Trabajo de Psicologia Social 123456
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La conducta prosocial y altruismo.
1. LA CONDUCTA PROSOCIAL-ALTRUISTA
1.1. ORGEN DE SU ESTUDIO.
El origen del interés por el altruismo habría que situarlo, probablemente, en nuestros
más remotos ancestros. Ya desde la Prehistoria, existía una preocupación por el bien y
el mal, representada por dioses que castigaban o beneficiaban, según ellos, en función
del comportamiento de las personas. A nivel muy general, se puede decir que se creía
que si una persona era buena, generosa y condescendiente con las demás podía ser
beneficiada en multitud de aspectos por los dioses (cosechas, hijos, salud, etc.), pero si
su comportamiento era egoísta y poco considerado, creían que los dioses se podrían
enfadar con ellos y castigarles duramente con alguna desgracia. En este sentido, se
puede decir que, a partir de sus creencias, el control de sus vidas estaba en manos de la
voluntad externa de dichos dioses y no había lugar para planteamientos más racionales e
internos sobre por qué se comportaban de una forma o de otra.
Primero, una persona puede realizar un acto de ayuda por razones egoístas, es decir,
por la mera satisfacción de sentirse bien con uno mismo.
Segundo, por razones altruistas, a partir de las cuales la persona busca
fundamentalmente el beneficio del otro.
Sin embargo, y a pesar del esfuerzo realizado, la dificultad que entrañaba resolver
estas cuestiones, mermaba la aportación de respuestas satisfactorias que resolvieran el
enigma, el beneficio parecía ser el centro de interés del comportamiento de las personas
(Batson, 1991).
Con estas premisas, se podían vislumbrar dos posibles argumentos a partir de los
cuales los individuos realizaban comportamientos altruistas o egoístas: en un caso, las
personas se podían. Según Savater (1988) dichas aportaciones pueden quedar divididas
en tres ideas fundamentales:
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La conducta prosocial y altruismo.
Las personas realizan actos de ayuda hacia los demás, porque existe algo natural en
ellas que les hace comportarse así.
Las personas llevan a cabo comportamientos altruistas, porque cuentan
internamente con una regla o norma interiorizada que les permite comportarse de
esa manera.
Las personas desarrollan comportamientos altruistas, motivados por un sentimiento
egoísta que les hace sentirse culpables de la situación.
Darley y Latané (1968): establecen que cuantas más personas presencien y observen
una situación de emergencia menos probabilidades hay de que alguien desarrolle un
comportamiento altruista. Estos autores hacen hincapié en dos razones fundamentales
que justifican este efecto:
López (1994) es uno de los autores que mejor une ambos términos. Dicho autor
define el altruismo como la disposición, u orientación hacia el bien de los otros que se
manifiesta en diversas conductas, y por esas conductas altruistas, entiende que son
aquellos comportamientos que benefician a otros, provocando o manteniendo efectos
positivos; quien los lleva a cabo lo hace voluntariamente, con la intención de ayudar a
los demás y sin anticipar recompensas a corto o largo plazo; y por último, la conducta
debe suponer más costes externos que beneficios externos.
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La conducta prosocial y altruismo.
definición y que se podrían denominar “motivacionales” y, otro, centrado más en
aspectos observables y definibles operacionalmente, que se podrían llamar
“conductuales”.
Chacón (1986) establece que los autores que apoyan una definición más
conductual consideran que este tipo de comportamientos se definen por sus
consecuencias y por hechos observables, y no por la intención supuesta de la persona
que realiza el comportamiento.
Por otro lado, los autores que apoyan las definiciones motivacionales, se
caracterizan por tener en cuenta dicha intención de la persona que va a realizar ese
comportamiento, como un aspecto imprescindible para considerar un acto altruista.
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La conducta prosocial y altruismo.
Según Batson y Powell (2003), la conducta prosocial abarca todas aquellas
acciones que tienen como objetivo beneficiar a una o más personas antes que a sí
mismo, con conductas tan variadas como la ayuda, la cooperación, la acción de
confortar o compartir, etc.
González (1992) define la conducta prosocial como una conducta social positiva,
con/sin motivación altruista. Dicho término tiene las ventajas de abarcar todo tipo de
comportamientos de ayuda y aportar consistencia al constructo.
Por esta razón, algunos autores (González, 1992; Garaigordobil, 1994; López,
1994) afirman que toda conducta altruista puede ser considerada prosocial, pero toda
conducta prosocial no puede ser considerada altruista.
De esta manera, el problema no parece que sea el uso de un término u otro, sino
el considerar o no en dicha definición la motivación intrínseca o intención última que
lleva a la persona a comportarse de esa forma. Esta dicotomía provoca que haya autores
que distingan entre conducta altruista y conducta prosocial en función de dicha
motivación, como Rodin y Pilliavin (1969), y otros que no distingan entre una y otra,
pues consideran que son dos formas distintas de referirse al mismo aspecto (Rushton y
Roche, 1982).
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La conducta prosocial y altruismo.
conducta prosocial-altruista, y la definición de conducta prosocial propuesta por Roche
(1995) que no diferencia ambos términos y por lo tanto, no tiene en cuenta el aspecto
motivacional, como criterio diferenciador o clasificatorio de tales tipos de
comportamiento.
3. TIPOS DE ALTRUISMO
Existen diversas clases de altruismo entre las cuales se pueden identificar cinco
tales como:
proto altruismo; está considerado como una actitud bajo instinto que se evidencia y
reflejan los seres humanos y los animales, asociados a la crianza y protección
materna o paterna.
Altruismo psicótico; está asociada con aquella conducta que va más allá de los
límites, ya que la persona puede causarse daño e inclusive puede arriesgar de
manera excesiva su propia vida.
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La conducta prosocial y altruismo.
Altruismo conflictivo; se trata de un altruismo que se origina en un conflicto, este
tipo de altruismo se considera como elementos patológicos
Pseudo altruismo; las personas que tienen pseudo altruismo, se identifican como
mártires y son individuos despegados de sí mismos e incluso con patologías
asociadas al narcisismo y masoquismo.
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La conducta prosocial y altruismo.
las situaciones de emergencia ocurren repentinamente y el factor temporal es clave
en la elección de ayudar.
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La conducta prosocial y altruismo.
4.1.1. Contexto familiar.
La familia es el primer contexto socializador en el que se ve integrada la
persona, y donde comienza ese aprendizaje y esa interiorización a la que se ha hecho
antes referencia, en la que se incluyen aspectos culturales, normativos y educativos
importantes para la misma. Según Maganto (1994), la familia ha de cumplir dos
funciones básicas:
Pero, ¿en qué medida este proceso, desarrollado en este contexto, colabora en la
transmisión de conductas como las prosociales-altruistas? Para responder a esta
pregunta es necesario hacer hincapié en dos tipos de interacciones:
Por un lado, la interacción parental, donde tienen cabida factores como la historia
afectiva, el modelado parental, la práctica educativa y el tipo de disciplina aplicado.
Por otro lado, la interacción filial, es decir, la influencia que ejerce en este tipo de
comportamientos la relación con los hermanos.
López, 1994 y Miller, 1995, afirman, que los padres cálidos y afectuosos y que
practican los valores prosociales que predican, parecen estimular el desarrollo del
altruismo en sus hijos. La evidencia empírica en este sentido es bastante clara, los
padres que son considerados prosociales-altruistas y que muestran con frecuencia afecto
al niño, tienen más posibilidades de ser modelos a imitar por sus hijos, por lo que éstos
son más susceptibles de realizar este tipo de comportamientos.
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La conducta prosocial y altruismo.
La primera práctica educativa denominada dictatorial, donde los padres establecen
límites muy estrictos ante las diferentes necesidades o deseos expresados por el
niño.
Otra denominada democrática, en la que los padres establecen una serie de normas
claras, con la intención de desarrollar en sus hijos conductas maduras y razonadas.
por último, un tipo de práctica denominada permisiva, la cual se caracteriza por
establecer relativamente pocas exigencias a los hijos y raramente ejercen un control
firme sobre ellos.
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Por un lado, se podría distinguir el clima autoritario, donde no se fomentarían la
iniciativa personal, la espontaneidad ni la capacidad crítica y el incumplimiento de
las normas sería fuertemente castigado.
En segundo lugar, estaría el clima permisivo, que se caracterizaría por la no
existencia de disciplina, ni normas que cumplir.
Por último, el clima democrático, que fomentaría la responsabilidad, el
compañerismo y el respeto hacia los demás, si es necesario mediante el
cumplimiento de normas.
En general, y teniendo en cuenta este tipo de conductas, se puede decir que los
niños refuerzan las acciones prosociales-altruistas de sus compañeros con frecuencia, lo
que aumenta la conducta prosocial-altruista de quienes reciben el refuerzo y son,
muchas veces, modelos a seguir por los demás.
De la misma manera que algunos estudios han comprobado que los programas
de televisión con un contenido violento y agresivo, ejercen una cierta influencia en el
desarrollo de conductas violentas y agresivas, se intuye que programas con un contenido
más prosocial-altruista fomentarían este tipo de comportamientos.
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Ceden su tiempo: Estas personas están dispuestas a dedicar su tiempo para ayudar a
quien lo necesite; usualmente están dispuestas a escuchar.
Comparten: No tienen problemas en compartir lo que tienen: comida, dinero,
tiempo, conocimientos. Son generosas.
Muestran empatía: Son capaces de ponerse en el lugar de los demás y entender las
situaciones personales ajenas. Se sienten involucradas con el mundo.
Promueven el conservacionismo: Los altruistas entienden que el planeta es el
único hogar que tiene el ser humano, y en virtud de eso, protegen el medioambiente
y el entorno donde viven.
Están en contra de las guerras y los conflictos: Las personas altruistas rechazan
las guerras por constituir el medio menos eficaz de mantener la paz, y por las
consecuencias desastrosas que traen a las sociedades.
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La conducta prosocial y altruismo.
personas, Harcourt (1995) responde a una serie de interrogantes que aportan una
panorámica general sobre los descubrimientos hechos en el comportamiento animal
sobre conducta prosocial. Por ejemplo, ante la pregunta ¿por qué los animales
cooperan entre sí?, este autor comenta que con ese tipo de comportamientos aumentan
sus posibilidades de sobrevivir, aparearse y criar su propia descendencia; porque
aumentan la reciprocidad entre individuos, aunque no sea de forma inmediata; y porque
protegen la permanencia genética de su propia familia, o también denominado proceso
de “selección familiar”. ¿Cuándo cooperan los animales, en qué circunstancias lo
hacen? Harcourt (1995) explica que, en función de los costes y beneficios que reporte
dicho comportamiento, los animales realizarán una acción u otra, en función del coste
individual que le suponga la conducta prosocial. Tan sólo se obvia el coste de dicha
conducta, cuando la víctima es un pariente cercano. También influye el número de
recursos: materiales y personales. Si son escasos dichos recursos, es más probable que
se realicen comportamientos cooperativos entre parientes que si son abundantes. Es
decir, si hay una gran abundancia de comida, por ejemplo, es más probable que no se
desarrollen conductas prosociales, que si hay escasos recursos alimenticios. Por último,
este autor responde a la cuestión ¿con quién suelen cooperar estos animales? Como ya
se ha comentado, los animales cooperan sobre todo con individuos que guarden
parentesco con ellos, en función de la relación que establezcan con los distintos
miembros del grupo y la capacidad de competición que exista entre las partes (jerarquía
dentro del grupo elevada o baja) (Harcourt, 1995). Esto quiere decir que los animales
ayudan sobre todo a los de su misma especie, pero esto también va a depender de la
jerarquía que se establezca entre ellos, pues parece que los individuos que están por
debajo prestan más ayuda que los individuos localizados en escalas de jerarquía
superiores.
5.1.2. La edad.
La mayoría de los estudios científicos señalan que con la edad aumenta el
repertorio de los comportamientos pro sociales-altruistas (Pilliavin, 1969; Dreman y
Greenbaum 1973), proponen algunas de las razones que determinan dicho aumento
conductual. Estos autores señalan que los niños mayores cuentan con más experiencias
y éstas les ayudan a conocer cuándo prestar su ayuda a los demás; también parece que
su desarrollo cognitivo va evolucionando y se refleja en el grado de empatía que
muestran ante la petición de ayuda de alguien; y, por último, con la edad, aprenden a
controlar sus propios estados afectivos negativos.
Desde una perspectiva más actual, López (1994) establece que con la edad puede
cambiar la capacidad de toma de perspectiva, la capacidad empática y la habilidad para
ayudar, y, sobre todo, aumenta la repetida exposición ante experiencias socializadoras
que facilitan y refuerzan las conductas pro social-altruista.
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5.1.3. El sexo.
El conjunto de investigaciones dedicado al esclarecimiento de la relación entre el
sexo y la conducta prosocial-altruista se puede dividir en dos grupos en función del
objetivo planteado. Así, por un lado, hay trabajos que se interesan en comprobar si un
sexo es más prosocial-altruista que otro, y, por otro lado, trabajos, que se centran en
indagar cuáles son los aspectos que determinan dichas diferencias. Con respecto a la
primera cuestión, aparentemente puede parecer que, entre uno y otro sexo, la mujer es
más prosocial-altruista que el hombre. Sin embargo, en la lectura e interpretación de los
resultados que se obtienen de la literatura empírica, se percibe cierta controversia ante
esta hipótesis. Así, se pueden encontrar trabajos en los que no existen diferencias
significativas entre un sexo y otro (Borofsky, Stollak y Messé, 1971).
5.1.5. La personalidad.
Por otro lado, destaca la clasificación realizada por Staub (1974, 1980) que
guarda cierta relación con la anterior, distinguiendo dos tipos de personalidad en
función del factor “orientación pro social”: personas con una orientación pro social,
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que llevan a cabo comportamientos pro sociales-altruistas, por creer que es lo natural y
que además, tienen una visión positiva de los demás; personas que se rigen por normas
que consideran obligatorias, es decir, otorgando gran importancia a las normas
morales, pensando que los demás son fundamentalmente egoístas, y si se llega a realizar
algún acto pro social-altruista es porque alguna norma así lo requiere. La influencia de
este factor ha sido ratificada por otras investigaciones como la realizada por Wilson
(1976) y Petruska (1984). Estos autores encontraron que cuando los costes por ayudar o
por no ayudar son bajos, las personas orientadas a la estima (eficaces, competentes,
activos, etc.) ayudan con más frecuencia e intensidad que las orientadas a la seguridad
(ansiosos, inseguros, pasivos, etc.).
Otros autores que también han intentado clasificar la personalidad pro social-
altruista, son Darlega y Gerzelak (1982; Garaigordobil, 2003). Estos autores se
fundamentan en aspectos concretos como la cooperación y la competición. Distinguen
entre: personas con actitud competidora, que buscan su propio beneficio en sus
relaciones con los demás, de forma que si llevan a cabo comportamientos prosociales-
altruistas es porque van a obtener ciertas ventajas; personas cooperadoras, que desean
que el resultado positivo de alguna acción les llegue a todas las personas, que intentan
obtener el mejor resultado para los demás y para sí mismas; personas individualistas,
que apenas se interesan por lo que ocurre con las personas que les rodean, y sólo
dedican sus esfuerzos a conseguir los mejores resultados para sí mismas; por último,
personas igualitarias, que intentan equiparar los resultados obtenidos por ellas mismas
y por los demás, para que, en ambos casos, el balance sea satisfactorio.
Sin embargo, a pesar de estos intentos de clasificación, hoy por hoy, no se puede
afirmar que exista una personalidad prosocial-altruista propiamente dicha. Lo que sí
parece probable es que exista una asociación entre la predisposición a comportarse de
una forma prosocial-altruista y determinados rasgos de la personalidad. En este sentido,
destacan estudios que relacionan aspectos de la personalidad con variables de tipo
situacional; otros que relacionan aspectos como la empatía disposicional, la autoestima
o la responsabilidad social con la realización de comportamientos prosociales-altruistas,
y por último, aquellos que consideran variables de la personalidad como la
expresividad, la sociabilidad, la asertividad y la simpatía, factores que predisponen más
fácilmente a las personas para llevar a cabo comportamientos pro sociales-altruistas.
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La conducta prosocial y altruismo.
Dentro de estas variables afectivas, cabe destacar la influencia que ejerce la
empatía, los sentimientos de culpa y el estado emocional del sujeto, motivadores
internos de la conducta prosocial-altruista.
En cuanto a la primera variable, la empatía, cabría decir que es una de las más
destacadas por la influencia que parece ejercer en la conducta prosocial-altruista. La
definición de empatía no está consensuada entre los diferentes autores, pues
dependiendo de la importancia que se le dé al proceso cognitivo o al proceso
afectivo de la misma, se tiene en cuenta una definición u otra. Hoffman (1976) fue
uno de los primeros autores que afirmó que ambos procesos interactuaban entre sí,
ya que sin conocimiento no puede existir una experiencia afectiva empática y, por lo
tanto, no se puede interactuar con la otra persona.
Parece obvio afirmar que para que se produzca una experiencia o un sentimiento
empático es necesario un proceso cognitivo previo, en el que se adquiera cierta
información sobre la situación y se llegue a experimentar dicho sentimiento empático.
Esta experiencia podrá ser la que conduzca a la persona a realizar con mayor
probabilidad, un comportamiento pro social-altruista.
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La conducta prosocial y altruismo.
cuando existe relación entre dichos comportamientos y la empatía disposicional, se
puede decir que dicha relación es más fuerte y consistente que la establecida con la
empatía situacional (Fuentes, 1988).
Otra variable afectiva que también ejerce una cierta influencia en los
comportamientos prosociales-altruistas es el estado emocional del sujeto. En
general, se puede decir que esta variable también ha suscitado un gran interés
científico a la hora de relacionarla con la conducta prosocial-altruista, pues se
supone que la activación emocional es un componente importante de la motivación a
la que ya se ha hecho referencia, y que interactúa con las variables situacionales de
un momento concreto. De esta forma, se ha visto que cuando la persona experimenta
sentimientos positivos es más probable que lleve a cabo comportamientos
prosociales altruistas.
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La conducta prosocial y altruismo.
son más contradictorios que los anteriores, pues parece que el llevar a cabo o no una
conducta prosocial-altruista va a depender del tipo de sentimiento negativo al que se
haga referencia (Peterson, 1977 y López, 1994). Dicho estado también va a variar de
una forma o de otra en función de la edad. Así, parece que los adultos ante un estado
emocional negativo presentan más comportamientos prosociales-altruistas anónimos
que los niños (Cialdini, 1982).
Según Ortiz (1993) es la capacidad para ponerse en el lugar del otro, comprender
sus pensamientos, sentimientos, motivos y conductas.
Otra de las variables cognitivas que se deben tener en cuenta en el estudio de este
comportamiento, es el juicio moral o razonamiento moral, donde juegan un papel
importante las normas socio-morales. Cuando se habla de normas sociales es
inevitable hacer mención al proceso de socialización en el que se ve inmerso el
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La conducta prosocial y altruismo.
individuo y donde son adquiridas estas normas culturales básicas, a partir de las
cuales la persona formará su propia red de normas personales.
Otro aspecto que debe ser considerado dentro de las variables cognitivas es el
concepto de naturaleza humana. A partir de este, parece que aquellas personas que
tienen una imagen positiva del resto del género humano, de sus relaciones
interpersonales y de la capacidad de llevar a cabo conductas prosociales-altruistas,
pueden presentar una mayor disponibilidad a la hora de realizar dichos
comportamientos, que aquellas personas que tienen un concepto más negativo de la
naturaleza humana.
Otra variable que algunos autores relacionan con comportamientos prosociales
altruistas desde la perspectiva cognitiva es el nivel de inteligencia con el que
cuenta una persona. Parece que dicha relación es ligeramente significativa, pero
sólo aparece en algunos índices de dicha conducta.
Por último, cabe señalar otros factores cognitivos más específicos que han suscitado
interés entre algunos autores y que dependen mucho más que los anteriores de
variables situacionales (López, 1994). Así, la percepción que el sujeto tiene de sí
mismo, va a determinar de alguna manera su comportamiento con los demás. Las
personas que tienen una imagen positiva de sí mismas, pueden llegar a sentirse más
dispuestas a realizar comportamientos prosociales-altruistas que aquellas personas
que tienen una imagen negativa de sí mismas
.
Otra variable de similar característica es la representación que el sujeto tiene de
quien necesita la ayuda. En este caso, si la persona infiere que el sujeto en apuros
no es responsable de la situación en la que se encuentra, es más probable que la
ayude a salir de la misma, que si le hace responsable directo y piensa que podía
haber evitado dicha situación.
Por último, y dentro de estas otras variables cognitivas, destaca la capacidad para
hacer juicios sobre el significado del entorno y el concepto que se tiene de la
propia competencia. Si la persona cree que no es lo suficientemente competente
como para saber lo que ocurre, o como para prestar una ayuda adecuada a la
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víctima, es mucho más probable que dicha persona no realice ningún
comportamiento prosocial-altruista hacia ella. Por el contrario, si se siente capaz y
competente para llevar a cabo dicho comportamiento será más probable que lo
desarrolle, que si no se siente capaz para realizar dicha conducta
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La conducta prosocial y altruismo.
a cabo alguna conducta de ayuda, salvo que, en dicha valoración de la situación, la
persona considere que le sobrepasa en complejidad, y, por lo tanto, valore que no es
capaz de resolverla adecuadamente (López, 1994). Otro aspecto a considerar es la
relación entre el observador y la persona que necesita la ayuda. Las personas tienden
a prestar más ayuda a aquellas personas que son similares a ellas, o con las que tienen
algún tipo de relación. Con la edad este aspecto tiende a disminuir y a verse
influenciado por otros aspectos. Dentro de estos factores relativos a la persona que
demanda la ayuda, destacan algunas variables individuales características de la víctima:
personalidad, sexo, edad y estatus social, que ejercen una posible influencia en
situaciones donde la demanda de ayuda es espontánea.
Factores relativos al benefactor.
Después de haber descrito los aspectos propios de la situación, los factores del
beneficiario que van a repercutir en la realización o no de un comportamiento prosocial-
altruista, se aportan una serie de ideas sobre aspectos que influyen en la puesta en
marcha de este tipo de comportamientos relativos al sujeto que los lleva a cabo y que
supuestamente está observando una situación de emergencia. En este sentido, aspectos
como el estado psicológico momentáneo del sujeto, puede tener un carácter
fundamentalmente situacional. Cuando experimentamos algún tipo de emoción, ya sea
positiva o negativa, justo antes de que se plantee una situación de necesidad, ésta va a
determinar la realización o no de un comportamiento pro social-altruista (López, 1994).
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La conducta prosocial y altruismo.
Valor expresivo (para expresar los valores relacionados con el altruismo y la
preocupación humanitaria por los demás).
Comprensión (para adquirir nuevos conocimientos, y para poder aplicar los
conocimientos, destrezas y habilidades).
Social (estar con amigos y participar en actividades vistos favorablemente por
ellos).
Carrera (para desarrollar actividades que puedan beneficiar la carrera profesional
directa o indirectamente).
Protección (para proteger el ego de uno de los aspectos del yo negativos y obtener
ayuda para resolver problemas personales).
Mejora (para aumentar los sentimientos positivos hacia uno mismo y el crecimiento
y desarrollo personal).
El Yo es una organización especial (que surge del Ello al entrar en contacto con el
mundo exterior) que hace de intermediario entre el Ello y el mundo externo, maneja
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La conducta prosocial y altruismo.
la realidad y evita que el individuo consiga la satisfacción sin freno de todos sus
deseos. Por lo tanto, el Yo aporta un significado racional y socialmente aceptable
del manejo de las tensiones producidas por las necesidades del Ello.
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existe el altruismo o las conductas prosociales por que el sujeto las realiza por
sentimientos de culpa o por miedo a perder el amor de los demás. Pero Freud deja
pendiente la posibilidad que podamos estar por encima del principio del placer y de
nuestro egoísmo en su obra “el malestar de la cultura” cuando enuncia que existe
en cada persona un deseo de “fundirse con los demás en una comunidad, que
llamamos altruista” (Freud, 1930).
Este deseo sin desarrollar que hay dentro de cada individuo escapa a las dos
primeras leyes del psiquismo por su naturaleza opuesta. Este deseo, sí que podemos
decir que es altruista y se refiere al deseo de querer formar parte de la unidad, del todo,
de una sociedad globalizada. Este deseo no es egoísta por que el individuo no busca
satisfacer una tensión interna y tampoco forma parte de valores sociales, morales o
religiosos que generan sentimientos de culpa o miedo a perder la estima de los demás.
Según Freud, el ser humano no está diseñado para ser feliz porque no nos
podemos realizar a través del principio del placer, pero afirma que nuestro objetivo
como seres humanos es desarrollar conciencia de que formamos parte de un todo que no
puede sostenerse mediante la separabilidad y la individualidad que refuerzan aún más
las frustraciones que generan más y más deseos agresivos no resueltos y más
infelicidad.
9.2. El Conductismo
Para el Psicoanálisis el objeto de estudio de la psicología es la conciencia. Sin
embargo, el conductismo sostiene que es la conducta del ser humano el objeto de la
psicología. Afirma que el concepto de conciencia no es preciso, ni siquiera utilizable.
Habiendo recibido una formación experimentalista, el conductista entiende, además, que
la creencia de que existe la conciencia remontada a los antiguos días de la superstición y
la magia (Watson, 1947).
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Tipos de aprendizaje según el condicionamiento operante.
Aprendizaje por reforzamiento: es el aprendizaje en el cuál la conducta es nueva
para el organismo aumenta su frecuencia de aparición luego de recibir algún
estímulo reforzante.
Aprendizaje por evitación: es el aprendizaje donde el organismo aprende una
conducta nueva que termina o impide la aplicación de algún estímulo aversivo
(desagradable), y aumenta la frecuencia de aparición de esa conducta para que no
regrese.
Aprendizaje supersticioso: es el aprendizaje donde alguna consecuencia
casualmente reforzante o aversiva aumenta la frecuencia de aparición de alguna
conducta.
Aprendizaje por castigo: es el aprendizaje donde un organismo aumenta la
frecuencia de aparición de las conductas que no fueron seguidas o que no recibieron
ningún estímulo aversivo o desagradable.
Olvido: todas las conductas que no reciben o que dejan de recibir reforzamiento
tienden a disminuir su frecuencia de aparición y a desaparecer.
Similitudes Centrales
El fenómeno de la extinción, entendido como la disminución de la fuerza de
repuesta causada por el no–reforzamiento o como el decaimiento de una respuesta
condicionada, es común a los dos tipos de condicionamiento.
Como se ha observado en lo estudiado hasta ahora, una respuesta que se ha
extinguido, recupera su fuerza con el descanso.
En ambos tipos de condicionamiento se presenta una característica de
discriminación de los estímulos, tanto si el sujeto es reforzado para que responda a
un estímulo, como si se le condiciona para que produzca una respuesta
condicionada.
Diferencias Relevantes
El condicionamiento clásico es una forma de aprendizaje estímulo-preparación de
respuestas, mientras que el operante es un aprendizaje estímulo-respuesta, se fija la
respuesta.
Retomando las leyes del condicionamiento clásico, se evidencia un principio de
continuidad, mientras que en el condicionamiento operante se implica además una
ley de efecto o de concreción de una respuesta.
Una diferencia altamente relevante es el tipo de respuesta. En el condicionamiento
clásico la respuesta incondicionada o condicionada es siempre la misma, mientras
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La conducta prosocial y altruismo.
que, en el condicionamiento operante, aunque existe un cierto margen de
predictibilidad, las repuestas suelen ser distintas.
Skinner define el altruismo como una conducta que es mantenida por las contingencias
que la refuerzan. Lo define de la siguiente forma: “lo que una persona siente al
comportarse en bien de los demás, depende de los reforzadores utilizados” y “los
sentimientos (que tiene al respecto) son subproductos de las contingencias” (Skinner,
1971) Por lo tanto, una persona no es altruista por procesos psicológicos (deseos,
intenciones, motivación…) o rasgos de personalidad, sino que su conducta altruista es
consolidada por sus propias consecuencias que funcionan como reforzadores, lo que
Skinner denomina conducta “operante”.
9.3. El Cognitivismo.
La psicología cognitiva, contrario a lo que comúnmente se cree no se originó en
la década de los sesenta, sino mucho antes como una disciplina de la psicología
experimental y de la psicología evolutiva.
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Piaget (1.896 – 1.980): dedicó prácticamente toda su obra al estudio del
desarrollo cognitivo, sobre todo del pensamiento y de la inteligencia. Par Piaget el
individuo va organizando su experiencia y conocimiento en esquemas cognitivos que a
través de dos procesos fundamentales (asimilación y acomodación) se va modificando.
El proceso de desarrollo se inicia a partir de esquemas sensorio motrices donde el
conocimiento está ligado a la acción directa, y termina en los esquemas de las
operaciones formales donde se han logrado niveles de abstracción más desligados de la
experiencia inmediata.
ENFOQUES ACTUALES
Enfoque cognitivo-evolutivo: tiene dos corrientes:
Enfoque de Kohlberg. Este enfoque considera la cognición como fundamento de la
moralidad. Kohlberg en el desarrollo moral establece tres modos de razonar sobre el
cumplimiento de las normas sociales y son los siguientes:
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1º Nivel Preconvencional: la persona resuelve los problemas en base a los intereses
concretos de las personas implicadas en la situación.
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Davis construye un instrumento, el IRI para medir la empatía compuesta por
cuatro factores: 2 cognitivos y 2 afectivos.
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9.4.4. El altruismo para Perls.
Perls (1969) lo define, de acuerdo a los principios de su teoría, de la siguiente
forma: “en última instancia únicamente nos amamos a nosotros mismos, como que
también nos odiamos a nosotros mismos. El que encontremos esta cosa amada u odiada
dentro o fuera de nosotros mismos tiene que ver con quiebres en nuestros límites.”
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10. LAS NECESIDADES
De acuerdo con la estructura ya comentada, las necesidades identificadas por
Maslow son:
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individuo. En este nivel el ser humano requiere trascender, dejar huella, realizar su
propia obra, desarrollar su talento al máximo.
El altruismo para Maslow.
Es en la cúspide de su pirámide de necesidades, la necesidad de autorrealización
personal, donde Maslow ve el altruismo, en concreto dice al respecto: “ha resultado así
a pesar de mis cuidadosos esfuerzos por descubrir el hecho empírico de que las personas
que se auto realizan, son altruistas…” dice que una de las características de la
autorrealización es que la persona se vuelve altruista, pero no define qué es ser altruista.
Puede agregarse que “la IE trata acerca del sentir, entender, controlar y
modificar estados anímicos propios y ajenos” Es un concepto relacionado con la
diferenciación de respuestas que pueden ofrecer los individuos ante situaciones
determinadas; es “una destreza que nos permite conocer y manejar nuestros propios
sentimientos, interpretar o enfrentar los sentimientos de los demás; sentirnos satisfechos
y ser eficaces en la vida, a la vez que crear hábitos mentales que favorezcan nuestra
propia productividad”.
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La conducta prosocial y altruismo.
Innovación: Apertura y disposición ante ideas y enfoques novedosos.
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La conducta prosocial y altruismo.
Habilidades de equipos: Ser capaz de crear sinergia para la persuasión de metas
colectivas.
4. El altruismo en la IE.
Para Goleman, el altruismo radicaría en la empatía que sería consecuencia del
desarrollo de nuestras emociones y por tanto de la adquisición de la destreza de
comprender a los demás.
Escala de Conducta Prosocial. Es una escala compuesta por quince ítems que
evalúa las conductas de altruismo, de confianza y de agradabilidad a través de tres
alternativas de respuesta en función de la frecuencia con que se den cada una de las
conductas descritas. El Alfa de Cronbach para el test completo fue de .71 y mostró
evidencias de adecuada validez concurrente. Fue adaptada en la Argentina (Urquiza,
2005), con una muestra de adolescentes de doce a quince años de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires y la Provincia de Buenos Aires. Es un test diseñado
originalmente para ser aplicado en niños.
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La conducta prosocial y altruismo.
mediante una escala Likert de cinco opciones (1: no me describe en absoluto; 5: me
describe en gran medida). Se aplicó a una muestra de adolescentes tardíos (Media de
edad = 19,9 años). Mostró adecuadas evidencias de validez de constructo,
discriminante, convergente y predictiva.
Cuestionario de Conducta Pro social (Sánchez Queija, Oliva, & Parra, 2006). Es
un cuestionario destinado a adolescentes y consta de siete ítems, a responder en una
escala Likert de uno a cuatro si se han realizado las siguientes conductas: consolar a
un chico o chica (par) que estaba triste o deprimido, quedar al cuidado de algún niño
pequeño sin recibir dinero, dar dinero a instituciones benéficas, realizar tareas
sociales de voluntariado en ONG, ayudar a personas con deficiencias físicas o
sensoriales, devolver dinero o algún objeto perdido a un desconocido y, por último,
cuidar a enfermos o personas mayores. El coeficiente Alfa de Cronbach fue de 67;
Spearman-Brown fue de .7 (impares frente a pares).
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La conducta prosocial y altruismo.
Batería de Socialización para Adolescentes ([BAS3] de Silva & Martorell, 1987).
Versión autoevaluativa de la BAS para medir dimensiones de orientación
interpersonal, aplicable desde los once hasta los diecinueve años. Contiene setenta y
cinco ítems, siendo la modalidad de respuesta binaria (Sí, No). Se compone de cinco
escalas de socialización: consideración hacia los demás, autocontrol en las
relaciones sociales, retraimiento social, ansiedad social/timidez y liderazgo. Estas
escalas se agrupan en dos factores: conducta prosocial-conducta antisocial, y
sociabilidad-insociabilidad. El coeficiente Alfa de Cronbach osciló entre .73 y .82.
Fue adaptada en Tucumán (Argentina) con una muestra de adolescentes
escolarizados con edades de entre diez y quince años (Lacunza, Caballero, &
Contini, 2013).
11.2.Instrumentos de Heteroevaluación
La evaluación externa al propio sujeto se utiliza principalmente en niños y, en
segundo lugar, en adolescentes. En niños las medidas de autoinforme no se consideran
válidas por diversos motivos: dificultades de comprensión y lectura, así como escasa
capacidad de autoobservación (Guijo Blanco, 2003).
Escala de Comportamientos del Niño (Child Behavior Scale [CBS] de Ladd &
Profilet, 1996). Es una medida de los comportamientos de agresión, retraimiento y
conducta prosocial en niños, a completar por el docente. Está compuesta por
diecisiete ítems agrupados en dos escalas, Agresividad con los Pares y Prosocialidad
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La conducta prosocial y altruismo.
con los Pares. La modalidad de respuesta es una escala Likert de tres opciones (0 =
no es verdad; 1 = a veces es verdad; 2 = siempre es verdad). El coeficiente Alfa de
Cronbach para ambas escalas fue de .93. Se obtuvieron evidencias de validez
concurrente.
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La conducta prosocial y altruismo.
CONCLUSIÓN.
De acuerdo con la bibliografía revisada, es posible afirmar que el término
Conducta Pro social emerge como categoría teórica a raíz de una demanda social que
surge debido al aumento de manifestaciones agresivas y delincuencia. Ahora bien
asumir la prosocialidad como herramienta para la prevención de las violencias y la
agresividad, implica generar la apropiación de nuevos conocimientos, nuevas formas
alternativas de interacción social y convivencia. Lo anterior supone la idea de asumir a
la familia como el eje central para el desarrollo de la prosocialidad porque permite la
interiorización de elementos básicos de la cultura a partir del proceso de crianza, tales
como modelos, valores y normas que les permiten adquirir a los niños/as roles y
habilidades para el manejo y resolución de conflictos, a partir del despliegue de
habilidades cognitivas, afectivas y sociales a través de experiencias directas y vicarias
con sus cuidadores.
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BIBLIOGRAFÍA.
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