02 - Chicos en Banda + Cuestionario. Duschatzky

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Extracto de Chicos en Banda, Los caminos de la Subjetividad en el declive de las

instituciones, de Silvia Duschatzky y Cristina Correa. Ed. Paidos.


Adaptación de Marcela Quinteros

La escuela sabe, o supo, de tiempos estables, regulares y de progreso. Pensar la situación de la


escuela hoy, en una coyuntura singular que se ha denominado “declive de las instituciones en
tiempos de fragmentación”, es pensar qué estatuto tiene la escuela en la subjetividad de los chicos ,
y en particular, de aquellos chicos para los cuales la institución escolar ya no constituye la llave para
alcanzar un futuro ni un lugar de fuerte inscripción. Para ellos la escuela no está presente en su
discurso; no es que no esté pronunciada, dicha o explicitada, sino que no se registran sus marcas.
¿Qué es lo que figura en sus dichos? La fraternidad entre pares, la fragilidad de las figuras adultas,
el aguante, valores propios, percepción constante de riesgo… ¿Qué pasa con aquellos chicos que
hacen sus inscripciones de otro modo que no es el habitual en relación con el proceso que se lleva a
cabo dentro de la escuela común? Algunos de ellos habitan la periferia de Córdoba y asisten a las
llamadas “escuelas urbano-marginales”.
El escenario que les toca vivir está marcado por la operatoria de la exclusión y la expulsión social .
La exclusión se caracteriza por el acento en un estado: significa estar fuera del orden social. La idea
de expulsión social, en cambio, refiere a la relación entre ese estado de exclusión y aquello que lo
hizo posible. Mientras que el excluido es un producto, un dato, un resultado de la imposibilidad de
integración, el expulsado es la consecuencia de una operación social, tiene un carácter móvil. Esto
permite nombrar una manera de constituirse en lo social. El proceso de globalización necesita de
integrados y de expulsados. Los últimos no son una falla sino, precisamente, un modo constitutivo
de lo social. La expulsión produce un ausente, un desaparecido de los escenarios públicos y de
intercambio, aquel que pierde visibilidad, nombre, palabra. Él representa una nuda vida, concepto
acuñado por Walter Benjamin y recuperado por Giorgio Agamben, italiano que ocupa el lugar de
enseñanza dejado por Foucault. Agamben define la vida humana como aquellos modos, actos y
procesos singulares del vivir que nunca son plenamente hechos sino siempre y sobre todo
posibilidades y potencia. Un ser de potencia, un ser cuyas posibilidades son múltiples. Un ser nuda
vida constituye, en cambio, un ser al que se le han consumido las potencias, sus posibilidades .
Aquel sujeto privado de realizar formas múltiples de vida se convierte en nuda vida. Si un individuo
deja de realizarse en sus inscripciones múltiples como trabajador, hombre, hijo, padre, estudiante,
se aproxima a la nuda vida. Así pues, cuando se habla de nula vida se centra en destacar las
condiciones sociales productoras de expulsión.
Se trata, entonces, de interrogarse acerca de qué es posible hacer en estas condiciones, qué es
lo que ocurre en bordes de esta realidad. Los indicadores como falta de trabajo, estrategias de
supervivencia que rozan con la ilegalidad, violencia, falta de escolaridad o escolaridad precaria,
disolución o ausencia de vínculos familiares, retratan determinaciones pero no hablan de sujetos. Si
de lo que se trata es de indagar las formas de habitar estas nuevas condiciones, ya no solo de
pobreza sino de expulsión social, se debe distinguir entre datos y prácticas de subjetividad, es decir,
operaciones que pone en juego el sujeto en esa situación de expulsión.¿En qué medida el tránsito
por la escuela deviene en experiencia de construcción subjetiva? ¿Qué escuela tenemos hoy? Las
formas de producción de la subjetividad no son universales ni atemporales sino que se inscriben en
condiciones sociales y culturales específicas. ¿Cuáles son estas nuevas condiciones? Se destaca
en primer término una alteración fundamental en el suelo de constitución subjetiva: el
desplazamiento de la promesa del Estado por la promesa del Mercado. La potencia soberana del
estado que marcó la organización social durante los siglos XIX y XX se muestra ahora impotente .
¿Qué significaba ser argentino en los primeros sesenta años del siglo XX? Qué era o qué
garantizaba un mínimo de identificación nacional, según la historiadora B. Sarlo, estaba
caracterizado por tres cualidades: ser alfabetizado, ser ciudadano y tener trabajo. Estas
características nombraban a un sujeto anclado en un lazo social y filiado a una genealogía cultural.
Pero, ese estado nación, con sus instituciones principales familia y escuela, ha dejado de ser el
dispositivo fundante del sujeto. Y a diferencia de él, el mercado no impone un orden simbólico
articulador, sino que sólo se dirige a un sujeto que tiene derechos en tanto consumidor. La familia
como célula básica de la sociedad, lugar de protección y cuidado, instancia organizadora en torno a
la ley y epicentro de formación de valores, hoy ha caído en desuso.

La Familia, como instancia que hacía posible la inscripción en una genealogía que brindaba
sostén y referencia a sus miembros, se encuentra en crisis y aquel orden social que le confería a ella
la tarea de constituir la matriz subjetiva de futuros ciudadanos se ubica en jaque, junto a la caída de
un estado nación. Es necesario repensar la categoría de familia, ya que emergen múltiples modos
de vínculos. Con respecto a la elección fraterna que hacen los chicos de la calle, las relaciones de
amigos, de pares con quien se comparte la experiencia cotidiana de la calle, bosquejan nuevos
marcos que funcionan como usinas de valoraciones y códigos que estructuran la experiencia de los
sujetos. Más que la escuela o la familia el grupo de pares aparece como el portador de patrones de
identificación. Los valores surgen de la experiencia y no al revés. Mientras que el ciudadano
resultaba de una definición de valores previa a la práctica (respetar la ley, cumplir con las
obligaciones públicas, ser portadores de derechos), la fraternidad y el aguante son valores preciados
y construidos al calor de la experiencia. Pertenecer a los chicos de la calle, hacer banda sostiene
valores como no hablar, no cantar, no delatar, valores producidos como efectos de la experiencia
Ante el agotamiento del dispositivo familiar, que afecta también al lugar de la institución escolar,
¿cuál es, en este mapa, la posición de la escuela?; ¿qué experiencias escolares se pueden producir
en estas situaciones de profunda alteración?; ¿qué tipos subjetivos se habilitan en esas
experiencias? Transitaremos por tres categorías, de destitución, resistencia e invención, a fin de
analizar los diferentes modos de habitar la caída del dispositivo pedagógico moderno. Tales
categorías implican tres formas de posicionarse:
a)-posiciones desubjetivantes; hace referencia a una posición de impotencia, a la percepción de
que en la escuela no se puede hacer nada distinto de lo que se presenta. En el discurso que se
puede escuchar “los alumnos tiene mal comportamiento”, “tienen problemas”, “son rebeldes”, “tienen
valores cambiados”, “no están cuidados”, “no hay autoridad que los pueda regir”, “están mucho en la
calle”, “están sin límites...”.Desde el relato docente, el problema es de impotencia enunciativa, lo que
resulta igual a la desubjetivación de la tarea de enseñar. ¿Implica falta de capacitación como
educador? Creemos que el problema de impotencia no constituye un problema relativo a las
personas sino a los dispositivos. La impotencia no es de los maestros sino de lo que alguna vez fue
instituido. No se trata, entonces, de retornar a representaciones eficaces en otros tiempos sino de
pensar formas alternativas, inéditas
b)-posiciones de resistencia; se vincula con verbalizaciones como “antes los chicos eran
diferentes”. La diferencia decisiva, podemos decir, consiste en que antes se dejaban educar, instituir,
moldear por la institución y pareciera no ser así con los de ahora. El respeto a la autoridad, la
disposición a la obediencia, la sumisión, el deseo de progreso constituían la matriz básica de la
educabilidad en la escuela. Ahora no sólo no hay expresión de esa matriz básica sino que hay
resistencia a dejarse moldear por esa matriz. Lo instituido por la familia burguesa y la escuela estatal
hoy se encuentra en crisis. Los docentes hablan de lo que los chicos ya no son y ese no ser revela
un ser que fue instituido en otro tiempo, un ser histórico. ¿Qué es lo que ha dejado de operar para
que no sean... respetuosos, obedientes, estudiosos, disciplinados? Si ya no son se debe a que las
condiciones institucionales que hicieron posible otrora tales tipos subjetivos hoy han perdido eficacia.
La posición docente de resistencia da cuenta de un modo de abroquelarse en representaciones que
han perdido la capacidad de nombrar las alteradas condiciones actuales de enunciación, de nombrar
qué es ser un estudiante y qué es ser un maestro hoy. La resistencia es la expresión del desacople
de esas representaciones perimidas y situaciones del presente que no se dejan nombrar por
aquellas. Quien resiste insiste en seguir suponiendo un alumno que ya no existe. De este modo,
cuando estamos frente a quien contradice esas expectativas, se lo piensa como disvalor o expresión
de violencia. Insistir en estos supuestos es negarse a cambiar las preguntas, lo cual nos arroja al
agotamiento y a la frustración.
c)-posiciones de invención: consiste en un posicionamiento de invención. Si el docente se
encuentra hoy con fenómenos de expulsión social sólo puede adquirir otra manera de posicionarse
si interroga las apariencias de lo imposible y, además, se transforma en creador de posibilidades. La
educación, dice Badiou, es un intento de activar un lugar, una falla, un pliegue donde la posibilidad
de subjetivación quizás no sea legible todavía. La subjetividad supone producir singularidad, esto es,
formas inéditas de operar con lo real que habiliten nuevos modos de habitar una situación. Es aquel
director que frente a la presencia de adolescentes madres habilita un lugar guardería donde los
bebés reciban cuidados mientras sus mamás ocupan la posición de estudiantes reconocidas en su
doble condición de madres y alumnas. No se puede enseñar bajo la represión o la desmentida
de las nuevas condiciones que pueblan el ámbito escolar. La educación como acción igualadora
no debe reproducir sujetos idénticos entre sí, sino hacer posible la inclusión de un sujeto en un
universo de significación de modo tal que ayude a construir su diferencia. Cuando el docente
examina distintas situaciones que se denuncian como imposibles puede también analizar la
contingencia y trabajar para transformarla. Si en la escuela entran los chicos armados y surge la
idea de un armero, más que habilitar un lugar se traza una frontera que delimita el territorio de
enseñanza. No es a los chicos a los que no se les da lugar: los chicos ingresan; las armas, no.
Cambia la posición de enunciación de la escuela. La transmisión en educación se diferencia de la
disciplina y de la fabricación de sujetos homogéneos porque supone poner a disposición de los
chicos textos y lenguajes que los habiten para ser algo más que mera repetición, creando
condiciones que habiliten un por-venir.

1- En aquellos chicos en los que la escuela “NO SIGNIFICA”, “NO FIGURA”, ¿Qué figura?
2- ¿Qué pasa en esos chicos que no hacen su inscripción en relación al proceso que se llevaría a cabo en la escuela?
3- ¿Cuáles son los indicadores de expulsión social?
4- ¿Qué significa (según Agamben) NUDA VIDA?
5- Compara los contextos de producción de subjetividad que se dieron hasta la primera mitad del siglo XX y desde allí hasta
nuestros días?
6- Describe los modos de habitar la escuela hoy

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