Inferencia Textual Del Poema

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Inferencia textual del poema “La hija reintegrada ”. Paty D.

Feliz Matos

100429406.

Moreno Jimenes-VII

Poema de la hija reintegrada, inferencias.

Hija, yo no sé qué decirte si la muerte es buena 


o si la vida es amarga; 
sólo te aconsejo que despiertes, adulta de 
                                    comprensión más que tu Padre!

La voz es un padre que está atravesando por un duelo.

II

Hija, ya no habrá oriente ni poniente para tu porvenir: 


una sábana blanca serán tus días, 
una sábana blanca será tu pasado 
y tu recuerdo una estrella que frente a frente 
                                          me iluminará el porvenir!

La hija ha fallecido.

III

No sé por qué tu agotamiento 


me trae una recóndita dicha anegada de lágrimas, 
que me hace auscultar el corazón de la tarde.

El padre esta muy triste y llora.

IV

Tu infancia y tu silencio me parecen hermanos.

La hija muerta es una niña.

Hija, hazme tomar la resolución de los otros: 


vuelve mi proa añicos 
y mi voluntad una piragua; 
que nada sea mío desde hoy, que no quiera 
                                    poseer nada mañana; 
desnudo de bienes y desnudo de virtudes hazme; 
sin egoísmo de lealtades y sin egoísmo de pureza; 
hazme entero el milagro de darme todo a los elementos, 
como si fuera en sustanciación un ser increado!…

El padre quiere morir.

VI

Tu vida fue microscópica, pero grande; 


el segundo de tu existir, eterno!

La hija murió.
VII

Tu vida fue microscópica, pero grande; 


el segundo de tu existir, eterno!

La hija murió a una edad temprana.

VIII

Hija mía, para ti la mañana no será clara ni fresca; 


verás envuelta el alba en la noche, 
y las cosas de mayor transparencia 
tomarán ante tus ojos la actitud de un largo crepúsculo.

La hija será sepultada.

IX

En este mundo donde sólo se premia la 


                                    capacidad de fingir mejor, 
era justo que llegaras, y después de breves instantes, 
ya estuvieras confundida con la cal y con la 
                                    mariposa, con el carbón y con la piedra.

Al padre lo reconforta la idea de que su hija no pasara las calamidades de vivir en un mundo superficial y lleno de
hipocresías, sin merecerlo.

¡Cómo me alivianas la sombra, al advertir 


                          desde que te dormiste que en mi 
                                                 derredor todo es sombra!

XI

¡Oh tú, que me enseñaste desde que naciste 


a ver la vida con ojo más sabio 
y a la humanidad con ojo más triste!   
Triste, triste; ¿y no es acaso la suprema alegría 
                              de los seres mudables el ser tristes? 
Triste fue la faz de la tierra cuando se 
                                      desperezó el primer hombre! 
Triste tiene que quedar la tierra cuando se 
                              desentuma en su regazo el último hombre!

XII

¡Oh, tú, que desde que naciste pude decir: 


                                      boleta de la tumba 
Oh, tú, que ya crecida pude decir, por tu desvalidez, 
la preferida mía.

La hija nació enferma.


XIII

Por ti quise cambiar y que la fortuna me sonriera; 


por ti no cambié 
y la fortuna no me sonreirá nunca!

El padre conservaba la esperanza de que su hija no moriría y por ello trataba de ser mejor persona.

XIV

Hija, cada vez que examino tu vida 


me doy cuenta que tú eres como mi vida: 
una sombra entre dos crepúsculos!

XV

Iba a decir entre dos agotadoras auroras 


y ya ves, reincidí, sin querer, entre dos crepúsculos!

XVI

¿Por qué tan pura, tan casta y leve, te 


                                        debas parecer al crepúsculo?

La vida de la hija se desvaneció y acabo con las esperanzas del padre de que viviera.

XVII

Olvidaba que toda adjetivación es cruel y ruda: 


Dios dio desnudo a los hombres el verbo, 
y del lenguaje, sólo debe quedar desnudo el verbo!

XVIII

Toda filigrana de síntesis es una profanación 


                                   ¿verdad, hija mía? 
Ya no te puedo buscar sin parcializaciones, 
                                     sin atributo contingente: 
¡serás en mi incompleto nombrar, sencillamente, 
                                     el vaho de las cosas!

XIX

No te puedo asir con una palabra, 


y no debe extrañarte, recónditamente, 
porque estás para mí más alta que la región 
                                         de las palabras!

El padre consideró a su pequeña hija una persona especial tanto así que no encuentra adjetivos para describirla.

XX

Y vuelvo a caer en las comparaciones. 


¡Oh, hija, cuán subordinado estoy a la vida!
XXI

Miserable hombre que osa creer que 


                        después de la sombra la vida es vida!

El padre cree que hay una vida después de la muerte.

XXII

De imperfecciones se forman nuestras excelencias 


y es toda la existencia del hombre un brazo tendido 
                            hacia el turbio por qué de los enigmas!

El padre entra en una etapa del duelo existencialista.

XXIII

-Tiene el pulso demasiado débil, 


pero este letargo no es la muerte-. 
Su médico era mi propia almohada de cabecera 
y yo quedé perplejo ante su callado 
                             sufrimiento y la miseria de la vida!

Aquí se hace la muerte de su hija parte de las miserias de la vida.

XXIV

Si fuera bizco de pensamiento 


y tuviera la boca siempre llena de mentidas palabras; 
hija, iba a blasfemar por tu dolor… pero ¡perdona!

El padre piensa que si fuera ignorante mentiría y que su dolor lo hace querer pelear con Dios.

XXV

¡Compran caro el suelo donde colocan a los muertos, 


y ellos son más dueños de la tierra que los 
                             hombres que comercian con ellos!

Aquí hay una critica el negocio de los entierros.

XXVI

¡Al través de los milenios, los hombres son 


                             puñados de tierra 

que se deforman a su antojo!

Los restos cadavéricos de las personas terminan siendo polvo después de su muerte.

XXVII

Hija, ya han venido a avisarme que tus pies están fríos. 


Hija, resígnate a que lo blanco no sea blanco 
                             y a que lo negro no sea negro.

Le avisan al padre que ya ha fallecido su hija, haciendo una referencia al algor mortis.
XXVIII

Hija, cuán brilla el sol sobre el tamiz de los guayabos, 


cómo se agiganta la nada sobre la soledad 
                                             de tu aposento, 
cómo nace y renace la esperanza por entre 
                                       los ámbitos de la vida!

La hija será extrañada.

XXIX

Tibien la leche, terciada con agua, 


para si mi chiquitina despierta. 
Cuídemela hasta que se vuelva esperma como 
                             capullo inmortal el cuidado. 
Ella es carne de mi vida, flor de mi 
                             pensamiento, cemento de mi alma.

El padre desea que los restos de su pequeña hija sean cuidadados hasta el final.

XXX

(¡Eres, amada mía, 


como flor del higüero joven, 
como el azogue del crepúsculo, 
como la diafanidad de la Naturaleza toda!).

Fue una niña muy querida.

XXXI

No seas padre; sé Hombre, 


sencillamente. 
¡Gira tu vida a tu derredor 
y que tu amor a una abstracta “Humanidad” 
no te haga olvidar jamás de que eres Hombre!

El padre decide continuar con su vida a pesar del dolor por la pérdida que lleva consigo.

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