Diagnóstico 5to

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DIAGNÓSTICO

Lengua y Literatura – 5° Año

1 – Leer el cuento “El marica” de Abelardo Castillo.

El marica – Abelardo Castillo


Escúchame, César, yo no sé por dónde andarás ahora, pero cómo me gustaría que leyeras
esto, porque hay cosas, palabras, que uno lleva mordidas adentro y las lleva toda la vida, hasta
que una noche siente que debe escribirlas, decírselas a alguien, porque si no las dice van a seguir
ahí, doliendo, clavadas para siempre en la vergüenza. Escúchame.
Vos eras raro, uno de esos pibes que no pueden orinar si hay otro en el baño. En la Laguna,
me acuerdo, nunca te desnudabas delante de nosotros. A ellos les daba risa. Y a mí también,
claro; pero yo decía que te dejaran, que cada uno es como es. Cuando entraste a primer año
venías de un colegio de curas; San Pedro debió de parecerte algo así como Brobdignac (*). No te
gustaba trepar a los árboles, ni romper faroles a cascotazos, ni correr carreras hacia abajo entre
los matorrales de la barranca. Ya no recuerdo cómo fue, cuando uno es chico encuentra cualquier
motivo para querer a la gente, sólo recuerdo que un día éramos amigos y que siempre
andábamos juntos. Un domingo hasta me llevaste a misa. Al pasar frente al café, el colorado
Martínez dijo con voz de flauta adiós, los novios, a vos se te puso la cara como fuego y yo me di
vuelta puteándolo y le pegué tan tremendo sopapo, de revés, en los dientes, que me lastimé la
mano.
Después, vos me la querías vendar. Me mirabas.
–Te lastimaste por mí, Abelardo.
Cuando dijiste eso, sentí frío en la espalda. Yo tenía mi mano entre las tuyas y tus manos eran
blancas, delgadas. No sé. Demasiado blancas, demasiado delgadas.
–Soltáme –dije.
O a lo mejor no eran tus manos, a lo mejor era todo, tus manos y tus gestos y tu manera de
moverte, de hablar. Yo ahora pienso que en el fondo a ninguno de nosotros le importaba mucho, y
alguna vez lo dije, dije que esas cosas no significan nada, que son cuestiones de educación, de
andar siempre entre mujeres, entre curas. Pero ellos se reían, y uno también, César, acaba
riéndose, acaba por reírse de macho que es y pasa el tiempo y una noche cualquiera es necesario
recordar, decirlo todo.
Yo te quise de verdad. Oscura e inexplicablemente, como quieren los que todavía están
limpios. Eras un poco menor que nosotros y me gustaba ayudarte. A la salida del colegio íbamos a
tu casa y yo te explicaba las cosas que no comprendías. Hablábamos. Entonces era fácil
escuchar, contarte todo lo que a los otros se les calla. A veces me mirabas con una especie de
perplejidad, una mirada rara, la misma mirada, acaso, con la que yo no me atrevía a mirarte. Una
tarde me dijiste:
–Sabes, te admiro.
No pude aguantar tus ojos. Mirabas de frente, como los chicos, y decías las cosas del mismo
modo. Eso era.
–Es un marica.
–Qué va a ser un marica.
–Por algo lo cuidas tanto.
Supongo que alguna vez tuve ganas de decir que todos nosotros juntos no valíamos ni la mitad
de lo que él, de lo que vos valías, pero en aquel tiempo la palabra era difícil y la risa fácil, y uno
también acepta –uno también elige–, acaba por enroñarse, quiere la brutalidad de esa noche
cuando vino el negro y habló de verle la cara a Dios y dijo me pasaron un dato.
–Me pasaron un dato –dijo–, por las Quintas hay una gorda que cobra cinco pesos, vamos y de
paso el César le ve la cara a Dios.
Y yo dije macanudo.
–César, esta noche vamos a dar una vuelta con los muchachos. Quiero que vengas.
–¿Con los muchachos?
–Sí, ¿qué tiene?
Porque no sólo dije macanudo, sino que te llevé engañado. Vos te diste cuenta de todo cuando
llegamos al rancho. La luna enorme, me acuerdo. Alta entre los árboles.
–Abelardo, vos lo sabías.
–Calláte y entrá.
–¡Lo sabías!
–Entrá, te digo.
El marido de la gorda, grandote como la puerta, nos miraba como si nos midiera. Dijo que eran
cinco pesos. Cinco pesos por cabeza, pibes. Siete por cinco, treinticinco. Verle la cara a Dios,
había dicho el negro. De la pieza salió un chico, tendría cuatro o cinco años. Moqueando, se
pasaba el revés de la mano por la boca, nunca en mi vida me voy a olvidar de aquel gesto. Sus
piecitos desnudos eran del mismo color que el piso de tierra.
El negro hizo punta. Yo sentía una pelota en el estómago, no me animaba a mirarte. Los
demás hacían chistes brutales, anormalmente brutales, en voz de secreto; todos estábamos
asustados como locos. A Aníbal le temblaba el fósforo cuando me dio fuego.
–Debe estar sucia.
Cuando el negro salió de la pieza venía sonriendo, triunfador, abrochándose la bragueta. Nos
guiñó un ojo.
–Pasa vos.
–No, yo no. Yo después.
Entró el colorado; después entró Aníbal. Y cuando salían, salían distintos. Salían hombres. Sí,
ésa era exactamente la impresión que yo tenía.
Entré yo. Cuando salí vos no estabas.
–¿Dónde está César?
–Disparó.
Y el ademán –un ademán que pudo ser idéntico al del negro– se me heló en la punta de los
dedos, en la cara, me lo borró el viento del patio porque de pronto yo estaba fuera del rancho.
–Vos también te asustaste, pibe.
Tomando mate contra un árbol vi al marido de la gorda; el chico jugaba entre sus piernas.
–Qué me voy a asustar. Busco al otro, al que se fue.
–Agarró pa aya –con la misma mano que sostenía la pava, señaló el sitio. Y el chico sonreía. Y
el chico también dijo pa aya.
Te alcancé frente al Matadero Viejo; quedaste arrinconado contra un cerco. Me mirabas.
Siempre me mirabas.
–Lo sabías.
–Volvé.
–No puedo, Abelardo, te juro que no puedo.
–Volvé, animal.
–Por Dios que no puedo.
–Volvé o te llevo a patadas en el culo.
La luna grande, no me olvido, blanquísima luna de verano entre los árboles y tu cara de tristeza
o de vergüenza, tu cara de pedirme perdón, a mí, tu hermosa cara iluminada, desfigurándose de
pronto. Me ardía la mano. Pero había que golpear, lastimar; ensuciarte para olvidarse de aquella
cosa, como una arcada, que me estaba atragantando.
–Bruto –dijiste–. Bruto de porquería. Te odio. Sos igual, sos peor que los otros.
Te llevaste la mano a la boca, igual que el chico cuando salía de la pieza. No te defendiste.
Cuando te ibas, todavía alcancé a decir:
–Maricón. Maricón de mierda.
Y después lo grité. Escúchame, César. Es necesario que leas esto. Porque hay cosas que uno
lleva mordidas, trampeadas en la vergüenza toda la vida, hay cosas por las que uno, a solas, se
escupe la cara en el espejo. Pero, de golpe, un día necesita decirlas, confesárselas a alguien.
Escúchame.
Aquella noche, al salir de la pieza de la gorda, yo le pedí, por favor, no se lo vaya a contar a los
otros. Porque aquella noche yo no pude. Yo tampoco pude.

(*) País ficticio habitado por gigantes que aparece en la novela Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift.

2 – Personajes del texto.


a) ¿Quiénes son los personajes principales? Describirlos de manera completa.
b) ¿Cuál es la relación entre los personajes principales?
c) ¿Quiénes son los personajes secundarios? ¿Qué rasgos los destacan?

3 – Comprensión lectora
a) ¿Por qué sus compañeros discriminan a César? Extraer una cita en la que se note alguna
actitud de César que genere su rechazo.
b) ¿A dónde se lo llevan a César? ¿Por qué?
c) ¿Cómo reacciona cada uno de los personajes ante la situación en la que se encuentran?
d) ¿Qué sucede en ese lugar con los personajes principales?
e) ¿Por qué se enfrentan los personajes principales? ¿Cómo reaccionan?
f) ¿Cómo termina el texto? ¿Qué nos enteramos al final?

4 – Lugar y tiempo
a) ¿Dónde sucede la historia? Transcribir las palabras que funcionen como indicio de lugar.
b) ¿Es contada al mismo tiempo que sucede?
c) A partir del vocabulario que utiliza, ¿vos creés que es un texto actual? ¿cuándo habrá sido
escrito?

5 – Tipo de texto
a) Determinar a qué tipo de texto pertenece.
b) Unir con flechas el tipo de texto con su intención comunicativa.

Tipo de texto Ordena los pasos a seguir.


Narrativo Defiende una idea. Pretende convencer dando argumentos.
Descriptivo Cuenta historias, sucesos, que pueden ser verdaderos o
Instructivo ficticios.
Expositivo Muestra cómo es una persona, objeto, etc. Describe
Argumentativo cualidades.
Intención comunicativa Explica fenómenos o conceptos.

c) Dentro de ese tipo de texto, ¿se trata de un cuento o una novela?


d) Completar el cuadro comparativo entre cuento y novela.

Cuento Novela
Extensión

Complejidad

Trama

Estructura

Personajes

Tiempo y espacio

e) Marcar la estructura propia de este tipo de textos: introducción, nudo o conflicto,


desenlace.
f) ¿Es un texto literario o no literario?

6 - Narrador
a) ¿Qué personaje narra la historia?
b) ¿Por qué la escribe?
c) ¿Qué tipo de narrador es y en qué persona está? Extraer una frase de ejemplo.
7 – Recursos estilísticos
a) Describir la impresión que tiene Abelardo del lugar a donde van. Extraer una imagen
sensorial al respecto.
b) ¿A qué tipo de recurso pertenece la frase “grandote como una puerta”?

8 – Vocabulario
a) Explicar con tus palabras qué significan las siguientes expresiones marcadas con negrita
en el texto: “voz de flauta”, “verle la cara a Dios”, “el negro hizo punta”.
b) A partir del contexto, explicar el significado de cada una de estas palabras subrayadas en
el texto

- Perplejidad:
- Enroñarse:
- Ademán:
- Trampeadas:

c) Buscar el significado de homofobia.


d) ¿Qué significa el sufijo “fobia? Buscar 4 ejemplos de palabras que posean el mismo sufijo.

9 – Explicar el sentido de las siguientes frases:


a) Pero ellos se reían, y uno también, César, acaba riéndose, acaba por reírse de macho que
es…
b) A veces me mirabas con una especie de perplejidad, una mirada rara, la misma mirada,
acaso, con la que yo no me atrevía a mirarte.
c) Y cuando salían, salían distintos. Salían hombres.

10 – Buscar el significado de estereotipo. Determinar 3 rasgos presentes en el texto que


conforman el estereotipo de hombre.

11 – ¿Creés que estas cosas siguen sucediendo en la actualidad?

12 – Leer la siguiente nota aparecida en el diario Los Andes (https://www.losandes.com.ar/un-


escritor-denuncio-que-fue-ferozmente-golpeado-por-ser-gay-en-un-boliche-de-mendoza/) y
resolver las actividades correspondientes.

SOCIEDAD

Un escritor denunció que fue ferozmente golpeado en un boliche de Mendoza por


ser gay

Se trata de Juan Solá, quien estaba de visita en nuestra provincia. "Te vamos a hacer cagar por
puto", le dijeron.

Un joven escritor fue agredido ferozmente en un conocido boliche de Mendoza. Según denunció,


el ataque homofóbico fue perpetrado por los "patovicas" del lugar a raíz de su orientación sexual.
El hecho se produjo el domingo pasado en un local bailable de calle San Martín, en Ciudad. Juan
Solá, escritor entrerriano radicado en Buenos Aires, había pasado la tarde en Alta Montaña y luego
decidió salir a bailar junto a una amiga llamada Maru.
Desde el comienzo, Juan notó que no iba a ser una buena noche. "Maru pagó cincuenta, yo
doscientos. Eso es discriminatorio, le comenté a la persona que me vendió los tickets, pero ni me
contestó", recordó. Si bien al principio disfrutó de la fiesta ("Nadie nos miraba, nadie nos juzgaba,
eso es lo más lindo de los boliches alternativos"), luego fue a pedir alcohol a la barra y la situación
comenzó a complicarse.
"A mí ya me había llamado la atención el olor que tenían los vasos, claramente reciclados,
posiblemente higienizados con algún desinfectante bien trucho y lo suficientemente tóxico como
para impregnarse en el plástico y trepar por la nariz cuando uno se arrimaba el trago a los labios.
La cerveza me repugnó y aproveché un viaje al baño para comprar otra cosa. Me compré un vaso
de licor, pero no hubo caso: otra vez el olor penetrante (…) como a kerosene con viruta", señaló.
A continuación, sucedió lo peor. El dramaturgo fue sujetado por unos desconocidos,
aparentemente empleados de seguridad, que lo mantuvieron secuestrado en una perversa
habitación, sin ventanas ni cámaras, de llamativo color rojo.
“Me envolvieron el cuello con una bufanda de músculos que me robó el poco aire que tenía en los
pulmones y me dejó una voz gutural que mal conseguía dibujar palabras en la penumbra eufórica
del lugar. Me retorcí y fue como si bailáramos, y a lo mejor por eso nadie prestó mucha atención”,
detalló Solá.
"Los tipos me acusaban de haberle pegado a una mujer. 'Así que te gusta pegarle a las mujeres,
maricón', me dijeron, y yo no entendía nada. Te vamos a hacer cagar por puto, repetían una y
otra vez, acariciándose el filo de los dientes amarillos con la punta de la lengua. Me acuerdo que
pensé que así lucirían las víboras si fueran hombres", ilustró.
"A mí ya me pegaron antes, por eso supe qué hacer: me puse contra la pared y endurecí la
carne, como hacen las orugas cuando se van a convertir en crisálidas", ejemplificó.
"Ellos usaron el lado izquierdo de mi cuerpo para practicar boxeo. Así no, así, le decía uno al otro,
y le enseñaba cómo poner el puño para que no quedaran marcas. Me escupían cada vez que
decían la P de puto, lamían cada letra, esgrimieron la cadencia necesaria para poder hacerme
daño también de ese modo. Me insultaban a mí y a través de mí, a todas las maricas", agregó.
Según el denunciante, luego le negaron utilizar el celular y hasta lo detuvo la Policía. “Me hicieron
poner las manos contra el patrullero y desoyeron mis razones. Ellos también habrán creído que yo
estaba borracho. Pensé en todas las veces que tratamos de alcohólico a alguien que está pidiendo
ayuda y un poco los entendí”, indicó.
El lunes pasado, Solá hizo la denuncia la Oficina Fiscal N°1 de Ciudad y fue revisado por un médico
forense para constatar los golpes recibidos. "Cuando me preguntó dónde me dolía más, quise
levantar el dedo y señalar la ciudad del otro lado de la ventana, porque de verdad que lo que
más me duele es Mendoza", reflexionó.
"Algunas personas, en su afán de empatía, me han dicho que para qué fui a bailar a ese lugar tan
turbio. Es un lugar donde van a bailar los pibes del barrio y yo me siento muy cómodo
compartiendo la música y los pasos con los pibes del barrio (…) Sé que de esto va a brotar algo
bueno, y cuando suceda, festejaré bailando una cumbia con lxs pibxs del barrio", concluyó el
denunciante. En su cuenta de Instagram (@epicaurbana), Solá grabó varias historias contando lo
ocurrido.
Juan Solá es escritor y guionista. Escribe desde los 10 años y ya tiene cuatro libros publicados. En
las redes sociales suele compartir breves textos acerca de experiencias personales y ajenas, que se
ganan rápidamente el fervor de su público fiel.

a) ¿Qué sucedió?
b) ¿Dónde y cuándo sucedió?
c) ¿A qué tipo de texto pertenece?
d) Marcar las siguientes partes propias de los textos periodísticos: cuerpo, volanta, copete,
título.
e) ¿Cómo se relaciona este texto con el cuento “El marica”?

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