Las Posiciones Esquizo

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Las Posiciones Esquizo-Paranoide y Depresiva en el Grupo Operativo.

Por J. Tubert y G. Baquedano.

Introducción.

Uno de los principales avances en la educación de adultos, en el curso de este siglo, ha


sido la introducción de técnicas dinámicas de aprendizaje en grupos. Esta verdadera
revolución fue iniciada por Kurt Lewin y su escuela, a través de los Grupos T y el
Método de Laboratorio Social. La principal característica de este enfoque reside en su
énfasis en el desarrollo de habilidades y en el de la personalidad total, antes que en la
adquisición de información y en la consiguiente importancia otorgada a la participación
activa en experiencias grupales modificadoras. Dice Así, Leland P. Bradford en su
Introducción al relato de la experiencia del Primer Laboratorio Nacional de
Adiestramiento en el Desarrollo de Grupos, realizado en Bethel, Maine, durante el
verano de 1947, luego de la muerte de Kurt Lewin:

“.... la necesidad crucial de la educación de adultos es capacitar a los mismos a fin de


que logren el conocimiento, la comprensión, las actitudes y las habilidades vitales para
una participación exitosa en grupos. La educación de adultos debe ayudarlos a alcanzar
un nuevo tipo de madurez, aquella que les permita trabajar en forma cooperativa e
interdependiente. Una madurez tal no puede adquirirse sin experiencias productivas de
grupos, ni tampoco durante la juventud y mantenerse estática durante el resto de la
vida” (6, pág. 12).

Desde otro campo aparentemente diferente, el de la formación psicoterapéutica del


médico general, el Doctor Michel Balint, psicoanalista húngaro radicado en Inglaterra,
desarrollo un método similar al encontrarse con que no es posible enseñar psicoterapia a
los médicos generales simplemente transmitiéndoles información. Lo que hace falta es
lograr “un cambio limitado, pero profundo” de la personalidad de los médicos, un
cambio de su estructura cognoscitiva que les permita la percepción de las situaciones
humanas desde una perspectiva psico-dinámica.

Creó así su método, conocido actualmente como “Grupos Balint” o “Seminarios


Balint”, en el cual se aprovecha un grupo de discusión acerca de los aspectos de la
relación médico paciente de las experiencias clínicas vividas y relatadas por los médicos
participantes, para el logro de esta modificación de su personalidad (2, 3).

Casi cinco años después de los primeros intentos de los esposos Michael y Enid Balint
en la Clínica Tavistock en 1949, Enrique Pichón Riviere inició sus primeras
experiencias con grupos de estudiantes de medicina que debían aprender psiquiatría
(16). Si bien es evidente que estas diferentes experiencias eran emergentes de un interés
internacional por el desarrollo de nuevas formas de educación, que estaba en
efervescencia a fines de la década del 40 y comienzos de la del 50, no cabe duda que
cada uno de estos investigadores (o grupos de investigadores) abordó el problema en
función de su identidad profesional y de su formación teórica y técnica previa.

Lewin y su grupo adoptaron un punto de vista en el que se conjugaban los enfoques de


la educación de adultos y los de la investigación social; Balint creó una combinación de
grupo terapéutico didáctico y de supervisión, basándose en el “modelo Budapest” de la
supervisión psicoanalítica, en el cual, a diferencia del generalmente aceptado del de
Berlín, la supervisión era realizada por el propio analista didáctico, lo que permitía un
más completo análisis de la contra-transferencia; Pichón Riviere, finalmente,
consideraba, cuando presentó en 1957 al Primer Congreso Latinoamericano de
Psicoterapia de Grupo, el relato de su primera experiencia con estudiantes de Medicina,
iniciada tres años atrás, que la misma era una “aplicación de la psicoterapia de grupo”.

Esta reducción inicial de todos los tipos de grupos dinámicos a “casos especiales”, o
“aplicaciones” de la psicoterapia de grupo, fue característica de los primeros años de
experiencias realizadas por psicoanalistas, hasta que, después de su famosa
“Experiencia Rosario”, inspirada en los Laboratorios sociales de Lewin, Pichón Riviere
y sus colaboradores crearon el concepto de Grupo Operativo” (18).

La trascendencia de la obra de Pichón Riviere sobre los Grupos Operativos, es que por
primera vez se nos ofrece una teoría integradora de los procesos de cambio en grupos,
que incluye a diferencia de la obra de Lewin y su escuela, los descubrimientos,
aportaciones y conceptos psicoanalíticos, tanto freudianos como kleinianos, sin
descartar por ello los aportes de la psicología social, la sociología y la teoría de la
comunicación. Es importante destacar que “Grupo Operativo” no es un término que
haga referencia a un tipo especifico de grupo, como podría ser Grupo Terapéutico,
Grupo de Aprendizaje, Grupo de Discusión, sino que se refiere a una forma de pensar y
operar en grupos. Existen por lo tanto, grupos operativos terapéuticos, familiares, de
aprendizaje, de reflexión, etc..

El objetivo del presente trabajo es estudiar el proceso del aprendizaje y el pensamiento


en los grupos operativos de aprendizaje a la luz de los conceptos de “posición esquizo
paranoide” y “posición depresiva” de Melanie Klein. En este sentido, constituye sólo un
desarrollo de la obra del propio Pichón Riviere, quien siempre destacó la fundamental
importancia de las ansiedades paranoides y depresivas en el proceso de los grupos
operativos (17, 18), y de un excelente trabajo de Etchegoyen, Zogbi y Villanueva,
denominado “La Posición Depresiva y el Proceso de Aprendizaje” (8). También hemos
encontrado interesantes aportaciones al respecto en la tesis de Margolis (13).
Definición de los Términos.

En el contexto del presente trabajo, denominaremos “grupo operativo” a todo “conjunto


de personas con un objetivo común, al que intentan abordar operando como equipo” (4,
pág. 57). Esto implica el reconocimiento de que el grupo tiene tanto una tarea externa
(el logro del objetivo manifiesto propuesto), como una tarea interna
(todas las actividades que el grupo debe realizar para constituirse, mantenerse y
desarrollarse como equipo) (1).

Estos grupos cuentan con un coordinador, cuya finalidad es “lograr una comunicación
dentro del grupo que se mantenga activa, es decir, creadora” (18, pág. 266). En
consecuencia, la función del coordinador (o “co-pensor”, como lo denomina Pichon-
Riviére), “consiste esencialmente en crear, mantener y fomentar la comunicación,
llegando ésta a través de un desarrollo progresivo, a tomar la forma de una espiral, en la
cual coinciden didáctica, aprendizaje, comunicación y operatividad” (18, pág. 267).

Esto se logra a través de la indagación de la acción, “verdadera indagación operativa,


que toma por tarea el esclarecimiento de las operaciones que acontecen y tienen
vigencia en el ámbito del grupo” (18, pág.267). En otras palabras, los miembros de un
grupo operativo se comprometen, no sólo a la realización de la tarea externa, sino
también a realizar una reflexión acerca del funcionamiento del propio grupo, mientras
se realiza la tarea. Cuentan, para esta tarea interna, con la guía y orientación del
coordinador, quien conduce el proceso por medio de señalamientos e interpretaciones de
la dinámica grupal.

En cuanto a los términos “posición esquizo-paranoide” y “posición depresiva”, serán


utilizados, en principio, en un sentido descriptivo fenomenológico, para referirnos a dos
estados mentales alternantes, caracterizados por:

a) Posición Esquizo-Paranoide:

1. Una disociación de los procesos cognoscitivos, que determina perturbaciones del


pensamiento, memoria, atención y percepción (es decir, de las funciones del yo), y
2. Un clima emocional de miedo, odio, persecución, violencia, desconfianza, tedio y
desesperación, que se manifiesta a través de actitudes de ataque, fuga y rechazo:

b) posición depresiva:

1. Una reintegración de los procesos cognoscitivos previamente disociados, que


determina la recuperación de las facultades mentales afectadas, y
2. Un clima emocional de tristeza sin desesperación, que se expresa a través de actitudes
reflexivas, responsables y reparatorias.
Si bien estos dos términos han sido tomados de las teorías de Melanie Klein (12), cabe
aquí una aclaración. Los términos correspondientes a ambas posiciones tienen un doble
significado: se utilizan para referirse a una cierta reconstrucción de las primeras etapas
del desarrollo infantil, pero también para referirse a “una configuración específica de
relaciones objetales, ansiedades y defensas, persistentes a lo largo de la vida” (20, pág.
17).

Creemos que el aceptar el segundo concepto, que hace referencia a las posiciones como
momentos alternantes del proceso del vivir y del relacionarse, no trae necesariamente
aparejada la aceptación del primer concepto (el de las “posiciones como fases del
desarrollo durante el primer año de vida”) ni, mucho menos, de la explicación que se le
da en términos de la entidad teórica ”instinto de muerte”. En consecuencia, nos
sentimos autorizados para utilizar estos términos en el sentido apuntado, evitando
pronunciarnos sobre los otros puntos, mucho más discutibles y discutidos, de la teoría.

Hemos realizado también una ampliación, que justificaremos más adelante, del
significado de estos términos, originalmente aplicados al individuo, para aplicarlos a
situación grupal. Consideramos que en esta última, estos dos estados mentales pueden
observarse tanto en los individuos, tomados en forma aislada, como en el grupo como
un todo. El significado concreto que adquiere este “observar las posiciones esquizo-
paranoide y depresiva en el grupo como un todo” se aclarará con la presentación del
material ilustrativo.

Presentación y análisis del material ilustrativo.

El primer material de sesiones grupales que presentaremos, para ilustrar cómo se


manifiestan en la práctica de la coordinación grupal las entidades que describimos,
corresponde a un grupo de estudio sobre el tema “Psicoterapia de grupo”. Consideramos
necesario, para la mejor comprensión de la sesión que describiremos, hacer una breve
introducción de la historia previa del grupo. Este grupo comenzó en un ámbito
institucional, como respuesta a la necesidad de un servicio de psicopatología de contar
con un programa de psicoterapia de grupos para la atención de sus pacientes.

Se le habló entonces a una terapeuta de grupo para que orientara la capacitación de


aquellos profesionistas concurrentes al servicio que estuvieran interesados en esta nueva
tarea. Se formó un grupo de estudios, coordinado con técnicas operativas, compuesto
por psicólogos clínicos y residentes en psiquiatría, con diversos grados de pertenencia al
servicio. Ante la sensación de los miembros de grupo de que la exigencia del jefe del
servicio de que tomaran a su cargo grupos terapéuticos en ese momento era prematura,
se planteó para este grupo un contrato de tiempo limitado para estudiar dinámica de
grupos.

Una vez cumplidas las diez semanas contractuadas, y con una muy positiva evaluación
interna del grupo, la situación del mismo en el servicio era francamente conflictiva, ya
que la ideología terapéutica del jefe del servicio era contraria a los grupos terapéuticos,
pero deseaba iniciar esta práctica a la brevedad, con la esperanza de resolver conflictos
con la dirección del hospital. Esta actitud era compartida por algunos miembros del
servicio que no pertenecían al grupo de estudio. Ante la imposibilidad de resolver este
conflicto, conjugada con el deseo de los miembros del grupo de continuar estudiando,
ahora sí, psicoterapia de grupo, pero sin asumir un compromiso institucional que
seguían sintiendo prematuro, se decide retomar la tarea fuera del ámbito institucional,

Era previsible que esto habría de traer problemas, como consecuencia del cambio de
encuadre, pero hasta el momento no había sido posible trabajarlo en el grupo, a pesar de
la deserción de dos de sus miembros. La séptima reunión de este nuevo período se inicia
con la ausencia de dos de sus miembros. El tema a discutir eran dos artículos
introductorios al tema de la psicoterapia de grupo, que discriminan entre tres modelos
de grupo-terapia: el psicoanálisis en grupos, el psicoanálisis del grupo, y la psicoterapia
analítica de grupo. El grupo venía intentando analizar este material durante las dos
últimas reuniones sin mucho éxito.

Esta sesión comienza con un clima caótico, en el cual resulta imposible abordar la tarea.
Se critica el material como meramente informativo, se propone que ya es tiempo de
abandonarlo, se declara que algunos de los modelos descritos en el material son
incomprensibles. En general, el clima de la sesión es incómodo, confuso y querulante
(sic). La discusión, tomada como un todo, es de un nivel intelectual bajísimo, ya que
consiste sólo en frases deshilvanadas, en un verdadero “diálogo de sordos”. Al observar
el coordinador que prácticamente todos los miembros del grupo estaban “sumergidos” y
casi ocultos detrás de sus libros y apuntes, sugiere que el obstáculo podría radicar en la
dificultad de pasar de una situación de dos (el lector con el libro) a una situación grupal.

Ante la ineficacia de esta interpretación, propone una nueva línea de pensamiento: el


obstáculo podría provenir de la negación del hecho de que este es un grupo nuevo, y que
en el camino se ha dejado a una institución, dos compañeros, el encuadre y los objetivos
previos. Esta nueva interpretación parece provocar una modificación de la situación
emocional del grupo. Los miembros se interesan por esta propuesta de trabajo y
discuten animadamente desde los dos polos de una dicotomía aparentemente irresoluble.
Unos apoyan la idea de que, en función de los sucesivos cambios, este es un grupo
nuevo, mientras que otros sostienen que se trata del mismo grupo que se ha modificado.
El coordinador sugiere que estas dos posiciones podrían no ser incompatibles, sino
corresponder a dos percepciones de una misma realidad con distinto enfoque; una sería
la percepción del cambio, mientras que la otra sería la percepción de la continuidad.
Ante esto vuelve a cambiar el clima del grupo, que se torna reflexivo. Uno de los
miembros dice que en la primera posición se estaría pensando en términos de campo,
mientras que en la segunda, se estaría pensado en términos de proceso.

El coordinador observa y señala que es la primera vez que reaparecen, aplicados a la


situación actual, algunos conocimientos que fueran adquiridos en la primera etapa del
grupo. Daría la impresión que los miembros del grupo se estuvieran reencontrando con
su memoria y su capacidad de pensamiento. Señala que el proceso recorrido parece
seguir esta dinámica: de una situación escindida (de los miembros del grupo entre sí y
de cada miembro con su experiencia, capacidades y conocimientos previos), a una
situación de mayor integración (del grupo como un todo, y de las facultades mentales de
los miembros, con recuperación de las experiencias, capacidades y conocimientos
previos),).

Pareciera que para que pueda darse este pasaje, hay que tomar primero conciencia del
cambio, para recién después recuperar la continuidad. Este proceso implica pasar por
una situación de duelo. Los miembros entran en un nuevo momento reflexivo, con un
tono emocional de tristeza. Se habla del pasaje de la niñez a la adolescencia y de otras
situaciones de cambio. Luego de un silencio, uno de los miembros sugiere que es ya el
momento de abordar nuevamente el material, que es trabajado en forma conjunta y
productiva durante los últimos quince minutos de la sesión.

El clima de este último momento es sereno; se siente que se puede trabajar sin ansiedad.
Resulta claro que el primer momento de esta sesión corresponde a lo que hemos
definido como un momento esquizo-paranoide (pérdida de facultades mentales, actitud
querulante, crítica y desconfianza). Puede verse también como los procesos de escisión
afectan no sólo a la integridad de los procesos mentales de los miembros, tomados por
separado, sino que también implican la ruptura de los vínculos entre los miembros del
grupo, con oposición entre los mismos y formación de subgrupos.

El aspecto más escindido de la situación grupal es la tarea misma, por lo que podemos
describir a este momento, siguiendo a Pichon-Riviére, como de pretarea (15). Luego de
la primera interpretación exitosa del coordinador, se reasume la tarea, pero con
disociaciones dentro de la misma (las polarizaciones irreconciliables). Nos encontramos
en el momento del dilema, requiriéndose nuevos señalamientos para poder pasar al
problema (10). Este último, para este grupo, consistía en enfrentar la situación de duelo
por su propio cambio. Sólo después pudo asumirse la tarea externa (discusión del
material.)

El tema del duelo, como proceso necesario para pasar de la posición esquizo paranoide
a la depresiva, merece una especial mención. Existen dos tipos o aspectos del duelo: el
duelo por lo inevitable y el duelo por el daño causado (14, pág. 202); el primero se
resuelve a través de la aceptación de la realidad, mientras que el segundo, a través de la
culpa depresiva (por oposición a la culpa persecutoria que mantiene la parálisis) y la
reparación (11).

En el material presentado, sin embargo, se ha trabajado sólo el aspecto del duelo por lo
inevitable (el pasaje del tiempo y el cambio), dejándose de lado la culpa por el daño
(real o fantaseado), realizado al objeto (el conflicto con la institución y con el jefe del
servicio). Cabría esperar que este aspecto no analizado del conflicto desembocara en
situaciones conflictivas manifiestas desplazadas y/ o en actuaciones entre los miembros
del grupo. Efectivamente, en la sesión siguiente, esto se materializó en un conflicto
entre los miembros presentes y los ausentes a esta sesión, basado manifiestamente en la
discusión de la síntesis de la sesión anterior, y muy particularmente, en el concepto de
“duelo”.

A continuación presentaremos un nuevo material, para demostrar cómo es posible


elaborar el duelo en términos de culpa por lo dañado. Este material proviene de un
grupo de profesionistas (psicólogos, psiquiatras y psicoanalistas) reunidos en el ámbito
del consultorio privado del coordinador para estudiar el tema “grupos operativos”. El
grupo contaba con cinco miembros y un observador, que trabajaba en equipo con el
coordinador.

Para presentar esta sesión, la catorzava, reproduciremos sin otra modificación que la
exclusión de los nombres reales de los participantes, la síntesis realizada por uno de los
miembros, en cumplimiento de una norma contractual que determinaba un rol rotatorio
de sintetizador entre los miembros del grupo. Todas las reuniones comenzaban con la
entrega de copias de la síntesis de la sesión anterior y su lectura. La sesión que hemos
de describir, contó con la ausencia de uno de los miembros del grupo, M, un psiquiatra
de quien hemos de hablar más adelante, en relación al rol que desempeñaba en el grupo.

“Síntesis de la 14ª. Reunión del grupo”.

Participantes: D, K, H y S.
Coordinador: Juan
Observador: Gaspar.

Con un retraso de 15 minutos iniciamos la reunión. Por falta de la síntesis de la vez


anterior (que debía haber entregado M, ausente en esta sesión), nos dedicamos a
reconstruirla en los minutos iniciales. Todavía pasó algún tiempo, mientras nos
terminamos de acomodar, hasta que al fin se planteó la posibilidad de empezar y cuando
esto ocurrió entramos en un silencio tenso, que se rompió con el planteamiento de por
qué se llama depresivo al momento de introyección del objeto para su elaboración.
Nuevamente el silencio. Aparecieron intentos de abordar el planteamiento surgido pero
el Gran Silencio los absorbió.

El coordinador sugiere que diagnostiquemos el momento del grupo y después de


prolongado silencio se intentaron diagnósticos que no se pudieron precisar, a lo que el
coordinador señaló que si lo veíamos a nivel de proceso de pensamiento nos
encontrábamos con una inhibición del pensamiento grupal, ya que no se seguía ninguna
propuesta. Se sugirió que retomáramos lo del final de la sesión anterior y viéramos lo de
la viscosidad y las anclas que frenan al grupo, comentándose que estábamos haciéndolo
sólo que actuando y no conceptualizando, lo cual recordó un clima como el que describe
Dellarossa (artículo que debía trabajarse en esa sesión de grupo y que trataba de la
ansiedad paranoide en las primeras sesiones de grupos operativos y de terapia).

Se preguntó: ¿por qué nos ocurre esto? Se discute sobre las ausencias, sobre H, como la
“ausencia” (H había faltado a las tres últimas sesiones, llegándose a dudar de que
continuará en el grupo) y nos percatamos de que ese tema nos servía para tapar el que,
aún estando completo el grupo, nos sigue sucediendo. Parece que queremos evitar algo
y los ausentes de ahora (M, la hora de inicio, la síntesis, Dellarossa, etc) y ese algo es la
tarea. Se insistió en que nuestro silencio era depresivo pero se cuestiona, y encontramos
que sería más bien esquizoide, que nuestro “síntoma” de inhibición de pensamiento
grupal nos llevaría a plantearnos que el temor es a darnos cuenta de que no pensamos
como grupo operativo (en realidad, en la sesión se había dicho “como grupo”), y que
nos resistimos a dejar nuestros modelos de pensamiento, nuestros esquemas
referenciales individuales por uno grupal.

Se habla entonces del proceso de individuación- de-individuación. Llueven los


comentarios. Se señala que la dificultad apareció cuando empezamos a ser grupo
operativo (al leer la síntesis, el sintetizador corrige el ”lapsus” de haber puesto “ser”, en
lugar de “ver”, como era su intención), es decir, incluimos la “lectura” de lo que pasa en
el grupo. Continuaron los comentarios ricos e ingeniosos; el miedo de perder nuestra
seguridad es el miedo a perder nuestro “pensamiento”, caer en la locura. Se tema “soltar
a la loca de la casa” que es la fantasía. Se comenta que nos estábamos soltando y se
asocia con que podríamos estar cayendo en un grupo terapéutico con el temor de que no
haya terapeuta. Risas y relajamiento. Se comentó que estábamos hablando jugando con
el coco para perderle el miedo y acercarnos. Se habla de locura y de que se enloquece
precisamente defendiéndose de la locura.

Por fin caímos en un silencio que el coordinador señaló como depresivo-elaborativo y


se compartió esa opinión, comentándose que después de un principio que no auguraba
nada, llegamos a una rica sesión. Se asocian con el tema del tiempo y el trabajo
acumulativo (sesiones de varias horas) y surgió la fantasía de que si continuábamos la
reunión, podríamos producir mucho más, El Coordinador precisó que tenemos
parámetros de tiempo y que justamente se estaba acabando la reunión, viéndose la
fantasía como un intento de recuperar el tiempo perdido.

Se acuerda tomar los dos artículos de Pichón Riviere ya señalados, para reflexionar y se
agregaron otros que no anotó el sintetizador pues estaba sumergido en la fascinación de
continuar. Acá el sintetizador tachó la siguiente frase: “lo que por lo extensa de esta
“síntesis” se puede deducir”. Firmado S.” Hemos transcrito la síntesis tal como fuera
presentada, retenido inclusive los errores de redacción, y agregando apenas unas notas
aclaratorias entre corchetes, para conservar el material tal como nos fuera entregado por
un miembro del grupo en ese mismo momento. Al analizar esta sesión, se observa que
el pasaje del momento esquizo-paranoide inicial al momento depresivo posterior
coincide con la toma de conciencia del duelo implícito en el pasaje de la organización
individual de la personalidad a la incorporación en un sistema grupal (de-
individuación). Se observan tanto las ansiedades paranoides (temor a la situación grupal
incipiente), como las depresivas (ansiedad por la pérdida del estado previo de
individuación). Pero esta elaboración sólo se completa cuando el grupo se enfrenta con
el objeto añado por su incapacidad previa de integrarse (el tiempo perdido).

Es interesante señalar que, en la sesión siguiente, surge, al igual que con el otro grupo
antes mencionado, un conflicto con el miembro ausente en ésta, quien queda como
depositario de todas las ansiedades y resistencias al cambio. Este último, M, era como
ya hemos dicho, un psiquiatra sin formación dinámica, nunca había estado en
tratamiento, a pesar de habérselo propuesto y haber concertado inclusive entrevistas con
terapeutas a las que nunca concurrió. Transfería su actitud ambivalente hacia su propio
tratamiento (posible), al grupo operativo, constituyéndose en el líder manifiesto del
temor (y del deseo inconsciente), siempre presente en los grupos operativos, de que el
grupo se transformara en terapéutico.

Había tenido sucesivos y violentos enfrentamientos con K., quien sí había tenido
tratamiento psicoanalítico y formación dinámica, en los cuales M. decía que nunca
habíamos acordado que se estudiaría la dinámica de nuestro propio grupo y K Le
respondía, con creciente irritación, que esto sí había sido explicitado en el contrato, En
la sesión 15ª se repitió por tercera vez este diálogo, creándose una situación de mucha
tensión, que sólo se resolvió cuando el coordinador recordó al grupo (e informó a M.)
que en la sesión previa, en la que M. había estado ausente, K, había sido el emergente
del temor del grupo, a través de la frase: “Y si este grupo es terapéutico; ¿a dónde está
el terapeuta?”.

Al reconocerse en ese momento que M. sólo era un emergente de una ansiedad grupal,
mientras que K. Era el emergente de la formación reactiva frente a la misma, se alivió la
tensión, pudiéndose trabajar hasta el final de la sesión. Sin embargo, los conflictos
personales de M., que lo llevaran a actuar sistemáticamente como emergente de esta
ansiedad, le impidieron continuar en el grupo, al que finalmente desertó. La elaboración
de esta deserción por parte de los miembros restantes configuró un excelente ejemplo
del duelo por lo inevitable.

Discusión.

Como se desprende del análisis de los ejemplos presentados, nosotros concebimos al


pasaje de un momento esquizo-paranoide grupal a un momento depresivo, como un
proceso de duelo. Los duelos en el grupo pueden ser tanto los “micro-duelos” que se
producen en cada sesión, en relación con la entrada y salida de los miembros a la
situación grupal (proceso de individuación-de-individuación-re-indivi duación), como
los “macro-duelos” que caracterizan al pasaje de una a otra etapa de grupo. En ese
sentido, el primer ejemplo citado constituye un caso de macro-duelo, mientras que el
segundo lo es de micro-duelo.

Sin embargo, no son éstas situaciones puras y claramente diferenciadas, ya que, por
ejemplo, en el segundo caso coexiste el microduelo por la de-individuación
correspondiente a esa sesión, con el macro-duelo de la toma de conciencia de que el
grupo es realmente un grupo (“cuando empezamos a ser/ ver grupo operativo”).
Respecto de los micro-duelos, concepto debido a León Grinberg (11), podemos decir
que son indispensables para el desarrollo del ser humano. Así nos dice Sánchez Huesca:
“Vivir implica pasar por una sucesión de duelos. El crecimiento, la maduración, y el
pasaje de una etapa a otra involucran necesariamente pérdidas, abandonos.

El paso del tiempo deja pequeñas o grandes heridas en el sentido de identidad al


provocar mutaciones constantes.” (19, pág. 99). El pasaje del tiempo, en tanto que
implica cambio, separación y pérdida, fue el tema central de las dos sesiones que hemos
presentado, en sus dos aspectos, del tiempo inevitablemente perdido y del tiempo
malgastado (dañado) (14). En los grupos, los micro-duelos son indispensables para que
se realicen los pasajes de entrada y salida de cada sesión, así como lo son los macro-
duelos para los pasajes de entrada y de salida al grupo (etapas de comienzo y
constitución, y de terminación del grupo).

Al respecto, dice Ferschtut:

Integrar un grupo presupone en mayor o menor grado la pérdida momentánea de


algunos aspectos de la identidad individual y simultáneamente la asimilación de otros
de la identidad grupal. Este proceso es inconsciente y el nivel cualitativo y cuantitativo
de esta pérdida y asimilación, dependerá de la suma de las series complementarias del
individuo más las del grupo y el terapeuta, que a través del proceso de interacción en el
tiempo que condicionan la mentalidad grupal a grandes rasgos el estilo del grupo.

En este pasaje de una a otra identidad constituye de por sí un conjunto casi continuo y
permanentemente en acción de “micro-duelos” ya que un individuo que entra a un
grupo pone en conflicto su pensamiento individual con el grupal, lo mismo que su
esquema corporal cuya percepción también se modifica en la interacción y así
sucesivamente con cada una de las funciones del Yo (lenguaje, percepción, etc.), (9,
pág. 223).

Así se justifica nuestra ya reconocida ampliación de los conceptos de “posición esquizo-


paranoide” y “posición depresiva”, de lo individual a lo grupal. Como se ha visto en los
materiales ilustrativos, hablamos de posición esquizo paranoide en el grupo para
referirnos a una situación en la que tanto el grupo como los individuos se encuentran
escindidos, y hablamos de posición depresiva en el grupo, para referirnos a aquella
situación subsiguiente en la que, no sólo recuperan los individuos sus funciones
mentales (se integran), sino que la comunicación entre ellos mejora en grado tal que les
permite compartir un proceso de pensamiento en el que la aportación de cada uno de los
miembros constituye un eslabón del proceso total (“pensamiento grupal”, “proceso en
espiral”).

Esta integración de los miembros y del grupo es acompañada por un sentimiento


compartido por todos los individuos presentes de “tristeza sin desesperación, que se
expresa a través de actitudes reflexivas, responsables y reparatorias”. Es esto lo que nos
permite hablar de “posición depresiva grupal” y “duelo grupal”, para referirnos,
respectivamente, al momento y el proceso de elaboración que culminan en la asunción
espontánea de la tarea externa por parte del grupo.

Conclusiones.

Somos conscientes de que la presentación del material de sesiones aisladas no tiene


valor demostrativo, pero sí ilustrativo, Este tipo de material, al igual que el análisis de
fragmentos literarios, constituye “modelos de definición y no modelos predictivos
(afirmativos)” (21, pág. 18).

Sin embargo, creemos que su presentación, al aclarar el significado de los conceptos


teóricos que manejamos y llamar la atención hacia ciertos procesos que hemos
observado en todas las sesiones de grupo a las que hemos tenido ocasión de asistir, tanto
en calidad de participantes, como en calidad de coordinadores, ayudará a que otros
coordinadores de grupos intenten observar los mismos fenómenos.

Nuestra experiencia en la coordinación de grupos operativos de aprendizaje nos ha


convencido de la utilidad que, para el cumplimiento de las tareas internas y externas del
grupo, tiene el interpretar el proceso grupal en términos de una alternancia de momentos
esquizo-paranoides y depresivos, y de la elaboración de los duelos intercalados.

Dejamos de lado, por trascender los límites de este trabajo, el análisis del momento
confusional que precede al momento esquizo-paranoide (4) (5), y de cómo se presenta la
misma sucesión de momentos en aquellos grupos operativos cuya tarea externa es la
curación individual de sus miembros (grupos terapéuticos) o la “curación” de un grupo
preformado (terapia de parejas familiares, de grupos institucionales o de equipos de
trabajo).

Es, sin embargo, nuestra convicción que el proceso grupal en todo grupo que pretenda
fomentar el pensamiento y la toma de conciencia, deberá seguir los mismos pasos con
prescindencia de su tarea manifiesta.

*Nota. Trabajo presentado en la Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica de


Grupo en Mayo 16 de 1978. México, D.F.

Bibliografía.

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*Texto utilizado en el Módulo de Lecturas Metodológicas en Grupos. del Seminario de
Formación de Coordinadores de Grupos Operativos.

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