José de La Riva-Agüero
José de La Riva-Agüero
José de La Riva-Agüero
| cáTedra viLLarreaL | Lima, perú | v. 6 | n. 1 | pp. 17 - 36 | enero -Junio | 2018 | issn 2310-4767 17
vícTor samueL
rivera conoceríade espaldas a su autor después
de su muerte. Era José de la Riva-Agüero,
Introducción que estaba por tener la experiencia que se
volca- ría algún día en sus Paisajes
El presente texto es una biografía. Es Peruanos (De la Riva-Agüero, 1955).
cir- cunstancial; describe un viaje célebre Mientras iniciaba la tra-
de 1912: José de la Riva-Agüero (1885-
1944), el inte- lectual más destacado en
vida en su genera- ción, resuelve conocer
en persona la sierra y el Alto Perú,
lugares que había estudiado en-
jundiosamente para postular una
concepción social centrada en la idea de
la nación perua- na. Su fruto postrero
serían los Paisajes Perua- nos (1955),
una obra literaria constituida por
anotaciones de este viaje cuyos herederos
usa- rían, más bien trágicamente, para
sepultar en el olvido los ideales y el
significado auténtico de sus estudios
sociales e históricos. Siendo el texto de
formato narrativo, encuadra el viaje de
1912 en su contexto histórico más amplio
en la vida del polígrafo peruano Riva-
Agüero, marqués de Montealegre de
Aulestia.
Primera Parte de los Comentarios tes, una vez en el Cuzco realizó el viaje hasta
Reales; esta obra sería pronto reimpresa Bolivia al menos dos veces. Allí no solo tuvo
en su forma final a cargo del Estado en contacto con la naturaleza y los monumentos
forma de libro, en 1908 (De la Riva- de la antigüedad peruana; también lo tuvo con
Agüero, 1908); sería integrada después
como parte principal en un libro de
sociología política, La Historia en el
Perú, del que se dará cuenta luego; su
conocimiento so- bre el Inca y su obra
reivindicó la figura hasta entonces
apagada del gran historiador neopla-
tónico y barroco, por la sangre nieto del
gran Emperador Huayna Cápac, pero
además de la nobleza española de la que
Vista Florida era como un exponente,
solo que más chiquito. Este mérito de
conocer y rescatar para la cul- tura
peruana al Inca Garcilaso le valdría a José
en 1916 ser nombrado profesor de la
Facultad de Letras de la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos.
literato, en un romántico escritor de notas Castilla, detalle nobiliario que a los antedichos
de viaje. No José Santos Chocano, no movía a la ironía o la risa. Es natural: no era
José María Eguren, no Ventura García ninguno de los dos ni de su bando ni de su
Calderón: un es- critor más o menos clase (Basa- dre, 1944; Sánchez, 1963, 1985;
chiquito. González-Vi-
al joven viajero, por lo tanto, como el han perdido, sabemos que fueron muy
pensa- dor que viajaba, como el gestor concurridas y adquirieron notoriedad. Al
de ideas que unía, como nadie hasta parecer el doctor Wiesse estu- vo en una
entonces, la teoría con la realidad. Pero especie de feriado viral o bacteria-
entonces habremos de viajar nosotros en
el tren de su vida, de su prolija y casi
inagotable existencia universitaria.
mezcla de filosofía social, psicología En esa época las tesis de Docto- rado en Letras
colectiva e historia literaria; es un texto de San Marcos solían tener entre 30 y 80
dirigido al uso social, un texto páginas, las referencias bibliográficas y de
francamente político, aunque redactado autores eran escuetas, y al ojo del presente
según patrones de composición que hoy aparecen como modestos folletines.
resultan extraños. Como los poste-
riores, y víctimas sociales de la perfidia de
Ba- sadre y el ingenio infinito de Porras,
leemos su biografía dándole un
significado exagerado a los Paisajes
Peruanos, que sí es una obra li- teraria,
es muy fácil pasar por alto que la de
1905, no importa qué diga el título, no es
una historia de la literatura durante la
república, como suelen creer los
estudiantes de esa ma- teria hoy.
de aburrimiento cognitivo. En esto José volúmenes serían distribuidos con ma- yor
fue el cómplice más cumplidor con que énfasis entre los académicos del Perú, así
Porras pudo contar para la obra de como entre las personalidades políticas,
sepultarlo socialmente y convertirlo en un socia- les y religiosas del país, y solo una
narrador de viajes. parte peque- ña sería enviada, con especial
esmero y en ele-
Riva-Agüero compuso La Historia en
el Perú incorporando su estudio sobre el
Inca Garcilaso, de 1906, con una
exposición más vasta sobre textos sobre
historia peruana has- ta su presente.
Desde los cronistas de la con- quista
española del Imperio Incaico hasta las
entonces recientes obras del General
Manuel de Mendiburu y el pedagogo y
filósofo español Sebastián Lorente,
antiguo decano de Letras de la
universidad, cuya obra José despreciaba
por muchas razones, pero muy en especial
por no ser propiamente peruana
(Thurner, 2012, p. 252). Interesado en la
difusión de sus trabajos, corrigió un
defecto de su primer libro, del cual sacó
un tiraje de apenas 300 ejemplares y que
hoy, por esa causa, debe ser reputado por
eso como una preciosidad para los
coleccionistas de libros peruanos. Ese
mismísimo escaso ti- raje de 1905 haría
pensar a las generaciones futuras en el
valor historiográfico, en lugar de social,
que debía tener el libro de 1910.
contemporain, un libro decisivo, premiado más que ahora, por diversas razones,
en París, cuya actualidad es aún digna acogía y era el nudo de los debates
de nota; García Calderón hizo allí una intelectuales de los perua- nos. No sólo ni
propuesta de nacionalidad qué oponer a principalmente era un espacio
la de Carácter de la literatura. Francisco
era liberal convencido; los devaneos
ancestrales, monárquicos y orga- nicistas,
incluso incaicos y andinos y, por ello, tan
poco civilizados y franceses que tenía su
amigo de Lártiga, no le eran del todo
gratos. Era importante colocar los
sentimientos mo- dernos, liberales y
progresistas de Francisco en una vitrina
parisina, que todos los perua- nos de
clase pudieran ver.
sión peruana del nacionalismo integral. nacionalismo genuino de- bía fundarse en
Fran- cisco García Calderón y su la capacidad para forjar un ca- rácter
hermano Ventura, aunque hay testimonio original, esto es, propio, como opuesto a
de otros actores de la época que lo “colonial” o “imitativo”. Y la nación no
aseguran también, creó el primer po- día ser objeto de proyecto sino,
programa nacionalista. Es aquí donde siguiendo las
intervie- nen, sobre este molde, los
aportes intelectuales de Deustua, quien
hizo accesible al ambiente universitario
positivista y liberal del 900 lo entonces
más reciente del pensamiento social y
filosófico de la reflexión europea, lo que
en- tonces se llamaba “segundo
espiritualismo” y también “vitalismo”, y
es así como en Carácter de la literatura,
el Examen de la primera parte de los
Comentarios Reales de Garcilaso, La His-
toria en el Perú y otros textos menores de
José incorporan en un espectro
conceptual denso lo que a partir de las
Tradiciones Peruanas no eran sino ideas
sociales populares, pero des- articuladas,
de simpatía por la ampliación del espectro
histórico para la nación peruana. Se
trataba de un programa claramente
opuesto a la influencia francesa que él
considera extrema en González Prada y
Prado, y que creía eran coloniales, en el
sentido de que integraban la nacionalidad
peruana en parámetros de inter- pretación
social ahistóricos y descontextuali- zados
(Rivera, 2017, cap. II).
personaje, la perspectiva empática con el embargo, iba a correr rumbo bien diferente.
pa- sado que Palma había hecho
descansar en el recuerdo social de la José de la Riva-Agüero fue posiblemen-
monarquía se abrió hacia los albores del te el más original, el más sólido y creativo de
recuerdo, que se internaba así en un
horizonte que se perdía desde Garcila- so
hacia un pasado anterior, donde reposaba
silenciosa una realidad sin escritura. Esto
da un sentido inusual al motivo por el
que Ri- va-Agüero pasara a formar parte
de la plana docente de San Marcos en
1916. Aunque Ca- rácter de la literatura
era un libro polémico contra Prado,
entonces ya rector, es indudable que Riva-
Agüero tenía el prestigio de la uni-
versidad por las consecuencias de sus
libros, cosa que Prado, “el Javier”, no
podía ignorar.
Referencias
Alarco, L. F. (1951). José de la
Riva Agüero. Pensadores
peruanos. Lima: Sociedad
Peruana de Filosofía, 75-93.