Historia Latinoamericana, Historia de América Latina, Latinoamérica en La Historia
Historia Latinoamericana, Historia de América Latina, Latinoamérica en La Historia
Historia Latinoamericana, Historia de América Latina, Latinoamérica en La Historia
Historia latinoamericana,
historia de América Latina,
Latinoamérica en la historia*
Hilda Sabato
C uando Stefan Rinke me invitó a reflexionar sobre la historia global reaccioné con mi reti-
cencia habitual frente a temas tan amplios, pero también descarté centrarme en mi área
específica de investigación. Preferí, en cambio, una escala intermedia para intentar una conver-
sación sobre América Latina, foco de esta conferencia. Pensé que quizá valía la pena interrogar
el objeto mismo del encuentro, denominado –como saben– “Entre Espacios: la historia latinoa-
mericana en el contexto global”.
¿A qué nos referimos con historia latinoamericana? ¿A la de los países tal y como los co-
nocemos actualmente? ¿A la de la suma de esos países? ¿A la de una región que suponemos
tiene una historia que no es apenas la de esa suma? Y ¿cómo se cruza la dimensión geográfico-
espacial (los territorios del subcontinente) con la dimensión socio-temporal? Esto es, esta “his-
toria latinoamericana”, ¿surge de proyectar hacia atrás la definición actual de América Latina
para abarcar todo el pasado humano de un espacio que hoy comprende desde el Río Grande
hasta Tierra del Fuego? O solo se ocupa de América Latina desde… ¿desde cuándo? ¿Desde que
fue conquistada por los europeos? En ese caso: ¿cuáles son sus límites? Habría quizá que incluir
California y la Florida, por lo menos… O tal vez solo queremos referirnos a lo que ocurrió des-
pués de la ruptura del orden colonial. En fin, no es fácil definir nuestro objeto.
La cuestión se complejiza si consideramos la frase “en el contexto global”. Lo global, ¿es
solo contexto? Y frente a una historia global, la historia latinoamericana ¿no presentaría las
mismas limitaciones que las historias nacionales? Pensar globalmente, ¿no exigiría cuestionar
la idea misma de ese recorte? Finalmente, “entre espacios”: la fórmula abre todavía más cues-
tiones, pues el tema del espacio no es de abordaje sencillo. Por eso, planteada la interrogación
general, no pretendo aventurar ninguna respuesta, sino apenas centrarme en una pregunta: qué
hacemos cuando decimos que hacemos historia latinoamericana.
La propuesta de incorporar al subcontinente como parte de una misma historia aparece en
forma fragmentaria desde muy atrás. A mediados del siglo xix, por ejemplo, Bartolomé Mitre
escribía la biografía de San Martín con proyección regional y le ponía como título Historia de
San Martín y la emancipación sudamericana. Más explícito fue el emprendimiento que, en
* Conferencia de clausura del XVII Congreso Internacional de ahila –Asociación de Historiadores Latinoamerica-
nistas Europeos–, Berlín, 12 de septiembre de 2014. Se ha mantenido el carácter coloquial de la conferencia, por lo
que el texto no incluye referencias bibliográficas.
Historia latinoamericana
A diferencia de los historiadores del sur que se embarcaban en el estudio del pasado de Amé-
rica Latina a través de una composición articulada sobre la base de historias de espacios más
acotados (para el siglo xix, las flamantes naciones), en los centros académicos europeos y de
los Estados Unidos se consideraba la región como unidad ex ante. Y más allá de cómo cada
investigador armara la totalidad (si iba de lo particular a lo general o viceversa) el resultado
refería centralmente a esta. Y se fundaba sobre un supuesto muy fuerte que teñía el interés y la
producción sobre el tema: América Latina era una. Era “una” en su presente y en su pasado, y
Latinoamérica en la historia
En el transcurso de este año, me tocó participar de dos reuniones convocadas por colegas del
norte: la primera, en los Estados Unidos, llevaba por título “American Civil Wars. The Entan-
gled Histories of the United States, Latina America, and Europe” , y la segunda, en España, “Fe-
deralismos. Europa del Sur y América Latina en perspectiva histórica”. Si bien hubo ocasiones
anteriores en que asistí a reuniones donde se combinaban presentaciones de diversas regiones del
mundo, nunca la enunciación fue tan clara como ahora. América Latina aparece aquí como una
región entre otras, en paralelo con otras –¡al menos en el título!–. Y parece entrar en la Historia
del mundo ya no como lo otro sino como una parte. ¿Será así?
¿Qué está pasando? No es fácil trazar un mapa de situación, así que procederé por partes.
No me queda más remedio, entonces, que empezar por la historia global (a pesar de mi inicial
resistencia a hablar de ese tema). Y voy a hacerlo de manera muy elemental, refiriéndome a algu-
nos rasgos básicos y conocidos pero que sirven de punto de partida. Como sabemos, no hay una
definición universalmente aceptada de ese término, que se utiliza genéricamente para hacer
referencia a un conjunto de aproximaciones diferentes al pasado (que llevan distintos nombres
y conviven y compiten entre sí con bastante entusiasmo). Todas ellas tienen, sin embargo, un
denominador común: la crítica a las historias nacionales, que focalizan su mirada dentro de las
fronteras de cada país o de otros espacios sociopolíticos o culturales específicos. Proponen, en
cambio, una redefinición de los marcos y las escalas espaciales y temporales de indagación. En
el conjunto de enfoques que reconocen esta perspectiva, se distinguen dos orientaciones prin-
cipales. Por una parte, la que se impone trascender las fronteras políticas y territoriales de
“sociedades” consideradas singulares para atender a procesos más abarcadores, idealmente
globales o mundiales; por otra parte, la que apunta a los intercambios, flujos, transferencias y
conexiones entre sociedades diversas, esto es, transnacionales. En sus versiones más atractivas,
Historias “nacionales”