Alvarez - Mecanismos de Evitación
Alvarez - Mecanismos de Evitación
Alvarez - Mecanismos de Evitación
Los mecanismos de defensa son dispositivos del yo, y tienen la función de protegernos de un acceso
de miedo, angustia, tristeza, ira o rabia. Reciben este nombre una serie de métodos o técnicas que
utilizamos todas las personas con el fin de evitar la frustración que nos producen los conflictos de
nuestro psiquismo. Sentimientos, pensamientos o comportamientos, más o menos involuntarios,
que aparecen como respuesta en situaciones con percepción de peligro. Los mecanismos ocultan o
disminuyen los conflictos o factores estresantes que producen ansiedad.
Así como el conjunto de funciones organísmicas nos protegen, la homeostasis también la podemos
aplicar a la mente por medio de los mecanismos de defensa, ya que consisten en arrojar fuera de la
conciencia algún aspecto de la realidad, sea física o psicológica, y su objetivo último es evitar el dolor
psíquico que esos conflictos pueden llegar a provocar. Los mecanismos de evitación nos sirven para
proteger las diferentes creencias, ideas, acciones, tabúes, mitos, razonamientos, expresiones.........
arquetipos que forman parte de lo que somos, bloqueando la toma de conciencia y confundiendo
el límite entre lo propio y lo del otro.
“En terapia Gestalt las resistencias son consideradas como forma de energía orientada. Antes de
ejercer resistencia, esta energía puede ir muy bien en sentido de una adaptación o de una
protección legítima. Dicha energía no es una fuerza inerte y se convierte en resistencia cuando
disminuye el contacto, se bloquea o se anula. El objetivo de la terapia gestalt consiste, por tanto, en
lograr que la persona utilice al máximo su energía, aumentando así su capacidad de contacto y su
potencial.
Fritz Perls, fundador de la terapia Gestalt, para diferenciarse del psicoanálisis, re-nombró los
mecanismos de defensa como mecanismos de evitación, enfatizando la acción de evitar.
Estos mecanismos psíquicos, como su nombre indica, están al servicio de evitar el contacto con una
emoción, sensación, idea, impulso… con algo que nos duele, nos es angustiante, no deseamos o que
no encaja con nuestra autoimagen, algo en definitiva que vivimos amenazantes, por distintos
motivos.
Si evitas tu dolor ante un hecho desagradable, evitarás contactar con el dolor, la tristeza o la
rabia que te producen, impidiéndote así aprender a gestionar estas experiencias inherentes a la
vida.
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Si evitas relacionarte con una experiencia no aprendes a reconocerla, sostenerla y gestionarla. Evitar
debilita nuestra capacidad de aprender y de empoderarnos ante las experiencias dolorosas o
difíciles de la vida.
Por otra parte, los mecanismos de evitación también son formas de gestionar algo que vivimos
excesivo o determinados contextos sociales: mejor no contactar cada día con la agresividad que te
despierta tu jefa. También son útiles y necesarios.
Si usamos estos mecanismos gestálticos de forma consciente pueden ser recursos y puntos de
apoyo para economizar nuestra energía, ya que si siempre contactáramos con todas nuestras
vivencias emocionales acabaríamos exhaustos. Como decía Jung, la energía es limitada.
Así, por ejemplo, ante algo que nos disgusta de un jefe, podemos tener el impulso de insultarle,
debido a nuestro enfado. Evitar esta acción y desahogarnos con algún compañero de trabajo a veces
es lo más ecológico, la cual cosa no excluye dejarnos sentir nuestro enfado legítimo.
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Reconocer y conocer estos mecanismos de evitación gestálticos nos permite el darse cuenta de
cómo nos relacionamos con nuestras experiencias con nosotros mismos y con los demás. Se dan
mayormente de forma automática. El tomar conciencia compensa nuestras tendencias automáticas.
Perls (1975) indica que hay cuatro mecanismos neuróticos que operan en las perturbaciones del
límite de contacto:
La introyección
La proyección
La confluencia
La retroflexión
Posteriormente se han añadido otros tres para explicar otras formas de funcionar neuróticas.
El egotismo
La deflexión
La profexión
A continuación, una vez descritos estos 7 mecanismos neuróticos, vamos a añadir dos más
provenientes del psicoanálisis (de Sigmund Freud), como son:
La racionalización
La negación
Estos mecanismos de evitación también son mecanismos de gestión, son formas de gestionar algo
que vivimos peligroso, mejor no contactar cada día con la agresividad que te despierta tu jefa. En
este sentido, son mecanismos útiles y necesarios.
Si los usamos de forma consciente, pueden ser recursos y puntos de apoyo para economizar
nuestra energía, si siempre contactáramos con todas nuestras vivencias emocionales acabaríamos
exhaustos. Como decía Jung: «la energía es limitada».
Así, por ejemplo, ante algo que nos disgusta de un jefe, podemos tener el impulso de insultarle,
debido a nuestro enfado. En cambio, reprimir esta acción y desahogarnos con algún compañero de
trabajo puede ser más ecológico para nosotros.
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para contactar con otra cosa (por ejemplo, la idea de que «no pasa nada», o con una película que
nos distrae). A menos que directamente caigamos en desconexión total…
Fritz Perls, fundador de la terapia Gestalt insistía en la necesidad de «aprender a distinguir los
peligros reales de los imaginarios. El no saber distinguir lo uno de lo otro es lo que nos lleva a
considerar y evitar como peligroso en una situación dada, lo que en realidad no lo es.
Explorar lo que estamos evitando nos permite crecer como personas y dejar de tener miedo a
nuestras experiencias.
Fritz Perl afirmó “la necesidad de aprender a distinguir los peligros reales de los imaginarios, pues
el no saber distinguir lo uno de lo otro es lo que nos lleva a considerar y “evitar” como peligroso, en
una situación dada lo que no es”
El demonio de la evitación suele ser más peligroso que lo que evitas, ya que te impide crecer y sentir
lo que sientes.
¿Qué puedo aprender sobre los mecanismos de evitación cuando voy a terapia?
Reconocer estos mecanismos de evitación, nos permite reconocer cómo nos relacionamos con
nosotros mismos, con nuestras emociones, sensaciones, anhelos, necesidades, pensamientos… y
con los demás. Son formas de relacionarnos con nuestras vivencias en la relación organismo-
ambiente.
Una persona, al entrar en un proceso de terapia, aprende a sostener sus vivencias y a necesitar
menos de evitarlas. Así, poder ejemplo, podrá sostener su enfado sin desconectarse, y usar la fuerza
que da el enfado, o encajar el dolor que produce la actitud de una persona, sin enfadarme con ella,
o vivir el miedo sin caer en parálisis…
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4. Retroflexión; se da entre movilización de energía y acción.
1. DESENSIBILIZACION
Aquí podemos observar claramente la vinculación descubierta por Reich entre el carácter del
proceso mental del mecanismo neurótico y el carácter corporal y fisiológico del mismo. La
desensibilización constituye una restricción de las posibilidades de contacto con el entorno. La
vivencia que el individuo tiene de sí mismo y del mundo muchas veces es de pocos contrastes. Las
cosas siempre están iguales sin sufrir cambios. Con el fin de alejarse de esta experiencia plana
habitual el individuo puede intentar acceder a experiencias sensoriales más intensas a través del
alcohol, las drogas o bien deportes de riesgo.
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• Aliviar el sufrimiento ante una perdida.
2. PROYECCION
La proyección es ver en los demás algo que no pertenece, la tendencia a hacer a otros responsables
o que tiene origen en la persona misma, implica una renuncia a los impulsos, deseos y conductas,
colocando lo que pertenece al sí mismo en el exterior. Lo que con mayor frecuencia se ve es la
proyección hacia el pasado, en donde, en lugar de expresar una emoción que corresponda a de la
situación actual, del aquí y el ahora, el paciente reproduce un recuerdo. El proyector es el individuo
que no puede aceptar sus propios actos o sentimientos, porque “no debería” actuar o sentir así: el
“no debería” proviene de alguna introyección. Para resolver este dilema el sujeto no reconoce su
culpa y la achaca a cualquiera menos a sí mismo; en cambio posee una aguda conciencia de las
características en los demás que él niega como suyas. En la proyección se traslada el límite entre la
persona misma y el resto del mundo un poco a favor de la primera. Esto le hace posible renunciar a
los aspectos de su personalidad que encuentra difíciles, amenazantes, ofensivas o poco atractivo (el
“ellos”, por lo general quiere decir “yo”)
Pero la proyección existe también en formas menos extremas que ésta y tenemos que tener cuidado
en distinguir entre proyección, que es un proceso patológico y las suposiciones basadas en la
observación, lo cual es normal y sano.
La mujer sexualmente inhibida que se queja de que todos le hacen proposiciones, o el hombre altivo,
frío y retraído, que acusa a los demás de ser poco amistosos con él, son ejemplos de proyección
neurótica. En los dos casos son suposiciones basadas en sus propias fantasías, y no han reconocido
que son solamente suposiciones. Además, han rehusado reconocer su origen.
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donde se originan esos impulsos. Les confiere, por así decir, una existencia objetiva fuera de él, de
modo que puede culparlos de sus problemas sin encarar el hecho de que son parte de él mismo. En
vez de ser un participante activo de su vida, el proyector se convierte en un objeto pasivo, víctima
de las circunstancias. “En la proyección tratamos el límite entre nosotros y el resto del mundo un
poco demasiado a nuestro favor, de un modo que nos hace posible desposeer y renunciar a aquellos
aspectos de nuestra personalidad que encontramos difíciles y ofensivas o poco atractivas”. Y,
además, por lo general son los introyectos quienes nos llevan a los sentimientos de poca aceptación
del sí mismo, y nos llevan a la auto alineación que producen las proyecciones.
La personalidad introyectante que se adquiere con las ideas no asimiladas, no digeridas, encuentra
su paralelo en la personalidad proyectiva, que hace del mundo el campo de batalla donde deben
guerrearse sus conflictos privados. La persona excesivamente cautelosa, la cual pregona que quiere
tener amigos y ser querido, y que al mismo tiempo declara “No se puede confiar en nadie, todos
quieren aprovecharse de uno al menor descuido”. Es un Introyectorproyector por excelencia.
Antídoto: REAPROPIACIÓN
• La elección de una determinada pantalla y no otra nos dará igualmente pistas sobre
nosotros mismos y nuestra historia personal.
Comunicación: La proyección es una reacción natural sin la cual sería imposible extrapolar lo que se
sabe o intuye acerca de uno mismo como válido para los demás, y por tanto sin ella no sería posible
la comprensión y comunicación entre los seres humanos. Es un hecho básico de la vida que “Hace
falta una persona para conocer a una persona”.
• En Intuiciones y presentimientos
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• En la planificación y anticipación
• En la creatividad artística
3. INTROYECCIÓN
En el transcurso de su vida, el individuo sigue el proceso de tomar algo del ambiente y devolverle
algo a cambio, con la opción de rechazar o aceptar lo que el ambiente le ofrece. Todos nosotros
crecemos mediante el ejercicio de la capacidad de discriminar, la que en sí misma es función del
límite entre lo propio y lo otro. Tomamos algo del ambiente, devolvemos algo al ambiente.
Aceptamos o rechazamos lo que el ambiente tiene para ofrecernos. Podemos crecer únicamente si
en el proceso de tomar, digerimos plenamente y asimilamos plenamente. Lo que hemos asimilado
verdaderamente del ambiente pasa a ser nuestro para hacer lo que queramos. Sin embargo,
únicamente puede crecer si durante el proceso de tomar, dirigiere y asimila plenamente; entonces
lo digerido es integrado y pasa a ser su material para hacer con él lo que le plazca.
Pero lo que tragamos íntegro, aquello que aceptamos indiscriminadamente, lo que ingerimos en vez
de digerir, pasa a ser un parásito, un cuerpo extraño que hace de nosotros su morada. No forma
parte nuestra aun que en apariencia lo sea, aún es parte del ambiente. Es fácil ver este proceso de
crecimiento por asimilación, de desestructuración y digestión, desde un punto de vista físico.
Crecemos y nos mantenemos mediante alimentos que no nos tragamos enteros, sino mediante
alimentos que masticamos (con lo cual comienza el proceso de desestructuración) y digerimos (con
lo cual se continúa el proceso cambiando aún más allá los alimentos hasta llegar a partículas
químicas que el cuerpo puede utilizar).
Por ejemplo, en relación con la digestión, cuando la persona digiere y asimila bien el alimento, éste
pasa a ser parte de él, se convierte en sangre, músculos y huesos. Pero los alimentos que son
tragados enteros, que se engullen por así decir, yacen pesadamente en el estómago, incomodando
a las personas quienes pueden querer vomitarlos para sacarlos de su sistema; si no lo hacen pueden
digerirlos de manera dolorosa e intoxicarse.
En otras palabras, los alimentos psicológicos que nos presenta el mundo, el alimento de datos y
actitudes sobre los cuales se construye nuestra personalidad debe ser asimilado del mismo modo
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que nuestro alimento real, ha de ser desestructurado, analizado, desarmado y luego armado para
que sea valor para nosotros. Si sencillamente se traga entero no contribuye en absoluto al desarrollo
de nuestra personalidad, por el contrario, se torna en algo semejante a una casa tan repleta de
posesiones de otras personas que no hay lugar para los muebles propios. Por lo tanto, el peligro de
la introyección es doble:
-En primer lugar, la persona que introyecta nunca tiene la oportunidad de desarrollar su
propia personalidad porque está muy ocupada asegurando los cuerpos extraños alojados
dentro de su sistema. Mientras mayor es el número de introyectos con que se ha aparejado,
menos lugar hay para que él se exprese e incluso descubra lo que él mismo es.
En la introyección hemos corrido el límite entre nosotros y el resto del mundo tan demasiado hacia
dentro de nosotros mismos que casi no queda nada nuestro. Cuando el introyector dice "yo pienso"
generalmente quiere decir "ellos piensan"
Conceptos, datos, patrones de conducta, valores morales, éticos, materiales y estéticos, todos
provienen originalmente del mundo externo.
“No hay nada en nuestras mentes que no provenga del ambiente de alguna manera, pero no hay
nada en el ambiente para lo cual no haya una necesidad organísmica”. Estas tienen que ser
digeridas, asimiladas e integradas si han de convertirse en propias, en una parte de la personalidad.
Tales actitudes, modos de actuar, de sentir y de evaluar sin digerir en psicología se les denominan
introyectos, y el mecanismo por el cual estos cuerpos extraños son agregados a la personalidad
nosotros lo denominamos introyección.
Antídoto: ASIMILACIÓN
Movilizador: PROYECCIÓN
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La introyección constituye un elemento básico en el desarrollo humano, la educación, la cultura y la
tradición.
4. RETROFLEXION
Tal como la introyección se manifiesta en el uso del pronombre “yo”, cuando realmente
quiere significar “ellos”. Tal como la proyección se muestra en uso del pronombre “it”, o
“ellos” cuando el significado real es “yo”. Tal como la confluencia se muestra en el uso del
pronombre “nosotros”, cuando el significado real es cuestionable, así la retroflexión se
muestra en el uso del reflejo “yo mismo”
“El introyector hace lo que los demás quieren que haga, el proyector le hace a los demás lo que el
acusa a los demás de hacerle a él, el hombre en confluencia patológica no sabe quién le está
haciendo que cosa a quién, y el retroflector se hace a si mismo lo que le gustaría hacerles a otros.”
El cuarto mecanismo neurótico, Retroflexión significa literalmente “doblar hacia atrás” o "volverse
atrás intensamente en contra". Cuando alguien retroflecta una conducta, se trata a sí mismo como
originalmente quería tratar a otras personas u objetos. Deja de dirigir sus energías hacia afuera en
un intento de manipular y llevar a cabo cambios en el ambiente que le satisfarán sus necesidades;
más bien, reorienta su actividad hacia adentro y se sustituye a sí mismo por el ambiente como
objetivo del comportamiento.
El origen de la retroflexión se encuentra en los castigos infantiles. Cuando un niño trata de influir o
actuar sobre su ambiente de un modo que no es aceptado, puede ser castigado física o
psicológicamente y, como consecuencia, llega a bloquear la expresión de esa necesidad. El niño, si
es tratado así varias veces, para no tener que sufrir nuevas penurias y frustraciones renuncia a la
satisfacción de esa necesidad.
De esta situación se pueden derivar dos tipos de conducta posteriormente. Una, en la que el niño
aprende a conseguir lo que quiere manejando manipuladoramente el ambiente, y otra en la que se
reprime o inhibe, y lo que empezó siendo un conflicto con el ambiente se convierte en un conflicto
entre una parte de sí mismo que necesita algo y otra parte que no lo permite. Estaría funcionando
la pelea constante entre el perro de arriba y el perro de abajo, entre el opresor y el oprimido.
La retroflexión se manifiesta en el uso del pronombre “yo” cuando realmente quiere significar
“ellos” o “tú”. Por ejemplo, el retroflector dice: “Tengo vergüenza de mí mismo”, como si el sí mismo
fuera otro diferente al yo mismo. De esta manera el retroflector es aquella persona que
continuamente lucha consigo misma. Contra todo lo que ve de sí que no le gusta, o cree que no le
gusta al mundo.
Así, los individuos retroflexivos, en lugar de usar su energía para cambiar y manipular el ambiente a
su favor, la usan contra ellos mismos; se “dividen” y se vuelven sujeto y objeto en todas sus acciones
y expresiones pueden ser “tengo vergüenza de mí mismo”, “tengo que forzarme para hacer este
trabajo”. Hacen una serie interminable de afirmaciones de este tipo, todas basadas en la idea de
que él y el sí mismo son dos personas diferentes. Para el individuo neurótico el sí mismo es una
bestia o un ángel, pero nunca es el “yo mismo”.
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Los casos extremos de retroflexión, o de volver la energía hacia uno mismo, son las ulceras el asma,
la gastritis y en general las enfermedades psicosomáticas. Esta es la función hermafrodítica por la
que el sujeto vuelve contra sí mismo lo que querría hacerle a otro. En la retroflexión el sujeto
prefiere autoagredirse en vez de agredir a otra persona la cual es vivenciada de un modo
ambivalente como amada u odiada.
Literalmente llega a constituirse en el peor enemigo de sí mismo, ya que vuelve la hostilidad contra
sí mismo. Obviamente ningún ser humano puede pasar su vida dándole rienda suelta a cada uno de
sus impulsos, al menos algunos tienen que ser controlados. Pero el resistir impulsos destructivos
deliberadamente es bastante diferente que volverlos en contra de uno mismo.
• El narcisismo.
Aquí se interrumpe el ciclo de la experiencia entre las etapas de movilización energética y acción.
Una es la compulsión, en la que uno se obliga de tal modo que se cree que la obligación viene de
fuera hacia adentro. Hay veces en que esta obligación sí que viene de fuera, pero el compulsivo está
permanentemente obligándose y obligando a los otros. Cuando una persona se obliga a hacer algo
en terapia, le sugerimos que vea “Qué le haría y cómo le haría a otro para que hiciera lo que ella se
siente obligada a hacer”. Cuando se dice: “Yo debo hacer tal o cual cosa”, le preguntamos:
¿Quién es el que dice que “yo debo hacer tal o cual cosa”? Con esta pregunta hacemos que el
paciente busque el origen de tal o cual imposición, o el sujeto que primero impuso esa obligación.
Esto nos va a permitir desvelar las figuras de su época infantil ante las que él se sometió para evitar
su enfado y castigo o para ser aceptado y querido por esas figuras.
La segunda forma de retroflexión son los sentimientos de inferioridad. Es evidente que cuando la
relación con uno mismo está perturbada también lo están las relaciones interpersonales. Cuando
uno se siente inferior, de alguna manera trata de forma inferior a otras personas, con lo que puede
que encubra su arrogancia. El retroflector dice "tengo vergüenza de mí mismo", o también, "tengo
que forzarme a mí mismo para hacer este trabajo". Hace una serie casi interminable de afirmaciones
de este tipo, todas basadas en la comprensión de que él y el mismo son dos personas diferentes.
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afecciones de la garganta pueden tener el mismo origen, o algo que uno se tragó y después bloqueó,
con el fin de evitar su expresión.
Desde el punto de vista clínico, la persona puede llegar a desarrollar alguna enfermedad
psicosomática, por ejemplo, debido a un introyecto que afirma que “No hay que mostrar agresividad
hacia los demás”, la persona puede volverla contra sí misma y, con el tiempo, llegar a desarrollar
una enfermedad psicosomática en la que se vean implicados los demás y va a mantener dicha
enfermedad a través de retroflectar de manera crónica.
Otros ejemplos: “Siento rabia hacia mi compañero; en vez de expresarla, aprieto las mandíbulas y,
al tiempo, padezco bruxismo”; o “Alguien me pisa y, en vez de enfadarme con él, me enfado
conmigo misma porque estoy en un lugar de paso, expuesta a pisotones”.
• Pueden formular ideas y planes con una implicación extraordinaria y, sin embargo, cuando
llega la hora de actuar se sienten desernegetizados por la timidez y la inseguridad que
experimentan, llegando a paralizar las acciones que iban encaminadas a materializar esos
planes. Por ejemplo: “La persona decide que va a estudiar una carrera determinada, pero
cuando llega el momento de matricularse siente que no va a ser capaz de sacarla adelante
y desiste de la idea”.
• Son capaces de aceptar la auto-agresión con más facilidad que la agresión dirigida hacia el
entorno; de hecho, cuando surge la agresión hacia los demás, la viven con culpa, siendo
frecuentes las actitudes de auto-desprecio y los sentimientos de inferioridad. En este
sentido, la retroflexión actúa como un mecanismo de autopunición. P.e.: “Me enfado con
mi pareja porque no ayuda en las tareas domésticas y luego me siento culpable”.
El tratamiento de la retroflexión es más sencillo que el de otros mecanismos neuróticos. Sólo hay
que cambiar la dirección del acto reflectado desde dentro hacia fuera, pero el temor surge porque
la mayoría de las retroflexiones suelen ser agresiones, y es evidente que es más fácil dirigírselas a
uno mismo que echarlas hacia fuera, sobre todo en las etapas de la vida de mayor dependencia de
los adultos. De esta forma ni hay sentimiento de culpa ni hay miedo a las represalias.
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La retroflexión incluye también aquello que uno quiso de los demás, como adulación, comprensión,
amor o ternura, y no se atrevió a pedir, porque en alguna ocasión fue desvalorizado, ridiculizado o
avergonzado.
Convivencia: Puede ser considerada saludable cuando sirve para contrarrestar las consecuencias
indeseables de la espontaneidad humana, siempre y cuando se sepa controlar el carácter
autopunitivo del mecanismo. En este sentido, la retroflexión oportuna es un signo de madurez y
puede incluso considerarse sello distintivo de la civilización humana.
Disciplina: Toda disciplina supone un esfuerzo que va en contra de nuestra tendencia personal en
ese instante, pero con un sentido final a favor de uno mismo. La retroflexión moviliza una energía
similar, pero con un sentido final autodestructivo. Desarrollar la disciplina es movilizar la habitual
energía retroflexiva cambiando el destino final por otro más saludable. Este es un buen sistema para
disolver la tendencia autopunitiva y aumentar la autoestima.
5. DEFLEXION
Este concepto fue introducido por el matrimonio Polster, para sustituir a otro más antiguo, la
desensibilización, que describen Fagan y Sheperd (1973) en Teoría y técnica en psicoterapia gestalt.
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mantienen conductas indecisas y desinfladas. Son vidas grises en las que los colores quedan
desdibujados y opacos.
Hacer, hacer, pero no contactar........ “desviar” lo que emerge en el aquí y ahora. Es una maniobra
tendiente a soslayar el contacto directo con otra persona, un medio de enfriar el contacto real.
La deflexión es una maniobra tendiente a soslayar el contacto directo con otra persona, un medio
de enfriar el contacto real. Las deflexiones en general, tienden a desteñir la vida, la acción dirigida
hacia algo no llega a su objetivo, pierde fuerza y efectividad, por ejemplo, riendo de lo que se dice,
evitando mirar al interlocutor, hablando sobre alguien que no está presente y evitando el contacto
directo. Quien responde con una deflexión al efecto de los demás, casi como si tuviera un escudo,
suele sentirse a sí mismo indiferente, aburrido, confundido, cínico, distraído, vació y fuera de lugar,
Aunque la deflexión es por lo general autolimitadora, puede resultar útil. El conflicto empieza
cuando la persona se habitúa a la deflexión o la usa con escaso discernimiento, entonces se
encuentra la necesidad de atenuar un contacto del que se anticipan consecuencias embarazosas.
DEFLECTAR es un mecanismo activo en el que la energía esta utilizada para evitar centrarse en sí
mismo, es un camino esencial en la resistencia a la interacción. Esta energía está orientada en forma
difusa: Quitando calor al dialogo, tomando a risa lo que se dice, evitando mirar al interlocutor,
hablando abstractamente en vez de especificar, yéndose por las ramas, saliendo con ejemplos que
no vienen al caso, prefiriendo la cortesía a la franqueza, de emplear un lenguaje estereotipado en
lugar de un lenguaje original, las emociones débiles a las intensas, hablar sobre el pasado cuando lo
presente es más importante, hablar sobre alguien en vez de hablar con alguien, restando
importancia a lo que uno acaba de decir, o hablando de alguien en lugar de hablar a alguien. La
deflexión entraña una desviación de la energía del objetivo deseado.
Habla mucho, y hace muchísimo, pero no puede asimilar la experiencia. Todas estas deflexiones
destiñen la vida, la acción no da en el blanco, pierde efectividad y fuerza El deflector no cosecha los
frutos de su actividad, simplemente no pasa nada, aunque hable se siente impasible o
incomprendido, sus interacciones no cumplen lo que cabría esperar. Su incapacidad de llegar al
interlocutor malogra el mensaje, aunque lo transmita en forma valida y precisa.
• La sustitución de un objeto. P.e.: “Cuando golpeo un objeto para expresar la rabia que
tengo hacia mi jefe”.
Ejemplos del mecanismo deflectivo son: El circunloquio; la verborrea; emplear un lenguaje vago o
exagerado; ser complaciente; tomarse a risa lo que se dice; evitar mirar al otro de forma directa;
hablar abstractamente en vez de ser específica; irse por las ramas; presentar ejemplos que no
vienen al caso o que no son ilustradores; preferir la cortesía a la franqueza; preferir
sistemáticamente emociones débiles a emociones intensas; hablar de asuntos pasados cuando la
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situación presente es más relevante; hablar sobre alguien en vez de hablarle a alguien; no entender
lo que se está discutiendo y, por último, restar importancia a lo que se dice.
En la deflexión hay un bloqueo en el contacto, aunque la deflexión es auto limitadora, puede resultar
útil, hay situaciones demasiado candentes para manejarlas y de las que conviene apartarse,
ejemplo: la ira.
Es un limbo intermedio.
Creativo: DIPLOMACIA.
Este mecanismo de evitación puede ser funcional, ya que a veces debemos priorizar una tarea o
resolver una situación: si estamos tristes porque nuestra pareja nos ha dejado, deflectar un poco
nos permitirá seguir trabajando, igual que distraerse nos puede ir bien cuando nos obsesionamos
con algo.
Situaciones de relación social: Ante una situación de baja confianza entre los interlocutores, puede
resultar prudente reflectar la ira para evitar un conflicto que difícilmente podrá ser luego aclarado.
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6. CONFLUENCIA
Cuando la persona no siente ningún límite entre él mismo y el ambiente que le rodea,
cuando siente que es uno con él, está en confluencia con el ambiente. Las partes y el todo
se hacen indistinguibles entre sí.
Los niños recién nacidos viven en confluencia; no tienen ningún sentido de distinción entre dentro
y fuera, entre ellos mismos y el otro. En momentos de éxtasis o concentración extrema, los adultos
también nos podemos sentir confluyendo con el ambiente, desaparecen los límites y nos sentimos
más nosotros mismos, debido a que estamos identificados con el grupo. Normalmente sentimos en
forma bastante aguda el límite entre el yo-mismo y el otro, y su disolución temporal es
experimentada como algo muy impactante.
En la confluencia el individuo no distingue límite alguno entre el mismo y el medio, lo cual hace
imposible un ritmo sano de contacto y retraimiento puesto que uno presupone al otro. La
confluencia tampoco permite tolerar las diferencias que hay entre las personas, ya que los
individuos que la experimentan no pueden aceptar una sensación de limitación y, por tanto,
tampoco una diferenciación entre ellos mismos y los demás. Se pierden los límites de la
personalidad (del yo) como excusa para no tomar decisiones y prefieren “estar de acuerdo”,
situación que sucede con frecuencia en las relaciones de pareja confluentes. Con lo anterior, se
pretende evitar discusiones o agresiones que derivarían en una lucha por el poder que este tipo de
personas, especialmente las pasivas agresivas, desean impedir a toda costa. Cuando el individuo no
siente ningún límite entre el mismo y el otro, no sabe quién hace a quién qué cosa, no sabe quién
es quién.
Cuando este sentido de identificación total es crónico y la persona es incapaz de ver la diferencia
entre él mismo y el resto del mundo, está psicológicamente enferma. No puede vivenciarse a sí
mismo pues ha perdido todo sentido de sí mismo.
La persona en la cual la confluencia es un estado patológico no nos puede decir qué es ella ni puede
decirnos lo que son los demás. No sabe hasta dónde llega ella misma y dónde comienzan los demás.
No se da cuenta del límite entre sí mismo y los demás, no puede hacer un buen contacto con ellos.
Tampoco puede retirarse de ellos. Tiene difícil poder contactar consigo mismo. Como ejemplo de
una inhibición crónica, las ganas de llorar reprimidas en varias ocasiones, el deseo de llorar no fue
permitido, con lo que se contrajeron deliberadamente los músculos del diafragma. Podemos
suponer que esta forma de comportamiento, creada como un esfuerzo consciente para suprimir la
necesidad de llorar, se convierta en algo habitual y automático, la respiración y la necesidad de llorar
se confunden y se hacen confluyentes entre sí. Entonces perdemos ambas actividades, la capacidad
de respirar libremente y la capacidad de llorar, siendo posible que transcurrido un tiempo olvidemos
el origen de nuestro dolor.
Tanto la necesidad de sollozar, por una parte, como la contracción del diafragma como defensa en
contra de la expresión de esta necesidad, forman una línea de batalla única y estabilizada de
actividad y contra actividad. Esta lucha perpetua transcurre todo el tiempo y en forma aislada del
resto de la personalidad. Si la confusión entre la respiración y el sollozar, se mantiene por el tiempo
suficiente, puede resultar un asma.
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Si los hijos se oponen esta manipulación, si no se identifican con las exigencias de sus padres, se
encontrarán con su rechazo y con el temor a la alienación: “Tú no eres mi hijo”, “Yo no quiero a un
niño tan travieso”, “Si fueras como tu padre o tu madre” y otras expresiones similares. La
consecuencia negativa es el miedo a ser.
Cuando la persona que está en confluencia patológica dice: “nosotros”, uno no puede saber de qué
está hablando, si de sí mismo, o del resto del mundo. Ha perdido completamente el sentido del
límite, al estar en confluencia patológica hace un ovillo de sus necesidades, sus emociones y sus
actividades, resultando una confusión tal, que no se da cuenta de que es lo que quiere hacer. Ni de
cómo se lo está impidiendo. “Llegan a un acuerdo superficial por conformidad y subordinación de
sus propias necesidades por las necesidades de los otros; y tienen una tendencia a estar de acuerdo,
a capitular, lo quieran o no. Hay un abandono de la identidad y una tendencia a unirse pasivamente
y a conformarse con las estructuras existentes. El precio que pagan las personas por una existencia
sin conflictos, es una pérdida de sí mismos. El abandono de la identidad tiene como consecuencia la
pérdida de su identidad distintiva y su autonomía (Swanson, John)”.
Etimológicamente la palabra confluencia (confluir) significa “juntarse”, como cuando las aguas de
dos ríos se encuentran, navegan juntas y no se pueden diferenciar. En las personas que confluyen,
el self y el ambiente navegan juntos, como si fueran una sola unidad. La confluencia como
mecanismo consiste en estar siempre de acuerdo con lo que los otros piensan y dicen. Las personas
confluyentes no aportan ninguna crítica, ninguna objeción, no tienen ninguna originalidad; su
potencial existencial y creativo está disminuido por el hecho de que escapan al contacto
diferenciado de confrontación, que es tan enriquecedor en el desarrollo.”
Esta forma de evitación ocurre cuando no hay límites entre la persona y su ambiente, como sucede
con un recién nacido, entre el yo y el otro, o el yo y los demás. A las personas confluyentes les cuesta
diferenciarse; así, antes de defender su deseo o necesidad, se adaptan al deseo o a la necesidad del
otro. Por ejemplo, pasar todo un año yendo al cine a ver las películas
Cuando no hay límites, no existe un contacto real entre dos iguales, ya que no existen dos personas
diferenciadas, 1+1=1. Se pierde la riqueza que da lo diferente, 1+1=2.
Naturalmente la confluencia también nos puede nutrir, ya que es una bella experiencia sentir con
alguien la complicidad de sentirnos tan unidos y muchas luchas sociales nacen de una confluencia
de ideas, pensamientos y acciones.
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Antídoto: DIFERENCIACIÓN
Movilizador: RETROFLEXIÓN
• Adquisición de conocimientos
• La alimentación
• La empatía
• La concentración intensa
• El orgasmo
• El Éxtasis
Trascendencia: Algunos autores consideran a la confluencia como una plenitud, como la expresión
misma del pleno contacto. La trascendencia es el aspecto sano de la confluencia. Es la capacidad de
trascender los límites del individuo o del ego como dice la psicología transpersonal. Desarrollar este
aspecto sano de la confluencia facilita la experiencia de lo que se denomina experiencia cumbre o
satori.
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Mensaje más frecuente en el bloqueo de autointerrupción de la energía Fijación: ‘No puede dejar
de pensar en ello’ Retención: ‘No merezco el éxito”
8. RETENCION En la retención, parecería que uno tuviera que saber forzosamente cuándo una
secuencia de acontecimientos constituye una unidad completa. En realidad, el completamiento o
cierre no funciona así; saber cuándo algo está terminando requiere una considerable maestría en l
arte de vivir...
Todos estos mecanismos constituyen neurosis únicamente cuando son inadecuados, crónicos y
usados sin discriminación. Todos pueden ser útiles y necesarios en algunas ocasiones en las que las
situaciones involucran peligro. La introyección es buena cuando se trata de dar un examen de una
asignatura que ni nos gusta ni nos sirve. Las proyecciones son situaciones en que uno planifica y
anticipa. La retroflexión es buena cuando se tienen instintos violentos hacia alguien. Podemos
trabajar los mecanismos desde dos formas:
1.-Movilizar energía entre opuestos: Al ser disfunciones del ciclo de contacto – retirada resulta
eficaz dirigir la energía hacia la patología opuesta con el fin de desbloquear la fijación y aumentar
conciencia
A) Introyección – Proyección
El trabajo conjunto con ambas polaridades nos ayuda a ser capaces de reapropiar aquello
proyectado enlazándolo con los introyectos recibidos que nos han llevado a sentir inaceptación de
nosotros mismos y proyectar fuera aquello que no reconocíamos como nuestro al entrar en conflicto
con el introyecto existente.
El introyector traga sin masticar lo extraño a él. El proyector vomita como extraño, aquello que es
propio. Ambas son caras de la misma moneda y mantienen una relación compensatoria.
Los introyectos producen sentimientos de inaceptación de uno mismo, estos mismos sentimientos
desencadenan las proyecciones, es decir: Poner fuera aspectos propios que transgreden las normas
introyectadas, para no vivir en conflicto interno.
Jugar con estas polaridades es una pauta terapéutica: Discriminar entre los introyectos y valores
propios (asimilados /digeridos) ayuda a reincorporar lo proyectado, que antes era inaceptable, pero
que ahora puede reconocerse más fácil como propio.
B) Retroflexión- Confluencia
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Al retroflector le viene bien aprender a confluir. La posibilidad de fusionarse con los otros le permite
atravesar sus dificultades de contacto.
Sin ser opuestos directos, podemos trabajar sus diferentes cualidades de retirada y contacto. A la
persona retroflectora le viene muy bien aprender a confluir, la posibilidad de fusionarse le permite
atravesar sus barreras de contacto.
C) Proyección – Retroflexión
Proyectar hacia fuera aquellas quejas que nuestro juez interior está lanzando hacia dentro. Al
Retroflector le viene muy bien proyectar fuera la energía que le está torturando dentro.
Es un trabajo de polaridad ya que ambas son patologías de retirada. Si vemos el juez interior del
retroflector nos encontramos con censura y descalificación, y podemos detectar que muchos de los
reproches de este juez, son en realidad quejas que habría que expresar hacia fuera, hacia sus
legítimos responsables, cosa que el retroflector no se permite por considerarlo proyecciones.
Cuando se expresan hacia fuera, se facilita la reconciliación interna, se desbloquea la energía que
estuvo estancada hacia y contra uno mismo. El auto reproche conducirá a la depresión y a las
resoluciones impotentes, mientras que el reproche al objeto conducirá al acercamiento al objeto, a
un enfrentamiento, y posiblemente, al término de una situación de resentimiento.
D) Confluencia – Introyección
Se puede trabajar con ambas a un tiempo ya que la disolución de ambas se realiza de forma similar.
Discriminar y asimilar para la introyección y diferenciar e individualizar para la confluencia.
Podríamos preguntarnos para qué sirve cambiar un mecanismo por otro si ambos son neuróticos.
Pues bien, sirve para mucho ya que al cambiar el énfasis y movilizar de otro modo las energías se
afloja la cualidad básica de la neurosis que es la fijación.
Discriminar, asimilar--introyección
Diferenciar, individualizar---confluencia.
El cambiar el síntoma, movilizando sus energías de otra manera afloja la cualidad básica de la
neurosis, que es la fijación.
Tradición – introyección
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heredada, como una forma paradójica y creativa de asimilarlo. Trabajar desde este enfoque supone
más reconocer los propios límites que los recursos.
Conocimiento - proyección
La proyección es un buen sistema de conocimiento en una doble dirección: Dice algo de aquel sobre
el que se proyecta, y sobre todo dice mucho del proyector si se detiene a reapropiarse de lo que
proyecta, se trata pues de valorar las proyecciones como pistas de conocimiento, ir a la búsqueda
de lo propio que no sabemos que es propio hasta no encontrarlo fuera. Este camino es una paradoja,
como el viaje del héroe mitológico que se pone en camino a la búsqueda de algo y acaba por
encontrarse a sí mismo.
Disciplina -- retroflexión
Toda disciplina supone un esfuerzo, un cierto castigo, un trabajo que va en contra de al menos,
algunas tendencias personales. La estructura retroflexiva es de la misma cualidad que la disciplina,
si bien cambia el sentido final: Actúa en contra de uno mismo (la autodestrucción reflectora).
Desarrollar la disciplina es aprovechar la estructura de la retroflexión ya instaurada, añadiéndole
una finalidad saludable, lo cual aumenta su autoestima y disuelve las tendencias autodestructivas
del retroflector.
Trascendencia-- confluencia
Este mecanismo fue descrito por P. Goodman (1951) en Gestalt Therapy Excitement and Growth in
the Human Personality. Su función principal es la de aumentar y fortalecer la frontera del contacto
mediante el engrandecimiento narcisista del ego. Hay un incremento defensivo del yo, en
detrimento de otro o de los otros. Está muy próximo al narcisismo, porque el egotista antepone sus
necesidades a las del entorno, y a veces puede pecar de cierta psicopatía.
Este incremento defensivo del «yo» va en detrimento de los demás. La persona egotista prioriza las
propias vivencias en exceso, antepone sus necesidades, anhelos, opiniones a las del entorno y no ve
al otro.
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Éste es un mecanismo que propicia la terapia gestalt durante el proceso terapéutico, y que ocurre
mientras la persona se hace responsable de sus necesidades y trabaja en su consecución; es decir,
que durante un tiempo es un paso necesario para disminuir la inhibición y fomentar el autoapoyo y
la responsabilidad por uno mismo. No obstante, éste es un mecanismo que tiene que disolverse a
lo largo del proceso terapéutico; en caso contrario habremos hecho un narcisista de un inhibido.
Éste es uno de los peligros de la terapia gestalt al apoyar la autoafirmación y el autoapoyo, pero es
necesario durante cierto tiempo con pacientes inhibidos y con excesiva tendencia a la represión.
A través del proceso terapéutico la persona tiene que aprender a discrimina el amor a sí misma
franco y necesario, sin perder de vista las necesidades de otro, y sin que unas estén en detrimento
de las otras, tratando de compatibilizar ambas en función de las prioridades de cada momento. Unas
veces priorizaré mis necesidades, y otras las del entorno, según sienta qué es lo mejor para mí en
cada momento.
Para lo cual a veces tendré que renunciar a satisfacer mis necesidades, o simplemente retrasarlas
en el tiempo o en la forma. En definitiva, cuando no sea posible satisfacer mis necesidades porque
están en oposición con el entorno, habrá que realizar acuerdos y estar atentos a las prioridades,
para evitar así consecuencias más negativas que las de no satisfacer la necesidad del momento.
La Gestalt, en la fase inicial del proceso terapéutico, induce a las personas a utilizar este
mecanismo, ya que les permite darse cuenta de su valor, su responsabilidad, su capacidad, su poder
de cambiar lo que sucede. Es un mecanismo que ayuda durante un tiempo a consolidar la
autoafirmación, el autoapoyo y el empoderamiento, la conciencia de poder personal sobretodo en
personas que vienen “deshinchadas” a nivel egoico. Una vez hecho este aprendizaje, este
empoderamiento personal, la persona equilibra el amor a sí mismo –legítimo y necesario– con lo
legítimo del otro, sin eclipsar a nadie ni dejarse eclipsar.
Es muy importante evitar que el mecanismo no se perpetúe, ya que se puede caer en el narcisismo,
en la desinhibición, en la autoindulgencia y en la relación con los demás desde un lugar de
superioridad, con la certeza de que todo vale porque yo soy importante.
Esta forma de estar en el mundo y de sobrecontactar con uno mismo puede ser útil cuando alguien
nos abandona o nos trata mal, o para sobreponernos a desprecios o humillaciones; es un punto de
apoyo ante golpes reales del exterior.
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Este es uno de los mecanismos de evitación más «divertidos». Consiste en dar al otro lo que nos
gustaría que nos dieran a nosotros, es decir, tratar amablemente a alguien para recibir
su amabilidad, cuidar para que nos cuiden. Le doy al otro lo que quiero para mí.
Es decir, halagamos para ser halagados, somos agradables y simpático las personas que no
conocemos para ser tratadas de la misma manera por ellas. Con este mecanismo tratamos de frenar
supuestas agresiones o descalificaciones, a la vez que propiciamos que nos acepten y sean amables
con nosotros. Es una forma de seducción más o menos encubierta, que trata de evitar
confrontaciones negativas. Lo negativo de este mecanismo es que evita que el contacto se produzca
de forma natural y espontánea, y hace que se realice de manera sinuosa e indirecta.
Es obvio que éticamente esta actitud podría ser muy coherente, pero la situación se complica, por
ejemplo, cuando damos amor a quien no nos corresponde y a pesar de nuestra frustración seguimos
dándoselo; e incluso podemos convertirlo en un chantaje: «si yo te doy amor tú también me lo
tienes que dar».
El psicoanálisis freudiano describe otros mecanismos neuróticos más que se pueden encontrar en
Mecanismos de defensa de Anna Freud (1974). Vamos a describir aquí dos que nos parecen
importantes, y que encontramos a menudo en los trastornos neuróticos: la negación y la
racionalización. El segundo es el mecanismo principal de las neurosis obsesivas. Pasamos a
describirlos sucintamente.
El mecanismo de negación nos impide ponernos en contacto con nuestras partes no aceptadas. No
puedo ver mis deseos porque no me gustan, no puedo aceptar que soy de esta manera o de la otra,
o que prefiero actuar de una forma, en función de la aceptación o del rechazo del entorno. La
negación nos aliena, y ciega nuestra mirada cuando la dirigimos hacia nosotros mismos y no nos
gusta nuestra manera de ser o de actuar.
Se encuentra este mecanismo en todas las neurosis, pero de manera más evidente en las psicosis,
porque forma parte de la escisión.
La negación nos sirve para evitar el dolor y el sufrimiento de la frustración Si hay una parte nuestra
que nos parece reprobable y no aceptable, e incluso no la aceptamos en los demás, para creernos
que esa característica no es nuestra utilizamos este mecanismo defensivo.
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Negamos características, emociones o partes de nuestra forma de ser. Así pensamos que vamos a
ser mejor aceptados, reconocidos y queridos que si nos mostramos con nuestras acciones o formas
de ser que nosotros mismos no admitimos. Su origen está en la infancia y se formó cuando alguno
de los progenitores rechazó alguna característica del niño, llegando incluso a castigarle por
mostrarla.
También: puede hacer de otras maneras. Todo depende del tipo de racionalización. Por ejemplo,
alguien le dice a otra persona: “He ido a buscarte porque me apetece salir contigo”, cuando en el
fondo quizá lo que sucedía era que el aburrimiento fue lo que le impulsó a llamarle y querer salir, y
que en ese momento era la única persona disponible.
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