Chillón
Chillón
Chillón
ISSN: 0120-5323
uniphilo@javeriana.edu.co
Pontificia Universidad Javeriana
Colombia
LA VERDAD PERIODÍSTICA.
EN BUSCA DE UN NUEVO PARADIGMA
José Manuel Chillón Lorenzo*
RESUMEN
Universitas Philosophica, Año 24, 48: 95- 125
junio 2007, Bogotá, Colombia
JOURNALISTIC TRUTH
IN SEARCH FOR A NEW PARADIGM
José ManuelChillón Lorenzo*
ABSTRACT
K. Popper
Una de las manifestaciones en que consiste ser periodista, tal vez la más
representativa, es contar a los demás lo que está pasando (...) El periodista
es por definición el buscador y difusor de verdades, el que investiga,
conoce y transmite a los demás la realidad, una parte de la realidad, del
mundo (Soria, 1997:135).
Las verdades poseen una doble condición sobre manera curiosa. Ellas por
sí, preexisten sin alteración ni modificación. Sin embargo, su adquisición
por un sujeto real, sometido al tiempo, les proporciona un cariz histórico:
surgen en una fecha y tal vez se volatilizan en otra. Claro es que esta
temporalidad no les afecta propiamente a ellas, sino a su presencia en la
mente humana (Ortega y Gasset, 1963; 7).
Los otros dos hitos que propondremos a examen mucho más brevemente
serán la propuesta kantiana de la verdad y la cuestión planteada por la
pragmática trascendental de Apel. Tres eslabones en la amplia tradición
filosófica de definición de la verdad que se verán completados con otras
propuestas de cuño filosófico y de teoría de la información que nos permitirán
forjar teóricamente el concepto de verdad informativa que buscamos.
3. Por cierto que Heidegger vincula la definición de la verdad como adecuación (falsamente
atribuida a Israelí , según él) a la reflexión aristotélica sobre la relación entre lenguaje y
realidad presente en el tratado Peri ermeneiaV donde Aristóteles escribe que las vivencias
del alma son similares a las cosas: paqhmata thV juchV twn pragmatwn omoiwmata (1,
16 a 6) “Esta frase, que no está dicha en manera alguna como una definición expresa de la
verdad, fue ocasión concomitante de que se desarrollara la definición posterior de la esencia
de la verdad como adecuación” (Heidegger, 2002; 197)
4. El paréntesis con la cita aristotélica es un añadido propio para comprobar de dónde ha
tomado esa idea. En este mismo sentido, escribe Blázquez, 1996; 213: “La verdad es como
el reflejo intelectual del ser, su impregnación mental”.
5. Me parecen importantes las observaciones que este autor hace en una de sus primeras
publicaciones sobre cómo esas dos dimensiones de la verdad han cuajado en filósofos como
Como es lógico las críticas a esta concepción son muy amplias y de muy
diversos signos, aunque, en cualquier caso, parece muy difícil desvincular
la verdad de conceptos como el de conformidad o ajuste. En este sentido
recogemos las palabras de Heidegger:
ser real como lo que permite determinar ese valor veritativo?8 Querer decir
la verdad aparece como un punto de partida necesario e indispensable en
el caso del profesional de la información, porque de otra manera no puede
salvarse el derecho del público a la información como derecho constitucional.
Para el realismo informativo, las dificultades en la búsqueda definitiva de
la verdad y en la verdad propia de los acontecimientos actuales, no tienen
por qué concluir en una dejación absoluta del deber de verdad, como han
pretendido diversos teóricos que en el fondo están proclamando el fin del
periodismo informativo.
El caso es que el deber de decir la verdad aparece a todas luces como una
tarea ineludible de la profesión periodística en su vertiente informativa. La
verdad de los hechos, de las declaraciones, de los sucesos, de las reacciones...
implica que atender a la verdad es exactamente igual que atender y explicar,
y sólo explicar, la facticidad de lo ocurrido. En esta concepción de teoría
de la información estaríamos arrebatando la verdad al conocimiento para
otorgársela a la realidad. Al sujeto profesional sólo le quedaría armarse
con los valores de neutralidad, imparcialidad, y veracidad, para ser capaz
de captar, en un primer momento, y de transmitir, en una segunda ocasión,
su vida pasada, declara: “yo sé cómo decir la verdad y también cómo evitar el hacer daño
a la gente; pero lo que no sé es cómo hacer ambas cosas al mismo tiempo”. El autor García
Noblejas, J. J. (1986) en Yarce (ed.) comenta a este respecto que, cuando sucede esta colisión,
“el puro poder de la información no es racional y no respeta al otro y entonces el supuesto
‘saber decir la verdad’ carece del poder típico de la inteligencia que es la autoridad; y el
supuesto ‘saber evitar hacer daño a la gente’ carece del poder típico de la voluntad, que es
incitar al bien” (128).
Aunque sólo sea por los siglos de pervivencia de esta noción de verdad,
habrá que reconocerle algunos méritos. ¿Qué hay de aprovechable en
esta concepción de la verdad como correspondencia para una teoría de la
información periodística?
9. Un realista como Pieper, llegará a afirmar: “No se puede hablar de verdad, y realmente
tampoco lo hace nadie, si no se habla de un sujeto que conoce: o bien de un sujeto que es
capaz de conocer, por una parte, y al mismo tiempo de algo ‘real objetivamente’ que puede
ser objeto de conocimiento. La verdad es la relación entre el espíritu conocedor y la realidad
objetiva que tiene lugar mediante el acto de conocimiento” (Pieper, 1970: 2-3). Esta es otra
muestra de cómo el realismo define cada uno de los términos objetividad, verdad y realidad,
en función de los otros dos.
En este sentido, algunos filósofos han creído que esta era la única
conceptualización de la verdad que merecía ser tomada en serio, incluso
después de asumir el giro lingüístico en filosofía10. Con todo y con eso, hoy
parece inaceptable una comprensión de la verdad informativa que asuma
precríticamente estos postulados que de nuevo, nos ponen en la pista de un
periodismo sin profesional y que vuelven a situarnos en la mitificación del
periodismo convirtiéndolo en una quasi-disciplina histórica, sin tener en
cuenta, por cierto, que la verdad de la historia, sí es una verdad fáctica por
definición de su propio objeto formal como disciplina11.
10. Popper es un buen representante de esta concepción cuando afirma que la teoría de la
verdad como adecuación sigue siendo la única visión seria y ajustada al procedimiento
científico, al ser la teoría que afirma que un enunciado es verdadero si coincide con los hechos,
con la realidad y por ello propone un estudio de la concepción de la verdad de Tarski como
una nueva visión de esta correspondencia vista desde el giro lingüístico (Cfr. Popper, 1974:
53) Unas páginas más adelante escribe: “para mí, el mayor logro del descubrimiento que
hizo Tarski de un método para definir la verdad con respecto a lenguajes formalizados de
orden infinito, es la rehabilitación de la noción de verdad o correspondencia con la realidad,
noción que se había hecho sospechosa. Al definirla en términos lógicos no sospechosos (no
semánticos) estableció su legitimidad” (64).
11. “Ya no existe una verdad como adecuación entre el intelecto y la cosa, como desvelamiento
o como proceso de aprehensión del ser íntimo de la realidad; como tampoco la realidad es
propiamente algo externo, preexistente e independiente del sujeto. La semiótica (Peirce)
y la hermenéutica (Heidegger) ponen de manifiesto que no existe una realidad fuera de la
interpretación y que el proceso de interpretar no consiste en reproducir lo originario mediante
algún mecanismo objetivo o mediante la intuición que posea el sujeto. Es decir, que la verdad
ya está siempre de acuerdo con la realidad, puesto que es el mismo proceso de la realidad
tomada precisamente como significado, donde el individuo está implicado en cuanto tiene
un papel de interpretante interior al mismo proceso de significación” (Sánchez, 1997: 362).
Encerrar la verdad de la realidad en el significado del individuo y de su interpretación
impondría demasiadas dificultades para justificar el significado como comprensión
intersubjetiva, aspecto que se agrava en el caso del proceso de transmisión de información
mediática. En el fondo este ha sido el problema de buena parte de la tradición analítica.
12. Una forma de comprender este paradigma de la verdad como adecuación de una forma más
resumen de lo que esta posición teórica nos garantiza y que a su vez nos
parece irrenunciable, tenemos que advertir con Julián Baggini que,
comprensiva con el quehacer periodístico aparece en Galdón, 2001: 160: “Adecuar el mensaje
informativo tanto a la realidad sobre la que se escribe, como a los intereses fundamentales
del hombre y a la situación y capacidad cultural e intelectual de los destinatarios, requiere
dar la verdad necesaria, explicada, contextualizada, con sentido; emplear el lenguaje y los
modos discursivos apropiados; comprometerse personalmente con lo que se escribe y respetar
y fomentar la libertad de los ciudadanos”.
13. Seguimos en este sentido el estudio de Pavón, 1988: 53-68.
14. “La verdad –dice Pavón a este respecto- como relación de correspondencia entre el
los no verdaderos.
conocimiento y el objeto, implica que el criterio de verdad consistirá en reglas según las
cuales es posible que el Pensamiento se refiera a objetos” (Ibid.: 58).
15. Con lo cual habrá que decir que, “sólo si la determinación del concepto del objeto supone
la determinación del objeto, diremos del primero que es un conocimiento verdadero” (Ibid.:
62). Estas reflexiones anteriores que insisten en el ineludible componente de correspondencia
del que consta el criterio de verdad buscado, revelan lo equivocado de la teoría neokantiana del
conocimiento del s. XIX que según Heidegger, 2002: 197, “ha estigmatizado repetidamente
esta definición de la verdad como la expresión de un realismo ingenuo metódicamente
retrasado, declarándola incompatible con todo el planteamiento del problema que haya
pasado por la ‘revolución copernicana’ de Kant”.
16. En este sentido, Pavón cree que el problema de la verdad es tan crucial en Kant, que es
posible proponer una nueva interpretación de lo que pudo suponer su Revolución Copernicana
en filosofía: “Según la interpretación tradicional se trataría de que, en la relación del
Pensamiento con su objeto, no sea el Pensamiento el que se atenga al objeto de su referencia,
sino el objeto el que debe atenerse a las condiciones del Pensar (...). El eje de la Revolución
Copernicana, como ya hemos sugerido, no debe situarse en la relación del Pensamiento con
su objeto, sino en la relación del Pensamiento con la verdad. En consecuencia, no se trata de
que, en lugar de regirse el concepto por el objeto, sea el objeto regido por el concepto (...).
Una formulación más clara nos parece ésta: lo que debe regirse por el concepto es la verdad
(...). De este modo, el objeto de un concepto verdadero debe considerarse determinado por
un principio explicativo que al tiempo, constituye al concepto” (Pavón, 1988: 67).
17. En este sentido dirá Putnam, “Kant no duda de que hay alguna realidad independiente
de la mente, para él es virtualmente un postulado de razón (...) pero no podemos formarnos
las posibilidades del conocimiento. De entre ellos, Hegel fue quien expuso
las críticas a ese miedo a errar que aparece en toda la filosofía kantiana y
que más bien parecía “un miedo a enfrentarse con la verdad”. Y es que,
de alguna manera, Kant no nos asegura que nuestro Entendimiento, en la
categorización a priori, conozca algo que tiene que ver con la realidad. Y
así, la tajante ruptura entre fenómeno y noumeno disparará la reflexión
del idealismo alemán hasta que Hegel determine que la verdad auténtica
exige la cancelación definitiva de lo extrínseco del objeto por oposición al
sujeto. No necesitamos ya hablar de correspondencia entre el concepto del
objeto y el objeto, asegurará Hegel, porque en el nivel de especulación y
desarrollo máximo de la razón, toda la realidad quedará subsumida bajo el
yugo del concepto. Las críticas de Hegel al aparente escepticismo kantiano
tienen, a nuestro modo de ver, una parte de verdad referida, no a la doctrina
kantiana como tal, sino a un posible seguimiento a ciegas de algunos de sus
planteamientos que pueden abocarnos a relativismos o nihilismos de distintos
signos (especialmente en el ámbito moral). Ahora bien, no son menores los
problemas que ha planteado el idealismo alemán y su reducción absoluta del
mundo y de la realidad en la conciencia particular, como forma de responder
a la desazón epistémica producida por la oscuridad de la realidad en sí.
Lejos de estos dos extremos, hay que decir que es posible recuperar
buena parte de las reflexiones kantianas para nuestro interés teórico de
buscar un nuevo paradigma de verdad para una Teoría de la Información
periodística. Asumimos que hay una realidad independiente de nosotros17,
además de la necesidad de seguir pensando la verdad en términos de
correspondencia18 y la afirmación de la existencia de una verdad informativa
legitimadora del quehacer informativo. Tres características que constituyen
lo que podemos bautizar como las tres garantías del realismo informativo.
Ahora nos queda suplir la deficiencia de ingenuidad gnoseológica de aquel
una concepción real de tales cosas nouménicas; la noción de mundo nouménico es más bien
un tipo de límite del pensamiento que un concepto claro” (Putnam, 1998: 70).
18. Vuelvo aquí a recordar una reflexión de Putnam para que se vea cómo el planteamiento
kantiano exige una nueva manera de comprender la tradicional correspondencia. “Kant cree
que tenemos conocimiento objetivo (...) el uso del término conocimiento y el uso del término
objetivo comparten la afirmación de que, a pesar de todo, hay una noción de verdad. Pero, si
no es la correspondencia con la forma en que las cosas son en sí mismas ¿qué es la verdad?”.
Una pregunta que hemos intentado responder más arriba. (Ibid.: 72-73).
19. Una información como la que exigieron los atentados de Madrid, estaba asentada en
una realidad que imponía condiciones especialmente importantes y relevantes para el modus
tal y como hemos señalado más arriba, no evita sin embargo, la tarea de
desmontar las dificultades que arrastra consigo la misma teoría, “sobre
todo a la luz de la diferencia poskantiana entre la relación sujeto-objeto del
conocimiento y todas las relaciones intramundanas objeto-objeto” (Ibid.: 47).
El caso es que nadie puede otorgarse la posibilidad de una mirada panóptica
que pueda examinar esa supuesta correspondencia entendida more realista
entre los fenómenos que se representan o se piensan en los juicios y las
cosas en sí. La vuelta de tuerca que supone la propuesta de Apel implica
rehacer una visión teórica que haga compatibles los conceptos o posturas
del falibilismo bien entendido de la ciencia23, de la teoría consensual de la
verdad (Peirce) y de la fundamentación filosófica última, teorías estas que
más que excluirse, se exigen entre sí.
vinculación del falibilismo con la teoría de la verdad como correspondencia (pg. 38 o 55,
en esta última critica la apropiación indebida que hace de Tarski cuando él mismo aseguró
que su teoría de la verdad no prejuzgaba una preferencia respecto a las teorías de la verdad
de carácter ontológico-metafísico y epistemológico) críticas a su versión platonizante del
conocimiento (58)...
24. Precisamente en esta evidencia fenoménica de la que no queda desligada la validez del
discurso argumentativo, reside la diferencia esencial entre los planteamientos de Habermas y
de Apel. (Cfr. prólogo de Adela Cortina: 25-26) Además, puede comprobarse una explicación
del propio autor en p. 96.
25. Las críticas a esta visión se vertieron desde su incapacidad para autofundamentar una
teoría de la verdad, hasta la consideración de que el recurso a la intersubjetividad suponía
no ser otra cosa que una subjetividad ampliada, pasando por quienes han tratado de ver estas
propuestas en el sentido de una idea regulativa kantiana Puede verse un resumen de estas
posiciones en Innerarity, 1986. La publicidad de la razón: sobre la génesis de la teoría crítica
de la comunicación, en Yarce (ed), 1986: 259-285.
26. Volvemos a referirnos a la investigación del diario ‘El Mundo’. Cuando el rotativo publica
Pero, no hay que irse tan lejos de la realidad cotidiana del periodista.
Cuando se exige hacer acopio de todas las fuentes, guardar los archivos
y los testimonios durante el tiempo reglamentado por la ley o almacenar
las mismas grabaciones de programas, se presupone la posibilidad de
argumentar sobre la verdad de los mismos en el caso de un problema de
tipo fundamentalmente legal. Esta es la ventaja de adoptar vestigios de una
concepción de la verdad desde la teoría consensual: aceptar que toda verdad
Quienes defienden esta postura, con estas u otras palabras, tienen en cuenta
la esencial referencia del trabajo periodístico a la actualidad convirtiendo
así, un hecho del mundo en noticia. Efectivamente son los medios quienes
se encargan de ofrecer el carácter noticioso a un acontecimiento (incluso
podríamos afirmar que tienen un papel decisivo y previo en la demarcación
de lo que es un acontecimiento). Con el binomio verdad interesante se quiere
asegurar que el periodista toma en serio distintos hechos (en el sentido de
en el ejercicio concreto del periodismo informativo: “Querer decir la verdad no basta. Hay
que echar mano de los medios técnicos necesarios para que el destinatario del mensaje, el
público, entienda como verdad lo que es verdad, reciba el contenido del mensaje sin más
alteraciones que las propias de su personalidad, porque cada ser humano es distinto y las
condiciones psíquicas, físicas y ambientales de cada cual influirán en su percepción”.
28. Seguimos este artículo para este capítulo de reflexiones acerca de la verdad interesante.
29. Me parece muy curiosa e interesante la coincidencia con la propuesta de verdad
la verdad) a los que les presta una atención especial (precisamente por
ser interesantes). La verdad interesante es la verdad con la que a diario
se enfrentan los periodistas que descartan, de por sí, la verdad aburrida,
“porque son mandatarios de un público que no quiere saber nada de lo
que no les diga nada” (Gomis, 2004: 358)28. Una verdad tan apegada a
la actualidad, exige de verdades provisionales, de verdades que dan que
hablar, de verdades que provocan cavilaciones en los públicos... La verdad
interesante de la información sería el aporte diario e infatigable que se
somete a distintas lecturas, interpretaciones, conversaciones. La verdad
informativa, así pues, sería verdad interesante porque esta es la verdad que
los públicos buscan en los medios, es la verdad que les hace hablar porque
es una verdad que impresiona, es la verdad que les hace estar pendientes
porque es una verdad sospechosa. Pero, ¿tiene, entonces, fecha de caducidad
esta verdad interesante?
Para otros muchos autores, la verdad del periodismo es una verdad práctica.
Verdad en el sentido de referirse a unos hechos de la realidad sobre los que
informar. Práctica porque tiene que saber ajustar esa realidad sobre la que
escribe, a los intereses fundamentales del hombre y a la situación cultural e
intelectual en la que vive. Todo ello le obliga a contextualizar la verdad, a
explicarla con sentido e incluso a comprometerse personalmente con lo que
se informa. Una visión de la verdad informativa en este sentido, trataría de
huir de la aparente contradicción entre lo inmutable de la verdad y lo volátil
de la actualidad, entre el hecho como tal y la redacción del mismo, entre la
frialdad del acontecimiento y la interpretación precisa.
el único objetivo de la ciencia, en el sentido siguiente: las ciencias naturales buscan una
verdad con un alto poder explicativo. Es decir, la fertilidad de la ciencia está vinculada con
la posibilidad de encontrar en ella respuestas a nuestros problemas. En esto consisten esas
verdades mayores en número, y cualitativamente nuevas, en las que se funda el progreso
del conocimiento científico. Cfr. Popper, 1989: 280-82. Es muy claro, en este sentido, la
cita que el recoge tomada de un poeta y humorista alemán llamado Busch: “Dos y dos son
cuatro, es verdad / pero esto es demasiado vacuo, demasiado trillado / Lo que busco es una
clave / para cuestiones que no son tan sencillas” (281). En este sentido tiene mucho que ver
con la verdad informativa como verdad interesante.
30. La frase pertenece a Del Rey Morato y está citada en Galdón, 2001: 34.
31. Nos parece interesante señalar cómo define el autor la tarea periodística después de
haber propuesto esta fenomenología de la prudencia: “Es una actividad intelectual y moral
práctica en la que la prudencia sintetiza, ordena y dirige las acciones directivas, gnoseológicas
y artísticas, y las aptitudes y actitudes que las fundamentan, tendentes a la comunicación
adecuada del saber sobre las realidades humanas actuales que al público le es necesario o
útil saber para su actuación libre en sociedad” (244).
32. La originalidad de esta lectura corresponde a Marcos (2001).
33. El ejercicio de la prudencia periodística llevará a solventar con mucha más pacificación los
problemas entre la obligación de decir la verdad y la precaución de no tener que decirla toda.
En esta necesidad de atender al contexto, nos parece muy aprovechable la reflexión sobre la
‘verdad viva’ que elabora el teólogo protestante Dietrich Bonhoeffer. El teólogo asegura que
su palabra llega a ser verdad cuando sabe quién le mueve a hablar y quién le justifica para
Por ello, frente a quienes advierten del riesgo de que la razón práctica
desplace a la razón teórica (y que el hacer productivo de la información
se aleje del genuino sentido de la verdad para forzar a las informaciones
a pasar por un determinado tamiz ideológico o sacar determinados réditos
económicos) la verdad informativa en cuanto verdad práctica, nos asegura
que nuestra esencial referencia a la praxis profesional tendrá siempre como
criterio fundamentador la búsqueda de la verdad y la legítima referencia a
la realidad.
hacerlo, y además cuando conoce el contexto en el que expresa algo. “El concepto de verdad
viva que elabora Bonhoeffer es arriesgado y despierta la sospecha de que la verdad puede y
tiene que acomodarse a la situación de cada momento, con lo que parece que el concepto de
verdad se disuelve completamente y la mentira y la verdad se aproximan hasta que una no
se distingue de la otra. No puede renunciarse, sin embargo, al concepto de verdad viva en
beneficio de un concepto cínico, formal de verdad” (Torralba, 2002: 299).
34. De las Obras Completas de Ortega citadas en Ortego Costales, 1966: 53-56.
35. Aparece muy claramente expresado en la diferenciación que Merrill (1997) establece
entre los distintos niveles de verdad: la verdad trascendental, la verdad potencial, la verdad
o una persona, menos hablarán de ella los periódicos”34. Por supuesto que
no compartimos esta visión pesimista de los medios de comunicación, entre
otras cosas porque si no este trabajo no tendría sentido, pero reconocemos
en esa caracterización algunos visos de verdad. La rapidez con la que
se genera la información y la cantidad inconmensurable e inabarcable
potenciada hoy por las nuevas tecnologías, favorecen ese rápido trasiego
de informaciones que van y vienen y que forman parte de la preocupación
general para desaparecer al día siguiente; informaciones que, en definitiva,
tan pronto tocan la epidermis del conocimiento público, quedan sumergidas
en el olvido. Caracterizar así el procedimiento común de los medios, sin
embargo, no puede llevar a caricaturizar sus pretensiones de verdad.
Entre la verdad que los periodistas captan con sus cámaras, con sus
fuentes, con sus notas, con sus testimonios, y la verdad que los periodistas
transmiten, hay una diferencia de cantidad de información y de grado35.
Pero la verdad informativa propiamente es la segunda, la verdad que se
transmite. Habrá que decir, por tanto, que la verdad informativa no es la
única y absoluta verdad en el quehacer periodístico. La verdad informativa,
la verdad que se transmite en la noticia, es una verdad construida porque
es fruto de amplios retazos de la verdad que se han captado en un primer
momento, y de la práctica concreta que exige el periodismo. Esta verdad
construida, en la medida en que refiere a una verdad anterior compuesta por
la materia prima de la información en cuestión (una materia prima tomada
de la realidad), ahuyenta los fantasmas y peligros del relativismo, para
situarse con pleno derecho como la verdad esperable de la información. La
verdad informativa requiere de la profesionalidad (y por tanto no sólo de la
técnica y de un mero aprendizaje) de quien, en contacto con la realidad, y
armado con la prudencia periodística36 apoyada en la veracidad, ofrece un
contenido informativo al receptor que le permitirá poseer un conocimiento
seleccionada, la verdad transmitida y la verdad percibida por la audiencia. La más importante,
periodísticamente hablando desde el lado del informador, es la llamada reported truth:
“Undoubtedly, it is the most important part of the truth in that it is the part (or level) that
represents, or gives an image of, an event in reality” (114-15).
36. “Si la neutralidad es imposible, no lo es el equilibrio, la activa valoración de la noticia, el
sopesar las fuentes de información... Dicho de otra manera, aquella capacidad de aprehensión
de las posibilidades concretas inherentes a las circunstancias en las que me encuentro que es
parte fundamental de la virtud que denominamos prudencia”, (López Cambronero, 2002: 88).
37. Es in-fecta, dirá Parra Pujante, 2003: 87 y 106.
38. El caso del accidente del Yak 42, es un buen ejemplo de cómo una verdad informativa va
correspondiéndose más con la realidad, a medida que nuevos elementos en la investigación
(informes forenses, testimonios de especialistas...), invitan a reorientar esa verdad informativa
(la única a la que la mayoría tenemos acceso y que debería ser, en principio, suficiente). ¿Fue
verdad informativamente lo que los medios publicaron en mayo del 2003? Parece que sí,
porque en aquellos momentos las herramientas que soportaban la veracidad no justificaban
una información distinta. En ese sentido, los medios no incurrieron en una mentira, aunque
ahora se sabe que hubo una campaña gubernamental de desinformación. Tenemos que pensar
que toda verdad informativa, por suerte, puede ser susceptible de ser sustituida por una
verdad informativa más correspondiente o lo que es lo mismo, por una verdad informativa
que aporte mayores y mejores pruebas de veracidad.
asigna a las teorías científicas. Cuando esto ocurre en una teoría, no puede
decirse sino que la nueva cosmovisión es más completa, más simple o más
verosímil en relación a la realidad que intenta describir. En la posibilidad de
una verdad periodística falsable, encontraría su legitimidad el periodismo
de precisión y de investigación que contribuirían, de este modo, a aportar
nuevos datos, nuevos criterios que desplazarían la verdad aceptada hacia
otra verdad informativa. Una nueva verdad que, aceptando los contenidos de
verdad39 de esa verdad informativa previa, sea la expresión de un periodismo
que quiere situarse, en palabras de Parménides, ta proV thn alhqeian,
en el camino de la verdad.
Bibliografía
Blázquez, N. 1996. “El fundamento metafísico de la verdad informativa”, en: Studium, 36:
1-18; 193-233; 379-410.
Fernández Areal, M. 2004. “Informar sobre hechos ciertos”, en: Carro, M. J. 2004.Galdón,
39. El término contenido de verdad pertenece a la teoría de la ciencia de Popper (cfr. como
ejemplo Conjeturas y refutaciones, 54) y puede ser, en este sentido, muy aprovechable para
una teoría de la información en la medida en que se refiere al conjunto de consecuencias
interesantes e informativas que contienen una verdad transmitida como tal, aunque esta
resultara después ser falsa.
Kovach, B. & Rosentiel, T. 2003. Los elementos del periodismo, Madrid, El País.
Merrill, John C. 1997. Journalism Ethics: Philosophical Foundations for News Media. N.
York, St. Martin’s Press.
Pieper, J. 1970. “La verdad de las cosas: un concepto olvidado” en Revista Universitas,
Stuttgart, vol. VII, 4.
Torralba Roselló, F. 2002. “Virtudes del comunicador audiovisual”, en: Agejas, J. A &
Serrano Oceja, F. J. (Coords.). 2002.