Trabajo de Psicologia Social 123456

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INTRODUCCIÓN.

Este presente trabajo de investigación descriptivo da a conocer cómo a lo largo


de la historia del hombre, la preocupación por la formación ética ha sido,
probablemente, una constante desde el principio de los tiempos y ha estado presente
en la mayoría de las sociedades desde siempre. Bien sea porque la debilidad de la
especie humana ha obligado a sus miembros a vivir en comunidad y ayudarse
mutuamente, o por cualquier otra razón desconocida, la realidad es que las sociedades
siempre han enseñado a sus miembros a tener en cuenta, en mayor o menor medida,
los intereses del grupo, además de los propios. Por ende durante el desarrollo se podrá
percatar cómo un individuo es capaz de hacer algo que en circunstancias diferentes no
haría.

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La conducta prosocial y altruismo.
1. LA CONDUCTA PROSOCIAL-ALTRUISTA
1.1. ORGEN DE SU ESTUDIO.
El origen del interés por el altruismo habría que situarlo, probablemente, en nuestros
más remotos ancestros. Ya desde la Prehistoria, existía una preocupación por el bien y
el mal, representada por dioses que castigaban o beneficiaban, según ellos, en función
del comportamiento de las personas. A nivel muy general, se puede decir que se creía
que si una persona era buena, generosa y condescendiente con las demás podía ser
beneficiada en multitud de aspectos por los dioses (cosechas, hijos, salud, etc.), pero si
su comportamiento era egoísta y poco considerado, creían que los dioses se podrían
enfadar con ellos y castigarles duramente con alguna desgracia. En este sentido, se
puede decir que, a partir de sus creencias, el control de sus vidas estaba en manos de la
voluntad externa de dichos dioses y no había lugar para planteamientos más racionales e
internos sobre por qué se comportaban de una forma o de otra.

Más adelante con la aparición de la Filosofía en la época griega, la conciencia sobre


el bien y el mal, o el altruismo y el egoísmo entre las personas y sus posibles
consecuencias permaneció, sólo que, a partir de entonces, cuando cobró especial interés
buscar su causalidad en la propia persona y no exclusivamente en la voluntad externa de
unos dioses. Es decir, se comenzó a intentar dar respuesta a la cuestión de por qué las
personas eran egoístas o altruistas. En este sentido, cobraron especial interés las
aportaciones de dos filósofos muy destacados de la época, como fueron Platón (428-348
a.c.) y Aristóteles (384-322 a.c.) (Batson, 1991).
Por un lado, Platón relacionó la cuestión del egoísmo y el altruismo con la amistad.
Se planteó dar respuesta a dos cuestiones fundamentales: ¿buscar el beneficio de un
amigo es un fin en sí mismo, o está dirigido a satisfacer el propio beneficio? Y ¿existe
algún vínculo entre los amigos que permita trascender el autointerés? A partir de estas
preguntas, trató de averiguar qué razones personales podrían llevar a un individuo a
comportarse bien con otra persona, llegando a las siguientes conclusiones:

 Primero, una persona puede realizar un acto de ayuda por razones egoístas, es decir,
por la mera satisfacción de sentirse bien con uno mismo.
 Segundo, por razones altruistas, a partir de las cuales la persona busca
fundamentalmente el beneficio del otro.

Sin embargo, y a pesar del esfuerzo realizado, la dificultad que entrañaba resolver
estas cuestiones, mermaba la aportación de respuestas satisfactorias que resolvieran el
enigma, el beneficio parecía ser el centro de interés del comportamiento de las personas
(Batson, 1991).

Con estas premisas, se podían vislumbrar dos posibles argumentos a partir de los
cuales los individuos realizaban comportamientos altruistas o egoístas: en un caso, las
personas se podían. Según Savater (1988) dichas aportaciones pueden quedar divididas
en tres ideas fundamentales:

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La conducta prosocial y altruismo.
 Las personas realizan actos de ayuda hacia los demás, porque existe algo natural en
ellas que les hace comportarse así.
 Las personas llevan a cabo comportamientos altruistas, porque cuentan
internamente con una regla o norma interiorizada que les permite comportarse de
esa manera.
 Las personas desarrollan comportamientos altruistas, motivados por un sentimiento
egoísta que les hace sentirse culpables de la situación.

Darley y Latané (1968): establecen que cuantas más personas presencien y observen
una situación de emergencia menos probabilidades hay de que alguien desarrolle un
comportamiento altruista. Estos autores hacen hincapié en dos razones fundamentales
que justifican este efecto:

 La primera, el desconcierto que se produce en la persona cuando no sabe lo que ha


ocurrido y percibe cierta ambigüedad en la situación a través del comportamiento
del resto de observadores.
 La segunda, que, debido a esta percepción, la responsabilidad se difumina entre los
observadores y al final nadie lleva a cabo la acción de ayudar.

2. CONCEPTUALIZACION DE LOS TERMINOS


2.1. CONDUCTA ALTRUISTA
Es relevante señalar que hablar de altruismo como valor implica también hablar
de conducta altruista, de conducta prosocial y, en última instancia, incluso de conducta
prosocial-altruista.

Según el Diccionario de la Real Academia Española (2ª edición), se entiende por


altruismo, toda aquella diligencia en procurar el bien ajeno aún a costa del propio.
Considerando por diligencia la actividad o trámite que realiza una persona, es necesario
resaltar, en este caso, el concepto de conducta altruista.

López (1994) es uno de los autores que mejor une ambos términos. Dicho autor
define el altruismo como la disposición, u orientación hacia el bien de los otros que se
manifiesta en diversas conductas, y por esas conductas altruistas, entiende que son
aquellos comportamientos que benefician a otros, provocando o manteniendo efectos
positivos; quien los lleva a cabo lo hace voluntariamente, con la intención de ayudar a
los demás y sin anticipar recompensas a corto o largo plazo; y por último, la conducta
debe suponer más costes externos que beneficios externos.

Toda acción de ayuda, si no tiene una motivación interna para hacerlo, no es


considerada altruista. En consecuencia, esta definición ha limitado mucho el estudio
empírico de dicha conducta, ya que, si no es conocida la intención de la persona, el
comportamiento de ayuda no puede ser denominado altruista, aun cuando el resultado
que se haya producido en la otra persona sea positivo y beneficioso para ella.
Ante estas dificultades conceptuales, los autores van a adoptar dos puntos de
vista: uno en el que consideran necesario incluir aspectos motivacionales en la

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La conducta prosocial y altruismo.
definición y que se podrían denominar “motivacionales” y, otro, centrado más en
aspectos observables y definibles operacionalmente, que se podrían llamar
“conductuales”.

Chacón (1986) establece que los autores que apoyan una definición más
conductual consideran que este tipo de comportamientos se definen por sus
consecuencias y por hechos observables, y no por la intención supuesta de la persona
que realiza el comportamiento.
Por otro lado, los autores que apoyan las definiciones motivacionales, se
caracterizan por tener en cuenta dicha intención de la persona que va a realizar ese
comportamiento, como un aspecto imprescindible para considerar un acto altruista.

Para estos últimos, lo esencial de este tipo de comportamientos es la intención


final de ayudar a los demás, sólo esta característica distingue la conducta altruista de
otro tipo de comportamientos positivos. En este sentido, cabe señalar otra problemática
sobre la motivación, y es que esta puede ser tanto altruista como egoísta; es altruista
cuando la intención última es favorecer al otro con independencia del propio beneficio,
mientras que la motivación egoísta es la que busca un beneficio propio, o por encima
del ajeno.

Desde esta panorámica, sólo se valora que un comportamiento sea altruista,


cuando se conoce la intención última del benefactor, ya sea altruista o egoísta (Batson,
Darley y Coke, 1994).

Dentro de esta perspectiva motivacional, cabe destacar los trabajos realizados


por autores como Batson y Grusec.

El primer trabajo, resalta por su dedicación al estudio de la motivación como


criterio fundamental para considerar que una conducta es altruista. Calvo (1999) resume
su postura en tres principios:

 La ayuda como conducta puede estar motivada altruista o egoístamente (es la


intención y no la conducta en sí, lo que distingue un acto altruista).
 La motivación para ayudar puede ser compleja, por lo que se incluyen elementos
tanto egoístas como altruistas, y además, no tienen por qué presentar un único
componente.
 Incrementar el bienestar de otros es necesario para considerar una conducta como
altruista.

2.2. LA CONDUCTA PROSOCIAL


Este concepto alternativo que prescinde del criterio motivacional altruista, es
considerado mucho más amplio, abarcando cualquier tipo de comportamiento de ayuda
que tienda a promover un beneficio positivo en la otra persona. En general, la conducta
prosocial puede ser definida como una conducta voluntaria de ayuda para con otros.

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La conducta prosocial y altruismo.
Según Batson y Powell (2003), la conducta prosocial abarca todas aquellas
acciones que tienen como objetivo beneficiar a una o más personas antes que a sí
mismo, con conductas tan variadas como la ayuda, la cooperación, la acción de
confortar o compartir, etc.

Según estos autores (Batson y Powell), el término altruismo se ha estado usando


para referirse a una de esas conductas que se engloban dentro del comportamiento
prosocial, como es la ayuda en todas sus facetas, tanto de autosacrificio como en
ausencia de recompensas externas. Es decir, que la conducta prosocial es un hecho más
amplio, dentro de la cual puede estar englobada la conducta altruista.

González (1992) define la conducta prosocial como una conducta social positiva,
con/sin motivación altruista. Dicho término tiene las ventajas de abarcar todo tipo de
comportamientos de ayuda y aportar consistencia al constructo.

Aunque también, para algunos autores (González, 1992; Garaigordobil, 1994)


presenta la desventaja de no incluir de forma tan específica como la conducta altruista el
aspecto motivacional, que como ya se ha comentado, es una característica principal de
la conducta altruista.

Por esta razón, algunos autores (González, 1992; Garaigordobil, 1994; López,
1994) afirman que toda conducta altruista puede ser considerada prosocial, pero toda
conducta prosocial no puede ser considerada altruista.

El concepto de conducta prosocial se presenta como un tipo de comportamiento


que abarca un amplio espectro de acciones positivas que tienen que ver tanto con la
donación, la cooperación y la ayuda, como con los intentos de confortar y consolar a
otras personas que tienen problemas, independientemente de la intención o motivación
que le lleve a actuar de dicha manera o el efecto que se produzca en la otra persona.

Según Fuentes (1990) el criterio para diferenciar la conducta altruista de la


conducta prosocial ha sido la motivación de la persona, ya fuera altruista o egoísta. Sin
embargo, la valoración de cualquier aspecto motivacional es una tarea compleja, pues
no es algo que pueda ser observado directamente, por lo que sólo se cuenta con el
comportamiento observable.

De esta manera, el problema no parece que sea el uso de un término u otro, sino
el considerar o no en dicha definición la motivación intrínseca o intención última que
lleva a la persona a comportarse de esa forma. Esta dicotomía provoca que haya autores
que distingan entre conducta altruista y conducta prosocial en función de dicha
motivación, como Rodin y Pilliavin (1969), y otros que no distingan entre una y otra,
pues consideran que son dos formas distintas de referirse al mismo aspecto (Rushton y
Roche, 1982).

En uno u otro sentido, existen multitud de definiciones, cuyo análisis resultaría


excesivamente tedioso, por lo que, se han seleccionado dos de las más interesantes
aportaciones: una propuesta conceptual de López (1994) que distingue entre altruismo,
conducta altruista y conducta prosocial, estableciendo un nuevo concepto como es la

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La conducta prosocial y altruismo.
conducta prosocial-altruista, y la definición de conducta prosocial propuesta por Roche
(1995) que no diferencia ambos términos y por lo tanto, no tiene en cuenta el aspecto
motivacional, como criterio diferenciador o clasificatorio de tales tipos de
comportamiento.

Así, López (1994) distingue, en primera instancia, entre altruismo y conducta


altruista, definiendo el altruismo como una disposición, una orientación hacia el bien de
los otros que se manifiesta en diversas conductas Y considerando la conducta altruista,
como aquel comportamiento que beneficia a otros, provocando o manteniendo efectos
positivos; quien lo lleva a cabo lo hace voluntariamente, con la intención de ayudar a los
demás, y sin anticipar recompensas a corto o largo plazo; y por último, la conducta debe
suponer más costes externos que beneficios externos . Es decir, este autor valora
aspectos externos y resultados de la conducta, pero no olvida que es imprescindible
tener en cuenta la intención última de la persona. En segundo lugar, distingue entre
conducta altruista y conducta prosocial, entendiendo esta última como, toda conducta
que beneficia a otras personas y se realiza voluntariamente.

Finalmente, la conducta pro social puede ser reactiva o proactiva. En el primer


caso, la conducta prosocial ocurre cuando hay una situación real que lo amerite, pero la
conducta prosocial proactiva se relaciona con estilos de vida saludables y de manera
más fuerte con las emociones positivas.

Se trata de un patrón conductual representado por un conjunto de valores y


creencias adscritos a un estilo de vida que tiene como prioridad la salud y la búsqueda
de un sentido de equilibrio mental y físico. En este caso, la programación de metas y
objetivos es vital, pues cuanto más detallados y mejor organizados son los planes, la
visión positiva y saludable del futuro es más clara (Moscoso, 1996). De ahí que la
conducta prosocial tenga influencia en la calidad de vida de las personas, pues entre
ellas median las emociones positivas.

3. TIPOS DE ALTRUISMO
Existen diversas clases de altruismo entre las cuales se pueden identificar cinco
tales como:

 proto altruismo; está considerado como una actitud bajo instinto que se evidencia y
reflejan los seres humanos y los animales, asociados a la crianza y protección
materna o paterna.

 Altruismo psicótico; está asociada con aquella conducta que va más allá de los
límites, ya que la persona puede causarse daño e inclusive puede arriesgar de
manera excesiva su propia vida.

 Altruismo generativo; se refiere a la capacidad que tiene un individuo de sentir


placer no conflicto en generar el éxito de otra persona.

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La conducta prosocial y altruismo.
 Altruismo conflictivo; se trata de un altruismo que se origina en un conflicto, este
tipo de altruismo se considera como elementos patológicos

 Pseudo altruismo; las personas que tienen pseudo altruismo, se identifican como
mártires y son individuos despegados de sí mismos e incluso con patologías
asociadas al narcisismo y masoquismo.

3.1. TIPOS DE CONDUCTA PROSOCIAL.


Se han desarrollado diferentes tipologías de la conducta prosocial. Las
categorizaciones más antiguas (González Portal, 2000; Olivar, 1998) se caracterizan por
ser exhaustivas e intentar distinguir en detalle entre las diferentes conductas prosociales.
De esta forma, Olivar (1998) distingue entre: Ayuda física, Servicio físico, Dar, Ayuda
verbal, Consuelo verbal, Confirmación y Valorización positiva del otro, Escucha
profunda, Empatía, Solidaridad y Presencia positiva y unidad. Se puede observar la gran
cantidad de categorías y la minuciosidad en la distinción. Asimismo, González Portal
(2000) también propone una taxonomía pormenorizada, que realiza mediante la
contraposición de diferentes tipos de conductas prosociales. Presentamos en detalle esta
categorización, dado que es también una revisión de los tipos de conducta prosocial
delimitados en la literatura hasta ese momento:

 Conducta prosocial de ayuda directa versus conducta prosocial de ayuda indirecta:


En la ayuda directa el observador interviene personalmente en la situación. En
cambio, ayuda indirecta implica que busca la colaboración de otra persona que es
quien interviene directamente.

 Conducta prosocial solicitada versus conducta prosocial no solicitada: si la conducta


se realiza en respuesta específica a un pedido será una conducta prosocial solicitada;
en cambio, si se realiza motu propio, se clasifica como no solicitada.

 Conducta prosocial de ayuda identificable versus conducta prosocial de ayuda no


identificable: Este criterio trata acerca de si es posible identificar al benefactor, o si
el acto de ayuda permanece como anónimo. Criterios personales, situacionales y
temporales demarcan el grado en que la conducta prosocial realizada es
identificable.

 Conducta prosocial de ayuda en situación de emergencia versus conducta prosocial


de ayuda en situación de no emergencia: se considera ayuda en situación de
emergencia a aquella que ocurre en una situación que implica una amenaza o daño
real, y en la cual, el peligro puede incrementarse con el transcurrir del tiempo. La
ayuda en situación de no emergencia, en cambio, se presenta relacionada con
sucesos ordinarios, previsibles y no ambiguos.

 Conducta prosocial en situación de emergencia versus conducta prosocial


institucionalizada: la conducta prosocial institucionalizada o conducta rol es
decidida en un contexto apacible, a partir de una motivación intrínseca. En cambio,

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La conducta prosocial y altruismo.
las situaciones de emergencia ocurren repentinamente y el factor temporal es clave
en la elección de ayudar.

 Conducta prosocial espontánea (no planificada) versus conducta prosocial no


espontánea (planificada): en la conducta prosocial espontánea o no planificada la
ayuda que se presta es simple, constituyendo un hecho aislado. Supone un contacto
breve con un desconocido, con el cual no existe una interacción futura. Además, la
decisión sobre la ayuda debe hacerse muy rápidamente. Por el contrario, en la
conducta prosocial no espontánea o planificada hay interacciones repetidas, el
benefactor busca ayudar y supone un mayor costo de tiempo. Son ejemplos de
conducta prosocial planificada el trabajo voluntario sistemático, la contribución
regular de dinero a instituciones de beneficencia y la asistencia en el marco de roles
profesionales.

4. FACTORES RELACIONADOS CON LA CONDUCTA PROSOCIAL-


ALTRUISTA
4.1. Proceso de socialización y conducta pro social altruista.
El gran repertorio de conductas del que dispone una persona a lo largo de su vida
se interioriza y aprende a partir del proceso de socialización. Este proceso de
socialización, iniciado desde el nacimiento de la persona, va a tener una importancia
considerable en el aprendizaje de dicha conducta prosocial-altruista. Así, este proceso es
considerado uno de los factores predictores más consistente con el que cuenta este tipo
de comportamientos. Son muchos los autores que hacen referencia a este proceso por su
relación con la formación integral de la persona y concretamente por su intervención en
el aprendizaje de estos comportamientos prosociales-altruistas en niños y jóvenes
(López, 1994; Maganto, 1994).

Según Maganto (1994) se entiende por socialización, el proceso mediante el cual


los niños asumen las ideas, conocimientos y valores del mundo social de los adultos,
que les ayudan progresivamente a integrarse en él, y donde su comportamiento se
modifica, con el intento de adaptarse al mundo social.

Según López (1994) es un proceso de transmisión entre padres e hijos de


aspectos culturales y necesarios para la interrelación social, a partir del cual, el niño
adapta sus comportamientos a las demandas concretas de cada situación.

Para concretar la relación que se establece entre la conducta prosocial-altruista y


el proceso socializador, es necesario hacer referencia a dos de los contextos
socializadores mayormente implicados en la educación y formación de la persona, como
son la familia y la escuela

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La conducta prosocial y altruismo.
4.1.1. Contexto familiar.
La familia es el primer contexto socializador en el que se ve integrada la
persona, y donde comienza ese aprendizaje y esa interiorización a la que se ha hecho
antes referencia, en la que se incluyen aspectos culturales, normativos y educativos
importantes para la misma. Según Maganto (1994), la familia ha de cumplir dos
funciones básicas:

 La función educativa-afectiva, cuya finalidad es dotar a la persona de herramientas


fundamentales para expresar afecto hacia sí misma y hacia los demás,
independientemente del contexto en el que se encuentre.
 La función de construcción social, cuyo objetivo es transmitir las características
propias de la cultura en la que está inserta.

Estas funciones se consideran interaccionales e interdependientes, es decir, son


aspectos inseparables, donde el objetivo de una va a depender del objetivo de la otra.

Pero, ¿en qué medida este proceso, desarrollado en este contexto, colabora en la
transmisión de conductas como las prosociales-altruistas? Para responder a esta
pregunta es necesario hacer hincapié en dos tipos de interacciones:

 Por un lado, la interacción parental, donde tienen cabida factores como la historia
afectiva, el modelado parental, la práctica educativa y el tipo de disciplina aplicado.
 Por otro lado, la interacción filial, es decir, la influencia que ejerce en este tipo de
comportamientos la relación con los hermanos.

Otra característica del contexto familiar que influye en el aprendizaje de


conductas prosociales-altruistas de los hijos, es el modelado parental, también
denominado proceso de identificación con los progenitores. Así, los padres que se
caracterizan por tender a llevar a cabo comportamientos prosociales-altruistas será más
probable que influyan en el aprendizaje de conductas prosociales-altruistas en sus hijos.

López, 1994 y Miller, 1995, afirman, que los padres cálidos y afectuosos y que
practican los valores prosociales que predican, parecen estimular el desarrollo del
altruismo en sus hijos. La evidencia empírica en este sentido es bastante clara, los
padres que son considerados prosociales-altruistas y que muestran con frecuencia afecto
al niño, tienen más posibilidades de ser modelos a imitar por sus hijos, por lo que éstos
son más susceptibles de realizar este tipo de comportamientos.

Otros aspectos que caracterizan la dinámica de la familia y que influyen en el


aprendizaje de este tipo de comportamientos, son la práctica educativa que desarrollan
los padres con sus hijos y la disciplina parental que define dicha práctica. En cuanto a la
práctica educativa, se pueden distinguir diferentes formas de llevarla a cabo, en función
de la cantidad de control que dichos padres quieran ejercer sobre sus hijos, y la calidad
y cantidad de afecto que quieran darle a los mismos (Eisenberg y Mussen, 1989):

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La conducta prosocial y altruismo.
 La primera práctica educativa denominada dictatorial, donde los padres establecen
límites muy estrictos ante las diferentes necesidades o deseos expresados por el
niño.
 Otra denominada democrática, en la que los padres establecen una serie de normas
claras, con la intención de desarrollar en sus hijos conductas maduras y razonadas.
 por último, un tipo de práctica denominada permisiva, la cual se caracteriza por
establecer relativamente pocas exigencias a los hijos y raramente ejercen un control
firme sobre ellos.

Dentro del proceso de socialización, y concretamente en el contexto familiar,


destaca también la influencia de los hermanos sobre las conductas prosociales altruistas.
No son excesivos los estudios que relacionan dicha influencia con el desarrollo de estas
conductas, pero parece lógico pensar que dichas interacciones entre hermanos han de
ser relevantes en el aprendizaje de tal conducta (Eisenberg y Mussen, 1989). La relación
filial, considerada más igualitaria que la establecida con los adultos, proporciona
importantes oportunidades de aprendizaje en general (Lamb, 1982).

4.1.2. Contexto escolar.


La escuela. Según Maganto (1994) la escuela puede entenderse como la
institución educativa en cuya naturaleza está implícita la función socializadora a través
del proceso de enseñanza-aprendizaje, donde no sólo se realiza una transmisión
ideológica de valores, sino que se capacita a los alumnos para aceptar las normas de
conducta, les proponen metas y les ofrecen modelos de actuación social.

Ésta además de ser difusora de conocimientos y aptitudes intelectuales, comparte


también muchas de las responsabilidades de socialización y culturización que, en un
primer momento, dependían exclusivamente de la familia (Calvo, 1999). Incluso, en
muchas ocasiones, la escuela puede ser reparadora y suplir ciertas necesidades, cuando
el contexto familiar presenta carencias en dicho proceso de socialización.

La figura del maestro, cobra un importante papel como modelo a seguir en el


proceso socializador y se supone en la promoción de comportamientos prosociales-
altruistas. Sus características personales y su “saber hacer” en el aula interaccionan y
ejercen una gran influencia en dicho proceso (Miller, 1991 y Maganto, 1994).
Al igual que en la familia ocurre con los progenitores, uno de los aspectos que
puede influir en la interacción que se establece con el maestro y por lo tanto en la
enseñanza de comportamientos prosociales-altruistas, va a ser la utilización de ciertas
técnicas disciplinarias en el aula. Éstas guardan cierta semejanza con las técnicas
aplicadas en la familia, y en función de una o de otra, se creará un determinado clima en
la dinámica del aula, que favorecerá o no el mayor o menor aprendizaje de
comportamientos prosociales-altruistas (Maganto, 1994; Calvo, 1999).

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La conducta prosocial y altruismo.
 Por un lado, se podría distinguir el clima autoritario, donde no se fomentarían la
iniciativa personal, la espontaneidad ni la capacidad crítica y el incumplimiento de
las normas sería fuertemente castigado.
 En segundo lugar, estaría el clima permisivo, que se caracterizaría por la no
existencia de disciplina, ni normas que cumplir.
 Por último, el clima democrático, que fomentaría la responsabilidad, el
compañerismo y el respeto hacia los demás, si es necesario mediante el
cumplimiento de normas.

Dentro de la escuela, también se pueden diferenciar múltiples relaciones. Las


establecidas entre los compañeros y los maestros, van a influir, al igual que la familia,
en el aprendizaje de conductas prosociales-altruistas en niños y jóvenes (Maganto,
1994; Calvo, 1999). Para comprender estas relaciones, es conveniente hacerlo desde
ambas perspectivas. En primer lugar, desde la perspectiva del maestro y, en segundo
lugar, desde la perspectiva de los compañeros: la relación con el maestro y con los
compañeros.

En general, y teniendo en cuenta este tipo de conductas, se puede decir que los
niños refuerzan las acciones prosociales-altruistas de sus compañeros con frecuencia, lo
que aumenta la conducta prosocial-altruista de quienes reciben el refuerzo y son,
muchas veces, modelos a seguir por los demás.

4.1.3. Medios de comunicación: la Televisión.


Los medios de comunicación y en especial, la televisión es uno de estos nuevos
agentes socializadores al que se hace referencia en algunos trabajos de investigación
(Rushton, 1981 y Roche, 1982). En dichos estudios, se hace alusión a la gran cantidad
de horas que pasan los niños delante de la televisión a lo largo de su vida. Empiezan a
verla mucho antes de entrar en la escuela y se ven inevitablemente influidos por lo que
ven y escuchan en ella. Así, la televisión se convierte en un recurso de experiencias de
aprendizaje observacional muy importante en lo que se refiere a emociones, valores,
normas y modelos.

De la misma manera que algunos estudios han comprobado que los programas
de televisión con un contenido violento y agresivo, ejercen una cierta influencia en el
desarrollo de conductas violentas y agresivas, se intuye que programas con un contenido
más prosocial-altruista fomentarían este tipo de comportamientos.

5. CARACTERISTICAS DE LAS PERSONAS ALTRUISTAS


Podemos observar en las personas altruistas una serie de características que las
distinguen, basadas en una tendencia natural a apoyar a la gente y en la creencia de
construir un mundo mejor para todos.

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La conducta prosocial y altruismo.
 Ceden su tiempo: Estas personas están dispuestas a dedicar su tiempo para ayudar a
quien lo necesite; usualmente están dispuestas a escuchar.
 Comparten: No tienen problemas en compartir lo que tienen: comida, dinero,
tiempo, conocimientos. Son generosas.
 Muestran empatía: Son capaces de ponerse en el lugar de los demás y entender las
situaciones personales ajenas. Se sienten involucradas con el mundo.
 Promueven el conservacionismo: Los altruistas entienden que el planeta es el
único hogar que tiene el ser humano, y en virtud de eso, protegen el medioambiente
y el entorno donde viven.
 Están en contra de las guerras y los conflictos: Las personas altruistas rechazan
las guerras por constituir el medio menos eficaz de mantener la paz, y por las
consecuencias desastrosas que traen a las sociedades.

5.1. CARACTERISTICAS INDIVIDUALES DE LA CONDUCTA PROSOCIAL-


ALTRUISTA.
Dentro de todo este proceso de aprendizaje en el que se ve inmersa la persona
desde su nacimiento, y teniendo en cuenta la cultura en la que nace, y los diferentes
contextos socializadores en los que se ve involucrada su educación (la familia, la
escuela, los medios de comunicación, etc.), es muy importante, también, tener en
cuenta, las diferencias individuales de cada uno.

En este sentido, dichas diferencias pueden matizar en cierta medida la influencia


que todos estos aspectos ejercen en el aprendizaje de dicha conducta prosocial-altruista.
Así, aspectos como la constitución genética, la edad del niño, su género, la pertenencia
a una clase social determinada y aquellas características que definen su personalidad,
podrán determinar, el hecho de que una persona lleve a cabo más o menos
comportamientos prosociales-altruistas. A continuación, se analizan cada una de estas
variables, sin olvidar la interrelación e interdependencia que se da entre ellas.

5.1.1. Constitución genética.


En primer lugar, se puede decir que la relación entre la conducta prosocial-
altruista y los aspectos biológicos, apenas es abordada por las revisiones bibliográficas
sobre el tema. Sin embargo, las interpretaciones biológicas de las conductas sociales
positivas en los animales han dado lugar al estudio sistemático de tales aportaciones,
como base explicativa de dicha conducta en las personas. La observación en animales
de conductas que pueden ser catalogadas como prosociales, suele ser el argumento de la
existencia de hipótesis genéticas sobre el comportamiento pro social-altruista humano
(Rushton y Sorrentino 1981).
Para comprender mejor esta hipótesis, y entender, en qué medida, la condición
biológica puede influir en la realización de conductas prosociales-altruistas en las

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La conducta prosocial y altruismo.
personas, Harcourt (1995) responde a una serie de interrogantes que aportan una
panorámica general sobre los descubrimientos hechos en el comportamiento animal
sobre conducta prosocial. Por ejemplo, ante la pregunta ¿por qué los animales
cooperan entre sí?, este autor comenta que con ese tipo de comportamientos aumentan
sus posibilidades de sobrevivir, aparearse y criar su propia descendencia; porque
aumentan la reciprocidad entre individuos, aunque no sea de forma inmediata; y porque
protegen la permanencia genética de su propia familia, o también denominado proceso
de “selección familiar”. ¿Cuándo cooperan los animales, en qué circunstancias lo
hacen? Harcourt (1995) explica que, en función de los costes y beneficios que reporte
dicho comportamiento, los animales realizarán una acción u otra, en función del coste
individual que le suponga la conducta prosocial. Tan sólo se obvia el coste de dicha
conducta, cuando la víctima es un pariente cercano. También influye el número de
recursos: materiales y personales. Si son escasos dichos recursos, es más probable que
se realicen comportamientos cooperativos entre parientes que si son abundantes. Es
decir, si hay una gran abundancia de comida, por ejemplo, es más probable que no se
desarrollen conductas prosociales, que si hay escasos recursos alimenticios. Por último,
este autor responde a la cuestión ¿con quién suelen cooperar estos animales? Como ya
se ha comentado, los animales cooperan sobre todo con individuos que guarden
parentesco con ellos, en función de la relación que establezcan con los distintos
miembros del grupo y la capacidad de competición que exista entre las partes (jerarquía
dentro del grupo elevada o baja) (Harcourt, 1995). Esto quiere decir que los animales
ayudan sobre todo a los de su misma especie, pero esto también va a depender de la
jerarquía que se establezca entre ellos, pues parece que los individuos que están por
debajo prestan más ayuda que los individuos localizados en escalas de jerarquía
superiores.

5.1.2. La edad.
La mayoría de los estudios científicos señalan que con la edad aumenta el
repertorio de los comportamientos pro sociales-altruistas (Pilliavin, 1969; Dreman y
Greenbaum 1973), proponen algunas de las razones que determinan dicho aumento
conductual. Estos autores señalan que los niños mayores cuentan con más experiencias
y éstas les ayudan a conocer cuándo prestar su ayuda a los demás; también parece que
su desarrollo cognitivo va evolucionando y se refleja en el grado de empatía que
muestran ante la petición de ayuda de alguien; y, por último, con la edad, aprenden a
controlar sus propios estados afectivos negativos.
Desde una perspectiva más actual, López (1994) establece que con la edad puede
cambiar la capacidad de toma de perspectiva, la capacidad empática y la habilidad para
ayudar, y, sobre todo, aumenta la repetida exposición ante experiencias socializadoras
que facilitan y refuerzan las conductas pro social-altruista.

13
La conducta prosocial y altruismo.
5.1.3. El sexo.
El conjunto de investigaciones dedicado al esclarecimiento de la relación entre el
sexo y la conducta prosocial-altruista se puede dividir en dos grupos en función del
objetivo planteado. Así, por un lado, hay trabajos que se interesan en comprobar si un
sexo es más prosocial-altruista que otro, y, por otro lado, trabajos, que se centran en
indagar cuáles son los aspectos que determinan dichas diferencias. Con respecto a la
primera cuestión, aparentemente puede parecer que, entre uno y otro sexo, la mujer es
más prosocial-altruista que el hombre. Sin embargo, en la lectura e interpretación de los
resultados que se obtienen de la literatura empírica, se percibe cierta controversia ante
esta hipótesis. Así, se pueden encontrar trabajos en los que no existen diferencias
significativas entre un sexo y otro (Borofsky, Stollak y Messé, 1971).

5.1.4. La clase social.


Otra de las variables a las que se hace referencia dentro de estos factores
individuales es la clase social, la cual ha sido objeto de estudio de diversas
investigaciones en relación con comportamientos prosociales-altruistas. En este sentido,
y siguiendo la tónica del factor anterior, los resultados de las diferentes investigaciones
son contradictorios, por lo que no se puede llegar a una conclusión clara. De esta forma,
hay estudios en los que destacan como más prosociales-altruistas los niños de un estatus
socioeconómico alto (Dreman y Greenbaum, 1973), otros donde destacan más
prosociales-altruistas los niños de clase baja (Berkowitz y Friedman, 1967); y aquellos
estudios donde no hay diferencias significativas entre una y otra clase social (Bryan y
London, 1970). A partir de estas aportaciones, se diría que esta variable no muestra una
relación consistente en la predisposición de actuar de forma pro social-altruista.

5.1.5. La personalidad.

El último núcleo de las variables individuales a las que se hace referencia es la


personalidad, considerada una característica individual más, que puede predisponer a la
persona en la realización de comportamientos prosociales-altruistas. Uno de los
primeros autores que propone una tipología para clasificar a las personas en función de
su orientación interna hacia los demás es Hoffman (1970). En su propuesta, las personas
pueden ser tipificadas en función de: una actitud humanista, lo que quiere decir que
están pendientes de las necesidades de los demás y son personas que no les importa
saltarse alguna norma social si es necesario para atender dichas necesidades; una actitud
legalista, en este caso las personas tienden a ignorar el estado de necesidad de la
víctima, suelen considerarla culpable de su situación de necesidad y si es necesario le
dan prioridad al cumplimiento de la norma.

Por otro lado, destaca la clasificación realizada por Staub (1974, 1980) que
guarda cierta relación con la anterior, distinguiendo dos tipos de personalidad en
función del factor “orientación pro social”: personas con una orientación pro social,

14
La conducta prosocial y altruismo.
que llevan a cabo comportamientos pro sociales-altruistas, por creer que es lo natural y
que además, tienen una visión positiva de los demás; personas que se rigen por normas
que consideran obligatorias, es decir, otorgando gran importancia a las normas
morales, pensando que los demás son fundamentalmente egoístas, y si se llega a realizar
algún acto pro social-altruista es porque alguna norma así lo requiere. La influencia de
este factor ha sido ratificada por otras investigaciones como la realizada por Wilson
(1976) y Petruska (1984). Estos autores encontraron que cuando los costes por ayudar o
por no ayudar son bajos, las personas orientadas a la estima (eficaces, competentes,
activos, etc.) ayudan con más frecuencia e intensidad que las orientadas a la seguridad
(ansiosos, inseguros, pasivos, etc.).
Otros autores que también han intentado clasificar la personalidad pro social-
altruista, son Darlega y Gerzelak (1982; Garaigordobil, 2003). Estos autores se
fundamentan en aspectos concretos como la cooperación y la competición. Distinguen
entre: personas con actitud competidora, que buscan su propio beneficio en sus
relaciones con los demás, de forma que si llevan a cabo comportamientos prosociales-
altruistas es porque van a obtener ciertas ventajas; personas cooperadoras, que desean
que el resultado positivo de alguna acción les llegue a todas las personas, que intentan
obtener el mejor resultado para los demás y para sí mismas; personas individualistas,
que apenas se interesan por lo que ocurre con las personas que les rodean, y sólo
dedican sus esfuerzos a conseguir los mejores resultados para sí mismas; por último,
personas igualitarias, que intentan equiparar los resultados obtenidos por ellas mismas
y por los demás, para que, en ambos casos, el balance sea satisfactorio.

Sin embargo, a pesar de estos intentos de clasificación, hoy por hoy, no se puede
afirmar que exista una personalidad prosocial-altruista propiamente dicha. Lo que sí
parece probable es que exista una asociación entre la predisposición a comportarse de
una forma prosocial-altruista y determinados rasgos de la personalidad. En este sentido,
destacan estudios que relacionan aspectos de la personalidad con variables de tipo
situacional; otros que relacionan aspectos como la empatía disposicional, la autoestima
o la responsabilidad social con la realización de comportamientos prosociales-altruistas,
y por último, aquellos que consideran variables de la personalidad como la
expresividad, la sociabilidad, la asertividad y la simpatía, factores que predisponen más
fácilmente a las personas para llevar a cabo comportamientos pro sociales-altruistas.

6. VARIABLES DE LA CONDUCTA PROSOCIAL-ALTRUISTA.


6.1. Variables afectivas.
Como ya se ha comentado en la introducción de este capítulo, hablar de todas
estas variables por separado, no implica que su influencia sea determinante e individual,
sino que el conjunto de todas ellas hace que una persona se comporte de forma
prosocial-altruista.

15
La conducta prosocial y altruismo.
Dentro de estas variables afectivas, cabe destacar la influencia que ejerce la
empatía, los sentimientos de culpa y el estado emocional del sujeto, motivadores
internos de la conducta prosocial-altruista.
 En cuanto a la primera variable, la empatía, cabría decir que es una de las más
destacadas por la influencia que parece ejercer en la conducta prosocial-altruista. La
definición de empatía no está consensuada entre los diferentes autores, pues
dependiendo de la importancia que se le dé al proceso cognitivo o al proceso
afectivo de la misma, se tiene en cuenta una definición u otra. Hoffman (1976) fue
uno de los primeros autores que afirmó que ambos procesos interactuaban entre sí,
ya que sin conocimiento no puede existir una experiencia afectiva empática y, por lo
tanto, no se puede interactuar con la otra persona.

Parece obvio afirmar que para que se produzca una experiencia o un sentimiento
empático es necesario un proceso cognitivo previo, en el que se adquiera cierta
información sobre la situación y se llegue a experimentar dicho sentimiento empático.
Esta experiencia podrá ser la que conduzca a la persona a realizar con mayor
probabilidad, un comportamiento pro social-altruista.

De esta forma, se considera adecuado tener en cuenta ambos procesos en la


definición de la misma. Destaca la definición que proponen Eisenberg y Fabes (1991),
donde definen empatía como el estado emocional licitado por la percepción o
comprensión del estado emocional de la otra persona, y congruente con ese estado.

No se trata de sentir la misma emoción que siente la otra persona, sino de


experimentar una emoción acorde con la que dicha persona está viviendo, siendo
siempre conscientes de nuestro propio estado y el de los demás (Calvo, 1999). Esta
capacidad puede favorecer la puesta en práctica de este tipo de comportamientos, pues
propiciará una mejor comprensión de lo que está ocurriendo, aspecto que enlaza con una
variable de tipo cognitivo a la que más adelante se hará referencia (la capacidad de toma
de perspectiva).

Dentro de la empatía se pueden distinguir dos tipos (López, 1994): la empatía


disposicional y la empatía situacional.

 Por empatía disposicional se entiende aquella tendencia relativamente estable para


percibir y experimentar de forma vicaria, en uno u otro grado, los afectos de los
demás. Para comprobar la relación entre este rasgo y la conducta prosocial-altruista
se han llevado a cabo numerosos trabajos de investigación, donde los resultados no
son del todo concluyentes, ya que es un aspecto cuya evaluación resulta compleja.
 Por otro lado, la empatía situacional es definida como el mayor o menor grado de
experiencia afectiva vicaria que las personas tienen en una situación concreta. Este
tipo depende más de las variables situacionales que se den en ese preciso momento
que de procesos más internos como ocurre con la empatía disposicional.

La empatía situacional ejerce mayor influencia en la realización de


comportamientos prosociales-altruistas que la empatía disposicional. Sin embargo,

16
La conducta prosocial y altruismo.
cuando existe relación entre dichos comportamientos y la empatía disposicional, se
puede decir que dicha relación es más fuerte y consistente que la establecida con la
empatía situacional (Fuentes, 1988).

 Dentro de las variables afectivas, también destaca el sentimiento de culpa, que


ha suscitado el interés de algunos autores por su influencia en la realización de
comportamientos prosociales-altruistas. De esta forma, se entiende por sentimiento
de culpa, siguiendo a Hoffman (1982) el sentimiento negativo que tiene uno sobre sí
mismo y que se produce en el momento en el que uno le hace algún daño a alguien.
Las personas que se sienten culpables de la situación de necesidad en la que se
encuentra la otra persona, presentan una tendencia mayor a la hora de llevar a cabo
conductas pro sociales-altruistas.

Según López (1994), y haciendo referencia de nuevo a la polémica que gira en


torno a la consideración o no de una motivación altruista dentro del acto de ayuda,
parece que la relación entre el sentimiento de culpa y los comportamientos prosociales
altruistas también son interpretados en función de la misma. Así, unos autores
consideran que la motivación que provoca el sentimiento de culpa es de tipo egoísta y
otros, aseguran que esa motivación por realizar un acto prosocial-altruista es de carácter
altruista.

En cualquier caso, y teniendo en cuenta la dificultad que entraña especificar qué


motiva exactamente a una persona para comportarse de esta manera, parece que no hay
duda en afirmar, que cuando una persona experimenta algún tipo de sentimiento de
culpa, es más proclive a realizar comportamientos prosociales-altruistas hacia la persona
que lo necesita, que cuando no se experimenta ningún tipo de sentimiento parecido y
son otras variables las que influyen en dicha conducta.

 Otra variable afectiva que también ejerce una cierta influencia en los
comportamientos prosociales-altruistas es el estado emocional del sujeto. En
general, se puede decir que esta variable también ha suscitado un gran interés
científico a la hora de relacionarla con la conducta prosocial-altruista, pues se
supone que la activación emocional es un componente importante de la motivación a
la que ya se ha hecho referencia, y que interactúa con las variables situacionales de
un momento concreto. De esta forma, se ha visto que cuando la persona experimenta
sentimientos positivos es más probable que lleve a cabo comportamientos
prosociales altruistas.

En cuanto a la explicación de dicho proceso, Eisenberg y Mussen (1989) señalan


que cuando la persona experimenta sentimientos positivos dirige más su atención hacia
los sentimientos de los demás que hacia los propios, y, por consiguiente, contribuye a
que se haga posible la realización de comportamientos prosociales-altruistas. Es decir,
que los sentimientos positivos favorecen en gran medida la realización de conductas
prosociales-altruistas.
Sin embargo, los datos con respecto a la relación entre los sentimientos
negativos de la persona y la puesta en marcha de comportamientos prosociales-altruistas

17
La conducta prosocial y altruismo.
son más contradictorios que los anteriores, pues parece que el llevar a cabo o no una
conducta prosocial-altruista va a depender del tipo de sentimiento negativo al que se
haga referencia (Peterson, 1977 y López, 1994). Dicho estado también va a variar de
una forma o de otra en función de la edad. Así, parece que los adultos ante un estado
emocional negativo presentan más comportamientos prosociales-altruistas anónimos
que los niños (Cialdini, 1982).

Algunos investigadores a los que ya se ha hecho referencia, afirman que la


observación de la desgracia de los demás crea un estado aversivo de malestar personal
en el observador, que le lleva egoístamente motivado a reducirlo (Pilliavin, 1969). Por
lo tanto, no se puede afirmar de forma rotunda, que los sentimientos negativos influyan
para que no se produzcan comportamientos prosociales-altruistas, ya que dicha
influencia puede favorecer la realización de este tipo de comportamientos.

6.2. Variables cognitivas.


Hablar de variables cognitivas, hace necesario señalar el papel fundamental que
éstas juegan en todas las variables que se han descrito hasta ahora, pero sobre todo en
las variables situacionales que se verán en el siguiente punto. Dentro de estos factores
cognitivos, destacan por su intervención en la conducta prosocial-altruista: la capacidad
para ponerse en el lugar del otro/toma de perspectiva, el juicio moral/razonamiento
moral, el concepto de naturaleza humana, la inteligencia, y otras variables cognitivas.
 El primer factor que destaca por el apoyo científico que ha recibido dentro de este
campo, es la capacidad para ponerse en el lugar del otro o también denominado
toma de perspectiva. La toma de perspectiva, según Carlo y Rotenberg (1991) se
define como la tendencia o habilidad para diferenciar el punto de vista propio de los
demás.

Según Ortiz (1993) es la capacidad para ponerse en el lugar del otro, comprender
sus pensamientos, sentimientos, motivos y conductas.

La característica común de estas definiciones parece ser el descentramiento del


punto de vista propio para situarse en la perspectiva de los demás (Calvo, 1999).

Esta variable cognitiva guarda cierta relación con la variable afectiva de la


empatía, pues ambas variables se refieren a aspectos muy parecidos sólo que desde
diferentes perspectivas (afectiva y cognitiva). Son variables interdependientes y
destacan por su influencia en los comportamientos pro sociales-altruistas (Coke, Batson
y McDavis, 1978).

 Otra de las variables cognitivas que se deben tener en cuenta en el estudio de este
comportamiento, es el juicio moral o razonamiento moral, donde juegan un papel
importante las normas socio-morales. Cuando se habla de normas sociales es
inevitable hacer mención al proceso de socialización en el que se ve inmerso el

18
La conducta prosocial y altruismo.
individuo y donde son adquiridas estas normas culturales básicas, a partir de las
cuales la persona formará su propia red de normas personales.

A pesar de lo que pueda parecer, la relación entre juicio moral y conducta


prosocial-altruista no está lo suficientemente clara. La influencia que pueda ejercer el
razonamiento moral sobre el comportamiento prosocial-altruista, no es algo aislado ni
determinante, porque está condicionado también por otros muchos factores individuales,
afectivos y sobre todo situacionales.
En este caso, las dificultades se centran en los tres tipos de normas sociales más
generales: las normas de reciprocidad, de justicia y de responsabilidad social, que son
quizás, las más relacionadas con este tipo de comportamientos positivos.

 Otro aspecto que debe ser considerado dentro de las variables cognitivas es el
concepto de naturaleza humana. A partir de este, parece que aquellas personas que
tienen una imagen positiva del resto del género humano, de sus relaciones
interpersonales y de la capacidad de llevar a cabo conductas prosociales-altruistas,
pueden presentar una mayor disponibilidad a la hora de realizar dichos
comportamientos, que aquellas personas que tienen un concepto más negativo de la
naturaleza humana.
 Otra variable que algunos autores relacionan con comportamientos prosociales
altruistas desde la perspectiva cognitiva es el nivel de inteligencia con el que
cuenta una persona. Parece que dicha relación es ligeramente significativa, pero
sólo aparece en algunos índices de dicha conducta.
 Por último, cabe señalar otros factores cognitivos más específicos que han suscitado
interés entre algunos autores y que dependen mucho más que los anteriores de
variables situacionales (López, 1994). Así, la percepción que el sujeto tiene de sí
mismo, va a determinar de alguna manera su comportamiento con los demás. Las
personas que tienen una imagen positiva de sí mismas, pueden llegar a sentirse más
dispuestas a realizar comportamientos prosociales-altruistas que aquellas personas
que tienen una imagen negativa de sí mismas
.
 Otra variable de similar característica es la representación que el sujeto tiene de
quien necesita la ayuda. En este caso, si la persona infiere que el sujeto en apuros
no es responsable de la situación en la que se encuentra, es más probable que la
ayude a salir de la misma, que si le hace responsable directo y piensa que podía
haber evitado dicha situación.

Es interesante señalar que esta relación no sólo se ve influida por variables


situacionales, como se verá a continuación, sino que también van a tener un peso
importante en las mismas reacciones emocionales como la empatía.

 Por último, y dentro de estas otras variables cognitivas, destaca la capacidad para
hacer juicios sobre el significado del entorno y el concepto que se tiene de la
propia competencia. Si la persona cree que no es lo suficientemente competente
como para saber lo que ocurre, o como para prestar una ayuda adecuada a la

19
La conducta prosocial y altruismo.
víctima, es mucho más probable que dicha persona no realice ningún
comportamiento prosocial-altruista hacia ella. Por el contrario, si se siente capaz y
competente para llevar a cabo dicho comportamiento será más probable que lo
desarrolle, que si no se siente capaz para realizar dicha conducta

6.3. Variables situacionales.


Las variables situacionales también son consideradas variables con componentes
afectivos y cognitivos, que como ya se ha comentado en párrafos anteriores, están
presentes en cualquier comportamiento del sujeto. Se consideran aparte y se las
denomina variables situacionales por su carácter menos estable, ya que están
supeditadas a una situación concreta, donde la gran variabilidad de las mismas va a
influir de una forma o de otra en los comportamientos prosociales-altruistas.

Este tipo de variables cuenta con un considerable apoyo empírico, y con


resultados más fiables que los estudios centrados en variables de tipo afectivo o
cognitivo. Esto puede parecer lógico, si se considera que las variables situacionales son
más fáciles de observar, cuantificar y evaluar. Gracias también a este apoyo empírico,
ha sido posible predecir ciertas conductas prosociales-altruistas a partir de la tipificación
de las mismas. Los factores considerados eminentemente situacionales quedan divididos
en función de la situación, de la persona que recibe el comportamiento prosocial
altruista, y de la persona que lleva a cabo dicha ayuda. Estas variables se clasifican de la
siguiente manera:

 Factores relativos a la propia situación.


Estos son factores que caracterizan una situación concreta y que influyen de una
manera o de otra en la persona que realiza el comportamiento prosocial-altruista. Hay
que distinguir en primer lugar, entre situaciones que demandan ayuda espontánea o
ayuda planificada. En este sentido, el proceso de decisión juega un papel fundamental
en ambos tipos de ayuda. La primera está mucho más influenciada por los aspectos
situacionales que se van a describir en este epígrafe ´´ es importante valorar la
presencia o ausencia de observadores´´. Otro factor de la propia situación que va a
influir en el desarrollo de comportamientos prosociales-altruistas va a ser el grado de
ambigüedad de la misma´´. Si la persona percibe que la situación no es urgente, ya que
observa pasividad en el resto de observadores o interpreta que la víctima no necesita
ayuda, es probable que la persona no lleve a cabo comportamientos prosociales
altruistas. Por otro lado, cuanto menos ambigua sea la situación y mayor sea la
información con la que se cuente, mayor probabilidad habrá de llevar a cabo conductas
prosociales-altruistas.

 Factores relativos al beneficiario de la ayuda.


Aquellos aspectos que caracterizan a la persona que demanda algún tipo de
ayuda y que influyen de forma puntual en la persona que desarrolla un comportamiento
prosocial-altruista. Va a influir el grado de necesidad de la persona que necesita
ayuda. Cuanto mayor sea la necesidad, mayor probabilidad hay de que la persona lleve

20
La conducta prosocial y altruismo.
a cabo alguna conducta de ayuda, salvo que, en dicha valoración de la situación, la
persona considere que le sobrepasa en complejidad, y, por lo tanto, valore que no es
capaz de resolverla adecuadamente (López, 1994). Otro aspecto a considerar es la
relación entre el observador y la persona que necesita la ayuda. Las personas tienden
a prestar más ayuda a aquellas personas que son similares a ellas, o con las que tienen
algún tipo de relación. Con la edad este aspecto tiende a disminuir y a verse
influenciado por otros aspectos. Dentro de estos factores relativos a la persona que
demanda la ayuda, destacan algunas variables individuales características de la víctima:
personalidad, sexo, edad y estatus social, que ejercen una posible influencia en
situaciones donde la demanda de ayuda es espontánea.
 Factores relativos al benefactor.

Después de haber descrito los aspectos propios de la situación, los factores del
beneficiario que van a repercutir en la realización o no de un comportamiento prosocial-
altruista, se aportan una serie de ideas sobre aspectos que influyen en la puesta en
marcha de este tipo de comportamientos relativos al sujeto que los lleva a cabo y que
supuestamente está observando una situación de emergencia. En este sentido, aspectos
como el estado psicológico momentáneo del sujeto, puede tener un carácter
fundamentalmente situacional. Cuando experimentamos algún tipo de emoción, ya sea
positiva o negativa, justo antes de que se plantee una situación de necesidad, ésta va a
determinar la realización o no de un comportamiento pro social-altruista (López, 1994).

7. MOTIVACIONES DE LA CONDUCTA PROSOCIAL-ALTRUISTA.


Existen perspectivas muy diferentes para entender cuáles son las motivaciones
de la conducta prosocial-altruista.

 Desde una visión biológica, los modelos neo-darwinianos contemporáneos


acuerdan en que las tendencias prosociales existen en los humanos por
predisposiciones genéticas y porque las personas que actúan de esta forma tienen
mayor éxito evolutivo, entendido como la supervivencia de los propios genes a
través de diferentes generaciones.
 Desde otro punto de vista, los autores de la hipótesis de la empatía-altruismo
sostienen que altruismo y egoísmo no son las únicas fuentes de motivación de la
conducta prosocial. Batson y Powell (2003) consideraran además al colectivismo y
la motivación moral. El colectivismo supone la intención de beneficiar a un grupo
particular en su conjunto. La motivación moral, en cambio, tiene como objetivo
final el sostenimiento de un principio moral universal e imparcial, como por ejemplo
la justicia. Estas diferentes motivaciones pueden entrar en conflicto (Batson y
Powell, 2003).

La línea de investigación desarrollada por (Omoto y Snyder, 1990), se refiere a


la participación y el mantenimiento de las actividades de voluntariado. Distingue seis
motivaciones principales que parecen ser su base:

21
La conducta prosocial y altruismo.
 Valor expresivo (para expresar los valores relacionados con el altruismo y la
preocupación humanitaria por los demás).
 Comprensión (para adquirir nuevos conocimientos, y para poder aplicar los
conocimientos, destrezas y habilidades).
 Social (estar con amigos y participar en actividades vistos favorablemente por
ellos).
 Carrera (para desarrollar actividades que puedan beneficiar la carrera profesional
directa o indirectamente).
 Protección (para proteger el ego de uno de los aspectos del yo negativos y obtener
ayuda para resolver problemas personales).
 Mejora (para aumentar los sentimientos positivos hacia uno mismo y el crecimiento
y desarrollo personal).

8. TEORIAS DE LA CONDUCTA PROSOCIAO-ALTRUISTA.


A continuación, un resumen de la concepción de la conducta prosocial según
las diferentes teorías‫׃‬
 Teoría del aprendizaje social‫ ׃‬Comportamiento aprendido de otros, por imitación,
adaptándose a una situación existente.
 Teoría del intercambio social y de la equidad: Comportamiento instrumental para
obtener sucesivamente una recompensa y compasión de las injusticias y de los
desequilibrios del sistema.
 Teoría de la atribución: Resultado de la asignación de las disposiciones o
situaciones realizadas.
 Reducción de la tensión: Resultado de la imposibilidad de tolerar la turbación y la
angustia provocadas por el sufrimiento de los demás.
 Mantenimiento/ aumento de la autoestima: Resultado del deseo, necesidad de
aumentar o mantener la evaluación positiva del yo.
 Teoría cognitivo-evolutiva: Expresión de un proceso moral del desarrollo.
 Teoría sociobiológica-evolutiva: Comportamiento genéticamente determinado que
tiene la función de salvaguardia de la especie.

9. GRANDES ESCUELAS EN PSICOLOGIA.


9.1. Psicoanálisis.
El Psicoanálisis trata de explicar la naturaleza y el origen del altruismo y la
conducta prosocial a partir de la interacción de tres componentes o estructuras básicas
de la personalidad, siendo descritas del siguiente modo:

 El Ello, estaría formado de impulsos innatos instintivos determinantes


fundamentalmente de deseos de índole sexual o agresiva. La finalidad del Ello es de
satisfacer estos impulsos o deseos con la consiguiente liberación de la tensión.

 El Yo es una organización especial (que surge del Ello al entrar en contacto con el
mundo exterior) que hace de intermediario entre el Ello y el mundo externo, maneja

22
La conducta prosocial y altruismo.
la realidad y evita que el individuo consiga la satisfacción sin freno de todos sus
deseos. Por lo tanto, el Yo aporta un significado racional y socialmente aceptable
del manejo de las tensiones producidas por las necesidades del Ello.

 El Super-yo es la representación internalizada de la moral la ética, la religión y las


convenciones sociales. Se desarrolla independientemente del Yo alrededor de los 5 ó
6 años. El Super-yo contiene dos subsistemas: la conciencia y el yo ideal. El yo
ideal establece los estándares morales o ideales y a los objetivos a los que aspira,
mientras que la conciencia juzga el comportamiento individual mediante un
sentimiento de culpa y censura los impulsos instintivos.

Por tanto, el Ello es la parte más primitiva de la personalidad, el Yo la parte


racional de la personalidad y el Super-yo la parte más reciente de interiorización de los
valores sociales y la que puede explicar el comportamiento pro social.

 Primera “Ley” del psiquismo.


Según S. Freud (1930) en nuestro Ello está nuestra verdadera naturaleza que es
satisfacer el principio del placer. En el Ello se encuentran todos los impulsos instintivos
(tengan o no tengan una base biológica) o mejor dicho todos los deseos que buscan la
auto gratificación (estén o no dirigidos a uno mismo o a los demás) a lo que Freud
denomina Narcisismo, que no es otra cosa que lo entendemos por egoísmo. Por lo que
todo lo que acontece en la vida anímica es consecuencia del principio del placer
(disminuir la tensión mediante la evitación del sufrimiento o la satisfacción del placer).
La naturaleza psicológica de cada individuo no puede escapar a esta ley principal del
psiquismo que descubrió el padre del psicoanálisis.

Además, los deseos buscan la liberación de tensión, cuando se satisface dicha


tensión vuelven a aparecer nuevos deseos por lo que la plenitud o el sentirse realizado
no es posible dentro de esta primera “Ley” del psiquismo. Por lo que la consecución de
la felicidad no está en nuestra naturaleza.

 Segunda “Ley” del psiquismo.


Obviamente, la mayoría de los deseos no pueden ser satisfechos debido a
barreras sociales, por lo que genera grandes frustraciones que afloran mediante deseos
agresivos, la manifestación de estos deseos agresivos es a su vez censurado por el
Super-yo (que no es más que la introyección de la agresión a una parte del yo que
asume la función de conciencia moral).

 El altruismo en S. Freud. A consecuencia de estas dos “leyes” psíquicas, la


persona busca su auto gratificación siempre por amor a sí misma y por tanto no

23
La conducta prosocial y altruismo.
existe el altruismo o las conductas prosociales por que el sujeto las realiza por
sentimientos de culpa o por miedo a perder el amor de los demás. Pero Freud deja
pendiente la posibilidad que podamos estar por encima del principio del placer y de
nuestro egoísmo en su obra “el malestar de la cultura” cuando enuncia que existe
en cada persona un deseo de “fundirse con los demás en una comunidad, que
llamamos altruista” (Freud, 1930).

Este deseo sin desarrollar que hay dentro de cada individuo escapa a las dos
primeras leyes del psiquismo por su naturaleza opuesta. Este deseo, sí que podemos
decir que es altruista y se refiere al deseo de querer formar parte de la unidad, del todo,
de una sociedad globalizada. Este deseo no es egoísta por que el individuo no busca
satisfacer una tensión interna y tampoco forma parte de valores sociales, morales o
religiosos que generan sentimientos de culpa o miedo a perder la estima de los demás.

Según Freud, el ser humano no está diseñado para ser feliz porque no nos
podemos realizar a través del principio del placer, pero afirma que nuestro objetivo
como seres humanos es desarrollar conciencia de que formamos parte de un todo que no
puede sostenerse mediante la separabilidad y la individualidad que refuerzan aún más
las frustraciones que generan más y más deseos agresivos no resueltos y más
infelicidad.

9.2. El Conductismo
Para el Psicoanálisis el objeto de estudio de la psicología es la conciencia. Sin
embargo, el conductismo sostiene que es la conducta del ser humano el objeto de la
psicología. Afirma que el concepto de conciencia no es preciso, ni siquiera utilizable.
Habiendo recibido una formación experimentalista, el conductista entiende, además, que
la creencia de que existe la conciencia remontada a los antiguos días de la superstición y
la magia (Watson, 1947).

 El condicionamiento operante de Skinner


Es la teoría del aprendizaje que intenta explicar la conducta que es nueva para el
organismo proponiendo que dicha conducta se adquiere debido a que las consecuencias
que percibe el organismo aprendiz aumentan o disminuyen la frecuencia de aparición de
esas conductas.

Conducta operante: es un comportamiento que es nuevo para el organismo


porque no se encuentra programado en su código genético.
Evento reforzante: se trata de la entrega de algún estímulo del ambiente que
satisface alguna necesidad del organismo que aprende (la entrega de un premio).

Estímulo reforzante: es un estímulo del ambiente que aplicado al organismo que


aprende tiene la capacidad de hacer que aumente la frecuencia de aparición de alguna
conducta.

24
La conducta prosocial y altruismo.
Tipos de aprendizaje según el condicionamiento operante.
 Aprendizaje por reforzamiento: es el aprendizaje en el cuál la conducta es nueva
para el organismo aumenta su frecuencia de aparición luego de recibir algún
estímulo reforzante.
 Aprendizaje por evitación: es el aprendizaje donde el organismo aprende una
conducta nueva que termina o impide la aplicación de algún estímulo aversivo
(desagradable), y aumenta la frecuencia de aparición de esa conducta para que no
regrese.
 Aprendizaje supersticioso: es el aprendizaje donde alguna consecuencia
casualmente reforzante o aversiva aumenta la frecuencia de aparición de alguna
conducta.
 Aprendizaje por castigo: es el aprendizaje donde un organismo aumenta la
frecuencia de aparición de las conductas que no fueron seguidas o que no recibieron
ningún estímulo aversivo o desagradable.

 Olvido: todas las conductas que no reciben o que dejan de recibir reforzamiento
tienden a disminuir su frecuencia de aparición y a desaparecer.

Comparaciones entre el condicionamiento clásico y el operante La distinción


principal entre el condicionamiento clásico y el operante se hace sobre bases
operacionales. Los dos hacen referencias a procedimientos de entrenamiento, para los
cuales la aparición del estímulo incondicionado queda determinada por la respuesta del
sujeto.

Similitudes Centrales
 El fenómeno de la extinción, entendido como la disminución de la fuerza de
repuesta causada por el no–reforzamiento o como el decaimiento de una respuesta
condicionada, es común a los dos tipos de condicionamiento.
 Como se ha observado en lo estudiado hasta ahora, una respuesta que se ha
extinguido, recupera su fuerza con el descanso.
 En ambos tipos de condicionamiento se presenta una característica de
discriminación de los estímulos, tanto si el sujeto es reforzado para que responda a
un estímulo, como si se le condiciona para que produzca una respuesta
condicionada.

Diferencias Relevantes
 El condicionamiento clásico es una forma de aprendizaje estímulo-preparación de
respuestas, mientras que el operante es un aprendizaje estímulo-respuesta, se fija la
respuesta.
 Retomando las leyes del condicionamiento clásico, se evidencia un principio de
continuidad, mientras que en el condicionamiento operante se implica además una
ley de efecto o de concreción de una respuesta.
 Una diferencia altamente relevante es el tipo de respuesta. En el condicionamiento
clásico la respuesta incondicionada o condicionada es siempre la misma, mientras

25
La conducta prosocial y altruismo.
que, en el condicionamiento operante, aunque existe un cierto margen de
predictibilidad, las repuestas suelen ser distintas.

El término de condicionamiento operante se debe a Skinner, y en el principio es


equivalente al de aprendizaje instrumental propugnado por Thorndike. El 11 término se
refiere a un proceso en el que la frecuencia de suceso de la unidad de la conducta
(respuesta) se modifica como efecto de las consecuencias que lleva aparejadas esa
conducta. Además, el condicionamiento operante invierte la situación respecto al
condicionamiento clásico, que pasa a ser R-E. Es el refuerzo experimentado como
consecuente al comportamiento lo que ocasiona.

 Definición de altruismo en el Conductismo.


Las conductas pro sociales son evaluadas como consecuencias del refuerzo
directo. Lo que la persona siente es un subproducto de las contingencias.

Skinner define el altruismo como una conducta que es mantenida por las contingencias
que la refuerzan. Lo define de la siguiente forma: “lo que una persona siente al
comportarse en bien de los demás, depende de los reforzadores utilizados” y “los
sentimientos (que tiene al respecto) son subproductos de las contingencias” (Skinner,
1971) Por lo tanto, una persona no es altruista por procesos psicológicos (deseos,
intenciones, motivación…) o rasgos de personalidad, sino que su conducta altruista es
consolidada por sus propias consecuencias que funcionan como reforzadores, lo que
Skinner denomina conducta “operante”.

9.3. El Cognitivismo.
La psicología cognitiva, contrario a lo que comúnmente se cree no se originó en
la década de los sesenta, sino mucho antes como una disciplina de la psicología
experimental y de la psicología evolutiva.

La Psicología cognitiva es una rama de la psicología que se ocupa de los


procesos a través de los cuales el individuo obtiene conocimiento del mundo y toma
conciencia de su entorno, así como de sus resultados. El origen de la psicología
cognitiva está estrechamente ligado a la historia de la psicología general. La psicología
cognitiva moderna se ha formado bajo la influencia de disciplinas afines, como el
tratamiento de la información, la inteligencia artificial y la ciencia del lenguaje.

Bartlett (1.932): realizó investigaciones que le llevaron a rechazar el concepto


de memoria como depósito o almacén y subrayar el concepto de memoria como
construcción. La construcción implicaba que la memoria utiliza esquemas para observar
y clasificar la información, por lo tanto, como un proceso activo de reinterpretación. La
sucesiva reorganización de la experiencia en esquemas permite el desarrollo de la
memoria y los eventos recordados que son reconstruidos de manera diferente en función
de la ampliación de los esquemas.

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La conducta prosocial y altruismo.
Piaget (1.896 – 1.980): dedicó prácticamente toda su obra al estudio del
desarrollo cognitivo, sobre todo del pensamiento y de la inteligencia. Par Piaget el
individuo va organizando su experiencia y conocimiento en esquemas cognitivos que a
través de dos procesos fundamentales (asimilación y acomodación) se va modificando.
El proceso de desarrollo se inicia a partir de esquemas sensorio motrices donde el
conocimiento está ligado a la acción directa, y termina en los esquemas de las
operaciones formales donde se han logrado niveles de abstracción más desligados de la
experiencia inmediata.

En los años sesenta, gracias al influjo de la teoría de la información, la teoría de


la comunicación, la teoría general de sistemas y sobre todo el desarrollo de los
ordenadores, la psicología general se hace cognitiva. Se concibe al ser humano no
como un mero reactor a los estímulos ambientales, sino como un constructor activo de
su experiencia, un “procesador activo de la información”. (Neisser, 1.967).

Las características generales del nuevo modelo de la psicología cognitiva son


(Mahoney, 1.974):

 La conducta humana está mediada por el procesamiento de información del sistema


cognitivo humano.
 Se distingue entre procesos (operaciones mentales implícitas en el funcionamiento
cognitivo) y estructuras (características permanentes del sistema cognitivo).
 Se proponen cuatro categorías generales de proceso cognitivos: atención
(selectividad asimilativa de los estímulos), codificación (representación simbólica
de la información), almacenamiento (retención de la información) y recuperación
(utilización de la información almacenada).
 Se destacan tres estructuras cognitivas: receptor sensorial (recibe la información
interna y externa), una memoria a corto plazo (que ofrece a corto plazo la
información seleccionada) y una memoria a largo plazo (que ofrece una retención
permanente de la información.

La persona no es un reactor al ambiente (conductismo) o a fuerzas organísticas


biológicas (modelo psicodinámico), sino un constructor activo de su experiencia, con
carácter intencional o propositivo.

La psicología cognitiva analiza científicamente los procesos y estructuras


mentales con el fin de comprender el comportamiento humano (Vega, 1985).

 ENFOQUES ACTUALES
Enfoque cognitivo-evolutivo: tiene dos corrientes:
 Enfoque de Kohlberg. Este enfoque considera la cognición como fundamento de la
moralidad. Kohlberg en el desarrollo moral establece tres modos de razonar sobre el
cumplimiento de las normas sociales y son los siguientes:

27
La conducta prosocial y altruismo.
1º Nivel Preconvencional: la persona resuelve los problemas en base a los intereses
concretos de las personas implicadas en la situación.

2º Nivel Convencional: la persona tiene en cuenta las normas sociales establecidas en


el grupo al que pertenece.

3º Nivel Posconvencional: la persona va más allá de las normas establecidas en la


sociedad y ahora resuelve los problemas basándose en unos principios universales para
cualquier persona o grupo social.

Kohlberg (1992) considera que la madurez de las estructuras cognitivas del


razonamiento moral motiva por sí mismas la conducta prosocial.

Pero ciertos estudios han encontrado en niños en edad preescolar la realización


de varias conductas prosociales y altruistas (López, 1998), por lo que el nivel de
desarrollo moral no es necesario para que se produzcan conductas altruistas.

 Enfoque de la empatía. Este enfoque considera la empatía como fundamento de la


moralidad. Los máximos representantes son Hoffman (1992) y Batson (1990).
Según estos autores, el motivo que subyace a la conducta prosocial es la empatía. La
empatía puede justificar por qué una persona aplica un principio moral y no otro en
un encuentro moral.
Para Hoffman (1990) el desarrollo de la empatía depende del desarrollo
cognitivo del individuo, ya que implica una compresión de la otra persona.

Hoffman diferencia cuatro tipos de malestar empático:


 Empatía global: los niños muy pequeños ya sienten una preocupación por el otro.
Durante el primer año por ejemplo si ven llorar a otro, actúan como si les ocurriera a
ellos mismos y se ponen a llorar también.
 Empatía egocéntrica: el niño no conoce los sentimientos internos del otro, pero
asume que son iguales a los propios.
 Empatía con los afectos del otro: a partir de los dos o tres años el niño puede ya
empatizar con emociones más complejas.
 Empatía con la situación vital de otra persona: al final de la infancia, el niño es
consciente del bienestar/malestar de otros no sólo de forma inmediata sino en el
trascurso del tiempo.

En la teoría de Hoffman el nivel más alto de empatía se corresponde a los


últimos años de la infancia y la adolescencia.

Batson (1995) encontró evidencia empírica de que la empatía es una fuente de


acción moral, incrementa las conductas prosociales y disminuye la agresión y otras
conductas antisociales.

Perspectiva multidimensional de la empatía


Davis (1983) describió la empatía desde una perspectiva multidimensional
incluyendo componentes cognitivos y emocionales.

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La conducta prosocial y altruismo.
Davis construye un instrumento, el IRI para medir la empatía compuesta por
cuatro factores: 2 cognitivos y 2 afectivos.

Los procesos cognitivos consistirían en:


 Toma de perspectiva”: adoptar el punto de vista el otro.
 Fantasía”: imaginar sentimientos y acciones de personajes ficticios.

Los procesos afectivos serían:


 Preocupación empática”: sentimientos de simpatía y preocupación orientados al
otro.
 Malestar personal”: sentimientos de ansiedad personal orientados al otro.

9.4. Psicología Humanista.


9.4.3. Psicología de la Gestalt
Gestalt es un término alemán, sin traducción directa al castellano, pero que
aproximadamente significa "forma", "totalidad", "configuración". La forma o
configuración de cualquier cosa está compuesta de una "figura" y un "fondo".

La psicología de la Gestalt pone de manifiesto la insuficiencia del elementalismo


(reducción de la mente a sus elementos en el estudio de la percepción).

El fenómeno descrito, que se ubica en el plano de la percepción, también


involucra a todos los aspectos de la experiencia. Es así como algunas situaciones que
nos preocupan y se ubican en el momento actual en el status de figura, pueden
convertirse en otros momentos, cuando el problema o la necesidad que la hizo surgir
desaparecen, en situaciones poco significativas, pasando entonces al fondo. Esto ocurre
especialmente cuando se logra "cerrar" o concluir una Gestalt; entonces ésta se retira de
nuestra atención hacia el fondo, y de dicho fondo surge una nueva Gestalt motivada por
alguna nueva necesidad. Este ciclo de abrir y cerrar Gestalts (o Gestalten, como se dice
en alemán) es un proceso permanente, que se produce a lo largo de toda nuestra
existencia.
El Enfoque Gestáltico (EG) es un enfoque holístico; es decir, que percibe a los
objetos, y en especial a los seres vivos, como totalidades. En Gestalt decimos que "el
todo es más que la suma de las partes". Todo existe y adquiere un significado al interior
de un contexto específico; nada existe por sí solo, aislado.

Friendlander, Goldstein y Wertheimer desarrollaron los principios de la


psicología de la percepción de la Gestalt, pero fundamentalmente el creador de la
aplicación a la terapia es Fritz Perls.
La terapia de la Gestalt, es más un enfoque fenomenológico existencial de la
persona que una técnica de psicoterapia.

29
La conducta prosocial y altruismo.
9.4.4. El altruismo para Perls.
Perls (1969) lo define, de acuerdo a los principios de su teoría, de la siguiente
forma: “en última instancia únicamente nos amamos a nosotros mismos, como que
también nos odiamos a nosotros mismos. El que encontremos esta cosa amada u odiada
dentro o fuera de nosotros mismos tiene que ver con quiebres en nuestros límites.”

En consonancia a este enfoque cuanto más tomamos consciencia de nuestro sí


mismo, más nos damos cuenta de que todas nuestras necesidades y motivos buscan una
satisfacción que en el fondo es puramente egoísta, por lo que el altruismo en la
naturaleza humana no existe para Perls. Cuanto más “crecimiento y desarrollo”
alcanzamos más nos separamos de la sociedad por que dejamos de desempeñar roles y
de proyectar el amor a sí mismo en los demás y de esta forma empezamos a “madurar”.

9.4.5. Psicología del ser de A. Maslow


La psicología del ser de Maslow, ha sido definida como la tercera psicología,
después del psicoanálisis y el conductismo. Es una teoría de la personalidad y de la
motivación que tiene como objeto de estudio la autorrealización como concepto que
supera al de “salud psíquica”.
Para comprender mejor la teoría de Maslow hay que analizar el concepto de
jerarquía de necesidades, planteado dentro de su teoría de la personalidad, muestra una
serie de necesidades que atañen a todo individuo y que se encuentran organizadas de
forma estructural (como una pirámide), de acuerdo a una determinación biológica
causada por la constitución genética del individuo. En la parte más baja de la estructura
se ubican las necesidades más prioritarias y en la superior las de menos prioridad.

Así pues, dentro de esta estructura, al ser satisfechas las necesidades de


determinado nivel, el individuo no se torna apático, sino que más bien encuentra en las
necesidades del siguiente nivel su meta próxima de satisfacción.

El punto ideal de la teoría de Maslow sería aquel en el cual el hombre se sienta


"autorrealizado" pero esto es muy raro, se podría decir que menos del 1% de las
personas llegan a la plena realización.

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La conducta prosocial y altruismo.
10. LAS NECESIDADES
De acuerdo con la estructura ya comentada, las necesidades identificadas por
Maslow son:

 NECESIDADES FISIOLÓGICAS: estas necesidades constituyen la primera


prioridad del individuo y se encuentran relacionadas con su supervivencia. Dentro
de éstas encontramos, entre otras, necesidades como la homeóstasis (esfuerzo del
organismo por mantener un estado normal y constante de riego sanguíneo), la
alimentación, el saciar la sed, el mantenimiento de una temperatura corporal
adecuada, también se encuentran necesidades de otro tipo como el sexo, la
maternidad o las actividades completas.
 NECESIDADES DE SEGURIDAD: con su satisfacción se busca la creación y
mantenimiento de un estado de orden y seguridad. Dentro de estas encontramos la
necesidad de estabilidad, la de tener orden y la de tener protección, entre otras.
Estas necesidades se relacionan con el temor de los individuos a perder el control de
su vida y están íntimamente ligadas al miedo, miedo a lo desconocido, a la
anarquía...
 NECESIDADES SOCIALES: una vez satisfechas las necesidades fisiológicas y de
seguridad, la motivación se da por las necesidades sociales. Estas tienen relación
con la necesidad de compañía del ser humano, con su aspecto afectivo y su
participación social. Dentro de estas necesidades tenemos la de comunicarse con
otras personas, la de establecer amistad con ellas, la de manifestar y recibir afecto, la
de vivir en comunidad, la de pertenecer a un grupo y sentirse aceptado dentro de él,
entre otras.
 NECESIDADES DE RECONOCIMIENTO: también conocidas como las
necesidades del ego o de la autoestima. Este grupo radica en la necesidad de toda
persona de sentirse apreciado, tener prestigio y destacar dentro de su grupo social,
de igual manera se incluyen la autovaloración y el respeto a sí mismo.
 NECESIDADES DE AUTO SUPERACIÓN: también conocidas como de
autorrealización o autoactualización, que se convierten en el ideal para cada

31
La conducta prosocial y altruismo.
individuo. En este nivel el ser humano requiere trascender, dejar huella, realizar su
propia obra, desarrollar su talento al máximo.
El altruismo para Maslow.
Es en la cúspide de su pirámide de necesidades, la necesidad de autorrealización
personal, donde Maslow ve el altruismo, en concreto dice al respecto: “ha resultado así
a pesar de mis cuidadosos esfuerzos por descubrir el hecho empírico de que las personas
que se auto realizan, son altruistas…” dice que una de las características de la
autorrealización es que la persona se vuelve altruista, pero no define qué es ser altruista.

10.1. Psicología Positiva


Daniel Goleman, es el representante de lo que se ha llamado Psicología Positiva,
con la publicación de su libro “Inteligencia emocional” en 1995.

La inteligencia emocional es una forma de interactuar con el mundo que tiene


muy en cuente los sentimientos, y engloba habilidades tales como el control de los
impulsos, la autoconciencia, la motivación, el entusiasmo, la perseverancia, la empatía,
la agilidad mental, etc. Ellas configuran rasgos de carácter como la autodisciplina, la
compasión o el altruismo, que resultan indispensables para una buena y creativa
adaptación social.

La idea fundamental del libro es que concibe la Inteligencia Emocional (IE)


como el factor clave para una adaptación exitosa en las diferentes contingencias de la
vida y que la IE “es en definitiva un conjunto de meta habilidades que pueden ser
aprendidas”.

La idea de la IE tuvo precursores que con sus aportes permitieron elaborar un


concepto de gran actualidad; entre ellos, Thornike (1920), quien la definió como “la
habilidad para comprender y dirigir a los hombres y mujeres, muchachas y muchachos,
y actuar sabiamente en las relaciones humanas”.

Puede agregarse que “la IE trata acerca del sentir, entender, controlar y
modificar estados anímicos propios y ajenos” Es un concepto relacionado con la
diferenciación de respuestas que pueden ofrecer los individuos ante situaciones
determinadas; es “una destreza que nos permite conocer y manejar nuestros propios
sentimientos, interpretar o enfrentar los sentimientos de los demás; sentirnos satisfechos
y ser eficaces en la vida, a la vez que crear hábitos mentales que favorezcan nuestra
propia productividad”.

Está formada por cinco actitudes emocionales:


 Autocontrol: Mantener bajo control las tensiones y emociones perjudiciales.
 Confiabilidad: Mantener normas de honestidad e integridad.
 Escrupulosidad: Aceptar la responsabilidad del desempeño individual.
 Adaptabilidad: Flexibilidad para reaccionar ante los cambios.

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La conducta prosocial y altruismo.
 Innovación: Apertura y disposición ante ideas y enfoques novedosos.

1. Motivación: Referida a las tendencias emocionales que guían o facilitan el


cumplimiento de las metas establecidas. La motivación se compone por cuatro
actitudes emocionales:

 Afán de triunfo: Interés orientado de mejorar o responder a una norma de


excelencia.
 Compromiso: Alinearse con los objetivos de un grupo u organización.
 Iniciativa: Disposición para reaccionar y aprovechar las oportunidades.
 Optimismo: Persistencia para cumplir objetivos; a pesar de barreras y retrocesos
que pueden presentarse.

2. Inteligencia interpersonal. (Externas, de relación): Se refiere a la capacidad que


tiene el individuo de entender las emociones de las otras personas y actuar en
consonancia con ellos.
3. Empatía: Es la capacidad de tener conciencia y captar los sentimientos, necesidades
e intereses de los otros y desde su perspectiva; saber qué quieren o qué necesitan y
cultivar la afinidad con una amplia diversidad de personas.
En la empatía se destacan cinco actitudes emocionales:

 Comprender a los demás: Percibir los sentimientos y perspectivas ajenas e


interesarse por sus preocupaciones.
 Ayudar a los demás a desarrollarse: Darse cuenta de las posibilidades de desarrollo
de los demás, reforzar sus habilidades y estimular su capacidad.
 Orientación hacia el servicio: Prever, reconocer y satisfacer necesidades de otros.
 Aprovechar la diversidad: Desarrollar las oportunidades a través de personas
diversas.
 Conciencia política: Interpretar las corrientes sociales, políticas y emocionales del
grupo y el poder de las relaciones entre sus miembros.

3. Habilidades sociales: Implica experticia para inducir respuestas deseadas en los


otros.
Comprende ocho capacidades emocionales:

 Influencia: Idear tácticas efectivas de persuasión.


 Comunicación: Practicar una buena escucha y elaborar mensajes convincentes.
 Manejo de conflictos: Saber negociar y resolver los desacuerdos que se presenten
dentro de un grupo.
 Liderazgo: Capacidad para inspirar y guiar a individuos o a grupos.
 Catalizador de cambios: Iniciar o manejar las situaciones nuevas.
 Establecer vínculos: Alimentar y reforzar las relaciones interpersonales.
 Colaboración y cooperación: Trabajar con otros para lograr metas compartidas.

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La conducta prosocial y altruismo.
 Habilidades de equipos: Ser capaz de crear sinergia para la persuasión de metas
colectivas.

4. El altruismo en la IE.
Para Goleman, el altruismo radicaría en la empatía que sería consecuencia del
desarrollo de nuestras emociones y por tanto de la adquisición de la destreza de
comprender a los demás.

11. INSTRUMENTO DE EVALUACION DE LA CONDUCTA PROSOCIAL-


ALTRUISTA
Existe una diversidad de instrumentos que miden conducta prosocial. Dicha
evaluación psicológica puede tener tres fuentes distintas de información: el propio
sujeto (auto-evaluación), sus pares, u otros asimétricos (por ejemplo, padres, profesores,
experimentador).

Los instrumentos más relevantes son los siguientes:


11.1. Instrumentos de Autoevaluación.

 Escala de Conducta Prosocial. Es una escala compuesta por quince ítems que
evalúa las conductas de altruismo, de confianza y de agradabilidad a través de tres
alternativas de respuesta en función de la frecuencia con que se den cada una de las
conductas descritas. El Alfa de Cronbach para el test completo fue de .71 y mostró
evidencias de adecuada validez concurrente. Fue adaptada en la Argentina (Urquiza,
2005), con una muestra de adolescentes de doce a quince años de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires y la Provincia de Buenos Aires. Es un test diseñado
originalmente para ser aplicado en niños.

 Escala para la Medición de la Conducta Prosocial en Adultos. Es una escala de


dieciséis ítems, Tipo Likert y con cinco opciones de respuesta. Cada ítem refleja
comportamientos y sentimientos que pueden ser incluidos en una de cuatro clases de
acciones: de ayuda, de compartir, de cuidar, y ser empático con los otros. El Alfa de
Cronbach para el test completo fue de .91 y la media de la correlación ítem-test
corregida, 59. Mediante Teoría de la Repuesta al Ítem se determinó que la escala
discrimina muy bien en individuos con un rasgo relativamente moderado, y tiene
menos poder de discriminación en personas altamente pro sociales.

 Escala para la Evaluación de Prácticas Prosociales. Con 23 ítems en total, está


compuesta por seis subescalas, que reflejan diferentes tipos de comportamiento
prosocial: público (4 ítems, Alfa de Cronbach = .78), anónimo (5 ítems, Alfa de
Cronbach = .85), en situaciones de urgencia (3 ítems, Alfa de Cronbach = .63),
emocional (4 ítems, Alfa de Cronbach = .75), complaciente (2 ítems, Alfa de
Cronbach = .80) y altruista (5 ítems, Alfa de Cronbach = .74). Los ítems se valoran

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La conducta prosocial y altruismo.
mediante una escala Likert de cinco opciones (1: no me describe en absoluto; 5: me
describe en gran medida). Se aplicó a una muestra de adolescentes tardíos (Media de
edad = 19,9 años). Mostró adecuadas evidencias de validez de constructo,
discriminante, convergente y predictiva.

 Inventario de Habilidades Sociales para Adolescentes (Teenage Inventory of


Social Skills [TISS] de Inderbitzen & Foster, 1992). El TISS evalúa la conducta
prosocial y agresiva de los adolescentes en las relaciones con sus pares. Consta de
cuarenta ítems agrupados en dos escalas: Conducta Prosocial y Conducta Antisocial.
Los ítems se valoran mediante una escala Likert de seis opciones (1: no me describe
nada; 6: me describe totalmente). El TISS ofrece dos puntuaciones, una para
conducta prosocial y otra para conducta antisocial, las cuales se obtienen sumando
los valores asignados por los sujetos a los veinte ítems que componen cada
dimensión.

 Escala de Habilidades Prosociales para Adolescentes ([EHP‐A] de Morales


Rodríguez, & Suárez Pérez, 2011). La escala, destinada a adolescentes, se encuentra
conformada por 20 ítems, distribuidos cuatro factores: Toma de Perspectiva;
Solidaridad y Respuesta de Ayuda, Altruismo y Asistencia. Los ítems se valoran
mediante una escala Likert de cuatro opciones (1: me describe bien, 4: no me
describe). El coeficiente Alfa de Cronbach de la escala fue de .86. Se obtuvieron
evidencias de adecuada validez convergente.

 Cuestionario de Conducta Pro social (Sánchez Queija, Oliva, & Parra, 2006). Es
un cuestionario destinado a adolescentes y consta de siete ítems, a responder en una
escala Likert de uno a cuatro si se han realizado las siguientes conductas: consolar a
un chico o chica (par) que estaba triste o deprimido, quedar al cuidado de algún niño
pequeño sin recibir dinero, dar dinero a instituciones benéficas, realizar tareas
sociales de voluntariado en ONG, ayudar a personas con deficiencias físicas o
sensoriales, devolver dinero o algún objeto perdido a un desconocido y, por último,
cuidar a enfermos o personas mayores. El coeficiente Alfa de Cronbach fue de 67;
Spearman-Brown fue de .7 (impares frente a pares).

 Escala para la Medición de la Conducta Pro social-Antisocial en el Ámbito Vital y


en el Tráfico (López de Cózar, Alonso Plá, y Alamar Rocati, 2008). Cuenta con las
siguientes subescalas: prosocialidad vital, prosocialidad vial, altruismo, asertividad
y empatía. Se ha elaborado un inventario de comportamientos representativos de las
dimensiones, evaluando la frecuencia con que los entrevistados realizan dichas
conductas en una escala de 1 (nunca) a 4 (siempre). Las escalas con mayor
consistencia interna fueron la de prosocialidad vital (Alfa de Cronbach = 81) y la de
empatía (Alfa de Cronbach =77), aunque todas obtuvieron un Alfa de Cronbach
superior a 5.

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La conducta prosocial y altruismo.
 Batería de Socialización para Adolescentes ([BAS3] de Silva & Martorell, 1987).
Versión autoevaluativa de la BAS para medir dimensiones de orientación
interpersonal, aplicable desde los once hasta los diecinueve años. Contiene setenta y
cinco ítems, siendo la modalidad de respuesta binaria (Sí, No). Se compone de cinco
escalas de socialización: consideración hacia los demás, autocontrol en las
relaciones sociales, retraimiento social, ansiedad social/timidez y liderazgo. Estas
escalas se agrupan en dos factores: conducta prosocial-conducta antisocial, y
sociabilidad-insociabilidad. El coeficiente Alfa de Cronbach osciló entre .73 y .82.
Fue adaptada en Tucumán (Argentina) con una muestra de adolescentes
escolarizados con edades de entre diez y quince años (Lacunza, Caballero, &
Contini, 2013).

 Batería de Personalidad Pro social (Pro social Personality Battery [PSB] de


Penner, Fritzsche, Craige, & Freifeld, 1995). Estos autores desarrollaron la batería
de Personalidad Prosocial, de cincuenta y seis ítems, la cual consideran compuesta
por dos factores: empatía orientada hacia los otros (la tendencia a experimentar
empatía y sentir la responsabilidad y preocupación por el bienestar de los demás) y
tendencia a ayudar (una autodescripción acerca del involucramiento en actividades
de ayuda). El coeficiente Alfa de Cronbach de ambos factores sobrepasó los .80. La
confiabilidad test–retest fue de .77 en el factor de empatía orientada hacia los otros y
de .85 en el factor de tendencia a ayudar.

11.2.Instrumentos de Heteroevaluación
La evaluación externa al propio sujeto se utiliza principalmente en niños y, en
segundo lugar, en adolescentes. En niños las medidas de autoinforme no se consideran
válidas por diversos motivos: dificultades de comprensión y lectura, así como escasa
capacidad de autoobservación (Guijo Blanco, 2003).

 Evaluación por pares: Se realiza principalmente a través de dos tipos de


instrumentos, cuestionarios estructurados y sociogramas. Las técnicas sociométricas
son las que tienen la mayor validez predictiva, manifestando una alta correlación
entre sí. Se basan en preguntar a todos los miembros del grupo acerca del resto
(Guijo Blanco, 2003).

 Evaluación por otros asimétricos: Se utilizan principalmente escalas de


apreciación, observación sistemática en contextos naturales y experimentales,
entrevistas semiestructuradas e inventarios estructurados para la observación del
niño o adolescente (Eisenberg & Fabes, 1998; Guijo Blanco, 2003). Algunos de los
inventarios estructurados más importantes son:

 Escala de Comportamientos del Niño (Child Behavior Scale [CBS] de Ladd &
Profilet, 1996). Es una medida de los comportamientos de agresión, retraimiento y
conducta prosocial en niños, a completar por el docente. Está compuesta por
diecisiete ítems agrupados en dos escalas, Agresividad con los Pares y Prosocialidad

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La conducta prosocial y altruismo.
 con los Pares. La modalidad de respuesta es una escala Likert de tres opciones (0 =
no es verdad; 1 = a veces es verdad; 2 = siempre es verdad). El coeficiente Alfa de
Cronbach para ambas escalas fue de .93. Se obtuvieron evidencias de validez
concurrente.

 Cuestionario de Conducta Pro social (Pro social Behaviour Questionnaire [PBQ]


de Weir & Duveen, 1981). El cuestionario contiene veinte ítems que describen
conductas prosociales. El docente informa de las conductas que observa en sus
alumnos y los padres valoran la conducta de su hijo en el ambiente familiar. Se
aplica a la etapa adolescente. La modalidad de respuesta es una escala Likert de tres
opciones (0 = no aplica; 1 = a veces aplica; 2 = ciertamente aplica). El coeficiente
Alfa de Cronbach fue de .93 o de .94 según la muestra. Se obtuvieron evidencias de
validez concurrente.

11.3.Instrumento Mixto (Auto y Heteroevaluación)

 Cuestionario de Conducta Prosocial ([CCP y CCP-H] de Martorell, Aloy, Gómez,


& Silva, 1993). El inventario contiene dos partes: una autoevaluación (CCP), de
cincuenta y cinco ítems y una evaluación realizada por padres, docente u otras
personas cercanas al sujeto con una formulación similar, pero en tercera persona.
Todos los reactivos son valorados en una escala Likert de cuatro opciones. Está
orientado a dirigido a niños mayores y adolescentes de entre 10 y 17 años. El
conjunto de factores hallados (empatía, respeto, relaciones sociales y liderazgo)
presentan una elevada consistencia interna (Alfa de Cronbach = .92). La
consistencia de cada uno de los factores considerados por separado fue como
mínimo de .72. En cuanto a la estabilidad temporal del cuestionario, se puede decir
que también es elevada (r de Pearson = 82).

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La conducta prosocial y altruismo.
CONCLUSIÓN.
De acuerdo con la bibliografía revisada, es posible afirmar que el término
Conducta Pro social emerge como categoría teórica a raíz de una demanda social que
surge debido al aumento de manifestaciones agresivas y delincuencia. Ahora bien
asumir la prosocialidad como herramienta para la prevención de las violencias y la
agresividad, implica generar la apropiación de nuevos conocimientos, nuevas formas
alternativas de interacción social y convivencia. Lo anterior supone la idea de asumir a
la familia como el eje central para el desarrollo de la prosocialidad porque permite la
interiorización de elementos básicos de la cultura a partir del proceso de crianza, tales
como modelos, valores y normas que les permiten adquirir a los niños/as roles y
habilidades para el manejo y resolución de conflictos, a partir del despliegue de
habilidades cognitivas, afectivas y sociales a través de experiencias directas y vicarias
con sus cuidadores.

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La conducta prosocial y altruismo.
BIBLIOGRAFÍA.

 La conducta prosocial-Agustín Moñivas.


 Revisión histórica del concepto altruismo y prosocialidad-Roberto Montagud
Rodríguez.
 Conducta prosocial y psicología positiva-Walter Arias Gallegos
 Estudio e intervención en la conducta Prosocial-Altruista-Dª Mª del Rosario Ruiz
Olivares.
 Altruismo y solidaridad en Estado de Bienestar-Juan Pablo Stiefken Arboleda.
 Altruismo-Ángel M. Faema
 Aproximaciones epistemológicas y conceptuales de la conducta prosocial-María
Cristina Correa Duque.

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