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Cambios irreversibles
como candidato sí había que ser propietario). Ene la primera ley de esas
características en América Latina y se implemento en un momento en
el que en buena parte de Europa los comicios no existían en absoluto
o estaban todavía reservados a quienes tuviesen propiedades. Todo un
signo de la importancia que había ganado el bajo pueblo como prota
gonista de la política. Al mismo tiempo que Buenos Aires, Corrientes
también concedió derechos ciudadanos amplios y en años subsiguientes
las seguirían el resto de las provincias (salvo Córdoba yTucumán).
Sería inexacto, sin embargo, afirmar que fue una ley de inspiración
democrática o signo de un compromiso férreo con la voluntad popular.
Poco antes, en 1817, el Congreso deTucumán había establecido que el
voto excluiría a los más pobres y, como veremos enseguida, hubo en 1826
un nuevo intento en el mismo sentido. «Democracia» era un término
que, en estos años, las élites usaban en sentido negativo para referirse
a las asambleas populares, a las prácticas de deliberación callejera y de
acción colectiva propias de las clases bajas. Aunque riesgoso, ponerlas
a votar por políticos, delegando en ellos las decisiones, era un modo
de desactivar esa «amenaza democrática». Por lo demás, había muchas
formas de controlar a los votantes: el voto no era individual ni secreto
y los jueces de paz o los comisarios solían conducir a grandes grupos de
personas a las mesas electorales para que manifestaran su preferencia en
forma pública y registrada por conteo de cabezas.
Junto con los cambios en la política hubo todo otro paquete de re
formas judiciales, financieras y eclesiásticas. Entre otras cosas, se ase
guró la libertad de cultos, se fomentó la enseñanza pública y en 1821 se
fundó la Universidad de Buenos Aires. Rivadavia dispuso además una
serie de reglamentaciones orientadas a disciplinar al mundo popular.
La reforma militar disminuyó el peso de las milicias y las reorientó a la
defensa de las fronteras.
La capacidad del Partido del Orden de ganar elecciones quedaría
pronto en entredicho con la formación de un grupo de oposición, en
cabezado por Manuel Dorrego, que fue ganando el favor popular. Para
seducir al electorado, Dorrego vestía al modo de las clases bajas, re
tomaba algunas de sus demandas y fustigaba a los extranjeros y a las
clases altas, lo que tenía gran resonancia entre la plebe porteña. Poi
contraste, el grupo rivadaviano era percibido como < rn tno a las clases
acomodadas. El desplazamiento final del Pai (ido <l« I < hdeii llegaría en
medio de un nuevo interno de lograr la unidad u • il »dr«) que exigían
Historia de la Argentina 83
I* I de la Liga Unitaria no fue el tínico desafío que Rosas debió vencer para
ilnmar su poder. Sus años de gobierno estuvieron marcados por coli
lla tos y disidencias de magnitud, tanto internas como internacionales.
( atando Rosas terminó su primer mandato como gobernador, la
I egislatura le ofreció un segundo término, pero sin las facultades ex-
' « .a >i (linarias que había tenido en el primero. Es que, dentro del propio
I- d( i alismo había fuertes resistencias al tipo de concentración del poder
•d que el caudillo aspiraba. Fn ese escenario, Rosas prefirió declinar el
■’ln i imiento para dedicarse, en cambio, a reforzar su poder fuera del
• ii ;•,<>. En 1832 promovió y en< abe/o personalmente la llamada «Expe
lía ion al desierto -, tina vasta ( anq m.i iihIii.ii hacia territorios indígenas
qn< apuntaba a gai anli/at la mu idad di la. ti< i ras de Irontcia, algodc
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la poesía gauchesca como canal para movilizar apoyo y para fustigar a sus
enemigos. Con ello reforzaron la legitimidad de la figura del orgulloso
gaucho como portador de las verdades del pueblo argentino (y del habla
plebeya como el modo de expresarlas). En las gacetas que Luis Pcrez
publicó en la década de 1830, por caso, además de apoyar a Rosas y atacar
.1 los unitarios, los personajes gauchos se reclamaban representantes de
los intereses populares y contraponían su voz a la de los «doctores» de la
i iudad, ridiculizándolos. En sus publicaciones tomaban la palabra además
los negros, en su modo de habla particular, para expresar sus opiniones.
\sí, la voz plebeya, insumisa y crítica de las clases letradas —claro que
tamizada por la pluma de Pérez— ocupó el centro de la escena.
La ccntralidad de la voz plebeya fue desde entonces insoslayable.
< '.liando los jóvenes de la Generación del 37 se propusieron dar a luz
una literatura nacional «culta», trataron de recuperar la figura del gau-
• lio dotándola de tintes románticos y alejados de la política. Además,
por el éxito arrollador de las gacetas de Pérez, los unitarios trataron de
• miliario y tuvieron sus propios escritores gauchescos —como Hilario
V.t asubi—, que hacían hablar a gauchos, pero amigos de las élites, de los
• l'H lores y de los extranjeros. Su éxito fue mucho menor. Pero usaran o
mi la poesía gauchesca, los enemigos del federalismo tenían serias difi-
uhades para lidiar con la ubicuidad y la legitimidad que había ganado el
li ihla plebeya. Cuando Esteban Echeverría escribió el que se considera
• ■ primer cuento argentino, «El matadero», la utilizó para demonizar a
I r. i lases bajas, describiéndolas como brutales, de verba soez y homici-
11. Para bien o para mal, como prenda de legitimidad o como presencia
lincnazante, el mundo plebeyo y sus vociferaciones habían ocupado el
• • nii o de la naciente literatura nacional, tanto como lo habían hecho
mui la vida política.
< anuo nota final, vale la pena señalar que en esta guerra de impresos
I di palabras que acompañó el enfrentamiento entre partidos, incluso
I mujeres tomaron la voz, tanto de manera real como ficcional. En las
• i as de Pérez las criollas pobres y también las negras tenían un lugar
límente y hablaban de política tanto como los varones. Pero además,
• H ie 1830 y 1831 la Imprenta del Estado publicó en Buenos Aires el
pi miel periódico argentino dirigido a las mujeres y con reivindicaciones
•I» pi nero. Se llamó /,//. Ufaba \ lo editó Pelrona Rosende.
Capítulo 3
La gran transformación
El despliegue del Estado y del increado
sobre la Argentina (/852-1912)