Chillón

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Universitas Philosophica

ISSN: 0120-5323
uniphilo@javeriana.edu.co
Pontificia Universidad Javeriana
Colombia

Chillón Lorenzo, José Manuel


LA VERDAD PERIODÍSTICA. EN BUSCA DE UN NUEVO PARADIGMA
Universitas Philosophica, vol. 24, núm. 48, junio, 2007, pp. 95-125
Pontificia Universidad Javeriana
Bogotá, Colombia

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=409534410005

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Universitas Philosophica, Año 24, 48: 95- 125
junio 2007, Bogotá, Colombia

LA VERDAD PERIODÍSTICA.
EN BUSCA DE UN NUEVO PARADIGMA
José Manuel Chillón Lorenzo* 

RESUMEN

El desafío reciente de los medios de comunicación nos pone en el


brete de tener que decidir si, pilares tan básicos como la verdad o la
objetividad deben seguir siendo respetados o no. Optar por un extremo
condena la tarea periodística al realismo informativo o al escepticismo
más sospechoso. Si es posible volver a recuperar el término verdad
para la tarea de la Información Periodística, será asumiendo que el
profesional hace algo con la realidad de la que informa. Ya no hay
posibilidad de pensar en una objetividad inmaculada que confunda
al profesional con los instrumentos que utiliza. Pero, sin verdad ni
objetividad ¿podrá salvarse la deontología profesional sobre la que
pivota el derecho constitucional a la información? Esta reflexión es
la que nos lleva a buscar un nuevo paradigma de comprensión de
la verdad que aúne las grandes líneas de la tradición occidental de
pensamiento con las exigencias que las rutinas profesionales imponen
a la Teoría de la Información Periodística.

Palabras Clave: Verdad, Veracidad, Realismo informativo,


Objetividad, Teoría de la Información.

* Instituto La Merced, Valladolid, España. Recibido: 11.05.07 Aprobado: 03.06.07


Universitas Philosophica, Año 24, 48: 95- 125
junio 2007, Bogotá, Colombia

JOURNALISTIC TRUTH
IN SEARCH FOR A NEW PARADIGM
José ManuelChillón Lorenzo* 

ABSTRACT

Recent challenges of mass media place us in the need to have to decide


if, props as basic as the truth or the objectivity must continue being
respected or not. To choose for one end condemns the journalistic
task to what we have called the informative realism or to the most
suspicious skepticism. If it is possible to return to recover the term
(end) truth for the task of the Journalistic Information, it will be
assuming that the professional does something with the reality
of the one that reports. Already there is no possibility of thinking
about an immaculate objectivity that confuses the professional with
the instruments that he uses. But, without truth or objectivity will
professional ethics be able to be saved on the one that settles itself
the constitutional law to the information? This reflection is the one
that leads us to looking for a new paradigm of comprehension of the
truth that harmonizes the big lines of the western tradition of thought
with the requirements that the professional routines impose to the
Theory of the Journalistic Information.

Key words: Truth, Veracity, Informative realism, Objectivity, Theory


of Information.

* Instituto La Merced, Valladolid, España. Recibido: 11.05.07 Aprobado: 03.06.07


“Somos buscadores de la verdad pero no sus
poseedores”

K. Popper

Uno de los temas más acuciantes para el pensamiento actual es el problema


de la verdad. La cuestión sobre su existencia y sus pretensiones unívocas
sigue provocando nuevas ediciones de esa primera reacción heraclítea
contra los planteamientos de la escuela de Parménides, o de la famosa
oposición sofista a las pretensiones socráticas. Cualquier investigación
sobre la verdad, por tanto, ha tenido que confrontarse continuamente con
los movimientos que negaban la posibilidad de su búsqueda en el mismo
punto de partida. En este sentido, los medios de comunicación se han visto
sorprendidos por reacciones opuestas que parecen otorgarles y sustraerles
en un mismo compás, la posibilidad de ofrecer a sus públicos la verdad.
Si las reacciones nihilistas deciden deshacerse del fardo inútil de tener que
buscar algo como la verdad, las propuestas relativistas, por su parte, acusan
de dogmatismo a la pretensión de que sólo exista una verdad sin tener
en cuenta que los mismos hechos pueden ser concebidos como verdades
diferentes. ¿Cuál de los dos extremos es significativamente más preocupante
para el periodismo? ¿Se puede fundamentar una teoría de la información
periodística profesando una de estas dos visiones? ¿Existen algunos formatos
televisivos o líneas editoriales que pivoten sobre alguna de estas posiciones
nihilistas o relativistas?

La información periodística parece haber adoptado la búsqueda de la


verdad como criterio y enfoque de su quehacer cotidiano. Pero si la verdad
tiene que ser algo más que slogan para los profesionales del periodismo,
tendrá que llevarse a cabo una reflexión sobre los límites y posibilidades
que tienen los medios de atisbar la verdad de la realidad, y en concreto
de la actualidad noticiosa. Objetividad y verdad aparecen a los ojos de
los periodistas como resultado y medio de su acción profesional en este
sentido: la transmisión de la verdad informativa reviste inmediatamente de

1. La vinculación entre periodismo, objetividad y verdad aparece claramente en un texto


de Lipmann: “El periodismo no pudo comenzar a ser una profesión hasta que no creó con
éxito el moderno periodismo objetivo, y con él, la necesidad de hombres que se consideren
a sí mismos dedicados, como son idealmente todos los profesionales, sólo al servicio de la
verdad”. Cit. por Valbuena, 1997: 102.

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objetividad al informador1. Se ha producido un desplazamiento, a mi modo


de ver poco estudiado por los teóricos de la información, de la objetividad
como concepto epistémico, a la objetividad como prerrogativa ética.

Una de las manifestaciones en que consiste ser periodista, tal vez la más
representativa, es contar a los demás lo que está pasando (...) El periodista
es por definición el buscador y difusor de verdades, el que investiga,
conoce y transmite a los demás la realidad, una parte de la realidad, del
mundo (Soria, 1997:135).

De momento, esta cita propone al periodista como difusor de verdades,


con lo cual, parece que el periodismo está lejos de la pretensión primera de
la filosofía de encontrar una y solo una verdad en el reino de lo inmutable
y de lo no sometido a la degradación del tiempo, a la vez que se acerca a
un tipo de verdad más en la línea del historicismo, o a una verdad parcial
como la que se espera de las ciencias, en la medida en que en ellas se da un
cierre categorial sobre una región de la realidad, en expresión de Gustavo
Bueno. Ortega parece solventarlo de la siguiente manera:

Las verdades poseen una doble condición sobre manera curiosa. Ellas por
sí, preexisten sin alteración ni modificación. Sin embargo, su adquisición
por un sujeto real, sometido al tiempo, les proporciona un cariz histórico:
surgen en una fecha y tal vez se volatilizan en otra. Claro es que esta
temporalidad no les afecta propiamente a ellas, sino a su presencia en la
mente humana (Ortega y Gasset, 1963; 7).

Pero esto tendremos que examinarlo después de hacer un repaso por


los grandes hitos filosóficos que han pensado acerca de la verdad. Dos
grandes paradigmas vertebran la historia de las definiciones de la verdad: la
cuestión de la correspondencia y la propuesta de la verdad como coherencia
adscrita esta última a la corriente de filosofía analítica. La filosofía del
lenguaje contemporánea y sobre todo el positivismo han alejado la
verdad de su esencial referencia a la realidad para encerrarla en la simple
coherencia de los enunciados que expresan lenguajes científicos. Seguir
en esta línea no explicaría la relación del periodismo con la realidad ni lo
que hace con ella. La verdad como coherencia, rescatada por una teoría
de la información periodística, sólo daría razón de la consistencia de los
enunciados informativos del mismo medio y de otros competentes, dejando
a un lado la cuestión de la relación de esos enunciados con la realidad de
la que se pretende informar y despreocupándose de si esos enunciados
informativos provocan o no conocimiento de la realidad actual en el receptor.

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Un paradigma, por tanto, que dejamos a un lado en este artículo.

Los otros dos hitos que propondremos a examen mucho más brevemente
serán la propuesta kantiana de la verdad y la cuestión planteada por la
pragmática trascendental de Apel. Tres eslabones en la amplia tradición
filosófica de definición de la verdad que se verán completados con otras
propuestas de cuño filosófico y de teoría de la información que nos permitirán
forjar teóricamente el concepto de verdad informativa que buscamos.

1. La verdad como correspondencia: Santo Tomás.


La verdad del realismo informativo

Tomás de Aquino representa, para muchos especialistas, la culminación


histórica y sistemática de la tradición griega, bíblica, patrística y árabe sobre
la verdad, una culminación que, de una u otra manera, dicen, permanece
insuperable2. El Aquinate descubrió la relevancia que tiene para el hombre
el encontrar una respuesta satisfactoria para el problema de la verdad, y
aseguró que verdad y verdadero pueden definirse de tres maneras:

- Atendiendo a lo que precede a la razón de verdad y en la que se


funda lo verdadero. A esta definición corresponde la visión agustiniana:
verdadero es id quod est.

- Atendiendo a aquello que realiza formalmente la razón de verdadero.


Esta es la definición que Santo Tomás atribuye a Isaac Israelí: adaequatio
rei et intellectus.

- Atendiendo al efecto consiguiente. Esta es la que aparece en la obra


de s. Hilario: “verdadero es lo que manifiesta y declara el ser” De Trinitate
V 14.

Como sabemos, las influencias del pensamiento aristotélico en Santo


Tomás no fueron escasas. Aristóteles ya había descubierto que la verdad

2. Las cuestiones sobre la verdad como adecuación aparecen fundamentalmente en ST I.


q. 16 y De Veritate q. 1.

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no está en las cosas, en las esencias, sino en la segunda operación del


pensamiento, en nuestra capacidad de juicio, contribuyendo así a situar el
problema de la verdad donde debió estar siempre, en el conocimiento y no
en la realidad3. En este mismo sentido recoge Santo Tomás:

La verdad puede estar en el sentido o en el entendimiento que conoce de


algo lo que es, o en una cosa verdadera. Pero no como lo conocido en el
que conoce, que es lo que conlleva el calificativo de verdadero. La razón
es porque la perfección del entendimiento es lo verdadero como conocido.
Por tanto, hablando con propiedad, la verdad está en el entendimiento
que compone y divide (Met VI, 1027b, 21ss) que no en el entendimiento
que conoce de algo que es (ST I, q.16, a.2) 4.

La verdad en Santo Tomás, siempre se definirá como adecuación, según


esa segunda acepción que él remite a Isaac Israelí. Ahora bien, uno de
los elementos esenciales de esa adecuación será el entendimiento incluso
en los dos tipos de verdad señalados por el Aquinate: tanto en la verdad
lógica (adaequatio intellectus et rei) como en la verdad ontológica (rei et
intellectus). Efectivamente, en el caso de la verdad ontológica o verdad
formal del ser hay que hablar de la verdad como propiedad esencial de la
realidad. Prioritariamente, la verdad sería inteligibilidad, y los entes, en tanto
que realidades, serían esencias inteligibles. El caso es que una y otra vez,
al tratar de hablar de esta concepción de la verdad, estamos presuponiendo
una forma determinada de conocimiento, concebido como semejanza o
asimilación entre la forma de la realidad conocida tal y como es en sí, y la
forma de esa realidad que, al informar la potencia, la actualiza en el acto
cognoscitivo. Una concepción metafísica de este calibre asume un sujeto
pasivo, además de presuponer un evidente realismo natural que da por

3. Por cierto que Heidegger vincula la definición de la verdad como adecuación (falsamente
atribuida a Israelí , según él) a la reflexión aristotélica sobre la relación entre lenguaje y
realidad presente en el tratado Peri ermeneiaV donde Aristóteles escribe que las vivencias
del alma son similares a las cosas: paqhmata thV juchV twn pragmatwn omoiwmata (1,
16 a 6) “Esta frase, que no está dicha en manera alguna como una definición expresa de la
verdad, fue ocasión concomitante de que se desarrollara la definición posterior de la esencia
de la verdad como adecuación” (Heidegger, 2002; 197)
4. El paréntesis con la cita aristotélica es un añadido propio para comprobar de dónde ha
tomado esa idea. En este mismo sentido, escribe Blázquez, 1996; 213: “La verdad es como
el reflejo intelectual del ser, su impregnación mental”.
5. Me parecen importantes las observaciones que este autor hace en una de sus primeras
publicaciones sobre cómo esas dos dimensiones de la verdad han cuajado en filósofos como

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descontado que el conocimiento se ajusta fielmente a la realidad en sí de


los objetos (Rábade, 1995: 134-137)5.

Como es lógico las críticas a esta concepción son muy amplias y de muy
diversos signos, aunque, en cualquier caso, parece muy difícil desvincular
la verdad de conceptos como el de conformidad o ajuste. En este sentido
recogemos las palabras de Heidegger:

La caracterización de la verdad como concordancia, adaequatio,


omoiwsiV, es sin duda muy general y vacua. Pero algo de justo tendrá
cuando se mantiene sin perjuicio de las más heterogéneas exégesis del
conocimiento que es lo que ostenta este relevante predicado. Preguntamos
ahora por los fundamentos de esta relación. ¿Qué hay dado por
supuesto tácitamente en el conjunto adaequatio intellectus et rei? ¿Qué
carácter ontológico tiene lo dado por supuesto? [...] ¿Por respecto a qué
concuerdan el intellectus y la res? [...] ¿Cómo tomar ontológicamente
la relación entre lo que es idealmente y lo ante los ojos realmente? [...]
¿Será azar que este problema no se mueva de su sitio desde hace más
de dos mil años? ¿No estará lo erróneo de la cuestión ya en el punto de
partida, en la separación ontológicamente no aclarada de lo real y lo
ideal? (Heidegger, 2002; 197-99).

El filósofo alemán asegura que no hay que saltarse la tradición, pero


que es necesario apropiársela originalmente. Si la verdad en Aristóteles
reside en el juicio, habrá que proceder a una investigación que nos revele
cuál era la concepción del logoV en el Estagirita. La proposición verdadera
en Aristóteles es la que descubre, la que muestra, la que nos permite ver
(apofansiV) el ente en su estado de descubrimiento. Y por eso, el ser
verdadero del logoV apofantikoV es el alhqeuein. Desvelamiento,
revelación o patencia de lo que hasta ahora permanecía latente, aparecen
como las notas originales de una verdad cuyo significado se ha degradado
para servir a la estructura sujeto-objeto, según explica el filósofo alemán
(Rábade, 1995: 37ss; 200-201).

Hartmann o Zubiri. En el primero, en un rechazo de la dimensión ontológica de la verdad ya


que según Hartmann, “la verdad es una propiedad del conocimiento no del objeto conocido”
con lo cual el problema de la verdad es un problema exclusivamente gnoseológico. En el
caso de Zubiri, sin embargo, aparece la preeminencia de la verdad del ser, ya que la verdad,
“ha de implicar y suponer este previo momento de realidad que la soporta” (cfr. Rábade,
1965: 97-101).

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Con esta breve aportación filosófica, tendremos que resolver ahora


en qué medida el periodismo puede seguir fundamentándose en buscar
una verdad, o incluso en ser transmisor de una verdad en el sentido de la
adecuación que acabamos de recoger arriba. Enseguida comprobaremos
cómo una concepción de la verdad como correspondencia arrastra consigo
una concepción realista del conocimiento, que en el caso de una teoría de
la información periodística llamaremos realismo informativo. La cuestión
para toda esta línea de pensamiento sería la siguiente: ¿en qué nivel de la
realidad y del conocimiento humano se encuentra la verdad informativa? y
¿qué grado de adecuación es indispensable para que la información pueda
ser considerada objetiva y aceptable? (Blázquez, 1996: 208). Y es que uno
de los grandes planteamientos de los militantes del realismo informativo
consiste en vincular ingenuamente la verdad, la realidad y la objetividad con
definiciones que cometen petición de principio al ser incapaces de explicar
cada uno de los términos, sin hacer comparecer a los otros dos.

Para estos autores, la verdad informativa se circunscribiría al ámbito de


lo que Santo Tomás ha denominado verdad lógica o formal6 que supondría la
preeminencia de la realidad como el punto de referencia indispensable de las
facultades cognoscitivas. No en vano, la verdad, según la define Aristóteles
en Metafísica, es decir de lo que es que es y de lo que no es que no es (1011b
26-28)7. En definitiva, la verdad informativa sería la verdad lógica en cuanto
comunicada mediatamente. Esta teoría realista de la verdad implica que la
verdad no se hace sino que se descubre. Comunicar, en este sentido, significa
transmitir la verdad, y la verdad es, a su vez, posesión del ser por parte del
sujeto cognoscente. Una teoría de la información fundada en el ser de las
cosas hace que, efectivamente, la información periodística esté interesada
por la verdad. ¿Valdría la pena seguir hablando de verdad en la información
si no remitiera esta verdad al ser de las cosas, si no se fundamentara en el

6. “Cuando hablamos de la comunicación de la realidad exterior, verdad y veracidad suponen,


para ser tales, la objetividad (...) la traslación de la verdad ontológica –las cosas son lo que
son- a la palabra, es la verdad lógica que se proclama así como constitutivo esencial de la
noticia” (Desantes, 2003).
7. Ya Platón en el Cratilo había afirmado que, “es verdadero el discurso que dice las cosas
tal como son, mientras que el que las dice tal como no son es falso” 385b.
8. Los realistas a veces se han planteado cuestiones como la posibilidad de decir siempre la
verdad sin atender a las consecuencias, una especie de reedición de los problemas que Weber
apuntaba en el ámbito de la ética de las convicciones. Una buena muestra de ejemplificar esta
discusión aparece en la película Ausencia de Malicia donde el redactor jefe de un periódico
ante el suicidio de una persona que ha visto publicados en el rotativo hechos ciertos sobre

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ser real como lo que permite determinar ese valor veritativo?8 Querer decir
la verdad aparece como un punto de partida necesario e indispensable en
el caso del profesional de la información, porque de otra manera no puede
salvarse el derecho del público a la información como derecho constitucional.
Para el realismo informativo, las dificultades en la búsqueda definitiva de
la verdad y en la verdad propia de los acontecimientos actuales, no tienen
por qué concluir en una dejación absoluta del deber de verdad, como han
pretendido diversos teóricos que en el fondo están proclamando el fin del
periodismo informativo.

A un periodista le caracteriza sobre todo su afán de transmitir la verdad


de los hechos, y para ello, para poder transmitir la verdad, es preciso
que la busque y que sepa buscarla y luego sepa transmitirla con el
lenguaje adecuado (...) A estos efectos, sigo pensando y me parece un
deber de salud democrática advertir que contra la corriente doctrinal
teórica, meramente teórica, que mantiene irreductiblemente que los
profesionales de la comunicación encargados de buscar materiales
informativos, elaborarlos y suministrarlos como noticia sin poder relatar
la información tal como es, se alza el hecho significativo del esfuerzo
profesional, individual y colectivo, para distinguir entre la realidad y la
ficción, entre los hechos y la imaginación, la creatividad o la opinión
sobre esos hechos (Fernández Areal, 2004; 162).

El caso es que el deber de decir la verdad aparece a todas luces como una
tarea ineludible de la profesión periodística en su vertiente informativa. La
verdad de los hechos, de las declaraciones, de los sucesos, de las reacciones...
implica que atender a la verdad es exactamente igual que atender y explicar,
y sólo explicar, la facticidad de lo ocurrido. En esta concepción de teoría
de la información estaríamos arrebatando la verdad al conocimiento para
otorgársela a la realidad. Al sujeto profesional sólo le quedaría armarse
con los valores de neutralidad, imparcialidad, y veracidad, para ser capaz
de captar, en un primer momento, y de transmitir, en una segunda ocasión,

su vida pasada, declara: “yo sé cómo decir la verdad y también cómo evitar el hacer daño
a la gente; pero lo que no sé es cómo hacer ambas cosas al mismo tiempo”. El autor García
Noblejas, J. J. (1986) en Yarce (ed.) comenta a este respecto que, cuando sucede esta colisión,
“el puro poder de la información no es racional y no respeta al otro y entonces el supuesto
‘saber decir la verdad’ carece del poder típico de la inteligencia que es la autoridad; y el
supuesto ‘saber evitar hacer daño a la gente’ carece del poder típico de la voluntad, que es
incitar al bien” (128).

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la verdad que emiten los propios hechos reales.

Sin embargo, hay algunas sombras en la claridad que pretenden


demostrar los autores de esta línea de pensamiento. Y es que por una parte,
hablan de que la verdad informativa exige, como hemos expuesto más arriba,
la preeminencia de la realidad (sobre el conocimiento) y sin embargo, estos
mismos teóricos, señalan que, “la adecuación o conformidad es el factor
esencial de la verdad el cual tiene lugar en la esfera del conocimiento y
no de la materialidad física de las cosas” (Blázquez, 1996: 386). En mi
opinión, esta segunda visión de la verdad quiere dar razón más bien de la
veracidad que de la verdad del realismo que, perteneciendo al ámbito del
conocimiento, asume una contrapartida metafísica que sí tiene que ver con
esa materialidad física de las cosas sobre todo porque es esa realidad la que
queda impresa y produce conocimiento9.

Aunque sólo sea por los siglos de pervivencia de esta noción de verdad,
habrá que reconocerle algunos méritos. ¿Qué hay de aprovechable en
esta concepción de la verdad como correspondencia para una teoría de la
información periodística?

- En primer lugar habrá que reconocer que conecta con la concepción


popular de la verdad.

- En segundo lugar, nos invita a pensar en la posibilidad de una


objetividad radical, en el sentido de asumir que existen cosas fuera de
nosotros e independientes de nuestro conocimiento.

- En tercer lugar, tendremos que aceptar que, negar radicalmente


este cuerpo teórico, sería minar definitivamente los pilares que sustentan la
legitimación racional del proceso informativo.

9. Un realista como Pieper, llegará a afirmar: “No se puede hablar de verdad, y realmente
tampoco lo hace nadie, si no se habla de un sujeto que conoce: o bien de un sujeto que es
capaz de conocer, por una parte, y al mismo tiempo de algo ‘real objetivamente’ que puede
ser objeto de conocimiento. La verdad es la relación entre el espíritu conocedor y la realidad
objetiva que tiene lugar mediante el acto de conocimiento” (Pieper, 1970: 2-3). Esta es otra
muestra de cómo el realismo define cada uno de los términos objetividad, verdad y realidad,
en función de los otros dos.

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En este sentido, algunos filósofos han creído que esta era la única
conceptualización de la verdad que merecía ser tomada en serio, incluso
después de asumir el giro lingüístico en filosofía10. Con todo y con eso, hoy
parece inaceptable una comprensión de la verdad informativa que asuma
precríticamente estos postulados que de nuevo, nos ponen en la pista de un
periodismo sin profesional y que vuelven a situarnos en la mitificación del
periodismo convirtiéndolo en una quasi-disciplina histórica, sin tener en
cuenta, por cierto, que la verdad de la historia, sí es una verdad fáctica por
definición de su propio objeto formal como disciplina11.

Si se puede hablar de verdad periodística, será de una verdad que asuma


el proceso cognoscitivo del profesional y la mediación comunicacional, y
que a la vez, explique con qué tipo de materia prima tiene que trabajar el
periodista, o lo que es igual, que se pueda hablar de una concepción de la
verdad informativa que nos ayude a resolver la pregunta que nos hemos
hecho más arriba: ¿qué hace el periodista con la realidad? Y es que, una
posición cargada de tanta ingenuidad no parece responder al factum del
periodismo informativo que queremos fundamentar. En todo caso, como

10. Popper es un buen representante de esta concepción cuando afirma que la teoría de la
verdad como adecuación sigue siendo la única visión seria y ajustada al procedimiento
científico, al ser la teoría que afirma que un enunciado es verdadero si coincide con los hechos,
con la realidad y por ello propone un estudio de la concepción de la verdad de Tarski como
una nueva visión de esta correspondencia vista desde el giro lingüístico (Cfr. Popper, 1974:
53) Unas páginas más adelante escribe: “para mí, el mayor logro del descubrimiento que
hizo Tarski de un método para definir la verdad con respecto a lenguajes formalizados de
orden infinito, es la rehabilitación de la noción de verdad o correspondencia con la realidad,
noción que se había hecho sospechosa. Al definirla en términos lógicos no sospechosos (no
semánticos) estableció su legitimidad” (64).
11. “Ya no existe una verdad como adecuación entre el intelecto y la cosa, como desvelamiento
o como proceso de aprehensión del ser íntimo de la realidad; como tampoco la realidad es
propiamente algo externo, preexistente e independiente del sujeto. La semiótica (Peirce)
y la hermenéutica (Heidegger) ponen de manifiesto que no existe una realidad fuera de la
interpretación y que el proceso de interpretar no consiste en reproducir lo originario mediante
algún mecanismo objetivo o mediante la intuición que posea el sujeto. Es decir, que la verdad
ya está siempre de acuerdo con la realidad, puesto que es el mismo proceso de la realidad
tomada precisamente como significado, donde el individuo está implicado en cuanto tiene
un papel de interpretante interior al mismo proceso de significación” (Sánchez, 1997: 362).
Encerrar la verdad de la realidad en el significado del individuo y de su interpretación
impondría demasiadas dificultades para justificar el significado como comprensión
intersubjetiva, aspecto que se agrava en el caso del proceso de transmisión de información
mediática. En el fondo este ha sido el problema de buena parte de la tradición analítica.
12. Una forma de comprender este paradigma de la verdad como adecuación de una forma más

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resumen de lo que esta posición teórica nos garantiza y que a su vez nos
parece irrenunciable, tenemos que advertir con Julián Baggini que,

Al menos cuando se trata de acontecimientos, hay una verdad y hay una


falsedad y, por tanto, tenemos que ser capaces de distinguir entre estas dos
cosas. Por complicadas razones filosóficas alguien puede desear sostener
que, a pesar de todo, la verdad es en cierto modo relativa y rechazar la
simple actitud realista. Pero esto no quiere decir que haya que aceptar
la ausencia de toda diferencia importante entre verdad y falsedad o que
haya que adoptar forzosamente la visión pura y dura del relativismo. No
debiéramos confundir un deseo justificable de evitar la imposición de un
punto de vista a los demás, con el rechazo de la idea misma de verdad.
Lo cierto es que para, por ejemplo, formarnos un juicio comprehensivo
acerca de la guerra oculta contra el terrorismo, hemos de aceptar que hay
hechos en los que fundar tales juicios (Baggini, 2004; 43)12.

2. La verdad en la Revolución Copernicana de Kant

En la III parte de la Introducción a la Lógica Trascendental, Kant asume el


problema de la verdad como la cuestión que siempre ha puesto en apuros
a los lógicos, hasta llevarlos a pronunciar sofismas, o en el otro extremo, a
reconocer su ignorancia. En este sentido, asume Kant, que “se concede y
se presupone la definición nominal de verdad, a saber, la conformidad del
conocimiento con su objeto”. Pero esto es no es todo, y puesto que Kant
quiere abandonar ese mero andar a tientas tan infatigable como vacuo de
la metafísica, añade que, sin embargo, “se pretende saber cuál es el criterio
general y seguro de la verdad de todo conocimiento” (A58, B82). Se acepta
la definición nominal clásica de la verdad, y se acepta porque ese no es el
problema, ya que lo realmente importante es explicar el hecho mismo de la
verdad. Inmediatamente, la búsqueda se orienta hacia la posibilidad de dar
con un criterio de verdad universal y necesario para todos los conocimientos
particulares. La forma en la que quiere encontrarse ese criterio tendrá que
servirnos como marca de distinción entre los conocimientos verdaderos y

comprensiva con el quehacer periodístico aparece en Galdón, 2001: 160: “Adecuar el mensaje
informativo tanto a la realidad sobre la que se escribe, como a los intereses fundamentales
del hombre y a la situación y capacidad cultural e intelectual de los destinatarios, requiere
dar la verdad necesaria, explicada, contextualizada, con sentido; emplear el lenguaje y los
modos discursivos apropiados; comprometerse personalmente con lo que se escribe y respetar
y fomentar la libertad de los ciudadanos”.
13. Seguimos en este sentido el estudio de Pavón, 1988: 53-68.
14. “La verdad –dice Pavón a este respecto- como relación de correspondencia entre el

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los no verdaderos.

El problema está servido: el carácter universal, al hacer abstracción de


todos los contenidos del conocimiento, se presenta como incompatible para
resolver la cuestión de la verdad que exige de oficio una referencia al objeto.
Tal es así, que el proyecto de encontrar un criterio universal y suficiente
para la verdad de todo conocimiento como criterio de demarcación, queda
eliminado (A58, B83)13. El criterio de verdad buscado será un criterio
normativo, no distintivo (está claro que si no no sería universal y suficiente),
y tomará la forma de reglas que sean condición de posibilidad de la relación
del pensamiento con su objeto y por tanto, condición de posibilidad de la
verdad14. En este sentido, la cuestión exige ahora resolver en qué medida
un concepto del objeto es efectivamente correspondiente con el objeto, algo
que deberá acontecer si es que el conocimiento es verdadero15.

El problema de la verdad en Kant se transforma, por tanto, en el problema


de fundamentación de la verdad16. La propuesta kantiana asustó desde un
principio a quienes pretendían restaurar la confianza en la metafísica y en

conocimiento y el objeto, implica que el criterio de verdad consistirá en reglas según las
cuales es posible que el Pensamiento se refiera a objetos” (Ibid.: 58).
15. Con lo cual habrá que decir que, “sólo si la determinación del concepto del objeto supone
la determinación del objeto, diremos del primero que es un conocimiento verdadero” (Ibid.:
62). Estas reflexiones anteriores que insisten en el ineludible componente de correspondencia
del que consta el criterio de verdad buscado, revelan lo equivocado de la teoría neokantiana del
conocimiento del s. XIX que según Heidegger, 2002: 197, “ha estigmatizado repetidamente
esta definición de la verdad como la expresión de un realismo ingenuo metódicamente
retrasado, declarándola incompatible con todo el planteamiento del problema que haya
pasado por la ‘revolución copernicana’ de Kant”.
16. En este sentido, Pavón cree que el problema de la verdad es tan crucial en Kant, que es
posible proponer una nueva interpretación de lo que pudo suponer su Revolución Copernicana
en filosofía: “Según la interpretación tradicional se trataría de que, en la relación del
Pensamiento con su objeto, no sea el Pensamiento el que se atenga al objeto de su referencia,
sino el objeto el que debe atenerse a las condiciones del Pensar (...). El eje de la Revolución
Copernicana, como ya hemos sugerido, no debe situarse en la relación del Pensamiento con
su objeto, sino en la relación del Pensamiento con la verdad. En consecuencia, no se trata de
que, en lugar de regirse el concepto por el objeto, sea el objeto regido por el concepto (...).
Una formulación más clara nos parece ésta: lo que debe regirse por el concepto es la verdad
(...). De este modo, el objeto de un concepto verdadero debe considerarse determinado por
un principio explicativo que al tiempo, constituye al concepto” (Pavón, 1988: 67).
17. En este sentido dirá Putnam, “Kant no duda de que hay alguna realidad independiente
de la mente, para él es virtualmente un postulado de razón (...) pero no podemos formarnos

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108 josé manuel chillón lorenzo

las posibilidades del conocimiento. De entre ellos, Hegel fue quien expuso
las críticas a ese miedo a errar que aparece en toda la filosofía kantiana y
que más bien parecía “un miedo a enfrentarse con la verdad”. Y es que,
de alguna manera, Kant no nos asegura que nuestro Entendimiento, en la
categorización a priori, conozca algo que tiene que ver con la realidad. Y
así, la tajante ruptura entre fenómeno y noumeno disparará la reflexión
del idealismo alemán hasta que Hegel determine que la verdad auténtica
exige la cancelación definitiva de lo extrínseco del objeto por oposición al
sujeto. No necesitamos ya hablar de correspondencia entre el concepto del
objeto y el objeto, asegurará Hegel, porque en el nivel de especulación y
desarrollo máximo de la razón, toda la realidad quedará subsumida bajo el
yugo del concepto. Las críticas de Hegel al aparente escepticismo kantiano
tienen, a nuestro modo de ver, una parte de verdad referida, no a la doctrina
kantiana como tal, sino a un posible seguimiento a ciegas de algunos de sus
planteamientos que pueden abocarnos a relativismos o nihilismos de distintos
signos (especialmente en el ámbito moral). Ahora bien, no son menores los
problemas que ha planteado el idealismo alemán y su reducción absoluta del
mundo y de la realidad en la conciencia particular, como forma de responder
a la desazón epistémica producida por la oscuridad de la realidad en sí.

Lejos de estos dos extremos, hay que decir que es posible recuperar
buena parte de las reflexiones kantianas para nuestro interés teórico de
buscar un nuevo paradigma de verdad para una Teoría de la Información
periodística. Asumimos que hay una realidad independiente de nosotros17,
además de la necesidad de seguir pensando la verdad en términos de
correspondencia18 y la afirmación de la existencia de una verdad informativa
legitimadora del quehacer informativo. Tres características que constituyen
lo que podemos bautizar como las tres garantías del realismo informativo.
Ahora nos queda suplir la deficiencia de ingenuidad gnoseológica de aquel

una concepción real de tales cosas nouménicas; la noción de mundo nouménico es más bien
un tipo de límite del pensamiento que un concepto claro” (Putnam, 1998: 70).
18. Vuelvo aquí a recordar una reflexión de Putnam para que se vea cómo el planteamiento
kantiano exige una nueva manera de comprender la tradicional correspondencia. “Kant cree
que tenemos conocimiento objetivo (...) el uso del término conocimiento y el uso del término
objetivo comparten la afirmación de que, a pesar de todo, hay una noción de verdad. Pero, si
no es la correspondencia con la forma en que las cosas son en sí mismas ¿qué es la verdad?”.
Una pregunta que hemos intentado responder más arriba. (Ibid.: 72-73).
19. Una información como la que exigieron los atentados de Madrid, estaba asentada en
una realidad que imponía condiciones especialmente importantes y relevantes para el modus

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la verdad periodística. en busca de un nuevo paradigma 109

realismo, y asumir la actividad del sujeto profesional y su intervención en


la información y vertebrar todo ello con el trabajo cotidiano que implican
las rutinas profesionales. El resultado de este encaje de bolillos teórico
sería el siguiente: para poder ofrecer una información verdadera de la
realidad, es preciso que existan contenidos de esa realidad con los que los
profesionales estén relacionados (los hechos periodísticos). Pero, esa relación
del profesional con la realidad no depende del contenido de esta, sino de
su capacidad para escuchar, redactar, recoger, investigar, etc. (subjetividad)
de otra manera cualquiera podría llevar a cabo la tarea periodística si la
relación de los hechos con el profesional dependiera de los primeros. El
caso es que el profesional se relaciona con los hechos y tiene conciencia de
la realidad (realidad exterior independiente de nosotros) pero esa conciencia
la tiene a su modo, es decir, según condiciones de posibilidad subjetivas
(en cuanto al conocimiento) y condiciones de posibilidad específicas de los
medios (en cuanto a las rutinas profesionales) condiciones que por tanto,
no dependen de la realidad. De la realidad, sin embargo, dependen las
condiciones que esta impone y en las que se fundamenta el deber profesional
irrenunciable de veracidad. O lo que es lo mismo, las condiciones subjetivas
y rutinarias dependientes del sujeto y del medio se ejercerán de una manera
concreta y con una intensidad determinada dependiendo de las condiciones
impuestas por la realidad19, de otra manera el camino del relativismo estaría
completamente despejado.

Con Kant, estamos situados en la órbita de que la verdad informativa


lejos de aparecer, se construye, y se construye en los media que posibilitan
de esta manera a sus receptores conocer con verdad lo sucedido. Porque
la realidad tal cual es no tiene interés informativo, porque concedemos a
los medios el auténtico papel de mediador y no de mero canal, y porque
reconocemos que la realidad y el respeto por los hechos exigen una
correspondencia entre las condiciones de posibilidad profesionales y las
condiciones de la realidad (correspondencia que no está dada en la simple
observación aséptica de la actualidad), afirmamos que la verdad informativa
se construye. Y porque es poliédrica, aun siendo una, podemos adelantarnos
a la acusación de defender una postura utópica que nada tiene que ver con

operandi de las condiciones subjetivas y de las condiciones de los medios


20. Obsérvese que, en el último capítulo, cuando hablemos de la construcción de la
realidad, propondremos el mismo argumento para defender que los medios nos transmiten

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110 josé manuel chillón lorenzo

las verdades confrontadas y enfrentadas de las distintas líneas editoriales,


afirmando que, las verdades de los medios, si es que lo son, tendrán que ser
aristas de esa verdad informativa20 Kant nos ha situado, por tanto, en la pista
de un sujeto activo, de un sujeto dador de forma, de un sujeto interventor...
que nosotros leemos, no sólo como primer momento del proceso de acopio
de información (conocimiento) sino como base filosófica de fundamentación
de una Teoría de la Información periodística que sigue aceptando el carácter
central de la verdad en el ejercicio de la profesión.

3. La verdad en la pragmática trascendental de Apel21

En cierto sentido, la teoría realista de la verdad


como correspondencia no es sólo la intuición
básica natural respecto a la verdad de los
enunciados, sino que está propuesta por todas
las teorías de la verdad como su condición
necesaria, es decir, no sólo la presuponen
aquellas teorías que –como en el caso de
Aristóteles y Tomás de Aquino- comparten
una metafísica y epistemología realistas, sino
que también la presuponen los representantes
de diferentes ontologías o / y epistemologías
(Apel, 1991; 44) 22.

Esta consideración de Apel con la que estamos absolutamente de acuerdo,

informaciones que, en contacto con el receptor producen conocimiento. Ese conocimiento


tendrá como referente una realidad de segundo orden que será la realidad informativa
(la realidad construida por el medio) y de cómo las distintas realidades informativas
contribuirán al conocimiento de la realidad acaecida para que podamos hablar de públicos
intersubjetivamente informados.
21. Para esta exposición seguimos la obra prologada por Adela Cortina: Apel, K. O. (1991):
Teoría de la verdad y ética del discurso, Paidós, Barcelona.
22. Así resume Rábade esta idea y toda la propuesta de Apel: “De una u otra manera hay
que volver a la teoría de la correspondencia en la búsqueda de fundamentación de la verdad
o significado de las proposiciones. En esto atribuye un papel fundamental a la evidencia
como desveladora de esa correspondencia. Pero esta evidencia ha de intersubjetivarse para
que deje de ser una evidencia privada (...) De tal suerte que tendríamos que arrancar, como
primer paso, de la evidencia referida a la correspondencia; luego interpretarla lingüísticamente
a fin de intersubjetivarla y finalmente lograr así el consenso de la comunidad científica”
(Rábade , 1995: 146).
23. No son pocas las críticas a las postura de Popper recogidas en este trabajo: críticas a la

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la verdad periodística. en busca de un nuevo paradigma 111

tal y como hemos señalado más arriba, no evita sin embargo, la tarea de
desmontar las dificultades que arrastra consigo la misma teoría, “sobre
todo a la luz de la diferencia poskantiana entre la relación sujeto-objeto del
conocimiento y todas las relaciones intramundanas objeto-objeto” (Ibid.: 47).
El caso es que nadie puede otorgarse la posibilidad de una mirada panóptica
que pueda examinar esa supuesta correspondencia entendida more realista
entre los fenómenos que se representan o se piensan en los juicios y las
cosas en sí. La vuelta de tuerca que supone la propuesta de Apel implica
rehacer una visión teórica que haga compatibles los conceptos o posturas
del falibilismo bien entendido de la ciencia23, de la teoría consensual de la
verdad (Peirce) y de la fundamentación filosófica última, teorías estas que
más que excluirse, se exigen entre sí.

De todo ello, lo que más nos interesa es que su concepción de la verdad


consensual exige que cualquiera que argumente en serio acerca de la verdad
de enunciados, está reconociendo contrafácticamente una comunidad ideal
de argumentantes ante la que está dispuesto a aportar razones que avalen la
verdad del enunciado. Ahora bien, si no fuera porque esta teoría consensual
de la verdad tiene que incluir la llamada evidencia fenoménica, o lo que es
lo mismo, el a priori de la experiencia, estaríamos ante una nueva versión
de la teoría coherencial de la filosofía analítica y del neopositivismo24. Esta
esencial referencia del consenso y de su validez a la realidad nos va aportando
nuevos datos para nuestra propuesta de verdad informativa en la medida
en que, una verdad fundamentada a la luz de la pragmática trascendental,
ya está apuntando a la idea de una verdad pública y a unos criterios de

vinculación del falibilismo con la teoría de la verdad como correspondencia (pg. 38 o 55,
en esta última critica la apropiación indebida que hace de Tarski cuando él mismo aseguró
que su teoría de la verdad no prejuzgaba una preferencia respecto a las teorías de la verdad
de carácter ontológico-metafísico y epistemológico) críticas a su versión platonizante del
conocimiento (58)...
24. Precisamente en esta evidencia fenoménica de la que no queda desligada la validez del
discurso argumentativo, reside la diferencia esencial entre los planteamientos de Habermas y
de Apel. (Cfr. prólogo de Adela Cortina: 25-26) Además, puede comprobarse una explicación
del propio autor en p. 96.
25. Las críticas a esta visión se vertieron desde su incapacidad para autofundamentar una
teoría de la verdad, hasta la consideración de que el recurso a la intersubjetividad suponía
no ser otra cosa que una subjetividad ampliada, pasando por quienes han tratado de ver estas
propuestas en el sentido de una idea regulativa kantiana Puede verse un resumen de estas
posiciones en Innerarity, 1986. La publicidad de la razón: sobre la génesis de la teoría crítica
de la comunicación, en Yarce (ed), 1986: 259-285.
26. Volvemos a referirnos a la investigación del diario ‘El Mundo’. Cuando el rotativo publica

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112 josé manuel chillón lorenzo

corroboración públicos en el sentido de intersubjetivos25.

Una teoría de la información construida desde los presupuestos más


aprovechables de esta posición, asumiría que los medios favorecen la
comprensión intersubjetiva de la realidad actual, en cuanto se presentan como
verdaderos mediadores en el seno de una comunidad (sociedad), mediadores
que tienen pretensiones de llegar a garantizar las condiciones para que los
públicos tengan, en contacto con esa realidad informativa, la posibilidad
de obtener un conocimiento válido. La verdad informativa, en este sentido,
tendría que estar dispuesta a ser argumentada en una comunidad ideal de
comunicación. En el caso del periodismo, nos vamos a permitir la licencia
de eliminar ese calificativo de ‘ideal’ y leer esta teoría a la luz de un contexto
mucho más real. En situaciones extremadamente complicadas en las que
se entremezclan sucesos más o menos graves, investigaciones policiales,
investigaciones políticas e investigaciones periodísticas, es evidente que
estas últimas pueden llegar a aportar datos nuevos a la realidad que de hecho
se está investigando. La motivación de la investigación periodística, en estos
casos, consiste en ofrecer nuevas perspectivas de esa verdad informativa
que, en el extremo, el propio medio podría argumentar ante una comunidad
de expertos del tipo que fuera. Cuando una investigación o dato periodístico
tiene la pretensión de aclarar los hechos y contribuir al restablecimiento de
la normalidad, en el horizonte, está seguro de que podrá argumentar sobre
esta verdad con una fuerza tal, que pueda ser admitida intersubjetivamente
como parte esencial de la realidad informativa26.

Pero, no hay que irse tan lejos de la realidad cotidiana del periodista.
Cuando se exige hacer acopio de todas las fuentes, guardar los archivos
y los testimonios durante el tiempo reglamentado por la ley o almacenar
las mismas grabaciones de programas, se presupone la posibilidad de
argumentar sobre la verdad de los mismos en el caso de un problema de
tipo fundamentalmente legal. Esta es la ventaja de adoptar vestigios de una
concepción de la verdad desde la teoría consensual: aceptar que toda verdad

el contenido de las cintas relativas a la trama de explosivos de Asturias, está contribuyendo


a que una de las aristas de la verdad informativa no tenga la simple pretensión de aparecer
como la verdad de un medio, sino como una verdad intersubjetivamente válida sobre la que
existirá un consenso total: de hecho hoy nadie niega el contenido de las mismas.
27. Por cierto que en su planteamiento sobre la verdad periodística asume, como nosotros
estamos exigiendo, una postura que advierte de las dificultades personales y profesionales

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la verdad periodística. en busca de un nuevo paradigma 113

informativa tiene la pretensión de ser demostrada y argumentada en una


comunidad de comunicación (tribunales, comisiones, sociedad en general)
y de ser así aceptada intersubjetivamente como verdad que produce en los
receptores el conocimiento de la realidad sobre la que se ha pretendido
informar.

4. La verdad de la información periodística

En las páginas anteriores hemos tratado de exponer brevemente algunas


de las consecuencias que conlleva para la información el tener una u
otra concepción filosófica de la verdad. En este repaso hemos pretendido
demostrar que muchos de los aspectos teorizados nos sirven de basamento
en el que apoyar la concepción de verdad informativa que buscamos. Pero
necesitamos dar un paso más y acercarnos al ejercicio del periodismo y a
esas condiciones que antes mencionábamos, para asegurarnos de que nuestra
propuesta final asume el quehacer periodístico como tal. Vamos a intentar,
también en este caso, recorrer algunos paradigmas de la verdad periodística
con la intención de aprovisionarnos de un buen caudal de propuestas que
nos permitan apoyar la nuestra, con la conciencia de que el tema de la
verdad, “sigue siendo el gran caballo de batalla del ejercicio del periodismo,
concretamente de la tarea informativa” (Fernández, 2004: 154)27.

4. 1. La verdad informativa como verdad interesante

Quienes defienden esta postura, con estas u otras palabras, tienen en cuenta
la esencial referencia del trabajo periodístico a la actualidad convirtiendo
así, un hecho del mundo en noticia. Efectivamente son los medios quienes
se encargan de ofrecer el carácter noticioso a un acontecimiento (incluso
podríamos afirmar que tienen un papel decisivo y previo en la demarcación
de lo que es un acontecimiento). Con el binomio verdad interesante se quiere
asegurar que el periodista toma en serio distintos hechos (en el sentido de

en el ejercicio concreto del periodismo informativo: “Querer decir la verdad no basta. Hay
que echar mano de los medios técnicos necesarios para que el destinatario del mensaje, el
público, entienda como verdad lo que es verdad, reciba el contenido del mensaje sin más
alteraciones que las propias de su personalidad, porque cada ser humano es distinto y las
condiciones psíquicas, físicas y ambientales de cada cual influirán en su percepción”.
28. Seguimos este artículo para este capítulo de reflexiones acerca de la verdad interesante.
29. Me parece muy curiosa e interesante la coincidencia con la propuesta de verdad

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114 josé manuel chillón lorenzo

la verdad) a los que les presta una atención especial (precisamente por
ser interesantes). La verdad interesante es la verdad con la que a diario
se enfrentan los periodistas que descartan, de por sí, la verdad aburrida,
“porque son mandatarios de un público que no quiere saber nada de lo
que no les diga nada” (Gomis, 2004: 358)28. Una verdad tan apegada a
la actualidad, exige de verdades provisionales, de verdades que dan que
hablar, de verdades que provocan cavilaciones en los públicos... La verdad
interesante de la información sería el aporte diario e infatigable que se
somete a distintas lecturas, interpretaciones, conversaciones. La verdad
informativa, así pues, sería verdad interesante porque esta es la verdad que
los públicos buscan en los medios, es la verdad que les hace hablar porque
es una verdad que impresiona, es la verdad que les hace estar pendientes
porque es una verdad sospechosa. Pero, ¿tiene, entonces, fecha de caducidad
esta verdad interesante?

Cuando al fin, alguna verdad cierta y reconocida sobre alguien o sobre


algo aparece en el horizonte y hay consenso en que aquello no tiene
vuelta de hoja, esa verdad sale de puntillas por el foro de los medios
y no se habla ya de ella. Ha dejado de ser verdad sospechosa, incierta,
interesante. Se ha reducido drásticamente la incertidumbre que tanto da
que pensar. Puede que haya alcanzado la superior categoría de verdad
histórica o de verdad científica, pero ha dejado de ser verdad o media
verdad periodística y de circular en las conversaciones del público
(Gomis, 2004: 359).

Desde esta comprensión, la verdad periodística, la verdad informativa


se presentaría, en el mejor de los casos, como el ‘mientras tanto’ actual que
llegará a su perfección definitiva cuando adquiera el estatuto de verdad
histórica o de verdad científica. En el peor, la verdad interesante estaría teñida
de preocupantes dosis de sensacionalismo que dificultarían de buen grado
que pudiéramos hablar siquiera de verdad. De cualquier manera, algo hemos
aprendido de esta visión. Fundamentalmente, que la verdad que interesa al
periodismo viene marcada por aquellos hechos que pierden su cotidianidad
y pasan a ser extraordinarios o a convertirse en acontecimientos. De hecho,
uno de los criterios profesionales esenciales a la hora de barajar qué noticias
abrirán los informativos o irán en portada, cuáles serán secundarias o cuáles

interesante que Popper asocia a la ciencia. Según el filósofo, la verdad, en singular, no es

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la verdad periodística. en busca de un nuevo paradigma 115

se desecharán por completo, es precisamente el carácter de interesante


que estas informaciones puedan tener para los públicos segmentados
según distintos criterios (lo interesante según las edades del target group
al que se dirige el medio, según la posición social-nivel cultural, según
la ideología política...). Pero, además, esta comprensión bien entendida,
sitúa al periodismo como fuente legítima de verdades que serán después
parte de una verdad como la histórica o la científica. Y, sin entrar ahora en
consideraciones sobre si la historia o la ciencia tienen como objetivo el
monopolio de la verdad con mayúscula, un periodismo de investigación,
como culmen de la tarea periodística informativa, podría llegar a ofrecer
verdades (no sólo datos) que definitivamente pasaran a formar parte de un
entramado más amplio de investigación histórica o científica29.

5.2 La verdad informativa como verdad práctica

Para otros muchos autores, la verdad del periodismo es una verdad práctica.
Verdad en el sentido de referirse a unos hechos de la realidad sobre los que
informar. Práctica porque tiene que saber ajustar esa realidad sobre la que
escribe, a los intereses fundamentales del hombre y a la situación cultural e
intelectual en la que vive. Todo ello le obliga a contextualizar la verdad, a
explicarla con sentido e incluso a comprometerse personalmente con lo que
se informa. Una visión de la verdad informativa en este sentido, trataría de
huir de la aparente contradicción entre lo inmutable de la verdad y lo volátil
de la actualidad, entre el hecho como tal y la redacción del mismo, entre la
frialdad del acontecimiento y la interpretación precisa.

Pensamos que la instantaneidad, o rapidez en la comunicación de lo

el único objetivo de la ciencia, en el sentido siguiente: las ciencias naturales buscan una
verdad con un alto poder explicativo. Es decir, la fertilidad de la ciencia está vinculada con
la posibilidad de encontrar en ella respuestas a nuestros problemas. En esto consisten esas
verdades mayores en número, y cualitativamente nuevas, en las que se funda el progreso
del conocimiento científico. Cfr. Popper, 1989: 280-82. Es muy claro, en este sentido, la
cita que el recoge tomada de un poeta y humorista alemán llamado Busch: “Dos y dos son
cuatro, es verdad / pero esto es demasiado vacuo, demasiado trillado / Lo que busco es una
clave / para cuestiones que no son tan sencillas” (281). En este sentido tiene mucho que ver
con la verdad informativa como verdad interesante.
30. La frase pertenece a Del Rey Morato y está citada en Galdón, 2001: 34.
31. Nos parece interesante señalar cómo define el autor la tarea periodística después de

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116 josé manuel chillón lorenzo

último que ha acontecido, y complejidad y verdad epistemológica y


ontológica, son valores que están sometidos a una relación de restricción
conjunta: a más de lo uno, menos de lo otro; a más rapidez, menos
complejidad, menos verdad30.

La verdad práctica, como verdad informativa, nos permite solucionar


esa aparente esquizofrenia que a veces acecha a las reflexiones sobre
información periodística: “¿resulta la palabra verdad por un lado adecuada
en el marco de la conversación cotidiana y por otro insostenible ante un
análisis en profundidad?” (Kovach-Rosentiel, 2003: 5) Para muchos de estos
autores, las reflexiones en torno al compromiso de los periodistas con la
verdad suelen adolecer de referencias al mundo real. Los periodistas, a este
respecto, han tratado de autoconcebirse como espectadores pasivos de una
verdad llovida del cielo y han hecho todo lo contrario a explicar y razonar
cuáles son las técnicas y métodos específicos del periodismo para averiguar
la verdad. La misma carencia que nosotros detectamos en toda la concepción
de la verdad del realismo informativo, parece ser el motivo que funda la
desconfianza de los ciudadanos ante los medios, al comprobar diariamente
que, de hecho, el periodismo no funciona con ese halo de misticismo en su
empeño por la verdad.

Al comprender la verdad informativa como verdad práctica estamos


cerca del paradigma de la verdad interesante; pero hemos dado un paso
más. Nos hemos asegurado de que esa verdad interesante es a su vez, una
verdad desinteresada, y de que es precisamente ese carácter desinteresado
de la información periodística lo que la diferencia de otras formas de
comunicación (Ibid.: 59). Por eso, el periodismo no busca la verdad de una
ecuación química, la verdad en el sentido absoluto o la verdad filosófica
(porque ese no es su campo de acción) sino la verdad que nos permite
gestionar nuestra vida cotidiana. Y es que “ya no basta con reproducir los
hechos verazmente, es necesario informar de la verdad que encierran los
hechos” (Kovach-Rosentiel, 2003: 57).

La verdad específica del periodismo es una verdad práctica que consiste


en un conjunto de acciones tendentes a la comunicación adecuada de esas
verdades mediante diferentes modalidades y con distintas perspectivas;

haber propuesto esta fenomenología de la prudencia: “Es una actividad intelectual y moral

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la verdad periodística. en busca de un nuevo paradigma 117

a través de la utilización de distintas mediaciones; en atención a un fin


determinado y específico pero al mismo tiempo genérico; y teniendo
en cuenta las diversas circunstancias que concurren en el proceso
informativo (Galdón, 2001: 240).

El mismo Galdón, vincula esta visión de la verdad práctica del


periodismo con la prudencia de cuño aristotélico. Merece la pena que nos
detengamos por un momento a analizar en qué medida prudencia y verdad
práctica, tomadas en sentido aristotélico, nos permiten dar todavía un paso
más en la comprensión de la verdad informativa. La prudencia, que ha sido
relacionado con los términos pronoia, fronesiV, diakrisiV, implica
la capacidad previsora en relación al futuro (en la conceptualización de
Cicerón), el juicio maduro, ponderado y mesurado para conseguir un bien
(en la visión de los griegos) o la capacidad de discernimiento o discreción.
En la capacidad de diferenciar lo verdadero de lo falso, en la necesidad de
comprender todas las circunstancias de lugar, tiempo y modo y en el aguzado
sentido crítico que se exige a la tarea de información periodística late, como
cualidad inherente y natural, la prudencia (Ibid.: 238-240). Parece, por tanto,
que sólo la prudencia puede dar razón completa de la naturaleza práctica del
saber periodístico además de contribuir a fundamentar su doble dimensión
de saber y de servicio (Ibid.: 241). La prudencia, en este sentido, puede
ser considerada como la virtud regidora del objeto y de la finalidad del
periodismo informativo. Tal es así, que una desconsideración de la prudencia
en el relato periodístico reduciría la profesión a un mero proceso técnico que
se aprende con la práctica, abandonaría el interés y el esfuerzo que supone
la documentación, excluiría la reflexión ponderada de su quehacer diario y
utilizaría los artificios literarios y retóricos con un sentido distinto al de ser
expresión de la verdad informativa. Puede decirse por tanto que, la naturaleza
del periodismo no es la de la ciencia (ya que no es una actividad meramente
especulativa) ni la del arte (ya que no es una actividad meramente técnica),
sino la de un saber práctico de índole prudencial31.

Una comprensión de Aristóteles que trate de leer epistemológicamente

práctica en la que la prudencia sintetiza, ordena y dirige las acciones directivas, gnoseológicas
y artísticas, y las aptitudes y actitudes que las fundamentan, tendentes a la comunicación
adecuada del saber sobre las realidades humanas actuales que al público le es necesario o
útil saber para su actuación libre en sociedad” (244).
32. La originalidad de esta lectura corresponde a Marcos (2001).
33. El ejercicio de la prudencia periodística llevará a solventar con mucha más pacificación los

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118 josé manuel chillón lorenzo

sus tratados prácticos, podrá rescatar esta concepción de alhqeia praktikh,


(EN VI, 2). como la verdad que asume contenidos de conocimiento
e implicaciones prácticas. En el fondo, aunque esta interpretación de
Aristóteles es muy reciente, todas las anteriores propuestas de vincular
razón y praxis en un intento en el que ningún extremo resulte perjudicado,
vienen ahora a encontrar su fundamento teórico en el Estagirita32. Y, teniendo
en cuenta las consecuencias que Alfredo Marcos observa en esta nueva
concepción de la verdad para la ciencia, podemos parafrasearlas para el
periodismo de la siguiente manera: la tarea de la información periodística
no aspira a conseguir la certeza profesional relacionada con una pretendida
verdad objetiva inamovible, pero, lejos de declarar inerme la posibilidad
de la verdad en la información, está permanentemente buscándola. En esto
consistiría la verdad informativa como verdad práctica, una verdad a la que
apuntaría el ejercicio continuo de la prudencia periodística.

Muchas de estas observaciones sirven a nuestro propósito de fundamentar


una verdad informativa adaptada a las condiciones de conocimiento y a
los presupuestos profesionales del periodismo. En concreto, nos parece
irrenunciable la valoración de la prudencia como eje vertebrador de las
decisiones profesionales cotidianas: desde la recogida de información,
la selección de datos para una noticia o la selección de noticias para un
informativo o para un diario. Y, no sólo de las que tienen que ver con el
ejercicio profesional de unas determinadas rutinas, sino también en relación
a la posibilidad del conocimiento: la prudencia invita al profesional a
situarse ante los hechos de una determinada manera sin que ello implique
una degradación de la posibilidad de conocer genuinamente un determinado
acontecimiento.

Efectivamente, una verdad práctica asentada en esa lectura de


Aristóteles, nos abre el camino para considerar que las decisiones diarias,
personales y profesionales con las que se enfrenta un periodista, son
concreciones, manifestaciones de esa verdad práctica, de ese interés por
transmitir informaciones comprensibles, útiles (en el mejor sentido del
término) adaptadas a los públicos, contextualizadas33, y que, lejos de que

problemas entre la obligación de decir la verdad y la precaución de no tener que decirla toda.
En esta necesidad de atender al contexto, nos parece muy aprovechable la reflexión sobre la
‘verdad viva’ que elabora el teólogo protestante Dietrich Bonhoeffer. El teólogo asegura que
su palabra llega a ser verdad cuando sabe quién le mueve a hablar y quién le justifica para

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la verdad periodística. en busca de un nuevo paradigma 119

estas características sean consideradas como técnicas de manipulación y


desinformación, pueden asumirse como condiciones de posibilidad de un
ejercicio profesional que tiene que decir algo interesante y vital sobre la
actualidad a la sociedad a la que informa.

Por ello, frente a quienes advierten del riesgo de que la razón práctica
desplace a la razón teórica (y que el hacer productivo de la información
se aleje del genuino sentido de la verdad para forzar a las informaciones
a pasar por un determinado tamiz ideológico o sacar determinados réditos
económicos) la verdad informativa en cuanto verdad práctica, nos asegura
que nuestra esencial referencia a la praxis profesional tendrá siempre como
criterio fundamentador la búsqueda de la verdad y la legítima referencia a
la realidad.

4.3 La verdad informativa. El paradigma de la correspondencia en


la verdad construida.

El repaso anterior de los paradigmas filosóficos y de algunas propuestas


de concepción de la verdad periodística, nos llevan a la conclusión de que
el periodismo tiene que vérselas con una propuesta de verdad que asuma
de iure la provisionalidad y fugacidad de la actualidad como el espacio de
realidad que más interesa al periodismo informativo o, mejor dicho, donde
el periodismo encuentra su sentido. Por esa misma razón Ortega y Gasset
era consciente de que el periodista asiste al acontecimiento diario y de que,
donde precisamente pone su interés, es en la apariencia del hecho singular,
en lo que de él mañana se habrá volatilizado. De alguna manera, dirá Ortega,
si la vida real es, de cierto, pura actualidad, la visión periodística deforma
esa realidad reduciendo lo actual a lo instantáneo y lo instantáneo a lo
resonante. “Cuanto más importancia sustantiva y perdurante tenga una cosa

hacerlo, y además cuando conoce el contexto en el que expresa algo. “El concepto de verdad
viva que elabora Bonhoeffer es arriesgado y despierta la sospecha de que la verdad puede y
tiene que acomodarse a la situación de cada momento, con lo que parece que el concepto de
verdad se disuelve completamente y la mentira y la verdad se aproximan hasta que una no
se distingue de la otra. No puede renunciarse, sin embargo, al concepto de verdad viva en
beneficio de un concepto cínico, formal de verdad” (Torralba, 2002: 299).
34. De las Obras Completas de Ortega citadas en Ortego Costales, 1966: 53-56.
35. Aparece muy claramente expresado en la diferenciación que Merrill (1997) establece
entre los distintos niveles de verdad: la verdad trascendental, la verdad potencial, la verdad

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120 josé manuel chillón lorenzo

o una persona, menos hablarán de ella los periódicos”34. Por supuesto que
no compartimos esta visión pesimista de los medios de comunicación, entre
otras cosas porque si no este trabajo no tendría sentido, pero reconocemos
en esa caracterización algunos visos de verdad. La rapidez con la que
se genera la información y la cantidad inconmensurable e inabarcable
potenciada hoy por las nuevas tecnologías, favorecen ese rápido trasiego
de informaciones que van y vienen y que forman parte de la preocupación
general para desaparecer al día siguiente; informaciones que, en definitiva,
tan pronto tocan la epidermis del conocimiento público, quedan sumergidas
en el olvido. Caracterizar así el procedimiento común de los medios, sin
embargo, no puede llevar a caricaturizar sus pretensiones de verdad.

Entre la verdad que los periodistas captan con sus cámaras, con sus
fuentes, con sus notas, con sus testimonios, y la verdad que los periodistas
transmiten, hay una diferencia de cantidad de información y de grado35.
Pero la verdad informativa propiamente es la segunda, la verdad que se
transmite. Habrá que decir, por tanto, que la verdad informativa no es la
única y absoluta verdad en el quehacer periodístico. La verdad informativa,
la verdad que se transmite en la noticia, es una verdad construida porque
es fruto de amplios retazos de la verdad que se han captado en un primer
momento, y de la práctica concreta que exige el periodismo. Esta verdad
construida, en la medida en que refiere a una verdad anterior compuesta por
la materia prima de la información en cuestión (una materia prima tomada
de la realidad), ahuyenta los fantasmas y peligros del relativismo, para
situarse con pleno derecho como la verdad esperable de la información. La
verdad informativa requiere de la profesionalidad (y por tanto no sólo de la
técnica y de un mero aprendizaje) de quien, en contacto con la realidad, y
armado con la prudencia periodística36 apoyada en la veracidad, ofrece un
contenido informativo al receptor que le permitirá poseer un conocimiento
seleccionada, la verdad transmitida y la verdad percibida por la audiencia. La más importante,
periodísticamente hablando desde el lado del informador, es la llamada reported truth:
“Undoubtedly, it is the most important part of the truth in that it is the part (or level) that
represents, or gives an image of, an event in reality” (114-15).
36. “Si la neutralidad es imposible, no lo es el equilibrio, la activa valoración de la noticia, el
sopesar las fuentes de información... Dicho de otra manera, aquella capacidad de aprehensión
de las posibilidades concretas inherentes a las circunstancias en las que me encuentro que es
parte fundamental de la virtud que denominamos prudencia”, (López Cambronero, 2002: 88).
37. Es in-fecta, dirá Parra Pujante, 2003: 87 y 106.
38. El caso del accidente del Yak 42, es un buen ejemplo de cómo una verdad informativa va
correspondiéndose más con la realidad, a medida que nuevos elementos en la investigación
(informes forenses, testimonios de especialistas...), invitan a reorientar esa verdad informativa

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la verdad periodística. en busca de un nuevo paradigma 121

verdadero de la realidad en cuestión.

More fregeano, podríamos pensar que la verdad informativa sería uno de


los sentidos para expresar la referencia (la realidad). El carácter inagotable
de esta referencia justifica que conozcamos la realidad por medio de los
distintos sentidos que se nos pueden ofrecer sobre ella. Con este presupuesto
teórico, no tendríamos por qué pensar que la verdad informativa se sitúa
en los umbrales de otras verdades más perfectas como las de la ciencia, la
historia... ellas constituirían distintos, pero no mejores, modos de darse la
referencia. Si la verdad informativa pudiera ser vista entonces como un
sentido de acercamiento válido a la realidad (válido en la medida en que
produce conocimiento), las distintas verdades de los medios que componen
el carácter poliédrico de la verdad informativa, podrían ser considerados
como una especie de sub-sentidos del sentido que expresa la referencia. La
tesis enunciada por Frege de la prioridad del sentido sobre la referencia,
nos aseguraría, en el campo de una teoría de la información, que no hay
ninguna manera de conocer la realidad si no es produciendo información
sobre ella, si no es por medio de la verdad informativa como ‘modo de darse’
la realidad sobre la que se pretende informar.

Esta concepción de la verdad informativa acepta, por supuesto, las


garantías del realismo y muy especialmente, la necesidad de que exista
una verdad a la que referirse, so pena de abandonar para siempre una
regulación ética de la profesión. Además asume la exigencia de un público
que quiere conocer la verdad y que la quiere conocer a través de los medios,
un deseo que no remite ni más ni menos que a un derecho constitucional.
Esta visión de la verdad informativa aspira también a presentarse como una
verdad intersubjetiva capaz de ser argumentada en cualquier comunidad
de comunicación que así se lo exigiera. Además, la verdad informativa
quiere contribuir a formar a un público desde lo que él necesita y requiere,
y para ello contextualiza, aclara y redacta el material bruto al que ha tenido
acceso el periodista. Asume también, con pleno derecho, las garantías de
una verdad informativa considerada como verdad práctica, porque considera
la prudencia periodística como el valor intelectual y moral esencial para un
profesional que interviene en el proceso de creación de la información, no
como mero receptor pasivo, sino como el sujeto que delibera y sopesa las
posibilidades informativas.

La verdad informativa, en cuanto verdad construida que remite a un

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estadio previo y fundamentador de esa verdad, no puede confundirse con


la veracidad. Si la verdad informativa es el resultado, la veracidad es su
condición de posibilidad. La veracidad sería el estado de comprobación,
demostración y precisión suficientes, que justifican la correspondencia
entre la realidad tomada como materia prima y la verdad informativa. La
construcción de esta verdad, en cuanto verdad transmitida, requiere de
importantes herramientas profesionales que hagan legítima la construcción
de un relato con suficiente entidad de verdad.

De esta manera, hemos llegado al principio, a donde partíamos al


comienzo de este artículo: es insuperable la noción de verdad como
correspondencia. En el caso del periodismo informativo, como acabamos de
ver, más que denotar un realismo ingenuo, nos invita a pensar que la verdad
informativa, en cuanto verdad construida, exige una correspondencia con
el estado previo de verdad que posee el profesional como material bruto y
que a su vez implica una correspondencia anterior con la misma realidad.
Los dos niveles de correspondencia están canalizados y justificados en la
veracidad periodística, el valor que encarna y justifica que podamos hablar
de que la verdad informativa es una verdad construida, sin que ello nos invite
a pensar en una verdad creada en cuanto manipulada, sino en una verdad
correspondiente de alguna manera con la realidad.

La verdad informativa, precisamente porque no es absoluta, porque no es


perfecta37 está siempre, tal y como nos han propuesto los teóricos de la verdad
práctica, en continua e infatigable búsqueda de una verdad informativa que
sea más correspondiente con la verdad de los hechos. Esta búsqueda exige
de un sujeto activo y de un medio transmisor que construyan y reconstruyan
la verdad informativa a partir de nuevos elementos en la investigación, y
por tanto, a partir de nuevos amarres para la veracidad38. En algún sentido,
y en contra de la opinión de Parra Pujante (2003: 22), podemos decir que la
verdad periodística es una verdad falsable, recordando la verdad que Popper

(la única a la que la mayoría tenemos acceso y que debería ser, en principio, suficiente). ¿Fue
verdad informativamente lo que los medios publicaron en mayo del 2003? Parece que sí,
porque en aquellos momentos las herramientas que soportaban la veracidad no justificaban
una información distinta. En ese sentido, los medios no incurrieron en una mentira, aunque
ahora se sabe que hubo una campaña gubernamental de desinformación. Tenemos que pensar
que toda verdad informativa, por suerte, puede ser susceptible de ser sustituida por una
verdad informativa más correspondiente o lo que es lo mismo, por una verdad informativa
que aporte mayores y mejores pruebas de veracidad.

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la verdad periodística. en busca de un nuevo paradigma 123

asigna a las teorías científicas. Cuando esto ocurre en una teoría, no puede
decirse sino que la nueva cosmovisión es más completa, más simple o más
verosímil en relación a la realidad que intenta describir. En la posibilidad de
una verdad periodística falsable, encontraría su legitimidad el periodismo
de precisión y de investigación que contribuirían, de este modo, a aportar
nuevos datos, nuevos criterios que desplazarían la verdad aceptada hacia
otra verdad informativa. Una nueva verdad que, aceptando los contenidos de
verdad39 de esa verdad informativa previa, sea la expresión de un periodismo
que quiere situarse, en palabras de Parménides, ta proV thn alhqeian,
en el camino de la verdad.

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39. El término contenido de verdad pertenece a la teoría de la ciencia de Popper (cfr. como
ejemplo Conjeturas y refutaciones, 54) y puede ser, en este sentido, muy aprovechable para
una teoría de la información en la medida en que se refiere al conjunto de consecuencias
interesantes e informativas que contienen una verdad transmitida como tal, aunque esta
resultara después ser falsa.

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