Auto Supremo: Estado Plurinacional de Bolivia Organo Judicial
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Organo Judicial
AUTO SUPREMO
TRIBUNAL SUPREMO DE JUSTICIA
SALA CIVIL
Expediente: SC-67-20-S
VISTOS: El recurso de casación de fs. 443 a 446, interpuesto por Rolando Espinoza Flores contra el Auto de Vista Nº
91/2020 de 14 de agosto, cursante de fs. 399 a 400 y su Auto complementario a fs. 408 vta., pronunciado por la Sala
Tercera Civil, Comercial, Familia, Niñez y Adolescencia y Violencia IDP del Tribunal Departamental de Justicia de
Santa Cruz, en el proceso ordinario sobre usucapión decenal, seguido por el recurrente contra de ENFE Residual y
COMULFESACRUZ; la contestación de fs. 452 a 454 vta. (extemporánea); el Auto de concesión de 09 de noviembre
de 2020, cursante a fs. 451; el Auto Supremo de admisión Nº 586/2020-RA de 23 de noviembre de fs. 464 a 465 vta.,
todo lo inherente; y:
CONSIDERANDO I:
La Juez Publico Civil y Comercial Nº 3 del Tribunal Departamental de Justicia de Santa Cruz, pronunció la Sentencia Nº
188/2019 de 08 de julio, cursante de fs. 324 a 328 vta., por la que declaró: PROBADA la demanda de usucapión
Resolución de primera instancia que fue apelada por la Empresa Nacional de Ferrocarriles (ENFE) a través de su
representante legal Beymar Escalier por escrito que cursa de fs. 364 a 368 vta., a cuyo efecto, la Sala Tercera Civil,
Comercial, Familia, Niñez y Adolescencia y Violencia IDP del Tribunal Departamental de Justicia de Santa Cruz,
mediante el Auto de Vista Nº 91/2020 de 14 de agosto, cursante de fs. 399 a 400 y su Auto complementario a fs. 408,
REVOCÓ la sentencia antes mencionada, argumentando que en este caso, el derecho propietario ya fue transferido en
favor del demandante, lo que significa que no se puede usucapir un bien cuyo derecho ya pertenece al actor, por
cuanto de la revisión de antecedentes, se advierte que el demandante cuenta con un documento de compra venta del
inmueble objeto de la litis, lo que demuestra que la presente acción está destinada a adquirir la propiedad, por parte de
quien ya ostenta tal derecho, situación que torna incluso en improponible la acción de usucapión. Además, a ello cabe
sumar que se ha tramitado un proceso de usucapión, sin identificar cual es el derecho propietario registrado en DDRR
Esta resolución fue impugnada mediante el recurso de casación que cursa de fs. 443 a 446, interpuesto por Rolando
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CONSIDERANDO II:
En la forma.
1. Acusó que el Tribunal de alzada incurrió en incongruencia omisiva, por cuanto omitió dar cumplimiento a lo
establecido por el art. 265. I del Código Procesal Civil, en sentido de no haber resuelto ninguno de los puntos
En el fondo.
1. Denunció que el Tribunal de apelación omitió valorar la prueba que acredita la pretensión de usucapión y que se
limitó a analizar aspectos que ni siquiera han sido impugnados en la apelación. En concreto, denunció la omisión de la
prueba que cursa a fs. 1 (minuta de transferencia), 14 a 15 (solicitud de instalación de servicios básicos), 17 a 19
(tramite de solicitud de agua potable), 23 (certificación de DDRR), 40 (acta de inspección ocular) y 114 a 115
(declaraciones testificales); pruebas que, a criterio del recurrente, demuestran la concurrencia de su acción en los
términos exigidos por los arts. 110 y 138 del Código Civil.
2. Sostiene que es errado el criterio del Tribunal de apelación, al considerar que existe otra vía para la regularización de
su derecho propietario, por cuanto, dicho tribunal no habría tomado en cuenta que desde la interposición de la
demanda, (el recurrente) ha sido claro al referir que ya ha intentado la mencionada regularización, sin tener éxito
Con base en estos y otros argumentos, solicitó que se proceda a casar el Auto de Vista y se disponga mantener
CONSIDERANDO III:
La usucapión es un modo de adquirir la propiedad por haberla poseído durante el tiempo previsto y con apego a las
condiciones determinadas por Ley, en general, sea que se trate de usucapión ordinaria o extraordinaria, tres son los
presupuestos de este instituto, a saber: 1) un bien susceptible de ser usucapido; 2) la posesión; 3) transcurso de un
plazo.
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En ese orden, en lo referente a la usucapión decenal o extraordinaria, respecto al primer presupuesto diremos que, por
regla general, los bienes susceptibles de usucapión son aquellos que se encuentran dentro del comercio humano, sólo
recae sobre aquellos que están en la esfera del dominio privado, estando excluidos todos aquellos bienes que están
fuera del comercio y aquellos que son de dominio público del Estado, pues se debe comprender que la usucapión
declarada judicialmente produce un doble efecto, adquisitivo para el usucapiente y extintivo para el usucapido, razón
por la cual la usucapión sólo es posible respecto de bienes que se encuentran registrados a nombre de un anterior
propietario contra quien se pretende opere el efecto extintivo de la usucapión, por ello para que ese efecto se produzca
de forma válida y eficaz, es indispensable que el actor dirija la demanda contra quien figure, en el Registro de Derechos
Reales, como titular del derecho propietario del bien inmueble que se pretende usucapir, sólo así la sentencia que
Ahora bien en cuanto al segundo presupuesto, se tiene que el elemento esencial en este tipo de acción es la posesión,
criterio que se encuentra en consonancia con el aforismo "sine possesione usucapio contingere non potest" el cual
significa "sin la posesión no puede tener lugar usucapión alguna", a cuyo efecto el art. 87 del Código Civil, señala que
la posesión consiste en el poder de hecho ejercido sobre una cosa mediante actos que denotan la intención de tener
sobre ella el derecho de propiedad, empero, a través de la doctrina y la jurisprudencia se ha establecido que para la
procedencia de la posesión es necesario entre otros la existencia de dos elementos constitutivos, uno objetivo; el
corpus possessionis, es decir, el poder de hecho del sujeto sobre la cosa, el elemento material de la posesión, el otro
subjetivo; el ánimus possidendi o intención de actuar por su propia cuenta o de alegar para sí un derecho real sobre la
cosa.
Finalmente, en el caso de que se acredite que existe posesión, en sus dos elementos, esta debe ser continuada
durante 10 años (para la usucapión decenal), lo que implica que la posesión durante ese tiempo se ha ejercido
ininterrumpidamente, de forma pacífica, sin perturbaciones ni alteraciones que signifiquen reclamos por parte del
propietario o por un tercero, y de manera pública porque se ha efectuado según la naturaleza del bien sin ocultar a
quien tiene derecho a él, reunidos esos caracteres o propiamente requisitos, entonces, se habrá cumplido lo que señala
III.2. Del documento de transferencia para efectos de computo del plazo de la usucapión decenal o extraordinaria.
Para un mejor entendimiento de este punto, corresponde citar, entre otros, el Auto Supremo Nº 115/2015 de 13 de
febrero de 2015 emitido por este Tribunal Supremo de Justicia, que al respecto fundamentó lo siguiente: “Del contenido
del Auto de Vista Nº SCCFI-472 de 09 de septiembre de 2014, se puede advertir que el Tribunal Ad Quem entendió que
propietaria del inmueble vía usucapión cuando ya ostentaría los terrenos por derecho de compra, pretendiendo
perfeccionar su derecho propietario, por lo que a criterio de los de Alzada la demanda sería subsumible de
“improponibilidad manifiesta”. Según la interpretación del Tribunal de Alzada es querer titularizar esa compra; sin
embargo del contenido de la demanda claramente se advierte que la actora no pretende regularizar su derecho
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propietario de la compra que refiere; simplemente la manifiesta como antecedente para justificar el inicio de su
posesión sobre el inmueble que pretende usucapir, por lo que con este último análisis, la misma resultaría siendo
perfectamente proponible.
Del contenido de la demanda, se puede entender que la recurrente funda su demanda de usucapión en una
transacción que jamás se llegó a concretar, pues se entiende que fue de esa manera que ingresó al inmueble para
poseerlo pacífica y continuamente por el tiempo que establece la ley, vale decir que la recurrente no pretende el
reconocimiento a su derecho propietario de la compra que refiere, sino el reconocimiento de la posesión que ejerce
sobre los tres lotes de terreno que pretende usucapir; el presupuesto generador de la demanda no es otro que la
posesión de la usucapiente y que a efectos de demostrar que esta tuvo un inicio pacífico y libre de violencia, la actora
trajo simplemente como antecedente esa compra, aspecto que de ninguna manera puede ser confundido o atribuirse
como sustento de la pretensión, sino como una referencia del antecedente de posesión y que en definitiva es esta
El Tribunal Ad-quem al haber procedido anular el proceso bajo el fundamento de ser improponible la demanda de
usucapión, no ha realizado un análisis de los hechos en su verdadero alcance incurriendo de esta manera en un
concepto equivocado, correspondiendo en todo caso ser enmendado por este Tribunal disponiendo la nulidad de la
Resolución recurrida”.
En ese mismo orden de ideas el Auto Supremo Nº 162/2012 de 17 de agosto, orientó: “…Siendo esa la pretensión de la
actora, corresponde en principio considerar las previsiones que la ley establece como requisitos para demandar la
propiedad de un inmueble de propiedad privada por usucapión decenal o extraordinaria establecida en el artículo 138
del Código Civil, el cual dice: "la propiedad de un inmueble se adquiere también por sólo la posesión continuada
durante diez años", del contenido de la norma glosada se establece que el requisito central para la procedencia de la
acción de usucapión extraordinaria es la posesión continuada del inmueble susceptible de usucapión por el tiempo
establecido en la ley. En el caso concreto, no resulta un factor objetivo de improponibilidad de la demanda para excluir
la posibilidad de tutela jurídica de la pretensión planteada, el hecho de que la actora haya reconocido expresamente
que el inmueble lo posee desde que lo adquirió a título de compra y venta, tomando en cuenta que en muchos casos,
por alguna razón administrativa o de otra naturaleza en algunos casos insubsanables el vendedor de inmueble no haya
podido regularizar la documentación que avale su derecho propietario una vez efectuado el acto traslativo de su
propiedad, alcanzando esta imposibilidad por lógica consecuencia a la compradora del inmueble, quien en ejercicio de
su autonomía de voluntad y a los fines de consolidar su derecho propietario y su posterior registro propietario en
Derechos Reales, puede optar ya sea por la demanda de usucapión quinquenal u ordinaria en base a su título
propietario, o en su defecto por la demanda de usucapión decenal u extraordinaria en base sólo a la posesión del bien
por el plazo establecido por ley, al no existir óbice legal para optar por dicha decisión por parte de la actora y menos
para el operador de justicia para conocer la causa al no resultar la misma contraria al orden público o a las leyes, de ahí
que, la decisión del tribunal de apelación de revocar la sentencia sólo por el hecho de haber la demandante declarado
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que dicho inmueble lo adquirió en calidad de compra y venta, resulta ilegal e inadecuada…”.
III.3. Transformación de la calidad de bienes de dominio público en bienes sujetos al régimen de dominio privado.
Sobre el tema, el Auto Supremo Nº 472/2016, de 12 de mayo, refiere que: “La Constitución Política del Estado
abrogada en su art. 59.7, señalaba como atribución del Poder Legislativo, autorizar la enajenación de bienes,
nacionales, departamentales, municipales, universitarios y de todos los que sean de dominio público, esta calidad de
bienes fue interpretada mediante la Sentencia Constitucional Nº 0032/2006 remitiendo a la Sentencia del mismo ente
Nº 19/2005, en la que señaló lo siguiente: “A los fines de la resolución de la problemática planteada resulta necesario
establecer los alcances del carácter inviolable que la Constitución Política del Estado otorga a los bienes del patrimonio
de la Nación. Según el Diccionario Enciclopédico de Derecho Usual de Cabanellas, inviolable significa “que no se
puede o no se debe violar o profanar”, y el vocablo inviolabilidad significa la “incolumidad, intangibilidad o prohibición
rigurosa de tocar, violar o profanar a una cosa, de infringir un precepto o de atentar contra alguien o algo”, finalmente la
inviolabilidad de la propiedad significa “el carácter absoluto del dominio sobre un bien (…) la intangibilidad del derecho
de propiedad (que no debe o puede tocarse), sin otra excepción que la de la expropiación forzosa por utilidad pública”.
De lo referido se puede inferir que la intención del Constituyente, al consignar esta norma, fue la de otorgar una
garantía a los bienes del patrimonio de la Nación frente a los particulares o personas privadas para que los mismos no
sean afectados o tomados en propiedad por éstos, salvo para ser usados o aprovechados en las formas y condiciones
previstas por la Constitución Política del Estado y las leyes que regulan la materia; ello implica también que dichos
bienes no pueden ser objeto de embargos o secuestros a instancia de particulares o empresas privadas (Las negrillas y
el subrayado son nuestros). “De otro lado resulta importante señalar que, según la doctrina del Derecho Administrativo,
los bienes del Estado se clasifican en: a) Bienes dominiales, aquellos que integran el patrimonio público indisponible del
Estado, los que devienen del dominio original de la Nación y tienen su fundamento en la soberanía del Estado; dadas
sus características son inalienables, inembargables, imprescriptibles y no susceptibles de propiedad privada, es decir,
intransferibles. Dentro de este grupo se ubican los bienes de dominio público aéreo, los de dominio público marítimo,
los de dominio público terrestre, dentro de este último grupo de bienes se ubican determinadas riquezas nacionales de
carácter estratégico como los minerales, o los hidrocarburos; las riquezas históricas y culturales del Estado. b) Bienes
dominicales, aquellos que integran el patrimonio privado del Estado, por lo mismo son prescriptibles, embargables y
disponibles, es decir, susceptibles de sustracción del destino de uso público para que ingrese al dominio privado, por lo
tanto, son transferibles según los mecanismos y procedimientos previstos por la Constitución Política del Estado y las
leyes. En este grupo de bienes se encuentran los bienes inmuebles, muebles, enseres que son ocupados y utilizados
por los órganos del poder central, regional o gobiernos locales autónomos, las entidades descentralizadas, autónomas,
autárquicas y las empresas estatales. Dentro de esa clasificación, algunos Estados constituyen una categoría especial
de bienes que, por importancia estratégica para su desarrollo económico, o por tener un valor histórico, se constituyan
en intangibles, inalienables e inviolables, bienes que los catalogan como “Patrimonio Nacional” o “Patrimonio de la
Nación” (Las negrillas son nuestras). “En el caso del Estado boliviano, de las normas previstas por los arts. 136, 137,
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138, 139 y 59.7 de la CPE se infiere que el Constituyente, siguiendo los criterios doctrinales antes referidos, ha definido
que el Estado posee dos clases de bienes: a) los bienes de dominio público (bienes dominiales), algunos de los cuales
forman parte del Patrimonio de la Nación; y b) los bienes sujetos al régimen jurídico privado (bienes dominicales) …”.
Por otra parte, el art. 158.13 de la actual Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia, que señala como
atribución de la Asamblea Legislativa Plurinacional, aprobar la enajenación de bienes de dominio público del Estado;
así también se tiene el art. 339. II de la Constitución Política del Estado Plurinacional, señala que: “II. Los bienes de
patrimonio del Estado y de las entidades públicas constituyen propiedad del pueblo boliviano, inviolable, inembargable,
imprescriptible e inexpropiable; no podrán ser empleados en provecho particular alguno. Su calificación, inventario,
administración, disposición, registro obligatorio y formas de reivindicación serán regulados por la ley…”, la norma
constitucional refiere el carácter imprescriptible de los bienes de dominio público, esto quiere decir que siendo bienes
de dominio público no pueden adquirirse por vía de usucapión, también el referido texto constitucional señala que un
bien de dominio público pueda ser objeto de disposición (carácter de enajenable) de acuerdo a ley; una de las formas
de cambiar el estatus jurídico de un bien de dominio público en privado es mediante “la desafectación”, que significa
sustraerlo de su destino al uso público, haciéndole salir por lo tanto del dominio público para ingresar al dominio
privado, en el mismo sentido señala Roberto Dromi en la obra TRATADO DE DERECHO ADMINISTRATIVO, doctrina
que también es admitida por Antonio Alonso Timón en su trabajo “PATRIMONIO DEL ESTADO” publicado en la revista
virtual Dialnet, en ella señala: “La desafectación es un acto de signo contrario o inverso al que la afectación y que
produce el efecto de la pérdida de la cualidad de dominio público del bien en cuestión, aunque no necesariamente
implica un cambio de titularidad…”, la mayoría de los doctrinarios administrativistas refieren que la desafectación se la
efectúa mediante ley, como describe el propio art. 339. II del texto Constitucional.
Esta modificación del estatus del patrimonio del Estado (desafectación), conlleva a generar efectos sobre el derecho
de propiedad y respecto al bien desafectado pase de un dominio público a ser un bien enajenable, cuando la ley lo
expresa de esa manera, y al ser enajenable tiene incidencia en el instituto de la posesión, cuyo art. 91 del Código Civil,
señala: “(Cosas fuera del comercio) La posesión de cosas fuera del comercio no produce ningún efecto…”, esta norma
describe que la posesión puede ser considerada como tal, únicamente cuando el corpus y animus, sean efectuados
sobre un bien que se encuentre en el comercio, o sea, que en caso de ser de dominio público hubiera sido
desafectados por ley especial que le de esa naturaleza de enajenabilidad, y a partir de ello el bien puede ser
prescriptible (usucapible), en consideración de haberse modificado el status del bien de dominio público a un bien que
puede ser enajenable, pues la imprescriptibilidad descrita en el art. 339. II de la Constitución solo protege la cualidad de
bienes de “dominio público”, concluyendo que esta interpretación deviene del art. 339. II de la Constitución Política del
Estado, en consideración a que dicha norma permite efectuar la transferencia de bienes de dominio público, y al
generarse tal aspecto lo que se hace es modificar la cualidad de un bien de dominio público”.
La valoración de la prueba para Víctor Roberto Obando Blanco es: “…el juicio de aceptabilidad (o de veracidad) de los
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resultados probatorios (las hipótesis). La valoración constituye el núcleo del razonamiento probatorio; es decir, del
razonamiento que conduce, a partir de las informaciones aportadas al proceso a través de los medios de prueba, a una
afirmación sobre hechos controvertidos (…) La valoración de la prueba no puede ser una operación libre de todo
criterio y cargada de subjetividad, sino que debe estar sometida a las reglas de la lógica, de la sana crítica, de la
experiencia”.
En esa misma lógica, este autor refiriéndose al fin de la prueba señaló: “La averiguación de la verdad es el objetivo
fundamental de la actividad probatoria en el proceso judicial”; asimismo, refiriéndose al curso internacional Teoría de la
prueba, realizado en la ciudad de Lima el año 2012, citó a Michele Taruffo que señaló: “El juez es el único que tiene la
obligación de descubrir la verdad, dado que la manera como los abogados utilizan las pruebas no es descubrir la
verdad sino defender la posición de su cliente, esto es, persuadir al juez de que el cliente tiene la razón”, es decir que:
“…producida la prueba, el juez comienza a examinarla, tratando de encontrar la existencia del hecho o hechos
afirmados por las partes. Finalmente de ese examen puede salir la verdad, cuando encuentre conformidad de los
hechos afirmados, con la prueba producida; también puede suceder lo contrario, “todo depende de la eficacia de los
elementos que se hayan utilizado en la investigación”. Este proceso mental -Couture- llama “la prueba como
convicción”, tal cual expresa José Decker Morales en su obra Código de Procedimiento Civil Comentarios y
Concordancia.
Empero esta actividad valorativa, se encuentra reglada por sistemas adoptados por la legislación procesal civil que
orientan este ejercicio cognitivo, a cuyo mérito el Auto Supremo N° 240/2015, señala: “…respecto a la valoración de la
prueba, resulta loable destacar que es una facultad privativa de los Jueces de grado, el apreciar la prueba de acuerdo a
la valoración que les otorga la ley y cuando ésta no determina otra cosa, podrán hacerlo conforme a su prudente criterio
o sana crítica, según dispone el art. 1286 del Código Civil concordante con el art. 397 parágrafo I de su procedimiento.
Ésta Tarea encomendada al Juez es de todo el universo probatorio producido en proceso (principio de unidad de la
prueba), siendo obligación del Juez el de valorar en la Sentencia las pruebas esenciales y decisivas, conforme cita el
art. 397 parágrafo II del código adjetivo de la materia, ponderando unas por sobre las otras; constituyendo la prueba un
instrumento de convicción del Juez, porque él decide los hechos en razón de principios de lógica probatoria, en
consideración al interés general por los fines mismos del derecho, como remarca Eduardo Couture”.
De estas acepciones podemos inferir, para el caso en concreto, que en nuestro régimen procesal civil, la valoración de
la prueba está regida por el sistema de valoración de la sana crítica o prudente criterio y la prueba legal o tasada.
Entendiendo que la sana crítica o prudente criterio, en la fundamentación de la resolución, interesa que el juzgador
deba observar las reglas fundamentales de la lógica y la experiencia, concibiendo que esta fundamentación o
motivación, básicamente consistirá en una operación racional fundada en la certeza, observando los principios lógicos
supremos que gobiernan la elaboración de los juicios (conclusiones) y dan base cierta para determinar si son
verdaderos o falsos, de tal manera que las leyes del pensamiento se presentaran como leyes necesarias, evidentes e
indiscutibles a momento de analizar esas conclusiones, leyes que, como es conocido en la doctrina, están gobernadas
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por los principios lógicos de identidad, contradicción, tercero excluido y razón suficiente.
Ahora bien el sistema de valoración de prueba legal o tasada, introducido como un freno o un obstáculo en la actividad
valorativa del juez, supone que el propio ordenamiento jurídico establece en forma legal una serie de máximas, con
arreglo a las cuales los hechos valen como probados con independencia del convencimiento del juez, siempre que se
cumplan unos determinados requisitos o formas, o lo que es lo mismo, este sistema se caracteriza porque la ley indica,
por anticipado, el valor o grado de eficacia que tiene cada medio probatorio, lo que implica que el juez no tiene libertad
de apreciación, sino que, ante determinada prueba le deberá atribuir el valor o eficacia que indica la ley.
Siendo así que, ante la impugnación de errónea valoración de la prueba (ya sea por error de hecho o por error de
derecho) es decir, incorrecta aplicación de los anteriores criterios en la fundamentación de la Sentencia o Auto de Vista
por el Juez o Tribunal de Alzada, es este Tribunal Supremo el encargado de verificar si los argumentos y conclusiones
de las resoluciones de instancia, reúnen los requisitos para ser considerados lógicos, esto es, que no contengan
afirmaciones falsas, incoherentes o irracionales, lo que se podrá verificar, haciendo un análisis respecto de la
valoración de la prueba, contrastando justamente con las señaladas leyes del pensamiento humano, luego, si este
Tribunal encuentra que se ha quebrantado estas leyes, es decir existe errónea aplicación de la ley adjetiva o sustantiva
en dicha apreciación, por inadecuada valoración de la prueba por parte del Juez o Tribunal de alzada, corresponde
enmendar tal situación, ello en resguardo de los principios de unidad, comunidad, concentración, contradicción, verdad
materia, entre otros, que son rectores del proceso civil y a los que están sometidas las pruebas, para el resultado final
de resolución.
III.5. Sobre la necesaria existencia de gravamen o perjuicio que genera la resolución contra los intereses del litigante
Uno de los varios derechos que nacen de la relación procesal, es el derecho de recurrir contra las resoluciones
judiciales, cuya naturaleza es estrictamente procesal; pero para que cualquier recurso sea admisible y procedente, al
margen de los requisitos de forma y contenido, debe cumplir con otros requisitos generales de carácter subjetivo y
objetivo; entre uno de los requisitos subjetivos se encuentra la necesaria existencia de gravamen o perjuicio que genera
la resolución contra los intereses del litigante, siendo este requisito el más importante que habilita al justiciable el
En ese contexto el profesor Eduardo Couture, en el ámbito del Derecho Procesal, refiere que agravio es el perjuicio o
gravamen, material o moral, que una resolución judicial causa a un litigante. Ese perjuicio debe ser cierto, evidente, real
y concreto; pues la necesaria existencia de agravio o/y perjuicio es el motor que impulsa, promueve y justifica la
activación del recurso, sin importar el tipo de parte de que se trate en la intervención del proceso; contrario sensu, se
puede afirmar que no existe recurso sin gravamen o perjuicio, ni interés válido para impugnar; pues el simple hecho de
recurrir por recurrir sin que exista afectación de ningún interés legítimo, implicaría hacer un uso inadecuado del
mecanismo de impugnación.
Sin duda, la recurribilidad de las resoluciones judiciales está en función del agravio que cause la resolución y sea
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perjudicial a los intereses del justiciable; así se observa del contendido del art. 251 del Código Procesal Civil cuando
señala: “LEGITIMACION.- Cualquiera de las partes, incluso los terceros, está legitimado para ejercitar el derecho de
impugnación de las resoluciones que les causaren agravio”, lo que evidentemente también acontece en el recurso de
casación que a partir de lo dispuesto por el art. 272 del mismo cuerpo normativo, prescribe que: “el recurso solo podrá
interponerse por la parte que recibió un agravio en el auto de vista”, y justamente bajo ese entendimiento procederá el
recurso de casación como uno de los diferentes medios de impugnación que la ley procesal otorga a las partes para
Las consideraciones anteriormente descritas encuentran sustento en base al amplio aporte doctrinal vinculado al caso,
entre estos lo referido por el tratadista Hugo Alsina, quien en su obra “TRATADO TEORICO Y PRACTICO DE
DERECHO PROCESAL”, Tomo IV, pág. 191 señala lo siguiente: “La cuestión de saber quién puede interponer un
recurso, constituye un aspecto de la legitimación procesal. (…) Es que, así como el interés es la medida de la acción, el
agravio es la medida en el recurso, y por eso se concede aún a los que no siendo partes en el proceso, sufren un
Por su parte el autor Enrique Lino Palacios en su obra “DERECHO PROCESAL CIVIL”, Tomo V pág. 47, haciendo
referencia a los requisitos subjetivos para la procedencia de los recursos, señala: “Como acto procesal de parte,
constituye requisito subjetivo de admisibilidad de todo recurso el interés de quien lo interpone. El interés se halla
determinado por el perjuicio o gravamen que la resolución ocasiona al recurrente y consiste, en términos generales, en
la disconformidad entre lo peticionado y lo decidido”, más adelante en la pág. 85, ahondando aún más sobre el tema
indica: “Asimismo, configura requisito subjetivo de admisibilidad del recurso la circunstancia de que la resolución
contrario faltaría un requisito genérico a los actos procesales de parte, cual es el interés”. (El resaltado nos pertenece).
Entonces, estos razonamientos nos permiten inferir que la presencia de agravio y/o perjuicio es el elemento
fundamental que habilita el interés legítimo para recurrir, y no basta la sola declaración de impugnar o recurrir, sino que
se requiere además agregar los motivos, agravios o fundamentos que den méritos al impugnante, pues a partir de ello
se podrá determinar la legitimación procesal del recurrente, adquiriendo esa calidad, solamente los litigantes que han
sufrido agravio y/o perjuicio con una determinada resolución, situación que se encuentra establecido en el art. 272 del
Código Procesal Civil, siendo además aplicable lo dispuesto en el art. 213 del mismo cuerpo legal por estar referido a
CONSIDERANDO IV:
FUNDAMENTOS DE LA RESOLUCIÓN
Expuesta como está la doctrina aplicable al presente caso, corresponde ingresar al análisis de las acusaciones
formuladas en la casación:
En la forma.
Como único reclamo de forma, el recurrente acusa que el Tribunal de alzada ha incurrido en incongruencia omisiva,
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debido a que no ha resuelto ninguno de los puntos denunciados como agravios en la apelación de la parte demandada.
Esta omisión, a criterio del recurrente, vulnera el art. 265. I del Código Procesal Civil.
Sobre este reclamo, conviene tomar en cuenta, que si bien en nuestro sistema jurídico procesal, bajo el principio de
impugnación, nace el derecho de los justiciables de recurrir contra las resoluciones judiciales, este derecho no es un
derecho absoluto, por cuanto, para que cualquier recurso sea admisible, al margen de cumplir con los requisitos
objetivos que la ley exige, debe cumplir también con aquellos de naturaleza subjetiva, dentro los cuales se encuentran
precisamente la necesaria existencia del gravámenes o el perjuicios que pudiera generar la resolución contra los
Esto quiere decir, que uno de los presupuestos de admisibilidad del recurso de casación, lo constituye el interés
legítimo para recurrir. Este interés al recurso, como refiere el autor Bordalí Salamanca “…consiste en la utilidad
concreta, aunque sea solo de carácter moral, que la sentencia favorable puede otorgar a la situación jurídica subjetiva
de la cual se afirma una lesión”. Se trata pues, de una exigencia que impulsa, promueve y justifica la activación de un
recurso de impugnación y se aprecia necesaria para la tutela de situaciones jurídicas subjetivas, ya que solo el sujeto
Esto quiere decir, que el interés al recurso debe cumplir ciertos presupuestos; tales como que el interés debe ser
personal; lo que significa que debe pertenecer a la esfera jurídica del recurrente y no de un tercero; además, debe ser
directo, en sentido que el efecto lesivo deriva inmediatamente de la providencia impugnada; finalmente debe ser actual,
esto es, que la lesión ocasionada al sujeto debe existir desde el momento en que se interpone la reclamación y debe
Con todo esto, se puede decir que el verdadero valor del interés para recurrir, está en la exigencia de evitar que sean
sometidas ante la autoridad jurisdiccional controversias no efectivas, es decir cuestiones abstractas o hipotéticas,
donde se le pide al juez opiniones y no decisiones; o bien donde se le pida al juez fallar sobre cuestiones que no
Así expuestas estas consideraciones, en el presente caso, se puede colegir que el recurrente no cuenta con un interés
legitimo para cuestionar la incongruencia omisiva del Auto de Vista, por cuanto el recurso de apelación, del cual
precisamente reclama la incongruencia, ha sido interpuesto por la representación de la empresa ENFE; lo que significa,
que solamente esta empresa se encentra legitimada para cuestionar la omisión de los agravios de su apelación.
Dicho en otros términos, el recurrente, quien constituye el demandante, no puede reclamar por los derechos de la parte
demandada, pues para poder activar la impugnación, el perjuicio debe pertenecer a la esfera jurídica del recurrente y
no de otro sujeto y como en este caso, la falta de pronunciamiento respecto a los reclamos de la apelación, únicamente
afectan a los intereses de la empresa ENFE, mal puede pretender el recurrente reclamar tales aspectos. Admitir un
razonamiento contrario, importaría contravenir lo establecido por el art. 272. I del Código Procesal Civil, que, de forma
por demás clara establece que “el recurso solo podrá interponerse por la parte que recibió un agravio en el auto de
vista”.
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De ahí que en este caso no amerita ingresar al análisis del reclamo planteado en el recurso de forma, porque no se
tiene acreditado el interés legítimo para recurrir del impugnante, criterio que no debe confundirse con la legitimación
para interponer la casación, que en este caso nace de la naturaleza de la decisión impugnada, pues debe tenerse claro
que el razonamiento aquí expuesto nace del hecho de que el recurrente no ha acreditado los presupuestos que
Por todo lo expuesto, corresponde fallar en el marco de lo establecido por el art. 220. II del Código Procesal Civil.
En el fondo.
En los dos reclamos planteado en el recurso de fondo, el recurrente cuestiona el criterio del Tribunal de apelación,
referente a que el actor tendría otras vías para perfeccionar su derecho propietario, pues, a decir del recurrente, ya
habría intentado la mencionada regularización, sin tener éxito alguno; situación que lo habría motivado a incoar la
presente acción.
A ello añade que el Ad quem, al limitarse a analizar aspecto que no han sido impugnados en apelación, ha omitido
valorar la prueba que acredita la usucapión. En concreto, denuncia la falta de valoración de la minuta de transferencia a
fs. 1; de la solicitud de instalación de servicios básicos a fs. 14 a 15; del trámite de solicitud de agua potable de fs. 17 a
19; de la certificación de DDRR a fs. 23; del acta de inspección ocular a fs. 40 y de las declaraciones testificales de 114
a 115; pruebas que, a criterio del recurrente, demuestran la concurrencia de su acción en los términos exigidos por los
Para resolver estos cuestionamientos, conviene remitirnos a los antecedentes procesales de esta causa.
De ello, tenemos que a través del memorial de fs. 20 a 21 ampliada a fs. 37 y subsanada a fs. 41, Rolando Espinoza
Flores (ahora recurrente), presentó una demanda de usucapión decenal o extraordinaria, alegando que el año 1992,
cuando era trabajador de la Empresa ENFE Red Orienta, fue dotado con el Lote de Terreno Nº 16 de 463,65 m2,
ubicado en el Manzana 37, UV 140, de la zona Este del Barrio “21 de enero”; añade que la referida dotación fue
realizada a través de COMULFESACRUZ, institución que en el año 1993, extendió la respectiva minuta de
transferencia y que motivo de ello, ha venido poseyendo dicho predio hasta la fecha, sin que haya existido interrupción
alguna; extremo que motivó activar la presente acción a efectos de que se declare la usucapión en su favor.
Así expuesta la pretensión, la acción fue dirigida en contra de la Empresa ENFE Residual y la Cooperativa
COMULFESACRUZ Ltda., de quienes, el primero contestó a la demanda de forma negativa e interpuso excepción de
incompetencia en los términos expuesto en el memorial a fs. 47 y vta., y el segundo, fue declarado rebelde a través del
Tramitada la causa, la Juez Publico Civil y Comercial Nº 3 del distrito judicial de Santa Cruz, pronunció la Sentencia Nº
188/2019 de 08 de julio, en la que declaró probada la demanda de usucapión decenal y por tanto, dispuso que el
inmueble pretendido sea registrado en favor del actor. Ante esta determinación, la representación de la Empresa ENFE,
presentó recurso de apelación a través del escrito de fs. 364 a 368 vta., resultado del cual, los Vocales del Tribunal de
apelación, revocaron aquella determinación, argumentando que en este caso, el derecho propietario del actor ya fue
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transferido en su favor, lo que significa que no se puede usucapir un bien cuyo derecho ya pertenece al actor, por
cuanto de la revisión de antecedentes, se constataría que el demandante ya cuenta con un documento de compra
venta del inmueble objeto de litis, demostrando que la presente acción está destinada a adquirir la propiedad, por parte
de quien ya ostenta tal derecho, situación por la cual, este derecho debe ser regularizado en la vía legal
correspondiente.
Añade demás que, en este caso, se ha tramitado un proceso de usucapión sin identificar cual es el derecho propietario
Son estos argumentos los cuestionados por el recurrente, quien en su reclamo señala que el criterio del Ad quem,
constituye un juicio errado, por cuanto no ha tomado en cuenta que el actor ya habría intentado regularizar su derecho
propietario, pero que no ha tenido éxito al respecto y que es precisamente por ello que acude a la vía judicial a efectos
de adquirir el derecho de propiedad, empero no perfeccionando el contrato a fs. 1, sino a través de la prescripción
adquisitiva.
De esto se infiere que el actor ha renunciado al derecho adquirido a través de la minuta de 07 de octubre de 1993 y que
lo que pretende es que esta minuta únicamente sea valorada a efectos de demostrar el momento desde el cual se
encuentra en posesión de inmueble objeto de la litis, pues no otra cosa se entiende, cuando en su demanda de fs. 20 a
21, refiere que es a partir de la extensión de la referida minuta que viene poseyendo el predio demandado, lo que
significa que en este caso, el actor no tiene como pretensión perfeccionar el derecho adquirido a través de la minuta
descrita, sino únicamente hacer valer la misma a efectos de computar el tiempo de su posesión.
Este planteamiento, a diferencia de lo razonado por el Tribunal de alzada, no constituye un óbice para analizar la
acción de usucapión, ya que de acuerdo a lo razonado en el punto III.2 de la doctrina aplicable, la jurisprudencia de
este máximo Tribunal de Justicia, ha ampliado los criterios de admisibilidad de la usucapión decenal, instituyendo que
quienes pretendan adquirir el derecho propietario a través de esta acción, puedan efectuarlo en base a documentos de
transferencia públicos o privados que por diferentes circunstancias no han podido ser inscritos en el registro público de
la propiedad, empero, la amplitud descrita únicamente es aperturada para establecer el momento, o si se quiere, la
Nótese entonces que en estos casos, implícitamente el actor renuncia al derecho adquirido a través del documento de
transferencia, pues lo que se pretende ya no es hacer valer ese derecho contendido en el título, sino simplemente una
situación de hecho que se traduce en la posesión que se ejerce sobre el inmueble pretendido, a los efectos de verificar
la concurrencia de los presupuestos exigidos por este instituto jurídico. Este razonamiento, encuentra sustento en los
precedentes jurisprudenciales desarrollado por este Tribunal, que en el Auto Supremo Nº 457/2018 de 7 de junio, ha
señalado lo siguiente: “…se entiende que el actor con la interposición de la presente acción no pretende convalidar el
derecho propietario que fuere adquirido mediante el documento de fecha 27 de septiembre de 2004, sino que en
realidad su pretensión alcanza solamente a solicitar la tutela de una situación de hecho, la cual recae en la posesión
que este individuo ha tenido sobre el inmueble pretendido, es decir que su demanda no busca el reconocimiento de los
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alcances que pudiera tener las estipulaciones convenidas en el acuerdo transaccional de referencia, sino que este
documento solamente constituye un referente para acreditar el momento a partir del cual ingresó en posesión de la
superficie pretendida…”.
De ahí que en este caso, el Tribunal de alzada ha errado en su razonamiento, al considerar que el recurrente pretende
perfeccionar el derecho de propiedad adquirido por la minuta de 07 de octubre de 1993; cuando en realidad la
pretensión contenida en la demanda siempre ha girado en torno a validar la posesión que el actor alega tener sobre el
inmueble pretendido, y que si bien se hizo mención de la referida minuta, como el instrumento legitimador de la
pretensión, ello únicamente se lo hace a efectos de establecer el tiempo de la posesión; es por esa razón que no
correspondía que el Tribunal de alzada desestime la usucapión por esta cuestión, ya que ello representa un criterio que
Con todo ello queda demostrada la acusación del recurrente, quien, además, denuncia la falta de valoración de la
prueba que demuestra la acción usucapión; situación que se hace evidente, ya que el Tribunal de alzada al limitarse a
señalar que el actor no puede perfeccionar su derecho a través de esta acción, no ingresó a valorar toda la prueba del
actor.
Situación que refuerza el error del Tribunal de apelación, ya que toda la prueba descrita por el recurrente, acredita la
concurrencia de los presupuestos de la usucapión, toda vez que, desde la fecha de la adquisición del inmueble,
conforme el contrato a fs. 1, se tiene que el recurrente ha venido desarrollando una serie de actos que demuestran su
posesión pacifica, publica e ininterrumpida en los términos exigidos por el art. 138 del Código Civil, ya que de acuerdo a
lo evidenciado por la juzgadora de instancia en la audiencia de inspección ocular, cuya acta cursa a fs. 40, se puede
constatar que el actor se encuentra en posesión material de la cosa, lo que da cuenta que éste demuestra el elemento
corpus de su posesión, pues él y su familia se encuentran habitando el inmueble pretendido; de igual forma, con las
literales de fs. 13 a 19 y 218 a 219, el actor ha demostrado su intensión de comportarse como verdadero propietario; lo
que significa que ha acreditado el elemento animus de su posesión, ya que de acuerdo a esas pruebas, se observa que
desde el año 1994, ha procedido con la instalación de los servicios básicos y el pago de los mismos, para luego
proceder a introducir diferentes mejoras, conforme se aprecia en el muestrario fotográfico de fs. 49 a 50 y la inspección
ocular a fs. 40; finalmente, la pretensión del actor ha sido acreditada con la prueba testifical de fs. 114 a 115, donde los
testigos Luis Jiménez Aguilar, Alfredo Castedo Guzmán y Margarita Menacho de Suarez, han declarado que el
Todas estas probanzas permiten advertir la concurrencia de la pretensión incoada, ya que ha quedado claramente
establecido que el actor posee el inmueble objeto de la litis desde el 07 de octubre de 1993 hasta la fecha de la
presentación de su demanda (24 de julio de 2008), sin que ninguna persona, mucho menos la empresa demandada
haya interrumpido tal posesión, por cuanto en el proceso no se advierte que la representación de ENFE haya alegado
tal extremo, pues solamente ha manifestado que los bienes del Estado no pueden ser susceptibles de usucapión, en el
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Respecto a este último argumento, cabe tener presente que, si bien es cierto que de acuerdo al referido precepto
constitucional, los bienes de patrimonio del Estado y de las entidades públicas constituyen propiedad del pueblo
boliviano, por tanto, son inviolables, inembargables, imprescriptibles e inexpropiables, no es menos evidente que de
acuerdo a los lineamientos jurisprudenciales emitidos por el Tribunal Constitucional, existe la posibilidad de que
algunos bienes de dominio público pasen a ser de dominio privado, ello sucede precisamente con los bienes
dominicales, donde se encuentran los bienes inmuebles, muebles, enseres y otros que son ocupados y utilizados por
los órganos del poder público, los cuales pueden pasar al dominio privado según los mecanismos y procedimientos
Precisamente es a este supuesto que se adecua lo acontecido en este caso, ya que, de acuerdo a lo manifestado por
el recurrente, se tiene que el inmueble pretendido desprende de una superficie mayor de 576.424,36 m2, el cual, según
lo descrito por el memorial de fs. 201 a 210 y lo estipulado en el contrato a fs. 1, fue adquirido por la Comisión Mixta
Ferroviaria Boliviano Brasileño a través del Testimonio Nº 32/1952 de 23 de abril; terreno que fue registrado en la
ciudad de Santa Cruz a fs. 202 vta., Nº 173 del Registro de Propiedades de la Capital en fecha 25 de abril de 1952;
posteriormente, a través de la Escritura Publica Nº 263/2002 de 29 de mayo, la empresa ENFE Residual, con base en
el derecho anteriormente señalado y en razón de la compra de otros inmuebles, procedió a fusionar estos en una sola
partida, que desde el 05 de junio de 2002, se encuentran registrados en DDRR bajo la Matricula Nº 7011990039546,
Ahora bien, dentro los predios registrados por la Empresa ENFE Residual, se encuentran los lotes de terreno situados
en la “Zona 21 de Enero” de la UV 140 correspondiente al área denominada “Guaracachi” (de donde desprende el
inmueble pretendido según el contrato de fs. 1), estos terrenos, según lo establecido por la Ley Nº 1266 de 30 de
septiembre de 1991, han pasado del dominio público a la esfera privada, ya que el artículo primero de dicha norma,
claramente indica que la Empresa ENFE se encuentra autorizada para la venta definitiva de los lotes de terreno que se
encuentran en el Barrio Guaracachi, concretamente, aquellos que se encuentran ubicados en la urbanización “21 de
enero”; ahí la razón por la cual se ha transferido el lote Nº 16 de 463,65 m2 en favor del demandante.
Todo esto quiere decir que el estatus del inmueble pretendido, ha cambiado producto del mandato legal inmerso en la
mencionada ley, significado esto que este predio, al haber pasado de la esfera pública a la esfera privada, es
susceptible de usucapión, no concurriendo, por tanto, la prohibición establecida en el art. 339. III de la CPE.
En suma, en este caso ha concurrido la desafectación del bien inmueble pretendido por el recurrente, supuesto que
como se tiene dicho en el punto III.3 de la doctrina aplicable, acontece generalmente por mandato de una ley que
genera una modificación del estatus del patrimonio estatal, permitiendo que este sea enajenable, o sea, que pueda ser
usucapible, en consideración de haberse modificado su status, pues la imprescriptibilidad descrita en el art. 339. II de la
Constitución solo protege la cualidad de bienes de dominio público y no de aquellos que han sido desafectados.
Finalmente corresponde señalar que en este caso si se tiene establecida la matrícula de registro perteneciente al
inmueble pretendido, pues de acuerdo a la literal a fs. 229, se observa que el predio en cuestión se encuentra
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registrado en la oficina de DDRR bajo la Matricula Nº 7011990039546 a nombre de la empresa ENFE Residual, lo que
significa que el Tribunal de apelación, una vez más ha errado al señalar que este proceso se ha tramitado sin haberse
Con todo esto corresponde revertir la determinación asumida por el Tribunal de alzada y fallar en marco de lo
En lo que concierne a la contestación al recurso de casación, cabe mencionar que el mismo no ha sido tomado en
POR TANTO: La Sala Civil del Tribunal Supremo de Justicia del Estado Plurinacional de Bolivia, ejerciendo la facultad
conferida por los arts. 41 y 42. I num. 1) de la Ley Nº 025 del Órgano Judicial de 24 de junio de 2010 con relación al
art. 220. II del Coligo Procesal Civil declara INFUNDADO el recurso de casación de fs. 443 a 446, interpuesto por
Rolando Espinoza Flores en la forma, y en el fondo, en merito a la atribución dispuesta por el art. 220. IV del mismo
Código, CASA el Auto de Vista Nº 91/2020 de 14 de agosto, cursante de fs. 399 a 400 y su Auto complementario a fs.
408, pronunciado por la Sala Tercera Civil, Comercial, Familia, Niñez y Adolescencia y Violencia IDP del Tribunal
Departamental de Justicia de Santa Cruz, y en el fondo declara PROBADA la demanda de usucapión interpuesta por
Rolando Espinoza Flores a través del memorial de fs. 20 a 21 ampliada a fs. 37 y subsanada a fs. 41. Sin costas ni
costos.
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