres humanos sufrimos a lo largo de la vida tiene varios niveles de
intensidad. Desde el básico enojo y su posible desbordamiento emocional que bloquea el
razonamiento, hasta la imposibilidad patológica de controlar los contenidos subterráneos de
nuestra sombra. Se trata de momentos en los que, ciegos de impulsividad egoica, no nos
percatamos de lo exagerado de nuestra conducta y actuamos con un despropósito tal que, a
menudo, daña de manera desproporcionada.
122
Para controlar la posible inundación de las viejas violencias almacenadas en nuestro
inconsciente, conviene, no sólo trabajar en la reprogramación de la conducta mediante una
sostenida auto observación, sino también apostar por el desarrollo de la sensatez y la cordura. Un
término éste que curiosamente, tiene que ver más con el mundo del corazón (“cor”-corazón-
cordura) y su hondura esencial, que con el de la cabeza.
El loco que se da cuenta de que está loco, no está loco. La confusión mental sobrevive porque
todavía no está “vista” por el ojo del Testigo, es decir, por el desarrollo de la parte más neutra y
consciente de la propia mente. Cuando la propia confusión se torna consciente y uno ya está en
condiciones de observarla, su estado mental ya no sigue siendo el de confusión, aunque sus
síntomas sigan aconsejando prudencia y aplazamiento. La impulsividad emocional que ciega la
razón y causa sufrimiento, urge a la reflexión y a la toma de consciencia. En estos casos, puede
ser aconsejable una psicoterapia como proceso que entrena al sujeto a atestiguar con todo detalle
sus mecanismos de conducta. Se trata de activar una monitorización de los pensamientos y
conductas que incrementan el factor medicinal por excelencia: el darse cuenta. Recuérdese que
ante un error solemos pensar: “si me hubiese dado cuenta...”. Para desarrollar tal facultad es
aconsejable hacerlo acompañados de un consultor.
El conflicto nace cuando dos o más partes internas no son capaces de convivir y resolver la
acción. Por ejemplo, cuando la cabeza dice una cosa y el sentimiento dice otra. Cuando esto
sucede, conviene des-identificarse de dichas partes ensanchando la visión y permitiendo, entre
las dos, una nueva convivencia. La observación sostenida de dichas tendencias contrapuestas
logrará el encuentro de ambas desde un tercer punto, más parecido a la mano que sostiene la
balanza, que a cualquiera de los dos platillos de la misma. La observación ejercida desde este
tercer nivel, conlleva la recuperación de una distancia que permite la convivencia entre opuestos
internos sin necesidad de forzar partes vencedoras ni exclusión alguna. El objetivo sanador está
en mirar globalmente y devenir consciente del tipo de pensamientos que pasan por nuestra
cabeza.
Recuérdese el Principio de Heisenberg, premio Nóbel de Física Cuántica que afirma: toda
partícula observada es una partícula transformada. Es decir, la pura observación o el simple
darse cuenta de un objeto como por ejemplo, un proceso mental conflictivo, transforma sus
patrones de pensamiento de manera automática. Es decir, cuando dedicamos atención a las raíces
y significados que perturban nuestra paz, se produce, a su vez, una transformación de signo
evolutivo. Una modificación que nos aproximará, de forma paulatina, a ignorar y reforzar
aquellas partes internas que, en cada caso, convienen a la armonía del conjunto. La atención
sostenida es tan curativa como clarificadora. Sin duda, una competencia que, en última instancia,
conduce a la liberación del sufrimiento. Es decir, otra forma de nombrar la Lucidez
LUCIDEZ
El que conoce a los demás es sabio.
El que se conoce a sí mismo está iluminado. Lao Tsé.
El famoso Oráculo de Delfos ofrece a sus visitantes una inscripción que literalmente dice así:
Conócete a ti mismo. Una máxima que señala la dirección de la lucidez y que goza del más
unánime consenso entre todas las culturas del planeta. Al parecer, para la condición humana, las
claves de salida del Laberinto, lejos de hallarse en los textos más eruditos de las academias, se
123
encuentran tras la puerta de algo tan intangible y subjetivo como lo pueda ser el propio escenario
de la consciencia. Un estado nuclear que no sólo promete la cesación del sufrimiento, sino que,
al parecer, también posibilita una paz y plenitud perfectas.
La lucidez del que se conoce a sí mismo no es una especialidad más que nos faculta a manipular
mejor el mundo, sino que más bien señala un proceso de descondicionamiento mental para vivir
lo que acontece sin perturbación ni parcialidad ciega. La lucidez del que se conoce a sí mismo
conlleva un manantial de competencias emocionales y mentales que, lejos de expresarse en
niveles que adormecen la inteligencia mundana, despiertan la capacidad de observación y
permiten experimentar los múltiples reflejos de la vida, por variados y contradictorios que estos
sean.
La lucidez del que se conoce a sí mismo, tras haberse desenmascarado una y mil veces, propicia
un vivir el presente con plena consciencia de los procesos que nuestro psicocuerpo elabora. Algo
así como comer cuando se come, caminar cuando se camina, llorar cuando se llora y abrazar
cuando se abraza. Un estado sin exclusiones ni focos de sombra que, de otra forma, tienden a
desestabilizar a la persona y al ambiente emocional que la rodea. Recuérdese que lo que debe
importar, no es tanto lo que se vive, sino cómo se vive. Cada sujeto, en función de su capacidad y
evolución, interpreta los sucesos externos de manera diferente. Lo que merece nuestra atención
en el camino de la excelencia, no es lo que sucede, sino lo que significa. Para unos, lo que sucede
será motivo de angustia y, para otros, significará una enseñanza para el alma.
Conforme se logran despejar las nubes que parcializan nuestra conciencia y conforme se hace luz
en las profundidades de la mente, no se borrará de un plumazo la otra orilla del río, ni se
eliminará la cruz de toda moneda por más áurea que ésta sea. Sin embargo, sí sucederá que
estaremos facultados para que la visión dual y contradictoria, inherente a la mente que piensa,
nos resulte tan lúdica como anecdótica. En la conciencia, no existen la oscuridad y luz, sino más
bien, Luz,, algo que no encierra oposición, sino un proceso continuo de existir en el flujo del
eterno ahora.
Se dice que el que conoce a los demás es sabio. Sin embargo, para percibir el corazón del otro, es
preciso adentrarse en el propio. No podremos reconocer los reflejos del alma ajena que no hayan
sido previamente reconocidos en la de uno mismo. Sin duda, cuando se recupera tal lucidez,
sucede que, de pronto, los llamados problemas, simplemente, ya no importan.
LUCIDEZ
Buda y Cristo, aunque son figuras aparecidas en el pasado, son en realidad
figuras del futuro. Ken Wilber
124
Hace apenas dos mil años, aparecían dos figuras en el planeta. Sus vidas han dejado tal
influencia en los cientos de millones de personas que han seguido sus enseñanzas, que sin duda,
son algo más que revolucionarios políticos o grandes médicos. En realidad Cristo y Buda, uno en
Occidente y otro en Oriente, son personajes del futuro que, en su día, abrieron la puerta a la
humanidad de un completo sistema de fórmulas y principios para trascender la conciencia
ordinaria y alcanzar el histórico anhelo de una paz profunda y duradera. Se trata de dos
formulaciones diferenciadas que, como ríos que fluyen desde montañas diferentes, llegan a un
punto oceánico común que las hace análogas.
Cristo centra toda su doctrina en el Amor y se permite el lujo de decir que todo su mensaje se
reduce a conseguir amar a tu prójimo como a ti mismo. En esta breve frase del evangelio de la
misericordia, Jesucristo da nacimiento a un salto evolutivo que se materializará cuando sus
palabras se hagan plena realidad. Un salto por el que la especie humana pasa del Homo Sapiens
al Homo Amans.
Buda aparece en India, tan sólo quinientos años antes de Cristo y tras un proceso de intenso
trabajo interior hacia la Iluminación. Concreta su intención en hacer cesar el sufrimiento que
padece el ser humano. Su doctrina afirma que éste vive inmerso en el sueño del ego temporal y
sus correspondientes miedos y deseos. Para salir de esta identificación con la persona, Buda
propone un programa de expansión sostenida de consciencia por el que se accederá al Despertar.
Un estado de nirvana que, en sí mismo, trasciende a la mente temporal. Un salto del Homo
Sapiens al Homo Lucens.
Jesucristo representa el Amor del corazón, de hecho será el “Corazón de Jesús”, la imagen más
luminosa que de Él se transmite. Y es casualmente en Occidente, la cuna de la razón y de la
ciencia, donde su mensaje de superación del egocentrismo por amor al otro; tiene su mayor
difusión. Buda representa la Luz de la consciencia que trasciende la ilusión de la mente. Afirma
que somos realidad suprema y para realizar tal liberación, deberemos trabajar en superar las
falsas identificaciones y entrenar la atención. Su doctrina contemplativa e interiorista se difunde
en el Oriente planetario.
Ambos personajes son mitificados en la Era Patriarcal de la humanidad. Han sido 2.000 años de
evolución en los que la conciencia colectiva precisaba encontrar padres supremos, encarnados en
figuras mágicas y poderosas a las que venerar. Alrededor de ambas doctrinas se elaboraron
formulaciones del despertar que, en aquel tiempo, abrieron una puerta insospechada, tanto a
miserables y desamparados que jamás soñaron merecer ninguna gracia del alma, como a los que
se sentían condenados por la amenaza de la enfermedad, de la vejez y de la ignorancia. Ambos
grupos, por vías distintas, acceden a otro modelo mental más liberador.
Pasado el tiempo, cabeza y corazón, corazón y cabeza, abren un proceso de integración como
llave de paso a lo Real que los seres humanos, más o menos concientemente, estamos
recorriendo. Y si hace cientos de años se podía llegar a matar por defender la forma en la que
cada parte había envuelto sus enseñanzas, en la actualidad sabemos que todos los radios de la
rueda llevan al centro, un estado supraconsciente al que nos dirigimos veloces en un proceso
universal de mutación y expansiva Infinitud. La aparición de estos grandes señaladores ha
legado un eficaz sistema de indicios para salir del Laberinto y acceder al amor consciente,
mediante el despertar de la gran Ilusión.
125
PAZ
La sonrisa es el yoga de la boca. Thich Nhat Than
¿Cuál es el secreto de la enigmática Gioconda?, ¿acaso se trata de la imagen de una sonrisa
eterna?
Mantener la sonrisa supone activar reflejos neuronales que colocan nuestro sentimiento en el
rango vibratorio de la gratitud y la confianza. Cuando uno decide sonreír decide, asimismo, el
estado de ánimo desde el que opta posicionarse y, automáticamente, influye en la química de sus
glándulas. Más tarde, lo que comenzó por un gesto es seguido de palabras y pensamientos que se
adecuan al mandala de la cara.
¿Qué dice un rostro que sonríe? Cuando observamos un rostro que sonríe, tal vez percibimos que
dicho sujeto ni teme, ni siente desconfianza. Un ser que sonríe directo parece sentir emociones
pacíficas y expresar alegría en su mirada. El yoga de la sonrisa señala la sonrisa sostenida. Un
estado de conciencia que sintoniza la vida del ego con la vida del alma. Cuando uno sonríe,
muestra al yo centrado y se convierte en un foco de irradiación que a todo acaricia y respeta.
Practicar la sonrisa sostenida es algo que está más allá de la postura de la boca. Se trata de un
estado del corazón que no precisa de espectadores ni destinatarios. Sin embargo, cuando se fija la
vista en los ojos de otra persona y se le abraza con la mirada, se provoca la sonrisa justa. Un
gesto que refina el puente entre ambos seres, abriendo las puertas de la empatía y creando
emociones sinceras. La sonrisa practicada desde la opción voluntaria que emerge sin reacción
alguna es una competencia de la inteligencia emocional de la especie humana. El hecho de optar
por sonreír, significa que uno se posiciona entre los que abren las puertas del dar y celebran el
fluir de la vida.
Cuando se practica la sonrisa interna todo se va poniendo en su lugar, como las piezas de un
puzzle que encuentran su sitio y lo global se revela. Hay personas que olvidaron sonreír sin
motivo. ¿Merece la pena influir en nuestra mente desde el simple gesto de la cara?, ¿acaso el
hecho de sonreír puede cambiar por sí solo el estado emocional acorazado en el que, a veces, uno
se encuentra? Respire profundo e inicie la sonrisa. Indague lo que experimenta al modificar,
voluntariamente, la expresión de su cara. Observará que es un cambio muscular muy sutil. Casi
no se nota, sin embargo, compruebe como desde la sonrisa consciente, todo aquello que de usted
aflora, conlleva una mayor calidad humana.
La sonrisa no es “pasteleo” con el mundo, sino más bien una forma de relacionarse con uno
mismo. Uno no sonríe para que le acepten o para que le quieran. La sonrisa sostenida se practica
como relación y disciplina de consciencia con el yo, con gente o a solas. Y así como la espalda
126
recta conlleva en sí misma atención y firmeza, la sonrisa sostenida abre el corazón y nos
despierta.
PAZ
Amigo sabio, ¿sentías momentos de tristeza y desánimo antes de alcanzar la
iluminación? --Sí, a menudo--.
Y ahora, después de alcanzar la iluminación, ¿sigues viviendo momentos de
tristeza y desánimo? --Sí, también, pero ahora no me importan--.
Tradición Budista.
A menudo, se tiene una idea equivocada de lo que significa crecer interiormente e iluminar
nuestra vida de paz. Se suele pensar que aquella persona que ha cultivado su dimensión espiritual
y ha profundizado por entre los pliegues de su alma, es un ser que ya nunca tendrá un dolor de
muelas ni su mente experimentará contradicción o duda alguna. Tal vez, estos modos de
pensamiento derivan de los antiguos mitos y leyendas en los que las figuras de los héroes y los
dioses alcanzaban un modelo de paraíso que no podía explicarse más que con metáforas
evasivas.
Conforme la especie humana ha ido dando al mundo un mayor número de lúcidos que, como
avanzadillas del futuro, han expandido su conciencia y revelado el Espíritu, se ha podido
comprobar que la idea de trascender al ego no significa tanto eliminarlo como darse cuenta de
que no es la única identidad exclusiva. En contra de lo que afirman muchos movimientos
“espiritualistas”, quien se desembaraza del ego no se convierte en un sabio, sino más bien en un
psicótico. No se trata de transformarse en un vegetal indiferente a la lágrima y a la risa, sino en
un Testigo Consciente de las contradicciones que vivimos y de la gran diversidad de tendencias
que experimenta nuestra persona.
El Espíritu no niega al cuerpo, ni a las emociones, ni a la mente, sino que las incluye. Y cuando
vemos que, en la trastienda de los llamados “iluminados”, existen rasgos contradictorios en
relación a la salud, al dinero o al sexo, tendemos a sentirnos decepcionados porque, tal vez,
muchas personas consideran al crecimiento evolutivo como algo que quiere escapar de la vida.
El sabio, en todo caso, ha aprendido a no sufrir, precisamente porque interpreta lo que sucede de
manera no perturbada y porque, además, no vive identificado con su mente cambiante. El
iluminado es un ser que disfruta de la vida. ¿Acaso cree alguien que Moisés, Cristo o Buda eran
personas pusilánimes y dulzonas que nunca cargaron a cuestas un mal dolor de muelas?
Cuando desarrollamos la conciencia de espectador desde la que observar la propia mente y sus
vericuetos, nos convertimos en testigos de lo que sucede, sea del signo que sea. El dolor y las
consiguientes presiones que nuestro psicocuerpo experimenta en las curvas de la vida, lejos de
ser resistidas y por tanto creadoras de sufrimiento, son aceptados desde ese espacio silencioso y
lúcido en el que es la conciencia expandida. A partir de este desarrollo, aquello que
anteriormente resultaba doloroso deja de ser una dura carga. Sucede que la vida ha sido abrazada
con su plena diversidad y el mundo sigue desplegando sus fríos inviernos y sus primaveras
soleadas. Uno entonces observa todo aquello que le pasa al cuerpo y a la mente como vehículos
de la gran travesía.
127
Ya no se trata de pretender eliminar las tormentas de la vida, sino más bien de saber navegar
durante las mismas, observando los miedos y ajustando las velas. En la visión global, todo lo que
sucede tiene sentido y no se le opone resistencia. En realidad, uno se ha dado cuenta de que no
puede cambiar el mundo. Las cosas simplemente ocurren. Lo que todavía nos importa y perturba
sigue dando lecciones que señalan nuestra necesidad de desafección y de visión expandida.
PAZ
En lugar de buscar la paz que no tiene, encuentre aquella que nunca perdió.
Nisargadatta.
¿Hacemos ejercicio suficiente?, ¿nos alimentamos de manera sana?, ¿cuidamos de las relaciones
afectivas?, ¿cultivamos nuestra mente?, ¿renovamos objetivos al finalizar cada ciclo?, ¿en qué
medida contribuimos al bienestar de la comunidad?, ¿dedicamos un espacio de tiempo diario al
silencio?
Sucede que, al pronto de nacer a la vida, olvidamos quiénes realmente somos y, por las
consabidas reglas, nos “encapsulamos” en un psicocuerpo que tomamos por Real. Aquí
comienza el camino del exilio, un viaje por la vida con la sensación de un “yo separado” que,
para muchas personas, puede durar hasta la muerte. Un momento final en el que el río vuelve al
mar y, de nuevo, la consciencia recupera la Totalidad perdida. Sin embargo, unos pocos seres
logran salir de la amnesia sin perder el cuerpo físico, alcanzando un nivel de paz y lucidez que
señala el fin de la gran dicotomía.
¿Cómo hacer para lograr tal liberación? Tal vez, lo primero que convenga sea entender el
paradigma holístico por el que se afirma que todo está en todo y que somos Totalidad, aunque
nos creamos tan sólo parte. Un ejemplo de esta idea lo puede representar el jefe de sección de
una empresa que se cree tan sólo jefe de dicha sección y actúa como tal, olvidando que, en
realidad, él también es “empresa”. Un supuesto en el que dicho profesional se ha vuelto
amnésico de su dimensión superior o meta-identidad como ser corporativo. En este caso, el
problema no está en creerse o no creerse jefe de sección, sino más bien, creerse exclusivamente
jefe de sección y olvidar su otra identidad más amplia. La dificultad que enfrentan muchos seres
humanos para reconocer tal identidad mayor, es que la ampliación de consciencia conlleva, a su
vez, una gran apertura en las propias creencias, y no todos están dispuestos a los cambios y
perturbaciones que este proceso conlleva.
128
La verdadera naturaleza del Ser es Luz, y la Luz es consciencia. La Física postula que la Luz
ocupa todos los espacios en tiempo cero. Para la Luz todo es presente, es decir, que está en todas
partes al mismo tiempo. Se trata de una cualidad también nombrada como omnipresencia de la
que también participa la mente profunda del ser humano. En realidad, somos esa Luz que, como
océano de consciencia, representa una Paz que siempre hemos sido y nunca hemos perdido. La
ansiedad vive en las aguas superficiales que se agitan con facilidad mientras que las
profundidades permanecen calmas. El camino para recuperar la paz esencial es un camino que va
de la periferia a lo Profundo. Sin duda, un espacio éste en el que la interiorización y el silencio
revelan el Ser trascendente que somos. Eso que nunca ha nacido ni nunca morirá.
PERDON
Un hombre suplicó a su maestro que le perdonase sus pecados. Éste le dijo que
bastaba con que procurase que su mente no lo inquietara. Ramana Maharishi.
Si le dijesen que hoy va usted a morir, ¿le mordería la culpabilidad soterrada por alguna acción
cometida?. En caso afirmativo, convendrá que se entere bien que usted no es culpable. Existe una
gran diferencia entre ser responsable y ser culpable. Somos totalmente inocentes desde que
nacemos hasta que morimos. Lo que sucede es que hemos realizado acciones que no han sido
aprobadas por una parte de nosotros. Nuestros códigos éticos y principios precisan coherencia,
pero, finalmente, nuestras acciones son la resultante de un complejo programa de
condicionamientos y circunstancias. El dolor del auto-reproche y la consciencia que reconoce
nuestra perversión son suficientemente transformadores de futuras conductas. Somos mucho más
que nuestras múltiples partes en juego.
El único infierno que existe está aquí, en una mente bajo el efecto transformador de una
consciencia que se da cuenta del error y la negligencia. Vivimos en una cierta contradicción y no
siempre nuestras acciones tienen la aprobación de todas nuestras partes. Hemos cometido
muchos errores cuya parcialidad e incompetencia, tal vez no nos guste repetir. Pero mejor que
otorguemos al error un cometido didáctico en vez de condenatorio. En realidad, hemos hecho en
la vida, tan sólo, lo que en cada momento hemos sabido y podido. Lo que hemos sido capaces de
hacer con el andamiaje mental de que disponíamos en aquel momento. El simple hecho de ser
conscientes y de tratar de respetar a todos los seres, ya es un acto liberador. No existe error, en
todo caso, tan sólo aprendizaje.
No se deje llevar por la “milonga” del arrepentimiento. Si sus acciones, por malvadas que hayan
sido, le han servido para aprender y experimentar el sabor de la “metedura de pata”, bienvenidas
fueron. No se deje llevar por el viejo programa mental de castigo celeste. Usted es Luz y, si
conoce la oscuridad, le toca, en todo caso, alguna medalla por haberse “comido el amargor” que
ésta conlleva en alguna parte de la ruta. Es usted totalmente inocente. Usted merece paz y
bienestar por el simple hecho de existir y ser consciente. Quizá, en algún tiempo, haya usted
vivido su particular infierno. Tal vez se trató de experiencias que le permitieron comprender
otros infiernos ajenos que anteriormente condenaba. El hecho de reconocer su sombra y
experimentar su propia desaprobación mientras se acepta, no sólo le permite comprender lo que
tal vez antes despreciaba, sino que ahora, ya consciente de su contradictorio ego, fluye al mundo
con más madurez y templanza.
129
Si usted actuó como actuó, tuvo sus razones. Su psicocuerpo es un complejo programa mental
que, en cada momento, ha tomado las opciones de acción que precisaba. Tal vez, ahora es usted
más consciente, y si volviese a vivir la misma situación, actuaría de otra forma. Pues bien, tal
pensamiento de propósito futuro es un antivirus de la culpa. Aceptemos lo inaceptable y
encontraremos un punto en el que todo lo hecho ha tenido sentido. Todo ha servido para llegar
hasta aquí y ser como actualmente somos. Son las reglas del juego de los que abren
progresivamente la consciencia.
Los modelos ideales de conducta sirven durante un tiempo pero, poco a poco, caen todos los
ídolos. Es, entonces, cuando se accede a un flujo del sí mismo. El ángel y el diablo integrados en
el “kit” de nuestra conciencia egoica. Lo importante es darse cuenta. En cualquier caso,
derrámese eterno perdón e incondicional amor al llamado “pecador” que comprende y se da
cuenta.
PERDON
Si pudiéramos leer la historia secreta de nuestros enemigos, encontraríamos
en la vida de cada uno las suficientes penas y sufrimientos como para
desarmar cualquier hostilidad. Anónimo.
Cuando nuestro ego se siente herido por la violencia ajena, intenta impedir que ablandemos
nuestro deseo naciente de venganza. Son momentos en los que tan sólo centramos la atención en
el dolor y la frustración que nos ocasionó la ofensa. Es un tiempo en el que nuestro ego clama
compensación y justicia sobre este planeta. Pero si esta primera reacción de odio continúa y uno
no trabaja para resolver el brote de aversión, se corre el riesgo de anquilosar un sentimiento que,
con el paso del tiempo, se convierte en rencor que amarga el alma. Un sentimiento que a nada ni
a nadie beneficia, sino que más bien perjudica al que lo emite y, tarde o temprano, lo bloquea y
lo enferma.
El problema está en la pérdida de la justa medida. Sucede que el egocentrismo nos coloniza,
armando de corazas a la herida egoica y bloqueando la entrada de la comprensión y una mirada
de los hechos más profunda y amplia.
El comportamiento de nuestro enemigo, también está sujeto a procesos mentales que activan sus
defensas. Sus acciones odiosas, a menudo, proceden de improntas de la infancia e
interpretaciones subjetivas de amenaza. En la vida de los seres humanos existen diferentes
niveles de consciencia. Desde los más jóvenes y primarios, que se desenvuelven en una banda de
miedos y deseos, hasta los más lúcidos y evolucionados que actúan por Valores e insospechados
procesos de Amor y de Gracia.
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Si usted todavía siente tensión y rencor hacia la figura de alguien que todavía su mente no suelta,
recuerde que su enemigo es un ser humano con las debilidades y dolores que para todos la vida
conlleva. Cada persona, por prepotente y segura que parezca, tiene su cuota particular de
sufrimiento, sus contradicciones y debilidades, sus noches de dolor y sus propias tormentas
internas. Su enemigo también sufrió abandonos y también los demás ofendieron a su persona.
Algún día se sintió herido pero todavía no sanó a una conciencia más lúcida y despierta. Tal vez,
su corazón busca, entre tensiones y nieblas, una paz que perdió y que no encuentra. Un ser que,
como a todos los humanos que hacemos la campaña de la vida, le toca aprender en su propia
carne las consecuencias dolorosas de sus ofensas.
La vida es más justa de lo que parece y, tarde o temprano, todos aprendemos a discernir que uno,
en algún nivel y en alguna medida, cosecha lo que siembra. Permítase usted compasión hacia la
criatura que todavía no dispone del regalo de una conciencia atenta y despierta. Aunque no
apruebe su conducta, comprenda sus procesos y reconozca las grandezas y miserias de su alma.
PERDON
Acusar a los demás de los propios infortunios es un signo de falta de
educación. Acusarse a uno mismo demuestra que la educación ha comenzado.
No acusarse uno mismo ni acusar a los demás demuestra que la educación ha
sido completada. Epícteto.
Lo que recibimos de los demás es, en gran medida, consecuencia de lo que emitimos. Sin
embargo, cuando no aceptamos esta ley, tratamos de evadirnos culpabilizando a los otros de
nuestras desgracias y diciendo: “cómo es de ruin”, “lo que me ha hecho”, “el mundo es injusto”.
En realidad, “la culpa” es un programa virus que intoxica a la persona que lo sufre, haciéndola
sentir amenazada y merecedora de castigo. Es por ello que dicho programa de culpa es tratado
como una “patata caliente” que ha que pasar rápidamente a otra mano porque arde y aprieta.
Conforme la educación avanza, logramos entender que tenemos una cierta responsabilidad en lo
que nos acontece, tal vez, porque comenzamos a pensar que “si no nos gusta lo que recibimos,
conviene prestar atención a lo que emitimos”. Una consideración que nos obliga a mantener
atención sostenida hacia nuestras actitudes que, a su vez, parecen ser las causantes principales de
una gran parte de lo que nos sucede.
Conforme evolucionamos, terminamos por aceptar nuestra sombra y darnos cuenta de que
tenemos que vivir con nuestros errores, nuestras limitaciones y aspectos que nos perturban. Son
momentos en los que se suprime el juicio condenatorio porque uno ya se ha vivido desde casi
todas las posiciones, con lo cual, relativiza las posibles culpas y condenas que su mente proyecta.
131
Se trata de un paso evolutivo en el que ya no dedicamos atención a formas de aversión ni a
juicios críticos al otro, sino que la energía se reorienta hacia las soluciones que la convivencia
demanda.
Solamente llegamos a culpar a los demás cuando todavía nos seguimos culpando a nosotros
mismos. Sin embargo, cuando uno se acepta y perdona, llegando a saber que somos inocentes y
que no existe la culpa ni existe culpable alguno en el Universo, se disuelve la rabia y se cierran
las heridas internas. Uno ha aprendido a comprenderse y, por extensión, a comprender todo
programa mental que el ser humano ejerce. Un grado de lucidez que no le impide denunciar ni
rechazar de su vida las conductas que le molestan o incomodan. Ya no se confunde cuando
aparta de su entorno a personas cuyas maneras califica de insoportables, tal vez porque sabe que
nadie es culpable de “llevarlas puestas”.
La carrera hacia un nuevo destino comienza por algo tan aparentemente efímero como lo pueda
ser un solo pensamiento. Para hacer cambios en nuestra vida, existe una Tecnología de la
Transformación que señala el poder de los pequeños pensamientos semilla hacia el objetivo
elegido. Se trata de tomar conciencia de que tan sólo el hecho de pensar y nombrar qué y cómo
quiere uno vivir, y qué y cómo quiere uno ser, aunque parezca pequeño y utópico, supone la gran
cimentación del futuro. Todo comienza por aprender a pensarse bien.
Para sembrar un pensamiento nuevo en el jardín de nuestra propia mente, conviene verbalizar
atentamente los decretos correspondientes a los cambios que decidimos. Por ejemplo, cuando
pronunciamos, “soy totalmente capaz de lograr lo que me propongo”, “la vida me ofrece
constantes oportunidades de sentirme bien”, “de la misma manera que todo veneno tiene su
antídoto, todo problema tiene solución”, la mente inconsciente abre caminos neuronales que
conformarán nuevas y más amplias creencias. Tales decretos suponen una conexión
neurolinguística que, con perseverancia y repetición, se hace sendero y permite, sin esfuerzo, el
fluido natural de la energía hacia el logro del objetivo
Las ideas llevan a la acción. Actuamos como pensamos. Si una persona cree que no puede hacer
algo, ni siquiera lo intentará. Sin embargo, si sus creencias han sido observadas y revisadas,
comenzará a pensarse capacitada para el logro y no tardará en actuar en la nueva dirección. Los
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nuevos pensamientos de capacitación, desencadenarán nuevas acciones coherentes con dicha
intención.
A medida que la acción se repite una y otra vez, la mente tiende a crear un hábito. Por ejemplo,
cuando aprendemos a conducir, ponemos toda la atención en las nuevas “ideas” que, a su vez,
generarán acción en todas las palancas y pedales del coche. Y sucede que, conforme se repiten
dichos procesos mentales, se conforma un hábito que facilita conductas sin esfuerzo. El hábito de
mover palancas en el coche permite atender a las incidencias de la carretera o mantener una
interesante conversación. Puede entonces decirse que el programa ha sido instalado.
Y a medida que se asimila un conjunto de nuevos hábitos, no tarda también en brotar un nuevo
carácter al hacer las cosas. Si una persona aprende a pensar que cada problema que surge no sólo
viene acompañado de soluciones, sino que además le proporciona extraer crecimiento y apertura
de nuevos horizontes, se convertirá en una persona estrella.
Las personas estrella se expanden ante los problemas porque los piensan como un juego
sembrado de oportunidades. Las personas estrella son capaces de entusiasmarse con su visión de
todo proyecto que emprenden. Seres capaces de motivarse hacia el logro de una conciencia
integral en la que se halla implícito el propio sentido de la vida. Se trata de hombres y mujeres
con un modelo de pensamiento incluyente que los invita a creer que la mejor victoria es la que
ganan todos. En realidad, todo el nuevo destino fraguado en sus vidas comenzó por la siembra
de, tan sólo, un pensamiento.
PROPÓSITO
Invierte en aquello que un naufragio no te pueda arrebatar. Anónimo
¿Podemos garantizar que seguiremos disfrutando de los bienes que hoy disponemos? La
orientación de la actual sociedad de consumo gira obsesiva alrededor del tener pero, ¿acaso
seguimos creyendo que “teniendo más” nos garantizamos la paz y el bienestar? Aquel bebé que
un día fuimos, vivía tan sólo para comer. Para el niño, el mundo se reduce al alimento, es decir, a
la acción de succionar y adquirir. Y aunque parece que nos hemos hecho grandes, seguimos
impactados por las ofertas y envoltorios brillantes en una compulsiva carrera de “consume y
acumula”.
¿Tener y Ser? Las dos caras de la moneda. Si estamos orientados tan sólo hacia el tener, es decir,
hacia el tener dinero, tener cosas, tener personas, tener imagen, tener fama y poder... nuestra vida
no sólo se centrará en una adictiva necesidad de adquirir, sino que cualquier pérdida que suceda
nos ocasionará molestas frustraciones y duelos insospechados. Si ampliamos nuestra vida al Ser,
hacia el desarrollo de la Inteligencia y la Sabiduría, hacia la capacidad de ser útiles a los demás y
de ser más sanos y conscientes, cada paso que demos nos pertenecerá y nada ni nadie nos lo
podrá mermar.
Si orientamos nuestra vida hacia el aprendizaje integral, es decir, hacia el crecimiento personal y
la expansión de la consciencia, estaremos invirtiendo en Valores del Ser. Un patrimonio
intangible que, lejos de ser susceptible de pérdida o deprecio, con los años, sucede que,
paradójicamente, crece y se revaloriza. Y así como el mundo del tener nos lleva a la dimensión
cantidad, es decir, a la contabilidad y al afán de provecho personal, la orientación al ser nos
133
relaciona con la cualidad de las cosas, con el significado de las mismas y con la relación de
utilidad que mantenemos con ellas.
El desarrollo personal es la inversión que nos hace más valiosos. Se trata de un bien intangible
que, cada vez, se puede disimular menos y que a todas partes se lleva puesto. Podremos
envejecer o perder seres queridos, salud... sin embargo nuestra inversión en sabiduría será algo
que nadie, por más que nos robe, nos podrá arrebatar. La observación interior, las ciencias del Yo
y la Meditación, abren la primera puerta del aprender a aprender. Más tarde, uno podrá poner
atención en aspectos tales como cultivar su mente, viajar y observar otras costumbres y abrirse a
la diversidad de amistades. Podrá invertir asimismo en practicar deporte, yoga o tai chi,
desarrollar el arte de conversar, indagar y dedicar tiempo a estar consigo mismo. Su patrimonio
ético crecerá si aprende a expresar el sentimiento y el afecto, a ejercitar la creatividad y a
cultivar el Espíritu. Y detrás de todo crecimiento, observará que existe un deseo de incrementar
su capacidad de servir a los demás. Un sendero interior que da sentido a la vida. En realidad,
estamos hablando de algo que no puede comprarse con dinero ni ser arrebatado con un golpe de
poder e influencia. Se trata del arte y la capacidad de ser feliz.
Tal vez, lo que buscamos al acumular riqueza desde el “nunca es bastante”, es garantizarnos un
sentimiento de seguridad. Sin embargo, a veces olvidamos que el dinero no es la única solución,
ya que no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita. Tal vez, olvidamos llegar a
ser ricos en tiempo libre y en relaciones sinceras. Ricos en saber reír y llorar con el corazón
abierto que no es otra cosa que ricos en salud física y mental. El tener sin el ser recuerda a un
ave que trata de volar con un ala menos desarrollada que la otra. Sucederá que, por más que se
esfuerce y mueva sus extremidades, dará vueltas en círculo sin avanzar ni progresar. Sucederá
que, cuando se de cuenta de su estéril esfuerzo, procederá a equilibrar ambas.
PROPÓSITO
El pobre anhela riquezas.
El rico ansía el cielo.
El sabio aspira a una mente sosegada. Swami Rama
Se dice en la India que cuando un pobre se encuentra con un santo, lo primero que mira en éste
son sus bolsillos. Tal afirmación nos recuerda que aquella persona que no ha satisfecho sus
necesidades básicas, no ve la felicidad en otra cosa que no sea el oro en cantidad suficiente como
para sacarlo de sus problemas. Pretender que un mendigo se interese por la deforestación del
Amazonas es hablar un lenguaje que ni entiende ni le importa.
El llamado “pobre” no es tan sólo el que carece de bienes y riquezas. En realidad, la pobreza no
está en los bolsillos, sino que más bien se encuentra entre las orejas. Hay personas con bienes a
su nombre y una buena renta que viven en un programa mental de escasez y de carencia. La
pobreza es una actitud frente a la vida que, con frecuencia, no tiene relación directa con la
cantidad de monedas. Se trata de un modelo, a menudo, heredado de un progenitor con
mentalidad de estrechez y miseria.
Uno es rico cuando experimenta conciencia de abundancia. Un programa mental que, aunque al
principio no esté refrendado con propiedades, más tarde o más temprano, la vida termina por
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confirmar. El que se “siente rico” y fluye sin tensión ante el pago de sus cuentas, encuentra con
el tiempo la manera de satisfacer las necesidades que requiera. La riqueza comienza en la mente
y más tarde sucede en la materia.
Cuando uno ya es rico en la mente y además en las rentas, confirma que el dinero resuelve sus
necesidades y muchos deseos, pero no elimina sus miedos, sus inquietudes y el anhelo de que le
quieran. Y entonces desea El Cielo, eso que no se puede comprar, ni con euros ni con pesetas.
Un espacio de paz y salud en el que supone poder dormir sin pastillas y a pierna suelta. El
verdadero rico no es el que más tiene, sino el que menos necesita. Sin duda, la no necesidad es
un estado mental que nos convierte, sobre todo, en ricos por dentro y sabedores de la belleza
interna. Se trata de personas que han aprendido a ajustar prioridades y señalar las cosas que, de
verdad, a todos interesan.
El sabio opta por el sosiego de su mente y la apertura de su consciencia, sabiendo con certeza
que son los dos grandes pilares de la verdadera riqueza. Las personas sabias, mientras hacen
circular la cantidad justa y adecuada de dinero, cultivan el jardín de su interior y expanden al
Universo su mirada. Sus vidas tienen sentido porque comprenden cada instante que pasa. Hace
ya tiempo que aprendieron a enfocar la atención allí donde la vida les llamase e hiciesen falta.
PROPÓSITO
Una vida plena es mejor que una vida larga. Nisargadatta.
¿De qué puede uno arrepentirse al morir? Hagamos lo que hagamos, somos totalmente inocentes.
La culpa es un programa mental que ignora la complejidad de la conducta humana. Los errores
cometidos, no sólo nos han dado ya suficientes cielos e infiernos en la propia vida cotidiana, sino
que, además, nos han aportado transformación y experiencia. En cada acción, por errática o
lúcida que ésta sea, hay una red de interdependencias tan amplia y compleja, que parece un
despropósito acercarse a la muerte con amenazas de castigos y sensaciones de culpa fluyendo por
las venas.
¿Por qué se agarran desesperadamente muchas personas a la vida física?, ¿por qué aceptan ser
“entubadas” en un hospital mientras los suyos, ya cansados, acaban queriendo ir a cenar y a
dormir a sus casas? En realidad, lo aberrante no es morir, sino sufrir. Un asunto que, cuanto más
consciente deviene uno, más es de su propia incumbencia. Si no hemos vivido una vida plena, tal
vez de lo único de lo que nos arrepintamos es de no haber atendido algunas llamadas del alma.
En los últimos momentos de la vida, es decir, en el tránsito de vuelta a casa, recuerde que lo
importante es seguir a la Luz, allí donde ésta aparezca. De lo demás se ocupa esa Inteligencia
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Benévola que inspiró a Mozart, Miguel Ángel, Einstein, Jesucristo, Buda y tantos otros canales
de Lucidez y Belleza.
Hay personas que saben llegada su hora y se despiden de este mundo de manera voluntaria. Por
ejemplo, la vieja abuela esquimal, cuando se da cuenta de que sus dientes ya no pueden curtir las
pieles encomendadas le dice a su hija. “Me voy hija. A mí me comerá el oso. Después tu marido
cazará al oso y yo a través de él, os ofreceré mi cuerpo. Algo de mí nutrirá al bebé a través de
tus mamas. Mi muerte apoyará la vida. Adiós hija, vuelvo a Casa”. Existen culturas en las que
sus miembros no se apegan tanto al cuerpo y viven plenamente el largo o corto tramo de vida que
naturalmente les toca. Seres que saben soltar y despedirse para seguir adelante en la verdadera
aventura de la consciencia. Hombres y mujeres que, cuando intuyen llegada la hora, capitulan
detalladamente sus vidas y abren su corazón a las estrellas.
Una vida plena es una vida con risas y lágrimas. La vida, desde su comienzo a su fin, es un
laberinto que muestra la riqueza inherente a experiencias diversas. ¿Cuándo morir?, ¿por qué no
hacerlo cada noche, al capitular la jornada vivida con todas sus luces y sus sombras? El hecho de
nacer cada mañana y asumir el nuevo trozo de vida que asoma, supone vivir intensamente
sabiendo que cada pensamiento y cada acción, serán luego, en la noche, observadas. ¿Acaso tal
objetivo diario que esta actitud conlleva, no aporta a cada momento del día una calidad capaz de
redimirnos de la amnesia?
La vida tiene sentido cuando uno sabe que se ha “mojado” en el gran juego de abrir su propia
crisálida y despertar del sueño en el que duerme junto a otras personas. La vida tiene sentido,
sobre todo cuando uno se sabía esclavo y, logrando la libertad, fue útil a otros compartiendo
claves para la expansión de sus conciencias. “¿Para qué estoy vivo?”, uno se pregunta por la
mañana. Y dependiendo del grado de niebla psíquica que con el día llega, uno, de nuevo, se
sigue preguntando, “¿acaso para seguir despertando, mientras comparto el mapa de salida de la
amnesia? ... ¿Para qué estoy vivo?”, vuelve uno a cuestionarse cada alba, mientras comienza a
respirarse en plena consciencia. Instantes sagrados en los que uno atestigua que el aire entra y
sale de los pulmones mientras se activa la conciencia. ¿Y si, de pronto, uno se da cuenta de que
se ha despistado del sí mismo? ... No queda más que volver suavemente al centro del mandala.
En realidad, no hay muerte cuando uno sabe que ES porque, más allá del yo superficial del
cuerpo, somos Luz Omnipresente que ni ha nacido ni morirá mañana.
SANACIÓN
Dios arreglará los corazones partidos si nosotros le entregamos todos los
pedazos. Teresa de Calcuta
Cuando uno se siente impotente y acongojado ante una situación dolorosa, tiende a levantar la
mirada al cielo buscando un Poder más grande, un Remedio Supremo que le devuelva la
confianza. Son momentos en los que las razones ya no sirven y la lógica parece no poder resolver
nada. Es entonces cuando se apaga el ego, la mente se vacía y aflora nuestro niño interno que no
piensa ni analiza con lógica las circunstancias. Nuestra mente, entonces, es ocupada por el ser
que esencialmente somos y que, simplemente, se abre a la vida y demanda un milagro de Amor y
Magia.
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El dolor actúa como un cohete que surca espacios internos en busca del Dios-Amigo. Uno sabe
que cuando el dolor aprieta, uno demanda esa fuerza benévola capaz de mover las galaxias y
sanar las heridas internas. Cuando el dolor de la pérdida contrae nuestro pecho y nadie nos
acompaña, sólo queda el Universo Infinito capaz de hacer milagros en lo más profundo de
nuestra conciencia. Y sucede que tras la entrega de nuestro corazón a las estrellas, no tardamos
en entender y aceptar lo sucedido mientras superamos el duelo y creemos, de nuevo, en la vida y
en el alma de las personas.
Cuando uno sufre, lo primero que hace es poner en marcha su inteligencia y rastrear toda clase
de recursos que hagan posible la salida del problema. Sin embargo, no siempre es posible
cambiar el rumbo de las cosas y es entonces cuando no hay más remedio que aceptar con todas
las letras. Se trata de un estado vacío de ilusiones y desprendido de apegos a ideales acerca de un
mundo de luz sin sombras. Son momentos en los que el muro se agrieta mientras lágrimas
temporales resbalan por la cara. A veces, uno se enfada ante el infortunio, sin saber del todo que
el “ cabreo de fondo” es un antídoto para la tristeza y la depresión que le acecha. Mientras tanto,
uno intuye que la evolución avanza a base de aperturas de consciencia que, muchas veces,
suceden a costa de la muerte de las viejas formas.
En medio del dolor, late la compasión infinita que “detrás de la escena” actúa como depósito de
una extraña y poderosa fuerza. Uno sabe que cuando alguien dirige una mirada sincera hacia
dentro, conmueve al corazón del Universo que, a través de sus Leyes, evoca increíbles
respuestas.
Nadie le devolverá a su ser querido, pero sí encontrará la paz que busca su alma. Nadie le podrá
evitar lo que ya ha sucedido, pero sí es seguro que la vida le proporcionará crecimiento y alegrías
de una calidad que nunca imaginó antes de la pérdida. El diseño del camino, a veces, es extraño.
Sin embargo, hay algo muy grande dentro y detrás de la escena. Un algo inefable que, a veces,
nos pide el precio momentáneo de una muerte interna. Más tarde, y llegado el tiempo del alba,
sentimos que renacemos, pero ahora más maduros y templados, más conscientes y compasivos,
más centrados en lo que verdaderamente importa. Un tiempo de amor que tan sólo dice gracias.
A veces duele mucho ... sin embargo, uno sabe que sirve de algo, y que además, todo pasa.
SANACIÓN
Ningún problema puede ser resuelto por el mismo nivel de conciencia que lo
creó. Albert Einstein
La actual humanidad enfrenta dos grandes problemas que, a su vez, se relacionan
respectivamente con dos ámbitos de su existencia: un ámbito externo que señala el deterioro
medioambiental, y otro interno, que tiene que ver con el perturbador y vertiginoso avance
tecnológico de la sociedad. Tanto uno como otro, se derivan del proceso de cambio y adaptación
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al que se ve sometida una sociedad dotada de increíbles artefactos voladores, pero que sigue sin
tener la llave maestra para resolver la desolación que el ser humano experimenta. Todos sabemos
que el actual modelo socioeconómico no alimenta los valores esenciales ni fortalece el sentido
profundo de la vida.
Ante este panorama, uno se resiste a pensar que “tiempos pasados fueran mejores”, tal vez,
porque la mirada que se pueda dedicar a la trayectoria del ser humano sobre la Tierra, indica una
formidable escalada. A poco que se observe el trecho recorrido, se constata que cada gran ciclo
fue mejor que su precedente, no sólo en la dimensión técnica, sino también en la progresiva
expansión de consciencia que diferencia al primitivo Cromagnón del ser humano racional y
auto-consciente del siglo XXI.
Tanto las estrellas como los planetas, los imperios y las culturas y en definitiva, el ser humano,
están sometidos a las leyes del ciclo. Nacen, crecen, llegan a su esplendor y decaen hasta “tocar
fondo” y experimentar una nueva emergencia. Cuando se observa este fenómeno desde una
visión panorámica, se comprueba que los grandes problemas que la humanidad enfrenta, no se
solucionan tan sólo con estrategias derivadas del progreso técnico, sino más bien desde un
cambio de paradigma o salto cuántico de la especie que, de manera abrupta, se instala en un
nivel superior de conciencia convirtiendo lo que antes era problema en algo anecdótico.
El viejo Homo Sapiens está a punto de convertirse en Homo Lucens y en Homo Amans. Sin duda,
una mutación que empieza a ocurrir en el escenario íntimo de la conciencia y que se manifiesta
en el cambio de patrones profundos hacia nuevas formas de amar, de sentir y de actuar. Los
viejos modelos mentales están velozmente desprendiéndose, al tiempo que la intuición y la
inteligencia del alma comienzan a desplegarse de manera rápida y silenciosa. El siglo XXI es
testigo de la aparición de focos insólitos que atestiguan la puesta en escena del nuevo Andrógino
Psíquico. Se trata de hombres y mujeres de conciencia integral que han resuelto su anterior
contradicción existencial y que actúan desde una nueva y más profunda Identidad.
La humanidad camina hacia un despertar supraconsciente que señala Unidad y reencuentro con
la naturaleza profunda del Ser. Un salto evolutivo desde el que los anteriores problemas
psicológicos y medioambientales serán trascendidos y resueltos en un nivel de comunión
espiritual que hace realidad la máxima que afirma: tú no estás en el Universo, sino que es el
Universo el que está dentro de ti.
SANACION
El dolor es inevitable pero el sufrimiento se puede superar. Néor
El río de la vida fluye entre las orillas del dolor y del placer. El dolor forma parte de la vida y
sirve de contrapunto al placer. Y de la misma forma que la respiración y el propio latido del
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corazón están sometidos a ritmos de alternancia, de igual manera, el dolor y el placer oscilan en
los ritmos del vivir. Mientras la actual condición humana no realice el salto evolutivo hacia la
conciencia neutral, viviremos el juego de opuestos que teje la vida en su ritmo y polaridad.
Investigaciones recientes con mamíferos del Dr. Olds en París, revelan que existe un lugar en el
cerebro que su descubridor denominó como “Infierno Cerebral”, cuya estimulación activa el
dolor más angustioso que se pueda experimentar. Sin embargo, cerca del mismo, existe otra
área especializada cuya estimulación desencadena un gran placer y éxtasis que dicho doctor
denominó como “Paraíso Cerebral”. Afortunadamente, la naturaleza ha sido generosa, el
espacio físico del Paraíso ocupa siete veces más espacio que el Infierno. Hemos sido dotados de
una capacidad para gozar siete veces mayor que para sufrir.
Pero aunque el dolor tenga una finalidad funcional, si no se acepta y además se trabaja
eficazmente para resolverlo, es experimentado como una cruz que puede tentar a la persona a
sentirse víctima. El victimismo es un virus que estanca el alma y convierte cualquier brizna de
dolor y frustración en verdadero sufrimiento. Se trata de una actitud de resistencia y parálisis que
no enfrenta ni indaga. El sufrimiento es no sólo dolor no aceptado, sino también resignación que
no resuelve y bloquea. Cuando no aceptamos el dolor, nos estamos resistiendo a comprender el
mensaje que éste nos revela.
Si, por ejemplo, nos duele una rodilla, examinémosla. Más tarde, y gracias a la llamada que el
dolor nos ha hecho, nos habremos enterado de la existencia de una herida, y por ella, también
habremos aplicado soluciones inmediatas. El dolor cuida de nuestro cuerpo, avisándonos de
aquellos puntos que merecen atención y supervivencia. De igual manera, cuando el dolor se
disfraza de confusión y angustia, en realidad, es nuestro mundo emocional el que nos llama.
Cuando esto sucede, algo profundo quiere avanzar en nosotros y proporcionar hondura a una
vida, a menudo, de mirada pequeña y plana. A través de la ansiedad y del desencanto, nuestro
Ser esencial se hace presente señalándonos la necesidad de cultivar el alma y expandir
consciencia.
Como dijo Einstein: “Ningún problema puede ser resuelto en el mismo nivel de conciencia que
lo creó”. A diferencia del dolor, el sufrimiento es una actitud mental. Un nivel de conciencia e
interpretación de las cosas que nos bloquea. Para salir del sufrimiento, conviene darse cuenta de
la intencionalidad sutil que el proceso nos trae y proceder a un trabajo interno que posibilite el
crecimiento hacia un nivel superior de consciencia. Todo comienza por aceptar nuestro dolor e
indagar las salidas más cabales y duraderas. Más tarde, uno acepta que el dolor ayuda a
comprender las leyes de la vida y los principios que conforman nuestra maduración interna.
Cando el dolor pasa, nos deja el corazón más sensible. Sentimos compasión hacia las personas
que lo llevan en sus caras. Gozamos de una mayor empatía y hasta somos más aptos para animar
a los que todavía viven atrapados en sus propias desgracias. El dolor nos presiona para buscar
salidas que, a menudo, nos llevan de la mano hasta la profundidad del alma. En realidad, el dolor
nos torna más sencillos, más humildes, con el corazón más abierto y sin corazas.
SANACION
Las fuerzas naturales que se encuentran dentro de nosotros son las que
verdaderamente curan nuestras enfermedades. Hipócrates
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La fuerza curativa de la propia naturaleza humana es tan sabia y poderosa que supone un factor
terapéutico de enorme y misteriosa eficacia. Para la medicina tibetana, la esperanza del paciente
en su propia recuperación supone un factor tan fundamental como lo pueda ser la fiebre o la
tensión arterial. Se trata de un elemento emocional cuyo destacado papel curativo no ha pasado
desapercibido en las antiguas culturas. La medicina ayurvédica de la India cuenta entre sus
remedios más eficaces, con la narración de cuentos de sabiduría que afirman sintonizar con el
alma del paciente, facilitando su retorno al estado de salud. Por su parte, la milenaria medicina
china enseña técnicas de respiración para despertar las corrientes naturales de autocuración. Sin
duda, una concepción holística del cuerpo humano como totalidad que posee claves de salud en
el seno de su propio ecosistema.
Durante miles de años, los médicos han sido no sólo suministradores de sustancias curativas,
sino también verdaderos inspiradores de un estado mental y emocional de vibración sanadora.
Palabras bondadosas, tonos de afecto y estima y, en definitiva, sabiduría en acción, tienden a
movilizar recursos insólitos que la naturaleza corpomental dispone. Tal vez, muchas de las
llamadas enfermedades sean un proceso de transformación de la energía que se manifiesta a
través de estados críticos. ¿Acaso la crisálida es una “enfermedad” de la oruga y de la futura
mariposa?
Tal vez, lo importante no sea alargar la vida mediante grandes injertos que juegan con el robot y
sus partes intercambiables. Tal vez, la vida se deba a un complejo conjunto de factores en los que
el cuerpo y sus fallos visibles son tan sólo la “punta del iceberg” de un amplio y colosal meta-
objetivo de la existencia. La muerte no debe ser el problema, en todo caso, lo realmente
importante es el sufrimiento. Morir es tan natural como vivir y nadie puede decirnos que morir
sea peor que nacer. Lo que sí conviene aspirar es a tener una muerte tan plácida y serena como lo
pueda ser un buen parto. Si el hecho de nacer es un acontecimiento luminoso, el hecho de morir,
¿por qué no va a serlo igual?, ¿acaso no merece la pena celebrar la muerte de igual forma que
celebramos la vida?
La medicina actual es cada vez más consciente de factores psicológicos tales como la voluntad
de vivir y los significados que la mente del paciente procesa mientras duran los excepcionales
cambios de vida que su enfermedad conlleva. La técnica terapéutica más cartesiana y mecánica
está integrándose en una medicina del alma que contempla aspectos desconocidos de
recuperación que, a simple vista, se parecen más a un milagro que a un proceso controlable y
predecible por la ciencia.
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SERENIDAD
El Universo entero se somete a una mente sosegada. Chuang Tzu.
¿Existe mejor victoria que la presencia del sosiego como antivirus del conflicto y de la guerra?,
¿existe mejor remedio para neutralizar la violencia que el cultivo sistemático de la serenidad?,
¿acaso el “estilo Ghandi” en India y la metafórica “otra mejilla” de Jesús, no resultaron armas de
increíble eficacia? Muchos animales salvajes recogen sus garras y lamen las heridas de los
inocentes, y cuántas veces, el niño perdido en la selva y, posteriormente, encontrado por una
manada de feroces lobos ha hecho aflorar en dichas bestias el instinto de adopción y el
reconocimiento de la hermandad.
En una sociedad agresiva con los mercados, agresiva con las relaciones, agresiva con la
medicina, agresiva en el tráfico; una sociedad en la que el que ladra más alto está diciendo detrás
de sus gritos, ¡estoy asustado!, ¡quiero imponerme antes de que me coman!, ¡por favor,
quiéranme!. Se trata de un escenario emocional común en las megaciudades, en donde la simple
aparición de una mente sosegada actúa de poderoso antídoto para bajar las defensas y disolver
las corazas. En realidad, allí donde llega una mente serena, aparece un espacio mágico en el que
puede aflorar el alma.
¿Cómo hacer para pacificar la mente agitada? La respuesta señala el cultivo de la ecuanimidad
como actitud neutralizadora de la ambición y de la competencia ansiosa. En realidad, el cultivo
de la ecuanimidad conlleva entrenamiento en la distensión y práctica de la observación
desimplicada. Se trata de lograr un estado mental de serenidad que tan bien conocen los variados
tipos de Yoga.
Cuando nuestra mente está sosegada, se fluye de manera incluyente permitiendo a cada parte su
total expresión, sin amenaza ni culpa alguna. Por el contrario, la victoria de la pasión con su
exaltación y ceguera, tienen sabor excluyente hacia alguna de las partes que ceden frente al
dominio de las otras. Cuando la pasión es observada en sus raíces y se hace plenamente
consciente, se acaba transmutando en celebración. Sin duda, un estado que nada tiene que ver
con los rasgos neuróticos de automatismo e impulsividad, sino más bien con la alegría y el
respeto que merece la exaltación del aspecto vida.
La respiración consciente es la puerta de acceso al inconsciente y una llave mágica que despeja
de ansiedad a nuestra mente. Practiquemos la respiración manteniendo la atención al fluido del
aire que llena y vacía los pulmones, aquieta la corriente mental y despierta la consciencia. La
práctica de la Meditación es, entre otras muchas cosas, el ansiolítico por excelencia.
Uno de los virus más perjudiciales de la civilización actual es la ansiedad y uno de los antivirus
más eficaces es el cultivo sistemático de la atención consciente. Se trata de un estado mental que
nos enseña, de manera progresiva, aspectos tales como saber encajar las frustraciones, aceptar
responsabilidades, aplazar la gratificación inmediata, mantener la visión global, recuperar el
espíritu de servicio, lograr la plena independencia emocional y alinear los objetivos de cada ciclo
con el propósito central de nuestra vida. Un crecimiento liberador que sosiega la mente y nos
abre al alma.
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El seguir padeciendo de ansiedad supone tener que soportar la protesta de un programa mental
que está dando a entender su necesidad de entrenamiento y su gran sed de lo Profundo. El
sosiego consciente es responsabilidad de cada cual y supone una facultad por la que el Universo
conspira, tal vez, porque es el requisito de la lucidez a la que nuestra alma está destinada.
SERENIDAD
Universo, dame serenidad para aceptar aquellas cosas que no puedo cambiar.
Coraje para cambiar aquellas que sí puedo. Y sabiduría para reconocer la
diferencia. Oración de Alcohólicos Anónimos.
Si una parte de nuestra actual vida está tiranizada por alguna clase de dependencia y no vemos
todavía la forma de resolver tal atadura, recordemos que el Universo cuenta con depósitos de
serenidad infinita para toda mente que lo precisa y convoca. Si una parte de uno mismo se siente
esclavizada por cualquier tipo de adicción, deberá aprender a encajar la consiguiente frustración
una y mil veces, aceptando la desdicha pasajera. Y si uno cree “necesitar” una relación o
sustancia que intoxica o bien una determinada conducta que nos deteriora, no dudemos y
confiemos que un Principio de Orden Superior, proporcionará las circunstancias idóneas para
liberarnos de la cadena. Mientras tanto, indaguemos en la enseñanza de las luces y sombras que
tales dependencias conllevan. Poco a poco comprobaremos que estamos tapando otras cosas a
través de lo que nos ata.
Si uno se pregunta, “¿por qué arrastro esta cadena?” Tal vez intuya que todavía no es el tiempo
de la respuesta. Tan sólo confiar y seguir adelante con esa “cruz a cuestas”, mientras algo cambia
día a día en lo más hondo de la consciencia. Nada es estéril, ni siquiera la conducta que uno
critica y rechaza. El Universo se expande a formidables velocidades. Nada va hacia atrás, ni tan
siquiera las aguas profundas de nuestro río, aunque, a veces, parezca que no avanzan. De pronto,
llega un día en el que suena un teléfono, sucede un imprevisto o simplemente llaman a la
puerta… Ha ocurrido algo extraordinario que altera el viejo orden. Se trata de algo que, con
apariencia de inocente, revoluciona sutilmente todas las cosas. Ante estas circunstancias, uno
siente llegado su momento. Sabe que ha tocado fondo. Ahora en su vida se borran viejos dibujos
mientras algo nuevo nace y se reorienta.
De la misma forma le pasa al joven Río cuando fluye por vez primera. Sus aguas descienden de
las montañas creando el cauce a su paso y buscando los senderos de menor resistencia. Pasado
un tiempo en el que el Río está más crecido, sucede que tropieza con un pozo o simplemente
llega hasta una hondonada de piedra. De pronto, siente que su marcha se detiene y que su avance
e ilusiones se pierden y estancan. Pasan los días, mientras el Río aparentemente estancado, se
vacía de sueños y de anhelos aceptando su vulgar destino, su rutina y la frustración de sentir que
en su vida no pasa nada. Sin embargo, sin él saberlo, la fuerza vital de la corriente aumenta cada
minuto hasta llegar al borde de la muralla. De pronto, amanece un día en el que, sin esfuerzo
alguno, se supera el obstáculo y fácil, muy fácilmente y sin esfuerzo, todo refluye chispeante
hacia nuevas tierras y experiencias.
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apoya. Uno bien sabe que la conquista de la sabiduría señala un fluir sutil por el filo de la navaja.
El que se levanta aún es más grande que el que no enfrentó la caída. Se trata de despertar el
coraje cuando así la situación lo demanda. En cualquier caso, somos totalmente inocentes de
experimentar ataduras cuya razón y oscuro sentido aún no se revelan. Finalmente, el Poder de lo
Global, a través de sus líneas sinuosas, conduce al discernimiento y al despertar de la
consciencia.
SERENIDAD
El que quiere vivir el placer sin el dolor y el orden sin el desorden, no entiende
las leyes del cielo y de la tierra. Chuang-Tse
El diseño de la naturaleza parece contener en sí mimo la idea del ciclo y la polaridad. Montañas
y valles, veranos e inviernos, diástoles y sístoles. Mareas y ciclos lunares, soles y estrellas en
elipses ingrávidas. Vigilia y sueño, biorritmos y pulsos magnéticos... el Universo parece
responder a la visión que nuestra mente dualista tiene de él, como si se tratase de un gran pulsar
de espirales y alternancias. Una visión exterior que se corresponde asimismo con la percepción
interior de placer y de dolor que parece encontrarse en un paraíso y un infierno de nuestra
geografía cerebral.
En 1954, los doctores Olds y Milner descubrieron en el cerebro, un centro de placer y otro de
dolor. Dichos científicos, realizando una de sus investigaciones neurofisiológicas, implantaron
un electrodo en la corteza cerebral de un ratón que se comportó de una manera rara e
inhabitual. Lejos de huir de Olds, volvía con obstinación al lugar donde éste había
desencadenado la estimulación. No cabía duda de que se “desparramaba” de gozo, en realidad,
parecía hallarse en un auténtico “paraíso”. Olds localizó otros puntos cerebrales de esta zona
paradisíaca y observó que éstos se encontraban cerca de la base del cerebro y formaban una
curiosa cruz en el hipotálamo. Pero, ¡atención!, al poco tiempo, también descubrió un
“infierno” cerebral en el que la estimulación eléctrica provocaba un gigantesco terror al
animal, un terror cuya mímica expresaba, “¡esto jamás, a ningún precio!”. Más tarde, localizó
estos paraísos e infiernos cerebrales en delfines, pájaros, perros, cerdos, gatos, conejos y otros
animales. De todas formas, la naturaleza ha sido caritativa: en el cerebro del ratón, el citado
paraíso es siete veces más extenso que el correspondiente al infierno. Parece que el diseño de la
vida está orientado, de manera definida, hacia el goce de existir.
Curiosa proporción de siete a uno. ¿Acaso para disfrutar el cielo deberemos, necesariamente,
conocer el infierno?, ¿acaso para percibir lo alto, deberemos percibir lo bajo? ¿o lo agrio y lo
dulce, lo blando y lo duro, lo rígido y lo flexible...? El diseño dualista de nuestra mente
contempla la experiencia del contraste como parte del juego de la consciencia. Sin embargo, si
observamos nuestros “vaivenes” y mareas como un péndulo que oscila en el propio escenario
mental, también veremos que existe un punto alto e inamovible desde donde el péndulo parte. Un
“tercer punto” más allá de los lados, desde donde Es el sí mismo-observador de la dualidad
alternante y perpetua.
¿Se puede escapar del sufrimiento? Esa pregunta obsesionó al príncipe Siddharta que, tras años
de tenaz entrenamiento, devino Buda. Su doctrina, que más que una religión es un programa de
descondicionamiento mental, afirma que es posible hacer cesar el sufrimiento sin que por ello
tenga que desaparecer el dolor físico y emocional como aspecto natural de las cosas. Para ello
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propone arraigar la identidad en la esencia del Ser y des-identificarse de lo que uno no es. En
consecuencia, el dolor del cuerpo-mente no afectará directamente al propio sujeto-observación,
lúcido y numinoso.
¿Qué dicen las modernas ciencias acerca de ello? Para aprender a no sufrir, la Psicología ofrece
gran variedad de técnicas basadas en el adiestramiento de la atención y en la interpretación
óptima de lo que sucede. En realidad, tanto unas como otras se basan en el entrenamiento de la
mente y en la conquista de la Excelencia. Por su parte, la Filosofía Perenne afirma que, para
hacer cesar el sufrimiento, es en la trascendencia de la mente donde reside la respuesta. Algo
que, por una parte, Jesucristo señaló como la sublimación del egoísmo con el llamado “amor al
prójimo”, y por otra, Buda como la Iluminación a través de la “expansión de consciencia”.
Ambos caminos han señalado, a lo largo de los siglos, que la salida del Laberinto conlleva una
expansión sostenida de consciencia.
TEMPLANZA
El agua del río, por turbia que esté, se volverá clara. Proverbio
La vida, mientras imparte lecciones, a veces perturba nuestro control y altera nuestra calma. Son
momentos en los que no percibimos nada claro y todo nuestro mundo se muestra confuso y pleno
de aspereza. A menudo, “las vemos venir”, otras veces, sin embargo, es un imprevisto el que nos
“entrena” mientras altera el ritmo normal de las cosas. Se trata de algo que nos frustra, que
absorbe nuestra atención y que nos sume en negatividad y niebla. Y mientras tanto, en el fondo
de uno mismo, se sabe que de ese infierno que temporalmente padecemos, nadie tiene la culpa,
que somos nosotros, la propia Vida que está misteriosamente en marcha. Son momentos en los
que tan sólo queda seguir adelante, pasar el episodio “de puntillas” y seguir avanzando por el filo
de la navaja. Sabemos que dentro de unas horas, como máximo mañana, todo será diferente y las
aguas, por turbias que estén, se volverán claras.
Hay personas que piensan que los demás deben tener mucha estrella porque parece que nunca les
pasa lo que a ellas les crispa y aprieta. Piensan que los otros tienen más fortuna, más dinero, más
amor, más talentos y más belleza. Sin embargo, en ese momento, ignoran que a lo largo de una
vida, y haciendo un balance interno de luces y sombras, las cosas no están tan desequilibradas, ni
para unas personas, ni para otras. Uno observa que el corazón de los príncipes en sus lujosas
mansiones, no es necesariamente más feliz que el de aquel mendigo en su trozo de acera. No
parece creíble que los muebles antiguos y las joyas o bien las mantas viejas y las aceras, den más
felicidad que lograr vivir cualquier cosa desde una mente sosegada y serena. Las apariencias
engañan. Lo importante de la vida, ya seamos príncipes en unas cosas y mendigos en otras, es
vivir desde el nivel observador que atestigua el discurrir del río, mientras sentimos el sabio fluir
de las pequeñas cosas bien hechas.
Cuando veamos que en nuestra vida ha llegado una nueva tormenta, tengamos cuidado con las
quejas que, además de estériles, debilitan al que las nombra. Su llegada, en alguna dimensión del
aprendizaje, no es casual. Tras la agitación, los antiguos hábitos se cuestionan y se abren nuevas
puertas. La oportunidad de cambio, a veces, cobra peaje de perturbación y crisis, aunque,
sabemos en lo más profundo, que mañana volverán las aguas a estar claras. El dolor ya pasado
no habrá sido estéril, la vida no es una vulgar rueda. El tiempo se dirige a alguna parte. Cada
instante, el Universo se expande más velozmente, incluso hacia dentro, hacia esa profundidad
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liberadora. Cada problema enfrentado templa, madura y des-implica al observador de aquello
que observa. Tras la nueva transparencia de las aguas calmas, uno ya no es el mismo, algo se ha
transmutado. Se sabe que vendrán otros rostros y que se abrirán otras puertas. Un paso más en
las nuevas avenidas hacia la esencia.
Después de una crisis en la que tenemos el alma en llagas, se mira a los demás de otra forma.
Leemos los corazones ajenos sin que nadie se de cuenta. Es entonces cuando comprobamos que
somos capaces de percibir sus más íntimos temores, sus anhelos y los pliegues de sus entrañas.
Reconocemos el dolor y la contracción sutil en cualquier cara. Sentimos pronto piedad inspirada
en el que llora. Y ante este panorama que señala humanidad y delata el peso que cada uno lleva a
sus espaldas, brota una compasión que torna a la vida generosa y cálida.
El verdadero silencio es algo que tiene más que ver con lo que se produce en el interior de la
mente, que el hecho de mantener la boca cerrada. Un espacio profundo que brota tras acallar el
ruido que producen los diálogos y divagaciones internas. La mente, al igual que las aguas, vive
agitada en las superficies y sosegada en las profundidades. Cuando nuestras emociones se
enturbian, se opaca la transparencia y se bloquea el rayo de lucidez que trata de atravesar por
entre sus ondas. Sin embargo, cuando la tormenta pasa y las aguas se calman, se percibe el fondo
con toda su quietud y claridad. El silencio pacifica la mente, sosiega los pensamientos y revela la
profundidad de la esencia.
El cultivo del silencio no sólo permite aflorar soluciones insospechadas a problemas del camino,
sino que también amplía horizontes y facilita el orden de las cosas. Vivimos en el seno de una
cultura con ruido. El griterío de muchos bares parecen expresar que cualquier forma de silencio
denota una atmósfera de tristeza derivada de algo sometido a las ausencias. En realidad, el
silencio aquieta el murmullo mental y permite la apertura del alma. En cierto modo, el silencio es
una forma de palabra sagrada, un estado mental en el que se procesan y metabolizan las
emociones y las ideas. El silencio propicia un vacío desde el que todo es posible y desde el cual,
a menudo, la genialidad brota.
El silencio es algo más que un lujo del alma. En realidad, es una necesidad neurofisiológica que
reorganiza complejos procesos de nuestras neuronas. Cuando, a lo largo de varias horas, uno se
recrea en el silencio, termina por enterarse de que durante dicho tiempo no ha pasado nada, y sin
embargo, ha pasado todo. El silencio disuelve las contradicciones y permite observar las partes
internas que nos diversifican y conforman. Se trata de un escenario mental en el que uno deviene
observador atento, capaz de seguir el hilo de aquellos pensamientos que pasan. Tras el silencio
consciente y bien respirado, la mente puede volver al “gallinero del mundo” y constatar que las
situaciones que antes molestaban, ahora resulta que ya no importan casi nada. El silencio amplía
la mirada interna, al tiempo que logra hacer latir los mecanismos de la gran máquina.
145
El silencio no es tan sólo ausencia de ruidos en el tímpano, es también un estado sosegado de
consciencia. Permanecer callados no siempre supone alcanzar los beneficios del silencio. En
realidad, el silencio es una actitud atenta que fluye y observa. Un estado mental que conforme se
hace más profundo, registra ondas cerebrales más lentas y pausadas. Muchas personas duermen
cuando éste reina en las neuronas. Sin embargo, si el arte de la contemplación se entrena, sucede
justamente lo contrario. Sucede que a mayor relajación y lentitud de ondas cerebrales, mayor es
el grado de atención ecuánime y consciencia despierta.
Una vez que aceptamos y adaptamos nuestra lente interna al curso de “lo que hay”, ¿qué extraña
ley modifica incluso las actitudes y conductas de personas ajenas? En realidad, y según las más
avanzadas leyes de la Física, la película que vemos en el exterior no deja de ser, en buena
medida, una proyección del programa que tenemos en nuestro interior. Los acontecimientos
discurren en función de unas leyes naturales, pero la interpretación que hacemos de lo que
sucede es una opción íntima y subjetiva, y por ello, susceptible de ser modificada. ¿Qué hizo
sobrevivir al judío Victor Frank de la torturadora vida en el campamento nazi? La respuesta fue
dada por él mismo al señalar su profundo sentido de la vida y la capacidad de optar por una
óptima interpretación de los acontecimientos que a otros torturaban. No había salida, no podía
cambiar las normas de aquel campamento nazi, tan sólo podía cambiar su mente y con ella el
signo de lo que sucedía.
146
proceso que se desarrolla en la parte inconsciente de nuestra mente. Es por ello que merece la
pena evitar culpar a los demás, y tener en cuenta que si no nos gusta lo que recibimos, convendrá
prestar atención a lo que emitimos.
Cuando somos conscientes de que nuestro conjunto de creencias son las que crean el mundo
emocional que habitamos, uno se torna alerta con las opciones de pensamiento que aparecen ante
su corriente de consciencia. Atención a las palabras que pronunciamos y a los patrones que
subyacen tras nuestras actitudes. La persona que ha comprendido el enorme poder que su mente
tiene en la configuración del mundo, ya no controla tanto las circunstancias externas sino que,
más bien, dirige su mirada hacia las propias actitudes y pensamientos que sutilmente las
posibilitan.
Tenemos mucho más que ver de lo que parece en aquello que “nos sucede”. Cuanto más
conscientes seamos de nuestros pensamientos y anhelos, el destino, cada vez, estará, en mayor
medida, en nuestras manos. Se trata de cambiar el foco de visión elaborando opciones más
positivas y formulando el mundo tal y como lo deseamos vivir. Sin duda, una competencia
nacida de nuestra madurez co-creadora que aprendió que el secreto que mueve el mundo está en
el corazón de la propia alma.
TERNURA
En las palabras se refleja el talento y en las miradas, el alma. Simone de Beavoire.
Dirigido a tí.
Cuando hablas y dices cosas tan bonitas acerca de la vida y de todo aquello que te pasa, siento
admiración por tu lucidez y por tus formas mentales tan bien cultivadas. Cuando me cuentas lo que
descubres con tus propias antenas de ver el mundo y entender lo que a éste le ocurre, siento el
poder de tus talentos que corre vigoroso por las neuronas de mi alma.
Cuando pones letra a la música y cuando explicas tan agudamente lo que muy dentro nos pasa,
sentimos la grandeza de entender la vida y abrir la mente a ideas expandidas y sensatas. Cuando en
tus palabras pones la luz que necesitan mis sentimientos, a veces confusos por contradicciones
internas, siento que eres un regalo que muestra las diferencias y separa el grano de las pajas.
Tus palabras son seguras, hermosas y bien calculadas... sin embargo, cuando me miras en silencio,
cuando posas en mis ojos tu mirada... todo se detiene atento, hasta las estrellas del cielo parecen
paralizar su marcha. Cuando miras mis pupilas y mantengo tu mirada, se abre un abismo infinito
que me conmueve y arrastra.
147
Cuando contemplas una flor recién abierta o la mano arrugada de la anciana, siento tu grandeza, te
reconozco como amor y percibo que has hecho un gran camino con el alma desnuda y descubierta.
Cuando contemplas al que sufre, cuando enfocas al que goza, veo algo más en ti, veo tu sabiduría
ecuánime, descubro al ser que volvió a la luz atravesando las sombras.
Cuando miras al infinito y te abstraes en las blancas arenas de las playas, descubro la inmensidad
que resuena en lo profundo de mi alma. No es tu talento lo que ahora me conmueve, no es tu
excelencia lo que ahora me impresiona. En realidad, es el rostro de todos los inocentes y la
llamada de la ternura suprema. Algo tan inefable como misterioso que brota desde lo más
profundo del alma.
En tu silencio está el poder de mover las estrellas de mi pecho y de mi cara. Cuando miras con
tanta consciencia lo que tu mente proyecta, parece que desnudas de ropajes superfluos todas las
cosas que para protegerse se adornan. Tu mirada es el camino energético que los seres del
Universo recorren para llegar al Profundo, y ya conscientes, vuelven a casa.
El ser humano que se busca a sí mismo como principio y fin de su aventura en la tierra, conforme
se acerca a los niveles más recónditos de su ser, retira aquella fuerza del músculo y deja paso a la
suave inofensividad del alma. La garra que nació para agarrar y permitir sobrevivir al cuerpo
físico ya no sirve como herramienta para abrazar la levedad Supramental. Y si en un tiempo la
vida demandaba el desarrollo de la fuerza y el enfrentamiento a la naturaleza, una vez de vuelta a
casa, es la ternura y la caricia del silencio las que reman con mayor velocidad hacia el puerto del
alma.
El acto de fluir refleja ese suave resbalar de las aguas del río por el cauce hacia el mar. Fluir
habla de observar cómo sucede el devenir sin despistarse. Fluir habla de comprobar cómo, sin
forzar la propia intervención en el desenlace de los acontecimientos, las cosas encajan por sí
solas en una dirección insospechadamente óptima. Fluir significa sujetar delicadamente al ego,
con sus miedos y deseos, y abrirse a la sintonía de un yo global más sabio que propicia aquella
victoria en la que todos ganan. Fluir significa apostar por la Confianza, con mayúsculas, en un
principio de orden superior, a través del cual se mueven las fichas de la vida de manera sabia y
misteriosa. Un flujo que avanza sin el miedo que propicia el no control de un agobiado ego que
vive agarrado a la falsa seguridad de la tensión y la ansiedad anticipatoria.
148
Fluir es dejarse inundar por el presente sabiendo que el río de la vida discurre por entre las dos
orillas de la claridad y la confusión, mientras el uno mismo observa a ambas. Un tercer punto
más allá de ellas. Fluir significa que la tristeza no perturba y que la frustración no nos arrebata
del sólido promontorio interior desde el que atestiguar con la suave y benévola sonrisa del alma.
Fluir por la vida es situarse en el Testigo primordial, neutral y ecuánime que, de manera
inafectada y totalmente imperturbable, observa el juego del dolor y del placer mientras el
psicocuerpo crece, se desarrolla, decae, envejece y muere. Sin duda, a quien le sucede todo este
proceso del vivir en un cuerpo, es al yo-Espectador de la aventura de la conciencia. El Testigo
que observa a la mente soñadora de realidades estimulantes y contradictorias.
Unos lo llaman Tao, otros, simplemente, Alegría sin causa. Pero también se le llama, Bondad
Primordial, Pura Consciencia. Tan sólo nombres que apuntan a ESO que somos en esencia. Una
Identidad Suprema que no ha nacido ni morirá porque existía antes y después del Big Bang,
porque está fuera del tiempo y pertenece al plano del Ser que llamamos infinito. Si uno lo busca,
tal vez, malgasta su tiempo porque nunca lo perdió. La humedad nunca pierde al agua. El sol
siempre está ahí aunque no lo veamos por las nubes. Sucede que Eso que en realidad somos es El
Todo, algo que el ego no puede concebir, mientras no sea ampliado y trascendido en momentos
ocasionales de Gracia. Instantes cargados de infinitud en los que brota la verdadera naturaleza de
la mente profunda, en donde se derraman entre lágrimas de júbilo oleadas de gratitud y ternura.
TERNURA
La virtud no consiste en hacer grandes cosas, sino en hacer bien las pequeñas.
Montaigne.
La vida de un ser humano tiene curiosas etapas. Los muy jóvenes desean aflorar al héroe que
llevan dentro. Para ello, rompen moldes preestablecidos y tratan de encarnar el mito arquetípico
que su corazón bombea. Sin embargo, en otra etapa posterior, llega el desencanto racional y con
él, la caída de ideales y la consiguiente madurez interna. Se trata de un nivel que conlleva
aceptación de las reglas de juego y un sutil deseo de, refinar las pequeñas cosas de la acción
cotidiana.
Dicen los mitos que aquella joven heroína, en su camino hacia el País de los Despiertos,
atraviesa el bosque sorteando peligros y hechizando a los dioses y a las bestias. Una vez legada
al lugar, de pronto se da cuenta de que los lúcidos que allí moran, expresan más prudencia que
coraje, más perseverancia que arrebato y sus miradas profundas abren caminos sin necesidad de
espada. Por su parte, aquel héroe, tras abandonar la ciudad y enfrentarse al dragón de la caverna,
corona la cima de la montaña. Allí encuentra personas iniciadas en la conciencia del Ser que se
nombran como hermanos y anuncian que el recién llegado está ya listo para aprender a
contemplar desde la esencia.
Cuando se expande la consciencia, la presión del logro externo deja paso a la primacía de la
observación interna. Ahora, el antiguo brío se convierte en refinado equilibrio de las propias
fuerzas. Poco a poco, nace el discípulo del Espíritu que, tras sucesivas iniciaciones, despliega y
expande la capacidad del darse cuenta. Desde este estado de progresiva maestría, observa que
todo encaja solo y qué gran alcance tienen los propios pensamientos y palabras en el mundo de la
149
materia. Y si antes lo importante era qué hacer en la vida, ahora lo que demanda atención es el
cómo hacer las cosas de cada día. Si antes aquel guerrero soñaba con grandes victorias, ahora se
cuela sutil y anónimo en la apertura de crisálidas y la sanación de heridas abiertas. Si
anteriormente enfrentaba obstáculos oponiendo su gran fuerza, ahora fluye como el agua que
acaricia a las piedras.
La llamada -madurez- es una forma de iluminación que alcanza su cima en la práctica del ZEN.
Un camino que vacía la conciencia de intención mental y dualidades varias. Un punto de
encuentro en el que se dan cita el poder de lo pequeño, la inocencia consciente y la
espontaneidad perfecta. Cuando uno se convierte en su propio arquero Zen que tensa su arco con
precisa atención, se funde certero no sólo en la esencia de la flecha, sino también en el núcleo de
la diana. El arquero aprendió a vivir el presente y al hacerlo, está listo para servir una taza de té
con refinamiento y gracia, sin ruidos, sin titubeos, con la disciplina de la espontaneidad suprema.
Cada pequeño movimiento, aunque entrenado y repetido, es nuevo, sin memoria, sin afán, tan
sólo con la consciencia despierta. Cuando más tarde se sienta sobre un cojín con las piernas
cruzadas, respira lento y profundo y mantiene fija en un punto la mirada. Pronto moverá las
manos con la misma armonía con que una flor se abre al rocío de la mañana.
Hay un momento en la vida en el que ya no se busca en los cielos ni tampoco en las grandes
gestas. Simplemente, uno ocupa su lugar en el mundo y convierte lo profano en sagrado,
mientras pone en cada movimiento atención y consciencia. Es llegado el tiempo para hacer
aflorar la esencia en las pequeñas cosas bien hechas. Ya se sabe... el canto del pájaro, la brisa del
atardecer, la distancia que separa el trabajo de casa ... ... ¿acaso busca usted el cielo? ... alguien
dijo que para conseguir tal logro, tal vez conviene comenzar por perfeccionar la tierra.
TRANSFORMACIÓN
Hemos aprendido a utilizar el pensamiento para trascender el cuerpo, pero
todavía no sabemos servirnos de la conciencia para trascender el pensamiento.
Ken Wilber
La evolución del ser humano sobre la Tierra supone un fascinante y sostenido despliegue de
potencialidades. Conforme la Historia avanza, desarrollamos insospechadas facultades físicas y
mentales y expandimos el nivel de autoconsciencia. Una carrera evolutiva que capacitó al ser
humano a desarrollar el instinto de supervivencia, aprendiendo a vivir de la recolección y de la
caza. Se trataba de un estadio evolutivo con escasa presencia de discernimiento y casi ningún
vestigio de razón y ciencia. Sin embargo, con el paso de los milenios, la carrera avanza y el
impulso evolutivo empuja a una humanidad fundida con la naturaleza a superar la magia
preconsciente y orientar la energía hacia la futura conquista de la espalda erecta, la razón y la
consciencia.
Aquel ser humano preconsciente, inmerso en las corrientes de la naturaleza, como si del bebé y
la gran madre se tratara, es empujado a nacer a otra nueva esfera. Para ello, desarrolla su
capacidad de aprender a aprender como herramienta del camino hacia el fascinante mundo del
darse cuenta. Con el paso del tiempo, inventa el arado y con ello, trasciende la azada y la huerta.
Toda una revolución tecnológica que permite a cada labrador poder dar de comer a cien
personas. Un único hombre con la máquina y la bestia permiten a los recién liberados dedicar
tiempo a cartografiar el cielo, a prevenir peligros y a mejorar la vida sobre la Tierra. Nacen las
150
ciencias, comienzan los imperios, los mitos y las religiones organizadas. Aparece un camino más
amplio y complejo del hombre sobre el planeta.
El impulso evolutivo sigue empujando a cada mente y a cada raza. El pensamiento ya permite
ponerse en el lugar del otro, un aspecto que hace nacer el auto-control sobre los deseos primarios
de la propia naturaleza. La pasión y la ira, la venganza y otras fuerzas subhumanas empiezan a
transmutarse en los nuevos procesos mentales que demandan las leyes morales de convivencia.
El pensamiento se cultiva y con él se desarrolla la cultura de las ciencias humanas. La mente se
refina y el ser humano comienza a ser consciente de sí mismo y del amor que siente cuando late
su alma.
Los más adelantados en la expansión de conciencia se hacen oír en un mundo sin distancias. Las
ideas de progreso y los valores que afirman son escuchados por las mentes más preparadas para
la paz y la hermandad perfecta. Se trata de un tiempo en el que el corazón humano comienza a
intuir la existencia de niveles profundos de Bondad, Verdad y Belleza. Poco a poco, la
consciencia se convierte en el instrumento que integra la luz y la sombra de la propia mente
humana. Algunos más lúcidos integran su contradicción en una observación sin opuesto que se
hace presente de manera sensible y serena. La interdependencia de todas las cosas entre sí ya es
comprendida, sin perturbar al que ya observa desde el Testigo, desde la Observación sostenida
que todo lo unifica y contempla.
El impulso Atman de reunión con la Totalidad sigue adelante. Pareciere que el Alfa quiere
abrazar al Omega. Muchos hombres y mujeres adelantados comienzan a despertar y dejan
huellas de amor y lucidez que insinúan la llegada de una nueva dimensión humana. Dios dejó ya
de ser un ente ajeno, creador invisible y gigantesco habitante de los cielos. Ahora ESO es un
estado de Totalidad e Infinitud. Algo tan próximo que se encuentra escondido en el corazón de la
especie humana. A estas alturas del camino y en la víspera de una nueva llegada, uno se
pregunta, ¿quién soy?, y algunos responden: “ni aquel cuerpo del cazador, ni aquella mente del
pensador. Soy espectador de lo que pasa”.
TRANSFORMACIÓN
El propio hecho de la observación altera al observador y a lo observado.
Heisenberg
En realidad, se trata de lograr mantener la atención sobre aquellas ideas y mecanismos que nos
originan tensión y dolor ya que de esta manera, afloramos y resolvemos las viejas heridas
“tapadas”. Así, creamos una sabia y sanadora “distancia”. Una medida que, como terapia sutil,
permite nuevas posibilidades en el sosiego del alma. Los grandes místicos y sanadores hindúes
confirmaron este principio señalando que un conflicto “observado” es un conflicto resuelto. Y
tal vez, desde la perspectiva científica de un Occidente prosaico y racional, uno se pregunte, ¿en
qué se basa este axioma?.
151
Una respuesta a esta pregunta la ofrece la Física Cuántica al afirmar que el sujeto observador,
mediante el acto de la simple observación, altera el objeto observado. Cuando, por ejemplo, se
“observa” una partícula subatómica sucede que, automáticamente, ésta se ve afectada en su carga
y en su órbita por la influencia de dicha observación. Evidentemente, el único contacto que ha
existido en este hecho modificador ha sido el campo de consciencia desencadenado con la acción
de observar. Y en realidad, observar, en términos de la propia persona, es tan sólo darse cuenta.
Un hecho que nada tiene que ver con el pensamiento y sus elucubraciones, sino más bien con el
acto instantáneo y neutral de atestiguar lo que pasa.
Cuando uno deviene espectador consciente de sí mismo y logra darse cuenta de sus propias
máscaras, cuando indaga en sus reacciones y el modo en que su mente interpreta las cosas, si se
da cuenta de la verdadera raíz de aquello que le duele y le inquieta, si pone atención en las
justificaciones y autoengaños que su mente maneja, cuando observa los miedos soterrados y los
anhelos que su corazón guarda, estará transformando el programa mental que los sustenta.
Sucederá que las conductas automáticas se tornarán voluntarias y lo que antes le dolía y
frustraba, ahora fluirá con calma.
En alguna época de nuestra vida hemos dicho cosas tales como: “La vida es injusta... Fui víctima
de la codicia de mis propios hermanos... Mis compañeros de trabajo eran insoportables”.
Actitudes que, de manera sutil, culpabilizan al mundo de los propios infortunios, queriendo
ignorar que todos los seres humanos nos sentamos en la mesa de la existencia con unas cartas en
la mano y un conjunto de reglas.
Con el tiempo aprendemos a considerar que el mundo es como es, y cualquier juicio
condenatorio que no asuma nuestra responsabilidad e ignore la parcela de misterio de lo global,
no deja de señalar una posición incompleta y superficial. Cuando uno piensa que “los demás son
injustos” no adelanta nada, ya que no sólo refuerza la incompetencia de su programa mental, sino
152
que también prolonga el problema. Uno bien sabe que Si no le gusta lo que recibe, conviene que
preste atención a lo que emite. En este sentido, alguien definió la locura como el hecho de
pretender que las cosas vayan de otro modo, sin que por lo menos, uno mismo modifique su
programa y actúe de otra forma.
El mundo que se percibe “ahí fuera” se conforma en nuestra mente. Y como bien sabemos, dicha
realidad cambia dependiendo del estado de ánimo desde el que se percibe. Las experiencias de
dolor, frustración y desencanto, sólo son útiles cuando están acompañadas de acción y ajustes de
actitud, ya que lo que funciona, no es el cambiar el mundo, sino modificar la relación que
tenemos con él. Algo que se logra ajustando la interpretación y el posicionamiento que nuestra
mente hace del mismo.
Nuestra mente tiene la facultad de hacer crecer aquello en lo que enfoca la mirada. Si uno enfoca
su atención en las ventajas de lo acontecido, por doloroso que el suceso haya sido, las ventajas
aparecerán en nuestra mente en virtud de la Ley del enfoque que todo lo aumenta. No pensemos
que, de esta forma, uno se engaña con una visión positivista prefabricada que en nada se acerca a
la “realidad”. La llamada realidad se conforma en el interior del cerebro y es más maleable y
subjetiva de lo que parece. Nuestra forma de mirar el mundo depende del programa de
interpretación que nuestra mente seleccione y cultive. Los hechos son neutros. Es nuestra
interpretación de los mismos la que los convierte en benditos o malditos. Si uno se hace
competente en la utilización de un buen programa de interpretación y aprende a enfocar las
ventajas integrales que trae lo que sucede, experimentará no sólo una mayor concordia, sino
también una sostenida expansión de consciencia con todas las ventajas emocionales de alegría y
poder que ello conlleva.
Si cambiamos la visión negativa del mundo, no sólo viviremos otras experiencias derivadas de
este nuevo programa, sino que además nos sorprenderá comprobar como el mundo “de verdad”
cambia. En realidad, el mejor favor que le podemos hacer a este planeta y a las personas que nos
rodean es “pensarlas bien”. Es decir, pensarlas capaces de aprender y de transformarse.
La visión que ejercemos del mundo tiene un poder creador, similar al que experimentamos en
nuestra actividad onírica. Si cambiamos el pensamiento, también cambia el escenario que uno
sueña. Algo parecido sucede en el estado de vigilia despierta. El mundo depende de uno mismo,
de lo que se opte interpretar entre las infinitas posibilidades de mirada. En realidad, el arte de
vivir es el arte de enfocar e interpretar.
TRANSFORMACIÓN
No ceses en momento alguno de esculpir tu propia estatua. Plotino
Evolucionar significa crecer integralmente, es decir, crecer en todos y cada uno de los diversos
rasgos del Ser. Muchos hombre y mujeres están desarrollados intelectualmente y, sin embargo,
padecen de una gran inmadurez emocional. ¿Inmadurez emocional?, se preguntan y, ¿cómo se
hace para madurar emocionalmente? La respuesta no pone de relieve la necesidad de cursar
estudios en alguna exótica universidad de los Himalayas, sino de un trabajo personal de
observación sostenida del propio programa mental y sus más íntimas creencias. Un ejercicio que
madurará sus emociones y aportará templanza. Pero, ¿cómo conocer el propio grado de madurez
emocional?
153
Observe si padece algunos de los siguientes síntomas. Primero: ¿soporta razonablemente bien las
frustraciones?, ¿asume con rapidez el desenlace de acontecimientos contrarios a sus deseos y
previsiones? Si usted no “encaja” las frustraciones, quiere decir que, en alguna medida, su vida
está llena de expectativas. Y las expectativas tienden a crear frustración. Cambie la actitud
“expectativa” por la de “posibilidad” y entrénese en la aceptación de lo sucedido. En realidad, no
podemos volver hacia atrás y cambiar los acontecimientos. Mire hacia delante y no dramatice
lamentándose del pasado. Aceptar los hechos no significa resignarse, sino más bien tener
motivos de nueva acción, sabiendo que en el fracaso subyacen las semillas del éxito. En realidad,
no hay fracasos, sino aprendizaje.
Segundo: ¿siente usted tendencia a totalizar?, ¿tiende a relacionarse desde los extremos “todo o
nada”? Si siente que todavía las cosas son blancas o negras y le es difícil manejarse en una gama
amplia de “grises”, busque el noble sendero medio. Si todavía experimenta fascinaciones y
aversiones, tal vez le convenga aprender a caminar por el filo de la navaja y aceptar su parte de
sombra.
Tercero: ¿sufre cambios de humor repentinos y sin motivo aparente?, ¿sucede que, de pronto,
algo sumergido le cambia el chip y su mente se polariza en la agresividad y la rabieta? Si eso
todavía es así, tal vez le convenga poner atención y analizar los pequeños detalles que le
molestaron, ¿qué pensamiento fugaz al “pasar” por su mente consiguió amargarle? Cuando
desenmascare su vulnerabilidad, podrá crear nuevas opciones de mayor poder e independencia.
Cuarto: ¿Se muestra muy susceptible a las críticas?, ¿le molesta mucho que alguien le vea
defectos?, ¿le cuesta hablar y reírse de su parte “menos presentable”? Si eso es así, tal vez
convenga que acepte su personalidad. Todos los seres humanos ofrecemos luces y sombras al
exterior, sin que por ello se nos deje de apreciar y respetar. Sea consciente de sus carencias y
recuerde que éstas son tan sólo partes de usted que no representan su totalidad. Es decir, que por
ejemplo, usted no es impaciente, sino que tiene una parte impaciente. Usted es mucho más que
cualquiera de sus partes. Evite totalizarse en una sola cualidad de su persona. Recuerde su
dimensión espiritual de infinitud.
El examen de las propias experiencias es una facultad que tan sólo la especie humana puede
realizar. Cada noche, el hecho de revisar lo que hemos vivido durante el día, es un lujo que no
debe pasar desapercibido en el desarrollo integral como personas. El simple repaso de los
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acontecimientos más significativos del día y el hecho de dedicar unos minutos al final de la
jornada, es un regalo evolutivo de consecuencias insospechadas.
¿Qué ha sucedido hoy? Si usted opta por su desarrollo personal, de manera eficaz y acelerada,
trate de mirar el día vivido y permita que su mente rastree entre los sucesos significativos.
Decida adquirir el hábito de examinar la experiencia cotidiana y convertirá en aprendizaje los
momentos más habituales de su existencia. Mediante este simple ejercicio se hará consciente de
lo que, realmente, sucede “detrás de la escena”, evitando repeticiones de conductas automáticas y
sintiendo como abre nuevos ciclos con actitudes y metas renovadas. Sin duda, un examen que
aportará inteligentes alineamientos con el sentido último de su vida.
Cada día vivido nos “trae” asuntos significativos que nuestra consciencia transforma en
escalones espirales de la siguiente vuelta. ¿Qué ha sucedido en este año?. Una pregunta que
conviene hacerse al cierre de un ciclo, en la víspera de un cumpleaños o en una simple “noche
vieja”. Recuerde que una mente sin objetivos es como un barco que, cuando enfrenta una
tormenta, da vueltas a la deriva.
Para responder a la pregunta, ¿qué ha sucedido en el día de hoy?, la mente rastrea por los
intereses y objetivos que uno se ha marcado para el período que ahora examina y observa. Por
ejemplo, si en esta etapa de la vida, para uno mismo lo importante es el éxito y la prosperidad
económica, la respuesta buscará todos los momentos del día en los que dichas cuestiones se vean
afectadas. Si lo que en dicho ciclo están en juego aspectos tales como su autoestima, sus afectos
y expansión de consciencia, los hechos que seleccionará su mente serán aquellos que tengan que
ver con tales metas.
Recuerde que todo minuto dedicado a la capitulación y toma de conciencia del día vivido es la
mejor inversión que uno puede hacer para su desarrollo como persona lúcida y despierta. Pronto
comprobará que los efectos transformadores del auto-examen son desproporcionados al esfuerzo
que demandan. Es por ello que merece la pena no cerrar ni un sola jornada, sin antes dedicar
unos instantes al procesamiento del pasado “trozo de vida”. El examen del día, sin auto-
reproches ni alabanzas, es un hábito con poder suficiente como para asegurar su crecimiento y
erradicar de su vida pensamientos y conductas no deseadas. Un ejercicio de apariencia simple y,
sin embargo, de increíbles consecuencias. Proceda a observar y examinar, y los cambios vendrán
por sí solos, tan suaves y contundentes como las brisas del alba.
TRANSFORMACIÓN
El futuro dejado a sí mismo solamente repite el pasado. El cambio sólo puede
ocurrir ahora. Nisargadatta.
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Cuando lanzamos una piedra a un estanque de aguas serenas, brotan pequeñas olas concéntricas
que se expanden repetidas y alineadas. Una ley natural rige la sucesión de sus círculos y la pauta
de los tiempos entre cada una de las ondulaciones que llegan a las orillas.
Nuestro organismo también se despliega en espirales mediante cadenas de ácidos que conforman
el andamiaje de las futuras células. Espirales que dibujan, una y otra vez, el diseño
preestablecido por la información genética. De la misma forma, se comporta la mente del ser
humano, cuya íntima experiencia también está sujeta a leyes y ritmos que laten en determinadas
secuencias.
Se dice que cada siete años suceden cambios importantes en el periplo de nuestra vida. Se trata,
no sólo de cambios fisiológicos que modifican nuestro cuerpo a través de la muerte y nacimiento
de todas las células, sino también, de acontecimientos que influyen en el nuevo ciclo y que
suponen la frontera de la siguiente vuelta. Y así como el Universo se compone de esferas que
giran elípticas en una danza previsible de increíble precisión y gracia, de la misma forma, nuestra
vida también tiende a repetir su historia, aportando en sus espirales, cada vez más amplias,
tendencias previsibles en el seno de una más expandida consciencia.
Los entendidos afirman que, primeramente, conviene tomar consciencia clara y detallada, tanto
del “guión” forjado a través de nuestras primeras experiencias, como del programa de creencias
que subyace en nuestra historia. También señalan que para evitar repeticiones conviene decidir
otras opciones y caminos diferentes que dibujen una nueva trayectoria. Para escapar de la vieja
conducta, asimismo afirman que es preciso mantener un estado mental de atención sostenida. Es
decir, un nivel de consciencia en que el automatismo y la influencia de lo viejo, no sustituyan a
la elección constante que ejercemos con plena voluntad y consciencia.
Al parecer, la llave de oro para escapar de la “noria repetitiva” es darse cuenta de las tendencias
de nuestra mente y de los procesos profundos que conforman el juego de motivaciones y latidos
del alma. Conforme las raíces de nuestros deseos son observados, uno se va liberando de la
tiranía de la inercia y se siente capacitado a decidir su destino y reinventar su persona.
Pero más allá de nuestra mente y sus vueltas, está uno mismo: ESO, observador neutro y
ecuánime de los programas de ida y vuelta. Uno Es, Testigo de la mente y sus patrones, tanto de
los que llevan a la repetición, como de los que permiten optar por conductas más deseadas. En
realidad, el Yo Observador no se mueve, es la mente la única que da vueltas. El Observador ni
evalúa, ni prefiere, ni rechaza, ni aprueba, tan sólo atestigua lo que las diversas partes de su
mente elaboran. El Testigo interno no es la mente y sus espirales, ni su cuerpo, ni tan siquiera su
alma. UNO es Infinitud, Totalidad, Vacuidad Resplandeciente. Y finalmente, si nos
preguntamos, ¿cómo llegar?, ¿cómo salir de la noria de la conciencia ordinaria? ... Los Vedas
responden que: observando a la noria dar sus vueltas.
VERDAD
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Mis juicios me impiden ver lo bueno que hay tras las apariencias. Wayne W.
Dyer.
“¿Te has quedado sin aquel trabajo?, ¡Qué mala suerte tienes! ¿Ha muerto tu padre? ¡Qué
desgracia! ¿Has perdido dinero? ¡Qué calamidad! ¿Te han diagnosticado el tumor? ¡Qué horror!,
¿Te sientes abandonado?, ¡No puede ser!, ¿Que tienes que dejar la casa en la que vives?, ¡Qué
espanto!, ¿Que tienes que perder?... Es un desgraciado... aquél es listo... ella es una infeliz...
aquella es maravillosa... una carrera inadecuada... una vocación errada... una noticia terrible...
una nota inmerecida... una cita desastrosa... una oportunidad perdida... un beso sin alma “
Un anciano posee 7 yeguas que alquila para vivir. Un día se le escapan y el pueblo le dice,
“¡qué desgracia! ¡qué mala suerte!” el anciano contesta “puede ser... puede ser”. Al poco
tiempo las yeguas bajan de las montañas y vuelven al calor de los establos, pero con 7 caballos
salvajes que las acompañan y aparean.”¡Qué bendición! ¡qué buena suerte!” dice el pueblo. El
anciano contesta, “puede ser... puede ser”. Al tiempo, su único hijo se rompe los huesos
domando a los nuevos caballos recién llegados. “¡Qué horror! ¡qué terrible!”, dice el pueblo.
El anciano contesta, “puede ser puede ser”. Al tiempo, estalla la guerra y el chico que
permanece inmóvil, no es reclutado para luchar en el frente.” ¡Qué bendición! ¡la gracia del
cielo lo protege!”, dice el pueblo. El anciano contesta, “puede ser... puede ser”...
Se dice que “El Universo escribe recto con líneas torcidas”. Líneas, a veces sinuosas, a través de
las cuales el Plan Evolutivo se despliega. Todo ocurre causalmente, que no es lo mismo que
casualmente, es decir, respondiendo a causas conocidas y desconocidas. Nada de lo que nos pasa
es estéril y en realidad, todos los acontecimientos tienen su intencionalidad evolutiva por
contradictorios o estériles que parezcan. Intuimos que la vida es aprendizaje, y desde tal
perspectiva no hay noticias esencialmente buenas o malas, ya que tal aprobación o condena es
interpretación no sólo parcial, sino también transitoria. Para ser consciente del alcance y la
intención evolutiva de los acontecimientos que nos afectan, conviene preguntarse, “¿en qué me
beneficia esta situación?, “¿qué hay detrás de esta noticia?”, “¿qué voy a aprender en esto que se
avecina?”, “¿cuál es el mensaje que este inesperado hecho anuncia?”
Lo primero que nos llega, es la superficie y la piel de las cosas. Sin embargo, la trans-aparencia
es lo que va más allá, la intencionalidad que subyace tras la apariencia. Se puede ser muy vistosa
por fuera y muy descuidada por dentro. Se puede tener un coche muy bonito y vivirse en una
mente ansiosa. Se puede mandar mucho a diversas gentes y morir de sed de amor y pertenencia.
Un copa preciosa no siempre contiene un vino de cosecha...
La pérdida de un ser querido, a veces, pone en marcha un gran cambio cuyo camino madura a la
propia persona y abre la conciencia. La pérdida de un trabajo puede suponer la liberación de
unos moldes ya aprendidos y el comienzo creativo de una visión más amplia. Una enfermedad, a
menudo, trae la renovación de muchas costumbres y el cambio de vida que uno anhelaba. El
suceso llega. Más tarde, nuestra mente espera atenta mientras la vida fluye llena de aperturas que
alivian la presión del alma. El milagro sucede cuando atestiguamos la que sucede y confiamos en
la acción inesperada.
157
VERDAD
Dios no tiene religión. Mahatma Gandhi.
En pleno desarrollo de la Era Patriarcal, el ser humano proyecta un Dios-Padre que habita en los
cielos, que te ve sin ser visto y que tiene el poder de premiar y castigar, como lo haría un
superpadre o un supra-rey. Un nuevo dios que, a la imagen de cualquier monarca de la época,
exige adoración a su nombre, marca las reglas del juego y nombra a súbditos sacerdotales para
intermediar su acción. Un ente tan benévolo como justiciero y tan castigador como fuente de
misericordia.
Tras la hegemonía de las ideologías y de las proyecciones del Espíritu, brota la conciencia
testigo, el “darse cuenta”, la observación neutra y desapegada que relativiza todo lo pensable. Un
vacío ecuánime como esencia de todo. Uno ya no está en el Universo, de pronto es el Universo el
que está dentro de la propias profundidades de la mente. Tras un largo proceso de diferenciación,
todo deviene integrado en una unidad supraconsciente. Uno realiza que no existe luz y oscuridad,
sino que en realidad, es tan sólo su mente la que percibe Luz y ausencia de Luz. La dualidad
158
mental se trasciende hacia una nueva identidad esencial e inefable, El Ser se recrea como Océano
de Conciencia e Infinitud. Y así como la Luz es tiempo cero y ocupa todos los espacios, de la
misma forma, la verdadera naturaleza de la mente es omnipresente, ocupa la totalidad y un
presente infinito. De pronto, uno ES.
VERDAD
La verdad está en el descubrir, no en lo descubierto. Nisargadatta.
El propio hecho de descubrir implica abrir la mirada a un nuevo horizonte. Y tal vez, la labor de
descubrir sea la misión esencial que el ser humano tiene asignada sobre la tierra. Se trata de
perforar cada día nuevas capas de cebolla que nos aproximen al núcleo esencial de todas las
cosas. Cada vez que descubrimos, nos asomamos al balcón de un nueva porción de verdad y de
existencia.
Cuando experimentamos el hecho de descubrir junto a otra persona, se produce un chispazo que
nos hace cómplices del instante mágico del darse cuenta. Cuando descubrimos una cualidad,
hasta entonces oculta o simplemente comprendemos los procesos mentales que nos conforman,
sentimos la felicidad del que se sabe que crece y se libera. Sin embargo, más tarde sucede que la
mente tiende a quedarse enganchada dando vueltas sobre lo descubierto, sin percatarse de que el
verdadero gozo estaba en el descubrir. ¿Existe verdad mayor que la fugaz y luminosa chispa del
descubrimiento?, ¿puede haber algo más bello que compartir, el acontecimiento del descubrir?
Intuimos que somos algo más que cuerpo. Intuimos que algo en nosotros es Luz, Infinitud y
Totalidad. Y sucede que todo aquello que contribuye a descubrir tal esencia, vitaliza los sentidos
y produce júbilo en el alma. Descubrir quiénes somos y descubrir cómo funcionan nuestras
diferentes partes internas, es un regalo tan intenso como pasajero. Algo parecido al relámpago
que al llegar de súbito, todo lo ilumina
Cuantos más rayos tiene una tormenta, más horizonte se descubre aunque sea en una noche de
nubes negras. Vivir en el descubrimiento sostenido conlleva un estado de conciencia que
recuerda al del niño que se sorprende, una y otra vez, porque ve todas las cosas como nuevas.
“Sed como niños para entrar en el Reino”, dijo el Lúcido refiriéndose al estado de suprema
inocencia. Un estado que carece de memoria y anticipación y en el que, en cada instante, se
descubre maravillado una existencia nueva. Redescubramos al niño interno y rescatemos su
inmensa grandeza. Ahora ya somos conscientes del regalo que supone recrearnos en la
perfección que subyace tras nuestras luces y sombras internas.
Lo que ha sido descubierto, pasado un instante, ya queda viejo. Sin embargo, el descubrir es
siempre fresco. Una experiencia que no depende de lo de fuera, de sus artilugios, ni de los
“efectos especiales” que adornen las superficies externas. El descubrir depende de la actitud con
que se encara la vida, depende de la capacidad de vaciarse y soltar registros ya vividos, archivos
que se proyectan en todo aquello que uno mira con carga vieja. El descubrir supone soltar
suposiciones y neutralizar el control que quiere ejercer la cabeza. Merece la pena abrirse a lo
nuevo y recordar que todo lo recién nacido está en sus ojos y no precisamente en las “afueras” de
su propia cara.
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La conciencia creativa permite, en cada momento, que uno se construya la vida como si de
pintar un lienzo se tratara. Para ello, el artista descubre la chispa de la siguiente pincelada. Y
aunque ignora lo que va hacer luego, confía que en el paso siguiente, descubrirá la forma y
resolverá la encrucijada. El camino se hace al andar, descubriendo, cada segundo, el lugar de la
próxima pisada. La anticipación emocional condiciona la mente a tener que vivir lo que
previamente programó en la proyección al futuro de su propia historieta. Cuando vamos a una
fiesta con la intención de repetir el gozo de la anterior, decimos adiós a lo nuevo y apostamos
por una frustración completa. En realidad, el que descubre es el que despierta.
VERDAD
La ciencia sin espiritualidad nos lleva a la destrucción y la infelicidad Ghandi
Un número cada vez mayor de personas afirman que el actual sistema socio-económico basado
en el consumo, no da la felicidad ni tan siquiera la señala. Sin embargo, muy pocos son los que
logran inmunizarse de la hipnosis colectiva que se ha instalado en las mentes de la llamada
sociedad mercantil. El materialismo científico ha inspirado un modelo de persona que sobrevive
inmersa en el ansia de dinero y que sueña con un milagro con nombre de lotería o quiniela. El ser
humano actual quiere acumular cosas y cuando logra adquirirlas, ya está siendo amenazado por
la oferta de los nuevos modelos que aparecen en el mercado con más prestaciones y ventajas. La
hipnosis que sufre la mente humana y que tan bien queda reflejada en la película Matrix se apoya
en letreros luminosos llenos de palabras mágicas al estilo new-model o súper-lux que brillan
tintineantes, atrayendo a consumidores enfebrecidas que acuden en masa.
Se piensa que lo espiritual tiene que ver con lo religioso, pero, en realidad, ¿qué es lo espiritual?.
Desde luego que nada tiene que ver con las creencias míticas en las que se basan las religiones
para su existencia. La conquista de la mente racional ha superado la fe ciega en la existencia
histórica de las variadas vírgenes que han dado a luz avatares fundadores de religiones. Lo
espiritual ha dejado de estar colonizado por los milagros y las Iglesias, habiendo penetrado en el
reino íntimo y privado de las personas. El Espíritu ya es alcanzado sin necesidad de negar a la
carne, ayunar en la montaña y despreciar el dinero y la tecnología de la ciencia. La espiritualidad
brota del corazón humano y se expresa escuchando la voz del silencio y los ecos del alma. Sus
códigos no están escritos y no precisa de sacerdotes que intermedien, ni de dioses que perdonen
culpas y borren temores de eternas amenazas. Ya no hay ritos obligados, ya no hay devociones
oficiales y superfluas. Hoy la relación con el Espíritu se llama consciencia y se expresa con
integridad e íntima coherencia.
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Si vive usted con Valores, si permite el silencio en su mente, si cultiva el bien-hacer de las
pequeñas cosas, si escucha su voz interna, si cada día hay un propósito en su agenda, si se abre a
su verdad sincera, si mira al cielo estrellado de la noche, si respira consciente observando su
mente, si su vida tiene sentido, si cultiva sus ideas más nobles y luminosas, si desea sentirse útil
al crecimiento de las personas, si siente compasión por los que lloran, si su corazón ofrece la
medicina del alma, si utiliza la tecnología que apoya a la naturaleza y si todo su poder lo utiliza
en la expansión de la consciencia, tal vez, esté usted integrando lo prosaico con la Gracia y la
sobriedad con la abundancia. Algo así como fundir las Ciencias del Espíritu con el Espíritu de las
Ciencias.
VOLUNTAD
He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin
saber que la verdadera felicidad esta en la forma de subir la escarpada.
Gabriel García Márquez
Nuestra mente lineal se marca objetivos para tener un rumbo y no despistarse en tiempos de
tormenta. Una meta sucede a otra mientras el Universo pone en juego recursos que a nuestra
voluntad apoyan. Sin embargo, una vez llegados a la cima de la montaña, no tardamos en
escudriñar el horizonte tras sentir una fuerza interna que demanda seguir la marcha. Una fuerza
por la que comenzamos a mirar otra montaña, a veces más alta y escarpada.
“Veo una meta, la alcanzo, veo otra meta”, dice Sagitario apuntando con su arco, dispuesto a
lanzar otra flecha. Cada objetivo es un pretexto para que nuestra mente concrete y movilice
partes insospechadas. Al parecer, el ser humano goza optimizando capacidades que su peculiar
diseño “trae de fábrica”. Cada cima es un cliché que activa la sensación de ir hacia alguna parte y
así, evitar la confusión ante los vientos y las mareas. En realidad, los objetivos y las metas son
los grandes pretextos que una parte de nosotros requiere para afirmar sus propósitos en el tipo de
vida por el que opta.
Cada ser humano, mientras sube y baja de las muchas cimas de la vida, busca la felicidad que se
supone encontrará en cada llegada. Sin embargo, si uno se detiene y se pregunta, ¿qué es la
felicidad?, tal vez sepa que ésta es una, pero la manera de encontrarla es realmente variada. Cada
persona modela la forma que tiene su cima anhelada. Y esa víspera gozosa de logro amortigua
los efectos dolorosos de las tormentas de montaña. Habrá personas para quienes la cima será
construir la casa de sus sueños, amplitud, jardines, vistas amplias. Sin embargo, a menudo, lo
que en realidad quieren es un lienzo en el que hoy se planta y mañana se adorna, una base sobre
la que crear lo que nunca acaba. En realidad, saben que el goce está en el construir, más que en la
obra construida.
Otras personas centrarán su cima en el hecho de viajar a diferentes culturas y cuestionar otros
puntos de vista. Y en realidad, lo que a menudo desean, es el viaje hacia dentro que los conecte
con la paz de la esencia. Algo que puede suceder mientras descubren otras culturas y parlotean
en otros idiomas. En realidad, saben que el goce está en el acción de descubrir, no en la cosa ya
descubierta.
161
Para otras personas, la cima será crear, expresar su visión en la familia, en los negocios, en la
política o en papeles de fama y riqueza. Pero unos y otros saben que el gozo está de nuevo, en el
proceso de llegada, en el cada paso recorrido para finalizar la obra. Otras personas pondrán sus
metas en ver crecer a sus hijos, acompañarles en la construcción de sus propias gafas, contemplar
la llegada de los nietos y entregarse al ocaso, mientras llega cada nueva alba. Finamente, uno
realiza que el goce está en el abrazar, no en lo abrazado, y en el crear vida, no en lo vida creada.
Hay personas que consideran la cima de su montaña como el logro de vivirse en una mente
sosegada. Un estado de consciencia desde el que fluir como fluye el río dejando que el océano
nos encuentre, mientras damos de beber, lavamos las heridas y regamos los árboles y facilitamos
cosechas. Un flujo más allá del tiempo en el que a nuestro paso refrescamos a los que parecen
tener la lengua y el alma seca. Una mente sosegada para vivir en paz, tanto en los claros como en
la oscuridad de las tormentas. Una mente sosegada para ver más allá de las los valles y de las
cimas. Una mente sosegada para atestiguar con ecuanimidad el vaivén de todos los opuestos de
la existencia.
VOLUNTAD
La mente crea el puente, pero es el corazón el que lo cruza. Nisargadatta.
El camino de la vida parece ser una travesía hacia la realización de nuestra particular misión.
Paso a paso, ciclo a ciclo, el viajero recorre paisajes emocionales en los que, a veces, queda muy
poca motivación y entusiasmo para seguir la marcha. El peregrino que uno lleva dentro sabe muy
bien que cada jornada, por muy vulgar que a menudo parezca, es un trozo del camino hacia la
realización del alma. Para ello, viaja atento a las señales del cielo que, apareciendo aquí y allá,
confirman la dirección y aseguran el contacto mágico durante la jornada.
¿Qué es el corazón?, ¿un órgano fisiológico que bombea?, ¿acaso el centro del sentimiento
opuesto a la cabeza? El corazón es algo más. Tal vez es el núcleo de todo y el móvil esencial de
la existencia. A veces se ocupa de la motivación, otras, de poner en marcha grandes y pequeñas
empresas, pero lo que sin duda siempre ha hecho, fue calentar el pecho y diferenciarnos de las
máquinas.
Si su corazón está algo cerrado por el dolor sufrido en experiencias pasadas, respire profundo y
decida abrir su “coraza”. Tal vez usted intuye que ahora, en el tiempo actual, su mente tiene más
recursos y dispone de más herramientas para mantener la atención y darse cuenta. Si
simplemente quiere abrir su corazón y de nuevo encender la llama, confíe. Semejante propósito
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es algo que, por su grandeza y trascendencia, merece convocar toda la energía disponible en las
altas esferas.
Para el despierto ya no hay buena ni mala suerte, ni culpables ni inocentes, ni queja alguna por lo
sucedido con apariencia de desgracia. Tan sólo reconoce un flujo de vida detrás de todas las
cosas que, a través de luces y sombras, forma una conjunción perfecta. Para el despierto, el
mundo es la plataforma de desarrollo en la que practicar el gran juego del despertar de la
consciencia. La vida de cada día ya no es buena ni mala, simplemente es oportunidad de
aprendizaje y expansión de una visión que todo lo abarca. Se trata de seres humanos que, en un
momento del camino, se orientaron a la Transparencia. Desde entonces, nada es casual en sus
vidas ni en sus obras. Sienten que las piezas encajan y que todo lo que llega sirve para dinamizar
el crecimiento y actualizar potencialidades insospechadas.
El despierto, antes de conquistar tal rango, era un ser común, alguien a quien asaltaba la congoja,
el miedo y la incertidumbre en los días de tormenta. Su vida no tenía gran sentido y cada
mañana, al despertar no sentía resortes que lo separaran con entusiasmo de la almohada. Tan sólo
vivía trabajando para sostener el esquema y seguir la senda que le ofrecieron los que, como él,
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caminaban a ciegas. Cada día que pasaba, sentía estancamiento y contradicción y, sin embargo,
no veía salida ni puertas abiertas. A veces, pensaba que la vida era una “enfermedad por
transmisión sexual”, otras, se pensaba como un insatisfecho que no merecía lo que ésta le daba.
A menudo, temía vivirse en un ser inmaduro que con nada se contentaba. Así pasaban los días y
las noches, sintiendo que, aunque sucedían muchas cosas, de lo que en realidad le importaba, no
pasaba nada. Mientras tanto, en lo profundo de su ser, se abonaba la semilla del despertar, el
núcleo lúcido que late silencioso y amigo en el seno del alma.
Tras un ciclo de crisis, llega un día con apariencia de otro cualquiera en el que la semilla se
despliega y despierta su consciencia. De pronto, tiene la certeza de que su vida ya no será igual y
que los viejos problemas ya no le afectan. Ahora sabe con certeza que su destino no será como
apuntaba su vida pasada. Ahora se siente libre y lleno de posibilidades insospechadas. Se han
disuelto las resistencias al cambio y se han evaporado las dudas intelectuales acerca de la
plenitud y la trascendencia.
El recién despierto emprende una peregrinación sutil mientras se ocupa de los asuntos de la
materia. Un camino Mayor que le guiará a sucesivas ampliaciones de su mirada. Busca el rastro
de sabiduría que le lleve al íntimo Recuerdo mientras suelta viejas costumbres y establece nuevas
relaciones más en sintonía con su alma. Su camino ya es por dentro y por fuera, ahora ya maneja
la sensibilidad y la ciencia. Se siente cómplice de una intuición que le da señales al despertar,
cada mañana. El despierto ya es consciente y fluye por entre los pliegues de lo que subyace tras
las apariencias.
VOLUNTAD
Has de decidir si quieres actuar o reaccionar.
Si no resuelves cómo jugarás en la vida, ella siempre lo hará contigo. Merle
Shain
Conforme el ser humano desarrolla la consciencia y se percata de todos los procesos que su
mente expresa durante el día, está en condiciones de evitar la “reacción” automática y ejercer la
“acción” voluntaria y consciente.
Este principio señala que, conforme el ser humano incrementa su nivel de consciencia, desarrolla
asimismo la capacidad de imaginar su vida y, en consecuencia, reinventarse a sí mismo y renovar
la existencia. Si en este mismo momento, alguien le pregunta qué es lo que quiere usted de la
vida, tal vez se sorprendería de la cantidad de titubeos y generalizaciones que su mente haría. Es
muy posible que nos dé miedo concretar lo que queremos de la vida y, tal vez, la causa de esa
resistencia esté en el hecho de vivir en “la caja” que nuestros hábitos mentales conforman. La
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mente, al igual que un barco, necesita objetivos y metas para navegar. Si no nos decidimos a
imaginar y crear ese guión para nuestra vida, serán las olas las que guiarán nuestra nave al hilo
de vientos y tormentas. Para navegar la vida, convendrá que pongamos rumbo y dirección.
A tal fin, imagine cómo sería un día completo de su vida, una vez pasados cinco años. Imagine
todo lo que sea usted capaz de crear con su mente ilimitada. No se deje sabotear por sus
creencias limitadoras y ponga el listón bien alto. Escriba el guión de ese día... desde que se
despierta, imagine todo lo que hace durante esas 24 horas de su vida futura. Construya su sueño
minuciosamente y con todos los detalles de que sea capaz, dónde vive, cómo es su casa, con
quién vive, qué decide hacer al levantarse, qué piensa, de qué habla, con quién se encuentra, en
qué trabaja, qué es lo que más le importa de la vida, qué cualidad ha desarrollado en mayor
medida, qué información selecciona, cómo cuida su cuerpo, cómo se alimenta, qué amigos tiene,
cómo cultiva su interior, qué tipo de lectura maneja, cómo es su trabajo y con quién trabaja, qué
le importa, qué aficiones tiene, cuánto dinero gana, cuál es su mayor éxito, cómo se gratifica, a
quién ama, cómo abraza y expresa sus sentimientos, cómo es su sexualidad, a quién beneficia, en
qué es usted más útil, qué proyectos tiene, cuál es su concepción espiritual de la vida, cuál es su
contribución a la sociedad, qué desarrollo ha alcanzado en su mente, qué grado de consciencia
expresa, qué pasa en sus sueños mientras duerme...
Un proceso creador que, al igual que un guión biográfico, conviene realizar por escrito,
liberándose de los sabotajes limitadores que la mente racional tienda a elaborar. Un programa
por el que permitirse todas las utopías que inteligentemente se puedan conformar en la trama de
ese futuro día. Si al finalizar, lo enseña usted a un amigo y éste le dice que está usted loco, eso
significará que su ejercicio ha valido la pena. Pasado el tiempo, sentirá que un día, hace unos
años, usted hizo Magia.
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OBRA PUBLICADA POR EL AUTOR
Libro: “El Observador Número 9”
Libro: “El Tarot del Universo”
Libro: “Cuentos para aprender a aprender”
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