TERESA DE LAURETIS - La Queericidad de La Pulsión
TERESA DE LAURETIS - La Queericidad de La Pulsión
TERESA DE LAURETIS - La Queericidad de La Pulsión
La queericidad de la pulsión
T E R E S A D E L A U R E T I S
Resumen:
La visión de la sexualidad que Freud propuso por primera vez en los Tres ensayos de teoría sexual contiene una
discrepancia entre la sexualidad perversa y polimorfa descrita en los dos primeros ensayos, y la sexualidad biológicamente
dirigida y reproductiva del tercer ensayo. Según Jean Laplanche, un teórico del psicoanálisis que es el lector y traductor
más cercano a Freud, la discrepancia se debe a dos opiniones contradictorias que Freud aparentemente sostuvo en
diferentes momentos de su escritura: una, que la sexualidad es exógena, un efecto de la seducción por parte de los adultos;
dos, que la sexualidad es endógena, innata en el organismo biológico humano.
Este artículo se centra en la elucidación que hace Laplanche de dos aspectos de la sexualidad presentes en cada adulto:
un impulso sexual instintivo, de base hormonal y, en última instancia, reproductivo, que comienza en la pubertad y los
impulsos sexuales basados en la pulsión, teorizados por primera vez por Freud como sexualidad infantil polimorfa-
perversa, que comienzan en la infancia y continúan activos durante toda la vida del individuo. La relectura de Freud por
parte de Laplanche conduce a una comprensión más compleja de la sexualidad como siempre desviada, de una u otra
manera y en mayor o menor grado, de las normas sociales establecidas. La llamada desviación sexual, por lo tanto, no es
un problema dentro de lo sexual sino una cuestión dentro del campo social.
Palabras clave:
Sexualidad, psicoanálisis, Freud, Laplanche, trauma psíquico, fantasía inconsciente, pulsión sexual,
teoría de la seducción, género, desviación sexual
@ d i v a n e s e n d e v e n ir
La palabra queer ha existido en la lengua inglesa desde hace más de cinco siglos, y siempre con denotaciones y
connotaciones negativas – “extraño, raro, peculiar, excéntrico en apariencia o carácter. También de carácter cuestionable,
sospechoso, dudoso” (OED). A partir del notorio juicio y encarcelamiento de Oscar Wild en 1895, queer fue asociada
particularmente a la homosexualidad, a la manera de un estigma. Fue el Movimiento de Liberación Gay en los 70' el que la
convirtió en una palabra de orgullo y una marca de resistencia política. Al igual que las palabras gay y lesbiana, queer al
principio nombró una respuesta social; luego, desde el comienzo de este siglo, ha sido utilizada como un término de
identidad personal o interseccionalidad. Si queer adquiriera aún más significados de los que tiene hoy, hay uno que no
podría dejar de conservar: la referencia a la sexualidad y la desviación sexual.
La preocupación por la sexualidad fue central en la invención del psicoanálisis por parte de Freud, como un método de
investigación de fenómenos psíquicos que de otra manera serían inaccesibles; y la teoría de la psique humana que se deriva
de este método. Sus Tres ensayos de teoría sexual comienzan con la cuestión de la desviación. Tras repasar las
investigaciones sexológicas sobre las "aberraciones sexuales" en el primer ensayo, en el segundo propone la escandalosa
idea de una sexualidad infantil perversa, una idea que sigue siendo escandalosa hoy en día, o lo sería si la gente no pensara
que la sexualidad en los niños "no es realmente sexual", o que “es sólo temporal” y que "el niño madurará con una educación
adecuada".
El tercer ensayo, “Las metamorfosis de la pubertad”, trata acerca de la sexualidad normal y reproductiva, y los
factores que podrían inhibir su éxito, incluyendo la homosexualidad. El tercer ensayo, tomado por sí sólo, es la base de las
ideas del sentido común acerca de la sexualidad, según Freud.
Contrariamente a la opinión popular, argumentaré que la teoría de Freud contiene un esbozo ambiguo de una
sexualidad queer. Mi argumento se basa en la obra reciente de Jean Laplanche, el filósofo y teórico del psicoanálisis que
fue el lector, traductor y comentador más preciso de Freud. Su reconsideración de Freud le llevó a elaborar una teoría de
la sexualidad que aporta una comprensión más compleja de la vida sexual y una clara articulación de por qué y cómo la
sexualidad se desvía siempre, de una u otra manera y en mayor o menor grado, de las normas sociales establecidas. La así
llamada desviación sexual, por lo tanto, no es un problema, un trastorno, o una falla dentro de lo sexual, sino una
problemática referida al campo social.
En este artículo, tras presentar la obra de Laplanche como relevante para mi argumento, me centraré en el concepto
de pulsión tal y como él lo elaboró y, en particular, en su elucidación de dos aspectos de la sexualidad presentes en cada
adulto. Se trata de un impulso sexual instintivo, de base hormonal y, en última instancia, reproductivo, que comienza en la
pubertad; y de la pulsión sexual, teorizada por primera vez por Freud como sexualidad infantil perversa-polimorfa, que
comienza en la infancia, pero que, en la medida en que es reprimida, sostiene Laplanche, continúa activa como elemento
inconsciente en la vida psíquica. Los impulsos sexuales instintivos y pulsionales subtienden dos economías de placer
diferentes en la sexualidad humana.
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El profundo conocimiento de Laplanche de la obra de Freud, y de la lengua alemana en la que escribió, queda ampliamente
demostrado en el Diccionario de psicoanálisis, en coautoría con J.-B. Pontalis, que se ha convertido en la obra de
referencia básica del psicoanálisis en más de veinte idiomas. A pesar de su título original, "Vocabulaire de la
Psychanalyse", esta obra no es un simple diccionario, sino una exposición y excavación sistemática de los términos y
conceptos de Freud. A lo largo de los diez años de investigación que dieron lugar al Vocabulaire en 1967, Laplanche y
Pontalis encontraron distinciones conceptuales en ciertos términos que les permitieron reenfocar conceptos enterrados
en los escritos de Freud y "olvidados desde el principio por los freudianos, incluso por el propio Freud", como las nociones
de fantasía y realidad psíquica (Laplanche y Pontalis, 2015, p. 72).
Siendo traductores, señalaron que Freud utilizaba el término phantasieren para fantasear, a diferencia de einbilden o
Einbildungskraft, imaginar o imaginación. Mientras que el einbilden mantiene la separación entre la realidad y la
imaginación, el phantasieren o las fantasías inconscientes prescinden de la comprobación de la realidad y, en palabras de
Freud, "equiparan la realidad del pensamiento con la realidad externa, y los deseos con su realización - con el
acontecimiento" (Freud, 1911, SE 12:225). Así, por ejemplo, en los tiempos de Freud, las fantasías histéricas eran tomadas
como producciones imaginarias (Einbildungen), pero él sostenía que eran parte de la "realidad psíquica" del histérico, que
más tarde describió como "una forma particular de existencia que no debe confundirse con la realidad material" (Freud,
1900, SE 5:620). En el Diccionario de psicoanálisis, la realidad psíquica se define más claramente como "lo que, en el
psiquismo del sujeto, presenta una coherencia y una resistencia comparables a las de la realidad material; se trata
fundamentalmente del deseo inconsciente y las fantasías con él relacionadas" (Laplanche y Pontalis, 1973, p. 352).
Lo que surgió de su investigación fue el innovador ensayo de 1964 "Fantasía primigenia, fantasías de los orígenes,
orígenes de la fantasía", que elaboró la noción de realidad psíquica y detalló la centralidad de la fantasía inconsciente en la
sexualidad (Laplanche y Pontalis, 2015). Como quedó claro en ese ensayo, renovar el filo epistemológico de la teoría de
Freud solo podía lograrse mediante una lectura e interpretación crítica en profundidad de sus textos, un proyecto que
Laplanche describió como "Interpretar (con) Freud" o "poner a Freud a trabajar" (Laplanche, 1968); es decir, utilizar para
los textos de Freud el mismo método analítico que Freud inventó para el psicoanálisis y que demostró en sus historias de
casos y análisis de textos literarios o artísticos, desde la Gradiva de Jensen y El hombre de arena de E. T. A. Hoffmann
hasta las Memorias de Schreber y el sorprendente análisis de los cuadros de Leonardo da Vinci. Al "poner a Freud a
trabajar", utilizando el método de Freud en el análisis de sus propios textos, Laplanche descubrió incoherencias,
contradicciones, avances y retrocesos en el desarrollo del pensamiento de Freud; contradicciones en su pensamiento que
también existen en el objeto que estudia, a saber, la interconexión del cuerpo y la mente en lo que denominó "der seelische
Apparat", el aparato del alma, y que en español se llama "el aparato psíquico"i.
i La palabra alemana die Seele, tiene una connotación tanto espiritual como cognitiva en alemán. La edición inglesa de las obras de Freud, editada por
James Strachey, traduce Seele como "psyche" o "mente" porque la palabra soul, el cognado de Seele, sólo tiene la connotación espiritual en el inglés
moderno (aunque no es así en el inglés coloquial estadounidense, donde soul tiene connotaciones afectivas además de espirituales). No obstante, para
algunos, mente tiene una connotación demasiado fuerte de cognición, y el propio Freud prefería la palabra "psique". Sobre la dificultad de traducir a
Freud, Laplanche ofrece un largo y detallado relato en D. G. Ornston (Ed.), Translating Freud (1992). Un relato del debate sobre cómo traducir die Seele,
es D. G. Ornston. "Bruno Bettelheim's Freud and Man's Soul", en Translating Freud, pp. 63-74.
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Este es uno de los muchos obstáculos que se encuentran al traducir a Freud. Tal vez el más importante, y el más
relevante en el presente contexto, sea la desafortunada traducción de Sexualtrieb como "instinto sexual" en la edición
inglesa de las obras de Freud editada por James Strachey, aunque Freud también utilizó la palabra Instinkt, aunque
raramente, y con un significado diferente. Esto ha provocado graves malentendidos sobre la teoría de Freud entre los
lectores anglófonos, y es gracias al trabajo de Laplanche que la palabra drive, el cognado de Trieb, se utiliza ahora más
comúnmente en inglés. En particular, la traducción de Strachey ha ofuscado aún más la distinción entre el instinto
biológico, heredado; y el impulso psíquico que Freud teorizó como pulsión sexual (Sexualtrieb); una distinción cualitativa que
está presente en muchos textos de Freud, aunque en última instancia comprometida por su propia ambivalencia al
respecto.
Laplanche aborda la ambivalencia de Freud en una serie de conferencias pronunciadas en la Universidad de París en
1991-92 y publicadas en su traducción al inglés con el explícito título "La tentación de la biología: Las teorías de la
sexualidad de Freud" [traducción al español: Laplanche, J. (1998). "El extravío biologizante de la sexualidad en Freud".
Amorrortu editores]. El plural "Teorías" hace referencia a dos puntos de vista contradictorios que Freud parece haber
mantenido en diferentes momentos: uno, que la sexualidad es exógena, un efecto de la seducción por parte de los adultos;
dos, que la sexualidad es endógena, innata en el organismo biológico humano. Laplanche reelabora una teoría de la
sexualidad como pulsión a partir de la teoría de la seducción que Freud propuso tempranamente pero que pronto
abandonó, o dijo haber abandonado.
Neurótica
Freud concibió su teoría de la seducción en la época de su descubrimiento del psicoanálisis, cuando trabajaba con
pacientes diagnosticadas de histeria (1895-97). A partir de sus análisis concluyó que, en cada caso, los síntomas de la
paciente eran causados por el trauma psíquico que había sufrido de niña al ser abusada sexualmente por su padre: sus
síntomas neuróticos eran el resultado de la represión, que a su vez era una defensa contra ese trauma psíquico. Sin
embargo, Freud nunca logró constatar un hecho real de seducción y, además, no podía creer que tantos padres o, de
hecho, todos los padres, incluido el suyo, fueran perversos. Así que, como escribió a Wilhelm Fliess el 21 de septiembre de
1897 en la famosa "carta del equinoccio", refiriéndose a la interconexión de los síntomas neuróticos, el trauma psíquico y la
seducción paterna, "ya no creo en mi neurótica" (1985, p. 264). Descartó la teoría y finalmente llegó a pensar que las
fantasías de seducción de sus pacientes "pretendían encubrir la actividad autoerótica de los primeros años de la infancia"
(Freud, 1914b, SE 14:18).
Por eso, en la comprensión predominante de la teoría freudiana, fue el abandono de la teoría de la seducción lo que hizo
posible el descubrimiento de Freud de la sexualidad infantil y del complejo de Edipo; una sexualidad infantil entendida como
autoerótica y endógena, innata en el cuerpo humano. Pero aunque el propio Freud validó esta comprensión, la ambigüedad
de sus escritos dejó lugar a la duda. Laplanche se adentró en el espacio conceptual dejado por esa ambigüedad para
encontrar otra visión de la sexualidad humana. Como ejemplo claro de la ambigüedad de Freud cita la evidente discrepancia
en los Tres ensayos de teoría sexual entre la sexualidad perversa-polimorfa descrita en los dos primeros ensayos, y la
sexualidad biológicamente dirigida y reproductiva del tercer ensayo.
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El primer ensayo, "Las aberraciones sexuales", no contiene nada original y es básicamente una recopilación, como
admite Freud, de los trabajos de sexólogos como Krafft-Ebing, Moll, Havelock Ellis, etc. Se trata de las desviaciones
sexuales con respecto a la meta, el objeto y la fuente de placer, es decir, la forma de obtener placer, la persona u objeto
que da placer y las zonas corporales utilizadas para el placer. "Todas estas desviaciones en el adulto", señala Laplanche,
"erosionan la idea de predeterminación o de dirección de la meta porque el único objetivo atribuible a tales actos,
considerados (con razón) como sexuales, no puede relacionarse con una finalidad biológica, sino que debe implicar una pura
y simple búsqueda de placer" (Laplanche, 2015, p. 23). El segundo ensayo, "La sexualidad infantil", continúa Laplanche, "hace
la misma afirmación pero con respecto a la actividad del niño. El tema es que la sexualidad existe en los niños, y que es
fundamentalmente perversa, quizás incluso más perversa, o en todo caso menos regulada, menos unificada, que en los
adultos. Esto es lo que Freud llama perversidad polimorfa (...). Una de las pruebas más sólidas de la existencia de la
sexualidad infantil es el hecho de que los adultos la condenan, la reprimen y la niegan constantemente" (pp. 23-24).
El tercer ensayo, "Las metamorfosis de la pubertad", sin embargo, "podría decirse que describe un retorno a (...) las
exigencias heterosexuales rígidas del instinto (...) un retorno, en primer lugar, a la genitalidad y, en segundo lugar, a un
objeto sexual, la proverbial 'persona del sexo opuesto'", adecuado para cumplir el objetivo "biológico" de la procreación.
Laplanche señala que las largas adiciones que Freud hizo a esta obra, publicada por primera vez en 1905, en sus ediciones
posteriores de 1910, 1915, 1920 y 1924, desvirtuaron sistemáticamente el carácter aberrante de la sexualidad en los dos
primeros ensayos. Como resultado, "es difícil para un lector no preparado de los Tres ensayos captar la cualidad
subversiva de esta obra, su carácter profundamente 'perverso', y sobre todo su énfasis en la ausencia de normas en la
sexualidad humana" (p. 24).
Centrándose en esta y otras contradicciones similares en textos que abarcan la totalidad de los escritos de Freud,
Laplanche muestra que Freud nunca abandonó del todo la idea de una conexión entre la fantasía, el trauma psíquico y la
seducción que supuestamente desechó con su teoría de la seducción en 1897. Por ejemplo, la preocupación sigue presente
en los Tres ensayos de 1905, donde Freud vincula explícitamente la seducción con los cuidados maternos de los bebés:
" El trato del niño con la persona que lo cuida es para él una fuente continua de excitación y de satisfacción
sexuales a partir de las zonas erógenas, y tanto más por el hecho de que esa persona —por regla general,
la madre— dirige sobre el niño sentimientos que brotan de su vida sexual, lo acaricia, lo besa y lo mece, y
claramente lo toma como sustituto de un objeto sexual de pleno derecho. La madre se horrorizaría,
probablemente, si se le esclareciese que con todas sus muestras de ternura despierta la pulsión sexual
de su hijo y prepara su posterior intensidad" (Freud, 1905, Obras Completas. Vol 7. pp 203).
La seducción materna sigue estando en la mente de Freud en una de sus últimas obras, "Esquema del psicoanálisis"
(1938): "En el cuidado del cuerpo, ella [la madre] deviene la primera seductora del niño"; y hablando del trauma psíquico,
generaliza: "Ningún individuo humano se libra de tales experiencias traumáticas [en la infancia]; ninguno escapa a las
represiones a que dan lugar" (SE 23:188, 185).
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La otra cara de la ambigüedad de Freud reaparece en el caso del Hombre de los Lobos de 1914-15 (De la historia de una
neurosis infantil). Trata de recuperar el acontecimiento patógeno, la escena de seducción, construida en el análisis, en la
que el paciente, cuando era un bebé, observaba a los padres manteniendo relaciones sexuales, la llamada escena primaria.
Pero al no poder establecer su ocurrencia real, Freud postula entonces la noción de fantasías primordiales (Urphantasien)
como esquemas heredados filogenéticamente derivados de eventos reales en tiempos prehistóricos.
"Me parece muy posible que todo lo que hoy nos es contado en el análisis como fantasía —la seducción
infantil, la excitación sexual encendida por la observación del coito entre los padres, la amenaza de
castración (o, más bien, la castración)— fue una vez realidad en los tiempos originarios de la familia
humana, y que el niño fantaseador no ha hecho más que llenar las lagunas de la verdad individual con una
verdad prehistórica" (Freud, 1916-17, Obras Completas Vol. 16, pp. 338).
Laplanche es muy crítico con la noción de filogénesis, al igual que con cualquier referencia a la sexualidad heredada o
endógena. Lo considera un retroceso, por parte de Freud, del descubrimiento del inconsciente y de la fantasía sexual
inconsciente. En su primer gran libro, "Vida y muerte en psicoanálisis", una brillante síntesis y visión crítica de la teoría de
Freud que ha sido calificada como "uno de los grandes actos de lectura del siglo XX" (Mehlman, p. 369); Laplanche se
propone ganar su discusión con Freud demostrando precisamente cómo se producen "las lagunas de la verdad individual"
que dan lugar a la fantasía inconsciente y a la pulsión. Y lo hace recurriendo a uno de los textos de Freud y a una de sus
principales herramientas conceptuales, la represión (Verdrängung), que es uno de los "destinos", las vicisitudes, de la
pulsión (Triebschicksale). Recupera el caso de Emma del póstumo "Proyecto de psicología", una obra temprana que Freud
dejó inconclusa, y reanaliza o elabora el análisis de Freud. Este caso es el origen de la teoría pulsional de Laplanche.
Emma era una paciente histérica con una fobia, el miedo a entrar sola en una tienda. El análisis de Freud reveló dos
escenas: una, que ella recordaba, ocurrió cuando era una niña de 12 años, poco después de la pubertad; la otra, de la que
no tenía ningún recuerdo y sólo fue sacada a colación por el análisis, había tenido lugar cuando tenía unos 8 años. En la
primera escena, o la más temprana, Emma, de 8 años, está sola en una tienda, queriendo comprar algo, y el dependiente
intenta tocar sus genitales a través de su ropa. En la segunda escena, a los 12 años, Emma entra en una boutique y ve a los
dos vendedores riéndose juntos. Pensando que se ríen de su ropa, el pánico se apodera de ella y sale corriendo de la
tienda.
La primera escena tiene un contenido sexual, pero sólo para un espectador o en la intención del comerciante. En la niña
de 8 años, "no tiene ningún efecto sexual inmediato, no produce ninguna excitación y no provoca ninguna defensa", observa
Laplanche, señalando que el propio Freud caracterizó esta escena como "sexual-presexual". (Laplanche, 1976, p. 40.) La
segunda escena no tiene contenido sexual; no es violenta y es aparentemente inofensiva, pero sin embargo, al informar a
Freud de su recuerdo de esta escena durante el análisis, la paciente relacionó inmediatamente su fobia con ella, diciendo
que recordaba a uno de los vendedores, que le parecía atractivo. Ambos sucesos son aparentemente no traumáticos.
Entonces, ¿dónde o cuándo se originó el trauma psíquico que produjo la neurosis?
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La niña de la primera escena no tiene el potencial fisiológico para la excitación sexual ni la comprensión de lo que es un
ataque sexual, mientras que la adolescente de la segunda escena tiene ambas cosas: conoce el sexo y lo que es un ataque
sexual, y puede sentir la excitación sexual en su cuerpo. Así que el recuerdo de la primera escena vuelve a ella por
asociaciones instantáneas (por ejemplo, su ropa) y desencadena en ella una excitación sexual a la que no puede hacer
frente. Su defensa contra el trauma psíquico consiste en reprimir el recuerdo de la primera escena y en su lugar
desarrollar una fobia, el miedo a las tiendas. El propio Freud afirmó: "Aquí se da el caso de que un recuerdo despierte un
afecto que como vivencia no había despertado, porque entretanto la alteración de la pubertad ha posibilitado otra
comprensión de lo recordado". Este caso es típico de la represión histérica, añade: "es reprimido un recuerdo que sólo con
efecto retardado [nachtraglich] ha devenido trauma" (Freud, 1950, Obras Completas Vol I., pp 303). Algunos años más
tarde, en los "Estudios sobre la histeria", Freud reformuló este punto con una metáfora incisiva que es una definición
perfecta del trauma psíquico: "el trauma psíquico, o bien el recuerdo [reprimido] de él, obra al modo de un cuerpo extraño
que aún mucho tiempo después de su intrusión tiene que ser considerado como de eficacia presente" (Freud, 1895, SE 2:6).
1. El trauma psíquico consta de dos momentos. En el primero, la sexualidad proviene del otro adulto pero no produce
trauma ni defensa. En el segundo momento, las transformaciones hormonales de la pubertad hacen posible una respuesta
sexual, que despierta el recuerdo y, con él, una excitación que el yo no puede dominar y percibe como angustia; el yo, por
tanto, reprime el recuerdo despertado. Así es como se produce el no-recuerdo debido al trauma psíquico, la pérdida de
memoria a la que Freud se referiría más tarde como "las lagunas de la verdad individual" (citado anteriormente).
Aquí es tangible la contradicción en el pensamiento de Freud en diferentes períodos de su escritura. Desde la época de
su análisis de Emma y la vinculación de la seducción, el trauma psíquico y la fantasía inconsciente, hasta la época de su
análisis del Hombre de los Lobos y la afirmación citada anteriormente - "los niños en sus fantasías no hacen más que
rellenar las lagunas de la verdad individual con la verdad prehistórica" (Freud, 1916-17, SE 16:371)-, Freud parece haber
olvidado su anterior noción de fantasía inconsciente y haber ignorado el trabajo de la represión y el propio inconsciente,
que fueron su descubrimiento original y los conceptos fundadores del psicoanálisis. Es como si, observa Laplanche, Freud
no pudiera ver, o no se atreviera a seguir, las implicaciones radicales de su descubrimiento.
Reconociendo la contradicción o la ambivalencia en Freud, Laplanche persigue sin embargo el lado radical de su intuición.
El recuerdo reprimido, junto con su afecto (excitación), no desaparece sin más, sostiene, sino que vive en el inconsciente. Al
igual que el agente de la metáfora de Freud sobre el trauma psíquico, el recuerdo reprimido sigue actuando a la manera de
una "reminiscencia", un recuerdo cortado de sus fuentes. Sigue viviendo en el psiquismo y "actúa a partir de entonces
como una verdadera 'cuerpo extraño interno', atacando desde dentro al sujeto, provocando en su interior la excitación
sexual" (Laplanche, 1976, p. 42). Ese cuerpo extraño interno es la pulsión sexual. Esta es la base teórica de la afirmación
categórica de Laplanche: "La pulsión propiamente dicha, en el único sentido fiel al descubrimiento de Freud, es la
sexualidad" (p. 23).
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2. A diferencia de los traumas físicos o de las neurosis traumáticas causadas por heridas, accidentes o guerras, que
se producen por una afluencia de excitación que llega al yo desde el exterior, en los traumas psíquicos la excitación
procede del interior del cuerpo, de la reminiscencia. El segundo punto de Laplanche, por tanto, es que la sexualidad es
intrínsecamente traumática porque una parte crucial de ella, los primeros recuerdos reprimidos de la infancia, siguen
existiendo como reminiscencias en la fantasía inconsciente.
3. A partir de la teoría patógena de la seducción de Freud, restringida a la histeria, Laplanche elabora una teoría
general de la seducción. Ambas teorías se apoyan en la doble temporalidad del trauma psíquico que corresponde a la doble
temporalidad del desarrollo sexual humano. Pero la teoría que Laplanche propone en Nuevos fundamentos del psicoanálisis
afirma sin ambigüedad que la sexualidad, la pulsión, se implanta en el cuerpo humano como efecto de la seducción.
Laplanche sostiene que la sexualidad humana es "exógena, intersubjetiva e intrusiva" (1999, p. 198). No está presente en
el cuerpo físico al nacer, sino que procede del otro adulto como resultado de una situación antropológica fundamental, a
saber, la prematuridad del humano recién nacido, cuya vida depende por completo de su madre o de su cuidador adulto. La
sexualidad se "implanta" en el cuerpo infantil mediante las acciones necesarias de cuidado materno, ya sean realizadas por
la madre, los padres u otro adulto que maneja físicamente al niño, lo alimenta y lo mantiene caliente, sano y reconfortado.
Sus acciones van acompañadas de sentimientos e investiduras psíquicas que incluyen fantasías sexuales inconscientes, y a
veces conscientes, porque, sostiene Laplanche, la propia sexualidad infantil del adulto se reactiva en el manejo de un bebé.
Así pues, el bebé (in-fans), un ser sin lenguaje e inicialmente sin Yo, se ve "confrontado con un mundo adulto que desde el
principio le envía mensajes impregnados de significados sexuales", mensajes que el bebé percibe como enigmáticos, es
decir, como "a traducir" (Laplanche, 1992, p. 175).
Los mensajes que se dirigen al bebé no son sólo verbales, sino también y principalmente de carácter sensorial, sonidos,
gestos, expresiones faciales. No tienen contenido, ni significado para el bebé. Lo que los convierte en mensajes es la
función de dirección que llevan y a la que el bebé responde; lo que los hace enigmáticos no es sólo la incapacidad del bebé
para descifrarlos o traducirlos, sino también las fantasías sexuales (in)conscientes del adulto emisor, que se infiltran y
comprometen los mensajes como un "ruido" en la comunicación. Con la terminología de la teoría de la comunicación,
Laplanche quiere subrayar que la sexualidad humana es interhumana, intersubjetiva y se basa en la comunicación humana,
aunque sea una comunicación fallida o errónea. La existencia del inconsciente, insiste, es un hecho de la historia humana, y
no un principio de la "metafísica" biológica o lingüística (una observación que señala su divergencia con Freud y Lacan,
respectivamente).
Una vez recibidos, los mensajes enigmáticos e intraducibles dejan residuos en el niño. Estos constituyen la primera
forma rudimentaria del aparato psíquico, el proceso primario y el núcleo del inconsciente. Al igual que las huellas mnémicas
(Erinnerungspuren) de Freud, los residuos no traducidos permanecen activos en el inconsciente como entidades internas
ajenas: impulsos, pulsiones, deseos incipientes, fantasías inconscientes, reminiscencias, la memoria no recordada de las
excitaciones corporales. Son enigmas que el yo en desarrollo intentará traducir y retraducir en diferentes momentos de la
vida según los códigos, saberes, lenguajes o estructuras de sentimiento de que disponga el sujeto en cada edad.
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Los residuos no traducidos actúan "como una astilla en la piel", escribe Laplanche (1999, p. 209). La metáfora no difiere
de la "cuerpo extraño interno" del trauma psíquico (por ejemplo, la reminiscencia de Emma); pero Laplanche está
describiendo ahora el proceso normal, no patógeno. En todos nosotros, los residuos no traducidos de los mensajes
enigmáticos permanecen latentes en el inconsciente. Si se me permite añadir una metáfora, permanecen vivos, aunque sin
ser detectados, como un virus instalado en un ordenador, y se reactivan en la sexualidad adulta, a veces en forma
sintomática como fobias, obsesiones, alucinaciones, y a veces en formas mucho menos graves pero que, sin embargo, el yo
puede considerar vergonzosas o inaceptables. Y de ahí los conflictos, morales o neuróticos, que todos experimentamos en
la vida sexual.
En uno de sus últimos trabajos, Laplanche (2011) aborda la cuestión del género. Si bien la cuestión del género-sexualidad
ha sido debatida por teóricos feministas y queer, desde Simone de Beauvoir hasta Monique Wittig, Judith Butler, etc., y a
menudo se ha planteado como una crítica al psicoanálisis freudiano, Laplanche es el primer teórico psicoanalítico que lo
hace. Rearticula las relaciones de género y sexualidad en la interacción de tres términos: género, sexo (anatómico-
fisiológico) y lo que él llama "lo sexual". Crea este nuevo término (escrito con una a), que en francés es un neologismo, para
distinguirlo del término francés común sexuel (escrito con una e), que significa "lo que concierne al sexo", y utiliza la
ortografía alemana de la palabra para marcar su referencia directa a la sexualidad infantil tal como se define en los Tres
Ensayos de Freud, "Drei Abhandlungen zur Sexualtheorie". En la teoría general de la seducción de Laplanche, lo sexual es la
pulsión "implantada" en el infante por los mensajes enigmáticos del otro u otros adultos; sus residuos no traducidos
constituyen el inconsciente infantil y permanecen activos, a medida que el yo se forma y desarrolla, como una astilla en la
piel del yo. Lo sexual es el inconsciente, inicialmente el inconsciente primario y posteriormente el inconsciente reprimido;
finalmente es lo intraducible.
Por eso mismo, lo sexual es la preocupación específica del psicoanálisis, mientras que el género es "una asignación
dentro de lo social" que se recibe o traduce en el nivel consciente-preconsciente. Para un bebé, el género es también un
mensaje enigmático, o una variedad de mensajes que provienen de los demás, en última instancia de la sociedad en general,
pero inicialmente del pequeño grupo social constituido por la red de parentesco de cada niño: los hermanos, otros
miembros o amigos de la familia, y muy especialmente los padres. Sus mensajes de asignación de género son enigmáticos
porque sus deseos, expectativas o fantasías inconscientes pueden entrar en conflicto con el sexo del niño o la asignación
de género médica. Sin embargo, el niño empieza a traducirlos a nivel consciente o preconsciente. Laplanche está de
acuerdo con los investigadores infantiles actuales en que la identidad de género se forma antes que la identidad sexual,
pero discrepa de su conclusión de que el género organiza la sexualidad. Por el contrario, sostiene que, aunque el género se
asigna y se adquiere muy pronto, su significado sólo queda claro para el niño con la percepción de la diferencia anatómica
de sexo entre los cuerpos masculino y femenino: "El género se adquiere, se asigna, pero es enigmático, hasta
aproximadamente los quince meses. El sexo llega a estabilizarse y a traducir el género en el curso del segundo año"
(Laplanche, 2011, p. 176).
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En mi propia observación, el niño asume un papel activo en su construcción de género: debe asumir un género, hacerlo
suyo, mediante un proceso de identificación. La identificación como niña o como niño -ya que no se ofrece otra alternativa
en la infancia- suele producirse muy pronto, incluso antes de que el niño sea consciente de las diferencias anatómicas. En
años posteriores, esa identificación puede confirmarse y convertirse en una identidad de género, o puede cuestionarse,
rechazarse o transferirse a otro género. El sentido del propio género puede ser poco claro, confuso, contradictorio,
conflictivo, pero lo es de forma consciente o preconsciente. Sin duda, los deseos y las fantasías de los miembros del
parentesco, especialmente de los padres, desempeñan un papel importante, incluso determinante, en las identificaciones o
desidentificaciones de género del niño y, en consecuencia, en las múltiples articulaciones de la identidad de género en la
edad adulta. Pero tanto las identificaciones de género tempranas como las identidades de género posteriores requieren la
participación del yo, aunque sea un yo infantil. Así, mientras que la sexualidad se implanta en el cuerpo del recién nacido
como una excitación psicofísica que el bebé es incapaz de procesar y, por tanto, permanece inconsciente; la identificación
de género es un proceso consciente o preconsciente. Como he resumido el punto de vista de Laplanche en otro lugar, "el
género pertenece al ego, no al inconsciente" (de Lauretis, 2011, p. 251).
En la conclusión del ensayo, Laplanche define "lo sexual" con estas palabras "La sexualidad infantil, lo 'sexual', es el objeto
mismo del psicoanálisis. Es pulsional y no instintiva. Funciona según un régimen económico particular que busca la tensión y
no la reducción de la tensión, y tiene el objeto de la fantasía en su origen y no en su punto de llegada" (Laplanche, 2011, p.
179). Ahora, volviendo por fin a mi título, puedo mostrar por qué la pulsión es fundamental para "lo sexual", en qué se
diferencia del instinto sexual, y en qué sentido sostendría que la pulsión es queer -asumiendo toda la responsabilidad de la
palabra queer, que Laplanche nunca utilizó-. Para ello, volveré a trazar el camino que sigue al esbozar dos economías del
placer en la sexualidad humana.
Desde los años 70, el tema central y el hilo conductor de la investigación de Laplanche es la noción de pulsión (Trieb) y
sus relaciones con lo psíquico y lo biológico; por un lado, la relación de la pulsión con la sexualidad y la fantasía, y por otro,
la relación de la pulsión con la biología y el instinto (Instinkt). El dominio del instinto y de la biología es lo que Laplanche llama
"el orden vital" de la vida y de la muerte, sobre el que debate con Freud desde el título de su primer libro, La vida y la
muerte en psicoanálisis. La confusión y los malentendidos creados por la traducción inglesa de la pulsión (Trieb) como
instinto hicieron aún más necesario un análisis lingüístico de los textos freudianos. En efecto, Laplanche descubrió que
"Freud sólo utiliza [Instinkt] en contadas ocasiones, pero lo hace de forma coherente, muy a menudo para referirse al
instinto en los animales (...) El instinto es hereditario, fijo y adaptativo: comienza con una tensión somática, tiene una 'acción
específica' y un objeto satisfactorio, y conduce a una relajación sostenida de la tensión" (Laplanche, 2011, pp. 7, 12). En
cuanto a Trieb, Freud lo define primero como un estímulo o excitación que surge del interior del organismo y que actúa
como una fuerza constante que mantiene "un aflujo incesante e inevitable de estimulación" (Freud, 1915, pp. 84-86). Pero,
como ya he indicado, parece cambiar de opinión en cuanto al origen y la naturaleza de la pulsión.
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A veces Freud utiliza la palabra Lust como sinónimo de pulsión, pero Lust, señala Laplanche, es una de las palabras
alemanas que contienen una contradicción en sí mismas, ya que significa tanto placer como deseo (mientras que el cognado
inglés, lust, sólo significa deseo violento o irresistible). El propio Freud señala esta ambigüedad en dos notas a pie de página
de los Tres Ensayos: "La única palabra apropiada en lengua alemana, 'Lust', es desgraciadamente ambigua, y denota la
experiencia tanto de una necesidad como de una gratificación (....) la sensación de tensión sexual así como el sentimiento de
satisfacción" (SE 7: 135 y 212). Así, continúa Laplanche, "la lujuria en el sentido de 'placer' se refiere a la descarga y a la
relajación de la tensión; pero la lujuria se utiliza a veces en sentido contrario para significar la 'búsqueda de la excitación',
incluso hasta el agotamiento total" (p. 13).
Esta ambigüedad en la palabra Lujuria produce una contradicción real en el concepto de Freud del principio de placer
(Lustprinzip), que es el que regula la tensión en el aparato psíquico.
"En las formulaciones de Freud [el principio de placer] es a veces una tendencia a la homeostasis (es decir,
una tendencia que apunta al mejor nivel de tensión posible) y a veces una tendencia a la descarga completa
(es decir, una tendencia que apunta al menor nivel de tensión posible). Esta es la diferencia entre, por un
lado, un funcionamiento óptimo y, por otro, lo que podríamos llamar un vaciado 'completo', un
funcionamiento totalmente desordenado y antifisiológico" (Laplanche, 2011, p. 13).
Así, parece que "la lujuria es a veces sinónimo de 'pulsión', de 'libido', de 'impulso', de 'deseo de' y de 'búsqueda de
desequilibrio'. En este caso nunca se alcanza la saciedad o la satisfacción". Pero la lujuria también significa la experiencia
de la satisfacción, "La lujuria en el sentido de 'placer' se refiere a la descarga y a la relajación de la tensión." Así pues,
tenemos, subraya Laplanche, dos modelos radicalmente diferentes de funcionamiento psíquico y de economía del placer: "la
pulsión, que busca la excitación a costa del agotamiento total, y el instinto, que busca la relajación" (pp. 13-14). ¿Cómo
coexisten estas dos fuerzas en la persona humana?
Una vez más, la respuesta hay que buscarla en la teoría del aparato psíquico humano de Freud. Según ésta, la energía de
la pulsión sexual, la libido, se ve frenada u opuesta por lo que Freud llamó las pulsiones de autoconservación o pulsiones del
ego (Ich-Triebe), que emanan del narcisismo del ego y son necesarias para su supervivencia. Laplanche sostiene que la
función autoconservadora se sitúa en lo que la psicología contemporánea llama "apego", la relación entre la madre y el
bebé que garantiza la supervivencia y el desarrollo de cada recién nacido, y más tarde los sentimientos tiernos entre hijos
y padres que se denominan comúnmente amor. Freud hablaba de "afecto" o de "sentimientos afectivos desexualizados"
hacia los padres o hermanos, resultado de la resolución del complejo de Edipo; pero la teoría del apego, basada en la
observación del niño, sitúa el apego mucho antes, en el vínculo entre la madre y el bebé, destacando la reciprocidad del
mismo. El apego, en forma de afecto, ternura o amor, "surge de un dominio que se entiende ampliamente como el de la
autoconservación y el instinto [aunque es] sólo una parte del comportamiento instintivo de autoconservación", observa
Laplanche (p. 42). Este ámbito también incluye la
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"... sexualidad instintiva ligada a la maduración del organismo y que implica relevos neuro-hormonales, cuya
complejidad empieza a reconocerse ahora.
Como ya había subrayado Freud, esta sexualidad empuja a los seres humanos hacia comportamientos
sexuales más o menos preprogramados y que tienen por objeto, sin que este objetivo se plantee
conscientemente, la autoconservación de la especie (p. 43).
Merece la pena leer la afirmación de Freud a este respecto, extraída del artículo "Introducción del Narcisismo":
"El individuo lleva en realidad una doble existencia: una para servir a sus propios fines y otra como eslabón
de una cadena, a la que sirve contra su voluntad, o al menos involuntariamente. El propio individuo
considera la sexualidad como uno de sus propios fines; mientras que desde otro punto de vista es un
apéndice de su germoplasma, a cuya disposición pone sus energías, a cambio de un plus de placer. Es el
vehículo mortal de una sustancia (posiblemente) inmortal - como el heredero de una propiedad vinculada,
que es sólo el titular temporal de un patrimonio que le sobrevive" (Freud, 1914a, SE 14: 78).
En este punto, continúa Laplanche, nos encontramos con un problema: "esta sexualidad, de origen hormonal, está
ausente en [los humanos] desde el nacimiento hasta el período prepuberal. [Y] es precisamente entre el nacimiento y la
pubertad donde se sitúa la sexualidad pulsional humana, la sexualidad infantil que descubrió Freud" (p. 43).
(Este término bastante incómodo de "sexualidad pulsional", a diferencia de "sexualidad instintiva", es la traducción de los
términos originales en francés de Laplanche, sexualité pulsionnelle, a diferencia de sexualité instinctuelle, siendo
pulsionnelle la forma adjetiva de pulsion, la palabra francesa para pulsión. Pero el inglés no tiene un adjetivo que
corresponda al sustantivo "drive", que es una de las razones por las que James Strachey decidió traducir Trieb por
"instinct" en la Standard Edition).
En el último capítulo de los Tres Ensayos, Freud analiza con cierta amplitud la relación entre los placeres sexuales de la
vida infantil, consistentes en pulsiones parciales y basados en la estimulación de cualquiera de las zonas erógenas del
cuerpo (no sólo la boca, el ano y los genitales, sino también los ojos, las orejas, las manos y la piel), y el "placer de
satisfacción" provocado por "la descarga de las sustancias sexuales" en los adultos o después de la pubertad. Mientras
que los primeros placeres producen una excitación sexual sostenida, el placer de la satisfacción "es el de mayor
intensidad", pero extingue temporalmente toda excitación sexual. Freud llama a los primeros "placeres previos" en la
medida en que, al aumentar la excitación, sirven de preparación para el "acto sexual normal": el aumento de la tensión
resultante de los juegos previos produce "la energía motriz necesaria... que provoca la descarga de las sustancias
sexuales" y, por tanto, "el placer final o placer de satisfacción derivado del acto sexual". Sin embargo, apenas una página
más adelante, advierte contra los "peligros del placer previo", que, si se prolonga, puede "ocupar el lugar del objetivo sexual
normal" y conducir, en cambio, a la perversión (SE 7: 210-212).
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Una vez más, ante el hecho de que Freud diga una cosa y sugiera su contraria en pocas páginas, Laplanche afirmará la
posición radical. El instinto sexual, insiste, no es una "mutación o morfología" de la sexualidad infantil, o su culminación,
como dice finalmente Freud, sino "un desarrollo cualitativamente nuevo" (Laplanche, 2011, p. 22). La pubertad marca el
inicio de otro tipo de sexualidad basada en el instinto. Su diferencia con la sexualidad pulsional es que "el objeto de la pulsión
es el objeto real, que ha de situarse al final del proceso sexual. El objeto de la pulsión debe situarse en la fantasía
inconsciente; es el objeto excitante, el 'objeto-fuente'" (p. 42). En otras palabras, el objeto del instinto es un objeto real y
actual, típicamente una persona, mientras que el objeto de la pulsión es su propia fuente en la fantasía inconsciente: es lo
que desencadena y mantiene la excitación sexual, no lo que la satisface y la extingue.
Para resumir: La sexualidad infantil, perversa y polimorfa, o en palabras de Laplanche "lo sexual", "está
indisociablemente ligada a la fantasía como su causa. Reprimida, es lo que constituye el contenido del inconsciente y es el
objeto mismo del psicoanálisis" (p. 44). Laplanche la rebautiza como sexualidad pulsional (séxualité pulsionnelle) no sólo para
distinguirla de la sexualidad instintiva, sino también para subrayar que no es sólo infantil, no termina con la pubertad, sino
que continúa activa en la edad adulta precisamente porque es mayoritariamente inconsciente. El proceso es el mismo que
Laplanche articuló en el caso del trauma psíquico de Emma: la sexualidad es intrínsecamente traumática porque los
primeros sentimientos sexuales, los recuerdos traumáticos o los residuos de los mensajes no traducidos se olvidan (se
reprimen) pero siguen existiendo en la fantasía inconsciente. Sin embargo, nos recuerda, "la represión y el inconsciente no
son fenómenos excepcionales, patológicos, sino que son la suerte de la humanidad como tal... La seducción tiene, de hecho,
todas las posibilidades de producirse dentro de toda relación de cuidado" (p. 253).
Debido a la doble temporalidad del desarrollo sexual humano, la sexualidad instintiva, de origen hormonal, está ausente
en los seres humanos desde el nacimiento hasta la pubertad. La sexualidad pulsional comienza mucho antes de la pubertad
y continúa activa durante toda la vida del individuo. Así que tenemos un problema y una paradoja. El problema es que estos
dos tipos de sexualidad corresponden a los dos modos de funcionamiento de la pulsión y el instinto, respectivamente. Uno
es "la búsqueda de la excitación" (una acepción de la Lujuria), el aumento de la tensión que constituye el placer en la
sexualidad infantil; el otro es "la búsqueda del placer en el objeto" (la otra acepción de la Lujuria) y el placer de la
satisfacción lograda por la liberación de la tensión. Son economías de placer diferentes que seguirán siendo difíciles de
conciliar en la vida de cada individuo. La paradoja es que la sexualidad pulsional, que se adquiere en la infancia, precede a la
sexualidad instintiva innata, de modo que cuando la sexualidad instintiva irrumpe en el organismo en la pubertad, "encuentra
su lugar 'ocupado', por así decirlo, por las pulsiones infantiles, ya y siempre presentes en el inconsciente" (p. 44).
Esta paradoja es lo que Laplanche llama "el demasiado pronto y el demasiado tarde de la sexualidad humana". La
sexualidad pulsional infantil, polimorfa perversa, para-genital y pre-sexual, se "implanta" en el niño demasiado pronto, es
decir, mucho antes de que el cuerpo humano esté dotado de una pulsión sexual instintiva y de medios reproductivos. Así,
cuando el instinto llega a la pubertad, es demasiado tarde, en el sentido de que el espacio psíquico ya contiene fantasías
inconscientes de placeres sexuales. Lo que no significa que el instinto sea impotente, ni mucho menos, sino sólo que mucha
agua ha pasado bajo el puente, dejando todo tipo de residuos -reminiscencias, síntomas neuróticos, peculiaridades
sexuales- con los que la sexualidad instintiva, reproductiva o genital tendrá que arreglárselas. Con algunos de esos
residuos se las arreglará, con otros no. En resumen, una cierta cantidad de neurosis, la neurosis común, es normal y es la
suerte inevitable y común de los seres humanos.
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Justo en la época del juicio a Oscar Wilde, Freud abrió sus Tres ensayos de teoría sexual con el tema de la desviación
sexual. Tras detallar la desviación en los adultos, propuso la escandalosa idea de una sexualidad perversa en los niños,
pero luego se retractó parcialmente. Laplanche ha generalizado la teoría de Freud haciendo de la desviación sexual una
condición del ser humano. Del mismo modo que despatologiza la teoría de la seducción de Freud y hace de la seducción una
situación humana universal, despatologiza la neurosis común: todos tuvimos una madre, unos padres o unos cuidadores al
venir al mundo, todos adquirimos un inconsciente y fuimos dotados de esa pulsión extraña que él llama "sexualidad
pulsional" y, si tuvimos suerte, también aprendimos a amar.
A partir del descubrimiento original de Freud sobre el inconsciente y la sexualidad infantil, Laplanche reteoriza la
sexualidad pulsional, "lo sexual", como una sexualidad perversa, no reproductiva, anárquica, que no depende del género ni
del sexo, que impone condiciones a la sexualidad genital y que pone condiciones al amor. Sin duda, Laplanche no lo llama
"queer", pero yo sí lo haría. ¿No lo harías tú?
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Referencias:
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- Laplanche, J. and Pontalis, J.-B. (2015 [1964]). Primal Fantasy, Fantasies of Origins, Origins of Fantasy. Reprinted in a new translation by Jonathan
House in D. Scarfone, Laplanche, an Introduction (pp. 69-115).
- Mehlman, Jeffrey (2016). Reading (with) Laplanche: notes toward a memoir. In C. Dejours & F. Votadoro (Eds.), La séduction à l’origine. L’oeuvre de
Jean Laplanche (pp. 367-375). Paris: PUF.
- Ornston, Darius Gray Jr. (Ed.) (1992). Translating Freud. New Haven and London: Yale University Press.
- Scarfone, Dominique (2015). Laplanche, an Introduction. New York: The Unconscious in Translation.