Seleccion de Fuentes Sobre Los Sofistas

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Material para uso exclusivo de la cátedra Historia de las ideas políticas I

SELECCIÓN DE TEXTOS SOBRE LOS SOFISTAS

Para TRASÍMACO

“Tan pronto como hube hablado, Glaucón y los demás concurrentes le rogaron que accediese.
Era evidente que Trasímaco ardía en deseos de hablar para lucirse, creyendo tener una
contestación insuperable; sin embargo, simulaba desdeñosamente porque fuera yo el que
contestara. Al fin cedió:
- He aquí la sabiduría de Sócrates- dijo-: no querer enseñar e ir aprendiendo de unos y
otros sin agradecérselo a nadie.
- Tienes razón- contesté- en lo de aprender de los demás, Trasímaco; pero te equivocas al
afirmar que no lo agradezco, pues pago con lo que puedo y no puedo hacerlo más que
con aplausos, pues carezco de dinero. Y de que lo hago con toda buena voluntad,
cuando me parece que hablan rectamente, te convencerás tan pronto como contestes
porque juzgo que hablarás bien.
- Escucha, pues- dijo-. Sostengo yo que la justicia no es otra cosa que lo que conviene al
más fuerte. Y bien, ¿por qué no aplaudes? Te guardarás de ello.
- Espera al menos a que haya comprendido tu pensamiento-repliqué- porque aún no lo
entiendo. Sostienes que la justicia es lo que conviene al más fuerte. ¿Qué entiendes por
esto, Trasímaco? ¿Quieres decir que si, Polidamas, el campeón de pancracio, es más
fuerte que nosotros, y le es provechoso para su físico comer carne de vaca, este
alimento es de igual modo conveniente y justo para nosotros, más débiles que él?
- Repugnante eres, Sócrates- dijo-, al tomar mis palabras por donde más fácilmente
puedes tergiversarlas.
- De ninguna manera, querido amigo- repliqué-, pero aclara más tu pensamiento.
- Pues bien,¿no sabes tú que algunas ciudades-preguntó- se rigen por la tiranía, otras por
la democracia y otras por la aristocracia?
- Naturalmente, lo sé.
- ¿Y no es el gobierno el que tiene la fuerza en cada ciudad?
- Sin duda.
- ¿Y no dicta cada gobierno las leyes que le conviene? ¿El democrático, democráticas, el
tiránico, tiránicas, y así las demás? Establecidas las leyes los gobernantes demuestran
que para los gobernados es justo lo que a ellos les conviene. ¿No castigarán a quienes
violan esas leyes como culpables de una acción injusta? Tal es, querido amigo, mi
pensamiento: en todas las ciudades, la justicia no es sino la conveniencia del gobierno
establecido. Y éste, de una u otra manera, es el que tiene poder. De modo que para todo
hombre que razone sensiblemente, lo justo es lo mismo en todas partes: lo que conviene
al más fuerte.
- Ahora comprendo-repliqué-lo que quieres decir. Pero, ¿es verdadero o falso? Es esto lo
que voy a tratar de averiguar.”
(Platón,La República, Libro I, cap. XII, 338ª-339ª)

Para CALICLES

“Calicles- Pero, según mi parecer, los que establecen las leyes son los débiles y la multitud. En
efecto mirando a sí mismos y a su propia utilidad establecen las leyes, disponen las alabanzas y
determinan las censuras. Tratando de atemorizar a los hombres más fuertes y a los más capaces
de poseer mucho, para que no tengan más que ellos, dicen que adquirir mucho es feo e injusto, y
que eso es cometer injusticia: tratar de poseer más que los otros. En efecto, se sienten
satisfechos, según creo, con poseer lo mismo siendo inferiores.
Por esta razón, con arreglo a la ley se dice que es injusto y vergonzoso tratar de poseer
más que la mayoría y a esto llaman cometer injusticia. Pero, según yo creo, la naturaleza misma
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demuestra que es justo que el fuerte tenga más que el débil y el poderoso más que el que no lo
es. Y lo demuestra que es así en todas partes, tanto en los animales como en todas las ciudades y
razas humanas, el hecho de que de este modo se juzga lo justo: que el fuerte domine al débil y
posea más. En efecto, ¿en qué clase de justicia se fundó Jerjes para hacer la guerra a Grecia, o
su padre a los escitas, e igualmente, otros infinitos casos que se podrían citar? Sin embargo, a
mi juicio, estos obran con arreglo a la naturaleza de lo justo y también, por Zeus, con arreglo a
la ley de la naturaleza. Sin duda, no con arreglo a esta ley que nosotros establecemos, por la que
modelamos a los mejores y más fuertes de nosotros, tomándoles desde pequeños, como a
leones, y por medio de encantos y hechizos los esclavizamos, diciéndoles que es preciso poseer
lo mismo que los demás y que esto es lo bello y lo justo.
Pero yo creo que si llegara a haber un hombre con índole apropiada, sacudiría, quebraría
y esquivaría todo esto, y pisoteando nuestros escritos, engaños, encantamientos y todas las leyes
contrarias a la naturaleza, se sublevaría y se mostraría dueño de este nuestro esclavo, y entonces
resplandecería la justicia de la naturaleza.”
(Platón, Gorgias, 483c- 484b)

Para PROTÁGORAS:

“También Protágoras acepta que el hombre es la medida de todas las cosas; de las que
son, en cuanto que son; y de las que no son, en cuanto que no son. Y por eso él establece sólo lo
que a cada cual aparece. Y así introduce el relativismo”.
Sexto Empírico, Esbozos pirrónicos, libro I, XXXII, 216-217.

- Ver Platón, Protágoras, 316- 324d (ver apunte aparte)

Para CRITIAS

“También Critias, uno de aquellos que fueron tiranos en Atenas, parece formar parte del
grupo de los ateos, puesto que sostiene que los antiguos legisladores inventaron la divinidad
como supervisora de las acciones humanas buenas y malas, con la idea de que nadie cometiera
injusticias solapadas contra el prójimo por temor al castigo de los dioses.
Estas son sus palabras:
«Hubo un tiempo en que la vida de los hombres era desordenada, bestial y esclava de la
fuerza; en que no había premio para los honestos, ni tampoco castigo para los malvados. Y en
seguida, creo yo, los hombres dictaron leyes que establecían sanciones, con el fin de que la
justicia fuera señora de todos por igual y se sometiera a ella la violencia. Y, si alguien delinquía,
era castigado. Mas las leyes sólo impedían a los hombres cometer delitos de modo manifiesto y
con violencia, pero no ocultamente, y por ello, creo yo también, un hombre astuto y sabio fue el
primero en introducir entre los hombres el temor a los dioses, para que los malvados temiesen
por lo que ocultamente hicieran, dijeran o pensaran. De ahí la invención de la divinidad, espíritu
floreciente de la vida inmortal, que oye, ve y piensa, que gobierna todas las cosas y goza de la
naturaleza divina. La cual oirá todo lo que digan los mortales, y podrá ver todo lo que hagan. Si
tú meditas en silencio alguna mala acción, no quedará oculta a los dioses, pues lo conocen todo.
Al exponer estas doctrinas sobre los dioses, introdujo la más dulce de las esperanzas, ocultando
la verdad con falsas palabras. Para aterrar aún más a los hombres, decía que los dioses tienen su
morada allí, donde sabía que nacen los temores y las fatigas para los humanos en su mísera vida,
en lo alto de la bóveda celeste, donde veían que estaban los rayos, los terroríficos fragores del
trueno y el estelar brillo del cielo, bello encaje de Cronos, sabio demiurgo, por donde marcha el
incandescente sol, y desde donde la húmeda lluvia camina hacia la tierra. Con hábil
razonamiento a la divinidad dio morada en la región más óptima, rodeando a los hombres de
tales temores que pude extinguir la anomia con las leyes.»
Expone luego algunas pocas ideas más y añade: «Así, creo yo, que en un principio
alguien convenció a los hombres de creer en la existencia de los dioses.»”
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Para HIPPIAS:

"Señores, yo creo que todos somos miembros de una misma familia,


amigos y compañeros; sino por una ley convencional, por lo menos por la naturaleza.
En efecto, ante la naturaleza, la semejanza es una manifestación del parentesco, pero la
ley convencional, ese tirano de la humanidad, nos fuerza a proceder contra la
naturaleza".

Hippias, en: Platón. Protágoras. 337 e. [en: POPPER, K. La


sociedad abierta y sus enemigos. Bs. As., Orbis, 1985, pag. 78].

Para ANTIFONTE

"Justicia consiste en no transgredir las instituciones de la ciudad en la que se


vive como ciudadano. Así, pues, un hombre practicará la justicia con gran utilidad
propia si hace mucho caso de las leyes cuando hay testigos, pero si se halla solo y sin
testigos ha de cumplir los dictámenes de la naturaleza. En efecto, los preceptos legales
son impuestos, los de la naturaleza obligatorios: los preceptos legales son producto de
un pacto, no innatos; los de la naturaleza son innatos, no producto de ningún pacto".

"Así, pues, quien conculca las disposiciones legales, mientras pasa


desapercibido a quienes establecieron el pacto, se ve libre de ignominia y de castigo; si
no pasa desapercibido, no. Si se hace violencia a las leyes dadas por la naturaleza más
allá de cuanto es posible, aunque pase desapercibido a todos los hombres, el mal no es
inferior, ni es superior si es a la vista de todos. Pues uno no se ve dañado en relación a
la opinión, sino a la verdad. Nuestra indagación tiene por objeto lo siguiente: muchas
disposiciones legales se hallan en conflicto con la naturaleza. Efectivamente, se
establecen leyes en relación con los ojos".

"Sobre lo que han de ver y lo que no, en relación con las orejas sobre lo que
deben oír y lo que no, en relación con la lengua sobre lo que debe decir y lo que no, en
relación con las manos sobre lo que deben hacer y lo que no, en relación con los pies
sobre donde han de ir y donde no, en relación con la mente sobre lo que debe desear y lo
que no. Sin embargo, no son más agradables ni más afines a la naturaleza aquellas cosas
de las que las leyes apartan a los hombres que aquellas a las que los aproximan. Vivir y
morir son cosas de naturaleza; los hombres viven como resultado de las cosas que les
son útiles, y mueren como resultado de las cosas que no les son útiles".

"En relación a lo útil, aquello que las leyes establecen es atadura para la
naturaleza, pero lo que ésta establece es libertad. De ninguna manera aquello que
produce dolor, en realidad no es más ventajoso para la naturaleza que lo que produce
placer; de ninguna manera es más útil lo que produce aflicción que lo que produce
placer. Pues, en verdad, lo que es útil no ha de producir daño, sino provecho..."

Antifonte. Fragm. A, col. I, II, III, IV. [en: Sofistas.


Testimonios y fragmentos. Barcelona, Bruguera, 1985, p. 220/2].

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