Memorias Iriarte
Memorias Iriarte
Memorias Iriarte
Tomás de Iriarte
sobre la Guerra de la Independencia Española
Resumen
Las Memorias de Tomás de Iriarte, alumno del Real Colegio Militar de
Segovia en los prolegómenos de la Guerra de la Independencia Española y lue-
go oficial en distintos frentes de lucha contra los franceses, ofrecen una rica y
variada información sobre la organización de uno de los institutos más desta-
cados para la formación de profesionales de las armas, y acerca de la reacción
popular frente a la presencia enemiga, de las diferentes acciones militares en
el sur de la Península y en el frente de Cataluña, hasta el fin de la lucha; de la
capitulación de las huestes napoleónicas y del regreso de Fernando VII para
convertirse en monarca absoluto. Además proporcionan poco conocidos deta-
lles acerca de la vida cotidiana de civiles y soldados y muestran la adhesión de
no pocos militares al ideario plasmado en la Constitución de 1812.
Abstract
The Memories of Tomás de Iriarte, student of the Royal Military School
at Segovia during the beginning of the Spanish Independence War and then
commissioned officer at different war fronts against the French army, provide
an assortment of information about the organization of one of the most pres-
tigious military institutes in Spain; and is also a rich source about people’s
reaction towards the French invaders, and of the different military actions that
took place in the southern front until the end of the struggle, with the return of
Ferdinand VII as absolute monarch. Moreover, the Memories give us relatively
unknown details regarding the civilian’s and soldier’s daily life and show us
the military support to the ideals of the Constitution of 1812.
Palabras clave
Real Colegio de Artillería – Independencia Española – Cádiz – Chiclana
– Cataluña – Fernando VII.
Key Words
Real Colegio de Artillería– Spanish Independence – Cadiz – Chiclana
– Catalonia – Fernando VII.
Memorias. La Independencia y la Anarquía, Buenos Aires, Ed. Argentinas SIA, 1944,
tomo I,CXVII + 398 pp; Memorias. Napoleón y la libertad hispanoamericana, Buenos Aires,
Ediciones S.I.A., 1944, CXX + 444 páginas. Este debió ser en realidad, el primer tomo, aunque
se publicó antes el que mencionamos más arriba. Ambos llevan estudio preliminar del doctor
Enrique de Gandía, al igual que los otros ocho que componen la totalidad de las Memorias.
Las “Memorias” del general argentino Tomás de Iriarte... 241
Cfr. Julio Mario Luque Lagleyze, El ejército realista en la guerra de la independencia,
Rosario, Instituto Nacional Sanmartiniano-Fundación Mater Dei, 1995, passim. Del mismo
autor, Historia y campañas del Ejército Realista (1810-1820), t. 1, Rosario, Instituto Nacional
Sanmartiniano-Fundación Mater Dei, 1997, passim.
Las “Memorias” del general argentino Tomás de Iriarte... 243
en las filas del partido unitario. En 1832 ascendió a coronel mayor (ge-
neral de brigada). Pero las ideas políticas del general Iriarte no concor-
daban con las de quienes pretendían imponer al general Juan Manuel de
Rosas como gobernador de Buenos Aires con la suma del poder público,
de modo que, apenas asumió éste por segunda vez el mando (1835), se
dispuso su baja del Ejército. Marchó al destierro a Uruguay. Fue en ese
año cuando comenzó a escribir sus Memorias, asidua y cotidianamente,
hasta 1847, en que estampó, en el párrafo final en los 10.000 folios que
la conforman:
Memorias, La Nueva Troya: 1847, t. X, Buenos Aires, Goncoaurt, 1971, p. 384.
Las “Memorias” del general argentino Tomás de Iriarte... 245
“Toca a sus hijos imitar sus virtudes, toca a sus compatriotas todos
rodear de veneración su nombre digno de ser grabado por la historia, y
al gobierno de la República Argentina dedicar un monumento glorioso
a un hombre que fue modelo y orgullo de sus contemporáneos”.
Sobre la personalidad de Iriarte, cfr. Ignacio M Allende, “Una aventura histórica. La
vida del general Iriarte”, La Nación, Buenos Aires, 17 de octubre de 1976; Alberto G. Allende
(h), “El general Tomás de Iriarte”, La Nación, 7 de junio de 1981; Alberto Allende Iriarte, El
Gral. Tomás de Iriarte. Protagonista y testigo de su tiempo, Buenos Aires, Editorial Los Libres,
1994, passim. Miguel Ángel De Marco, “El general Tomás de Iriarte dedica 10.000 folios de sus
‘Memorias’ a evocar hechos históricos de los que fue actor y testigo”, diario La Capital, Rosario,
12 de junio de 1986; Luis Iriarte Udaondo, “Las crisis morales y políticas juzgadas por el
general Iriarte”, La Nación, 26 de octubre de 1975; Jacinto R Yaben, Biografías Argentinas y
Sudamericanas, t. III Buenos Aires; 1943, pp. 157 a 161.
Las “Memorias” del general argentino Tomás de Iriarte... 247
“con sus fuerzas, no como prisionero sino como detenido, para dirigir-
se a un puerto de Inglaterra: el general español contestó que aunque
la partida era muy desigual, él no arrearía los colores nacionales sin
que precediese efusión de sangre, pues sólo a la fuerza superior podría
rendirse después de un combate cuando menos que hiciese honor al
pabellón”.
“porque el gobierno inglés sólo había tomado aquella medida hostil para
evitar que los caudales que conducíamos, después de desembarcados
en España, pasasen a Francia para auxiliar las miras ambiciones de
Napoleón”.
Memorias…, tomo II, p. 7. Cfr. sobre este episodio: Sabina A lvear y Ward, Historia
de Diego de Alvear, Madrid, Luis de Aguado, 1891, p.; add. Miguel Ángel De Marco, “La
tragedia de los Alvear”, en Soldados y Poetas, Buenos Aires, Emecé, 2002, p. 13.
Memorias…, p. 29.
248 Miguel Ángel de marco
Y añade: “Estos capitanes eran don Pedro Velarde y don Luis Daoíz.
Dos nombres históricos”.
La vida en el Colegio
Partió Iriarte de Madrid el 7 de marzo, día de su cumpleaños, y
cubrió las catorce leguas cruzando la sierra de Guadarrama, para llegar
al Alcázar, ante cuya presencia sintió una gran angustia: “en ese mo-
mento me acordé que iba a encerrarme en aquella fortaleza por cuatro
años”10. Pero el cuitado sintió alivio cuando se encontró con su hermano
Juan, alumno, también, del establecimiento, quien lo puso al tanto de
las formalidades que debía cumplir. En razón de que el apoderado de su
Se refiere, por cierto, a los héroes del 2 de mayo de 1808, que en vez de permanecer
acuartelados y pasivos como otros oficiales de la guarnición de Madrid, según lo ordenado
por el capitán general Francisco Javier Negrete, se pusieron al frente de las tropas del Parque
de Artillería, en el Palacio de Monteleón y se unieron a la insurrección popular. Tras repeler
una primera ofensiva francesa al mando del general Lefranc, murieron luchando tras deno-
dada lucha con los refuerzos enviados por el general Joaquín Murat.. Cfr. José Gómez de
A rteche y Moro, Guerra de la Independencia. Historia Militar de España de 1808 a 1814,
tomo I, Madrid, Imprenta y Litorgrafía del Depósito de la Guerra, 1891, passim. Add. R amón
de M esonero Romanos, Memorias de un Setentón natural y vecino de Madrid, t. 7, Madrid,
Renacimiento, 1926, pp. 32-52.
10
Memorias…, p. 75. Cfr. María Dolores Herrero Gil, “El Real Colegio de Artillería
de Segovia en la guerra de la Independencia.”, en Militaria: revista de cultura militar 7, 1995,
pp. 287-296. Se refiere al valor de las memorias de Iriarte para conocer el régimen interno del
instituto.
Las “Memorias” del general argentino Tomás de Iriarte... 249
“El Colegio estaba muy bien servido, y reinaba un orden que partici-
paba, por la clausura y repartimiento de horas, del establecido en un
monasterio de una orden rígida, y del sistema militar, con que en estas
dos profesiones tan opuestas en sus medios y objetos, hay sin embargo
algunos puntos de contacto: la disciplina, la ciega obediencia”.
11
Ibidem.
250 Miguel Ángel de marco
“Un coronel retirado ejercía las funciones de alcalde del castillo, a cuyas
órdenes estaba el destacamento de Inválidos, enteramente independiente
de los jefes del establecimiento, y propiamente un empleo de mera fór-
mula para denotar que en otro tiempo había existido allí una fortaleza,
pues sus funciones estaban reducidas, a cuidar el puente levadizo y la
habitación contigua al edificio del colegio; sólo comunicaba por una
puerta, y en lo demás estaba enteramente separada, de modo que no
pudiese perturbar el régimen interior”12.
Luego, otra vez al estudio que duraba dos horas con el mayor reco-
gimiento, y sin que nadie pudiera comunicarse ni hablar con los compa-
ñeros: seguía una hora de conferencia a la que concurrían todos los co-
legiales de una misma clase, para explicarse y satisfacer recíprocamente
las dudas que ocurrían en la lección que se había estudiado para el día
siguiente, cenábamos y una hora después de la cena se tocaba silencio,
y era profundo el que se seguía y todos se recogían a sus camas hasta el
día siguiente, en que se repetía sin alteración la misma escena”13.
El oficial de guardia se ocupaba de
13
Ibidem, p. 84.
252 Miguel Ángel de marco
“los jefes y oficiales, por librarse del pueblo, hacían como que se secun-
daban sus preparativos, pero interiormente se afligían de de ver tantos
dislates y los males que iban a sobrevivir; entre tanto seguía el desorden
y la confusión: los cadetes se habían arrogado el mando”.
Las “Memorias” del general argentino Tomás de Iriarte... 253
“porque en realidad el había sido muy perseguido por ellos, aunque con
razón: era sumamente rudo y pendenciero, había bajado de clase hasta
tres veces, de modo que entonces estaba en las alturas y ya tenia 18
años, fornido y muy cerrado de barba”.
donde supimos que los pocos cadetes que habían quedado habían tenido
que esconderse en los subterráneos casi ignorados que hay en la roca,
por librarse de los primeros furores del pueblo que acudió allí furioso
cuando supo nuestra evasión”14.
14
Ibidem, p. 101.
Las “Memorias” del general argentino Tomás de Iriarte... 255
Cinco leguas bastaron para que los cadetes, que marchaban a pie,
pues sólo los oficiales habían obtenido cabalgaduras, quedasen
15
Ibidem, p. 112.
16
Ibidem, p. 114.
Las “Memorias” del general argentino Tomás de Iriarte... 257
17
Ibidem, p. 166.
258 Miguel Ángel de marco
18
Ibidem, p. 129.
260 Miguel Ángel de marco
En Sevilla
Finalmente, el 14 de marzo, los forzosos peregrinos llegaron a
Sevilla y fueron alojados a extramuros, en el Convento de San Laurea-
no, de la Orden de la Merced, “donde encontramos todo preparado y
arreglado para continuar nuestra clausura y estudio”. Luego de algunos
días de descanso que los reparase de las trescientas leguas recorridas a
puro riesgo, comenzaron las clases “bajo el mismo pie que estaban en
Segovia”19. Pese a que “la clausura de San Laureano” era para los cade-
tes “más insoportable que la que habíamos experimentado en Segovia”,
continuaron prácticamente con los mismos profesores, el hilo de las
clases allí suspendidas. Como se trataba de contar cuanto antes oficiales
de artillería de campaña que empezaban a escasear por las bajas que
había sufrido el cuerpo a raíz de los muertos, prisioneros y pasados a
las banderas del rey José, se suprimió la enseñanza de cuanto no fuese
exclusivamente necesario.
19
Ibidem, p. 135.
Las “Memorias” del general argentino Tomás de Iriarte... 261
“Yo estudié la artillería en Sevilla con más ventaja que cuando estudia-
ba en Segovia; nuestras lecciones no eran sólo teóricas, sino prácticas
también, porque íbamos a veces a la fundición de cañones, a la maes-
tranza, que entonces era la primera de España, a la fábrica de Salitre,
a la línea, donde practicábamos al construcción de baterías, etcétera,
etcétera, pero todo lo teníamos a nuestra disposición, el coche de la
maestranza y nuestro profesor el coronel don Mariano Gil, consumado
matemático y artillero, que nos acompañaba”20.
“No hay placer que sea comparable al que se disfruta el día en que
uno es promovido a subteniente de artillería, porque además de ser
un cuerpo facultativo, que siempre ha disfrutado de un gran crédito,
y que cuando uno es promovido es después de haber pasado por todos
los crisoles de un artillero especulativo, la circunstancia de salir de un
riguroso encierro de cuatro años, para ser hombre libre, y con carrera
formada, pues los ascensos después son por rigurosa antigüedad, es
capaz de trastornar de júbilo a un joven que ya empieza a sentir todos
los encantos y estímulos de la libertad personal”21.
20
Ibidem, p. 135.
21
Ibidem, p. 155.
Las “Memorias” del general argentino Tomás de Iriarte... 263
22
Ibídem, p. 164. Si no con la virulencia de Iriarte, el mismo general José Gómez de
Arteche y Moro, en Guerra de la Independencia. Historia militar de España de 1808 a 1814,
Madrid, Imprenta y Litografía del Depósito de la Guerra, 1891, tomo VII, expresa que “no
gozaba de fama excepcional por sus conocimientos militares”, aunque había acreditado en
distintas ocasiones su valor.Toreno, a quien cita Gómez de Arreche, le acredita temple pero no
preparación para el puesto que poseía. Por otra parte, el primero, narra como Aréizaga, tras
recorrer las líneas, se puso a contemplar la batalla desde lo alto de una de las torres de Ocaña,
lo cual le impedía todo contacto con sus subalternos. Finalizada la batalla bajó de su atalaya
para redactar el parte de lo que su impericia había contribuido a lograr p. 317.
264 Miguel Ángel de marco
23
Memorias…, p. 169.
Las “Memorias” del general argentino Tomás de Iriarte... 265
La defensa
El 30 de enero de 1810, el coronel Datolí dispuso otorgar a Iriarte el
mando de una batería. Se hizo cargo en el momento en que comenzaban
a asomar las columnas francesas:
“yo era de los subtenientes más modernos del departamento, y sin em-
bargo me encontraba ser el más antiguo en aquella parte de la línea: es
verdad que las baterías estaban mandadas por subtenientes y sargentos,
de modo que tenía un mando superior a mi graduación y a mi capaci-
dad también, pues además de mi falta de representación, era la primera
vez que me veía próximo a un combate con un puesto en la línea, que
por aquel lado tenía 14 baterías montadas con más de cien piezas de
grueso calibre. Estaba entusiasmado, no veía los peligros, creía, como
la multitud, que íbamos a hacer una heroica resistencia. Una turba de
paisanos estaba sobre la línea y aun nos embarazaba y se había agru-
pado particularmente sobre mi batería, que era la principal y ocupaba
el centro: estaban muy contentos con mi porte, actividad y buena dis-
posición y me obsequiaban con cuanto tenían: esto quiere decir que yo
era un imprudente”.
En Cádiz
La retirada culminó en Cádiz. Los fugitivos franceses habían com-
pletado su esfuerzo bélico apoderándose de la mayor parte de Andalucía
y se aprestaban a tomar el último bastión importante del sur de España.
Tras cinco días de permanencia en la pintoresca urbe, Iriarte pasó a la
isla de León, donde estaban levantándose defensas. Las tropas napoleó-
nicas estuvieron frente a la bella ciudad marinera el 5 de febrero. Iriarte
considera que los franceses hubiesen podido tomarla sin dificultad, pues
aún no estaban consolidadas las fortificaciones.
Las líneas eran visitadas por los gaditanos los días de fiesta, y en
alguna ocasión los oficiales jóvenes jugaron bromas peligrosas a “unos
caballeritos de Cádiz”, a quienes acercaron tanto al enemigo, que hubo
que retroceder en medio de una lluvia de granadas, salvando éstos pero
no un oficial de infantería, que fue herido. Las peculiaridades de la si-
tuación de sitiadores y sitiados, los puso a ambos en familiar contacto,
al decir de Iriarte:
“En los primeros días del sitio, como nuestros puestos avanzados casi
se tocaban con los de los enemigos, solíamos hablarnos con los oficiales
24
Ibidem, p. 175.
Las “Memorias” del general argentino Tomás de Iriarte... 269
Chiclana
Refiere Iriarte el ataque a Matagorda (23 de marzo de 1810), y la
retirada de los aliados ingleses, tras doce días de resistencia, “la que
no fue proporcionada a los medios que se podrán haber empleado”, a la
evasión de 1500 hombres – entre ellos 600 oficiales franceses prisione-
ros desde Bailén, quienes se avalan alojados en el Pontón Canarias, y al
intento de ataque contra el centro de la línea francesa, realizado en la
noche del 28 al 29 de septiembre, por 4000 hombres al mando del jefe de
estado mayor, general Luis Lacy, a cuya meteórica carrera que lo llevó a
25
Ibidem, p. 191. Para una visión amplia y circunstanciada de la ciudad en aquellos días,
cfr. R amón Solís, El Cádiz de las Cortes, Madrid, Alianza Editorial, 1969, passim.
270 Miguel Ángel de marco
“que disparaban a una distancia de más de 1200 toesas27, pero las que
entraban en Cádiz eran las menos, y generalmente no reventaban,
porque para aumentar su alcance, tenían interiormente cierta cantidad
de plomo que al paso que disminuía la carga de pólvora aumentaba la
resistencia”28.
26
Ibidem, p. 197.
27
Medida antigua muy usada en fortificaciones y en las ciencias, que tenía seis pies fran-
ceses. Cfr. José Almirante, Diccionario Militar, tomo II, Madrid, Ministerio de Defensa, 1989,
p. 1025. Edición símil tipográfica de la obra publicada por primera vez en Madrid, en 1869.
28
Ibidem, p. 195. El pueblo se reía de los imponentes pero poco efectivos proyectiles,
y cantaba aquellos conocidos versos que expresaban: “Con las bombas que tiran,/los fan-
farrones,/hacen las gaditanas,/tirabuzones”. La primera bomba cayó el 1º de diciembre de
1810: “Pronto reaccionan los gaditanos al comprobar que las granadas no hacen explosión.
El nerviosismo se transforma en júbilo. Una de las granadas de estos primeros días se abre
Las “Memorias” del general argentino Tomás de Iriarte... 271
”Parecía que la intención del mariscal era esperar a los aliados (en las
orillas de Chiclana, donde había colocado su reserva); pero cuando
las primeras columnas anglo-españolas llegaron cerca de Santi Petri,
tomó instantáneamente la ofensiva y marchó bruscamente sobre el
ejército combinado con una fuerza de tres escuadras de caballería y el
resto de infantería. Los enemigos tenían la ventaja de desfilar por un
espeso pinar que al mismo tiempo que cubría su movimiento impedía
calcular la inferioridad de la fuerza con que la practicaban. Esta hábil
maniobra tuvo un buen resultado: la línea que había formado el ejército
español fue forzada a la bayoneta. El mariscal Víctor siguió en persona
el movimiento de sus tropas y llegó con ellas hasta la orilla del mar,
desde allí percibió la importante posición de Barrosa, ocupada por los
anglo-españoles, y en el momento se precipitó al paso de carga y des-
alojó a sus adversarios, causando una gran pérdida, particularmente a
los ingleses. Después de este suceso marchó sobre el flanco izquierdo
de nuestro ejército, que se apoyaba en el mar, al mismo tiempo que una
brigada francesa se apoderaba de la cabeza del puente de Santi Petri,
cortando así la comunicación del ejército español con su campamento.
La situación del ejército aliado fue muy crítica en estos momentos. El
impotente, y una maja toma un pedazo de plomo de su carga y lo utiliza a modo de bigudí”.
Cfr. Solís, op. cit., p. 205.
272 Miguel Ángel de marco
“Una de las divisiones del ejército combinado quedó cortada por con-
secuencia de este movimiento, pero el mariscal Víctor no pudo comple-
tarlo porque la brigada francesa del general Ruffin, destinada a cubrir
el flanco izquierdo de su línea, se empeñó en un sangriento combate
con las tropas inglesas.
“Estos soldados de dos naciones rivales, después del fuego más terrible
de artillería y fusilería, se cargaron enfurecidos a la bayoneta, y desple-
garon un coraje admirable: el general Ruffin rechazó al principio, con
el mayor vigor, dos ataques sucesivos y fue gravemente herido en el
segundo. Por último esta brigada se vio obligada a ceder al número de
sus adversarios y se retiró en gran desorden, pero pudo rehacerse sobre
el flanco izquierdo del mariscal Víctor; el general Ruffin fue hecho
prisionero. La línea anglo-española cayó entonces rápidamente sobre el
centro de los franceses por medio de ataques sucesivos, mas no consi-
guieron romperlo. Entonces, el mariscal Víctor emprendió su retirada
sobre Chiclana, abandonando el ejército aliado sus atrincheramientos de
sitio, y quedó establecida la comunicación con el puente de Santi Petri.
La inacción del general Zayas comprometió al ejército combinado, que
al principio de la acción se vio obligado a ceder el terreno al enemigo
que en estos primeros momentos creyó segura su victoria: el campo de
Las “Memorias” del general argentino Tomás de Iriarte... 273
Agrega Iriarte:
“El general Graham, que según todas las apariencias, se había propuesto
obrar como auxiliar, es decir mantenerse en reserva, calculando que la
superioridad numérica de los españoles sería suficiente para obtener
la victoria, se vio frustrado en sus esperanzas, y obligado a tener la
parte más activa de la batalla. Se disgustó con el general Peña y pasó el
puente de Santi Petri el mismo día, comprometiendo de este modo a las
fuerzas españolas que se conservaron en el campo enemigo. La división
española de vanguardia que había quedado cortada y perseguida por dos
mil hombres que el general Víctor mandó en su seguimiento, no pudo
incorporarse hasta el día siguiente, causando entre tanto las mayores
inquietudes a todo el ejército que creía se había visto obligado a rendir
las armas. La división del Coto de la Grama atravesó el río en el mo-
mento del cambio de dirección que hicieron los enemigos, cuyo costado
derecho incomodamos fuertemente con nuestra artillería de batalla,
causándoles una gran pérdida. Entonces presencié por primera vez, bajo
los fuegos de mi batería, una brillante carga que dio un escuadrón de
hannoverianos, al servicio inglés, sobre dos escuadrones franceses, que
no pudieron sostener el choque de aquella brillante caballería y fueron
completamente envueltos y acuchillados…El fuego cesó, de una y otra
parte, a las tres de la tarde. La batalla de Chiclana fue muy sangrienta,
porque ambos ejércitos se batieron con el más vivo encarnizamiento,
haciendo prodigios de valor. Pero a pesar de que los franceses se vieron
obligados a abandonar el campo, es forzoso hacerles justicia”29.
29
Ibidem, pp. 223-244.
274 Miguel Ángel de marco
30
Ibidem, p. 226.
Las “Memorias” del general argentino Tomás de Iriarte... 275
ningún modo podía atribuírsele tamaño delito, pues lo primero que había
hecho al desembarcar en Algeciras había sido presentarse “al general
cuyas órdenes esperaba”.
Aprovechó el buen efecto causado pos sus palabras y la conocida
amistad entre Ballesteros y Copons para pedirle que le permitiese per-
manecer bajo su mando, pues esperaba encontrar con él mayores ocasio-
nes de aventuras y de glorias. Ballesteros no se hizo rogar demasiado y
dispuso que Iriarte pasase a guarnecer Castellar, llave de los depósitos
de la división, pues su ubicación tornaba casi impracticable un ataque.
Con gran esfuerzo, y hasta ayudado por las mujeres del pueblo, logró
trasladar por un anfractuoso camino las cuatro piezas de montaña y el
obús de 6 pulgadas con que contaba. Desde aquel atalaya se divisaba lo
más elevado del Peñón de Gibraltar y la Sierra de Rocha, y no pasaba
desapercibido ningún movimiento francés en el sector.
Un día llegó de visita Ballesteros, con el fin de inspeccionar los tra-
bajos de construcción de hornos para fabricar pan y galletas destinadas
al ejército, y denostó sin cesar contra la Regencia y los “hombres intri-
gantes que había en Cádiz”. Luego la emprendió con los oficiales que se
encontraban en el punto, sometiéndolos a “groserías e insultos”.
Sitio de Tarifa
Mientras tanto, el general Soult había decidido poner sitio a Tarifa,
confiando la operación al general Leval, quien la rodeó el 19 de diciem-
bre. Los defensores montaban 2.600 hombres, de los cuales la mitad eran
31
Ibidem, p. 253.
32
Ibidem, p. 255.
Las “Memorias” del general argentino Tomás de Iriarte... 277
armas de cuatro horas, con el fin de recoger los heridos y enterrar los
muertos, cosa que aceptó Copons, aunque sus fuerzas habían experi-
mentado pocas bajas y todas dentro de las murallas. El general español
ofreció, en previsión de que, so pretexto de un acto humanitario, los
franceses intentaran reconocer las defensas,
Leval se vio obligado a aceptar, pues los heridos que estaban del
lado de los españoles, según la línea proyectada, se hallaban tan cerca
de las murallas que no podían ser socorridos ni retirados a su campo.
“que usaba de tanta franqueza como si estuviera entre los suyos, tanto
que se atrevió a pedir su espada al general, porque, él decía, siempre la
había devuelto a los oficiales españoles que había hecho prisioneros en
varias ocasiones de armas, cuando se portaban con bizarría; pero si esto
fuera falso porque los enemigos no tuvieron jamás semejante conducta
33
Ibidem, p. 266.
34
Ibidem, p. 267.
Las “Memorias” del general argentino Tomás de Iriarte... 279
“El pueblo sufría todos los horrores de un sitio, menos el hambre. Mu-
chos edificios habían sido demolidos, y era crecido el número de vecinos
muertos y heridos. Estos infelices no tenían el recurso de guarecerse en
la única iglesia que había en Tarifa capaz de contener algún tanto los
efectos de las bombas, porque en esta iglesia se estableció el hospital, y
estaba atestado de heridos franceses, españoles e ingleses”.
35
Ibidem.
280 Miguel Ángel de marco
36
Ibidem, pp. 268-269.
Las “Memorias” del general argentino Tomás de Iriarte... 281
“cuya defensa fue obstinada y tanto como se podía exigir de una mala
plaza y de un puñado de hombres con dos cabezas, pues el coronel
Skerret dependía nominalmente del general Copons y de hecho obró
siempre según su capricho”,
37
Ibidem, pp. 270-271.
38
Ibídem, p. 284. Iriarte ofrece, también, algunos detalles acerca del desarrollo de las
sesiones de las Cortes, del interés con que en Cádiz se seguían sus deliberaciones, y del modo
como España recibió la Constitución, “cuyos bienes no supieron apreciar”.
282 Miguel Ángel de marco
El ejército de Cataluña
El 30 de mayo de 1812, Iriarte, junto con oficiales destinados a los
tres ejércitos, se hizo a la vela a bordo de la fragata Esmeralda, y luego
de fondear en Algeciras, que estaba a punto de ser tomada por los fran-
ceses, tras la gran derrota sufrida por el general Ballesteros, quien no
supo oponer con ventaja a los aguerridos cuerpos napoleónicos las me-
jores tropas de España que constituían el Cuarto Ejército a sus órdenes,
zarparon hacia Cartagena. La ciudad ofrecía un aspecto desolador y sus
habitantes mostraban en sus rostros y en sus cuerpos las privaciones su-
fridas: “parecían espectros”. De allí pasaron a Alicante, donde Iriarte se
encontró con algunos compañeros del Colegio de Segovia y se enfrentó
con el general Copons,
Éste ya había vencido para España, y todas las tropas francesas que
pisaban la Península debían marchar a Francia. Frente a la situación,
Iriarte aclara que “para explicar de qué modo esta superchería, al pare-
cer tan frívola, y fácil de desmentir, podía se creída”, era suficiente con-
signar que las guarniciones de las cuatro plazas estaban “perfectamente
incomunicadas”. De tal modo, para dirigir un pliego, los comandantes,
si no disponían el envío de uno o dos batallones como custodios del
portador, según sucedía algunas veces, debían confiarlo a un espía, “que
no pudiendo ser sino español, sucedía la mayor parte de las veces que
hacía un juego doble”.
41
Ibídem, p. 355. El general Gómez de A rteche y Moro, en su ya expresada Guerra de
la Independencia…, tomo XIII, pág. 433 y siguientes se ocupa de estos hechos y prefiere citar
textualmente al Conde de Toreno, expresando: “Una estratagema de mil maneras calificada.
Nos impiden esa calificación un interés exclusivamente patriótico, puesto que la empresa
resultó beneficiosa para nuestra causa y circunstancias personales, por otro lado, y los escrú-
pulos de una conciencia militar, hecha a considerar la guerra más como acción esencialmente
caballeresca, que de ardides emprendidos fiando su éxito en la buena fe de los enemigos”. Sin
emplear la expresión “felonía”, que utiliza Iriarte, resulta evidente que el ilustre historiador
se inclina por los que consideran la treta indigna del honor español. En cuando a los detalles,
sustancialmente parecidos, Iriarte lleva la delantera, lo cual es comprensible, en virtud de
haber participado directamente en la ocupación de Lérida.
286 Miguel Ángel de marco
42
Memorias..., pp. 357-359.
Las “Memorias” del general argentino Tomás de Iriarte... 287
Fernando VII
Le tocó en suerte a Iriarte conocer a Fernando VII apenas llegó a
territorio español:
43
Ibidem, p. 360.
288 Miguel Ángel de marco
“El rey no contestó. El infante Don Carlos preguntó a Zayas si Lacy era
joven, y como le contestase que si, ‘poco más o menos de mi edad’, don
Carlos se sonrió sardónicamente. Entonces Zayas, algún tanto alterado,
pero sin traspasar los límites del respeto, repuso: ‘–¡Sí, señor! ¡Joven
como yo! Yo me tengo por joven con respecto al alto rango que ocupo
en la escala militar, y Lacy es de mi graduación. “Zayas tendría enton-
ces 42 años, más o menos […] El rey preguntó dónde estaba el general
Lacy y se le contestó que de capitán general en Galicia. Fernando lo
sabía demasiado. Lacy había hecho jurar por segunda vez, luego que
supo la llegada de Fernando, la Constitución en el reino de Galicia, y
este acto extraordinario, pues que el primero era suficiente, hizo conocer
bien cuál era la profesión política de aquel general. Fernando lo miraba
desde entonces con la más fuerte prevención” […]En seguida [Zayas]
hizo una burla a Copons que acabó de desconcertarlo. Esto era ya obrar
a lo cadete. El rey observaba y callaba, y sólo dijo varias veces: ‘–Qué
bien se trata el señor obispo’, haciendo alusión a los buenos platos que
había en la mesa, y de los que fue servido abundantemente; porque este
borbón era tan glotón como su padre. Era, sin embargo, inoportuno
aquel dicho, porque a cualquiera se le debía ocurrir que aquel no era el
diario del obispo.
290 Miguel Ángel de marco
“La burla que hizo Zayas a Copons fue la siguiente: estaban situados
uno enfrente del otro, entre ambos lados de la mesa, y en el centro de
ésta, en la misma dirección, había entre otras fuentes, una que contenía
una gran pieza de piñonete, que es un caramelo mezclado con piñones.
Tenía la forma de un queso común y era de mucha altura y muy con-
sistente: un plato que verdaderamente era un mero adorno, porque se
necesitaba un hacha para partirlo. Zayas nos dijo: ‘–Verán que chasco
le pego a este pedante’, y dirigiéndose a Copons en voz alta: ‘–General:
me parece que su majestad ha de gustar de ese plato. Usted que está más
a mano podría servirlo’ Fernando estaba en la cabecera, pero lo oyó y
quiso probarlo. Copons tomó tenedor y cuchillo, pero éste no entraba.
El hombre sudaba. Zayas le decía: ‘Parece que está muy duro, general’,
y como ya aquella escena empezaba a llamar la atención, porque el rey
esperaba ser servido pronto, Copons estaba cortado. Al fin fue preciso
sacar la fuente de la mesa, para hacer plato, porque los instrumentos que
en ella había no eran a propósito para romper aquel duro caramelo.
“He referido esta insignificante anécdota sólo con el objeto de hacer
ver las llanezas que entonces se permitían delante de Fernando, y el
carácter juguetón de Zayas […]. Después siguieron los dichos de Zayas:
todo es eminentemente español… Al día siguiente salió Fernando para
Madrid y presencié otra escena entre Zayas y Copons. El rey iba a subir
al coche cuando pasó este general, con un rollo de papeles bajo el brazo.
Zayas, con tono zumbón, le dijo: ‘–Hola, general, está usted abrumado
de negocios. ¿Qué papeles son esos?’ El otro, dándose importancia,
contestó: ‘–Estos papeles son privados’. Y Zayas, haciéndole lo que en
buen castellano se llama un corte de manga, le dijo: ‘Pues tome usted
y sus papeles’.
“Yo pude observar que a Fernando no se le ocultó esta acción indecen-
te”44.
44
Ibidem, p. 390.
Las “Memorias” del general argentino Tomás de Iriarte... 291
Hacia América
Apenas decidida la expedición de Morillo “general entonces y cua-
tro años antes sargento de marina”45, Iriarte solicitó participar en ella,
con el fin de volver al Río de la Plata, donde al principio se creía que se
dirigirían las fuerzas, pero su pedido fue denegado.
Sin embargo, uno de los oficiales de artillería designados, que no
deseaba alejarse de la Península, pidió al gobierno que dispusiese una
permuta. Accedió éste e Iriarte, sin explicarse las razones que habían
modificado la decisión anterior, recibió, junto con los despachos de te-
niente coronel graduado, la orden de trasladarse a Cádiz. Una demora
imprevista en la navegación por el Mediterráneo, hizo que llegase a
destino cuando Morillo había partido. Tras un tiempo en aquella ciudad,
donde procuraba no usar uniforme para evitar que luego de ostentar los
galones de teniente coronel se lo viese con los de capitán, ya que el as-
censo le había sido concedido para el caso de marchar a América, zarpó
con otros oficiales hacia Arica, el 19 de mayo de 1816, a las órdenes del
mariscal de campo José de la Serna, designado general en jefe del ejér-
cito español del Alto Perú:
45
Ibidem, p. 392.
292 Miguel Ángel de marco
46
Ibidem, p. 443.