1 La Parábola Del Sembrador
1 La Parábola Del Sembrador
1 La Parábola Del Sembrador
La parábola
Se trata de una parábola de especial importancia, porque es una de las pocas que aparecen
en los tres Sinópticos y porque en los tres es la primera que aparece.
Un significado que va más allá de la explicación de la misma parábola que, por cierto, es
también ofrecida por los tres autores.
Se refiere a las diferentes actitudes que los oyentes pueden tener ante la Palabra de Dios.
El desafío de Jesús “El que tenga oídos para oír, que oiga”, parece una conclusión más
natural sobre el tema.
“A vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de los Cielos”, dice Jesús.
Es decir, la comprensión de sus enseñanzas no es simple producto de la razón, sino
iluminación, gracia.
Parte cae en las piedras y crece, pero por falta de raíz, sucumben en el momento de la
prueba.
Parte cae entre abrojos, pero la seducción de las riquezas, las preocupaciones y los placeres
de la vida ahogan la Palabra.
La presencia del Maligno, las piedras, las riquezas, la prueba, las preocupaciones de la vida
(el poder) nos sitúan en un contexto próximo al de las tentaciones de Jesús.
Porque, aunque el Maligno sólo se menciona en el caso del camino, su acción se ve también
en la persecución que hace sucumbir la Palabra caída entre las piedras, y también en la
seducción de las riquezas y demás concupiscencias representadas por los abrojos.
Jesús en ningún momento dice que el sembrador es Dios, aunque esta sea nuestra natural
interpretación.
No faltará quien diga que ese sembrador es un poco descuidado, para perder tantas semillas.
El sembrador es quien hace llegar a otros la Palabra de Dios, y por tanto cualquiera de
nosotros se puede considerar sembrador.
El fruto dado por los que caen en tierra buena parece que depende de la calidad de la semilla
sembrada, no de la tierra.
Pero si la semilla es la Palabra, parece lógico suponer que el campo representa a los oyentes,
unos más receptivos que otros.
LA INVITACIÓN
La Palabra de Dios tiene siempre una connotación vocacional.
Nos llama a la conversión, al seguimiento.
Dios nos da un llamado
No hay nadie que se quede sin un llamado, pero hay que descubrirlo.
La parábola nos dice que hay diversas maneras de recibir esa semilla o llamado
EL CAMPO
Sólo las semillas que caen en “tierra buena” producen fruto.
Ahora bien, ¿qué es la “tierra buena”?
No se define positivamente, sino por sus contrarios:
La tierra buena no es camino (el camino es esa parte de la tierra que es ocupado por la gente
que pasa).
La tierra buena no tiene piedras y tampoco tiene abrojos.
Es decir, la tierra buena está vacía de cualquier otra cosa, totalmente receptiva para la
semilla.
La tierra es un principio pasivo: no ha de hacer nada para que luego la semilla produzca fruto,
La semilla que crece por sí sola en Mc 4, 26-29.
Esta parábola es una invitación a disponer nuestra tierra para la siembra, eliminando toda
clase de obstáculos.
Y luego la semilla irá creciendo por sí sola, con la ayuda del buen tiempo y la lluvia, la gracia
de Dios.
A veces creemos que debemos hacerlo todo por nosotros mismos, y olvidamos que la
vitalidad de la semilla no viene de nosotros mismos, es obra de Dios.
La parábola es también una invitación a escuchar cada día EL LLAMADO de Dios, para que
así nuestra tierra produzca fruto en abundancia.
La semilla sembrada tiene en su código genético toda la información necesaria para crecer
hasta la madurez y producir fruto, pero con nosotros los humanos la cosa es diferente.
Necesitamos recibir continuamente la “información” que nos permitirá ir orientando nuestro
crecimiento, y los frutos que se espera produzcamos.
Una última reflexión tiene que ver con nuestra tarea de educadores, y nuestro deber de ser
promotores de vocaciones.
Si reconocemos que EL LLAMADO es por gracia, no olvidaremos que cuando trabajamos con
otros debemos ayudarles a ellos también a descubrir su propio llamado
Parece que la siembra no es completa si falta este elemento que da sentido a la vida.
EL LLAMADO es un elemento esencial en la vida del cristiano.
Pero si la Buena Nueva no es sólo “nueva”, sino especialmente “buena”, es porque es una
propuesta interpeladora, una oferta de plenitud para todos.
Recibir el evangelio significa aceptar el reto de ser constructores del Reino de Dios.