Llamado A Algunos Doctores

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 3

Llamado a algunos doctores

Por: Jos Mara Arguedas

Dicen que no sabemos nada, que somos el atraso, que nos han de cambiar la cabeza por
otra mejor.
Dicen que nuestro corazn tampoco conviene a los tiempos, que est lleno de temores, de
lgrimas, como el de la calandria, como el de un toro grande al que se degella, que por eso
es impertinente.

Dicen que algunos doctores afirman eso de nosotros, doctores que se reproducen en
nuestra misma tierra, que aqu engordan o que se vuelven amarillos.

Que estn hablando, pues: que estn cotorreando, si eso les gusta.

De qu estn hechos mis sesos? De qu est hecha la carne de mi corazn?

Saca tu larga vista, tus mejores anteojos. Mira, si puedes.

Quinientas flores de papas distintas crecen en los balcones de los abismos que tus ojos no
alcanzan, sobre la tierra en que la noche y el oro, la plata y el da se mezclan. Esas quinientas
flores, son mis sesos, mi carne.

Por qu se ha detenido un instante el sol, por qu ha desaparecido la sombra en todas


partes, doctor?

Pon en marcha tu helicptero y sube aqu, si puedes. Las plumas de los cndores, de los
pequeos pjaros se han convertido en arco iris y alumbran.

Las cien flores de la quinua que sembr en las cumbres hierven al sol en colores, en flor se
ha convertido la negra ala del cndor uy de las aves pequeas.
Es el medioda; estoy junto a las montaas sagradas: la gran nieve con lampos amarillos, con
manchas rojizas, lanzan su luz a los cielos.

En esta fra tierra, siembro quinua de cien colores, de cien clases, de semilla poderosa. Los
cien colores son tambin mi alma, mis infaltables ojos.

Yo, aleteando amor, sacar de tus sesos las piedras idiotas que te han hundido. El sonido de
los precipicios que nadie alcanza, la luz de la nieve rojiza, de espantado, brilla en las
cumbres. El jugo feliz de los millares de yerba, de millares de races que piensan y saben,
derramar tu sangre, en la nia de tus ojos.

El latido de miradas de gusanos que guardan tierra y luz; el vocero de los insectos
voladores, te los ensear hermano, har que los entiendas. Las lagrimas de las aves que
cantan, su pecho que acaricia igual que la aurora, har que las sientas y las oigas.

Ninguna mquina difcil hizo lo que s, lo que sufro, lo que gozar del mundo gozo. Sobre la
tierra, desde la nieve que rompe los huesos hasta el fuego de las quebradas, delante del
cielo, con su voluntad y con mis fuerzas hicimos todo eso.

No huyas de m, doctor, acrcate. Mrame bien, reconceme. Hasta cundo he de


esperarte? Acrcate a m; levntame hasta la cabina de tu helicptero. Yo te invitar el licor
de mil savias diferentes.

Curar tu fatiga que a veces te nubla como bala de plomo, te recrear con la luz de las cien
flores de quinua, con la imagen de su danza al soplo de los vientos; con el pequeo corazn
de la calandria en que se retrata el mundo, te refrescare con el agua limpia que canta y que
yo arranco de la pared de los abismos que templan con su sombra a nuestras criaturas.

Trabajar siglos de aos y meses para que alguien que no me conoce y a quien no conozco
me corte la cabeza con una mquina pequea?
No, hermanito mo. No ayudes a afilar esa mquina contra m, acrcate, deja que te
conozca, mira detenidamente mi rostro, mis venas, el viento que va de mi tierra a la tuya es
el mismo; el mismo viento que respiramos; la tierra en que tus mquinas, tus libros y tus
flores cuentas, baja de la ma, mejorada, amansada.

Que afilen cuchillos, que hagan tronar zurriagos; que amasen barro para desfigurar nuestros
rostros; que todo eso hagan.

No tememos a la muerte, durante siglos hemos ahogado a la muerte con nuestra sangre, la
hemos hecho danzar en caminos conocidos y no conocidos.

Sabemos que pretenden desfigurar nuestros rostros con barro; mostrarnos as,
desfigurados, ante nuestros hijos para que ellos nos maten.

O sabemos bien qu ha de suceder. Que camine la muerte hacia nosotros; que vengan esos
hombres a quienes no conocemos. Los esperaremos en guardia, somos hijos del padre de
todos los ros, del padre de todas las montaas es que ya no vale nada el mundo,
hermanito doctor?

No contestes que no vale. Ms grande que mi fuerza en miles de aos aprendida; que los
msculos de mi cuello en miles de meses; en miles de aos fortalecidos, es la vida, la eterna
vida ma, el mundo que no descansa, que crea sin fatiga; que pare y forma como el tiempo,
sin fin y sin principio.

También podría gustarte