Llamado A Algunos Doctores

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Llamado a algunos doctores

Poema de Arguedas

Dicen que no sabemos nada, que somos el atraso, que nos han de cambiar la cabeza
por otra mejor.

Dicen que nuestro corazón tampoco conviene a los tiempos, que está lleno de
temores, de lágrimas, como el de la calandria, como el de un toro grande al que se
degüella, que por eso es impertinente.

Dicen que algunos doctores afirman eso de nosotros, doctores que se reproducen en
nuestra misma tierra, que aquí engordan o que se vuelven amarillos.

Que están hablando, pues: que estén cotorreando si eso les gusta.
¿De qué están hechos mis sesos? ¿De qué está hecha la carne de mi corazón?
Saca tu larga vista. Mira, si puedes.

Quinientas flores de papas distintas crecen en los balcones de los abismos que tus
ojos no alcanzan. Esas quinientas flores, son mis sesos, mi carne.

En esta fría tierra, siembro quinua de cien colores, de cien clases, de semilla poderosa.
Los cien colores son también mi alma, mis infaltables ojos.

Yo, aleteando amor, sacaré de tus sesos las piedras idiotas que te han hundido.
Ninguna maquina difícil hizo lo que se, lo que sufro, lo que gozar del mundo gozo.

¿Trabajaré siglos de años y meses para que alguien que no me conoce y a quien no
conozco me corte la cabeza con una máquina pequeña?

No, hermanito mío. No ayudes a afilar esa máquina contra mí, acércate, deja que te
conozca, mira detenidamente mi rostro, mis venas

Que camine la muerte hacia nosotros; que vengan esos hombres a quienes no
conocemos. Los esperaremos en guardia, somos hijos del padre de todos los ríos, del
padre de todas las montañas ¿es que ya no vale nada el mundo, hermanito doctor?

No contestes que no vale. Más grande que mi fuerza en miles de años aprendida; que
los músculos de mi cuello en miles de meses; en miles de años fortalecidos, es la vida,
la eterna vida mía, el mundo que no descansa, que crea sin fatiga; que pare y forma
como el tiempo, sin fin y sin principio.

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