La Cultura de La Excelencia y El Hombre de Calidad

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Universidad Nacional de Trujillo Ing.

William Guarniz Herrera


Facultad de Ingeniería Doc. de Evaluación y Control de Calidad
Escuela de Ingeniería de Materiales

LA CULTURA DE LA EXCELENCIA Y EL HOMBRE DE CALIDAD

Introducción:
Estadísticamente esta demostrado que la mayoría de las cosas en el universo tienen características de
calidad cuyos valores se distribuyen en forma de una curva normal o gaussiana, ya sea, para una sola
característica o para una familia de estas, Aun cuando la distribución de dichas características en una
pequeña muestra no sea normal, en el análisis de un universo grande de información el
comportamiento tiende a ser normal.

En la escala de las características de calidad de la conducta e inteligencia humana que se muestra en


la Fig.1 se observa que los valores conductuales (actitudes) y los niveles de inteligencia (aptitudes)
también se distribuyen normalmente, más aún, si se considera que el universo muestral esta
constituido por miles de millones de seres humanos que
desde los albores de la humanidad hasta nuestros días
han conservado, y aun conservan, las mismas
características de calidad; valores negativos, mediocres,
o positivos sean estos, pero allí están, pululantes en el
ambiente de la sociedad mundial.

En esta figura se observa que dentro del espectro de


valores humanos que van desde la imperfección, hasta
la perfección, la mayor banda de características de calida
está ocupada por la mediocridad. Como en toda
distribución normal, el 99.73% de los valores mediocres
ocupa esta región y sólo el 0.27% está repartido entre
la imperfección y la excelencia humana.

Es bien conocido que en el mundo, los inferiores y los


excelentes representan sólo una mínima cantidad de la
población. Son raros, por lo que normalmente son
desdeñados, por la mayor parte de la sociedad, la
mediocracia. En toda época, para algún abominable
existió un iluminado, así como para un Tiberio existió
un Cristo y para un Hitler existió un Gandhi, para un
estulto existirá siempre un genio, sin embargo, alrededor de ellos también existió, como hasta ahora
existe, una gran masa humana amorfa que nunca los emuló sea por temor o sea por incapacidad. Esta
gran masa esta constituida por los mediocres que no son inferiores ni superiores, que no son ni
asesinos ni santos, pero que están revestidos de una aureola de lacras morales, de la que deben
despojarse, en cierta o gran medida, para caminar firmes hacia el sendero de la calidad, nivel mínimo
de la excelencia humana y pilar del desarrollo cultural, moral y espiritual de la sociedad.

Bien lo dijo Manuel González Prada, celebre ensayista peruano, en un texto inolvidable publicado en
1922, “Los individuos y las naciones, no valen sino por su elevación moral”. Esta elevación, que

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implica un nivel superior de conciencia, debe ser promovida por el Estado mediante un cambio total
de la infraestructura educativa de tal manera que la educación humanística, moral y espiritual tenga
el mismo o mayor peso que la instrucción técnica y cultural de los seres humanos desde la niñez y
durante toda la vida.

¿Porqué desde la niñez?, porque a todo ser humano, con el cerebro, el corazón y el espíritu
limpios, es mas fácil ingresarle información sana y valiosa y moldearlo mental y espiritualmente para
que en el futuro asuma el papel de hombre de calidad, un genio o un excelso, es decir, un hombre
excelente desde su mínima a su máxima expresión, según sea su capacidad de absorción moral y
espiritual (calidad, virtuosismo y excelsitud) y su capacidad de aprehensión cultural y técnica
(inteligencia, genialidad y sabiduría). En fin hombres positivos de gran trascendencia para el nuevo
milenio.

La enseñanza intensiva y mentalizante, durante la mayor parte de su vida del ser humano, de temas
que se traten sobre: ética, moral, buenas costumbres, urbanidad, civismo, amor a la patria y a sus
símbolos; amor a Dios, a los padres, a los semejantes y a la sociedad, así como amor al estudio y al
trabajo, fuentes de superación continua, hará que la población mediocre actual, inmersa dentro del
amplio espectro de las lacras y pseudo-virtudes registradas en la Fig.1, reduzca su dispersión moral y
desplace continuamente su valor medio de actitudes hacia el nivel mínimo de la excelencia humana,
es decir, la calidad.

Con un sistema educativo de este tipo es factible que las nuevas generaciones, tengan multitudes de
hombres de calidad y porqué no decirlo, de genios y virtuosos. De esta forma, los mediocres de hoy
resultaran siendo los inferiores del mañana, es decir la minoría. Para que el mediocre “desaparezca”,
es necesario que las funestas lacras morales y las pseudo-virtudes que abundan hoy en día en la
sociedad, llámese: servilismo, rutina, mezquindad, envidia, maledicencia, hipocresía, criticantrismo,
vanidad, modestia y honestidad sean definitivamente erradicadas del yo interior y del espíritu del ser
humano para así enrumbarlo firme por el sendero del desarrollo personal, moral y conductual del
hombre de calidad. El hombre nuevo debe mirar a la dignidad en la cumbre de sus propias virtudes y
poner empeño creciente para cambiar su personalidad interior con el trabajo y el estudio fuentes de
libertad, superación y optimismo.

Cuando el hombre de calidad se decide por el cambio, afanoso de mejoramiento y renuente a toda la
mediocridad, lleva en si el impulso de un ideal, ideal que le ha sido inculcado desde la niñez y que
ninguna fuente de alineación moral, política o religiosa podrá cambiar. Contrariamente, el hombre
mediocre, no tiene ideales y es fácilmente alienable debido a su pobre formación ética en la niñez y
en la juventud, en el hogar en la escuela principalmente. Por ello, el Estado debe ser el motor que
impulse la formación del hombre nuevo, mejorando la infraestructura educativa y cambiando
totalmente el plan curricular para los estudios primarios, secundarios y superiores; posteriormente,
las empresas y los centros de trabajo se ocuparan solamente de darle capacitación técnica necesaria
y reforzarle los valores positivos aprendidos durante la etapa previa a la del trabajo.

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En la actualidad, puesto que el hombre normal es totalmente mediocre y es mayoría dentro del
ambiente laboral, las empresas tienen que hacer el doble esfuerzo de capacitar técnica y éticamente
a sus empleados para mejorar no solo sus aptitudes sino también sus actitudes para que adquieran un
cierto grado de excelencia que permita elevar el nivel de desarrollo de la organización. En este
esfuerzo también tienen que participar las entidades públicas y privadas de promoción del desarrollo
humano e institucional.

LOS IDEALES EN EL HOMBRE DE CALIDAD.


En términos generales, el ideal se define como un fuego sagrado que arde dentro del espíritu del
hombre y que es capaz de templarlo para los grandes acontecimientos y las más grandes acciones.
Por lo tanto, hay que custodiarlo, ya que si se le deja apagar no se reenciende jamás, es decir, si el
ideal muere en el hombre, también muere el espíritu. Un hombre sin ideales es presa fácil de toda
alineación o mediocridad impuesta por la sociedad a través la educación y de todos los medios de
comunicación, en especial, a través de la televisión y de la prensa hablada y escrita donde el elemento
mediocre tiene una gran predominancia y un gran influjo sobre sus iguales.

Esencialmente, los ideales son creencias y, por lo tanto. Proceden a la imaginación que es la madre
de toda originalidad. Como creencias, pueden no ser realmente verdades, pero su fuerza estriba en
su efectividad para influir en la conducta humana en la medida en que se les crea, puesto que son
visión anticipada de lo venidero. Demostrar que el ideal es una simple ilusión, debido a la ignorancia
de causas innumeras, no implica negar su efectividad, pues, las ilusiones así como las aspiraciones,
los sueños y las visiones tienen tanto valor para dirigir la conducta de los hombres como las verdades
mas exactas.

Si la instrucción de los conocimientos se limita a extender las nociones de lo que la experiencia


considera más exacto, la educación consiste en sugerir ideales que se consideran más propicios para
caminar hacia la perfección. Sin ideales no hay progreso, no hay desarrollo, ni excelencia posible; no
obstante, es necesario considerar que los ideales no son un fin sino un medio para alcanzar la verdad
mediante la experiencia, que es la única que decide sobre la legitimidad de ellos en cada tiempo y
lugar.

Mientras la experiencia no dé su veredicto, todo ideal es respetable, santo y justo, aun cuando parezca
del todo absurdo. Si el ideal resulta verdadero, cumple una ilusión y se traduce en una obra y si es
falso, puesto que como toda creencia es susceptible de ser parcial o totalmente errónea, no daña y
muere solo. Lo malo esta en no tener sueños ni ideales y esclavizarse a las contingencias de la vida
practica inmediata renunciando a toda posibilidad de desarrollo ético, moral y espiritual.

El perfeccionamiento humano se lleva a cabo a ritmo diverso en los individuos y en las sociedades.
Los mediocres son poseedores de rutina, prejuicios y domesticidades, sin embargo los hombres de
calidad propician el cambio avanzando sobre el porvenir. Por tal motivo seres desiguales como los
hombres mediocres y los hombres de calidad no pueden pensar de igual forma. Siempre habrá un
eterno contraste entre ellos debido al temperamento distinto entre el servil y el digno, el torpe y el
genio, el hipócrita y el sincero, el honesto y el honrado, etc.

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Cuando el idealista alcanza una meta superior, tiende a plasmar de verdad, la belleza y la virtud en
obras que lleguen a perennizar. Mientras estos realizan obras a partir de la visón y la imaginación, los
mediocres las rechazan al principio, debido a su natural escepticismo, pero finalmente terminan
usufructuándolas y hasta atesorándolas.

EL HOMBRE MEDIO O NORMAL


Para concebir un cierto desarrollo moral y espiritual se requiere tener un determinado nivel ético e
intelectual. Sin ellos, solo puede tenerse fanatismo y supervisiones, ideales jamás. La ignorancia es
la peor esclavitud y la mayor de todas las desgracias del hombre. El ignorante es siempre victima de
todas sus bajas pasiones y presa fácil de quienes lo utilizan y explotan.

Los mediocres que viven debajo de ese nivel ético e intelectual y no adquieren la educación suficiente
permanecen sujetos a dogmas aprendidos o que otros les imponen y viven paralizados dentro de la
obsolescencia del tiempo. Sus rutinas y sus prejuicios le son eternamente invariables y su mentalidad
obtusa no concibe perfecciones pasadas ni futuras.

Hay hombres que son mentalmente inferiores y superiores al término medio de su raza y de su tiempo.
En medio de ellos fluctúa una gran masa humana que es imposible de caracterizarse por inferioridades
o excelencias; estos hombres son los mediocres. Sin embargo la mediocridad, como en toda forma de
conducta natural, es susceptible de ser modificada mediante la educación desde la niñez y mediante
la capacitación intensiva en la juventud y la madurez.

Individualmente considerada, la mediocridad se define como una ausencia de características de


calidad personales que impiden distinguir al individuo dentro de la sociedad. Sin embargo, la
personalidad del hombre de calidad comienza en el punto preciso donde se diferencia de los demás.
Socialmente, el Hombre Normal, es definido como un individuo dócil, acomodaticio a las mas
mínimas oportunidades, adaptabilisimo, hábil y resistente a los enredos de los asuntos, pero
fácilmente derrumbable ante las intrigas de quienes lo adulan. Asimismo; es rutinario, envidioso,
mezquino y soberbio, aferrado a sus costumbres, misoneísta (siente repulsión por toda innovación o
novedad), obsecuente, servil y respetuoso de toda autoridad prepotente y autocrática .

Por otro lado, es un sujeto que se deja engañar por las apariencias, toma en serio todos los
dogmatismos sociales, esta desprovisto de toda fantasía, lleva una vida honesta gracias a su temor
delinquir, perezoso en sus concepciones intelectuales y sobre lleva todo el fardo de sus prejuicios
producto de su alineación. Finalmente, el rasgo característico del hombre normal o medio, es su
acendrada deferencia por la opinión de los demás, es malediciente, criticastro y vanidoso, nunca es
original, siempre repite; juzga a los demás como los oye juzgar, es muy susceptible a las criticas
que ofenden su vileza o que cree que van dirigidas a él; reverencia al abominable este se encumbra y
desdeña a su mejor amigo si este no lo adula, su criterio carece de iniciativas, sus entusiasmos son
oficiales y sus admiraciones hipócritas.

En fin, el hombre normal o justo medio, es un hombre sin personalidad, básicamente, un mediocre.
La mediocridad bien entendida no es un insulto, es el estado de conciencia y de conducta de una

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persona o grupo de personas que no se definen como inferiores ni superiores.

FORMAS DE MEDIOCRIDAD Y PARALELISMO ANTAGÓNICO CON LA


CALIDAD
Tal como se observa en la fig. anterior, la mediocridad tiene un amplio espectro de variaciones, suele
clasificarse como: servilismo, rutina, mezquindad, envidia, maledicencia, hipocresía, críticastrismo,
vanidad, modestia y honestidad, entre otras. Todo mediocre no necesariamente carga sobre si todo
este abultado fardo de lacras morales, basta con que se lleve a cuestas una de ellas para que quede
estigmatizado para siempre y sea un lastre moral para su sociedad

A.- El hombre SERVIL, es un domestico que sirve y adula al que considera su amo y de quien
espera solo prebendas, no importa si estas son solo migajas. Los mediocres en la sociedad temen al
digno y adoran al lacayo. En vano quieren confundirlo con el humilde, sin darse cuenta que el
domestico o servil simboliza al “hombre practico” que de todo saca partido y de toda colusión saca
provecho. Al humilde solo le interesa servir y no servirse de los demás. El servil siempre esta sujeto
al yugo de su amo y, a la vez, vive tembloroso a su castigo. Cuando se convierte en alguna autoridad
importante se torna en un déspota e infame como si con sus abusos quisiera olvidar su servidumbre
pasada. El decir popular “no hay peor amo que el antiguo siervo” se cumple a cabalidad con él.

En sujetos sin carácter, su conducta no puede seguir patrones definidos, son peligrosos porque obran
a merced de impulsos aleatorios, llegan a alimentar tal odio sobre el carácter superior que ni el amo,
algún día, se salvara por haberse osado mancillarlo o humillarlo alguna vez. Aun así, la mansedumbre
silenciosa es preferida en las sociedades a la dignidad altiva. En ella, los mediocres siempre han
deseado eliminar a los caracteres firmes y a los pensadores geniales. En contraposición al hombre
doméstico o servil, el hombre de calidad es humilde de corazón, servicial y diligente, nunca servil.
Se cultiva para evitar la ignorancia, fuente de toda esclavitud y desgracia, para liberarse de ataduras
y dogmas.

El hombre de calidad siempre confía en sus propias energías físicas, morales e intelectuales y, salvo
excepciones extremas, evita depender o recibir ayuda de alguien. Vive rodeado de hombres fuertes
de espíritu pero aprende a ser feliz solo. El hombre de calidad cultiva el carácter porque el hombre
sin carácter no es una persona sino un instrumento de los demás. Los ideales son el soporte del
carácter excelente porque posee ideales firmes y elevados. Efervece solamente ante la injusticia, la
infamia y en defensa de sus ideales.

B.- El hombre RUTINARIO, es estéril, pues renuncia a pensar. Esta acostumbrado a repetir que es
cien veces preferibles lo malo conocido que lo bueno por conocer. Se ocupa de disfrutar de lo ya
existente y como una buena misoneista, se resiste al cambio, siente temor por todo lo que significa
innovación, pues ello, turba su tranquilidad y le procura desasosiegos. Razona con la lógica de los
demás ya que ignora que los hombres valen por su saber y que la cultura es la más profunda fuente
de virtud. Nunca estudia y menos investiga, siempre imita. Es intolerante, defiende lo anacrónico y
siempre mira con nostalgia al pasado, repitiendo: “todo tiempo pasado fue lo mejor”.Prefiere el

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silencio y la inercia y para él, no pensar es la única manera de no equivocarse, la cabeza la tiene
demás. Corta toda iniciativa y prefiere mantener invariable todo lo establecido.

En contraposición al rutinario, el hombre de calidad; se ocupa la mayor parte de su tiempo en obras


de energía, al estudio, a la investigación y a la creación, puesto que el es consciente que el valor de
los hombres se mide por su saber y por sus obras. Siempre esta mirando al futuro, nunca al pasado.
Solo voltea su mirada cuando necesita extraer alguna enseñanza positiva de él.

C.- El hombre MEZQUINO, es un mediocre que se siente un excesivo e inmoderado amor por si
mismo y solamente piensa en solventar su propio interés con menosprecio del de los demás. Es
eminentemente personalista y no tiene un ápice de emoción humana y social. Su mundo es hacia
adentro, sus ideas y emociones las dirige siempre desde su periferia hacia el centro de su yo,
analizando y esculcando sus mas recónditas necesidades y viendo como satisfacerlas sin importarle
lo que ocurre a su alrededor. Para él no existen necesidades ajenas apremiantes ni permanentes, solo
las suyas importan. De por si, es indolente, indiferente, egoísta cien por ciento. No es caritativo moral
ni materialmente. Odia sin medida al que triunfa y tiene éxito, regateándose sus méritos y, peor aun,
si tiene poder no descansa hasta avasallar al excelente.

Contrariamente, el hombre de calidad tiene signos de altruismo, siente esmero y complacencia en el


bien ajeno, aun a costa del propio. Por un elevado sentimiento de solidaridad y justicia reconoce, sin
mezquindad alguna, los méritos ajenos e inclusive incentiva a mantenerlos y mejorarlos. Su
filantropía es autentica y no busca reconocimiento alguno. Da mas allá de lo que puede dar, siempre
esta pensando que lo poco que da no es lo justo ni completo. Sus deberes, mas que cumplirlos en
favor de él mismo, los cumple en favor de alguna causa importante que beneficie a una comunidad,
a una empresa o a sus semejantes; todo ello, con agrado, con armonía, con justicia y con la seguridad
de que su conciencia se sentirá satisfecha de la labor cumplida, siente que la caridad de todos sus
actos le permitirá caminar sobreseguro hacia la búsqueda de la excelencia humana. El altruista es uno
de los caracteres mas sublimes que tanto honran a la naturaleza humana.

D.- El hombre ENVIDIOSO, es aquel que se autohumilla con el éxito conseguido por lo demás. Es
aquel que se siente abofeteado por el mérito ajeno. Es un fracasado que arrastra las cadenas de su
propia impotencia, y se siente pisoteado por la gloria ajena. Prefiere agazaparse en la retaguardia
mascullando del liderazgo de los que van a la vanguardia.

El envidioso sufre del bien y gusta del mal ajeno. Siente que la prosperidad de los demás lo daña. Se
resiente por no tener los que otros no tienen y él no puede alcanzar. El envidioso pertenece a una
especie moral mezquina digna de compasión o de desprecio. Incapaz de dañar materialmente al
excelente, se resigna a envilecerlo. Se rebaja, rebajándolo. El envidioso pasivo es solemne y
sentencioso; el activo es una serpiente venenosa. Es la única víctima de su propia ponzoña, la envidia

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le devora como el cáncer a sus entrañas. Con su lengua viperina destila insidias, modela intrigas y,
llegado el momento, traiciona hasta sus propios cómplices.

Sufre tormentosamente cuando el envidiado lo ignora o lo desprecia. Es el único ser humano que se
siente infeliz porque renuncia a ser feliz participando de la felicidad de los que destacan en algo. Su
tendencia mezquina lo hace actuar como perro del hortelano; no come ni deja comer, no hace ni deja
hacer, no destaca ni mucho menos deja destacar; por el simple hecho de que no admite que los que
tienen talento le lleven la delantera. Muchas veces se manifiesta como un resentido; cuanto más lo
sea, más peligroso aun. Sufre un doble tormento: el de sus males y el de los bienes del envidiado.

Cuando el envidioso es revanchista y tiene poder no descansara hasta aplastar a los excelentes o
cualquier otro mediocre que se manifieste superior a él, por el simple hecho de no querer sentir el
hormigueo de su propia inferioridad o el resplandor de la superioridad de los envidiados que hiere las
pupilas de su mas negra inconsciencia.

Por el contrario, el hombre de calidad no envidia sino admira puesto que sabe que la admiración nace
del fuerte y la envidia del subalterno. Sabe que la envidia es la pasión de los mediocres que se sienten
heridos por la insignificancia propia. Se sabe que la emulación es una virtud y es una fuerza
propulsora noble y la envidia es una cobardía, un odio impotente y una incapacidad manifiesta de
competir propias de los débiles. El Hombre de calidad emula porque la emulación presume un afán
de equivalencia ya que implica la posibilidad de un nivelamiento.

Saluda a los fuertes que van camino ala gloria, siguiéndolos también y no como el envidiosos que
obstaculiza la marcha de los que no pueden seguir. La ética del hombre de calidad le impide hacerse
desgraciado envidiando el talento y la capacidad de los demás. Aprovecha tomas las formas licitas
para mejorar en todos los aspectos. No descansa en su empeño ni desespera con los primeros
fracasos. Sabe que si no intenta vencer ya esta vencido Se siente capaz de crearse un destino propio
con su talento y con su esfuerzo y, por lo mismo, sabe admirar el esfuerzo y talento de los demás.
Entiende que el deseo de la propia gloria no puede empequeñecerse por el legítimo encumbramiento
ajeno. Porque tiene méritos, sabe del esfuerzo que cuesta conseguirlos y por ello respeta los méritos
y éxitos de los demás.

El hombre de calidad siempre trata de emular la realización de las grandes obras y as grandes
acciones, nunca roe los cimientos de la gloria ganada por sus semejantes o por los hombres que aun
estando en las sombras, llame mediocridad, brillan con luz propia. Sabe que en la emulación, no en
la imitación, radica el éxito de su preparación hacia la superación global, de allí que; las virtudes de
su carácter, de su personalidad, de su conducta y de su moral son los pilares que sustentan su
autorealización. Por eso, el excelente admira y no envidia; sabe admirar lo bueno, lo bello, lo noble
y lo grande

E.- El hombre MALEDICIENTE, es peligroso y nocivo para los espíritus desorientados e


inconsistentes. Los contamina fácilmente y sus palabras trastornan las conciencias ya impuras, los
corazones débiles y las mentes insensatas. Manipula fácilmente a los espíritus débiles, llenándolos

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de envidia, rencor y deseos de venganzas gratuitos, contra todo aquel que el detesta y, peor aun, si se
trata de un hombre de digno y/o mérito al que no puede igualar, como si solo su existencia lo
ofendería. Un solo malediciente puede trastornar la conciencia y los corazones de todos los mediocres
de una nación.

Sin méritos para igualar al que destaca sea éste un hombre de calidad o no, decide rebajarlo y lo
prosigue inmisericorde. Roe el mérito ajeno y araña firmemente toda reputación que lo humilla como
si no sospechara que su conducta es la más vil de toda mediocridad. Basta este rasgo para distinguir
al servil del digno, al ignorante del sabio, al hipócrita del virtuoso, al bribón del gentil- hombre, al
mezquino del altruista, etc. El malediciente es cobarde, envenenador y despreciable. No afirma, pero
insinúa. Miente con espontaneidad o dice distraídamente todo el mal del que no esta seguro y calla
taimadamente todo el bien del que si esta enterado. Con el fin de hacer interesante la falta ajena, la
aumente y la adorna, pasando fácilmente de la verdad a la mentira .

El paralelismo antagónico entre el hombre de calidad y el malediciente es infinitamente distante, por


lo que no valdría la pena hacer una aclaración al respecto, pero, en resumen, se puede decir que el
contraste es terno: como el bien y el mal, como el agua y el fuego, como el aire puro y el gas venenoso,
como el corcel y el chacal. El fin, el hombre excelente no sabe envenenar la vida ajena, tiene el alma
limpia, el malediciente la tiene podrida.

F.- El HIPOCRITA, vive sin ensueño, oculta sus intenciones, enmascara sus sentimientos, sus actos
son indignos, vergonzosos y nocivos. Es simulador, por ello, su moral es insolvente. Es audaz en la
traición y esquivo a toda lealtad. Conspira y agrede en la sombra, alaba con astucia y difama con
suavidad. El hipócrita, también es fácil al besamamos, se da al mejor ofertante y por eso triunfa sobre
los sinceros. El leal es con frecuencia su víctima, toda vez que en la mediocridad el éxito es para las
actitudes viles.

El hipócrita hace todo lo contrario de lo que dice y, toda vez que ello le reporta un beneficio
inmediato, vive traicionando con sus palabras. Así como la pereza es la clave de rutinario y la avidez
del domestico o servil, la mentira es el instrumento prodigioso del hipócrita. Obliga a mentir para
evitar que los mediocres se ofendan con dicha verdad. Es el que dice que por más duras que sean las
verdades hay que decirlas, pero es el primero en ofenderse cuando se las dicen. No teniendo valor
para decir la verdad, es imposible que lo tenga para la justicia. Su taimada cobardía le impide
administrar con justicia toda vez que puede comprometerse con un falo justo. Tiene su dignidad
amordazada, es indigno de la confianza ajena, vive también desconfiado de todos y normalmente cae
en el infortunio de la susceptibilidad confundiendo a esta con la delicadeza que es hija del orgullo.

Odia al sincero, porque cree escuchar aquel, en cada palabra, un reproche que lo tendría bien
merecido. Siendo desleal, es también ingrato. Ignora la gratitud, virtud del hombre de calidad. Suele
tener cómplices, pero nunca amigos. La hipocresía no nace del corazón sino del interés. Para el

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hipócrita, el fin justifica los medios, como si la mentira piadosa curara los dolores del corazón y las
aflicciones del alma.

Contrariamente, la moral del hombre de calidad es otra, está en la intención y en el fin, de las acciones
en los hechos mejor que en las palabras, en la conducta ejemplar y no en la oratoria ceremoniosa ni
untuosa. Sin hipocresías cultiva amistades y reúne en su círculo mas intimo a todas aquellas personas
que persiguen los mismos ideales de verdad y justicia. Si el hombre de calidad comete algún daño se
siente obligado a reconocerlo y a repararlo de inmediato, allí radica su verdadera nobleza. Asimismo,
no adula a nadie y solamente aquilata el mérito personal de los que lo rodean. Para el hombre de
calidad, la virtud y el mérito son incompatibles con el tartufismo y, la ética es su propia exigencia.

G.- Otro mediocre es el CRITICASTRO, roedor de la gloria ajena, espíritu alicorto y malévolo.
Su incapacidad de crear lo obliga a destruir. Su falta de inspiración lo obliga a odiar el talento ajeno.
Es enemigo de las obras que él no ha realizado si tuviera la oportunidad de hacerlas. Rebaja a loas
demás hasta situarlos a su propia medida. De todo lo que encuentra motivo de maldecir y envidiar,
revelando su impotencia de ser mejor.
El criticastro admira de todo un poco, pero nada le merece la admiración decidida. Ve todo defecto
escondido pero ninguna belleza evidente. Critica las culpas y no recoge los méritos, aumente las
discordancias y minimiza las armonías. Critica inmisericorde a los demás y mas aun si se trata de un
hombre excelente como queriendo aprovecharse de su celebridad.

Antagónicamente, el hombre de calidad no juzga ligeramente las acciones de los hombres. No


reprocha si no esta autorizado moralmente para hacerlo, pero tampoco, alaba sin motivo. Aquilata el
verdadero mérito personal y propone a fomentar la meritocracia desde el podio de su intervención.
Siempre escucha la voz de su conciencia y emplea la critica solo para conseguir y no para destruir.
Su tolerancia le permite perdonar a los necios, infames e ignorantes cuya miopía les impide apreciar
el resplandor de la excelencia.

H.- Otro medriocre es el, VANIDOSO, El hombre de calidad se mueve dentro del círculo de la
dignidad, el vanidoso, dentro del círculo del que dirán. Siempre vive comparándose con los demás,
reclamando los méritos que no tiene. Mira por sobre el hombre a lo que se considera inferiores sin
contar con su propia inferioridad. Es muy apegado al elogio barato y a la adulación por lo que si se
retiran estos “privilegios”, se llena de rencor contra los que alguna vez lo ungieron.

El hombre de calidad exalta su honor en el mérito propio y es juez absoluto de si mismo ascendiendo
a la dignidad, sin embargo, el mediocre pone su honor en la estimación ajena y renuncia a juzgarse
por si mismo, la segunda nace de la soberbia, desmedida presunción y apetito de culminación ante
los demás. El éxito envanece al tonto, pero nunca al hombre excelente.

El hombre de calidad trata siempre de arraigar nobleza en su alma para aparecer digno ante su
conciencia. No trata, ni siquiera en lo más mínimo, de aparentar ante los demás lo que no es. El
hombre de calidad es y no parece, sabe que la vanidad es el refugio de los tontos; tiene el mérito

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inherente en si mismo y no le pide, no por amor propio, sino porque sabe que le corresponde y se
siente satisfecho aunque los mediocres no lo conocen.

I.- El mediocre también es MODESTO, y pretende que todos los sean. Considera nocivo a todo
aquel que tiene méritos y lo anuncia y peor aun si no los tiene. Es astuto, pretende pasar como
ponderado, no levanta la voz, no tiene opiniones complicantes, no desaprueba ni blasfema de lo que
realmente esta errado o esta mal. Esta sujeto a dogmas y no hace nada por vivir más de lo que permiten
sus homólogos. Adora el sentido común y duda cuando los demás resuelven dudar y es ponderado
cuando los otros lo son, es decir, no es nada original. Teme comprometerse y por ello simpatiza con
el escepticismo de los interesados es no creer o en esconder la verdad.

En antagonismo con el modesto, el hombre de calidad es original, es libre sin licencia, digno de
orgullo, humilde sin bajezas y servicial sin ser servil.. Lo rodea un afán decoroso de no gravitar
sobre los que lo rodean pero sin declinar su dignidad, debido a un sincero respeto de si mismo y de
los demás. La excelencia esta en la humildad y no en la modestia.

J.- El mediocre HONESTO, es un mediocre que teme delinquir sin admirar la calidad moral. Desde
la antigüedad, las mediocracias siempre han odiado al hombre excelente y en especial al virtuoso,
prefieren al honesto al que lo elevan como ejemplo de la humanidad. La honestidad no es virtud ni
tampoco un vicio. Es solo una característica de la moral humana que no se define ni como una
excelencia ni como una inferioridad, por eso es una mediocridad. El honesto por su condición
mediocre podría cometer acciones indignas pero la fuerza de sus perjuicios le impiden realizarlas
,toda vez que se siente temor, no de su conciencia, sino del castigo que le pudiera sobrevenir; en otras
palabras, el honesto no siente temor por el mal que puede cometer sino a la reprobación de los demás,
por ello, la honestidades compatible con toda ausencia de escrúpulos para toda acción que no tenga
sanción expresa o sea ignorada el honesto pudiera, delinquiría, simplemente no lo hace por que tiene
miedo.

El honrado no delinque ni delinquiría porque sencillamente no le nace. La honradez si es una


excelencia. El honesto sabe disfrazar sus instintos, encubre el vicio y elude el delito penado por las
leyes. Conforma sus sentimientos a los criterios morales que les imponen los demás; en este sentido,
la honestidad es una imitación y la calidad y la virtud son una originalidad. Por ello, ser honesto
implica someterse a los convencionalismos, ser un hombre de calidad o un virtuoso a menudo
significa ir contra ellos, exponiéndose a pesar como enemigo de toda moral prefabricada o de todo
“statu quo”.

El hombre de calidad es honrado por naturaleza, es sano en sus acciones y cumplidor escrupuloso de
sus contratos y de sus promesas. Se aferra a la virtud y desdeña los prejuicios. Los hombres de calidad
y los excelentes como: los genios, los virtuosos, los precursores, los apóstoles, los mártires, etc.,
inventan formas superiores del bien, las enseñan, las predican y las imponen. Los honestos y los
mediocres en general, solo se limitan a imitarlas.

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EL HOMBRE EXCELENTE EN LA SOCIEDAD

En primer lugar el hombre excelente es cien por ciento digno. Se sabe que la dignidad es el credo
supremo de todo idealista, pues donde ella falta no existe honor sino esclavitud. Como el hombre
digno, el excelente tiene coraje moral, pues sin coraje no puede existir honor ni anhelo de
mejoramiento o perfección. Para él, el coraje es la mejor manifestación del carácter y si éste no hay
dignidad. Por el coraje y el carácter; el hombre excelente puede acometer a lo desconocido, luchar
contra el mal, conquistar, superar la adversidad, resistir la tentación y los vicios e ir a la pira por
defender un ideal.

Para el excelente, ser digno significa no pedir lo que se merece, ni aceptar dádivas ni favoritismos.
La adulación lo envenena y prefiere perder un derecho a recibir un favor, el servilismo lo enferma y
la hipocresía también. Se estima superior a lo que puede darse sin mérito. Su dignidad es
innegociable, inquebrantable e incólume. El excelente no depende de nadie, sabe que sin
independencia material o moral su honor esta expuesto ha ser mancillado o pisoteado y prefiere
soportar toda clase de adversidades a perder su libertad. También sabe que los únicos bienes
intangibles son aquellos que guardan en el cerebro, en el corazón y en el alma. Cuando ellos faltan
no hay tesoro alguno que los substituya.

El hombre excelente y digno es también orgulloso. El orgullo, es una virtud, la soberbia es una
mediocridad. El orgullosos rinde culto a su dignidad desea constantemente mantenerla incólume, sin
remordimientos ni rebajamientos. Por ella, se sacrifican todo: bienes, honores y éxitos arreglados. Su
actitud desagrada a los mediocres y humilla a los vanidosos, pero, siendo héroes morales perdonan
la cobardía de los demás. Donde hay dignidad, no hay bajeza, malos oficios, adulación, intrigas ni
servilismo. Si las estadísticas pudieran contar la cantidad de hombres dignos que existen en cada
pueblo, esta cifra bastaría por si sola para calificar el grado de grandeza de cada nación.

NIVELES DE EXCELENCIA

Los excelentes pueden ser clasificados como los hombres de calidad, genios y virtuosos.

A.- EL HOMBRE DE CALIDAD es aquel que esta ubicado en el mismo limite inferior de la banda
de la excelencia, se comporta sin virtuosismo pero también sin mediocridad. Se dedica alguna
actividad digna, es probo y justo con el que tiene mérito, es amable con sinceridad, generoso en la
medida de sus posibilidades; detesta la maledicencia, la hipocresía, la envidia, la vanidad, el
servilismo, etc. Su nivel de honestidad linda con la honradez. Piensa que la perfección moral no
implica paracticarla totalmente, basta con tener el firme propósito de marchar a paso firme hacia ella.
Para él el progreso ético es lento pero seguro. Así mismo, es aquel que esta convencido que la
infelicidad es sólo pretexto de aquellos que se resisten a ser felices.

Como todo ser humano tiene metas y ambiciones, pero para conseguir sus propósitos lucha
incansablemente hasta alcanzarlos; pero, de buena fe, compitiendo lealmente y respetando también
los méritos y dignidades ajenas. Si tiene autoridad, ese respeto se convierte en una forma de conducta
inclaudicable e inalienable y, con mucha razón, si de él depende el destino de una comunidad, de un
pueblo o de una nación.

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El hombre de calidad enseña a perdonar y ser perdonado, pero también enseña a no ofender, no
ofendiendo, ni a cometer faltas, con el ejemplo. Solo llegado el momento, aplica la sanción debida
para evitar ser cómplice de los que delinquen o de los que ofenden la moral. Admite que por primera
vez se ofende o se cometen fallas por ignorancia, pero, en lo sucesivo, ya es por villanía, por lo
que es un convencido de que el mal no se corrige con la complacencia, la complicidad o la impunidad.

No persigue ni acecha, deja que la justicia se encargue de aplicar sanciones que a él no le corresponden
aplicar. Si en su afán de moralizar, ofende o se demuestra que ha sido injusto, con premura, pide
perdón y en cuanto le sea posible trata de resarcir moral y/o materialmente a quien involuntariamente
fue su víctima y no descansará hasta que el honor manchado sea totalmente reivindicado. Nunca
olvida sus propias culpas y errores; y si no justifica las ajenas, tampoco se preocupa de atormentarlas.
Para el prójimo siempre encuentra una disculpa en la debilidad humana o en la tentación del medio,
solo es severo consigo mismo. No maldice ni se envenena el alma, ni el alma de los demás.

Su corazón es sensible a las pulsaciones del corazón de los desventurados, endulzando sus penas y
previniendo sus necesidades para evitar la humillación de clamar por ayuda. Aprueba y estimula
cualquier germen de cultura apoyando toda iniciativa y enseñando a los ignorantes sin reproches
inoportunos. Su sincera cordialidad con los demás y, en especial, con los espíritus humildes no esta
infectada por la urbanidad convencional. Es servicial y diligente, pero también cultiva el carácter,
escudo de su dignidad, para evitar caer en el juego delirante de los autócratas y prepotentes.

Es un investigador constante, tiene iniciativa y es creador de cosas originales. Nunca imita,


perfecciona lo que otros excelentes han creado, el diez de otros es el cero de él. Es justo y sabe
reconocer los méritos ajenos, por eso respeta lo creado por los demás. Admira y trata de emular la
nobleza la nobleza de los humildes, la virtud de los elevados y la sabiduría de los iluminados. Es muy
respetuoso de toda reputación, nunca un maldecir o una calumnia saldrá de sus labios para manchar
honras ajenas. Sus criticas son cien por ciento constructivas y solo escucha la voz de su conciencia y
no la voz de los interesados en destruir.

Tiende siempre a decir la verdad sin que con ello pretenda humillar a los susceptibles y a aquellos
que por algún motivo han cometido algún error y no desean que sea conocido para que no quede
demostrada su incapacidad o su intención o, simplemente, que han mentido por error o por necesidad.
Al hombre de calidad no lo anima ningún afán protagonico de brillar por satisfacer su soberbia.
Realiza sus tareas silenciosamente, pero con energía, con un afán decoroso de no gravitar sobre los
que lo rodean por un respeto severo de si mismo y, en particular, de los demás. El hombre de calidad
posee una intelectualidad superior y sus pequeñas virtudes son usuales, de aplicación frecuente y
cotidiana que lo distinguen de la mediocridad. Ninguna mente estrecha podrá concebir un gesto
trascendental y noble y menos sabrá ejecutarlo un hombre sin carácter. Por ello los hombres de calidad
se merecen los elogios que tan pródigamente los mediocres le mezquinan.

B.- EL GENIO es hombre superior que aparece oportunamente en el tiempo y en el lugar adecuado
cuando sus aptitudes llegan al punto culminante y se juntan con una necesidad social de aplicarlas a
una misión trascendental. La obra del genio no aparece como una simple inspiración o un feliz

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accidente sino que con ella coinciden, la inteligencia, los conocimientos, las habilidades, etc., y
circunstancias infinitas que provienen del entorno que rodean al genio. Los hombres geniales y
extraordinarios se manifiestan como filósofos, sabios, poetas, artistas, inventores, estadistas o
profetas; marcando una época en la historia y trastornando la sociedad en la que viven debido a que
generalmente son incomprendidos (ignorados, proscritos, humillados, sacrificados o inmolados), por
los que no están a su nivel.

No obstante, todo lo creado por ellos, con el devenir del tiempo es atesorado porque de una u otra
manera facilitan y modernizan las condiciones de vida. He allí su contribución y su satisfacción moral
y espiritual: hacer más llevadera la vida de la humanidad. Por eso, no les importa pasar las noches
insomnes, estudiando y meditando; sacrifican su vida en los laboratorios o en la lucha por la patria la
libertad de los demás. Cuando el clima no le es propicio o llega en la oportunidad indebida, el hombre
genial sigue siendo un genio en potencia, pero no desarrolla sus aptitudes en la forma debida y sólo
se limita a ser un talento o un hombre de calidad pero no seria un genio porque éste siempre deja
huellas en el tiempo y es consagrado por la posteridad.

El genio tiene la clarividencia del ideal, vive obsesionado por crear, descubrir, enseñar, educar y
transmitir todo aquello que él conoce. Ninguna empresa le parece difícil ni indigna de sus esfuerzos.
Prefiere morir antes de dedicarse al ocio y a la rutina. Conserva la fuerza de su personalidad y su
carácter por siempre, luchando contra tiranías, aplaudiendo las virtudes, modelando instituciones,
creando nuevas ideas, diciendo las verdades y no tolerando los vicios de sus conciudadanos.

Nunca mira el pasado, siempre mira el futuro preguntándose a que, como, donde, cuando y porque
llegara; pero nunca descansara hasta conseguir la realización de sus ideales. Solo los ignorantes
pueden confundir su pasión con la locura pero, al final, ellos y toda la civilización se beneficiaran y
disfrutaran de sus hechuras.

C.- EL VIRTUOSO es excelente por su moral y su conducta es inflexible con respecto a sus ideales.
Busca siempre la verdad, la belleza y el bien y todo ello se unifica en su ética ejemplar que es un culto
simultáneo por todas las excelencias.

No es un virtuoso el que predica la justicia y es un injusto, el que predica la piedad y es un mezquino


y cruel, el que predica la verdad y miente, el que predica la lealtad y es desleal, el que predica el
patriotismo y es vendepatria, el que predica la dignidad y es servil, etc. El virtuoso nunca emplea
dobleces, intrigas, humillaciones y solamente practica el amor, la bondad, la solidaridad y la paz. Su
culminación es la santidad.
Su camino hacia la gloria es recto por mas espinoso y abrupto que sea. Ama a la humanidad y tiene
la sinceridad que da escalofríos al hipócrita mas pintado de su tiempo. La fe en sus ideales es su
fuerza. La fe no mata, el fanatismo sí. La fe es de visionarios y el fanatismo e s una conjetura contra
la verdad. Sus ejemplos morales siempre contribuyen al perfeccionamiento de la humanidad.

El virtuosismo existe. Los virtuosos son los inventores de la moral. Son los que permiten la evolución
de los sentimientos colectivos. La santidad es obsesiva, intransigente con los ideales y sacrificante.
El santo llega a morir por su ideal. Los ideales éticos no son exclusivos del sentimiento religioso; no

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lo son la virtud ni la santidad. La santidad siempre se mueve al compás del ideal, por ello, también
hay un santo en un héroe, en un libertador, en un apóstol y en un sabio. Todos ellos se sacrifican por
un ideal: el servir a la humanidad.

Conclusión.- Se afirma que pocos son los hombres que pueden llegar a las cumbres de la excelencia
humana. Un grupo de estos elegidos son los hombres de calidad, los genios y los virtuosos o santos.
Por tal motivo, este análisis sugiere que cada ciudadano se ubique en el punto preciso de la escala de
características de calidad de la conducta e inteligencia humana de la figura descrita anteriormente,
para que mediante el análisis de su conciencia haga firme propósito de alejarse de toda mediocridad
y llegar a alcanzar el talento deseado como hombre de calidad, exigencia mínima de la excelencia
humana; hacer obra y ser guía efectivo para su comunidad y, de esta manera, estar apto para ayudar
a alcanzar el desarrollo integral de su nación.

EL HOMBRE DE CALIDAD EN LA EMPRESA

En primer lugar, el hombre de calidad es aquel que esta totalmente identificado con su trabajo y con
su empresa, sea ésta: una compañía del tipo industrial, comercial, financiera o un organismo de
servicio público o privado. Es aquel que aun en las situaciones mas adversas siempre esta breado
constantemente para contribuir con su aporte en el desarrollo y superación de su empresa. Es
totalmente eficiente, le importa el fin u objetivo que persigue su organización pero también los
medios, es decir, cuida la producción y la calidad, pero también, los recursos económicos que emplean
para su consecución, sean éstos: dinero, tiempo, energía, labor, materiales, etc.

El eficaz no tiene este tipo de temperamento, solamente le interesa el fin pero no los medios, es decir,
le interesa producir y no le preocupa cómo ni cuánto gasta para ello, mucho menos le interesa la
calidad como excelencia sino la calidad mediatizada para salir del paso. El hombre de calidad está
totalmente convencido que sólo los hombres excelentes producirán bienes y servicios de calidad, los
hombres mediocres sólo fabricaran productos mediocres.

El hombre de calidad no se deja llevar por subjetividades. Sabe que dentro de su equipo de trabajo
no siempre el que es más amistoso, llevadero o hablador es el más productivo. El más productivo
podría ser aquel que trabaja silenciosamente o aquel que cuestiona más sus decisiones, por ello, es
también justo. Reconoce el buen desempeño pero también crítica el mal desempeño de la misma
forma que le gustaría lo hicieran con el de él. Al hablar a o de su personal nunca usa comentarios
negativos o emocionales.

Es consistente, confiable y predecible en sus actividades y acciones hacia su personal. Los elogios
olas criticas los dirige a los logros o errores de los individuos mas no a sus personas, debido a su
indudable respeto por la dignidad humana, por tanto, siempre se preocupa de hacer conocer a cada
individuo cual es su nivel de rendimiento con respecto a su grupo de trabajo y a los estándares que él
ha establecido.

Continuamente aplica el refuerzo positivo, haciendo que cada individuo se sienta pieza importante en
el éxito del grupo. Asimismo, demuestra un interés genuino por las cosas que son importantes para

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cada individuo en su nivel personal. Toda crítica la hace en privado y tiene mucho cuidado de no
criticar al grupo por las acciones de un individuo. Aun cuando no es un psicólogo diplomado,
siempre está aplicando las técnicas psicológicas para motivar positivamente a su personal teniendo
en cuenta que después de su familia, la gente con la que trabaja es la que mayor impacto ejerce en su
satisfacción personal y espiritual. Sabe que existe una diferencia entre el individuo satisfecho y el
individuo motivado, por ello, sabe también que vale la pena realizar el esfuerzo para generar en
elevado nivel de moral y un elevado espíritu de cuerpo tal que él pueda disponer de una fuerza de
trabajo verdaderamente alentada y a la vez contenta.

Para el hombre de calidad en el trabajo es vital buscar a aquellos individuos que están predispuestos
para el éxito y construir precisamente alrededor de ellos el éxito de la empresa. Ellos son los líderes
del futuro, sin embargo, tiene mucho tacto y cuidado para rodearse de hombres de calidad como él:
hombres de sólida moral, idóneos, inteligentes y predispuestos a la brega con energía, leales e
identificados con los objetivos de la empresa.

El hombre de calidad no se impresiona fácilmente con la falsa imagen que normalmente hacen
derroche los hábiles, los carismáticos y los de personalidad desbordante, porque, estas buenas
características personales, generalmente, son mal usadas por los mediocres y eficaces quienes por
naturaleza buscan objetivos personales antes que de grupo y que además son cortoplacistas,
ineficientes, enredadores y nada transparentes.

El hombre de calidad también sabe que realizar el trabajo a través de otros es signo de buena
administración por ello, siempre se asigna responsabilidades y delega autoridad para que el flujo
natural de las tareas no se entrampe ni sean realizadas a medias como sucede cuando solo hombre
acapara las responsabilidades y tiene el poder. Sabe que a su personal tiene que potenciarlo para que
los objetivos sean alcanzados más fácilmente. Tener un sabelotodo es por desgracia para una empresa,
pues este elemento nunca trabajara en equipo, nunca aprovechara las buenas ideas de cada individuo
del grupo y siempre cortara toda iniciativa, por no salir de la rutina o por puro egoísmo.

El hombre de calidad no está contaminado con esta mediocridad, permite y alienta la participación
de todos porque es consciente que dos o ene cerebros siempre piensan mejor que uno. El hombre de
calidad también capacita y orienta técnica y mentalmente a su personal, le dota de las herramientas y
conocimientos necesarios para que su labor sea realmente productiva en el; presente y en el futuro.
De no hacerlo seria pura mezquindad e iría contra los intereses de la empresa por cuanto la inversión
en los recursos humanos tanto en capacitación, motivación y satisfacción rinde los mejores
dividendos.

El capital humano es el activo mas importante de la empresa de allí que el hombre de calidad se
preocupa siempre de trato digna, justa respetuosa y fraternalmente. Por eso se dice que el hombre de
calidad es también un administrador de calidad. El hombre capacitado y metalizado positivamente es
el único que puede asumir mayores responsabilidades en el futuro.

El hombre de calidad mantiene una comunicación efectiva y sincera. Sabe que un problema frecuente
es que la gente no sabe escuchar y, por tal motivo, siempre trata de solucionar este impase mediante

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una retroalimentación constante y variada de información documentada, real y comprobada para


mantener las mejores relaciones con los individuos que tienen distintos puntos de vista dentro de, la
organización, pero, que necesariamente deben trabajar como un solo equipo para alcanzar los
objetivos trazados por la alta dirección.

Considera que decir la verdad acerca de los problemas que está aquejando a la calidad del producto
y del proceso y por ende a la productividad, es la mejor forma de incentivar a aquellos individuos
que por irresponsabilidad, indiferencia, incompetencia o, simplemente, por ocultar errores o defender
intereses personales, no se interesan por determinar y eliminar las causas de los deterioros. No
obstante, esta actitud excelente de decir la verdad es considerada en los corrillos mediocres como:
acusación, intromisión, falta de ética, intolerancia, infraternidad, etc., ardiles muy utilizados por los
susceptibles o por aquellos que tienen un nivel ético o de profesionalismo muy limitado.

Sin embargo, caso de intransigencia con la verdad, el hombre de calidad, prefiere permanecer en
silencio para mantener la paz dentro de la organización. Con paz en el ambiente de trabajo todo
mejoramiento futuro es posible, con conflictos no. El hombre de calidad también sabe diferenciar
entre la amabilidad y la amistad. Prefiere la amabilidad, porque esta actitud excelente implica un trato
cálido, sincero, afectuosos, empatico y digno sobre todo el personal. Puesto que a la amistad implica
intimidad y consideración especial por una o varias personas, por lo que puede terminar en
preferencias y favoritismos hacia los más incompetentes, prefiere reservarla para ocasiones extra
laborales si es que con algunos de sus colegas o subordinados ha cultivado alguna relación amical
dentro o fuera del trabajo en el pasado.

La amabilidad hace que el proceder de las personas sea justo y ecuánime con todos por igual, la
amistad no. Los hombres de calidad siempre están poniendo en práctica los buenos principios
morales, éticos, espirituales y administrativos. Su comportamiento en el trabajo es exactamente igual
que en la sociedad y, tal vez, mucho mejor puesto que esta íntimamente ligado a un grupo que se
supone deberá bregar junto a él por los mismos objetivos y por el mismo ideal: la felicidad
empresarial.

Sin embargo, en ciertas organizaciones esta felicidad no es plena, por cuanto, como es natural que
por cada hombre de calidad hay decenas de mediocres rodeándolos, aquel tiene que luchar
incansablemente y ser lo suficientemente inteligente y hábil para no caer en los enredos de los
serviles, rutinarios, mezquinos, envidiosos, maledicientes, criticastros, hipócritas y todos aquellos que
de una u otra formas contribuyen a crear un clima de infelicidad empresarial con sus actitudes
torcidas y con sus descontentos, resentimientos, beligerancia y/o rumores tendenciosos. Igualmente,
el hombre de calidad tiene que hilar fino y promover el cambio de actitudes con el ejemplo de
lealtad, de creatividad, de perseverancia, de firmeza, de buenos hábitos y formas de comportamiento
laboral y, en general, de toda excelencia que contribuya a cambiar todo el “statu quo” moral,
espiritual, mental y administrativo mediocre en la organización.

El hombre de calidad no divide; multiplica, integra, crea espíritu de cuerpo. Sabe que todas las
grandes civilizaciones y sociedades desaparecieron en el pasado por que algún mediocre dividió a sus
hermanos o traiciono a un excelente aplicando la sentencia “divide e impera”. El hombre de calidad

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rechaza todo individualismo y toda soberbia, practica y promueve la humildad; mientras más alto
esté, mas humilde es; por lo tanto, su personalidad y carácter son más atractivos para todos aquellos
que desean aglutinarse alrededor de él o de su equipo de trabajo.

Mientras mas mentalidades positivas tenga el equipo, mas cercanas estará del éxito; menos
divisionismo, mas integracionismo; menos mediocridad, mas calidad; menos ineficiencia, mas
productividad; menos dispendio, mas rentabilidad. Finalmente, el hombre de calidad siente profundo
respeto y preocupación por satisfacer las necesidades de sus clientes internos y externos. Con los
clientes internos tiene mas oportunidades de retroalimentarse de sus expectativas y preocupaciones
por lo que cualquier dificultad es superada con mucha voluntad, cooperación y optimismo. No se
siente dueño de la verdad, sabe reconocer errores y remediarlos en el momento adecuado si por su
causa la calidad del proceso, del producto, del servicio o del tiempo de entrega sufre algún deterioro.
Con el cliente externo, su preocupación de satisfacerlo es aun mayor por cuanto es la máxima
autoridad de la empresa, sin él la empresa no podrá existir, no habrá trabajo, no habrá generación de
riqueza, no habrá desarrollado de la sociedad ni de las naciones.

De allí su gran preocupación y responsabilidad en proteger el interés del consumidor y de resarcirlo


caso de haberle generado perdidas por calidad no conforme o entrega extemporánea. Si el hombre de
calidad está del lado del fabricante produce los bienes y servicios éticamente bien, si está del lado del
cliente, instala, opera y consume el producto éticamente mejor. Si está del lado del Estado, sus
políticas y decisiones son para promover la educación de calidad, la cultura de calidad, el desarrollo
de la nación y la felicidad de sus conciudadanos mediante el respeto de su dignidad, de todos sus
derechos y la satisfacción de todas sus necesidades y expectativas en general.

EL TRABAJO EN EQUIPO EN EMPRESAS DE CALIDAD


En el trabajo en equipo, ya sea entre gerentes o entre trabajadores, los hombres se reúnen previamente
para plantear, organizar y ejecutar acciones. Suponer que los hombres de calidad se reúnen alrededor
de una mesa para discutir puntos álgidos o temas de desarrollo de la organización, tal como se observa
en la fig sgte., y, en otro ambiente, se reúnen hombres mediocres para discutir los mismos temas como
en la fig. descrita.

(a) (b)

En el primer caso (fig a), todos los hombres de calidad del equipo, como individuos eficientes, dirigen
todas las energías, sus conocimientos y emociones hacia la consecución de un mismo objetivo: el

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progreso y la felicidad de la organización (imaginariamente el centro la mesa). Todas las fuerzas


positivas del grupo (mentales, morales, espirituales, intelectuales y técnicas), a pesar de la diferencia
de opiniones que pudieran existir, vibran armoniosamente hasta encontrar las mejores alternativas de
solución a los problemas.

Ya en el campo, todos aglutinan, esfuerzos, coordinan y ejecutan las acciones; posteriormente, se


retroalimentan de los resultados y, puesto que todo ha hecho bien desde el principio, llegan hacia el
objetivo trazado. Todos se sienten satisfecho de la labor cumplida ya que el esfuerzo mancomunado,
solidario y fraterno se ha sacado provecho común; la producción, la productividad, la calidad, la
competitividad, los costos, los tiempos de operación, y de entregas, la rentabilidad, las finanzas, la
motivación, la satisfacción, la moral y el espíritu de cuerpo mejoran, es decir, la gestión mejora y la
eficiencia es total.

Por ello se concluye que la filosofía del trabajo en equipo, no solo requiere de un elevado
subconsciente colectivo positivo sino también de una capacidad de entrega absoluta y de un afán de
desprendimiento ilimitado.

En cambio, en el segundo caso (fig b), los eficaces y pragmáticos también desean llagar a los mismos
objetivos, pero por sólo uno se deciden: la producción; puesto que según ellos, con ésta, los ingresos
de la compañía están asegurados, sin impórtales que con la consistencia de la calidad, la eficiencia y
precios competitivos, no sólo se asegura los ingresos, sino también la estabilidad y el futuro de la
empresa y del país.

Los objetivos contrarios a todo lo que signifique producción, no sólo no les interesa en gran medida,
sino que les están automáticamente vedados, por cuanto, estos equipos, cada individuo es
intransigente con las ideas de los demás y no porque a éstos les falte razón sino porque siempre está
pendiente de sacar provecho propio de la situación y de llevar agua para su molino. Tal como se
muestra en la fig. b, los hombres prácticos envían tenue y mezquinamente sus energías hacia el
objetivo común (centro de la mesa), puesto que, más están preocupados de eludir sus
responsabilidades, de culpar a los demás para justificar sus propios errores e incapacidades, de
satisfacer sus angurrias personales y de resarcirse mejor sobre sus compañeros, de allí que la mayor
parte de sus enemigas sean despreciadas y arrojadas fuera de los linderos del grupo. Para estos
elementos sólo el fin justifica los medios, no importa como llegan, pero llegan. Los eficaces y
prácticos son así, hacen obra pero no les importa si el costo de hacerla es elevado o no.

No obstante, en las organizaciones mediocres son preferidos a los eficientes, mas aun, si son
carismáticos, habilidosos y enredadores. Si en la mesa de los hombres de calidad de la fig. A, existiera
un mediocre, éste se constituirá en un obstáculo en el camino de las realizaciones y, si tiene poder,
mucho peor aun. Por el contrario, si en la mesa de los eficaces de la fig. B, existiera un hombre de
calidad., éste será una continua piedra en el zapato y, en consecuencia, al inicio, será ignorado,
satirizado y/o vilipendiado; pero, debido a la fuerza de la razón al final, será admirado y respetado.
Sin embargo, si además de un hombre de calidad, existiera un eficaz con poder, éste será reverenciado
por sus homólogos y el culto a la personalidad será el fin principal de este circulo antes que la lealtad
a los objetivos de la organización.

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Afortunadamente, los tiempos están cambiando y las empresas excelentes de hoy en día se están
nutriendo y vivificando a través del trabajo en equipo de hombres de calidad, totalmente identificados
y comprometidos con los objetivos fundamentales de sus organizaciones.

REFLEXION FINAL

La excelencia humana se extiende desde la calidad y pasa por la genialidad, el heroísmo, los
virtuosismos, la santidad y termina en la luz plena o perfección infinita. Sin embargo, alcanzar la
excelencia humana en un amplio sentido de la palabra podría ser mucho exigir, por ello, lo mínimo
que puede pedírsele al ciudadano medio es tratar de convertirse en un hombre de calidad.

Un primer paso para ayudar al ciudadano a realizar el cambio, es que los Estados institucionalicen el
código de ética, de conducta o de hábitos que eran mas convenientes; unos de ellos podría ser, por
ejemplo, el Decálogo del Desarrollo, creado por el Ingeniero peruano Octavio Mavila y promovido
desde 1990 por el Instituto de Desarrollo Humano del Perú (INDEHU), cuyos principios son los sgtes.

1. Orden
2. Limpieza
3. Puntualidad
4. Responsabilidad
5. Deseo de superación
6. Honradez
7. Respeto al derecho de los demás
8. Respeto a la ley y a los reglamentos
9. Amor al trabajo
10. Afán por el ahorro y la inversión.

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