Evocar El 68 Desde Las Mujeres
Evocar El 68 Desde Las Mujeres
Evocar El 68 Desde Las Mujeres
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La lucha de las mujeres irrumpió en los últimos años en América Latina con una
extraordinaria fuerza, el Río de la Plata es uno de los epicentros de este resurgir
feminista, y desde esta cuenca escribimos. En medio de la revuelta la propia lucha
ha evocado la memoria, por necesidad vital de utopías y por urgencia estratégica.
Una memoria viva que hemos intentado retejer escandalizadas -e incluso con
angustia- ante el descubrimiento del despojo y la insistente producción de olvido.
Una producción de olvido provocada desde el poder dominante y también desde los
discursos dominantes en la izquierda. Silvia Rivera Cusicanqui ii nos ha dicho,
retomando la cosmovisión andina en la búsqueda de una alteridad epistémica, que
el pasado está frente a nosotrxs y es lo que podemos ver, mientras el futuro se
encuentra en nuestra espaldas. Son las evocaciones del pasado las que pueden
guiarnos.
Cincuenta años después, ¿qué nos evoca el 68? ¿Qué puede volver a enseñarnos
desde nuestro presente? Si algo nos ha llegado es su irreverencia, su puesta en
jaque de las jerarquías. Los acontecimientos de ese año - que ni empiezan ni
terminan en Mayo ni en Paris- sacudieron al mundo y todavía hoy podemos sentir su
eco. El primer paso, tal vez, es fugarse de la imagen congelada del 68’ parisino
reducido a batalla cultural, entendida de modo limitado, para abrirlo al proceso de
luchas a lo largo y ancho del mundo. En nosotras late todavía la revuelta, late el
germen de lucha que queremos retomar hoy en este nuevo tiempo de rebeldía de
las mujeres.
Tiempo de revuelta
Los años 60’ fueron tiempo convulsionado en el norte y especialmente en América
Latina. En Vietnam enfrentaban la invasión gringa, Praga olía a primavera,
centroamérica latía en las guerrillas de la mano de la revolución cubana, en el sur
también se relanzaban las luchas obreras. México se agitaba con los sucesos de
Tlateloco, como cruel respuesta a las movilizaciones estudiantiles acompañadas no
sólo por obreros, sino también por las madres de lxs estudiantes. Fueron también
tiempos de descolonización y lucha anti rascista, años en los que avanzaron las
luchas por la independencia en África y el movimiento negro en Estados Unidos.
Imanuel Wallerstein (1999) señala que si observamos el sistema mundo, han habido
dos revoluciones mundiales: 1848 y 1968. Afirma que ambas fueron un fracaso
histórico y un punto de inflexión. Si la revolución de 1848 pare al movimiento obrero,
las revueltas del 68 abren lo que se ha denominado como “nuevos movimientos
sociales”, o dicho de otro modo, abre la ventana para aires nuevos y renovados
sujetos, interpelando a la “vieja izquierda”. Si vemos de forma rápida los focos de
ambas parecen ser europeos, pero si miramos en detalle el 68 fue un tiempo de
rebelión planetario. Podríamos decir que el entramado clase, sexo, raza tiene nudos
antiguos, pero las organizaciones hasta entonces solían hacer foco en una de las
dimensiones de la dominación. Desde los estudiantes, las mujeres, lxs jóvenes, las
luchas anticolonialistas y el movimiento negro se abre un nuevo tiempo en las calles
y en las reflexiones. Estos sujetos colectivos encarnan un cuestionamiento al
sistema de dominación, a la hegemonía estadunidense, y también a las
perspectivas teórico políticas emancipatorias. Construyendo profundas críticas a la
tradiciones de izquierda y al modelo soviético devenido en autoritarismo letal.
Señalan jerarquías hasta ahora invisibilizadas, permitiéndonos entender de manera
más contundente el funcionamiento del capital. Pero sobre todo, ya no admiten
esperar más. Ya no aceptan que sus problemas sean resueltos luego del gran día
de la revolución.
Mirar desde esta diversidad de luchas nos señala por lo menos dos aprendizajes, la
existencia de una multiplicidad de sujetos en lucha y la imperiosa tarea de insistir en
descolonizar y despatriarcalizar nuestra producción de memoria y nuestras prácticas
de transformación. La irrupción - antes, durante, y pos 68 - de múltiples sujetos nos
ha enseñado a cultivar una mirada que reconoce la amalgama de dominaciones,
que no sólo señala la explotación capitalista sino la opresión y el despojo. La
urgencia por comprender que la máquina de muerte a la que nos enfrentamos se
funda en la sedimentación de relaciones capitalistas patriarcales de matriz colonial.
Tres aristas que no pueden pensarse escindidas sino profundamente imbricadas,
que se refuerzan mutuamente anudadas por la violencia de todo tipo hacia nuestros
cuerpos y nuestros territorios. Nosotras quisiéramos hoy seguir el hilo de la lucha
antipatriarcal y feminista, reconocernos en ese largo linaje de mujeres en lucha,
recuperar las luchas del 68’ multiplicadas en los 70’ a través de una de las más
potentes revueltas de las mujeres.
Las mujeres en esos años no sólo comenzaron a lucir minifaldas con desenfado,
sino que estaban germinando una fuerza que terminaría cuestionandolo todo.
Fueron partícipes de todas las luchas, desde el movimiento negro hasta la lucha
obrera, de la resistencia en Vietnam hasta protagonistas de la lucha contra la
guerra, estuvieron en las guerrillas y en las luchas estudiantiles. Dinamitaron el lugar
del cautiverio impuesto a la mujer para lanzarse otra vez a participar de la vida
política. Pero una sensación extraña es relatada por varias protagonistas, una
incomodidad que luego sería combustible emancipatorio y que abrió preguntas
nuevas: ¿qué lugar nos tocó dentro de esas luchas? ¿qué tareas asumimos y nos
fueron adjudicadas? ¿que voces eran escuchadas y cuáles no? ¿quienes marcaban
las formas, los ritmos y las prioridades? Casi las mismas preguntas que nos hicimos
nosotras, hijas de las luchas contra el neoliberalismo de los años 90’, antes de
reconocernos feministas.
Coincidimos con Francesca Gargallo (2008) cuando afirma que no se puede decir
sencillamente que la luchas del 68’ inventaron la liberación femenina, pero sí que
existen entre ambas un vínculo insoslayable. Los últimos años de la década del 60`
y los años 70’ se conocen en el feminismo como la segunda ola. Desde allí
podemos encontrar los hilos que unen el 68 con la irrupción de la lucha de las
mujeres. Las críticas lanzadas a la izquierda serán retomadas y amplificadas desde
las experiencias feministas, ya que muchas nacieron en sus entrañas. “El deseo de
vivir no se mendiga, se toma” era una de las frases grafiteadas en plena revuelta
parisina, las mujeres que participaron de algún u otro modo sintieron sus efectos y
se los tomaron en serio. Sus deseos y su imaginación política ya no pedirían
permiso ni mendigarían.
¿Que había estado pasando en esos años en la vida de las mujeres? En 1960 se
había iniciado la comercialización de la pastilla anticonceptiva en Estados Unidos y
un años después ya circulaba por Europa. En 1963 se publica “La mística de la
femeneidad” de Betty Friedan, donde se describe “ese malestar que no tenía
nombre” y que no era otra cosa que las vivencias del patriarcado que ahogaban a
muchas mujeres. Aunque fuera luego criticado por ser pensado desde las mujeres
blancas, urbanas y de estratos medios, el libro es de los primeros en dar cuenta de
la ola feminista que estaba empezando y que luego tendrá mayor visibilidad y
fuerza. Aparecen diversos grupos de mujeres, intervenciones artísticas, clínicas
autogestionadas de salud, habrá poesía, música y tiempo de rebelión. Imágenes,
relatos y testimonios de esa época aparecen en el documental “She is beautful
when she is angry”. Las mujeres negras serán protagonistas de las luchas
antirascistas, serán oradoras, teóricas e inspiradoras de muchas otras mujeres.
Angela Davis (2016) como figura icónica, entretejera una mirada entre marxismo,
antirascismo y feminismo dando impulso a la necesaria perspectiva interseccional.
Por otra parte, aparecerá también una de las máximas expresiones de esos años
que es el texto de Kate Millet, Política sexual, publicado en 1970. Desde allí se
popularizó la frase “lo personal es político”, que da nombre y cristaliza uno de los
sentidos más potentes de ese tiempo de lucha. El énfasis puesto en politizar lo
cotidiano del 68 será radicalizado a través de esta consigna y las prácticas de
autoconciencia que se extendían en cientos de grupos por todo el país.
Katerine MacKinnon (1995) dijo que “El feminismo es la única teoría que emerge de
aquellos cuyos intereses afirma” al hacer referencia a que el método de crear
conciencia -también llamado concientización en Estados Unidos o autoconciencia
por las italianas- es el método por excelencia del feminismo. Muchos grupos de
autoconciencia surgieron de forma más o menos espontánea, entre amigas,
compañeras de universidad, vecinas. Es desde esta práctica de hablar entre
mujeres, pero esta vez revalorizada, politizada y conceptualizada, que las
experiencias en este tiempo de lucha cobran fuerza. En distintos formatos, con
distinta frecuencia, las mujeres comenzaron a reunirse y a hablar de su experiencia
como mujeres y lo hacían sólo entre ellas. Esto significaba relatar abusos, hablar de
sexualidad, de hijos, de maridos y de cenas, de jefes, de sus madres y abuelas y de
todo lo que en lo cotidiano y a lo largo de nuestra vida nos conforma como mujeres
desde el esquema de dominación. Cada una fue encontrando en la otra señas
propias, dolores ya no individuales sino colectivos y desde ahi aparece una fuerza
capaz de desbordarlo todo. Lo personal es político no era un slogan vacío, sino una
clave política profundamente fértil. Ese mismo debate es el que en la actualidad
recogemos, se trata de un partir de sí, para no quedarse en sí (Pérez Orozco, 2014),
como un intento de no separar el cuerpo femenino de las luchas que se dan, o más
bien de un partir de sí para ser con otras, para ser mujeres en lucha (Menéndez,
2017).
En Francia luego de Mayo del 68 las mujeres que estaban organizadas en distintos
grupos, especialmente en grandes ciudades, crean el Movimiento de Liberación de
las Mujeres. Se trató de un esfuerzo de organización política de gran alcance. La
estética de la provoación y el sarcasmo que habían tenido lxs estudiantes es
redoblado desde las mujeres, por ejemplo en el acto de depositar flores en la tumba
del soldado desconocido, en el Arco de Triunfo de París, pero dedicándoselo a la
mujer del soldado desconocido. Con las flores pusieron la inscripción “Existe alguien
más desconocido que el soldado desconocido, su mujer”. Se burlaban del canon
masculino con ironía, en frases como «Un hombre de cada dos es una mujer». En
octubre, cuarenta mujeres, encadenadas a las rejas de la prisión de la Petite
Roquette, clamaban: «Nosotras somos todas prisioneras»”. En 1971 aparece el
“manifiesto de las 343”, que abre el debate sobre la legalización del aborto en el
país.
De ese tiempo de lucha y en esa geografía aparecen varias mujeres que debaten
desde el pensamiento de la diferencia, criticando las bases psicoanalíticas y de la
teoría política, tan propias del mundo francés iii. Ellas cuestionan la centralidad de lo
fálico en tales teorías, no por la teoría en sí, sino para denunciar lo que eso ha
significado en tanto toda nuestra referencia simbólica se construye sobre lo
masculino. Abren desde ese lugar el debate sobre un nuevo orden simbólico en
femenino, especialmente Luce Irigaray (2007) quien aporta nuevas pistas para
pensar las relaciones entre mujeres desde el espéculo, desde el mirar hacia
nosotras mismas y nuestras semejanzas y ya no desde el ser lo otro, lo abyecto, o
recuperando a Simón De Beauvior, reclamando ya no ser más el segundo sexo.
En Italia Carla Lonzi, desde Revuelta feminista, dará inicio también la práctica de
autoconciencia y escribirá ese texto hermoso de título irreverente “Escupamos sobre
Hegel” para realizar una crítica contundente al pensamiento filosófico masculino. En
esa geografía exisitió también un intenso y prolífero debate con el marxismo y
variados aportes desde el pensamiento de la diferencia sexual, tambien llamado
feminismo de la direfencia. Especialmente desde la Librería de Milán se realizan
publicaciones que teorizan desde el partir de sí (Rivera- Garretas 1997), amplíando
la mirada al orden simbólico que surge desde las relaciones entre mujeres, con base
en la relación primaria con la madre (Muraro, 1991). Preocupadas por una política
viva, cuestionando la lógica de la representación y la igualdad en términos
modernos, es decir una a la que sólo acceden los hombres, discuten sobre otros
modos de producir decisión colectiva y de vivir dignamente.
Desde esta lucha por el salario, no como táctica sino como perspectiva, las críticas
a la izquierda abiertas por el 68 serán retomadas y profundizadas. Federici (2010;
2013) por ejemplo avanzará sobre la crítica a Marx, para releer su concepción sobre
la acumulación originaria y la degradación de las mujeres en la llamada transición
del feudalismo al capitalismo, afirmando que esa violencia es un proceso continuo
que reactualiza las formas de despojo. Así como la necesidad de comprender que
la división creada entre producción y reproducción implica la invisibilización y
desvalorización del trabajo reproductivo a cargo mayoritariamente de las mujeres.
Estos primeros aportes abonarán luego los fértiles debates posteriores sobre la
centralidad de la reproducción de la vida para repensar la transformación y la
recreación de las luchas por lo común y las tramas comunitarias, poniéndose cada
vez más en diálogo con la experiencia latinoamericana contemporánea para nutrirse
mutuamente.
Referencias
MacKinnon, Catherine (1995) Hacia una teoría feminista del Estado. Madrid:
Cátedra.
Suárez Briones, Beatriz, Martin Lucas, Maria Belén; Fariña Busto, Maria Jesús (eds)
(2000) Escribir en femenino. Barcelona: Icaria.
ii Ver: https://www.youtube.com/watch?v=1q6HfhZUGhc
iii Las más referenciadas son Luce Irigaray, filósofa, psicoanalísta y lingüista, quien realiza su crítica al
psicoanálisis lacaniano y su mirada a la sexualidad y subjetividad femenina; Julia Kristeva, es filósofa,
psicoanalísta y crítica literaria y sus aportes sobre el lugar de la comunicación pre verbal con la madre y la
diferencia que compone a las mujeres y Hélène Cixous, escritora, critica literaria que escribió ha sobre la
escritura en femenino a partir de las las relaciones madre-hija.