Divorcio

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*** g 2/10 pág. 3 “¡Quiero el divorcio!

” ***
“¡Quiero el divorcio!”

La casa está muy deteriorada, es obvio que no se le ha dado mantenimiento. A lo largo de los años,
los embates de muchas tormentas han debilitado su estructura, y parece estar a punto de derrumbarse.

MUCHOS matrimonios de la actualidad se encuentran en condiciones semejantes. Si usted está casado, ¿ha sentido
alguna vez que su relación va por ese mismo camino? En caso afirmativo, recuerde que toda pareja pasa por
dificultades. De hecho, la Biblia admite francamente que “los que se casan tendrán problemas” (1 Corintios 7:28,
La Nueva Biblia Latinoamérica, 1981).
La veracidad de esas palabras se ve corroborada por la conclusión a la que llegó un equipo de investigadores: “En
nuestra sociedad, el matrimonio es la empresa más arriesgada emprendida rutinariamente por el mayor número de
personas. Lo que empieza como una relación muy feliz y prometedora puede convertirse en el empeño más frustrante y
doloroso de la vida de una persona”.
Y en su caso, ¿cómo va su matrimonio? ¿Se ve afectado por uno o más de los siguientes problemas?
● Discusiones constantes
● Palabras hirientes
● Infidelidad
● Resentimiento
Si cree que su relación se ha debilitado y el matrimonio está a punto de derrumbarse, ¿qué debería hacer? ¿Es
necesario recurrir al divorcio?
[Ilustración y recuadro de la página 3]
“EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA”
En algunos países, la tasa de divorcios se ha disparado. Veamos el caso de Estados Unidos, donde por muchos años
casi nadie recurría al divorcio. A partir de 1960, “la tasa aumentó a pasos agigantados”, dice Barbara Dafoe Whitehead
en su libro The Divorce Culture (La cultura del divorcio). Luego añade: “En unos diez años se duplicó. Y  siguió creciendo
hasta principios de la década de 1980, cuando se estabilizó. Para entonces, Estados Unidos tenía la tasa de divorcios
más elevada de todas las sociedades occidentales modernas. Como consecuencia de ese pronunciado y continuo
aumento, en menos de tres décadas, el divorcio dejó de ser algo desconocido y se convirtió en el pan nuestro de cada
día”.

*** g 2/10 págs. 4-8 Cuatro factores para tomar en cuenta ***
Cuatro factores para tomar en cuenta

Después de evaluar los daños, los propietarios tienen que decidir si demolerán la casa o la conservarán.

¿SE ENCUENTRA su matrimonio en una situación parecida? Puede que su pareja haya traicionado su confianza o
que los continuos choques entre ambos hayan empañado la felicidad conyugal. En tal caso, quizás piense: “Ya no nos
amamos” o “No somos el uno para el otro” o “No sabíamos lo que estábamos haciendo cuando nos casamos” o, peor
aún, “Creo que deberíamos divorciarnos”.
Antes de optar precipitadamente por el divorcio, piense un poco. El divorcio no siempre lo soluciona todo. Con
frecuencia, lo único que logra es reemplazar unos problemas por otros. El psicólogo Brad Sachs advirtió lo siguiente en
uno de sus libros: “Durante la separación, las parejas sueñan con el divorcio perfecto: dejar de una vez y para siempre su
vida sombría y tempestuosa para iniciar una existencia plácida y agradable en un acogedor ambiente de paz. Pero el
divorcio perfecto es tan imposible como el matrimonio perfecto” (The Good Enough Teen). Hace falta, pues, conocer los
pros y los contras del divorcio, y ser realistas.
El punto de vista bíblico
La Biblia no considera el divorcio como un asunto de poca importancia. Dice que para Jehová Dios, repudiar al
cónyuge sin suficiente base —tal vez con el motivo de casarse con otra persona— es una traición infame (Malaquías
2:13-16). El matrimonio es una unión permanente (Mateo 19:6). Muchas parejas que se separaron por razones triviales
podrían haber salvado su relación si hubieran sabido perdonar (Mateo 18:21, 22).
Ahora bien, la Biblia sí menciona una base para divorciarse con la posibilidad de volverse a casar: las relaciones
sexuales fuera del matrimonio (Mateo 19:9). Así pues, si su pareja le ha sido infiel, usted tiene derecho a poner fin a la
relación. Nadie debería imponerle su criterio, y este artículo no pretende indicarle qué hacer. La decisión la debe tomar
usted, pues al fin y al cabo se trata de su vida (Gálatas 6:5).
No obstante, la Palabra de Dios señala que “el sagaz considera sus pasos” (Proverbios 14:15). De modo que aunque
usted tenga base bíblica para divorciarse, conviene que reflexione sobre lo que conlleva esa decisión (1  Corintios 6:12).
“Hay quienes creen que tienen que decidirse enseguida —comenta David, de Gran Bretaña—. Pero puedo decir por
experiencia que uno necesita tiempo para pensar bien las cosas.”
Analicemos cuatro factores importantes que debe tener presentes. En los comentarios que se citan a continuación,
notará que ninguna de las personas dice que se equivocó al divorciarse. Pero también observará algunas dificultades
que suelen presentarse unos meses o hasta años después de haberse divorciado.
1 Los problemas económicos
A los doce años de casada, Daniela, de Italia, descubrió que su esposo la había engañado con una compañera de
trabajo. “Cuando me enteré, la mujer ya estaba en su sexto mes de embarazo”, cuenta ella.
Tras un tiempo de separación, Daniela decidió divorciarse. “Yo intenté salvar mi matrimonio, pero él siguió siéndome
infiel”, añade. Aunque está segura de que tomó una buena decisión, confiesa: “Tan pronto como nos separamos, empecé
a pasar penurias. A veces mi cena consistía en un simple vaso de leche”.
María, que vive en España, también sufrió un revés económico. “Mi ex marido no nos da ni un céntimo —explica—.
Por si fuera poco, me mato trabajando para pagar las deudas que él contrajo. Además, tuve que dejar una casa cómoda
y marcharme a un apartamentito en un barrio muy inseguro.”
De lo anterior puede verse que la ruptura matrimonial suele asestar un duro golpe económico a la mujer. Un estudio
que se efectuó en Europa durante siete años reveló que, tras el divorcio, los ingresos del hombre aumentan en un 11%, y
los de la mujer disminuyen en un 17%. Mieke Jansen, el sociólogo que dirigió el estudio, comentó: “Para algunas mujeres
es una situación muy difícil, pues tienen que atender a los hijos, buscar empleo y lidiar al mismo tiempo con el trauma del
divorcio”. El periódico londinense Daily Telegraph informó que, según algunos abogados, dichos factores “están haciendo
que la gente se lo piense dos veces antes de divorciarse”.
En resumen: Si usted se divorcia, puede que sus ingresos se reduzcan. También existe la posibilidad de que tenga
que mudarse. Y si consigue la custodia de sus hijos, quizás le resulte difícil ganarse la vida y cuidarlos debidamente
(1 Timoteo 5:8).
2 El reto de criar a los hijos
“Para mí fue un verdadero trauma que mi esposo me hubiera sido infiel”, dice una mujer de Gran Bretaña llamada
Jane. “Pero lo que más me dolió fue que prefiriera abandonarnos.” Jane se divorció de su marido. Actualmente sigue
convencida de que tomó una buena decisión, aunque reconoce: “Una de las dificultades que tuve que afrontar fue la de
hacer de madre y padre a la vez. Me costaba tomar todas las decisiones sola”.
Graciela, madre divorciada que vive en España, se vio ante una situación similar. “Me concedieron la patria potestad
de mi hijo de 16 años —explica—. Pero la adolescencia es una etapa difícil, y yo no  estaba preparada para criar sola a
mi hijo. Estuve días enteros llorando. Sentía que no servía como madre.”
Quienes comparten la custodia suelen toparse además con otro problema: el de negociar cuestiones tan delicadas
como los horarios de visita, la manutención y la disciplina. Christine, de Estados Unidos, quien también es madre
divorciada, dice: “No es fácil crear un ambiente de colaboración con el ex. Hay muchas emociones envueltas, y si no se
va con cuidado, uno podría acabar valiéndose del hijo para conseguir lo que quiere”.
En resumen: Cuando es un juez quien determina los derechos de custodia, la decisión a veces no es la que uno
preferiría. Y en caso de custodia compartida, quizás su ex no sea lo suficientemente razonable tocante a cuestiones
como los horarios de visita y la manutención.
3 El efecto del divorcio en uno
A Mark, de Gran Bretaña, su mujer le fue infiel dos veces. “La segunda vez no fui capaz de vivir con el temor de que
lo volviera a hacer”, recuerda. Mark se divorció, pero se dio cuenta de que seguía amándola. “Cuando alguien la critica
pensando que así me ayuda, en realidad me hiere —confiesa él—. El amor no desaparece así como así.”
David, mencionado antes, también sufrió mucho cuando descubrió que su mujer mantenía una relación con otro
hombre. “Al principio no podía creerlo —dice—. Yo deseaba pasar mi vida entera con ella y con nuestros hijos.” David
optó por el divorcio, pero se ha quedado hundido en un mar de dudas. “Me pregunto si habrá alguien que pueda amarme
de verdad o si me sucederá lo mismo en caso de que vuelva a casarme. Ya no me atrevo a confiar en nadie.”
Es normal que la persona que se divorcia experimente un torbellino de emociones. Por un lado, puede que todavía
ame a la otra persona, pues al fin y al cabo ambos fueron “una sola carne” (Génesis 2:24). Pero por el otro, quizás esté
resentida por lo que sucedió. Graciela, citada antes, confiesa: “Incluso años después, una se siente confundida,
humillada e inútil; recuerda momentos felices de su matrimonio y piensa: ‘Él solía decirme que no podía vivir sin mí. ¿Me
estaba mintiendo? ¿Por qué dejó de amarme?’”.
En resumen: La ira y el resentimiento por lo que le hizo la otra persona a veces persisten durante algún tiempo.
Además, la soledad puede ser abrumadora (Proverbios 14:29; 18:1).
4 El efecto del divorcio en los hijos
“Fue horrible”, afirma José, padre divorciado que vive en España. “Y cuando me enteré de que el otro hombre era
nada menos que el marido de mi hermana, me quería morir.” José dice que a sus dos hijos —de dos y cuatro años—
también les afectó mucho lo que hizo su madre: “No podían asimilar la situación. No entendían por qué su mamá y su tío
estaban viviendo juntos, y por qué nosotros tres habíamos ido a vivir con mi hermana y mi madre. Si tenía que salir para
algo, me preguntaban: ‘¿Cuándo vas a regresar?’, o me decían: ‘¡Papi, no nos dejes!’”.
Como se ha visto, los hijos suelen ser las víctimas olvidadas del divorcio. Pero hay quienes dicen que cuando los
padres no se llevan bien, lo mejor para los hijos es que se divorcien. ¿Es cierto? En los últimos años, ese criterio se ha
cuestionado, especialmente cuando los problemas no son demasiado graves. El libro The Unexpected Legacy of Divorce
(Las inesperadas secuelas del divorcio) declara: “A muchos padres que se ven atrapados en un matrimonio muy infeliz
les sorprendería saber que sus hijos aceptan la situación bastante bien. Con tal de que la familia esté junta, a ellos no les
importa si mamá y papá duermen separados”.
Los hijos sí se dan cuenta de los desacuerdos entre sus padres, y ese ambiente tenso puede afectar su personalidad.
Ahora bien, presuponer que el divorcio será automáticamente beneficioso para ellos pudiera ser un error. “Parece que la
cohesión que proporciona el matrimonio, aunque este deje mucho que desear, ayuda a los padres a mantener las
normas consecuentes y equilibradas a las que los niños responden”, escriben Linda J.  Waite y Maggie Gallagher en su
libro The Case for Marriage (Argumentos a favor del matrimonio).
En resumen: El divorcio puede perjudicar mucho a sus hijos, particularmente si usted no contribuye a que mantengan
una buena relación con su otro progenitor (véase el recuadro “Atrapada entre ambos”).
Aquí se han analizado cuatro factores que le convendría tomar en cuenta si está pensando en el divorcio. Recuerde
que la decisión de si se divorciará o no de su cónyuge infiel la debe tomar usted. Pero prescindiendo de lo que opte por
hacer, debe pensar en las consecuencias. Tenga presentes los problemas que le sobrevendrán y prepárese para
afrontarlos.
Tras examinar bien esta cuestión, puede que concluya que lo mejor es esforzarse por salvar su matrimonio. Ahora
bien, ¿es realista esa perspectiva?
[Nota]
Se han cambiado los nombres.
[Recuadro de la página 6]
“EL DERECHO NATURAL DE TODO NIÑO”
“Mi padre tuvo una aventura pasajera con su secretaria cuando yo apenas contaba con cinco años. Papá y mamá
acabaron divorciándose. Según el criterio de entonces, ambos cuidaron muy bien de mí. Me tranquilizaban diciéndome
que ellos ya no se amaban, pero que su amor por mí seguía intacto. Y aunque mi padre se fue a vivir solo a un
apartamento en el otro extremo de la ciudad, ambos continuaron satisfaciendo mis necesidades materiales.
”Dos años después, mi madre volvió a casarse y nos fuimos a vivir en el extranjero. A partir de entonces solo veía a mi
padre muy de vez en cuando. En los últimos nueve años hemos estado juntos apenas una vez. No lo tuve a mi lado
mientras crecía, y a mis tres hijos —sus nietos— solo los conoce por las cartas y las fotos que le he enviado. Ellos se
han perdido la dicha de conocer a su abuelo.
”Como hija de padres divorciados, crecí sin aparentes cicatrices. Pero en mi interior me sentía furiosa, deprimida e
insegura sin saber por qué. Desconfiaba de todos los hombres. No fue sino hasta que pasé los treinta años que descubrí
la raíz del problema con la ayuda de una amiga madura. A partir de entonces empecé a corregir mi actitud hostil.
”El divorcio de mis padres me negó el derecho natural de todo niño: sentirse seguro y protegido. El mundo es un lugar
frío y espantoso, pero el núcleo familiar es como un lugar amurallado donde el niño se siente cuidado y confortado. Si  el
núcleo familiar se hace pedazos, el muro protector también se desmorona.” (Diane)
[Recuadro de la página 7]
“ATRAPADA ENTRE AMBOS”
“Mis padres se divorciaron cuando yo tenía 12 años. En cierto modo, para mí fue un alivio. Había más paz y tranquilidad
en la casa, pues ya no tenía que oír sus peleas. Aun así, experimenté emociones encontradas.
”Después de su divorcio, yo quería llevarme bien con los dos, y me esforcé por permanecer lo más neutral posible. Pero
hiciera lo que hiciese, siempre me sentía atrapada entre ambos. Cuando papá me decía que mamá me iba a poner en
contra de él, yo tenía que asegurarle que no era así. Mamá, por su parte, también se sentía muy insegura, pues temía
que papá estuviera sembrando cizaña entre nosotras. Llegó un momento en que, como no quería herirlos, ya no me
sentía libre de hablar con ninguno de los dos sobre cómo me afectaba toda aquella situación. Al  poco tiempo dejé de
tocar el tema de su divorcio.” (Sandra)
*** g 2/10 págs. 8-9 ¿Pueden salvar su matrimonio? ***
¿Pueden salvar su matrimonio?

Los propietarios reconocen que su casa está en malas condiciones, pero han decidido restaurarla.

SI USTED y su pareja quieren rehacer su matrimonio, ¿por dónde pueden empezar? He aquí algunas sugerencias.
1 Tomen una determinación.
Lleguen a un acuerdo. Comprométanse a restaurar la paz en el hogar. Anoten los cambios que piensan hacer.
Si ambos se esfuerzan por cumplir con lo pactado, salvar el matrimonio será una labor de equipo (Eclesiastés 4:9, 10).
2 Identifiquen el problema.
¿Por qué se deterioró su matrimonio? Escriban brevemente lo que hace falta en su relación o lo que desearían que
cambiara (Efesios 4:22-24). Tenga presente que lo que usted y su cónyuge anoten quizás no sea lo mismo.
3 Fíjense una meta.
¿Cómo querrían que estuviera su matrimonio de aquí a seis meses? ¿Qué mejoras concretas les gustaría ver?
Pongan su respuesta por escrito. Al tener una idea clara de lo que se necesita en el matrimonio, les será más fácil
alcanzar su meta (1 Corintios 9:26).
4 Apliquen los consejos de la Biblia.
Una vez que hayan identificado el problema y establecido los cambios que les gustaría hacer, vayan a la Palabra de
Dios en busca de consejo. Sus principios son eternos y muy prácticos (Isaías 48:17; 2 Timoteo 3:17). Por ejemplo, la
Biblia nos anima a perdonarnos unos a otros cuando dice: “Es hermosura de su parte pasar por alto la transgresión”
(Proverbios 19:11; Efesios 4:32).
Aunque al principio les parezca que no logran mucho, no se den por vencidos. El libro The Case for Marriage presenta
los animadores resultados de cierto estudio diciendo: “Por sorprendente que parezca, el 86% de los matrimonios
desdichados que deciden permanecer juntos descubren que cinco años después su relación es más feliz”. Hasta las
parejas que se autocalificaron de muy infelices notaron una considerable mejoría.
Puede que ustedes también vean una mejoría en su relación. Los editores de esta revista —los testigos de Jehová—
han encontrado en la Biblia una serie de principios prácticos para los casados. Muchos matrimonios se llevan mejor
cuando son bondadosos, compasivos y se perdonan liberalmente. No pocas parejas han visto el valor de que la mujer
manifieste un “espíritu quieto y apacible” y que el hombre “no se encoleric[e] amargamente” con su esposa (1 Pedro 3:4;
Colosenses 3:19).
Estos principios bíblicos funcionan porque quien instituyó el matrimonio fue precisamente el autor de la Biblia, Jehová
Dios. ¿Por qué no solicitan a los testigos de Jehová que les enseñen más detalles sobre cómo la Palabra de Dios puede
ayudarles a mejorar su matrimonio?
[Nota]
Para ayudar a las familias, los testigos de Jehová han publicado un libro de 192 páginas titulado El secreto de la felicidad
familiar. Si desea más información, escriba a los editores de esta revista a la dirección que corresponda de las que
aparecen en la página 5.
*** w07 1/5 págs. 19-23 No separemos lo que Dios ha unido ***
No separemos lo que Dios ha unido

“Ya no son dos, sino una sola carne. Por lo tanto, lo que Dios ha unido bajo un yugo, no  lo separe ningún
hombre.” (MATEO 19:6.)

IMAGINE que está a punto de iniciar un largo viaje en automóvil. ¿Surgirán problemas a lo largo del recorrido? Sería
ingenuo pensar que no. Por ejemplo, las malas condiciones del tiempo quizá lo obliguen a aminorar la marcha y conducir
con precaución. En algún momento, tal vez se produzca una avería que usted no pueda reparar, de modo que tenga que
dejar el vehículo al lado de la carretera y buscar ayuda. ¿Lo llevarían estas situaciones a pensar que fue un error salir de
viaje y que debería abandonar el auto? Claro que no. Sabemos que en un viaje largo pueden surgir problemas, y cuando
esto ocurre, buscamos la manera de resolverlos.
2
Lo mismo sucede con el matrimonio. Es inevitable que surjan problemas, y sería ingenuo que una pareja que va a
casarse esperara una vida de total felicidad. En 1 Corintios 7:28, la Biblia advierte francamente que las personas casadas
tendrían “tribulación en la carne”. ¿Por qué razón? En pocas palabras, porque son imperfectas y porque estamos
viviendo en “tiempos críticos, difíciles de manejar” (2 Timoteo 3:1; Romanos 3:23). Por eso, de vez en cuando afrontarán
problemas, incluso si se llevan bien y desean seguir la guía divina.
3
En este mundo moderno, lo primero que se les ocurre a muchas parejas al afrontar problemas es poner fin al
matrimonio. De hecho, el índice de divorcios crece en muchos países a un ritmo vertiginoso. Pero los verdaderos
cristianos afrontan los problemas en vez de huir de ellos. ¿Por qué? Porque consideran que el matrimonio es sagrado, un
regalo procedente de Jehová. Respecto a las parejas casadas, Jesús dijo: “Lo que Dios ha unido bajo un yugo, no  lo
separe ningún hombre” (Mateo 19:6). Hay que admitir que vivir según esa norma no  siempre es fácil. A menudo,
parientes, consejeros matrimoniales y otras personas que no obedecen los principios bíblicos animan a los cónyuges a
separarse o divorciarse sin base bíblica. No obstante, los cristianos saben que es mucho mejor sanar y conservar el
matrimonio que apresurarse a disolverlo. Es esencial que, ya desde el principio, nos determinemos a hacer las cosas
como Jehová quiere, no según los consejos de otras personas (Proverbios 14:12).
Cómo superar las dificultades
4
Es cierto que todos los matrimonios tienen dificultades de vez en cuando, si bien en la mayoría de los casos se trata
de desacuerdos de escasa importancia. No obstante, hay parejas que atraviesan problemas tan graves que amenazan
los cimientos mismos de la relación. Quizás hasta tengan que pedir ayuda a un superintendente cristiano casado y con
experiencia. Pero estas situaciones no son prueba de que su matrimonio sea un fracaso. Simplemente subrayan la
necesidad de ceñirse a los principios bíblicos.
5
Jehová es el Creador del género humano y el Fundador de la institución marital, así que sabe mejor que nadie lo que
necesitamos para tener un matrimonio feliz. La pregunta es: ¿escucharemos los consejos de su Palabra? Si lo hacemos,
no nos arrepentiremos. Jehová le dijo a su antiguo pueblo: “¡Oh, si realmente prestaras atención a mis mandamientos!
Entonces tu paz llegaría a ser justamente como un río, y tu justicia como las olas del mar” (Isaías 48:18). Seguir las
pautas expuestas en la Biblia es la clave del éxito. Veamos primero los consejos dirigidos a los esposos.
“Continúen amando a sus esposas”
6
La carta del apóstol Pablo a los Efesios contiene pautas muy claras para los hombres casados. Pablo escribió:
“Esposos, continúen amando a sus esposas, tal como el Cristo también amó a la congregación y se entregó por ella.
De esta manera los esposos deben estar amando a sus esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa, a
sí mismo se ama, porque nadie jamás ha odiado a su propia carne; antes bien, la alimenta y la acaricia, como también el
Cristo hace con la congregación. Sin embargo, también, que cada uno de ustedes individualmente ame a su esposa tal
como se ama a sí mismo” (Efesios 5:25, 28, 29, 33).
7
Pablo no trata en detalle todo problema imaginable que pueda surgir entre los cónyuges. Más bien, llega al fondo de
la cuestión señalando lo que debe ser un componente esencial de los cimientos de todo matrimonio  cristiano: el amor.
De hecho, el amor se menciona siete veces en los versículos antes citados. Observe también que el apóstol dice a los
esposos que “continúen amando a sus esposas”. Sin duda, se daba cuenta de que enamorarse puede ser mucho más
fácil que seguir enamorado. Tal afirmación es especialmente cierta en estos “últimos días”, en los que tantos hombres
son “amadores de sí mismos” y “no [están] dispuestos a ningún acuerdo” (2 Timoteo 3:1-3). Esas características están
destrozando muchos matrimonios hoy, pero un esposo amoroso no debe permitir que la actitud egoísta del mundo influya
en su modo de pensar y actuar (Romanos 12:2).
Cómo satisfacer las necesidades de la esposa
8
Si usted es un esposo cristiano, ¿cómo puede rechazar las tendencias egoístas y demostrar verdadero amor a su
esposa? En las palabras de la carta a los Efesios citadas antes, Pablo indicó que debe hacer dos cosas: alimentar a su
esposa, es decir, atender sus necesidades, y acariciarla, o cuidarla como a su propio cuerpo. ¿De qué maneras puede
satisfacer las necesidades de ella? Una es materialmente, atendiendo sus necesidades físicas. Pablo escribió a Timoteo:
“Ciertamente si alguno no provee para los que son suyos, y especialmente para los que son miembros de su casa, ha
repudiado la fe y es peor que una persona sin fe” (1 Timoteo 5:8).
9
Sin embargo, no basta con darle un techo, alimento y ropa. ¿Por qué no? Porque un esposo podría satisfacer con
creces las necesidades materiales de la esposa y, aun así, no atenderla bien en sentido emocional ni espiritual. Y esto
último es esencial. Es verdad que muchos varones cristianos están muy ocupados con las tareas de la congregación.
Pero el hecho de tener importantes responsabilidades teocráticas no excusa al esposo de cumplir con los deberes que
Dios le ha asignado como cabeza de familia (1 Timoteo 3:5, 12). Hace unos años, esta misma revista hizo el siguiente
comentario al respecto: “En armonía con los requisitos bíblicos, se puede decir que ‘el pastoreo empieza en casa’. Si un
anciano descuida su familia, pudiera poner en peligro su nombramiento”. Está claro que es vital que usted satisfaga las
necesidades de su esposa, tanto en sentido físico como emocional y, por encima de todo, espiritual.
Cómo cuidar a la esposa
10
El amor debe moverlo a usted, esposo, a cuidar a su esposa y a mostrarle su cariño de varias maneras. En primer
lugar, dedíquele suficiente tiempo. De lo contrario, el amor que ella le tiene podría enfriarse. Piense, también, que su
esposa quizá sienta que necesita más tiempo y atención de lo que usted cree. No basta con que afirme que la quiere.
Ella necesita sentirse querida. Pablo escribió: “Que cada uno siga buscando, no su propia ventaja, sino la de la otra
persona” (1 Corintios 10:24). El esposo amoroso debe asegurarse de saber cuáles son las verdaderas necesidades de la
esposa (Filipenses 2:4).
11
Otra manera de cuidar a su esposa es tratándola con ternura, tanto de palabra como de obra (Proverbios 12:18).
Pablo escribió en su carta a los Colosenses: “Esposos, sigan amando a sus esposas y no se encolericen amargamente
con ellas” (Colosenses 3:19). Según cierta obra de consulta, esta última frase de Pablo puede traducirse “no la traten
como una criada” o “no la conviertan en una esclava”. De seguro, el esposo que se comporta como un tirano —ya sea en
privado o en público— no demuestra amor a su esposa. Al tratarla con aspereza, su propia relación con Dios se ve
afectada. El apóstol Pedro escribió a los esposos: “Continúen morando con [sus esposas] de igual manera, de acuerdo
con conocimiento, asignándoles honra como a un vaso más débil, el femenino, puesto que ustedes también son
herederos con ellas del favor inmerecido de la vida, a fin de que sus oraciones no sean estorbadas” (1 Pedro 3:7).
12
Nunca dé por sentado el amor de su esposa. Dele continuas muestras de cariño. La  forma en que Jesús trató a la
congregación sirve de modelo para los esposos cristianos. Él fue amable, bondadoso y misericordioso con sus
discípulos, incluso cuando en repetidas ocasiones manifestaron malas tendencias; de ahí que pudiera decir a sus
oyentes: “Vengan a mí, [...] porque soy de genio apacible y humilde de corazón, y hallarán refrigerio para sus almas”
(Mateo 11:28, 29). El esposo cristiano imita a Jesús y trata a su esposa de la misma manera como él trató a la
congregación. El hombre que de veras ama a su esposa, y que lo demuestra con sus palabras y sus actos, será para ella
una fuente de auténtico refrigerio y felicidad.
Esposas que obedecen los principios bíblicos
13
La Biblia también contiene principios útiles para las esposas. Efesios 5:22-24, 33 dice así: “Que las esposas estén
en sujeción a sus esposos como al Señor, porque el esposo es cabeza de su esposa como el Cristo también es cabeza
de la congregación, siendo él salvador de este cuerpo. De hecho, como la congregación está en sujeción al Cristo, así
también lo estén las esposas a sus esposos en todo. [...] La esposa debe tenerle profundo respeto a su esposo”.
14
Observe cuánta importancia dio Pablo a la sujeción y el respeto. A la esposa se le recuerda que debe sujetarse a la
autoridad de su esposo, según el orden que Dios ha dispuesto. Todo ser vivo, tanto en el cielo como en la Tierra, está
sujeto a alguien. Hasta Jesús se somete a Jehová Dios (1 Corintios 11:3). Claro está, a la esposa le resultará más fácil
permanecer en sujeción a su esposo si él ejerce su autoridad de la manera apropiada.
15
La esposa cristiana “debe tenerle profundo respeto a su esposo”, como también recalcó Pablo. Ha de manifestar un
“espíritu quieto y apacible”, sin desafiar a su marido ni adoptar una actitud independiente ni arrogante (1 Pedro 3:4).
Asimismo, debe trabajar con empeño por el bienestar de la familia y honrar a su cabeza (Tito 2:4,  5). Procurará hablar
bien de su esposo y no hacer nada que lo rebaje a los ojos de otras personas. Y, además, se esforzará por lograr que las
decisiones que él tome tengan buenos resultados (Proverbios 14:1).
16
El hecho de que la mujer cristiana manifieste un espíritu quieto y apacible no significa que carezca de opiniones o
que sus puntos de vista no sean importantes. En la antigüedad hubo mujeres piadosas, como Sara y Rebeca, que
tomaron la iniciativa y expresaron sus inquietudes, y la Biblia muestra que Jehová aprobó lo que hicieron (Génesis 21:8-
12; 27:46–28:4). Igualmente, las esposas cristianas pueden dar a conocer lo que piensan, pero deben hacerlo con
consideración, sin menospreciar al esposo. De ese modo, probablemente logren que este responda mejor a sus
comentarios.
La fuerza del compromiso
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El matrimonio es un compromiso para toda la vida, así que ambos deben tener el deseo sincero de que su unión
funcione. La falta de comunicación franca contribuye a que las diferencias empeoren y se conviertan en problemas
graves. Muy a menudo, los cónyuges dejan de hablarse cuando surgen desacuerdos, y eso abre la puerta al
resentimiento. Hay quienes hasta buscan la manera de acabar con la relación, quizá alimentando un interés romántico
por otra persona. Jesús advirtió: “Todo el que sigue mirando a una mujer a fin de tener una pasión por ella ya ha
cometido adulterio con ella en su corazón” (Mateo 5:28).
18
A todos los cristianos, incluidos los casados, el apóstol Pablo dirigió este consejo: “Estén airados, y, no  obstante,
no pequen; que no se ponga el sol estando ustedes en estado provocado, ni dejen lugar para el Diablo” (Efesios
4:26, 27). Satanás, nuestro principal enemigo, procura aprovecharse de las dificultades que puedan surgir entre
cristianos. ¡No deje que se salga con la suya! Cuando se presenten problemas, investigue lo que Jehová piensa al
respecto con ayuda de las publicaciones bíblicas, y hable calmada y francamente con su cónyuge. Salve la distancia
entre lo que usted sabe que son las normas de Jehová y lo que en realidad hace para aplicarlas (Santiago 1:22-25).
Resuélvase a seguir andando con Dios en su matrimonio, sin permitir que nada ni nadie separe lo que él ha unido
(Miqueas 6:8).
*** g04 8/9 págs. 26-27 ¿Es el divorcio la solución? ***
El punto de vista bíblico
¿Es el divorcio la solución?
EN Gran Bretaña, un ministro religioso da la bienvenida a los presentes en una ceremonia. Delante de él se encuentra
una pareja con un grupo de amigos íntimos y algunos niños. ¿Una boda feliz? Todo lo contrario. Con esta celebración se
reconoce el final de su matrimonio. En efecto, el divorcio se ha vuelto tan frecuente que algunas iglesias han incluido
ceremonias de divorcio en su liturgia.
¿Está usted pensando en divorciarse? Si así es, ¿llevará una vida más feliz después de romper su matrimonio? ¿Qué
consejos prácticos pueden ayudarle a conseguir la felicidad junto a su cónyuge?
“Tienen que llegar a ser una sola carne”
Cuando Dios casó a la primera pareja humana, indicó que el hombre “tiene que adherirse a su esposa, y tienen que
llegar a ser una sola carne” (Génesis 2:24). Por lo tanto, el matrimonio sería una unión permanente. Jesús más tarde
declaró que la “fornicación” es, según las Escrituras, el único motivo para divorciarse y poder contraer nuevas nupcias
(Mateo 19:3-9).
Esto recalca la importancia de que exista un sentido de compromiso en el matrimonio. Pero ¿y si usted considera que
sus problemas maritales son muy graves?
¿Es el divorcio el proceder más sabio?
Jesús estableció un principio por el que podemos evaluar nuestras acciones cuando dijo: “La sabiduría queda
probada justa por sus obras” (Mateo 11:19). ¿Qué indican los resultados de la abundancia de divorcios precipitados que
se producen hoy día?
“Las ventajas del divorcio se han sobrestimado”, afirma Linda Waite, profesora de Sociología de la Universidad de
Chicago, quien dirigió un equipo de investigación sobre matrimonios desdichados. Asimismo, después de pasar once
años analizando las respuestas de miles de personas, el profesor de la Universidad de Oxford Michael Argyle descubrió
que “los menos felices en la sociedad son los divorciados y los separados”. ¿Cuál puede ser la razón?
Aunque el divorcio logre eliminar algunos problemas, también puede desencadenar una serie de sucesos traumáticos
sobre los que se tenga poco control. Además, las investigaciones demuestran que el divorcio normalmente no reduce los
síntomas de depresión ni aumenta la autoestima.
Aun cuando no se tenga “el matrimonio perfecto”, permanecer junto al cónyuge quizás reporte beneficios. Muchos que
han tomado esa resolución han hallado la felicidad. La profesora Waite asegura: “Con el tiempo, muchas dificultades se
resuelven, y las personas casadas tienden a ser más felices”. De hecho, un estudio revela que casi 8 de cada 10
personas que en un momento se sintieron “muy infelices” en su matrimonio pero que no  se divorciaron, afirmaron estar
“felizmente casadas” cinco años más tarde. Por tanto, las parejas hacen bien en no divorciarse de forma apresurada,
incluso cuando hay problemas graves.
Consejos prácticos
Los que están pensando en el divorcio se deben preguntar si sus expectativas del matrimonio son realistas. Los
medios de comunicación han vendido la imagen de la relación romántica que culmina en una boda muy lujosa con un
final de cuento de hadas. Después de la boda, si las elevadas expectativas no se cumplen, la decepción puede generar
conflictos. Cuando las tensiones se acumulan, llega un momento en que los sentimientos heridos dominan las
emociones. El amor se desvanece, y con el tiempo, lo sustituyen la ira y el odio. En esas circunstancias hay quienes
piensan que la única salida es el divorcio (Proverbios 13:12).
Si ese fuera su caso, en lugar de permitir que los sentimientos negativos influyan en su punto de vista, frecuente la
compañía de quienes tienen un firme sentido de compromiso en el matrimonio. A los cristianos se nos insta a ‘seguir
consolándonos unos a otros y edificándonos unos a otros’ (1 Tesalonicenses 5:11). De seguro las parejas con problemas
necesitan ánimo de sus hermanos en la fe.
La importancia de las cualidades piadosas
“Vístanse de los tiernos cariños de la compasión, la bondad, la humildad mental, la apacibilidad y la gran paciencia”,
exhortó el apóstol Pablo (Colosenses 3:12). Las cualidades piadosas pueden salvar el matrimonio en tiempos de crisis.
Por ejemplo, Pablo escribió: “Continúen soportándose unos a otros y perdonándose liberalmente unos a otros si
alguno tiene causa de queja contra otro” (Colosenses 3:13). Christopher Peterson, psicólogo de la Universidad de
Michigan, dice: “El perdón es la característica más ligada a la felicidad”.
La bondad, la ternura y el perdón llevan al amor, que es “un vínculo perfecto de unión” (Colosenses 3:14). Lo  más
seguro es que usted estuvo felizmente enamorado en algún momento. ¿Puede recuperar el amor que sintió? Sin
importar lo difíciles que sean sus circunstancias, no se desanime. Todavía hay esperanza. Permanecer juntos y aplicar
los principios bíblicos quizá produzca más felicidad de lo que usted imaginó. Además, sus esfuerzos en ese sentido sin
duda regocijarán a Jehová Dios, el Creador del matrimonio (Proverbios 15:20).
[Nota]
La congregación cristiana de los testigos de Jehová respeta el derecho del cónyuge inocente a decidir si divorciarse o
no de su pareja adúltera. Véase ¡Despertad! del 22 de abril de 1999, págs. 5-9.
*** fy cap. 13 págs. 153-162 Si el matrimonio está al borde de la ruptura ***
Capítulo 13
Si el matrimonio está al borde de la ruptura

EN 1988, una italiana de nombre Lucia se sentía muy deprimida. Al cabo de diez años de matrimonio, este estaba
tocando a su fin. Muchas veces había intentado reconciliarse con su esposo, pero no había tenido éxito. De modo que se
separó por incompatibilidad de caracteres, con la perspectiva de tener que criar sola a sus dos hijas. Pensando en aquel
tiempo, Lucia recuerda: “Estaba convencida de que nada podía salvar nuestro matrimonio”.
2
Si tenemos problemas matrimoniales, podemos entender a Lucia. Quizá nos preguntemos si aún es posible salvar
nuestro matrimonio. En tal caso, será útil analizar la pregunta: ¿He seguido todo el buen consejo que Dios da en la Biblia
para que el matrimonio tenga éxito? (Salmo 119:105.)
3
Cuando hay mucha tensión entre los cónyuges, a veces parece que la ruptura del matrimonio es la solución más
fácil. No obstante, aunque en muchos países ha aumentado de modo impresionante el número de rupturas
matrimoniales, un alto porcentaje de divorciados, tanto hombres como mujeres, se arrepienten de haberse separado.
Muchos de estos tienen más problemas de salud, tanto físicos como mentales, que los que siguen casados. La confusión
e infelicidad de los hijos de parejas divorciadas suelen durar años. Los padres y los amigos de las familias rotas también
sufren. ¿Y qué puede decirse de cómo ve la situación Dios, quien dio origen al matrimonio?
4
Como se ha visto en capítulos anteriores, Dios se propuso que el matrimonio fuera una unión para toda la vida.
(Génesis 2:24.) ¿Por qué, entonces, se disuelven tantos matrimonios? Tales rupturas no se producen de la noche a la
mañana. Normalmente hay señales de advertencia. Los pequeños problemas del matrimonio pueden crecer y crecer
hasta parecer insuperables. Pero si se atienden enseguida con la ayuda de la Biblia, pueden evitarse muchas rupturas
matrimoniales.
HAY QUE SER REALISTAS
5
Un factor que a veces causa problemas son las expectativas irreales que abrigan los componentes de la pareja. Las
novelas románticas, las revistas populares, los programas de televisión y las películas a veces crean esperanzas y
sueños muy distantes de la vida real. Cuando estos no se materializan, es posible que la persona se sienta engañada,
insatisfecha e incluso amargada. ¿Cómo, entonces, pueden dos seres imperfectos hallar felicidad en el matrimonio?
Conseguir una relación satisfactoria requiere esfuerzo.
6
La Biblia es práctica. Reconoce los gozos del matrimonio, pero también advierte que los casados “tendrán tribulación
en la carne”. (1 Corintios 7:28.) Como ya se ha dicho, ambos componentes de la pareja son imperfectos y están
inclinados al pecado. La constitución mental y emocional y la crianza de cada uno de ellos son distintas. Las parejas a
veces tienen diferencias en cuanto al dinero, los hijos y los parientes políticos. El no disponer de suficiente tiempo para
hacer cosas juntos y los problemas sexuales también pueden ser causa de conflictos. Toma tiempo tratar estos asuntos,
pero no hay por qué desanimarse. La mayoría de los matrimonios pueden hallar soluciones aceptables para ambos
cónyuges a todos esos problemas.
HAY QUE TRATAR LAS DIFERENCIAS
7
A muchos les resulta difícil mantener la calma cuando hablan de sus sentimientos heridos, de malentendidos o de
defectos personales. En vez de decir con franqueza: “Creo que no me entiendes”, el cónyuge se exalta y exagera el
problema. Muchos dicen: “Solo te preocupas por ti”, o: “No me quieres”. Es posible que el otro cónyuge no responda para
evitar una discusión.
8
Un mejor proceder es seguir el consejo bíblico: “Estén airados, y, no obstante, no pequen; que no se ponga el sol
estando ustedes en estado provocado”. (Efesios 4:26.) Se preguntó a una pareja feliz en su sexagésimo aniversario de
boda cuál había sido el secreto del éxito de su matrimonio. El esposo dijo: “Aprendimos a no acostarnos sin antes
resolver las diferencias, sin importar lo pequeñas que fueran”.
9
Cuando los cónyuges disienten, cada uno tiene que “ser presto en cuanto a oír, lento en cuanto a hablar, lento en
cuanto a ira”. (Santiago 1:19.) Después de escucharse atentamente, es posible que ambos vean la necesidad de pedir
disculpas. (Santiago 5:16.) Decir con sinceridad: “Siento haberte herido”, requiere humildad y valor. Pero tratar de este
modo las diferencias no solo contribuirá de modo importante a que resuelvan sus problemas, sino también a que cultiven
una relación afectuosa e íntima que les permita hallar más placer en la compañía mutua.
EL DÉBITO CONYUGAL
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Cuando el apóstol Pablo escribió a los corintios, recomendó el matrimonio “a causa de la ocurrencia común de la
fornicación”. (1 Corintios 7:2.) El mundo hoy es tan malo como la antigua Corinto, si no peor. Los temas inmorales de los
que habla abiertamente la gente del mundo, su modo de vestir inmodesto y las historias sensuales de las revistas, los
libros, la televisión y las películas se combinan para excitar los apetitos sexuales ilícitos. Pablo dijo a los corintios, que
vivían en un ambiente similar: “Mejor es casarse que estar encendidos de pasión”. (1 Corintios 7:9.)
11
Por este motivo, la Biblia manda a los cristianos casados: “Que el esposo dé a su esposa lo que le es debido; pero
que la esposa haga lo mismo también a su esposo”. (1 Corintios 7:3.) Estas palabras ponen el acento en dar, no en
exigir. La intimidad física en el matrimonio solo es verdaderamente satisfactoria si cada parte se interesa por el bien de
su pareja. Por ejemplo, la Biblia manda a los esposos que traten a sus esposas “de acuerdo con conocimiento”. (1 Pedro
3:7.) Esto es particularmente cierto en lo que respecta a dar y recibir el débito conyugal. Si no  se trata a la esposa con
ternura, es posible que este aspecto de la vida matrimonial no le resulte placentero.
12
Hay momentos en los que la pareja quizá tenga que privarse del débito conyugal. Por ejemplo, en el caso de la
esposa, durante ciertos días del mes o cuando se encuentra muy cansada. (Compárese con Levítico 18:19.) O en el caso
del esposo, cuando afronta un problema serio en el trabajo y se siente emocionalmente agotado. Si es necesario
suspender temporalmente el débito conyugal por una determinada razón, es mejor que ambos hablen de ello con
franqueza y lleguen a un “común acuerdo”. (1 Corintios 7:5.) De este modo, ninguno de los dos componentes de la pareja
llegará a conclusiones equivocadas. Por el contrario, si la esposa niega voluntariamente el débito a su esposo o este lo
rinde sin cariño deliberadamente, la pareja puede exponerse a la tentación. Esta situación es un caldo de cultivo para los
problemas conyugales.
13
Como todos los cristianos, los siervos de Dios casados deben evitar la pornografía, pues esta puede suscitar
deseos inmundos o contranaturales. (Colosenses 3:5.) También tienen que vigilar sus pensamientos y acciones cuando
tratan con personas de distinto sexo. Jesús advirtió: “El que sigue mirando a una mujer a fin de tener una pasión por ella
ya ha cometido adulterio con ella en su corazón”. (Mateo 5:28.) Seguir el consejo bíblico relativo al sexo hace posible que
las parejas no caigan en la tentación y cometan adulterio. Es más, les permite continuar disfrutando de una intimidad
placentera en la que el sexo se tiene como una dádiva sana de Jehová, quien dio origen al matrimonio. (Proverbios 5:15-
19.)
BASE BÍBLICA PARA EL DIVORCIO
14
Afortunadamente, la mayoría de los matrimonios cristianos pueden resolver los problemas a los que se enfrentan.
Sin embargo, algunas veces no es así. Como el ser humano es imperfecto y vive en un mundo pecador que está bajo el
control de Satanás, algunos matrimonios llegan hasta el punto de la ruptura. (1 Juan 5:19.) ¿Cómo deben afrontar los
cristianos esta difícil situación?
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Como se mencionó en el capítulo 2 de este libro, la fornicación es la única base bíblica para divorciarse con la
posibilidad de contraer nuevas nupcias. (Mateo 19:9.) Si tenemos pruebas definitivas de la infidelidad de nuestro
cónyuge, nos enfrentamos a una difícil decisión. ¿Mantendremos el matrimonio, o pediremos el divorcio? No hay reglas
al respecto. Algunos cristianos han perdonado completamente a su pareja, que se ha arrepentido sinceramente, y su
matrimonio ha vuelto a la normalidad. Otros han decidido no divorciarse por causa de los hijos.
16
Por otra parte, el pecado puede haber resultado en un embarazo o una enfermedad de transmisión sexual. O quizá
los hijos necesiten que se les proteja de un padre que abusa sexualmente de ellos. De modo que hay muchos factores
que deben tenerse en cuenta antes de tomar una decisión. No obstante, si un cónyuge tiene relaciones sexuales con su
pareja después de enterarse de la infidelidad de esta, es indicación de que la ha perdonado y desea mantener el
matrimonio. Ya no existe base para el divorcio bíblico con la posibilidad de volver a casarse. Nadie debe entrometerse e
influir en la decisión del cónyuge inocente, ni criticar la decisión que tome. Él tendrá que vivir con las consecuencias de
su decisión. “Cada uno llevará su propia carga de responsabilidad.” (Gálatas 6:5.)
BASES PARA LA SEPARACIÓN
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¿Existen situaciones que justifiquen la separación o posiblemente el divorcio aunque no haya habido fornicación?
Sí, pero en tal caso el cristiano no está libre para casarse de nuevo con otra persona. (Mateo 5:32.) La Biblia permite la
separación, pero estipula que el que se vaya “permanezca sin casarse, o, si no, que se reconcilie”. (1  Corintios 7:11.)
¿Qué situaciones extremas pueden hacer aconsejable la separación?
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Pues bien, la familia puede quedar en la indigencia debido a la pereza y malos hábitos extremos del esposo. Es
posible que este gaste el dinero de la familia en el juego, en la bebida o en drogas. La Biblia dice: “Si alguno no provee
para [...] los que son miembros de su casa, ha repudiado la fe y es peor que una persona sin fe”. (1 Timoteo 5:8.) Si un
hombre así no quiere cambiar y quizá hasta toma el dinero que gana su esposa para costearse sus vicios, esta puede
decidir que debe proteger su bienestar y el de sus hijos mediante una separación legal.
19
La separación legal también puede contemplarse en los casos en los que un cónyuge sea muy violento con su
pareja y la golpee hasta el extremo de poner en peligro su salud o incluso su vida. Por otra parte, si este procura
constantemente obligar a su pareja a violar de algún modo los mandatos de Dios, esta puede asimismo considerar la
separación, especialmente si la situación pone en peligro su vida espiritual. El cónyuge amenazado puede llegar a la
conclusión de que la única manera de “obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres” es conseguir una
separación legal. (Hechos 5:29.)
20
En todos los casos de abuso conyugal extremo, nadie debe presionar al cónyuge inocente ni para que se separe
ni para que siga con su pareja. Los hermanos maduros y los ancianos pueden ofrecer apoyo y consejo bíblico, pero
desconocen todos los detalles de la relación conyugal. Solo Jehová los conoce. Por supuesto, si una esposa cristiana
utilizara excusas pobres para romper su matrimonio, no estaría honrando esta institución divina. Pero si persiste la
situación extremadamente peligrosa, nadie debería criticarla en caso de que decidiera separarse. Puede decirse
exactamente lo mismo con relación al esposo cristiano que busca la separación. “Todos estaremos de pie ante el tribunal
de Dios.” (Romanos 14:10.)
CÓMO SE SALVÓ UN MATRIMONIO ROTO
21
Tres meses después de que Lucia, mencionada al principio, se separó de su esposo, se puso en contacto con los
testigos de Jehová y empezó a estudiar la Biblia con ellos. “Para mi gran sorpresa —explica—, la Biblia me ofreció
soluciones prácticas a mi problema. Después de estudiar por una sola semana, quise reconciliarme inmediatamente con
mi esposo. Hoy puedo decir que Jehová sabe cómo salvar matrimonios en crisis, porque su enseñanza ayuda a la pareja
a valorarse mutuamente. No es cierto, como dicen algunos, que los testigos de Jehová dividan a las familias. En mi caso,
fue precisamente lo contrario.” Lucia aprendió a aplicar los principios bíblicos en su vida.
22
Lucia no es una excepción. El matrimonio debe ser una bendición, no una carga. Con ese fin, Jehová ha dado la
mejor fuente de consejo matrimonial que jamás se ha escrito: su valiosísima Palabra. La Biblia puede hacer “sabio al
inexperto”. (Salmo 19:7-11.) Ha salvado muchos matrimonios que estaban al borde de la ruptura y ha mejorado muchos
otros con graves problemas. Que todas las parejas casadas confíen plenamente en el consejo matrimonial que Jehová
Dios ofrece. Sin duda, surte efecto.
*** g92 8/2 págs. 8-10 La amarga cosecha del divorcio ***
La amarga cosecha del divorcio

NO SON los abogados ni los amigos ni los medios de comunicación ni los “expertos” quienes tienen que pagar el
precio del divorcio; son las parejas que se divorcian —y sus hijos— quienes finalmente pagan la cuenta. Lejos de ser una
experiencia liberadora, el divorcio puede exigir el pago de un precio muy elevado.
Diane Medved admite en su libro The Case Against Divorce que en un principio tenía la intención de escribir una obra
“moralmente neutral” respecto al divorcio, pero se vio obligada a cambiar de idea. ¿Por qué? Ella contesta: “Muy sencillo:
mis investigaciones me permitieron descubrir que tanto el proceso que conduce al divorcio como las secuelas de este
producen unos efectos tan catastróficos —en el cuerpo, la mente y el espíritu—, que en un número enorme de casos, el
‘remedio’ es sin duda mucho peor que la ‘enfermedad’ que atraviesa el matrimonio”.
Ann, la mujer mencionada en el artículo anterior, opina lo mismo: “Pensaba que el divorcio sería una liberación. Creía
que me sentiría bien si conseguía salir de este matrimonio. Pero el dolor que sentía antes del divorcio al menos me hacía
ver que estaba viva. Una vez que me divorcié, ni siquiera me sentía viva. El vacío era tan grande, que me daba la
sensación de que simplemente no existía. Fue terrible. Es imposible describir con palabras lo vacía que me sentía”.
Después del divorcio, las vagas promesas de libertad y frenesí se evaporan en las crudas realidades de la vida cotidiana
y la lucha por sobrevivir.
La dura realidad es que las consecuencias del divorcio pueden ser dolorosas y duraderas, incluso cuando existe base
legítima para él. De modo que cualquiera que esté pensando en dar este paso tan drástico haría bien en seguir primero
el consejo de Jesús de ‘calcular los gastos’. (Lucas 14:28.) ¿Cuáles son, específicamente, algunos de esos gastos, es
decir, algunas de las dolorosas consecuencias del divorcio?
Efectos emocionales y morales
Un estudio reciente que apareció en la publicación Journal of Marriage and the Family indicó que el divorcio está
vinculado a la infelicidad y la depresión. Las personas divorciadas tienen más probabilidades de sentirse deprimidas, y
las que se han divorciado más de una vez solían sentirse deprimidas con más frecuencia. La socióloga Lenore Weitzman
dice en su libro The Divorce Revolution que los índices más elevados de admisión en centros psiquiátricos se dan entre
los divorciados y los separados; es también en estos colectivos donde se dan los índices más elevados de enfermedad,
muerte prematura y suicidio.
Tras efectuar un estudio entre unas doscientas personas, Diane Medved descubrió que el divorcio dejaba a los
hombres y a las mujeres afectados emocionalmente durante un promedio de siete años, y en el caso de algunos, durante
décadas. Lo que el divorcio no afectó —según pudo ver— fue el patrón de vida nocivo que condujo a la pareja a acabar
con su matrimonio. No es de extrañar, entonces, que exista una mayor probabilidad de fracaso en las segundas nupcias
que en las primeras.
El divorcio no contribuye a que mejore el comportamiento; al contrario, muchas veces tiene un efecto sumamente
negativo en la moralidad. Los investigadores han descubierto que la mayoría de los hombres y las mujeres experimentan
una especie de segunda adolescencia durante un breve período de tiempo después del divorcio. Saborean su libertad
recién obtenida yendo en pos de una aventura romántica tras otra a fin de levantar su decaído amor propio o de aliviar su
soledad. Ahora bien, salir con alguien del sexo opuesto por razones tan egoístas puede conducir a inmoralidad sexual,
conducta que por sí sola ya resulta en una larga lista de consecuencias trágicas. Y puede ser muy perjudicial para los
hijos, hasta un verdadero trauma, ver a sus padres actuar de esa forma.
No obstante, con demasiada frecuencia, las parejas que se divorcian ya han asimilado la propaganda del mundo de
que sus propios intereses y necesidades son lo primero. Eso hace que se endurezcan y ya no piensen en el dolor que
causarán en la vida de los que los rodean —sus hijos, sus padres o sus amigos—. Algunos olvidan que Dios también
puede sentirse herido cuando se pasan por alto Sus normas. (Compárese con el Salmo 78:40, 41; Malaquías 2:16.) Por
otra parte, el divorcio también puede ser un proceso lleno de rencores, sobre todo cuando degenera en batallas legales
por conseguir la custodia de los hijos y la propiedad de los bienes.
Catástrofe económica
Lenore Weitzman también llegó a la conclusión de que en Estados Unidos el divorcio es una “catástrofe económica”
para las mujeres. Sus fondos para cosas tan esenciales como el alimento, la vivienda y la calefacción quedan reducidos,
como promedio, a la mitad. Ella descubrió que el nivel de vida de estas mujeres se redujo de golpe después del divorcio
¡nada menos que en un 73%!
Se había imaginado que las modernas y “entendidas” leyes del divorcio protegerían a las mujeres. Descubrió, sin
embargo, que ellas decían sentirse desesperadas y desvalidas después de la ruptura matrimonial. Contaban que de
pronto tuvieron que recurrir a programas benéficos, cupones para comida, centros de acogida y comedores de
beneficencia. Por lo menos el 70% de las mujeres que entrevistó reconocieron que estaban preocupadas continuamente
por conseguir los ingresos suficientes para vivir. Algunas se sentían aterrorizadas, frustradas y hasta prisioneras con sus
hijos, sin tiempo para sí mismas.
Un joven al que llamaremos Tom, cuyos padres se divorciaron cuando él tenía ochos años, recuerda: “Después que
papá se marchó, bueno, siempre teníamos comida, pero de pronto una lata de cualquier refresco se convirtió en un lujo.
No podíamos comprar ropa nueva. Mamá tenía que confeccionarnos las camisas. Cuando miro las fotos de esa etapa de
nuestra niñez, no veo más que escenas tristes y rostros demacrados”.
Como en la mayoría de los casos es la mujer quien recibe la custodia de los hijos y muchos padres no  pagan la
pensión alimenticia fijada por el tribunal —que con frecuencia ni siquiera cubre las necesidades mínimas—, es más
probable que el divorcio empobrezca a las mujeres que a los hombres. De todas formas, no  puede decirse tampoco que
el divorcio enriquezca a los hombres. El libro Divorced Fathers (Padres divorciados) indica que solo los gastos legales
pueden exigir el desembolso de la mitad de los ingresos netos anuales de un hombre. Además, el divorcio también es
devastador emocionalmente para los maridos y padres. Muchos se desesperan al verse relegados a una posición de
simples visitantes en la vida de sus hijos.
¡Proteja su matrimonio!
No es extraño, por tanto, que en un estudio efectuado entre personas que llevaban un año divorciadas, el 81% de los
maridos/padres y el 97% de las esposas/madres admitieran que el divorcio posiblemente había sido un error y que
deberían haberse esforzado más por conseguir que su matrimonio marchase bien. Asimismo, cada vez son más los
“expertos” que se están volviendo atrás desesperadamente de las actitudes desdeñosas que en un tiempo adoptaron
respecto al matrimonio. El periódico Los Angeles Times dijo hace poco: “Tras más de veinticinco años de observar los
resultados, muchos terapeutas [...] están haciendo un mayor esfuerzo por salvar matrimonios”.
Por supuesto, para los “expertos” es muy fácil volverse atrás. En realidad, no  tienen más que decir: “¡Cuánto lo
siento!”, y empezar a dar consejos distintos. Pero para los miles de personas que siguieron sus anteriores consejos no es
tan fácil. Con todo, las víctimas del divorcio pueden aprender importantes lecciones de su amarga experiencia, como la
que se resume en el Salmo 146:3, 4: “No cifren su confianza en nobles, ni en el hijo del hombre terrestre, a quien no
pertenece salvación alguna. Sale su espíritu, él vuelve a su suelo; en ese día de veras perecen sus pensamientos”.
Los amigos, los terapeutas, los abogados o las personalidades de los medios de comunicación no son más que
humanos imperfectos. De modo que cuando necesitemos consejo sobre el matrimonio, ¿por qué confiar únicamente en
ellos? ¿No tendría más sentido recurrir primero a Jehová Dios, quien instituyó el matrimonio? Sus principios no  cambian
según las volubles opiniones de los “expertos”. Han sido efectivos durante milenios y siguen siéndolo hoy día.
Andrew y Ann empezaron a darse cuenta de esto algún tiempo después de su divorcio. Vieron que habían cometido
un terrible error. Afortunadamente, en su caso no fue demasiado tarde. Se reconciliaron, se volvieron a casar y
empezaron a cambiar su modo de pensar. “Me di cuenta —recuerda Andrew— de que había fracasado moralmente y de
que necesitaba ayuda. Por primera vez en años oré sobre este asunto. Quería hacer lo correcto, así que tenía que dejar
lo que estaba haciendo y rechazar todos los valores que había adoptado del mundo. Ya no los quería.”
Ann dice algo parecido: “La razón por la que ahora podemos vivir juntos a pesar del horrible pasado que tenemos a
nuestras espaldas es que ambos queremos de corazón tener una buena relación con Jehová. Y deseamos de veras que
el matrimonio marche bien”. Eso no significa que todo haya sido fácil desde entonces. “Ahora vigilamos constantemente
nuestra relación, como los perros guardianes. Y si uno de los dos nota que esta se enfría, tratamos juntos el problema.”
Andrew y Ann están criando dos hijos encantadores en la actualidad. Él es siervo ministerial de una congregación
cristiana de los testigos de Jehová. Por supuesto, las cosas no les van a la perfección. Ningún matrimonio es perfecto en
este viejo mundo. ¿Cómo podría serlo, si quienes lo componen son dos personas imperfectas? Por eso la Biblia nos
advierte que desde que el pecado entró en el mundo, el matrimonio ha producido cierto grado de “tribulación en la carne”.
(1 Corintios 7:28.) De modo que nadie debe entrar en una relación matrimonial a la ligera; todo aquel que tenga la
intención de casarse hará bien en dedicar suficiente tiempo para conocer a fondo a su futuro cónyuge. Y una vez que se
ha entrado en el matrimonio, lo bien que marche suele depender del esfuerzo de ambos cónyuges en esa dirección.
Es obvio, por lo tanto, que el divorcio tampoco debe tomarse a la ligera. Cuando se entiende que es necesario o
inevitable, no hay duda de que Dios puede darnos la ayuda que necesitamos para aguantar los tiempos difíciles que
quizás nos sobrevengan. Sin embargo, si seguimos la tendencia del mundo de tener en baja estima la sagrada institución
del matrimonio, ¿quién nos protegerá de las consecuencias de semejante disparate? Por lo tanto: proteja su matrimonio.
En lugar de precipitarse a echarlo todo por la borda cuando las cosas no vayan bien, busque soluciones. Trate de reparar
las naves en lugar de quemarlas. Acuda a la Palabra de Dios en busca de soluciones prácticas a los problemas
matrimoniales. Hay soluciones, y funcionan.

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