VINCULOS y EMOCIONES - Colera y Amabilidad

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- SEMINARIO SOBRE VÍNCULOS Y EMOCIONES (INTEGRACIÓN ACADÉMICA ORIENTE/OCCIDENTE) -

SEMINARIO sobre VÍNCULOS y EMOCIONES


Cólera y Amabilidad: desde Oriente / Occidente
Una visión transpersonal
Docente: Lic. Virginia Gawel

www.centrotranspersonal.com.ar

Quiero compartirles este texto pues ofrece una


mirada profunda sobre un tema que es difícil de abordar:
para la persona que apuesta a valores del espíritu, ¿qué
lugar sano puede ocupar la agresividad? ¿Cómo se juega
este ingrediente emocional a la hora de poner límites?
Decidir desde el voluntarismo “no sentir”, simplemente, las
supuestas “emociones negativas” sólo puede generar
neurosis y dolor. Ejercer la agresividad desde un lugar
emocionalmente inteligente y compasivo, es parte del
desarrollo sano de todo ser autorrealizante.

He elegido para esta oportunidad fragmentos de un


artículo escrito por Adrian Van Kaam, fundador del Institute of Formative Spirituality,
en la Duquesne University de Estados Unidos. Van Kaam es sacerdote cristiano. Sin
embargo, su mirada es tan abierta que sus palabras podrían ser textualmente las
mismas si las hubiera escrito alguien desde el Budismo, el Taoísmo o el Yoga. Por
esa amplitud, justamente, es que las he escogido para Ustedes. Y porque también
dan indicios de cómo se trabaja inclusive en la práctica clínica con un tema tan
álgido como éste: la práctica terapéutica desde este paradigma incluirá una
didáctica que acompañe al paciente a desplegar “maitri”, palabra que puede
traducirse como “amistad incondicional consigo mismo”.

Vivir de manera acorde con valores más hondos implica cultivar un modo de
vida esencialmente amable. Sin embargo, esa amabilidad NO PUEDE IMPOS-
TARSE: el dulzor santurrón no equivale al sabor de la amabilidad que se desprende
de asumir la propia agresividad y de, inclusive, usarla cuando fuese necesario! De
modo que una vida espiritualmente sana implicará tener habilitada la capacidad de
poner límites. Si esto no es así, nuestra amabilidad no será creíble, sino una
mera estrategia de supervivencia, neuróticamente instalada. Para explorarlo en el
día a día, desarrollando una Conciencia-Testigo lúcida y honesta...

 “Sentir agresividad puede ser algo humano y saludable, puede mante-


nernos vivos y dinámicos en aquellas situaciones que exijan una respuesta rápida y
concisa. Si considerásemos, erróneamente, que todos los sentimientos agresivos

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son menos que humanos, podríamos comenzar a reprimir cualquier indicio de cólera
y agresividad en nuestra conciencia. Casi todas las personas que asumen un estilo
de vida amable tienen dificultades en aceptar sus sentimientos agresivos. En lugar
de penetrar en ellos solemos dejarlos de lado. Pero si no nos atrevemos a verlos
como sentimientos humanos, si los degradamos y los consideramos indignos de
nosotros, el precio que tendremos que pagar por este rechazo es incalculable.

Si ésta es nuestra actitud hacia la agresividad puede suceder que no sólo


borremos de nuestra conciencia la agresividad mal dirigida, sino que incluso in-
tentemos eliminar nuestra propia capacidad de ser agresivos. Sin embargo, la re-
presión no suprime la agresividad. Quizá podamos ocultar ese potencial de nuestra
naturaleza, pero nunca podremos eliminarlo por completo; inevitable-mente, a lo
largo de nuestra vida seguirá reactivándose una y otra vez. También puede suceder
que disfracemos la agresividad con una fachada amable, pero seguirá ma-
nifestándose como violencia camuflada y los demás sentirán que nuestra amabilidad
es un engaño para aprovecharnos de ellos.

Es posible que ni siquiera seamos conscientes de la forma en que disfra-


zamos nuestra propia agresividad; quizá nuestra intención sea sincera, y nuestro
deseo de ser amables, genuino, pero, si pretendemos carecer de algo que real-
mente está presente, nosotros mismos seremos la única víctima de ese
pretexto inconsciente. Quizá caigamos en esa trampa porque pretendamos
asumir un papel amable con demasiada rapidez, pasando por alto el trabajo de
aceptar nuestros sentimientos de cólera, de llevarlos sinceramente a la luz y de
afrontarlos con paciencia.”

 “Ser amable no significa negar la cólera ni la agresividad. Ser amable, por


el contrario, nos ayuda a ser pacientes con la propia agresividad irracional que no
podemos superar, y el fruto de esa aceptación profundiza, precisamente, nuestra
amabilidad. Ser amables con nosotros mismos nos ayuda a manifestar una
indignación razonable en el lugar, el momento y la manera adecuada sin
lastimar innecesariamente a nadie. La amabilidad siempre saca los sentimientos
agresivos a la superficie, nunca los relega al fondo.”

 “La amabilidad fingida no admite el sentimiento de cólera, no lo tolera. La


amabilidad si-mulada se origina en una imagen idealizada de uno mismo: «Desde
ahora tengo que ser una persona agradable que caiga bien a todo el mundo». Sin
embargo, a esta idea bien puede añadírsele este otro contenido: «Si nunca me
enfado, los demás nunca se enfadarán conmigo».

De este modo comenzamos a construir nuestra personalidad, sobre la


imagen de «persona simpática», querida y venerada por todos. Si ésta es la imagen
que nos anima, cualquier demostración de cólera, incluso la más leve irritación, pa-
rece empañar nuestra imagen. Ser venerado por todos es un modo de sentirnos
seguros y, de esta manera, cualquier irritación que podamos causar en los demás
es experimentada como una amenaza para nosotros mismos.

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El precio que pagamos por esta representación es muy grande: nunca po-
dremos ser nosotros mismos. El intento constante de engañarnos a nosotros
mismos nos cuesta una cantidad enorme de energía. Si nuestra amabilidad no crece
navegamos a la deriva, con el rostro teñido superficialmente de dulzura, y, quienes
antes podían aceptar nuestro rostro limitado, se alejan ahora de no-sotros,
incapaces de reconocer quiénes somos realmente.”

 “Los momentos de cólera, expresados del modo correcto y ante la per-


sona adecuada, deberían ser simples interrupciones de un estilo de vida en esen-cia
amable, incidentes pasajeros que no deberían perturbar el estado de amabilidad
predominante. La agresividad no debería convertirse en
un estilo de vida duradero sino sólo en una even-
tualidad accidental, necesaria tan sólo en determi-
nadas situaciones sociales para defender lo bueno, lo
verdadero y el único papel que estamos llamados a
desempeñar, y necesaria también como válvula de
descarga psicológica para mantener pura, es decir no
mancillada por sentimientos ocultos de agresividad,
nuestra amabilidad fundamental.

La cólera reprimida empobrece, a largo plazo, la


salud corporal y psicológica, perjudica nuestra solidaridad
con los demás y disminuye nuestra eficacia. Deberíamos
penetrar poco a poco en nuestros sentimientos de cólera
y agresividad, y aceptarlos porque sólo comprendiéndolos podremos liberarnos de
ellos, disponer de energía, aptitudes y capacidades ocultas y acceder verda-
deramente a un estilo de vida amable. Aceptar la propia cólera favorece la salud
corporal y mental.”

 “Una persona amable nunca fuerza a las personas ni las situaciones. En la


medida en que puede evitarlo, no tolera que nadie le fuerce a ella misma, ni que
fuerce a los demás. El lema de estas personas bien pudiera ser: “Nunca debo
forzar las cosas”. (Ni permitir que nadie me fuerce a mí!)”♣

• Textos:

- Textos del libro “Psicoterapia y Salud en Oriente/Occidente”. Compilado de distintos


autores a cargo de John Welwood. Editorial Kairós, Barcelona, 1990.

• Ilustraciones:
- Pág.1: “Fray Alonso”, de Alfonso Carrillo Bernal.
- Pág. 3: Antiguo grabado persa.♣

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