Fallo Zulma Lobato
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Esta presentación fue contestada por la demandante el día 26 de
febrero de 2022.
II.- Memoro que los jueces no están
obligados a hacerse cargo de todos y cada uno de los argumentos
expuestos por las partes ni a analizar las pruebas producidas en su
totalidad, sino que pueden centrar su atención únicamente en aquellos
que sean conducentes para la correcta decisión de la cuestión
planteada (art. 386, Código Procesal).
Es menester poner de resalto que, si bien a
partir del 1 de agosto de 2015 ha entrado en vigor el Código Civil y
Comercial de la Nación, los hechos ventilados en el sub lite (y por
ende, la constitución de la obligación de reparar) han acaecido durante
la vigencia del Código Civil derogado. Por consiguiente, la cuestión
debe juzgarse a la luz de la legislación derogada, que mantiene
ultractividad en este supuesto (art. 7, Código Civil y Comercial de la
Nación; vid. Roubier, Paul, Le droit transitoire. Conflit des lois dans
le temps, Dalloz, Paris, 2008, p. 188/190; Kemelmajer de Carlucci,
Aída, La aplicación del Código Civil y Comercial a las relaciones y
situaciones jurídicas existentes, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2015, p.
158).
Corresponde hacer excepción a esta regla en
lo que respecta a las normas relativas a la cuantificación del daño,
dado que ellas no se refieren a la constitución de la relación jurídica
(obligación de reparar) sino solo a las consecuencias de ella, y no
varían la naturaleza ni la extensión de la indemnización que tiene
derecho a percibir la víctima, pues se limitan a sentar una pauta para
su liquidación. En este sentido, Kemelmajer de Carlucci dice: “Hay
cierto acuerdo en que debe distinguirse entre la existencia y la
cuantificación del daño. La segunda operación debe realizarse según
la ley vigente en el momento en que la sentencia determina la medida
o extensión” (Kemelmajer de Carlucci, Aída, La aplicación del
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Refirió que comunicó su malestar a la maquilladora y a la conductora
del programa, cuando esta última se acercó para avisarle que debían
pasar al piso para grabar la nota, a lo que Ascar –según refirió la
demandante– contestó: “no importa, hay que vender” (sic, fs. 42).
Agregó que, pese al malestar físico, se dirigió al estudio de grabación
y que, al sentarse en la silla que le había sido asignada, empeoró su
situación y se le tensaron los maxilares inferior y superior, de tal
modo que la boca se le abrió de forma involuntaria, le fue imposible
articular palabras en forma correcta y darse a entender verbalmente, a
la par de que sus ojos se abrieron de forma exagerada, situación que
permaneció en el tiempo sin que pudiera hacer nada para revertirlo.
Dijo que, como se encontraba en una instancia previa a la grabación,
en ningún momento pensó que lo que le sucedió había sido grabado,
menos aún el momento en que fue socorrida por personal del SAME,
que se apersonó en el lugar y la llevó a la ambulancia ubicada en el
exterior del canal. Remarcó que, en el estado en que se encontraba, no
podía hablar, y que jamás autorizó que la filmaran en esa situación.
Indicó que fue trasladada a la clínica Tempo, del partido bonaerense
de Quilmes, donde permaneció unos días internada. Finalmente,
señaló que, en la edición del ya referido programa televisivo del día
nueve de marzo de 2011 –sin que hubiese mediado autorización
alguna de su parte– se reprodujeron al aire todas las imágenes de la
situación descripta, lo que le generó los daños cuya reparación
reclama.
A fs. 79/82 se presentó Estrellas Satelital
S.A. Reconoció que explota la señal de cable que gira en el mercado
bajo el nombre de fantasía Crónica T.V. Realizó una negativa
pormenorizada de los hechos relatados por la demandante, y se limitó
a sostener que en autos debería aplicarse la doctrina “Campillay”. Citó
jurisprudencia y pidió que se rechace la demanda, con costas.
A fs. 165, la actora desistió de la demanda
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solo se responde por dolo o culpa grave. El denunciante o querellante
responde por los daños derivados de la falsedad de la denuncia o de
la querella si se prueba que no tenía razones justificables para creer
que el damnificado estaba implicado”.
Por su parte, la intimidad sugiere, en una
noción inicial, el reconocimiento de una esfera de vida personal
exclusiva, de un sector de la persona que le es propio y que puede
excluir del acceso de terceros. Es extremadamente amplio y variado el
conjunto de manifestaciones que comprende, y es complejo elaborar
reglas generales y un catálogo enunciativo de todas ellas. Su
delimitación y su contenido son relativos, pues dependen de la
persona (pública o privada) y de las circunstancias de cada caso
concreto. Esto último, incluso, según el propio modo de ser y del
querer del titular, en el sentido de que ello determinará el ámbito de su
intimidad acorde con su particular idiosincrasia, sus necesidades o
aspiraciones y el interés personal en una mayor o menor reserva
(Tobías, José W., Derecho de las personas, La Ley, Buenos Aires,
2009, p. 657 y ss.).
La tutela de este derecho encuentra su
primera consagración en el art. 19 de nuestra Carta Magna, que
expresamente ampara la intimidad de las personas, conjuntamente con
una serie de tratados internacionales (art. 12 de la Declaración
Universal de Derechos Humanos, art. 11 incs. 2 y 3 de la Convención
Americana de Derechos Humanos, art. 17 del Pacto de Derechos
Civiles y Políticos). A nivel infraconstitucional, el art. 1071 bis del
Código Civil –en una redacción retomada con pequeñas
modificaciones por el art. 1770 del Código Civil y Comercial–
dispone: "El que arbitrariamente se entrometiere en la vida ajena,
publicando retratos, difundiendo correspondencia, mortificando a
otros en su costumbres o sentimientos o perturbando de cualquier
modo su intimidad, y el hecho no fuere un delito penal, será obligado
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11.723 establece: “El retrato fotográfico de una persona no puede ser
puesto en el comercio sin el consentimiento expreso de la persona
misma…”. Y añade, en su último párrafo: “Es libre la publicación del
retrato cuando se relacione con fines científicos, didácticos y en
general culturales, o con hechos o acontecimientos de interés público
o que se hubieran desarrollado en público”.
En el mismo sentido, el art. 53 del Código
Civil y Comercial dispone: “Para captar o reproducir la imagen o la
voz de una persona, de cualquier modo que se haga, es necesario su
consentimiento…”.
Ahora bien, como sucede con todos los
derechos personalísimos, los terceros solo pueden –en principio–
inmiscuirse en el honor, la intimidad o la imagen de otro siempre y
cuando medie consentimiento del titular. Sin embargo, cuando se
produzca un conflicto entre alguno de estos derechos y la libertad de
expresión, entra a regir una serie de estándares –fundadas en la
interpretación de la Constitución y los tratados internacionales de
rango constitucional– que permite su compatibilización. El primero de
ellos pasa por la prohibición de la censura previa, sin perjuicio del
reconocimiento de responsabilidades ulteriores, civiles o penales, de
quienes puedan haber lesionado los derechos en cuestión (arts. 14 y
32 Constitución Nacional y 13 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos).
En cuanto a la forma en que se disciplinan
esas responsabilidades ulteriores, corresponde traer a colación la
asentada jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación
que se ha ocupado de establecer distintos estándares según cuál sea el
supuesto analizado. En particular, la Corte Suprema de Justicia de la
Nación distingue según que los daños cuya reparación se reclama
hayan sido ocasionados por la difusión de informaciones inexactas, de
noticias verdaderas, o de simples opiniones.
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2013-XII, 141; íd., 27/11/2012, "E., R. G. c/ Editorial la Capital S.A.
s/ indemnización", LLOnline AR/JUR/65343/2012).
Un estándar distinto juega cuando la
información difundida es verdadera. En este supuesto, son
inaplicables tanto la doctrina “Campillay” como la de la “real
malicia”, pues ambas parten de la base de que se han afirmado hechos
inexactos, o cuya veracidad, al menos, no ha podido ser acreditada
(CSJN, caso “Patitó”, ya mencionado, considerando 8° del voto de la
mayoría; ídem, 16/11/2009, “Brugo, Jorge Ángel c/ Lanata, Jorge y
otros”, considerando 9° del voto de la mayoría). En este grupo de
casos –en los que normalmente aparece afectada la intimidad–, el
estándar relevante es la existencia o no de un interés público
prevaleciente que justifique la difusión de la noticia y valide la
intromisión en la esfera privada de las personas (Corte Interamericana
de Derechos Humanos, 29/11/2011, “Fontevecchia y D’Amico c/
Argentina”, LL, 16/3/2012, p. 3; CSJN, 11/12/1984, “Ponzetti de
Balbín, Indalia c/ Editorial Atlántida S.A”, Fallos 306:1892; ídem,
8/5/2007, “O, N. M. c/ T., M. y otro”, voto en disidencia de los Dres.
Lorenzetti, Fayt y Zaffaroni, ED, 17/8/2007, p. 2, con nota de Emilio
A. Ibarlucía; esta sala, 3/11/2009, “A., A. M. c/ Artear S.A. y otros”;
esta cámara, Sala K, 31/10/2000, “Romano, Samanta c/ Arte Gráfico
Editorial Argentino S.A. y otros”, JA, 11/4/2001, p. 29, con nota de
Ramón D. Pizarro; ídem, Sala E, 25/11/2005, “R., H. c/ Ediciones
Paparazzi S.A.”,; ídem, Sala F, 26/6/2007, “S, R. A. c/ Arte Gráfico
Editorial Argentina S.A.”, LL, 28/3/2008, p. 3; ídem, Sala E,
7/11/2008, “S., G. A. y otro c/ La Nación S.A. y otro”, RCyS, marzo
de 2009, p. 78).
Debe señalarse que, en estas situaciones, no
basta con que la información se refiera a una persona pública o un
funcionario público, sino que, para validar la intrusión en la intimidad,
es preciso que –más allá de ello– medie un interés público concreto
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rostro–, sin poder comunicarse, y mientras era atendida por personal
del SAME en los estudios de grabación del programa que condujo la
Sra. Ascar. Se mostró, además, el traslado de la Sra. Dekleva, en una
silla de ruedas, hasta la ambulancia que se encontraba en la puerta del
estudio del canal, mientras era seguida por la conductora mencionada,
quien, previamente al traslado al hospital, subió a la ambulancia con
la demandante. No obstante el pedido del médico del SAME para que
se apagaran las cámaras, la filmación prosiguió en todo momento, y
las imágenes fueron televisadas, siempre acompañadas del rótulo: “EL
MAL MOMENTO QUE PASO ZULMA LOBATO EN NUESTROS
ESTUDIOS” (sic).
En el tercer video se muestra la emisión del
programa televisivo del día 9 de marzo del 2011. Su conductora,
Anabela Ascar, comenzó la emisión con el siguiente relato: “Bueno y
ahora viene lo prometido, para mí es duro lo que vamos a ver, lo
tuvimos que vivir aquí las pocas personas que estuvimos, y la verdad
que yo nunca había visto esto, una persona que estaba en ese estado,
así con ese ataque. Quiero contar cómo fue todo. El viernes pasado
íbamos a concretar este espacio como todos los días, pero a último
momento el canal decidió que iba a poner en el aire, en este horario
de 19.30 a 21.00 horas, el partido San Lorenzo-All Boys, con lo cual
estaban los entrevistados ahí esperando, bueno, los tuvimos que
grabar. Entre ellos, estábamos esperando a Zulma Lobato. La
historia es esta, el jueves, por una cuestión de intuición que yo tuve,
me dije: la voy a llamar a Zulma a ver cómo está. La llamo y Zulma
me dice: mirá me siento muy mal, no tengo trabajo, nadie me llama; y
le dije: bueno, Zulma, por qué no venís, te hago una nota, mostramos
tu teléfono al aire por si alguien te quiere contratar, y listo.
Revivamos un poco el tema, Zulma, y vos conseguís trabajo. Bueno,
fue de Dios todo, fue de Dios como si alguien lo hubiera armado, fue
todo obra de la casualidad, si yo no la hubiera llamado a Zulma, si
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“tres días” (sic).
Expuestos de este modo los sucesos que
motivaron el inicio de las presentes actuaciones, pasaré a analizar los
aspectos de lo decidido que son objeto de crítica por parte de la
apelante.
No cabe duda de que en autos no está en
juego la divulgación de noticias falsas o inexactas, sino que, por el
contrario, se trató –sustancialmente– de acontecimientos verdaderos,
que fueron abonados mediante diversas imágenes que se observan en
los tres videos ya mencionados. Por consiguiente, no son aplicables –
en principio– ni la doctrina “Campillay” ni la de la “real malicia”, y
poco importa analizar si la demandante era o no una figura pública,
pues el estándar relevante es la existencia o no de un interés público
prevaleciente que justifique la difusión de la noticia y valide la
intromisión en la esfera privada de cualquier persona.
Es claro, a mi criterio, que las imágenes
reproducidas en la emisión del programa del día 9 de marzo de 2011
no versaron sobre una cuestión de interés público, pues la actora
sufrió un episodio en el que se vio comprometida su salud, en los
estudios de un canal televisivo (fuera del aire), y se decidió grabarlo
en su totalidad para luego exponerlo en un programa posterior, donde,
además, se hizo hincapié en el cuadro psiquiátrico que padecía la
demandante y en la ausencia de medicación. Todas estas cuestiones
pertenecen a la esfera privada de la Sra. Dekleva, y no se advierte qué
interés socialmente relevante puede tener su difusión. Así las cosas,
ante la ausencia de consentimiento por parte de la actora, es claro que
en el curso de esa emisión se lesionaron el honor, la intimidad, y la
imagen de la Sra. Dekleva.
En lo que atañe a la falta de consentimiento
de la actora, señalo que no solo la emplazada no produjo prueba
tendiente a demostrar su existencia (carga esta que le correspondía en
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los términos del art. 377 del Código Procesal), en tanto tendía a
fundar su defensa atinente a la existencia de ese consentimiento que,
de verificarse, habría justificado la intromisión en los derechos
personalísimos de la demandante sino que, además, de los videos que
dan cuenta del episodio que vivió la actora se colige a simple vista
que, en el estado en que lo atravesó –con tensión de su mandíbula y
obstrucción del habla–, le resultaba imposible manifestar su voluntad.
No se me escapa que la demandante había
consentido la realización de una entrevista en ese programa de
televisión, pero esta tenía por finalidad, únicamente, promocionar su
trabajo. Así lo sostuvo la propia entrevistadora y conductora Ascar,
quien refirió: “bueno, Zulma, por qué no venís, te hago una nota,
mostramos tu teléfono al aire por si alguien te quiere contratar, y
listo. Revivamos un poco el tema, Zulma, y vos conseguís trabajo”
(sic, vid. el video con la emisión del programa). Sin embargo, la
grabación del programa se vio impedida por el advenimiento de un
episodio desafortunado, cuyo registro fílmico en ningún momento fue
autorizado; y menos aún lo fue la posibilidad de reproducirlo y/o
emitirlo en público.
Por estas consideraciones, entiendo que
deberían rechazarse los agravios de la demandada y confirmarse la
sentencia en crisis, lo que así propongo al acuerdo.
V.- En cuanto al resto de los agravios, se
impone recordar que el art. 265 del Código Procesal exige que la
expresión de agravios contenga la crítica concreta y razonada de las
partes del fallo que el apelante considera equivocadas. En este
sentido, el contenido de la impugnación debe consistir en una
fundamentación de cada uno de los agravios que se tengan contra las
partes del fallo que se estiman erradas. Es decir, se relaciona con la
carga que incumbe al apelante de motivar y fundar su queja,
señalando y demostrando, punto por punto, los errores en que se
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hubiere incurrido en el pronunciamiento, o las causas por las cuales se
lo considera contrario a derecho (Gozaíni, Osvaldo A., Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación. Comentado y Anotado, La
Ley, Buenos Aires, 2006, t. II, p. 101/102; Kielmanovich, Jorge L.,
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Comentado y
Anotado, Lexis Nexis, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2003, t. I, p.
426).
Desde esta perspectiva, considero que las
quejas de la recurrente tituladas “segundo agravio”, “tercer agravio” y
“cuarto agravio” lejos se encuentran de cumplir, aunque sea
mínimamente, con los requisitos antes referidos, pues solo se traducen
en escuetas discordancias y en manifestaciones que en nada logran
cuestionar lo decidido por el señor juez de grado.
Por ese motivo, postulo declarar la deserción
de esas quejas (art. 265 del Código Procesal).
VI.- En atención al resultado de los agravios,
y en los términos del art. 68 del Código Procesal, juzgo que las costas
de alzada deberían imponerse a la apelante, quien –de seguirse mi
criterio– resultaría vencida en esta instancia.
VII.- En síntesis, para el caso de que mi voto
fuere compartido, propongo al acuerdo confirmar la sentencia apelada
en todo lo que decide y fue objeto de apelación y agravios, con costas
de alzada a la recurrente.
A LA MISMA CUESTIÓN, EL DR.
CARLOS A. CALVO COSTA DIJO:
Adhiero al muy fundado voto de mi
distinguido colega de sala Dr. Sebastián Picasso.
A LA MISMA CUESTIÓN, EL DR.
RICARDO LI ROSI DIJO:
Por razones análogas razones a las volcadas
por mi distinguido colega, Dr. Sebastián Picasso, adhiero a su muy
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fundado voto.
Con lo que terminó el acto.
SEBASTIÁN PICASSO
3
RICARDO LI ROSI
1
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comuníquese a la Dirección de Comunicación Pública de la
C.S.J.N. en la forma de práctica y devuélvanse. SEBASTIÁN
PICASSO - CARLOS A. CALVO COSTA - RICARDO LI ROSI
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