ACTIVIDAD
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No supe cuando resolvió la ONU dedicar el año 1979 a los niños del mundo, pero evidentemente, nunca se nos dio
la oportunidad de ser escuchados a quienes tememos, antipatizamos y desconfiamos de esas espantosas criaturas.
Los niños, como la vesícula biliar, son adorables cuando son de uno. No se puede negar que alegran el hogar, dan
compañía y si uno se descuida pueden incluso convertirse en el futuro de la patria. Pero no creo que estos atributos
justifiquen que se les dedique un año entero —doce meses, ¡365 días! — de homenaje mundial.
La vesícula es tan necesaria como los niños, pero a nadie se le ha ocurrido proponer el Año Internacional de la
Vesícula, con el precario argumento de que cada ser humano adora la propia tanto como quiere a sus hijos.
Una cosa, pues, son los hijos y otra los niños. Están muy bien los hijos. Pero convengamos en que los niños —que
son los hijos de los demás— resultan odiosos.
Yo, personalmente, me siento incómodo, nervioso e inseguro ante ellos. Son gente que reacciona de las más raras
maneras. Muchas veces pasó que me correspondía, en el asiento del lado en un bus o en un avión, uno de esos pequeños
monstruos de ojos grandes que lo observan a uno en silencio y con la boca abierta mientras la mamá conversa con la
vecina en el puesto de más allá. Queriendo congraciarme con el inquietante espía de tres años, le hice una mueca (me
avergüenza confesarlo y me sonrojo al solo pensar en ello), le guiñé un ojo o le sonreí grotescamente. Pero, lejos de
provocar una respuesta de simpatía en el niño, lo que hice fue espantarlo y suscitar primero un terremoto de sollozos y
enseguida un llanto estridente y descarado. El epílogo fue siempre el mismo: la mamá se volteó asustada por el berrido del
pequeño, éste me señaló mientras balbuceaba —entre mocos y lágrimas — cosas
ininteligibles, y la madre acabó rescatando su pequeño Frankestein y alzándolo en los brazos con una mirada digna. En
esos momentos, colorado hasta las orejas y objeto de todas las miradas, quise que el avión se cayera o que al bus se lo
tragara la séptima.
Precisamente me mortifica esa facilidad que demuestran los niños para la lágrima. Lloran por todo. Si la comida no
es de su agrado, berrean que parte el alma; si los padres quieren ira cine, lanzan chillidos para hacer pensar a los vecinos
que los están quemando con una
plancha; si uno trata de impedirles que dibujen con un lápiz rojo en la escritura decompraventa de la casa, se lanzan a llorar
sin consuelo durante horas. En cambio, gozan con las cosas más absurdas. Les fascinan unas compotas nauseabundas de
fríjoles con durazno, pollo con fresa, hígado con mermelada. ¿Cómo puede el mundo cifrar sus esperanzas engentes que
adoran la compota fría de hígado con mermelada? También son monotemáticos: si les gusta un chiste, una mueca, una
pequeña pantomima, la harán repetir mil veces. Y en todas las ocasiones se reirán y pedirán otra. Hasta que el adulto,
indefenso y desesperado, pone fin a la función. Entonces vienen los pucheros, los sollozos, el berrido...
Los niños son sucios. Comen mocos, juegan con lo que encuentran en los pañales, se pipisean en los pantalones,
se chupan el dedo gordo del pie. Los niños son sapos; acusan, cuentan los secretos, anticipan las sorpresas, revelan los
escondites. Los niños padecen el terrible vicio de la sinceridad. Si uno le comenta a un amigo que faltó a la reunión porque
estaba enfermo, siempre estará el niño listo a aclarar que no era que el papá estuviera enfermo, sino que prefirió irse a
comer a casa de tío Ernesto, que es el rico de la familia. Los niños son chismosos: "Papi, ¿este señor es el que mami dice
que es un viejo pendejo?". Y son indelicados: "Señor, ¿usted por qué es manco?". Con ellos debe uno andar con las
palabras del "Tuerto" López en los labios: "Cállate niño que me comprometes..." Pero, sobre todo, los niños son crueles.
Descabezan tortuguitas, le hurgan los ojos al gato con un alfiler, cogen a patadas al perro, se burlan del jorobado, imitan en
su presencia al cojo, desvían al ciego para que se golpee contra el poste. Los niños blancos son racistas por naturaleza;
aunque nadie se los haya inculcado, le hacen el feo al niñito negro. Y son clasistas. Se reúnen con los amigos para
comentar a carcajadas el remiendo que tiene el profesor en la camisa o para repetirle en coro a su compañerito pobre que
"Luis no tiene televisor, Luis no tiene televisor, Luis no tiene televisor". Si alguien quiere saber hasta dónde alcanza el
refinamiento cruel de un niño, que le siga la pista a Franti, uno de
losprotagonistas de "Corazón". El representa al niño en su más pura esencia. Los demáspersonajes —Garrón, el albañilito,
etc.— son apenas imágenes ilusas acerca de cómo habría querido Edmundo de Amicis que los niños fueran.
Yo quiero proclamar, en acto de valor que seguramente será aplaudido en el fondo de su corazón por millones de
seres humanos, que detesto a todos los niños. Excepto, claro está, los míos. Que nunca he podido hacer buenas migas con
ellos. Que los considero un error de la naturaleza (Dios, en su sabiduría, creó adultos y, en algún momento, la naturaleza le
jugó chueco y se inventó los niños). Y que rezo todas las noches a San Herodes para que termine pronto ese Año
Internacional que, en alarde de masoquismo, el mundo ha dedicado a esos terribles seres.
Mayo, 1979
1. Según el texto, los niños son d. en boca cerrada no entran moscas.
a. conversadores, sucios y desesperados. 7. Son palabras que connotan los mismo en el texto
d. los niños blancos son racistas por naturaleza, d. anfibología, porque puede prestarse para doble
aunque nadie se los haya inculcado, le hacen el feo interpretación.
al niño negro.
9. El tema del texto es
3. En el párrafo 7 el autor menciona que los niños se
reúnen con sus amigos para burlarse del remiendo a. la crueldad y la perversidad como cualidades
en la camisa del profesor y de su compañero Luis innatas de los niños.
que no tiene televisor. Esto da a entender que los
niños tienen algo llamado b. los niños como seres que podrían ser el futuro de la
patria.
a. humor negro.
c. la intolerancia de algunos adultos hacia los niños.
b. malicia indígena.
d. el año del niño Vs el año de la vesícula biliar.
c. humor verde.
10. El autor establece una analogía entre
d. masoquismo.
a. la ONU y el año de la vesícula.
4. Con respecto a los niños, Daniel Samper se
muestra b. los hijos y los niños.
b. reacción. d. Frankestein.
a. Reflexivo.
b. poético.
c. persuasivo.
d. sarcástico.