La Aventura de Convertirse en Familia

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 136

Guía de la Adopción

la aventura
de convertirse
en
familia
Beatriz San Román
Ilustraciones: Mariel Soria
La Aventura
de Convertirse
en Familia
7
8
9

Beatriz San Román


Ilustraciones: Mariel Soria
Edita: www.postadopcion.org

© de las ilustraciones: Mariel Soria


Autora del texto: Beatriz San Román
Imprime: Publidisa

ISBN eBook: 978-84-6134-168-9


ISBN: 978-84-612-9675-0
Depósito legal: B-13931-2009
A las muchas familias que directamente
o a través de las listas de correo
compartieron generosamente su
experiencia y me hicieron entender que
los padres de niños adoptados nos
encontramos con situaciones y
comportamientos que nos
desconciertan, pero que son comunes y
hasta previsibles.Vaya desde aquí mi
infinito agradecimiento a todos ellos y a
quienes me han ayudado en la
maravillosa aventura de convertirme en
la madre de mi hija. Sin ellos, y aunque
suene a tópico, este libro no existiría.
Contenidos

Prólogo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

I. La espera:. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
El que espera... • La espera, un período incierto • Dudas y
temores de todos los colores • Aprovechar –y disfrutar– la
espera • Preparar el viaje • Elegir acompañante de viaje •
Cuando hay otros hijos • Abróchense los cinturones,
empieza la aventura

II. ¡Al fin juntos!: . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29


El primer encuentro • La verdadera adopción es una carre-
tera de doble sentido • De la institucionalización a la fami-
lia • Las comparaciones son odiosas (además de injustas) •
¿Cuánto dura la adaptación? • Del “¿ahora que?” al “¡ahora
sí!” • El bajón post-adopción • Sé paciente, tiene tanto que
aprender

III. Claves del primer año: . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49


Dedícale a tu hijo mucho tiempo • Háblale mucho •
Rutina y más rutina • Cuídate. Simplifica tu vida

IV. Ser adoptado, a veces, duele: . . . . . . . . . . . . . . . 63


¿Cómo afecta el ser adoptado a nuestros hijos? • Pérdidas
en la adopción • Características de la pérdida en la adop-
ción • Reconocer el dolor • El duelo en los bebés • El
duelo de los 3 a los 5 años • El duelo en los años escolares
• El duelo en la adolescencia (13 - 18 años) • El duelo en
la edad adulta
V. Retos frecuentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83
1. EL SUEÑO: Vivir en Disneylandia • No le dejes llorar
“hasta que se canse” • ¿Camas juntas o separadas? • El ritual
de irse a la cama • Pesadillas y terrores nocturnos
2. LA ALIMENTACIÓN: Comer es un placer • Los otros
problemas con la comida
3. DÍAS DE TORMENTA:Todo iba tan bien, y ahora ¿qué
pasa? • Demasiadas pautas nuevas • Evitar las batallas por el
control • Corregir para aprender • Aprender a controlarse •
Atacar las raíces de la rabia • Las regresiones

VI. Hablar de la adopción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115


1. HABLAR CON NUESTROS HIJOS: ¿Cuándo
empezar? • Familias como las otras, sólo que diferentes •
Cómo hablar de los padres biológicos • Cómo llamar a la
madre biológica • ¿Por qué fui adoptado? • Los sentimien-
tos... • El Libro de su Historia • Educar en el derecho a la
intimidad
2. HABLAR CON TERCEROS: Secretismo y privacidad
• La familia extensa • Las preguntas intrusivas • El dicho-
so foco perseguidor • El humor y otros aliados
Prólogo
Quisiera decir, antes que nada, que escribir el prólogo de La
aventura de convertirse en familia me ilusiona por varios motivos; en
primer lugar porque hace años conocí a Beatriz San Román y de
alguna manera pude participar en su camino hacia la maternidad, y
también porque entiendo que libros como éste son un claro testimo-
nio de la evolución que hemos realizado socialmente –y que deberí-
amos seguir realizando– en la comprensión de las especificidades de
la maternidad/paternidad adoptiva.
Todos, profesionales y familias, hemos aprendido mucho; en este
sentido quisiera agradecer desde aquí a las familias que he conocido
durante los últimos años –durante los cuáles me he especializado en
el ámbito de la adopción internacional– la posibilidad de que, a tra-
vés suyo, haya podido aproximarme a sus vidas y profundizar, refle-
xionar y aprender más de las situaciones, mecanismos y dinámicas
que acontecen cuando una persona o pareja adopta un/a niño/a por
la vía internacional.
Hace unos años estaba muy en uso la expresión –y en cierta
manera aún sigue empleándose– “las familias adoptivas son iguales a
las familias biológicas”, como si ello fuera garantía de algo y estuvie-
ra todo dicho. Con esta generalización podríamos haber perdido la
oportunidad de adentrarnos en la comprensión y el análisis de los
posibles procesos emocionales que acontecen en la construcción y el
ejercicio de la parentalidad adoptiva. Debemos ser conscientes de
que, debido a que ya no existe en nuestro entorno un único mode-
lo de familia, sólo podremos crecer y avanzar socialmente si llegamos
a comprender las particularidades de cada constelación y construc-
ción familiar, para así poder determinar de qué recursos hay que dis-
poner, a todos los niveles, tanto por parte de las familias en concreto
como de la sociedad en general.

9
La aventura de convertirse en familia es un excelente compañe-
ro de viaje para aquellas personas o parejas que estén decidiendo o
hayan decidido ser padres a través de la adopción internacional. No
es un manual, aunque sugiere adecuados y sensibles consejos. El texto
estimula la reflexión en torno al torbellino emocional que siempre se
pone en marcha con la crianza de un hijo, y lo hace de forma más
concreta refieriéndose a los sentimientos entroncados con la expe-
riencia de adoptar un/a niño/a con un pasado repleto, en general, de
carencias y pérdidas.
El libro relata posibles vaivenes emocionales por los que pueden
pasar los miembros de las familias adoptivas, tanto padres como hijos,
durante el período de adaptación a la nueva realidad.También expo-
ne de forma clara y sencilla, qué requerimientos precisa la construc-
ción del vínculo de apego en los niños, imprescindible éste para des-
arrollar una sana personalidad. La autora resalta la idea de que no sólo
se crea a través del amor, sino que exige –por parte de los adultos–
la práctica de una función mucho más compleja, fundamentada en la
empatía, la tolerancia y la presencia incondicional. En el caso de los
menores adoptados, por el hecho de haber padecido privaciones y
menoscabos durante sus primeros meses/años de vida, la verdadera
creación de este vínculo puede estar más comprometida y no acon-
tece de forma inmediata ni fácil. Ahondando en este sentido, se me
ocurre pertinente señalar que algunos menores presentan dificultades
que sobrepasan el “buen hacer” de la familia y que, aún cuando ésta
posea recursos personales para encararlas, requiere de la intervención
profesional. Habitualmente la vida en familia es lo que más contri-
buye en la resituación general, pero –como se apunta en el libro– no
habría que desconocer ni desestimar dicha posibilidad.
Partiendo de la base de que tras toda adopción hay una historia
de pérdidas y de que una de las funciones que deberán ejercer los
padres es la de ayudar a sus hijos a elaborar el duelo implícito en ellas,

10
la autora propone una serie de sugerencias para acompañar a los hijos
en la elaboración de los mismos en cada etapa de su evolución. Deseo
señalar aquí que considero trascendental el énfasis que Beatriz San
Román otorga a la necesidad de que las familias velen por el dere-
cho a la intimidad y privacidad de la historia de sus hijos, sin caer en
el secretismo.
A lo largo del libro, la autora logra encontrar un equilibrio entre
transmitir las dificultades que entraña la adopción, y la experiencia
enriquecedora y humana que puede representar para la familia.Y por
el hecho de que todos estos temas son expuestos y abordados por una
madre adoptiva, pensados a través de su propia experiencia y la de
otras familias, utilizando buenas dosis de empatía, deseo de compren-
sión y sinceridad, la lectura del libro puede ser de gran ayuda.

Rosa Mora i Valls


Psicóloga clínica
CRIA (Centre de Recursos per a la Infància i l’Adopció)
rmora@criafamilia.org

11
I. La espera
7
8
9
El que espera...

“Atrás quedaban los nervios de las entrevistas,


el trajín del papeleo y la satisfacción de terminar
la enésima revisión de toda la documentación.
¡El expediente había viajado al fin a su destino!
Durante unos días, me sentí eufórica, pero
después... Se supone que debería estar feliz y,
sin embargo, cada día me siento más abatida”

Durante el estudio psicosocial y la preparación del expediente,


los padres nos sentimos parte activa del proceso, pero en el momen-
to en que nos desprendemos del dossier a la espera de una respuesta
en forma de asignación, es frecuente un sentimiento de desazón e
impotencia por no poder acelerar las cosas. Aunque se olvida con
facilidad una vez los niños llegan a casa, el período de espera es una
dura prueba para la mayoría de las familias.
Muchos padres se reconocen más suspicaces y sensibles, propen-
sos a la lágrima fácil o a que les afecten emocionalmente experien-
cias a las que hasta entonces se habían mostrado insensibles. Entre las
familias adoptantes está comúnmente aceptada la idea de que la espe-
ra es una auténtica montaña rusa emocional, en la que hay días de
euforia y otros en los que los ánimos están por los suelos.
Cada persona desarrolla sus propias estrategias para sobrellevar-
la, pero ante todo evita que tu vida gire exclusivamente en torno a
las noticias sobre el proceso. Procura seguir tus horarios habituales,
cuidarte un poco más, comer bien, disfrutar de la compañía de tus
amigos, mimar tu relación de pareja si la tienes, dedicar tiempo a los
otros hijos cuando los haya...Tratar de gozar de esta etapa de la vida
y llenarla de contenido puede suponer un esfuerzo, pero te ayudará
a no llegar al final emocionalmente exhausto. ´

15
La espera, un período incierto

Durante este período, es normal que los futuros padres hagan


conjeturas –cuándo les llegará la asignación, en qué mes les avisarán
para ir a buscar a su pequeño– basándose en la experiencia de otras
familias que han adoptado en el mismo país.
Aunque tal vez resulte un tanto obvio, conviene recordar que la
adopción requiere un complejo proceso en el que intervienen dis-
tintos organismos e instancias judiciales, y que por desgracia es impo-
sible a priori tener la certeza de cuándo llegará a su fin. Cualquiera
que haya lidiado con nuestra administración sabe que la burocracia
funciona con tiempos que la razón no entiende (y mucho menos el
corazón). Como dice María, madre de dos preciosos niños nacidos en
Colombia e inmersa en el proceso de su tercer hijo,“lo malo que tie-
nen nuestros embarazos burocráticos es que nunca se sabe cuando
uno sale de cuentas”.
Nuestros hijos vienen por lo general de países con peores
infraestructuras, en los que un trámite en principio sencillo puede
complicarse y necesitar más tiempo del previsto. Más aún: nadie nos
puede garantizar que, una vez iniciado el proceso, el país de origen
no varíe sus procedimientos o su política sobre adopción o que no
surjan otras circunstancias que nos afecten directamente. Conviene
tener presente que el final (que en realidad es solo un principio)
SIEMPRE llega, y tratar de no caer en la trampa de fijarnos un
calendario mental estricto, que tal vez tengamos que reajustar –dolo-
rosamente– una y otra vez.

16
Dudas y temores de todos los colores

A la incertidumbre del proceso, se añaden además dudas y


temores sobre nuestra capacidad de amar y educar al hijo que
está por llegar. ¿Seré capaz de ser un buen padre? ¿Podré sentir
por él lo mismo que por mi hijo biológico? ¿Y si no se adapta?
¿Y si cuando lo veo por primera vez no siento amor? ¿Y si tiene
dificultades físicas o de aprendizaje? ¿Sabré estar a la altura de las
circunstancias?
Desde que los padres tomamos la decisión de adoptar, nos
hemos visto obligados a mostrar nuestro convencimiento firme y
seguro, tanto para la obtención del certificado de idoneidad, como
ante amigos y familiares. Ello hace que muchas veces las dudas e inse-
guridades se vivan con angustia y hasta con culpa. La verdad es que
son absolutamente normales, y parte del proceso de transformación
como personas que nos llevará a convertirnos en padres o a integrar
un nuevo miembro en la familia.
Nos adentramos en un terreno desconocido y es lógico, y hasta
saludable, que ello nos cause temor. También los padres biológicos
pasan por dudas muy parecidas durante el embarazo de su primer
hijo. La mejor manera de combatirlas es buscar información que nos
ayude a construir una imagen más clara de lo que vamos a encon-
trarnos y de cómo encarar la situación, tanto a través de la lectura
como de las experiencias de otras familias que hayan adoptado en
nuestro entorno.
Casi todos los padres experimentan en esta etapa una notable
transformación de sus puntos de vista sobre aspectos relacionados
con la adopción, como la identidad racial o la familia biológica.
Como en cualquier otro tema, al profundizar en lo que significa
adoptar y ser adoptado, nuestras reflexiones nos llevan a cuestionar o
matizar nuestras posiciones iniciales. También a nivel emocional es

17
una etapa intensa, en la que aparecen sentimientos desconocidos
hasta ahora.
Llevar un diario personal ayuda a las personas a mantener un
contacto con sus emociones y elaborar los temas que más les preo-
cupan. Aunque no lo hayas hecho nunca, puede ser un buen
momento para iniciar uno.

18
Aprovechar –y disfrutar– la espera
Muchas madres y padres se quejan de que la espera se les hace
insufriblemente larga, sobre todo cuando entre la asignación y el
viaje transcurre un tiempo considerable. Cada semana sin novedades
parece una eternidad. Paradójicamente, los días y las semanas parece-
rán apenas suspiros cuando llegue el niño, así que es un buen
momento para desarrollar tareas y actividades que necesitan un tiem-
po que después no tendremos.
Intenta afrontar esta fase del proceso no como una desesperan-
te espera, sino como un período de preparación. Casi con seguridad,
habrá momentos en que te sentirás abatido e impotente, pero esta
etapa será más llevadera si te centras en llenarla de contenido y pala-
dear lo que tiene de bueno. Saborea la lectura relajada del periódico
dominical, las siestas, las salidas al cine o al teatro, las cenas con ami-
gos... Aunque a veces te parezca que no, llegará el momento en que
perderás esos placeres ahora cotidianos.
Durante el período de adaptación, necesitarás todo el tiem-
po posible para estar con tu hijo y pillarle el tranquillo a la logís-
tica familiar. Infórmate ahora sobre los trámites que tendrás que
cumplimentar a la vuelta del viaje (baja maternal, adopción plena
si es el caso, etc.). Ponte al día de las revisiones médicas (dentis-
ta, oculista, ginecólogo, etc). Reorganiza los armarios, pinta una
puerta o haz cualquiera de esos arreglos caseros que hace meses
que harás el próximo fin de semana. Si tu situación laboral lo
permite, adelanta trabajo. Cuando por fin tengas a tu hijo en casa,
durante meses te parecerá que el tiempo se encoge y tu capaci-
dad de concentrarte disminuirá –temporalmente– de forma pre-
ocupante.
Las siguientes ideas pueden ayudarte a hacer más llevadera esta
etapa:

19
- Ponte –y mantente– en forma.
Para los que la adopción es una primera experiencia de paterni-
dad, es muy probable que les sorprenda la gran exigencia física
que supone cargar en brazos a una criatura de, pongamos, 8 ó 9
kilos. Por no hablar de lo que sufren las lumbares cuando uno se
agacha cientos de veces por día. Ponerse en forma y fortalecer
la musculatura prepararán nuestro cuerpo para hacer frente a la
extenuante labor de ser madre o padre. ¿Se te ocurre alguna
motivación mejor para no faltar al gimnasio?
- Recoge información que te ayude a prepararte para cuan-
do el niño esté en casa.
Ha llegado el momento de interesarse por el contenido de esas
conversaciones “de padres” que hasta hace unos años te parecí-
an un auténtico tostón. ¿Cómo ven el mundo los niños de una
determinada edad? ¿Qué comen? ¿A qué edad les salen los dien-
tes? Y también por aspectos específicos de la educación de hijos
adoptados. ¿Cómo se desarrolla el apego de un niño adoptado?
¿Qué se puede hacer para favorecer la creación de un vínculo
seguro? Es cierto que cada niño es diferente, pero también lo es
que los padres de niños adoptados nos encontramos con situa-
ciones y comportamientos que nos desconciertan, pero que son
comunes y hasta previsibles.
- Si tienes oportunidad, apúntate a un foro o una lista de
correo en internet de familias adoptantes.
Seguro que te animará estar en contacto con otras personas que
están pasando por lo mismo que tú y que entienden perfecta-
mente toda esa amalgama de sentimientos contradictorios y
nuevas emociones que estás viviendo.Y las experiencias de los
que van más adelantados en el proceso te ayudarán a prepararte
para lo que está por venir.
- Confeccionar listas de tareas pendientes –e irlas llevando a cabo–
ayuda a eliminar la desagradable sensación de “estar a la espera”.

20
- Aprende algunas palabras básicas del idioma del país de
tu futuro hijo.
Cuanto mayor es la edad del niño, más interesante resulta tratar
de aprender algunas frases de vocabulario básico como “a dor-
mir”, “tranquilo, todo va bien”, “siéntate”, etc. o incluso seguir
un curso. Un cierto manejo del idioma nos puede ayudar a
superar los problemas de comunicación cuando llegue el
momento.
- Localiza una persona colaboradora que hable el idioma de
tu futuro hijo.
La adaptación de un niño de cuatro o más años puede
beneficiarse enormemente si contamos con la colaboración de
alguien capaz de entender lo que el niño necesita expresar y no
puede. Algunos padres, aún cuando los niños no tienen más de
dos años, buscan un canguro del país de procedencia con el
objetivo de que el niño conserve/aprenda el idioma que ha
escuchado desde su nacimiento.
- Aprende de tu entorno.
Si es tu primer hijo, pasa tiempos prolongados con una familia
con niños. Una jornada en el zoo con tus sobrinos o un fin de
semana en el campo con tus amigos y sus hijos te ayudarán a
entender “la que se te viene encima” y te mostrarán algunos tru-
quillos sobre la dinámica y los ritmos de una familia con niños
pequeños.
- Conoce el país de tu futuro hijo.
Algunos padres tienden a obviar que el lugar de nacimiento es
algo más que un dato anecdótico. Para el adoptado, conocer y
apreciar su cultura de origen es uno de los pilares para la forma-
ción de su autoestima. En mi opinión, la adopción internacio-
nal conforma familias multiculturales en las que la cultura y el
país de origen enriquecen no sólo al adoptado sino a todos los
miembros de la familia.

21
Ahora tienes tiempo para leer libros, artículos y buscar informa-
ción en internet sobre la cultura, las costumbres y la cocina. Del
mismo modo que en la dieta de cualquier familia se incorporan pla-
tos de los lugares de donde proceden sus miembros, ¿por qué no
incorporar también el borshch, los rollitos de primavera o cualquier
especialidad del país de tu futuro hijo?

22
Preparar el viaje

Cualquier viaje al extranjero requiere su preparación. En esta


ocasión, además de la información sobre visados, vacunas, documen-
tación necesaria, etc., hay que centrarse también en lo que significa
hacer un largo viaje con un niño pequeño. Puede que sea la prime-
ra vez que hagas el equipaje sabiendo que viajarás con una criatura.
Organizar la lista de su contenido dividiéndola en tres apartados
suele dar buenos resultados:
- “Ropa y Calzado”.
Haz una lista teniendo en cuenta el clima y la edad del niño.
Prima la comodidad ante todo y busca prendas que se adapten
a distintos tamaños: vestidos amplios para las niñas, pantalones
con elástico, etc. (Tiempo habrá para ponerle ese conjunto tan
“fashion” que te han regalado).Aunque sea un clima cálido, no
olvides incluir unos calcetines y una chaqueta; te harán falta
para combatir el aire extra-acondicionado de aviones y salas de
espera. Si desconoces la medida del pie del niño, compra san-
dalias o deportivas sencillas de varias tallas; las que no le que-
pan, seguro que serán aprovechadas en el orfanato.
- “Higiene y Alimentación”.
Pide asesoramiento a algún amigo o familiar con un hijo de
edad similar para elaborar una lista de imprescindibles. Cuando
por fin tengas a tu hijo en brazos, lo que menos te va a apete-
cer es tener que salir de compras a la desesperada en un país des-
conocido.
Si se trata de un niño pequeño, intenta enterarte de lo que está
habituado a comer –el viaje no es un buen momento para for-
zar un cambio en la alimentación– y pide asesoramiento a tu
pediatra. No olvides consultarle también qué debe llevar el boti-
quín de viaje, en el que a buen seguro no faltará algún analgé-

23
sico y algún antitérmico. Si la estancia en el país es corta o es
difícil comprar productos infantiles, puede compensar llevar
pañales y papillas para todos los días.
- “Entretenimiento”.
Previsiblemente habrá momentos en los que será necesario
combatir el aburrimiento (trámites, esperas en los aeropuertos,
etc.).Y, lo que es más importante, el juego será uno de tus mejo-
res recursos a la hora de acercarte a un niño que con toda pro-
babilidad te considera un desconocido total. ¿O acaso no lo
eres? No necesitas llenar dos maletas con material de entreteni-
miento; recuerda que tu hijo, a diferencia de los niños que te
rodean, no está continuamente rodeado de cachivaches de los
que se cansan en un rato. Dos o tres juguetes simples serán más
que suficientes, pero elige siempre aquellos que te permitan una
mayor interacción con el niño (una pelota, una marioneta de
mano, etc.).
En el momento en que por fin te avisen para viajar, lo más pro-
bable es que la excitación y la alegría te desborden. Será sin duda un
viaje intenso lleno de sorpresas y momentos especiales que quedarán
fijados en tu memoria. Dedica algo de tiempo ahora a pensar en él
como una ocasión única para recoger información que en el futuro
compartirás con tu hijo no sólo sobre su lugar de origen, sino tam-
bién sobre su persona y la parte de su vida que no ha compartido
contigo. Prepara una lista de preguntas para los cuidadores y otra para
la familia biológica o las personas que te puedan informar sobre las
circunstancias de su adopción. Incluye preguntas sobre su nacimien-
to, historial médico, hábitos y preferencias (qué come, a qué horas,
cuánto y cómo duerme, qué le divierte, etc.), circunstancias del aban-
dono, información sobre la familia biológica... No te fíes de tu
memoria, guarda estas listas junto al pasaporte o la documentación
para viajar.
´

24
Elegir acompañante de viaje

Si vas a viajar acompañado por alguien que no sea tu pareja, es


esencial que sea un amigo o familiar con quien te sientas totalmen-
te relajado y apoyado. Considera su estado de salud, su temperamen-
to, su entusiasmo y su sentido del humor.
Recuerda que deberá desempeñar un montón de roles distintos:
fotógrafo, mulo de carga, secretario personal, psicólogo... Si es tu pri-
mer hijo, tal vez te sientas más seguro en compañía de una madre
experimentada. Si te agobian los aeropuertos o los lugares descono-
cidos, te será de gran ayuda alguien acostumbrado a viajar que se
ocupe de billetes y pasaportes, busque un taxi...

25
Cuando hay otros hijos

Si tienes ya otros hijos, tienes que decidir si viajarán o se queda-


rán con alguna persona de tu entorno. Los padres que deciden llevar
a sus hijos mayores en busca de su hermano vuelven casi siempre
convencidos de que fue una decisión acertada, pero ten presente que
cada niño es distinto y que nadie conoce al tuyo mejor que tú. No
existe una opción correcta y una incorrecta, sigue tu instinto.
Si finalmente decides llevar a tu hijo –o hijos–, prepárale para
que sepa qué va a encontrar. Explícale que el viaje será largo y cómo
son las costumbres del país que va a visitar.Trata de involucrarlo para
que se sienta “parte del equipo”, asignándole tareas o responsabilida-
des concretas de acuerdo a su edad. No olvides llevar material de
entretenimiento para las esperas, que serán muchas.
Si tu hijo va a quedarse con algún amigo o familiar, es impor-
tante prepararle para la separación. Háblale con antelación sobre
quién le cuidará cuando no estés y qué actividades hará en ese tiem-
po. Planea alguna especial hacia el final del viaje (ir al zoo, al cine o
cualquier cosa que entusiasme a tu hijo). De ese modo, tendrá algo
divertido que esperar.
Mientras estés de viaje, encuentra maneras de seguir conectados:
un calendario compuesto por cajitas con un pequeño regalo para
cada día, una cadena de pequeñas notas para ser abiertas y leídas a la
hora del desayuno... Las llamadas telefónicas siempre ayudan, pero no
prometas que telefonearás todos los días o uno concreto si no estás
seguro de poder cumplir tu promesa. Los faxes y los mensajes de
correo electrónico son también un excelente modo de mantenerse
en contacto, y tienen la ventaja de que se pueden releer una y otra
vez durante tu ausencia.

26
Abróchense los cinturones,
empieza la aventura
Quienes sean capaces de hacer frente a las sorpresas sin perder
la calma tienen más posibilidades de disfrutar del viaje. Intenta enca-
rarlo como una aventura más que como una prueba de superviven-
cia. Después de llegar hasta aquí, ya sabes que no hay retraso de vuelo
ni dificultad que te vayan a impedir reunirte con tu hijo. Espera lo
inesperado y, si las cosas van mal (una inoportuna gastroenteritis, el
niño vomita en la última muda de ropa limpia cuando aún quedan
ocho horas de vuelo), puedes consolarte pensando que algún día será
una divertida anécdota familiar.

27
II. ¡Al fin juntos!

< G<
El primer encuentro

“Tan pronto como nuestro hijo nos vió, desplegó


una amplia sonrisa y avanzó hasta nosotros.
Mientras lo levantaba en mis brazos, oí su voz por
primera vez diciendo ‘mamá’, ‘papá’.
Lo abrazamos entre los dos con lágrimas en los
ojos. Sentí la presión de sus dedos en mi cuello y
ví cómo se abrazaba al de mi marido:
éramos una familia”

“En el momento en que la ví, sentí un ataque de


pánico. No era como yo la había imaginado.
Estaba pálida y enferma. En cuanto la toqué, se
puso a llorar a gritos. La coloqué en el suelo para
enseñarle el peluche que con tanta ilusión había
preparado, pero ella lo despachó de un manotazo
y siguió llorando con desconsuelo.
En ese momento, sentí que había tomado la peor
decisión de mi vida”.

Todos nos hemos preguntado en uno u otro momento cómo


será el primer encuentro con nuestro hijo. ¿Cómo será en persona?
¿Cómo reaccionará? ¿Qué sentiré yo? ¿Nos abrazaremos nada más
vernos? ¿O jugaré con él/ella antes un rato?
Incluso cuando tratamos de adoptar un punto de vista objetivo,
tendemos a crearnos expectativas poco realistas sobre ese encuentro
tan especial y esperado.Tal vez sea un día memorable, que persistirá
en nuestro recuerdo como uno de los momentos de más intensa feli-
cidad de nuestra vida. O tal vez sea frustrante y decepcionante.

31
Tras una espera de largos meses o años, después de superar dece-
nas de obstáculos, los padres esperan ansiosos el momento de abrazar
a los que, independientemente de si la adopción está ya finalizada o
no, hace tiempo que sienten como sus hijos. Es importante recordar
que, mientras tú has dedicado meses, tal vez años, a preparar tu mente
y tu corazón para la llegada del nuevo hijo, él ha tenido poca o nin-
guna preparación para el increíble cambio que va a suceder en su
vida.
El niño lleva tiempo inmerso en la rutina del orfanato y de
pronto un día alguien le presenta a su nueva mamá o papá. En reali-
dad, lo que le hayan podido explicar a modo de preparación tiene
para él poco sentido. Cognitivamente son con frecuencia demasiado
jóvenes para entender que van a tener una nueva familia. Además,
cuando has vivido la mayor parte de tu vida en una institución, no
tienes una referencia de lo que el concepto “familia” significa.
Si se trata de un niño mayor y tiene memorias de un entorno
familiar inestable o desestructurado, tampoco esos recuerdos sirven
como reflejo de la nueva relación que establecerá a partir de este
momento.
La mayoría de los primeros encuentros se sitúan en algún punto
entre los dos extremos con que se abre este capítulo. No te obsesio-
nes. En realidad, el modo en que se desarrolle tendrá muy poca rele-
vancia en la relación que establecerás con tu hijo en el futuro.
Si tu hijo reacciona de un modo distinto al que habías imagina-
do o soñado, no te decepciones. No lo tomes como algo personal.
Convertirse en una familia –como enamorarse, como construir cual-
quier relación importante– lleva tiempo. Convertirse en familia es un
viaje en los que a ratos luce el sol y el viento sopla a favor, y otras
veces nos sentimos frustrados y perdidos.
Nuestros hijos, a diferencia de los hijos biológicos, no han com-
partido con sus nuevos padres toda la etapa de bebé ni sus primeros

32
pasos en la vida. Nosotros sabemos que nuestro hijo lo es ya para
siempre, pero ellos aún no lo saben y, seguramente, sus experiencias
previas les hagan imaginar lo contrario. Aprender a sentirse seguro y
a confiar en sus nuevos padres será lo más importante durante la
adaptación a su nuevo entorno.

33
La verdadera adopción
es una carretera de doble sentido

“Recuerdo esa sensación del ‘¿y ahora qué?’.


Ha llegado mi niño a casa, ¿me querrá tanto
como yo le quiero desde que me reconocí el
deseo de tenerle?
Y resultaba que no. Resultaba que la adopción no
era un proceso en una sola dirección. Era un
proceso en el que ambos debíamos ‘adoptarnos’.
Eso fue algo con lo que yo no contaba...”

Como señalábamos en el apartado anterior, existe un abismo


entre la preparación de los padres y los niños para afrontar todos los
cambios que esta nueva etapa implica. Pero tenemos en común una
asignatura pendiente: a diferencia de lo que ocurre en las familias tra-
dicionales, no hemos compartido con ellos sus primeros meses o años
de vida. ¡Somos unos desconocidos que de pronto deben funcionar
como una familia!
La mayoría de los niños adoptados acaban creando un fuerte
vínculo con sus padres, pero el proceso no es instantáneo, requiere
tiempo y dedicación. No esperes que tu hijo sienta amor a prime-
ra vista: primero debe conocerte y aprender que puede confiar en
ti.
No te sientas culpable si en algún momento te parece que no
le quieres como debieras. El apego –entendido como un vínculo
afectivo y de confianza–, es una relación bidireccional, una especie
de danza que padres e hijos bailan juntos. Se inicia cuando los padres
anticipan –durante el embarazo o la espera– como será la llegada del
niño y hacen planes de futuro. Se desarrolla a medida que éste
aprende a confiar en ellos para la satisfacción de sus necesidades y

34
que juntos afinan su relación afectivamente.Y continúa a lo largo de
la vida como una negociación, en la que padres e hijos se esfuerzan
por responder a las necesidades del otro y ven satisfechas las suyas
propias.
Los bebés desarrollan un apego seguro hacia su madre o la per-
sona que los cuida antes de cumplir el año. El bebé llora porque tiene
hambre, necesita un cambio de pañales o se siente incómodo o asus-
tado. Su madre –o la persona que lo cuida– acude, lo conforta y satis-
face su necesidad dándole de comer, cambiándolo o tomándolo en
brazos. El niño se relaja. Con la repetición del ciclo, el niño aprende
que el mundo es un lugar predecible, y utiliza al adulto como una
base segura desde la que explorar su entorno.
Aprender a confiar requiere, pues, de repetición constante. Los
niños cuyas necesidades no han sido atendidas de un modo previsi-
ble no han realizado ese primer aprendizaje tan necesario para un
sano desarrollo psíquico y emocional.
Con frecuencia se oye decir que lo único que necesitan nues-
tros niños es unos padres que los quieran, como si el amor volcado
unidireccionalmente fuera suficiente para sanar cualquier tipo de
herida o suplir cualquier carencia en su desarrollo.Tu hijo necesita tu
amor incondicional, eso es cierto, pero necesita también tiempo para
aprender a ser tu hijo. Nadie nace sabiendo y él nunca ha sido el hijo
de nadie, o por lo menos no desde hace mucho tiempo, o incluso
puede que su experiencia como hijo no haya sido precisamente pla-
centera y satisfactoria.
¿Recuerdas cuando eras joven, y la persona de la que estabas
enamorado te hizo daño? Es posible que tu hijo se sienta así si ha
perdido a alguien querido o siente que le han fallado. Necesitará
tiempo para entender que tu amor está y estará siempre disponible,
que no viene y va, que puede confiar en ti.
Durante años, muchos orfanatos rotaban con frecuencia su per-
sonal para evitar que los niños se encariñaran con sus cuidadores. Se

35
creía que de ese modo se evitaba el sentimiento de pérdida cuando
eran adoptados o trasladados a otro lugar. Hoy sabemos que si un
niño desarrolla una relación de apego con un cuidador o unos padres
de acogida, naturalmente ello conllevará el necesario duelo, pero
facilitará enormemente la creación de un vínculo seguro con sus
nuevos padres.
Dicho de otro modo, cuando existe una experiencia previa de
apego, el niño ya sabe lo que significa confiar en un adulto.Transferir
esa relación de confianza requerirá también algo de tiempo, pero
seguramente mucho menos de lo que significa aprender a confiar
desde cero. Si tienes la suerte de que tu hijo haya estado con una
familia de acogida –o un entorno en el que se haya sentido queri-
do–, no te martirices pensando que el duelo por su pérdida dificul-
tará vuestra relación.Alégrate por la suerte que ambos habéis tenido.

36
De la institucionalización a la familia

Actualmente los especialistas están convencidos de que los pri-


meros años de vida son fundamentales en el desarrollo de una per-
sona. Desde el momento en que nos decidimos a adoptar, estamos
asumiendo que nuestro hijo tendrá un pasado anterior a nosotros, del
que tal vez no tengamos mucha información, pero que habrá mode-
lado su personita hasta convertirla en lo que es cuando llega a nues-
tra familia.
Por lo general, nuestros hijos pasan una temporada más o menos
larga en una institución, donde sus estímulos e interactividades son
muy diferentes a lo que serían en el seno de una familia. Como con-
secuencia, es presumible que presenten en el momento de la adop-
ción ciertos retrasos en su desarrollo.
Entender cómo se desarrolla la vida en un orfanato nos ayuda a
comprender algunas actitudes y comportamientos habituales en
niños adoptados.Y, lo que es más importante, a construir expectati-
vas realistas respecto a nuestro hijo y nuestra relación. Consideremos
los siguientes puntos:
- La estimulación que recibe un niño institucionalizado suele ser
muy pobre, lo que le impide desarrollar una sana relación con el
entorno. Muchos niños presentan una gran dificultad para cen-
trar su atención que se manifiesta a veces en un estado pasivo,
como de aletargamiento, y otras en una actividad frenética y
descontrolada.
- En un orfanato, los días transcurren dentro de unos horarios y
rutinas poco flexibles. Todo está “regulado”: cuándo se come,
cuándo se duerme, cuándo se va al baño... Como consecuencia,
los niños no desarrollan las habilidades necesarias para manejar
los cambios y las transiciones.

37
- Si un niño ha tenido que ser autosuficiente o ha actuado como
cuidador de un niño más pequeño del mismo orfanato, no le
será fácil “dejarse cuidar” por sus nuevos padres.
- Los niños no están acostumbrados a poseer cosas. Aprender a
tener propiedades que son sólo suyas y a respetar las de los
demás les llevará tiempo.
- En un orfanato, los cambios –de personal, de la habitación
donde vive dependiendo de la edad, etc.– se producen de forma
inesperada para el niño y sin ningún tipo de preparación. Como
veremos más adelante, esto puede llevar al niño a obsesionarse
por mantener el control de lo que ocurre a su alrededor.
Entre los niños que han estado institucionalizados, se dan dos
reacciones típicas, que dan lugar a lo que se ha dado en llamar “los
Niños Velcro” y “los Niños Teflón”.
- Los Niños Velcro: Algunos niños se angustian con la más leve
separación. Necesitan constantemente tener al alcance de su
vista a su nuevo padre o madre. Cuando algún extraño entra en
escena o se hallan en un lugar nuevo en presencia de descono-
cidos, no quieren siquiera que los dejes en el suelo, no soportan
la idea de perder el contacto físico con la única referencia que
sienten más o menos segura. Si esto ocurre, otros adultos bien-
intencionados te dirán que te está tiranizando, que no le hagas
caso, que está “enmadrado” y no soporta la competencia. Sin
embargo, lo más probable es que tu hijo no esté seguro al cien
por cien de que su nueva situación es permanente. La presencia
de extraños y los lugares desconocidos disparan sus alarmas por-
que le hacen presagiar un nuevo cambio. Si necesita la seguri-
dad de tus brazos, no se la niegues si puedes dársela. Y anota
mentalmente volver a repetirle que siempre vas a cuidar de él y
que no vas a permitir que nadie le haga daño. Satisfacer repeti-
damente sus necesidades –también las de seguridad psíquica o

38
emocional– es la base de la creación del vínculo entre padres e
hijos.
- Los Niños Teflón: Se mueven bien –demasiado bien– con
extraños. En el orfanato han aprendido a desplegar toda suerte
de encantos para obtener alguna atención extra de los adultos.
Ante el asombro de los padres, se muestran con frecuencia más
cariñosos y receptivos con auténticos desconocidos que con
ellos. Algunos han llegado a la dolorosa conclusión de que nada
de lo que hagan tendrá una respuesta satisfactoria por parte de
los adultos. Para desconcierto de sus nuevos padres, han apren-
dido a acunarse solos dándose golpes contra los barrotes de la
cuna. O se caen de bruces y se levantan sin una sola lágrima y
sin tan siquiera mirarte para recibir consuelo.
Esta actitud es especialmente dolorosa para los padres, que han
esperado mucho tiempo ansiando entregarles su amor y ahora ven
como el niño se muestra totalmente indiferente o incluso reacio a
cualquier manifestación de cariño. Necesitan tiempo.Todavía no han
entendido el papel primordial que sus nuevos padres tienen en la
película de su vida.
Los “niños Velcro” y los “niños Teflon” son las dos caras de la
misma moneda. En ambos casos, lo que ocurre es que ¡no saben
cómo ser hijos!; necesitan tiempo para aprenderlo –o recordarlo–. De
hecho, en la mayoría de los niños adoptados después de cumplir un
año, lo más frecuente es que durante al menos los doce primeros
meses alternen “Fases Velcro” con “Fases Teflón”.
También es probable que tu hijo experimente cambios repenti-
nos de humor. Son los niños “de corriente alterna”, que pasan en dos
minutos de estar dominados por el llanto y la furia a reírse a carcaja-
das. Trata de minimizar los momentos negativos y distraerle hacia
algo positivo.Tras superar un episodio de “sonoro desacuerdo”, no le
recuerdes una y otra vez lo ofendido o irritado que estás. Los niños

39
modulan su estado de ánimo con el del adulto que les cuida.
Recupera cuanto antes una actitud positiva y alegre para evitar crear
una espiral de malestar y enfrentamientos.
En un orfanato, el niño más violento o más fuerte suele ser
quien impone su posición entre sus pares; el que más grita o más
zalamero sabe mostrarse con los adultos, quien más atención es capaz
de conseguir. Con frecuencia, saben desplegar todo un abanico de
encantos para conseguir lo que quieren. Muchos de los aprendizajes
sociales que han realizado en el pasado no son válidos en su nueva
situación. Si además el niño se muestra arisco o distante la mayor
parte del tiempo, y sólo exhibe su repertorio de mimos, abrazos y
sonrisas cuando quiere conseguir un capricho, los padres pueden sen-
tirse furiosos y manipulados.
Conviene no olvidar que el niño únicamente pone en práctica
las estrategias que hasta ahora le funcionaban. Desandar lo andado y
aprender nuevas pautas de comportamiento llevará lógicamente
algún tiempo.

40
Las comparaciones son odiosas
(además de injustas)

“Durante la espera para reunirme con mi hija,


acudí a una conferencia sobre los efectos de la
institucionalización a cargo de un especialista en
adopción. El auditorio estaba lleno de familias
que, como yo, apenas sabían nada sobre el tema.
Una mujer preguntó qué posibilidades había de
que su hija, que llegaría a su nuevo hogar
procedente de China con apenas dos años, fuera
normal. La respuesta del conferenciante fue
tajante: CERO”.

En el momento de la adopción, tu hijo tiene prácticamente las


mismas posibilidades de ser “normal”, si por normal consideramos
que va a responder a los patrones de libros como “Tu hijo de x años”.
La falta de estimulación y de atención personalizada conlleva un
retraso en el desarrollo del niño.Y no sólo a nivel de psicomotrici-
dad o curvas de crecimiento.
El aprendizaje social y emocional también se ralentiza en estas
condiciones.Tendrás que enseñarle –y darle tiempo para que apren-
da– cómo funciona una familia y cómo relacionarse con otros.
Recuerda que para el niño el cambio es espectacular e incomprensi-
ble.Todo –los olores, la comida, los sonidos, el idioma, las caras– va a
ser radicalmente distinto a lo que está acostumbrado.
Sin quererlo, la familia, los amigos e incluso algunos pediatras
pueden hacerte la vida imposible comparando frecuentemente a tu
hijo con otros niños. Olvídate de los percentiles y lo que se supone
que debe hacer un niño de su edad.Tu hijo es único: si te acostum-

41
bras a compararlo sólo consigo mismo, te evitarás un montón de ago-
bios innecesarios y podrás disfrutar de sus pequeños-grandes avances.
Por lo general, durante los seis o doce primeros meses a partir
del momento de la adopción, nuestros hijos experimentan un des-
arrollo extraordinario a todos los niveles. Físicamente, el cambio es a
veces espectacular y la ropa y el calzado parece que encogen rápida-
mente.
A nivel emocional y mental, los cambios puede que no sean tan
evidentes, pero son igualmente importantes. La adaptación supone
para el niño asimilar muchas novedades de golpe. No te impacientes,
piensa que seguramente en un par de años habrá aprendido muchas
más palabras en castellano (o catalán, gallego o euskera) de las que tu
aprenderías en alemán o ruso aunque lo estudiaras durante años.
Recuerda que el desarrollo de los niños nunca es lineal, sino que
sucede a trompicones: después de una larga etapa en la que parece
que no pasa nada, de la noche a la mañana empiezan a andar, hablar
o dormir bien.

42
¿Cuánto dura la adaptación?

Algunos padres se muestran especialmente preocupados por que


sus hijos “alcancen” a sus pares en un determinado número de meses.
¿Cuánto dura la adaptación? ¿Seis meses? ¿Un año? ¿Cuánto tardará
en ser como si hubiera vivido siempre con nosotros? Para lo bueno
y para lo malo, tu hijo no nació en el seno de tu familia. El niño
adoptado tiene una serie de vivencias y aprendizajes distintos a los de
un hijo biológico. Muchos de ellos son grandes observadores y tie-
nen un sentido de la orientación muy superior al de otros niños de
su edad, seguramente como reacción a los cambios totales de entor-
no que han experimentado. Sin embargo, puede que durante años, o
tal vez toda la vida, les cueste más desenvolverse en los momentos de
cambio.
Considera el primer año el tiempo que tardarás en conocer a tu
hijo, no el que necesitarás para colocarlo en una inexistente línea de
salida. Cuando te preocupe que tu hijo no sepa hacer algo que
“todos” los niños de su edad ya han aprendido, recordar cuál ha sido
su avance desde el día en que os conocisteis te ayudará a ver las cosas
en perspectiva y a asombrarte –una vez más– de su capacidad de
aprendizaje.
G

43
Del “¿ahora qué?” al “¡ahora sí!”

“La adaptación es ese proceso que se acaba


cuando del ¿ahora que?, pasas al ¡ahora sí!
Y hasta que eso llega, hasta que nuestros peques
nos adoptan, puede pasar un invierno, porque no
sentirse adoptado por tu hijo es como un
invierno: hace frío, no hay luz ni calor, se hacen
tristes los días...”

Decíamos al principio de este capítulo que el apego es una rela-


ción bidireccional, en la que ambas partes dan y reciben. Está claro
que el niño necesita alguien que le cuide y se ocupe de su bienestar
físico y emocional pero ¿qué necesita la otra parte, los padres?
Necesitan que el niño responda, que aprecie el amor y la atención
que le dan. Es posible que transcurran semanas, incluso meses o años,
antes de que el niño “nos adopte”. No esperes un amor apasionado
a primera vista, lo más probable es que al principio tengas que esfor-
zarte en encontrar pequeños signos y gestos de complicidad y con-
fianza.
No tengas prisa, disfruta del camino con tu hijo y pasároslo bien
juntos. Atesora los momentos buenos para echar mano de su recuer-
do en momentos de crisis.Trata de identificar y satisfacer sus necesi-
dades y de interpretar correctamente las señales que se esconden tras
una respuesta aparentemente hostil. Ese niño que hasta ahora se que-
daba sin problemas con la abuela cuando ibas a trabajar y que de
pronto monta en cólera o lloriquea, no te está probando ni tratando
de manipular. Está demostrando que tiene ya un vínculo especial
contigo, por eso ahora le angustia la separación.
G

44
El bajón post-adopción

“Hace una semana que volvimos de Rusia y


parece que Sofía hubiera estado toda la vida con
nosotros. Me siento como en una nube”.

Dos semanas más tarde.

“Sofía está adaptándose muy bien, aunque todavía


tiene algunos problemillas a la hora de dormir.
Me habían dicho que el apego no sería
instantáneo, pero pasan los días y las semanas y en
vez de sentirme cada vez más cerca de ella, cada
día me siento más extraña.Y lo peor es que
vuelco mi frustración sobre mi hija, y a menudo
estoy a punto de perder los nervios con ella por
cualquier tontería. Siento que soy un fracaso
como madre”.

Todos hemos oído hablar de la depresión post-parto pero rara


vez se habla de la depresión o el “bajón” post-adopción. Lo cierto es
que, en una u otra medida, casi todos los padres lo sufren en silencio
¡y ni siquiera pueden culpar a sus hormonas!
Durante meses o años, los padres han estado preparándose para la
llegada de su hijo, para hacer frente a posibles problemas médicos, se
han documentado sobre la formación del apego, etc. etc.
Cuando por fin tienen a su hijo en brazos, sienten una plenitud
y una felicidad tan intensas que son difíciles de explicar. A las pocas
horas, días o semanas, son muchos los padres radiantes que hacen
comentarios del tipo “parece que hubiera estado toda la vida con
nosotros”.

45
La llegada del niño trastoca toda la casa y requiere ajustes y rea-
justes en la logística familiar. Los niveles de estrés suben. El día a día
con un niño que necesita constante atención (o que aparentemente
ha perdido la capacidad de dormir por la noche) puede poner al
borde de un ataque al más seguro de los padres. De pronto, a las tres
o cuatro semanas, aparece ese extraño sentimiento de ansiedad.Y, de
nuevo, las dudas inconfesables: ¿soy realmente capaz de ser padre? ¿le
querré algún día como a mi otro hijo? ¿ha sido la adopción una
buena decisión?
Ese “bajón” es normal, es como una resaca después de la eufo-
ria de tener por fin a tu hijo en casa. Seguro que echando mano de
tus recuerdos encontrarás situaciones similares: cada vez que conse-
guimos alcanzar una meta largamente perseguida –acabar los estu-
dios, casarse o culminar un proyecto importante–, tras la alegría,
sufrimos un cierto “desinfle”.
Con la llegada del niño, muchos padres se ven obligados a hacer
frente y reelaborar nuevamente sus sentimientos sobre la infertilidad.
Las preguntas intrusivas (“Es adoptado, ¿no? ¿Tú no podías tener
hijos?”) ponen otra vez sobre la mesa cuestiones que creías ya supe-
radas. Cuando se ha desarrollado una conexión especial con la madre
biológica, algunos padres necesitan pasar un cierto duelo por ella.
Sean cuáles sean las causas, lo cierto es que es una reacción natu-
ral que no deberíamos vivir con culpa. Las satisfacciones y alegrías de
ser padre son inmensas, pero los retos pueden confundirnos, estresar-
nos y también deprimirnos.Y eso no quiere decir que la adopción
haya sido un error o que seamos diferentes a otros nuevos padres.
G

46
Sé paciente, tiene tanto que aprender

Durante el período de adaptación, el niño debe asimilar un


montón de conocimientos: posiblemente un idioma nuevo, nuevas
reglas de comportamiento, etc. Pero no olvides que su capacidad de
asimilar y aprender está directamente relacionada con su sensación de
seguridad y confianza. Un niño estresado o abrumado por tanta
novedad puede fácilmente bloquearse. No centres tus prioridades en
prepararle para ir al colegio ni te desesperes si tarda en empezar a
hablar. Recuerda que el principal aprendizaje que tiene que hacer
ahora, independientemente de su edad, es el de sentirse seguro en su
nueva familia. Si se siente seguro psíquicamente y tiene en sus padres
una base segura, todo lo demás será mucho más fácil.

47
III. Claves
del primer año
h
El primer año juntos
El primer año es una etapa clave en esta maravillosa aventura de
convertirse en familia, un período mágico e intenso de descubri-
miento mútuo. Lo más importante que puedes hacer por tu hijo es
jugar con él, divertiros juntos y hacer que sus días sean tan previsi-
bles como sea posible.Tanto tú como tu hijo necesitáis pasar tiempo
juntos.

He aquí cuatro claves para disfrutar al máximo de ese primer año:


1. Dedícale a tu hijo mucho tiempo
2. Háblale mucho
3. Rutina y más rutina
4. Cuídate. Simplifica tu vida

51
n
1. DEDÍCALE A TU HIJO MUCHO TIEMPO
Apegarse y construir un vínculo son procesos lentos que requie-
ren de muchas repeticiones para cimentarse. Necesitáis jugar y dis-
frutar juntos, tocaros, miraros, descubriros. Los mimos y las caricias
son básicos para la creación del vínculo.
Posiblemente tu hijo no esté acostumbrado a recibir cariño en
grandes dosis, así que al principio es posible que se sienta incómodo.
Puede incluso que se muestre reacio a ser tocado o a mantener la
mirada. No le fuerces, deja que sea él quien marque el ritmo. Por lo
general, los niños tardan en pedir mimos o tolerar largas sesiones.
Durante los primeros meses, tendrás que paladear la felicidad de un
abrazo espontáneo en sorbos cortos. Si tu hijo intenta separarse a los
pocos segundos, no se lo impidas.
La hora del baño, las actividades con música o simplemente sen-
tar a tu hijo en tu regazo para leer un cuento pueden proporcionar
momentos impagables de intimidad:
- Busca actividades que fomenten el contacto visual y físico de
un modo divertido. Como resumía una madre adoptiva:“tu hijo
no ha estado en contacto con tu vientre, y eso sólo se suple con
piel, piel y piel”. Sé sensible a sus sentimientos e intereses y no
le fuerces cuando no se muestre receptivo.
- No tengas miedo de darle demasiados mimos. Algunas
personas creen que darlos “en exceso” hace que los niños se
vuelvan extremadamente dependientes y temen que eso perju-
dique su adaptación a la guardería o el colegio. No es así. Las
personas se ponen ansiosas cuando no saben en quién pueden

52
confiar para que les ayuden: sentirse querido hace que el niño
sea más confiado e independiente.
De entre las siguientes ideas para favorecer el contacto físico
y visual, elige aquellas que se adapten mejor a tu hijo (recuerda tener
en cuenta su edad emocional, no la que marca su partida de naci-
miento):
- Dale el biberón o alimentos con tus manos.
- Jugad al cucu-tras.
- Haced manitas con juegos como el de “éste tenía hambre, éste
compró un huevo...”
- Establece un ritual de levantarse y acostarse que incluya abrazos,
besos, caricias, masajes, etc.
- Hazle cosquillas, pero para en cuanto lo pida.
- Duerme la siesta en la misma cama que él o tumbaros juntos en
el sofá para leer o ver la televisión.
- Poneros crema hidratante por el cuerpo el uno al otro.
- Realizad actividades físicas juntos como mecerse en una mece-
dora, hacer un muñeco de nieve, jugar con la arena en la playa,
trasplantar una maceta, etc.
- Bailad juntos y enseñaros pasos el uno al otro.
- Colócate una pegatina en la frente pero no digas nada, ¡espera a
que el niño la descubra!

53
¡A jugar!

La asociación juego-placer es la que despierta al niño a explo-


rar y aprender.Tal vez tu hijo se haya perdido la experiencia de jugar
y divertirse con unos padres y tengas que enseñarle a hacerlo.
Algunos niños se enganchan en seguida; a otros les cuesta más.
No le fuerces a hacer algo por lo que muestre reticencia; emplea
tu mente de adulto para idear actividades que el niño vea como pla-
centeras, nunca como algo impuesto. Si tu hijo se agobia en los espa-
cios abiertos y no quiere alejarse de ti para jugar a la pelota, empie-
za por sentarte frente a él y masajearos con ella. Poco a poco la pelo-
ta hará recorridos cada vez más largos y paulatinamente acabará
jugando feliz y seguro.
- Si tu hijo ya sabe jugar, aprovecha el juego para acercarte a él:
los placeres compartidos son los cimientos de una buena rela-
ción.
- Incorpora a tu hijo en tus actividades siempre que sea posible.
Hasta los niños más pequeños pueden ayudar en las tareas
domésticas partiendo judías o champiñones con las manos,
pasándote la ropa para tender, etc.
- Dedica todos los días un mínimo de treinta minutos a jugar con
tu hijo prestándole una atención exclusiva y total (los niños más
pequeños pueden necesitar dividir el tiempo en intervalos más
cortos).
- Durante el primer año, acepta sólo planes que puedas hacer con
tu hijo. Esto no durará toda la vida, pero recuerda que tu prin-
cipal trabajo ahora es ser su padre o su madre, y que cuanto más
tiempo y energía le dediques a tu hijo, antes podrás “normali-
zar” tu vida familiar.

54
n
2. HÁBLALE MUCHO
Si te fijas, verás que los padres de bebés o niños pequeños se
pasan el día diciendo cosas como “Ahora voy a guardar la fruta en la
nevera y el pan en la panera. ¿No quedan mandarinas? Mañana com-
praremos más”. Tu hijo se ha perdido esa etapa, descríbele las cosas
como harías con un niño más pequeño. En las mismas situaciones, es
posible que te salgan “rollos” parecidos. No temas ser demasiado rei-
terativo; con cada repetición tu hijo reafirma sus conocimientos y
capta nuevos matices.
- Acostúmbrate a hablarle constantemente, aunque sea dema-
siado pequeño para entender o no conozca el idioma.
- Que no te dé miedo sobreactuar. Los cambios de entona-
ción y la gesticulación exagerada que los padres usan con sus
bebés actúan como un amplificador, ayudando al niño a identi-
ficar lo importante en cada momento. Es el mejor modo de des-
cubrir el mundo y aprender una lengua. Aunque tu hijo sea
mayor y al principio te sientas ridículo, utiliza tus gestos, tus
expresiones faciales y cambios en el tono de voz para enfatizar
lo que dices.
- Anticípale lo que va a suceder.Tal vez al principio parezca
un poco inútil porque el niño es muy pequeño o porque no
entiende aún las palabras.A pesar de ello, es bueno acostumbrar-
se a contarle lo que va a pasar (ahora vamos a ir a tal sitio, vamos
a hacer tal cosa, etc.).
- Antes de dormir, haced un repaso de las actividades des-
arrolladas durante la jornada, procurando resaltar los

55
aspectos positivos, pero abierto a comentar cualquier cosa
que el niño desee aclarar.
- Háblale de vuestra relación.“Como soy tu madre para siem-
pre, mi trabajo es cuidar de ti”,“Vivirás conmigo hasta que seas
tan mayor como yo” y otras frases por el estilo reafirman su con-
fianza en ti y aumentan su seguridad.
Estas técnicas le ayudan a asimilar vocabulario, pero sobre todo
le proporcionan una sensación de seguridad. Nuestros hijos tienen
por lo general problemas para asimilar los cambios o desenvolverse
en situaciones nuevas. Saber qué va a pasar y qué se espera de ellos
les ayuda a afrontarlos con mayor seguridad.Antes de su primera visi-
ta al pediatra, le expliqué cien mil veces a mi hija cómo iba a ser,
cómo la iban a auscultar, a mirar los oídos, la garganta... La visita fue
como la seda (el pediatra estaba asombrado) hasta que el doctor quiso
medirla. ¡Eso no estaba en el guión! Fue totalmente imposible.

56
n
3. RUTINA Y MÁS RUTINA
Todos los libros dirigidos a padres afirman que la rutina y la
coherencia son factores claves en la educación de los niños. Se insis-
te en que la coherencia les ayuda a sentirse seguros, y a desarrollar el
pensamiento abstracto al entender las relaciones causa-efecto.
En nuestros hijos, esta necesidad es más importante si cabe.
Seguramente han recibido respuestas poco consistentes a sus necesi-
dades. Recordemos una vez más cómo se inician los ciclos de crea-
ción del apego y la confianza: el niño llora porque le duele algo o
tiene hambre o se siente mal. Si repetidamente su llanto no recibe
respuesta alguna (o una vez es ignorado y la siguiente es abroncado
o mandado a dormir sin contemplaciones), su cerebro no asimilará
que sus elecciones y sus acciones tienen respuestas previsibles.
Lo más probable es que en el momento de llegar a casa tu hijo
se halle en un estado de descoloque importante. Es posible que lle-
vara mucho tiempo viviendo entre las cuatro paredes de un orfana-
to, donde las variaciones entre lo que veía y ocurría a su alrededor
eran mínimas. Un buen día llegamos nosotros, unos extraños que le
sacan del entorno que conoce y donde se siente seguro y lo llevan a
sitios nuevos (hotel, embajada, avión, un nuevo hogar, etc.). El
mundo que conocía hasta ahora se ha evaporado y en su lugar apa-
rece un desconcertante planeta lleno de formas, colores y olores des-
conocidos, donde todo se mueve demasiado, brilla demasiado y
resulta desconcertante y hasta atemorizador.
La rutina y la simplificación se convierten en los mejores alia-
dos a la hora de asimilar el cambio. Mantener unos horarios y un

57
ambiente tranquilo sin grandes variaciones son claves en el primer
año.Aunque te mueras de ganas de llevar a tu hijo al zoo o al parque
de atracciones, es mejor dejar que asimile todos los nuevos estímulos
que a partir de ahora serán cotidianos.Tiempo habrá para las sorpre-
sas cuando TODO deje de ser una sucesión de sorpresas.
- Intenta averiguar las costumbres y horarios del orfana-
to o el hogar anterior del niño. La continuidad en los horarios
y las rutinas que sean adaptables ayudarán al niño en la transi-
ción.
- Establece horarios fijos para las comidas, el baño y la hora de
dormir.
- Crea pequeños rituales en torno a las actividades coti-
dianas y haz siempre las mismas cosas en el mismo orden. Es
posible que tu hijo se desconcierte o angustie ante la menor
variación. Esfuérzate en ser previsible. Cuando se sienta seguro,
le será fácil aceptar que no importa el orden en que pones la
mesa, pero al principio es posible que se desespere si un día
intentas poner los cubiertos antes que los platos.
- Mantén un horario simple y fijo de actividades a lo largo
del día. Procura hacer los trámites, las compras, etc. siempre a la
misma hora. Así el niño sabrá, por ejemplo, que tras el desayuno
salís a la calle y a lugares nuevos, pero que después volvéis a casa
para jugar un rato antes de comer. La seguridad de saber qué
sucederá a continuación, le ayudará a no angustiarse en un
ambiente que desconoce y que para él puede resultar intimidan-
te.
- Enlaza unas actividades con otras. “Ahora vamos a jugar y,
cuando suene el despertador, recogemos y ponemos la mesa
para cenar”. Si el niño es lo suficientemente mayor, utiliza un
reloj que esté permanentemente a la vista para explicarle cuán-
do se hace cada cosa.

58
- Recuerda que las necesidades básicas SIEMPRE deben ser
atendidas por los padres. Ver repetidamente satisfechas sus
necesidades es la base para la creación del vínculo. En los pri-
meros tiempos, es esencial que sean los padres y sólo los padres
quienes alimenten, cambien, bañen y consuelen a los niños.
- Limita las visitas. Es normal que tanto familiares como ami-
gos se mueran por conocer al recién llegado, pero intenta retra-
sar al máximo las presentaciones y visitas. En lo posible, limíta-
las a una o dos personas cada vez y procura encajarlas suavemen-
te en las rutinas del niño. Una idea puede ser quedar en el par-
que, de modo que tras las presentaciones el niño pueda volver a
sus juegos mientras los adultos charlan.

59
n
4. CUÍDATE. SIMPLIFICA TU VIDA
La llegada de un nuevo hijo exige a los padres reajustar sus ruti-
nas cotidianas y también sus prioridades. Ser padres conlleva una alta
exigencia en tiempo y energía; si no levantamos el acelerador en
otras parcelas de nuestra vida, lo más probable es que pronto nos
encontremos constantemente exhaustos. No pasa nada si durante un
tiempo dejas de comprar el periódico todos los días o te limitas a leer
los titulares.
Intenta llevar una vida sana y mantener un buen estado de
ánimo. Un padre exhausto o deprimido difícilmente podrá propor-
cionar a su hijo un entorno en el que se sienta feliz y contento.
- Si te sientes cansado, desconecta el teléfono y duerme la siesta o
acuéstate temprano como tu hijo. Durante los primeros meses,
lo normal es que mientras el niño esté despierto ocupe todo tu
tiempo.
- Si tienes pareja, hablad sobre quién se va a ocupar de cada cosa
y revisad vuestros acuerdos tantas veces como sea necesario.
- Si puedes permitírtelo, contrata ayuda para las tareas domésticas
de modo que te quede más tiempo para dedicarle a tu familia.
- Si estás en disposición de hacerlo, y es lo que quieres, reduce tu
jornada laboral.
- Resérvate un mínimo de veinte minutos diarios para ti. Habrá
días en que sólo tendrás ganas de relajarte y quedarte quieto;
otros, te apetecerá charlar con algún adulto (a veces los niños
nos absorben tanto que un poco de conversación adulta es
indispensable para mantener la salud mental). Si eres monopa-

60
rental y te sientes agobiado, busca la manera de encontrar una
tarde o una mañana entera para ti. Desconectar de tu papel de
padre durante algunas horas mejorará de forma asombrosa tu
capacidad de gozar de él.

61
IV. Ser adoptado,
a veces, duele
g
¿Cómo afecta el ser adoptado
a nuestros hijos?
“Hay veces que me siento ADOPTADA, con
mayúsculas, como si ese fuera el rasgo más
característico de mi persona. Pero muchas otras
veces ni me acuerdo, es sólo una característica
más, como ser mujer, abogada o extrovertida”.
(Carla, 24 años, adoptada a los pocos días de nacer).

Muchos padres piensan que, una vez hayan construído una rela-
ción segura con sus hijos, bastará responder sus preguntas y dudas sobre
la adopción a medida que puedan ir comprendiendo y aceptando. En
su fuero interno, creen que si consiguen dar la respuesta adecuada en
cada momento, el niño lo asumirá con naturalidad y el tema no ten-
drá mayor importancia. Cualquier adoptado adulto nos dirá que eso no
es cierto. Ser adoptado –como ser hijo único o crecer rodeado de her-
manos– es algo que marca a la persona. El hecho de que queramos a
nuestros hijos como los querríamos si llevaran nuestro ADN no signi-
fica que la adopción no sea una característica determinante de nuestras
familias y de nuestros hijos. Habrá momentos en que lo sientan como
algo importante y otros en los que ni se acuerden, pero siempre estará
ahí.
Tendemos a pensar en la adopción como un encuentro maravi-
lloso de la necesidad que tiene un niño de una familia y el deseo de
unos padres de amar y cuidar de un hijo. Con frecuencia, caemos en
la trampa de creer que la adopción sólo implica beneficios para todos,
olvidando lo que unos y otros hemos perdido en ese camino. Por muy
convencidos que estemos de que lo que se gana es más que lo que se
pierde, no podemos olvidar que toda adopción implica pérdidas, y que
las pérdidas necesitan su duelo para ser asimiladas.
Y

65
Pérdidas en la adopción

Está claro lo que pierden los padres biológicos con la adopción.


No nos es difícil imaginar el dolor de una madre que se ve obligada
por las circunstancias a renunciar a criar y ver crecer a su hijo. En
cambio, las pérdidas de los padres adoptivos y los hijos no se presen-
tan siempre de forma tan evidente.
Independientemente de lo convencidos que estemos de que es
nuestra opción para formar una familia, lo cierto es que la adopción
conlleva también pérdidas para los padres. Nos perdemos su primer
llanto, su primera sonrisa, sus primeras horas, días o años. Si antes de
llegar a la adopción te enfrentaste a un problema de infertilidad, per-
diste el hijo que deseaste un día, un hijo que tuviera tus mismos ras-
gos y los de tu pareja.Aún cuando la infertilidad no haya tenido nada
que ver en tu decisión de adoptar, carecerás de mucha información
sobre tu hijo, de sus antecedentes clínicos... Si tu hijo es físicamente
muy diferente a tu familia, perderás también el anonimato y la capa-
cidad de pasar desapercibido.
La pregunta realmente interesante es ¿qué pierden los niños en
la adopción? Por supuesto que la adopción supone para ellos el calor
y el amor de una familia, pero como padres no podemos obviar lo
que nuestro hijo ha perdido en el camino:
- la seguridad y confort que proporcionan los lugares conocidos
- la relación con un cuidador por el que sentía un especial apego
- la relación con sus padres biológicos
- la relación con sus hermanos y otros familiares biológicos
- la conexión genética
- la herencia de su cultura de origen.
Puede que tú hayas ya asimilado tus pérdidas, pero tu hijo nece-
sitará pasar el duelo por las suyas. Como ocurre con la muerte de un
ser querido, el duelo en la adopción está compuesto por una varie-

66
dad de emociones: la negación, el enfado, la tristeza... Como en cual-
quier pérdida importante, nuestros hijos se verán muchas veces en la
vida enfrentados al dolor que les produce. Como padres, nos encan-
taría evitárselo, pero no es posible. Con toda probabilidad, reaparece-
rá en distintos momentos y por diferentes motivos a medida que
crezcan y comprendan realmente lo que implica la adopción.
No temas ni rechaces su dolor. Evitar hablar de aquello que le
entristece no disminuirá su sufrimiento, al contrario. Nuestros hijos
necesitan unos padres alerta dispuestos a identificar los signos de su
duelo y proporcionarles el apoyo y el consuelo para superarlo.

67
Características de la pérdida
en la adopción

“Desde pequeña, le habíamos contado a Alba que


su madre biológica no podía cuidarla y que por
eso nos pidió a nosotros que fuéramos sus padres.
Siempre había sido una niña feliz y extrovertida.
Poco después de cumplir ocho años, le cambió el
carácter, se volvió más ensimismada y huraña y el
tema empezó a convertirse en una especie de
obsesión. Constantemente hacia preguntas sobre
su madre biológica: ¿Por qué mi mamá de la
India no me quiso? ¿Dónde está ella ahora?”

Si la comparamos con la muerte de un ser querido, la pérdida


en la adopción tiene unas características propias:
- No existe un sólo momento identificable que desencade-
ne la pérdida (lo que hace que tampoco sean claramente iden-
tificables las fases del duelo que reflejan los manuales de psicolo-
gía).
- Con frecuencia, es percibida a posteriori. Algunos niños
no son conscientes hasta años después de haber sido adopta-
dos. De pronto una nueva información o una pregunta de otro
niño desencadena la consciencia de una pérdida que hasta
entonces no parecía preocuparles en absoluto. El caso de Alba
no es único, ni mucho menos. Al aumentar su capacidad para
comprender los detalles y las implicaciones de su adopción, los
niños reconsideran lo que han perdido. A medida que crecen,
necesitan pasar el duelo en distintos momentos y de formas
diferentes. La negación, la tristeza y el enfado son síntomas de
un dolor que no podemos ignorar ni minusvalorar.

68
- No existe un reconocimiento social de esa pérdida. Los
padres adoptivos oímos una y otra vez esos odiosos comentarios
sobre “la suerte que ha tenido” nuestro hijo. Cuando muere un
ser querido, el velatorio, los funerales y los pésames nos ayudan
a asumir su pérdida. Los amigos entienden nuestro dolor y nos
ofrecen consuelo y cariño para soportarlo. En cambio, el dolor
de nuestros hijos pasa muchas veces desapercibido para los que
les rodean.

69
Reconocer el dolor

Cada niño lo exterioriza de formas distintas, pero siempre exis-


te una componente de dolor en saberse adoptado. Con cada avance
en su madurez, el niño entiende las pérdidas relacionadas con la
adopción de un modo distinto. Aprender a manejar los sentimientos
de pérdida y duelo que ello supone no es por tanto una etapa, sino
más bien un proceso que no tiene un final claro.
Muchas veces los niños no son capaces de expresar cuál es la
causa de sus sentimientos, sobre todo si se refieren a temas dolorosos
o difíciles. A nosotros nos toca, pues, tener el radar siempre en mar-
cha y tratar de identificar las imprecisas señales que nos lancen.
Existen algunos acontecimientos o situaciones que hacen aflorar los
sentimientos de pérdida de forma repentina, por lo que conviene
mostrarse especialmente receptivo en esas ocasiones. Mudarse a un
nuevo hogar, la muerte de algún familiar, los cumpleaños, los días de
la madre y del padre y en general cualquier vivencia que suponga una
pérdida actúan como detonadores del duelo.
A lo largo de su vida, nuestros hijos pasan por distintos períodos
de duelo. Por lo general, estos procesos les hacen más fuertes y ricos
como personas y les permiten seguir avanzando. Sin embargo, algunas
veces pueden sentirse atrapados e incapaces de elaborar el dolor para
hacerlo soportable. Si en algún momento sientes que el duelo de tu
hijo va más allá de tu habilidad para enfrentarlo de una forma positi-
va, deberías considerar buscar apoyo en un profesional.
No es infrecuente que los padres sientan el dolor de sus hijos
por lo que han perdido como un rechazo o una traición, y que se
engañen pensando que evitando el tema se disminuye el daño.
Resulta innegable que la adopción implica pérdida y toda pérdida
requiere su duelo, es algo natural que no debería angustiarnos ni
hacernos sentir amenazados. Si logramos asumir esta realidad, com-

70
partir los sentimientos de duelo fortalecerá nuestra relación y permi-
tirá al niño encontrar en nosotros consuelo cuando lo necesite.
Cuando tu hijo manifieste tristeza o enfado por ser adoptado,
hazle sentir que le entiendes y consuélale, no trates de restar importan-
cia a las causas de su sufrimiento. Puede que tu hijo te diga que le gus-
taría haber estado en tu barriga, o no ser adoptado (o tener un padre
si eres una madre monoparental). No despaches su inquietud contes-
tando que la adopción es una manera maravillosa de formar una fami-
lia o que hay muchas otras como la vuestra. Dile que le entiendes, que
a ti también te hubiera gustado que las cosas fueran de otra manera o
que todos sentimos tristeza cuando perdemos a alguien o algo.Tal vez
os ayude hablar de tus propias pérdidas, de cómo te hizo daño el per-
der algo o alguien importante. Hazle saber que comprendes lo que
siente y que sus sentimientos son normales.

71
El duelo en los bebés
Que un niño de dos años no comprenda conceptos abstractos
como la adopción y la pérdida no significa que no puedan sentir su
angustia y dolor. Está demostrado que incluso los bebés sufren con la
pérdida de la madre, el padre o la persona que los cuida.
En niños menores de tres años, los signos de duelo suelen apa-
recer inmediatamente o poco después de la llegada al nuevo hogar.
Aún no son capaces de expresar con palabras lo que sienten y lo
hacen a través de comportamientos como:
- Cambios o problemas en la alimentación o el sueño
- Llantos inexplicables y rabietas
- Regresiones: se comportan como si fueran más pequeños o
pierden de pronto la capacidad de realizar acciones que ya habí-
an aprendido
En esta etapa, lo mejor que puedes ofrecerle a tu hijo es mucha
paciencia, comprensión y proximidad. Dedícale mucho tiempo, pro-
porciónale horarios y rutinas previsibles y reduce los cambios impor-
tantes al mínimo. Necesita tiempo para sentirse bien en su nuevo
entorno y entender que estás y estarás siempre ahí para atender sus
necesidades. Y

72
El duelo de los 3 a los 5 años

Santi y su hijo mantenían un rifi-rafe a la hora de


recoger los juguetes. Juanjo lo miró desafiante y
espetó: “Pues cojo mi mochila y me voy a vivir a
otra casa”. “Puedes salir por esa puerta si quieres”
le contestó Santi sin alterar la voz, “pero como
eres mi hijo, llamaré a la policía e
inmediatamente te traerán otra vez a casa, que es
donde tienes que estar”. Juanjo lo miró un
momento desconcertado y se abalanzó sobre él
para abrazarlo.

Los niños de prescolar se caracterizan por ser muy literales y


egocéntricos (¡y también por plantear preguntas difíciles en cual-
quier momento y lugar, preferentemente en los menos adecua-
dos!).
Suelen estar muy interesados en la historia de su adopción, y
hasta puede que la repitan palabra por palabra, aunque todavía no
entiendan lo que significan realmente. A medida que asocian ideas e
informaciones en sus cabecitas, aparecen nuevos sentimientos que
aún no saben verbalizar pero que se manifiestan por medio de:
- Las preguntas desconcertantes. Puede que quieran saber si
estuvieron dentro de la barriga de su madre adoptiva (a pesar de
que les hayamos contado que estuvieron en la de su madre bio-
lógica) o que pregunten a desconocidos si son sus padres bioló-
gicos. Sus cabecitas necesitan oír una y otra vez la misma infor-
mación hasta asimilarla totalmente.
- La ansiedad ante la separación. Entender que tuvieron unos
padres que desaparecieron de su vida puede llevarles a sentir una
gran dependencia de sus nuevos padres, a demandar una cons-

73
tante proximidad física o a inquietarse ante la presencia de
extraños. Algunos niños temen que alguien se los lleve, por lo
que se muestran pegajosos y demandan constantemente aten-
ción y muestras de cariño.
Cuéntale desde pequeño la historia de su adopción, y ve com-
pletándola con detalles a medida que aumente su capacidad de com-
prensión. Algunos padres piensan que el niño debe saber que es
adoptado, pero cuanto menos se hable de los detalles menos sufrirá
por el tema. Es un error. Cuanto más sepa tu hijo, más preparado
estará para manejar sus sentimientos. Si la información resulta dolo-
rosa, reafirma tu proximidad abrazándole o simplemente acaricián-
dole, pero no fuerces el contacto si el niño no se muestra receptivo.
Manténte cerca, pero no invadas su espacio si le incomoda.
- Recuerda que en esta etapa los niños están aún aprendiendo a
reconocer sus sentimientos, y que tú puedes ayudarle expresán-
dolos en palabras.
- En estas edades los niños todavía no entienden que tienen dos
familias; sus preocupaciones suelen centrarse en el temor a que
la situación actual no sea permanente. Necesita que le repitas
que sois su familia para SIEMPRE, y que le cuidarás y protege-
rás hasta que sea tan mayor como tú eres.
- Los libros infantiles sobre adopción son un buen recurso para
hablar abiertamente del tema. También lo son los juegos con
muñecos, que permiten expresar lo que el niño no puede decir
aún por sí mismo.
Y

74
El duelo en los años escolares

Entre los 6 y los 12 años, los niños entienden que la adopción es


una forma DIFERENTE de formar una familia. Hasta los 7 años iden-
tifican la familia como las personas que viven juntas, y comprenden que
la adopción y el nacimientos son dos modos alternativos de formarla.
Hacia los 8 años se dan cuenta de que normalmente las familias se cons-
tituyen por relaciones de sangre, lo que hace que emocionalmente sean
conscientes de que perdieron otros padres en el pasado aunque no ten-
gan recuerdos de ellos. Esta etapa viene marcada por:
- Una mejor comprensión de lo que significa la adopción, de
lo que han ganado con ella y también de lo que han perdido.
Muchos niños son conscientes por primera vez de la pérdida de
los padres o hermanos biológicos o de otras personas que los
tuvieron a su cargo.
- La curiosidad sobre los padres biológicos: cómo eran, qué
hacían, dónde están ahora... Algunos niños, sobre todo los que
tienen recuerdos de su familia biológica, se preocupan por su
bienestar actual.
- Las lealtades divididas. Empiezan a preguntarse sobre sus
padres biológicos pero puede que no hablen de ellos por no
herir a sus padres adoptivos.
- Los sentimientos ambivalentes hacia la adopción. En el
colegio han aprendido que lo normal es que los niños vivan
con sus padres biológicos. Las preguntas de sus compañeros y
algunos trabajos escolares (hacer un árbol genealógico o una
redacción sobre la historia familiar) enfatizan su diferencia y
pueden hacer que se sientan confusos y tristes. Así como hay
niños que se muestran excesivamente curiosos por todo lo
concerniente a sus padres biológicos, otros no quieren ni oír
hablar sobre el tema.

75
En esta etapa, el duelo adquiere nuevas formas de manifes-
tarse:
- Las fantasías. Algunos niños dedican mucho tiempo a imagi-
nar y fantasear sobre sus padres biológicos y cómo habría sido
su vida con ellos.
- El enfado es un síntoma del duelo, especialmente en niños que
han sido adoptados con edad suficiente para percibir el gran
cambio que daba su vida. No sólo es natural sino que resulta
hasta saludable, ya que permite al niño distanciarse del dolor y
trabajarlo para hacerlo más soportable.Ten presente que no eres
tú la causa de ese dolor ni de su ira. Si te grita “¡Tú no eres mi
madre!”, tómalo como lo que es: una manifestación de su rabia,
no un rechazo hacia ti.
- Las actividades compulsivas. Si tu hijo repentinamente
empieza a comer, practicar deporte o realizar otras actividades
en exceso, puede que esté tratando de llenar un vacío que no
sabe expresar.
A esta edad, necesitan información que responda al por qué
de su abandono y les reafirme en que las causas no tuvieron que
ver con ellos, sino con la situación y circunstancias de su familia
biológica. Algunos niños fantasean con la idea de que algo malo
debía haber en ellos para que sus padres no los quisieran.
Necesitan entender por qué sus padres biológicos no podían
criarlos.
La mejor manera de apoyar a tu hijo es permitirle hablar de lo
que siente.
- Anímale a expresar sus sentimientos. Necesita saber que sus
sentimientos son normales y no te incomodan. Recuérdale
sutilmente que estás ahí y que le apoyas, y que no hay nada malo
en pensar o preguntarse sobre sus padres biológicos.

76
- Tiende puentes con su pasado. Con naturalidad, sin recurrir
a una charla solemne, tiende puentes con su pasado y sus oríge-
nes. Si tu hijo baila especialmente bien, puedes decir por ejem-
plo “¡Qué sentido del ritmo! A lo mejor lo has heredado de tus
padres biológicos”.

77
El duelo en la adolescencia (13 - 18 años)

Antes de que te des cuenta, tu hijo entrará en la temida edad del


pavo. Es una edad difícil para todos los niños –¡y también para todos
los padres!–, una época de crisis en la que tanto su aspecto físico
como su mundo mental y emocional experimentan transformacio-
nes notables. Los cambios físicos son rápidos y evidentes; los psíqui-
cos son más complejos y pueden durar años.
El principal reto del adolescente consiste en construir su propia
identidad, definiendo sus valores, sus creencias y sus expectativas
sobre sí mismo. Para reafirmarse como personas, necesitan separarse
de sus padres. Todos los adolescentes se enfrentan a preguntas como
“¿Quién soy?”, “¿Cómo seré cuando sea adulto?”, que les producen
angustia. La adopción añade otras cuestiones a la lista, como “¿A
quén me parezco, a mis padres biológicos o a mis padres adoptivos?”
Ser adoptados les hace sentir diferentes, precisamente en un
momento en que buscan desesperadamente la identificación con sus
pares. Es posible, además, que al pensar en dejar el hogar en un futu-
ro próximo revivan sus sentimientos de pérdida y abandono.
Algunos elementos frecuentes en esta etapa son:
- Los comportamientos rebeldes o provocadores. Sobre
todo al principio de la adolescencia, algunos niños proyectan su
enfado con sus padres biológicos sobre los padres adoptivos.
Puede que desobedezcan las normas paternas y lancen hirientes
comentarios del tipo “No me puedes decir lo que debo hacer,
no eres mi verdadero padre”.
- El resentimiento y la depresión. No todos los niños se
muestran rebeldes al llegar la adolescencia.Algunos son más pro-
pensos al aislamiento y la tristeza.Ten en cuenta que la ruptura
de una relación, terminar el bachillerato y dejar atrás el colegio
o cualquier otro suceso que implique una pérdida pueden acen-

78
tuar la depresión del adolescente. Si los síntomas son preocupan-
tes, como comportamientos autodestructivos o pensamientos
recurrentes sobre el suicidio, deberías buscar ayuda profesional.
El gran reto para ayudar a nuestros hijos adolescentes a sobrelle-
var el duelo es permitirles encontrar modos de expresar su dolor que
no sean autodestructivos.
Lo más importante, también en esta etapa, es mantener abiertos
los canales de comunicación y hacerle entender que puede hablar de
ello cuando lo necesite. Hablar de aquello que nos produce dolor
con alguien que nos escucha empáticamente y no trata de juzgarnos
siempre resulta un alivio. Si no te ves capaz de desempeñar ese papel,
busca una tercera persona (puede ser un psicólogo, pero también una
persona de confianza capaz de entender los sentimientos del niño y
proporcionarle apoyo). Muchos adolescentes se sienten más cómodos
con un interlocutor “neutral” al que puedan expresar sus temores o
su rabia sin que se sienta afectado directamente.
Permite a tu hijo encontrar modos de expresar su enfado y su
rabia y no pierdas los estribos si un día en plena discusión te grita
“cállate, tú no eres mi madre”. No lo empeores haciendo un drama.
Es muy posible que el dolor que sienta tu hijo tras pronunciarla sea
casi tan grande como el que le llevó a decirla. Tu hijo está en una
etapa difícil, en la que todavía está aprendiendo a manejar, elaborar y
expresar sus sentimientos. No necesita que le juzgues, sino sentirse
escuchado y apoyado.
Y

79
El duelo en la edad adulta

Al alcanzar la edad adulta y prepararse para empezar una vida


fuera del hogar familiar, puede que nuestros hijos sientan la necesi-
dad de rellenar los huecos de su historia pasada antes de encarar el
futuro.
Muchos jóvenes tratan de buscar a su familia biológica o por lo
menos viajar al lugar donde nacieron intentando encontrar las piezas
que faltan en el puzle de su identidad. Esta necesidad –que algunos
sienten como acuciante– provoca con frecuencia conflictos emocio-
nales, donde se mezclan la curiosidad, el resentimiento, el enfado, la
culpabilidad, el miedo y, por supuesto, el duelo.
Si tu hijo intenta indagar en sus orígenes, es muy posible que se
sienta culpable, como si estuviera traicionando a su familia adoptiva.
Puedes ayudarle facilitándole toda la información de que dispongas
sobre su familia de nacimiento y su proceso de adopción, y hacién-
dole saber que le apoyarás en su búsqueda.
Para muchos adultos, tener hijos hace aflorar de nuevo los sen-
timientos de pérdida.Tal vez por primera vez en su vida, se les ofre-
ce la oportunidad de una conexión genética, de reconocerse en los
rasgos de un miembro de la familia, algo que nunca tuvieron con su
familia adoptiva.
Por lo general, las personas son capaces de seguir adelante tras
pasar un período de duelo. Aunque en España no existen aún estu-
dios sobre el tema, los especialistas de otros países creen que las per-
sonas adoptadas tienen aproximadamente las mismas posibilidades
que los criados con sus familias de nacimiento de convertirse en per-
sonas equilibradas y felices. En este capítulo hemos visto como, con
cada avance en su madurez, la persona adoptada entiende las pérdi-
das relacionadas con la adopción de un modo distinto y necesita por
tanto desarrollar un nuevo duelo.
Y

80
V. Retos Frecuentes
PPP
No hay dos niños iguales y sin embargo...

“Nuestros dos hijos tienen reacciones que nunca


había visto en mis sobrinos. La primera vez que
el mayor empezó a darse cabezazos contra los
barrotes de la cuna, me eché a temblar.
También me preocupaba que utilizaran los besos
y abrazos únicamente para salirse con la suya.
Saber que otros niños también se autoacunan de
esa manera y se muestran cariñosos cuando
quieren conseguir algo pero huraños cuando los
achuchas ha sido para mí un gran alivio”.

Cualquier padre de familia numerosa sabe que no hay dos niños


iguales; cada hijo presenta nuevos retos según su propio tempera-
mento, su ritmo de aprendizaje, sus intereses y sus vivencias. Sin
embargo, muchos padres adoptivos se enfrentan a situaciones simila-
res que les preocupan y desconciertan. La experiencia demuestra que
muchas de ellas son comunes en los niños adoptados y, por tanto, es
muy probable que aparezcan en tu familia. Sus vivencias y aprendi-
zajes previos han sido muy diferentes a las de otros niños de tu entor-
no. Es lógico y natural, por tanto, que también lo sean muchas de sus
reacciones y comportamientos.
Así, por ejemplo, se observa en muchos niños, incluso entre los
más pequeños, una obsesión excesiva por el orden y el control. No
es extraño encontrar niños ordenados hasta la obstinación, o peque-
ños –y no tan pequeños– que quieren sentir en todo momento que
controlan la situación, incapaces de encajar una derrota ni siquiera en
una partida de cartas. Son comportamientos poco habituales en otros
niños, pues responden a la inseguridad que les ha causado ver cómo
su vida se transformaba totalmente sin poder formar parte activa del

85
proceso ni entenderlo. A medida que consiguen sentirse seguros en
su nuevo hogar, ese tipo de obsesiones van disminuyendo paulatina-
mente.
Si tu hijo ha pasado un tiempo prolongado en un orfanato,
seguramente le hayan faltado los estímulos necesarios para desarrollar
una sana relación con el entorno. Como consecuencia de una pobre
estimulación, muchos niños presentan una gran dificultad para cen-
trar su atención, que se manifiesta a veces en un estado pasivo –como
de aletargamiento– y otras en una actividad frenética y descontrola-
da. No tengas prisa, tiene toda la vida por delante para desarrollar
todo su potencial.
Si tu hijo ha pasado mucho tiempo institucionalizado o tienes
indicios de que haya sufrido abusos o malos tratos, es importante que
un equipo profesional haga una evaluación de su desarrollo. Entender
dónde se encuentra el niño y qué ayuda necesita para avanzar desde
ese punto es fundamental.

La mayoría de los niños adoptados pasan por una o varias de las


siguientes fases:
- Sueños agitados
- Problemas con la comida
- “Prueban” la nueva realidad y su relación con sus nuevos padres
mediante distintos comportamientos negativos
- Experimentan regresiones y pérdidas súbitas de aprendizajes ya
superados
A las dificultades en torno al sueño y la alimentación, a la nece-
sidad de enseñarles a controlar sus emociones y su comportamiento
y a los episodios de regresión, dedicaremos el resto de este capítulo.

86
1. EL SUEÑO
Las pesadillas o los sueños agitados no son exclusivos de los
niños adoptados. Sin embargo, el sueño de nuestros hijos suele ser
más complicado que la media, sobre todo durante los primeros meses
desde la llegada a su nuevo hogar.
Seguramente tú también has tenido problemas para quedarte
dormido o sueños agitados la noche antes de una entrevista de tra-
bajo o en épocas de estrés. La calidad de nuestro descanso está en
relación directa con nuestra tranquilidad y bienestar emocional. El
sueño sirve para que el cuerpo descanse, pero también para permitir
al cerebro clasificar y ordenar las nuevas informaciones y vivencias y
asimilar lo ocurrido durante la jornada (o anticipar lo que ocurrirá
al día siguiente).
Cuando llegan a su nueva familia, la mayoría de los niños tienen
carencias enormes en sus aprendizajes cognitivos y emotivos, y no es
de extrañar que la avalancha de nueva información les sobrepase y
estrese. Es probable que tu hijo experimente pesadillas o terrores
nocturnos, que se despierte varias veces cada noche durante semanas
–o meses– o que presente una dificultad enorme para quedarse dor-
mido.

87
Vivir en Disneylandia

Para todos los niños, como para los adultos, el exceso de estímu-
los produce una carga extra en el cerebro que dificulta un sueño plá-
cido, incluso cuando esos estímulos son positivos o placenteros. Tras
una jornada agotadora en el parque de atracciones o en cualquier
lugar novedoso y lleno de cosas excitantes, un niño físicamente
exhausto puede mostrarse incapaz de conciliar el sueño. Como se
dice coloquialmente, “está pasado de vueltas”. Recuerda que para el
niño el nuevo entorno está lleno de novedades: ¡es como si viviera
permanentemente en Disneylandia!
Permítele absorber su nueva realidad de forma paulatina, esfor-
zándote por mantener la rutina y disminuir el número de sorpresas.
No olvides que, para tu hijo, cosas obvias como el que tras un fin de
semana en el campo o unas vacaciones volveréis a casa pueden no
serlo en absoluto. Ayúdale a asimilar las situaciones de cambio,
hablando de ellas y explicándole si serán permanentes o transitorias.

88
No le dejes llorar “hasta que se canse”

Quedarse dormido implica separarse del mundo consciente,


perder el control sobre lo que nos rodea. ¿Qué ocurrirá cuando me
despierte? ¿Seguirás ahí? ¿Habrá cambiado todo otra vez ahora que
empezaba a gustarle?
Aunque no pueda expresarlo verbalmente, es muy probable que
tu hijo sienta auténtico pavor a quedarse dormido. Dependien-do de
su edad emocional, es posible que veas cómo proyecta sus temores
hacia objetos concretos. Comprobar por la mañana que las sandalias
(o cualquier otra cosa por la que sienta un especial apego) siguen
donde las dejó la noche anterior puede producirle un placer infini-
to.
Puede que, con la mejor intención del mundo, tus amigos y
familiares te recomienden el método Estivill o que le dejes llorar
“hasta que se canse”. Pero ocurre que muchas recetas mágicas que
funcionan con “todos los niños” fallan al principio estrepitosamente
con los niños adoptados. Los que han crecido con su familia bioló-
gica saben desde bebés que sus padres no desaparecen, que siguen ahí
día tras día y pueden contar con ellos para lo que necesiten; los nues-
tros, no.
Para dormir a pierna suelta, tu hijo necesita primero sentirse
seguro, aprender que ahora tiene unos padres que no le van a fallar
cuando los necesite.Y eso es algo que puede llevar meses, así que
cuanto antes empiece mejor. Cada vez que acudes a consolarle, da
un paso adelante en ese aprendizaje. En cambio, si le dejas llorar,
no solo no se cansará, sino que se sentirá cada vez más asustado y
solo.
Antes de poder dormir plácidamente, es muy posible que nece-
site comprobar a través de múltiples repeticiones que acudes cuando
te necesita. Por supuesto que eso no quiere decir que debas correr a

89
abrazarlo cada vez que gruña en mitad de la noche. Si te cuesta
encontrar un equilibrio adecuado, recuerda la siguiente pauta:

Mantente tan presente


física y emocionalmente como te necesite,
pero limita esa presencia tanto como pueda tolerar.

90
¿Camas juntas o separadas?

Es cierto que poder abrazar y consolar al niño que llora en


mitad de la noche es algo que hemos soñado durante meses o años
y que resulta una experiencia maravillosa. Pero no es menos cierto
que convivir con un niño que ha perdido la capacidad de dormir por
la noche resulta extenuante y puede poner en jaque tu relación de
pareja y tu salud mental.
Cada familia debe encontrar un equilibrio que satisfaga a todos
sus miembros y permita tanto a padres como a hijos descansar lo sufi-
ciente. Puede que durante las primeras noches decidas darle la mano
hasta que se duerma o colocar un colchón a los pies de su cama y dor-
mir allí de forma temporal hasta que consiga habituarse.
Aunque en nuestra sociedad occidental la “cama familiar” está
prácticamente extinguida, los niños han dormido junto a sus padres
desde el principio de los tiempos. La inmensa mayoría de los padres
que han optado por el colecho (dormir en la misma cama que sus
hijos) afirman que ello ha contribuído enormemente a reforzar su
relación.
No obstante, compartir el lecho no es una receta válida para todo
el mundo. Por un lado, supone una invasión de la intimidad de la que
puede que tu relación de pareja se resienta (aunque los defensores a
ultranza del colecho afirman que obliga a los padres a ponerse creati-
vos para buscar momentos de intimidad y eso da aires frescos a la pare-
ja). Además, puede que dormir con tu hijo te resulte difícil y hasta
angustioso, y que ello deteriore la calidad de tu descanso.
Piénsalo bien antes de tomar una decisión, pero no creas que tu
hijo será más dependiente por dormir un año o más tiempo en la
misma cama que tú. La experiencia empírica de nuestros parientes
los monos, de muchas civilizaciones y de las familias que lo han prac-
ticado contradice esa tesis.

91
El ritual de irse a la cama

Conseguir establecer un horario fijo y una rutina placentera es


la mejor manera de evitar que la hora de acostarse se convierta en
una batalla sin fin.Tras una tensa y agotadora jornada, habrá ocasio-
nes en que desearías simplemente darle las buenas noches y desen-
chufarlo hasta el día siguiente.Tendrás que cambiar el chip, ¡nuestros
hijos tampoco tienen interruptor de apagado!
La mayoría de los niños con un ritual de media hora tienen sufi-
ciente, pero los niños recién llegados necesitan por lo menos el
doble. He aquí algunos consejos que pueden ayudarte a facilitar la
transición hacia el sueño de tu pequeño:
- Al menos un par de horas antes de dormir, programa acti-
vidades tranquilas que ayuden a tu hijo a relajarse.
- La rutina de acostarse debe incluir, desde luego, ponerse el pija-
ma, ir al baño, lavarse los dientes, etc. pero no olvides incorpo-
rar hacia el final una actividad placentera y tranquila
–como leer un cuento– que le compense por haber cumplido
con el resto. No te asustes si al principio no funciona; es posible
que necesites hacer ajustes. Una vez definido el ritual, aférrate a
él. Recuerda que tu hijo se resiste a dormir porque aún se sien-
te inseguro: la rutina y la previsibilidad le permiten relajarse y
aumentan su confianza.
- Establece una hora fija de acostarse. Utiliza un despertador
o un timer de los que se utilizan en la cocina para marcar los
tiempos. Puedes revestirlo de juego (“la ranita nos avisará”). Lo
mejor de esta técnica es que elimina las discusiones y los inten-
tos de postponer el momento.
- Si tu hijo ha estado en un orfanato, habrá dormido rodeado de
niños y puede que el silencio total de su nueva habitación le
intranquilice. Poner música o la radio de fondo a bajo volumen

92
puede ser de gran ayuda.Tal vez tampoco haya dormido nunca
a oscuras; en ese caso, una pequeña fuente de luz le ayudará a
relajarse.
- No necesitas acostumbrarle a dormirse en tus brazos.
Recuerda que los niños adoptados no están habituados a ver
rápidamente atendidas sus necesidades, han tenido que aprender
a dormir solos. Proporcionarle un objeto de transición (un pelu-
che, una manta, una prenda con tu perfume) puede ayudarle a
tranquilizarse y dormirse por sí mismo.
- Permítele elegir el tipo o el color de la almohada o los libros
para leer antes de dormir. Las pequeñas elecciones le proporcio-
nan una cierta sensación de control.
- Puedes preguntarle a tu hijo cuáles han sido los mejores y los
peores momentos de su jornada. De ese modo, sabrá que te inte-
resan las cosas buenas o malas que le suceden.
- Por último, céntrate en “ir a la cama” en lugar de “dormir”.
Si tu hijo siente temor a quedarse dormido, la elección de las
palabras disminuirá su reticencia.

93
Pesadillas y terrores nocturnos

Durante los primeros meses, el cerebro de tu hijo tiene mucho


trabajo a realizar durante el sueño. Muchos niños adoptados sufren
pesadillas y terrores nocturnos, que aparecen por lo general unas dos
horas después de quedarse dormidos. Los terrores nocturnos son más
frecuentes durante los primeros meses, pero tienden a repetirse en
momentos de estrés, tanto por acontecimientos positivos (su fiesta de
cumpleaños, por ejemplo), como por situaciones difíciles (una
mudanza, la llegada de un nuevo hermano, etc.).
Nuestra primera reacción ante un niño que llora desesperada-
mente es tomarlo en brazos, acariciarlo, abrazarlo y consolarlo. Si se
trata de una pesadilla, es una respuesta adecuada; si es un terror noc-
turno, sólo empeorará las cosas.
Que un niño tenga los ojos abiertos no quiere decir necesa-
riamente que esté despierto. Si tu hijo llora, grita y patalea en
mitad de la noche como si un tigre lo atacara, lo primero es dis-
tinguir si está despierto o aún dormido, es decir, si se trata de una
pesadilla o un terror nocturno. Antes de tocarlo, acércate hablán-
dole suavemente. Si te sigue con la mirada y reacciona a tus pre-
guntas, está despierto. Abrázalo y consuélalo hasta que se tranqui-
lice y pueda retomar su sueño. Si no reacciona ante tu presencia,
lo más posible es que sea un terror nocturno y tu hijo se halle en
una “tierra de nadie” entre el sueño y la vigilia. Intentar despertar-
lo empeorará las cosas. Aunque tenga los ojos abiertos como pla-
tos, no te ve: cuanto más le toques, más agitado y violento se mos-
trará.
Los terrores nocturnos se manifiestan con una violencia y agi-
tación que encoge el alma. Es innegable que son un síntoma de estrés
e inseguridad, pero no conviene dramatizar. Esa intensidad no signi-
fica que el niño sufra muchísimo. De hecho, si no lo despiertas, no

94
recordará nada al día siguiente. En cambio, si lo haces, casi con segu-
ridad el terror se repetirá a las dos horas.
Ante un terror nocturno, lo mejor es acercarse muy suavemen-
te y repetirle palabras tranquilizadoras (“vuélvete a dormir, no pasa
nada”,“papá está aquí contigo”). Puedes taparle o tocarle suavemen-
te. Es importante que tu tono de voz sea reconfortante y firme al
mismo tiempo: aunque no esté consciente, entenderá vagamente esa
orden simple y tranquilizadora.

95
2. LA ALIMENTACIÓN

Comer es un placer

La alimentación es una de las inquietudes más frecuentes de los


padres en los dos primeros años, a juzgar por la frecuencia con que
el tema sale en los foros de internet.
Antes de la adopción, lo más probable es que el niño haya segui-
do una dieta pobre y poco variada, con cantidades seguramente esca-
sas. Algunos niños se resisten a la introducción de nuevos sabores o
texturas; otros devoran lo que se les ponga por delante como si des-
conocieran la sensación de saciedad.
Lo importante es no preocuparse en exceso y evitar que la comi-
da se convierta en un tema espinoso que provoque situaciones de ten-
sión. Si logras que el tema no te agobie, enseñarle desde pequeño a ali-
mentarse de forma saludable y a disfrutar de la comida os proporciona-
rá múltiples momentos de interacción agradable para ambos.
- Concéntrate en hacer de la comida un momento divertido
del día, una oportunidad de pasarlo bien, conocer a tu hijo y
reforzar vuestra relación.A la hora de comer, dedícale tu atención
en exclusiva durante los primeros meses y disfruta de ello.
- La transición a una nueva alimentación será más fácil si es
gradual. Averigua qué está acostumbrado a comer e introduce
nuevos alimentos poco a poco.
- Asimilar un nuevo sabor o textura es más fácil si las primeras
veces le das sólo una cucharada o un pedacito en lugar de
un plato entero.

96
- Haz que te ayude a manipular y preparar los alimentos.
Ningún niño se resiste a probar lo que él mismo ha preparado.
- Convierte la introducción de cada nuevo sabor en algo
interesante y divertido. La primera vez que pruebe una fruta,
por ejemplo, dale una sin pelar para que la toque mientras tra-
táis de adivinar de qué color será por dentro, si tendrá pepitas o
hueso, etc. Una vez pelada, dale un trozo para que compruebe
su tacto, su temperatura, si está húmeda...
Si tu hijo es de los que comen como un pajarito o se alimenta-
ría solo de pan, pero su pediatra no se muestra preocupado, piensa
que los seres humanos estamos programados genéticamente para
sobrevivir: ningún niño se muere de inanición si tiene alimentos
saludables a su disposición. Existen muchos libros que te ayudarán
con consejos prácticos e incluso recetas y que, sobre todo, eliminarán
la angustia que el tema te pueda causar. Mi niño no me come de Carlos
González y Niños...a comer de Julián Lirio son dos buenos ejemplos.

97
Los otros problemas con la comida

“La mayor de mis hijas, al principio y durante


mucho tiempo, devoraba con auténtica ansiedad.
Al cabo de un año, parece que empezó a entender
que comida no le iba a faltar y dejó de esconder
alimentos por toda la casa. Aún conserva una
pequeña “manía” JAMÁS termina una bolsa de
gusanitos hasta que no tiene una nueva... ¡la
última que le compré ya tiene moho!
La pequeña lleva menos de un año con nosotros y
todavía persigue la comida a cualquier hora. Creo
que está deseando comerse un buen chuletón, no
puede esperar a tener todas las muelas”.

Puede que teman que más tarde no haya comida, o que no


hayan aprendido a reconocer la sensación de saciedad. O puede que,
como nos ocurre también a los adultos, la ansiedad que les provoca
el gran cambio que ha dado su vida les lleve a comer de forma com-
pulsiva. El caso es que muchos niños adoptados presentan una vora-
cidad asombrosa y algunos serían capaces de ingerir el doble que un
adulto de buen apetito.
Algunos padres son partidarios de dejarles comer al principio
tanto como deseen. Varios meses –y empachos– después, los niños
entienden que en su nuevo hogar siempre hay comida, y reducen las
cantidades ellos mismos.
Existen otros métodos menos drásticos de eliminar la obsesión
por la comida, lo importante es hacerles entender que en su nueva
familia no les va a faltar. Necesitan oírlo y experimentarlo muchas
veces para poder creer en ello.

98
- Repítele muchas veces que sus nuevos papás se van a ocupar
siempre de que haya comida suficiente.
- El niño está acostumbrado a comer todo lo que se le sirve, pero
no a poder repetir. Durante los primeros tiempos, trata de servir
en los platos una cantidad generosa y no le des la oportunidad
de decidir por él mismo si puede ingerir más. Aunque estuvie-
ra a punto de reventar, es muy posible que decidiera seguir
comiendo.
- Cuando consideres que ha comido más que suficiente, pero siga
mostrándose hambriento, pídele que escuche a su estómago, a
ver si le dice que ya está lleno. No funcionará la primera vez ni
la quinta, pero con el tiempo aprenderá a reconocer cuándo ha
comido lo suficiente.
- No permitas que la comida se convierta en un campo de bata-
lla. Si tu hijo se levanta a escondidas por la noche para comer o
descubres en el fondo de su armario medio bocadillo putrefac-
to, no le riñas. No trates de luchar contra el comportamiento
que te desagrada, sino contra el miedo que lo provoca. Explícale
una vez más que te vas a encargar de que siempre haya comida
en casa.
- Si tu hijo cena bien, pero se levanta por la noche para comer o te
dice que tiene mucha hambre a las dos de la mañana, considera la
posibilidad de dejar un minibrick de leche o un plátano en la
mesilla de noche. Seguramente no le despierte su estómago, sino
el recuerdo de las noches en que lo sintió vacío y la angustia de
que puedan repetirse. Poner comida a su alcance, le devuelve la
sensación de control. Si entre comidas notas que a tu hijo le obse-
siona intentar conseguir algo de comer, prueba a dejarle llevar una
barrita de cereales en el bolsillo.
- Puedes tener un bol con frutas o algún aperitivo saludable siem-
pre a la vista y accesible. Saber que en cualquier momento pue-

99
den tomar una zanahoria o un par de uvas ayuda a eliminar la
obsesión por la comida. Es posible que al principio acuda al bol
cada cinco minutos, pero al comprobar que siempre hay comi-
da disponible, ésta dejará de ser una obsesión.

100
3. DÍAS DE TORMENTA
“Nuestra hija, que desde el día que llegó parecía
la viva imagen de la felicidad, siempre tan fácil de
convencer y tan contenta, de pronto monta en
cólera cada vez que no se sale con la suya.Ver a
tu hijo dominado por la rabia y sentirte
impotente es muy duro; uno se plantea si no
estará equivocándose en algo”.

Todo iba tan bien, y ahora ¿qué pasa?

Con frecuencia, la llegada del niño adoptado viene seguida de


una primera etapa donde éste parece aceptar la nueva situación sin
problemas y no presenta dificultades para aceptar los límites. Es lo
que los expertos llaman la “luna de miel de la adopción”. Los niños
se muestran felices y disfrutan extasiados de la atención y el cariño.
De pronto, aparecen las rabietas, los llantos desconsolados, dificulta-
des para dormir, etc.Y los padres se preguntan angustiados qué está
fallando.
Nuestros hijos vienen de entornos donde han aprendido que no
sirve de nada llorar ni pedir consuelo o ayuda. De pronto, descubren
unos padres que reaccionan a su más mínimo gesto y que les dan
atención y cariño en grandes dosis. Es normal que, al menos duran-
te unos días, semanas o meses, se muestren encantados y felices. Si
tienen edad suficiente para entender lo que significa la adopción, es
posible que a ello se una el deseo desesperado de encajar en su nueva

101
familia. Seguramente no entiendan aún que los problemas que los
llevaron a ser adoptados no tienen nada que ver con su comporta-
miento y sientan pavor a ser “rechazados” de nuevo.
A medida que se encuentran más cómodos y seguros en su nuevo
hogar, su comportamiento se deteriora. El niño hasta entonces obe-
diente y feliz se atreve a mostrar sus preferencias y su resistencia a las
órdenes y los límites. Puede incluso que su comportamiento se vuelva
súbitamente agresivo o desafiante.Algunos niños parecen estar dicien-
do “si al final tú también me vas a dejar, acabemos con esto cuanto
antes”. A veces, deciden que el lugar de donde venían era “mucho
mejor” y te lo hacen saber de forma contundente.
Convivir con un niño que parece estar poniéndote constante-
mente a prueba puede resultar exasperante. No desesperes, es cues-
tión de paciencia y tiempo que las cosas mejoren. Ayúdale a expre-
sar verbalmente su enfado y a descargar su ira de modo que no se
dañe a sí mismo ni a los demás.
Ante todo, intenta mantener en forma tu optimismo y tu pacien-
cia. Con el tiempo entenderá que ahora es tu hijo y las cosas mejora-
rán. Aunque se muestre abiertamente hostil contigo, te arañe o te
muerda, ten siempre presente que tú no eres la causa de su enfado; lo
vierte sobre ti porque eres la persona que siente más cerca.
Aunque la luna de miel es lo más habitual, hay ocasiones en que
los padres no gozan de esa tregua inicial. Algunos niños se muestran
desafiantes y agresivos con sus padres desde el primer día.
Irónicamente, muchos psicólogos consideran que es un síntoma
inequívoco de su voluntad decidida de apegarse.

102
Demasiadas pautas nuevas

La llegada a la familia es para el niño una experiencia descon-


certante. De la noche a la mañana, han desaparecido todos sus refe-
rentes y se encuentra en un hogar extraño. Necesita aprender las nor-
mas por las que se rige ese nuevo universo y que muy poco tiene que
ver con su mundo anterior. El niño no sabe que no debe subirse al
sofá con los zapatos puestos, ni compartir, ni pedir las cosas por favor
en lugar de arrebatarlas de un manotazo...
Todos los niños necesitan límites y estructura; sin ellos, les es
imposible sentirse seguros. Para un niño adoptado, que ha vivido
cambios –y pérdidas– extraordinarias, es difícil someterse a las órde-
nes de un adulto en el que todavía no confía ciegamente. Por ello,
con frecuencia, el aprendizaje de los límites y las normas más básicas
de comportamiento desemboca en una batalla por el control en la
que todos pierden.
Si tu hijo tiene más de dos años, corres el riesgo de que la necesi-
dad de proteger su integridad física y de enseñarle lo que es y lo que no
es aceptable te lleve a convertirte en un “NO” con piernas. Es poco rea-
lista pensar que el niño pueda asimilar todas las reglas del juego a la vez,
así que una vez más habrá que echar mano de la paciencia y el sentido
común para permitirle un aprendizaje escalonado.
La clave está en entender que asimilar las normas es una cues-
tión de aprendizaje, no de autoridad. Si se plantean como una impo-
sición, el niño aprenderá finalmente a ceder y obedecer, pero tendrá
dificultades para tomar sus propias iniciativas o decidir en ausencia de
la autoridad. Además, acostumbrarle a cumplir órdenes sin rechistar
le convierte en un ser peligrosamente vulnerable a la presión de cual-
quiera. El niño necesita límites, pero al mismo tiempo debe poder
desarrollar su autonomía y aprender a decidir por sí mismo dentro de
esos límites.

103
- Proporciónale un entorno relajado pero interesante. Un
niño aburrido es una fuente de problemas y caprichos. Si tu hijo
se resiste a hacer algo que le parece poco atractivo, procura enla-
zarlo con otra actividad más atrayente: “primero recogemos y
después jugamos un rato al dominó”.
- Refuerza los comportamientos positivos. Los niños apren-
den más rápido cuando son premiados por un comportamiento
positivo que cuando son castigados por uno negativo. Hazle saber
cuando algo que ha hecho te ha gustado mediante una sonrisa, un
gesto cómplice o un elogio que aumente su autoestima y le haga
saber que aprecias lo que hace bien. Céntrate en elogiar la acción
concreta (“lo has hecho muy bien”). Las alabanzas exageradas en
torno a su persona (“eres un niño maravilloso”) pueden resultar
peligrosas y despertar inseguridades innecesarias (“¿me querrás
hoy que no he sido maravilloso?”).
- Elige tus batallas. Si le corriges cada vez que presenta un
comportamiento “no-aceptable”, es difícil evitar que tu casa se
convierta en una disputa constante. No es lo mismo coger algo
que le acabas de decir que no debe tocar que intentar meter los
dedos en un enchufe. Elige tus batallas, mantente inflexible en
las que entres y hazte el distraído cuantas veces sea necesario. No
escuches a los que te digan que te está tomando el pelo.Tu hijo
no sabe qué comportamientos son aceptables y cuáles no para
conseguir sus deseos. Por eso, ensaya una y otra vez, hasta que da
con algo que funciona.
- Esfuérzate en ser absolutamente coherente: una sola vez
que cedas echará por tierra el aprendizaje de todas las veces en
que te hayas esforzado por mantenerte firme.

104
Evitar las batallas por el control

Procura evitar cualquier situación que pueda desencadenar una


batalla por demostrar quién tiene el control. Tu hijo necesita deses-
peradamente saber que eres tú quien lo tiene y que puede confiar en
ti, pero vivir en un estado continuo de confrontación no es un buen
modo de realizar ese aprendizaje.
- Acostúmbrate a dar una explicación corta y sencilla. Los
niños se resisten menos a aceptar los límites cuando se acompa-
ñan de una razón que cuando aparecen como algo impuesto y
arbitrario.
- Ofrécele alternativas. En lugar de forzarle a comer una deter-
minada fruta, ¿por qué no dejar que sea él quien elija entre dos
igualmente saludables? La posibilidad de elegir proporciona al
niño la satisfacción de sentir que tiene cierto control sobre la
situación.
- Evita los conflictos. No le preguntes si quiere hacer una
determinada cosa, a no ser que de verdad estés dispuesto a enca-
jar a la primera un no por respuesta. No digas “no” si puedes
decir “sí”. Si, por ejemplo, tu hijo quiere tomar un bombón
antes de cenar, contesta algo como “sí, después del postre, podrás
tomar uno”.
- Cuando veas aproximarse un enfrentamiento, desvia su aten-
ción. Si tu hijo se empeña en salir a la calle en plena tormenta,
ofrécele una alternativa sugerente que compense su frustración:
“No podemos salir porque llueve, ¿por qué no hacemos un zoo
de plastilina?”. Si se utiliza a tiempo, “un burro volando” suele
ser el mejor aliado.

105
Corregir para aprender

Detrás de una acción agresiva o un comportamiento aparente-


mente rebelde, es posible que simplemente haya un niño que aún no
ha asimilado lo que es y lo que no es aceptable para conseguir lo que
desea. Establecer los límites es una labor progresiva que requiere
tiempo y dedicación:
- Para enseñar a un niño a comportarse, no basta con corregirle.
Si pega a un compañero de juego, habrá que dejarle claro que
eso no es admisible, pero animarle a encontrar una forma que sí
lo sea de expresar su enojo: “¿Estás enfadado porque tu amigo
no quiere compartir los juguetes? No le pegues, dile que estás
enfadado”.
- Utiliza consecuencias lógicas para corregir comportamientos
negativos. No se trata de castigar para humillar o hacer sentir cul-
pable al niño, sino de aprender qué se puede y qué no se puede
hacer. Si un niño te ignora cuando le dices que no debe pintar en
la pared, guarda el rotulador y haz que te ayude a limpiarla. Las
consecuencias lógicas funcionan mejor cuando se producen
inmediatamente después de la acción a corregir y están direc-
tamente relacionadas con ella. Si insiste en pintar las paredes,
no le permitas usar los rotuladores durante un día entero. No te
enzarces en largas discusiones que a buen seguro serán infructuo-
sas. Sé claro y firme: “Tienes que aprender que se pinta en el
papel, no en las paredes”.
- Ignora los comportamientos que no desees que se con-
viertan en hábitos, o corrígelos de forma suave ofreciéndole
una alternativa atractiva. Cada primera vez es importante: si
la primera vez que un niño repite una palabrota, le ríes la gracia
o pierdes la calma, estás condenado a oírsela decir una y otra
vez.

106
Aprender a controlarse

A pesar de tus esfuerzos por mantener un ambiente relajado y


alegre, habrá momentos en que tu hijo exprese su frustración de
forma vehemente. Las rabietas y los ataques de furia son propias de
los niños de dos años.A esa edad, están aprendiendo a encajar la frus-
tración de no salirse siempre con la suya y tienen aún dificultades
para autocontrolarse.
Sin embargo, los ataques de rabia no son exclusivos de ese perí-
odo. Aparecen en niños de todas las edades cuando se ven incapaces
de manejar sus sentimientos o no saben aún manifestarlos de otro
modo. Necesitan nuestra ayuda para aprender a calmarse y buscar
otras vías de expresión.
Ante un estallido de ira, de nada sirve tratar de razonar con el
niño. ¿Qué hacer entonces? He aquí un par de estrategias que pue-
den ayudarte:
- Ignorar el estallido y reaccionar positivamente a cual-
quier intento de calmarse. Puedes seguir hablando en tono
alegre, conversar con un peluche, mirar hacia otro lado tarare-
ando una canción o simplemente seguir “haciendo tus cosas”.
También puedes hablar de alguna cosa divertida que haréis a
continuación, pero nunca se lo ofrezcas como premio por dejar
de llorar. En esta técnica, cualquier signo que indique que
empieza a recuperar el control (deja de gritar, pasa del llanto al
sollozo, etc.) requiere una respuesta positiva por tu parte, aun-
que conviene no exagerar. Simplemente empieza a interactuar
con él nuevamente en un tono feliz. Una caricia o un chiste
cómplice pueden dar el empuje definitivo y lograr que recupe-
re el control. Una vez superada la crisis, no se la recuerdes si él
no saca el tema y procura no relatar el episodio en su presencia.
Si habláis más tarde de ello, centra la conversación en lo que es

107
clave, el aprender a calmarse, no en recordar los motivos de la
rabieta.
Esta estrategia de retirarles momentáneamente la atención suele
funcionar bien en los primeros meses.A su favor juega que un niño
recién adoptado rara vez es un niño caprichoso acostumbrado a
que se atiendan inmediatamente sus gritos, pero también el que
acaba de descubrir unos padres que le dedican atención como
nadie desde hacía mucho tiempo. Si ignoras sus lloriqueos, gritos o
llantos, es muy posible que descubra por sí solo que no sirven para
nada y busque otro modo de captar tu atención.
- Las pausas obligadas (o, como dicen en baloncesto, los “tiem-
pos muertos”) consisten en apartar al niño del desencadenante
de la crisis, no como un castigo, sino como una oportunidad de
recuperar la calma para que pueda reincorporarse a la actividad
que estaba haciendo. No te alteres, evita los reproches y sarcas-
mos. En lugar de gritar “¡Vete a tu habitación y no salgas hasta
que yo te lo diga!”, dile algo como “Veo que estás muy nervio-
so. Necesitas sentarte aquí tres minutos para calmarte y poder
seguir jugando”. Esta táctica suele funcionar bien si se utiliza de
vez en cuando y para corregir un número pequeño de compor-
tamientos. Si decides emplearla:
- Aplícala coherentemente, sin variaciones y con tiempos fijos
que el niño conozca de antemano.
- Ten en cuenta que apartarse momentáneamente de la activi-
dad no tiene por qué significar aislar al niño. Puedes sentar-
lo a tu lado o en una silla algo apartada pero en la misma
habitación. El quid de la cuestión es desarrollar su autocon-
trol, no hacer que se sienta marginado.
- Si el niño se resiste a quedarse quieto, puedes sentarlo en tu
regazo abrazándole hasta que se calme, evitando así que se
autolastime o haga daño a terceros.

108
- Los tiempos no deben superar un minuto por año cumplido.
Para un niño de tres años, tres minutos pueden ser una eter-
nidad; puede que con dos tenga más que suficiente.
- Al final de la pausa, intenta recuperar en seguida el buen
humor y continuar con lo que estabáis haciendo antes del
incidente. Las pausas obligadas deberían desembocar en algo
agradable que premie al niño por haberse calmado.

109
Atacar las raíces de la rabia

“Mi hijo estaba atravesando una etapa de rebeldía


y rabietas casi continuas. Otra madre adoptiva me
sugirió que simplemente le repitiera una y otra
vez que yo era su madre para siempre, que nada
de lo que hiciera cambiaría nunca eso ni mi amor
por él. Pensé que un niño de tres años sería
incapaz de entender ese tipo de razonamientos,
¡pero vaya si los ha entendido!
En menos de una semana, los resultados han sido
espectaculares”.

Un niño que se ha sentido abandonado con anterioridad nece-


sita que sus nuevos padres le reafirmen con su actitud y con sus pala-
bras que su amor es incondicional y permanente. En algún rincón de
su interior, permanece durante mucho tiempo el temor a verse aban-
donado de nuevo. La rabia es a veces el único modo que encuentra
el niño de expresar ese miedo que no comprende.
Cuando tu hijo atraviese una etapa difícil en la que se muestre
rebelde o irritable, recuerda que la mejor manera de ayudarle es
combatir la ansiedad que se esconde tras su comportamiento:
- Repítele con frecuencia que eres su padre para siempre, que no
importa lo que haga, o lo mucho que te enfades a veces, siem-
pre le vas a seguir queriendo.
- Por último, pero no por ello menos importante, proporciónale
grandes cantidades de mimos. Las caricias y las demostraciones
de cariño actúan sobre su angustia como un bálsamo mágico, al
tiempo que fortalecen vuestra relación.

110
Las regresiones

“Cuando llegó mi hija, comía ella solita con una


habilidad y una velocidad sorprendentes. Al cabo
de unas semanas, empezó a darme la cuchara y a
negarse a comer sola. A cambio de renunciar a
hacer otra cosa mientras ella comía, gané unos
momentos impagables en la creación del vínculo,
que tanto ella como yo disfrutamos, pues no los
habíamos tenido antes”.

Cuando los niños experimentan emociones intensas que les


sobrepasan, las expresan a veces a través de comportamientos propios
de etapas anteriores. Son lo que se conoce como regresiones: ante
una situación que los altera (empezar la guardería, tener un nuevo
hermanito, etc.), muchos niños vuelven a chuparse el pulgar, se ven
incapaces de controlar sus esfínteres o pierden aprendizajes que ya
estaban asentados. Las regresiones son una defensa psicológica que
aparece cuando el niño se siente inseguro o sobrepasado por los
acontecimientos.
La adopción supone para nuestros hijos un aluvión de cambios
drásticos, muchos de ellos positivos pero aún así difíciles de asimilar.
Por lo general, las regresiones se consideran una defensa psicológica,
en la que el niño trata de volver a una etapa en la que no existía el
conflicto y que recuerda como feliz, aunque también podemos con-
siderarlas un intento de recuperar etapas y vivencias que se perdió en
su día.
- Tal vez transcurran muchas semanas o meses antes de que pueda
volver a vestirse o comer solo.Ten paciencia, es una fase normal del
proceso. Durante los primeros años de vuestra vida juntos, lo pri-
mordial es que aprenda a confiar y a sentirse seguro.

111
- No le compares con otros niños de su edad, ni le hagas sentir
ridículo. Si se “atasca” con algo tan sencillo como ponerse un
calcetín, en lugar de decirle “Puedes hacerlo tú solo”, trata de
ver la parte positiva, mostrarte colaborador y darle ánimos.
Estate atento y alaba cada pequeño éxito (“Fíjate, ¡ya has hecho
la mitad! ¡Muy bien! ¿Te ayudo un poco con el otro?”).
- No aumentes su inseguridad mostrándote impaciente o irrita-
do, trata de aprovechar la ocasión para demostrarle –una vez
más– que tiene tu apoyo incondicional.
- Recuerda que su edad emocional puede no coincidir con su
edad cronológica. Si tu hijo actúa como si fuera un bebé o un
niño mucho menor, disfruta de los momentos de proximidad e
intimidad que ello te brinda.Tu hijo se ha perdido algunas eta-
pas en su desarrollo emocional; recuperarlas juntos os hará
mucho bien a ambos y fortalecerá vuestro vínculo.
Independientemente de su edad, a muchos niños adoptados les
encanta jugar a ser bebés.A veces no ocurre hasta un año después de
la llegada a casa, pero prácticamente todos los niños, en algún
momento, demandan este tipo de juego. Es como si de repente nece-
sitaran una dosis extra de mimos y de reafirmación del amor de los
padres. Quieren que los tomes en brazos o los sientes en tu regazo
en el sofá, les hagas carantoñas, les acaricies, finjas cambiarles los
pañales... Este tipo de juegos tienen un efecto balsámico sobre el
estado emocional de los niños y resultan valiosísimos como forma de
recuperar una etapa que tanto los hijos como los padres nos hemos
perdido.

112
IV. Hablar
de la adopción
4
¥
1. HABLAR CON NUESTROS HIJOS
En el pasado, la adopción era un tema tabú y existía la errónea
convicción de que había que esperar a que el niño pudiera entender
qué significa ser adoptado para comunicárselo. Hoy la mayoría de los
padres y los especialistas estamos de acuerdo en que nuestros hijos no
deberían recordar el momento en que lo supieron. La adopción no
debería ser un tema que sale de Pascuas a Ramos en una conversa-
ción larga y meditada; debería formar parte del día a día de la fami-
lia.
Dado que los padres vemos la adopción como una forma posi-
tiva de formar una familia, no nos es difícil hablar con nuestros hijos
de cuánto los quisimos aún antes de verlos por primera vez o del
emocionante viaje por el cual llegaron a nuestra familia. Pero el rela-
to de su adopción y, en definitiva, de su vida no comienza en el
momento en que nosotros aparecemos en ella.
No podemos engañarnos pensando que, si ahora se saben que-
ridos y seguros, no necesitarán saber qué ocurrió en el pasado. A
medida que avance en su capacidad de comprensión, el niño se cues-
tionará sobre su origen y las razones por las que su familia biológica
lo entregó en adopción. Para sentirse querido y seguro en el seno de
su familia, necesitará entender las circunstancias y las razones que le
llevaron a formar parte de ella. Puede que antes de la adopción su
vida no fuera precisamente un camino de rosas, pero es su historia y
tiene derecho a conocerla. Más aún, necesita hacerlo para poder sen-
tirse una persona completa, para entender su vida como un trayecto
en el que no quedan estaciones fantasma.

117
Por muy convencidos que estemos de que una sana relación
entre padres e hijos no puede basarse en mentiras ni medias verda-
des, es muy frecuente que al principio nos sintamos inseguros e
inquietos con la idea de relatar a nuestros hijos lo que sabemos de sus
orígenes.
Algunos padres se limitan a explicar la historia de la adopción
desde el momento en que ellos entran a formar parte del relato –y espe-
ran con temor el momento en que el niño quiera saber más y pregun-
te–. Otros, en su afán por tratar el tema de una forma honesta y abier-
ta, apabullan a sus hijos con un relato exhaustivo que incluye más infor-
mación de la que pueden asimilar en un determinado momento. Nadie
mejor que tú sabe lo que tu hijo necesita oír o está preparado para
entender, pero conviene recordar algunas ideas básicas:
- Ten presente la capacidad de comprensión de tu hijo.
Como en cualquier otro tema complejo, lo mejor es introducir
la información poco a poco. Empieza con una versión simple y
concreta de los hechos y ve proporcionándole más datos y deta-
lles a medida que aumente su capacidad de comprensión y su
curiosidad.
- Introducir la adopción a una edad temprana hace que se con-
vierta en un concepto familiar, que irá perfilando y compren-
diendo más en profundidad cuando crezca. No creas que por-
que tu hijo aún no sepa cómo se concibe un niño, no está pre-
parado para oír que estuvo en el vientre de otra mujer. Piensa
que el motor de combustión tampoco es un concepto sencillo,
pero ello no te impide contarle a tu hijo que el coche necesita
gasolina para funcionar.
- Sé honesto. Adecuar las respuestas a la edad de tu hijo no sig-
nifica disfrazar la realidad. No digas nada que más tarde te veas
obligado a corregir: eso dañaría su confianza en ti. Si todavía no
está preparado para encajar ciertos aspectos de su historia,

118
empieza por una explicación simple pero verdadera y propor-
ciónale los detalles cuando pueda asimilar la historia completa.
Un niño puede preguntar por qué sus padres biológicos no se
lo quedaron mucho antes de poder entender una historia de
negligencias o malos tratos. Contestar que sus padres biológicos
no podían hacerse cargo de ningún bebé en ese momento es
una forma de decir la verdad sin enfrentarle a datos que todavía
no está preparado para afrontar.
- Resiste la tentación de rellenar los huecos o “arreglar”
la historia. Sé fiel a los hechos y, si no sabes la respuesta a una
pregunta, admítelo abiertamente y promete al niño que inten-
tarás averiguarlo si está en tu mano el hacerlo.
- No juzgues su pasado. Los comentarios negativos sobre sus
orígenes dañarían la autoestima de tu hijo y también su relación
contigo. Relata los hechos de forma objetiva y mantente neu-
tral para que, con el tiempo, tu hijo pueda elaborar sus propios
juicios.
- Tratar la adopción abiertamente no significa hablar de
ella todos los días ni todas las semanas. El objetivo no es que
el niño tenga presente constantemente que es adoptado, sino
que vaya asimilando esa realidad paulatinamente, como tantas
otras cosas durante su crecimiento.
- Aprende de tus errores. Nadie en el mundo es capaz de dar
siempre la respuesta perfecta. Puede que la pregunta te pille ner-
vioso o distraído y que tu contestación no sea la más apropiada.
La gran ventaja de conseguir que la adopción sea un tema que
salga habitualmente en nuestras conversaciones cotidianas es que
siempre habrá otra oportunidad. Recuerda: un comentario
equivocado no dañará irreparablemente a tu hijo.
- Inicia las conversaciones, no esperes a que sea el niño quien
pregunte. Puede que durante largas etapas el niño no parezca

119
interesado en absoluto. No te preocupes, pero no por ello evi-
tes todo lo relativo, por ejemplo, a sus orígenes. Ante un niño
que se muestra poco receptivo o directamente rechaza hablar de
ello, lo mejor es ir haciendo comentarios sueltos, con tono
casual, proporcionándole los datos que creas que puede asimilar.
Necesitas demostrarle una y otra vez que estás disponible para
que, cuando lleguen sus dudas o preocupaciones, sepa a ciencia
cierta que estás disponible para hablar de todo lo relativo a la
adopción.
- Entender nuestra historia nos ayuda a sentirnos seguros.
Compartir la información de que se dispone no amena-
za la familia, muy al contrario, permite construir una relación
sana y fuerte que no se asiente sobre un gran vacío de interro-
gantes.

¥
120
¿Cuándo empezar?

“A los pocos meses de llegar mi hija a casa,


fuimos a la fiesta de cumpleaños de una vecinita.
En un momento en que ella estaba lejos, me vi
rodeada por los ‘mayorcitos’ de la fiesta (niños
entre cinco y siete años).
Uno de ellos me preguntó si yo era la madre de
Daniella. Como le dije que sí con mi mejor
sonrisa, abrieron la veda de las preguntas.
Las dos primeras fueron fáciles: ¿es adoptada? ¿de
dónde es? La tercera me puso ya en un aprieto:
¿dónde está su verdadera mamá?
En ese momento me di cuenta que, en cuanto
empezara el colegio, cualquier listillo podía
acercarse en el patio a mi hija y bombardearla a
preguntas”.

Nunca es demasiado pronto para hablar con un niño sobre la


adopción. Como en cualquier tema complejo, el niño irá adquirien-
do pequeñas informaciones, relacionándolas y completándolas a
medida que crezca. Los niños pequeños no pueden aún entender el
proceso de la fotosíntesis, pero podemos contarles que las plantas
necesitan agua y luz.
Algunas personas piensan que es inútil contarles antes de los seis
años que son adoptados, ya que antes de esa edad aún no son cons-
cientes de cómo se engendra un hijo. Sin embargo, existen varios
argumentos a favor de dejar que el tema aflore con naturalidad tam-
bién durante la primera infancia:
- Cuanto más tardan los padres en decidirse a hablar de
ello, más difícil resulta. Por un lado, cuanto menor es el niño

121
más limpia de ideas preconcebidas está su mente, con lo que le
resulta más fácil aceptar con naturalidad las explicaciones. ¡Si
hasta creen que existe un ratón capaz de envolver un regalo y
depositarlo bajo la almohada cuando se les cae un diente!
Además, evitar el tema obliga a contestar con evasivas o menti-
ras preguntas tan inocentes como “cuando yo era un bebé,
¿tomaba un biberón antes de dormir como mi primo?”.
- Los niños pequeños suelen tener una visión positiva de
la adopción. ¡Les encanta que les cuenten su historia una y otra
vez aunque aún no la entiendan! Si en el hogar se habla de ello
abiertamente y con naturalidad, se acostumbrarán a oír el voca-
bulario específico en un ambiente positivo y absorberán su pro-
pia historia con naturalidad.
- Los niños absorben información fuera del ambiente
familiar. Si el niño tiene ya unas nociones primarias y sabe que
hablar de ello no te incomoda, podrá contrastar las informacio-
nes que recibe del exterior. Incluso cuando en su entorno casi
todos ignoren que es adoptado, puede absorber prejuicios sobre
la adopción. (“Esa no es la mamá de Ana Mei, su verdadera
mamá está en China pero no se la quiso quedar”). Si las diferen-
cias físicas hacen evidente que es adoptado, es esencial darle las
armas necesarias para que sepa afrontar los comentarios negati-
vos o, por lo menos, pueda sentirse cómodo relatando el episo-
dio al llegar a casa.
- Hablar a edades tempranas nos permite a los adultos
practicar y perfilar el relato.A mi juicio, la mayor ventaja de
empezar cuanto antes no es para los niños, sino para los padres.
Si tu hijo es pequeño cuando llega a casa, aprovecha la oportu-
nidad que se te brinda para ensayar y sentirte cómodo tocando
el tema.
¥
122
Familias como las otras, sólo que diferentes
Todas las familias hablan de lo que aconteció en su pasado, de
los hechos que marcaron su historia. Adoptados o no, conocer nues-
tros orígenes es esencial para entendernos a nosotros mismos. Cuanto
más comprendemos nuestra propia vida y las personas que han for-
mado parte de ella, más nos gustamos como personas. Puesto que
resulta innegable que la adopción es una parte importante de nues-
tra historia familiar, hablar de ella es sobre todo hablar de nuestra
familia, de su historia, de lo que tiene en común y lo que la diferen-
cia de otras familias.
Los padres sabemos que los lazos de la adopción son –y los sen-
timos– tan fuertes como los genéticos, que somos una familia como
las demás. Pero lo cierto es que gran parte de nuestra sociedad com-
parte ciertos estereotipos sobre la adopción.“¿Sabes algo de su verda-
dera madre?” , “¡Pobrecito! ¡Qué suerte ha tenido!” o “¡Qué buena
obra habéis hecho!” son sólo algunos de los comentarios que los
padres escuchamos en repetidas ocasiones, y que no hacen sino refle-
jar una triste verdad: mucha gente sigue viendo la adopción como
una relación “de segunda calidad”.
Es por ello que resulta imprescindible que transmitamos a nues-
tros hijos un concepto de familia en el que la nuestra encaje perfec-
tamente. De lo contrario, al confrontar su realidad con los estereoti-
pos que reflejan el cine, la televisión y los comentarios que escuchan
en la calle, pueden llegar a la dolorosa conclusión de que su familia
no es una verdadera familia.Todos los niños, y muy especialmente los
que han sido adoptados o viven en familias no tradicionales, deberí-
an asimilar antes de iniciar la escuela primaria las siguientes ideas
básicas:
- Una familia la forman las personas que viven juntas, se quieren
y se cuidan.

123
- Existen distintos tipos de familias: hay niños que crecen en la
familia en la que nacen y otros que son adoptados, hay niños
que viven con un padre y una madre, y otros que viven con una
madre, o un padre, o dos madres, etc.
- A veces, las personas de una familia dejan de vivir juntas pero
eso no significa que dejen de quererse o cuidarse.
Y, como no nos cansaremos de repetir, nuestros hijos necesitan
además que les reafirmemos una y otra vez que su nueva familia lo
es ya para siempre, que no importa lo que hagan, lo que nos enfade-
mos o lo que pase: siempre serán nuestros hijos y nosotros sus padres.
Para los adultos es tan obvia esta idea que a veces pasamos por alto
esta necesidad.
En países como Canadá, Noruega o Estados Unidos, con una
mayor historia en el campo de la adopción, los especialistas insisten
en que, en el momento de ser adoptados, la mayoría de los niños no
entienden los motivos y, por lo tanto, no tienen razones para creer
que no volverán a pasar por algo parecido en cualquier momento.
Recalcan, además, que los padres deberían hacer un esfuerzo por res-
ponder, aún antes de que el niño sea capaz de verbalizar sus dudas al
respecto, otras dos cuestiones esenciales de las que hablaremos a con-
tinuación:
- La existencia de los padres biológicos.
- Las razones que llevaron al niño a la adopción.

¥
124
Cómo hablar de los padres biológicos

Se diría que la existencia de dos madres y dos padres es más difí-


cil de asumir por los adultos que por los niños. Después de todo, la
mayoría de nosotros hemos sido educados en un concepto tradicio-
nal de familia, en el que madre hay una sola y sólo uno es el padre.
No es extraño, pues, que nos resulta difícil encajar que nuestros hijos
tienen dos padres o dos madres.
Al hablar de los padres biológicos ten presente que:
- Saber que tiene dos madres o dos padres no pone en
riesgo vuestra relación. Para el adulto, la simple mención del
término madre o padre reaviva en el cerebro un alud de datos y
sentimientos de acuerdo a las vivencias, creencias y valores de
cada cual. Los niños, en cambio, están aún aprendiendo el juego
inverso, a encajar las palabras con las realidades que representan.
“ Madre”, “padre”, “Juan” o “María” son términos en principio
neutros, a los que irán dando sentido en función de sus expe-
riencias. El temor de que contarle que tiene dos madres o dos
padres pueda confundirle o amenazar su relación contigo care-
ce tanto de base como pensar que otro tanto ocurrirá el día que
conozca a alguien con tu mismo nombre de pila. Del mismo
modo que un niño no tiene problemas para entender que hay
una Teresa que es su mamá, y otra que es cajera en el supermer-
cado, puede absorber sin dificultad la diferencia entre su madre
biológica y la de todos los días, la que está con él en los buenos
y malos momentos, su madre “para siempre”.
- Lo que transmiten tu tono de voz, tu actitud y tus gestos
es tan importante o más que lo que cuentas. Le digamos lo
que le digamos a un niño sobre sus padres biológicos, lo que es
seguro es que captará lo que realmente sentimos más allá de nues-
tras palabras.Al principio es normal que pensar en esa mujer des-

125
conocida que le dió la vida provoque una amalgama de senti-
mientos confusos en la que se combinen los celos, el agradeci-
miento y el miedo a que su figura amenace la relación con el
niño. Algunos padres en su fuero interno recriminan a los padres
biológicos el abandono de sus hijos o se sienten superiores a ellos.
Trata de ponerte en su lugar y entender por qué eligieron la
adopción. Si te bloqueas, busca a alguien con quien charlar (otro
padre adoptivo, por ejemplo) que pueda ayudarte a entender y
respetar los orígenes de tu hijo. Examinar y aceptar nuestros sen-
timientos hacia ellos es crucial para conseguir que no atenacen
nuestra lengua ni hagan temblar nuestra voz en el momento más
inoportuno.

¥
126
Cómo llamar a la madre biológica

”Cuando mi cuñada se quedó embarazada, me di


cuenta de que había llegado el momento de
hablarle a mi hija de dos años y medio de su
madre biológica.
Apareció entonces la gran pregunta: ¿cómo
nombrarla? ¿tu madre de nacimiento? ¿tu
progenitora? ¿la señora que te llevó en su panza?”

A juzgar por la frecuencia con que el tema sale en los foros de


internet sobre adopción, cómo nombrar a la madre biológica es para
muchos uno de los grandes interrogantes. Al principio, cuando aún
padres e hijos están aprendiendo a sentirse como tales, es frecuente que
las madres piensen que oír que tienen dos madres confunda a sus hijos
y dañe la seguridad de su aún incipiente vínculo.“Madre no hay más
que una, y no es la que pare sino la que cuida y consuela”. Con esta
premisa, buscan otras formas de referirse a ella, como “progenitora”,
“señora que te llevó en su barriga”, etc.
La verdad es que, para bien y para mal, los niños no están mar-
cados aún por las convenciones e ideas preconcebidas con las que
funcionamos los adultos. Saber que tienen dos madres puede que les
lleve a plantearse por qué la primera “no los quiso” o cómo hubiera
sido su vida de haber permanecido con ella, pero es indudable que
discriminan perfectamente quién es la madre “que cuida y consue-
la”. A muchos padres, después de esforzarse en evitar con cuidado la
palabra “madre”, sus hijos les han sorprendido preguntando “y mi
mamá de la China, ¿cómo se llamaba?” o contando a sus amiguitos
del cole que tienen “dos mamás”.
Por otra parte, conviene recordar lo obvio: nuestro diccionario
define como madre también a la que pare. Negarle a la mujer que

127
dio a luz a nuestro hijo esa denominación es lo que realmente puede
confundir a nuestros hijos, ya que la sociedad en la que viven la reco-
noce como tal sin resquicio para la duda. Puede que te lleve un tiem-
po sentirte cómodo con esa idea y que, aún aceptándola, no te sea
fácil al principio transmitírsela a tu hijo.
Para introducir la figura de la madre biológica, puedes decirle a
tu hijo “antes de nacer, estuviste en la barriga de una mujer en
China; por eso decimos que esa mujer es tu madre de nacimiento” o
alguna fórmula parecida. Pero no olvides que tu hijo también absor-
be información fuera del ámbito que tú controlas. Antes de lo que
crees, alguien le preguntará por su “verdadera madre”. Si tu hijo ya
sabe que tiene dos, no le costará entender que las dos son “verdade-
ras”. El que hable de “mi mamá de la China” o “mi madre de naci-
miento” no significa que no sea perfectamente capaz de reconocer
en su nueva madre a la persona que quiere y de la que recibe cuida-
do y protección.

¥
128
¿Por qué fui adoptado?

Para entender que su nueva familia es su familia para siempre, el


niño adoptado necesita comprender por qué sus padres biológicos
“no se lo quedaron”.Aunque no tengas mucha información sobre los
motivos por los que tu hijo fue a parar a un orfanato, debes esforzar-
te por encontrar el modo de explicarle por qué sus padres biológi-
cos no podían criarlo.
Ya hemos visto que los niños tienden a fantasear y rellenar los
vacíos de información con su propia imaginación. Como es sabido
que éste es un tema recurrente en las mentes de los niños adoptados,
no esperes a que formule la pregunta para explicárselo. Para cuando
pueda verbalizar su preocupación, es posible que lleve muchos días
sufriendo pensando que tal vez no lo quisieron porque no era lo bas-
tante bueno.
Explicar a un niño que su madre biológica (o sus padres) lo que-
rían mucho y que por eso le buscaron una familia que lo pudiera cui-
dar puede parecer un buen modo de presentar los orígenes del niño
de una forma positiva, de hacerle saber que siempre fue querido. Sin
embargo, el psiquiatra Denis Donovan, coautor del libro Healing the
Hurt Child, advierte que establecer a edad temprana esa conexión
entre amor y abandono supone añadir una carga irracional en la
mente del niño. En su opinión, son afirmaciones como ésa la que han
llevado a necesitar terapia a muchas de las personas adoptadas que
atiende en su consulta.
Si el niño identifica el amor como la causa del abandono, le
costará ver el amor como un valor seguro en el que confiar y vivi-
rá con inseguridad cualquier relación afectiva. Puede incluso que
fantasee pensando que, puesto que sus nuevos padres lo quieren
muchísimo, tal vez también decidan un día que estará mejor en otra
familia.

129
Es posible que sus padres biológicos lo quisieran realmente
mucho, pero no fue su amor el motivo por el que renunciaron a verlo
crecer. Tu hijo necesita oír que no podían criarlo. Las causas por las
que no podían hacerlo –¡y no el amor!– son las razones que dan sen-
tido a la decisión y que tu hijo necesita entender.
Es esencial reafirmar a nuestros hijos en que nada en ellos fue la
causa de que no pudieran vivir con su familia de nacimiento, en que
fue una decisión tomada por los adultos, por circunstancias y razones
que nada tienen que ver con cómo eran ellos.
La idea básica, pues, es que existen distintos motivos por los
que a veces un niño no puede crecer en su primera familia, pero que
todos ellos están relacionados con las circunstancias de los
padres o del país de nacimiento, no con los niños.

¥
130
Los sentimientos...

Hablar de la adopción con nuestros hijos no es sólo darles la


información de que disponemos a medida que puedan asimilarla.
Entender y expresar los sentimientos que esa información
les produce es esencial para poderlos encajar y desarrollarse
como personas. El problema es que saberse adoptado produce en
los niños emociones confusas, contradictorias y también dolorosas;
no siempre es fácil para ellos expresarlas en palabras.
A pesar de nuestros esfuerzos por tratar el tema de una forma
positiva y tranquilizadora, no podremos evitar que en ocasiones la
verdad les duela o les entristezca, del mismo modo que no podremos
evitarles el dolor de una caída de la bicicleta. Lo que sí podemos
hacer es aliviar su sufrimiento mostrando nuestra comprensión y
ofreciendo cariño y consuelo. De nada sirve negar aquello que hace
daño; para poder ofrecerles consuelo, es necesario mostrar empatía y
aceptar sus sentimientos.
Es frecuente que los padres teman de forma consciente o incons-
ciente ese dolor o sientan el duelo del niño por lo que ha perdido como
una traición o un rechazo.Algunos creen que evitando hablar del tema
disminuirán el daño, pero no es cierto. Necesita que entiendas y valides
sus sentimientos, que le digas que a ti también te hubiera gustado que las
cosas fueran de otra manera, o que todos sentimos tristeza cuando per-
demos a alguien o algo. Compartir esos sentimientos puede ser una
experiencia muy positiva para ambos. Puede que os ayude hablarle de
tus propias pérdidas y de cómo te entristecieron, o leer libros cuyos pro-
tagonistas sufren la pérdida de alguien o algo querido pero son capaces
de seguir adelante y ser felices.
La mejor manera de ayudar a tu hijo a explorar y elaborar los
sentimientos que la adopción le produce es crear un ambiente en el
que se sienta cómodo hablando de ellos:

131
- Mantén los canales de comunicación siempre abiertos.
No se trata tanto de buscar un momento del fin de semana para
charlar sobre sus orígenes como de permitir que la adopción y
todo lo que está relacionado con ella afloren con naturalidad en
vuestras conversaciones. No es necesario repetirle machacona-
mente la historia de su adopción todas las noches, sino demos-
trarle una y otra vez con tu actitud ante sus preguntas y con
comentarios indirectos que estás siempre disponible para hablar
sobre el tema.
- Alerta con los días especiales y los momentos de cam-
bio.
En torno a su cumpleaños, al día de la Madre o a momentos de
estrés y cambio, suelen activarse los pensamientos en torno a la
adopción y la familia biológica. Comentarios como “Estoy
orgulloso de ti y ¿sabes una cosa? Creo que tus padres biológi-
cos también lo estarían” evidencian a los ojos de tu hijo que no
hay nada malo en pensar en ellos, ni tampoco en hablar sobre
ellos.
- No dejes ninguna pregunta sin responder.
Y, a ser posible, contéstalas en el momento. Si no tienes más
remedio que postponer la respuesta, dile a tu hijo que más tarde
hablaréis de ello y no olvides cumplir tu promesa en cuanto
encuentres un momento propicio. Aprovecha la oportunidad
que el niño te brinda para hablar del tema, y esfuérzate en trans-
mitirle que sus preguntas no te impacientan ni te ponen tenso.
- Escucha los sentimientos que hay detrás de las palabras.
En las preguntas relacionadas con la adopción, las palabras no
siempre expresan lo que tu hijo quiere saber. “¿Por qué nací en
la India?” lo mismo puede significar “¿Por qué el color de mi
piel es más oscuro que el de mis amigos?” o “Cuéntame otra vez
lo de mi madre de nacimiento”. Antes de responder, intenta

132
entender lo que está pensando y sintiendo. No te limites a pro-
porcionarle de forma honesta la información que demanda;
aprovecha la oportunidad para ayudarle a entender y manejar sus
sentimientos.
- Leed libros sobre adopción.
Leer –y releer– buenos libros sobre el tema ayuda al niño a
entender su adopción de forma positiva y hace que hablar de
ello sea natural. Muchos cuentos infantiles ignoran la vida del
niño antes de la adopción, como si no tuviera pasado o éste no
importara. Trata de encontrar también libros que traten con
delicadeza el tema de los orígenes, que ayuden a entender al
niño que, a veces, hay padres que tienen un bebé pero no pue-
den criarlo. Si tiene la edad suficiente, sugiérele novelas que
toquen el tema de una forma positiva. ¡Y no te fíes de las rese-
ñas! Lee siempre el libro antes que él, así sabrás qué tipo de pre-
guntas esperar.
- Contacta y frecuenta otras familias como la tuya.
A partir de cierta edad, los niños adoptados se sienten infelices por
ser distintos a sus amigos. Conocer otros niños como ellos y
entender que también ellos sienten lo mismo, les ayuda a no sen-
tirse unos bichos raros (no es lo mismo saber que existen que
conocerlos en persona). Además, el contacto con otras familias
proporciona la oportunidad de compartir experiencias e inter-
cambiar consejos y apoyo también entre los adultos.

¥
133
El Libro de su Historia

Desde los años 70, en muchos estados de Norteamérica, los tra-


bajadores sociales tomaron como práctica habitual ayudar a los niños
que vivían en instituciones a elaborar un libro-álbum que recogiera
la historia de su vida desde su nacimiento, reflejando los lugares y las
personas que habían sido importantes en ella.
Aunque en España la idea es relativamente novedosa, estos libros
sobre la vida del niño –Lifebook en la denominación anglosajona– son
una herramienta excelente que ayuda al niño no sólo a entender su
historia, sino también a explorar sus sentimientos en torno a ella. Se
trata de un relato de la vida del niño, a través de palabras, dibujos, foto-
grafías, copias de documentos, etc., que integra e hilvana en una narra-
ción coherente y consistente las informaciones sueltas sobre sus oríge-
nes y el modo en que llegó a la familia.
A todos los niños les encanta ser los protagonistas de un libro
que cuente su historia; si tu hijo es adoptado, probablemente sea uno
de los mejores regalos que puedes hacerle. Entre los muchos benefi-
cios, destacaremos los siguientes:
- proporciona una cronología de la vida del niño
- integra la adopción en el contexto del relato de su vida
- separa la realidad de las fantasías sobre sus orígenes
- responde a preguntas clave: “¿cómo eran mis padres biológi-
cos?”, “¿por qué soy adoptado?”, etc.
- ayuda al niño a reconocer y resolver sentimientos confusos o
dolorosos relacionados con acontecimientos de su vida pasada
- identifica las conexiones entre el pasado, el presente y el futuro
- como ocurre con los cuentos infantiles, leer y releer el mismo
relato permite al niño ir asimilándolo paulatinamente y pro-
fundizar en aquello que le interesa o preocupa en cada
momento

134
- ofrece múltiples oportunidades de hablar de todo lo relativo a la
adopción y de explorar los sentimientos del niño al respecto.
Nunca es demasiado pronto ni demasiado tarde para empezar
un libro de la vida de... Cuando los niños son pequeños, ayudan a
contarle y a entender cómo llegó a ser parte de la familia. A medida
que crecen, resulta un material muy útil para explorar sus dudas y sus
sentimientos.
Con cada lectura el niño irá captando matices distintos y pro-
fundizando en lo que le inquiete o interese en cada momento. Es
posible que cuando crezca, decidáis juntos modificar algunos textos
o completarlos.
Si tu hijo tiene la edad suficiente, confeccionad juntos el libro.
Puede ayudarte eligiendo las fotos, haciendo un dibujo cuando no las
hay, recortando, pegando... Si tiene recuerdos de su pasado, anímale a
relatarlos e intégralos en el álbum. La elaboración del libro en sí
puede dar ocasión a múltiples oportunidades de hablar de la adop-
ción de una manera placentera.
No existe un modo único de elaborar un libro de este tipo.
Puede estar escrito en primera o en tercera persona, titularse “La vida
de Sarah” o “Esta es mi historia”, utilizar una carpeta de anillas con
hojas plásticas para colocar fotos o un álbum de papel especial. Cada
niño, y cada historia, es única, por lo que cada libro lo será también.
Es posible que al principio te resulte difícil saber por dónde empe-
zar, pero el esfuerzo merece la pena.Tal vez las siguientes ideas pue-
dan ayudarte:
- La vida del niño empieza el día de su nacimiento; el
relato de su vida, por tanto, también. Incluso cuando la
información es escasa o inexistente, la familia biológica debería
ser mencionada. “No tenemos ninguna información sobre tu
padre biológico” por lo menos reconoce su existencia y pone de
manifiesto que no hay nada malo en hablar de él. Si tienes fotos

135
de sus familiares biológicos, o en su historial aparecen datos
sobre ellos, inclúyelos.
- No es necesario que el texto sea muy extenso, pero es
importante elegir cuidadosamente las palabras, utilizando
un vocabulario positivo para construir un relato que se corres-
ponda con la verdad. Los hechos deben ser presentados de modo
que ayuden al niño a entender y aceptar su pasado. En lugar de
decir que sus padres biológicos “no se lo quedaron” o “lo aban-
donaron”, en la mayoría de los casos es igualmente cierto y más
apropiado contar que hicieron un plan para que pudiera ser
adoptado.
- Las causas por las que el niño fue entregado en adop-
ción deben ser siempre reflejadas. Adecúa la explicación a
su capacidad de comprensión, pero no tergiverses ni edulcores
la realidad. Por muy dura que sea su historia, no creas que no
podrá soportar saberla, ¡ya la ha vivido en primera persona y ha
sobrevivido a ella!
- Todos los niños realizan alguna trastada que, aunque en el
momento enoja a los padres, con el tiempo se convierte en una
divertida anécdota familiar. O manifiestan de pequeños un
miedo o una fobia curiosa que con el tiempo superan y les hace
reír. Incluir su relato indica al niño que puede cambiar y que
cambiará en el futuro.
- No dés por terminado el libro en el momento en que el
niño llega a casa. Aunque es poco probable que lo continúes
haciendo toda la vida, prolóngalo algún tiempo más. Incluye los
acontecimientos importantes en su vida, sus gustos y aficiones,
los distintos colegios por los que pasa, sus profesores y amigos,
los cumpleaños, un viaje o unas vacaciones especiales, etc. etc.

¥
136
Educar en el derecho a la intimidad

Especialmente si las diferencias físicas entre padres e hijos son


evidentes, los niños se encuentran frecuentemente en la tesitura de
tener que contestar preguntas sobre su adopción. Parte de nuestro
trabajo es transmitirles que no cualquiera tiene derecho a saber cual-
quier cosa de su intimidad.
Hay quienes piensan que, si al hablar con personas que no perte-
necen al círculo familiar inmediato contestas con evasivas, da la impre-
sión de que tratas de ocultar algo. Sin embargo, hay aspectos de la vida
personal que pertenecen al ámbito de lo privado. ¿O acaso le contaría-
mos a un desconocido en el supermercado cuánto ganamos?
Puesto que es muy posible que nuestros hijos se enfrenten a pre-
guntas intrusivas, debemos enseñarles a evitar las intromisiones injus-
tificadas, proteger su intimidad y decidir a quién y hasta dónde quie-
ren revelar información personal.
Ante una pregunta sobre su vida personal, los niños deben poder
cuestionarse si la persona que pregunta necesita o no esa informa-
ción. Si la respuesta es negativa, pueden simplemente contestar con
un “Esa información es muy personal”, un “Prefiero no hablar de
ello” o interrogando al curioso con un “¿Por qué me lo preguntas?”.
Elaborar una versión “oficial” de la historia proporciona al niño
una pauta que le ayuda a encarar las preguntas que le hacen otros
niños o adultos. No se trata de engranar una fantasía que confunda
al niño, sino de una versión simplificada de la verdad que no revele
más allá de lo estrictamente necesario. Cuando le pregunten por qué
su primera mamá no lo quiso, el niño sabrá que no necesita contar
los detalles sobre cómo llegó a un orfanato, que puede contestar sim-
plemente que, como no podía cuidar a ningún bebé, decidió buscar-
le una familia que pudiera.
¥
137
¥
2. HABLAR CON TERCEROS
Secretismo y privacidad

“Al principio, estás tan contento con la llegada de


tu hijo que no te importa hablar de ello con
cualquiera que esté dispuesto a escuchar, y
corregir con una amplia sonrisa y una explicación
didáctica todas las barbaridades que oyes a tu
alrededor. Pero llega un momento en que te
hartas, y te das cuenta que la intimidad de tu
familia no es algo que se le cuenta de buenas a
primeras a cualquier desconocido”.

La adopción es un tema que aparece también fuera del ámbito


familiar. Los amigos, los vecinos ¡y hasta los desconocidos! plantean
preguntas y hacen comentarios sobre nuestras familias y el modo en
que fueron creadas. “¿Es adoptado?”, “¿Os costó mucho?”, “¿Sabes
algo de sus verdaderos padres?”, “¡Qué suerte ha tenido!” son algu-
nos de los más frecuentes.
Aún antes de la llegada del niño, las personas de nuestro entor-
no se interesan por el proceso, la asignación, los datos que tenemos
de su vida anterior... Los padres, que vivimos la espera con intensi-
dad y avidez de información, solemos mostrarnos encantados de
compartir con ellos las noticias que nos van llegando. Muchos son los
que, una vez el niño está en casa, se arrepienten de haberse extendi-
do en detalles. Nunca es demasiado tarde, pero es conveniente que

138
los padres entiendan cuanto antes que los orígenes de nuestros niños
son historias privadas y que a ellos les corresponde decidir con quién
y hasta dónde quieren compartirlas.
- Recuerda que la historia de tu hijo le pertenece sólo a
él y que desvelar detalles de su vida antes de la adopción –tanto
sin son positivos como si son negativos– viola su derecho a la inti-
midad. Hay quienes creen que vivir el tema con naturalidad supo-
ne hablar de ello abiertamente con cualquiera, que nada hay en el
relato de la vida del niño que deba ser secreto u ocultado. Merece
la pena insistir en que no es lo mismo el secretismo que la priva-
cidad. Un secreto es una información que se le esconde a alguien
directamente implicado; la privacidad es un derecho fundamental
de cualquier persona a proteger de intromisiones externas su inti-
midad y su vida privada.
- A no ser que esa información sea relevante, nunca reve-
les que es adoptado, ni siquiera cuando las diferencias físicas
lo hagan evidente.Vivir la adopción con naturalidad no signifi-
ca recordarle continuamente a tu hijo cómo llegó a la familia ni
hacerle sentir que ser adoptado es su tarjeta de presentación.
- Cuando alguien que tiene un trato frecuente con el niño –su
pediatra, su profesor, vuestro círculo familiar más próximo–
pregunte sobre sus experiencias antes de la adopción, plantéa-
te si realmente esa persona necesita esa información.
Rebotar la pregunta diciendo “¿Por qué lo preguntas?” suele ser
una manera de averiguarlo. Si crees que es bueno para tu hijo
que compartas esa información, hazlo, pero cíñete a los datos
que sean relevantes.Y no olvides dejar claro que esa informa-
ción es confidencial.

¥
139
La familia extensa

Los padres, hermanos y cuñados de las personas que adoptan son


gente variada y no siempre tan sensibilizada como nos gustaría. Los
prejuicios e ideas estereotipadas sobre las familias adoptivas o las dife-
rencias raciales están con frecuencia presentes en nuestro entorno
más cercano. Ello nos exige a los padres un ejercicio de paciencia y
un esfuerzo por educar a las personas que forman parte de nuestro
círculo familiar. Incluso cuando la adopción es acogida de forma
entusiasta, lo más probable es que no hayan dedicado tanto tiempo a
reflexionar sobre el tema como nosotros y sin mala intención pro-
nuncien comentarios poco sensibles sobre nuestros hijos o sus oríge-
nes.
- Corrige suavemente pero con tesón cualquier comenta-
rio inapropiado y busca la ocasión de tratar el tema más tarde
en una conversación privada. Por el bien de nuestros hijos, debe-
mos aleccionar a las personas con las que tienen un contacto
continuado.
- Enseña a tu entorno a utilizar un vocabulario positivo
de la adopción. Deja claro, por ejemplo, que es preferible uti-
lizar un tiempo pasado a uno presente para referirse a la adop-
ción (“FUE adoptado”, frente a “es adoptado”).
- Hazles conscientes de que la historia previa del niño es
una historia privada y no un tema de conversación para ame-
nizar la sobremesa.
- Evita los enfrentamientos y las respuestas cortantes. Lo
que parece una clara agresión responde con frecuencia a que
nuestro interlocutor jamás se ha parado a plantearse el punto de
vista del niño o las implicaciones que lo que dice tienen para
nosotros. No dejes pasar ni una, pero en lugar de montar en
cólera, intenta de forma amable corregir el malentendido.“¿Por

140
qué dices eso?” o “¿Qué quieres decir?” dan la oportunidad de
iniciar una conversación relajada y aclarar el tema sin que nadie
se sienta herido.
- No permitas ningún chiste racista o comentarios joco-
sos que impliquen una visión negativa de la adopción.
Conseguir reírnos de nosotros mismos es un sano síntoma de
aceptación, pero no olvides que los chistes son un peligroso
transmisor de estereotipos y que pueden resultar una fuente de
inseguridades para tu hijo.
Un abuelo que adora a su nieto pero es incapaz de desprender-
se de los prejuicios racistas sobre su comunidad de origen o un fami-
liar que insiste en establecer diferencias entre quienes tienen y no tie-
nen relaciones de sangre pueden poner a los padres en un difícil
brete.Tenemos claro que nuestra prioridad debe ser proteger a nues-
tros hijos y proporcionarles un ambiente familiar libre de prejuicios,
que no cuestione el modo en que llegaron a la familia. ¿Qué hacer
cuando nuestros intentos por educar y sensibilizar al entorno resul-
tan inútiles? ¿Evitar las celebraciones y comidas familiares? ¿Apartar
de nuestra vida a personas que deberían seguir siendo importantes en
ella?
En estos casos, apoyar y defender a nuestro hijo manteniendo al
mismo tiempo la unidad de la familia es, sin duda, un reto difícil. En
primer lugar, es necesario asumir la realidad: no podemos cambiar a
los miembros de nuestra familia aunque haya en ellos aspectos u opi-
niones que nos desagraden. Sin embargo, podemos y debemos pro-
teger a nuestros hijos de la discriminación o las alusiones peyorativas
en torno a la adopción o la raza.
Si tus esfuerzos por educar a tus allegados fracasan, conviene
cambiar el tipo de respuesta ante sus comentarios. Una buena estra-
tegia es interrumpir la frase incluso antes de que sea pronunciada,
dejando claro que no tolerarás que esas cosas se digan en tu casa. Si

141
te callas, de alguna manera estás validando esa opinión a los ojos de
tu hijo, cuando tu principal objetivo debería ser precisamente ense-
ñarle a defenderse de ella.
Después de cada incidente, siéntate a hablar con tu hijo tan
pronto como estéis a solas. Déjale absolutamente claro que estás en
total desacuerdo con esas opiniones. Puedes añadir también que, a
pesar de ello, tú sigues queriendo a la persona en cuestión. Educar en
la tolerancia significa enseñar a nuestros hijos que hay personas que
tienen una visión de la vida distinta a la nuestra y que, aunque pen-
semos que están gravemente equivocadas, no siempre podremos con-
vencerlas.
Explícale por qué crees tú que la persona en cuestión tiene esos
prejuicios. Cuanto más entienda de dónde proceden, más fácil le será
argumentar en su contra y defenderse de ellos. Habrá ocasiones en
que tú y tu hijo no podréis evitar sentiros heridos, pero considera
que esa mentalidad es algo con lo que sin duda os iréis encontrando
a lo largo de la vida, así que trata de enfocarlo como una ocasión de
aprendizaje.
Cuando este tipo de situaciones se encaran con firmeza pero
con una visión positiva, permiten enfatizar una lección esencial: el
amor en la familia es incondicional, y a pesar de las estupideces que
podamos hacer o decir, siempre nos seguiremos queriendo.

¥
142
Las preguntas intrusivas

“Hoy he tenido una conversación tirante en la


parada del autobús con una señora empeñada en
conocer los detalles de la adopción de mi hijo.
¡Como si uno estuviera obligado a explicar la
intimidad de su familia a cualquier desconocido!
Cuando por fin la señora se ha marchado, mi hijo
me ha preguntado: Mamá, ¿por qué te molesta tanto
que yo sea adoptado?”.

Pronto los padres aprenden que la curiosidad y la falta de tacto


de los demás son un pozo sin fondo. Cuando las raíces multicultu-
rales de la familia son evidentes, las preguntas y comentarios se
convierten en un elemento cotidiano. Es difícil no sentirse ofendi-
do o irritado cuando un auténtico desconocido se lanza a interro-
garnos sobre nuestra familia, especialmente cuando sus palabras
reflejan prejuicios o estereotipos sobre la adopción. La utilización
de expresiones como “verdaderos padres” o “hijos propios” pueden
parecer insensibles o hirientes, pero por lo general son fruto de la
falta de familiaridad de quien las pronuncia con el vocabulario de
la adopción.
La parte positiva de estas situaciones es que proporcionan una
excelente oportunidad para expresar en presencia de nuestros hijos lo
encantados y orgullosos que estamos de ellos.Y, también, de poner
nuestro granito de arena para desmontar los prejuicios y falsos mitos
en torno a la adopción que todavía son moneda común en nuestra
sociedad. Siempre que el niño esté presente, nuestras palabras debe-
rían tener como principal objetivo:
- reafirmar su autoestima
- proteger la privacidad de sus orígenes

143
- y/o clarificar que la adopción forma verdaderas familias
y que ellos son “nuestros propios hijos”.
Puesto que las preguntas en torno a la adopción son un hecho
inevitable, los padres deberían cuanto antes lograr hacerles frente sin
perder la calma.Algunas personas las viven como una oportunidad de
explicar lo felices que la adopción les ha hecho; otras como una
indignante intromisión en su vida privada. En cualquier caso, debe-
mos esforzarnos por aprender a responderlas en un tono cordial que
no denote impaciencia ni enfado. La respuesta encendida o indigna-
da de un padre causará sin duda mayor dolor o más dudas en el niño
que la escucha que cualquier cosa que un extraño diga o insinúe.

¥
144
El dichoso foco perseguidor

Cuando el tema surge con frecuencia, el niño puede tener la


incómoda sensación de sentirse continuamente cuestionado o seña-
lado, como si un foco de luz le persiguiera y atrayera la atención de
todo el mundo sobre su persona.
- Procura que tus respuestas aparten de él el foco de
atención. Aunque las preguntas sean amables y no te moles-
ten, esfuérzate por desviar la conversación, añadiendo a tu res-
puesta un comentario o una pregunta que no tenga que ver
con tu hijo.
- Siempre que puedas, intenta que tus contestaciones rea-
firmen al niño y a la familia como un todo. Si alguien te
dirige un comentario del tipo “¡Qué ojos tan azules tiene este
niño! ¿A quién se parece, a su mamá o a su papá?”, puedes con-
testar con algo como “Uy, señora, en nuestra familia tenemos
ojos para todos los gustos”.
- Cuando compartas información sobre el proceso de
adopción, hazlo en términos generales, evitando que la
conversación gire en torno al niño en concreto. Si tu hijo está
presente y la conversación se alarga, sugiere continuarla en otro
momento, por teléfono o e-mail.
- Incluso un comentario aparentemente inocente puede
resultar molesto o doloroso a los ojos del niño. Ten por
seguro que será tan sensible a la pregunta como a tu respuesta.
Asegúrate de que lo que digas no refuerce un mensaje negativo
ímplicito en el comentario inicial.
- Si tienes hijos biológicos y están presentes, procura que
tus respuestas los incluyan a ellos también, de manera que
quede claro ante tus hijos que todos formáis parte del mismo
equipo y que todos ellos son igualmente importantes.

145
- Protege el espacio de tu hijo y proporciónale los recur-
sos necesarios para hacerlo por sí mismo. Cuando las per-
sonas desconocidas los tocan y acarician, los niños pueden sen-
tirse incómodos. Frases como “A mi hijo no le gusta que le
toquen el pelo”, pronunciadas con una sonrisa en los labios, son
una buena táctica. Enséñale y dale permiso para defenderse él
mismo de modo educado.

¥
146
El humor y otros aliados

Al principio suele ser perturbador sentirse interrogado por un


extraño sobre aspectos de nuestra vida familiar que deberían ser ínti-
mos, pero con la práctica se aprende a torear la situación y extraerle
la parte positiva.Veamos ahora algunas estrategias que pueden ser úti-
les:
- El humor. Un comentario cómico o una broma que desvíe la
atención pueden dar buenos resultados. Pero recuerda que las res-
puestas deben centrarse en lo que escuchan sus oídos siempre que
el niño esté presente. Si encaja con el temperamento del niño y
con su estado de ánimo, el humor puede ser una estrategia que le
ayude a él también a enfrentarse a este tipo de preguntas. Sin
embargo, un preadolescente tímido o un niño malhumorado tal
vez no encuentren la gracia al comentario jocoso, sino que les
haga sentirse incómodos e irritados.
- Contestar preguntando. Permite desviar la conversación de
un modo sutil o darla por zanjada cuando no nos interese con-
tinuar con ella. Ante un extraño que nos interroga un “¿Nos
conocemos?” que refleje extrañeza y asombro enseña tanto al
adulto como al niño que los desconocidos no deberían formu-
lar según qué preguntas. Cuando nos contesten con una negati-
va, un “¡Como hace usted preguntas tan personales!” segura-
mente dará por zanjada la cuestión.
- Algunos padres se dirigen directamente al niño y, en presencia
del extraño, le explican que algunas personas preguntan cosas
que no son asunto suyo. Dependiendo de la edad del niño, el
padre puede añadir “¿Quieres que le contestemos?”. Así, por un
lado el preguntón se da cuenta de su falta de tacto; por otro,
queda patente para el niño que tal vez no pueda controlar las
preguntas pero sólo él es dueño de las respuestas.
- Si crees que no has estado demasido acertado en tu res-

147
puesta o te parece que le ha quedado alguna duda o preocupa-
ción, habla con tu hijo más tarde.“¿Has visto que cosas pre-
gunta la gente? ¡No sabía qué contestar!” puede ser una forma
de comenzar. Charla con él de cómo podíais haberlo hecho o
de cómo lo haréis la próxima vez que se plantee una situación
similar.
- Recuerda que la mejor respuesta ante una pregunta intrusiva
es aquella que protege a nuestro hijo y su privacidad y
que somos capaz de decir con un tono amigable, a ser
posible con una sonrisa.

¥
148
A modo de epílogo
Escribir este libro ha sido una experiencia muy enriquecedora que
me ha obligado a documentarme y reflexionar sobre aspectos esenciales de
mi propia familia, algunos de los cuáles apenas intuía cuando inicié el cami-
no que me llevaría a convertirme en la madre de mi hija. De aquella pri-
mera etapa de esta maravillosa aventura recuerdo con claridad la avalancha
de dudas y temores que experimenta cualquier madre primeriza.Ahora que
ha pasado el tiempo, soy consciente de que esos miedos estaban acrecenta-
dos por el poso de los prejuicios y los mitos en torno a la adopción de los
que, ingenuamente, me creía a salvo.
El primer mito, y tal vez el más engañoso de todos, es que el amor todo
lo puede, que lo único que necesitan nuestros hijos son unos padres que los
quieran. No cabe duda de que todo niño necesita el amor y el apoyo incondi-
cional de sus padres, pero el amor ciego no sana todas las heridas ni elimina
todas las preguntas sin respuesta. Sólo entendiendo cómo viven ellos la adop-
ción y aceptando que tienen un pasado y unas experiencias que han contri-
buido a modelar lo que son y lo que sienten podremos comprender qué es lo
que necesitan de nosotros para crecer sanos y felices.
Otro mito interesante es el de los extremos, que considera que las adop-
ciones son cuestión de cara o cruz: o bien desde el primer encuentro padres e
hijos inician una vida en común llena de felicidad y satisfacciones, o bien la
adopción crea una situación extremadamente difícil donde el niño no consi-
gue adaptarse a su nuevo entorno y la familia entra en una crisis continua en
la que todos sus miembros sufren enormemente. La realidad es que la inmen-
sa mayoría de las familias nos encontramos en una zona intermedia. Como
ocurre en los hogares fundados sobre lazos biológicos, hay días en que nuestra
familia nos hace sentir increíblemente felices y afortunados, y momentos en
que a duras penas nos soportamos los unos a los otros. Ser padre es una expe-
riencia maravillosa y enormemente enriquecedora, aunque conlleva retos que
pueden confundirnos, estresarnos y deprimirnos. En eso tampoco somos dife-
rentes de los demás padres.
Un tercer mito al que con frecuencia nos aferramos es el de pensar que,
desde el mismo momento en que finalizan los trámites, somos una familia
como cualquier otra. En muchos sentidos es cierto, los derechos y obligaciones
tanto legales como morales que nos unen son exactamente los mismos. Sin
embargo, convertirse en familia no es un proceso instantáneo. Necesitamos

149
tiempo para aprender a ser y sentirnos padres, y nuestros hijos lo requieren para
aprender -o recordar- cómo ser hijos.
La adopción constituye verdaderas familias y estoy absolutamente con-
vencida de que no querría más a mi hija si la hubiera llevado en mi vientre,
y de que es tan hija mía como yo lo soy de su abuela. Ello no es óbice, sin
embargo, para admitir que tenemos en común ciertas peculiaridades, por
decirlo de algún modo. Los padres adoptivos nos encontramos con situacio-
nes que nos desconciertan y preocupan, pero que son comunes en muchas
familias como la nuestra.Ver a tu hijo recién llegado acunarse dándose cabe-
zazos contra la pared –o escuchar de sus labios un ¡tú-no-eres-mi-madre! car-
gado de furia– puede provocar angustia y dolor, sobre todo cuando aparece
cómo algo inesperado.Y, sin embargo, son reacciones “de libro”, comunes en
muchos hogares, que no deberían sorprendernos ni crearnos inseguridades.
La mayoría de los niños adoptados han sufrido pérdidas más o menos
traumáticas y carencias importantes en su estimulación. Es de esperar, pues, que
su desarrollo tanto físico como psíquico y emocional se haya visto comprome-
tido. Dependiendo de sus experiencias previas y del tiempo que hayan estado
institucionalizados, es posible que los padres necesiten buscar apoyo de profe-
sionales especialistas (pediatras, logopedas, psicólogos, etc.), en muchos casos de
forma más o menos puntual, y en un porcentaje muy bajo en terapias más o
menos prolongadas. Actualmente, es difícil encontrar estos recursos cuando se
necesitan, pero es de esperar que el crecimiento espectacular de las cifras de la
adopción nos depare un futuro en el que los especialistas en adopción dejen de
ser una “rara avis”.
Afortunadamente, la naturaleza ha dotado a los cachorros de la espe-
cie humana de una increíble capacidad de adaptación y aprendizaje y un
entorno familiar estructurado y cálido constituye el caldo de cultivo ópti-
mo para su desarrollo. Existe el riesgo de que los padres caigamos en el
error de achacar cualquier reacción de nuestros hijos que no entendamos
al hecho de ser adoptados, por lo que antes de dar por finalizado este libro
quisiera insistir en una idea bastante obvia: la adopción es una variable a
tener en cuenta, pero no la única determinante de su comportamiento.
Nuestros niños son, ante todo, niños. Como todos los niños tienen sus días
y sus momentos, sus celos, sus rabietas, sus fases de maduración, etc.; y nos-
otros el privilegio de verlos crecer, de tenderles la mano para avanzar jun-
tos y de disfrutar de sus logros. Una aventura apasionante.

Barcelona, 26 de octubre de 2005

150

También podría gustarte