Cadena de Sonrisas Cuentos Imprimir
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Sacristán )
La señorita Elisa aquel día había propuesto un nuevo reto a sus alumnos: la alegría, y lo había
hecho en plan desafío de récord. Les había nombrado "recaudadores" de alegría, para ver qué se les
ocurría con tal de provocar la alegría de los que les rodeaban. Y aunque todos hicieron cosas
realmente encantadoras, aquella vez Carla Simpatías dejó a todos con la boca abierta.
Algunos días después del encargo de la señorita Elisa, Carla apareció cargando un gran saco.
- Aquí traigo toda la alegría que he recaudado en estos días -dijo sonriente.
Todos estaban expectantes, pero la niña no quiso mostrar el contenido del saco. En vez de eso,
sacó una pequeña caja, tomó una cámara de fotos instantánea, y le entregó la caja a la maestra.
La profesora abrió la caja despacio y miró en su interior, y una gran sonrisa se dibujó en su rostro;
en ese momento, Carla le hizo una fotografía. Luego le entregó la foto y un papel.
La maestra leyó el papel en silencio, y cuando terminó, señaló con gesto de sorpresa el gran saco.
Y del saco cayeron cientos de fotos, todas ellas de variadas y bellas sonrisas.
El resto de la clase lo dedicaron a explicar cómo a Carla se le había ocurrido iniciar una cadena para
alegrar un poquito a las personas: en la caja sólo había una foto con una gran sonrisa, y todos, al
abrirla, sentían la alegría que transmitía y respondían a su vez con una sonrisa, casi sin querer. Carla
les sacaba una foto con su propia sonrisa, y les entregaba un papelito donde les pedía que hicieran lo
mismo con otras personas, y le enviaran una copia de las fotografías a la dirección de su casa.
Y durante aquellos días y meses, el buzón de Carla no dejó de llenarse de las fotos de las sonrisas de
tanta gente agradecida, ayudando a todos a comprender que el simple hecho de sonreir ya es un
regalo para todo el mundo.
Desde que era muy niño, Mateo dedicó todas sus energías a
encontrar el Saco Mascota, el más famoso objeto que había creado el
mago Cachuflo. Nadie sabía qué tenía dentro para hacerlo tan
especial, pero según decían, era capaz de hacer todo lo que su amo le ordenara. Mateo, convertido en
un poderoso caballero, fue implacable en su búsqueda, superando todo aquello que se interponía en su
camino, y cuando sus esfuerzos tuvieron recompensa y encontró el saco viviendo escondido en una
cueva, se sintió el hombre más feliz del mundo.
Pero resultó que el saco estaba lejos de ser una buena mascota: gruñía cada vez que le pedían hacer
algo, incluso aunque el caballero le amenazaba con sus armas; si algo se le metía en la cabeza no había
forma de sacárselo, y no dejaba de morder, por más golpes que le daba Carlo para que no lo hiciera.
Decepcionado tras meses de aguantar tan insufrible mascota, Mateo decidió venderla en el
mercadillo, pero era tan molesta e insolente, que apenas nadie se acercaba a preguntar por su precio.
Entonces se le acercó Diana, una anciana mujer ciega, conocida de todos en aquella ciudad por su
amabilidad y optimismo.
Mateo se sintió aliviado al deshacerse del molesto saco, pero al momento vio cómo el saco hacía todo
tipo de juegos y cariñosas piruetas con la anciana. Lleno de sorpresa, lo arrancó de sus manos, pero
nuevamente el saco se tornó agresivo e insufrible. Entonces, rojo de ira, y tras arrojarlo al suelo,
tomó su espada y lo rajó de arriba a abajo.
Y al hacerlo, quedó petrificado. Por el roto comenzaron a salir cientos de pequeños Mateos, todos
furiosos y gritones, que lanzaron toda su furia contra el caballero. Y posiblemente hubieran acabado
con él, si no fuera porque Diana se agachó a tomar el saco, y al hacerlo, todos los Mateos se
transformaron en amables Dianas, volvieron al saco, cerraron la abertura, y comenzaron a jugar con
su nueva dueña...
Así comprendió Mateo que nada había malo en aquel saco que no estuviera previamente en él mismo, y
con el mismo empeño con que persiguió el saco, se propuso mejorarse a sí mismo. Y lo consiguió de tal
forma, que cuando la adorable Diana le dejó el saco poco antes de morir, realizaron juntos tantas
proezas y tan maravillosas, que darían para escribir cien libros.
“Recibimos lo que damos a los demás, así que para recibir cosas buenas debemos dar cosas buenas”
La Silla ( por Pedro Pablo Sacristán )
Había una vez un chico llamado Mario a quien le encantaba tener miles de
amigos. Presumía muchísimo de todos los amigos que tenía en el colegio, y de
que era muy amigo de todos. Su abuelo se le acercó un día y le dijo:
- Te apuesto un bolsón de palomitas a que no tienes tantos amigos como crees, Mario. Seguro que
muchos no son más que compañeros o cómplices de vuestras fechorías.
Mario aceptó la apuesta sin dudarlo, pero como no sabía muy bien cómo probar que todos eran sus
amigos, le preguntó a su abuela. Ésta respondió:
- Tengo justo lo que necesitas en el desván. Espera un momento.
La abuela salió y al poco volvió como si llevara algo en la mano, pero Mario no vio nada.
- Cógela. Es una silla muy especial. Como es invisible, es difícil sentarse, pero si la llevas al cole y
consigues sentarte en ella, activarás su magia y podrás distingir a tus amigos del resto de
compañeros.
Mario, valiente y decidido, tomó aquella extraña silla invisible y se fue con ella al colegio. Al llegar la
hora del recreo, pidió a todos que hicieran un círculo y se puso en medio, con su silla.
- No os mováis, vais a ver algo alucinante.
Entonces se fue a sentar en la silla, pero como no la veía, falló y se calló de culo. Todos se echaron
unas buenas risas.
- Esperad, esperad, que no me ha salido bien - dijo mientras volvía a intentarlo.
Pero volvió a fallar, provocando algunas caras de extrañeza, y las primeras burlas. Marió no se rindió,
y siguió tratando de sentarse en la mágica silla de su abuela, pero no dejaba de caer al suelo... hasta
que de pronto, una de las veces que fue a sentarse, no calló y se quedó en el aire...
Y entonces, comprobó la magia de la que habló su abuela. Al mirar alrededor pudo ver a Jorge, Lucas y
Diana, tres de sus mejores amigos, sujetándole para que no cayera, mientras muchos otros de quienes
había pensado que eran sus amigos no hacían sino burlarse de él y disfrutar con cada una de sus
caídas. Y ahí paró el numerito, y retirándose con sus tres verdaderos amigos, les explicó cómo sus
ingeniosos abuelos se las habían apañado para enseñarle que los buenos amigos son aquellos que nos
quieren y se preocupan por nosotros, y no cualquiera que pasa a nuestro lado, y menos aún quienes
disfrutan con las cosas malas que nos pasan.
Aquella tarde, los cuatro fueron a ver al abuelo para pagar la apuesta, y lo pasaron genial escuchando
sus historias y tomando palomitas hasta reventar. Y desde entonces, muchas veces usaron la prueba
de la silla, y cuantos la superaban resultaron ser amigos para toda la vida.
Idea y enseñanza principal: “No todos quienes nos rodean son amigos de verdad. Los buenos amigos
son los que nos quieren y se preocupan por nosotros”.
La Princesa de Fuego
( por Pedro Pablo Sacristán
Hubo una vez una princesa increíblemente rica, bella y sabia. Cansada de pretendientes falsos que se
acercaban a ella para conseguir sus riquezas, hizo publicar que se casaría con quien le llevase el regalo
más valioso, tierno y sincero a la vez. El palacio se llenó de flores y regalos de todos los tipos y
colores, de cartas de amor incomparables y de poetas enamorados. Y entre todos aquellos regalos
magníficos, descubrió una piedra; una simple y sucia piedra. Intrigada, hizo llamar a quien se la había
regalado. A pesar de su curiosidad, mostró estar muy ofendida cuando apareció el joven, y este se
explicó diciendo:
- Esa piedra representa lo más valioso que os puedo regalar, princesa: es mi corazón. Y también es
sincera, porque aún no es vuestro y es duro como una piedra. Sólo cuando se llene de amor se
ablandará y será más tierno que ningún otro.
Durante los meses siguientes, la princesa se propuso cambiar en el reino, y como con la piedra, dedicó
su vida, su sabiduría y sus riquezas a separar lo inútil de lo importante. Acabó con el lujo, las joyas y
los excesos, y las gentes del país tuvieron comida y libros. Cuantos trataban con la princesa salían
encantados por su carácter y cercanía, y su sola prensencia transmitía tal calor humano y pasión por
cuanto hacía, que comenzaron a llamarla cariñosamente "La princesa de fuego".
Y como con la piedra, su fuego deshizo la dura corteza del corazón del joven, que tal y como había
prometido, resultó ser tan tierno y justo que hizo feliz a la princesa hasta el fin de sus días
“El amor de verdad es la mayor fuerza para cambiar el mundo desde dentro, empezando por nosotros
mismos”
El torito Chispa Brava ( por Pedro Pablo Sacristán
- Si quieres que no te vuelva a ocurrir eso, tendrás que llegar a ser como El torito Chispa Brava. ¿Te
cuento su historia?
- ¡Sí!
- Chispa Brava era un toro de lidia que una vez pudo ver una televisión desde el prado. Televisaban una
corrida de toros, y al ver cuál iba a ser su final, dedicó el resto de su vida a prepararse para aquel
día, el de su corrida. Y no tardó en llegar.
Cuando salió a la plaza, recibió un primer puyazo en el lomo. Era muy doloroso, y sintió cómo su sangre
de toro le pedía a gritos venganza. Pero él sabía lo que tenía que hacer, y se quedó inmóvil. Pronto
apareció el torero provocándole con su capote al viento y su traje rojo. Volvió a sentir las mismas
ganas de clavarle los cuernos bien adentro, pero nuevamente, tragó saliva y siguió quieto. No importó
que siguieran tratando de animar al torito con puyas, banderillas y muletas: siguió tan quieto, que al
cabo de un rato, toda la plaza estaba silbando y abucheando, hasta que decidieron cambiar de toro,
porque resultó el toro más aburrido que se recuerda. Así que Chispa Brava fue devuelto a su prado
para seguir viviendo tranquilamente. Y nunca más trataron de torearle, porque todos sabían que
claramente no servía para las corridas.
Roque no terminaba de creérselo. Pero en los días siguientes trató de hacer caso a aquel chico mayor.
Le costó mucho hacerse el indiferente las primeras veces que se reían de él, pero no fueron muchas,
porque todo resultó como había dicho el chico, y en unos pocos días, los abusones habían encontrado
cosas más divertidas que hacer que meterse con Roque.
Idea y enseñanza principal : La mejor forma de actuar frente a las burlas de otros es a través de la
indiferencia
El espejo estropeado ( por Pedro Pablo Sacristán
Había una vez un niño listo y rico, que tenía prácticamente de todo, así que sólo le
llamaba la atención los objetos más raros y curiosos. Eso fue lo que le pasó con un antiguo espejo, y
convenció a sus padres para que se lo compraran a un misterioso anciano. Cuando llegó a casa y se vio
reflejado en el espejo, sintió que su cara se veía muy triste. Delante del espejo empezó a sonreir y a
hacer muecas, pero su reflejo seguía siendo triste.
Extrañado, fue a comprar golosinas y volvió todo contento a verse en el espejo, pero su reflejo seguía
triste. Consiguió todo tipo de juguetes y cachivaches, pero aún así no dejó de verse triste en el
espejo, así que, decepcionado, lo abandonó en una esquina. "¡Vaya un espejo más birrioso! ¡es la
primera vez que veo un espejo estropeado!"
Esa misma tarde salió a la calle para jugar y comprar unos juguetes, pero yendo hacia el parque, se
encontró con un niño pequeño que lloraba entristecido. Lloraba tanto y le vio tan sólo, que fue a
ayudarle para ver qué le pasaba. El pequeño le contó que había perdido a sus papás, y juntos se
pusieron a buscarlo. Como el chico no paraba de llorar, nuestro niño gastó su dinero para comprarle
unas golosinas para animarle hasta que finalmente, tras mucho caminar, terminaron encontrando a los
padres del pequeño, que andaban preocupadísimos buscándole.
El niño se despidió del chiquillo y se encaminó al parque, pero al ver lo tarde que se había hecho, dio
media vuelta y volvió a su casa, sin haber llegado a jugar, sin juguetes y sin dinero. Ya en casa, al
llegar a su habitación, le pareció ver un brillo procedente del rincón en que abandonó el espejo. Y al
mirarse, se descubrió a sí mismo radiante de alegría, iluminando la habitación entera. Entonces
comprendió el misterio de aquel espejo, el único que reflejaba la verdadera alegría de su dueño.
Y se dio cuenta de que era verdad, y de que se sentía verdaderamente feliz de haber ayudado a aquel
niño.
Y desde entonces, cuando cada mañana se mira al espejo y no ve ese brillo especial, ya sabe qué tiene
que hacer para recuperarlo
Dicen que una vez alguien confundió sus colorados mofletes con dos tomates, y
que al ir a arrancarlos, se quemó la mano. Y es que no era para menos, porque
Álvaro era el niño con más vergüenza y miedo al ridículo que uno pueda
imaginarse; bastaba con que ocurriera cualquier pequeña contrariedad para que se pusiera rojo como
una guindilla. Así que el día que le ocurrió algo ridículo de verdad, parecía que iba a estallar de
vergüenza.
Álvaro estaba con su amigo Jaime preparando la obra de teatro de "Los tres cerditos", en la que
Jaime participaba. Estuvieron jugando un rato hasta que Álvaro recordó que había invitado esa tarde
a Dora, la niña más dulce, guapa y lista de la clase, a merendar a su casa, así que salió corriendo hacia
el patio, donde encontró a Dora, y le dijo:
Y justo cuando estaba acabando la frase se dió cuenta de que había olvidado quitarse la careta y el
disfraz de cerdito! Dora quedó petrificada, todos a su alrededor comenzaron a reir, y el pobre
Álvaro, incapaz de reaccionar, sólo pensó: ¡tierra, trágame!
Al instante, desapareció bajo la tierra y se encontró en un lugar increíble: ¡allí estaban todos los que
alguna vez habían deseado que les tragara la tierra! y no era raro , porque casi todos tenían un
aspecto verdaderamente ridículo y divertido. Así conoció al atleta que empezó a correr en dirección
contraria y creyó haber ganado por mucho, a la señorita calva que perdió la peluca en un estornudo o a
la novia que se pisó el vestido y acabó rodando como una albóndiga. Pronto se enteró de que la única
forma de escapar de aquel lugar era a través de la risa, pero no de una risa cualquiera: tenía que
aprender a reirse de sí mismo. Y era difícil, porque algunos llevaban años allí encerrados, negándose a
encontrar divertidos sus momentos de mayor ridículo; pero Álvaro se superó y supo encontrar en
aquellos momentos de tanta vergüenza una forma de hacer reír a los demás y darles un poco de
alegría. Y cuando se vio a sí mismo con la careta de cerdo, hablando de chorizo con Dora, no pudo
dejar de reírse de la situación.Al momento volvió a estar en el colegio, delante de Dora, justo donde
había dejado su frase. Pero esta vez, lejos de ponerse colorado sin saber qué decir, sonrió, se quitó la
careta y meneando su traserito de cerdo dijo:
Dora y todos los demás encontraron divertidísima la broma, y desde aquel día, Álvaro se convirtió en
uno de lo chicos más divertidos del colegio, capaz de reírse y hacer chistes de cualquier cosa que le
ocurriera.
Idea y enseñanza principal : La mejor forma de luchar contra la timidez y el miedo al ridículo es
aprender a reírse de uno mismo
El origen de la felicidad ( por Pedro Pablo Sacristán )
Valor Educativo:
Caridad, bondad
Había una vez un niño que era muy feliz, , aunque no tenía muchos juguetes ni dinero. Él decía que lo
que le hacía feliz era hacer cosas por los demás, y que eso le daba una sensación genial en su interior.
Pero realmente nadie le creía, y pensaban que no andaba muy bien de la cabeza. Dedicaba todo el día a
ayudar a los demás, a dar limosna y ayuda a los más pobres, a cuidar de los animales, y raras veces
hacía nada para sí mismo.
Un día conoció a un famoso médico al que extrañó tanto su caso, que decidió investigarlo, y con un
complejo sistema de cámaras y tubos, pudo grabar lo que ocurría en su interior. Lo que descubrieron
fue sorprendente: cada vez que hacía algo bueno, un millar de angelitos diminutos aparecían para
hacerle cosquillas justo en el corazón.
Aquello explicó la felicidad del niño, pero el médico siguió estudiando hasta descubrir que todos
tenemos ese millar de angelitos en nuestro interior. La pena es que como hacemos tan pocas cosas
buenas, andan todos aburridos haciendo el vago.
Y así se descubrió en qué consiste la felicidad, y gracias a ese niño todos sabemos qué hay que hacer
para llegar a sentir cosquillitas